San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 24 de abril de 2022

DOMINGO IN ALBIS, OCTAVA DE PASCUA; DOMINGO, PRIMERO DESPUÉS DE PASCUA

  



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Este domingo primero después de Pascua o Domingo in albis, era después de haber transcurrido la octava, es decir ocho días, no sólo de la Resurrección de nuestro Señor sino también de los bautizados en la Iglesia; justamente se llamaba a este domingo y al sábado de ayer, in albis por ser cuando se les retiraba la vestidura blanca que durante toda la semana portaban los recién bautizados como símbolo de la pureza bautismal; de allí su nombre.

Y como vemos en el relato del evangelio de este día, los apóstoles estaban reunidos y tenían miedo; no salían a enfrentar al mundo, ni a evangelizar hasta recibir el Espíritu Santo que los fortaleciera. Es importante y debe tenerse en cuenta que, a pesar de todo, los apóstoles quedaron amedrentados, y especialmente con temor a los judíos, de que los matasen; por eso, cuando ya recibieron la fortaleza del Espíritu de Dios, del Espíritu Santo, se atrevieron a salir sin importarles ni los judíos ni el mundo; con una fe plena. Fe que, como dice también la epístola de este día, “vence al mundo”.

De ahí la necesidad de tener una fe vigorosa, profunda, arraigada, pues es la que vence al mundo, la que no teme ni a los judíos ni al mundo y es la que se basa en creer que nuestro Señor Jesucristo es Dios. Porque los musulmanes aceptan a nuestro Señor como un profeta, como lo hacían los arrianos, que se decían católicos, pero que negaban la divinidad de nuestro Señor Jesucristo. Y es por esa fe sobrenatural en la divinidad de nuestro Señor Jesucristo que tenemos la fortaleza cuando es plena, arraigada, vivificada por el Espíritu Santo, por el Espíritu de Dios.

Por eso es la gran batalla contra la fe que libra y librará Satanás con todos sus secuaces por todos los tiempos, y de allí la necesidad de conservar esa fe íntegra, sin mezcla, sin tergiversaciones, sin rebajas, sin diluirla, sino pura, sólida. Así, los católicos que tengan esa fe no tendrán miedo al mundo.

Y si hoy vemos que el mundo está socavando a la Iglesia es porque no hay fe, porque está faltando esa afirmación de la divinidad de nuestro Señor ante las falsas religiones, ante los judíos, ante los mahometanos, ante quien sea, y lo que hay es un diálogo vergonzoso, proclive a claudicar, de los hombres de Iglesia sin fe, con esas falsas religiones. Esa es la herejía aberrante actual del ecumenismo, que no reafirma la fe, la divinidad de nuestro Señor ante el mundo, ante las doctrinas infieles; esa es la crisis desastrosa y vergonzosa de los hombres de Iglesia de hoy que tienen pena de reafirmar públicamente su catolicidad y por consecuencia la divinidad de la Iglesia católica con exclusión de cualquier otra, de toda otra religión o credo.

Pero eso no se ve hoy por culpa de la jerarquía, hay que decirlo, que no cumple con su deber de evangelizar y de proclamar la divinidad de nuestro Señor, sino que se sienta a conversar, a dialogar y a rebajar la fe y a hacer de ese diálogo el fundamento de la predicación moderna. Por eso todo está cambiando. Esa es la obra de Satanás y de la estupidez de los católicos, idiotez en la misma jerarquía de la Iglesia que no es fiel a su sacrosanta misión y por eso el sacerdocio de hoy es vergonzante, no sólo en la moral y en los escándalos públicos, sino también en la doctrina y en la fe y como consecuencia de esta carencia, de esa falta de doctrina,  vienen los desmanes y las aberraciones morales dentro del clero y el escándalo de los que no tienen fe; así, estúpidamente, se hacen protestantes, “Testigos de Jehová” o simplemente ateos.

Quién no se da cuenta de ello no vive en este mundo ni en esta Colombia llena de protestantes y de ateos, ¡qué claudicación! Por falta de fortaleza, de firmeza en la fe para proclamar la divinidad de nuestro Señor resucitado que es el Hijo de Dios, que es Dios mismo en persona, ¿cuál persona? La Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Quien no lo diga, que no lo proclame, no es católico, es un hereje y a eso nos invita la Iglesia con su predicación del evangelio y la epístola de hoy primer domingo de Pascua, porque la religión católica no son los templos ni los cuatro muros de piedra y el techo sino la fe, sin la doctrina católica.

Para eso se han construido los templos que vemos y por eso San Cipriano profetizó sabiamente hace ya más de mil años que al fin de los tiempos estas iglesias de piedra y de ladrillo serían invadidas por el anticristo y que por eso teníamos que guardar los templos de nuestras almas para poder guardar allí la fe. Díganme si eso no está ocurriendo hoy dentro de lo que se llama y se dice la Iglesia católica, que de católica le queda ya muy poco porque parece protestante. ¿Acaso los sacerdotes no andan como infieles por la calle sin ninguna distinción de su fe y de su ministerio? ¿Su confesión (la fe), no la han arrinconado ya, prácticamente?

Cuando vemos en el evangelio de hoy, contra todos los protestantes, que nuestro Señor es muy claro al decir: “Se perdonarán los pecados a aquellos a quienes los perdonéis; y se les retendrán a aquellos a quienes se los retengáis”, esos protestantes, que están con la palabra de Dios y la Biblia debajo del sobaco, ¿en dónde dejan esas palabras de las Escrituras?, o ¿es que son imbéciles?; pues si lo son mucho más somos nosotros si nos dejamos convencer. Vergüenza nos debe dar, que habiendo recibido la luz del bautismo nos sometamos así; ya nada es pecado. ¿Y eso no es protestantismo puro dentro de la Iglesia? Claro que sí. Y el que no se dé cuenta, ya es medio hereje.

Esa es la influencia de este modernismo, de este progresismo que invade la Iglesia y el templo de Dios. Y esa es la abominación de la desolación que tendrá asiento en el lugar santo como lo dicen las profecías y las Escrituras mil y una veces; que no tengamos ojo para discernir y detectar el mal con el dedo, es claudicación y falta de fe en la divinidad de nuestro Señor Jesucristo y el sacerdote que no lo predique así no tiene fe, y si le queda la tiene medio muerta, porque esto que estoy diciendo lo tendría que señalar todo presbítero católico si se estima con fe y quiera su santo y sagrado ministerio.

Da vergüenza, pero hay que decirlo, para que los pocos fieles que quedan o que quedemos sepamos defendernos, porque ya no tenemos el enemigo fuera sino dentro de la casa; el ladrón está en el interior de la Iglesia, no en el exterior; ya penetró, así que no basta cerrar las ventanas y las puertas si no estamos preparados antes desde adentro, y la única manera de estarlo es reafirmando en la Iglesia la fe en la divinidad de nuestro Señor; en eso se debe basar la misión y la predicación de la Iglesia católica apostólica y romana, no en el ecumenismo, no en la libertad religiosa para que cada uno crea en el monigote que le dé la gana en el nombre de Dios. ¡Qué estupidez más grande! Y que eso lo hayan dicho en un concilio, ¿qué obispos eran esos?, ¿de la Iglesia católica?

Es una vergüenza públicamente instaurada dentro de la Iglesia que un concilio que debería ser infalible por su propio derecho y que no lo fuera es lo mismo que si alguien deseara que su matrimonio fuera disoluble, no indisoluble o que pidiera un círculo cuadrado o un hombre con cuatro patas; ¡todas estas son estupideces!

Pues bien, esa es la sandez del mismo papa Pablo VI, al declarar un concilio ecuménico no infalible; eso no ha existido jamás ni podrá haberlo dentro de la Iglesia católica. ¿Dónde le quedó la teología? A ninguno de los obispos que estaban allí, a nadie se le ocurrió, por la presión moral de lo que representaba una reunión con tanta pompa como esa, pero faltó la fe y el humo del infierno penetró en el Concilio como lo dijo Pablo VI mismo, cuando habló de la autodemolición de la Iglesia; él mismo lo señaló. ¿Qué podemos nosotros decir hoy cuando después de treinta y cuarenta años vemos los desastres y todavía nos sigamos comiendo el cuento? Eso es aberrante.

Pues bien, es lo que hay que evitar, mis estimados hermanos, para que permanezcamos firmes en la fe sobrenatural de la única religión, de la única Iglesia, de la única verdad y nada más; porque si nuestro lenguaje no es “Sí, sí; No, no”, no es el de Dios y el del Evangelio, porque como lo dice San Mateo: “Diréis (solamente): Sí, sí; No, no. Todo lo que excede viene del Maligno”. Esto es categórico, tajante, vertical, intransigente, porque lo contrario viene de Satanás, y si no, lean el capítulo 5, versículo 37 de San Mateo. Ese es lo que hoy el mundo no quiere, ya que prefiere la confusión, el sí y el no; la verdad, el error; el bien y el mal en contubernio; no quiere lo tajante y lo intransigente de la verdad, sino la mediocridad; este es el espíritu de apostasía que hoy pulula por doquier y que en el orden político se llama democracia, que en el fondo es una religión antropoteísta, como decía Gómez Dávila, ese gran pensador colombiano, casi desconocido.

Pues bien, pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, que no caigamos en esos errores; que nos mantengamos con una fe pura e íntegra que proclame la divinidad de nuestro Señor Jesucristo ante el mundo, y así,  venceremos al mundo y a Satanás. +

P. BASILIO MÉRAMO 
27 de abril de 2003

domingo, 17 de abril de 2022

Domingo de Resurrección

  


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Este Domingo de Resurrección, Domingo de Pascua, es el día más solemne, la fiesta más importante de todo el año litúrgico; aunque quizás no sea la más popular como lo es la Navidad, pero en sí misma es la principal y por eso está rodeada de la octava, de las pocas octavas que han quedado, dado el recorte litúrgico que hacía de las éstas el esplendor de la fiesta, pero con la modernización se fueron recortando.

Por eso este día queda aún, a pesar de todo, con su octava, es decir, el festejo reiterado durante ocho días consecutivos. Es una lástima, dicho sea de paso, ver que aquí en Colombia y sobre todo en Santander la Pascua no tiene ninguna impronta familiar, no hay una reunión, un agasajo, una comida, nada que de modo un poco más ordinario y explícitamente así lo demuestre, como sí lo hay en Europa y me duele decirlo, a mí, que me ha tocado pasar muchos años la Pascua en el viejo continente. Allí, en Francia, en Italia, en España, existe la costumbre, muy arraigada, de festejar la Pascua. Claro está que aquí la gente vive la Semana Santa, pero ésta queda trunca sin el Domingo de Resurrección. Toda nuestra religión quedaría en el vacío sin la Resurrección de nuestro Señor. Toda su divinidad queda consignada, afirmada, proclamada, evidenciada y demostrada con la Resurrección.

Nadie es capaz de resucitar de la muerte; por eso el Único que podía decir que iba a morir y a resucitar por sus propios y exclusivos medios es Cristo nuestro Señor, porque es el Dios Encarnado, hecho carne, hecho hombre; por eso es verdadero Dios y verdadero hombre.

Toda su persona es divina, es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad la que se ha encarnado y, por eso, no obstante el estar muerto como hombre, separándose su alma de su cuerpo, Él es y sigue siendo el Dios vivo; porque ese cuerpo humanamente muerto, sin alma, era sustentado por la persona divina, por eso no era un cadáver como acontece con nosotros; no era un cuerpo en estado de putrefacción sino que en ese cuerpo estaba presente la divinidad aun en la tumba durante los tres días, y por eso su alma también estaba sustentada en su existir por el Verbo. Si bajó a los infiernos, es decir, al seno de Abraham, allí donde iban los justos del Antiguo Testamento para abrirle las puertas del cielo que estaban cerradas, su alma tenía la presencia de la divinidad de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad; misterio que no entendemos pero que conocemos por la revelación, por la fe.

Por eso en el Domingo de Resurrección de nuestro Señor, es el día más importante de la semana, justamente, y por eso se le llama al domingo día del Señor, porque fue el día en que se reúne su alma nuevamente con su cuerpo, con la manifestación y el esplendor del cuerpo glorioso. Sin embargo, nuestro Señor resucita y se queda durante un tiempo, cuarenta días, instruyendo a sus discípulos, adoctrinando a sus apóstoles, instituyendo las bases de su Iglesia católica, consolidándola, dándole toda su estructura sobrenatural hasta que venga a coronarla, a completarla, a perfeccionarla la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el día de Pentecostés a los cincuenta días de la Resurrección de nuestro Señor. Díez días después de su Ascensión a los cielos, porque para que bajara el Espíritu Santo, tenía que enviarlo nuestro Señor junto con el Padre Eterno y por eso tenía que elevarse a la gloria.

Es muy importante que lo tengamos, porque la Iglesia católica no está en el aire; está fundada sobre la piedra angular que es nuestro Señor y por eso no todo está en las Escrituras sino que la Revelación está también en esa transmisión oral y por tanto ésta no puede ser desechada, pues es la mitad de la verdad revelada, si así se puede decir. Esto lo hacen los protestantes, que tienen una revelación amputada por la mitad porque desprecian la Tradición, y sin ésta, la revelación escrita queda mal interpretada, distorsionada, por lo que ellos predican un Cristo mutilado, cercenado.

Debemos, pues, hoy más que nuca, meditar siempre en estos principios, en estas verdades, porque están siendo sacudidas al igual que Iglesia, como no lo ha sido nunca ni lo será jamás. Por tanto, para mantenernos firmes en la fe y en los fundamentos de la doctrina católica, apostólica y romana, tenemos que instruirnos y meditar en la oración, para que vivamos de estas verdades sobrenaturales como católicos y cristianos que somos.

Aunque también los protestantes han usurpado el nombre de cristianos, no lo son; protestan contra la enseñanza de la Iglesia; ese es su nombre, no lo olvidemos. La meditación de estos principios fundamentales, de estas verdades, nutre nuestras almas para que vivamos de la fe y la esperanza sobrenatural, bajo la coronación de la caridad sobrehumana; que no que sea filantrópica, masónica, terrena, como una cruz roja, un Gandhi, unas Naciones Unidas o Unesco, que no sirve para nada, porque esa es una parodia de altruismo, ya que la única caridad entre los hombres está fundamentada en el amor a Dios. No hay amor entre los hombres si no lo hay a Dios; ese es un principio categórico.

Por lo tanto, fuera de la religión católica no hay amor entre los hombres como no lo hay entre los judíos, entre los musulmanes, entre los protestantes, entre los budistas, ni entre ningún miembro de esas falsas creencias y religiones que ni lo son, porque religión es lo que religa, lo que une a Dios; el error de esas falsas creencias no puede jamás unir al hombre con Dios.

Pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen, que tengamos presente el significado de la Resurrección para que nosotros, con la mirada puesta en lo de arriba, en lo de Dios, podamos transitar a lo largo de esta corta o larga vida que nos toque a cada uno, sin perder la finalidad y el motivo de ella, que no está aquí en la tierra sino en Dios, que es Cristo nuestro Señor resucitado. +

P.BASILIO MÉRAMO
20 de abril de 2003

sábado, 16 de abril de 2022

Sábado Santo, Misa Solemne de la Vigilia Pascual

  


Tomado de la Catena Aurea, de Santo Tomás de Aquino:

Evangelio Según San Mateo, Cap. 28 Ver. 1-7

Mt 28, 1-7
Mas en la tarde del sábado, al amanecer el primer día de la semana, vino María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y había habido un gran terremoto: porque un ángel del Señor descendió del cielo, y llegando, revolvió la piedra, y se sentó sobre ella. Y su aspecto era como un relámpago, y su vestidura como la nieve. Y de temor de él se asombraron los guardas, y quedaron como muertos. Mas el ángel, tomando la palabra, dijo a las mujeres: "No tengáis miedo vosotras, porque sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como dijo: Venid, y ved el lugar donde había sido puesto el Señor. E id luego, decid a sus discípulos que ha resucitado; y he aquí va delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. He aquí os lo he avisado de antemano". (vv. 1-7)
San Agustín, in sermonibus de resurrectione.
Después de las burlas y los azotes, de la hiel y vinagre mezclados, de los tormentos y las llagas sufridas en la cruz y, finalmente, después de la muerte y la bajada a los infiernos, resucitó de su tumba la nueva carne, brotó de lo caduco la nueva vida y resucitó la salvación de la misma muerte, para volver más pura después del sepulcro.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,24
La cuestión acerca de la hora en que las mujeres fueron al sepulcro no resulta trivial. San Mateo dice aquí: "Mas en la tarde del sábado" ( Mt 16,2) etc., a diferencia de lo que dice San Marcos: "Y muy de mañana, el primero de los sábados vienen María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro" ( Mc 16,2) 1. Cuando San Mateo se refiere a la noche, quiere abarcar desde la primera parte de la noche (que se llama víspera) hasta el final de la misma, en la que fueron al sepulcro. Y como en el sábado no les estaba permitido hacer esto, llamó noche a aquel tiempo en que se podía trabajar y por esto hicieron cuanto pudieron durante lo que podía llamarse noche.
Y así, se dice: "Mas en la tarde del sábado", como si se dijese: En la noche del sábado; esto es, en la noche que sigue al día del sábado 2. Las mismas palabras así lo indican: "Al amanecer el primer día de la semana". Lo que no comprenderíamos si la palabra víspera significase tan sólo la primera parte (esto es, el comienzo) de la noche. Pues no puede decirse que el principio de la noche es la hora que empieza a brillar antes de amanecer sino más bien la misma noche, que empieza a desaparecer cuando viene la luz. Es un modo de hablar común en la Escritura el tomar el todo por la parte. Por lo tanto, se debe entender noche cuando se trata de la víspera, la cual termina al amanecer y al amanecer fue cuando vinieron al sepulcro.
Beda
O de otro modo, cuando se dice que las mujeres vinieron en la tarde del sábado a ver el sepulcro debe entenderse que empezaron a venir en la víspera y cuando empezó a lucir la mañana del sábado, llegaron al sepulcro. Esto es, prepararon en la víspera las aromas con que se proponían ungir el cuerpo del Señor, pero los trajeron al sepulcro a la mañana siguiente. San Mateo dijo esto mismo, pero con oscuridad, por querer abreviar. Pero los otros evangelistas lo refieren todo y por orden, explicándolo mejor. El día viernes el Señor fue colocado en el sepulcro. Cuando las mujeres regresaron de haberlo dejado sepultado, prepararon los aromas y los ungüentos, mientras les era lícito trabajar. Durante el sábado no hicieron nada, según estaba mandado en la Ley y así lo dice claramente San Lucas. Pero una vez pasado el sábado y terminada la víspera, cuando ya llegaba el momento de poder obrar, compraron con celeridad lo que les faltaba para satisfacer su devoción (como refiere San Marcos) para ir a ungir al Señor y muy de mañana fueron al sepulcro ( Mc 16,1-2).
San Jerónimo
No debemos creer, como quieren los impíos, que la aparente divergencia entre los relatos de los evangelistas al citar la hora en que las mujeres vinieron al sepulcro es una prueba de la falta de historicidad de estos relatos. Más bien debemos ver en ello una gran ansiedad en las mujeres, repitiendo las visitas, yendo y viniendo y no decidiéndose a abandonar el sepulcro del Señor, ni ausentarse de él.
Remigio
Debe saberse que hablando en sentido espiritual, San Mateo se propuso demostrarnos la gran dignidad con que el honor de la resurrección del Señor favoreció a aquella sacratísima noche después de vencida la muerte. Por esto dijo: "Mas en la tarde del sábado", etc. Se expresa de este modo porque tiene en cuenta el orden observado en aquellos tiempos, en que las vísperas se consideraban pertenecientes a la noche y no al día. En estas palabras se demuestra que el Señor convirtió esta noche en festiva y brillante por la luz de su resurrección.
Beda homilia Aest. I
Desde el principio del mundo hasta nuestros días, se divide el día de tal modo, que la noche precede a la mañana. Porque el hombre, por el pecado, cayó de la luz del paraíso a las enfermedades y tinieblas. Ahora sigue muy oportunamente el día a la noche, cuando por la fe en la resurrección, hemos vuelto de las tinieblas del pecado y de la sombra de la muerte, a la luz de la vida que nos ha concedido el Señor.
Crisólogo salmo 75
No desaparece el sábado sino que es santificado por Jesucristo. No dijo vine a disolver la ley, sino a cumplirla ( Mt 5,17). Es iluminado para que brille en el día del Señor y resplandezca en la Iglesia lo que se oscureció en la
inagoga por la obcecación de los judíos. Sigue: "Vino María Magdalena", etc. Tarde busca el perdón la que temprano corrió a la culpa. La que había caído en el paraíso, se apresura a recobrar la fe en el sepulcro. Se precipita a sacar la vida de la muerte, la que había sacado la muerte de la vida. No dijo, pues, vinieron, sino vino. Bajo un solo nombre vienen dos, no por casualidad sino misteriosamente: viene la misma, pero distinta, de modo que se moviese por la virtud y no ya según su vida pasada. Estas dos mujeres, María Magdalena y la otra María 3, son figuras de la Iglesia que precede a los apóstoles en el sepulcro del Señor, a saber, María es el nombre de la Madre de Cristo, mas este nombre pertenece a dos mujeres. Porque aquí está figurada la unidad de la Iglesia compuesta de los dos pueblos, el gentil y el judío. Vino María al sepulcro como si viniese al seno de la resurrección, como si Jesucristo naciese otra vez del sepulcro de la fe. Antes había sido engendrado en un vientre según la carne. Ahora, Aquél a quien la virginidad cerrada había traído a esta vida, un sepulcro cerrado lo devolvía a la vida eterna. Es un prodigio de la divinidad el haber dejado íntegra la virginidad después del parto y haber salido del sepulcro cerrado con su propio cuerpo.
Sigue: "Y he aquí que hubo un gran terremoto", etc.
San Jerónimo
Dios nuestro Señor, Hijo al mismo tiempo de Dios y del hombre, demostrando que participa de estas dos naturalezas, divina y humana, dio un notable ejemplo de su grandeza y de su humildad. Por esto, aunque como hombre es crucificado y sepultado, sin embargo, lo que sucede exteriormente da a conocer que es Hijo de Dios.
San Hilario, in Matthaeum.
El terremoto indica el poder de la resurrección. Porque una vez vencida la pena de muerte y desterradas sus tinieblas, se conmovió el infierno cuando resucitó el Señor de los poderes celestiales.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, 90
Sucedió el terremoto para que se levantasen y velasen las mujeres, porque como se proponían ir y llevar ungüento, debían de haberse pasado la noche preparando los aromas y probablemente se habían quedado dormidas.
Beda., in homilia super Venid Maria Magdalene.
Cuando el Señor salió del sepulcro hubo un gran terremoto (lo mismo que cuando murió en la cruz) y ello da a entender que los corazones humanos se conmovieron, primero por la fe en la pasión y fueron incitados después a hacer penitencia por el santo temor de la resurrección.
Crisólogo, sermon 77 y 74
Si la tierra tembló así cuando el Señor resucitó para salvación de los santos, ¿cuánto temblará cuando vuelva para juzgar a los malvados? Dice el Profeta: "La tierra tembló cuando Dios se levantó a juzgar" ( Sal 75,9). ¿Cómo podrá soportar la presencia de Dios quien no pudo soportar la presencia de un ángel? Y sigue: "Porque un ángel del Señor bajó del cielo". Al resucitar el Señor y destruir la muerte, vuelve a relacionarse el cielo con la tierra y así como en el principio trató la mujer con el ángel para perdición de la humanidad, ahora otra mujer trata con otro ángel para la felicidad.
San Hilario, in Matthaeum
Verdaderamente es grande la prueba que tenemos de la misericordia de Dios Padre, porque cuando resucita el Hijo, lo honra con el servicio de los ángeles y por lo tanto, antes de la resurrección uno es enviado para que la resurrección sea anunciada por un siervo de la voluntad del Padre.
Beda, in homilia super Venid Maria Magdalene
Como Jesucristo es Dios y hombre, incluso en los actos de pura humanidad, no le falta nunca la asistencia de los ángeles que únicamente se debe a Dios. "Y llegando revolvió la piedra". No porque fuera necesario abrir la puerta para que saliera el Señor sino para que su salida demuestre a los hombres la realidad del hecho. El que dentro del seno de una Virgen, siendo mortal, pudo entrar en el mundo naciendo, estando cerrado el sepulcro, hecho inmortal pudo salir del mundo resucitado.
Remigio
La piedra rodada del sepulcro es figura de los Sacramentos de Cristo que ya venían prefigurándose en el contexto de la Ley. En efecto, la Ley había sido escrita en piedra y por ello está representada en ella.
Crisólogo, sermon 74
No dice volvió, sino revolvió la piedra. Porque la vuelta de la piedra era únicamente señal de muerte; pero el revolver la piedra daba a conocer la resurrección. Aquí se transforma el orden de las cosas. El sepulcro destruye la muerte y no descompone al muerto, la casa de la muerte se transforma en habitación de la vida, aparece la clausura de un modo nuevo, recibe un muerto y lo devuelve vivo. Sigue: "Y se sentó sobre ella". No se sentó por cansancio sino como doctor de la fe y heraldo de la resurrección. Y se sentó sobre la piedra para que la consistencia del asiento fuese motivo de firmeza para los creyentes. El ángel colocaba sobre la piedra los cimientos de la fe sobre la que Jesucristo había de fundar su Iglesia. También puede decirse que la piedra del sepulcro es figura de la muerte con que todos estaban oprimidos y en cuanto a que el ángel se sentó sobre la piedra, se da a entender, que Jesucristo venció la muerte con su poder.
Beda, in homilia super Venid Maria Magdalene
Y apareció estando de pie el ángel que anunciaba la venida del Salvador al mundo, porque estando así, manifestaba que el Señor venía a vencer al príncipe de este mundo. Se dice que se sentó el que anunciaba la resurrección porque así daba a conocer que representaba a Aquél que una vez vencido el autor de la muerte, ya se había sentado en el trono de su reino eterno. Se sentó, pues, sobre la piedra rodada con la que se había cerrado la puerta del sepulcro dando a conocer que el Señor había destruido con su poder los antros del infierno.
San Agustín, de consensu evangelitarum 3,24
Puede también llamar la atención que San Mateo diga que el ángel se sentó sobre la piedra separada del sepulcro y que San Marcos diga que cuando entraron las mujeres, vieron a un joven sentado a la derecha. Pero debemos entender que San Mateo no habló del ángel que vieron las que entraron y que San Marcos se ocupó sólo del que vieron sentado sobre la piedra. Como vieron dos ángeles, oyeron lo que cada uno de ellos dijo acerca de Jesús. O bien cuando dice que "entraban en el sepulcro" ( Mc 16,5), debemos entender que lo hacían a alguna parte cercada que protegía el sepulcro, o sea, algún espacio que había ante la piedra del sepulcro y en cuya cavidad se había hecho la excavación para la sepultura. Por lo tanto, pudieron ver al ángel también en el mismo lugar, pero a la derecha y sentado sobre la piedra, como dice San Mateo.
Sigue: "Y su aspecto era", etc.
Crisólogo, sermon 75
Se diferencia el resplandor del rostro de la blancura de los vestidos y se compara el rostro del ángel con el relámpago y su vestido con la nieve. Porque el relámpago viene del cielo y la nieve de la tierra. Por esto dice el Profeta: "Alabad al Señor de la tierra, fuego, granizo, nieve" ( Sal 148,7), etc. Por lo tanto, en el rostro del ángel se da a conocer la claridad de naturaleza espiritual y en su vestido está significada la gracia que ha unido la naturaleza humana a la divinidad y así se manifiesta la aparición del ángel que habla, con el fin de que los ojos de la carne puedan soportar el resplandor de la claridad, a la vez que por el resplandor del relámpago teman y respeten al Autor de cuanto existe.
Crisólogo, sermon 77
¿Para qué aprovecha el vestido, cuando no hay necesidad de cubrirse? Pero el ángel prefigura nuestro vestido y nuestra forma en la resurrección, cuando el hombre se vestirá con el brillo mismo de su cuerpo.
San Jerónimo
También el ángel, con su blanco vestido, representa la gloria del que triunfa.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia. 21,4
O de otro modo, en el relámpago aparece el terror del que teme y en la nieve la tranquilidad del candor y como Nuestro Señor es poderoso y terrible para los pecadores y apacible para los justos, con mucha oportunidad aparece el ángel testigo de su resurrección con el resplandor de su semblante y con el candor del vestido blanco, aterrando así a los malvados y halagando a los buenos; por esto sigue: "Y de temor de él", etcétera.
Rábano
Los que no confían en su amor se aterran por la ansiedad del temor y los que no quieren creer la verdad de su resurrección quedan como muertos.
Crisólogo, sermon 75
Guardaban el sepulcro por crueldad y no por un acto de piedad. No puede sostenerse aquél a quien la conciencia abate y el remordimiento precipita. Por eso el ángel aterra a los impíos y habla y consuela a los buenos.
Sigue: "Mas el ángel tomando la palabra", etc.
San Jerónimo
Los guardias, aterrados, cayeron como muertos y el ángel, no los levanta sino que anima a las mujeres, diciendo: "No tengáis miedo vosotras"; como diciendo: Teman aquellos que permanecen en la incredulidad. Pero vosotras, como buscáis a Jesucristo crucificado, oíd que ya resucitó, cumpliendo lo ofrecido. Por esto sigue: "Porque sé que buscáis a Jesús el que fue crucificado".
Crisólogo, sermon 77
Buscaban al crucificado y muerto, a pesar de que los terribles acontecimientos de la pasión habían perturbado en parte su fe. Pero había sido tal el ímpetu de su amor, que buscaban al Señor del cielo aun en el sepulcro. "No está aquí".
Rábano
Esto es, en cuanto a presencia corporal porque en cuanto a la Divinidad, está en todas partes. "Porque ha resucitado como dijo".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90
Como diciendo: Y si no me creéis, acordaos de sus palabras. Y todavía añade una nueva razón, cuando dice: "Venid y ved el lugar donde había sido puesto el Señor".
San Jerónimo
Y si no creéis en mis palabras, creed en el sepulcro vacío.
Crisólogo, sermon 76
El ángel menciona primero el nombre, habla de la cruz y habla de la pasión. Pero luego reconoce la resurrección y a su Señor. Así el ángel, después de tanto tormento y del sepulcro, reconoce a su Señor. ¿Por qué el hombre ha de creer rebajado a su Dios cuando lo ve en carne mortal? ¿o ha de considerar que desfalleció su poder en la pasión? Dice que fue crucificado y muestra el lugar donde había sido enterrado el Señor para que no se creyese que era otro, sino el mismo, resucitado de entre los muertos. Y si el Señor volvió a su propia carne y da señales evidentes de su resurrección, ¿por qué ha de pensar el hombre que vendrá en otra carne? ¿O es que el siervo desdeña su propia carne, siendo así que el Señor no cambió la nuestra?.
Rábano
Por medio de estas palabras, no sólo se ofreció ocasión de alegría al alma interior, sino que se debió poner de manifiesto a los que verdaderamente lo amaban. Por ello sigue: "Y marchando pronto", etc.
Crisólogo, sermon 76
Como diciendo: Mujer ya santificada, vuelve al hombre; persuádelo a que crea, ya que antes le enseñaste a pecar; cuéntale cómo es verdad que Jesús ha resucitado, una vez que antes fuiste la causa de su ruina. "Y he aquí va delante de vosotros, etc.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90
Les dice esto para asegurarles que no corren peligro alguno, para que así el temor no enfríe su fe.
San Jerónimo
Estas palabras: "Va delante de vosotros, a Galilea" quieren decir en sentido espiritual que iba al país inmundo de los gentiles donde antes habitaba el error y la corrupción y el pie no hallaba vestigio firme y estable.
Sigue: "Allí le veréis; he aquí que os lo he avisado de antemano".
Beda, in homilia super Venid Maria Magdalene

El Señor fue visto en Galilea por sus discípulos cuando ya había pasado de la muerte a la vida, de la corrupción a la inmortalidad. Galilea quiere decir migración. ¡Felices las mujeres, que merecieron anunciar al mundo el triunfo de la resurrección! Y más felices las almas que en el día del juicio (mientras los réprobos se aterran) merezcan entrar en el goce de la bienaventurada resurrección. 

Sábado Santo, Misa Solemne de la Vigilia Pascual

 



NOTA DEL EDITOR:

La SOLEMNE VIGILIA PASCUAL  según el misal de 1956, (Pio XII) quedó establecida la vigilia Pascual  que hasta ese punto había sido potestativa el guardarla o no.

Vigilia significa vigilar, y como la solemne vigilia de Nochebuena, esperamos en esta ocasión la Gloriosa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.  Vigilia no significa abstenerse de comer carne, no significa tener abstinencia (en el caso de los matrimonios). Significa estar vigilantes.

En la víspera, se leen:

1.- Bendición del Fuego Pascual
2.- Bendición del Cirio Pascual
3.- Hay una Solemne procesión
4.- Se hace el Anuncio o Pregón Pascual
5.- Se leen las lecciones, Propias de esta Santa Fiesta.
6.- Se rezan las letanías en su primera parte
7.- Se hace la bendición del Agua Bautismal
8.- Se renuevan las promesas del Bautismo
9.- Se rezan las letanías en su segunda parte

Y por último y ya cercana a Media Noche, se comienza con la Santa Misa.

SEA PARA GLORIA DE DIOS.

viernes, 15 de abril de 2022

Sermón de Viernes Santo

  

Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Que esta Semana Santa nos sirva como medio para acercarnos más a nuestro Señor. Vemos el altar despojado, desolado, desnudo; no hay Santísimo, se le hace a la Cruz velada una reverencia profunda.

Después de la adoración, en que se devela la Cruz y todas las cruces, se le debe una genuflexión en honor a nuestro Señor. Hay una significación profunda de esta desolación del altar y no es únicamente lo que mira al pasado; ciertamente lo es la desolación por la muerte de nuestro Señor, los tres días que duró en la tumba, aunque no tres días de veinticuatro horas, pero sí tres en la manera de contar de los judíos; ese desamparo tiene un significado que no dudo en llamar apocalíptico, profético, porque no solamente mira hacia atrás sino hacia adelante, hacia el futuro, hacia el fin de los tiempos.

La Iglesia nos está predicando a través de esa aflicción de Semana Santa y de ese vaciamiento del altar, del sagrario, de esa velación de Cristo, de las imágenes, el eclipse de la Iglesia al fin de los tiempos. Y lo digo con todo el énfasis que le pueda dar y mucho más, para que se les grabe, porque esta verdad ha dejado de ser explícitamente enseñada por la Iglesia a través de la predicación, por falta de ese tesón profético, apocalíptico, y en vez de prepararnos, vamos a encontrarnos como sin saber qué hacer cuando llegue la hora, la de las tinieblas que están presagiadas en este altar vacío, sin Cristo; será la hora de Satanás, de la herejía, de la gran apostasía, de la abominación en el lugar santo.

Todo eso tiene una connotación y una realidad apocalípticas para los últimos tiempos, que hoy, nos gusten o no, nos toca vivir, sin saber cuándo sea exactamente ni el día ni la hora, pero cuando veamos los árboles reverdecer como la higuera sabremos que ya está a las puertas. Nadie sabe el día en que se va a morir, pero cuando vemos que alguien cae gravemente enfermo ya pensamos en la muerte; del mismo modo sin saber el día ni la hora, nuestro Señor, la Iglesia, nos prepara para la segunda venida de nuestro Señor. Pero antes de ésta, ese reino de nuestro Señor que pedimos en cada Padrenuestro, porque si fuese el reino del Sagrario no hay que pedirlo, ése lo tenemos todos los días; si es la Iglesia, esa la tenemos diariamente mal que bien, pero el reino de la plenitud de Cristo no solamente de derecho, sino de hecho, cuando todos los pueblos, todas las naciones adoren al verdadero Dios, ese es el reino que estamos pidiendo en el Padrenuestro.

Pero antes de que venga habrá una falsificación, reino ficticio, una falsa paz, un falso cristo que es el anticristo que propugna el judaísmo por no haber aceptado a nuestro Señor; por eso Él les dijo que a Él, que no venía en su nombre propio sino en el de su Padre no lo aceptaban, pero que a aquel, el otro, ese que vendrá en su propio nombre, sería aceptado como rey de los judíos. A esa instauración, duplicidad, falsificación de Cristo y de la Iglesia de nuestro Señor es a la que se encamina la obra mancomunada de hoy entre los poderes ocultos que detentan los resortes del mundo.

Debemos, pues, estar preparados para reconocer la verdadera faz de la Iglesia de Cristo y para que no claudiquemos dentro de una falsa Iglesia, dentro de un falso Cristo, cayendo así en la abominación de la desolación, adorando un dios impostor. Eso no se enseña desde hace mucho tiempo por ignorancia, por ceguera, por cobardía, por estupidez del clero comprometido con los reyes de este mundo, con los poderes de esta tierra. A eso se debe la decadencia dentro de la jerarquía de la Iglesia, que ha sido instaurada por nuestro Señor para defender la verdad y no para que ceda ante ella y por eso ese oscurecimiento de la Iglesia hacia el fin de los tiempos, presagiada, prefigurada en la liturgia de cada año en Semana Santa. Por ello no es simplemente un hecho del pasado que evocamos, sino que también apunta hacia la segunda venida de nuestro Señor, sin la cual la primera no tendría su coronamiento, su perfección, su plenitud.

Por haber sido castrado el aspecto profético apocalíptico en la mentalidad del clero dirigente de la Iglesia desde hace muchos años, vivimos en esta confusión, en esta anemia sobrenatural, viendo languidecer la fe y la verdad, para que se predique otra religión en nombre de Cristo pero sin Él, sin Cruz, sin su divinidad. Si hoy se confesara lo celestial de nuestro Señor no se aceptaría como doctrina común que las falsas religiones sean también caminos de salvación, porque la verdad excluye el error y éste está hoy siendo propagado a través de ese ecumenismo que pone en el mismo plano de igualdad a nuestro Señor y a su Iglesia con las doctrinas infieles, como nos lo dice el salmo 95,5: “Pues todos los dioses de los gentiles son demonios”16.

La religión de los gentiles (y estos en el Antiguo Testamento son los pueblos que no tienen la revelación que era el patrimonio del pueblo elegido, del pueblo judío) tiene por padre a Satanás. ¡Y que ahora se viene a decir y creer lo contrario! Esa es una prueba entonces de la gran falsificación que se agudizará. Por tanto, es mi deber en la medida en que pueda, recordárselo a los fieles para que estemos todos preparados, porque todavía tenemos un lugar sagrado, como esta capilla donde se puede libremente decir la Santa Misa; pero no sabemos si estaremos obligados a huir como en el tiempo de las catacumbas donde la situación era de “sálvese quien pueda”, guardando su fe en el corazón y teniendo que profesarla manifestándola con el derramamiento de la propia sangre, como han hecho muchos mártires.

Es de vital importancia no caer en una práctica abur-guesada de la religión, de acomodaticios, porque la religión requiere sacrificio; pero en el mundo de hoy, tanto el hombre como la mujer rehuyen todo lo difícil.

Sin sacrificio, sin Cruz, no hay religión católica, no hay virtud, no hay imitación de nuestro Señor Jesucristo, no hay martirio y no debemos olvidar que nuestro Señor fue una víctima en la Cruz, no lo olvidemos; la inmolación es el testimonio. ¿De qué? De que nuestro Señor dio su sangre. Y así entonces los mártires son los que dan su vida en prueba y fidelidad a imitación de nuestro Señor. Luego sería un error concebir una religión, una Iglesia católica sin Cruz, sin sacrificio.

No es de extrañar tampoco, mis estimados hermanos, que la Misa haya sido modificada, cambiada, trastocada, para hacer desaparecer en la medida de lo posible todo contenido de inmolación; por lo mismo hoy se habla mucho de misterio pascual. La Misa no es eso, no es la celebración de la Pascua de nuestro Señor, es de su muerte; son dos términos muy distintos. Distinto es que en el fallecimiento de nuestro Señor también prefiguramos su resurrección, porque de hecho resucitó al tercer día; con la Santa Misa no conmemoramos la resurrección sino la muerte de nuestro Señor y por eso lo tenemos ahí clavado en la Cruz, por si no nos damos cuenta.

Eso demuestra hasta dónde hay la adulteración de la verdad, muy sutilmente manipulada. Y si no hay sacerdotes y obispos lúcidos, ¿cómo va el pueblo a poder detectar eso?, ¡imposible!; hasta se diría que prácticamente la gente no tendría mayor culpa, salvo si adhiere conscientemente al error; pero, de hecho, nadie quiere ser engañado, y eso es lo que pasa hoy.

En consecuencia, la Pasión de nuestro Señor, acontecida hace dos mil años, debe recordarnos ese mensaje profético de la Pasión de la Iglesia hacia el fin de los tiempos. Ésta va a hacer su subida al calvario al fin de lo vida; ese es el mensaje de cada Semana Santa hacia el futuro, porque así como nuestro Señor sufrió y padeció en su cuerpo físico, al final de los tiempos la Iglesia, su Cuerpo Místico, sufrirá, pasará su Pasión.

Esa es la razón por la cual la Iglesia está padeciendo hoy esta Pasión que se irá acrecentando y a la cual nuestra Señora, en La Salette, se refirió al hablar del eclipse de la Iglesia. Y la divisa del actual pontificado de Juan Pablo II, “De labore solis”, en buen latín literario como el de Cicerón, traduce: el eclipse del sol, labore solis, labore lunae, de luna, eso se puede ver en cualquier diccionario de latín-español; que no cometan el error gramático de decir que los trabajos del sol, que no tiene ningún contenido, ningún significado, cuando diferente sí es y lo tiene al traducir el eclipse del sol. ¿Qué da luz? El sol, que es nuestro Señor, el sol que es la Iglesia. Ya se entiende entonces y, ¿quién osa decirlo? nadie y, sin embargo, es así. Para que nos demos cuenta una vez más de cuán engañados se nos tiene, adormilados, anestesiados, como cuando a alguien que va a ser intervenido en una operación quirúrgica, le aplican una inyección le pueden cortar la cabeza, y queda ahí campante sin enterarse; así sucede hoy.

No es de extrañar que se pierda la fe, el dogma, la moral, el sentido sagrado, sacramental y trascendental de la religión, todo eso se está olvidando y es un síntoma más de la decadencia anunciada para los últimos tiempos; no es de un día para otro, lleva un proceso lento, firme y seguro; y cuando comienza ese gran “caterpillar”, si podemos imaginarlo así, a andar lentamente, ¿quién se le pone por delante, quién lo para?, ¡nadie! Pues así mismo no lo va a detener nadie sino nuestro Señor cuando venga con el fulgor de su presencia majestuosa al fin de los tiempos.

Si esta devastación nos sorprende los sentidos al ver el tabernáculo vacío, desnudo el altar, desolada la Iglesia, humillada, eso tiene un significado para ella; estamos en la hora de las tinieblas, de su Pasión, como nos lo ha indicado más de una vez en sus verdaderas apariciones nuestra Señora, como en La Salette; y también con las lágrimas que ha derramado en esa gran manifestación de 1953 en Siracusa, donde hubo conversiones de miles de comunistas al ver a esa imagen llorar durante cuatro días consecutivos, reconocidas por Pío XII. Nuestra Señora no hizo más que llorar, y ¿cuándo lo hace una madre sin hablar? Cuando el mal ya es inevitable, inminente, ¿qué hace?, gime, y si esas lágrimas de una madre no hacen reflexionar a sus hijos cualquier palabra es vana, nula, porque todo hijo bien nacido reaccionaría ante el desconsuelo de su madre.

Ese es el significado de las lágrimas que nuestra Señora derrama sin parar y que a pesar de que ya han pasado cincuenta años sin que estos hechos se conozcan. Aquí en Colombia se saben gracias a monseñor Cadavid, quien reunió en un pequeño libro esa y otras apariciones ordenándolas y dándoles ese contexto profundamente teológico y apocalíptico de los verdaderos mensajes de nuestra Santísima Madre del cielo, para que estuviésemos preparados a la hora de la gran prueba de la Iglesia y de nosotros, que somos miembros de la Iglesia.

La Tradición de la Iglesia sufre, gime y es perseguida y nosotros debemos padecer pero sabiendo por qué. Porque el hombre no sufre como el animal, que no se da cuenta. Por eso, en realidad el animal no sufre si siente dolor, porque el sufrimiento es el daño comprendido por un alma racional, así que es tonto decir que el animal padece; a éste le duele, gime, llora, pero no sufre porque esta connotación tiene una relación del dolor sensible con el alma espiritual; es muy distinto.

Y cuando se sabe por qué se tolera, entonces así se asimila la Cruz y nos transfiguramos en imagen del Cristo inmolado y doliente y eso lo sabe todo aquel que soporte con un mínimo de fe y el que no lo sabe es porque no tiene fe y el que no la tiene, sufre como un condenado porque como lo dice el poeta: “Hay tres cruces en el Calvario; elige sabiamente puesto que es necesario o sufrir como santo o como penitente o si no como réprobo que pena eternamente”. Sufrir sin fe es hacerlo como los demonios, como los réprobos, como los condenados. De ahí la necesidad de la fe para padecer en compañía de nuestro señor Jesucristo y comprender el misterio de la Cruz.

En la medida en que podamos decir que entendemos, participamos de los dolores de la Pasión y la muerte de nuestro Señor. Captar también el significado real de la Semana Santa. Si no lo asimilamos no entenderemos absolutamente nada de ese gran ejemplo del cual dan testimonio todos los santos con sus vidas, ese arte de saber sufrir en armonía con la Pasión de nuestro Señor. Si comprendemos eso aunque sea un poquito, habremos sabido más que cualquier erudito el significado de ésta y de todas las Semanas Santas, de la Pasión y de la muerte de nuestro Señor Jesucristo.

P. BASILIO MÉRAMO
18 de abril de 2003