San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 29 de junio de 2014

FIESTA DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Hoy conmemoramos la fiesta de San Pedro y San Pablo. El martirio de San Pedro y de San Pablo en Roma el mismo día. ¡Qué pérdida tan grande para la Iglesia!

Perder a San Pedro, el primer Papa, sobre quien nuestro Señor funda la Iglesia, no por la persona privada de Pedro que era Simón hijo de Jonás Barjona sino por Petrus, cambiándole el nombre como piedra fundamental de ella, por haber confesado la divinidad de nuestro Señor Jesucristo.

Es por esta confesión que Pedro es piedra y fundamento de la Iglesia; de ahí la necesidad de la confesión, de él no solamente como sumo pontífice con poder de atar y desatar en la tierra, sino también de todos nosotros como hijos de la Iglesia, la profesión de la fe. Y de fe sobrenatural, porque la misma profesión materialmente también la hizo Natanael, exacta, idénticamente y sin embargo, no fue sobre él sino sobre Pedro. ¿Por qué? Porque Natanael lo hizo como una deducción de orden natural, como hijo adoptivo de Dios, pero no como el hijo de Dios, pues la confesión materialmente fue la misma. La una era por revelación de Dios, por vía divina, que fue la de Pedro, “eso no te lo ha revelado hombre ni carne alguna, sino mi Padre que está en los cielos”. Mientras que a Natanael se lo reveló su propio ingenio, su propia deducción, naturalmente, no sobrenaturalmente, lo cual nos muestra que aun con la misma o parecidas fórmulas, si no es por el medio sobrenatural de la fe, no tiene el mismo valor.

En el mismo día, San Pedro, cabeza de la Iglesia, fundamento de la Iglesia, muere. Sí, muere el primer Papa, y el gran apóstol de los gentiles, que no era uno de los doce. En realidad apóstoles hubo trece, no doce, de los cuales uno fue un traidor y San Pablo, que fue el último, se convirtió, por así decirlo, en el primero, el primer apóstol de los gentiles, de las naciones, el gran perseguidor convertido en gran predicador. Y estas dos eminencias de la Iglesia naciente sucumben, mueren dando testimonio de nuestro Señor el mismo día. Cuánta consternación no habría en la Iglesia, en la misma Roma, en los fieles, al ver que estos dos pilares morían el mismo día, y sin embargo, ellos sabían que “... las puertas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia”. ¿Qué quiere decir eso? Que a pesar de las persecuciones, por atroces, crueles y sangrientas que sean, siempre quedará al fin y al cabo, vencedora la Iglesia. Y es por eso que la fe de aquellos fieles crecía en esa hora de prueba, del martirio de estos dos egregios personajes cuya fiesta celebramos hoy. San Pedro fue sepultado en la Colina Vaticana cerca del circo de Nerón y San Pablo fue sepultado cerca de donde fue decapitado en la vía Ostiense y el lugar es justamente donde se encuentra la Iglesia dedicada al apóstol. 

En este mismo día tradicionalmente se llevan a cabo las ordenaciones sacerdotales en Ecône, en el seminario de Suiza. Digo normalmente porque algunas veces si cae domingo, por razones de apostolado, se adelanta para poder permitir que todos los fieles puedan asistir juntos con los sacerdotes a esas ordenaciones. Hoy hubo ordenaciones en Ecône, con lo cual también debemos tenerlo presente para unirnos de todo corazón, ya que es la misma Fraternidad. Estar unidos en el mismo espíritu y en la misma fe que defendemos, la misma fe por la que murieron San Pedro y San Pablo. Los ornamentos rojos significan la sangre derramada de los mártires, que son los testigos de nuestro Señor Jesucristo en la fe y que por Él mueren dando testimonio.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a guardar ese testimonio de la fe y que podamos perseverar en la fe de la Iglesia, en esa fe de San Pedro, en esa fe de San Pablo, esa fe que está siendo adulterada, tergiversada, diluida como hoy se diluye todo, incluso la fe, se cambia todo. Los productos hoy día sufren una transformación en su sustancia y todo es “light”; lo mismo acontece con la fe, se la adultera en su sustancia convirtiéndola en una religión “light”. Eso no puede ser; de ahí la necesidad de recordar los principios, el fundamento, no olvidar que la Iglesia se fundamenta sobre la fe y los sacramentos, que son la base, el sostén y de allí la confesión de Pedro, por la que es elegido y se convierte en el primer Papa. Y todos los Papas que le sucedieron en su gran mayoría fueron mártires en la Iglesia primitiva y todos santos sin interrupción hasta la condena de San Atanasio por Liberio. Este fue el primer Papa no santo por condenar injustamente al gran paladín de la fe, paladín del concilio de Nicea, que nos dejó en el Credo o símbolo Atanasiano lo esencial de la fe, que debemos recordar y tener presente para no sucumbir hoy ante el ecumenismo que destruye y socava nuestra fe, la fe de la Iglesia Católica, por la cual murieron San Pedro y San Pablo y todos los mártires que hoy están en el cielo.

Y quién sabe si nos corresponda también a nosotros morir por lo mismo, si así Dios lo quiere, porque se avecinan tiempos cada vez más difíciles, tiempos eminentemente apocalípticos, de eso no hay duda. Quien dude de esto, está verdaderamente fuera del contexto histórico y religioso de la historia de la Iglesia y de los acontecimientos profetizados por las Sagradas Escrituras, por Dios mismo. Pidamos pues a nuestra Señora que nos fortifique, que nos mantenga unidos en la misma y única profesión de fe, la fe de la Iglesia católica, apostólica y romana fuera de la cual no hay salvación. Que este sea el propósito, que ese sea el ejemplo que nos den los mártires en esta fiesta de San Pedro y San Pablo, dos pilares de la Iglesia primitiva que han derramado su sangre por proclamar su fe. + 

P.BASILIO MERAMO
   
29 de junio de 2001



TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
La Iglesia nos propone en el Evangelio de este día la misericordia de Dios. Nuestro Señor aprovecha la presencia de los escribas y los fariseos que, como letrados, son los más celosos religiosos del pueblo de Israel; estos murmuran por ver que la gente común y corriente, los pecadores y los publicanos, se acercan a nuestro Señor, que no era ningún príncipe remilgado, ningún señorito bonito que no permitiera a la gente más humilde acercarse a Él; esto era inadmisible para esta elite religiosa cuyo pecado de soberbia llegaba al punto de despreciar al pueblo y a todos los demás creyéndose únicos y privilegiados, buenos, santos. Nuestro Señor entonces aprovecha para hacerles ver que es otra la idea que se debe tener de Él, quien ha venido por los pecadores, o sea por absolutamente todos.

A excepción de nuestra Señora la Inmaculada, únicamente Ella, por una gracia especialísima que la preservó de la corrupción de todo yerro, el resto, todo hombre que viene a este mundo, es un pecador. Por eso viene Dios, para remediar el pecado, el mal y toda la miseria que conlleva. Somos débiles, una raza deteriorada después de la caída de nuestros primeros padres, quienes fueron creados en estado de perfección. Pero después del pecado nacemos ya con el lastre que se va acrecentando a través y en el transcurso del tiempo por la suma de todas las faltas.

El peligro del naturalismo consiste precisamente en olvidar, como lo hace Rousseau, al decir que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe. El hombre nace malo a raíz del pecado original y por eso un niño que no tiene uso de razón se inclina a lo malo; ven sus padres que toma las cosas sin permiso, dice mentiras y todavía no es capaz de pecar porque aún no tiene suficiente juicio; ese capricho que vemos es a causa del pecado original, mal que queda aun después del bautismo, afectando nuestro cuerpo y nuestra carne. Esto explica que el hombre no nace bueno ni es la sociedad la que lo corrompe, porque si fuera bueno la sociedad lo sería también y ésta no es buena porque el hombre no lo es, y no somos buenos porque no luchamos contra nuestras malas inclinaciones y pasiones.

Nuestro Señor muestra en estas dos parábolas lo que Él viene a hacer: buscar la oveja descarriada, la perdida, dejando al resto, y esta oveja somos todos nosotros. Que hay mucha más alegría en el cielo por un pecador que hace penitencia, que por noventa y nueve justos, nos muestra la misericordia de Dios. Misericordia que no es más que el amor sobre las miserias nuestras ya que normalmente se ama lo bello, lo bueno, lo puro, lo perfecto; y, ¿cómo va a amar Dios en nosotros esa belleza, esa pureza que no tenemos? Es entonces un amor que reposa sobre las desdichas humanas. Dios hace todo lo posible por buscarnos, por encontrar al pecador para que se convierta y se arrepienta. Pero ¡ay, si no nos arrepentimos! Se torna en un drama porque Dios ya no puede seguir siendo misericordioso, no nos puede seguir amando y cuando en la hora de la muerte le rechacemos, ese es el estado de las almas que se condenan eternamente en el infierno.

Dios hace todo durante la vida que tengamos pero ¡ay de aquel que no corresponda!, porque ya Dios no puede hacer más, con todo su poder infinito no puede obligar a que un alma le ame si ella no quiere. Ese es el precio de la libertad, tanto humana como la de los ángeles.

Hoy se pregona la libertad para todo menos para recordar que ese albedrío en primer lugar lo tenemos para corresponder voluntariamente al amor divino que Dios nos tiene. De ahí se desprende todo lo demás; dice San Agustín: “Ama a Dios y haz lo que quieras”, porque ya no puede hacer otra cosa sino corresponder con ese amor a Dios. Y no el amor que el mundo entiende como tal, por libertad; esa es una concepción pagana y antinatural, desenfreno para los hombres de vestir como mujeres, con aretes y colas y las mujeres vestidas como hombres, comportándose como ellos. No sigo enumerando, pero cada uno podrá incrementar la lista. No es para eso la libertad, para nuestros caprichos ni para nuestros egoísmos sino para corresponder al amor de Dios y encaminar todos los actos de la vida a esa correspondencia del amor divino y más aún, cuando Él se ha Encarnado y muere en la Cruz. Lo terrible es no darnos cuenta de ello.

Pero más espantoso todavía es no recordar al mundo de hoy en su impiedad, el eterno castigo justamente merecido por no amar a Dios, porque Él no puede obligar al alma a que le ame. Lo mismo que un hombre no puede obligar a una mujer a que lo quiera, porque eso no es posible, pues mucho más imposible es que Dios nos fuerce, porque incluso un hombre puede engañar y seducir a una mujer insistiendo para lograr al fin y al cabo una respuesta según sus deseos, pero Dios no puede valerse de esas argucias porque respeta infinitamente esa decisión libre de su criatura, y el amor solamente con amor se paga.

Esa es la gravedad de conculcar y profanar y no corresponder al amor divino, a la misericordia que Dios y nuestro Señor Jesucristo nos tienen. Por lo mismo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente. Tenemos el ejemplo de la Magdalena, quien después de ser una gran pecadora, De tener cinco maridos sin ser ninguno de ellos el verdadero, llega a ser una gran santa, porque después de arrepentida vivió como una verdadera anacoreta, en una cueva, haciendo sacrificio y penitencia. María Egipciaca que desde los catorce años aproximadamente se prostituyó no por necesidad sino por placer y ya arrepentida se retiró al desierto, y quien poco antes de morir fue descubierta, cuenta su vida y pide la comunión al santo que la encontró, para morir santamente después de una vida de pecado, purificándose durante más de cuarenta años en la soledad y aridez del desierto.

Ejemplos extremos que nos sirven para saber que, por muy pecador, lo grave no es el haber pecado sino el no arrepentirse; eso es mucho más grave. Dios nos invita a la contrición para que nos salvemos. Esa es la idea de las dos parábolas y por eso hay que insistir, para que sea mucho más fuerte la misericordia del amor divino que la obstinación en el pecado cuando no nos queremos arrepentir del mal hecho. Esa es la esperanza que debemos tener porque muchos en su yerro desesperan temiendo que Dios no les conceda el perdón y es un gran error, porque nuestro Señor se muestra misericordioso y dispuesto siempre a perdonar. Nadie desespere por grave y bajo que haya caído, porque Dios no lo rechaza, ni lo detesta ni lo aleja, todo lo contrario, lo va a recibir. Eso era lo que pensaban los escribas y fariseos, que los pecadores no tenían acceso a Dios; pues todo lo contrario nos demuestra nuestro Señor.

Pidamos a la Santísima Virgen María, a la Inmaculada, que nos ayude a comprender estas cosas y tengamos siempre la esperanza en la misericordia de Dios. +

PADRE BASILIO MÉRAMO
9 de junio de 2002



viernes, 27 de junio de 2014

FIESTA DEL SAGRADO CORAZON DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


Nuestro Señor JesuCristo hizo a Santa Margarita María de Alacoque las siguientes promesas para todos los devotos de su Sagrado corazón:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
2. Daré paz a sus familias.
3. Los consolaré en todas sus aflicciones.
4. Seré su amparo y refugio seguro durante su vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus obras que redunden en mi mayor gloria.
6. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.
7. Las almas tibias se harán fervorosas.
8. Las almas fervorosas se elevarán con rapidez a gran perfección.
9. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los pecadores más endurecidos.
10. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás serán borrados de él.
12. Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso otorgará a cuantos comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán privados de mi gracia ni de recibir los sacramentos, pues mi divino Corazón se convertirá para ellos en seguro asilo en aquella hora postrera.

¿Dónde inicia la devoción al Corazón de Cristo? La devoción al Corazón de Cristo comienza la tarde del Viernes Santo, en ese momento de la vida del Señor de plena pasión cuando Juan, el discípulo amado, María, la Madre de Jesús y María Magdalena la pecadora arrepentida, contemplan a Cristo crucificado, y con sus ojos ven como un soldado, una vez que Cristo ha muerto, con una lanza le abre el costado y detrás de este costado se deja ver el Corazón del Señor. La lanzada no fue un sufrimiento más, Jesús tuvo muchos sufrimientos en su pasión, ya estaba muerto cuando el soldado le atravesó el costado. Es un signo profundo, es cómo el Padre quiere que quede para siempre Jesucristo: con su costado, con su Corazón abierto de par en par. Cristo, ya muerto, es rasgado en su Corazón que tanto ha amado, y que tanto ha sufrido. Y queda así, con el Corazón abierto para toda la eternidad. Juan contempla al nuevo Adán dormido en la Cruz, y de cuyo costado abierto brota agua y sangre, es decir brota la Iglesia, su esposa, la nueva Eva. Por eso Jesús es el nuevo Adán y nosotros, somos la nueva Eva, porque el agua significa el bautismo, por el cual entramos en la Iglesia, y la Sangre simboliza la Eucaristía, la plenitud de vida en ella.

En la escritura se hace referencia al Corazón como la interioridad de Jesús. Hablar del Corazón de Jesús desde la Sagrada Escritura, en pocas palabras, es afirmar en Jesús, Dios nos ama con un Corazón de carne. La Sagrada Escritura nos ayuda a comprender que la devoción al Corazón de Cristo no es ninguna ideología, sino una experiencia de amistad.

Después de la Sagrada Escritura, llegan los Santos Padres, los grandes escritores de la antigüedad. También en ello aparece la devoción al Corazón de Cristo. Los Santos Padres han puesto su mirada, en el costado abierto de Cristo en la Cruz y del costado han llegado a la intimidad del Señor. El Corazón simboliza lo más íntimo, lo más profundo del ser de la persona y han visto como de este costado abierto de Cristo en la Cruz ha nacido la Iglesia. No ha pasado desapercibido a los Santos Padres el costado abierto del Señor con un Corazón redentor, es decir, las entrañas de misericordia de Jesús que se entrega sin reservas para que todos lo hombres descubran al Dios verdadero que es amor y tengan vida y vida en abundancia.

Después de los Santos Padres a lo largo de la historia de la santidad de la Iglesia, muchos Santos han sido tocados por la gracia para profundizar una dimensión muy cercana a nuestra espiritualidad: la humanidad de Cristo. Llegamos así a Santa Margarita María Alacoque, que es una figura clave del siglo XVII en la devoción al Corazón de Cristo en su etapa moderna. A ella el Corazón de Cristo le reveló como su amor redentor arde hacia todos los hombres. Durante la adoración eucarística contempló como Jesús le mostró ese Corazón que tanto ha amado a los hombres y que en recompensa es despreciado. Desde que ella tuvo estas revelaciones, estas gracias especiales, se difundió por toda Iglesia el culto y la devoción al Sagrado Corazón, en sus expresiones de Consagración y Reparación.



¿Y qué dice el Magisterio? El Magisterio son las enseñanzas de la Iglesia, de los Concilios y de los Papas: Recordamos al Papa León XIII que consagró al mundo a este Corazón humano de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.


Después Pío XI, 1928, escribió la Encíclica “Miserentisimus Redentor”, sobre la devoción al Corazón del Señor, llamando a los hombres a tomarse en serio este amor, porque ahí está la esperanza y la salvación del Mundo y la fuerza capaz de frenar la violencia y el mal que reinaban durante esos años en Europa y en todo el mundo.


Años más tarde, después del horror de las guerras mundiales, Pío XII escribió la Encíclica más importante “Ahurietis Aquas” en la que se habla de la verdadera devoción al Corazón de Cristo, de lo sustantivo de esta devoción, que es lo que va mas allá de las culturas y de los tiempos, y de lo adjetivo, que puede irse modificando según las circunstancias. Es una Encíclica llena de esperaza que ayuda a recuperar el sentido de la vida.

Santa Margarita María Alacoque

Toda la vida de Margarita María es una filigrana del amor de Dios, que la eligió como discípula predilecta de su Corazón, y no obstante ese amor, no la eximió del sufrimiento, sino que como a su Hijo único, quiso asociarla a su pasión hasta configurarla con Él y hacerla viva imagen suya. Por eso, su trayectoria vital está entramada de gozos y a la vez, de incomprensiones, obstáculos y dificultades de todo tipo.

Margarita nació el 22 de julio de 1647 en el pequeño pueblo de Lautecour en Francia. Su padre Claudio Alacoque, juez y notario. La mamá Filiberta Lamyn. Los hijos son cinco. La menor es Margarita. El párroco, Antonio Alacoque, tío suyo, la bautizó a los tres días de nacida. Ella dice en su autobiografía que desde pequeña le concedió Dios que Jesucristo fuera el único dueño de su corazón. Y le concedió otro gran favor: un gran horror al pecado, de manera que aun la más pequeña falta le resultaba insoportable.

Dice que siendo todavía una niña, a la edad de 5 años, un día en la elevación de la Santa Hostia en la Misa le hizo a Dios la promesa de mantenerse siempre pura y casta. Voto de castidad.
Aprendió a rezar el rosario y lo recitaba con especial fervor cada día y la Virgen Santísima le correspondió librándola de muchos peligros.

La llevaron al colegio de las Clarisas y a los nueve años hace La Primera Comunión. Dice "Desde ese día el buen Dios me concedió tanta amargura en los placeres mundanos, que aunque como jovencita inexperta que era a veces los buscaba, me resultaban muy amargos y desagradables. En cambio encontraba un gusto especial en la oración".

Vino una enfermedad que la tuvo paralizada por varios años. Pero al fin se le ocurrió consagrarse a la Virgen Santísima y ofrecerle propagar su devoción, y poco después Nuestra Señora le concedió la salud.

Era muy joven cuando quedó huérfana de padre, y entonces la mamá de Don Claudio Alacoque y dos hermanas de él, se vinieron a la casa y se apoderaron de todo y la mamá de Margarita y sus cinco niños se quedaron como esclavizados. Todo estaba bajo llave y sin el permiso de las tres mandonas mujeres no salía nadie de la casa. Así que a Margarita no le permitían ni siquiera salir entre semana a la iglesia. Ella se retiraba a un rincón y allí rezaba y lloraba. La regañaban continuamente.

En medio de tantas penas le pareció que Nuestro Señor le decía que deseaba que ella imitara lo mejor posible en la vida de dolor al Divino Maestro que tan grandes penas y dolores sufrió en su Pasión y muerte. En adelante a ella no sólo no le disgusta que le lleguen penas y dolores sino que acepta todo esto con el mayor gusto por asemejarse lo mejor posible a Cristo sufriente.

Lo que más la hacía sufrir era ver cuán mal y duramente trataban a su propia madre. Pero le insistía en que ofrecieran todo esto por amor de Dios. Una vez la mamá se enfermó tan gravemente de erisipela que el médico diagnosticó que aquella enfermedad ya no tenía curación. Margarita se fue entonces a asistir a una Santa Misa por la salud de la enferma y al volver encontró que la mamá había empezado a curar de manera admirable e inexplicable.

Lo que más le atraía era el Sagrario donde está Jesús Sacramentado en la Sagrada Hostia. Cuando iba al templo siempre se colocaba lo más cercana posible al altar, porque sentía un amor inmenso hacia Jesús Eucaristía y quería hablarle y escucharle.

A los 18 años por deseo de sus familiares empezó a arreglarse esmeradamente y a frecuentar amistades y fiestas sociales con jóvenes. Pero estos pasatiempos mundanales le dejaban en el alma una profunda tristeza. Su corazón deseaba dedicarse a la oración y a la soledad. Pero la familia le prohibía todo esto.

El demonio le traía la tentación de que si se iba de religiosa no sería capaz de perseverar y tendría que devolverse a su casa con vergüenza y desprestigio. Rezó a la Virgen María y Ella le alejó este engaño y tentación y la convenció de que siempre la ayudaría y defendería.

Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía: "Soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo tendrás tristeza y amargura". Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que costara.
En el año 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación, fundada por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-le=Monial. Una de sus compañeras de noviciado dejó escrito: "Margarita dio muy buen ejemplo a las hermanas por su caridad; jamás dijo una sola palabra que pudiera molestar a alguna, y demostraba una gran paciencia al soportar las duras reprimendas y humillaciones que recibía frecuentemente".

La pusieron de ayudante de una hermana que era muy fuerte de carácter y ésta se desesperaba al ver que Margarita era tan tranquila y callada. La superiora empleaba métodos duros y violentos que hacían sufrir fuertemente a la joven religiosa, pero esta nunca daba la menor muestra de estar disgustada. Con esto la estaba preparando Nuestro Señor para que se hiciera digna de las revelaciones que iba a recibir.

El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento del altar, en recuerdo de las tres horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní.

De pronto se abrió el sagrario donde están las hostias consagradas y apareció Jesucristo como lo vemos en algunos cuadros que ahora tenemos en las casas. Sobre el manto su Sagrado Corazón, rodeado de llamas y con una corona de espinas encima, y una herida. Jesús señalando su corazón con la mano le dijo: "He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme". Nuestro Señor le recomendó que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús porque el mundo es muy frío en amor hacia Dios y es necesario enfervorizar a las personas por este amor.

Durante 18 meses el Corazón de Jesús se le fue apareciendo. Le pidió que se celebrara la Fiesta del Sagrado Corazón cada año el Viernes de la semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus).

El Corazón de Jesús le hizo a Santa Margarita unas promesas maravillosas para los que practiquen esta hermosa devoción. Por ejemplo "Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón. Daré paz a las familias. A los pecadores los volveré buenos y a los que ya son buenos los volveré santos. Asistiré en la hora de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen", etc.

Margarita le decía al Sagrado Corazón: "¿Por qué no elige a otra que sea santa, para que propague estos mensajes tan importantes? Yo soy demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios". Jesús le dijo: "Te he escogido a ti que eres un abismo de miserias, para que aparezca más mi poder. Y en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una chispita del amor de mi Corazón". Y le envió una chispa de la llama que ardía sobre su Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor grandísimo hacia Dios y era tal el calor que le producía su corazón que en pleno invierno, a varios grados bajo cero, tenía que abrir la ventana de su habitación porque sentía que se iba a quemar con tan grande llama de amor a Dios que sentía en su corazón

Nuestro Señor le decía: "No hagas nada sin permiso de las superioras. El demonio no tiene poder contra las que son obedientes".

Margarita enfermó gravemente. La superiora le dijo: "Creeré que sí son ciertas las apariciones de que habla, si el Corazón de Jesús le concede la curación". Ella le pidió al Sagrado Corazón que la curara y sanó inmediatamente. Desde ese día su superiora creyó que sí en verdad se le aparecía Nuestro Señor.

Dios permitió que enviaran de capellán al convento de Margarita a San Claudio de la Colombiere y este hombre de Dios que era jesuita, obtuvo que en la Compañía de Jesús fuera aceptada la devoción al Corazón de Jesús. Desde entonces los jesuitas la han propagado por todo el mundo.
Margarita fue nombrada Maestra de novicias. Enseñó a las novicias la devoción al Sagrado Corazón (que consiste en imitar a Jesús en su bondad y humildad y en confiar inmensamente en Él, en ofrecer oraciones y sufrimientos y misas y comuniones para desagraviarlo, y en honrar su santa imagen) y aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad. Luego enseñó a su hermano (comerciante) esta devoción y el hombre hizo admirables progresos en santidad. Los jesuitas empezaron a comprobar que en las casas donde se practicaba la devoción al Corazón de Jesús las personas se volvían mucho más fervorosas.

El Corazón de Jesús le dijo: "Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí".
Antes de morir obtuvo que en su comunidad se celebrara por primera vez la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

El 17 de octubre de 1690 murió llena de alegría porque podía ir a estar para siempre en el cielo al lado de su amadísimo Señor Jesús, cuyo Corazón había enseñado ella a amar tanto en este mundo.

Digamos de vez en cuando las dos oraciones tan queridas para los devotos del Sagrado Corazón: "Jesús manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo"."Sagrado Corazón de Jesús. En voz confío".

domingo, 22 de junio de 2014

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este segundo domingo después de Pentecostés, el evangelio nos presenta la parábola de los convidados al banquete del padre de familia, en que los invitados se excusan. Parábola que, como todas, tiene algo de desproporcionado o de exagerado según el lenguaje humano, pero que quiere a través de esa aparente exageración, expresar, poner en evidencia una realidad sobrenatural de dificil acceso; ese es el motivo de las parábolas, darnos a entender con comparaciones o semejanzas de las cosas cotidianas, las realidades o misterios divinos, para que tengamos así cierta inteligencia de ellos.

Vemos cómo siempre en las Escrituras sale o reflorece ese día de convite, de cena, de gran fiesta e incluso muchas veces de banquete nupcial y podemos preguntarnos el por qué; la sencilla razón de ello es que la caridad, el amor, la amistad, no hay otra manera de expresarla mejor que con la de un banquete, la de una cena en la cual el dueño participa de su casa a sus amigos, a sus convidados, a quienes estima les abre las puertas de su casa y reparte lo que es de él. Hay una comunión. Mucho más cuando se trata de banquetes nupciales, que anuncian la unión de los esposos. Con lo cual Dios quiere también mostrarnos la unión, en primer lugar de la Iglesia con Dios, con el cielo, la unión de Dios con cada una de nuestras almas, en tanto miembros de la Iglesia. Esa es la razón por la cual aparecen en las parábolas estas fiestas, estos convites como en el caso de hoy.

Y vemos que todos los convidados, por razones aparentemente valederas y justas, se dan por disculpados; entonces el dueño de casa se irrita y manda a llamar a todo aquel que encuentre por allí en la calle, tullido, pobre, lisiado, enfermo, ante el rechazo o las excusas de los comensales que fueron primeramente invitados. Alude al pueblo judío, al pueblo elegido, y a los gentiles de la Iglesia que rechazan al Mesías. Es evidente que indica ese hecho, que fueron los primeros convidados. Hay una moraleja para todos nosotros, judíos o gentiles, para todo el mundo, para todos los hombres, que ante Dios no hay excusa que valga por justificada que sea; porque todo, absolutamente todo en el actuar humano público o privado debe encaminarse hacia Dios y si no es inútil, es pecado. De ahí la gran ira, la irritación, porque no hay pretexto que valga ante Dios que nos ama, que nos invita a su banquete para que gocemos de Él en el cielo y que nosotros estúpidamente, con razones que nos puedan parecer válidas, rechazamos el llamado de Dios, el llamado divino; nos disculpamos, “te ruego me des por disculpado porque tengo mucho trabajo, porque tengo una mujer, hijos, una familia, o lo que fuere; abandono a Dios por quehaceres humanos”.

Por eso en primer lugar está Dios, hay que santificar los domingos, hay que preferir siempre en primer lugar a Él y todo lo demás será válido y bueno si está encaminado a su servicio y será mal y será pecado si no va encaminado a Dios. Y por ello concluye este evangelio que: “ninguno de los que fueron convidados ha de probar mi cena”, aquellos que fueron invitados y que se excusaron, no gozarán del cielo. Debemos meditar; que no nos acontezca cuando por múltiples razones, aun valederas, dejamos a Dios en segundo puesto, para que ocupe al fin y al cabo el último; no demos a Dios esas justificaciones. Todo lo que hagamos debemos hacerlo encaminado a Él.

Lo que se encamina a Dios en primer lugar es la salvación del alma, es el cumplimiento de la Ley de Dios por amor a Él, como lo dice en la epístola San Juan, y que sea un verdadero amor que se refleje en el prójimo y no de palabra ni de boca, sino con obras, con hechos reales, que manifiesten y expresen esa caridad al prójimo por amor a Dios. Retengamos estas lecciones, porque somos muy dados, incluso los religiosos, los sacerdotes, no únicamente los fieles, por la fragilidad y la superficialidad humana, por la falta de mortificación, nos dejamos quitar el tiempo que es para Dios; en vez de dedicar todo lo que hagamos para la mayor gloria de Dios, nos olvidamos de Él, las preferimos a Dios y todas son disculpas inválidas, disculpas que son denegadas, porque Dios es nuestro último fin y como fin último es nuestra felicidad, nuestra dicha. Y ¿qué hay ante eso?, ¿qué excusa válida puede haber ante nuestro último fin? Ninguna. Es lo que nos quiere demostrar el evangelio de hoy de un modo patético con esta parábola.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos enseñe a corresponder como Ella, todo para Dios. Que no tengamos excusas. ¿Qué hubiera sido si nuestra Señora se hubiera disculpado en vez de dar el fiat, “hágase en mí según tu palabra”; y ni siquiera se atrevió a decir, “sí, yo quiero”; no, “hágase en mí según tu voluntad”. ¡Qué respuesta afirmativa tan humilde, tan sumisa ante el Creador! Esa debe ser nuestra respuesta, humilde y sumisa ante la invitación de las bodas eternas, al banquete eterno que nos convida Dios nuestro Señor. +

Padre Basilio Méramo
17 de junio de 2001


jueves, 19 de junio de 2014

SOLEMNIDAD DE CORPUS CRHISTI



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Este jueves de Corpus Christi junto con el Jueves Santo y el Jueves de la Ascensión son los días más solemnes de la liturgia católica.

La fiesta del Corpus Christi está íntimamente ligada con el Jueves Santo, con la Santa Misa y con el sacerdocio; eso hace que sea como el centro, el corazón de la Iglesia expresado a través de la liturgia de este jueves de Corpus. Y la relación que hay entre el Jueves Santo y el de Corpus, consiste en que el Jueves Santo nuestro Señor instituyó el sacerdocio y la Santa Misa. Mandó a sus apóstoles efectuar en conmemoración de Él, de ese testamento, de esa alianza pactada con su sangre por el rescate que Él pagó, redimiéndonos del pecado y del poder de Satanás, la institución de esa conmemoración ocurrida en la Cena del jueves Santo; fue una anticipación del Sacrificio cruento de nuestro Señor en la Cruz. La Santa Misa es, pues, la renovación incruenta de ese Sacrificio del Calvario; la única diferencia está en el modo de ofrecerlo y éste consiste en la Santa Misa, en hacerlo incruentamente bajo las especies del pan y del vino; esa doble consagración prefigura la separación del alma de nuestro Señor, es decir, la muerte y por eso, ese mismo día, nuestro Señor instituyó el sacerdocio en sus apóstoles.

La Iglesia, entonces, al celebrar la fiesta del Corpus Christi lo hace con la solemnidad y alegría debidas, que no se puede hacer el Jueves Santo por la tristeza y el dolor de la Pasión de nuestro Señor que conmemora toda la Semana Santa; así lo celebra hoy con alegría, con esa profusión de fe y esperanza, pero que desafortunadamente en estos tiempos modernos queda eclipsada pasando como un día laboral más, por lo que se va perdiendo su memoria y su importancia. Pero no debemos olvidar que la fiesta del Corpus Christi, del cuerpo de nuestro Señor sacramentado, lo tenemos por el Santo Sacrificio de la Misa. Es la Fiesta del Santo Sacrificio de la Misa; sin este Sacrificio no habría Jesús Sacramentado, no habría comunión, no habría synaxis, si es que queremos usar esa palabra tan utilizada hoy; ni aun en el buen sentido habría comunión, porque, ¿qué comulgaríamos si no hubiese la Misa que es esencialmente el Sacrificio de nuestro Señor bajo las especies del pan y del vino, realizada por el sacerdote en persona Christi, como alter Christi, otro Cristo que es sacramen-talmente instituido por el sacramento del orden?

Todas estas cosas pasan desapercibidas, cuando no negadas por la nueva teología que quita (desacraliza) el carácter de sagrado a lo más sagrado que tiene la Iglesia católica, lo más sagrado del testamento de nuestro Señor, y de ahí la gravedad, desfigurando al sacerdote, no hecho ya para el sacrificio que da lo sagrado, sacra dans, dar las cosas sagradas. ¿Qué más sagrado que realizar en la misma persona de nuestro Señor el mismo Sacrificio de la Cruz renovado, actualizado, sobre el altar de un modo incruento? Esa es la misión del sacerdote. Hoy viene a ser, comparado mundanamente a un hombre más y cuando se celebra la Santa Misa, considerardo como un presidente que dirige a sus hermanos, realizando una synaxis, o un ágape; pero no es un sacrificio, sino una mera conmemoración, recuerdo de lo que aconteció y muchas veces no ya de lo que aconteció en el Calvario sino del misterio Pascual, como hoy tanto se habla.

Y no del misterio Pascual católico, sino del misterio Pascual a la manera judía, esa es la síntesis que hacen los mismos teólogos de la nueva teología, de la definición de la cena eucarística, no como Misa ni Sacrificio, sino conmemoración o memorial de una Pascua al estilo judío. La prueba está en que las oraciones del ofertorio están calcadas de ese ritual de la Pascua judía, con lo cual se puede concluir basados en ese trabajo que se hizo hace poco y que la Fraternidad Sacerdotal presentó a Roma para mostrar la gravedad; y la síntesis que se puede hacer de ese trabajo, es que: la nueva misa por la voluntad de aquellos que la confeccionaron, no es más ni menos que el memorial de la Pascua judía.

Hasta allá se llegó y aunque algunos pretendan que sea el memorial de la Pascua católica, eso sería falso, no es el memorial de la Pascua de la Resurrección, sino de la muerte de nuestro Señor Jesucristo inmolado en la Cruz; no cambiemos los términos, en la teología del dogma cada palabra, cada concepto, tiene su peso específico y no es que no se pueda cambiar ni una palabra, es que hasta ni siquiera una coma y ni una tilde en las cosas que son de Dios y que es Dios quien nos las lega y encomienda para que la Iglesia católica, apostólica y romana las guarde santamente y fielmente las trasmita.

Esto es lo que hace la Tradición. Por eso no puede la Iglesia católica sin Tradición católica custodiar santamente y trasmitir fielmente. Esa es su misión y para ello está investida de infalibilidad, no para proclamar nuevos dogmas ni nuevas verdades ni nuevas cosas, sino para proclamar aquello que en sustancia Dios reveló y que la Iglesia custodia y transmite a través de las generaciones hasta el fin del mundo, para que los hombres adhiriéndonos a la fe de la Iglesia, nos salvemos. Esa es la misión de la Iglesia y no otra; de ahí la importancia, sobre todo hoy cuando la misa romana es atacada y perseguida, esa misa que el Santo papa Pío V, quien fue también inquisidor, canonizó, excluyendo toda posible equivocación o error; por eso es una misa canonizada, por eso es una misa a perpetuidad, por eso la podemos decir nosotros con toda tranquilidad y por eso es un crimen perseguirla, porque sería perseguir a la Iglesia, apuñalar el corazón de la Iglesia, traicionar a nuestro Señor, falsificar su testamento, no sería cumplir su voluntad, no seríamos sus herederos; esa es su importancia.

Y por todo lo anterior monseñor Lefebvre, ese santo obispo de benemérita memoria, prefirió ser insultado, ultrajado, escupido, por defender ese testamento, ese legado, esa herencia de la Iglesia católica; por eso nosotros debemos estar dispuestos incluso a dar nuestras vidas, porque sin eso no hay Iglesia católica, no hay herederos de nuestro Señor, no hay salvación. Pero el mundo de hoy no está solamente imbuido de un nuevo paganismo, sino de la incredulidad y de la impiedad y no respeta nada ni a nadie, no respeta a Dios ni a su Iglesia, solamente se “respeta a sí mismo” proclamándose dios con su “dignidad, libertad y derechos humanos”; esa es la civilización que hoy se entroniza en contra de Dios y de la Iglesia católica, apostólica y romana. Esa es la crisis, dolor y pasión de la Iglesia; no lo olvidemos.

La Santa Misa no es el memorial ni de la Pascua de nuestro Señor ni mucho menos de la Pascua judía del Antiguo Testamento, que era una figura de la Pascua de nuestro Señor, sino que es el Santo Sacrificio del Calvario renovado incruentamente bajo las especies de pan y vino sobre el altar y por eso en la epístola de hoy no se habla de la Pascua, sino de la muerte de nuestro Señor; no dejemos adulterar nuestra religión, no dejemos que nos la cambien, no dejemos que la Iglesia se judaíce. La Historia del mundo gira sobre dos polos, o se cristianiza o se judaíza, a la larga o a la corta, no hay término medio y el mal se acrecentará en la medida en que nos judaicemos en todos los órdenes y niveles. Esa judaización de la Iglesia la estamos viendo; por eso debemos guardar esa fidelidad a nuestro Señor, a su alianza, a su Iglesia, y la mejor manera de servir a la Iglesia, de ser fieles, es conservando la liturgia sacrosanta de la Santa Misa, de la Iglesia católica en toda su pureza, tal cual como lo definió San Pío V.

Por eso, sin pretender ser mejores que nadie, monseñor Lefebvre, con la Fraternidad que él fundó, es la expresión más fidedigna de esa fidelidad a la Iglesia y a nuestro Señor, a la religión católica, fidelidad al Corpus Christi, al cuerpo y la sangre de nuestro Señor que se da como pan del cielo para que, en comunión con Él, dándonos no un banquete, sino su propia carne, integrarnos y asimilarnos en su cuerpo Místico que es la Iglesia, divinizándonos, participándonos de su divinidad; de ahí la necesidad de recibir a nuestro Señor con un corazón puro, es decir, teniendo conciencia de no tener pecado mortal, para no beberlo y comerlo indignamente, para que sea fructuosa esa comunión y como pan del cielo nos lleve en la última hora, en la hora de la muerte como viático al cielo; todas estas cosas significa la fiesta y la liturgia de hoy que pasa desapercibida.

Pidamos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, Ella, que ofreció a su Hijo no como nosotros los sacerdotes de un modo sacramental e incruento sino que lo ofreció en sí mismo en la Cruz, donando, dando al Padre Eterno uniéndose a nuestro Señor en la hora de su muerte; de eso no nos damos cuenta, pero Nuestra Señora hizo ese gesto que le desgarró, que le partió en su ser, ofreciendo a su Hijo amado y por eso Ella está al pie de la Cruz y por eso nosotros tenemos que estar con Ella y quien no está con Ella no está con nuestro Señor. Por lo mismo, no se puede tener a Dios por Padre si no se tiene a María por Madre; por eso Ella es la Madre de la Iglesia, es Madre nuestra. Confiémonos a Ella para que nos fortalezca con esa fuerza que Ella demostró ante la cruz y con esa capacidad de sacrificio y de oblación para que así nos configuremos más a nuestro Señor Jesucristo. +

P. BASILIO MERAMO
14 de junio de 2001


domingo, 15 de junio de 2014

Primer Domingo Después de Pentecostés FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Después de transcurrir el tiempo pascual éste se cierra con Pentecostés, es decir, con el envío del Espíritu Santo que vivifica a la Iglesia, que es su alma y la gran promesa de nuestro Señor, el Espíritu Santo es quien nos recordará todo lo necesario para nuestra salvación, para que la Iglesia perdure hasta el fin de los tiempos. Es importante tenerlo presente porque la Iglesia no es un ente muerto aunque esté hoy maltratada, ultrajada, pero sin embargo camina por esa unión con el Espíritu Santo, que es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Y ésta nos vivifica también en el amor divino por la gracia; y no que hay olvidar que es una participación a la naturaleza divina de Dios y por eso somos como otros dioses, “seréis como dioses”, no por mérito propio como orgullosamente quiso Satanás hacerlo, sino por medio de nuestro Señor. Igual fue la gran tentación de la serpiente a Eva, a nuestros primeros padres, y es la gran atracción del hombre, el querer ser como Dios, no por obra y gracia de su ser, sino por propio derecho, por su propia dignidad, por su propia libertad, por su propia personalidad.

Ya se ve cómo en todo este ecumenismo, en todo este modernismo, está latente toda esa herejía de la divinización del hombre por sus propios méritos, por su propia naturaleza, por su propia dignidad; ese es el gran error, la gran herejía y será la gran apostasía que culminará representada en una cabeza que será el anticristo; antes de ella habrá muchos antecesores, predecesores que le prepararán el camino. Debemos estar vigilantes y saber a qué atenernos, para que no nos pase lo del camarón que se duerme y se lo lleva la corriente.

Católico que se duerme lo envuelve el torbellino de este mundo, que camina hacia la divinización del hombre sin la gracia de Dios, sin nuestro Señor Jesucristo, sin la Iglesia. Si se llegase a hablar de gracia, es una exigencia; esa es la idea de Henri de Lubac, que fue ensalzado por tamaña herejía; son hechos.

Y bien, después de festejar la Resurrección, la Ascensión de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, la Iglesia nos trae en este primer domingo después de Pentecostés el gran misterio del Padre, de la Santísima Trinidad, que especifica, que determina nuestra atención, nuestra creencia en Dios y eso es netamente sobrenatural. Porque a Dios se le puede conocer naturalmente, tributar un culto natural como dueño y Señor de todo lo creado, autor del universo; pero esa no es nuestra relación; la nuestra no es un culto o una relación natural, no es un conocimiento natural de Dios omnipotente, absoluto, infinito, eterno, sino que además es Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Por ello ese gran dogma de esa multiplicidad relativa en Dios, que podría decirse es el gran misterio de la relatividad divina, porque nosotros podemos concebir, como lo han hecho los paganos, un Dios creador omnipotente, bueno, eterno, sabio, inteligente, bondadoso, absoluto. Lo inconcebible para ellos es que ese Dios eterno, absoluto uno sea a la vez trino sin que haya tres dioses, como farisaicamente alegaban los arrianos a los católicos, a San Atanasio, de creer en tres dioses al proclamar la Trinidad o al afirmar que nuestro Señor era también Dios y no simplemente un gran personaje, un gran profeta, un ser excepcional, pero sin reconocer su divinidad como hacía Arrio, el sacerdote judío de Alejandría.

Esa herejía se extendió por todo el universo y hubo necesidad de grandes sabios como San Atanasio para que se mantuvieran la llama y la luz de la verdad de los misterios de Dios. Y para que nuestro Señor sea verdaderamente Dios, además de ser hombre se requiere antes el reconocimiento y el conocimiento sobrenatural de la Santísima Trinidad, de la cual monseñor Lefebvre decía que era muy difícil predicar porque los misterios superan nuestra inteligencia, la razón y el entendimiento. Nos adherimos a ellos por un acato sobrenatural de fe que se liga al testimonio fidedigno de Dios, cree en su palabra.

Por ello es pecado contra la fe no creer en la palabra, en el testimonio de Dios y peor cuando esta prueba es nuestro Señor Jesucristo en persona, que se encarnó para revelar los misterios de Dios.

Toda nuestra fe se basa en la revelación de Dios, de su palabra, sin olvidar que se encarnó, porque la palabra de Dios es el Verbo eterno y éste se hizo carne, se hizo hombre. Pero como dice San Atanasio, no se convirtió la divinidad en carne sino que asumió la naturaleza humana, la carne. Decía que había que creer en la Santísima Trinidad y en la encarnación de nuestro Señor para salvarnos. Explicaba, además, que el Padre era eterno, que el Hijo era eterno y que el Espíritu Santo era eterno, pero se creía en un solo Dios, no había tres eternos y tres dioses, tres omnipotentes, sino un solo Dios en tres personas. Eso es lo que hace imposible a todo entendimiento creado, sea genio o normal, el conciliar que Dios, uno, absoluto, sea también a la vez relativo, porque las personas de Dios son una relación de origen, son en todo igual, en lo único que se distinguen y se diferencian es en un vínculo de procedencia.

Y, ¿qué quiere decir eso? Que el Padre no procede de nadie, es ingénito, que el Hijo procede del Padre como emana el pensamiento de la inteligencia, y por eso se condensa en su Verbo, que es el Hijo. El Hijo procede del Padre; esa unión que podríamos ver entre el pensamiento, entre los nuestros, nuestras ideas, nuestros conceptos y la inteligencia; pero mientras en nosotros es un accidente, en Dios no. Es una realidad que constituye una persona divina y por eso el Verbo es el Hijo del Padre, procede del Padre, que lo engendra como lo hace la inteligencia con el pensamiento y por eso se da esa comparación, esa relación, comparándola con el intelecto.

El Padre y el Hijo al verse el uno frente al otro, por decirlo así, no pueden sino suspirar de amor el uno por el otro y en esa exhalación de amor se genera el Espíritu Santo. Por eso la distinción es simplemente una relación de origen, no ya a la inteligencia como en el caso del Hijo sino al amor, a la voluntad de Dios. Son explicaciones que nos dan una pauta, una lejana idea, pero que nos pueden ayudar a comprender y por eso se llama el Espíritu Santo, por ese amor, por ese soplo de amor porque es de Dios.

Y así entonces creemos en la Santísima Trinidad y no en tres dioses sino en un solo Dios verdadero en tres personas. Eso es lo que significa cada vez que nos santiguamos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; proclamamos, profesamos ese dogma esencial de la Santísima Trinidad sin el cual es imposible salvarnos, sin el cual nadie cree sino es movido por el Espíritu Santo, por el Espíritu de Dios; por ello debemos guardar esa característica sobrenatural de nuestra fe, para que no degenere en una fe puramente natural. Eso es lo que nos distingue de los judíos, de los musulmanes, de los budistas y de todas las falsas religiones que no creen, que no aceptan y que no reconocen a la Santísima Trinidad y creen, más aún, que cometemos un pecado de idolatría al hablar, según ellos, de tres dioses.

Por eso San Atanasio explicaba que creemos en tres personas distintas pero en un solo Dios verdadero, no en tres dioses y así se cierra este misterio que contemplaremos por toda la eternidad después de haber pasado por esta vida efímera en esta tierra. Consideremos a Dios en ese y en todos sus misterios, como el de la Encarnación que es el segundo gran dogma de nuestra santa religión.

Pidamos a la Santísima Virgen María que cada vez más, a través de la oración y la meditación podamos penetrar estas creencias insondables de Dios que es lo que han hecho los Santos y que no estemos tan distraídos, dispersos, con la radio, la televisión, las revistas, las noticias; todo eso es nada por muy importante que pueda parecer, ante la Trinidad infinita de Dios.

De ahí que uno de los principales enemigos sean los medios de comunicación que impiden que el alma repose en la contemplación de las cosas de Dios, en la oración. Voy a decir algo que les va a chocar, pero es la realidad: desgraciadamente aquel que quiere rezar y acercarse a Dios, como no sabe hacerlo, se pone a hablar y a hablar y se dedica a una oración puramente vocal y como hay manuales que ayudan a ello, piensan que en eso consiste. Es un grave error y los libros de devoción son un auxilio, para que podamos a entender, como un piloto que ayuda a encender el motor. Pero no para que se conviertan en el centro de la oración.

Me da vergüenza decirlo, pero es así, lo vemos aquí en la capilla frente al Santísimo sacramento, “bla, bla, bla”; entiendan bien esto, no es que esté en contra, pero sepan hacer uso de esos libros de devoción ante el Santísimo Sacramento o ante Dios. Eso debe ser simplemente el inicio que nos dé la chispa para que nuestra alma, después, elevándose humildemente, llegue a reposar en Dios. Falta esa vida de oración, de vida interior y por eso la religión, para acabar, pareciera ser para esas beatas que lo único que saben hacer es “bla, bla, bla”, pues cuando rezan el Rosario no lo hacen con devoción. El santo Rosario es una excelente oración vocal y está mal dicho si yo no reflexiono en los misterios de la vida de nuestro Señor que son un Evangelio resumido. No es un puro hablar y hablar, detrás de todas las Avemarías está la meditación; de allí la conveniencia de anunciar el misterio y el fruto de ese él para que a lo largo de esa decena haya un recogimiento y una contemplación de los dogmas de Dios. No sé si está claro, pero es para señalar que debemos rezar con el corazón y no con la boca.

Debemos ir a la esencia de las cosas, a la intimidad, al corazón, a la médula, para que nuestra religión católica que hoy está siendo adulterada, corrompida, ultrajada, no sea el puro follaje superficial, como pasó con el judaísmo y el fariseísmo, que convirtió la religión del Antiguo Testamento en puro ritual externo y así, podamos entonces adorar a Dios en Espíritu y en verdad. Que no seamos fariseos quedándonos únicamente con lo externo, con el palabrerío sino ir al corazón, a la médula.

Es por eso que Dios ha permitido, sin ninguna duda, esta gran hecatombe, para que toda esa escoria, esa superficialidad, esa vanidad disfrazada de piedad y religión caiga; que así como el oro se acrisola con el fuego, así se purificará a los verdaderos fieles en los últimos tiempos que vivimos, al fuego, para que caiga la escoria, lo superficial y que quede realmente el oro.

Pidamos a nuestra Señora para que Ella nos ayude verdaderamente a contemplar y amar a Dios como Él quiere y se merece. +

PADRE BASILIO MERAMO
15 de junio de 2003

domingo, 8 de junio de 2014

DOMINGO DE PENTECOSTÉS


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Nos encontramos en el Domingo de Pentecostés, a los cincuenta días de la Resurrección de nuestro Señor, que eso significa Pentecostés, los cincuenta días transcurridos desde su Resurrección.

En este día de Pentecostés tenemos la efusión plena del Espíritu Santo que formaliza la Iglesia, que la constituye plenamente formada desde adentro, porque el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Esa Iglesia que estaba reunida toda en este día en el cenáculo era la Iglesia naciente, la Iglesia primitiva y según los Hechos de los Apóstoles había ciento veinte fieles en total.

Y allí estaba toda la Iglesia católica, vivificada por el Espíritu Santo, Espíritu que procede del Padre y del Hijo y no solamente del Padre, sino del Hijo también, como profesa nuestro credo con el famoso filioque; las Tres Personas de la Santísima Trinidad son iguales en todo, la única distinción o relatividad que hay en lo absoluto de Dios, está en cuanto al Origen ; el Padre que es ingénito o agenethos, que no procede de nada ni de nadie; el Hijo que procede del Padre, es la Palabra, el Verbo de Dios, del Padre, el pensamiento del Padre y el Espíritu Santo, que procede de ese mutuo amor, de ese amor consustancial personificado en la Tercera Persona de la Santísima Trinidad y que es el alma de la Iglesia, que es la gracia santificante, y que la Iglesia recibió esa plenitud en el día de Pentecostés, quedando confirmados sus apóstoles. Esa confirmación que recibimos nosotros en el Espíritu el día de la confirmación, siendo confirmados en la fe del bautismo en el Espíritu de la Iglesia, en el Espíritu de Verdad.

No nos debe inducir al error el que nuestro Señor diga en el evangelio que sube al Padre porque el Padre es mayor que Él, el error de creer que Él es inferior y que por ser inferior no es Dios, como creían o afirmaban los arrianos. Por eso se necesita teología, doctrina, para no interpretar herética o erróneamente las Escrituras, oscureciendo las verdades divinas. Entonces, ¿en qué sentido nuestro Señor dijo y pudo decir que el Padre era mayor que Él? Ciertamente no según su generación divina, eterna, pues en eso es en todo igual, entonces será y es en cuanto a su generación temporal, en cuanto asumió una carne, una naturaleza humana.

Entonces, en cuanto hombre, sí podía decir que era menor que el Padre, pero sin olvidar que Él era la persona del Verbo; y en cuanto persona, es Dios, porque la persona de nuestro Señor no es humana. No es que no tenga existencia humana como dicen tontamente muchos filósofos y teólogos, confundiendo la existencia con el ser 11, el ser que constituye en los seres inteligentes la persona, la existencia humana. Claro que la tuvo y es absurdo y herético negarlo; lo que no tuvo fue persona humana, pues su persona era divina, era de ser divino que asumió la naturaleza humana y le dio existencia y existió históricamente, por eso nuestra religión no es una imaginación, sino una realidad histórica, y así nuestro Señor siendo en su persona divino, era su naturaleza humana y por eso confesamos en Él una persona en dos naturalezas, una divina y otra humana y esa naturaleza humana existió real e históricamente.

Por eso convenía que subiera al Padre, para que así estuviera a la diestra del Padre esa naturaleza que Él asumió y que después de su Resurrección era gloriosa, porque antes fue pasible, para poder morir en la Cruz por nosotros y así, al subir al cielo, y enviar conjuntamente al Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, verdad que es refutada por los ortodoxos. Es lo que niegan y por eso son herejes además de cismáticos además de no aceptar el sumo pontificado de San Pedro perpetuado a lo largo de la Historia en los Papas como legítimos sucesores de la cátedra de Pedro en Roma, legítimos sucesores porque ha habido ilegítimos, poco más o poco menos cuarenta antipapas en la historia de la Iglesia; pero eso lo niegan los ortodoxos quienes no aceptan el papado y por eso son doblemente herejes.

Sube entonces nuestro Señor a los cielos para mandar al Espíritu Santo; así como Él fue enviado por el Padre, el Espíritu Santo es el enviado del Padre y del Hijo; por eso dice nuestro Señor: “El que el Padre os enviará en mi nombre”, y es el Espíritu de la Iglesia, es lo que hace a la Iglesia infalible, lo que la hace indefectible en el tiempo a través de la Historia y en la doctrina a través del Magisterio. Por eso la Iglesia es luz del mundo y por eso es una contradicción una Iglesia que no sea luz, que no sea verdad, que no sea Espíritu de luz y de verdad, conjuntamente con Espíritu de amor.

Por eso toda la confusión que ha creado el Vaticano II dentro de la Iglesia no es del Espíritu Santo, no es del Espíritu de Dios, no cumple la definición, porque no fue un concilio asistido por el Espíritu Santo, Espíritu de Verdad que lo haría infalible, y que fue el único concilio ecuménico que declinó, cosa abominable por cierto, ya que todo concilio ecuménico por definición es infalible. Un concilio ecuménico no infalible es un absurdo teológico, y ese monstruo ahí lo tenemos diseminando el error, la confusión y las tinieblas, lo que denota que no es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Verdad. Nuestro Señor lo recalca en el evangelio de hoy: “El que me ama guarda mis mandatos; mi doctrina no es mía sino que la he recibido del Padre”, como queriendo decir, lo que yo digo como Verbo del Padre, como Verbo de Dios no es mío sino que es de mi Padre, yo no lo puedo cambiar, no lo puedo adulterar, no puedo decir otra cosa.

Lo mismo le ocurre a la Iglesia que no puede cambiar ni modificar esos mandatos, esa doctrina, ese Espíritu de verdad; y si lo hace, por ese mismo hecho deja de ser Iglesia, de ser de Dios, para convertirse en una contra-iglesia en la sinagoga de Satanás, que es lo que quisiera el demonio y que es lo que estorba para que reine a través del Anticristo; es el obstáculo que tiene con la Iglesia. Por eso trata de destruir la Iglesia, socavarla desde dentro, crear un concilio ecuménico que no cumpla la definición de infalible y que, por tanto, no es ecuménico; por lo mismo está plagado de errores y que son como monstruos de apostasía y de herejía. Así se disemina el humo de Satanás, como lo dijo el mismo responsable Pablo VI, quien firmó y avaló con su autoridad esos errores que están destruyendo a la Iglesia.

Debemos tener cuidado ya que el Anticristo entrará en la Iglesia –no en la verdadera–, para tomar el puesto de Dios y por eso tenemos que estar muy alertas y vigilantes y versados en la doctrina y la fe católica, para defenderla y que no nos presenten una religión falsificada y adulterada que sirva de sede al Anticristo y así nos mancomunen en el ecumenismo que alberga a todas las religiones, convertidos entonces en la contra-iglesia, en la sinagoga de Satanás. Ese es el misterio de iniquidad, esa será la abominación de la desolación, la gran tribulación que llegará a su culmen cuando reine e impere dentro de la Iglesia el inicuo, el Anticristo y eso hay que predicarlo y decirlo, no hay que ocultarlo para poder permanecer fieles testigos de la verdadera y única Iglesia católica, apostólica y romana.

 Porque “Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo”, lo dice Nuestra Señora en La Salette. Pero la verdadera Iglesia subsistirá reducida a un pequeño rebaño fiel a la Tradición católica, apostólica y romana, fiel a los mandatos de Cristo, fiel a la doctrina de Cristo. Ese es todo el problema. Que el mal quiere destruir el bien y el bien está representado en la Iglesia católica por todos aquellos que resisten al modernismo, al progresismo y que en cierta forma enarbola la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. De allí también el interés por destruir la Fraternidad, dividirla, socavarla, homologarla en un abrazo. Ese es todo el problema de la persecución tan pasmosa. Es lamentable que todo un cardenal colombiano sea el encargado de hacer ese puente, ese abrazo.

Nuestra única salvación será mantenernos firmes en la doctrina de nuestro Señor, firmes en el Espíritu de Verdad, en el Espíritu Santo. No dejarnos halagar por una Iglesia que a la larga o a la corta deja entronizar al enemigo de nuestro Señor, al Anticristo. De ahí la necesidad de mantener la pureza de la fe y no ser cobardes, no tener miedo, porque el mal cobra fuerza cuando hay debilidad en los buenos, cuando no presentan batalla, cuando no son aguerridos, cuando no son soldados de Cristo, que para eso hemos sido confirmados en la fe, para ser sus soldados y no miedosos o cobardes; no como los mercenarios que están en la Iglesia por el interés de la prebenda, el prestigio, el poder; en fin, que no están por Dios; debemos estar por el verdadero amor a Dios para dar testimonio, y, si es necesario, morir por ello.

La Iglesia primitiva está llena de mártires. Los cuarenta primeros Papas casi todos lo fueron por confesar la fe; esa hilera de Papas justos se interrumpió con Liberio, quien condenó a San Atanasio; hasta Liberio todos fueron beatos, porque la Iglesia es mártir. No podemos olvidar que salió del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo en la Cruz y quedó coronada, plenificada como en el día de hoy con la venida del Espíritu Santo con Pentecostés. La Iglesia no es una cuestión de volumen ni de número, ya estaba toda constituida con los ciento veinte discípulos incluidos los apóstoles, porque estaba el Espíritu Santo. Entonces, no pensemos que es una cosa de multitudes, y que deba convertirse al mundo y a las multitudes, pues para irradiar la verdad es luz del mundo, a ella se tienen que convertir y no al revés como ocurre hoy que todo se adultera y se profana. Es una religión profanada, antropológica, de la revolución, en vez de ser la religión teológica de la Tradición.

Debemos tener claras estas cosas; es lamentable que no muchos las prediquen para alertar a los fieles, para que cuando venga el lobo no se lleve a las ovejas y estas sepan defenderse. Esta crisis se debe en parte a que los fieles no saben defenderse; durante años se ha predicado sin darles la esencia para protegerse cuando venga la prueba, cuando venga la persecución, cuando venga la adulteración de la religión, cuando la fe se esté extinguiendo. Como dice nuestro Señor: “Si acaso encontraré fe sobre la tierra”, y son pocos los sacerdotes que creen en los evangelios, en las profecías; no tienen ni idea en dónde están parados ni en qué momento histórico están viviendo y creen que todo es una cuestión de acabar y solucionar con cualquier gesto.

Solamente un milagro soluciona esta crisis, una intervención de Dios.
Roguemos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen, Ella, que estuvo plena del Espíritu Santo desde el primer momento de su Inmaculada Concepción, Ella, que se mantuvo firme ante la crucifixión de nuestro Señor mientras que los apóstoles huían. Sea entonces Ella quien nos haga mantener firmes en esta crucifixión de nuestro Señor en su Cuerpo Místico, la Iglesia, hoy perseguida, para que nos mantengamos fieles con la llama del Espíritu Santo, Espíritu de Dios, de Verdad y de amor. +

P. BASILIO MERAMO
3 de junio de 2001


miércoles, 4 de junio de 2014

TIEMPOS APOCALIPTICOS


Los Tiempos Apocalípticos están caracterizados por: la Crisis de Fe y la Gran
Apostasía, la Abominación de la Desolación en lugar Santo, el Anticristo (en su
doble versión) la Bestia del Mar, versión política, y la Bestia de la Tierra o
Pseudoprofeta, versión religiosa o carismática, como es lo religioso en el mundo
moderno.
Todo esto no es más que la Religión (y por ende los dogmas de la fe) adulterada,
falsificada, falseada, falsa, se trata de un cristianismo adulterado por el comercio
(trato carnal y mundano) con el mundo, es la relación sacrílega y adultera por la
conjunción o compenetración de Iglesia y Mundo, tal como el Ecumenismo
sacrílego y adultero propicia, he aquí el famoso «aggiornamento» (puesta al día) de
la Iglesia, de lo Sacro, a lo vil y mundano; he aquí la relación adúltera de la
connivencia y maridaje entre el Mundo y la Iglesia, y el resultado no puede ser que
un fruto bastardo, como lo es todo el culto de la Nueva Iglesia Modernista. De aquí
que Monseñor Lefebvre calificó a la Nueva Misa, de Misa bastarda. Y ahora lo
terrible y lo tremendo por si fuera poco con lo ya dicho, todo esto no es más que la
obra de un gran falsificador y un gran adultero, de un gran infame y sacrílego como
pide, exige y reclama, la realidad de las cosas y de los hechos. Todo efecto tiene su
causa, y sus instrumentos. Ahora bien, todo esto no es obra del azar, ni por
generación espontánea, nada de eso, hay una causa y esta es la del Anticristo el cual
en concreto se personifica en un impostor de carácter religioso y que mejor que en
un antipapa. El anticristo en su versión religiosa, bestia de la tierra es un mitrado
un obispo de la jerarquía de la Iglesia, está suficientemente señalado para
identificarlo, pues tiene cuernos como de cordero o sea la mitra, los dos cuernos de
Moisés que simbolizan el Antiguo y Nuevo Testamento.
Un obispo que tenga o pueda tener un poder universal para arrastrar a todos tras la
religión falsificada, no puede ser sino la obra del único obispo con poder universal
en la Iglesia, y este es el obispo de Roma, el Papa. De aquí lo terrible, pues Satanás
se valdrá del Papado para prostituir como la Gran Ramera la Iglesia Santa de Dios.
De aquí que necesariamente tiene que ser un falso Papa, un impostor un antipapa,
pues un Papa verdadero no puede ejercer y llevar a cabo tan tremenda acción.
Luego la abominación de la desolación en lugar santo, la adulteración de la
religión, la profanación de la Iglesia, la falsificación de la fe y de los dogmas de fe,
son la obra del Pseudoprofeta, la Bestia de la Tierra al servicio del mundo y de su
poder político la sinarquía judaica, representada en la Bestia del Mar, formado
entre ambos el Anticristo completo (que es doble, que son dos) que representan
estas dos Bestias o Fieras apocalípticas.
2
Esta es la esencia del contenido (poco más, poco menos) del 3er. Secreto o Mensaje
de Fátima. Y es lo único que justifica o explica el por qué tanto misterio con su
revelación.
Citaremos algunos textos de los cuales nos valemos para afirmar lo dicho.
Respecto al culto antropoteísta del Anticristo: «… la adoración sacrílega del
hombre por el hombre, que será la herejía del Anticristo». (Castellani, El
Apokalypsis, ed. Paulinas, Buenos Aires 1963, p. 38).
La religión del hombre, el humanismo ateo, es la característica de la Nueva
Religión antropocéntrica y antropoteísta del actual Ecumenismo de la Nueva
Iglesia post-conciliar.
«En el Anticristo habrá dos cosas, un sacrilegio y una herejía (“Segunda Bestia”). Se
hará adorar como Dios, lo cual es un sacrilegio, y por cierto el máximo, y para ello
se servirá como de instrumento de un culto religioso derivado espuriamente del
mismo Cristianismo: Es decir, de una herejía cristiana que pareciera ha nacido ya
en el mundo. (...) y así el poder político deificado y encarnado en un “plebeyo
genial” y apoyado por un sacerdocio, será la abominación de la desolación y el
reinado del Anticristo». (Ibíd. p. 38-39).
La abominación de la desolación se identifica con el reinado del Anticristo. El
Anticristo, en su versión religiosa, el Pseudoprofeta y con la Roma Babilónica y
Apóstata, como señala Nuestra Señora en La Sallette: “Roma perderá la fe y será la
sede del Anticristo”.
«La primera herejía, por lo que sabemos de ella, se parece a la última herejía.
Quiero decir, a la de nuestros tiempos; y se puede decir que transcurre
transversalmente toda la historia de la Iglesia, y es como el fondo de todas las
herejías históricas. Era una especie de gnosticismo dogmático y laxismo moral, un
“sincretismo”, como dicen hoy los teohistoriógrafos. Era una falsificación de los
dogmas cristianos, adaptándolos a los mitos paganos, sin tocar su forma externa
por un lado; y concordantemente, una promiscuación con las costumbres relajadas
de los gentiles; nominalmente, en la lujuria y en la idolatría (...) comían de las
carnes sacrificadas a los dioses, en los banquetes rituales que celebraban los
diversos “gremios”, lo cual era una especie de acto religioso idolátrico o sea, de
“comunión”; y se entregaban fácilmente a la fornicación, que entre los paganos no
era falta mayor ni vicio alguno, incluso, según parece, después y como apéndice de
los dichos banquetes religiosos». (Ibíd. p. 32).
Por esto las vírgenes en el Apocalipsis son los incontaminados: «“Vírgenes”
significa que no se manchan con la “Fornicación” (o sea idolatría) de la religión
falsificada; la cual fornicación o apostasía propaga la mujer Ramera de la visión
16». (Ibíd. p. 96).
«“Fornicar con los reyes de la tierra” significa la religión ponerse al servicio de la
política». (Ibíd. p. 97).
3
«La Medición del Templo significa la reducción de la Iglesia fiel a un pequeño
grupo perseverante y la vasta adulteración de la verdad religiosa en todos los
restantes; y en esto están unánimes todos los Santos Padres». (Ibíd. p. 94-95). Es el
famoso pusillus grex, pequeño rebaño Luc.12-32. Se comprenden así las palabras
que inician el 3er Secreto de Fátima: En Portugal se conservará siempre el dogma
de la Fe.
«Solo el Tabernáculo (o Sancta Sanctorum) será preservado: un grupo pequeño de
cristianos fieles y perseguidos; el Atrio, que comprende también las Naves (no las
había en el Templo de Jerusalén) será pisoteado. Y esa es “la abominación de la
desolación”, que dijo Daniel y repitió Cristo». (Ibíd. p. 154).
«Todos los Santos Padres han visto en esta visión (Medición del Templo) el estado
de la Iglesia en el tiempo de la Gran Apostasía: reducida a un grupo de fieles que
resisten a los prestigios y poderes del Anticristo (mártires de los últimos tiempos)
mientras la religión en general es pisoteada durante 42 meses o 3 años y medio.
Pisotear no es eliminar: el “Cristianismo será adulterado». (Ibíd. p. 152).
«El mismo Templo y la Ciudad Santa serán profanados, ni serán ya santos. No
serán destruidos. La religión será adulterada, sus dogmas vaciados y rellenados de
sustancia idolátrica; no eliminada, pues en alguna parte debe estar el templo en
que se sentará el Anticristo “haciéndose adorar como Dios”, que dice San Pablo. La
Gran Apostasía será a la vez una grande, la más grande Herejía» (Ibíd. p.153).
«Cristo dice en su sermón Esjatológico que la Gran Apostasía haría caer si fuera
posible incluso a los elegidos». (Ibíd. p. 125).
«Ni el culto de Satán tiene la sutil malicia y total falsificación de la verdad que tiene
esta herejía adulterada de todo el cristianismo. Otros elementos del ejército
anticrístico (como la Masonería, la magia y el Satanismo) no se niegan con esto».
(Ibíd. p. 188).
«Con retener todo el aparato externo y la fraseología cristiana, falsifica el
cristianismo, transformándolo en una adoración del hombre; o sea, sentando al
hombre en el templo de Dios, como si fuese Dios. Exalta al hombre como si sus
fuerzas fuesen infinitas. Promete al hombre el reino de Dios y el paraíso en la tierra
por sus propias fuerzas. La adoración de la Ciencia, la esperanza en el Progreso y la
desaforada Religión de la Democracia, no son sino idolatría del hombre; o sea, el
fondo satánico de todas las herejías, ahora en estado puro». (Cristo ¿Vuelve o no
vuelve? ed. Dictio, Buenos Aires 1976 p.18).
«La fiera del Mar (therion significa fiera y no simplemente “Bestia” como traen
nuestras Biblias traducidas) es simplemente el Anticristo (...) La fiera de la tierra es
una religión falsa (falsificada) o herejía máxima, con su jefe y conductor: quizás un
Obispo apóstata que es también un mago (Solovief)». (El Apokalypsis, p. 95).
La unificación mundial propiciada por el poder oculto judío (con sus
organizaciones satélites, ONU; OEA; etc.) y la finanza internacional también judía,
es la meta del Anticristo: «Hoy día es “un fin político lícito” y muy vigente por
4
cierto, la organización y unificación de las comarcas del mundo en un solo reino –
que por ende se parecerá al Imperio Romano. Esta empresa pertenece a Cristo; y es
en el fondo la secuela aspiración de la Humanidad; pero será anticipada malamente
y abortada por el Contra -cristo ayudado del poder de Satán. En el Boletín de
“Canadian Intelligence Service (enero 1963) podemos ver el poder que tienen
actualmente, en E.E.U.U. e Inglaterra sobre todo, los “One-Worlders” o partidarios
de la unificación del mundo bajo un solo Imperio. Propician la amalgama del
Capitalismo y el Comunismo, que será justamente la hazaña del Anticristo» (Ibíd.
p.p. 188-189). «La última herejía será optimista y eufórica “mesiánica”. El
bolchevismo se incorporará, será integrado en ella». (Ibíd. p. 201).
«El Capitalismo y el Comunismo, tan diversos como parecen, coinciden en su
fondo, digamos, en su núcleo “místico”: ambos buscan el Paraíso Terrenal por
medio de la Técnica; y su “mística” es un mecanismo tecnólatra y antropólatra,
cuya difusión vemos hoy día por todos lados, y cuya dirección es la edificación del
hombre; la cual un día se encarnará en un hombre». (Ibíd. p. 347).
«El Anticristo no será un demonio, sino un hombre “demoniaco”, tendrá “ojos
como de hombre”, levantados con la plenitud de la ciencia humana, y hará gala de
humanidad y “humanismo”, aplastará a los santos y abatirá la ley, tanto la de Cristo
como la de Moisés; triunfará tres años y medio hasta ser muerto “sine manu”, no
por mano de hombre; hará imperar “la abominación de la desolación.” O sea, el
sacrilegio máximo; será soberbio mentiroso y cruel, aunque se fingirá virtuoso (...)
será ateo y pretenderá el mismo recibir honores divinos; en qué forma, no lo
sabemos: como Hijo del Hombre, como verdadero Mesías, como encarnación
perfecta y flor de lo humano soberbiamente divinizado, como Fuehrer, Duce,
Caudillo y salvador de los hombres; como Resucitado de entre los muertos. (...)
Reducirá a la Iglesia a su extrema tribulación, al mismo tiempo que fomentará una
falsa Iglesia. Matará a los profetas y tendrá de su lado una manga de profetoides, de
vaticinadores y cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por
el hombre, hierofantes que proclamarán la plenitud de los tiempos y una felicidad
nefanda. Perseguirá sobre todo la predicación y la interpretación del Apocalipsis; y
odiará con furor aun la mención de la Parusía. En su tiempo habrá verdaderos
monstruos que ocuparan cátedras y sedes, y pasarán por varones píos, religiosos y
aun santos; porque el hombre de pecado tolerará y aprovechará un cristianismo
adulterado. Abolirá de modo completo la Santa Misa y el culto público durante 42
meses o sea 1260 días – que serán largos de pasar». (Ibíd. p. 198-199).
«La mujer ramera y blasfema es la religión adulterada, ya formulada en
Pseudoiglesia en el fin del siglo, prostituida a los poderes de este mundo, y
asentada sobre el formidable poder político anticristiano». (Ibíd. p 261).
«Cuando vino Cristo eran tiempos confusos y tristes. La religión estaba pervertida
en sus jefes, y consiguientemente en parte del pueblo. (...) Cuando Cristo vuelva la
situación será parecida. Solamente el fariseísmo, el pecado contra el Espíritu Santo,
es capaz de producir esa magna apostasía que el predijo: “La mayor tribulación
desde el Diluvio acá”, será producida por la peor corrupción, la corrupción de lo
óptimo. (...) por eso San Juan vio en la frente de la ramera la palabra Misterio, y
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dice se asombró sobremanera; y el Ángel le dice: “Ven, y te explicaré el misterio de
la Bestia”. Es el misterio de iniquidad, la abominación de la desolación: La parte
carnal de la Religión ocultando, adulterando y aun persiguiendo la verdad.
“Sinagoga Sátanae». (Ibíd. p. 257).
Se comprende así la persecución violenta y silenciosa contra toda la Tradición de la
Iglesia, dogma, culto y moral.
«La esposa comete adulterio: cuando su legítimo Señor y Esposo Cristo no es ya su
alma y su todo; cuando los gozos de su casa no son ya toda su vida; cuando codicia
lo transitorio del mundo en sus diversas manifestaciones; cuando mira sus
grandezas, riquezas y honores con ojos golosos (...) Esto es lo que llama el profeta
“fornicar con los Reyes de la tierra”. Primero se fornica en el corazón desfalleciendo
en la fe; después en los hechos, faltando a la caridad. El error fundamental de
nuestra práctica actual y -aun teoría a veces- es que amalgamamos el reino y el
mundo, lo cual es exactamente lo que la Biblia llama “prostitución”». (Ibíd. p. 258).
Esto fue lo que instituyo desgraciadamente el Concilio Vaticano II con su
«aggiornamento» y su ecumenismo, y no es más que una prostitución. Al pan, pan
y al vino, vino. Las cosas son lo que son o dejan de ser. Pero resulta que el Concilio
Vaticano II único Concilio Ecuménico en toda la historia de la Iglesia que no fue
(no quiso ser) infalible, se impone con dogmatismo doctrinal, y es más respetado
que el mismo Dogma de la Fe, que el mismo Deposito de la Fe, que la misma
Revelación Divina. ¡Habráse visto mayor confusión y error! Solo cabe una palabra
prostitución de la religión, prostitución de la jerarquía de la Iglesia, parte carnal,
humana como hombres que son, que fornican con los Reyes de la tierra,
amalgamando Iglesia y Mundo.
Aquí está representada la Bestia de la tierra, el Pseudoprofeta, semejante al cordero
pero que propaga un culto sacrílego, una religión fornicaria al servicio Anticristo, la
otra bestia del mar: «El otro seductor y tirano del mundo que más tarde Juan
llamará “el Pseudoprofeta”, tiene un carácter religioso: “semejante al Cordero” y
surge de la Tierra firme, la Religión; no como la otra, del mar del mundo mundano.
Y esta fiera es la que hizo que todo el mundo adorara la otra». (Ibíd. p. 209).
«Esta historia de una religión falsa, falseada, falsificada, falluta (de “fallo- Fallere”,
caer) la veremos recurrir de nuevo en la visión 16, la Gran Ramera; y la tal religión
“fornicaría” es necesaria para que pueda surgir el culto sacrílego, del Anticristo,
“que sederá en el Templo de Dios, haciéndose como si fuese Dios”, según predice
San Pablo. Lo cual llama Daniel “la abominación de la desolación”, y repite
Jesucristo». (Ibíd. p.211).
«No hay en la Escritura mención de otro delito del Anticristo que este de la
blasfemia y el sacrilegio máximo (“la abominación de la desolación”) y la iniquidad
y tiranía contra los cristianos, que es su consecuencia...». (Ibíd. p.344).
«La desolación abominable o la desolación, la palabra de Daniel ya aplicada a la
tiranía de Antíoco varios siglos antes. También se verificó ahora, el año 70, aunque
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es dudoso cual fue. Ahora en el fin de los tiempos sabemos por San Pablo que el
Anticristo profanará el Templo de Dios, entronizándose él como Dios; y eso es
realmente una horrible profanación». (Castellani, Catecismo para Adultos, ed.
Patria Grande, Buenos Aires 1979, p. 159).
El modernismo es la religión del Anticristo: «El “enciclopedismo” de los sedicentes
“filósofos” del siglo XVIII, o sea el “naturalismo religioso” que empezó por el
“deísmo” y se prolonga en el actual “modernismo”: la peor herejía que ha existido,
pues encierra en su fino fondo la adoración del hombre en lugar de Dios, la religión
del Anticristo». (El Apokalypsis, p.136).
Es importante retener que las dos bestia la del mar (Anticristo) y la de la Tierra
(Pseudoprofeta) forman el Anticristo completo, ya que las dos bestias son
complementarias entre sí, y se enriquece la visión que podría ser un poco parcial de
otro modo, ayudando además a ver mejor, pues podría darse que la bestia del mar
se consolida en un poder oculto mundial, y la bestia de la tierra por un Antipapa, al
servicio de la otra bestia: «El Anticristo será, pues un Imperio Universal Laico
unido a una Nueva Religión Herética; encarnados ambos en un hombre o quizá en
dos hombres, el Tirano y el Pseudoprofeta». (Cristo ¿Vuelve..., p. 47-48).
San Juan identifica al Anticristo con el espíritu que disuelve o que divide a Jesús
«spiritus qui solvit Jesum» (I Jn 4,3), esto es, el espíritu de apostasía.
Todo esto implica una falsa Iglesia, pues donde la religión se pervirtió, los que la
representan son una Iglesia falsa, hasta con un pseudo Papa o Antipapa, que la
dirige, eclipsando la verdadera Iglesia, la de siempre, la siempre fiel a la tradición
apostólica romana, por esto la Salette habla del eclipse de la Iglesia y que Roma
perderá la fe y será la sede del Anticristo; una falsa Iglesia requiere un falso Papa
(Antipapa).
«San Victorino Mártir netamente asevera que la Iglesia será quitada” (“de medio
fiet”); pero eso no significa que será extinguida del todo y absolutamente como lee
Domingo Soto, O.P.; sino su desaparición de la sobre haz de la tierra. Y su vuelta a
unas más oscuras y hórridas catacumbas». (Ibíd. p. 204).
Si se mira bien esto es en cierto modo un hecho, el culto verdadero ha quedado
sepultado, la misa de siempre ha sido relegada de los templos e iglesias; se cumple
lo que San Jerónimo dice, comentando a Daniel 12,11 donde se refiere a la abolición
del sacrifico perpetuo y a la abominación de la desolación: «Por sacrifico perpetuo
entienden aquí los Padres con San Jerónimo, el de la Eucaristía, y todo el culto
solemne, que ninguno osará ofrecer públicamente». (Felipe Scio).
Tal como hoy acontece, nadie se atreve a decir la Santa Misa de siempre salvo unos
poquísimos sacerdotes fieles a la Tradición de la Iglesia.
La Iglesia quitada, es decir, eclipsada, en el sentido como explica el P. Castellani al
referirse a la vuelta de Cristo y a la perdida de la fe: «…porque fe habrá, aunque
sean pocos y perseguidos en los últimos tiempos. Pero la fe en este sentido,
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significa la fe organizada, es decir la Iglesia. La iglesia dice el teólogo Domingo Soto
será quitada del medio». (Catecismo para Adultos, ed. Patria Grande, Buenos Aires
1979, p.36).
«En todas las naciones hay grandes catedráticos de la AntiIglesia, voceros potentes
de la impiedad». (Castellani, Los Papeles de Benjamín Benavides, ed. Dictio
Buenos Aires 1978, p. 266).
La AntiIglesia es la que persigue y eclipsa a la Iglesia, pues no la puede totalmente
destruir, gracias a la promesa las puertas del infierno no prevalecerán, ya que
siempre habrá un pequeño rebaño.
La posibilidad de un antipapa o falso Papa por haber perdido la fe en connivencia
con el hombre y el mundo no es algo absurdo, ni contra la fe, como algunos
equivocadamente piensan o creen. Claro está que un antipapa no es algo nuevo en
la historia de la Iglesia, ha habido al menos unos cuarenta y el primer antipapa
terminó muriendo mártir, y fue San Hipólito Mártir. Además en nada afecta a la fe
ni a la institución divina de la Iglesia un antipapa, pues queda siempre a salvo la
institución del Papado, pues los Papas nacen y mueren, pero el Papado y la Iglesia
nacen pero no mueren a lo largo de la historia. El error de Lutero fue aplicarle al
Papado lo que las Escrituras decían del Anticristo, otra cosa es que un Papa por un
misterio de iniquidad claudique en la fe convierta a Roma en sede del Anticristo y
se haga un Anticristo, como la Bestia de la Tierra o Pseudoprofeta: «La segunda
bestia, una fiera que surge de la tierra como la otra surgió del mar, es decir, de la
Iglesia en contraposición al mundo; la cual aunque habla como dragón “tiene dos
cuernos semejantes al Cordero”. Esta bestia es la que “actúa” y reduce a la práctica,
es decir, ritualiza todo el poder de la otra, dice el Profeta. (...) Esta bestia es pues
evidentemente un movimiento religioso, una herejía parecida al Cristianismo, la
última herejía, la más nefanda y sutil de todas, la adoración del hombre; en
carnada en un genio religioso, una especie de inmenso Lutero, Focio, o Mahoma.
Quizá sea un antipapa y los dos cuernos signifiquen la mitra episcopal no lo
sabemos». (Ibíd. p.297).
« ¿Será el reinado de un Antipapa, o Papa falso?» se pregunta nuevamente el P.
Castellani, (Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?, ed. Dictio, Buenos Aires 1976 p.29).
Nada más judaizante como señala el P. Castellani, que esperar un triunfo de la
Iglesia sin la Parusía y lamentablemente es la opinión de muchos hoy en día: « pero
¿qué cosa más judaizante que esperar un gran triunfo terreno de la Iglesia antes de
la segunda venida de Cristo?». (El Apokalypsis, p. 87).
Igualmente de judaizante es el Ecumenismo: «El punto focal (...) no es otro que esa
unificación triunfal del universo (...) la gran fusión de los pueblos en uno y del
advenimiento natural de la Restauración Ecuménica. (...) Todo lo que es
internacional es de esencia religiosa. (...) Decir esto es decir que todo lo que hoy día
es internacional, o es católico o es judaico. Son las dos únicas religiones
universales. La masonería es una invención judaica, el islamismo es una herejía
judaica». (Cristo ¿Vuelve... , p.289).
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«Hoy día, todo lo que es internacional, si no es católico es judío, incluso la
francmasonería». (Ibíd. p. 150). «Si admitimos que la pacificación de la
Humanidad en una gran familia es un asunto religioso, no quedan para realizarlo
sino dos religiones que son internacionales: la Iglesia Católica y la Anti-Iglesia, o
sea la Sinagoga. La Iglesia es internacional por divina vocación. La Sinagoga es
internacional por divina maldición. La Iglesia y la Sinagoga representan las dos
concreciones más fuertes y focales del sentimiento religioso que existen en el
mundo. (...) Todas las demás religiones jerárquicas existentes son herejías de estas
dos: el mahometismo es una herejía judaica, el protestantismo es una herejía
cristiana. Las religiones panteístas del oriente son formas del paganismo,
constituyen el sentimiento religioso informe que no ha llegado a realizarse en
sociedad religiosa. (...) El bolchevismo tiene raíz judaica, es mesiánico,
anticristiano y profetal, y por tanto está en el plano religioso. El ateísmo ruso está
informado de un oscuro soplo religioso. Es una forma provisional, representa una
etapa, la etapa de la lucha contra las religiones trascendentes. El mismo es una
religión inmanente, la religión del hombre divinizado, el reverso del misterio de la
encarnación, el Misterio de Iniquidad de que hablo San Pablo...». (Ibíd. p. 151-152).
«La naturaleza del comunismo es religiosa y no solamente política. Es una herejía
cristiano judaica. Del cristianismo descompuesto en protestantismo tomó Marx la
idea obsesiva de justicia social, que no es sino la primera bienaventuranza vuelta
loca, vaciada de su contenido sobrenatural: los pobres deben reinar aquí, reinar
políticamente por el mero hecho de ser pobres, como los santos de Oliver
Cromwell. Pero el elemento formal de la herejía es judaico: es el mesianismo
exasperado y temporal que constituye el fondo amargo de la inmensa alma del
Israel deicida a través de los siglos: Construiremos con la fuerza, con la astucia y
con la religiosidad unidas un Reino Temporal del Proletariado, que será el Paraíso
en la Tierra. Para eso destruiremos primero todo el orden existente,
incurablemente inficionado por el mal». (Ibíd. p. 205).
«El comunismo no es un partido; el comunismo es una herejía. Es una de las tres
Ranas expelidas por la boca del diablo en los últimos tiempos, que no son otros que
los nuestros. Las otras dos ranas, herejías palabreras que repiten siempre la misma
canturria y se han convertido en guías de los reyes, es decir, en poderes políticos,
son el catolicismo liberal y el modernismo. Estas tres herejías se van a unir por las
colas, (cosa admirable, dado que las ranas no tienen cola) contra lo que va
quedando de la Iglesia de Cristo, un día que quizá no está lejano». (Ibíd. p. 204).
«El cuá-cuá del liberalismo es “libertad, libertad, libertad”; el cuá – cuá del
comunismo es “Justicia social”; el cuá-cuá del modernismo, de donde nacieron los
otros y los reunirá un día, podríamos asignarle éste: “Paraíso en Tierra; Dios es el
Hombre; el hombre es dios”. ¿Y la “democracia”? Es el coro de las tres juntas:
democracia política, democracia social y democracia religiosa: Demó –cantaba la
rana, craciá- debajo del río». (Los Papeles, p. 46). La democracia, como lo definió
magistral e insuperablemente Nicolás Gómez Dávila, es una religión antropoteísta,
no lo olvidemos.
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«Y las tres ranas son tres herejías: nominatim, el liberalismo, el comunismo y el
modernismo o naturalismo religioso». (El Apokalypsis, p. 97).
El fin o final en resumidas cuentas ¿cuál es? Pues bien como será una derrota
temporal y será un triunfo sobrenatural. Sobrenatural porque exige la intervención
divina, la manifestación de la Parusía del Señor en gloria y majestad, y no como el
progresismo judaizante sin esta intervención de Dios. Triunfo sobrenatural del bien
sobre el mal, al igual que el de la Cruz o como dice el P. Castellani: «El término de
la historia será una catástrofe, pero el objetivo divino de la historia será alcanzada
en una metahistoria, que no será una nueva creación sino una “trasposición”, pues
“nuevos cielos y nueva tierra” significa “renovadas todas las cosas” de acuerdo a su
prístino patrón divinal». (El Apokalypsis, p. 149).
«El mundo va a una catástrofe intrahistórica que condicione un triunfo
extrahistórico; o sea una “trasposición” de la vida del mundo en un transmundo; y
del Tiempo en un Supertiempo; en el cual nuestras vidas no van a ser aniquiladas y
luego creadas de nuevo, sino (como es digno de Dios) transfiguradas ellas todas por
entero, sin perder uno solo de sus elementos». (Ibíd. p.152).
«O sea el fin catastrófico intrahistórico de la humanidad junto con el fin triunfal
extrahistórico. Pues de sus dos elementos contrarios se compone la esjatología
cristiana». (Ibíd. p. 175).
El fin triunfal extrahistórico o metahistórico es el Reino de Cristo Rey, de los
Sagrados Corazones de Jesús y María, es el Milenio de la exegesis Patrística y la
doctrina común de la Iglesia primitiva, es el Milenio del Apocalipsis, del cual
citaremos algunos autores para tener una idea de sus rasgos esenciales.
El P. José Rovira S.J. autor del artículo Parusía de la Enciclopedia Espasa expone:
«La Parusía no es otra cosa, según dijimos, sino la segunda venida de Cristo.
Vendrá Cristo Jesús del cielo a donde subió en su gloriosa ascensión (Act. 1,9-11),
más no vendrá como vino la primera vez cuando el Verbo se hizo carne (...); antes
vendrá y aparecerá con gloria, con la gloria y esplendor de su divinidad (...). Y
entonces, esto es, después que el sol se obscurecerá y la luna no dará su luz y las
estrellas caerán, entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre (probablemente la
cruz), y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra y verán al Hijo del hombre
venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria (Mt. 24,30, Mc. 13,26, y Luc.
21,27); (...). Pero entre todas campea la descripción que de esta venida nos hace el
apóstol San Juan en el capítulo 19 del Apocalipsis, en donde lo describe como rey
guerrero que va a pelear contra al Anticristo, (...). Pero Cristo no vendrá solo. Como
rey que es, vendrá acompañado de su corte. (...). Vendrá el Señor acompañado de
sus ángeles (Mt. 26,27) (...), con sus santos (…), (Jud. 14,25). (...) Seguiráse
después la resurrección de los santos. Verdad es que acerca de este punto no están
de acuerdo los teólogos e intérpretes, pues comúnmente dicen que la resurrección
ha de ser de todos juntos y aun mismo tiempo, pero esto ha de entenderse de la
resurrección general. Mas esta resurrección particular de los santos será como un
privilegio y así como resucitó Cristo y con Cristo resucitaron también otros santos,
como dice San Mateo (27, 52-53), los cuales probablemente, como asiente Santo
10
Tomas (S. Th. Sup. Sup. q.77, a.1, ad3), no volvieron a morir, así también puede
admitirse que cuando aparecerá Cristo en su segunda venida para destruir al
Anticristo, resucitarán por privilegio, no todos los santos, sino solamente algunos.
(...) Según esto, distingue San Pablo claramente a la venida de Cristo dos clases o
suertes de justos que se le juntaran. Los unos serán los muertos que resucitarán
primeramente, resucitarán incorruptos; los otros serán los vivos, los cuales no
morirán sino que serán transformados de mortales y corruptibles en incorruptibles
e inmortales y juntamente con los otros serán arrebatados por el aire sobre las
nubes del cielo al encuentro de Cristo. (...) y vivieron y reinaron con Cristo mil
años. Los otros muertos no vivieron hasta que se cumplan los mil años. Esta es la
primera. Este texto de San Juan parece indicar dos clases o suertes de escogidos,
los unos son los degollados por el testimonio de Jesús, esto es, los mártires, o todos
o algunos, y en primer lugar los Apóstoles a los cuales prometió en mismo Cristo
que en la regeneración se sentarían sobre 12 tronos para jugar a las 12 tribus de
Israel; los otros son los que no adoraron a la bestia ni recibieron su señal, aunque
no hayan sido martirizados sino que estén vivos, pues de lo contrario no había que
distinguirlos de los mártires. (...) Efecto de la venida de Cristo será también la
destrucción del Anticristo (...). Entonces, pues, vendrá Cristo a destruirle y a salvar
y liberar a los suyos. (...) Y entonces se manifestará aquel inicuo, al cual el Señor
matará (propiamente quitará de en medio) con el soplo de su rostro y lo destruirá
con el resplandor de su venida (2 Tes. 2,8). Y San Juan en el Apocalipsis dice lo
mismo. (...) Destruidas las potestades antiteocráticas y encadenado y encarcelado
el demonio, seguiráse luego el reino de Cristo y de los santos. Este reino predícelo
el profeta Daniel en el capítulo séptimo de su profecía (...). En este texto se predice
claramente que a la destrucción del Anticristo y de las otras potestades
antiteocráticas le seguirá no sólo un triunfo, sino un reino de Cristo y de los Santos,
un reino que será sobre la tierra o debajo del cielo, como dice Daniel, un reino en
que el poder será del pueblo de los santos altísimos, al cual (pueblo) todos los reyes
le servirán y obedecerán. (...) Véase por ejemplo, lo que dice Cornelio a Lapide:
“Entonces, destruido el reino del Anticristo la Iglesia reinará en toda la tierra y de
los judíos y de los gentiles se hará un solo redil con un solo pastor”. Seguiráse
después la sublevación o rebelión de Gog y Magog contra la ciudad de los santos,
que es probablemente según veremos diversa de la persecución del Anticristo.
Luego, más tarde, el fuego de la conflagración (...). Y por fin terminará todo con la
resurrección última y el juicio final. (...) Y San Pablo (1 Cor. 15, 24-28) dice también
que Cristo reinará hasta que ponga bajo sus pies a todos sus enemigos, y la última
de todas será destruida la muerte: después de esto Cristo entregará su reino al
Padre y entonces será Dios todas las cosas en todos».
«Hemos visto que según la predicción de Daniel (7, 26-27) inmediatamente
después de la muerte del Anticristo no se acabará el mundo, sino que seguirá la
Iglesia compuesta de judíos y gentiles y extendida por toda la tierra, y los santos
ejercerán el poder y la soberanía y a ellos servirán y obedecerán todos los reyes del
orbe. (...) aunque Daniel dice que su reino será sempiterno, es porque nos presenta
este reino de los santos en la tierra continuándose con el del después del juicio.
Más ahora hablamos solamente del reino de los santos en la tierra, del reino de los
santos anterior al juicio final y este claro está que no ha de ser eterno. (...) Algunos
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intérpretes, aun de los que admiten el reino de los santos en la tierra, dicen como
Tirini, a Lapide… que este reino ha de durar breve tiempo; otros no hablan de su
duración, otros suponen o afirman que durará largo tiempo (...). En este punto los
milenaristas fundándose en el Apocalipsis (20, 1-9) admitieron después de la
muerte del Anticristo un reino de Cristo y de los santos en la tierra que había de
durar mil años».
El P. Benjamín Martín Sánchez resume así en su Nuevo Testamento Explicado, ed.
Apostolado Mariano, Sevilla 1988, nota-comentario al capítulo 20 del Apocalipsis:
«El milenarismo es la creencia de los que han dicho que Jesucristo reinará sobre la
tierra con sus santos en una nueva Jerusalén por el tiempo de mil años antes del
día del juicio. (...) Yo creo firmemente (después de un detenido estudio de la Biblia)
en un milenarismo en la tierra y si alguno no le agrada la palabra “milenarismo”,
dígase “época maravillosa de paz” de mil o miles de años, que tendrá lugar después
de la muerte del Anticristo y a raíz del juicio universal de naciones y a ello
contribuirá el estar encadenado o reprimida la acción de Satanás. Entonces los
judíos convertidos usufructuarán su conversión, se multiplicará la fe, tendrá un
triunfo definitivo la Iglesia de Cristo y se cumplirá la profecía de “un solo rebaño
bajo un solo pastor”. Y a su vez tendrán cumplimiento las siguientes profecías, que
aún no se han realizado: “Dominará de mar a mar, del río hasta los cabos de la
tierra... Se postrarán ante El todos los reyes y le servirán todas las gentes” (Sal. 72,
8 y 11)».
«Se acordarán y se convertirán a Yahvé todos los confines de la tierra y se
postrarán delante de Él todas las familias de las gentes. Porque de Yahvé es el reino
y el dominará a las gentes (Sal. 22, 28-29)».
«Al fin de los días (v.1)... Yo reuniré, dice el Señor, a la dispersa (esto es, a la
extraviada o dispersos de Israel)... y la haré un pueblo poderoso, y Yahvé reinará
sobre ellos en el monte Sión desde ahora y para siempre (Miq. 4, 6 y ss.)».
«Y reinará Yahvé sobre la tierra toda, y Yahvé será único y único su nombre (Zac.
14, 19)».
«Entonces (después del gran juicio de las naciones) Yo devolveré a los pueblos los
labios puros, para que todos invoquen el nombre del Señor (Sof. 3, 9)».
«Y la nueva alianza que empezó a cumplirse en la Nueva Ley, anunciada por
Jeremías (31, 31-34) llegará a su plenitud con la conversión de Israel. Entonces dice
el Señor: “pondré mi ley en sus corazones... y no tendrán ya que enseñarse unos a
otros... todos me conocerán”. Y “entonces toda la tierra estará llena del
conocimiento de Yahvé” (Is. 11, 9). Cuando Israel se convierta y sea purificado de
sus pecados, los desiertos florecerán, se convertirán en vergeles y tendrán cosechas
de frutos y producción de ganados como jamás se ha conocido (Ez. 36, 33-35). A
estos textos habría que añadir muchísimos más de Isaías, Miqueas, Sacarías y otros
profetas que nos hablan de la gran paz de esta época, del bienestar temporal, de
Jerusalén como capital del mundo cristiano, etc. (Nótese que esto no será en el
cielo, sino en la tierra, algo real, y, por tanto, un hecho el tal milenarismo o época
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maravillosa de paz.). (...) Algunos han querido entender la “resurrección primera”
espiritualmente del nacimiento a la vida de la gracia, pero no convencen porque se
habla de mártires que murieron por la fe. Pirot dice: “Algunos críticos católicos
contemporáneos, por ejemplo Calmes, admiten la interpretación literal del pasaje
que estudiamos. El milenio sería inaugurado, por una resurrección de los mártires
solamente, en detrimento de los otros muertos”. También ya San Ireneo señaló
como primera resurrección la de los justos. Bien creo la podemos confirmar con
estos dos textos: 1 Cor. 15, 23, donde San Pablo habla del orden en la resurrección:
“Primero Cristo, luego los de Cristo cuando El venga, después será el fin...”, y
además por 1 Tes. 4, 14-16: “Los que murieron en Cristo resucitarán primero... El
escriturista Cornelio a Lápide también interpreta literalmente el texto 1 Cor. 15,
23… Los restantes muertos no vivieron hasta pasados los mil años. (...) Y entonces
será la resurrección universal y el juicio final ».
«Pasados mil años, será soltado Satanás y se irá a seducir a las gentes (...) el
demonio irá pervirtiendo a las gentes y las fuerzas del mal, o sea Gog y Magog
atacarán a los santos y la ciudad santa, pero Dios hará que sean devorados por el
fuego que hará descienda sobre ellos».
Sobre el capítulo 21 del Apocalipsis el mismo autor comenta sobre la restauración
universal de todas las cosas, lo cual nos hace recordar el lema de San Pio X:
Instaurare omnia in Christo (Instaurarlo todo en Cristo), y que Monseñor Lefebvre
traduce a modo explicativo todo recapitularlo en Cristo. Así expresa el P. Martín
Sánchez sobre el cielo nuevo y tierra nueva: «De la transfiguración de las cosas
creadas se nos habla aquí y además en Isaías 65, 17 ss., en 2 Ped. 3, 13, y en Rom. 8,
19 ss. (...) tenemos que este mundo no será aniquilado, sino renovado, y cambiando
en mejor, pues como dice San Jerónimo: “Pasa la figura, no la sustancia. No
veremos otros cielos y otra tierra, sino los viejos y los antiguos cambiados en
mejores”. Todo hace presagiar que esto se refiere también a la época maravillosa de
paz, por cuanto según las Escrituras, el universo una vez renovado ha de servir de
escenario a la vida humana, porque la creación entera tomará parte en la felicidad
del hombre (Rom. 8, 19-22) y porque vendrán nuevos cielos y nueva tierra en los
que habitará la justicia (2 Ped. 3, 10-38). Entonces la tierra será como un cielo
nuevo anticipado (...) Es una renovación de este mundo donde vivió la humanidad
caída, el cual, desembarazado al fin de toda mancha, será restablecido por Dios en
un estado igual y aún superior a aquel en que fue creado: renovación que la
escritura llama en otros lugares la “palingenesia”, la regeneración (Mt. 19, 28), “la
restitución de todas las cosas” en su estado primitivo (Hech. 3, 21), (Crampon)».
Y en la explicación al capítulo 22 dice nuestro autor refiriéndose a las palabras
finales: Ven señor Jesús, del Apocalipsis: «Con esta expresión que se refiere a la
segunda venida de Jesucristo termina el Apocalipsis después de hablarnos de la
gran felicidad reservada a los santos repite: “Venga Pronto”, y con este aviso quiere
que no nos durmamos, que vivamos vigilantes, que anhelamos su venida para gozar
de la dicha anunciada».
Sobre el milenarismo el P. Castellani a su vez precisa: «El milenarismo real no
enseña otra cosa sino que Apokalypsis XX y I Corintios XV, pueden ser
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interpretados literalmente sin quiebra de la fe ni inconveniente alguno, que así lo
entendieron los padres apostólicos y después de ellos, en el curso de la historia,
innumerables doctores y santos; que de ello se sigue la probabilidad de dos
resurrecciones, una parcial y otra general, con un período místicamente glorioso de
la Iglesia Viante entre ellos, y que esta inteligencia resuelve fácilmente muchos
lugares oscuros de la Escritura y es honrosa a la grandeza, veracidad y
omnipotencia del creador». (Los Papeles..., p. 418).
«Toda la tradición antigua en masa durante los cuatro primeros siglos de la Iglesia
entendió en este capítulo simplemente que habría un largo periodo de paz y
prosperidad en el mundo (mil años o bien mucho tiempo) después del retorno de
Cristo y refulgir de su Parusía, que habría dos resurrecciones, una parcial de los
mártires y santos últimos, otra universal al fin de buenos y malos lo cual también
San Pablo dice, que todo este largo tiempo es quizás lo que designamos con el
nombre de Juicio Final, el cual se describe metafóricamente al final del capítulo, es
decir se describe su término y finiquito. El “Día del Juicio Final” no puede ser
ciertamente un día solar». (El Apokalypsis, p.295-296).
Sobre esto último el mismo San Agustín admite que el día del juicio final no sea un
día solar: «Lo que confiesa y aprueba toda la Iglesia del verdadero Dios: que Cristo
ha de descender de los cielos a juzgar a los vivos y a los muertos, éste decimos será
el último día del divino juicio, es decir, el último tiempo. Porque aunque no es
cierto cuantos días durará este juicio, ninguno ignora, por más ligeramente que
haya leído la Sagrada Escritura que en ella se suele poner el día por el tiempo». (La
Ciudad de Dios, libro 20, capitulo1). «En suma, milenarismo consiste en creer al
Dios del juicio, que es un dogma de fe, no un día material y un lugar geográfico sino
un período y un estado, un ciclo enteramente sobrenatural; y eso no por
racionalismo o fantasía, sino por encontrarlo así escrito a la letra, en las dos
grandes profecías postrimeras, Daniel y Juan, con dos textos coincidentes del
apóstol Pablo». (Los Papeles…, p. 412).
Aunque la interpretación alegórica es la que predomina actualmente, no siempre
fue así, al menos para los primeros 4 siglos de la Iglesia primitiva, además el mismo
San Agustín que tomó la interpretación alegórica del hereje donatista Tyconius,
quien fue su autor en el siglo IV, como hace ver el P. Castellani (El Apok. p. 294),
reconoce que su nueva interpretación (antes fue milenarista) no es segura, pues:
«San Agustín advierte que no sabe si esta interpretación es buena o no, cosa en que
no es imitado por ninguno de los actuales “alegoristas”, muchos de los cuales
además incriminan de “heréticos” (y de ridículos, y de judaizantes, y de zotes, y de
groseros, y de perturbadores) a aquellos que no gustas de ello». (El Apok. p. 294-
295).
«Pero milenarismo y antimilenarismo representan en la realidad histórica
hodierna dos espíritus, dos modos de leer la Escritura, y de ver en consecuencia la
Iglesia y el Mundo. De ahí la lucha». (Los Papeles…, p. 412).
Esta es la razón por la que muchos inconscientemente no aceptan el Milenarismo
Patrístico, hoy en día. Esperemos que esta recopilación sirva de luz para abatir los
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prejuicios y estar más expectantes que nunca de la Parusía y del Reino de Cristo, y
el triunfo del Inmaculado Corazón de María.
P. Basilio Méramo
Santa Fe de Bogotá Julio 4 de 2000
Fiesta de Nuestra Señora Refugio de los Pecadores