San Juan Apocaleta
Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.
Visitas desde 27/06/10
"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.
Link para escuchar la radio aqui
viernes, 3 de abril de 2015
Sermón de Viernes Santo
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Que esta Semana Santa nos sirva como medio para acercarnos más a nuestro Señor. Vemos el altar despojado, desolado, desnudo; no hay Santísimo, se le hace a la Cruz velada una reverencia profunda.
Después de la adoración, en que se devela la Cruz y todas las cruces, se le debe una genuflexión en honor a nuestro Señor. Hay una significación profunda de esta desolación del altar y no es únicamente lo que mira al pasado; ciertamente lo es la desolación por la muerte de nuestro Señor, los tres días que duró en la tumba, aunque no tres días de veinticuatro horas, pero sí tres en la manera de contar de los judíos; ese desamparo tiene un significado que no dudo en llamar apocalíptico, profético, porque no solamente mira hacia atrás sino hacia adelante, hacia el futuro, hacia el fin de los tiempos.
La Iglesia nos está predicando a través de esa aflicción de Semana Santa y de ese vaciamiento del altar, del sagrario, de esa velación de Cristo, de las imágenes, el eclipse de la Iglesia al fin de los tiempos. Y lo digo con todo el énfasis que le pueda dar y mucho más, para que se les grabe, porque esta verdad ha dejado de ser explícitamente enseñada por la Iglesia a través de la predicación, por falta de ese tesón profético, apocalíptico, y en vez de prepararnos, vamos a encontrarnos como sin saber qué hacer cuando llegue la hora, la de las tinieblas que están presagiadas en este altar vacío, sin Cristo; será la hora de Satanás, de la herejía, de la gran apostasía, de la abominación en el lugar santo.
Todo eso tiene una connotación y una realidad apocalípticas para los últimos tiempos, que hoy, nos gusten o no, nos toca vivir, sin saber cuándo sea exactamente ni el día ni la hora, pero cuando veamos los árboles reverdecer como la higuera sabremos que ya está a las puertas. Nadie sabe el día en que se va a morir, pero cuando vemos que alguien cae gravemente enfermo ya pensamos en la muerte; del mismo modo sin saber el día ni la hora, nuestro Señor, la Iglesia, nos prepara para la segunda venida de nuestro Señor. Pero antes de ésta, ese reino de nuestro Señor que pedimos en cada Padrenuestro, porque si fuese el reino del Sagrario no hay que pedirlo, ése lo tenemos todos los días; si es la Iglesia, esa la tenemos diariamente mal que bien, pero el reino de la plenitud de Cristo no solamente de derecho, sino de hecho, cuando todos los pueblos, todas las naciones adoren al verdadero Dios, ese es el reino que estamos pidiendo en el Padrenuestro.
Pero antes de que venga habrá una falsificación, reino ficticio, una falsa paz, un falso cristo que es el anticristo que propugna el judaísmo por no haber aceptado a nuestro Señor; por eso Él les dijo que a Él, que no venía en su nombre propio sino en el de su Padre no lo aceptaban, pero que a aquel, el otro, ese que vendrá en su propio nombre, sería aceptado como rey de los judíos. A esa instauración, duplicidad, falsificación de Cristo y de la Iglesia de nuestro Señor es a la que se encamina la obra mancomunada de hoy entre los poderes ocultos que detentan los resortes del mundo.
Debemos, pues, estar preparados para reconocer la verdadera faz de la Iglesia de Cristo y para que no claudiquemos dentro de una falsa Iglesia, dentro de un falso Cristo, cayendo así en la abominación de la desolación, adorando un dios impostor. Eso no se enseña desde hace mucho tiempo por ignorancia, por ceguera, por cobardía, por estupidez del clero comprometido con los reyes de este mundo, con los poderes de esta tierra. A eso se debe la decadencia dentro de la jerarquía de la Iglesia, que ha sido instaurada por nuestro Señor para defender la verdad y no para que ceda ante ella y por eso ese oscurecimiento de la Iglesia hacia el fin de los tiempos, presagiada, prefigurada en la liturgia de cada año en Semana Santa. Por ello no es simplemente un hecho del pasado que evocamos, sino que también apunta hacia la segunda venida de nuestro Señor, sin la cual la primera no tendría su coronamiento, su perfección, su plenitud.
Por haber sido castrado el aspecto profético apocalíptico en la mentalidad del clero dirigente de la Iglesia desde hace muchos años, vivimos en esta confusión, en esta anemia sobrenatural, viendo languidecer la fe y la verdad, para que se predique otra religión en nombre de Cristo pero sin Él, sin Cruz, sin su divinidad. Si hoy se confesara lo celestial de nuestro Señor no se aceptaría como doctrina común que las falsas religiones sean también caminos de salvación, porque la verdad excluye el error y éste está hoy siendo propagado a través de ese ecumenismo que pone en el mismo plano de igualdad a nuestro Señor y a su Iglesia con las doctrinas infieles, como nos lo dice el salmo 95,5: “Pues todos los dioses de los gentiles son demonios”16.
La religión de los gentiles (y estos en el Antiguo Testamento son los pueblos que no tienen la revelación que era el patrimonio del pueblo elegido, del pueblo judío) tiene por padre a Satanás. ¡Y que ahora se viene a decir y creer lo contrario! Esa es una prueba entonces de la gran falsificación que se agudizará. Por tanto, es mi deber en la medida en que pueda, recordárselo a los fieles para que estemos todos preparados, porque todavía tenemos un lugar sagrado, como esta capilla donde se puede libremente decir la Santa Misa; pero no sabemos si estaremos obligados a huir como en el tiempo de las catacumbas donde la situación era de “sálvese quien pueda”, guardando su fe en el corazón y teniendo que profesarla manifestándola con el derramamiento de la propia sangre, como han hecho muchos mártires.
Es de vital importancia no caer en una práctica abur-guesada de la religión, de acomodaticios, porque la religión requiere sacrificio; pero en el mundo de hoy, tanto el hombre como la mujer rehuyen todo lo difícil.
Sin sacrificio, sin Cruz, no hay religión católica, no hay virtud, no hay imitación de nuestro Señor Jesucristo, no hay martirio y no debemos olvidar que nuestro Señor fue una víctima en la Cruz, no lo olvidemos; la inmolación es el testimonio. ¿De qué? De que nuestro Señor dio su sangre. Y así entonces los mártires son los que dan su vida en prueba y fidelidad a imitación de nuestro Señor. Luego sería un error concebir una religión, una Iglesia católica sin Cruz, sin sacrificio.
No es de extrañar tampoco, mis estimados hermanos, que la Misa haya sido modificada, cambiada, trastocada, para hacer desaparecer en la medida de lo posible todo contenido de inmolación; por lo mismo hoy se habla mucho de misterio pascual. La Misa no es eso, no es la celebración de la Pascua de nuestro Señor, es de su muerte; son dos términos muy distintos. Distinto es que en el fallecimiento de nuestro Señor también prefiguramos su resurrección, porque de hecho resucitó al tercer día; con la Santa Misa no conmemoramos la resurrección sino la muerte de nuestro Señor y por eso lo tenemos ahí clavado en la Cruz, por si no nos damos cuenta.
Eso demuestra hasta dónde hay la adulteración de la verdad, muy sutilmente manipulada. Y si no hay sacerdotes y obispos lúcidos, ¿cómo va el pueblo a poder detectar eso?, ¡imposible!; hasta se diría que prácticamente la gente no tendría mayor culpa, salvo si adhiere conscientemente al error; pero, de hecho, nadie quiere ser engañado, y eso es lo que pasa hoy.
En consecuencia, la Pasión de nuestro Señor, acontecida hace dos mil años, debe recordarnos ese mensaje profético de la Pasión de la Iglesia hacia el fin de los tiempos. Ésta va a hacer su subida al calvario al fin de lo vida; ese es el mensaje de cada Semana Santa hacia el futuro, porque así como nuestro Señor sufrió y padeció en su cuerpo físico, al final de los tiempos la Iglesia, su Cuerpo Místico, sufrirá, pasará su Pasión.
Esa es la razón por la cual la Iglesia está padeciendo hoy esta Pasión que se irá acrecentando y a la cual nuestra Señora, en La Salette, se refirió al hablar del eclipse de la Iglesia. Y la divisa del actual pontificado de Juan Pablo II, “De labore solis”, en buen latín literario como el de Cicerón, traduce: el eclipse del sol, labore solis, labore lunae, de luna, eso se puede ver en cualquier diccionario de latín-español; que no cometan el error gramático de decir que los trabajos del sol, que no tiene ningún contenido, ningún significado, cuando diferente sí es y lo tiene al traducir el eclipse del sol. ¿Qué da luz? El sol, que es nuestro Señor, el sol que es la Iglesia. Ya se entiende entonces y, ¿quién osa decirlo? nadie y, sin embargo, es así. Para que nos demos cuenta una vez más de cuán engañados se nos tiene, adormilados, anestesiados, como cuando a alguien que va a ser intervenido en una operación quirúrgica, le aplican una inyección le pueden cortar la cabeza, y queda ahí campante sin enterarse; así sucede hoy.
No es de extrañar que se pierda la fe, el dogma, la moral, el sentido sagrado, sacramental y trascendental de la religión, todo eso se está olvidando y es un síntoma más de la decadencia anunciada para los últimos tiempos; no es de un día para otro, lleva un proceso lento, firme y seguro; y cuando comienza ese gran “caterpillar”, si podemos imaginarlo así, a andar lentamente, ¿quién se le pone por delante, quién lo para?, ¡nadie! Pues así mismo no lo va a detener nadie sino nuestro Señor cuando venga con el fulgor de su presencia majestuosa al fin de los tiempos.
Si esta devastación nos sorprende los sentidos al ver el tabernáculo vacío, desnudo el altar, desolada la Iglesia, humillada, eso tiene un significado para ella; estamos en la hora de las tinieblas, de su Pasión, como nos lo ha indicado más de una vez en sus verdaderas apariciones nuestra Señora, como en La Salette; y también con las lágrimas que ha derramado en esa gran manifestación de 1953 en Siracusa, donde hubo conversiones de miles de comunistas al ver a esa imagen llorar durante cuatro días consecutivos, reconocidas por Pío XII. Nuestra Señora no hizo más que llorar, y ¿cuándo lo hace una madre sin hablar? Cuando el mal ya es inevitable, inminente, ¿qué hace?, gime, y si esas lágrimas de una madre no hacen reflexionar a sus hijos cualquier palabra es vana, nula, porque todo hijo bien nacido reaccionaría ante el desconsuelo de su madre.
Ese es el significado de las lágrimas que nuestra Señora derrama sin parar y que a pesar de que ya han pasado cincuenta años sin que estos hechos se conozcan. Aquí en Colombia se saben gracias a monseñor Cadavid, quien reunió en un pequeño libro esa y otras apariciones ordenándolas y dándoles ese contexto profundamente teológico y apocalíptico de los verdaderos mensajes de nuestra Santísima Madre del cielo, para que estuviésemos preparados a la hora de la gran prueba de la Iglesia y de nosotros, que somos miembros de la Iglesia.
La Tradición de la Iglesia sufre, gime y es perseguida y nosotros debemos padecer pero sabiendo por qué. Porque el hombre no sufre como el animal, que no se da cuenta. Por eso, en realidad el animal no sufre si siente dolor, porque el sufrimiento es el daño comprendido por un alma racional, así que es tonto decir que el animal padece; a éste le duele, gime, llora, pero no sufre porque esta connotación tiene una relación del dolor sensible con el alma espiritual; es muy distinto.
Y cuando se sabe por qué se tolera, entonces así se asimila la Cruz y nos transfiguramos en imagen del Cristo inmolado y doliente y eso lo sabe todo aquel que soporte con un mínimo de fe y el que no lo sabe es porque no tiene fe y el que no la tiene, sufre como un condenado porque como lo dice el poeta: “Hay tres cruces en el Calvario; elige sabiamente puesto que es necesario o sufrir como santo o como penitente o si no como réprobo que pena eternamente”. Sufrir sin fe es hacerlo como los demonios, como los réprobos, como los condenados. De ahí la necesidad de la fe para padecer en compañía de nuestro señor Jesucristo y comprender el misterio de la Cruz.
En la medida en que podamos decir que entendemos, participamos de los dolores de la Pasión y la muerte de nuestro Señor. Captar también el significado real de la Semana Santa. Si no lo asimilamos no entenderemos absolutamente nada de ese gran ejemplo del cual dan testimonio todos los santos con sus vidas, ese arte de saber sufrir en armonía con la Pasión de nuestro Señor. Si comprendemos eso aunque sea un poquito, habremos sabido más que cualquier erudito el significado de ésta y de todas las Semanas Santas, de la Pasión y de la muerte de nuestro Señor Jesucristo.
P. BASILIO MÉRAMO
18 de abril de 2003
Viernes Santo, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo
Tomado de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino:
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan.
Cap. 18, 1-40 y 19, 1-42.
Cuando Jesús hubo dicho estas
cosas, salió con sus discípulos de la otra parte del arroyo de Cedrón, en donde
había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. Y Judas, que lo
entregaba, sabía también aquel lugar, porque muchas veces concurría allí Jesús
con sus discípulos. (vv. 1-2)
San Agustín, in Ioannem, tract., 112
Terminado el sermón que el
Señor había dirigido a sus discípulos después de la cena, y la oración elevada
al Padre, empieza el evangelista San Juan la historia de su pasión, en estos
términos: "Habiendo dicho esto, salió con sus discípulos hacia la otra parte
del torrente", etc. No sucedió esto en seguida de concluida la oración,
sino que mediaron otras cosas que omitió y se leen en los otros evangelistas.
San Agustín, De cons. evang. 3, 3
Se suscitó entre ellos una
contienda sobre quién era el mayor, según dice San Lucas (22,24), y añade que
el Señor dijo a Pedro: "He aquí que Satanás os ha solicitado para cribaros
como el trigo" ( Lc 22,31), etc. Y, según San Mateo (26,30) y San Marcos (14,26), después
de rezado el Himno salieron para el Monte de los Olivos. Y continuando su relación San
Mateo, dijo: "Entonces fue el Señor con ellos a una granja llamada
Gethsemaní", ( Mt 26,36). Este es el lugar de que habla San Juan, donde había un
huerto, en el que entró Jesús con sus discípulos.
San Agustín, ut supra
Las palabras después de haber
dicho esto, son para que no pensemos que
la entrada en el huerto fue antes.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Pues ¿por qué no dice que
cesando en su oración fue al huerto? Porque aquella oración fue pronunciada
para los discípulos. Fue, pues, de noche, y pasó el río, y se apresuró a ir al
sitio conocido por el traidor, ahorrando a sus enemigos el trabajo, y mostrando
a sus discípulos que va voluntariamente.
Alcuino
Dice "a la otra parte del
arroyo de Cedrón"; esto es, a la otra parte del torrente de los cedros,
pues es genitivo del griego cedran 1. Pasó el
torrente, el que se encuentra en el camino del torrente de su pasión, y bebió
en el camino en donde estaba el huerto, para borrar en un huerto el pecado que
en el huerto había sido cometido, pues la palabra paraíso significa huerto de
delicias.
Crisóstomo, ut supra
Pero para que no pienses al
nombrar el huerto que era para esconderse, añadió: "Pues Judas, que le
entregaba, conocía el lugar, porque Jesús lo frecuentaba con sus
discípulos".
San Agustín, ut supra
Con profunda sabiduría del
Padre de los hijos, fue allí tolerado el lobo que, cubierto con piel de oveja,
aprendió entre ellos el lugar donde, dada la ocasión, dispersaría el pequeño
rebaño acometiendo insidiosamente al pastor.
Crisóstomo, ut supra
Muchas veces había concurrido
allí Jesús con sus discípulos, para comunicarles secretos que no debían saber
los demás. Esto lo hizo en los montes y en los huertos, buscando siempre lugar
apartado de la muchedumbre, para que el alma no se distrajera de lo que oía.
Allí, pues, fue Judas, pues era donde Jesús pasaba muchas noches, así como
hubiera ido a su domicilio, si hubiera creído encontrarle durmiendo.
Teofilacto
Sabía Judas que el Señor
acostumbraba enseñar a sus discípulos algo sublime y misterioso en los días
festivos y en tales lugares y, por cuanto aquellos eran días solemnes, creyó
que estaría allí para preparar a sus discípulos a celebrarlos.
Notas
1. El
toponímico Kedrwn, es la transliteración griega del hebreo kidron, turbio, oscuro, sombrío. El nombre designa el torrente que atraviesa el
valle que separa Jerusalén del monte de los Olivos, y también el valle mismo.
Judas, pues, habiendo tomado una
cohorte y los alguaciles de los Pontífices y de los fariseos, vino allí con
linternas y con hachas y con armas. Mas Jesús, sabiendo todas las cosas que
habían de venir sobre El, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?"
Le respondieron: "A Jesús Nazareno". Jesús les dice: "Yo
soy". Y Judas, aquel que lo entregaba, estaba también con ellos. Luego,
pues, que les dijo yo soy, volvieron atrás y cayeron en tierra. Mas El les
volvió a preguntar: "¿A quién buscáis?" Y ellos dijeron: "A
Jesús Nazareno". Respondió Jesús: "Os he dicho que yo soy, pues si me
buscáis a mí, dejad ir a éstos". Para que se cumpliese la palabra que
dijo: De los que me diste, a ninguno de ellos perdí. (vv. 3-9)
Glosa
Había demostrado el Evangelista
el modo como Judas pudo dar con el sitio donde estaba Cristo; ahora explica
cómo llegó, diciendo: "Judas, pues, habiendo tomado una cohorte y los
subalternos de los Pontífices", etc.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 112
La cohorte no fue de judíos,
sino de soldados. Entiéndase que la recibió del Procónsul para prender al
culpable, observando el procedimiento de autoridad legítima, a fin de que nadie
osara hacer resistencia, a pesar de ser tanta y tan bien armada la gente que
iba, que asustaba y acobardaba la idea de que alguno se atreviera a defender a
Cristo.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
¡Pero de qué modo se ganaron a
los soldados con dinero, que iban dispuestos a todo!
Teofilacto
Llevaban haces y linternas, por
si Cristo se escapaba ocultándose en la oscuridad.
Crisóstomo, ut supra
Muchas veces habían enviado, en
otras ocasiones, a prenderlo, pero no lo consiguieron. De donde claramente se
ve que en aquella se entregó espontáneamente. Por eso dice: "Jesús, pues,
sabiendo todo lo que iba a venir sobre El, se adelantó y les dijo: "¿A quién
buscáis?"
Teofilacto
No pregunta para querer saber
(pues perfectamente conocía todo lo que le iba a suceder), pero queriendo
manifestar que, aun estando presente, no podía ser visto ni distinguido por
ellos; "Díjoles el Señor: Yo soy".
Crisóstomo, ut supra
Estando en medio de ellos, cegó
sus ojos. Y para manifestar que no fue por causa de la oscuridad, indica el
Evangelista que llevaban luces. Si, pues, no las llevaran, habían de conocerle
al menos por la voz. Y si Judas, que siempre había estado con El, no le
conocía, tampoco le hubieran conocido ellos; por esto añade: "Estaba
también Judas", etc. Hizo esto el Señor para manifestar que, no sólo no le
hubieran podido prender, pero que ni aun le hubieran visto estando en medio de
ellos, si El no lo hubiera permitido; por esto dice: "En cuanto les dijo:
yo soy, retrocedieron", etc.
San Agustín, ut supra
¿Dónde está la cohorte de
soldados? ¿Dónde está el terror y el aparato de las armas? Una voz rechazó,
hirió y derribó a tan gran turba, enfurecida de odio y temible por las armas,
sin disparar una saeta. Es que Dios se ocultaba bajo la carne, y el eterno día
de tal modo se escondía en los miembros humanos, que era buscado por las
tinieblas con la luz de las linternas y de los haces para distinguirle. ¿Qué
hará como Juez el que como reo así obra? Ahora, por medio del Evangelio, hace
resonar por todas partes esta palabra: "Yo soy", dice Cristo, y los
judíos esperan al anticristo, para volverse atrás y caer en tierra, porque los
que abandonan el cielo desean la tierra.
San
Gregorio, super Ezech. hom 9
¿Por qué razón los elegidos
caen de cara y los réprobos de espalda, sino porque el que cae de espalda no ve
a dónde cae, al paso que el que cae de frente ve dónde cae? Por eso los
malvados, que caen en las cosas invisibles, caen de espaldas, porque caen en
donde no pueden ver lo que les viene detrás, mientras que los justos, que se
abniegan a sí mismos y a las cosas visibles para levantarse por medio de las
invisibles, caen como de cara, porque, arrepentidos por el temor, se
reconcentran y humillan.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Nadie diga que el Señor mismo
indujo a los judíos a que le matasen, entregándose El mismo en sus manos; pues
claramente les demostró lo que bastaba para que ellos desistiesen. Pero por
cuanto permanecían en su malicia, y no tenían excusa, entonces se entregó El
mismo en sus manos. Por eso, "Volvió, pues, a preguntarles, ¿a quién
buscáis? pero ellos", etc.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 112
Ya habían oído primero, yo soy,
pero no habían comprendido que el que pudo todo lo que quiso, no quiso esto.
Pero si nunca hubiera permitido el ser prendido por ellos, no habrían llevado a
cabo aquello por lo que venían, ni El hubiera hecho aquello por lo que había
venido y, por tanto, después de haber mostrado su poder a los ojos de los que querían
y no podían prenderle, se deja prender para hacerles cumplir inconscientes su
voluntad. Y sigue: "Si, pues, me buscáis a mí, dejad ir a éstos".
Crisóstomo, ut supra
Como si dijera: "Si me
buscáis a mí, nada tenéis que ver con éstos; he aquí que yo mismo me
entrego", demostrando así la consecuencia de su amor a los suyos, hasta la
última hora.
San Agustín, ut supra
Esto manda a sus enemigos, y
hacen esto que manda; les permite que se vayan aquellos que El no quiere que
perezcan.
Crisóstomo, ut supra
Para demostrar el Evangelista
que esto no fue efecto de la voluntad de ellos, sino del poder del que era
prendido, añade: "Para que se cumpliese la palabra que dijo: Porque no
perdí a los que me diste", etc. Esta perdición no se refería a la muerte
natural, sino a la eterna, pero el Evangelista la entendió de la muerte
presente.
San Agustín, ut supra
¿Acaso no habían de morir
después? ¿Cómo entender que los perdería si entonces morían, sino porque aún no
creían en El como creen los que se salvan?
Mas Simón Pedro, que tenía una
espada, la sacó: e hirió a un siervo del Pontífice; y le cortó la oreja
derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: "Mete
tu espada en la vaina. ¿El cáliz que me ha dado el Padre, no le tengo de
beber?" (vv. 10-11)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Confiando Pedro en la palabra
que había dicho el Señor sobre lo que había de suceder, se arma contra los que
habían venido. Por eso dice: "Teniendo, pues, Simón Pedro una
espada", etc. ¿Cómo, pues, el que había recibido orden de no tener bolsa ni
dos túnicas, tiene espada? Me parece que él venía preparado temiendo los
acontecimientos próximos.
Teofilacto
O bien, porque necesitando la
espada para el sacrificio del cordero, la llevaba aun después de la cena.
Crisóstomo, ut supra
Pero ¿cómo el que tenía orden
de no devolver una bofetada, es homicida? Porque tenía el mandato principal de
no vengarse; pero aquí no se vengaba sino que defendía al Maestro. Además, aun
no eran perfectos, y si no, verás después cómo Pedro es azotado y lo lleva con
humildad. No sin causa, añade después: "Y le cortó la oreja derecha".
Paréceme que esto quiere significar la impetuosidad del apóstol, porque él
tiraba a la cabeza.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 112
Sólo este Evangelista expresa
el nombre de este criado, cuando dice: "El nombre de este siervo era
Malcho", así como sólo San Lucas expresa que el Señor le tocó la oreja y
le curó.
Crisóstomo, ut supra
Entonces hizo este milagro para
enseñarnos que conviene hacer bien a los que nos hacen mal, revelando al mismo
tiempo su poder. Pero el Evangelista citó el nombre para que los que leyeren
pudiesen averiguar si verdaderamente sucedió esto. Y dice que era criado del
Sumo Pontífice, porque es notable el hecho, no sólo porque le curó, sino porque
hizo la cura en favor de aquel que había venido a prenderle, y poco después le
había de abofetear.
San Agustín, ut supra
El nombre de Malcho quiere decir que ha de reinar 1. ¿Qué
significa, pues, esta oreja amputada en la defensa del Señor y por el Señor
curada, sino que cortado el oído del hombre viejo se ha renovado en el espíritu
y no en la vetustez de la letra? El que haya recibido de Cristo, ¿quién duda
que ha de reinar con Cristo? El que fuese criado revela aquella antigüedad que
engendra la esclavitud, así como su curación es figura de la libertad.
Teofilacto
También la amputación de la
oreja derecha del siervo del Príncipe de los Sacerdotes era signo de la sordera
de éstos, que había invadido principalmente a los Príncipes de los Sacerdotes,
pero su curación significa la sumisión de la inteligencia que rendirán los
Israelitas a la venida de Elías.
San Agustín, ut supra
El Señor reprobó el hecho de
Pedro, y prohibió su repetición en lo sucesivo, y por eso dijo, pues, Jesús:
"Vuelve tu espada a la vaina"; lo dijo amonestándole a la paciencia,
y para que esto quedara escrito.
Crisóstomo, ut supra
Al mismo tiempo que le contuvo
con la reprensión, como refiere San Mateo, por otra parte le consolaba
diciendo: "¿No quieres que beba el cáliz que me dio mi Padre?"
Manifestando que lo que sucedía no era efecto del poder de los judíos sino de
su permisión, y que lejos de ser contrario a Dios, era obediente hasta la muerte.
Teofilacto
En lo que dice El mismo de su
cáliz, revela cuán grata y aceptable le parecía la muerte por la salvación de
los hombres.
San Agustín, ut supra
En cuanto a lo que dice que es
el Padre quien le ha dado el cáliz de la pasión, es lo que dice el Apóstol:
"No perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros"
( Rom 8,32). Pero el Autor de este cáliz es el mismo
que lo bebe, por lo que dice el Apóstol: "Cristo nos amó y se entregó a sí
mismo por nosotros" ( Ef 5,2).
Notas
La cohorte, pues, y el tribuno, y
los ministros de los judíos, prendieron a Jesús, y lo ataron. Y lo llevaron
primero a Anás, porque era suegro de Caifás, el cual era el Pontífice de aquel
año. Y Caifás era el que había dado el consejo a los judíos: Que convenía que
muriese un hombre por el pueblo. (vv. 12-14)
Teofilacto
Después de hecho cuanto bastaba
para contener a los judíos, como ellos de ningún modo entraran en razón,
entonces permitió ser llevado; y por esto dice: "La cohorte, pues, y el
tribuno, y los ministros", etc.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 112
Prendieron, pues, al que no se
acercaron, ni entendieron, ni oyeron aquello: "Acercáos a El y seréis
iluminados" ( Sal 33,6), porque si se acercasen de corazón, lo tomarían en palmas no
para matarle, sino para recibirle; pero del modo que le prendieron se apartaron
más lejos de El. Sigue: Y ataron a Aquel por quien más bien debieron querer ser
desatados; y tal vez estaban con ellos los que libertados después por El
dijeron: "Desataste mis ataduras" ( Sal 115,16). Después que los aprensores por la
traición de Judas ataron al Señor, para que se entienda que Judas no es digno
de alabanza por la utilidad de esta traición, sino punible por la espontaneidad
del crimen, dice: "Y le llevaron primero a casa de Anás", etc.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Gozaban, pues, y se gloriaban
en lo que hacían, llevándolo como en trofeo.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 113
Ni calla el motivo por qué esto
se hizo así, añadiendo: "Pues era suegro de Caifás", etc. Con razón,
queriendo San Mateo contar esto con más brevedad, dice que fue conducido a
Caifás, porque si fue llevado primero a Anás, su suegro, es para que se
entienda que así lo quiso Caifás.
Beda
A fin de que siendo condenado
por otro juez de igual jurisdicción, pareciese menos criminal su sentencia. O
tal vez porque en tal dirección podía estar situada su casa que fuera preciso
pasar por ella. O bien por disposición divina sucedió que los que estaban
unidos por parentesco lo estuviesen también por crimen. Pero lo que dice de ser
Pontífice de aquel año, es contrario a la Ley, en la que estaba mandado que no
hubiera más que un solo sumo Pontífice, muerto el cual sucediera su hijo. Pero
el pontificado estaba ya corrompido por la ambición.
Alcuino
Refiere Josefo que este Caifás
había comprado el sacerdocio por un año; no es, pues, de extrañar que un
Pontífice inicuo juzgara inicuamente, pues frecuentemente el que llega por
avaricia al sacerdocio, se conserva en él por la injusticia.
Crisóstomo, ut supra
No se aturda el que oiga hablar
de prisiones; recuerde la profecía, de que la muerte de Jesús fue la salvación
del mundo. Así sigue: "Era pues, Caifás quien había aconsejado a los
judíos; porque conviene que muera un hombre por el pueblo"; tanto era,
pues, la superabundancia de la verdad, que rebosaba hasta en la boca de los
enemigos.
Simón Pedro y otro discípulo,
seguían a Jesús. Y aquel discípulo era conocido del Pontífice, y entró con
Jesús en el atrio del Pontífice. Mas Pedro estaba fuera a la puerta. Y salió el
otro discípulo, que era conocido del Pontífice, y le dijo a la portera, e hizo
entrar a Pedro. Y dijo a Pedro la criada portera: "¿No eres tú también de
los discípulos de este hombre?" Dice él: "No soy". Los criados y
los ministros estaban en pie a la lumbre, porque hacía frío, y se calentaban; y
Pedro se estaba también en pie calentándose con ellos. (vv. 15-18)
San Agustín, De cons. evang. 2, 6
No todos los Evangelistas
refieren del mismo modo la negación de Pedro, que es comprendida entre las
afrentas hechas al Señor, pues San Mateo y San Marcos cuentan primero las
injurias, y después la tentación de Pedro; pero San Lucas explica primero las
tentaciones de Pedro, y después los ultrajes hechos al Señor. San Juan empieza
a decir sobre la tentación de Pedro: "Seguían a Jesús, Simón Pedro y otro
discípulo".
Alcuino
Seguían al Maestro por
devoción, aunque de lejos por el temor.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 113
Quién fuese el otro discípulo,
puede asegurarse sin temeridad, por el silencio que guarda San Juan, pues
acostumbra a darse a conocer de este modo, y añadiendo: al que amaba Jesús. Y
sin duda, pues, es él mismo.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
El mismo se oculta por
humildad, pues refiere con gran sinceridad el modo cómo en el momento de huir
todos él siguió, y posponiéndose a Pedro, precisado a nombrarse a sí mismo,
para dar a conocer la certeza con que puede asegurar mejor que los otros lo que
sucedió en el atrio, porque se hallaba dentro, prescinde de su propia alabanza,
diciendo: "Aquel discípulo era conocido del Pontífice". No da gran
importancia a lo que dice de sí, pero porque había dicho que entró con Jesús
solo, a fin de que no se forme de él una elevada idea, añade la razón. El haber
ido Pedro fue un acto de amor; el no haber entrado lo fue de temor. Por lo que
sigue: "Pero Pedro estaba a la puerta fuera".
Alcuino
Fuera estaba el que había de
negar al Señor; y no estaba en Cristo quien no se atrevía a confesarle.
Crisóstomo, ut supra
Mas que Pedro entró en la casa
con permiso, lo explica diciendo: "Salió, pues, aquel discípulo y habló a
la portera, e introdujo a Pedro"; pero no fue él quien le introdujo,
porque Pedro estaba unido a Cristo y le seguía: "Dícele la criada portera:
¿por ventura eres tú de los discípulos de este hombre? Dice él: No soy".
¿Qué dices, oh Pedro? ¿No dijiste antes: Si conviniere daré mi vida por ti ( Mt 26,35)? ¿Qué, pues, ha sucedido que no puedes
soportar ni aun la pregunta de una portera? No era soldado el que preguntaba,
sino una vil portera. Ni dijo: Eres discípulo de un seductor, sino de aquel
hombre; palabra que es de compasión. Dice, pues: "¿Acaso también tú?"
porque Juan estaba dentro.
San Agustín, ut supra
¡Pero qué es de admirar si Dios
predijo la verdad y el hombre presumió la falsedad! En verdad que en esta
negación de Pedro ya comenzada debemos observar que no sólo niega a Cristo
diciendo que no es Cristo, sino que (se niega) a sí mismo, negando que sea cristiano.
El Señor no había dicho a Pedro: Negarás que eres mi discípulo, sino "me
negarás" ( Mt 26,34; Lc 22,51). Negó, por tanto, a Cristo cuando negó ser su discípulo. ¿Qué
otra cosa hizo de este modo sino negar que era cristiano? ¡Cuántos, aun niños y
doncellas supieron despreciar la muerte confesando a Cristo después de él, y
conquistaron el reino de los cielos! Lo que entonces no pudo éste que había
recibido las llaves de aquel reino, porque se dijo: "Dejad ir a
éstos", porque de los que me diste no perdí a ninguno de ellos. He aquí,
pues, a Pedro que si después de haber negado a Cristo marchara de aquí, sin
duda perecería.
Crisóstomo, in Serm. De Petro et Elia
Es sin duda un secreto, que la
Divina Providencia permitió que cayera primero el mismo Pedro, a fin de templar
la dureza de la sentencia para con los pecadores en vista de este caso. Pedro,
doctor y maestro de todo el mundo, pecó y alcanzó el perdón, a fin de que este
ejemplo de indulgencia fuese la regla para todos los jueces. Esta es la razón
por la que yo pienso que la potestad sacerdotal no ha sido encomendada a los
ángeles, porque siendo éstos impecables castigarían a los pecadores sin
compasión. Por eso se ha constituido sobre los hombres a otros también
pecadores, para que, reconociendo en sí las mismas pasiones que en los otros,
se muestren benignos con ellos.
Teofilacto
Hay algunos que queriendo
atribuir a Pedro una falsa gracia, dicen que éste negó porque quería estar
siempre con Cristo y seguirle; pues conocía que si confesaba ser discípulo de
Cristo, le separarían de El y no podría en adelante seguir y ver al que amaba,
y por esta razón fingió ser uno de los ministros, para evitar que, conociéndole
por su tristeza, fuese echado fuera. Por eso dice: "Estaban, pues, en pie
los criados y los ministros alrededor del fuego, porque hacía frío y se
calentaban, y Pedro estaba con ellos", etc.
San Agustín, ut supra
No era invierno, y sin embargo
hacía frío, como suele suceder en el equinoccio de verano.
San Gregorio, Moralium 2, 3
Ya se había enfriado en el
corazón de Pedro el calor de la caridad, y renaciendo en él el amor a la vida
presente, como si padeciese la misma enfermedad que los perseguidores, se
calentaba.
El Pontífice, pues, preguntó a
Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. Jesús le respondió: "Yo
manifiestamente he hablado al mundo; yo siempre he enseñado en la sinagoga y en
el templo, a donde concurren todos los judíos, y nada he hablado en oculto.
¿Qué me preguntáis a mí? Preguntad a aquellos que han oído lo que yo les hablé:
he aquí éstos saben lo que yo he dicho". (vv. 19-21)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Como no podían imputarle a
Cristo ningún crimen, le preguntaron sobre sus discípulos; por lo que se dice:
"El Pontífice, pues, preguntó a Jesús sobre sus discípulos"; tal vez
dónde estaban, o cómo los había reunido. Esto lo decía, queriendo tratarle como
sedicioso y acusarle de innovador, sin atender casi a nada más que a sus
discípulos.
Teofilacto
Sobre su doctrina investiga
cuál es; si discrepaba de la Ley de Moisés, o la contradecía, para tomar de
aquí pretexto para condenarle como antagonista de Dios.
Alcuino
No pregunta por amor a conocer
la verdad, sino para encontrar motivo de acusación y entregarlo al Pretor
romano para que le condene. Pero el Señor de tal modo atemperó su respuesta,
que ni ocultó la verdad, ni demostró que se defendía. Sigue: "Respondió
Jesús: Yo he hablado al mundo manifiestamente; Yo siempre enseñé en la sinagoga
y en el templo", etc.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 113
No es de pasar por alto esta
cuestión. Si, pues, a sus discípulos no les hablaba claramente, sino que les
ofrecía hora en que les hablaría descubiertamente, ¿cómo ha hablado
manifiestamente al mundo? Además, hablaba mucho más claro a sus discípulos
cuando se hallaban separados de las turbas, y entonces les explicaba las
parábolas que presentaba oscuras a los demás. Pero se ha de entender que cuando
dijo "He hablado públicamente", es como si dijera: "Muchos me
han oído", aunque interiormente no comprendían. Y cuando hablaba aparte a
sus discípulos, tampoco lo hacía en secreto; porque ¿quién habla secretamente
haciéndolo en público, principalmente si lo dice a pocos para que lo comuniquen
a muchos?
Teofilacto
Recuérdese aquí aquella
profecía que dice: "No hablé en secreto ni en lugar tenebroso de la
tierra" ( Is 45,19).
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
O en verdad habló en secreto,
pero no como ellos buscaban, tímida y sediciosamente, sino diciendo cosas
sublimes, en presencia de grande auditorio. Queriendo probar sobradamente la
verdad de su aserto, añade: "¿Qué me preguntas? Pregunta a aquellos que me
oyeron qué es lo que les he dicho; éstos lo saben". Como diciendo: Tú me
preguntas por los míos; pregunta a mis enemigos, que me preparan acechanzas.
Estas palabras son sólo propias de un hombre que fía en la verdad de su dicho.
Este es un irrefutable argumento de la verdad (una prueba sin réplica) que
resulta de la declaración de los enemigos citados por el acusado.
San Agustín, ut supra
Hasta lo mismo que habían oído
y no habían entendido era de tal naturaleza, que no podían por ello acusarle
justa y verazmente; y cuantas veces intentaron preguntarle para encontrar de
qué acusarle, les respondió de modo que resultó contra ellos su falacia y
frustró sus calumnias.
Cuando esto hubo dicho, uno de los
ministros que estaban allí dio una bofetada a Jesús, diciendo: "¿Así
respondes al Pontífice?" Jesús le respondió: "Si he hablado mal, da
testimonio del mal; mas si bien, ¿por qué me hieres?" Y Anás lo envió
atado al Pontífice Caifás. (vv. 22-24)
Teofilacto
Como Jesús apelara al
testimonio de los que le habían oído, queriendo un ministro excusarse de ser de
los que admiraban a Jesús, le dio una bofetada. Por eso dice: "Luego que
hubo dicho", etc.
San Agustín, De cons. evang. 3, 6
Esto demuestra bien que Anás
era Pontífice, pues no había sido aún enviado a Caifás cuando se dijo esto; y
estos dos, Anás y Caifás, eran Pontífices, como lo dice San Lucas en el
principio de su Evangelio.
Alcuino
Aquí se cumple aquella profecía
de Isaías: "Presenté mi mejilla a los que me abofeteaban" ( Is 3,6). Pero Jesús, herido injustamente, contestó
con mansedumbre: "Si he hablado mal, pruébalo; pero si he hablado bien,
¿por qué me hieres?".
Teofilacto
Como si dijera: Si hallas algo
reprensible en lo que he dicho, demuestra lo que dije mal; y si no puedes
probarlo, ¿por qué te enfureces? O de otro modo: Si enseñé malamente en las
sinagogas, atestíguaselo al Príncipe de los Sacerdotes; pero si enseñé bien, de
modo que hasta vosotros, siendo ministros, os admirabais, ¿por qué ahora me
hieres cuando antes te admirabas?
San
Agustín, in Ioannem, tract., 113
¿Qué más verdadero, suave y
justo que esta respuesta? Si consideramos quién es el abofeteado, ¿no
querríamos que el agresor fuese consumido por fuego del cielo, o tragado por la
tierra, o revolcado por el demonio, o castigado con cualquier pena grave? ¿Acaso
le faltaría poder para mandar alguno de estos castigos al que creó el mundo, si
no prefiriera mejor enseñarnos la paciencia con que se vence al mundo? Tal vez
diga alguno: ¿por qué no hizo lo que El mismo mandó, no contestando así al
agresor, sino presentándole la otra mejilla? Porque al dar una respuesta tan
llena de mansedumbre, no sólo ofreció la otra mejilla, sino que preparó todo el
cuerpo para clavarlo en la cruz. Así demostró mejor que cumplía el precepto de
la paciencia con la predisposición de su corazón que con demostración exterior
de su cuerpo, pues puede suceder que el hombre ofrezca airado la otra mejilla,
siendo más perfecto contestar mansamente la verdad con ánimo tranquilo y
dispuesto a sufrir mayores agravios.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
¿Qué cosa era más justa que la
de replicar al Señor o aceptar su dicho? Pero no fue así, porque lo que se
hacía no era un juicio, sino un acto tiránico y sedicioso. No sabiendo qué
hacer, lo envían atado a Caifás. Sigue: "Y Anás lo envió atado al
Pontífice Caifás".
Teofilacto
Sospechando que siendo éste más
astuto podría imaginar algún medio para condenar a muerte a Jesús.
San Agustín, ut supra
Desde el principio le conducían
a casa de éste, como dice San Mateo, porque era el Príncipe de los Sacerdotes
en aquel año. Es necesario comprender que ejercían el pontificado sucesivamente
un año cada uno, y es de creer que Jesucristo fue conducido primero a casa de
Anás por orden de Caifás, o bien porque las casas de éstos estuvieran situadas
en tal disposición que no pudiera pasarse sino por casa de Anás.
Beda
Lo que se ha dicho de llevarle
atado no se ha de entender de que entonces le ataran, sino que estaba atado
desde que le habían aprehendido; por tanto, lo envió a Caifás como se lo habían
presentado. Y pudo también suceder que en aquel acto le hubiesen soltado
mientras le preguntaban, y después, atado otra vez, le hubiera enviado a
Caifás.
Estaba, pues allí, en pie, Simón
Pedro calentándose. Y le dijeron: "¿No eres tú también de sus
discípulos?" Negó él, y dijo: "No soy". Dícele uno de los
criados del Pontífice, pariente de aquél a quien Pedro le había cortado la
oreja: "¿No te vi yo a ti en el huerto con El?" Y otra vez negó
Pedro, y luego cantó el gallo. (vv. 25-27)
San Agustín, in Ioannem, tract., 113
Habiendo dicho el Evangelista
que Anás había mandado a Jesús atado a casa de Caifás, volvió a continuar su
narración desde donde había dejado a Pedro, para explicar lo que había sucedido
en la casa de Anás sobre las tres negaciones de Pedro. Dice, pues: "Estaba
Simón Pedro en pie y calentándose". Aquí resume lo que antes había dicho.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
El fervoroso discípulo estaba
inmóvil de espanto separado de Jesús, y esto es para que aprendamos cuán débil
es la naturaleza cuando Dios abandona al hombre. Preguntado por segunda vez,
niega también por lo que sigue: "Dijéronle, pues: ¿por ventura eres tú de
sus discípulos?".
San Agustín, De cons. evang. 3, 6
Vemos que en esta ocasión, no
ya en la puerta, sino estando al fuego, negó Pedro por segunda vez, lo que no
podía suceder si no hubiera vuelto después de que había salido fuera, como dice
San Mateo. Había, pues, salido y le vio fuera otra criada. Esto es, que
habiéndose levantado y salido vio a Pedro, y dijo a los que allí estaban (esto
es, a los que juntamente con él estaban alrededor del fuego dentro en el
atrio): "Y éste estaba con Jesús Nazareno" ( Mt 26,71). Aquel, pues, que había salido fuera,
habiendo oído esto, volviendo, juró a aquellos que lo afirmaban que no conocía
a aquel hombre ( Mt 26,72). San Juan dice a continuación: "Dijeron: ¿por ventura
eres tú de sus discípulos?". Lo que creemos fue dicho a Pedro, que volvía.
Y esto se confirma, no sólo por lo que dicen San Mateo y San Marcos de la otra
criada que citan, sobre esta segunda negación, sino que también por lo que dice
San Lucas, refiriéndose a lo que otro de los que asistían hizo con Pedro. Por
lo que dice San Juan: "Dijéronle, pues, a él". San Juan, siguiendo su
narración, cuenta de este modo la tercera negación: "Uno de los siervos
del Pontífice le dice", etc. San Mateo y San Marcos señalan en número
plural a aquellos que hablaban con Pedro (mientras San Lucas habla de uno, San
Juan también de uno, y éste pariente de aquel a quien cortó la oreja). Fácil es
de entender que San Mateo y San Marcos siguieron la costumbre de usar el plural
por el singular, o que tal vez uno, porque lo había visto, afirmaba de ciencia
propia, y los demás, apoyados en éste, acusaban juntamente a Pedro.
Crisóstomo, ut supra
Ni los recuerdos del huerto, ni
lo que allí se dijo, ni el mucho amor que allí con sus palabras había
manifestado, vienen a la memoria de Pedro. Por lo que sigue: "Otra vez,
pues, negó Pedro; y en el momento el gallo cantó".
San Agustín, ut supra
¡He aquí cumplida la profecía
del médico y demostrada la presunción del enfermo! No se verificó, pues, lo que
éste había dicho: "Pondré mi vida por ti" ( Jn 13,37); sino que sucedió lo que Jesús había
predicho: "Me negarás tres veces" ( Lc 22,61).
Crisóstomo, ut supra
Los evangelistas escribieron
acordes la negación de Pedro, no acusando al discípulo, sino para enseñarnos
cuán malo es no entregarse totalmente en manos de Dios y confiar en sí mismo.
Beda
En sentido espiritual están
significados por la primera negación de Pedro aquellos que antes de la pasión
negaron que Jesús fuese Dios; en la segunda, aquellos que negaron, después de
su resurrección, su divinidad e igualmente su humanidad. También significa el
primer canto del gallo la resurrección de Jesucristo como cabeza, y por el
segundo la resurrección de todo el cuerpo (universal). Por la primera criada
que obligó a Pedro a negar, se entiende la avaricia; por la segunda la
voluptuosidad, y por el criado o muchos criados los demonios que seducen para
negar a Cristo.
Llevan, pues, a Jesús desde casa de
Caifás al Pretorio, y era por la mañana; y ellos no entraron en el Pretorio por
no contaminarse y poder comer la Pascua. Pilatos, pues, salió fuera a ellos, y
dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?" Respondieron, y le
dijeron: "Si éste no fuera malhechor, no te lo hubiéramos entregado".
Pilatos les dijo entonces: "Tomadle allá vosotros, y juzgadle según
vuestra Ley". Y los judíos le dijeron: "No nos es lícito a nosotros
matar a alguno". Para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho,
señalando de qué muerte había de morir. (vv. 28-32)
San Agustín, in Ioannem, tract., 114
Vuelve el Evangelista al punto
de su narración donde había quedado, cuando explicó la negación de Pedro, y
dice: "Conducen, pues, a Jesús desde casa de Caifás al Pretorio". Ya
había dicho que había sido enviado a Caifás desde casa de Anás, compañero y
suegro suyo; pero ¿por qué de casa de Caifás es llevado al Pretorio, que no es
más que la residencia del procónsul Pilato?
Beda
Se llama Pretorio el tribunal
del Pretor; y los pretores se llaman prefectos o preceptores, porque imponen
sus preceptos a los ciudadanos.
San Agustín, ut supra
O por alguna causa urgente,
Caifás se había trasladado de la casa de Anás (a donde ambos habían acudido
para oír al Salvador) al Pretorio del procurador Pilato, dejando a su suegro el
cuidado de oír a Jesús. O bien Pilato había constituido su tribunal en la casa
de Caifás, por ser suficientemente espaciosa para habitar su dueño y
separadamente el juez.
San Agustín, De cons. evang. 3, 7
Sin embargo, desde el principio
era conducido al mismo Caifás, a quien al fin fue llevado como reo convicto,
pues ya antes había opinado Caifás que Jesús debía morir, y que sin demora
fuese entregado a Pilato para que le condenara a muerte. Sigue: "Era,
pues, de mañana".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Es llevado a Caifás antes del
canto del gallo, y a Pilato entrada la mañana; con lo que demuestra el
Evangelista que en todo el intermedio de la madrugada fue Jesús interrogado por
Caifás sin conseguir nada, y por esto le remitió a Pilato. Pero dejando para
los otros Evangelistas los demás detalles, pasa adelante. Sigue, pues: "Y
ellos no entraron en el Pretorio".
San Agustín, in Ioannem, tract., 114
Esto es, en aquella parte de la
casa de Caifás que Pilato ocupaba 1. Por qué
no entraron lo expresa a continuación: "Para no contaminarse, a fin de
comer la Pascua".
Crisóstomo, ut supra
Porque era entonces cuando los
judíos celebraban la Pascua. Pero Jesús la había anticipado un día, reservando
su muerte para que se realizara en el sexto día de la semana, que era cuando se
celebraba la antigua Pascua. O bien tomando por Pascua todos los días de la
festividad.
San Agustín, ut supra
Porque habían empezado los días
de los ázimos, en los cuales no podían entrar en la habitación de un extranjero
sin contaminarse.
Alcuino
Se llamaba Pascua propiamente
el día en que el cordero era sacrificado, en la tarde del día catorce de la
luna, y los siete días siguientes se denominaban de los ázimos, durante los
cuales no podía tenerse en las casas nada fermentado. Pero el día de la Pascua
se cuenta entre los ázimos, según San Mateo ( Mt 26,17). En el día primero de los ázimos se
acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te
preparemos la comida de Pascua?" Los días de los ázimos se llamaban
Pascua, como en este pasaje: "Para que comieran la Pascua", porque la
Pascua no era en el día del sacrificio del cordero, que se sacrificaba el día
catorce por la tarde, sino una gran solemnidad que se celebraba el día quince,
después de comer la Pascua 2. Este es,
en efecto, el día catorce de la luna, en el que el Señor, así como los demás
judíos, celebró la Pascua, y en el día quince, cuando se celebraba la gran
solemnidad, fue crucificado. Pero el día catorce de la luna empezó su
inmolación desde que fue aprehendido en el huerto.
San Agustín, ut supra
¡Oh impía ceguedad! ¡Temían
contaminarse en el Pretorio de un juez extranjero, y no hacían escrúpulo de
verter la sangre de un hermano inocente! Pues que el acto de matar al Señor,
autor de la vida, no debe atribuirse a su conciencia, sino a ignorancia.
Teofilacto
Pero Pilato, aunque procediendo
benignamente, sale al fin. Sigue: "Salió, pues, Pilato al encuentro de
ellos", etcétera.
Beda
Era costumbre de los judíos
entregar atado al juez a aquel que juzgaban reo de muerte, para que, viéndolo
atado, entendiera que era condenado a muerte.
Crisóstomo, ut supra
Pero Pilato, aunque le vio
atado y llevado en toda forma, no consideró esto como prueba irrecusable o
indudable de la acusación, sino que preguntó así: "Y les dijo: ¿De qué
tenéis que acusar a este hombre?" Con esta pregunta da a comprender lo improcedente
que sería concederles el suplicio en virtud de un juicio que ellos habían
usurpado. Pero ellos, rehusando sostener directamente la acusación, se evaden
alegando ciertas conjeturas. Por lo que sigue: "Respondieron y dijeron:
"Si no fuera malhechor", etc.
San Agustín, ut supra
Pregúntese y que respondan los
libertados de los espíritus inmundos, los enfermos curados, los leprosos
limpiados, sordos oyendo, mudos hablando, ciegos viendo, muertos resucitados y,
lo que es más que todo, ignorante hecho sabio, si Jesús es malhechor; pero esto
lo decían porque ya lo había anunciado el profeta: "Ellos me volvían mal
por bien" ( Sal 34,12).
San Agustín, De cons. evang. 3, 8
Pero veamos si esto es
contrario a lo que dice San Lucas, que le acusaron de ciertos crímenes. Dice:
"Empezaron a acusarle diciendo: Hemos hallado a éste sublevando nuestra
nación, y prohibiendo dar tributo al César, y proclamando que El es el Cristo-Rey"
( Lc 26,2). Pero, según San Juan, por el contrario,
aparecen los judíos como no queriendo declarar los crímenes, para que
sometiéndose Pilato a la autoridad de ellos, desistiese de averiguar qué era lo
que le imputaban, y le considerase reo por el solo hecho de haber merecido ser
entregado por ellos. Pero debemos entender que se dijo esto y lo otro que San
Lucas contó, pues cada uno citó muchas preguntas y respuestas, según les
pareció suficiente para su relato; porque el mismo San Juan dice ciertas cosas
que fueron objetadas y que veremos en su lugar. Sigue: "Díceles, pues,
Pilato: Tomadle, pues, vosotros", etc.
Teofilacto
Como si dijera: Por cuanto
vosotros exigís sentencia de condenación con una arrogancia como si nunca
hubierais pecado, juzgadlo vosotros y condenadle; yo de ningún modo juzgaré así
como juez.
Alcuino
Como si dijera: Vosotros, que
tenéis vuestra legislación, sabéis qué ley juzga tales delitos. Obrad según
sabéis que es justo.
Sigue: "Dijeron, pues, los
judíos: A nosotros no nos es lícito matar a alguno".
San
Agustín, in Ioannem, tract., 114
Pero la Ley ¿no mandó que no se
perdonara a ningún malhechor, principalmente de los seductores en materia de
religión? Pero se ha de entender que si ellos dijeron que no les era lícito
matar a alguno, fue por la santidad de la fiesta que ya habían empezado a
celebrar. ¿De tal manera os ha hecho perder el juicio la malicia, que os creéis
limpios de la sangre inocente y la entregáis a otro para que la derrame?
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
O bien ellos no le condenaban a
muerte por haber perdido gran parte de su poder con la sujeción a la dominación
romana. O de otro modo: él había dicho: "Vosotros juzgadle según vuestra
Ley", cuando ellos afirmaban que el crimen de Jesús no era según la ley
judía; pues decían así: "A nosotros no nos es lícito"; pues no pecó,
según nuestra ley, sino que su crimen es público porque se llama Rey. También
porque deseaban crucificarle para difamarle con este género de muerte, pues no
les era permitido crucificar, sino que mataban de otro modo, como lo demuestra
el haber apedreado a San Esteban. Y por esto añade: "Para que se cumpliese
la palabra de Jesús", etc., por cuanto a los judíos no les era permitido
crucificar. O dice esto el Evangelista porque no debía ser crucificado sólo por
ellos, sino que también por los gentiles.
San Agustín, ut supra
Así se lee en San Marcos donde
dice: "He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será
entregado a los Príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le entregarán a
los gentiles" ( Mc 10,33). Pilato, pues, era romano, y le habían enviado los romanos de
procurador a Judea. Para que se cumpliese, pues, la palabra de Jesús, esto es,
la de ser entregado a los gentiles para que le matasen, no quisieron los judíos
aceptar el permiso de juzgarle, diciendo: "A nosotros no nos es lícito
matar a alguno".
Notas
1. El
pretorio designa la residencia del gobernador romano de una provincia. Cuando
el procurador romano atendía asuntos públicos en Jerusalén ocupaba, según
parece, el palacio de Herodes. Allí estaría el pretorio. El palacio de Caifás
dista unos 300 metros del palacio de Herodes.
2. El día 14
del mes de Nisán se realizaba el sacrificio del cordero, que era consumido en
las primeras horas del día 15. Este día era propiamente el de la pascua, y
comenzaba con él la fiesta de los ácimos, que duraba 7 días.
Volvió, pues, a entrar Pilatos en
el Pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los
judíos?" Respondió Jesús: "¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han
dicho otros de mí?" Respondió Pilatos: "¿Soy acaso yo judío? Tu nación
y los Pontífices te han puesto en mis manos: ¿qué has hecho?" Respondió
Jesús: "Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo fuera mi reino, mis
ministros sin duda pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas
ahora mi reino no es de aquí". Entonces Pilatos le dijo: "¿Luego Rey
eres tú?" Respondió Jesús: "Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto
nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad: todo aquel
que es de la verdad escucha mi voz". Pilatos le dice: "¿Qué cosa es verdad?"
(vv. 33-38)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Queriendo Pilato librar a Jesús
del odio de los judíos, no dilató el juicio; por lo que dice: "Entró,
pues, Pilato en el Pretorio y llamó a Jesús", etc.
Teofilacto
Aparte de esto, como tenía gran
opinión de Jesús, se proponía apurar exquisitamente todas las cosas dejando a
un lado el estrépito de los judíos. Y sigue: "Y le dijo: ¿Eres tú el Rey
de los judíos?"
Alcuino
Con estas palabras manifestó
Pilato que los judíos le acusaban del crimen de que se proclamaba Rey de los judíos.
Crisóstomo, ut supra
Esto lo había oído Pilato de
muchos; y porque ninguna otra cosa tenían que decir, a fin de evitar largas
investigaciones, quiso traer a discusión lo que comúnmente se decía. Sigue:
"Responde Jesús: ¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros?"
Teofilacto
Insinúa Jesús con estas
palabras que Pilato es un juez parcial, como si dijera: Si dices esto por ti
mismo, manifiesta las señales de mi rebelión; pero si lo oíste a otros, abre
una indagación en regla.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 115
Sabía el Señor el sentido con
que preguntaba y lo que se le respondería, pero El hizo esta pregunta al
procónsul, no para saber, sino para que constase lo que quiso que se supiese.
Crisóstomo, ut supra
No preguntó, pues, como
ignorante, sino queriendo que los judíos fuesen condenados por boca del mismo
Pilato. "Respondió Pilato: ¿Acaso yo soy judío?".
San Agustín, ut supra
Hizo desaparecer la sospecha de
que se le pudiese imputar que hablaba por sí mismo, haciendo ver que lo había
oído de los judíos; por lo que sigue: "Tu nación y tus Pontífices te han
entregado en mis manos". Y después, preguntando: "¿Qué has
hecho?" da a entender suficientemente cuál era el crimen que se le imputaba,
como si dijera: Si niegas que eres Rey, ¿qué has hecho para que te entregaran
en mis manos? Como si no se admirara de que fuese entregado al juez para ser
castigado porque se llamase Rey.
Crisóstomo, ut supra
Tranquiliza, pues, a Pilato
sobre que no existe ningún peligro, y quiere manifestarle que no es sólo
hombre, sino también Dios e Hijo de Dios, y hace desaparecer la sospecha de
tiranía que había aterrado a Pilato; y sigue: "Respondió Jesús: mi reino
no es de este mundo", etc.
San Agustín, ut supra
Esto es lo que nuestro buen
Maestro nos quiso demostrar. Pero antes quiso hacernos ver la vana opinión que
los hombres tenían de su reino, tanto los gentiles como los judíos, a quienes
Pilato la había oído, como si hubiese cometido un crimen digno de muerte por
haber supuesto un reino que ellos creían ilegítimo. O bien, como aquellos que
están en posesión del poder acostumbran envidiar a los que han de sucederles,
los romanos y los judíos querían precaver que este nuevo poder les fuese
contrario. Porque si a la pregunta de Pilato hubiese contestado en seguida,
habría parecido que su respuesta se dirigía sólo contra la falsa opinión de los
gentiles, y no a la de los judíos. Pero después de la respuesta de Pilato, la
respuesta de Jesús se dirige a los gentiles y a los judíos, como si dijera:
Judíos y gentiles, oíd: no impido vuestra dominación en este mundo. ¿Qué más
queréis? Creyendo, venid al reino que no es de este mundo. ¿Cuál es, pues, su
reino sino el de los que creen en El, a quienes dice no sois de este mundo,
aunque quiera que estéis en este mundo? Por lo que no dice: Mi reino no está en
este mundo, sino "no es de este mundo" ( Jn 8,23). Es, pues, de este mundo todo lo que en la
humanidad, si bien creado por Dios, fue generado de la raza viciada de Adán.
Fue, pues, hecho un reino, no ya de este mundo, de todo aquello que fue
regenerado en Cristo. Así, pues, Dios nos sacó del poder de las tinieblas y nos
trasladó al reino del Hijo de su amor.
Crisóstomo, ut supra
O dice en esto que no tiene
aquí un reino como el de los reyes de la tierra, porque su poder viene del
cielo, y no es humano, sino mucho más esclarecido. Y sigue: "Si mi reino
fuera de este mundo", etc. Pone de manifiesto la imbecilidad del reino de
este mundo que toma su fuerza de sus ministros, cuando el reinado de Dios no
necesita a nadie y se basta a sí mismo.
San Agustín, ut supra
Habiendo probado que su reino
no es de este mundo, añadió: "Ahora, pues, mi reino no es de aquí".
No dice: No está aquí, porque aquí está su reino hasta el fin de los tiempos,
conteniendo dentro de sí la mala yerba mezclada con el trigo hasta la siega;
pero, sin embargo, no es de aquí, sino que peregrina en este mundo.
Teofilacto
O bien no dice: No está aquí,
sino "no es de aquí"; pues reina en el mundo y ejerce su providencia
disponiendo de las cosas según su voluntad; su reino no tiene su fundamento en
causas inferiores, sino en los cielos, antes de los siglos.
Crisóstomo, ut supra
Tomando de aquí motivo, los
herejes dicen que es ajeno a la constitución del mundo. Pero aunque dice:
"Mi reino no es de aquí", no priva al mundo de su providencia y de su
gobierno, sino que quiere demostrar solamente que su reino no es humano ni
perecedero.
"Pilato le dice: ¿Luego tú
eres Rey? Jesús responde: Tú lo dices", etc.
San Agustín, ut supra
No porque temiera declararse
Rey, sino porque habló de modo que ni se negó Rey, ni confesó ser tal Rey que
se creyera que su reino era de este mundo. Las palabras: "Tú lo
dices" quieren decir: Como hombre carnal hablas correctamente. En seguida
añadió: "Yo he nacido para esto". La sílaba de este pronombre debe
pronunciarse de tal manera que no pueda entenderse en este sentido: Yo he
nacido en tal condición, sino en este otro: "Para esto he nacido", recordando
aquella expresión "A esto vine al mundo", por la que manifestó
claramente que se refería a su nacimiento, por el que encarnado vino al mundo;
no a aquel nacimiento sin principio por el cual era Dios.
Teofilacto
O de otro modo: Preguntado por
Pilato si era Rey, respondió el Señor: "Yo para esto he nacido". Es
decir: Yo he nacido para ser Rey; pues por lo mismo que he sido engendrado por
un Rey, afirmo que yo también soy Rey.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Si, pues, ha nacido Rey, no hay
más que recibirle. "A esto (dijo) he venido, para dar testimonio a la
verdad"; esto es, para persuadir a todos de esto mismo. Y es de notar que
hizo brillar su humildad cuando sufría en silencio que los que le llevaban
dijesen: "Este es un malhechor". Pero cuando fue preguntado acerca de
su reino, habló a Pilato de tal modo que le instruyera, elevándole a cosas más
sublimes. Y por las palabras "Para dar testimonio de la verdad" dio a
entender que no había hecho nada subversivo.
San Agustín, ut supra
Dando Jesucristo testimonio de
la verdad, lo da de sí mismo, porque ésta es su palabra: "Yo soy la
verdad" ( Jn 14,6); pero como no todos tienen fe, añadió: "Todo el que es de
la verdad oye mi voz". Oye, en verdad, con los oídos del alma; esto es,
obedece a mi voz, como si dijera: Cree en mí. Por las palabras: "Todo el
que es de la verdad" expresa la gracia de su vocación ( Rom 8). Si consideramos la naturaleza en que hemos
sido creados, habiéndonos creado a todos la verdad, ¿quién habrá que no sea de
la verdad? Pero no todos han recibido de la verdad la gracia de obedecer a la
verdad. Porque si dijo "Todo el que pertenece a la verdad oye mi
voz", podrá creerse que se llama venido de la verdad el que obedece a la
verdad; pero no dice esto, sino "Todo el que es de la verdad oye mi
voz". Oye, ciertamente; pero él no es de la verdad porque oye su voz, sino
que oye porque es de la verdad, pues este don le ha sido dado por la verdad.
Crisóstomo, ut supra
Con estas palabras le atrae y
le persuade a que se haga de los discípulos de la verdad; con estas breves
palabras de tal modo le cautivó, que preguntó: "¿Qué es verdad?"
Teofilacto
Pues casi había desaparecido de
entre los hombres y era desconocida de todos los incrédulos.
Y cuando esto hubo dicho, salió
otra vez a los judíos y les dijo: "Yo no hallo en El ninguna causa.
Costumbre tenéis vosotros que os suelte uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que
os suelte al Rey de los judíos?" Entonces volvieron a gritar todos,
diciendo: "No a éste, sino a Barrabás". Y Barrabás era un ladrón.
(vv. 39-40)
San
Agustín, in Ioannem, tract., 115
Cuando dijo Pilato: "¿qué
es la verdad?" creo que le vino a la memoria en seguida la costumbre que
tenían los judíos de dar la libertad a un preso en la Pascua; y así, no esperó
que Jesús le respondiera, para no perder tiempo, cuando recordó la costumbre de
soltar uno en la Pascua, lo que verdaderamente deseó, como lo manifiesta esto
que dijo: "Y en cuanto preguntó, salió otra vez", etc.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
El sabía que esta pretensión
debía hacerse con tiempo, pues convenía librarle del ímpetu de los judíos, y por
eso salió.
Alcuino
O tal vez no esperó a oír la
respuesta, porque quizá no era digno de oírla. Sigue: "Y les dijo: Yo no
encuentro en El ninguna causa".
Crisóstomo, ut supra
No dijo: porque delinquió, y es
digno de muerte, indultadle por la festividad; sino que primero,
justificándole, les exhorta en seguida para que si no querían reconocer su
inocencia a mayor abundamiento, le perdonasen por razón de la festividad; y por
esto les dijo: "Es costumbre vuestra", etc.
Beda
Esta costumbre no era precepto
de ley, sino que venía de tradición de sus padres, para que, en memoria de la
libertad de Egipto, la diesen en la Pascua a un preso. Y después,
exhortándolos, dice: "¿Queréis, pues, que os deje en libertad al Rey de los
judíos?"
San Agustín, ut supra
No pudo arrancar de su corazón
la creencia de que Jesús era Rey de los judíos. Como si el título de la cruz
hubiera quedado clavado en su corazón por la misma verdad, aquella sobre la que
preguntó ¿qué es la verdad?
Teofilacto
Pilato respondió de una manera
admirable, que Jesús no había faltado en nada, pero siguieron preocupándole con
la idea que quería ser Rey, y que el representante de la potestad de los
romanos no podía absolver a aquel que se titulaba Rey, y émulo del poder de
Roma. Así, pues, al decir: yo absolveré al Rey de los judíos, presentó a Jesús
como inocente, y se mofó de los judíos, como si dijera: Al que vosotros acusáis
de que se llama Rey, a éste mando absolver, porque tal Rey no existe.
San Agustín, ut supra
Porque oído esto, clamaron como
sigue: "Clamaron todos otra vez diciendo: no a éste, sino a Barrabás, pero
Barrabás era un ladrón". No os reprobamos ¡oh judíos, porque librasteis en
la Pascua a un malhechor, sino porque matasteis a un inocente! Lo que sin embargo,
si no se hubiera realizado, no se habría verificado la verdadera Pascua.
Beda
Por cuanto despreciaron al
Salvador, y libraron al ladrón, el diablo ejerce en ellos hasta el día sus
latrocinios.
Alcuino
El nombre de Barrabás es
interpretado así: "Este hijo del maestro de ellos", esto es, del
diablo, porque fue maestro del ladrón en sus crímenes y de los judíos en su
perfidia.
Pilatos, pues, tomó entonces a
Jesús, y azotóle. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la
pusieron sobre la cabeza y le vistieron un manto de púrpura. Y venían a El y
decían: "Dios te salve, rey de los judíos": y le daban de bofetadas.
Pilatos, pues, salió otra vez fuera, y les dijo: "Ved que os lo saco
fuera, para que sepáis que no hallo en El causa alguna". (Y salió Jesús
llevando una corona de espinas, y un manto de púrpura). Y Pilatos les dijo:
"Ved aquí el hombre". (vv. 1-5)
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
Como los judíos clamaron que no
querían que Pilato les pusiese a Jesús en libertad en celebración de la Pascua,
sino al ladrón Barrabás, añade: "Entonces Pilato tomó a Jesús, y lo
azotó". Se puede creer que Pilato no hizo esto sino con el fin de que,
dándose por satisfechos los judíos con los oprobios inferidos a Jesús,
desistieran de ensañarse hasta pedir su muerte. Esta es la razón porque Pilato
permitió o tal vez mandó que su cohorte hiciera lo que sigue. Refiere el
Evangelista lo que los soldados hicieron, pero no dijo que por orden de Pilato.
Sigue, pues: "Y los soldados, tejiendo una corona de espinas la impusieron
sobre su cabeza, y le vistieron un traje de púrpura y se acercaban a El y le
decían: Dios te salve, rey de los judíos".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Como Pilato le había dado este
nombre, ellos lo toman para ultrajarle.
Beda
Pusiéronle por diadema una
corona de espinas, y por manto de púrpura, como lo usaban los reyes
antiguamente, le envolvieron con un harapo de púrpura, lo que no está en
contradicción con lo que dice San Mateo, que le pusieron una capa de escarlata.
Porque (como dice Orígenes), la púrpura y la escarlata son de un mismo género,
porque son gotas de color de sangre que fluyen de las incisiones del árbol de
la grana, con las que se tiñe tela de ambos colores. Lo que los soldados hacían
por irrisión, era para nosotros un misterio, pues por la corona de espinas se
significan nuestros pecados, los cuales cargó sobre sí, y son como las espinas
que brotan de la tierra de nuestro cuerpo; así como en el vestido de púrpura se
representa nuestra carne dominada por las pasiones. O también la gloria de la
Iglesia cubierta de púrpura con los triunfos de la sangre de los mártires.
Crisóstomo, ut supra
Lo que ejecutaban los soldados
no era en cumplimiento de una orden del procurador, sino que lo hacían para
complacer a los judíos. Sin duda que por instigación de éstos, le atormentaron
desde que comenzó la noche, y sobornados con dinero se prestaron a toda clase
de excesos. Pero en medio de tantos ultrajes, Jesús sufrió en silencio. Tú,
pues, oyendo esto, fíjalo en tu consideración, y viendo cómo el Rey del
universo y Señor de los ángeles sufre las injurias con paciencia en silencio,
imítale.
San Agustín, ut supra
Así se cumplía lo que Cristo
había dicho de sí mismo. Así los mártires aprendían a sobrellevar todo lo que
sus perseguidores quisieron hacer con ellos. Así el reino, que no era de este
mundo, triunfaba del mundo soberbio, no luchando violentamente, sino sufriendo
con humildad.
Crisóstomo, ut supra
A fin, pues, de que a la vista
de lo que los soldados habían hecho aplacaran su encono, les presentó a Jesús
coronado. Por lo que sigue: "Salió fuera Pilato otra vez y les dijo: He
aquí que os lo presento de nuevo para que conozcáis que no hallo ningún delito
en El".
San Agustín, ut supra
Esto prueba que Pilato no
ignoraba lo que habían hecho los soldados, y que si no lo había mandado, lo
había permitido, por la razón antes indicada de que, saciándose a su satisfacción
sus enemigos con sus oprobios, desistieran de pedir su muerte. Sigue:
"Salió, pues, Jesús llevando una corona de espinas y un vestido de
púrpura"; no deslumbrando con las insignias reales, sino saturado de
oprobios. Sigue: "Y les dijo: He aquí el Hombre". Como diciendo: si
envidiáis al Rey, perdonadle ya, porque viendo estáis su abatimiento; apláquese
la envidia ante el furor de los ultrajes.
Y cuando le vieron los Pontífices y
los ministros, daban voces diciendo: "Crucifícale, crucifícale".
Pilatos les dice: "Tomadle allá vosotros, y crucificadle; porque yo no
hallo en El causa". Los judíos le respondieron: "Nosotros tenemos
ley, y según la ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios". Cuando
Pilatos oyó estas palabras, temió más. (vv. 6-8)
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
La envidia de los judíos no se
apaga a vista de tanta ignominia, sino que se enciende más y crece. Por esto
dice: "Y cuando le vieron los Pontífices y ministros, clamaban diciendo:
Crucifícalo".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Vio, pues, Pilato que todo era
en vano, y por eso les dice: "Tomadle vosotros y crucificadle". Esta
palabra era execrable e impulsaba a los judíos a ejecutar un acto que no estaba
permitido. Ellos presentaban a Jesús para que el juez sentenciara un juicio,
pero sucedió lo contrario, porque el juicio del procurador fue más bien
absolverlo. Por esto añade: "Yo no encuentro en El causa",
defendiéndole siempre de las acusaciones, de lo que se deduce evidentemente que
consintió los primeros suplicios por el furor de ellos. Pero nada bastó para
que aquellos judíos fieros como perros sintieran la vergüenza.
"Respondiéronle los judíos: Nosotros tenemos ley, y según ella debe morir,
porque se hizo Hijo de Dios".
San Agustín, ut supra
¡He aquí otra mayor envidia!
Después de semejante pretensión, parecía pequeña la audacia de investirse de la
autoridad real, y, sin embargo, Jesús nada había usurpado falsamente, porque
era verdaderamente ambas cosas: Unigénito Hijo de Dios, y Rey constituido por
Dios sobre el monte santo de Sión ( Sal 2); y para demostrar entonces ambas cosas,
prefirió, siendo tan poderoso, ser igualmente paciente.
Crisóstomo, ut supra
Mientras ellos disputaban
mutuamente, El callaba, cumpliéndose aquella profecía de que "No abrió su
boca y toleró su juicio con humildad" ( Is 53,7).
San Agustín, De cons. evang. 3, 8
Esto puede convenir con lo que
recuerda San Lucas, dicho en la acusación de los judíos: "Hemos encontrado
a éste sublevando nuestra nación" ( Lc 23,2), para añadir: "porque se hizo Hijo de
Dios".
Crisóstomo, ut supra
Cuando Pilato oyó esto, se
aterró, no fuera verdad lo que decían y juzgara inicuamente, y así sigue:
"Como, pues, oyese Pilato estas palabras, temió más".
Beda
No temió por lo que oyó de la
ley, pues era extranjero, sino que por lo que más temió fue por si sacrificaba
al Hijo de Dios. Pero los judíos no se horrorizaron por lo que decían, sino
que, por el contrario, le sacrificaban por aquello mismo por que debían
adorarle.
Y volvió a entrar en el Pretorio y
dijo a Jesús: "¿De dónde eres tú?" Mas Jesús no le dio respuesta. Y
Pilatos le dice: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para
crucificarte, y que tengo poder para soltarte?" Respondió Jesús: "No
tendrías poder alguno sobre mí, si no te hubiera sido dado de arriba. Por
tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene": Y desde entonces
procuraba Pilatos soltarle. (vv. 9-12)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Aterrorizado Pilato, inquiere
de nuevo. Sigue: "Y entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús: ¿De
dónde eres tú?" Pero no le vuelve a preguntar: "¿Tú, qué has
hecho?" Sigue: "Jesús no le dio ninguna respuesta", porque ya
había oído: "Yo, para esto nací y a esto vine, para dar testimonio de la
verdad", y: "Mi reino no es de aquí". Cuando debiera Pilato
resistir y salvarle, hizo lo contrario, y se dejó llevar del ímpetu de los
judíos. Por esta razón, pues, Jesús no le respondió, porque preguntaba en vano.
Y a juzgar por las obras no quería Jesús valerse de excusas, demostrando que
para esto había venido espontáneamente.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 116
Este silencio de nuestro Señor
Jesucristo, repetido frecuentemente, se encuentra reproducido en las narraciones
de todos los evangelistas: el mismo silencio ante el Príncipe de los
sacerdotes, y en casa de Herodes, y hasta en la del mismo Pilato, para que se
cumpliera la profecía de Isaías: "Como cordero sin balar delante del que
le esquila, no abrió su boca" ( Is 53,7). Del mismo modo no respondió a los que le
preguntaban, no obstante que muchas veces había respondido a cualquiera que le
preguntó. Por eso su silencio de ahora es comparado al del cordero, a fin de no
ser tenido por reo, sino por inocente; esto es, no como reo convencido por la
conciencia de sus crímenes, sino como mansa víctima inmolada por pecados
ajenos.
Crisóstomo, ut supra
Como calló, le dijo Pilato:
"¿No me respondes? ¿Ignoras que tengo poder para crucificarte y tengo
poder para soltarte?" Ved cómo se condena a sí mismo. Si, pues, todo
depende de ti, ¿por qué no le absuelves, no hallando en El crimen? Y como
profirió sentencia contra sí mismo, respondió Jesús: "No tendrías ninguna
potestad sobre mí si no te fuese dada de arriba", dando a entender que no
sucedía aquello en el orden natural de las demás cosas, sino que se elevaba a
un fin espiritual. Pero oyendo esto, no se crea que el Salvador le absolvía de
todo crimen, y por esto dice: "Quien me entregó a ti tiene mayor
pecado". Y ciertamente éste era el modo de dar a entender que ni unos ni
otros estaban libres de pecado. O como si dijera: esto ha sido permitido sin
que por ello sean menos culpables.
San Agustín, ut supra
He aquí que responde. Por
tanto, cuando no respondía, no era que callaba como reo astuto, sino como
oveja; y cuando respondía, era como Pastor que enseñaba. Aprendamos, pues, lo
que enseñó por medio del Apóstol: "No hay poder que no venga de Dios"
( Rom 13,1). Y mayor pecado comete el que entrega a la
potestad a un inocente para que le condene, que la potestad misma que condena a
muerte por temor de un mal mayor. (Tal era, en verdad, el poder que Dios le
había dado con sumisión a la potestad del César). Esta es la razón por qué
dijo: "No tendrías potestad alguna sobre mí (esto es, cualquiera que sea
la que tengas), si tal como es no te hubiese sido dada de arriba"; pero
porque sé hasta dónde llega (la que no es tanta que seas libre omnímodamente),
por esto el que me entregó a ti tiene mayor pecado; él entregándome a tu potestad
por envidia, y tú abusando de tu potestad sobre mí por miedo. No debe el juez
matar a un inocente por temor; pero es mucho peor hacer el mal por envidia que
por miedo. Por esto no dice el que me entregó a ti tiene pecado (como si él no
lo tuviera), sino que dijo mayor pecado tiene, para que entendiera que también
él lo tenía.
Teofilacto
Dice, pues, quien me entregó a
ti, esto es, Judas, o también la turba. Como el Señor dio una respuesta
convincente, como la de que "si Yo mismo no me entregara y el Padre lo
permitiera no tendrías potestad sobre mí", desde entonces se empeñó más
Pilato en absolverle. Por eso sigue: "Y desde entonces buscaba Pilato
medio de soltarle".
San Agustín, ut supra
Lee lo anteriormente dicho y
verás los esfuerzos de Pilato por salvar a Jesús, y de esto sacarás en
consecuencia (por este motivo) que no habría consentido en el pecado matando al
inocente que había sido entregado a su potestad.
Mas los judíos gritaban diciendo:
"Si a éste sueltas, no eres amigo del César, porque todo aquel que se hace
Rey contradice al César". Pilatos, pues, cuando oyó estas palabras, sacó
fuera a Jesús y se sentó en su tribunal, en el lugar que se llama Lithóstrotos,
y en hebreo Gabbatá. Y era el día de la preparación de la Pascua y como la hora
de sexta, y dice a los judíos: "Ved aquí vuestro Rey". Y ellos
gritaban: "Quita, crucifícale". Les dice Pilatos: "¿A vuestro
Rey he de crucificar?" Respondieron los Pontífices: "No tenemos otro
Rey sino César". Y entonces se lo entregó para que fuese crucificado. (vv.
13-16)
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
Los judíos creyeron imponerse
mejor a Pilato para que condenara a muerte a Cristo, amenazándole con el César
que con lo que anteriormente habían dicho: "Nosotros ley tenemos, y, según
ella, debe morir, porque se supuso Hijo de Dios". Por eso dice: "Pero
los judíos clamaban: Si das libertad a éste, no eres amigo del César; pues todo
el que se titula Rey", etc.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Pero ¿de dónde sacaréis las
pruebas? ¿De la púrpura, de la diadema, de los carruajes, de los soldados? ¿No
iba siempre acompañado de sus doce discípulos, de villa en villa, sin más que
el alimento, el vestido y hospedaje?
San Agustín, ut supra
A Pilato le importaba poco la
Ley. Lo que más le importaba era lo de matar al Hijo de Dios. Pero ahora no se
atreve a despreciar al César, autor de su potestad, como desprecia la Ley
extranjera. Por eso sigue: "Pilato, pues, oyendo esto, sacó fuera a Jesús
y se sentó en su tribunal, llamado Lithóstrotos, y en hebreo Gabbata".
Crisóstomo, ut supra
Salió, pues, para examinar la
causa, pues esto demostraba sentarse en el tribunal.
Glosa
Así como el tribunal es propio
de los jueces, lo es de los reyes el trono o el solio, y de los doctores la
cátedra.
Beda
Sigue: "Era, pues, Parasceve o víspera de la Pascua, cerca de la hora
sexta".
Alcuino
Parasceve quiere decir preparación. Este es el nombre que se daba al sexto día,
en el que se preparaba lo necesario para el sábado 2; como se
dijo del maná: "El día sexto recogeréis doblado" ( Ex 16,26). Por cuanto en el día sexto fue hecho el
hombre, y descansó Dios en el séptimo, también en el día sexto padece por el
hombre el Salvador, y el sábado descansa en el sepulcro. Sigue: "Era, pues,
como la hora de sexta".
San Agustín, in Ioannem, tract., 117
¿Por qué San Marcos dice
"era la hora de tercia cuando le crucificaron" ( Mc 15,25) sino porque era en esta hora cuando fue
crucificado el Señor por la lengua de los judíos, y en la de sexta por las
manos de los soldados, y entendamos que era ya pasada la hora quinta y
comenzada la sexta cuando Pilato se sentó en el tribunal que es casi la hora de
sexta de que habla San Juan, y fue conducido y crucificado, sucediendo junto a
la cruz lo que se refiere, al cumplirse íntegra la hora sexta, desde la cual
hasta la nona se oscureció el sol y se extendieron las tinieblas, como
certifican Mateo, Marcos y Lucas. Pero como los judíos procuraron echar la
culpa de la crucifixión de Jesús sobre Pilato y sus soldados, San Marcos,
pasando por alto la hora en que el Señor fue crucificado, hace mención de la
tercia, para que no aparezca que sólo los soldados crucificaron a Jesús, sino
que también los judíos pidieron a la hora de tercia que fuese crucificado.
También se presenta otra solución a esta dificultad, que consiste en que no se
cuente la hora de sexta desde principio del día, sino desde la Parasceve, porque ni tampoco San Juan dijo que era como la
hora de sexta del día, sino que dijo: "Era la Parasceve casi hora de sexta". Parasceve en latín es preparación. En nuestra Pascua fue
inmolado Cristo, como dice el Apóstol ( 1Cor 5,7). La preparación de la Pascua, si la
empezamos a contar desde la hora de nona de la noche, que fue cuando los
Príncipes de los sacerdotes pronunciaron la sentencia de inmolación del Señor
(diciendo reo es de muerte) ( Mt 26,66) hasta la hora de tercia del día que fue crucificado Cristo,
según atestigua el Evangelista San Marcos, consta de seis horas: tres de noche
y tres de día.
Teofilacto
Otros resuelven esta dificultad
culpando a los copistas de que las letras del alfabeto griego fueron cambiadas,
porque los griegos usaban las letras como cifras y la letra griega g significa
tres y la letra V seis. El copista puede haber confundido ambos signos.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Salió, pues, Pilato para
examinar la causa, y sin embargo, sin hacer examen alguno lo entregó, esperando
conmoverles; y por eso les dice a los judíos: "He aquí vuestro rey".
Teofilacto
Como si dijera: He aquí al
hombre y confesad que es imposible que empuñe vuestro cetro en el estado de
humillación en que se encuentra, y que vosotros nada tenéis que temer de El.
Crisóstomo, ut supra
Y en verdad que lo que él decía
era suficiente para que los judíos depusieran su cólera; pero temblaban de que
si le dejaban en libertad, volvería a reunir las turbas, porque el amor al
poder es bastante para seducir al alma. Por tanto, insisten con más fuerza. Por
esto dice: "Ellos, sin embargo, clamaban: quítale, quítale". Ansían
darle la muerte más ignominiosa y añaden: "Crucifícale"; temiendo lo
que pudiera venir después de El por su celebridad.
San Agustín, ut supra
Pilato, sin embargo, intenta
hacerse superior al terror que le había inspirado el nombre del César y les
dice: "¿He de crucificar a vuestro rey?" Queriendo abatir con su
propia ignominia a los que no puede aplacar con la ignominia de Cristo.
Sigue: "Respondieron los
Pontífices: No tenemos más rey que al César".
Crisóstomo, ut supra
Ellos mismos se impusieron
voluntariamente el suplicio. Por eso Dios los entregó y los dejó precipitarse
en su propia sentencia, por cuanto unánimes negaron el reino de Dios y
rechazaron el cetro de Cristo, imponiéndose a sí mismos el del César.
San Agustín, ut supra
Pero Pilato es vencido otra vez
por el temor y sigue: "Entonces se lo entregó para que fuese
crucificado". Hubiera parecido que se oponía abiertamente al César, si
hubiera persistido en dar otro rey a los que protestaban no admitir otro que al
César, dejando impune al que ellos habían entregado para morir, por haber
intentado esto mismo. No se ha dicho: se los entregó para que lo crucificaran,
sino para que fuese crucificado, esto es, por sentencia y autoridad del
procurador. El Evangelista dijo: "Entregado a ellos", para que fueran
complicados en el crimen de que intentaban ser inocentes; pues Pilato no
hubiera hecho esto, sino apremiado por ellos.
Notas
1. El nombre
griego liqostrwton, enlosado, designaba el lugar que en arameo se conocía
como gabbata, elevación. Algunos creen que habría estado situado cerca a
la torre Antonia (ubicando también allí el pretorio), pero generalmente se
considera que estaría ubicado en el palacio de Herodes, que quedaba en la parte
alta de la ciudad.
2. Parasceve era el sexto día de la semana judía, y significa
día
de la preparación. En él se
preparaba lo necesario para el sábado, en que no se podía trabajar.
Y tomaron a Jesús y le sacaron
fuera. Y llevando la cruz a cuestas, salió para aquel lugar que se llama
Calvario, y en hebreo Gólgota; y allí le crucificaron, y con El a otros dos, de
una parte y otra, y a Jesús en medio. (vv. 17-18)
Glosa
Por orden del procurador, los
soldados se apoderaron de Cristo para crucificarle. Sigue: "Cogieron,
pues, a Jesús, y le sacaron fuera".
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
Puede esto referirse a los
alguaciles del procónsul; pues después se dice más claramente: "Después
que los soldados le crucificaron". El Evangelista atribuye con razón a los
judíos todo lo ocurrido, pues ellos fueron los que arrancaron a Pilato la
condenación.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Como para ellos era la cruz
objeto de ignominia, no consentían ni aun el tocarla, y la cargaron sobre Jesús
como reo. Y sigue: "Y llevando la cruz a cuestas", etc. Así sucedió
con el que le prefiguró, porque Isaac cargó sobre sí la leña, pero entonces no
se llegó más que hasta lo que quiso demostrar la voluntad del Padre; pero ahora
tuvo cumplido efecto, pues era la realidad.
Teofilacto
Así como entonces fue Isaac
libertado, y sacrificado el cordero, así en esta ocasión, quedando impasible la
naturaleza divina, es sacrificada la humanidad representada por el cordero,
como errante hijo de Adán. Pero, ¿cómo otro Evangelista dice que obligaron a
Simón a llevar la cruz?
San Agustín, De cons. evang. 3, 10
Ambas cosas son verdad: en
primer lugar, sucedió lo que dice San Juan, y en segundo lugar, lo que dicen
los otros tres evangelistas. De lo que se deduce que el mismo Jesús llevaba la
cruz al salir para el lugar citado.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 117
¡Gran espectáculo y a los ojos
de la impiedad gran escarnio! Pero a los de la piedad grande misterio. Ríe la
impiedad, viendo al rey llevar por cetro la cruz de su suplicio; ve la piedad
al rey llevando a cuestas la cruz en que ha de ser clavado; cruz que había de
fijarse hasta en la frente de los reyes; cruz objeto de desprecio para los
impíos, y en la que habían de gloriarse los corazones de los Santos. Llevándola
sobre sus hombros, la sublimaba como antorcha que ardía sobre el candelabro, y
no había de ocultarse bajo el celemín.
Crisóstomo, ut supra
Como los vencedores, así
llevaba sobre sus hombros la insignia de su triunfo.
Pretenden algunos que Adán
murió y fue sepultado en el mismo lugar que llamaban Calvario, a fin de que, en
el mismo sitio donde triunfó la muerte, levantara Jesús el trofeo de su
victoria.
San Jerónimo, super Mat. cap. 27
Apreciable interpretación y
agradable al oído del pueblo; pero no es verdadera. Fuera de la ciudad y de sus
puertas, había lugares en donde se decapitaba a los reos, y tomaron el nombre
de calvario del de decapitados 1. Adán fue
sepultado junto a Ebrón, y según se lee en Jesús hijo de Nave, fue enterrado en
Arbee 2.
Crisóstomo, ut supra
Le crucificaron con dos
ladrones; y sigue: "Y con él otros dos, uno a cada lado y Jesús en
medio". Con esto se cumplió la profecía: "Fue contado entre los
malvados" ( Is 53,12). Hacían servir a la verdad los mismos ultrajes que le
inferían. El demonio quería cubrir de tinieblas lo que pasaba, pero no pudo,
porque los milagros que ocurrieron entonces, a nadie pudieron atribuirse sino
sólo a Jesús, y todos los artificios del diablo fueron inútiles para oscurecer
la gloria de Jesús, pues la esclarecieron no poco. Porque convertir en la cruz
al ladrón y llevarle al Paraíso, no fue menos que desgajar las rocas.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 31
Si bien lo consideras, fue la
misma cruz un tribunal, en el que sentado el juez, fue absuelto el ladrón que
creyó y condenado el que le injurió. Y esto significaba lo que sucederá con los
vivos y los muertos: unos a la derecha y otros a la izquierda.
Notas
2. Sobre el
sepulcro de Adán se conocen dos tradiciones. La tradición judía afirmaba que
estaba enterrado en Quiryat-Arbá (antiguo nombre de Hebrón), al lado de los patriarcas. Otra tradición afirmaba que luego del
diluvio Sem enterró la cabeza de Adán en el monte Calvario.
Y Pilatos escribió también un
título, y lo puso sobre la cruz. Y lo escrito era: "Jesús Nazareno, Rey de
los judíos". Y muchos de los judíos leyeron este título, porque estaba
cerca de la ciudad el lugar en donde crucificaron a Jesús. Y estaba escrito en
hebreo, en griego y en latín. Y decían a Pilatos los Pontífices de los judíos:
"No escribas Rey de los judíos, sino que El dijo: Rey soy de los
judíos". Respondió Pilatos: "Lo que he escrito, he escrito".
(vv. 19-22)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Así como se escribe sobre los
trofeos el nombre del que alcanzó la victoria, así puso Pilato el título sobre
la cruz de Jesucristo. Por eso dice: "Y escribió Pilato un título",
etc. constituyéndose Pilato como apologista de Cristo, separando su causa de la
de los ladrones, y vengando la manifiesta malicia de los judíos insurrectos
contra su rey. Lo escribió. "Había, pues, escrito: Jesús Nazareno, Rey de
los judíos".
Beda
Esto demuestra que desde
entonces su reino se engrandecía, lejos de desaparecer como ellos pensaban.
San
Agustín, in Ioannem, tract., 118
¿Pero es que Jesucristo tan
sólo es rey de los judíos, o lo es también de los gentiles? Ciertamente también
de los gentiles, pues había dicho: "Yo he sido constituido por Dios, Rey
sobre el monte santo de Sión" ( Sal 2,6), añadiendo después: "Pídeme a mí, y te
daré en herencia las naciones" ( Sal 2,8). Queremos penetrar en este título 1 un gran misterio 2, porque
en verdad, el olivo silvestre 3 ha sido
hecho partícipe en la pinguosidad del olivo cultivado, y no éste de la savia
del olivo silvestre ( Rom 11,17). Cristo, pues, Rey de los judíos, establece la circuncisión,
no de la carne, sino del corazón; no de la letra, sino del espíritu ( Rom 2,29).
Sigue: "Muchos de los
judíos leyeron este título, porque estaba cerca de la ciudad el lugar",
etc.
Crisóstomo, ut supra
Creíble es que con motivo de la
festividad acudirían muchos gentiles, juntamente con los judíos; y para que
nadie lo ignorara, no escribió el título en una lengua, sino en tres, y por eso
añade: "Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín".
San Agustín, ut supra
Estas tres lenguas eran las que
predominaban: la hebrea, por la ley judaica; la griega, por la sabiduría de
aquella nación, y la latina, por la dominación romana en casi todo el mundo.
Teofilacto
También significa esta
inscripción, en tres lenguas, que Cristo es el Señor de tres ciencias: la
práctica, la física y la teológica; pues por la inscripción latina está
figurada la ciencia práctica, por cuanto el imperio romano era poderosísimo y
conquistador; la inscripción griega representa la sabiduría en las ciencias
especulativas; y, por fin, la hebrea, supone el conocimiento de las cosas
divinas encomendado a la nación judaica.
Crisóstomo, ut supra
Crucificado el Señor, era
todavía perseguido por la envidia de los judíos: "Decían, pues, a Pilato:
No escribas Rey de los judíos, sino que El dijo: Yo soy el rey de los
judíos". En verdad, esta inscripción no se diferenciaba de la sentencia y
si se le añadía "El ha dicho", venía a ser la demostración de una
ambición necia y criminal. Pero Pilato insistió en su primer pensamiento, y por
eso respondió: "Lo que escribí, escribí".
San Agustín
¡Oh inefable poder de Dios, aun
en los corazones de los que no le conocen! Esto no puede llamarse sino una voz
secreta que silenciosamente resonaba en el alma de Pilato, repitiendo lo que
tanto tiempo antes estaba escrito en los salmos: "No alteres el título de
la inscripción". Pero, ¿qué decís, insensatos Pontífices? ¿Acaso no es
esto una prueba de la verdad, de lo que Jesús dice: ¿Yo soy el rey de los judíos?
¿Si no puede corregirse lo que Pilato ha dicho, podrá alterarse lo que dijo la
verdad? Si Pilato ha escrito lo que ha escrito, es porque el Señor ha dicho lo
que ha dicho.
Notas
1. Se
refiere al título: "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos".
3. El olivo
silvestre o acebuche es menos frondoso que el cultivado y su fruto, conocido
como oliva acebuchina es más pequeña y menos sustanciosa que la aceituna del
olivo cultivado. El pasaje de Romanos 11, 17, que sirve de trasfondo, permite
una mayor intelección de la figura que usa San Agustín. El acebuche u olivo
silvestre son los gentiles que llegan a la fe, y son injertados en el olivo
cultivado, el Pueblo escogido, del que han sido desgajadas algunas ramas por su
falta de fe.
Los soldados, después de haber
crucificado a Jesús, tomaron sus vestiduras (y las hicieron cuatro partes, para
cada soldado su parte) y la túnica. Mas la túnica no tenía costura, sino que
era toda tejida desde arriba. Y dijeron unos a otros: "No la partamos, mas
echemos suertes sobre ella, cuya será": para que se cumpliese la
Escritura, que dice: Repartieron mis vestidos entre sí y echaron suertes sobre
mi vestidura. (vv. 23-24)
San Agustín, in Ioannem, tract., 118
Por sentencia de Pilato, los
soldados que estaban a sus órdenes crucificaron a Jesús. Así dice: "Los
soldados, pues, le crucificaron", etc. Los demás evangelistas hablan poco
sobre la distribución y sorteo de los vestidos, pero éste lo dice muy
claramente de este modo: "Hicieron cuatro partes", etc. De aquí
resulta que fueron cuatro los soldados que obedecieron la orden de Pilato,
crucificando al Salvador. Sigue: "Y después tomaron la túnica", esto
es, no echaron suertes sobre lo demás, y lo repartieron. Pero la túnica no la
dividieron; y sigue diciendo: "La túnica era inconsútil", esto es,
toda de una pieza.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
El Evangelista hace la historia
de esta túnica. En Palestina era costumbre construir este traje con dos pedazos
de tela cosidos, y San Juan nos da a entender que así era la túnica de Jesús,
indicando la pobreza de su vestido.
Teofilacto
Dicen otros, que en la
Palestina no se tejen las telas del mismo modo que entre nosotros, dejando el
estambre a la vista superior, y el tejido en la inferior, para que vuelto se
vea el tejido, sino que lo hacían al contrario.
San Agustín, ut supra
El Evangelista dice por qué
echaron suertes sobre ella. Dijeron unos a otros: "No la partamos",
etc. Se ve que los demás vestidos los repartieron por partes iguales sin
necesidad de sortearlos. Pero como la túnica no podía repartirse sin que se
cortara sin provecho, por eso convinieron en sortearla. Esta narración del
Evangelista, consta justificada por testimonio de los profetas. Por esto dice: "Para
que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre ellos mis
vestidos" ( Sal 58), etc.
Crisóstomo, ut supra
Observa la exactitud de la
Escritura; pues el Profeta no sólo expresó lo que fue repartido, sino que
también lo que no lo fue; porque si bien dividieron los vestidos, echaron
suertes sobre la túnica, que no quisieron dividir.
San Agustín, ut supra
Según San Mateo (27,35),
repartieron sus vestidos, sorteándolos, queriendo dar a entender, que si bien
los demás vestidos fueron repartidos, la túnica fue sorteada; y así es como
dice San Lucas "Dividiéndose sus vestidos, echaron suertes" ( Lc 23,34). Habiéndolos, pues, dividido, llegaron a
la túnica, de la cual hicieron sorteo, usando de la palabra suertes en plural,
en igual del singular. También San Marcos presenta alguna diferencia, diciendo:
"Los soldados echaron suertes sobre lo que a cada uno tocaría" ( Mc 15,24), como refiriéndose a todos los vestidos y
no sólo sobre la túnica; pero esta brevedad con que habla, engendra oscuridad.
Así, pues, se ha dicho: "Echando suertes sobre los vestidos", como si
se dijese sorteándolos para dividirlos. Cuando dice: "Qué es lo que
tocaría a cada uno", parece que se refiera, no sólo a la túnica, sino que
también a todo lo demás, para saber quién se quedaría con la túnica que era
indivisible. Esta división de los vestidos de nuestro Señor Jesucristo, en
cuatro partes, figuraba su Iglesia extendida por las cuatro partes del mundo.
Pero la túnica es la figura de la unidad de la cuatro partes, por el vínculo de
la caridad. Pero si la caridad lleva más elevado vuelo, y es superior a la
ciencia, y se sobrepone a todo precepto, según lo de San Pablo a los
Colosenses: "Sobre todo esto, tened caridad" ( Col 3,14), con razón el vestido que la simboliza
debe ser tejido de una sola pieza. Y añadió el Evangelista: "Toda
ella", porque nadie debe ser extraño a la caridad del todo, que se llama
Iglesia Católica. Es inconsútil (sin costuras), para que nunca se desuna, y
tiende a la unidad, porque a todos reúne en un centro. En la suerte se ve la
figura de la gracia de Dios, pues no la deciden los méritos de cada uno, sino
el secreto juicio de Dios.
Crisóstomo, ut supra
Dicen algunos que la túnica sin
costuras, tejida de una sola pieza de arriba abajo, es la alegoría de la
humanidad del crucificado enlazada con la divinidad.
Teofilacto
O de otro modo: la túnica
inconsútil, denota el cuerpo de Cristo concebido por el Espíritu Santo y el
poder del Altísimo en la Virgen, siendo, por tanto, indivisible el cuerpo de
Cristo; pues aunque a cada uno sea dado para que santifique a la vez su cuerpo
y su alma, permanece, sin embargo, entero en todos. Y así como el mundo visible
se compone de cuatro elementos, puede tomarse por vestidura de Cristo este
mundo visible que los demonios se reparten entre ellos cuantas veces entregan a
la muerte al Verbo de Dios que habita en nosotros, consiguiendo dividirnos por
las falacias de este mundo.
San Agustín, ut supra
Ni se diga que estas cosas nada
significan, porque son obra de los malos. ¿Pero qué diremos, de la misma cruz,
hecha igualmente por los impíos? Y, sin embargo, ella significa, perfectamente,
como dice el Apóstol, cuál sea su latitud, su longitud, su altura y su
profundidad ( Ef 3,18): su latitud, respecto del madero trasversal, sobre el que se
extienden las manos, significa las buenas obras de la más extensa caridad; la
longitud de la cruz, desde el madero trasversal hasta la tierra, significa la
perseverancia en la duración del tiempo; la altura de la cruz, desde el leño
trasversal hasta arriba, significa el supremo fin a que deben dirigirse todas
nuestras obras; y la profundidad de aquella parte que se oculta en la tierra
significa el abismo de la gracia de Dios, de donde proceden todas nuestras
buenas obras, que aparecen y se levantan hasta Dios. Pero aun cuando la cruz de
Cristo no signifique más que aquello que dice el Apóstol a los de Galacia:
"Los que son de Cristo, crucificaron su carne con sus pasiones y sus
concupiscencias" ( Gál 5,24), ¡cuán grande bien es! Finalmente; ¿cuál es la enseña de
Cristo, sino la cruz de Cristo? Este es el signo que los creyentes trazan en su
frente, bien sea con el agua regeneradora del bautismo, o con el óleo santo del
crisma o con el alimento del sacrificio, y sin el cual nada se perfecciona.
Y los soldados, ciertamente,
hicieron esto. Y estaban junto a la cruz de Jesús, su Madre y la hermana de su
Madre, María de Cleofás y María Magdalena. Y como vio Jesús a su Madre, y al
discípulo que amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: "Mujer, he ahí a tu
Hijo". Después dijo al discípulo: "He ahí a tu Madre". Y desde
aquella hora el discípulo la recibió por suya. (vv. 25-27)
Teofilacto
Mientras los soldados se
ocupaban de satisfacer su sórdida avaricia, Jesús cuidaba solícito de su Madre.
Por eso dice: "En efecto, los soldados hicieron esto; estaban junto a la
cruz de Jesús, su Madre", etc.
San Ambrosio, in epistolis
María, Madre del Señor, estaba
ante la cruz de su Hijo. Nadie me enseñó esto, sino San Juan Evangelista. Otros
describieron el trastorno del mundo en la pasión del Señor; el cielo cubierto
de tinieblas, ocultándose el sol y el buen ladrón recibido en el Paraíso,
después de su confesión piadosa. San Juan escribió lo que los otros se
callaron, de cómo puesto en la cruz llamó Jesús a su Madre, y cómo considerado
vencedor de la muerte, tributaba a su Madre los oficios de amor filial y daba
el reino de los cielos. Pues si es piadoso perdonar al ladrón, mucho más lo es
el homenaje de piedad con que con tanto afecto es honrada la Madre por el Hijo:
"He aquí tu hijo". "He aquí a tu Madre". Cristo testaba
desde la cruz y repartía entre su Madre y su discípulo los deberes de su
cariño. Otorgaba el Señor, no sólo testamento público, sino también doméstico;
y este testamento era refrendado por Juan. ¡Digno testimonio de tal testador!
Rico testamento, no de dinero, sino de vida eterna; no escrito con tinta, sino
con el espíritu de Dios vivo ( 2Cor 3) y pluma de lengua, que escribe velozmente ( Sal 44,2). Pero María se mostró a la altura de la
dignidad que correspondía a la Madre de Cristo. Cuando huyeron los Apóstoles,
estaba en pie ante la cruz, mirando las llagas de su Hijo, no como quien espera
la muerte de su tesoro, sino la salvación del mundo. Y aun quizás porque
conociendo la redención del mundo por la muerte de su Hijo, ella deseaba
contribuir con algo a la redención universal, conformando su corazón con el del
Salvador. Pero Jesús no necesitaba de auxiliadora para la redención de todos
los que sin ayuda había conservado 1. Por eso
dice: "He sido hecho hombre sin auxiliador, libre entre los muertos"
( Sal 87,5). Aceptó, en verdad, el afecto maternal,
pero no buscó el auxilio ajeno. Imitad, madres piadosas, a ésta, que tan
heroico ejemplo dio de amor maternal a su amantísimo Hijo único. Porque ni
vosotras tendréis más cariñosos hijos, ni esperaba la Virgen el consuelo de
poder tener otro.
San Jerónimo, contra Helvidium
La María que San Marcos y San
Mateo llaman madre de Santiago y José, fue mujer de Alfeo y hermana de María,
Madre del Señor, y es la que Juan designa en esta ocasión con el nombre de
María Cleofé, bien sea por su padre o por razón de parentela o por cualquier
otra causa. Pero si os parece que es otra, y así lo parezca, porque en otra
parte se llame María, madre de Santiago el Menor, y aquí, María Cleofé, fijáos
en la costumbre de las escrituras de llamar con diverso nombre a una misma
persona.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Y admira cómo el sexo débil de
las mujeres, aparece aquí más varonil, firme junto a la cruz, cuando los
discípulos huían.
San Agustín, De cons. evang. 3, 21
Si no fuera porque San Mateo y
San Lucas nombraron a María Magdalena podríamos decir que unas estuvieron junto
a la cruz y otras lejos, pues ninguno hace mención de la Madre del Señor, más
que San Juan. Veamos, pues, cómo se ha de entender que la misma María Magdalena
estuviese lejos con las demás mujeres, según dicen Mateo y Lucas, y estuviese
al mismo tiempo junto a la cruz, como dice San Juan. Esto no puede conciliarse
a menos que hubieran estado a tal distancia que pudiera decirse: junto a la
cruz; o porque, en su presencia, prontamente podrían haberse acercado; o porque
estaban lejos en comparación con la turba de soldados y jefes que estaban más
cerca. Podemos también suponer que las que estaban cerca, con la Madre del
Señor, comenzaron a marcharse después que Jesús la encomendó a su discípulo,
para alejarse de la confusión de las turbas y ver de lejos lo demás que
sucedió. Por ello los otros evangelistas, que las mencionan después de la
muerte del Señor, recuerdan que estaban ya lejos. En fin, ¿en qué altera la
veracidad del hecho el que unas mujeres fueran citadas a un tiempo por unos
evangelistas, y a otro tiempo por otro evangelista?
Crisóstomo, ut supra
Habiendo estado presentes otras
mujeres, no recuerda el Evangelista a otra sino a la Madre del Señor, dándonos
a entender el respeto que debemos a las madres. Pues, así como no conviene que
los parientes se enteren de las cosas espirituales, así también conviene darles
conocimiento de ellas, prefiriéndola a los demás cuando no se hayan de oponer.
Por eso dice: "Como viese Jesús a su Madre y al discípulo a quien amaba,
dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo".
Beda
El Evangelista se designa con
la señal del amor no porque fuese él sólo, con exclusión de los otros
discípulos amados del Salvador, sino por el privilegio de la castidad con que
sobresalía de los demás, por cuanto fue amado con un afecto más familiar,
siendo virgen desde su vocación y permaneciendo siempre.
Crisóstomo, ut supra
¡Con cuán alto honor honró al
discípulo! Pero él se oculta con la moderación de su sabiduría; porque si
hubiera querido vanagloriarse, hubiese expresado la causa por qué era amado, y
es preciso convenir que el motivo era grande y admirable. Así es que Jesús nada
más dijo a Juan, ni le consuela en su tristeza, porque no era el momento
oportuno de hablar de consuelo. Pero no era poco distinguirle con tal honor, y
como era conveniente procurar para su Madre, oprimida de dolor, alguno que le
reemplazara (porque Jesús se iba), dejó este encargo al discípulo que amaba. Sigue:
"Después dijo al discípulo: He ahí a tu madre".
San
Agustín, in Ioannem, tract., 119
Esta es, sin duda, aquella hora
en la que, habiendo de convertir el agua en vino, había respondido Jesús a su
Madre: "Mujer, ¿qué hay común entre ti y mí? aun no ha llegado mi
hora" ( Jn 2,4). En aquella ocasión en que debía empezar a obrar milagros, no la
reconoció como Madre de su divinidad, no siéndolo mas que de su débil humanidad
2, pero ahora que ya padece en su humanidad, honra
con sentimiento humano a aquella, de la que había sido hecho hombre. Esta es
una instrucción y ejemplo que nos da el buen Maestro, para enseñarnos los
oficios de piedad que los hijos deben a sus padres, y así convirtió en cátedra
de maestro la cruz en que estaba clavado.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
De este modo queda refutado el
error de Marción. Si Jesucristo no fue engendrado según la carne, ni tuvo
Madre, ¿por qué tanto esmero por su cuidado? Observa cuán tranquilamente
dispone todas las cosas, en el momento de estar en la cruz, hablando a sus discípulos
de su Madre, cumpliendo las profecías y prometiendo el cielo al buen ladrón.
Antes de ser crucificado, se le ve temblar, pues entonces demostraba la
debilidad de la naturaleza; pero ahora ostenta la grandeza de su poder. Así nos
enseña, que si nos conturba la adversidad, no por eso desistamos. Y cuando
hubiéramos entrado en la lucha, soportarlo todo como cosa fácil y ligera.
San Agustín, ut supra
Como proveía a su Madre, en
cierto modo, de otro hijo por el que la dejaba, manifestó el motivo en las siguientes
palabras: "Y desde aquella hora el discípulo la recibió como suya".
¿Pero en qué recibió Juan como suya a la Madre del Señor? ¿Acaso no era de los
que habían dicho a Jesús: "He aquí que nosotros lo hemos dejado todo, y te
hemos seguido" ( Mt 19,27)? La recibió, no por sus propiedades (pues nada tenía propio),
sino en los cuidados que solícito la había de dispensar.
Beda
Hay otra versión que dice que
el discípulo la recibió, no como algunos dicen como Madre suya, sino más
propiamente para cuidar de ella.
Notas
1. "El
papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo,
deriva directamente de ella. 'Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de
la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo
hasta su muerte' (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su
pasión" ( Catecismo de la Iglesia Católica, 964).
2. El
concilio de Efeso (431) enseña que "no nació primeramente un hombre vulgar
de la santa Virgen, y luego descendió sobre El el Verbo; sino que unido desde
el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace
suyo el nacimiento de la propia carne... De esa manera (los padres) no tuvieron
inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen".
Después de esto, sabiendo Jesús que
todas las cosas eran ya cumplidas, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
"Sed tengo". Había allí un vaso lleno de vinagre. Y ellos, poniendo
alrededor de un hisopo una esponja empapada en vinagre, se la aplicaron a la
boca. Y luego que Jesús tomó el vinagre, dijo: "Consumado es": e
inclinando la cabeza, dio el espíritu. (vv. 28-30)
San Agustín, in Ioannem, tract., 119
Padecía todo esto el que
aparecía hombre, y lo disponía todo el que se ocultaba Dios. Por esto dice:
"Después, sabiendo que todo se había consumado, a fin de que se cumpliera
la Escritura", esto es, lo que había predicho la Escritura: "Y en mi
sed me dieron a beber vinagre" ( Sal 68,22), dijo: "Tengo sed", como si
dijera: Esto os falta hacer, dad lo que sois. Como que los judíos eran el
vinagre, degenerado del vino de los patriarcas y profetas. Había, pues, allí,
un vaso lleno de vinagre, como un corazón lleno de iniquidad de este mundo, a
manera de esponja, llena de cavernosas y engañosas tortuosidades. Y sigue:
"Y ellos, colocando una esponja empapada en vinagre alrededor de un
hisopo, la aplicaron a su boca".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Pero ni a pesar de lo que
estaban viendo, se aplacaban, sino que se encrudecían más, ofreciéndole para
que bebiera la pócima de los condenados. Y por esta razón se valen de la vara
del hisopo.
San Agustín, ut supra
El hisopo en que pusieron la
esponja llena de vinagre, es un arbusto despreciable que purga el pecho y
representa la humanidad de Cristo que nos purifica. Ni hay que buscar cómo
pudieron aplicar la esponja a la boca de Jesús, que estaba elevado de tierra
sobre la cruz; pues según dicen los otros evangelistas, y éste omitió, se
valieron de una caña para elevar hasta la cruz la esponja con semejante bebida.
Teofilacto
Algunos llaman caña al hisopo,
porque tiene unas ramas parecidas a la caña.
Sigue: "Como hubiese
recibido Jesús el vinagre, dijo: Consumado es".
San Agustín, ut supra
¿Qué era esto, sino lo que
estaba profetizado tanto tiempo antes?
Beda
Aquí puede preguntarse: ¿Por
qué dice este evangelista: "Como hubiese tomado el vinagre", cuando
dice otro: "No quiso beber" ( Mt 27,34)? Esto es fácil de resolver, porque no lo
recibió para bebérselo, sino para que se cumpliera la Escritura.
San Agustín, ut supra
Y porque no convenía que
quedase nada por cumplir antes de su muerte. Sigue: "E inclinada la
cabeza, dio su espíritu". Concluidas todas las cosas que debían
ejecutarse, esperaba como el que tenía poder para dejar su alma y volver a
tomarla.
San Gregorio, Moralium, 11, 3
Aquí se dice espíritu en lugar
del alma, porque si el Evangelista hubiera entendido por espíritu otra cosa
diferente que el alma, saliendo el espíritu, el alma hubiera quedado.
Crisóstomo, ut supra
No inclinó la cabeza porque
expiró, sino que cuando inclinó la cabeza, entonces expiró. Por cuya razón dijo
el Evangelista que era el Señor de todas las cosas.
San Agustín, ut supra
¿Quién hay que pueda dormir
cuando quiera, como Jesús murió cuando quiso? ¡Cuán terrible ha de ser su poder
cuando juzgue, si tanto se manifiesta cuando muere!
Teofilacto
El Señor entregó su espíritu a
Dios Padre, dándonos a entender que las almas de los Santos no permanecen en
los sepulcros, sino que van a las manos del Padre de todos. Las de los
pecadores son llevadas al lugar de las penas, esto es, al infierno.
Y los judíos (porque era
Parasceve), a fin de que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado (porque
aquél era el grande día del sábado), rogaron a Pilatos que les quebrasen las
piernas y que fuesen quitados. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las
piernas al primero, y al otro que fue crucificado con El. Mas cuando llegaron a
Jesús, viéndole ya muerto, no le quebrantaron las piernas, sino que uno de los
soldados le abrió el costado con una lanza y salió luego sangre y agua. Y el
que lo vio, dio testimonio, y verdadero es el testimonio de él. Y él sabe que
dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas fueron hechas
para que se cumpliera la Escritura: No desmenuzaréis hueso de El. Y también
dice otra Escritura: Verán en el que traspasaron. (vv. 31-37)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Como los judíos se tragaban un
camello y hacían escrúpulo de un mosquito, después de consumar tan gran
atentado discutían solícita y diligentemente lo que sigue: "Los judíos,
pues, como era Pascua, a fin de que no permaneciesen los cuerpos en la cruz en
el sábado", etc.
Beda
Parasceve (esto es preparación) era llamado el día sexto, porque en aquel día
los israelitas preparaban dos comidas, pues era muy grande aquel día de sábado
(por la solemnidad de la Pascua). "Rogaron, pues, a Pilato que les
rompieran las piernas a los ajusticiados".
San
Agustín, in Ioannem, tract., 120
No con el objeto de quitarlos
de la cruz, sino más bien para no horrorizar con este espectáculo de un
suplicio prolongado en el día de fiesta.
Teofilacto
Así se mandaba en la Ley, que
no se pusiera el sol estando un hombre en el suplicio, o porque no quisieran
ser tenidos por verdugos y homicidas en día festivo.
Crisóstomo, ut supra
Observa cuán grande es el poder
de la verdad, pues ellos mismos cuidan de que se cumpla la profecía. Por lo que
sigue: "Vinieron, pues, los soldados y quebrantaron las piernas del
primero y del otro crucificado con El; pero cuando llegaron a Jesús, como le
vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que un soldado abrió su
costado con una lanza".
Teofilacto
Para complacer a los judíos,
lancean a Cristo, ultrajando su cuerpo exánime; pero esta injuria se trocó en
milagro, porque el manar sangre de un cuerpo muerto es milagro.
San Agustín, ut supra
Con mucha precaución se abstuvo
el Evangelista de usar las palabras hirió su costado, o lo rasgó, sino abrió, a fin de que en cierto modo se franqueara la
puerta por donde brotaron los sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se
entra en la verdadera vida. Y sigue: "Y al instante salió sangre y
agua". La sangre fue derramada por la remisión de los pecados, y el agua
para suave bebida y purificación. Esto había sido prefigurado por la puerta que
a Noé se le mandó abrir en el costado del arca para que entraran los animales
que se habían de salvar del diluvio, en los que se simbolizaba la Iglesia. Por
esta razón fue hecha la primera mujer del costado de Adán dormido, y este
segundo Adán, inclinando la cabeza, durmió en la cruz, para que fuese formada
su esposa y saliera de su costado durante su sueño. ¡Oh muerte que a los
muertos resucitas! ¿Qué hay más puro que esta sangre? ¿Qué más saludable que
esta herida?
Crisóstomo, ut supra
Como de aquí toman origen los
sagrados misterios, cuando te acercares al tremendo cáliz, acércate como si
fueras a beber del costado de Cristo.
Teofilacto
Avergüéncense los que en el
sagrado sacrificio rehusan mezclar el agua con el vino, dando a entender que no
creen que del lado de Cristo fluyó agua. Puede haber quien calumniosamente diga
que algún resto de vida quedaría en el cuerpo de Cristo, y que por esto brotó
sangre, pero el manar agua es una prueba irrefutable contra este argumento.
Esta es la razón por qué el Evangelista añadió: "Y el que lo vio dio
testimonio".
Crisóstomo, ut supra
Como si dijéramos: No lo oyó a
otro, sino que lo vio por sí mismo y es verdadero su testimonio, lo que añadió
con razón, contando la injuria hecha a Cristo y dando éste señal admirable para
llamar la atención. También lo dijo para que enmudecieran los herejes, y para
profetizar futuros misterios que se ocultaban bajo este tesoro.
Sigue: "Y él sabe que dice
verdad, para que vosotros creáis".
San Agustín, ut supra
Lo dice quien lo vio, para que
crea el que no lo vio. Dos testimonios cita de las Escrituras sobre estos
acontecimientos; pues el que había dicho: "No quebraron a Jesús las
piernas", añadió: "Esto sucedió para que se cumpliese la Escritura,
que dice: No desmenuzaréis ninguno de sus huesos" ( Ex 12,46), etc. Este precepto había sido dado en la
antigua Ley a aquellos que inmolaban el cordero, que fue la figura de la Pasión
del Señor. Uno de los soldados abrió su costado con una lanza, y a esto se
refiere el otro testimonio, que dice: "Y otro pasaje de la Escritura dice:
ellos dirigieron su mirada al que atravesaron", cuyas palabras contienen
la promesa de Cristo que había de ser crucificado en su propia carne.
San Jerónimo
Este testimonio está tomado de
Zacarías ( Zac 12,10).
Después de esto, José de Arimatea
(que era discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo a los judíos) rogó a
Pilatos que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Y Pilatos se lo permitió.
Vino, pues, y quitó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que había ido primeramente
de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección, como de cien libras,
de mirra y de áloe. Y tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos
con aromas, así como los judíos acostumbran a sepultar. Y en aquel lugar, en
donde fue crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el
que aun no había sido puesto alguno. Allí, pues, por causa de la Parasceve de
los judíos, porque estaba cerca el sepulcro, pusieron a Jesús. (vv. 38-42)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Creyendo José que se había
calmado el furor de los judíos al ser crucificado Cristo, se acercó
confiadamente para procurar su descendimiento de la cruz y su entierro.
"Después de esto, José de Arimatea rogó a Pilato", etc.
Beda
Arimatea es la misma Rámatha,
pueblo de Helcana y de Samuel. Providencialmente dispuso el cielo que fuera un
justo el que mereciese recibir el cuerpo del Señor. Por eso se dice: "Por
cuanto era discípulo de Jesús", etc.
Crisóstomo, ut supra
No de los doce, sino de los
setenta; pero ¿cómo no se acercó ninguno de los doce? Si alguno alegaba como
causa el temor a los judíos, también éste tenía la misma causa, y por eso dice
que se ocultaba por temor a los judíos. Pero era muy noble y conocido de
Pilato, por lo que consiguió la gracia que sigue: "Y dio permiso
Pilato", y él le enterró, no como sentenciado, sino como personaje
célebre. Sigue: "Vino, pues, y se llevó el cuerpo de Jesús".
San Agustín, De cons. Evang, 3, 22
En este postrer deber de
sepultura se preocupa menos de los judíos que cuando solía guardarse de sus
asechanzas para oír al Señor.
Beda
Aplacada generalmente la ira de
los judíos, porque se alegraban de haber triunfado de Cristo, pidió su cuerpo,
porque en ello no se veía la razón de discípulo, sino la caridad de cumplir con
los oficios de sepultura, cosa que los hombres, buenos y malos, suelen hacer.
Se le une también Nicodemo, y por eso sigue: "Nicodemo, el que había ido
primeramente de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección, como de
cien libras, de mirra y de áloe"
San
Agustín, in Ioannem, tract., 120
La palabra primeramente no se refiere al hecho de haber llevado primero
la mixtura de la mirra, pues no debe unirse a trayendo una confección, etc., sino que pertenece al verbo anterior:
"el que había ido primeramente de noche a Jesús", lo cual refiere San
Juan en los primeros capítulos de su Evangelio. Se entiende que, en aquella
oportunidad, vino por primera vez y que después volvió a venir varias veces
para hacerse discípulo de Cristo. Los aromas que llevaron son los más a
propósito para preservar el mayor tiempo posible el cuerpo de la corrupción.
Todavía consideraban a Jesús como simple hombre y, sin embargo, le demostraban
tanto amor.
Beda
Es de notar que sería
simplemente un ungüento, por no tener permiso para confeccionarlo de diferentes
aromas.
Sigue: "Tomaron, pues, el
cuerpo de Jesús y lo vendaron", etc.
San Agustín, ut supra
Sobre esto advierte el
Evangelista que debe respetarse la costumbre que en cada nación se observa
respecto a la sepultura de los muertos. Era costumbre de aquella nación el
embalsamar con varios aromas los cuerpos de los muertos, para conservarlos
íntegros el mayor tiempo posible.
San Agustín, De cons. Evang, 3, 23
En esto no está San Juan en
oposición con los demás Evangelistas, porque los que no hicieron mención de
Nicodemo no afirmaron que el Señor fuese enterrado solamente por José de
Arimatea. Aunque otros sólo hicieran mención de él diciendo que fue envuelto
por José en una sábana, no quisieron dar a entender que Nicodemo no trajera
otra, y resultará cierto lo que dice San Juan, que no fue envuelto en una
sábana, sino en sábanas. Acerca del sudario y de las vendas con que todo el
cuerpo estaba envuelto (porque todo era de lino), aun cuando hubiera sido una
la sábana, pudo decirse con mucha verdad que fue envuelto en linos, porque
generalmente así se llama lo que se teje de lino.
Beda
De aquí viene la costumbre de
la Iglesia de consagrar el cuerpo de Jesús, no sobre telas de seda bordadas de
oro, sino sobre sábana limpia.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Como urgía el tiempo (pues
Cristo había muerto a la hora de nona y la tarde avanzaba mientras se hicieron
las diligencias de obtener el permiso de Pilato y descender a Cristo de la
cruz), por eso le colocaron en el sepulcro inmediato. Y así dice: "Había
un huerto en el lugar donde fue crucificado, y en el huerto un sepulcro
nuevo", lo que sucedió por disposición divina para que, no habiendo
enterrado con El ningún otro cadáver, no pudiera suponerse que la resurrección
sea de otro que Jesucristo.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 120
Así como en el seno de la
Virgen María no fue concebido otro que Jesús, así en este sepulcro, ni antes ni
después, fue enterrado nadie.
Teofilacto
Este sepulcro nuevo es una
figura mística de que la sepultura de Jesús es nuestra restauración sobre las
ruinas de la muerte y de la corrupción. Observad la gran pobreza con que el
Señor fue enterrado, pues el que en su vida no tuvo casa, en su muerte es
enterrado en sepulcro ajeno, cubriendo José su desnudez.
Sigue: "Allí, pues, porque
era el tiempo de la Parasceve, pusieron a Jesús en aquel sepulcro, que estaba cerca".
San Agustín, ut supra
El Evangelista quiere dar a
entender que se aceleró el acto de darle sepultura, a fin de que tuviese lugar
antes de anochecer, desde cuyo momento no se habría obtenido permiso por la Parasceve (que los judíos llaman cena sencilla en términos
latinos).
Crisóstomo, ut supra
El sepulcro estaba próximo para
que los discípulos pudieran acercarse con facilidad y ser testigos de lo que
ocurría, y para que también lo fueran hasta los mismos enemigos guardianes del
sepulcro, a fin de que se comprobara la falsedad de la suposición de un robo.
Beda
En sentido místico el nombre
José se interpreta Aumentado, por el aumento de las buenas obras, cuya práctica se nos aconseja
para que merezcamos recibir dignamente el cuerpo del Señor.
Teofilacto
Ahora, pues, considera cuánto
mortifica a Cristo el que es avaro con los pobres que padecen hambre. Sé tú,
pues, también José y cubre la desnudez de Cristo, no una vez, sino con
frecuencia, en el fondo de tu meditación. Cúbrela ungiéndole con la amargura de
la mirra y aloe, considerando aquella sentencia que no puede ser más amarga:
"Id, malditos, al fuego eterno" ( Mt 25,41).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)