Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:
En este domingo 17 después de Pentecostés, vemos en el Evangelio la continua asechanza de los fariseos hacia Nuestro Señor. Cómo un doctor de la ley, un teólogo, como podríamos decir nosotros hoy, le pregunta no para aprender, no para salir de su ignorancia, no para saber un poco más, sino para tentar a Nuestro Señor cuál es el mandamiento que en definitiva resume toda la ley y todos los profetas, es decir, todo el Antiguo Testamento y Nuestro Señor le responde: "Amar a Dios sobre todas las cosas, amarlo con toda el alma, con todo el entendimiento, amarlo de todo corazón". No a medias, no parcialmente, no a ratos, sino íntegra y totalmente.
El primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas; que todo lo otro sea secundario, que todo lo otro venga después, que primero sea Dios, y eso en todo, por encima de todo. No hacerlo implica pecado y pecado mortal, pecado grave; porque si yo no amo a Dios sobre todas las cosas, quiere decir que amo otra cosa como si fuera Dios, la antepongo a Dios, peco contra Dios y mortalmente, porque la prefiero antes que a Dios y no la subordino a El; y en eso consiste, amados hermanos, el pecado mortal, en amar algo que no es Dios -por ende criatura-, como
si fuera Dios, como si fuera la Suma Verdad, el Supremo Bien, el último fin; anteponer la criatura sea cual fuere ésta, en el lugar de Dios.
El otro mandamiento es semejante porque se basa y deriva del primero: amar al prójimo, es decir, a todos los demás hombres por amor a Dios. El hombre no vive solo, sino entre sus semejantes y ese amor a Dios se refleja en la caridad que debe tener el hombre con sus semejantes, con su prójimo y el incumplimiento de este amor al prójimo es lo que ocasiona tantas desgracias y tantos males, odios, peleas, riñas, disputas, envidias, guerras desastrosas en las que prácticamente se aniquilan los pueblos. Si hay tanto mal y tanta violencia entre los seres humanos y entre las naciones es porque esos seres humanos y esas naciones ya no se fundamentan en la caridad y el amor a Dios.
Y, dicho sea de paso, y no por criticar, es absurdo, es estúpido hablar de paz en el mundo, y en Colombia, de proceso de paz si no se habla de Dios, si no se habla del verdadero y único Dios, de la verdadera religión católica. Es absurdo, no habrá paz sino una maldición y por eso es una falsa paz, es un falso proceso de paz, internacional y nacionalmente, porque las naciones no proclaman al Dios único. Como dice San Pedro en la epístola de hoy, cuando se habla de libertad religiosa, de
libertad de cultos, es decir, de libertad de religiones y de dioses como a cada uno le venga en gana, eso es una blasfemia y una herejía, y esa herejía circula como si fuese moneda corriente en este mundo y dentro de la Iglesia, desgraciadamente, cayendo en el error. No podrá haber verdadera paz, verdadero amor entre los hombres si no se proclama a Cristo Rey. Ya eso no se predica, lo tienen olvidado, y no solamente olvidado, proscrito, como si fuera palabra maldita, cuando es todo lo contrario.
Toda la Ley de los profetas se resume, se condensa en ese mandamiento que es doble mandamiento -amar a Dios y amar al prójimo-, y vemos que ni aun nosotros que queremos ser católicos cumplimos con estos dos mandamientos, porque si los cumpliéramos cabalmente, seríamos santos, verdaderamente santos. La santidad consiste en ese amor pleno a Dios, y porque se ama a Dios se ama al prójimo y no se peca; todo lo demás puede darse o no. Por eso ya San Agustín decía: "Ama y haz lo que quieras", no para hacer lo que quiere hoy el mundo que llama amor a cualquier cosa para hacer cualquier cosa según su capricho, según sus pasiones, sino porque quien verdaderamente ama a Dios no puede sino amar al prójimo; y por esos dos
amores, no pecar ni contra Dios ni contra el prójimo; no faltarle al prójimo en sus bienes externos materiales, robándole y engañándole, no faltarle en su familia deseando la mujer del prójimo; no ultrajándolo en sus bienes personales, ultrajando a la misma persona, calumniando, mintiendo. Si cumpliéramos los mandamientos, no le haríamos mal a nadie y todo por verdadero amor a Dios.
Ese es el mandamiento que da la pauta, para que veamos, pues, cuan lejos estamos del
verdadero amor a Dios y le amemos con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón, con todo nuestro entendimiento. Así le responde Nuestro Señor al fariseo para que ellos se conviertan, para que ellos reconozcan al Cristo. Por eso, inmediatamente, sin perder tiempo, Él hace la
pregunta: ¿Quién es el Cristo? ¿Qué se dice de El? Y ellos le responden que Cristo es el ungido de Dios; eso es lo que quiere decir Cristo -hijo de David-, y Nuestro Señor entonces les repite para hacerlos pensar: "Y cómo es posible que sea hijo de David, si David dijo que era su Señor y nadie va a decir que su hijo es su Señor"; con lo cual les estaba demostrando que si las Escrituras decían que el Hijo de Dios, el Ungido de Dios, era hijo de David y David reconocía que era su Señor, entonces que este ungido era hijo de Dios, que era Dios, estaba por encima de David. Por eso le decía el rey David Señor, y con eso, que los fariseos reconocieran que ese hijo de David
era Dios y que ese hijo de David era Nuestro Señor.
Cómo Nuestro Señor se les insinúa a través de la misma Escritura a estos doctores de la ley que se convirtieron en falsos doctores, en falsos profetas, tergiversando las Escrituras, corrompiéndolas, para acabar crucificando al Mesías, crucificando a Nuestro Señor. En eso acabaron los judíos, y de ahí la maldición, hasta que reconozcan a Nuestro Señor como a su Dios y Señor, como el hijo verdadero de David, es decir, que proviene del linaje de David según la carne. Así, queda manifiesta esa doble genealogía de Nuestro Señor, su genealogía eterna, divina, Hijo de Dios, y su genealogía humana, temporal, terrestre, terrena, como hijo de David, ya que El era hombre y Dios al mismo tiempo. Ese es el gran misterio de nuestra religión que no debemos olvidar para adorar a Dios, para adorar a Nuestro Señor Jesucristo como a Dios y amarlo sobre todas las cosas.
PBRO BASILIO MERAMO
8 de octubre de 2000
San Juan Apocaleta
Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.
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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.
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viernes, 25 de septiembre de 2009
martes, 8 de septiembre de 2009
TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 2 de julio de 2000
Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:
El Evangelio de hoy nos muestra el amor misericordioso de Nuestro Señor por la oveja perdida; ella es la humanidad, somos cada uno de nosotros, perdidos, alejados de Dios. El mismo viene, con su encarnación, a buscarnos para rescatarnos. Motivo por el cual cuando un pecador hace penitencia aquí en la tierra se alegran los ángeles del cielo. Tengamos siempre presente que nuestra condición como hombres es de miserables y viles pecadores, porque por buenos que nos
creamos o que nos parezca que lo somos, en realidad no lo somos tanto, somos miserables y pobres pecadores; luego, como pecadores, ¿qué nos queda? Penitencia. La penitencia del pecador arrepentido produce mucha más alegría en el cielo que la de 99 justos, que la de 99 santos. La prueba de ello la tenemos con María Magdalena, la gran pecadora; todos somos en cierta forma como María Magdalena, traicionamos de uno o de otro modo el amor de Dios por nosotros.
Ofrezcámosle a Dios un corazón arrepentido y humillado, que es justamente lo que el Evangelio de hoy quiere decirnos con el pecador que hace penitencia.
Desgraciadamente, en apariencia se ha publicado el tercer secreto de Fátima y ante él, no viendo el mundo cumplidas las expectativas, se ha decepcionado; la gente se da cuenta de que no corresponde lo que se ha revelado con lo que en realidad sería o debería ser aquel tercer secreto. Es lamentable, por tanto, que desde Roma se nos engañe, porque hay en ello un engaño. Es manifiesto, basta con analizar las excusas que ellos mismos dan y queda manifiesta la mentira, el doblez, porque se quiere negar el carácter apocalíptico y profético del tercer secreto.
Como profecía de los últimos tiempos quedaría anulada; lo que era una profecía apocalíptica ha sido reducida a una simple visión, anulando de hecho que fuera un mensaje del cielo para nuestros tiempos, que la misma sor Lucía ya había señalado alrededor de los años sesenta, justo en la época preconciliar, cuando se estaba incubando el concilio que ha producido los desastres que hoy lamentamos. Sor Lucía hablaba del castigo inminente al padre Fuentes, un sacerdote mejicano que tenía por misión la causa de la beatificación de los dos niños de Fátima. Después,
este sacerdote fue desbancado, porque dijo algunas cosas referentes al tercer secreto que sor Lucía le había comunicado, incluso que estábamos en los últimos tiempos.
Ahora, el cardenal Ratzinger niega el contenido apocalíptico -como buen alemán que es-, dice tranquilamente que a causa de los católicos tradicionalistas se ha difundido eso de ser algo apocalíptico. Falso, porque de ello ya hablaron el mismo monseñor Venancio, Obispo de Fátima, cuando se refirió expresamente a la apostasía, al misterio de iniquidad. Posteriormente Monseñor Do Amaral también se pronunció al referir que la pérdida de la fe en un continente era peor que la aniquilación de toda una nación y que incumbía a la fe. Es más, se cuenta del terrible presagio que tuvo el papa Luciani, Juan Pablo I, quien siendo aún cardenal, fue en una peregrinación a Coimbra y luego de una conversación de dos horas con sor Lucía, salió pálido. Eso ocurrió en los años setenta (1977); poco después, ya de regreso en Italia, su hermano y su cuñada lo ven angustiado y pálido durante la comida y preocupados le preguntan acerca de su salud (pues hace ya dos días que lo ven así), o si la comida le había caído mal, a lo que él respondió que estaba pensando en lo que sor Lucía le había dicho del tercer secreto. "Es terrible", concluyó.
Entonces, ¿cómo van a decir ahora que no tiene nada que ver? Que no son cosas referidas a los últimos tiempos, si sor Lucía también le dijo al Padre Fuentes: "Padre, qué falta para 1960, la Virgen no lo ha dicho, pero me lo ha hecho entender, que estamos en los últimos tiempos. Ella misma habló del castigo inminente, de la desorientación diabólica, de la ceguera de quienes tienen los puestos de alta responsabilidad dentro de la Iglesia, que parecían ciegos guiando a otros ciegos". En sus cartas ella misma le hizo la confidencia de que estaban en las Escrituras y
señaló los capítulos VIII al XIII del Apocalipsis. Entonces, ¿cómo va a decir el cardenal Ratzinger que somos los católicos tradicionalistas? ¡Que no sea mentiroso! Y agrega que no se había revelado antes por no obstaculizar las relaciones con el comunismo. ¡Qué vergüenza!, pero así es. ¿Acaso obstaculiza en algo lo que ellos ahora han publicado? Ni fu ni fa le afecta a Rusia lo que han revelado, eso no obstaculizaría la política de connivencia con el comunismo. Pero tales estupideces y mentiras no son más que el diablo pisándose la cola. También comentó Juan Pablo
II, que no quería que las cosas allí dichas fuesen aprovechadas sensacionalmente para confundir, para que el mundo no se aterre, y ¿qué sensacionalismo puede haber en lo que han dicho? Ninguno; la gente no lo creyó y se decepcionó.
¿Dónde está pues el sentido de toda esta mentira, de todo el engaño? El mismo cardenal Ratzinger en Entretien sur la foi le dice a Vittorio Messori, quien le pregunta si había algo de apocalíptico, de terrible, y él dice: "Bueno, si llegase a haber tal cosa...", y no quiso decir más, y para terminar explicaba que eso ya estaba en la Escritura. Pues en la Escritura no está nada de lo que ellos han dicho y eso consta en el libro, editado en francés, en las páginas 128 y 129; hoy ya no se acuerda... El diablo pisándose la cola. Juan XXIII, al respecto, dijo que aquello no
sería en su pontificado. Con lo que han revelado se oculta el contenido apocalíptico y que tiene mucho que ver con el Sumo Pontificado, por eso no han querido revelar el tercer secreto, ni antes ni ahora.
A este respecto, también el papa Pío XII envió a un padre de Rusia, de algún instituto en Roma, comisionado para que fuera a ver a sor Lucía y este padre, después de volver, le afirmó a uno de sus confidentes que si bien él no podía decir nada, el secreto constaba de una parte referida al Papa, y la otra, la consecuencia lógica de las palabras: "En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe"; lo que han revelado no encaja ni con esas palabras ni con el final del texto que dice: "Al fin mi Inmaculado Corazón triunfara".
Es grave, pero eso nos debe hacer abrir los ojos. Monseñor Venancio, Obispo de Fátima, llegó a hablar de apostasía, de misterio, de iniquidad, y no se puede decir que fue tradicionalista. Monseñor Do Amaral, también Obispo de Fátima, decía que la pérdida de la fe en un continente era peor que la aniquilación, refiriéndose al tercer secreto. Entonces, ¿cómo nos van a salir con este cuento que no convence a nadie, pero sí se quiere eclipsar el carácter profético de Fátima, que no es simplemente una visión? Es un mensaje y un mensaje apocalíptico y ¿qué hay de
todo ello? Nada. Realmente da qué pensar si el Anticristo no anda ya campeando en Roma. "Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo", terrible, pero así es. Al Anticristo no le conviene que se hable de parusía, porque sabe que en aquel día se le acabará su chiste, el juego, la mentira, el engaño, la profanación; es lamentable, pero debo decirlo; es imposible callar.
Además, si fuera cierto lo que publicaron, aunque no íntegramente, porque bastaría quitarle dos o tres palabras, como por ejemplo, esto: después de relatar que el Papa, los obispos que estaban ahí, las monjas y los curas fueron muertos, se dijera que eso ocurrió por la pérdida de la fe. Ya se entiende, en vez de poner soldados, que fueran ángeles (porque ahí se vería que fueron muertos por haber perdido la fe), eso sería otra cosa y qué simple y sencillo es quitar dos o tres palabras; ya se entendería.
Además, decir que eso se refería al atentado de Juan Pablo II es mentira, porque no es sólo él quien muere; lo que dicen allí, es que mueren él, los cardenales, obispos, monjas y curas; entonces el atentado tendría que haber sido no solamente contra él. Hay otra mentira más; está bien que el mundo esté imbecilizado, pero aquel que tiene la fe y permanece firme en la fe no puede ser un estúpido, y por eso hay que protestar y decirlo públicamente, para que ellos dejen de hacer la obra de Satanás; más les hubiera valido que no dijeran nada y si eso que revelaron era tal cual lo escribió sor Lucía, entonces ¿por qué no lo publicaron antes? ¿a quién le hubiera molestado, estorbado o aterrado? A nadie, pero sin embargo Pío XII no lo quiso leer por la información que le diese el padre comisionado; lo leyó Juan XXIII y no lo quiso publicar; Pablo VI igualmente, y ahora, por último, Juan Pablo II tampoco, pues terminar por inventarse esta patraña que es un insulto a Nuestra Señora, a Dios. ¿Cómo osan manipular así las cosas de Dios? A tal punto han perdido la fe y con ella el respeto a Dios. ¿Es que acaso no tienen miedo éstos que
parecen haber perdido toda gracia del cielo para atreverse a hacer una cosa así? ¡Qué profanación aberrante! Quien no lo vea así es porque no tiene fe o porque en resumidas cuentas le importa muy poco lo que diga Nuestra Señora y entonces, ¿dónde queda aquel totus tuum, el "todo tuyo"?, ¿en dónde está la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen María?, ¿o es que ahora da todo lo mismo? ¡Eso parece ser!
Hay que reaccionar, hay que pedirle a Dios el poder permanecer fieles, no caer en este tremendo engaño en el cual toda la prensa mundial manejada por el judaísmo ha caído, al dejar las cosas así, porque tal parece que son los mismos y que entre ellos se entienden; no son los hijos de Dios, son los hijos de las tinieblas y eso ya lo decía sor Lucía -que los hijos de las tinieblas eran más astutos que los buenos; siempre iban adelante; y los buenos, rezagados, miedosos-. Eso no puede ser, si el mal avanza es porque los buenos somos tontos, por falta de valentía, por pura cobardía y eso es un pecado. "Hombres de poca fe", dijo Nuestro Señor a los apóstoles en ese momento, cuando los vio con miedo, por cobardes, al no tener fe firme.
Pidámosle a Nuestra Señora que nos ayude, que nos asista para mantenernos fieles; debemos hacer penitencia y sacrificio hoy más que nunca, hoy, cuando estamos en los últimos tiempos, como dijo sor Lucía, y perseverar en la fe, porque el tercer secreto de Fátima viene a precisar el dato trágico de la pérdida de fe y todo por culpa de la misma jerarquía.
Lo que en resumidas cuentas constituye el verdadero motivo por el cual no han querido publicar la verdad al inventar un remedo, que si no es invento, por lo menos está mutilado al dejarlo en una simple visión que carece de relación alguna con lo que está pasando, sin ningún interés apocalíptico como contrariamente profetiza Fátima.
Invoquemos a Nuestra Señora para que nos ayude a perseverar en la Santa Madre Iglesia Católica aunque se vea reducida a su mínima expresión, la cual comparara Nuestro Señor con un pequeño rebaño. +
BASILIO MERAMO PBRO.
El Evangelio de hoy nos muestra el amor misericordioso de Nuestro Señor por la oveja perdida; ella es la humanidad, somos cada uno de nosotros, perdidos, alejados de Dios. El mismo viene, con su encarnación, a buscarnos para rescatarnos. Motivo por el cual cuando un pecador hace penitencia aquí en la tierra se alegran los ángeles del cielo. Tengamos siempre presente que nuestra condición como hombres es de miserables y viles pecadores, porque por buenos que nos
creamos o que nos parezca que lo somos, en realidad no lo somos tanto, somos miserables y pobres pecadores; luego, como pecadores, ¿qué nos queda? Penitencia. La penitencia del pecador arrepentido produce mucha más alegría en el cielo que la de 99 justos, que la de 99 santos. La prueba de ello la tenemos con María Magdalena, la gran pecadora; todos somos en cierta forma como María Magdalena, traicionamos de uno o de otro modo el amor de Dios por nosotros.
Ofrezcámosle a Dios un corazón arrepentido y humillado, que es justamente lo que el Evangelio de hoy quiere decirnos con el pecador que hace penitencia.
Desgraciadamente, en apariencia se ha publicado el tercer secreto de Fátima y ante él, no viendo el mundo cumplidas las expectativas, se ha decepcionado; la gente se da cuenta de que no corresponde lo que se ha revelado con lo que en realidad sería o debería ser aquel tercer secreto. Es lamentable, por tanto, que desde Roma se nos engañe, porque hay en ello un engaño. Es manifiesto, basta con analizar las excusas que ellos mismos dan y queda manifiesta la mentira, el doblez, porque se quiere negar el carácter apocalíptico y profético del tercer secreto.
Como profecía de los últimos tiempos quedaría anulada; lo que era una profecía apocalíptica ha sido reducida a una simple visión, anulando de hecho que fuera un mensaje del cielo para nuestros tiempos, que la misma sor Lucía ya había señalado alrededor de los años sesenta, justo en la época preconciliar, cuando se estaba incubando el concilio que ha producido los desastres que hoy lamentamos. Sor Lucía hablaba del castigo inminente al padre Fuentes, un sacerdote mejicano que tenía por misión la causa de la beatificación de los dos niños de Fátima. Después,
este sacerdote fue desbancado, porque dijo algunas cosas referentes al tercer secreto que sor Lucía le había comunicado, incluso que estábamos en los últimos tiempos.
Ahora, el cardenal Ratzinger niega el contenido apocalíptico -como buen alemán que es-, dice tranquilamente que a causa de los católicos tradicionalistas se ha difundido eso de ser algo apocalíptico. Falso, porque de ello ya hablaron el mismo monseñor Venancio, Obispo de Fátima, cuando se refirió expresamente a la apostasía, al misterio de iniquidad. Posteriormente Monseñor Do Amaral también se pronunció al referir que la pérdida de la fe en un continente era peor que la aniquilación de toda una nación y que incumbía a la fe. Es más, se cuenta del terrible presagio que tuvo el papa Luciani, Juan Pablo I, quien siendo aún cardenal, fue en una peregrinación a Coimbra y luego de una conversación de dos horas con sor Lucía, salió pálido. Eso ocurrió en los años setenta (1977); poco después, ya de regreso en Italia, su hermano y su cuñada lo ven angustiado y pálido durante la comida y preocupados le preguntan acerca de su salud (pues hace ya dos días que lo ven así), o si la comida le había caído mal, a lo que él respondió que estaba pensando en lo que sor Lucía le había dicho del tercer secreto. "Es terrible", concluyó.
Entonces, ¿cómo van a decir ahora que no tiene nada que ver? Que no son cosas referidas a los últimos tiempos, si sor Lucía también le dijo al Padre Fuentes: "Padre, qué falta para 1960, la Virgen no lo ha dicho, pero me lo ha hecho entender, que estamos en los últimos tiempos. Ella misma habló del castigo inminente, de la desorientación diabólica, de la ceguera de quienes tienen los puestos de alta responsabilidad dentro de la Iglesia, que parecían ciegos guiando a otros ciegos". En sus cartas ella misma le hizo la confidencia de que estaban en las Escrituras y
señaló los capítulos VIII al XIII del Apocalipsis. Entonces, ¿cómo va a decir el cardenal Ratzinger que somos los católicos tradicionalistas? ¡Que no sea mentiroso! Y agrega que no se había revelado antes por no obstaculizar las relaciones con el comunismo. ¡Qué vergüenza!, pero así es. ¿Acaso obstaculiza en algo lo que ellos ahora han publicado? Ni fu ni fa le afecta a Rusia lo que han revelado, eso no obstaculizaría la política de connivencia con el comunismo. Pero tales estupideces y mentiras no son más que el diablo pisándose la cola. También comentó Juan Pablo
II, que no quería que las cosas allí dichas fuesen aprovechadas sensacionalmente para confundir, para que el mundo no se aterre, y ¿qué sensacionalismo puede haber en lo que han dicho? Ninguno; la gente no lo creyó y se decepcionó.
¿Dónde está pues el sentido de toda esta mentira, de todo el engaño? El mismo cardenal Ratzinger en Entretien sur la foi le dice a Vittorio Messori, quien le pregunta si había algo de apocalíptico, de terrible, y él dice: "Bueno, si llegase a haber tal cosa...", y no quiso decir más, y para terminar explicaba que eso ya estaba en la Escritura. Pues en la Escritura no está nada de lo que ellos han dicho y eso consta en el libro, editado en francés, en las páginas 128 y 129; hoy ya no se acuerda... El diablo pisándose la cola. Juan XXIII, al respecto, dijo que aquello no
sería en su pontificado. Con lo que han revelado se oculta el contenido apocalíptico y que tiene mucho que ver con el Sumo Pontificado, por eso no han querido revelar el tercer secreto, ni antes ni ahora.
A este respecto, también el papa Pío XII envió a un padre de Rusia, de algún instituto en Roma, comisionado para que fuera a ver a sor Lucía y este padre, después de volver, le afirmó a uno de sus confidentes que si bien él no podía decir nada, el secreto constaba de una parte referida al Papa, y la otra, la consecuencia lógica de las palabras: "En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe"; lo que han revelado no encaja ni con esas palabras ni con el final del texto que dice: "Al fin mi Inmaculado Corazón triunfara".
Es grave, pero eso nos debe hacer abrir los ojos. Monseñor Venancio, Obispo de Fátima, llegó a hablar de apostasía, de misterio, de iniquidad, y no se puede decir que fue tradicionalista. Monseñor Do Amaral, también Obispo de Fátima, decía que la pérdida de la fe en un continente era peor que la aniquilación, refiriéndose al tercer secreto. Entonces, ¿cómo nos van a salir con este cuento que no convence a nadie, pero sí se quiere eclipsar el carácter profético de Fátima, que no es simplemente una visión? Es un mensaje y un mensaje apocalíptico y ¿qué hay de
todo ello? Nada. Realmente da qué pensar si el Anticristo no anda ya campeando en Roma. "Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo", terrible, pero así es. Al Anticristo no le conviene que se hable de parusía, porque sabe que en aquel día se le acabará su chiste, el juego, la mentira, el engaño, la profanación; es lamentable, pero debo decirlo; es imposible callar.
Además, si fuera cierto lo que publicaron, aunque no íntegramente, porque bastaría quitarle dos o tres palabras, como por ejemplo, esto: después de relatar que el Papa, los obispos que estaban ahí, las monjas y los curas fueron muertos, se dijera que eso ocurrió por la pérdida de la fe. Ya se entiende, en vez de poner soldados, que fueran ángeles (porque ahí se vería que fueron muertos por haber perdido la fe), eso sería otra cosa y qué simple y sencillo es quitar dos o tres palabras; ya se entendería.
Además, decir que eso se refería al atentado de Juan Pablo II es mentira, porque no es sólo él quien muere; lo que dicen allí, es que mueren él, los cardenales, obispos, monjas y curas; entonces el atentado tendría que haber sido no solamente contra él. Hay otra mentira más; está bien que el mundo esté imbecilizado, pero aquel que tiene la fe y permanece firme en la fe no puede ser un estúpido, y por eso hay que protestar y decirlo públicamente, para que ellos dejen de hacer la obra de Satanás; más les hubiera valido que no dijeran nada y si eso que revelaron era tal cual lo escribió sor Lucía, entonces ¿por qué no lo publicaron antes? ¿a quién le hubiera molestado, estorbado o aterrado? A nadie, pero sin embargo Pío XII no lo quiso leer por la información que le diese el padre comisionado; lo leyó Juan XXIII y no lo quiso publicar; Pablo VI igualmente, y ahora, por último, Juan Pablo II tampoco, pues terminar por inventarse esta patraña que es un insulto a Nuestra Señora, a Dios. ¿Cómo osan manipular así las cosas de Dios? A tal punto han perdido la fe y con ella el respeto a Dios. ¿Es que acaso no tienen miedo éstos que
parecen haber perdido toda gracia del cielo para atreverse a hacer una cosa así? ¡Qué profanación aberrante! Quien no lo vea así es porque no tiene fe o porque en resumidas cuentas le importa muy poco lo que diga Nuestra Señora y entonces, ¿dónde queda aquel totus tuum, el "todo tuyo"?, ¿en dónde está la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen María?, ¿o es que ahora da todo lo mismo? ¡Eso parece ser!
Hay que reaccionar, hay que pedirle a Dios el poder permanecer fieles, no caer en este tremendo engaño en el cual toda la prensa mundial manejada por el judaísmo ha caído, al dejar las cosas así, porque tal parece que son los mismos y que entre ellos se entienden; no son los hijos de Dios, son los hijos de las tinieblas y eso ya lo decía sor Lucía -que los hijos de las tinieblas eran más astutos que los buenos; siempre iban adelante; y los buenos, rezagados, miedosos-. Eso no puede ser, si el mal avanza es porque los buenos somos tontos, por falta de valentía, por pura cobardía y eso es un pecado. "Hombres de poca fe", dijo Nuestro Señor a los apóstoles en ese momento, cuando los vio con miedo, por cobardes, al no tener fe firme.
Pidámosle a Nuestra Señora que nos ayude, que nos asista para mantenernos fieles; debemos hacer penitencia y sacrificio hoy más que nunca, hoy, cuando estamos en los últimos tiempos, como dijo sor Lucía, y perseverar en la fe, porque el tercer secreto de Fátima viene a precisar el dato trágico de la pérdida de fe y todo por culpa de la misma jerarquía.
Lo que en resumidas cuentas constituye el verdadero motivo por el cual no han querido publicar la verdad al inventar un remedo, que si no es invento, por lo menos está mutilado al dejarlo en una simple visión que carece de relación alguna con lo que está pasando, sin ningún interés apocalíptico como contrariamente profetiza Fátima.
Invoquemos a Nuestra Señora para que nos ayude a perseverar en la Santa Madre Iglesia Católica aunque se vea reducida a su mínima expresión, la cual comparara Nuestro Señor con un pequeño rebaño. +
BASILIO MERAMO PBRO.
viernes, 4 de septiembre de 2009
CARTA A LOS FIELES DEL PEQUEÑO REBAÑO
Como consecuencia de mi expulsión de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, que sanciona mi desacuerdo con el Motu proprio y el engañoso levantamiento de las pretendidas excomuniones, fui a Francia porque este país es la cuna de la Tradición y porque, si hay una reacción, ella no puede tener lugar sino aquí, dado el contexto histórico: es en Francia que se juega el combate de la Tradición.
Los fieles deben comprender que es urgente organizar una resistencia para seguir el combate de la Tradición católica apostólica y romana contra el modernismo herético condenado por el papa San Pio X. En la actualidad, reinan como amos en Roma esos infiltrados poderosos que quieren disgregar los últimos bastiones de la Iglesia aún visibles así como toda verdadera resistencia.
Por ello, los fieles deben defender la Iglesia Católica y su fe contra esta nueva Iglesia que no puede ser la verdadera, pero que tiene las apariencias y así engaña a todo el mundo hasta a los propios tradicionalistas que han seguido el combate de Monseñor Lefebvre y de Monseñor de Castro Mayer, estos valerosos combatientes que se opusieron a los errores del concilio Vaticano II. Ellos son hoy traicionados. ¡Se nos traiciona hoy!
Los dos “preliminares” son un medio sutil de destruir el combate y la resistencia heroicos emprendidos por ellos.
El Motu proprio, bajo pretexto de reconocer la licitud de la misa de siempre, es sobre todo la legitimación de la nueva misa, este nuevo culto “bastardo”. El se llama hoy rito “ordinario”, es decir, el rito normal, mientras que la Misa de siempre es calificada de “extraordinaria”, es el rito excepcional.
Es como si se aceptara que la única y legítima esposa esté relegada al segundo plano mientras que a la concubina se la legitimara y se convirtiese, además, en la esposa principal. ¡Es increíble!
Es lo mismo para el levantamiento de las excomuniones.
Cualquiera que sea el motivo alegado por Monseñor Fellay, a la derecha y a la izquierda, arriba o abajo, es un hecho innegable que, según los términos explícitos del decreto romano, se acepta la remisión de la pena (remissio poenae) lo que, por lo tanto, indica que efectivamente se estaba excomulgado y que Roma, paternalmente y con benevolencia, retira la sanción, dado que los delincuentes, haciendo muestran de buena voluntad, abandonan su obstinación, pidiéndole amablemente el retiro de dicha sanción.
Está claro que los dos famosos “preliminares” que obtuvieron el Motu proprio y el levantamiento de las pretendidas excomuniones fueron sugeridos y pedidos por la Roma modernista y apóstata, como lo muestran claramente estos dos textos salidos de la boca de Monseñor Fellay:
“Después de estos largos debates, el Cardenal [Castrillón Hoyos] dijo: Constato que todo lo que exponen no les pone fuera de la Iglesia, por lo tanto están en la Iglesia. Y siguió diciendo: Les pido escribir al Papa para pedirle que retire las excomuniones ». (Sermón de Monseñor Fellay en Flavigny, el 2 de febrero de 2006).
He aquí el segundo texto:
“Me esperaba este levantamiento de la excomunión desde 2005, desde la primera carta de solicitud del levantamiento de la excomunión que había dirigido a petición propia de Roma. Porque queda claro que Roma no pedía esta carta para negarse a levantar la excomunión”. (Entrevista con Monseñor Fellay, Mundo y Vida, n° 806, 31 de enero de 2009).
Me dirijo pues a todos los fieles que quieren resistir a la capitulación disimulada de Monseñor Fellay y que comprenden que el Motu proprio es una estratagema sutil y perversa para ocultar el cisma litúrgico y doctrinal de la nueva religión conciliar con su nueva misa, fruto del adulterio, que se aleja “de manera impresionante en el conjunto como en el detalle” de la misa católica como dice el Breve examen crítico de los cardenales Ottaviani y Bacci.
Con la aceptación de estos dos “preliminares” sugeridos por la Roma apóstata, pluralista y ecumenista, la obra de Monseñor Lefebvre es traicionada vilmente por Monseñor Fellay y por todos los altos responsables de la Fraternidad.
Al ser confirmados en la fe del bautismo, los fieles recibieron el carácter sacramental necesario para defender la Iglesia de sus enemigos públicos como verdaderos soldados del Cristo.
Entonces, todos los fieles tienen el deber imperioso de reaccionar. Deben agruparse y actuar para desarrollar una resistencia (teológica, doctrinal, religiosa), único medio en este tiempo de confusión y desorientación para guardar la fe así como su pertenencia a la Iglesia Católica que, hoy, se encuentra reducida a un pequeño rebaño (pusillus grex, Luc 32, 12) disperso por en el mundo y perseguido por la nueva Iglesia del Anticristo, a saber la nueva religión universal, es decir, ecuménica, típico del antiverbo que desvirtúa el verdadero Verbo divino, Cristo.
A este respecto, los fieles deben defenderse y organizarse para seguir la verdadera resistencia sin ningún compromiso con la apostasía. Deben saber claramente que la nueva Iglesia no tiene, como lo dijo Monseñor Lefebvre, la nota de la visibilidad de la Iglesia, sino que son los que siguen siendo fieles a la verdadera fe y a la Tradición católica los que la poseen.
Recordemos lo que decía Monseñor Lefebvre en 1988: ¿“Dónde está la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica. Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de fe, que desapareció de la Iglesia oficial. Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible. Si hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias a ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros. No hay ya en ellos unidad de la fe, ahora bien es la fe la que está en la base de toda visibilidad de la Iglesia.
¿Salir de la Iglesia? Por supuesto, se nos podrá objetar: ¿“Es necesario obligatoriamente salir de la Iglesia visible para no perder su alma, salir de la sociedad de los fieles unidos al Papa? ” No somos nosotros, sino los modernistas los que salen de la Iglesia. En cuanto a decir “salir de la Iglesia VISIBLE”, es equivocarse asimilando Iglesia oficial e Iglesia visible”. (Fideliter n° 66. Noviembre-diciembre de 1988).
Por lo tanto, queda claro que la Iglesia oficial no es la verdadera Iglesia divina de Cristo, sino una nueva Iglesia, la Iglesia ecuménica conciliar del Anticristo.
Como decía aún Monseñor Lefebvre:
“Somos suspendidos a divinis por la Iglesia conciliar y para la Iglesia conciliar, de la cual no queremos formar parte. Esta Iglesia conciliar es una Iglesia cismática, porque rompe con la Iglesia Católica de siempre. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto, ya condenado por la Iglesia en muchos documentos oficiales y definitivos (…) La Iglesia que afirma similares errores es a la vez cismática y herética. Esta Iglesia conciliar no es pues católica ». (Mgr Lefebvre, 29 de julio de 1976).
No olvidemos lo que ya decía el Cardenal Pie en su tiempo, y que es más verdadero hoy que nunca: “ La escisión, la separación, el divorcio de las sociedades con Dios, que San Pablo da como una señal precursora del final (II Tés, 1,3), irá consumándose de día en día. La Iglesia, sociedad ciertamente siempre visible, de más en más será reducida a proporciones simplemente individuales y domésticas”. (Cardenal Pie, citado por J. Jamet, El cardenal Pie de A a Z, Ediciones de París 2005, “Cristo, Rey de las Naciones”).
No es posible no resistir, no reaccionar al discurso engañoso, ininteligente (por no decir completamente insensato) de Monseñor Fellay que, con su flauta, nos mistifica y llega a adormecer los espíritus, impidiéndoles pensar, reflexionar, seguir siendo vigilantes y reaccionar para dejarnos suavemente asfixiar por los tentáculos del poder de iniquidad del pseudoprofeta, el Anticristo religioso.
Ya que, como ya lo había dicho Monseñor Lefebvre después de una entrevista con el cardenal Ratzinger, “Roma está en la apostasía”. Nuestra Señora de la Salette, ¿nos había anunciado – cosa de la que no es necesario asombrarse – que “Roma perdería la fe y se volvería la sede del Anticristo”?
No hay pues que dejarse absorber como los padres de Campos que aceptaron sin protestar la abominación de Monseñor Rifan, a quien nadie se atrevió a oponerse. Puesto que pasa hoy la misma cosa con los sucesores de Monseñor Lefebvre.
Esta es la razón por la que es necesario seguir siendo fiel hasta el final dando prueba nuestro amor por Cristo crucificado y por la santa Iglesia Católica Apostólica y Romana.
En la Asunción de la Santísma Virgen María, 15 de agosto de 2009.
Padre Basilio Méramo
Contacto: pusillus.grex@gmail.com
Los fieles deben comprender que es urgente organizar una resistencia para seguir el combate de la Tradición católica apostólica y romana contra el modernismo herético condenado por el papa San Pio X. En la actualidad, reinan como amos en Roma esos infiltrados poderosos que quieren disgregar los últimos bastiones de la Iglesia aún visibles así como toda verdadera resistencia.
Por ello, los fieles deben defender la Iglesia Católica y su fe contra esta nueva Iglesia que no puede ser la verdadera, pero que tiene las apariencias y así engaña a todo el mundo hasta a los propios tradicionalistas que han seguido el combate de Monseñor Lefebvre y de Monseñor de Castro Mayer, estos valerosos combatientes que se opusieron a los errores del concilio Vaticano II. Ellos son hoy traicionados. ¡Se nos traiciona hoy!
Los dos “preliminares” son un medio sutil de destruir el combate y la resistencia heroicos emprendidos por ellos.
El Motu proprio, bajo pretexto de reconocer la licitud de la misa de siempre, es sobre todo la legitimación de la nueva misa, este nuevo culto “bastardo”. El se llama hoy rito “ordinario”, es decir, el rito normal, mientras que la Misa de siempre es calificada de “extraordinaria”, es el rito excepcional.
Es como si se aceptara que la única y legítima esposa esté relegada al segundo plano mientras que a la concubina se la legitimara y se convirtiese, además, en la esposa principal. ¡Es increíble!
Es lo mismo para el levantamiento de las excomuniones.
Cualquiera que sea el motivo alegado por Monseñor Fellay, a la derecha y a la izquierda, arriba o abajo, es un hecho innegable que, según los términos explícitos del decreto romano, se acepta la remisión de la pena (remissio poenae) lo que, por lo tanto, indica que efectivamente se estaba excomulgado y que Roma, paternalmente y con benevolencia, retira la sanción, dado que los delincuentes, haciendo muestran de buena voluntad, abandonan su obstinación, pidiéndole amablemente el retiro de dicha sanción.
Está claro que los dos famosos “preliminares” que obtuvieron el Motu proprio y el levantamiento de las pretendidas excomuniones fueron sugeridos y pedidos por la Roma modernista y apóstata, como lo muestran claramente estos dos textos salidos de la boca de Monseñor Fellay:
“Después de estos largos debates, el Cardenal [Castrillón Hoyos] dijo: Constato que todo lo que exponen no les pone fuera de la Iglesia, por lo tanto están en la Iglesia. Y siguió diciendo: Les pido escribir al Papa para pedirle que retire las excomuniones ». (Sermón de Monseñor Fellay en Flavigny, el 2 de febrero de 2006).
He aquí el segundo texto:
“Me esperaba este levantamiento de la excomunión desde 2005, desde la primera carta de solicitud del levantamiento de la excomunión que había dirigido a petición propia de Roma. Porque queda claro que Roma no pedía esta carta para negarse a levantar la excomunión”. (Entrevista con Monseñor Fellay, Mundo y Vida, n° 806, 31 de enero de 2009).
Me dirijo pues a todos los fieles que quieren resistir a la capitulación disimulada de Monseñor Fellay y que comprenden que el Motu proprio es una estratagema sutil y perversa para ocultar el cisma litúrgico y doctrinal de la nueva religión conciliar con su nueva misa, fruto del adulterio, que se aleja “de manera impresionante en el conjunto como en el detalle” de la misa católica como dice el Breve examen crítico de los cardenales Ottaviani y Bacci.
Con la aceptación de estos dos “preliminares” sugeridos por la Roma apóstata, pluralista y ecumenista, la obra de Monseñor Lefebvre es traicionada vilmente por Monseñor Fellay y por todos los altos responsables de la Fraternidad.
Al ser confirmados en la fe del bautismo, los fieles recibieron el carácter sacramental necesario para defender la Iglesia de sus enemigos públicos como verdaderos soldados del Cristo.
Entonces, todos los fieles tienen el deber imperioso de reaccionar. Deben agruparse y actuar para desarrollar una resistencia (teológica, doctrinal, religiosa), único medio en este tiempo de confusión y desorientación para guardar la fe así como su pertenencia a la Iglesia Católica que, hoy, se encuentra reducida a un pequeño rebaño (pusillus grex, Luc 32, 12) disperso por en el mundo y perseguido por la nueva Iglesia del Anticristo, a saber la nueva religión universal, es decir, ecuménica, típico del antiverbo que desvirtúa el verdadero Verbo divino, Cristo.
A este respecto, los fieles deben defenderse y organizarse para seguir la verdadera resistencia sin ningún compromiso con la apostasía. Deben saber claramente que la nueva Iglesia no tiene, como lo dijo Monseñor Lefebvre, la nota de la visibilidad de la Iglesia, sino que son los que siguen siendo fieles a la verdadera fe y a la Tradición católica los que la poseen.
Recordemos lo que decía Monseñor Lefebvre en 1988: ¿“Dónde está la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica. Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de fe, que desapareció de la Iglesia oficial. Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible. Si hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias a ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros. No hay ya en ellos unidad de la fe, ahora bien es la fe la que está en la base de toda visibilidad de la Iglesia.
¿Salir de la Iglesia? Por supuesto, se nos podrá objetar: ¿“Es necesario obligatoriamente salir de la Iglesia visible para no perder su alma, salir de la sociedad de los fieles unidos al Papa? ” No somos nosotros, sino los modernistas los que salen de la Iglesia. En cuanto a decir “salir de la Iglesia VISIBLE”, es equivocarse asimilando Iglesia oficial e Iglesia visible”. (Fideliter n° 66. Noviembre-diciembre de 1988).
Por lo tanto, queda claro que la Iglesia oficial no es la verdadera Iglesia divina de Cristo, sino una nueva Iglesia, la Iglesia ecuménica conciliar del Anticristo.
Como decía aún Monseñor Lefebvre:
“Somos suspendidos a divinis por la Iglesia conciliar y para la Iglesia conciliar, de la cual no queremos formar parte. Esta Iglesia conciliar es una Iglesia cismática, porque rompe con la Iglesia Católica de siempre. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto, ya condenado por la Iglesia en muchos documentos oficiales y definitivos (…) La Iglesia que afirma similares errores es a la vez cismática y herética. Esta Iglesia conciliar no es pues católica ». (Mgr Lefebvre, 29 de julio de 1976).
No olvidemos lo que ya decía el Cardenal Pie en su tiempo, y que es más verdadero hoy que nunca: “ La escisión, la separación, el divorcio de las sociedades con Dios, que San Pablo da como una señal precursora del final (II Tés, 1,3), irá consumándose de día en día. La Iglesia, sociedad ciertamente siempre visible, de más en más será reducida a proporciones simplemente individuales y domésticas”. (Cardenal Pie, citado por J. Jamet, El cardenal Pie de A a Z, Ediciones de París 2005, “Cristo, Rey de las Naciones”).
No es posible no resistir, no reaccionar al discurso engañoso, ininteligente (por no decir completamente insensato) de Monseñor Fellay que, con su flauta, nos mistifica y llega a adormecer los espíritus, impidiéndoles pensar, reflexionar, seguir siendo vigilantes y reaccionar para dejarnos suavemente asfixiar por los tentáculos del poder de iniquidad del pseudoprofeta, el Anticristo religioso.
Ya que, como ya lo había dicho Monseñor Lefebvre después de una entrevista con el cardenal Ratzinger, “Roma está en la apostasía”. Nuestra Señora de la Salette, ¿nos había anunciado – cosa de la que no es necesario asombrarse – que “Roma perdería la fe y se volvería la sede del Anticristo”?
No hay pues que dejarse absorber como los padres de Campos que aceptaron sin protestar la abominación de Monseñor Rifan, a quien nadie se atrevió a oponerse. Puesto que pasa hoy la misma cosa con los sucesores de Monseñor Lefebvre.
Esta es la razón por la que es necesario seguir siendo fiel hasta el final dando prueba nuestro amor por Cristo crucificado y por la santa Iglesia Católica Apostólica y Romana.
En la Asunción de la Santísma Virgen María, 15 de agosto de 2009.
Padre Basilio Méramo
Contacto: pusillus.grex@gmail.com
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