San Juan Apocaleta
Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.
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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.
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domingo, 31 de mayo de 2015
FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD Primer Domingo Después de Pentecostés
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Después de transcurrir el tiempo pascual éste se cierra con Pentecostés, es decir, con el envío del Espíritu Santo que vivifica a la Iglesia, que es su alma y la gran promesa de nuestro Señor, el Espíritu Santo es quien nos recordará todo lo necesario para nuestra salvación, para que la Iglesia perdure hasta el fin de los tiempos. Es importante tenerlo presente porque la Iglesia no es un ente muerto aunque esté hoy maltratada, ultrajada, pero sin embargo camina por esa unión con el Espíritu Santo, que es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Y ésta nos vivifica también en el amor divino por la gracia; y no que hay olvidar que es una participación a la naturaleza divina de Dios y por eso somos como otros dioses, “seréis como dioses”, no por mérito propio como orgullosamente quiso Satanás hacerlo, sino por medio de nuestro Señor. Igual fue la gran tentación de la serpiente a Eva, a nuestros primeros padres, y es la gran atracción del hombre, el querer ser como Dios, no por obra y gracia de su ser, sino por propio derecho, por su propia dignidad, por su propia libertad, por su propia personalidad.
Ya se ve cómo en todo este ecumenismo, en todo este modernismo, está latente toda esa herejía de la divinización del hombre por sus propios méritos, por su propia naturaleza, por su propia dignidad; ese es el gran error, la gran herejía y será la gran apostasía que culminará representada en una cabeza que será el anticristo; antes de ella habrá muchos antecesores, predecesores que le prepararán el camino. Debemos estar vigilantes y saber a qué atenernos, para que no nos pase lo del camarón que se duerme y se lo lleva la corriente.
Católico que se duerme lo envuelve el torbellino de este mundo, que camina hacia la divinización del hombre sin la gracia de Dios, sin nuestro Señor Jesucristo, sin la Iglesia. Si se llegase a hablar de gracia, es una exigencia; esa es la idea de Henri de Lubac, que fue ensalzado por tamaña herejía; son hechos.
Y bien, después de festejar la Resurrección, la Ascensión de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, la Iglesia nos trae en este primer domingo después de Pentecostés el gran misterio del Padre, de la Santísima Trinidad, que especifica, que determina nuestra atención, nuestra creencia en Dios y eso es netamente sobrenatural. Porque a Dios se le puede conocer naturalmente, tributar un culto natural como dueño y Señor de todo lo creado, autor del universo; pero esa no es nuestra relación; la nuestra no es un culto o una relación natural, no es un conocimiento natural de Dios omnipotente, absoluto, infinito, eterno, sino que además es Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Por ello ese gran dogma de esa multiplicidad relativa en Dios, que podría decirse es el gran misterio de la relatividad divina, porque nosotros podemos concebir, como lo han hecho los paganos, un Dios creador omnipotente, bueno, eterno, sabio, inteligente, bondadoso, absoluto. Lo inconcebible para ellos es que ese Dios eterno, absoluto uno sea a la vez trino sin que haya tres dioses, como farisaicamente alegaban los arrianos a los católicos, a San Atanasio, de creer en tres dioses al proclamar la Trinidad o al afirmar que nuestro Señor era también Dios y no simplemente un gran personaje, un gran profeta, un ser excepcional, pero sin reconocer su divinidad como hacía Arrio, el sacerdote judío de Alejandría.
Esa herejía se extendió por todo el universo y hubo necesidad de grandes sabios como San Atanasio para que se mantuvieran la llama y la luz de la verdad de los misterios de Dios. Y para que nuestro Señor sea verdaderamente Dios, además de ser hombre se requiere antes el reconocimiento y el conocimiento sobrenatural de la Santísima Trinidad, de la cual monseñor Lefebvre decía que era muy difícil predicar porque los misterios superan nuestra inteligencia, la razón y el entendimiento. Nos adherimos a ellos por un acato sobrenatural de fe que se liga al testimonio fidedigno de Dios, cree en su palabra.
Por ello es pecado contra la fe no creer en la palabra, en el testimonio de Dios y peor cuando esta prueba es nuestro Señor Jesucristo en persona, que se encarnó para revelar los misterios de Dios.
Toda nuestra fe se basa en la revelación de Dios, de su palabra, sin olvidar que se encarnó, porque la palabra de Dios es el Verbo eterno y éste se hizo carne, se hizo hombre. Pero como dice San Atanasio, no se convirtió la divinidad en carne sino que asumió la naturaleza humana, la carne. Decía que había que creer en la Santísima Trinidad y en la encarnación de nuestro Señor para salvarnos. Explicaba, además, que el Padre era eterno, que el Hijo era eterno y que el Espíritu Santo era eterno, pero se creía en un solo Dios, no había tres eternos y tres dioses, tres omnipotentes, sino un solo Dios en tres personas. Eso es lo que hace imposible a todo entendimiento creado, sea genio o normal, el conciliar que Dios, uno, absoluto, sea también a la vez relativo, porque las personas de Dios son una relación de origen, son en todo igual, en lo único que se distinguen y se diferencian es en un vínculo de procedencia.
Y, ¿qué quiere decir eso? Que el Padre no procede de nadie, es ingénito, que el Hijo procede del Padre como emana el pensamiento de la inteligencia, y por eso se condensa en su Verbo, que es el Hijo. El Hijo procede del Padre; esa unión que podríamos ver entre el pensamiento, entre los nuestros, nuestras ideas, nuestros conceptos y la inteligencia; pero mientras en nosotros es un accidente, en Dios no. Es una realidad que constituye una persona divina y por eso el Verbo es el Hijo del Padre, procede del Padre, que lo engendra como lo hace la inteligencia con el pensamiento y por eso se da esa comparación, esa relación, comparándola con el intelecto.
El Padre y el Hijo al verse el uno frente al otro, por decirlo así, no pueden sino suspirar de amor el uno por el otro y en esa exhalación de amor se genera el Espíritu Santo. Por eso la distinción es simplemente una relación de origen, no ya a la inteligencia como en el caso del Hijo sino al amor, a la voluntad de Dios. Son explicaciones que nos dan una pauta, una lejana idea, pero que nos pueden ayudar a comprender y por eso se llama el Espíritu Santo, por ese amor, por ese soplo de amor porque es de Dios.
Y así entonces creemos en la Santísima Trinidad y no en tres dioses sino en un solo Dios verdadero en tres personas. Eso es lo que significa cada vez que nos santiguamos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; proclamamos, profesamos ese dogma esencial de la Santísima Trinidad sin el cual es imposible salvarnos, sin el cual nadie cree sino es movido por el Espíritu Santo, por el Espíritu de Dios; por ello debemos guardar esa característica sobrenatural de nuestra fe, para que no degenere en una fe puramente natural. Eso es lo que nos distingue de los judíos, de los musulmanes, de los budistas y de todas las falsas religiones que no creen, que no aceptan y que no reconocen a la Santísima Trinidad y creen, más aún, que cometemos un pecado de idolatría al hablar, según ellos, de tres dioses.
Por eso San Atanasio explicaba que creemos en tres personas distintas pero en un solo Dios verdadero, no en tres dioses y así se cierra este misterio que contemplaremos por toda la eternidad después de haber pasado por esta vida efímera en esta tierra. Consideremos a Dios en ese y en todos sus misterios, como el de la Encarnación que es el segundo gran dogma de nuestra santa religión.
Pidamos a la Santísima Virgen María que cada vez más, a través de la oración y la meditación podamos penetrar estas creencias insondables de Dios que es lo que han hecho los Santos y que no estemos tan distraídos, dispersos, con la radio, la televisión, las revistas, las noticias; todo eso es nada por muy importante que pueda parecer, ante la Trinidad infinita de Dios.
De ahí que uno de los principales enemigos sean los medios de comunicación que impiden que el alma repose en la contemplación de las cosas de Dios, en la oración. Voy a decir algo que les va a chocar, pero es la realidad: desgraciadamente aquel que quiere rezar y acercarse a Dios, como no sabe hacerlo, se pone a hablar y a hablar y se dedica a una oración puramente vocal y como hay manuales que ayudan a ello, piensan que en eso consiste. Es un grave error y los libros de devoción son un auxilio, para que podamos a entender, como un piloto que ayuda a encender el motor. Pero no para que se conviertan en el centro de la oración.
Me da vergüenza decirlo, pero es así, lo vemos aquí en la capilla frente al Santísimo sacramento, “bla, bla, bla”; entiendan bien esto, no es que esté en contra, pero sepan hacer uso de esos libros de devoción ante el Santísimo Sacramento o ante Dios. Eso debe ser simplemente el inicio que nos dé la chispa para que nuestra alma, después, elevándose humildemente, llegue a reposar en Dios. Falta esa vida de oración, de vida interior y por eso la religión, para acabar, pareciera ser para esas beatas que lo único que saben hacer es “bla, bla, bla”, pues cuando rezan el Rosario no lo hacen con devoción. El santo Rosario es una excelente oración vocal y está mal dicho si yo no reflexiono en los misterios de la vida de nuestro Señor que son un Evangelio resumido. No es un puro hablar y hablar, detrás de todas las Avemarías está la meditación; de allí la conveniencia de anunciar el misterio y el fruto de ese él para que a lo largo de esa decena haya un recogimiento y una contemplación de los dogmas de Dios. No sé si está claro, pero es para señalar que debemos rezar con el corazón y no con la boca.
Debemos ir a la esencia de las cosas, a la intimidad, al corazón, a la médula, para que nuestra religión católica que hoy está siendo adulterada, corrompida, ultrajada, no sea el puro follaje superficial, como pasó con el judaísmo y el fariseísmo, que convirtió la religión del Antiguo Testamento en puro ritual externo y así, podamos entonces adorar a Dios en Espíritu y en verdad. Que no seamos fariseos quedándonos únicamente con lo externo, con el palabrerío sino ir al corazón, a la médula.
Es por eso que Dios ha permitido, sin ninguna duda, esta gran hecatombe, para que toda esa escoria, esa superficialidad, esa vanidad disfrazada de piedad y religión caiga; que así como el oro se acrisola con el fuego, así se purificará a los verdaderos fieles en los últimos tiempos que vivimos, al fuego, para que caiga la escoria, lo superficial y que quede realmente el oro.
Pidamos a nuestra Señora para que Ella nos ayude verdaderamente a contemplar y amar a Dios como Él quiere y se merece. +
PADRE BASILIO MERAMO
15 de junio de 2003
domingo, 24 de mayo de 2015
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
En este domingo celebramos la fiesta de Pentecostés. Los cincuenta días después de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, de la Pascua; todo este tiempo seguido integraba, por así decirlo, la fiesta de la Pascua, desde la Resurrección de nuestro Señor, pasando por la Ascensión, hasta el día de Pentecostés.
Fiesta sublime del día en el cual la Iglesia celebra su nacimiento, su pleno nacimiento con el advenimiento del Espíritu Santo. Así como nuestro Señor tuvo su misión de la Redención cuando se encarnó y murió en la cruz por redimirnos a todos, así con Pentecostés se manifiesta entonces la misión del Espíritu Santo, la misión de santificación y de salvación de los hombres. No de todos, desgraciadamente.
No todos nos salvamos, porque no todos respondemos con amor al llamado de Dios, no todos morimos con la gracia santificante, no todos morimos en el amor de Dios, en ese amor que es el Espíritu Santo, amor consubstancial, el amor por esencia, ese amor sublime de Dios que se manifiesta en la tercera persona con el Espíritu Santo; de allí que es un grave error el que en la liturgia moderna se cambien las palabras de la consagración para decir, “por todos” en vez de “por muchos”, cuando nuestro Señor Jesucristo en ese momento hace alusión al efecto, a la eficacia, a la eficiencia de su Redención, a la salvación, que con pesar de Él no llega a todos los hombres; porque no todos desgraciadamente queremos salvarnos, recibiendo la condenación eterna. Hay que tener esa vida de comunión en la gracia del Espíritu Santo, esa gracia de amor que nos trae el Espíritu Santo en este día de Pentecostés y así entonces está con nosotros la plenitud de Dios, la plenitud de Dios en la Iglesia y para su Iglesia. Esa plenitud colma la Iglesia y la perfecciona, no faltándole absolutamente nada, esa Iglesia que comenzó a gestarse en la cruz y que se completa con el advenimiento del Espíritu Santo.
Tenía entonces nuestro Señor que subir a los cielos, precisamente para mandar, junto con el Padre, al Espíritu Santo. Los dos tenían que enviarlo, puesto que el Espíritu Santo es ese amor mutuo entre el Padre y el Hijo. El Espíritu Santo tenía que ser enviado por el Padre y por el Hijo de los cuales procede, de Ellos dos; esa plenitud es la que colma a la Iglesia, la Iglesia naciente, con ciento veinte discípulos nada más. Y, sin embargo, a la Iglesia no le faltaba absolutamente nada, la Iglesia católica apostólica romana estaba plenamente reunida el día de Pentecostés, comprendidos los ciento veinte discípulos incluyendo a nuestra Señora, en el cenáculo; no le hacía falta ya nada más para ser la Iglesia. Es, por tanto, un error creer que a la Iglesia le falta algo, como hoy en día se nos quiere hacer creer hablándonos de un “nuevo Pentecostés”, de una ‘“nueva venida” –por así decirlo– del Espíritu Santo, cuando ya el Espíritu Santo se posee dentro de la Iglesia; la Iglesia tiene el Espíritu Santo en toda su plenitud y no le falta absolutamente nada.
Somos nosotros entonces quienes tenemos que permanecer en la Iglesia y no separarnos de ella, para que esa obra de santificación y de salvación se aplique a cada uno de nosotros en particular. Si los hombres no se convierten a la Iglesia y se sumergen en el ateísmo, no es culpa de la Iglesia como hoy se quiere hacer creer; es culpa de los hombres que prefieren el mundo, que se prefieren a sí mismos; quizás sea culpa de los malos pastores, de los malos feligreses que no sabemos dar el ejemplo, pero no de la Iglesia que es Una y que es Santa.
Y la Iglesia es santa justamente porque recibe esa plenitud de santidad de Dios que envía al Espíritu Santo. La venida del Espíritu Santo, Pentecostés, hace que hoy sea un gran día. El día de Pentecostés siempre se celebró con gran pompa para recordar esa misión del Espíritu de Dios en la Iglesia y por eso nosotros debemos, una vez más, meditar estos misterios no solamente para que ello sea el sostén cotidiano de nuestra vida católica, sino también para poder perseverar en la contemplación de las cosas de Dios y en esa contemplación, entonces, elevar el alma a Dios en la oración. Y así, de paso, no caer en los errores que hoy pululan por doquier; esos errores que carcomen a la Iglesia, que le van haciendo perder su identidad, no a la Iglesia en sí misma, puesto que ella no tiene nada que perder, pero sí en sus miembros, en sus feligreses. Decía San Agustín que así como un cuerpo cuando recién nace se ve joven y después con el pasar de los años se le ve en decrepitud, en vejez, la Iglesia al final de los tiempos se verá decrépita, envejecida. Es justamente por lo que está pasando hoy, la pérdida de la fe, el abandonar a nuestro Señor Jesucristo, la apostasía de las naciones, el ecumenismo que la destruye. Por eso la contradicción de las cosas humanas, que justamente cuando se quiere dar un nuevo reverdecer a la Iglesia, un nuevo Pentecostés –que por eso se reunió el Concilio Vaticano II–, pasa todo lo contrario, en vez de reverdecerla, prácticamente se la disuelve, se la disgrega cumpliéndose entonces esas palabras proféticas de San Agustín que deben ser para todos un aliento y, por tanto, lejos de disgregarnos, lejos de dividirnos, congregarnos, aunarnos en el amor de Dios, pues el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia que la vivifica dándole ese amor de Dios y de ese amor debemos vivir todos nosotros, amando a Dios y por amor a Dios amar al prójimo, amar a nuestros semejantes.Invoquemos a nuestra Señora sobre todo en este día, en el que Ella presidía en el cenáculo la Iglesia naciente, como Madre de la Iglesia; pidámosle permanecer aunados en el amor del Espíritu Santo, en ese amor consubstancial de Dios del cual nosotros participamos a través de la gracia santificante; pidámosle la fortaleza para perseverar hasta el final en el amor a Dios sobre todas las cosas.
BASILIO MERAMO PBRO.
19 de mayo de 1991
domingo, 17 de mayo de 2015
DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN
Amados hermanos en nuestro
Señor Jesucristo:
En este domingo después de
la Ascensión, que no se puede dejar pasar sin hacer alusión a la manera cómo
desafortunadamente se va marginando a nuestro Señor de la España supuestamente
católica, ya no se festejan esos jueves más refulgentes que el sol, ya no
reluce nuestro Señor en el mundo católico, no hay naciones católicas; la
apostasía de las naciones es evidente para quien quiera ver, y quien no lo
quiera, pues que continúe en la ceguera. Y pareciera ser que la Providencia
permite que se le ultraje, así como permitió que nuestro Señor fuese ultrajado
en su propio cuerpo; permite también que se le ultraje en su culto al relegar a
nuestro Señor, como si ya no tuviese ningún interés para nuestra sociedad; así
pasa el día de la Ascensión en el pueblo, como un día de trabajo más, sin
glorificar a nuestro Señor.
En este domingo después de
la Ascensión, nuestro Señor, a través del evangelio, nos dice que no nos
escandalicemos de dar testimonio de Él, que sube al cielo y nos envía el
Espíritu Santo que viene a dar Su testimonio, testimonio de nuestro Señor
Jesucristo, y que ese testimonio que viene a dar el Espíritu Santo también lo
darán los apóstoles, porque estuvieron desde el principio con Él; aquellos que
no le traicionaron, que no le abandonaron, sino que desde el principio creyeron
en Él y rindieron su testimonio. No escandalizarnos entonces, en primer lugar
de dar testimonio y como consecuencia de ese testimonio, no escandalizarnos
tampoco de las persecuciones que ese testimonio de nuestro Señor acarree; es
decir, nuestro Señor prevé para sus apóstoles y para toda la historia de la
Iglesia una persecución a causa del testimonio que dé Él a quien con Él esté,
aquellos verdaderos discípulos, no el de los traidores, no de quienes le
reniegan o quienes le dejan a mitad del camino, sino de quienes permanecen con
Él desde el principio hasta el final, apoyados por el Espíritu Santo.
Ese testimonio acarreará
indefectiblemente persecución por parte de los judíos quienes los echarán de la
sinagoga, Iglesia de entonces y presagio de lo que sería después. Si hoy en día
se nos persigue por dar fiel testimonio de nuestro Señor Jesucristo, no nos
escandalicemos de ser excomulgados de la Iglesia. El ser echados de la sinagoga
era ser excomulgados y eso ¿acaso no es lo que pasa hoy día?; parece ser que el
evangelio va dirigido de una forma muy particular a nosotros que permanecemos
fieles dando testimonio de nuestro Señor. Lo peor del caso es que nuestro Señor
dice que: “Aquellos que os echaren de la sinagoga creerán hacer un favor a
Dios”, o sea que la causa, según aquellos que echaren a los verdaderos testigos
que dan testimonio de nuestro Señor, es que creerán hacer un favor a Dios. Debemos
suponer entonces que es por Dios que lo hacen, es decir, tendrán un motivo
religioso, un motivo teológico, modo de actuar típico del fariseísmo: perseguir
la verdad en nombre de Dios; lo que ocurre hoy, excomulgar la Tradición en
nombre de Dios, echarnos fuera de las iglesias en nombre de Dios. Ya nuestro
Señor, entonces, muy claro lo advirtió, no nos escandalicemos cuando veamos que
estas cosas ocurran, que se nos echa de la Iglesia, que se nos excomulga y todo
esto en honor al nombre de Dios.
“Y obrarán así, por no
conocer ni al Padre ni a Mí”. Aquellas personas que excomulgaron a los
apóstoles y las que nos excomulgan a nosotros no conocen ni al Padre ni parecen
conocer a nuestro Señor Jesucristo, ya que el Espíritu de Verdad no está en
ellos aunque invoquen la autoridad y a
nuestro Señor; es decir, a Dios, no le conocen. Es lo que pasa hoy de una
manera patética, claramente se ve para aquellos que quieren ver; quien no
quiere ver, porque tiene miedo de la luz, seguirá ciego, con una ceguera
voluntaria, culpable. Por eso, de una forma u otra todos los que colaboran con
la demolición de la Iglesia, persiguiendo a la Tradición y que no están
plenamente con la Tradición, no dan testimonio de nuestro Señor Jesucristo y en
definitiva no conocen al Padre, porque por no conocer al Padre persiguen a
nuestro Señor Jesucristo a través de aquellos discípulos fieles que dan
testimonio.
Con el evangelio de hoy,
entonces, nuestro Señor pone de manifiesto una contradicción tremenda,
monstruosa, esa monstruosidad se llama fariseísmo: aplicar con todo el rigor la
Ley de Dios contra Dios; es un pecado de la inteligencia contra el Espíritu
Santo, la impugnación de la verdad. Fue ese el pecado del pueblo elegido,
pecado del judaísmo y es el pecado que comete la actual jerarquía de la
Iglesia, que ha condenado a Monseñor Lefebvre y a través de él, no a personas
por él representadas, sino a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Y esa
persecución es la que hoy por hoy está vigente, con una vigencia atroz:
libertad para todo, menos para la verdad; todo se cambia, todo se permite,
únicamente no es permitido el ser fieles testigos de nuestro Señor Jesucristo.
Se cambia hasta el Vía crucis –por no corresponder al rigor exegético o
histórico de lo que la ciencia hoy entiende por exegesis o por historia–, así
que todos aquellos que durante años se han santificado haciendo el Vía crucis,
hoy ya no; se cambia sistemáticamente todo porque Satanás es el fondo, inspira
esta revolución, odia todo lo que sea de Dios y todo lo que sea la imagen de
Dios, hasta en las cosas más insignificantes; por eso hay que subvertir,
cambiar, revolucionar todo, poco a poco, pero de manera segura y a todos
aquellos que han aceptado ese cambio, pues hacen de su vida una continua y
permanente claudicación, pequeña, gota a gota, pero claudicación.
Frente a todo lo anterior tenemos que
mantenernos firmes, sin ceder, firmes pase lo que pase. Persecuciones, todas
las que hubiere, ya lo tenemos advertido: no nos escandalicemos, no nos
preguntemos el por qué. Es lógico, es hasta en cierta forma natural que se nos
persiga. Permanezcamos entonces fieles en ese testimonio de nuestro Señor
Jesucristo, fieles al Espíritu de Verdad, como llama nuestro Señor al Espíritu
Santo y fiel en definitiva al Padre Eterno; “aquel que conoce al Padre me
conoce también a mí”, dice nuestro Señor, entonces no le reneguemos, y no
solamente en el plano doctrinal, en el plano teológico, en el plano de la fe,
sino también en el orden cotidiano de nuestra vida, en nuestro actuar, en definitiva.
Seamos fieles a nuestro Señor con nuestras inteligencias y con nuestros
corazones, deseando verdaderamente la santidad, esa santidad que nos traerá el
Espíritu Santo en plenitud; por eso nuestro Señor sube al cielo, para que el
Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad venga sobre nosotros, venga sobre la
Iglesia, la Iglesia fundada por nuestro Señor Jesucristo con la venida del
Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
Pidamos a nuestra Señora. A
Ella, que en cierta forma presidía ese cónclave que hubo en el cenáculo
esperando durante este tiempo, justamente entre la Ascensión y Pentecostés, la
venida del Espíritu Santo, para que reine en nosotros, para que reine en
nuestros corazones. Aboguemos siempre con espíritu de verdad, nada de engaños,
nada de mentiras, nada de claudicaciones, testimonio fiel sin escándalo de la
persecución, sin escándalo de las excomuniones, sin escándalo incluso de todo
lo que veamos de malo en nuestro derredor. +
P. BASILIO MÉRAMO 12 de
mayo de 1991
jueves, 14 de mayo de 2015
ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
ASCENSION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
TOMADO DE LA "CATENA AUREA"Santo Tomás de Aquino
San Lucas cap. 24, 50-53:
Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos les bendijo; y aconteció, que mientras los bendecía, se apartó de ellos, y era llevado al cielo. Y ellos, después de haberle adorado, se volvieron a Jerusalén con grande gozo. Y estaban siempre en el templo, loando y bendiciendo a Dios. Amén. (vv. 50-53)
Beda
Omitiendo todo lo que el Señor había hecho con sus discípulos en el espacio de cuarenta días, el evangelista pasa del primer día de su resurrección al último día en que subió a los cielos, diciendo: "Los sacó fuera, hasta Betania". Ante todo, por lo que dice el nombre de la ciudad -que quiere decir casa de obediencia - entendemos que el que había bajado del cielo por la desobediencia de los malos, subió por la obediencia de los convertidos. Además, por el lugar que ocupaba la ciudad (que según se dice estaba a la falda del monte de los Olivos), porque la casa de la Iglesia obediente debía estar a la falda del monte mismo (esto es, de Cristo), en donde ha colocado los fundamentos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Bendijo a quienes había mandado enseñar. Por ello sigue: "Y alzando las manos los bendijo".
Teófil
Les infundió la fuerza que conserva hasta la venida del Espíritu Santo. Nos enseñó que cuantas veces nos separamos, encomendemos a nuestros súbditos a Dios por medio de las bendiciones.
OrígenesEl acto de levantar las manos y bendecirlos, significa que el que bendice debe estar adornado de buenas y heroicas obras, para bien de los demás; por esto levantó las manos al cielo.
CrisóstomoObsérvese que el Señor nos hace ver sus promesas. Había ofrecido que resucitarían los cuerpos; resucitó El de entre los muertos, y confirmó a sus discípulos en esta fe por espacio de cuarenta días. Ofreció también que seremos arrebatados al cielo, y probó esto también por medio de las obras. Prosigue: "Y aconteció, que mientras los bendecía", etc.
Teófil
Elías también parecía ser llevado al cielo, pero el Salvador mismo ascendió al cielo como precursor de todos para presentarse en su cuerpo sacratísimo como primicia ante el Padre. En este concepto, ya fue honrada nuestra naturaleza con todas las virtudes de los ángeles.
Elías también parecía ser llevado al cielo, pero el Salvador mismo ascendió al cielo como precursor de todos para presentarse en su cuerpo sacratísimo como primicia ante el Padre. En este concepto, ya fue honrada nuestra naturaleza con todas las virtudes de los ángeles.
Crisóstomo
Pero dirás: ¿a mí en qué me interesa? Pues tú serás igualmente llevado a los cielos, porque tu cuerpo es de la misma naturaleza que el cuerpo de Jesucristo. Tu cuerpo, pues, será tan ágil, que podrá atravesar los espacios; porque así como la cabeza, es el cuerpo; como el principio, así el fin. Véase cómo fuimos honrados por este principio. El hombre era la clase más ínfima de las creaturas racionales, pero los pies se hicieron semejantes a la cabeza, fueron encumbrados en una torre real por virtud de Jesucristo, su cabeza.
Pero dirás: ¿a mí en qué me interesa? Pues tú serás igualmente llevado a los cielos, porque tu cuerpo es de la misma naturaleza que el cuerpo de Jesucristo. Tu cuerpo, pues, será tan ágil, que podrá atravesar los espacios; porque así como la cabeza, es el cuerpo; como el principio, así el fin. Véase cómo fuimos honrados por este principio. El hombre era la clase más ínfima de las creaturas racionales, pero los pies se hicieron semejantes a la cabeza, fueron encumbrados en una torre real por virtud de Jesucristo, su cabeza.
Beda
Habiendo subido el Señor a los cielos y habiendo adorado sus discípulos el último lugar que pisaron sus pies, volvieron apresuradamente a Jerusalén, en donde se les había mandado esperar la promesa del Padre. Prosigue: "Y ellos, después de haberle adorado, se volvieron", etc. Estaban embargados de una grande alegría, porque después del triunfo de la resurrección, habían visto a su Dios y Señor penetrar en los cielos.
Habiendo subido el Señor a los cielos y habiendo adorado sus discípulos el último lugar que pisaron sus pies, volvieron apresuradamente a Jerusalén, en donde se les había mandado esperar la promesa del Padre. Prosigue: "Y ellos, después de haberle adorado, se volvieron", etc. Estaban embargados de una grande alegría, porque después del triunfo de la resurrección, habían visto a su Dios y Señor penetrar en los cielos.
Griego
Y velaban, ayunaban y oraban, porque no descansando en sus propias casas, sino esperando constantemente la gracia de lo alto, estaban siempre en el templo, aprendiendo en él, entre otras virtudes, la piedad y la honestidad. Prosigue: "Y estaban siempre en el templo".
Y velaban, ayunaban y oraban, porque no descansando en sus propias casas, sino esperando constantemente la gracia de lo alto, estaban siempre en el templo, aprendiendo en él, entre otras virtudes, la piedad y la honestidad. Prosigue: "Y estaban siempre en el templo".
Teofilacto
Todavía no había venido el Espíritu Santo y ya hablaban espiritualmente. Al principio estaban encerrados, pero ahora ya no tenían inconveniente en presentarse delante de los príncipes de los sacerdotes, sin preocuparse de las cosas del mundo, antes bien, alababan todos a Dios, desestimando todo esto. Prosigue: "Loando y bendiciendo a Dios. Amén".
Todavía no había venido el Espíritu Santo y ya hablaban espiritualmente. Al principio estaban encerrados, pero ahora ya no tenían inconveniente en presentarse delante de los príncipes de los sacerdotes, sin preocuparse de las cosas del mundo, antes bien, alababan todos a Dios, desestimando todo esto. Prosigue: "Loando y bendiciendo a Dios. Amén".
Beda
Obsérvese que San Lucas se distingue por el toro, entre los cuatro animales del cielo, porque el toro se ofrecía como víctima por los sacerdotes, y en atención a que se ocupó del sacerdocio más que los otros evangelistas. Además empezó su Evangelio por el ministerio sacerdotal de Zacarías en el templo, y lo concluyó con la reunión de los apóstoles en el templo, no ofreciendo sacrificios cruentos, sino como ministros del nuevo sacerdocio, alabando y bendiciendo a Dios, para prepararse así a recibir dignamente la venida del Espíritu Santo.
Obsérvese que San Lucas se distingue por el toro, entre los cuatro animales del cielo, porque el toro se ofrecía como víctima por los sacerdotes, y en atención a que se ocupó del sacerdocio más que los otros evangelistas. Además empezó su Evangelio por el ministerio sacerdotal de Zacarías en el templo, y lo concluyó con la reunión de los apóstoles en el templo, no ofreciendo sacrificios cruentos, sino como ministros del nuevo sacerdocio, alabando y bendiciendo a Dios, para prepararse así a recibir dignamente la venida del Espíritu Santo.
Teófil
Prosigamos imitándolos siempre en una vida santa, alabando y bendiciendo a Dios, de quien es la gloria, la dicha y el poder por los siglos. Amén
Prosigamos imitándolos siempre en una vida santa, alabando y bendiciendo a Dios, de quien es la gloria, la dicha y el poder por los siglos. Amén
miércoles, 13 de mayo de 2015
Festividad de Nuestra Señora de Fátima
Relato tomado del libro FATIMA, autor: Icilio Felici, Edit. San Pablo, 1951 (vigesima cuarta edición 1998) pag. 51-58
Era el día 13 de Mayo, domingo antes de la Ascensión. Lucía, Francisco y Jacinta, después de oír muy de mañanita la Santa Misa, con sus respectivas Familias, según la costumbre escrupulosamente observada en las casa temerosas de DIOS, hacia las 10 reunieron en uno sus rebañitos, como lo hacían con frecuencia, y decidieron tomar el camino de la cuenca, donde los prados estaban en flor y las ovejas podrían abundantemente saciarse con la hierba de los barbechos. El sol brillaba límpido y la campiña exhalaba mil variado perfumes, llegados allá hacia el medio día hora oficial, se regresaron un tanto detrás del ganado, hasta que llegado el medio día verdadero, que todo pastor aprende muy pronto a distinguir en la fas del sol, su reloj infalible, se aprestaron a rezar el acostumbrado rosario y a consumir la colación que, como siempre, habían llevado consigo, para entregarse después a los juegos de costumbre... Aquel día el juego era más atrayente, pues se trataba de construir nada menos que una casa con piedras que Francisco se daba prisa a extraer del terreno o de en medio de los Setos.
Habían puesto manos a la obra con ahínco y pasión, cuando de repente fueron deslumbrados por un rayo que parecía haber surcado el horizonte. Asustados, miraron al cielo: Continuaba serenísimo no había ni siquiera una nube del tamaño de una hilacha de algodón, y el sol más resplandeciente que nunca.
Se miraron el uno al otro, sin saber que decir.
-Pero... ¿De dónde habrá venido?...
Lucía Reflexionaba; no es la primera vez que una tormenta se condensa detrás de una montaña para luego subir y desencadenarse.
- Será mejor volver a casa - dice.
Los primos, más impresionados que ella, aprueban sin reserva, dejan sin amparo la construcción, reúnen el rebaño y ¡Abajo! por la pendiente, empujándose por delante las ovejas. Llegados a media bajada, al pasar junto a una robusta encina -Que todavía existe- viene a deslumbrarles otro rayo más fulgurante que el primero.
Esta vez tiemblan de verdad, de arriba a abajo, y se ponen a espolear al rebaño para que no se retrase.
Pero he aquí que, al llegar al fondo de la cuenca se ven obligados a retenerse mudos y atónitos. Delante de ellos, a dos pasos de distancia, sobre una mata de carrasca verde de poco más de un metro de alto, esta una juvenil señora, sublimemente hermosa, mas resplandeciente que el sol, la cual, con ademán lleno de gracia y una voz de sobremanera cariñosa, les dice:
-No tengáis miedo, no quiero haceros daño alguno.Los niños la contemplaban estáticos, arrebatados.
¡Miran!... Aparenta tener 15 a 18 años. El vestido, blanco como la nieve, sujeto al cuello con un cordón de oro le baja hasta los pies, que rosa apenas las hojas de la carrasca. Un manto todo bordado en oro le cubre la cabeza y todo el cuerpo. Las manos están juntas delante del pecho en actitud de orar, de ellas cuelga un Rosario de cuentas blancas como perlas, terminando en una pequeña cruz de plata bruñida. El rostro de rasgos purísimos e indeciblemente delicados, esta rodeado por una aureola de sol, pero parece velado por una sombra de tristeza.
Jacinta y Francisco están inmóviles, sin pestañear; Lucía cobra ánimos y se decide preguntar:
-¿De qué país es usted?-
Hay en la pregunta toda la confusión y toda la sencillez de la pastorcilla fascinada.
-Mi país es el cielo- responde la dulce Señora.
-¿Y qué quiere Usted de mi?
-He venido a pediros que os lleguéis aquí, a esta misma hora, el día 13 de cada mes, durante seis veces consecutivas, hasta octubre. En octubre os diré quien soy qué es lo que quiero de vosotros.
Durante unos momentos Lucía calló; acaso resonaron en su mente las palabras del Ángel: Los santísimos corazones de Jesús y María tiene sobre vosotros designios de misericordia… o es que aquella invitación acabó de desorientarla.
Al cabo de unos instantes, prosiguió animosamente:
-¿Viene Usted del cielo? Y yo, ¿iré al cielo?
-Sí- Respondió la Señora.
Lucía, ingenuamente, se sintió atrevida:
-¿Y Jacinta?
-También
-¿Y Francisco? –Quiere tanto a sus inseparables primitos, que no sabe imaginar un paraíso donde no estén los tres juntos, como allí en el campo, todos los días…
A esta última pregunta los ojos de la celestial aparición se vuelven hacia el niño, lo miran maternalmente pensativos.
-También el- responde la Señora -Pero antes tendrá que rezar muchos rosarios…
Viéndola tan condescendiente, la pastorcilla, como suelen hacer todos los sencillos, vencida su primera timidez, se familiariza con Ella.
Poco tiempo antes han muerto dos jovencitas conocidas suyas. Puesto que la patria de la Señora es el cielo, sabrá cual ha sido su suerte… Y le responde que una está en el cielo y la otra en el purgatorio.
-¿Queréis ofreceros al Señor, prontos a hacer sacrificios y aceptar gustosos todas las penas que El quiere enviaros,, en reparación de muchos pecados con que se ofende a la Divina Majestad, para alcanzar la conversión de los pecadores y en compensación de las blasfemias, y de todas las ofensas hechas al inmaculado Corazón de María?
La invitación, en conjunto, no añade nada nuevo a a invitación del Ángel.
Pero Jacinta y Francisco continúan estáticos y mudos; solamente Lucía responde por todos con vivo entusiasmo:
-¡Si lo queremos!
La aparición da muestras de complacencia, añadiendo luego que muy pronto tendrán que sufrir mucho, pero que la gracia de DIOS les asistirá y confortará siempre. Y al decir esto, extiende las manos… De sus manos abiertas de derrama sobre los videntes un haz de luz misteriosa… Una Luz tan intensa y tan íntima que (son palabras de Lucía), penetrándoles en el pecho hasta lo más íntimo del alma hízoles ver a sí mismos en DIOS con más claridad que nos vemos en el más terso espejo… Es una especie de confirmación, después de la cual la luz divina los llena todos y se apodera de ellos.
Entonces caen los tres de rodillas, misteriosamente impulsados y exclaman:
-¡Oh Santísima Trinidad, yo os adoro!
-DIOS mío, DIOS mío, yo os amo!
Una última recomendación tiene que hacerles la celestial Señora:
Que todos los días, como lo han hecho poco antes, recen el rosario (nota del transcriptor: NO LA TERCERA PARTE SOLAMENTE, NO LOS MISTERIOS LUMINOSOS, sino los quince misterios del Santo Rosario que Nuestra Señora reveló a Santo Domingo) para obtener la paz del mundo.
Después de la cual comienza a elevarse ligera como una pluma… derecha… sin mover los pies… hasta que desaparece en la radiante luz del sol.
¡Dentro de un mes!
¿Volverán los pastorcillos?
Y Ella ¿acudirá?
(nota del transcriptor: La historia sabemos que es verdadera y cierta, ella regresó.)
domingo, 10 de mayo de 2015
QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este quinto y último domingo después de Pascua, vemos en el Evangelio cómo nuestro Señor les dice a sus discípulos, y a nosotros también, que hasta ahora nada se le ha pedido al Padre en su nombre. Ha mostrado la importancia de cómo se ha de implora, es decir, de orar, de rogar, de rezar en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Y hacerlo en el nombre de Jesús es pedir la salvación. Jesús, quiere decir salud, dador, el Salvador; el que da la salud eterna y la salvación. Y por eso dice San Agustín que para pedir en el nombre de Jesús a Dios Padre hay que suplicar en lo concerniente a la salvación de nuestras almas, así se le implora nuestra salvación.
De modo que si le estamos rogando ganar la lotería, ser ricos o famosos o tener éxito, es evidente que esto no nos las va a dar y peor si no nos vamos a salvar sino a condenar por medio de ellas. Cuánta gente es buena sólo cuando vive en la lucha y sufre, pero cuando tiene dinero se corrompe; a cuántas almas pervierte la abundancia, la prosperidad y no solamente las seduce con una mala vida sino también a veces con el simple orgullo de creerse poderosos, más fuertes y así oprimen y no les importa el débil y necesitado, el que llora, el que sufre.
Si vemos, esa es la historia de la humanidad: el que está arriba pisotea al que está abajo, cuando debería ayudarlo; y el inferior cuando asciende no debería vengarse. Eso es lo que sucede aquí en Colombia y en todo el mundo, pero aquí de un modo desastroso, donde no se es superior para mandar bien, para ayudar, para gobernar, sino para oprimir y sacar ventaja; eso es lamentable.
Es una concepción completamente anticatólica de la vida y de la superioridad en cualquier orden que sea. El patrón es el que guía, el que dirige a los otros a su fin, y les ayuda y los sostiene, les da ánimo y trata de algún modo de paliar las dificultades que puedan tener los otros. Lo demás es una concepción falsa de la superioridad, de la autoridad, del mando, del poder, tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella, en la vida social como en la familiar.
Nuestro Señor nos dice que siempre debemos pedir en su nombre, en nombre del Salvador, la redención de nuestras almas y lo que es necesario para que no nos condenemos; no lo que nos puede parecer indispensable, como como pueden serlo algunas comodidades. El sentido de pobreza que hay que tener aunque se sea multimillonario, es de renuncia, de desapego. ¿Por qué creen ustedes que nuestro Señor nació en un pesebre y vivió pobremente? Porque era mucho más perfecto vivir con poco en la renuncia, aun de lo necesario, para que floreciera la virtud. Claro está que Dios no quiere que vivamos en la miseria pero sí en la pobreza o, por lo menos, con sentido de pobreza a lo cual ayuda la limosna. Ésta, que como el agua, apaga el fuego, los pecados o las deudas por ellos.
Si verdaderamente se hiciera caridad estarían más compensados la sociedad y el mundo, no existiría la rapiña y la injusticia hoy legalizada, porque las leyes ya no son católicas, no tienen que ver con la justicia y con la equidad y por eso la falta de virtud en el orden social que genera la injusticia, la iniquidad. El equilibrio está en la virtud, en el servicio y las obras que se hacen por ella; pero como cuesta, entonces no nos gusta. Por ello los santos son quienes han vivido en el heroísmo de la virtud, es decir, en su permanencia, llegando así a la osadía de una vida santa y virtuosa en unión con Dios. No debe ser a ratos solamente cuando comulgamos, queremos ir a Misa, o cuando rezamos el rosario, y después, el resto de las veinticuatro horas del día y de la noche qué, “hacer lo que se me da la gana”; por eso el mundo y los católicos andan como andan, porque no permanecemos en ese espíritu de Dios durante todo el santo día, sino de ratos cuando nos acordamos, y aún así creemos que ya hemos hecho mucho.
Y vemos también que en el evangelio de hoy nuestro Señor no solamente nos enseña a pedir nuestra salvación sino que nos muestra el amor que nos tiene el Padre eterno, a tal punto que no hace falta que le pidamos, le manifestemos nuestras necesidades porque Él, que nos ama, las conoce; pero la condición, el soporte, el fundamento de ese amor es nuestro Señor, “el mismo Padre os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y vine al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre”. Entonces dicen los discípulos que ahora sí les habla claro y no en parábolas, en imágenes, en semejanzas, sino directa y abiertamente. Pero lo que pasa es que a veces es difícil hablar abierta y directamente. Cuántas veces nos pasa eso con el prójimo; entre más clara y abiertamente se hable, peor, hay que ir con rodeos o con una comparación, con una semejanza.
Nuestro Señor es el fundamento del amor del Padre, esto ya nos demuestra que cualquier otro es falso, que no hay amor a Dios que no esté fundamentado en Jesucristo; y ahí claudican todas las creencias y religiones que no se basan en Cristo y que no conservan la doctrina de nuestro Señor Jesucristo. No hay que olvidar ese carácter revelado de nuestra santa religión. No es una doctrina natural que existiría si Dios no se hubiese revelado. Dios se reveló en nuestro Señor como Él es, Uno y Trino, y por eso toda otra creencia, credo o religión transigen, no existen delante de Dios, son inútiles; como ejemplo tenemos el judaísmo, el mahometismo, el budismo, el protestantismo, porque aunque ellos vivan hablando de Cristo no conservan su doctrina sino lo que a ellos les viene en gana; lo mutilan como de hecho los mahometanos hacen, creen en Él pero como lo hacía Arrio: que Cristo es un gran profeta, un gran personaje, pero que no era Dios, que no salió del Padre.
Nos damos cuenta entonces de la importancia de la divinidad de nuestro Señor y de creer en ella, pues allí está el fundamento del amor que nos tiene el Padre y si no, no nos puede amar como a hijos suyos sino como a réprobos, a condenados y eso siempre lo predicó la Iglesia católica, apostólica y romana. Pero hoy no se pregona eso; entonces ¿es que la Iglesia dejó de serlo? O, por lo menos, ¿esos que catequizan en nombre de la Iglesia no son de ella? ¡Claro que no!, son usurpadores, protestantes que se quedan dentro de la Iglesia apoderándose de su nombre, del de Cristo, del de Dios; esa es parte de la gran crisis que hay hoy dentro de la Iglesia, porque el demonio se dio cuenta que hay que atacar desde el interior, ya no desde el exterior.
El gran papa San Pío X al inicio, al alba del siglo XX, dijo en su primera encíclica que el anticristo no tenía otro trabajo que el de nacer. ¿Qué diría cien años después? Porque fue en 1903 y estamos en el 2003, ¿qué manifestaría hoy? Por eso debemos estar prevenidos para cuando llegue ese día, la entronización dentro de la Iglesia del anticristo, que se ha ido preparando y que se está haciendo dentro y fuera de la Iglesia, para que venga y reine usurpando el poder de Cristo.
Los fieles o lo que quede de ellos, porque no todo el que dice “Señor, Señor” es fiel, pero lo que reste, ese pequeño rebaño leal que heroicamente mantendrá la fe cuando toda esa abominación que hoy vemos culmine en el anticristo, debe estar preparado. Los profetas, o los que lo han anunciado, han llegado a hablar para los últimos tiempos incluso de antipapas, es decir, de usurpadores en el trono sacrosanto de San Pedro y eso hay que señalarlo.
Ya desde el siglo XVII, comentadores del Apocalipsis como el venerable beato Holzhauser, hablaban de anti-papas, porque el anticristo no vendrá de golpe. Y desde mucho antes, también Beato de Liévana, del siglo VIII, uno de los grandes glosadores del Apocalipsis cuyo libro quedó perdido y se encontró y es una joya, habla de lo mismo, de la defección del clero bajo la bestia de la tierra en connivencia con la del mar del Apocalipsis. La terrenal, que tiene la apariencia de cordero, simbolizada con los dos cuernos, de Moisés; los dos cuernos de la mitra que representan el Antiguo y el Nuevo Testamento y el poder de Dios; luego es algo que aparenta ser de Dios e incluso su poder, pero que no le sirve, no sirve a la Iglesia.
Y la imagen fuerte de la gran ramera, la religión prostituida, corrompida pero vestida de púrpura y escarlata, todo eso ¿qué es?, ¿literatura? Es mucho más que eso. Es una profecía apocalíptica para los últimos tiempos de la Iglesia, antes del advenimiento de nuestro Señor en gloria y majestad, cuando venga a destruir toda esa usurpación de Satanás, de los infiernos, dentro de la Iglesia.
Hay que estar apercibidos si es que nos toca estar vivos, para salvar nuestras almas, para pedir en el nombre de nuestro Señor, porque yo no puedo hacerlo en el nombre de Cristo, de nuestro Señor, la salvación en el ecumenismo igualando a todas las creencias y religiones que niegan la exclusividad de la Iglesia católica apostólica y romana, que proclaman la libertad de cultos y de creencias en el corazón endiosado del hombre moderno. Todas estas son herejías, una detrás de otra; todo eso camina hacia la apostasía y eso hay que decirlo, es mi deber, para que roguemos por la salvación de nuestras almas y para que sigamos creyendo en la divinidad de nuestro Señor, en la de su santa Iglesia y no en la prostitución de la jerarquía de hoy, que la tiene sumida, sumergida, en esta espantosa y abominable crisis.
Duele decirlo, pero hay que hacerlo, que el cardenal Castrillón, se deje de hacer el payaso diciendo la Misa tridentina. Ayer dice la tridentina, y hoy ¿cuál? ¡La moderna! Como una mala mujer que va con el que mejor le pague hoy para irse mañana con el otro; ¿esa es la religión católica? Que deje esa payasada circense que no hace más que convertir la Iglesia en el Panteón donde anidaba en cada rincón un altar para el dios de cada uno y dentro de él nos quieren meter hoy. Que gente como el padre Aulagnier, que durante tantos años ha sido Superior de Francia, ahora se desvíe hablando de pluralismo litúrgico, diga estupideces, hable de la catolización de la nueva misa que es protestantizante, y eso que es uno de los más antiguos de la Fraternidad; ¿a dónde nos quiere llevar?
Y digo el padre Aulagnier porque si nadie en la Fraternidad va a alzar la voz lo haré yo, pero primero espero que lo haga la autoridad de la Fraternidad, que lo hagan los obispos, pero si no lo hacen, me tocará a mí. Porque no puede ser que uno de entre los primeros miembros y brazo derecho de monseñor Lefebvre haga también esa estupidez, esa claudicación y que haya alabado sin transigir ese desistimiento de los padres de Campos, para que entraran al panteón del pluralismo religioso, que digan la Misa de San Pío V en medio de las otras religiones, en medio de la reforma litúrgica, que es revolucionaria.
No queda más que la santa intransigencia de la verdad y donde no la haya, es una posición exclusiva, es un solo punto el que me da la verticalidad, ya lo demás no lo es; no hay otra alternativa, lo único que resta es mantenernos en esa santa inflexibilidad, y el que no lo entienda, claudicará tarde o temprano. Sometimiento que será uno tras otro, lo malo es que no se la advierta por miedo de asustar a los fieles. La verdad no asusta, salva, porque si nos atemoriza, es para nuestra salvación si respondemos a ella. Es un deber para mí el hacerlo y el decirlo, para que ustedes aprendan a defenderse, porque no se sabe hasta cuándo nos sea permitido tener la libertad de predicar, de decir la Santa Misa y de que los fieles tengan el apoyo de los sacerdotes. Y, ¿qué irá a pasar si los creyentes en esa soledad del desierto no han aprendido y no se les ha enseñado a defenderse para que así salven sus almas?
Pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, que guardemos estas cosas y las meditemos y las tengamos presentes. No nos olvidemos de pedir siempre en el nombre de nuestro Señor, en el de Jesús, la salvación de nuestras almas, ya que el fundamento de nuestra salvación es la divinidad de nuestro Señor y en esa aceptación tenemos la garantía del amor del Padre eterno. ¿Qué más queremos? Ya tenemos la seguridad de nuestra salvación, pero está basada en nuestro Señor y por eso es importante tenerlo presente y por eso la exclusión de todo lo que no sea Cristo Redentor.
Pidamos, pues, a nuestro Señor, mantener viva esa llama de la fe, aunque nos toque estar solos. Pero que se conserve así en nuestro corazón para por lo menos salvarnos nosotros si es que no podemos lograr socorrer a los demás. +
P.BASILIO MERAMO
25 de mayo de 2003
25 de mayo de 2003
domingo, 3 de mayo de 2015
La Invención de la Santa Cruz
Nota aclaratoria: Es importante aclarar la palabra Invención, que tiene su etimología en Vento (viento) In.. Vento, poner al viento, esto porque algunos protestantes, herejes y ateos, piensan que la Santa Cruz es un "invento moderno" de la Santa Madre Iglesia, que nada tiene que ver con poner al viento o exponer a la Santa Cruz. No por nada DIOS le permitió a Santa Elena, encontrar su Vera Cruz, y el antiguo Imperio Romano, se convirtió al Catolicismo con Constantino el grande.
Directorio de la misa:
1.- Doble de 2a clase, Rojo OCM.
2.- En el Canon, inclinar la cabeza el nombrar a San Alejandro.
3.- Si es hoy Domingo, la misa será de la CRUZ. La 2a Oración etc, serán del domingo recurrente si 3a oración.
4.- Se hellarán notas sobre el tiempo pascual.
Tomado del MISAL DIARIO COMPLETO por el P. Luis Ribera CMF, España 1954:
En la excavación ordenada por Santa Elena, madre del emperador Constantino, para el hallazgo de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, aparecieron tres cruces. Conociose cual era la del Salvador por haber curado repentinamente, a su contacto, a una mujer gravemente enferma. Partecitas de esa Cruz se veneran en muchos sitios en un relicario llamado Vera-Cruz
Epístola del día de Ramos: De San Pablo a los Filipenses, 2, 5-11.-
Hermanos: Habéis de tener en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Nuestro Señor Jesucristo en el suyo, el cual, teniendo la Naturaleza de DIOS, no fue por usurpación, sino por esencia, al ser igual a DIOS: Y, no obstante se anonadó tomando la forma de siervo, hecho semejante a los demás hombres y reducido a la condición de hombre. Se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual también DIOS le ensalzó y le dio nombre superior a todo hombre (aquí se hinca la rodilla); a fin de que al nombre de JESÚS se doble toda rodilla en el Cielo, en la tierra y en los Infiernos: y toda lengua confiese que JESUCRISTO ES EL SEÑOR encumbrado a la gloria de DIOS padre.
Hermanos: Habéis de tener en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Nuestro Señor Jesucristo en el suyo, el cual, teniendo la Naturaleza de DIOS, no fue por usurpación, sino por esencia, al ser igual a DIOS: Y, no obstante se anonadó tomando la forma de siervo, hecho semejante a los demás hombres y reducido a la condición de hombre. Se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual también DIOS le ensalzó y le dio nombre superior a todo hombre (aquí se hinca la rodilla); a fin de que al nombre de JESÚS se doble toda rodilla en el Cielo, en la tierra y en los Infiernos: y toda lengua confiese que JESUCRISTO ES EL SEÑOR encumbrado a la gloria de DIOS padre.
+ Evangelio según San Juan 3, 1-15.-
Había un hombre de la secta de los fariseos llamado Nicodemo, varón principal entre los judíos, el cual fue de noche a Nuestro Señor Jesucristo, y le dijo: Maestro: nosotros conocemos que eres un maestro enviado de DIOS; porque ninguno puede hacer los milagros que Tú haces, a no tener a DIOS consigo. Respondióle Nuestro Señor Jesucristo: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de DIOS. Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Puede, acaso, volver otra vez al seno de su madre para renacer? En verdad, en verdad te digo, respondió Nuestro Señor, que quien no renaciere por el bautismo del agua y la gracia del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de DIOS. Lo que ha nacido de la carne, carne es; más lo que ha nacido del espíritu, es espíritu )o espiritual. Por tanto, no extrañes que te haya dicho: Os es preciso nacer otra vez. El viento sopla donde quiere, y tú oyes su sonido, mas no sabes de dónde sale y a dónde va: eso mismo sucede al que nace del espíritu.
Preguntóle Nicodemo: ¿Cómo puede hacerse esto¡ Respondióle Nuestro Señor: ¿ Y tú eres Maestro en Israel y no entiendes estas cosas? En verdad, en verdad que nosotros no hablamos sino lo que sabemos bien, y no atestiguamos sino lo que hemos visto; y vosotros, con todo, no admitís nuestro testimonio. Si os he hablado cosas de la tierra, y no me creéis, ¿Cómo me creeréis si os hablo de las cosas del Cielo? Ello es así que nadie subió al cielo, sino aquel que ha descendido del cielo. a saber: El hijo del Hombre, que está en el cielo. Al modo que Moisés en el desierto levantó en alto la serpiente de bronce, así también es menester que el hijo del hombre sea levantado en alto, para que todo aquel que crea en Él no perezca, sino que logre la vida eterna.
-Laus tibi Christe.
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