Amados
hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En
este primer domingo después de la fiesta de Epifanía, la Iglesia celebra la
fiesta de la Sagrada Familia, es decir de San José, de la Santísima Virgen
María y del Niño Jesús.
Esa
Sagrada Familia, toda divina, la Iglesia nos la muestra como ejemplo de la
sociedad y de la cristiandad, es decir, de los pueblos y naciones que se rigen
por el Evangelio. Y digo que se guiaban, o se guían, porque hoy ya no hay
oficialmente ningún Estado que se dirija por la Ley de Dios y el Evangelio, por
lo cual la cristiandad como tal ha sido abolida; lo que se tiene es una cultura
católica más o menos de acuerdo con la penetración que tuvo ese espíritu
católico en los pueblos que antaño reconocían a Cristo Rey, a la Iglesia, pero
que hoy ya no lo hacen.
Hay
que recordarlo aunque sea para que reaccionemos y por lo menos lo tengamos
presente, que nuestra sociedad ya prácticamente no es nuestra porque no es de
Dios. Y, ¿de quién va a ser si no es de Dios? No hay término medio, será de
Satanás. Si la ciudad no es de Dios será del demonio. Por eso nos va como nos
va y por eso no nos asombremos cuando veamos que a los niños les gustan esas
figuras y esos juguetes demoniacos; y
qué decir de ese pequeño mago Harry Potter o como se llame. Todo eso produce la
fascinación de la serpiente y los padres deben saberlo.
El
“Halloween” es toda una cultura pagana anticristiana y los niños, junto con los
papás, muchas veces inocentemente, por confites y dulces, le hacen el juego al
demonio. Y quién sabe cuántas criaturas son inmoladas en esas misas negras en
la que se consume la sangre de un inocente o de una virgen, porque eso existe.
Debemos tener entonces sumo cuidado.
La
Iglesia quiere ponernos ante el ejemplo de la Sagrada Familia. La familia que
es el núcleo, el centro. La célula de la sociedad no es el hombre, no es el
individuo como nos ha enseñado el liberalismo teológico o religioso, es la
familia y por eso si ésta se destruye se acaba la sociedad; y vaya si no se
está abatiendo hoy la sociedad al destruir la familia; si no es verdad, qué es
eso de permitir el concubinato público con los matrimonios civiles entre
católicos y después con el divorcio. Eso es un atentado criminal contra la
santidad de la familia, de la sociedad basada en ésta y eso por culpa de una
política antirreligiosa; eso es lo que hoy se ha impuesto.
Los
romanos, que eran paganos, se casaron sacramente respetando el matrimonio
indisoluble; conservaron todo el vigor de ese pueblo y raza, eran los nobles,
los paterfamilia, la gens romana; pero cuando se empezó a
corromper ese concepto sagrado aun en el paganismo, se destruyó Roma, se acabó
y esa fue toda la lucha entre nobles y esclavos que penosamente a veces nos
transmiten en las películas en sus historias. Era la pugna de dos ideales, los
nobles basaban su linaje en el matrimonio sacro, los demás vivían en la unión
libre o concubinato.
Si
los nobles romanos tenían la noción del matrimonio sagrado, cuánto más la
debiéramos tener nosotros los católicos y valorar así la familia
sacramentalmente instituida por la Iglesia, para que todo lo que hagan los
esposos sea bueno y santo y no como creyeron algunos herejes, que traer hijos
al mundo era obra del pecado. Pecado es lo que hacen hoy, cuando utilizan el
matrimonio simplemente para satisfacer la concupiscencia, no queriendo
procrear; eso es una falta, usar anticonceptivos y todo lo que permita el libre
placer sin querer engendrar la vida que Dios como Creador da y que los padres
como instrumento prodigan; de ahí viene a su vez el respeto hacia los padres
por ser los progenitores, porque tienen esa autoridad de Dios y de ahí la
dignidad que deben tener los padres y la familia.
La
santidad del hogar católico hoy está proscrita, porque se nos pone de modelo el
ideal de vida americano, de quienes tienen una cultura protestante, donde cada
uno hace lo que se le da la gana. Por eso nosotros debemos conservar la
tradición católica basada en la familia y en el respeto a los ancianos; no para
que los metan allí en esos lugares que llaman geriátricos o lo que sea. Esa es
una aberración peor que la de los infieles, porque en la antigüedad se
veneraban las canas, el anciano era el sabio; hoy, por la estupidez de la
sociedad, al anciano se le tiene por un imbécil que nadie quiere. Ya no sabe la
juventud apreciar la experiencia de los años de una vida llevada conforme Dios
manda. ¡Qué desgracia!
Que
todo eso nos sirva para que reaccionemos y nos demos cuenta en medio de qué
mundo estamos viviendo. Todo lo opuesto a lo que la Iglesia siempre ha
enseñado, y eso sin hablar de la Iglesia en sí misma, que también se ha
corrompido, se ha degenerado por no permanecer fiel a la doctrina de nuestro
Señor, por culpa del clero. Por ello la Sagrada Familia es ejemplo de santidad
y aun de virginidad en el matrimonio de la cual no nos debemos asombrar, porque
ha habido otros santos matrimonios que se han conservado vírgenes, como el de
San Eduardo rey de Inglaterra, San Enrique emperador, que fueron soberanos que
por mutuo consentimiento permanecieron castos dentro del matrimonio.
Que
lo anterior nos sirva de ejemplo y para que los herejes de hoy no digan
estupideces en contra de la virginidad de nuestra Señora y del santo matrimonio
que tuvo con San José, porque fue verdadera esposa, pero virgen. De ahí la
grandeza de San José, custodio de esa flor de castidad, de esa inocencia y por
eso es el guardián de la Iglesia que debe permanecer y ser siempre pura, pero
que hoy quieren violar porque eso es lo que se está haciendo, mancillar la
pureza de la santa Iglesia.
Todos
aquellos herejes que se digan sacerdotes u obispos, pero que no defienden la
moral ni la doctrina católica, que están con el modernismo, con el progresismo,
con el liberalismo doctrinal teológico, están al unísono con todas las falsas
religiones. Eso es violar la Iglesia y por eso es nuestro deber conservar la
virginidad de la Santa Madre Iglesia católica, apostólica y romana. Eso fue lo
que hizo monseñor Marcel Lefevbre, un hombre que conservó la pureza de la
Iglesia; él nunca lo dijo, pero la conservó y murió santamente, pero atacado
por la judeomasonería que está dentro del Vaticano y quiere manipular a los
cardenales y a los obispos, y qué no hará en el próximo cónclave; por eso
debemos estar prevenidos, porque no sabemos lo que pueda pasar.
Nuestro deber es el de conservar la virginidad
de la Iglesia católica, su pureza, pues es nuestra madre, porque nos engendra
en la fe, en la que los protestantes no aceptan, no quieren, por eso no la
admiten como institución divina; no reconocen a la Santísima Virgen y sin
embargo se les llena la boca hablando de Cristo y del Señor. Es un cristo
falsificado el que pregona el protestantismo en cualquiera de sus múltiples
facetas y de la cual Colombia hoy está imbuida; antaño eran contados con los
dedos los protestantes, era incluso mal visto, ¿quién iba a visitar a un
protestante? Nadie. Hoy casi media Colombia es protestante y la otra mitad lo
es sin saberlo. ¿Por qué sin saberlo? Por la protestantización de la Iglesia;
ya no hace falta para serlo salir de ella; basta aceptar la nueva misa, el
nuevo culto, la nueva liturgia, bailar y danzar, no creer en el Santo
Sacrificio de la Misa, comulgar en la mano como si fuese un pedazo de pan y si
todo esto no es una herejía pura, entonces, ¿qué es?
¿Cómo
es que la gente va a comulgar sin confesión, sin estar en estado de gracia?
¿Cómo va a recibir a nuestro Dios sin adorarle? Todo eso es efecto entonces de
un protestantismo dentro de la Iglesia. Por eso nosotros nos esmeraremos hasta
la muerte en mantener el culto sacrosanto de la Iglesia católica como siempre
ha sido; esa garantía es la Tradición católica, apostólica, romana, la Misa
Romana; la Misa de San Pío V, la
tridentina, no es más que la Misa Romana, la que fue custodiada por todos los
Papas de Roma y por eso el odio satánico contra ella.
Roguemos
a la Sagrada Familia, a nuestra Señora, a San José y al Niño Jesús. No debemos
olvidar qué importancia le dio el Niño Jesús a los asuntos de su Padre, pues
les dijo: “¿Por qué me buscabais? Podría parecer un poco chocante y, sin
embargo, como dice el sabio padre Castellani, no les avisó simplemente porque
no pudo. Con la respuesta que dio a su Madre les quiso mostrar que si no lo
habían encontrado lo que debieron haber pensado era que estaba en el templo
ocupándose de las cosas de su Padre, de Dios; no del mundo. Y, ¿por qué no pudo
avisarles? porque Él se entretuvo con los escribas, con los fariseos, con los
peritos, con los doctores de la sinagoga, porque fue una pregunta tras otra, y
así pasaron tres días, maravillados de la sabiduría de ese Niño que era Dios.
De
lo contrario sería un malcriado nuestro Señor, ¿cómo se va a ausentar sin pedir
permiso?, ¿cómo le va a contestar así a su mamá? Por eso San Lucas dice que
nuestra Señora guardaba y meditaba todo esto en su corazón, y por eso lejos de
ser un motivo de escándalo la respuesta de nuestro Señor nos muestra la
importancia que tienen las cosas de Dios. Y éstas están en el templo, en la
Iglesia, no en otra parte; de allí la necesidad de la santa Iglesia como
institución divina y de nosotros de pertenecer a ella siendo fieles; hay que
pedir esa lealtad a nuestro Señor, a nuestra Señora, a San José, a la Sagrada
Familia. +
P. BASILIO MÉRAMO
12 de enero de 2003
12 de enero de 2003