Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este domingo debemos recordar especialmente el significado de la Cuaresma para que no pasemos de largo sin percatarnos del gran misterio que se celebra durante todo este periodo, como preparación para la Pascua. Preámbulo solemne de la Iglesia y por eso ella lo reviste de tan alta relevancia. Abre sus puertas para que se llene de pecadores para aque allí, una vez dentro, se purifiquen, para que la humanidad, los hombres, hagan penitencia, oración, ayuno, abstinencia y sacrificio. Por eso la Iglesia la solemniza de un modo muy especial. Sería un gran error no considerarlo así, no tenerlo en cuenta y no practicarlo como hijos que somos de ella.
La Iglesia se regocija en la misericordia de Dios para con el pecador, que somos todos, para que hagamos una verdadera reconciliación con Dios Padre y tomemos conciencia de nuestra maldad, de nuestros pecados, de nuestras miserias; para que así, con ese saco lleno de tanta podredumbre entremos en la Iglesia y allí lo dejemos al pie del sagrario, al pie del confesionario, y no sigamos odiando, siendo orgullosos, soberbios, vanidosos, y no seamos adúlteros, fornicarios. Eso es lo que quiere la Iglesia.
Y no hay pecado ni pecador arrepentido con un corazón contrito y humillado, al que Dios no lo perdone. Él no absuelve al soberbio, como no pudo perdonar a Satanás por ese orgullo diabólico; pero si nosotros, por muy culpables que seamos, nos acercamos con un corazón contrito y humillado, nos exonerará. Nos dejó el ejemplo de la Magdalena, la gran pecadora, la gran prostituida y que ha sido quizás una de las mujeres más santas y ciertamente una de las pocas que más cerca estuvieron de nuestro Señor.
Así como el apóstol virgen, San Juan evangelista, era el discípulo amado, se puede decir que María Magdalena fue entre las mujeres privilegiada, la discípula amada a pesar de haber sido una gran pecadora. Con eso, ¿qué nos muestra nuestro Señor? Justamente su gran misericordia. Y esa clemencia es la que la Iglesia prodiga a los hombres para que en este tiempo de la Cuaresma todos entremos en la Iglesia y nos santifiquemos, corrijamos nuestras vidas, que vivamos como católicos y no como paganos que es como lo propone la tecnología actualmentecon la radio y la televisión; estos son dos medios poderosos de fomentar el paganismo, la corrupción, la prostitución; ni aun las noticias a veces se pueden ver ¿por qué? Por todo el contexto.
No nos engañemos, seamos conscientes; hay toda una maquinaria a través de los medios de comunicación y no solamente la radio y la televisión, también las revistas, los periódicos, toda propaganda tiende a vender el ideal de vida pagano que es carnal, a hacernos hijos de la esclava, de la Jerusalén de aquí abajo, hijos de la carne, adúlteros, bastardos. Y la Iglesia no quiere hijos espurios, esclavos, infames, los quiere libres en Cristo, hijos legítimos de la Iglesia, de la promesa.
Significativa y muy fuerte es la comparación y, sin embargo, se aplica a la Iglesia que hoy se está volviendo ilegítima con sus hijos y no con hijos libres en Cristo, en la promesa. Debemos, por tanto, tener mucho cuidado, no solamente con todo aquello con que el mundo, por natural consecuencia, digámoslo así, trata de degenerarnos, de hacernos prostituir; si nos descuidamos nos absorbe, y para colmo de males la misma jerarquía de la Iglesia ha pactado explícita o implícitamente, poco importa, con ese ideal de paganismo, con el mundo, con la Jerusalén de aquí abajo, con los hijos de la carne; de allí deriva la falsificación de la doctrina y de la religión católica, haciéndola bastarda.
La nueva Misa, acerca de la cual monseñor Lefebvre no se equivocaba al calificarla de falsa por la unión adúltera de los hombres de Iglesia en nombre de Dios con los protestantes. De esa cópula cultual ideológica y religiosa nació una misa ilegítima, la nueva y por eso monseñor Lefebvre la calificó con ese término tan fuerte y tan duro, para mostrar que era producto de una cópula adúltera en el orden religioso. ¿Qué mayor profanación puede haber? A menos que no tengamos fe, que no tengamos ojos, que no tengamos inteligencia y sapiencia de las cosas de Dios es que podríamos no darnos cuenta, lo que sería grave.
Y ustedes que vienen aquí deben tenerlo muy claro ya que no venimos porque “sea mejor” o “porque me gusta”, no es facultativo, sino, simplemente para conservar la verdad del culto católico y para que no nos prostituyamos con uno bastardo y adúltero. Eso es lo que también tenemos que predicar a los demás con caridad, con paciencia pero con firmeza. Ahora bien, desafortunadamente aquí viene todo tipo de personas, pues no siempre todos lo comprenden y lo que quieren hacer entonces es un término medio, pero no lo hay con Dios, “Sí, sí; No, no”. Todo lo que excede a esto viene del maligno.
Todos aquellos que han conocido la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, a Monseñor Lefebvre, la Santa Misa de siempre, sean sacerdotes, fieles extranjeros y colombianos porque también los hay, y que se han ido, es porque no han resistido con integridad teológica y doctrinal la sugestión de esa fascinación adúltera que nos propone la nueva Iglesia y que se instituyó con el Concilio Vaticano II; como ellos tienen el respaldo del poder y la autoridad los utilizan, desde luego, para destruir a la Iglesia y en eso consiste la gran victoria de Satanás, en llevar a la desobediencia a Dios y a su Iglesia por el acatamiento a una jerarquía que claudica en su sacro deber.
Ahora bien, si hacemos una leve observación teológica, hay que reconocer que es una aberración el que un concilio ecuménico no sea “ipso facto”, por su propia esencia, infalible y, de hecho, teológicamente no puede existir un concilio verdaderamente ecuménico que no sea inequívoco, y si se quiso hacer un concilio ecuménico de esta forma, no es verdadero sino una simple reunión eclesiástica, aunque muy solemne, y eso es grave, muy grave. Para que nos hagamos una idea, es como si alguien se quiere casar y no quiere que ese matrimonio sea indisoluble; por el mismo hecho de quererse casar tiene que ser perdurable y si no quiere que lo sea no hay matrimonio; pues lo mismo pasa con un concilio ecuménico: o es infalible por su propia esencia y constitución, o no lo es y, peor aún, si seguimos con el rigor teológico.
¿Qué es entonces si no es un verdadero concilio ecuménico infalible? No es concilio y, entonces, ¿qué es? Precisamente podemos decir, una reunión eclesiástica. Y esto no queda allí. Si de ese concilio supuesto hay errores que conculcan los fundamentos de la Iglesia, de la fe, eso ya más que una reunión eclesiástica, es un verdadero conciliábulo; es decir, en verdad, una reunión totalmente opuesta a lo que debiera ser y en vez de estar allí el Espíritu Santo, quien está es Satanás; por lo que Pablo VI con toda la perfidia judaica (porque parece que era de origen judío), llegó a decir como la burra de Balaam, que el humo del infierno había entrado por alguna grieta en la Iglesia, y ese humo es el que están respirando la humanidad, los fieles, a través de todo lo que se predica en el nombre del Concilio; he ahí esos gases mortíferos que están matando la fe porque hoy no la hay; son muy pocos los que la conservan la fe católica, apostólica y romana.
La Iglesia es la reunión de todos los fieles en Cristo que profesan la fe católica y, díganme ustedes, ¿quién la profesa hoy íntegramente? Ni los cardenales, ni los obispos, ni aun Juan Pablo II; por eso tenemos que desobedecer, porque si nos subordinamos caemos en errores contra la fe y ni qué se diga de los fieles, al punto de que incluso lo más querido, a lo cual la gente tiene mucho sentimiento, ya empieza a tomar un matiz pagano; en la vida social se vuelve infiel el matrimonio con los concubinatos bajo una fórmula de enlace civil, cuando no de libre unión sin vínculo formalmente constituido y que da lo mismo. La cremación de los muertos, igual que los budistas, igual que los masones, sin respeto a ese cuerpo que es templo del Espíritu Santo; se lo quema violentamente en vez de dejar que naturalmente se destruya y se vuelva tierra porque: “a la tierra volverás”, no a las cenizas. Pero así, estúpidamente, la gente no se da cuenta.
En cambio en la Iglesia antiguamente quedaba excomulgado y no tenía sepultura eclesiástica quien dictaminara la cremación después de su muerte, porque hay que respetar ese cuerpo que fue templo y sagrario del Espíritu Santo; pero así es la estupidez que impera, y para colmo de males se agrega el pretexto del problema económico; claro, es más barato, pues muy bien lo saben los zorros judíos y masones y con ese propósito lo hacen para que cueste más caro el no incinerarlos. Por lo menos tengámoslo claro.
Entonces ese humo del infierno que ya Pablo VI lo señaló, es el que está matando la fe y por eso vemos las consecuencias trágicas de su pérdida y la consecuencia y desmoralización de la sociedad. No hay moral, no hay vergüenza y la mujer sin pudor se prostituye; se puede hablar de un hombre público, pero si se habla de una mujer pública, ¿en qué se piensa? Es de orden natural y por eso la mujer debe venir a Misa con el cabello y la cabeza cubiertos para mostrar sumisión y pudor y no la imagen de una mujer liberada que hace lo que le da la gana.
Las mujeres liberales no son católicas, aunque así se llamen. Y pena debería darnos el saber que es más pudorosa una mujer musulmana siendo pagana e infiel, que una católica, porque todavía no he visto a ninguna mujer musulmana con el pecho o con el ombligo al aire, o con minifalda; ¡qué vergüenza, maldita sea! No es posible que nos sigamos llamando católicos y nos comportemos peor que los musulmanes y los paganos. Debe haber siempre alguien en la Iglesia que lo diga, y me importa un comino si a alguien no le gusta; la verdad hay que señalarla y aceptarla con humildad y no rechazarla con orgullo y soberbia.
Ahora bien, si llega una mujer por primera vez a esta capilla vestida inadecuadamente no se debe cometer la estupidez de reprocharle; hay que ir también con suavidad y no con celo amargo como ha pasado con las personas más antiguas, que por su afán, no saben conducir a otra mujer a que poco a poco cambie el pantalón por la falda y se ponga velo. Quienes así actúan hacen el papel de brujas, y lo mismo algunos hombres. No se trata de criticar al recién venido, sino de ayudarlo con caridad y con paciencia y poco a poco se dará la transformación; pero si los antiguos no lo entienden, ¿cómo van a hacerlo los otros?
Estimados hermanos, aprovechemos, pues, esta Cuaresma para que rectifiquemos nuestra alma, nuestras acciones, nuestros sentimientos, nuestros corazones, porque de allí es de donde brota o todo el bien o todo el mal que hagamos y eso es lo que quiere la Iglesia, que éste sea un santo tiempo para todos, para seamos libres en Cristo y no en los derechos del hombre, ni en la ONU, ni en lo que sea, sino únicamente en Cristo, en la Iglesia, en la verdad. Esto es lo que nos hace libres, la verdad que es Cristo nuestro Señor y ante el cual todo el universo se arrodilla, en los cielos, en la tierra y en los mismos infiernos.
Pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, que nos acerque más a nuestro Señor y a la Iglesia para que así seamos verdaderos hijos de Dios. +
P. Basilio Méramo
20 de marzo de 2003
En este domingo debemos recordar especialmente el significado de la Cuaresma para que no pasemos de largo sin percatarnos del gran misterio que se celebra durante todo este periodo, como preparación para la Pascua. Preámbulo solemne de la Iglesia y por eso ella lo reviste de tan alta relevancia. Abre sus puertas para que se llene de pecadores para aque allí, una vez dentro, se purifiquen, para que la humanidad, los hombres, hagan penitencia, oración, ayuno, abstinencia y sacrificio. Por eso la Iglesia la solemniza de un modo muy especial. Sería un gran error no considerarlo así, no tenerlo en cuenta y no practicarlo como hijos que somos de ella.
La Iglesia se regocija en la misericordia de Dios para con el pecador, que somos todos, para que hagamos una verdadera reconciliación con Dios Padre y tomemos conciencia de nuestra maldad, de nuestros pecados, de nuestras miserias; para que así, con ese saco lleno de tanta podredumbre entremos en la Iglesia y allí lo dejemos al pie del sagrario, al pie del confesionario, y no sigamos odiando, siendo orgullosos, soberbios, vanidosos, y no seamos adúlteros, fornicarios. Eso es lo que quiere la Iglesia.
Y no hay pecado ni pecador arrepentido con un corazón contrito y humillado, al que Dios no lo perdone. Él no absuelve al soberbio, como no pudo perdonar a Satanás por ese orgullo diabólico; pero si nosotros, por muy culpables que seamos, nos acercamos con un corazón contrito y humillado, nos exonerará. Nos dejó el ejemplo de la Magdalena, la gran pecadora, la gran prostituida y que ha sido quizás una de las mujeres más santas y ciertamente una de las pocas que más cerca estuvieron de nuestro Señor.
Así como el apóstol virgen, San Juan evangelista, era el discípulo amado, se puede decir que María Magdalena fue entre las mujeres privilegiada, la discípula amada a pesar de haber sido una gran pecadora. Con eso, ¿qué nos muestra nuestro Señor? Justamente su gran misericordia. Y esa clemencia es la que la Iglesia prodiga a los hombres para que en este tiempo de la Cuaresma todos entremos en la Iglesia y nos santifiquemos, corrijamos nuestras vidas, que vivamos como católicos y no como paganos que es como lo propone la tecnología actualmentecon la radio y la televisión; estos son dos medios poderosos de fomentar el paganismo, la corrupción, la prostitución; ni aun las noticias a veces se pueden ver ¿por qué? Por todo el contexto.
No nos engañemos, seamos conscientes; hay toda una maquinaria a través de los medios de comunicación y no solamente la radio y la televisión, también las revistas, los periódicos, toda propaganda tiende a vender el ideal de vida pagano que es carnal, a hacernos hijos de la esclava, de la Jerusalén de aquí abajo, hijos de la carne, adúlteros, bastardos. Y la Iglesia no quiere hijos espurios, esclavos, infames, los quiere libres en Cristo, hijos legítimos de la Iglesia, de la promesa.
Significativa y muy fuerte es la comparación y, sin embargo, se aplica a la Iglesia que hoy se está volviendo ilegítima con sus hijos y no con hijos libres en Cristo, en la promesa. Debemos, por tanto, tener mucho cuidado, no solamente con todo aquello con que el mundo, por natural consecuencia, digámoslo así, trata de degenerarnos, de hacernos prostituir; si nos descuidamos nos absorbe, y para colmo de males la misma jerarquía de la Iglesia ha pactado explícita o implícitamente, poco importa, con ese ideal de paganismo, con el mundo, con la Jerusalén de aquí abajo, con los hijos de la carne; de allí deriva la falsificación de la doctrina y de la religión católica, haciéndola bastarda.
La nueva Misa, acerca de la cual monseñor Lefebvre no se equivocaba al calificarla de falsa por la unión adúltera de los hombres de Iglesia en nombre de Dios con los protestantes. De esa cópula cultual ideológica y religiosa nació una misa ilegítima, la nueva y por eso monseñor Lefebvre la calificó con ese término tan fuerte y tan duro, para mostrar que era producto de una cópula adúltera en el orden religioso. ¿Qué mayor profanación puede haber? A menos que no tengamos fe, que no tengamos ojos, que no tengamos inteligencia y sapiencia de las cosas de Dios es que podríamos no darnos cuenta, lo que sería grave.
Y ustedes que vienen aquí deben tenerlo muy claro ya que no venimos porque “sea mejor” o “porque me gusta”, no es facultativo, sino, simplemente para conservar la verdad del culto católico y para que no nos prostituyamos con uno bastardo y adúltero. Eso es lo que también tenemos que predicar a los demás con caridad, con paciencia pero con firmeza. Ahora bien, desafortunadamente aquí viene todo tipo de personas, pues no siempre todos lo comprenden y lo que quieren hacer entonces es un término medio, pero no lo hay con Dios, “Sí, sí; No, no”. Todo lo que excede a esto viene del maligno.
Todos aquellos que han conocido la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, a Monseñor Lefebvre, la Santa Misa de siempre, sean sacerdotes, fieles extranjeros y colombianos porque también los hay, y que se han ido, es porque no han resistido con integridad teológica y doctrinal la sugestión de esa fascinación adúltera que nos propone la nueva Iglesia y que se instituyó con el Concilio Vaticano II; como ellos tienen el respaldo del poder y la autoridad los utilizan, desde luego, para destruir a la Iglesia y en eso consiste la gran victoria de Satanás, en llevar a la desobediencia a Dios y a su Iglesia por el acatamiento a una jerarquía que claudica en su sacro deber.
Ahora bien, si hacemos una leve observación teológica, hay que reconocer que es una aberración el que un concilio ecuménico no sea “ipso facto”, por su propia esencia, infalible y, de hecho, teológicamente no puede existir un concilio verdaderamente ecuménico que no sea inequívoco, y si se quiso hacer un concilio ecuménico de esta forma, no es verdadero sino una simple reunión eclesiástica, aunque muy solemne, y eso es grave, muy grave. Para que nos hagamos una idea, es como si alguien se quiere casar y no quiere que ese matrimonio sea indisoluble; por el mismo hecho de quererse casar tiene que ser perdurable y si no quiere que lo sea no hay matrimonio; pues lo mismo pasa con un concilio ecuménico: o es infalible por su propia esencia y constitución, o no lo es y, peor aún, si seguimos con el rigor teológico.
¿Qué es entonces si no es un verdadero concilio ecuménico infalible? No es concilio y, entonces, ¿qué es? Precisamente podemos decir, una reunión eclesiástica. Y esto no queda allí. Si de ese concilio supuesto hay errores que conculcan los fundamentos de la Iglesia, de la fe, eso ya más que una reunión eclesiástica, es un verdadero conciliábulo; es decir, en verdad, una reunión totalmente opuesta a lo que debiera ser y en vez de estar allí el Espíritu Santo, quien está es Satanás; por lo que Pablo VI con toda la perfidia judaica (porque parece que era de origen judío), llegó a decir como la burra de Balaam, que el humo del infierno había entrado por alguna grieta en la Iglesia, y ese humo es el que están respirando la humanidad, los fieles, a través de todo lo que se predica en el nombre del Concilio; he ahí esos gases mortíferos que están matando la fe porque hoy no la hay; son muy pocos los que la conservan la fe católica, apostólica y romana.
La Iglesia es la reunión de todos los fieles en Cristo que profesan la fe católica y, díganme ustedes, ¿quién la profesa hoy íntegramente? Ni los cardenales, ni los obispos, ni aun Juan Pablo II; por eso tenemos que desobedecer, porque si nos subordinamos caemos en errores contra la fe y ni qué se diga de los fieles, al punto de que incluso lo más querido, a lo cual la gente tiene mucho sentimiento, ya empieza a tomar un matiz pagano; en la vida social se vuelve infiel el matrimonio con los concubinatos bajo una fórmula de enlace civil, cuando no de libre unión sin vínculo formalmente constituido y que da lo mismo. La cremación de los muertos, igual que los budistas, igual que los masones, sin respeto a ese cuerpo que es templo del Espíritu Santo; se lo quema violentamente en vez de dejar que naturalmente se destruya y se vuelva tierra porque: “a la tierra volverás”, no a las cenizas. Pero así, estúpidamente, la gente no se da cuenta.
En cambio en la Iglesia antiguamente quedaba excomulgado y no tenía sepultura eclesiástica quien dictaminara la cremación después de su muerte, porque hay que respetar ese cuerpo que fue templo y sagrario del Espíritu Santo; pero así es la estupidez que impera, y para colmo de males se agrega el pretexto del problema económico; claro, es más barato, pues muy bien lo saben los zorros judíos y masones y con ese propósito lo hacen para que cueste más caro el no incinerarlos. Por lo menos tengámoslo claro.
Entonces ese humo del infierno que ya Pablo VI lo señaló, es el que está matando la fe y por eso vemos las consecuencias trágicas de su pérdida y la consecuencia y desmoralización de la sociedad. No hay moral, no hay vergüenza y la mujer sin pudor se prostituye; se puede hablar de un hombre público, pero si se habla de una mujer pública, ¿en qué se piensa? Es de orden natural y por eso la mujer debe venir a Misa con el cabello y la cabeza cubiertos para mostrar sumisión y pudor y no la imagen de una mujer liberada que hace lo que le da la gana.
Las mujeres liberales no son católicas, aunque así se llamen. Y pena debería darnos el saber que es más pudorosa una mujer musulmana siendo pagana e infiel, que una católica, porque todavía no he visto a ninguna mujer musulmana con el pecho o con el ombligo al aire, o con minifalda; ¡qué vergüenza, maldita sea! No es posible que nos sigamos llamando católicos y nos comportemos peor que los musulmanes y los paganos. Debe haber siempre alguien en la Iglesia que lo diga, y me importa un comino si a alguien no le gusta; la verdad hay que señalarla y aceptarla con humildad y no rechazarla con orgullo y soberbia.
Ahora bien, si llega una mujer por primera vez a esta capilla vestida inadecuadamente no se debe cometer la estupidez de reprocharle; hay que ir también con suavidad y no con celo amargo como ha pasado con las personas más antiguas, que por su afán, no saben conducir a otra mujer a que poco a poco cambie el pantalón por la falda y se ponga velo. Quienes así actúan hacen el papel de brujas, y lo mismo algunos hombres. No se trata de criticar al recién venido, sino de ayudarlo con caridad y con paciencia y poco a poco se dará la transformación; pero si los antiguos no lo entienden, ¿cómo van a hacerlo los otros?
Estimados hermanos, aprovechemos, pues, esta Cuaresma para que rectifiquemos nuestra alma, nuestras acciones, nuestros sentimientos, nuestros corazones, porque de allí es de donde brota o todo el bien o todo el mal que hagamos y eso es lo que quiere la Iglesia, que éste sea un santo tiempo para todos, para seamos libres en Cristo y no en los derechos del hombre, ni en la ONU, ni en lo que sea, sino únicamente en Cristo, en la Iglesia, en la verdad. Esto es lo que nos hace libres, la verdad que es Cristo nuestro Señor y ante el cual todo el universo se arrodilla, en los cielos, en la tierra y en los mismos infiernos.
Pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, que nos acerque más a nuestro Señor y a la Iglesia para que así seamos verdaderos hijos de Dios. +
P. Basilio Méramo
20 de marzo de 2003