Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:Nos muestra el Evangelio la tristeza que tenían los discípulos ante lo que nuestro Señor les había anunciado; les había dicho que serían perseguidos, que el mundo los oprimiría, al igual que Él lo era y que por ese acoso moriría en la Cruz. También estaban tristes porque sabían que Él se iba, como hace notar San Agustín, que partía hacia el Padre, doble tristeza si bien se la mira. Y nuestro Señor, que sabe muy bien que la congoja no es buena para nada –la única buena es la de haber pecado, de haber ofendido a Dios–, pero toda otra es mala, destruye el alma, la imposibilita aun del bien obrar y por eso no quiere que sus discípulos estén apenados, sino lo contrario; que aceptando con fe todo lo anunciado vean incluso lo bueno que hay en ese mal aparente, tanto de su Pasión y muerte como de su partida al cielo después de su resurrección.
Por medio de la Cruz nuestro Señor vence al demonio, a Satanás, lo derrota y nos abre las puertas del cielo. Ya ha quedado juzgado el mundo, y aunque parezca triunfante, no son más que patadas de ahogado, por eso nuestro Señor dice que el mundo ya está sentenciado, ya está derrotado. En cuanto a su partida, conviene que Él suba al Padre para que desde allí mande el Espíritu de verdad, el Espíritu Santo. Él tenía mucho que decir, pero lo deja para que lo sugiera el Espíritu Santo a la Iglesia. Lo niegan los protestantes, que se atribuyen personalmente a cada uno e interpretan la Biblia de acuerdo con su libre albedrío, como si fueran infalibles; niegan esa infalibilidad y divinidad al Magisterio de la Iglesia católica y la convierten en un ente invisible; por eso no aceptan la jerarquía, el gobierno, el papado ni el sacerdocio de la Iglesia.
Nuestro Señor anuncia la conveniencia de que Él se vaya para que venga ese Espíritu de verdad, el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, lo que hace Santa a la Iglesia. Por tanto, es inadmisible una Iglesia imbuida de error, es una contradicción. Pero vaya si no vemos errores en la que se anuncia al mundo como Iglesia católica y que es imposible, ya que la Iglesia es de Dios y reina en ella el Espíritu de verdad y no el de herejía, de apostasía.
En estos tiempos la gran artimaña de Satanás consiste en mezclar el bien y el mal, el error y la verdad, por eso toda autoridad, jerarquía, sacerdocio, ministerio y toda evangelización si no proclaman la verdad, límpidamente claudican. Hoy la catequesis, la evangelización, el ministerio, adolecen de confusión mezclando error y verdad y eso no es ni puede ser la palabra de Dios, la palabra del Espíritu de verdad; por eso se requiere rechazar frontalmente toda equivocación que no es de Dios ni de la Iglesia. Aunque se adjudiquen e invoquen la investidura y el mando, ilegitiman la autoridad misma cuando no está al servicio de la verdad. Cosa tan cierta en el orden jurídico natural como en el jurídico sobrenatural.
Por eso son inválidas esas excomuniones contra los paladines de la verdad y de la Tradición, como fueran Monseñor Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer. Si alguien está excomulgado son los otros; que no se pavoneen con la autoridad que usurpan y no funciona al servicio de la verdad; hay que decírselo al mismo Papa, porque no se puede pontificar en el error, no se puede ser Sumo Pontífice en medio de una Iglesia que proclama la confusión; pero hacen falta obispos, doctores que increpen para que las cosas se clarifiquen de una vez, por lo menos para aquellos que son los hijos de la luz.
Desafortunadamente falta lucidez, inteligencia, sabiduría y virilidad, pantalones, firmeza, todas estas virtudes que la Iglesia siempre proclama. Fuerza que se nos da en abundancia con la confirmación; de sabiduría, de inteligencia. Porque la Iglesia no es ignorante, estúpida, idiota; esas son las secuelas del pecado, la insensatez, la ignorancia, la falta de inteligencia, de sabiduría. Por eso nuestro Señor promete el Espíritu de verdad, invisible hoy en el mundo. Es lamentable constatarlo.
¿Por qué el mundo y la Iglesia o los hombres de Iglesia andan como andan? El que no es homosexual es afeminado, vive en concubinato o simplemente lo que le interesa es vivir bien como “Sancho Panza” y ser tratados como monseñores, reverendos, pero les importa un rábano la verdad; no son capaces de morir por ella ni la conocen, porque niegan las verdades más elementales del catecismo e invitan en nombre de la libertad religiosa a prostituirse con los jefes de las falsas religiones. Ejemplo abominable y repetido y nadie quiere darse cuenta. Qué es si no una gran apostasía, una pérdida de fe como ya lo anunciara nuestro Señor: “¿Acaso encontraré fe cuando vuelva?”.
Pues justamente en esas estamos, pérdida de la fe por culpa y complicidad de aquellos que la debieran defender; así son las cosas si las miramos a la luz de la fe sobrenatural. Lo demás son componendas, diplomacias, maquillajes para ocultar el error y hacerlo pasar por verdad. Se necesitan sacerdotes que no teman decir la verdad, que no sean timoratos. Más valen unos pocos sinceros que millones de los otros. El Espíritu de verdad debe reinar en la Iglesia, esa es la necesidad que les quiere hacer ver nuestro Señor a los apóstoles para que dejen esa tristeza que no conduce a nada ya que ese aparente mal y abandono será reduplicado por el Espíritu de verdad, el Espíritu Santo que es el alma de la Iglesia católica, apostólica y romana. Nuestro Señor les hace ver entonces la inutilidad de entristecerse.
Esto nos sirve para no entristecernos al ver el estado deplorable y de persecución. Los apóstoles serían excomulgados de la sinagoga, los verdaderos discípulos de los últimos tiempos son anatematizado. ¿No es ese el argumento que han esgrimido contra monseñor Lefebvre?, ¿no es ése el que ha hecho claudicar a los padres de Campos que no han sabido ser fieles discípulos de monseñor De Castro Mayer y han caído en el complejo estúpido de sentirse acusados por aquellos que persiguen la verdad, al margen de la Iglesia, de la necesidad de querer ser reconocidos por la Iglesia? Pero, ¿por cuál Iglesia? Hay que ser muy bobos y tontos, yo no tengo por qué sentirme al margen de la Iglesia si soy fiel a nuestro Señor, ni que me reconozcan como católico aquellos que hacen las obras de Judas y Satanás, del anticristo. Eso hay que tenerlo claro porque de ello depende nuestra constancia y nuestra perseverancia.
Se acordarán de mí, porque todos los que lo han hecho, ha sido a la larga o a la corta por el mismo motivo; por eso nuestro Señor advierte el ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Palomitas solas no sirven. Astutos como serpientes, y sagaces, porque estamos en medio de lobos. Pero también mansos y humildes como palomas, doble aspecto. Dice un dicho muy castizo, “A Dios rogando y con el mazo dando”; hay que esperar como decía San Agustín, que todo venga de Dios, pero hacer de nuestra parte como si todo dependiera de nosotros. Ese es el esfuerzo que hay que hacer para permanecer en la fidelidad, para que así nuestro Señor nos diga en la hora de la muerte, “siervo fiel, has sido bueno y fiel en lo poco, ahora lo serás en lo mucho”.
Dice nuestro Señor que en cuanto al pecado serán juzgados, recriminados todos los que no han creído en Él, pecado de incredulidad; en cuanto a la justicia porque va al Padre, y sólo va al Él quien es justo y nuestro Señor fue tachado de injusto, de demoniaco, de diabólico por los fariseos. Entonces se restablecerán todas las cosas aunque por ahora no las veamos. El mundo y Satanás están vencidos y juzgados; no somos de este mundo, vivimos en él pero no pertenecemos a él; somos de Dios y nuestra mira está en el cielo, nuestra verdadera patria, y no en esta mísera tierra como muchos exclusivamente parecen creer y que por eso olvidan su destino celestial, sobrenatural. La Pascua nos lo recuerda con insistencia para que no nos equivoquemos de morada.
Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, consolidarnos en la firmeza que Ella tuvo a través de todos los dolores de la Pasión de Su Hijo y que podamos permanecer con Ella en integridad sobrenatural y no claudicar, siendo siempre fieles a la Iglesia católica y a nuestro Señor Jesucristo. +
PADRE BASILIO MÉRAMO
28 ABRIL DEL 2002