San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 31 de enero de 2021

DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Con este domingo de Septuagésima se inicia el ciclo litúrgico de la Pascua que tiene su preparación con la Cuaresma y su antesala o preludio que comienza hoy para prepararnos a ella con sus sacrificios, penitencias, mortificaciones y a imitación de nuestro Señor en el desierto poder después festejar con gran alegría la resurrección de nuestro Señor, después de su muerte en la Cruz por nuestros pecados; a eso debemos el color morado de los ornamentos.

Y así la Iglesia nos va advirtiendo en estos domingos antes de la Cuaresma que nos vayamos disponiendo y preparando para este periodo de la Iglesia que antaño los fieles practicaban con verdadero fervor, y que nosotros, dada la debilidad del hombre actual, medio la sobrellevamos; no por eso olvidemos el espíritu de sacrificio, penitencia y oración que durante estos días de disposición comienzan hoy con la septuagésima. Setenta días para la Pascua es un número que la Iglesia tomó como motivo de preparación; los Siete Salmos Penitenciales por ejemplo; número siete que nos recuerda también el exilio del pueblo judío en Babilonia durante setenta años y que recuerda la historia de la humanidad resumida en ese destierro del pueblo elegido; por eso la Iglesia lo toma para que lo recordemos como preludio a la Pascua.

Me veo hoy penosamente obligado a tratar un tema que preferiría realmente callar, pero no puedo dejar de advertirlo, dado el hecho de la reunión del 24 de este mes en Asís, reconfirmando lo que hace varios años fue un escándalo; lo cual demuestra una pertinacia en el error y que miradas las cosas a la luz de la fe, no con sentimentalismos ni aprehensiones humanas, no se puede dejar de señalar porque son hechos que ofenden el nombre de Dios. Porque cuando hay hechos que conculcan evidentemente el honor de Dios, que son públicos, es un deber de todo católico señalarlos y lo más grave es que no se trata de cualquier prelado, de cualquier cristiano, sino de un acto de la jerarquía oficial de la Iglesia con el Sumo Pontífice a la cabeza representando a Dios, en unión con todos los otros líderes religiosos –para pedir la paz–; nosotros sabemos que la paz únicamente se puede pedir en el nombre de Cristo.

No puede haber otra paz fuera de la paz de Cristo. Sería una ilusión, un engaño, y en el peor de los casos la paz del Anticristo que ya la tenemos anunciada en las Escrituras.

Luego, yo no puedo pedir junto con los demás si no pido en Cristo porque no sería la paz de Cristo sino la del Anticristo. No hay término medio, las verdades de la religión católica son apodícticas, derechas, contundentes, definitivas, y al espíritu liberal no le gusta esa contundencia, radicalidad y verticalidad de la verdad, por eso siempre prefiere un sí que sea un no y un no que sea un sí. Y por eso nuestro Señor dice “sí sí o no no”, toda otra palabra viene del maligno. En materia de fe, en materia de verdad no cabe otro lenguaje, porque éste no les gusta, no le parece al mundo moderno ni a sus enemigos ni a los que están dentro de la Iglesia en connivencia con ese espíritu. Es un espíritu tolerante, y me refiero al liberalismo en el orden teológico y filosófico, no estoy hablando aquí de partidos políticos que por otro motivo se puedan asociar a este pensamiento. Pero es tal el reformismo de nuestra época que no nos gusta la verdad por el compromiso que ella exige y por eso un acto público como el del día 24 no se puede, a los ojos de la verdad o de la fe, dejárselo de lado o disimularlo.

Es para mí una obligación decirlo, aunque me freno para no decir todo lo que pienso y lo que en consecuencia se seguiría por simple lógica, porque no quiero escandalizar ni asustar a nadie, pero sí es mi deber advertir a los fieles, para que no se dejen llevar por el falso concepto del peso de la autoridad. ¿Cómo se va a pedir una paz sin invocar el sacrosanto nombre de nuestro Señor Jesucristo?, si Él siempre dice: “Pax Vobis”, Mi paz os dejo, mi paz os doy”. Porque Él sabe que todos los bienes se condensan en la paz, que es la tranquilidad en el orden y en el divino, en el natural pues eso será adulterado hacia el fin de los tiempos para promover una falsa paz que culminará en el Anticristo; y cómo se le va a pedir a Dios si no se le pide al verdadero y único Dios Uno y Trino, al Dios de la revelación.

Yo no le puedo pedir a cualquier dios, no puedo invocar en la oración a un falso dios. Entonces, ¿cómo voy a reunirme en el nombre de Dios y de la Iglesia con los líderes de las falsas religiones para pedir una paz que no es la de Cristo y a un Dios en el que ellos no creen? Los dejo en el error, la infidelidad y confundo a los católicos, eso es desastroso y apocalíptico. Un Papa no tiene poder ni derecho para hacer eso.

La infalibilidad de la Iglesia y de la cual goza el Papa no es para anunciar una nueva doctrina sino para confirmar a sus hermanos en la fe, contenida en el depósito de la revelación católica. Esto no las debería decir yo, un simple sacerdote, sino los doctores de la Iglesia, que por oficio son los obispos; es deber de los obispos católicos advertir a los fieles dispersos por el mundo en esta hora crítica de crisis en que la Iglesia está reducida, y siendo limitada para alertar no sólo a la humanidad sino a los fieles de no dejarse seducir por una falsa unión, por una falsa paz. Ese es el deber de los obispos, consolidar en toda doctrina, profesar y sostener en esta crisis la fe y la doctrina de la Iglesia y sostener a los fieles; para eso son pastores hasta dar la vida por sus ovejas. Y si no lo hacen no cumplen con su deber y no valen acciones sucedáneas, cuando la verdad está públicamente conculcada, eso exige una denuncia.

Eso fue lo que ocasionó a los mártires la profesión de la fe y no se puede claudicar, soslayar, ocultar. Es trágica la hora presente; la verdad tiene sus derechos y por eso no puede uno hacerse el tonto. A mí me gustaría no tener que hablar más de ello y abrigo además el temor de escandalizar a alguien y, si se diese el caso, pido que por favor me lo haga saber para quitar ese escándalo; pero mucho más indignante es el acto que Juan Pablo II hace en nombre de la Iglesia como sumo Pontífice y Vicario de Cristo. Un acto que no es de Dios ni para Dios. ¡Es tremendo! Y por eso considero un deber advertir a los fieles sobre la legitimidad con la cual Juan Pablo II y todos los cardenales en comunión con él ejercen en nombre de Dios y de la Iglesia católica haciendo eso que acaban de realizar.

Porque como sacerdote católico, apostólico, romano, tengo que decir que ese evento no es católico, ni apostólico ni romano, ni de la Iglesia católica sino digno de la iglesia de Satanás; así de claro, de duro y con todo el dolor de mi alma pero es la profesión de fe pública que tengo que dar, porque está en juego la salvación de mi alma y de las almas de todos los fieles porque, repito, esto no lo debiera decir yo, sino los obispos que son los doctores de la Iglesia y en nombre de Dios manifestarlo. Porque no puede ser que el error, el engaño circulen en el nombre de Dios, eso no puede ser. Un Papa no tiene autoridad para ello, ninguno, y si hace un evento de esos con toda la jerarquía en comunión con él, tengo todo el derecho y el deber de poner en duda la legitimidad de ese evento. Es lo menos que puedo decir, y creo que es lo menos que debieran decir aquellos prelados que se estimen católicos si no quieren pecar de cobardía, de ignorancia o de lo que fuese. ¡Es terrible! Pero es así.

La fe así lo exige, es lo formidable de Dios, pero no nos percatamos porque la anemia espiritual se nos ha ido tan suavemente dosificando que ya ni cuenta nos damos, y Dios permite que el hecho abominable de Asís se repita, como para ver si los que no supieron reaccionen, pero nadie responde, nadie musita, nadie chista. ¿Por qué? ¿Es que no existen hombres viriles, sobrenaturales, que puedan defender la Iglesia? Si no los hay entonces ya se hubiera acabado la Iglesia, luego los tiene que haber que clamen desde el desierto; es una obligación, así nos cueste la cabeza.

Lo terrible no es que los musulmanes, azuzados por judíos, tumben las torres de Nueva York que bien se las harán pagar con el seguro porque estúpidos no son; lo grave no es que ese país esté agobiado con la violencia, mucho más grave es lo que pasa en la Iglesia católica, eso es lo peligroso: que se pudra la religión, que se pudran los prelados, que se pudra el clero. Eso es gravísimo y lo peor es que no nos demos cuenta de ese estado de putrefacción, de adulteración y que no haya paladines que adviertan al pueblo para que permanezca fiel a la fe en esta apostasía. Por eso, mis estimados hermanos, desde todo punto de vista, teológico y jurídico, es lícito dudar de la legitimidad de Juan Pablo II cuando ejerce un acto en el nombre de Dios para destruir la Iglesia.

Es lo menos, sinceramente lo menos, las soluciones no son nuestras, no las podemos dar; la conclusión la dará Dios; el buen médico es el que diagnostica la enfermedad, aunque muchas veces no puede dar la salud, porque la salud y la vida vienen de Dios, pero sí el diagnosticar, para que no nos dejemos arrastrar. Eso haría yo si fuera obispo, me vería obligado a hacerlo delante de Dios, poner en duda pública la legitimidad ante la gravedad de esos actos que está realizando; perdónenme las expresiones, porque sencillamente un Papa no se puede poner de ruana la Iglesia, no es su bien propio, es la Iglesia de Cristo, son las almas de Cristo y la autoridad la tiene para gobernar dentro de los cánones de las leyes, tanto divinas como eclesiásticas.

El Papa no es un gurú o un mandarín caprichoso que puede hacer con la Iglesia y sus leyes lo que le dé la gana; ese no es el concepto católico de la autoridad, ni en el orden natural ni en el sobrenatural.

Ya en España, la madre patria, un rey podía ilegitimizarse por la falta de ejercicio, cuando claudicaba en el deber de procurar el bien común. El poder no está para hacer con él lo que se quiera, sino para gobernar llevando a los súbditos hacia el fin, y ¿hacia dónde nos lleva Juan Pablo II? Hacia ese abrazo con las falsas religiones para pedir una paz que no es la de Cristo a un dios anónimo, que no es el Dios Uno y Trino de la revelación; y si lo es ¿por qué no lo dice? ¿por qué no lo proclama? ¿por qué no lo profesa? No hay término medio, sí o no, no hay excusa, no hay ignorancia que valga, son los hechos, los terribles hechos.

Por eso tenemos que rezar más que nunca, para perseverar en la fidelidad a la Iglesia que está siendo reducida. No todo el que diga ¡Señor, Señor!, se salvará; no todo el que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de Dios; no todo el que dice ¡Señor, Señor!, es católico. Esta jerarquía oficial no es católica, no pueden ser católicos, no profesan la fe católica, eso es evidente; la fe no se profesa en el baño ni en la cocina de la casa, se ejerce públicamente. Y lo que hemos visto es una anti-profesión de fe, de una anti-iglesia digna de un Anticristo. “Roma perderá la fe y será sede del Anticristo”, dijo nuestra Señora en La Salette.

¿Quieren ver más claro? ¿Qué falta para ver más claro? Amor a la verdad, es lo único que nos puede hacer ver, el amor a la verdad, a esa verdad que invoca San Juan Evangelista; amor a esa verdad que es el Verbo de Dios, que es la que ilumina toda inteligencia, pero que los suyos no la recibieron, que los suyos no la aceptaron prefiriendo las tinieblas, pues son hijos de las tinieblas. Eso es lo que le pasa al pueblo judío por su perfidia y eso es lo que nos va a pasar si no tenemos el amor a la verdad, y éste lleva a la inmolación de la propia vida como lo hizo nuestro Señor Jesucristo en la Cruz; eso es ser católico, esa es la espiritualidad católica, eso es lo que anima la devoción católica, eso es lo que ha hecho a los Santos. No una masa, una fe , una doctrina amorfa, equívoca, sino la luz de la verdad que es nuestro Señor.

Perdónenme si he sido un poco duro, pero es así y si no puedo hablar, si voy a escandalizar, ganas no me faltan de irme al desierto y no tener que decirlo. Pero si tengo la cura de almas es mi deber entonces decir las cosas como las veo en conciencia delante de Dios. Pero no callar por miedo, el que fuese, y sí pedir la gracia para que todos podamos tener ese mismo entendimiento, y así poder ser fieles a la verdad, porque eso que ha ocurrido se va a agudizar, no queda allí, no para allí, la globalización del mundo con la Iglesia y todas las religiones, la unión fuera de Cristo que realizará el Anticristo; hacia eso vamos y por eso si los tiempos no se abrevian, nadie se salvaría, por eso debemos ser lúcidos en la fe, con la lucidez del Espíritu Santo y pedirle a Dios que nos sostenga, porque por nosotros mismos no podemos nada, somos miseria, barro. Entonces es Dios en nosotros y por la Gloria de Dios es que debemos mantener la fe en medio de estas densas tinieblas que seguirán apretando y que nos absorberán si no tenemos cuidado y si no tenemos vigías que mantengan despierto al pueblo de Dios, a los fieles.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, para que Ella sea nuestro sostén, para que nos sostenga como a niños indefensos bajo su manto. +

P. BASILIO MERAMO
27 de enero de 2002

domingo, 24 de enero de 2021

TERCER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA

 

Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este tercer domingo de Epifanía tenemos el doble milagro que relata el Evangelio, el de la curación del leproso y del centurión. La del enfermo, como el más miserable de todos, peor que un mendigo, porque quedaba excluido del trato y de la convivencia social, y la del centurión, como quien diría de un general del Imperio romano; dos extremos de la escala social. Vemos cómo nuestro Señor no hace distinción de clases, ni de ricos ni de pobres, porque es Dios de todos los hombres y de todas las criaturas. Y así le hace el milagro a ese pobre leproso que le pide, si Él quiere, que le cure; nuestro Señor extiende su mano y lo sana y le recomienda que no le diga a nadie; ¡qué pudor! Porque solamente por un miramiento religioso quería nuestro Señor ocultar como todo verdadero hombre, que no se anda pavoneando como una “vedette”, sino todo lo contrario, oculta su religiosidad, su santidad, su virtud, por pudor, para no mostrar lo mejor que tiene de Sí porque es para Dios y no para los hombres.

Qué gran lección, para que no nos ufanemos como pavos reales cuando entremos a la iglesia. Dicho sea de paso, no digo que todos, pero algunos fieles creen que el templo es para estar saludando al amigo o al conocido, o al íntimo; dejen eso para cuando salgan y no dentro de la iglesia. Aquí se reverencia a Dios con una genuflexión; no venimos a saludar a nadie más, para eso está la calle y lo digo con dolor porque es chocante y muy tonto, porque no es ninguna forma de educación; es todo lo contrario. ¿Y todo para qué?, ¿para ser admirados de los demás?

Por eso nuestro Señor en este grado de profunda humildad y de decoro manda a que no lo diga a nadie, que calle aquello que acaba de acontecer. No obstante le indica, según la ley de Moisés, que vaya a los sacerdotes para que sirva de testimonio y así también pueda regresar a la sociedad sin quedar excomulgado de ella y pueda tener ese contacto social del cual estaban excluidos todos los leprosos ya que se les consideraba peor que cualquier mendigo.

Vemos también el otro milagro, el del centurión, ese hombre que tenía a su mando hombres, pide por un criado suyo, paralítico. Le ruega a nuestro Señor que lo sane y Él le dice que irá a curarlo; cuánta fe tendrá este centurión que le dice que no hace falta, que solamente basta con que Él dé una orden, tomando como ejemplo su caso, ya que en su ejército, con dar una orden van, y da otra y vienen. Mucho más entonces nuestro Señor, que con una sola disposición suya bastaba para que su criado fuese curado. Nuestro Señor no dejó de expresar admiración por esa gran fe que no había visto en todo Israel, en todo el pueblo de Dios, sino en un pagano; ¡qué ejemplo! ¡Cómo un infiel tenía más fe que todos los hijos de Israel! Nuestro Señor cura en aquel instante a ese siervo del centurión y hace el gran reproche.

Esa recriminación a los judíos, a quienes antecedió la manifestación de la entrada de los gentiles en el reino de Dios, “muchos vendrán de Oriente y de Occidente y estarán con Isaac, Jacob y Abraham, y los hijos del reino; esos serán echados a las tinieblas exteriores, al infierno”. El averno, que ha sido negado o por lo menos puesto en duda en la nueva predicación actual y, sin embargo, aquí nuestro Señor hace alusión a él. Y así entonces manifiesta la entrada de los gentiles y muestra la reprobación de Dios del pueblo elegido de Israel por no tener fe, la el centurión, porque si la hubieran tenido no le hubieran crucificado.

¿Cómo es posible que este centurión pagano, un soldado romano, tenga esa fe que los hijos de Israel no tenían? ¿Qué fue lo que pasó si ellos tenían las Escrituras, las profecías? ¿Por qué no reconocieron a nuestro Señor, como sí lo hizo este humilde centurión pagano? Eso da mucho que pensar. Y la razón de ello está en la corrupción religiosa. Por la deshonestidad religiosa el pueblo judío, elegido de Dios, no reconoce a nuestro Señor; ese es el gran misterio de la reprobación de los judíos y por eso anuncia el ingreso de los gentiles.

Esa putrefacción de la religión, del culto, de la palabra de Dios, fue lo que llevó al pueblo judío a negar a nuestro Señor, a no aceptarlo y a crucificarlo; y esa depravación religiosa, cultual, es lo que se llama fariseísmo, que es la peor de las corrupciones; porque no es solamente la de la moral, de una virtud, sino la de toda la religión, de todo el culto de Dios, de toda nuestra relación con Él. De ahí lo grave y la gran lección que debemos sacar, porque si la religión católica al fin de los tiempos se llegase a corromper como ciertamente lo anuncia nuestro Señor en las Escrituras, ¿qué quedará de la Iglesia?, ¿qué quedará de los fieles?, peor que el pueblo de los judíos y eso es lo que hoy está aconteciendo; estamos ante la corrupción de la religión católica y la cultual.

¿A dónde iremos a llegar? A la apostasía, en la cual culminará el anticristo en su supremo afán de querer destruir el reino de Cristo. Pero como Dios es todopoderoso permite eso porque al fin y al cabo su Sagrado Corazón triunfará, el que ya triunfó en la cruz, aunque no se hubiera evidenciado ese triunfo como rey. Por eso lo esperamos a Él en su segunda venida como rey y juez de todo el orbe. Por eso no debemos asustarnos y en cambio sí estar preparados para que teniendo las Escrituras en las manos, la Sagrada Biblia, no nos pase igual que a los judíos, que por un misterio de iniquidad se corrompa nuestra fe, nuestra religión y así nos encontremos en peor estado que los judíos. Por ello se habla de la gran tribulación para el fin de los tiempos y vemos esta corrupción no sólo de la moral, de los principios, de la familia, de los pueblos, sino dentro de la misma Iglesia; deshonestidad del clero, de sacerdotes, monjes, monjas, cardenales, obispos; por eso el enemigo aprovecha. ¡Qué escándalo abominable!, ¡contra natura! y todos los crímenes que podamos imaginar.

Todo lo anterior nos debe hacer reflexionar para que nos mantengamos incólumes en la fe, como dice nuestro Señor; esa fe admirable que tuvo este centurión pagano. Cómo, entonces, nosotros no vamos a permanecer en la fe católica, apostólica y romana si se lo pedimos a Dios de todo corazón. Y la manera más expresa de guardar la fe, en este mundo actual, en medio de este progresismo, de este modernismo que está destruyendo la religión, falseándola, adulterándola, es asistir a la Santa Misa que es el misterio de la fe, mysterium fidei; de allí se irradia todo lo demás.

Por eso la gran importancia de la Santa Misa verdadera, romana, tridentina, canonizada, apostólica, todos títulos que no tiene la nueva, que no es romana sino protestantizante, que no es apostólica sino fabricada allí bajo la supervisión de seis pastores infieles. Esa es la importancia de tener esta capilla aunque sea pequeña, modesta, pero que es un baluarte de fe, como un faro, así como el de Alejandría que era una de las siete maravillas del mundo antiguo; que así sea esta capilla, por lo menos para Colombia, un faro de fe. Así les pese al cardenal, al nuncio y a toda la jerarquía que no defiende la fe católica y que usurpa la autoridad al igual que los judíos para crucificar a nuestro Señor, para a la Iglesia que está sufriendo hoy su pasión porque esto no es más que la pasión de Cristo en su cuerpo místico que es la Iglesia, si no no se comprenderían todas estas aberraciones, no tendrían lógica ni razón de ser que es la corrupción religiosa por la falta de fe.

Debemos, pues, permanecer firmes en la fe para que el demonio no nos devore, ya que “como león rugiente gira a nuestro alrededor”, como lo dice San Pedro, el primer Papa de la Iglesia católica: “Hermanos, sed sobrios y velad porque el demonio, como un león rugiente, gira a nuestro alrededor buscando a quién devorar”.

He allí el testimonio, una sola palabra de Dios, una sola palabra de nuestro Señor basta, la fe no requiere más, no requiere pompas, riquezas ni glorias sino simplemente esa adhesión a la palabra de Dios, a la palabra divina; esa es la luz del mundo y por eso las tinieblas, el eclipse de la Iglesia del que habla nuestra Señora en La Salette. Se mencionan tantas apariciones que no sabemos ni somos capaces de sacar la inteligencia de ellas y, sin embargo, aquí en Colombia tenemos un pequeño libro de monseñor Cadavid, de 1953 o 1954, sobre Siracusa, en el que relaciona todas las verdaderas y más importantes apariciones de nuestra Señora, importancia que tienen como una advertencia para los últimos tiempos en los cuales la fe claudicará.

Por eso la necesidad de que haya un rebaño de fieles, pusillus grex, del cual habla San Lucas para que permanezcamos fieles a la Iglesia católica, apostólica y romana, a nuestro Señor y no seamos unos falsarios, traidores y, menos aún, unos corruptos investidos con la autoridad de la jerarquía para hacer el juego a Satanás corrompiendo la religión, la fe como hace la gran mayoría de la jerarquía. Por eso, tampoco debemos asombrarnos de que no seamos muchos porque más vale pocos y buenos que muchos y malos; más vale estar en la soledad con la verdad y no con el error en compañía, porque esta soledad vale mucho más. Es mejor estar en el desierto, en la soledad, en la aridez que acrisola la fe; en ese arenal por el cual pasó el pueblo judío durante cuarenta años para purificarse antes de entrar en la tierra prometida; esa es la fe de los eremitas, de los monjes del desierto.

O, ¿qué queremos nosotros?, ¿una fe en medio de los clubes que no son sino antros de corrupción social? Pues la Iglesia nos invita al desierto para que nos acrisolemos, nos purifiquemos. Por eso la religión está representada en el Apocalipsis bajo la figura de esa mujer que huye al desierto para que el dragón no la destruya, porque es allí donde tienen que ir los fieles para que no sean devorados por Satanás en los últimos tiempos que son ciertamente los nuestros, aunque no sepamos cuál sea exactamente el término o la duración ya que puede ser larga y entonces, como la mujer que huye al desierto, otro tanto haremos nosotros para purificarnos en la fe y estar, aunque solos, en la verdad y no acompañados en el error.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen, a Ella que permaneció de pie ante la Cruz, para que nos dé ese valor, esa fortaleza y esa fe con la que Ella ofreció a su Hijo como víctima al Padre Eterno y ese es el sacrificio que se renueva mil y una veces sobre los altares en la Santa Misa. Pidámosle a que nos dé ese amor y esa fidelidad a Dios y a su santa religión. +

BASILIO MERAMO PBRO.
26 de enero de 2003

miércoles, 20 de enero de 2021

Quien tenga entendimiento calcule


Del Santo Profeta Daniel, y el Evangelio Esjatológico, concatenación con los 42 meses y los 1290 + 10 días.

El tiempo del anticristo es (o fue) de UN TIEMPO (Paulo VI) DOS TIEMPOS (JPI y JPII) y medio tiempo más.

De este MEDIO TIEMPO MAS, si en la tolerancia Divina, hubiere sido su voluntad que la bestia de la tierra (La rata cantante o JOSHEP RAT-ZINGER) hubiere tenido un "reinado vitalicio" de uno, diez o veinte años, no hubiere sido de "UN MEDIO TIEMPO MÁS" dado que su reinado y su tiempo hubieren abierto y cerrado un ciclo.   Ergo, la única forma visible para el cristiano de los últimos tiempos de ese periodo de "medio tiempo más" era precisamente ver a la "GLORIA DEL OLVIVO DE SAN MALAQUIAS" por la mitad de un espacio temporal definido justo como pasó en habiéndose hecho "emérito"; sin dejar de ser la primer bestia y el sucesor del Anticristo por antonomasia JPII.

Así pues la aparición del que no era pero ya es, el octavo rey FRANKEINSTEIN, que ni ordenado es, recibe como segunda bestia todo el poder de la primera.

El medio tiempo más de un artífice virtual, con poder comunicado de la primer bestia Ratzinger, está llegando a su fin cronológico, dado que el reino de la Rata cantante, destructor de la Iglesia Verdadera, comenzó el pasado 19 de Abril de 2005 con su declaratoria de Emérito el 28 de febrero del 2013, dando así un cómputo real de su reinado del orden de los 7 años 10 meses 9 días (2872 días en total).  Tras el periodo de espera de la perfección de la Kabbalah tergiversada de trece días, fue nombrado por el conclave del anticristo como su amado sucesor al espurio y hereje Mario Bergoglio el pasado 13 de Marzo del 2013.  Note usted las fechas mes y año, por si acaso sabe de cábala, y es justo dentro de dos días, el próximo 22 de Enero del 2021 que el hereje Bergoglio cumplimentará cabalmente sus 2872 días, perfeccionando con esto el medio tiempo más de la primer bestia que hizo adorar al anticristo, en números visibles para el ser humano y en consecuencia con la inminente y Gloriosísima Parusía en potencia, a partir de ese día.

Para el lector que DIOS le ha permitido ver, oír y calcular, también adelantamos que de acuerdo al libro de la Revelación, San Juan nos indica, que ambas bestias, tanto la Gloria del Olivo como Pedro Romano (de San Malaquías) van a ser arrojados vivos a gehena. 

No desesperéis y levanta la testa, vuestra redención está cerca.
Sea para Gloria de DIOS.
Maranatha.

Alberto González.

domingo, 17 de enero de 2021

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA

 



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

En este segundo domingo después de Epifanía, cuyo tiempo litúrgico corresponde a los domingos después de Epifanía vemos en el evangelio de hoy el primer milagro que hace nuestro Señor Jesucristo en Caná.

Primer prodigio, con lo cual se descartan todos esos escritos apócrifos que hablan de los anteriores que nuestro Señor Jesucristo hiciera desde pequeño. La Iglesia siempre ha desechado esos apócrifos de los cuales la literatura barata quiere hacer misterio y propaganda, aunque cuenten cosas que nos parezcan buenas; de todas formas al tener errores no son libros inspirados, luego no son la palabra de Dios, que es precisamente lo que nos interesa de las Escrituras, que sí son la palabra de Dios. Y lo que nos dice este evangelio de Dios, es que es el primer milagro que hace nuestro Señor, que Él no quiere hacer, pues le da una respuesta a nuestra Señora, que aparentemente puede ser áspera, como quien dice qué nos importa a ti y a mí, si no ha llegado mi hora, si no es lo mío, no me incumbe; sin embargo lo hace a instancias del pedido de nuestra Señora que se aflige porque falta vino para los convidados en esas nupcias.
Que si nos atenemos a Santo Tomás eran las nupcias de San Juan Evangelista, familiar de nuestro Señor, y por lo mismo, nuestra Señora tomó a pecho esa carencia porque se trataba de sus familiares; por eso entonces Ella no dudó en invocar a su hijo para que hiciera el milagro que no estaba en los planes ordinarios de nuestro Señor; de allí su respuesta: qué nos va a ti y a mí, mujer, si no ha llegado mi hora.

Su hora era la culminante de la obra de la Redención, de su sacrificio en la Cruz. Y sin embargo es por una ficción de caridad que siente nuestra Señora ante los familiares que no podían satisfacer con el vino que faltaba. Eso nos demuestra entonces, cómo nuestro Señor aun cuando Él no lo tenga previsto, por decirlo así, no solamente este milagro, sino todo lo que se le pida o se le invoque a través de su Santísima Madre. La Virgen María tiene ese poder sobre la voluntad de su Hijo, por ser la Madre de Él, de Dios, y ¿qué hijo que quiere a su madre no va a querer lo que Ella le pida? Por eso le hace este regalo, este obsequio y hace su primer milagro a instancias de las súplicas de nuestra Señora en las bodas de Caná.

Bodas de San Juan Evangelista. Es de suponer además que nuestro Señor lo llamó en esas bodas para que fuera su discípulo y que aun virgen, conservara esa virginidad permanentemente a lo largo de toda su vida.

Gran sacrificio de San Juan que en pleno matrimonio, en plenas bodas recibe el llamado de nuestro Señor, para mostrarnos cómo Él nos llama en cualquier momento; lo importante es que respondamos a ese llamado en el momento preciso en que nos interpela, porque es Dios, Rey de cielos y tierra, Señor del Universo y Señor nuestro y por eso la santidad está en hacer su voluntad.

Quien hace la voluntad de Dios no puede pecar, por eso dice San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”, porque, quien ama verdaderamente a Dios, quien hace su voluntad no puede pecar. Cuando erramos es porque nos separamos de ese querer Divino y preferimos el nuestro; pensamos en nuestro propio provecho y no en beneficio de Dios o de las cosas que son de Él. El llamado que Dios hace a cada uno debe tener una respuesta para que no contravengamos la palabra de Dios, su voluntad, sus deseos, que lo común es hacer el deseo de la persona que se ama y por eso para el que ama a Dios no es una tortura, un peso, un tormento hacer su voluntad. Cuando la voluntad de Dios se nos hace un peso, una carga, una dificultad, es porque hay algo en nuestra voluntad que pone obstáculo, que ofrece dificultad o que no cuenta con la suficiente fe y esperanza en recibir los sus auxilios.

Debemos pedir para que nuestra fe aumente cada día, para que nuestra esperanza esté en Dios y poder corresponder al amor Divino. Eso nos explica por qué San Pablo nos pide en la Epístola de hoy, que vivamos en armonía, en paz, que hay múltiples dones, que uno tiene el don de profecía, el otro de enseñar, el otro del ministerio y que cada cual homenajee al otro y se conforme con lo que es más humilde.

Es justamente para que no haya envidia, celos, calumnias, maledicencia. Esta última la cometemos a cada instante hablando mal del prójimo; los chismes y los comentarios negativos que revelan los defectos del prójimo son murmuración, salvo cuando se revelan o se habla de ellos para corregir, amonestar, o por el bien común. Por eso toda palabra ociosa, no ya la habladuría sino la palabra inútil, será castigada. Cuánto más la maledicencia, que es hablar mal, desacreditar al prójimo. Debemos vivir en armonía, sin envidias, sin celos, eso engendra la paz social. No puede haberla aquí ni en la China si no se fundamenta en la virtud y principalmente la católica.

La virtud católica es sobrenatural, pero requiere como toda gracia y don sobrenatural un soporte natural, pues las virtudes no están en el aire, requieren un auxilio auténtico que hacen al hombre de bien, honesto; el hombre tiene estas virtudes sobre las cuales se inserta la gracia y se apoya todo el orden sobrenatural, y por eso flaqueamos aun con la gracia recuperada y con toda la corte dones que da la gracia, porque nos falta ese soporte y solidez en la adquisición sacrificada de las fuerzas naturales; la gracia supone la naturaleza y la naturaleza humana ya que Dios no la da a un perro, a una hormiga; ellos son incapaces de la gracia porque no tienen una naturaleza humana, es decir, racional, inteligente.

Pero esa naturaleza debe existir, por eso en medio del salvajismo no puede subsistir la virtud. De ahí deriva la necesidad de una cultura y civilización que haga al hombre naturalmente honesto, para que pueda apoyarse la gracia sobre esa naturaleza y elevarla hacia Dios, para que viva de Dios y sea de Dios. Y ese es el trabajo que a cada uno nos compete, para poder vivir realmente como católicos y no como fariseos, pues nos creemos dueños o depositarios de la verdad y sin embargo, escandalizamos con nuestras acciones.

Lo que más llama la atención al infiel, al pagano, al hereje, al ateo, es el mal ejemplo de aquellos que nos decimos católicos y desdecimos con nuestras obras.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, para que Ella nos ayude a adquirir la virtud, crecer en la gracia de Dios y corresponder al amor divino haciendo su santísima voluntad. +

BASILIO MERAMO PBRO.
20 de enero de 2002


domingo, 10 de enero de 2021

PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA Fiesta de la Sagrada Familia

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este primer domingo después de la fiesta de Epifanía, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia, es decir de San José, de la Santísima Virgen María y del Niño Jesús.
Esa Sagrada Familia, toda divina, la Iglesia nos la muestra como ejemplo de la sociedad y de la cristiandad, es decir, de los pueblos y naciones que se rigen por el Evangelio. Y digo que se guiaban, o se guían, porque hoy ya no hay oficialmente ningún Estado que se dirija por la Ley de Dios y el Evangelio, por lo cual la cristiandad como tal ha sido abolida; lo que se tiene es una cultura católica más o menos de acuerdo con la penetración que tuvo ese espíritu católico en los pueblos que antaño reconocían a Cristo Rey, a la Iglesia, pero que hoy ya no lo hacen.


Hay que recordarlo aunque sea para que reaccionemos y por lo menos lo tengamos presente, que nuestra sociedad ya prácticamente no es nuestra porque no es de Dios. Y, ¿de quién va a ser si no es de Dios? No hay término medio, será de Satanás. Si la ciudad no es de Dios será del demonio. Por eso nos va como nos va y por eso no nos asombremos cuando veamos que a los niños les gustan esas figuras y esos juguetes demoniacos; y qué decir de ese pequeño mago Harry Potter o como se llame. Todo eso produce la fascinación de la serpiente y los padres deben saberlo.

El “Halloween” es toda una cultura pagana anticristiana y los niños, junto con los papás, muchas veces inocentemente, por confites y dulces, le hacen el juego al demonio. Y quién sabe cuántas criaturas son inmoladas en esas misas negras en la que se consume la sangre de un inocente o de una virgen, porque eso existe. Debemos tener entonces sumo cuidado.


La Iglesia quiere ponernos ante el ejemplo de la Sagrada Familia. La familia que es el núcleo, el centro. La célula de la sociedad no es el hombre, no es el individuo como nos ha enseñado el liberalismo teológico o religioso, es la familia y por eso si ésta se destruye se acaba la sociedad; y vaya si no se está abatiendo hoy la sociedad al destruir la familia; si no es verdad, qué es eso de permitir el concubinato público con los matrimonios civiles entre católicos y después con el divorcio. Eso es un atentado criminal contra la santidad de la familia, de la sociedad basada en ésta y eso por culpa de una política antirreligiosa; eso es lo que hoy se ha impuesto.

Los romanos, que eran paganos, se casaron sacramente respetando el matrimonio indisoluble; conservaron todo el vigor de ese pueblo y raza, eran los nobles, los paterfamilia, la gens romana; pero cuando se empezó a corromper ese concepto sagrado aun en el paganismo, se destruyó Roma, se acabó y esa fue toda la lucha entre nobles y esclavos que penosamente a veces nos transmiten en las películas en sus historias. Era la pugna de dos ideales, los nobles basaban su linaje en el matrimonio sacro, los demás vivían en la unión libre o concubinato.

Si los nobles romanos tenían la noción del matrimonio sagrado, cuánto más la debiéramos tener nosotros los católicos y valorar así la familia sacramentalmente instituida por la Iglesia, para que todo lo que hagan los esposos sea bueno y santo y no como creyeron algunos herejes, que traer hijos al mundo era obra del pecado. Pecado es lo que hacen hoy, cuando utilizan el matrimonio simplemente para satisfacer la concupiscencia, no queriendo procrear; eso es una falta, usar anticonceptivos y todo lo que permita el libre placer sin querer engendrar la vida que Dios como Creador da y que los padres como instrumento prodigan; de ahí viene a su vez el respeto hacia los padres por ser los progenitores, porque tienen esa autoridad de Dios y de ahí la dignidad que deben tener los padres y la familia.

La santidad del hogar católico hoy está proscrita, porque se nos pone de modelo el ideal de vida americano, de quienes tienen una cultura protestante, donde cada uno hace lo que se le da la gana. Por eso nosotros debemos conservar la tradición católica basada en la familia y en el respeto a los ancianos; no para que los metan allí en esos lugares que llaman geriátricos o lo que sea. Esa es una aberración peor que la de los infieles, porque en la antigüedad se veneraban las canas, el anciano era el sabio; hoy, por la estupidez de la sociedad, al anciano se le tiene por un imbécil que nadie quiere. Ya no sabe la juventud apreciar la experiencia de los años de una vida llevada conforme Dios manda. ¡Qué desgracia!

Que todo eso nos sirva para que reaccionemos y nos demos cuenta en medio de qué mundo estamos viviendo. Todo lo opuesto a lo que la Iglesia siempre ha enseñado, y eso sin hablar de la Iglesia en sí misma, que también se ha corrompido, se ha degenerado por no permanecer fiel a la doctrina de nuestro Señor, por culpa del clero. Por ello la Sagrada Familia es ejemplo de santidad y aun de virginidad en el matrimonio de la cual no nos debemos asombrar, porque ha habido otros santos matrimonios que se han conservado vírgenes, como el de San Eduardo rey de Inglaterra, San Enrique emperador, que fueron soberanos que por mutuo consentimiento permanecieron castos dentro del matrimonio.

Que lo anterior nos sirva de ejemplo y para que los herejes de hoy no digan estupideces en contra de la virginidad de nuestra Señora y del santo matrimonio que tuvo con San José, porque fue verdadera esposa, pero virgen. De ahí la grandeza de San José, custodio de esa flor de castidad, de esa inocencia y por eso es el guardián de la Iglesia que debe permanecer y ser siempre pura, pero que hoy quieren violar porque eso es lo que se está haciendo, mancillar la pureza de la santa Iglesia.

Todos aquellos herejes que se digan sacerdotes u obispos, pero que no defienden la moral ni la doctrina católica, que están con el modernismo, con el progresismo, con el liberalismo doctrinal teológico, están al unísono con todas las falsas religiones. Eso es violar la Iglesia y por eso es nuestro deber conservar la virginidad de la Santa Madre Iglesia católica, apostólica y romana. Eso fue lo que hizo monseñor Marcel Lefevbre, un hombre que conservó la pureza de la Iglesia; él nunca lo dijo, pero la conservó y murió santamente, pero atacado por la judeomasonería que está dentro del Vaticano y quiere manipular a los cardenales y a los obispos, y qué no hará en el próximo cónclave; por eso debemos estar prevenidos, porque no sabemos lo que pueda pasar.

Nuestro deber es el de conservar la virginidad de la Iglesia católica, su pureza, pues es nuestra madre, porque nos engendra en la fe, en la que los protestantes no aceptan, no quieren, por eso no la admiten como institución divina; no reconocen a la Santísima Virgen y sin embargo se les llena la boca hablando de Cristo y del Señor. Es un cristo falsificado el que pregona el protestantismo en cualquiera de sus múltiples facetas y de la cual Colombia hoy está imbuida; antaño eran contados con los dedos los protestantes, era incluso mal visto, ¿quién iba a visitar a un protestante? Nadie. Hoy casi media Colombia es protestante y la otra mitad lo es sin saberlo. ¿Por qué sin saberlo? Por la protestantización de la Iglesia; ya no hace falta para serlo salir de ella; basta aceptar la nueva misa, el nuevo culto, la nueva liturgia, bailar y danzar, no creer en el Santo Sacrificio de la Misa, comulgar en la mano como si fuese un pedazo de pan y si todo esto no es una herejía pura, entonces, ¿qué es?

¿Cómo es que la gente va a comulgar sin confesión, sin estar en estado de gracia? ¿Cómo va a recibir a nuestro Dios sin adorarle? Todo eso es efecto entonces de un protestantismo dentro de la Iglesia. Por eso nosotros nos esmeraremos hasta la muerte en mantener el culto sacrosanto de la Iglesia católica como siempre ha sido; esa garantía es la Tradición católica, apostólica, romana, la Misa Romana; la Misa de San Pío V, la tridentina, no es más que la Misa Romana, la que fue custodiada por todos los Papas de Roma y por eso el odio satánico contra ella.

Roguemos a la Sagrada Familia, a nuestra Señora, a San José y al Niño Jesús. No debemos olvidar qué importancia le dio el Niño Jesús a los asuntos de su Padre, pues les dijo: “¿Por qué me buscabais? Podría parecer un poco chocante y, sin embargo, como dice el sabio padre Castellani, no les avisó simplemente porque no pudo. Con la respuesta que dio a su Madre les quiso mostrar que si no lo habían encontrado lo que debieron haber pensado era que estaba en el templo ocupándose de las cosas de su Padre, de Dios; no del mundo. Y, ¿por qué no pudo avisarles? porque Él se entretuvo con los escribas, con los fariseos, con los peritos, con los doctores de la sinagoga, porque fue una pregunta tras otra, y así pasaron tres días, maravillados de la sabiduría de ese Niño que era Dios.

De lo contrario sería un malcriado nuestro Señor, ¿cómo se va a ausentar sin pedir permiso?, ¿cómo le va a contestar así a su mamá? Por eso San Lucas dice que nuestra Señora guardaba y meditaba todo esto en su corazón, y por eso lejos de ser un motivo de escándalo la respuesta de nuestro Señor nos muestra la importancia que tienen las cosas de Dios. Y éstas están en el templo, en la Iglesia, no en otra parte; de allí la necesidad de la santa Iglesia como institución divina y de nosotros de pertenecer a ella siendo fieles; hay que pedir esa lealtad a nuestro Señor, a nuestra Señora, a San José, a la Sagrada Familia. +

BASILIO MERAMO PBRO.
12 de Enero de 2003


miércoles, 6 de enero de 2021

EPIFANÍA DEL SEÑOR

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Epifanía quiere decir manifestación de nuestro Señor a los gentiles, al mundo entero en las personas de los tres reyes magos, que no eran magos, sino astrónomos, sabios y probablemente también reyes de algún sitio o ciudad; por ese estudio de las estrellas al cual estaban ellos acostumbrados, les llamó la atención una estrella en particular, la cual no obedecía ninguna ley de los astros y siguiéndola fueron a parar a Belén. Instruidos a lo largo del camino reconocen a nuestro Señor y le adoran; a eso corresponde esta fiesta. Incluso en Oriente se festejaba la Navidad el día de hoy hasta que en el siglo IV Roma obligó a que en todas partes se festejara la Natividad el 25 y que se dejara exclusivamente el 6 para la Epifanía.

Esa gran fiesta que los orientales llamaban la Teofanía, quiere decir la manifestación de Dios. Verdadera expresión de Dios en la plenitud de los tiempos a todos los gentiles, no ya únicamente para el pueblo elegido, para los judíos, sino para todo el mundo; con lo cual quedaba ya deshecho la exclusividad que había en el Antiguo Testamento, esa revelación de lo oculto que se hace manifiesto en el Nuevo Testamento; esa es la distinción que hay entre los dos testamentos. No es como erróneamente se cree: que en el Antiguo Testamento no se sabía de la Santísima Trinidad; eso es un error, pues ya era conocida, pero no por todos, no era un conocimiento público porque el pueblo, que no estaba instruido, no lo conocía explícitamente, se necesitaba una fe implícita como la de aquellos que tenían a su cargo el cuidado de la doctrina de la fe, y eran llamados los mayores porque eran los profetas, los patriarcas.

Pero en eso consiste la distinción, en ese conocimiento claro en que en el Antiguo Testamento la revelación no está explícita, mientras que en el Nuevo Testamento ese conocimiento es claro y manifiesto para todos.

Porque en el Nuevo Testamento ya había venido el Mesías y con la Epifanía vemos una prueba de ello en estos astrónomos, en estos tres reyes magos venidos de Oriente. San Juan Crisóstomo dice que venían de Persia, y de hecho de allá fueron traídos sus restos (a partir de la Edad media) hasta que llegaron a Colonia donde están ahora, pasando por Constantinopla y Milán, si no recuerdo mal. Y la prueba está en que cuando los persas musulmanes invadieron Tierra Santa respetaron en Belén el lugar donde se conmemora la Natividad en una iglesia de nuestro Señor. No lo destruyeron, fue el único sitio que no ultrajaron porque vieron las imágenes de los reyes magos que eran persas y se conocía esa tradición, guardando respeto, y gracias a eso se salvó. Y así estos tres reyes magos que fueron adoctrinados a lo largo del camino vieron la estrella mucho antes de los doce días, que hay entre el nacimiento de nuestro Señor y el seis de enero.
Y por eso San Juan Crisóstomo dice que la vieron con dos años de anticipación, lo cual explica que el rey Herodes mandó matar a todo niño de hasta dos años de edad, habiendo averiguado el tiempo en que los reyes magos habían visto esa estrella en Oriente que los condujo hasta Belén. Porque de no ser así era imposible llegar en tan poco tiempo viniendo desde tan lejos y por eso muchos encuentran una contradicción: cómo iban a venir a adorar los magos si nuestro Señor duró aproximadamente cuarenta días en Belén, como también lo dice San Juan Crisóstomo, y después fue la huida a Egipto, y tampoco en cuarenta días uno atraviesa esas distancias tan largas y no sería entonces tampoco el seis de enero y por eso es que en este día de hoy, seis de enero, a los pocos días de nacer nuestro Señor, pudieron estar presentes los reyes magos.
También, como dice Santo Tomás, este seis de enero tiene otras dos grandes manifestaciones de nuestro Señor aparte de la Epifanía: una, a los treinta años, cuando fue bautizado por San Juan Bautista en que el cielo y Dios Padre aclaman a nuestro Señor como a su Hijo bien amado en quien ha puesto todas sus complacencias. La otra, un año después de bautizado, el mismo seis de enero, las bodas de Caná, gran manifestación de nuestro Señor en su primer milagro convirtiendo el agua en vino; desde ahí comenzó públicamente a predicar, después de haber preparado a sus discípulos durante casi un año para después de dos años y medio, aproximadamente, morir en la Cruz.

Según el mismo Santo Tomás, esas bodas en Caná fueron de San Juan evangelista que se casó y que en esa misma boda nuestro Señor le hace sentir su llamado y él sigue a nuestro Señor siendo virgen, y esto no es invento, lo puede leer cualquiera que tenga un comentario a San Juan hecho por Santo Tomás que lo explica en el prólogo.

No nos debe de extrañar. Lo que pasa es que Santo Tomás es muy poco leído por los predicadores, y por eso jamás se ha oído decir que esas bodas de Caná fueran las de San Juan. Como prueba mayor vemos la confianza que tiene nuestra Señora en la casa, que manda, dice a los sirvientes que hagan lo que su hijo les dijera. ¿Le van a hacer caso a cualquier invitado si no es de la familia? Sólo a alguien con autoridad, con prestancia, sencillamente porque San Juan evangelista era familiar de nuestro Señor y de Nuestra Señora, que era lo que comúnmente se llamaban hermanos hasta inclusive los primos, grado de parentela próximo sin ser hermanos carnales.

Por eso nuestra Señora se aflige y se preocupa porque a cualquier otro invitado que no sea de la familia próxima y estrecha, no le importa si hay vino o no. Ese es el primer milagro de nuestro Señor, con lo cual quedan descartados todos esos escritos apócrifos que hablan de nuestro Señor haciendo prodigios desde bebé o desde niño, por la sencilla razón de que si nuestro Señor hubiera comenzado a hacerlos desde tan temprana edad, quién iba a creer que se había encarnado y era un hombre. Con toda la mitología pagana haría un efecto contrario al de producir la fe y creer que nuestro Señor era verdadero Dios y verdadero hombre Encarnado y no uno de esos dioses de la mitología idólatra de que estaba lleno el mundo entonces, lo cual era además duramente combatido por el pueblo elegido, por los judíos.

Por eso el primer milagro de nuestro Señor fue en las bodas de Caná, en las bodas de San Juan evangelista a instancias de nuestra Señora; lo cual nos muestra que nuestro Señor hace su primer milagro a instancias de su madre, por deseos de ella.

Y así, entonces, este seis de enero se festejan esas tres grandes manifestaciones que tuvieron lugar el mismo día en diferente tiempo: la adoración, el bautismo y las bodas de Caná. En esta exaltación de los reyes magos al llevarle a nuestro Señor incienso, oro y mirra, estaban manifestando el triple significado de ese niño recién nacido; como rey le ofrecían oro, rey del Universo, y por eso la fiesta de Cristo Rey que es relativamente reciente, pues se festejaba también el seis de enero. Desde 1925 es la fiesta de Cristo Rey, y no nos debe extrañar que la festejemos el último domingo de octubre. Celebración que comienza prácticamente en el siglo XX; no quiere decir que esa fiesta no fuese antiquísima.

A raíz del paganismo, su santidad Pío XI quiso ponerla casi al final del ciclo litúrgico para contrarrestar el laicismo impío y ateo que negaba justamente la realeza de nuestro Señor, la misma que los tres reyes magos proclaman regalándole el incienso, ya que el incienso se le tributa a Dios, a la Divinidad, lo cual hacían también los idólatras a sus falsos dioses. Pues bien, al verdadero Dios se le ofrece incienso y mirra, ¿para qué? Para manifestar su humanidad, porque si bien era verdadero Dios también era verdadero hombre. Y así vemos cómo con estos tres dones los reyes magos profesan esa fe en los misterios que se condensan en nuestro Señor Jesucristo.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nosotros, al igual que estos tres reyes magos (que fueron los padres de la Iglesia como dice San Juan Crisóstomo, y pregonaron al mundo el misterio de Dios Encarnado) podamos así tributarle a Dios nuestro corazón de un modo especial en el día de hoy en acto de adoración como a Cristo Rey. +

BASILIO MERAMO PBRO.
6 de enero de 2002

domingo, 3 de enero de 2021

FIESTA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

 



Tomado del MISAL DIARIO COMPLETO por el P. Luis Ribera CMF, España 1954:

El nombre de JESÚS fue revelado por el Ángel a María Santísima cuando se le anunció que ella había de ser su Madre.  El dulcísimo nombre de JESÚS esté siempre en nuestros labios y en nuestro corazón.

Directorio de la Misa.-1 Doble de 2a clase Blanco OCM.

EPÍSTOLA.
 Hechos de los Apóstoles 4, 8-12.-  Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: Príncipes del pueblo, y vosotros, ancianos, escuchad:  Ya que en este día se nos pide razón del bien que hemos hecho a un pobre tullido, y se quiere saber por virtud de Quién ha sido curado, declaramos a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que la curación de ha hecho en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien DIOS ha resucitado.   Este Jesús es aquella piedra que vosotros desechasteis al edificar, la cual ha venido a ser la piedra angular;  y fuera de Él no hay que buscar la salvación en ningún otro.  Pues no se ha dado a los hombres otro Nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos.

+ EVANGELIO según San Lucas 2, 21.- Llegando el día en que debía ser circuncidado el Niño, le fue puesto por nombre Jesús, nombre que le puso el Ángel antes de que fuese concebido.- 

viernes, 1 de enero de 2021

Octava de Navidad, La Cincucisión de Nuestro Señor, Fiesta de Nuestra Señora, (fiesta de precepto)

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Con la festividad de nuestro Señor unida a la Maternidad Divina de Nuestra Señora que es la Teotocos, la Deípara, la Madre de Dios, la que dio su carne al Verbo, se festeja también la Circuncisión de nuestro Señor que en el Antiguo Testamento tenía lugar a los ocho días de haber nacido; circuncisión a la cual nuestro Señor se quiso someter como de hecho se sujetaba a todo para mostrar la continuidad que Él llegaba a a perfeccionar. No venía a destruir sino a completar. Aprovechaba también para ofrecer ese primer sacrificio de su sangre, sacrificio que por sí mismo hubiera bastado para redimir mundos y universos y sin embargo, Él no escatimó el derramarla toda en la Cruz.

La circuncisión que en nuestras mentes modernas y occidentales no tiene mayor significado pero que en los pueblos orientales sí lo tiene; se circuncidan allí incluso los mahometanos, por ejemplo, a imitación del Antiguo Testamento ya que es, como sabemos, una herejía judeocristiana y más judía que cristiana. El significado de esa circuncisión es el signo de fe de los hijos de Abraham, de los que descendían de su linaje y que de él debía nacer el Salvador. El desprendimiento del prepucio, de la carne, significaba, figurativamente, el despojo del pecado original; de hecho, Santo Tomás dice que con la circuncisión se borraba el pecado original de los niños.

Dios daba la gracia, aunque no era un sacramento como los de la nueva ley, pero borraba el pecado original; tenía ese efecto y nos ponemos a pensar qué pasaba entonces con las niñas, y con los niños que morían antes de los ocho días. Hay que tener claro que siempre, para la salvación de todo hombre, era necesario creer de algún modo en el Cristo venidero y así se manifestaba o expresaba esa fe que después se fue concretando en un signo bien determinado de esa fe, como la circuncisión.

Entonces estaba ese otro medio de la fe en el Cristo venidero que salvaba a los hombres y por ende también a las niñas hebreas y a todo aquel que de algún modo creía en nuestro Señor Jesucristo, que vendría y del cual la circuncisión era un signo concluyente de esa fe que Dios impuso al linaje de Abraham, pero Él ya era el padre espiritual de todos los que tenían o tendrían la fe; porque Él, antes de circuncidarse, fue gran patriarca de la fe y de todos los que tendrían la fe como nosotros; por eso podemos decir con justo título “nuestro padre Abraham”, aunque no estemos circuncidados al igual que en el Antiguo Testamento.

Vemos cómo se prefiguraba así la expoliación del pecado original que se transmitía y se transmite por vía de generación; entonces hay un significado y una conveniencia en esta figura, en este signo de la circuncisión que había en el Antiguo Testamento y que ahora ya es innecesario porque está el sacramento del bautismo que produce la gracia ex opere operato; es decir, por la misma acción que se realiza, ese símbolo significa la gracia que produce.
Los sacramentos son signos sensibles que producen la gracia. Esa es la definición de los sacramentos y que no debemos confundir con la magia; no es brujería, son símbolos instituidos por nuestro Señor Jesucristo que producen la gracia que significan. El Bautismo es un lavado, quiere decir que limpia y para eso se utiliza el agua; expresa entonces que lava la mancha del pecado original y de cualquier otro pecado si lo hubiera, y borra además toda la deuda por esos pecados, cosa que no pasaba, por ejemplo, con la circuncisión.

Si bien Santo Tomás dice que borraba el pecado original no obstante no lo hacía con toda la deuda que se debía pagar por el pecado. Esa es una gran diferencia y vemos cómo se perfecciona entonces en la nueva ley, eso que estaba prefigurado o expresado de algún modo en el Antiguo Testamento. Todos esos ritos que eran emblema, prefiguraban lo que hoy se realiza sacramentalmente y quedan abolidos porque desaparece la figura cuando está la realidad. Válganos un ejemplo aunque imperfecto: ¿de qué nos vale mirar el retrato de una persona que tengo frente a mi cara, faz a faz? Sirve cuando la persona está lejos; pero cuando la tengo presente miro a la persona. La foto sería inútil como lo serían todos aquellos ritos que prefiguraban lo que realizan realmente los siete Sacramentos del Nuevo Testamento que nos imparten la gracia con alguna peculiaridad, con alguna especialidad correspondiente a la necesidad del sacramento en cuestión.

Se le asignó un nombre a Jesús, ya que en el bautismo se da un nombre al niño, que debería ser católico, es decir, que corresponda a un santo para que sea su santo patrón, le guíe y proteja; así, a nuestro Señor se le impuso el nombre de Jesús, Yesua, salud (dador, salvador, el que da la salvación), no la salud como aquel que la recibe sino quien la da; como el origen, el principio de esa salud de donde proviene nuestra salvación. De ahí la correcta traducción de llamar Salvador a nuestro Señor; eso significa Yesua o Jesús y no hay ningún otro nombre bajo el cual el hombre pueda salvarse sino el de Él.

Eso era característico en la Iglesia primitiva. Se bautizaba en el nombre de Jesús para mostrar el valor de ese nombre lo cual ahora sería inválido, pero en aquel entonces por una permisión divina se podía y se bautizaba y, de hecho, así lo hacían los apóstoles; San Pedro primero bautizaba en el nombre de Jesús para mostrar cuán importante era ese divino nombre de nuestro Señor; se bautizaba, pues, en el nombre de la Santísima Trinidad y en el nombre de nuestro Señor. Ahora sería nulo sencillamente porque Dios quiso en un principio mostrar esa relevancia del nombre Salvador de nuestro Señor; permitió por un tiempo bautizar como si fuese la misma fórmula de la invocación de la Santísima Trinidad. Eso nos da una idea, una muestra de la relación que hay con respecto al nombre de nuestro Señor como origen de la salvación de los hombres.

No hay ningún otro nombre por el cual nos podamos salvar. Y muchas veces detrás de esos grandes hombres la humanidad busca la salvación erróneamente, llámese el gran caudillo: Mahoma, Hitler, Mussolini, Franco, como quiera que se llame, buscando, pidiendo la salvación o esperándola de un miserable hombre; igual que cuando la gente atosigada pide la salvación de un ser querido al doctor como si fuese dueño de la vida, a lo que un buen médico respondería: No señor, yo soy simplemente un instrumento, hago lo que puedo; la vida la da Dios y no le puedo garantizar eso, porque yo no soy Dios, mi deber es simplemente coadyuvar a encontrar la salud. Es una muestra del actuar irracional el que esperemos la salvación y la vida de los hombres y no de Dios.

Invoquemos a lo largo de este año que se inicia hoy, pidiéndole a nuestro Señor la salvación nuestra, del mundo y que no la esperemos de ningún otro, y menos del Anticristo que vendrá a suplantar a Cristo dentro de la Iglesia. Debemos estar muy preparados contra ese engaño, contra esa usurpación. El Anticristo se hará pasar por el Cristo, gobernará en nombre de Dios y será el gran perseguidor de la verdadera religión mostrando un falso culto, que ya está instaurado con la nueva misa, con toda la parodia litúrgica de la Iglesia modernista. Eso es un remedo, y el que no lo vea así, que le pida la fe a Dios porque hay que verlo y sentirlo así; es un simulacro de misa, de culto, una profanación gravísima, cultual y religiosa, terrible.

Sobre ese culto ya instaurado irá a pontificar el Anticristo en el nombre de Dios, no lo olvidemos; la Navidad tiene un carácter esjatológico y la prueba está en que la Epístola de hoy bien lo dice: que esperemos el día del Señor. Esas cosas hay que enseñarlas, hablarlas, decirlas; es un deber de los sacerdotes, que si no lo hacen es porque están mal formados, mal orientados, mal ubicados. Hay que alertar, el sacerdote no puede dormirse, tiene que estar vigilante y más en esta época desastrosa en la que faltan verdaderos sacerdotes que sean vigías, que no duerman, que adviertan, que sacudan a la gente para sacarla de ese letargo mortífero, de esa epidemia, de esa insensibilidad, de esa anemia espiritual; para que podamos con fe, con verdadera fe y esperanza permanecer fieles a nuestro Señor Jesucristo, que ha de venir y vendrá como juez; aunque el día y la hora no los sepamos, sí podemos saber su proximidad como cuando está pronto el verano, que lo sabemos cuando comienzan a reverdecer los árboles.
El ejemplo de la higuera que nos da nuestro Señor se aplica a la apostasía que estamos viendo dentro del Vaticano. O, ¿qué se creen?, ¿qué no impera la apostasía en el Vaticano? Eso es evidente, mis estimados hermanos, para todo aquel que tenga un mínimo de fe.

¿Por qué estamos donde estamos?
¿Por qué somos perseguidos? ¿Qué es lo que pasa en el mundo? ¿Qué pasa en la Iglesia? Ocurre que con la televisión, la comodidad y los viajes, se nos hace olvidar lo esencial, como a tontos que con un juguete olvidamos el resto del mundo que nos rodea y sólo nos interesa el juguetito.
Estamos grandes para que nos engañemos con el juguete de la televisión, con el de los placeres, la fornicación, y la pornografía, que no hacen más que envilecernos, estupidizarnos, enceguecernos para que cuando surja alguien que diga la verdad como es, entonces parezca loco. Pues aun a riesgo de parecer loco como Don Quijote, hay que defender el ideal cristiano de la verdad. En eso consiste el verdadero significado del Quijote. Es preferible pasar por demente, que poco importa, o por haber perdido la cordura en nombre de la verdad y el ideal de la justicia de Dios, pues esa sería la locura de la cruz de San Pablo y no andar muy cuerdos con el mundo, que eso hoy sería un signo negativo.

Que la Iglesia y un Papa tengan buena prensa es signo negativo, porque ésta está en manos del demonio, del judaísmo que quiere atacar lo que sea católico, y si no lo agrede y lo alaba es porque ese personaje es todo lo contrario, lo mismo para todo lo que ensalzan los medios de difusión. En cambio, monseñor Lefebvre fue desacreditado y difamado hasta el último momento, condenado por el judaísmo internacional en nombre de los derechos humanos.

No olvidemos todas estas cosas para que permanezcamos fieles; afrontemos este año que ya comenzó, no claudicando a la mitad del camino, y si nos tocara morir, hacerlo de pie, con altura, con honor, en defensa de la verdad, de Cristo Rey y de la Iglesia, la Santa Madre Iglesia.
Pidámosle a nuestra Señora que nos ayude a ver con claridad todas estas cosas y a permanecer fieles a la Santa Iglesia y a nuestro Señor Jesucristo. +

BASILIO MERAMO PBRO.
1 de enero de 2002