San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 16 de julio de 2023

CONMEMORACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

 




Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En la festividad de nuestra Señora del Monte Carmelo, debemos recordar la importancia de la Santísima Virgen María en la historia de la humanidad y en la de la Iglesia. No olvidar el regalo que nos hace Dios dándonos a esta Madre que es de todos nosotros y es la Reina del cielo. La advocación de la Virgen del Carmen, que viene del Monte Carmelo, es prehistórico, ya que allí San Elías redujo a un sinnúmero de idólatras de falsos dioses y de falsos sacerdotes aniquilados por Dios. Y en ese monte justamente nace la advocación de nuestra Señora del Carmen, remontándose así al Antiguo Testamento para mostrar cómo Ella sigue la historia de los hombres en el camino de su salvación.

Por eso nuestro Señor la deja como una garantía de nuestra redención, y la tenemos en el rezo del Santo Rosario que sabemos desde Fátima, aparición que ha sido ratificada por un milagro que no solamente vieron allí en Fátima miles de personas sino después el papa Pío XII, tres veces en el Vaticano. Lo curioso es cómo él no quiso publicar el tercer secreto y parece que aun ni leerlo e instituir la fiesta de una manera solemne. Claro que ya entonces había toda una conspiración contra Fátima, contra nuestra Señora aun dentro del Vaticano, en aquella época, cuando reinaba Pío XII; es inimaginable, pero así sucedió. Qué diremos ahora.

Y sabemos que desde Fátima el rezo del Santo Rosario, que es una síntesis del Evangelio, contiene los quince misterios, no son cinco, cinco es la tercera parte. El Rosario completo son los quince misterios más relevantes e importantes de la vida de nuestro Señor. Y con esta práctica, como dice nuestra Señora en Fátima, a través de Sor Lucía, no hay ningún problema ni material ni espiritual que no tenga solución; lo que debemos tener presente sobre todo para las dificultades espirituales, cuando no haya, cuando no tengamos misa, cuando no tengamos sacramentos, cuando seamos perseguidos, cuando llegue esa terrible hora en la soledad y que tengamos que dar testimonio so pena de claudicar.

También otra perla de garantía de nuestra salvación la tenemos con el escapulario que fue prometido a San Simón Stock en 1251, en pleno siglo XIII, siendo General de la Orden de los Carmelitas, lo cual le da ese privilegio, no solamente a los de su congregación que llevasen este distintivo, sino también a todos los demás. Por eso el escapulario es un hábito defensa, de lana. Y lo nombra de esta forma para que no lo confundamos con esas pastas de plástico que no son escapulario; es más, esta insignia no debe superar la mitad de la parte impresa que tiene el dibujo, tiene que ser menos de la mitad, según las normas de la confección del escapulario que es una miniatura de ese hábito que llevan los religiosos por detrás y por delante.

La única excepción es la medalla a la que San Pío X también le dio el mismo valor para las personas que tenían inconveniente por la debilidad, por la pérdida o rotura, por la fragilidad de esa pequeña tela. Entonces no nos dejemos engañar con cualquier escapulario, hecho de cualquier manera.

La promesa de ese escapulario es que nadie que siempre lo lleve irá al infierno, es decir, que no se condenará, está garantizada la salvación, que no es poca cosa. Pero hay que llevarlo dignamente con fe y cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios. No como muchos, como un escudo, pero vulnerando la Ley dddivina, como hacen muchos hampones, sicarios, que he conocido personalmente con revólver en mano para matar y le piden a uno que les imponga el escapulario para que cuando les disparen no les alcance la bala. Pero aún así parece que tuvieran más fe esos sicarios que nosotros y créanme que muchas veces se han salvado llevando el distintivo carmelita. Pero claro que eso no va a ser así siempre. Es simplemente para que vean cómo a veces los bandidos tienen más fe que nosotros.

Por si fuera poco, esa promesa que hizo en aquel entonces nuestra Señora al superior de los carmelitas, se complementó con el privilegio sabatino; es decir, que nuestra Señora incluso sacaría del purgatorio a las almas al sábado siguiente después de su muerte, según nuestra manera de contar. Entonces hay esa doble promesa, la de salvarnos y la de sacarnos del purgatorio si morimos con el escapulario puesto, que hemos llevado durante nuestra vida como buenos católicos; porque si lo portamos como malos creyentes esas promesas difícilmente, por lo menos la segunda, tendrán lugar; es decir, la de sacarnos prontamente del purgatorio si es que nos salvamos.

Así nuestro Señor deja entonces a través de nuestra Señora esas dos prendas, para tener una garantía de nuestra salvación y por eso no debemos olvidarlo y tenerlo en cuenta. Simplemente, basta haber recibido una sola vez la imposición del escapulario y las otras se cambia, se renueva, y ya quedamos inscritos en ese libro que pide el ritual y que hoy no se hace porque casi todo eso está abolido, pero entonces hacerlo en el libro que tiene Dios.

Pidamos a nuestra Señora del Monte Carmelo, a nuestra Señora del Carmen, que nos proteja sobre todo en estos tiempos tan difíciles para el verdadero católico, para el que quiere ser buen católico y seguir en todo la virtud que nos señalan los diez mandamientos. Eso no es fácil; es muy difícil, ¿por qué? Simplemente por la moda; la mujer que viste a la costumbre de hoy ciertamente no es buena católica aunque no se dé cuenta; ni quien ve la televisión, quien lo hace, con toda la porquería e inmundicia que se observa allí, no puede ser buen católico.

Peor si a eso le seguimos sumando lo que piensa la gente: que nada es pecado, que todo es permitido, que se puede hacer lo que cada uno quiere. En la familia, los que se divorcian, los que se casan por el matrimonio civil, eso no es ser católico; no se diga ya de los contraceptivos, de los abortos, todo eso es no ser católico. Las revistas pornográficas son exhibidas públicamente, ya no escondidas como antaño. No se puede ir a una farmacia porque cuando no hay una revista inmunda, hay algún otro artículo de igual forma asqueroso. Y ni qué decir de la educación sexual en los niños, se los corrompe por ley de la nación. Y así seguimos viendo una cosa tras otra; díganme si así no es difícil ser buen católico.

Claro que ser “católico” protestante como la mayoría lo es hoy, sí es muy fácil: el libre examen, el libre hacer y querer, eso es ser cismático y por eso la Iglesia se está convirtiendo en otra religión, y sus fieles se están protestantizando sin salir de la Iglesia; por eso se piensa y se obra como verdaderos infieles sin darse cuenta de ello y paro aquí de contar porque sería larga la lista. Lo he dicho sencillamente para mostrar que es muy difícil pero sin embargo no es imposible, eso requiere un esfuerzo de virtud heroica para cada minuto, para cada segundo, a lo largo de las horas, de los días y de los años hasta la muerte, para que podamos vivir en estado de gracia. Se necesita un permanente control y freno que no hay, que no existe en el mundo moderno, ni el social de antaño; por eso vivimos una verdadera Babilonia, peor que Sodoma y Gomorra, porque si es verdad lo que se dice, por dar un ejemplo, que hace unos días en Alemania hombres y mujeres en cueros estaban revueltos. Eso, ¿no es peor que Sodoma y Gomorra? Claro que sí, y peor en ese país que se le tiene por culto, por avanzado.

Por eso debemos pedirle a nuestra Señora que nos ayude a ser buenos católicos, porque ya ni cristianos se puede decir, ya que los protestantes han usurpado este nombre; no son de Cristo, porque no son de la Santísima Virgen María. Así de sencillo, son herejes, son protestantes y nosotros nos estamos volviendo como ellos sin darnos cuenta, por el modernismo que ha cambiado prácticamente la estructura de la misma Iglesia. Pero ahora no voy a hablar de eso para no alargarme. Debemos por lo menos recordarlo, para que nos haga abrir los ojos, y pidamos a Dios la luz y a la Santísima Virgen María la protección de la Iglesia que está hoy peor que nunca; no la Iglesia en su esencia, pero sí en su parte humana y material, en sus hombres, en sus integrantes tan corrompidos, tan prostituidos y eso de un modo oficial, no privado.

Siempre hubo la corrupción privada pero la putrefacción instaurada oficialmente, hecha ley, eso ya es diferente; cambia todo porque ya no se combate el mal, el vicio y ¿qué moral e Iglesia puede haber? Por eso se insiste en el matrimonio de los sacerdotes. Porque, es cierto, es muy difícil ser un sacerdote célibe si se es modernista y progresista; es imposible. Si es difícil siendo aun en la verdad y en la Tradición de la Iglesia porque hay que luchar, pero se tienen las armas; y si no se tienen es imposible luchar. Por ello vemos esa corrupción en el clero, en los religiosos, porque no es posible sin virtud, sin espiritualidad verdadera resistir al mal que hoy impera pública y socialmente dentro y fuera de la Iglesia, eso es un hecho.

Y solamente si no queremos ver no lo veremos, sino que hay que estar muy obcecado para no admitirlo. Tenemos que aprovechar ese auxilio que nos da nuestro Señor a través de su Santísima Madre para que Ella nos proteja y nos facilite en cierto modo las cosas; que nos evite el mal y la fatal caída y que podamos así avanzar en el bien y en la verdad guiados de su santa mano. +

PADRE BASILIO MÉRAMO
16 de julio de 2003

SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En el Evangelio de hoy vemos la advertencia que nuestro Señor hace a la Iglesia, a sus discípulos y a sus fieles. Advertencia que debe ser criterio de discernimiento para conocer a los verdaderos pastores. Criterio de verdad y de doctrina que hoy es más necesario que nunca, en medio de esta confusión espantosa de orden religioso, teológico y doctrinal con el consiguiente coletazo de derrumbe moral que no es más que la expresión de la corrupción doctrinal y conceptual que hoy impera.

Hay que hacer hincapié en esta advertencia de nuestro Señor, porque desde la Revolución francesa el liberalismo imperante en los corazones no ha hecho más que debilitar la capacidad de reacción y de combate del católico; es como un sida espiritual que destruye el aparato inmunológico del espíritu católico para combatir el error y la herejía. Lo típico del liberalismo es diluir toda capacidad de resistencia y de combate, de verticalidad y de ahí el odio entrañable a todo aquello que sea dogmático y vertical, tajante, porque se quiere vivir en un espíritu de acomodamiento al mundo, configurándose con él; la divisa de San Pablo era “no os configuréis con este siglo”, con este mundo, hacer entonces desaparecer el antagonismo entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, ese es el espíritu del cual estamos imbuidos.

La gran diferencia está en querer combatirlo; el liberal propiamente dicho es el que no quiere contender en sí mismo ese espíritu, que es el arma de Satanás para poder así dispersar el rebaño. Ese es el mal que afecta a la jerarquía de hoy, a los pastores; por eso monseñor Lefebvre insistía contra el liberalismo que desgraciadamente aquí en Colombia se convierte en un tema político, y antes de ser un tema político o de partido, es una concepción teológica y filosófica en contra de Dios que reivindica la libertad del hombre ante Dios y ante la Iglesia, ante los principios que limitan al hombre y que por eso tergiversan la libertad. Vemos, por tanto, al hombre de hoy queriendo ser libre sin que nada lo limite en el sentido de restricciones de los apetitos, sean cuales fueran las exigencias; por eso cada uno pretende hacer lo que le dé la gana y no hay principio de autoridad en la sociedad ni en la Iglesia; está destruido.

Y la advertencia de nuestro Señor es que se juzgue al árbol por sus frutos. El mal árbol no puede dar buenos frutos y el bueno no los puede dar malos. Eso nos lo dice para que juzguemos dentro de la misma Iglesia quiénes son los falsos profetas; es una realidad que nuestro Señor quiere poner en evidencia, la prueba que habrá y que hay en la Iglesia por los fingidos pastores. ¿Qué es un profeta dentro del contexto de la Iglesia?, pues un hombre que habla en lugar de Dios y da luz. Y un falso profeta es justamente lo contrario, aquel que usurpa el nombre de Dios no para dar luz sino para confundir y destruir; eso acontece hoy de un modo excepcional, porque lo general es que haya verdaderos profetas, doctores, prelados que defiendan la verdad y a las ovejas y no como el lobo rapaz disfrazado de oveja.

Hasta dónde llega nuestro Señor para que no pequemos de bobería, de estulticia, porque vienen con apariencia de oveja, con la zamarra, es decir que no se presentan como irreligiosos impíos o abominables degenerados, sino como muy piadosos, religiosos, bondadosos, hablándonos en forma halagüeña y fácil para hacer vibrar el corazón sentimental que cada uno tiene y por eso a veces a la gente se le cae la baba por puro sentimentalismo. Por eso nuestro Señor advierte la gran argucia y astucia de ese cinismo terrible, ocultarse bajo la piel de oveja, de cordero, que simbolizan la mansedumbre, sobre todo a la hora del holocausto, de la ofrenda, por eso representa a nuestro Señor inmolado, que se deja sacrificar sin rechistar. Con esa apariencia de Cristo opera el mal. Hay que tenerlo presente en las actuales circunstancias de la Iglesia y de Roma; es un hecho.

Nuestro Señor habla de los frutos, de los hechos y no de las palabras pues éstas se dicen pero son las acciones las que demuestran cuál es el buen y cuál el mal pastor, el buen y el mal prelado. Porque dice Santo Tomás que esos malos pastores, esos falsos profetas son los doctores, los prelados, los obispos, los que tienen prelatura, es decir, un cargo importante en la Iglesia: monseñor, obispo y cardenal. A eso se refiere nuestro Señor, a que habrá obispos y cardenales, prelados que son falsos profetas. Podrían hasta citarse los nombres, pero “ante las circunstancias, abstente”, pues hay gente que se hace una imagen errónea de alguien en particular y aceptan la cuestión en abstracto, pero cuando se les apunta con el dedo afinando la puntería hasta el caso concreto hasta allí se llega, se resiste y se cierra el oído a la verdad buscando aquellos falsos doctores que dicen cosas halagüeñas, como la sirena que susurra al oído.

Es muy distinta la actitud católica y piadosa. Se trata de una santa intransigencia, santa intolerancia del organismo sano que rechaza los virus deletéreos de la enfermedad; sólo en un organismo viciado, corrompido, hace mella la enfermedad, porque no la resiste, no la combate, no la expulsa. Ya decía Menéndez y Pelayo que la intolerancia era lo propio del católico sano y es justamente el liberalismo masón el que nos habla de tolerancia para todo menos para el bien y la verdad y, por tanto, el mundo de hoy no gusta de aquellos que hablan un poco duro, porque sólo quieren palabras aduladoras. Esa es la dificultad, no se quiere oír y mucho menos pensar.

Impera, por tanto, lo “light”, lo suave, lo dulce, cuando es tan otra la realidad; nuestro Señor mismo advierte que no todo aquel que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, que quienes den malos frutos entrarán al fuego del infierno, que hoy ha sido públicamente negado.

Nadie se debe asombrar. Ha sido el cardenal Castrillón quien ha publicado una carta escrita al superior de la Fraternidad, monseñor Fellay, con una apariencia de autoridad bondadosa, en la que impugna en el fondo la actitud de la Fraternidad. Eso exige una respuesta porque es un gran ingenuo o un falso profeta con apariencia de oveja, para desgracia, colombiano; hay que leer la carta ya que él mismo la hizo pública y al ser tal abre tema al debate también público. Cualquiera, en defensa de la verdad y honor de la Iglesia, está facultado para responder, porque no es mal de una sola persona, cardenal o fiel, sino que es un mal que está afectando a la Iglesia universal y ella es inconsútil, no tiene remiendos, costuras, divisiones, es una y santa; su doctrina es una y es santa, luego no se puede pontificar en el error. Vaya si lo hay tanto en prelados como en fieles que se dicen todavía católicos.

La fe de la Iglesia no puede claudicar en el error; iría contra el dogma de la indefectibilidad doctrinal de la Iglesia. Eso debe hacernos reaccionar, reflexionar, pues no es la primera vez que se cae en error y herejía. Casi todo el Imperio romano cayó en el arrianismo y algo igual ocurrió con Inglaterra y el protestantismo, y la mitad de Europa apostató con la Reforma Protestante y ¿acaso no advierte Nuestra Señora en Fátima que se perderá la fe no ya de una nación o un continente sino en el mundo? ¿Entonces qué pasará?, ¿o es que no se es capaz de intuir para poder encontrar el contexto que nos da la luz para seguir la verdad?, porque el verdadero católico, hijo de la luz, posee la fe y por eso no puede vivir en la duda; tiene que vivir en la verdad y el fiel que duda no lo es, puede dudar un momento pero no puede vivir en la duda, tiene que vivir en la certeza de la verdad poseída por la fe. Ese es el dogma católico y no el relativismo doctrinal predicado hoy por doquier.

Si verdaderamente somos católicos tenemos que saber dónde está la verdad y con certeza de fe doctrinal; y si vemos que algún fiel no la tiene, se le ayuda, pero no por eso se va a dejar arrastrar en esa duda que es claudicar en la posesión de la verdad, de esa veracidad que posee íntegra y totalmente la Iglesia católica, única arca de salvación. Este es un dogma negado hoy por el ecumenismo, negada la exclusividad de la Iglesia como arca de salvación y como poseedora exclusiva de la verdad sobrenatural.

Es un nuevo arrianismo el que niega la divinidad del cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Antaño el arrianismo negaba la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, admitía que era un buen profeta y un gran hombre, pero no Dios y hoy se niega la divinidad de la Iglesia, su exclusividad, y se la coloca en plano de igualdad con falsas religiones que tienen por autor a Satanás, como reza el Salmo 95, “Los dioses de los gentiles son demonios”, es la palabra de Dios, todo ello perpetrado por falsos profetas imperantes y gobernantes dentro de la Iglesia. Por tanto, hay que contestar esta carta al cardenal Castrillón porque esto no es posible, si realmente es un verdadero pastor, que no siga en el error, o que no use la zamarra de oveja. Cosa difícil.

Por tanto, atenernos a los frutos para poder discernir la verdad del error, el bien del mal y dentro de la Iglesia. Misterio de iniquidad. Uno de los cinco grandes misterios de los cuales habla San Pablo, como lo advierte monseñor Straubinger, el misterio de iniquidad que en general es el mal, el pecado, pero de modo particular es la gran apostasía que culminará con el anticristo, que pisoteará a Roma y se sentará en la cátedra de Pedro. Ya la Virgen, en La Salette, dijo: “Roma perderá la fe y será sede del anticristo”. Si esto es mentira, entonces tampoco es verdad La Salette; pero si lo de La Salette es cierto, entonces hay que abrir los ojos para no sucumbir bajo las doctrinas deletéreas de los falsos profetas.

Eso es lo que nuestro Señor en todo tiempo dice y se aplica hoy como nunca, para no transigir en la fe, para permanecer fiel a su depósito, al revelado y que no se diluya en medio de las falsas doctrinas y falsos credos, como lo quiere el ecumenismo. Esa es la realidad. Hay que pedir, pues, a nuestra Señora de La Salette y de Fátima nos dé la fe profunda para permanecer fieles a la verdad y no flaquear en nombre de Dios y de la autoridad.

Pidamos a la Santísima Virgen María nos dé esa fe y ese amor a la verdad para, si es necesario, morir por la verdad, poder ofrecer en holocausto de expiación por nuestros pecados y los de los demás esa sangre como lo hizo nuestro Señor en la Cruz. Ese es el espíritu católico y cristiano, esa es la verdadera devoción. Tengamos presente todo esto para profesar a nuestro Señor Jesucristo, unidos en la verdad. +


PADRE BASILIO MERAMO
7 JULIO 2002