En la carta se arroga un poder aún en contra de la verdad, que a todo precio pretende imponer cual gurú infalible, como si tuviera una divina misión al pretender ingenua e ignaramente, revertir la Revolución Anticatólica, teledirigida hoy en día desde Roma adúltera y apóstata.
Mons. Fellay, osa imponer su nimio criterio adulado por Roma corrupta, con la prebenda de una Prelatura personal, que le dé estatus canónico y jurídico dentro de la religión de la Gran Ramera o Forneguera Escarlata, cuya visión sorprendió al apóstol San Juan evangelista cuando la vio vestida de oro y púrpura (atributos del poder y prestigio reales) aupada por la bestia del mar, el Anticristo político.
Mons. Fellay, da muestras de poca contextura intelectual y teológica, dado a un falso misticismo, propio de un mistongo, como lo prueba el hecho de dejarse embaucar y deslumbrar por una profetiza suiza, hace algunos años, queriendo reformar la espiritualidad de la Fraternidad legada por su fundador Monseñor Marcel Lefebvre. Esta iluminada de lo alto, caló en la sensibilidad endeble de Mons. Fellay, pero no lograron salirse con la suya en su momento, por la fuerte oposición de los demás miembros de la Fraternidad, lo cual muestra su inclinación ciega e
ingenua ante lo numinoso y aparicionista.
Hoy pretende ser el emisario único y privilegiado para solucionar la crisis actual, cuyas dimensiones esjatológicas o apocalípticas, desconoce y le superan.
Mons. Fellay reprocha a los otros tres Obispos, dos graves errores, según su visión miope de gurú iluminado (alumbrado) revestido de mando y poder que se enseñorea sobre toda la Tradición llevándola a la formal y pública claudicación.
Estos dos errores consisten según él, en que estos tres Obispos: Mons. Tissier de Malerais, Mons. Williamson y Mons. de Galarreta, adolecen, ante la grave crisis actual de la Iglesia, de lo sobrenatural y de realismo; carecen de visión sobrenatural, por no ver en la Iglesia Oficial (actual) la Iglesia visible que tiene a Benedicto XVI como legítimo Papa, ni que aún Jesucristo puede hablar por su boca; que su voluntad es legítima y además buena hacia la Tradición, sin ver tampoco que Nuestro Señor Jesucristo dará los medios y las gracias necesarias. Benedicto XVI quiere solucionar el problema, lo cual es una preocupación de su pontificado y esto es por tanto una voluntad irrevocable y justa que manifiesta.
Por esto tienen una visión de la Iglesia demasiado humana e incluso fatalista. No ven la asistencia de la gracia y del Espíritu Santo, solo ven los peligros y las conspiraciones, las dificultades. Por si esto fuera poco, carecen además, según el iluminado Mons. Fellay, del realismo; de una parte haciendo de los errores de Vaticano II superherejías, y esto es una caricatura de la realidad que los lleva a un endurecimiento absoluto y conduce a un verdadero cisma, de otra parte, no todos
son modernistas, ni están podridos todos, como piensa Monseñor Fellay.
La perspectiva de Mons. Fellay, no es solo ingenua e irreal, sino que es hipersobrenatural, cual sería la de un iluminado que no considera el elemental principio teológico, sobrenatural y realista que dice: la gracia (sobrenatural) supone la naturaleza; ya que la gracia actúa en una naturaleza humana o angélica (inteligente y libre). No actúa ni puede actuar en una piedra ni en un animal bruto o sin razón, ni voluntad.
Monseñor Lefebvre fue el primero en señalar clara y categóricamente que la Iglesia Oficial (post conciliar) no se identifica necesariamente con la Iglesia visible de Dios, así decía: “¿Dónde está la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica. Les pregunto ¿Dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial”. Y recalca: “Por supuesto, se podrá objetarnos: ¿Es necesario, obligatoriamente, salir dela Iglesia visible?, no somos nosotros si no los modernistas, quienes salen de la Iglesia. En cuanto a decir ‘salir dela Iglesia visible’, es equivocarse asimilando Iglesia oficial con la Iglesia visible”.
Esto es lo que Mons. Fellay, el P. Schmidberger y sus incondicionales, cegados y obcecados en su error, no distinguen ni ven, ni quieren entender.
Monseñor Fellay está en plena ilusión al juzgar por las palabras mismas de Mons. Lefebvre al decir en una entrevista -un año después de las consagraciones- : “Fideliter -Algunos dicen, si pero Monseñor tendría que haber aceptado un acuerdo con Roma, porque una vez que la Fraternidad hubiese sido reconocida y las sanciones levantadas, habría podido actuar de una manera más eficaz dentro dela Iglesia, mientras que ahora se colocó afuera.
Monseñor - Son cosas fáciles de decir. Ponerse dentro de la Iglesia, ¿qué es lo queeso quiere decir? Y en primer lugar, ¿de qué Iglesia se habla? Si es la Iglesia conciliar, sería necesario que nosotros que luchamos contra ella durante 20 años, porque queremos Iglesia Católica, volviésemos a entrar en esta Iglesia conciliar, para supuestamente volverla Católica. ¡Es una ilusión total!”. (Fideliter n° 70 Julio-Agosto de 1989).
Es evidente por estas palabras de Monseñor Lefebvre que Mons. Fellay y su camarilla, son unos ilusos totales, y que el continuar en su empeño ante una total ilusión, es un signo de debilidad mental o de un gurú mistificado, engreído en su divina misión, cual Supermán de la Iglesia y de la Tradición, que va a revertir la Revolución anti Católica. Únicamente un iluso iluminado o alumbrado, puede pretenderlo, acusando gravemente a los que se le oponen de carecer de lo
sobrenatural y de realismo. ¿Abrase visto mayor ilusión y orgullo? Ni que fuera una paranoia religiosa la que lo anima a Mons. Fellay.
Monseñor Fellay, basa su sobrenaturalismo, en la ferviente y dogmática idea de que Benedicto XVI es ciertamente, absolutamente Papa, que su voluntad es legítima y que Dios puede hablar por su boca. Aquí hay un error por carecer de teología, tomando como materia o sujeto de fe, algo que no lo es, esto es, el dogmatismo teológico del ignaro, que hace dogma de fe (o lo tiene por tal) cuando en realidad no lo es. También hay que recordar que Dios puede hablar por la boca de la burra de Baalam o hacer que las piedras hablen.
Sirva un ejemplo muy ilustrativo que trae Santo Tomás de Aquino, cuando habla de la fe como certeza divina que no yerra y trae a relucir el caso de la hostia que los fieles adorarían y que no ha sido consagrada, como podría ser el caso de tal o cual (ésta) hostia en particular. La respuesta es que lo que es de fe, es que toda hostia válidamente consagrada, contiene real y substancialmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo, pero que ésta hostia en particular (hic et nunc) contenga la divina presencia, no es de fe, pues puede caber un margen de error voluntario o involuntario que impida la consagración. Sin querer se vea expuesta al error, la fe de los fieles y de la Iglesia.
Lo mismo ocurriría con el Papa, todo Papa legítimo es verdadero y real Papa, pero que este Papa en particular, por ejemplo Benedicto XVI sea Papa, no es de fe, pues está en juego justamente su legitimidad, dados los actos que contradicen a cada paso la fe de la Iglesia, siendo posible que no sea real y verdadero Papa, sin que la fe de los fieles y de la Iglesia se equivoque. Tenemos el caso de San Vicente Ferrer, quien tuvo por verdadero y legítimo Papa a Benedicto XII (el Papa Pedro de Luna) que fue un antipapa, se equivocó y no pecó contra la fe, al considerar como falso al verdadero Papa que si lo era.
Monseñor Fellay ha caído en la dialéctica falsa y apriorística de creer que necesariamente tal Papa, como Juan Pablo II o Benedicto XVI, es por dogma de fe, verdadero y legítimo Papa. Y el que no piense así, o lo ponga en duda, peca contra la fe y esto es un grave error por no saber distinguir exactamente cual es el sujeto o materia de fe.
Si esto no fuera así, jamás Monseñor Lefebvre (ni los teólogos todos salvo el holandés Pighi) hubiesen considerado el caso teológico de la Sede Vacante por cisma, herejía o apostasía. La misma discusión que hay teológicamente con las discrepancias, prueban y confirman que teológicamente puede darse el hecho (ser posible), pero Roma modernista y apóstata ha muy hábil y sutilmente creado una dialéctica maquiavélica sobre el tema, para que no se ponga ni en duda la ilegitimidad de los Papas conciliares, y el que se atreva a hacerlo, ser descalificado como paria, desechable, convirtiéndose el tema en un tabú teológico que les permite seguir pontificando en el error y violando la fe pura y virginalmente inmaculada sin que nadie lo impugne.
Monseñor Lefebvre llegó a decir si ser ningún hereje: “Nos encontramos verdaderamente frente a un dilema gravísimo, que creo no se planteó jamás en la Iglesia; que quien está sentado en la Sede de Pedro participe en los cultos de los falsos dioses; creo que esto no sucedió jamás en toda la historia de la Iglesia. ¿Qué conclusión deberemos quizás sacar dentro de algunos meses ante estos actos repetidos de comunión con los falsos cultos? No lo sé. Me lo pregunto. Pero es posible que estemos en la obligación de creer que este Papa no es Papa. No quiero decirlo aún de una manera solemne y formal, pero parece, si, a primera vista, que es imposible que un Papa sea hereje, pública y formalmente? (Sermón del Domingo de Pascua del 30 de Marzo de 1988 en Ecône).
Monseñor Lefebvre en su conferencia en Ecône, del 15 de Abril de 1986, sacó a relucir lo que dijo en su Sermón de Pascua y señaló: “¿El Papa es aún Papa cuando es hereje? ¡Yo no sé, no zanjo! Pero pueden plantearse la cuestión ustedes mismos. Pienso que en todo hombre juicioso debe plantearse la cuestión. No sé. Entonces, ahora, ¿es urgente hablar de esto? … Se puede no hablar, obviamente… podemos hablar entre nosotros, privadamente, en nuestras oficinas, en nuestras conversaciones privadas entre seminaristas, entre sacerdotes…
¿Es necesario hablar a los fieles? Muchos dicen: no, no habléis a los fieles, van a escandalizarse. Eso va a ser terrible, eso va a ir lejos… bien. Les dije a los sacerdotes en París, cuando los reuní, y luego a vosotros mismos, ya os había hablado, les dije: pienso que, muy suavemente, es necesario, a pesar de todo, esclarecer un poco a los fieles. No digo que sea necesario hacerlo brutalmente y lanzar eso como condimento a los fieles para asustarlos… no, pero pienso que, a pesar de todo, es una cuestión precisamente de fe. Es necesario que los fieles no pierdan la fe”.
Esto se ha prohibido, perseguido de muchos modos en la Fraternidad; primero con el P.Schmidberger cuando era Superior General, ahora con Mons.Fellay manteniendo así a los fieles en la ignorancia. Tocar el tema era y es peor que contagiarse de lepra o sida, un verdadero tabú que descalifica al que se atreva hacerlo. Pues nada haría temblar más a roma apóstata que poner en duda pública y objetiva su legitimidad, o impugnar su autoridad al servicio de la contra Iglesia, Sinagoga de Satanás, cumpliéndose la profecía de La Salette “Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo” (religioso).
El irrealismo de Mons. Fellay es tal, que tilda a los otros tres Obispos de irreales, al ver en los errores del Concilio Vaticano II, superherejías, como si no bastara con las herejías, que son ya en sí mismas desastrosas. Claro, cómo no va a decir esto, si ya había afirmado que aceptaba el 95% del Vaticano II?, y que iría corriendo a Roma (Modernista) si lo llamaban.
Es sorprendente todo esto, pero como él mismo reconoce, el no ver el apoyo de los tres Obispos los alejó, sin embargo siguió con su propósito, hasta que ahora reventó el asunto haciéndose público, cosa que él quería seguir conservando en el secreto, es más, sacó un comunicado diciendo que habían pecado gravemente, cuando si de pecado grave y mortal se trata, es Mons. Fellay, el que está en pecado y empecinado en él, arrastrando a la división y destrucción de la obra de Mons. Lefebvre, pero su inconciencia de alumbrado gurú, le impide ver. Se escuda en su autoridad de Superior General y se lo restriega en la cara haciéndolos ver y creer que es el único que puede decidir los destinos de la Fraternidad, como si pudiera hacer o deshacer a su antojo. Tiene una concepción de la autoridad, que no es católica ni tomista, sino pagana y voluntarista. Cree que el poder lo puede ejercer en detrimento del bien y la verdad. Toda la autoridad se pervierte y desnaturaliza (se deslegitimiza) al ejercerse impugnando la justicia y la verdad, para lo cual fue instituida.
Es Mons. Fellay, el que genera una inadmisible y ruin dialéctica entre verdad y autoridad, entre fe y autoridad, lo menos que podría hacer, es renunciar por abusivo e inepto, incapaz de gobernar a sus subordinados al fin que Monseñor Lefebvre le dio a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, como baluarte de la Fe y Tradición Católica y el combate con los modernistas que ocupan Roma.
Cómo viene Monseñor Fellay a decir hoy, que con Benedicto XVI la cosa cambió, que hay un progreso favorable a la fe y a la tradición: “En sí, la solución de una Prelatura personal propuesta no es una trampa, resulta, por principio, que la situación presente en Abril del 2012 es muy diferente de la de 1988. Pretender que nada ha cambiado es un error histórico. Los mismos males hacen sufrir a la Iglesia, las consecuencias son todavía más graves y manifiestas que entonces, pero al mismo tiempo se puede constatar un cambio de actitud en la Iglesia, ayudado por los actos y los gestos de Benedicto XVI hacia la Tradición. Este nuevo movimiento nacido al menos hace unos diez años, se está fortaleciendo”.
Es absurdo, ilógico y propio de un ciego empecinado, que nos toma a todos por imbéciles obsecuentes y no se da cuenta que por lo mismo incurre en el error que Monseñor Lefebvre en su momento señalaba en una carta que le escribiera a Jean Madiran: “Sin faltar gravemente a la verdad y a la caridad, ya no podemos dar a entender a quienes nos escuchan, o a quienes nos leen, que el Papa es intocable, que está lleno de deseos de volver a la Tradición y que su entorno es el culpable…”(Carta del 29 de enero de 1986).
Monseñor Fellay no puede negar la autoridad teológica de los otros tres obispos, que en cuanto obispos son sucesores de los apóstoles como vigías y custodios de la doctrina de la fe. Y esto tiene más peso que su sola opinión lo cual debería tener en cuenta.
Que Dios lo ilumine con su divina gracia, para que tenga el valor y la humildad necesarios y reconozca hacia dónde va, destruyendo el único baluarte de resistencia, dada su envergadura como organismo internacional, ante la herejía y apostasía de Roma apóstata, de los modernistas y herejes que Monseñor Lefebvre tildó de anticristos, cuando dijo en su Carta del 29 de Agosto de 1987 a los futuros Obispos que el consagraría: “La Cátedra de Pedro y los cargos de autoridad en
Roma, están ocupados por anticristos”.
P. Basilio Méramo
Bogotá, 21 de Mayo de 2012