San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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jueves, 9 de abril de 2020

Jueves Santo, Misa IN CENA DOMINI (Institución de la SAGRADA EUCARISTIA)



Tomado de la Catena Aurea, de Santo Tomás de Aquino.
Evangelio según San Juan, Cap. 13, 1-15

Jn 13,1-5 -


Antes del día de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que llegó la hora en que pasara de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, les amó hasta el fin. Y hecha la cena, habiendo ya el diablo inspirado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariotes, que lo entregase, sabiendo que el Padre lo había entregado a su potestad y que de Dios salió y a Dios va, se levanta de la cena y depuso sus vestiduras; y tomando un paño se ciñó con él; después echó agua en una jofaina y empezó a lavar los pies de sus discípulos y a limpiarlos con el paño que se había ceñido. (vv. 1-5)
Teofilacto.
Como el Señor iba a emigrar de la presente vida, explica la amistad que profesaba a los suyos, por lo cual dice: "Antes del día festivo de la Pascua, sabiendo Jesús", etc.
Beda.
Los judíos tenían ciertamente muchas festividades, pero ninguna era tan insigne y celebrada como la festividad de la Pascua, por lo que dice expresivamente: "Antes del día festivo de la Pascua".
San Agustín In Ioannem tract., 3, 55
Pascua no es, como creen algunos, nombre griego, sino hebreo. Y muy oportunamente se da en ambas lenguas, respecto de esta palabra, cierta coincidencia de significación, porque en griego paschein significa padecer, y de aquí que Pascua quiera decir pasión, derivando este nombre de aquel verbo. Y en su lengua, o sea la hebrea, Pascua es tránsito, por la razón de que los judíos la celebraron por primera vez cuando habiendo salido de Egipto atravesaron el mar Rojo 1. Y ahora aquella figura profética se completa en la realidad, porque Cristo es conducido al sacrificio como un cordero, con cuya sangre, pintadas nuestras puertas (esto es, hecho el signo de la cruz en nuestras frentes), somos libres de la perdición de esta vida, como aquellos de la cautividad egipcia. Y verificamos un tránsito en sumo grado saludable, pasando a Cristo desde el poder del diablo, y desde esta vida transitoria a aquel reino lleno de poderío. Por eso el evangelista, queriéndonos dar la interpretación de esta palabra Pascua, dice: "Sabiendo que llegó la hora en que había de pasar de este mundo al Padre"; he aquí la Pascua, he aquí el tránsito.
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
No es que antes no lo supiera, sino desde antes. El tránsito es su muerte.
Cuando había de abandonar a sus discípulos, les demuestra superior amor. Y esto es lo que dice: "Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin"; esto es, no dejó de practicar ninguna de aquellas cosas que debe hacer el que mucho ama. No hizo todas estas cosas desde un principio, pero a fin de aumentar la familiaridad y prepararles el consuelo para las cosas que habían de suceder posteriormente, añadió mayores muestras de amor. Los llama aquí suyos en razón a la familiaridad, porque en razón a la condición llama también suyos a otros. Así, cuando dice ( Jn 1,11): "Y los suyos no lo recibieron". Añade también "que estaban en el mundo", porque había otros suyos difuntos (Abraham, Isaac y Jacob), pero no estaban en el mundo. A los suyos que estaban en el mundo, los amó continuamente, y al fin los amó con dilección perfecta. Esto es lo que significa "al fin los amó".
San Agustín ut supra.
Los amó al final, para que por este amor pasasen de este mundo a El, que era su cabeza. ¿Qué fin es éste sino Cristo? Porque el fin de la ley es Cristo, fin que perfecciona a todo creyente ( Rom 10,4), conduciéndolo a la justicia y no a la muerte. Paréceme, pues, que estas palabras puedan tomarse en significado humano, esto es, que Cristo amó a los suyos hasta el momento de su muerte. Pero no se entienda que este amor termina en la muerte de Aquel que no termina por la muerte. A no ser que se haya de entender así: los amó hasta la muerte, esto es, el amor de ellos lo condujo a la muerte.
Y sigue: "Hecha la cena", esto es, confeccionada y puesta en la mesa para el servicio de los convidados. Lo de hecha la cena no debe tomarse en el sentido de que ya estuviese consumida o terminada, porque todavía se estaba cenando cuando se levantó y lavó los pies a los discípulos; porque después volvió a sentarse y dio al traidor el bocado de pan. Al decir: "Habiendo ya el diablo inspirado en el corazón", etc., si quieres averiguar qué es lo que inspiró en el corazón de Judas, te diré que el hacer entrega de El. Esta tentación espiritual se llama sugestión. El diablo inspira sugestiones y las mezcla con los pensamientos humanos. Estaba ya decidido en el corazón de Judas, por la sugestión del diablo, el entregar a su Maestro.
Crisóstomo ut supra.
Aquí el evangelista, lleno de admiración, introduce en la narración el hecho de que el Señor lavó los pies de aquel que ya había determinado entregarlo. Manifiesta también la maldad del traidor, a quien ni siquiera detuvo la comunidad en la misma mesa, cosa que fue siempre obstáculo para cometer alguna maldad.
San Agustín ut supra.
Habiendo de tratar el evangelista de la humildad del Señor, primero quiso encomiar su grandeza, y a esto se refiere lo que añade: "Sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas bajo su potestad", etc. Entre esas cosas estaba el mismo traidor.
San Gregorio Moralium 3, 12
Sabía, por lo tanto, que había recibido bajo su potestad hasta a los mismos perseguidores, a fin de torcer hacia la piedad la malicia de aquellos que El había permitido en contra de sí mismo.
Orígenes In Ioannem tom. 32
Todas las cosas le habían sido entregadas por el Padre bajo su potestad, esto es, bajo su operación y poderío. "Mi Padre, dijo, ha obrado hasta ahora ( Jn 5,17), y yo también obro". El Padre puso bajo su poder todas las cosas, para que todos estuviesen a su servicio.
Crisóstomo ut supra
Aquí, por entregar, se significa la salvación de todos los fieles, y cuando oyereis esta palabra, no la interpretéis en sentido humano. Es aquí la gloria del Padre y su unión con el Hijo, porque así como el Padre le entregó todas las cosas, El se entregó al Padre. Por donde San Pablo dijo ( 1Cor 15,24): "Cuando hubo entregado el reino a Dios y al Padre".
San Agustín ut supra
Sabiendo también que salió del Padre y a Dios va, ni por eso dejó a Dios cuando de El salió, ni a nosotros al volver a El.
Teofilacto
Por lo mismo que el Padre confió a su poder todas las cosas (esto es, la salvación de los fieles), juzgaba conveniente manifestarles todas aquellas cosas que respectan a la salvación. Sabiendo que de Dios salió y a Dios va, no podía de ninguna manera considerar su gloria disminuida con lavar los pies a sus discípulos. Ni tampoco usurpó gloria alguna, porque aquellos que usurpan algún honor, no condescienden con nada, no sea que pierdan lo que usurparon sin derecho.
San Agustín ut supra
Y habiendo puesto el Padre todas las cosas en sus manos, El lavó a sus discípulos, no las manos, sino los pies. Y sabiendo que había salido de Dios y a Dios iba, ejerció los deberes, no de Dios Señor, sino de hombre siervo.
Crisóstomo ut supra
Esto era lo digno, supuesto que salió de Dios y a Dios iba, el destruir toda soberbia. De aquí sigue: "Se levantó de la cena y depuso las vestiduras, y tomando un paño, se ciñó con él; después echó agua en una jofaina y empezó a lavar los pies de los discípulos y a limpiarlos con el paño que se había ceñido". Considérese cuánta humildad manifestó, no sólo lavando los pies, sino en otro concepto; porque se levantó, no cuando estaban para sentarse, sino cuando ya todos se habían sentado. Además, no sólo lavó, sino que dejó sus vestiduras, se ciñó con un paño y llenó la jofaina y no mandó que otros la llenaran, sino que por sí hizo todas estas operaciones, enseñando con cuánto cuidado debían hacerse todas estas cosas.
Orígenes ut supra
En sentido místico, el almuerzo, que es la primera comida, es también conveniente para aquellos que están en los principios de la vida espiritual que se simboliza en la presente vida; mas la cena es la última comida, que sólo se sirve a los que han progresado más en ella. También se puede entender de otra manera, diciendo que el almuerzo es la comprensión de las Escrituras antiguas, y la cena simboliza los misterios que se encierran en el Nuevo Testamento. Paréceme que aquellos que cenan en compañía de Cristo y han de convivir con El en el último día de la vida presente, necesitan ser lavados, no ciertamente en cuanto a las partes (si así puede decirse) primeras del cuerpo y del alma, sino en cuanto a las más inferiores, que necesariamente se ligan a la tierra. Dice que empezó (puesto que después dio la última mano al lavatorio) a lavar los pies de sus discípulos, porque estaban manchados según aquello de San Mateo ( Mt 26,13): "Todos vosotros os escandalizaréis esta noche en mí". Después completó la operación de lavarlos, para purificarlos y que después no volviesen a mancharse.
San Agustín ut supra
Dejó sus vestiduras el que siendo Dios se anonadó a sí mismo. Se ciñó con una toalla el que recibió forma de siervo. Echó agua en la jofaina para lavar los pies de sus discípulos, el que derramó su sangre para lavar con ellas las manchas del pecado. Limpió con el paño los pies que había lavado, el que confortó los pasos de los evangelistas con la carne de que estaba revestido. Y, para ceñirse con el paño, dejó primero las vestiduras que tenía. Mas para tomar la forma de siervo, cuando se humilló hasta la nada, no dejó lo que tenía, sino que tomó lo que no tenía. Para ser crucificado tenía que ser despojado de sus vestiduras; después de muerto envuelto en sábanas, y toda su pasión tenía que servir para purificarnos.
Notas
1. El vocablo pascua viene del hebreo pésaj. La voz se deriva de pásaj: pasar, saltar, que el AT relaciona con el paso del Señor en Egipto. El NT se refiere normalmente a la pascua con el término pasca , que es la transliteración griega del término arameo correspondiente. En el NT aparece junto con el verbo pascein , padecer, en Lc 22,15, aunque no parece haber una relación lingüística directa.

Jn 13,6-11 -


Vino, pues, a Simón Pedro. Y díjole Pedro: "Señor, ¿tú me lavas los pies?" Respondió Jesús y dijo: "Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después". Díjole Pedro: "No me lavarás jamás los pies". Respondióle Jesús: "Si no te lavare, no tendrás parte conmigo". Díjole Simón Pedro: "Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza". Dícele Jesús: "El que ha sido lavado no necesita sino de que se lave los pies, porque está todo limpio; y vosotros estáis limpios, pero no todos"; porque sabía quién era el que lo había de entregar: por esto dijo no estáis todos limpios. (vv. 6-11)
Orígenes In Ioannem tom. 32
Como el médico que teniendo que atender a muchos enfermos empieza sus especiales cuidados por aquellos que están más graves, así también Cristo, al lavar los pies manchados de sus discípulos, empieza por aquellos que más contaminados estaban, y así llegó en último término a Pedro, que necesitaba menos que los otros del lavatorio de pies. Por esto dice: "Vino a Simón Pedro", que se resistía a ser lavado por la conciencia que tenía de que sus pies no estaban manchados. Y así continúa: "Y díjole Pedro", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 56.
¿Qué quiere decir aquí  ? ¿Qué quiere decir a  ? Estas cosas más bien pueden concebirse que expresarse, no sea que la lengua no sepa significar con dignidad lo elevado que el pensamiento haya concebido.
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
Y si Pedro estaba en primer término, habrá que decir que el traidor insensato se había colocado antes que él, lo que significó el evangelista diciendo: Empezó a lavar los pies, después vino a Pedro.
Teofilacto.
De donde se colige que no lavó a Pedro el primero. Y, sin embargo, ninguno de los otros discípulos pretendería ser lavado antes que Pedro.
Crisóstomo ut supra.
Alguno deseará saber cómo ninguno de los otros se opuso al lavatorio, sino sólo Pedro, lo cual era signo no pequeño de amor y de modestia. De esto parece deducirse que antes de Pedro sólo fue lavado el traidor, y que después llegó a Pedro, y que, por otra parte, los demás discípulos quedaron reprendidos en él. Porque si hubiera empezado el lavatorio por cualquiera de los otros, todos lo hubieran rehusado y dicho lo que dijo Pedro.
Orígenes ut supra.
Todos exhibían sus pies, considerando que maestro tan sabio no lavaría sus pies sin razones de mucho peso. Sólo Pedro, posponiendo todas las razones a la veneración que profesaba a Jesús, no se prestaba a que sus pies fuesen lavados. Y, en efecto, la Escritura nos da a conocer frecuentemente a Pedro como el más entusiasmado para inculcar lo que parece mejor o más útil.
San Agustín ut supra.
No debemos creer que Pedro desaprobase y recusase entre todos una acción que ya los demás habían permitido de buen grado antes de él. Y así, no puede entenderse que ya otros hubiesen sido lavados antes que él, y que Jesús llegase a él después de los otros (¿quién ignora que Pedro era reputado como el primero de los apóstoles?), sino que empezó por él. Así, cuando empezó a lavar los pies, vino a aquel por el cual empezó (esto es, Pedro), y entonces Pedro rehusó maravillado una acción que cualquier otro hubiera rehusado.
Prosigue: "Respondió Jesús, y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después".
Crisóstomo ut supra.
Es ésta la humildad de su enseñanza; y, como la humildad, basta para llevarnos a Dios.
Orígenes ut supra.
O bien insinúa el Señor que en esto había misterio. Lavando y secando sus pies, los tornaba purificados, a ellos, que debían predicar la santidad ( Rom 10; Is 52), para que puedan enseñar el camino santo y marchar por aquel que dijo: "Yo soy el camino" ( Mt 14,6). Convenía que Jesús, deponiendo sus vestidos, lavase los pies de sus discípulos, para limpiar más a los que ya estaban limpios. O a fin de tomar sobre sí en su propio cuerpo la inmundicia de los pies de sus discípulos, mediante el paño que tenía rodeado, porque El echó sobre sí todas nuestras debilidades. Obsérvese que, debiendo lavar los pies de los discípulos, no quiso elegir otra oportunidad sino cuando el diablo ya había entrado en el corazón de Judas para que lo entregase a sus enemigos, cuando estaba próximo su sacrificio en favor de los hombres. Porque antes de esto no era oportuno el que Jesús lavase a sus discípulos los pies. ¿Quién hubiera lavado sus pies y sus manchas en el tiempo que mediaba hasta la pasión? Pero ni aun en el tiempo de la pasión, porque no había otro Jesús que lavase sus pies; ni aun tampoco después de la pasión, porque entonces, por la venida del Espíritu Santo, fueron lavados sus pies. Así, pues, de este misterio (dijo el Señor a Pedro) tú no eres capaz, pero ya lo entenderás cuando suficientemente ilustrado lo comprendieres.
San Agustín ut supra.
Sin embargo, él, asombrado ante la grandeza del Señor, no permitía que se hiciera aquello cuya razón ignoraba, sin que pudiera tolerar que la humildad del Señor llegase hasta lavarle los pies. Y así sigue: "Dícele Pedro: No lavarás jamás mis pies", esto es, jamás lo permitiré, porque se dice que jamás se hará una cosa, cuando nunca se hace.
Orígenes In Ioannem hom., 32.
De esto podemos tomar ejemplo, cuán posible sea adoptar una resolución como justa, y decir por ignorancia aquello que va contra nuestros intereses. Porque Pedro, ignorando la conveniencia del acto, primeramente casi avergonzado y con mucha suavidad dice: "Señor, ¿me vas tú a lavar los pies?"; pero luego dice: "Tú, jamás me lavarás los pies", lo cual era impedir la obra que lo llevaría a tener parte alguna con Jesús. Con lo cual arguye, no solamente a Jesús que lavaría a sus discípulos los pies sin deber hacerlo, sino también a sus compañeros, que se prestan a ser lavados indignamente. Mas como la respuesta de Pedro le era perjudicial, no permitió Jesús que se realizase su deseo. Así prosigue: "Díjole Jesús: Si no te lavare los pies, no tendrás parte conmigo".
San Agustín ut supra.
Al decir si no te lavare, tratándose sólo de los pies, es lo mismo que decir: me pisas, siendo sólo la planta del pie la que pisa.
Orígenes ut supra.
A los que no quieren explicar este y otros puntos semejantes en sentido figurado o en la esfera moral, no se les alcanza como probable siquiera el que no tuviese parte con el Hijo de Dios aquel que dijo con reverencia: "No me lavarás jamás los pies", como si el no dejar que le lavase los pies fuese un crimen. Pero para esto debemos dejarnos lavar los pies, esto es los afectos del alma, a fin de que sean embellecidos. Y en primer lugar, para ser enumerados entre los que evangelizan las buenas doctrinas, trabajamos por adquirir los dones sublimes.
Crisóstomo ut supra.
No dijo la razón por la que obraba así, sino que formuló una amenaza, porque de otra manera no se hubiera persuadido. Cuando Pedro oyó: "Lo sabrás después", no contesta: enséñamelo, pues, y te lo permitiré, sino que lo permitió desde el punto en que fue amenazado en lo que más él temía (a saber, ser separado de El).
Orígenes ut supra.
Usamos de esta frase contra aquellos que proyectan llevar a cabo determinaciones que no les son provechosas, porque manifestándoles que no tendrán parte con Jesús en tanto que persistan en su soberbia decisión, los conminamos que no perseveren en su mal concebido proyecto, aun cuando lo hubieren ratificado con juramento.
San Agustín ut supra.
El, confundido entre el amor y el temor, más se horrorizó de no tener parte con Cristo, que de que Este le lavase los pies humildemente. Por lo cual sigue: "Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza".
Orígenes ut supra.
Jesús no quería lavar las manos, despreciando aquello que decían sus enemigos ( Mt 15,2) (porque tus discípulos no se lavan las manos cuando comen). No quería sumergir la cabeza, porque en ella reside la imagen y la gloria del Padre. Le bastaba que le presentasen los pies. De donde sigue: "Díjole Jesús: Quien fue lavado, no necesita sino que se le laven los pies, porque está todo limpio".
San Agustín.
Todo, excepto los pies; o lo que es lo mismo, sólo necesita lavarse los pies. Porque el hombre, por el bautismo, no queda todo lavado menos los pies, sino que queda lavado por completo. Sin embargo, viviendo en lo sucesivo entre las cosas humanas, pisa con ellos la tierra. Así, pues, los afectos humanos, sin los que no se puede vivir en esta vida mortal, simbolizan los pies. Y, en esta vida, de tal modo somos afectados por las cosas humanas, que si dijéramos que éstas no nos afectaban, nos engañaríamos a nosotros mismos, afirmando que no tenemos pecado ( 1Jn 1,8). Mas si confesamos nuestros pecados, Aquel que lavó los pies a sus discípulos nos los perdona, hasta los pies, con los cuales comunicamos con la tierra.
Orígenes ut supra.
Creo imposible que no se contaminen las partes inferiores del alma, por muy perfecto que cualquiera se crea en cuanto a hombre. Porque muchos, después del bautismo, se llenan del polvo de las maldades hasta la cabeza. Pero los que son sus discípulos, con justo título no necesitan ser lavados sino en sus pies.
San Agustín Ad Seleucianum epist. 118.
De esto que aquí se dice, se deduce que San Pedro ya estaba bautizado. Entendemos también que sus discípulos mediante los cuales bautizaba, lo estaban a su vez; o bien con el bautismo de Juan, como algunos creen, o bien, como es más creíble, con el bautismo de Cristo. Puesto que no desdeñó el ministerio de bautizar con el fin de tener siervos bautizados que pudiesen bautizar a los otros, Aquel que no faltó al ministerio de la humildad cuando les lavó los pies. Por esto prosigue: "Y vosotros estáis limpios, pero no todos".
San Agustín In Ioannem tract., 58.
No preguntemos qué sea esto, cuando el mismo evangelista lo dice claramente a continuación: "Pues sabía quién era el que había de entregarle; por lo mismo dijo: No todos estáis limpios".
Orígenes ut supra.
Cuando dice "Vosotros estáis limpios", se refiere a los once. Y cuando añade "pero no todos", se refiere a Judas, que estaba manchado; en primer lugar, porque no atendía a los pobres, antes era ladrón; por último, porque habitaba el diablo en su corazón, a fin de que entregase a Jesús. Les lava los pies, aun estando puros, porque la gracia de Dios sobreabunda en las cosas necesarias, y, como dice San Juan: "Que el limpio se limpie más aún" ( Ap 22,11).
San Agustín ut supra.
O bien porque estando ya lavados sus discípulos no necesitaban sino de lavarse los pies, porque mientras el hombre vive en este mundo, parece que al tocar la tierra con sus pies atrae algo de ella con lo cual es manchado.
Crisóstomo ut supra.
O de otra manera: No dice que están limpios porque los juzgue libres de pecado antes del sacrificio, sino que se refiere a la claridad del entendimiento, porque ya estaban exentos del error judaico.

Jn 13,12-20 -


Luego que les lavó los pies, tomó sus vestidos; y cuando se hubo sentado, díjoles de nuevo: "¿Sabéis lo que he hecho con vosotros?; vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien: lo soy, en efecto: si pues yo, el Señor y Maestro he lavado vuestros pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies: os he dado el ejemplo, para que así como yo hice a vosotros, así también vosotros lo hagáis. En verdad, en verdad, os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que aquél que le envió. Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados practicándolas. No digo de todos vosotros: Yo sé a quiénes he elegido; sino que ha de cumplirse la Escritura. El que come pan conmigo, pondrá su pie sobre mí. Desde ahora os lo digo, antes de que suceda; para que cuando haya sucedido, creáis quien soy yo. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a aquél que yo enviaré, a mí me recibe, y quien me recibe, recibe a Aquel que me ha enviado". (vv. 12-20)
San Agustín ut supra.
Acordándose el Señor de que había prometido a Pedro la explicación del hecho realizado, diciendo "después sabrás" (qué es lo que yo he hecho), empieza ya a enseñarlo. Por esto se dice: "Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, y habiéndose sentado empezó a hablarles de nuevo en esta forma: Sabéis lo que he hecho con vosotros".
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Profiere estas palabras, o bien en tono interrogativo para encomiar la grandeza de su acción, o bien imperativamente para elevar sus entendimientos.
Alcuino.
En sentido espiritual, hecha la purificación de nuestra redención al derramar su sangre, tomó sus vestiduras cuando resucitó del sepulcro al tercer día, vestido ya con su mismo cuerpo inmortal, y al sentarse significó su ascensión al cielo para sentarse a la derecha del Padre, de donde ha de venir a juzgar.
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Hasta ahora no ha hablado sólo a Pedro, sino a todos. Como diciendo: "Vosotros me llamáis Maestro y Señor". Aquí aduce sus palabras propias, y después, para que no crean que se las aplican por favor especial, añade: "Y decís bien: lo soy en verdad".
San Agustín ut supra.
Se ha mandado al hombre ( Prov 27,2): "No te alabe tu propia boca, sino que te alabe la boca de tu prójimo", porque es peligroso que se complazca en sí mismo el que quiere evitar la soberbia. Mas aquel que está sobre todas las cosas, por mucho que se alabe, no se ensalzará demasiado, ni puede decirse rectamente que en Dios haya arrogancia. Porque el conocer a Dios aprovecha únicamente a nosotros, no a El; ni nadie lo conoce si El mismo no se da a conocer. Luego, si por huir de la arrogancia no se hubiese alabado, nos hubiera privado de su conocimiento. ¿Y cómo la verdad ha de temer incurrir en arrogancia? Nadie puede reprender el que se considere Maestro, aun el que sólo lo mire bajo el concepto del hombre, porque hay que conceder que aun los mismos hombres son llamados maestros, y toleran la denominación sin arrogancia en las artes que profesan. ¿Y podrá reprochársele el que se considere Señor de sus discípulos, tratándose de hombres que en el concepto vulgar carecían de ilustración? Porque cuando es Dios el que habla, nunca hay arrogancia en tanta excelsitud; nunca mentira en la verdad. El estar sometidos a tanta grandeza, el servir a la verdad, es para beneficio nuestro. Y así, "decís bien al llamarme Maestro y Señor, porque lo soy". Y si no lo fuera, diríais mal en lo que decís.
Orígenes ut supra.
No hacen bien en decir ( Mt 7,23): "Señor", aquellos a quienes se ha dicho: "Apartaos de mí, vosotros que obráis la iniquidad". Pero los apóstoles decían rectamente: Maestro y Señor. No dominaba en ellos la maldad, sino el Verbo de Dios.
"Si, pues, yo que soy Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavároslos mutuamente".
Crisóstomo ut supra.
Toma el ejemplo de cosas mayores, para que nosotros obremos en las menores. Porque ciertamente El es el Señor, y nosotros lo haremos con nuestros consiervos, si lo hiciéremos. Por eso añade: "Os he dado ejemplo, para que, así como yo lo he hecho con vosotros, vosotros también hagáis".
Beda.
Primeramente el Señor realizó en sus hechos lo que después enseñó con palabras, según aquello ( Hch 1,1): "El Señor empezó por obra".
San Agustín In Ioannem tract., 58.
Esto es, oh bienaventurado Pedro, lo que ignorabas; esto que prometió que después sabrías.
Orígenes ut supra.
Hay que considerar ahora si es de absoluta necesidad, para perfeccionarse en la doctrina de Jesús, el tomar como precepto absoluto el lavatorio sensible de los pies. Por esto dice: "Debéis lavaros mutuamente los pies". Pero esta costumbre, o no se practica, o se practica raras veces. 
San Agustín ut supra.
Existe entre muchos esta costumbre de humildad, cuando mutuamente se reciben en hospedaje. Y hacen esto los hermanos unos con otros aun de una manera visible. Y así será mejor, y sin género de controversia más conforme a la verdad, el que se haga de mano propia, para que ningún cristiano se desdeñe en hacer lo que practicó Cristo. Porque al inclinar la cerviz delante de un hermano, despertamos en su corazón los efectos de humildad, o si ya los tenía los hacemos más fervorosos. Pero, prescindiendo de este sentido moral, ¿podrá, acaso, alguien librar a su hermano del contagio del pecado? De esta manera, confesémonos mutuamente nuestros pecados; perdonémonos los unos las faltas de los otros; oremos mutuamente para que nos sean perdonados, y así mutuamente nos lavemos los pies.
Orígenes ut supra.
Este lavatorio espiritual de pies (del cual se ha hablado), no puede realizarse con perfección sino por el mismo Jesucristo, y de una manera secundaria por sus discípulos, a los cuales dijo: "Vosotros debéis lavaros mutuamente los pies". Jesús lavó los pies de sus discípulos como Maestro, y de sus siervos como Señor, porque el fin del Maestro es hacer a sus discípulos semejantes a El. Lo cual se ve en el Salvador con más claridad que en ningún otro maestro o señor, pues quiere que sus discípulos sean como su Maestro y Señor, no teniendo un espíritu de servidumbre, sino un espíritu de la filiación con el que claman: "Abba, Padre" ( Rom 8,15). Mas antes de hacerse semejantes a su Maestro y Señor, necesitan del lavatorio de pies, como discípulos imperfectos que conservan resabios del espíritu de servidumbre. Cuando, pues, alguno de ellos llegare al grado de maestro y señor, podrá entonces imitar al que lavó los pies de sus discípulos, y lavar los pies con la doctrina, como maestro.
Crisóstomo ut supra.
Aún los exhortaba a que lavasen los pies, cuando añadió: "En verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que el que le envió", como diciendo: "Luego, si yo he hecho estas cosas, con mayor razón conviene que vosotros las hagáis".
Teofilacto.
Aconseja aquí a los discípulos por necesidad, dado que ellos habían de llegar a las dignidades, unos en un grado, otros en otro. Y para que no se encelen mutuamente, les serena las conciencias.
Beda.
Porque el conocer el bien y no ejercerlo, no es cosa que pertenece a la felicidad, sino a la condenación, según aquello ( Stgo 4,17): "Al que conoce el bien y no lo practica, el pecado está con él", y añade: "Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados al ejecutarlas".
Crisóstomo ut supra.
Porque el saber es propio de todos, pero el obrar no es de todos. Después reprendió al traidor, no de una manera clara, sino velando las palabras, cuando añadió: "No hablo de todos vosotros".
San Agustín In Ioannem tract., 59.
Como diciendo: entre vosotros hay quien no será bienaventurado, ni obrará aquellas cosas. Yo sé a quiénes he elegido. ¿A quiénes sino a aquellos que serán bienaventurados haciendo lo que El manda? Luego Judas no es de los elegidos. Cómo, pues, dice en otro lugar ( Jn 6,71): "¿Acaso yo no os he elegido a los doce?". Es porque él fue elegido, para otra cosa necesaria, pero no para la bienaventuranza acerca de lo que se dice: "Bienaventurados seréis si hacéis estas cosas".
Orígenes In Ioannem tract., 32.
No creo que pueda rectamente referirse la frase "No lo digo de todos vosotros", a aquella otra de "Seréis bienaventurados si hacéis estas cosas", porque todo esto puede aplicarse a Judas como a cualquier otra persona, al decir "Bienaventurado será el que haga estas cosas". Así esta frase debe relacionarse con aquella otra ( Jn 13,16): "No es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que el que le envió"; porque Judas como era siervo del pecado, no lo era del Verbo de Dios; ni apóstol, pues el diablo había penetrado en su corazón. Y así, conociendo el Señor a los suyos, no conoce a los que no lo son. Por esto no dice yo conozco a todos los presentes, sino "Yo conozco a los que he elegido", como diciendo: conozco a mis elegidos.
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Después, para no llenar de tristeza a muchos con sus palabras, añade: "Pero para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantará su pie contra mí", manifestando que no era entregado ignorantemente, cosa que era muy suficiente para retener a Judas. Y no dijo me entregará, sino "levantará contra mí su pie", queriendo desfigurar el engaño y el ocultamiento de las asechanzas.
San Agustín ut supra.
¿Qué otra cosa significa "levantará su pie sobre mí", sino me pisoteará? En lo cual se alude a Judas traidor.
Crisóstomo ut supra.
Y dijo: "Quien come conmigo pan", esto es, quien ha sido alimentado por mí, el que comió en mi mesa; para que no nos escandalicemos jamás si sufrimos alguna injuria de los criados o de personas de inferior calidad, atendiendo al ejemplo de Judas que, habiendo gozado de bienes infinitos, pagó tan mal a su bienhechor.
San Agustín ut supra.
Los que habían sido elegidos comían al Señor, y él comía el pan del Señor contra el Señor; aquéllos la vida, éste la pena: "Porque el que come indignamente come su propio juicio" ( 1Cor 11,29).
"Os lo digo, prosigue, antes de que suceda, para que, cuando se realice, creáis que yo soy", a saber, de quien predijo la Escritura.
Orígenes ut supra.
Y no se dijo a los apóstoles para que creáis, como si ellos no creyesen, sino que esta locución equivale a decir para que, creyendo, obréis. Perseverando en vuestra creencia, no toméis ningún pretexto para la repulsa, porque entre todas las cosas que fortalecían en la fe a los discípulos, consideraba en primer término el cumplimiento de las profecías.
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Y como los discípulos habían de salir a predicar y sufrir muchos martirios, los consuela de dos maneras. De una manera, por sí mismo, diciendo ( Jn 13,17): "Seréis bienaventurados, si hacéis estas cosas". Por otro lado, los consuela con el ejemplo de los demás, hablándoles de los muchos medios con que serían ayudados por los hombres, y por esto añade: "En verdad, en verdad os digo, que el que os recibiere a vosotros a mí me recibirá".
Orígenes ut supra.
Porque el que recibe al que envía Jesús, recibe al mismo Jesús, que existe en su enviado. Mas el que recibe a Jesús, recibe al Padre. Luego, el que recibe al que envía Jesús, recibe al Padre que envía. También puede entenderse de este otro modo: El que recibe a quien yo enviare, se hace digno de recibirme a mí. Mas el que me recibe no por intermediación del apóstol que yo enviaré, sino que me recibe a mí cuando me dirijo a las almas, recibe también al Padre, de tal modo, que no sólo yo moro en él, sino también el Padre.
San Agustín In Ioannem tract., 59.

Pero los arrianos, cuando oyen esto, recurren a los dogmas de su fe, que no los conducen a la salvación, sino que los precipitan en la perdición, diciendo: "Tanto dista el Hijo del Padre, cuanto el apóstol difiere del Señor". Pero donde Este dijo: "Mi Padre y yo somos una sola cosa" ( Jn 10,30), no deja ninguna idea de distancia. Y al aceptar ahora estas palabras del Señor, "Quien me recibe a mí recibe al que me envió", al entender que una misma es la naturaleza del Padre y del Hijo, sería lógico que en la locución "Si recibe al que yo enviare me recibe a mí", se entendiera también que una misma es la naturaleza del Hijo y la del apóstol. Y así, parece que debió decir: "Quien recibe al que yo enviare, me recibe a mí como a hombre, y el que me recibe como Dios, recibe al que me ha enviado". Mas cuando esto decía, no hacía alusión a la unidad de naturaleza, sino que recomendaba su propia autoridad, residente en el enviado. Si, pues, atiendes en Pedro a Cristo, verás al Maestro en el discípulo; y si miras en el Hijo al Padre, verás al Padre en el Unigénito. 

Sermón, Jueves Santo. "Triduo Sacro"



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este Jueves Santo, con el cual se empieza el Triduo Santo de la Semana Santa, hay una sola Misa por iglesia, por parroquia, por comunidad. La Iglesia muestra la unidad del sacerdocio y del sacrificio único de nuestro Señor y por eso, en esta única Misa; los demás sacerdotes, si los hay, comulgan. Unidad del sacrificio y del sacerdocio del cual toda otra inmolación, como todas las misas y los clérigos, son una participación de ese sacerdocio único de nuestro Señor Jesucristo.

Hemos visto en el evangelio el relato de la traición de Judas, que ya nuestro Señor sabía, y cómo, no obstante, Él les lava los pies a los apóstoles, a sus discípulos. ¡Qué ejemplo de humildad y de amor para mostrar la necesidad de seguir ese ejemplo del Divino Maestro!

En este Jueves Santo muestra también la Iglesia la institución de la Eucaristía, es decir, de la Santa Misa. Era aquel día, en la última cena, una anticipación del sacrificio del calvario que se iba a producir al día siguiente. Instituye la Santa Misa junto con el sacerdocio, porque están íntimamente correlacionados. El sacerdote no es otra cosa sino el hombre del sacrificio de nuestro Señor; eso es la Santa Misa. No es una cena, una synaxis, como dice San Pablo, porque antiguamente no estaba separada esa synaxis, del sacrificio; dados los abusos, los apóstoles decidieron separar la comida, la synaxis, del sacrificio, para que no hubiera malos entendidos ni abusos posibles y para que no hubiera la diferencia entre el que tenía mucho y el que nada tenía de comer como lo vemos en la epístola de hoy.

Nuestro Señor instituye un día como el de hoy el sacerdocio católico, instituye la Santa Misa por anticipación; por eso, ahora, después de la muerte de nuestro Señor todas las Misas son la renovación incruenta del mismo sacrificio del calvario renovado sacramentalmente sobre el altar, por el mismo Cristo representado en el sacerdote, que es otro Cristo por tener la gracia sacramental del sacerdocio de nuestro Señor, basada en esa gracia de unión. Eso es el sacerdocio y no lo que hoy se predica queriendo igualar a la Misa a una reunión o synaxis y al presbítero a la manera protestante. Esas son aberraciones cultuales litúrgicas y doctrinales que están afectando la esencia de la religión y de la Iglesia católica, apostólica y romana.

Quienes vienen aquí deben, pues, tener una noción clara de estas verdades sobrenaturales para que podamos dar fe y testimonio de ellas en medio de esta gran hecatombe de pérdida y crisis de fe, con la consabida consecuencia de la pérdida de la moral y de la conversión de casi media Colombia, en su ignorancia vuelta hacia el protestantismo por fuera y por dentro. Por fuera, por todas las sectas protestantes que vemos alrededor; y por dentro, porque los sacerdotes modernistas se comportan dentro de la Iglesia como verdaderos protestantes y esas son abominaciones que manifiestan la falta del sentido sagrado y católico de la religión, del culto y de la Santa Misa; por eso la garantía es de un modo incondicional la fidelidad a la sacrosanta Tradición de la Iglesia católica, apostólica y romana.

Al instituir nuestro Señor la Santa Misa y el sacerdocio católico nos demuestra su amor, porque no otra cosa es la Pasión de nuestro Señor que llega hasta el sacrificio de Sí mismo; porque para salvarnos nuestro Señor ha hecho todo lo posible, y por eso, cuando vemos una Cruz, vemos la expresión de querer; que sigamos ese camino de ejemplo de amor crucificado, y asimilemos, asemejemos e imitemos la inmolación de nuestro Señor.

En consecuencia no puede existir una Iglesia católica sin Cruz como hoy lo quiere el modernismo progresista, buscando un paraíso de bienes terrenales aquí en la tierra, sin Cruz. Esa es la peor falsificación de la religión católica y así será la del anticristo, que abominará dentro del templo proponiendo una religión sin Cruz. Hacia eso nos encaminamos. Y por eso la gente quiere esa doctrina fácil de hoy día, donde no hay pecado o “el pecado es lo que a mí me parece”; si me da la gana de salir desnudo y para mí eso está bien, pues no peco; por eso se besuquean en cualquier esquina las parejas desvergonzadamente; por eso las mujeres andan con el ombligo al aire, porque si para esa niña eso está bien, no es pecado; y así vivimos en la estupidez que provocan los escándalos. Y no se hable del matrimonio, de la familia, de los divorcios, de la contracepción, del cine. La humanidad vive en un eterno carnaval a espaldas de Dios y cada uno cree que todo lo hace bien; todo se justifica; así se destruye toda noción objetiva de bien y de mal, de vicio y de virtud. Estamos peor que los paganos, peor que en Babilonia. Esto clama el fuego del cielo, el castigo de Dios que va a venir tarde o temprano y más temprano que tarde cada día que pasa; porque todo esto ya tiene una dimensión apocalíptica por su universalidad y su gravedad, pero como en la época de Noé, el mundo sigue danzando y bailando.

Debemos sacar de esta Semana Santa un motivo de reflexión para que no nos dejemos arrastrar por el mal ejemplo que se ve por doquier y que imprime carácter, ya que socialmente se justifica bajo cualquier pretexto como es la libertad. Libertad para todo menos para el bien y la verdad y hay quienes alegan porque, dicen, son los únicos que tienen derecho a ella, pero no advierten que nuestro albedrío de seres humanos no es el de los animales, que no tienen uso de razón.

La libertad se prodiga en la verdad. “La verdad os hará libres”, dijo nuestro Señor; cualquier otra es absurda, no existe de acuerdo con los parámetros de la naturaleza humana que es la que hoy se prodiga, se exige y es la que la juventud quiere y no solamente ésta sino los mayores, volviéndose peores que jóvenes libertinos. Por todo lo anterior las tinieblas y la confusión reinan hoy día como nunca se ha visto ya que es universal.

¿De qué nos vamos a extrañar entonces porque el mundo esté en caos, como hoy, alocado, sin norte, sin horizonte, sin pies ni cabeza? Todo eso por no seguir el ejemplo que nos propone la Iglesia con su evangelio. ¿Qué más puede haber fuera de Cristo? La paz falsa del anticristo y a esa nos dirigimos. O aceptamos a Cristo o al anticristo, no hay término medio. Debemos reflexionar sobre todo esto para reaccionar en este mundo como católicos verdaderos y no de nombre, pero ignorantes, que para lo único que serviríamos sería como dice el adagio: católico ignorante seguro protestante.

Que esta Semana Santa sirva para que nosotros reanudemos esos deseos de imitar el amor de nuestro Señor aceptando la inmolación cotidiana a través del sufrimiento, la enfermedad, la adversidad, la contradicción, la vejez, a través del mal, porque éste sirve al bien, acrisola la virtud y ésta nos hace imitar a nuestro Señor. Por eso Él aceptó el mal, aceptó morir en una Cruz injustamente por manos de los judíos, y ahora nosotros, iguales o peores que ellos lo crucificamos en su Cuerpo Místico, la Iglesia, con todas estas aberraciones que hoy vemos, toleramos y aceptamos.

Tratemos de hacer una Semana Santa con esos deseos, para poder festejar después con creces la Pascua de resurrección, porque si nuestro Señor murió para resucitar después, al tercer día, probando su divinidad, podamos entonces ser fieles testigos, dando prueba de nuestra fe, proclamando su divinidad.

Pidamos a nuestra Señora, a la Virgen María, para que nos fortifique, nos consolide en esa fidelidad de testimonio en la proclamación de la divinidad de nuestro Señor y de su santa Iglesia. +

PADRE BASILIO MERAMO
17 de abril de 2003