San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 21 de julio de 2024

NOVENO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

  


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este noveno domingo después de Pentecostés vemos en el Evangelio que nuestro Señor Jesucristo llora al ver la ciudad de Jerusalén. Y es admirable saber, por la narración que hace el Evangelio, que por lo menos dos veces lloró nuestro Señor. En esta ocasión sobre Jerusalén, y la otra por la muerte de Lázaro. Sin embargo, jamás dice el Evangelio que reía, y aquí un paréntesis, ¿por qué? No quiere decir que no estuviese alegre o que no sonriese, pero no ríe como el mundo, a carcajadas, alocadamente, que lo menos que demuestra es un alma superficial que no está equilibrada y por eso prorrumpe en esa risotada, en esa desfachatez de la inestabilidad espiritual y psicológica; de ahí la gravedad en el rostro de nuestro Señor. Así mismo le siguieron los santos con alegría, sin tristeza, pero sin esas carcajadas estrepitosas.

El Evangelio hoy nos muestra a nuestro Señor llorando. No es que no lo hagan; claro que sí, pero no tan prontamente, tan rápidamente, tan sentimentalmente como a veces por su sensibilidad lo suelen hacer las mujeres. Y cuando un hombre se conduele es terrible, es grave, es serio. Por eso lloró nuestro Señor ante la ciudad sabiendo lo que le iba a ocurrir por su idolatría, por su abominación, por no haber estado a la altura del Mesías que profetizaban las Escrituras, los profetas y la Revelación del Antiguo Testamento. Llega el Mesías y Jerusalén, la ciudad santa, la ciudad de Dios no estaba preparada para recibirlo.

Por eso Él llora viendo lo que cuarenta años más tarde iba a ocurrir. La divina Providencia se valió de los romanos, de Tito y de Vespasiano para destruirla sin dejar piedra sobre piedra. Y el muro de las lamentaciones es un dique de contención, no es un paredón del templo propiamente dicho sino de un barrancón, de una cañada que hay allí, formando parte de las bases; por eso no se derrumbó, porque del otro lado hay tierra, hay una planicie.

Puede extrañarnos que haya ese muro, si lo que nos imaginamos es uno normal, mientras que las Escrituras dicen que no quedaba piedra sobre piedra y así ocurrió; fue atroz ese asedio de los romanos, muchas mujeres llegaron a matar a sus hijos y a comérselos, o a alimentarse de cosas podridas. Eso lo cuenta Flavio Josefo, gran historiador judío, ante el terror de ese asedio, de esa devastación de la ciudad santa en castigo por no reconocer y recibir al Mesías.

Llora nuestro Señor de lástima, de conmiseración, de dolor, al ver la gran catástrofe que estos ni sospechaban, ni se imaginaban. Esto nos debe servir para que no nos ocurra, para que no le suceda a la Iglesia de Dios, para que no nos caiga esa desgracia por no estar a la altura y no ya de la primera venida sino de la segunda de nuestro Señor; para que no nos acontezca lo mismo que a los judíos, que a los doctores, que a los escribas, que a los fariseos, grandes peritos de las Escrituras, pero para invertirlas, adulterarlas, mal interpretarlas.

Sólo Dios sabrá si eso no pasa hoy con las Escrituras, el Apocalipsis y el Nuevo Testamento, y en todos aquellos pasajes donde está anunciada claramente su venida gloriosa y toda la hecatombe que la antecede; hay apostasía, manipulación, abominación en el lugar santo; está el anticristo, el pseudoprofeta, porque entre los dos forman el anticristo total, es decir, el poder político y el religioso, todo eso está anunciado, prefigurado. Que no nos pase igual que a los judíos, que no nos demos cuenta y nos caigan el desastre y la catástrofe encima. Esa desgracia es parte de esa gran apostasía anunciada, de esa gran tribulación, de esa gran confusión, de esa persecución que más que material y física es espiritual, porque es contra contra la Iglesia en su espíritu de verdad, de vida sobrenatural, en su religión, en sus dogmas, en sus principios, en su culto, en su moral.

No es tanto el acoso físico como ocurría antaño que producía tantos mártires y acrisolaba a la Iglesia y era simiente de cristianos; la gran persecución que está anunciada es destruir toda verdad de Cristo y de su Iglesia y no tanto el encarcelamiento o la muerte, ya que eso no haría más que que avivar, atizar el fervor. En cambio, del otro modo lo que se procura es diluir, destruir corrompiendo desde adentro sin que se den cuenta, como un cáncer que cuando se manifiesta ya es tarde, y ya no hay nada qué hacer. Esto que digo de este mal ya lo mencionaba San Agustín, para que no crean los científicos modernos, que son unos ignorantes, que el cáncer es una enfermedad de los siglos XX y XXI.

En sus homilías, en sus narraciones dice San Agustín, para mostrar con una imagen, que es el cáncer en el orden físico, lo que era en el orden espiritual la corrupción de un alma, y eso que pensamos que hoy lo conocemos todo. No sabemos, muchas veces, ni dónde estamos parados y si lo estamos es en la luna; allí donde se concentró todo el poderío para ir y quedarse, sin tener los pies puestos en la tierra. Así nos pasará inadvertidamente, alegremente, tontamente, al igual que a Jerusalén, ciudad santa, la Iglesia de Dios del Antiguo Testamento; vean lo que sucedió, por eso nuestro Señor lloró de dolor y de pena de ver la ceguera de su pueblo tan querido y lo que les esperaba, y nos puede esperar.

No estoy inventando nada, la misma epístola de hoy nos dice que todo lo que se prefiguró en el Antiguo Testamento es figura de lo que va a venir. Dice San Pablo que no caigamos en la idolatría como lo hicieron los judíos en el desierto, que fueron exterminados más de veintitrés mil en un solo día por no permanecer fieles. Murieron por las mordeduras de las serpientes, y de ahí el símbolo de la medicina y de las farmacias, aunque también por la imagen de este reptil fueron curados los otros.

El mismo San Pablo se refiere a que todo esto era signo de lo que iba a venir; o sea, que también está apuntando a una gran idolatría por no permanecer fieles; he ahí lo que se ve y el consabido castigo que no será sino la confusión, la pérdida de la luz sobrenatural de la fe, las tinieblas donde reina el error, produciéndose la abominación en el Templo, es decir, en la Iglesia. El Templo de Dios no es el muro o los cuatro muros de la iglesia sino el cuerpo místico de Cristo conformado, configurado por todos los fieles a Cristo nuestro Señor; esa es la Iglesia.

Entonces vemos cómo las Escrituras son apocalípticas, aunque esa connotación es tergiversada sistemáticamente por una exegesis y teología que impera desde hace algún tiempo, más de doscientos años, para que cuando todo esto ocurra no las tengamos presentes y la gente no se dé cuenta, no reaccione; para que entonces los que hablen de eso sean los “Testigos de Jehová”, los protestantes, y lo hagan torcidamente y se produzca el círculo vicioso. Aquel que ose poner las cosas en claro es un loco o un protestante, igual que los judíos y que los fariseos.

Eso ya lo advirtió hace varios siglos el padre Lacunza que murió desterrado en Italia. Era un hombre que hacía cinco horas de oración diaria, postrado cabeza en tierra. Pero que por hablar claro incluyeron su libro en el Índice, porque era intolerable que él hablara con esa libertad y con esa franqueza. O sea que la eliminación viene desde lejos, insensiblemente, como el error del judaísmo, y muy pocos fueron los que realmente tuvieron un corazón puro por estar vigilando y esperando al Señor. Así pasará al final de los tiempos que estamos viendo y viviendo.

¿Acaso no se ve la corrupción del clero, de la verdad, del culto, de la moral? El que no lo vea está cegado y no hay peor ciego que el que no quiere ver. La persecución es abominable y desastrosa contra todo aquel que quiera seguir a nuestro Señor. Es el mismo acoso insidioso, diabólico contra monseñor Lefebvre y monseñor De Castro Mayer. Ese acosamiento continúa, no ha acabado ni acabará, por eso todos los intentos de la Roma moderna para tratar de homologar, de reducir, de absorber a la Fraternidad San Pío X y de querer excluir, dentro de ella a aquellas personas que representan un obstáculo a ese acercamiento paulatino y engañador.

Nos puede pasar lo que a Sansón, que cuando estemos bien amarrados ya no tengamos fuerzas para reaccionar. Esa es la peor corrupción y por eso me ha tocado denunciarlo más de una vez y escribir algunas cartas a monseñor Castrillón y a Juan Pablo II. Esta correspondencia muchas veces no ha sido bien recibida por el entorno eclesiástico aun tradicionalista.

Por eso está aquí en Colombia ese grupo que quiere destruir y que se asocia con la Fraternidad San Pedro, y quiere ahora aprovechar mi partida para estar a sus anchas; pues más difícil lo van a tener porque lo que hago aquí en Colombia lo haré desde Portugal y desde la China y desde donde esté. La palabra y la espada de la verdad no tienen dimensión cuantitativa como ellos se creen; ya amenazaron pensando que les va a quedar el campo libre, pues se equivocan. Y para que se den cuenta ustedes, incluso hasta vienen, y es un elogio para mí. No les gustan mis sermones, sin embargo los graban y saben a la hora lo que he dicho; por eso lo hago ahora a propósito; yo sé bien lo que hago y es públicamente; que le llegue a aquel que le debe llegar y si no les quedó claro se los repito para que se den por enterados, porque a los supósitos del demonio hay que irles de frente. Eso se los comento, mis estimados hermanos, para que ustedes también paguen su cuota de sufrimiento, de combate y de defensa por la verdad.

Escuchamos también en este Evangelio cómo nuestro Señor Jesucristo después de llorar entra al templo y a latigazos saca a los mercaderes ladrones y enseguida lo limpia. Ese gesto lo hace dos veces, al comenzar y al finalizar su vida pública, para mostrarnos que el mal hay que combatirlo de raíz, ir a su esencia, aunque la iniquidad no la tiene, pero sí ir a su fundamento, a su causa y no quedarse por las ramas como quien coge el perro por la cola. Por ello hay toda una figura de falso tradicionalismo que ataca solamente el follaje, las ramas, pero no va a la raíz y esas personas se encuentran dentro de la Fraternidad y fuera de ella; por eso han caído, porque no atacan la causa del mal, no van al templo como nuestro Señor y a latigazo limpio sacan toda la porquería que hay dentro. Por eso a azote limpio hay que sacar toda la podrido que hay en el Vaticano.

No soy ningún hereje, porque lo que digo es en el nombre de Dios y sino que me fulmine ya mismo, y a ver si ellos son capaces de hacer lo mismo. Ellos, con toda esa porquería que ha invadido la Iglesia prostituyéndola, corrompiéndola de todas las mil y una formas; ese es un hecho.

Por eso, debemos tener presente esa actitud viril de nuestro Señor, que fue al templo, no a otra parte, y allí señaló y eyectó el mal para que eso nos quedara de ejemplo. Ese mal en la Iglesia está imperando y reinando a causa de ese pseudoconcilio, porque no quisieron que allí reinara el Espíritu Santo. ¡Qué abominación, qué contradicción! Un Concilio ecuménico no infalible, porque no querían que lo fuera. De allí toda la persecución a todo aquel que como monseñor Lefebvre con el látigo en la mano fustigó contra el Vaticano II, contra la nueva misa, contra el ecumenismo, contra la corrupción de la Iglesia, y así le fue y así le irá a todo aquel que tenga y mantenga el mismo espíritu.

El cardenal colombiano Castrillón actuó con toda astucia, y quién sabe si sea un paisa judío, porque la sagacidad hebraica la tiene en las venas y en la sangre. ¿Acaso no fue él quien concertó la entrega del narcotraficante más grande del mundo, Pablo Escobar, para llegar a un acuerdo entre el gobierno y ese personaje? Fue él, quien lo supo lo recuerda y el que no, que lo sepa; ese es el hombre que hoy en nombre de la Iglesia invita a monseñor Fellay, Superior de la Fraternidad para dialogar.

Por eso hay que tener mucho cuidado, hay que ser prudentes como la serpiente y sencillos como la paloma. Por ello se los digo, estimados fieles, no puede haber en las circunstancias históricas actuales ningún acuerdo con Roma modernista. Es un engaño, porque para que haya un acuerdo tendría que haber un cambio y para éste se realice tendría que haber conversión y arrepentimiento y eso está muy lejos de los que representan hoy la autoridad de la Iglesia en Roma, muy lejos. Y es más, es imposible que se conviertan, podrá ser uno que otro, pero en bloque no es posible. Y ¿por qué? Sencillamente porque le faltaría un brazo al anticristo, al poder político le faltaría el brazo religioso, sencillamente.

Entonces, en este orden asuntos, que se irán agravando, jamás se podrá llegar a un acuerdo, a menos que se caiga estúpidamente, tontamente, ingenuamente, en ese error. Yo estaría dispuesto a dar mi vida para gritar que hay un error, y si el caso llegara a ocurrir, se acordarán de lo que hoy estoy diciendo, si Dios me da vida; porque hay conversaciones secretas que no se publican, que no se dicen y que yo no las puedo mencionar, aquí pero que sé por qué lo hago; en eso no hay nada gratuito. Pero si no me creen, por lo menos crean a los evangelios, a nuestro Señor, a San Pablo, a las Escrituras y limpien el templo, porque hay muy pocas personas que realmente quieran hacerlo; de no suceder así va a pasarle lo mismo que a Jerusalén.

Es bueno tener presente todo esto y estar vigilantes, muy cautos. Sé que hay fieles que han criticado una que otra vez mis sermones y eso me ha dolido muy profundamente, pero espero que se arrepientan, porque mi intención no ha sido la de atacar a nadie sino sencillamente hacerlos ver y que sean verdaderos católicos y no monigotes de figuritas; más vale oficiar la Misa con cuatro fieles firmes y no con diez mil que son una baba, que no saben dónde están parados, que oyen al uno y al otro, escuchan a Dios y al diablo; eso no puede ser. Y si en alguna predicación me he excedido, estaré siempre dispuesto a reconocerlo; si he dicho algún error lo reconozco y de antemano pido me perdonen. Recordemos entonces la gran lección que tenemos sobre todo para estos tiempos, la del llanto de nuestro Señor sobre Jerusalén y la limpieza del templo a latigazos, lo que hizo al iniciar su vida pública y al terminar; por ahí comenzó y por ahí terminó.

Pidamos a la Santísima Virgen María esa fortaleza, esa fe para que podamos soportar el sufrimiento crucificante de esta pasión, no ya de Jesucristo sino de su cuerpo místico, la Iglesia, y saber que por encima de todo dominará. Eso es lo que significa “al final triunfará mi Inmaculado Corazón”, al final vencerán los Corazones de Jesús y de María. Esa es la advocación de esta capilla, los Sagrados Corazones de Jesús y de María; tiene esa connotación con Fátima. Por eso veo muy providencial que yo vaya a Portugal, el único país, nación o pueblo que no apostatará de la fe, como lo dice allí en el tercer mensaje. Éste así comienza: “Portugal conservará el dogma de la fe”. Es una bendición, para mí, personalmente viéndolo, considerarlo sobrena-turalmente, no humanamente. Debemos por eso tenerlo presente y pedirle a nuestra Señora que nos ayude a conservar el dogma de la fe y su fortaleza. Pero tenemos que estar siempre vigilantes y dispuestos a morir por la verdad, por la Iglesia y por nuestro Señor Jesucristo. +

R.P. BASILIO MERAMO
10 de agosto de 2003

martes, 16 de julio de 2024

CONMEMORACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

  


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En la festividad de nuestra Señora del Monte Carmelo, debemos recordar la importancia de la Santísima Virgen María en la historia de la humanidad y en la de la Iglesia. No olvidar el regalo que nos hace Dios dándonos a esta Madre que es de todos nosotros y es la Reina del cielo. La advocación de la Virgen del Carmen, que viene del Monte Carmelo, es prehistórico, ya que allí San Elías redujo a un sinnúmero de idólatras de falsos dioses y de falsos sacerdotes aniquilados por Dios. Y en ese monte justamente nace la advocación de nuestra Señora del Carmen, remontándose así al Antiguo Testamento para mostrar cómo Ella sigue la historia de los hombres en el camino de su salvación.

Por eso nuestro Señor la deja como una garantía de nuestra redención, y la tenemos en el rezo del Santo Rosario que sabemos desde Fátima, aparición que ha sido ratificada por un milagro que no solamente vieron allí en Fátima miles de personas sino después el papa Pío XII, tres veces en el Vaticano. Lo curioso es cómo él no quiso publicar el tercer secreto y parece que aun ni leerlo e instituir la fiesta de una manera solemne. Claro que ya entonces había toda una conspiración contra Fátima, contra nuestra Señora aun dentro del Vaticano, en aquella época, cuando reinaba Pío XII; es inimaginable, pero así sucedió. Qué diremos ahora.

Y sabemos que desde Fátima el rezo del Santo Rosario, que es una síntesis del Evangelio, contiene los quince misterios, no son cinco, cinco es la tercera parte. El Rosario completo son los quince misterios más relevantes e importantes de la vida de nuestro Señor. Y con esta práctica, como dice nuestra Señora en Fátima, a través de Sor Lucía, no hay ningún problema ni material ni espiritual que no tenga solución; lo que debemos tener presente sobre todo para las dificultades espirituales, cuando no haya, cuando no tengamos misa, cuando no tengamos sacramentos, cuando seamos perseguidos, cuando llegue esa terrible hora en la soledad y que tengamos que dar testimonio so pena de claudicar.

También otra perla de garantía de nuestra salvación la tenemos con el escapulario que fue prometido a San Simón Stock en 1251, en pleno siglo XIII, siendo General de la Orden de los Carmelitas, lo cual le da ese privilegio, no solamente a los de su congregación que llevasen este distintivo, sino también a todos los demás. Por eso el escapulario es un hábito defensa, de lana. Y lo nombra de esta forma para que no lo confundamos con esas pastas de plástico que no son escapulario; es más, esta insignia no debe superar la mitad de la parte impresa que tiene el dibujo, tiene que ser menos de la mitad, según las normas de la confección del escapulario que es una miniatura de ese hábito que llevan los religiosos por detrás y por delante.

La única excepción es la medalla a la que San Pío X también le dio el mismo valor para las personas que tenían inconveniente por la debilidad, por la pérdida o rotura, por la fragilidad de esa pequeña tela. Entonces no nos dejemos engañar con cualquier escapulario, hecho de cualquier manera.

La promesa de ese escapulario es que nadie que siempre lo lleve irá al infierno, es decir, que no se condenará, está garantizada la salvación, que no es poca cosa. Pero hay que llevarlo dignamente con fe y cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios. No como muchos, como un escudo, pero vulnerando la Ley divina, como hacen muchos hampones, sicarios, que he conocido personalmente con revólver en mano para matar y le piden a uno que les imponga el escapulario para que cuando les disparen no les alcance la bala. Pero aún así parece que tuvieran más fe esos sicarios que nosotros y créanme que muchas veces se han salvado llevando el distintivo carmelita. Pero claro que eso no va a ser así siempre. Es simplemente para que vean cómo a veces los bandidos tienen más fe que nosotros.

Por si fuera poco, esa promesa que hizo en aquel entonces nuestra Señora al superior de los carmelitas, se complementó con el privilegio sabatino; es decir, que nuestra Señora incluso sacaría del purgatorio a las almas al sábado siguiente después de su muerte, según nuestra manera de contar. Entonces hay esa doble promesa, la de salvarnos y la de sacarnos del purgatorio si morimos con el escapulario puesto, que hemos llevado durante nuestra vida como buenos católicos; porque si lo portamos como malos creyentes esas promesas difícilmente, por lo menos la segunda, tendrán lugar; es decir, la de sacarnos prontamente del purgatorio si es que nos salvamos.

Así nuestro Señor deja entonces a través de nuestra Señora esas dos prendas, para tener una garantía de nuestra salvación y por eso no debemos olvidarlo y tenerlo en cuenta. Simplemente, basta haber recibido una sola vez la imposición del escapulario y las otras se cambia, se renueva, y ya quedamos inscritos en ese libro que pide el ritual y que hoy no se hace porque casi todo eso está abolido, pero entonces hacerlo en el libro que tiene Dios.

Pidamos a nuestra Señora del Monte Carmelo, a nuestra Señora del Carmen, que nos proteja sobre todo en estos tiempos tan difíciles para el verdadero católico, para el que quiere ser buen católico y seguir en todo la virtud que nos señalan los diez mandamientos. Eso no es fácil; es muy difícil, ¿por qué? Simplemente por la moda; la mujer que viste a la costumbre de hoy ciertamente no es buena católica aunque no se dé cuenta; ni quien ve la televisión, quien lo hace, con toda la porquería e inmundicia que se observa allí, no puede ser buen católico.

Peor si a eso le seguimos sumando lo que piensa la gente: que nada es pecado, que todo es permitido, que se puede hacer lo que cada uno quiere. En la familia, los que se divorcian, los que se casan por el matrimonio civil, eso no es ser católico; no se diga ya de los contraceptivos, de los abortos, todo eso es no ser católico. Las revistas pornográficas son exhibidas públicamente, ya no escondidas como antaño. No se puede ir a una farmacia porque cuando no hay una revista inmunda, hay algún otro artículo de igual forma asqueroso. Y ni qué decir de la educación sexual en los niños, se los corrompe por ley de la nación. Y así seguimos viendo una cosa tras otra; díganme si así no es difícil ser buen católico.

Claro que ser “católico” protestante como la mayoría lo es hoy, sí es muy fácil: el libre examen, el libre hacer y querer, eso es ser cismático y por eso la Iglesia se está convirtiendo en otra religión, y sus fieles se están protestantizando sin salir de la Iglesia; por eso se piensa y se obra como verdaderos infieles sin darse cuenta de ello y paro aquí de contar porque sería larga la lista. Lo he dicho sencillamente para mostrar que es muy difícil pero sin embargo no es imposible, eso requiere un esfuerzo de virtud heroica para cada minuto, para cada segundo, a lo largo de las horas, de los días y de los años hasta la muerte, para que podamos vivir en estado de gracia. Se necesita un permanente control y freno que no hay, que no existe en el mundo moderno, ni el social de antaño; por eso vivimos una verdadera Babilonia, peor que Sodoma y Gomorra, porque si es verdad lo que se dice, por dar un ejemplo, que hace unos días en Alemania hombres y mujeres en cueros estaban revueltos. Eso, ¿no es peor que Sodoma y Gomorra? Claro que sí, y peor en ese país que se le tiene por culto, por avanzado.

Por eso debemos pedirle a nuestra Señora que nos ayude a ser buenos católicos, porque ya ni cristianos se puede decir, ya que los protestantes han usurpado este nombre; no son de Cristo, porque no son de la Santísima Virgen María. Así de sencillo, son herejes, son protestantes y nosotros nos estamos volviendo como ellos sin darnos cuenta, por el modernismo que ha cambiado prácticamente la estructura de la misma Iglesia. Pero ahora no voy a hablar de eso para no alargarme. Debemos por lo menos recordarlo, para que nos haga abrir los ojos, y pidamos a Dios la luz y a la Santísima Virgen María la protección de la Iglesia que está hoy peor que nunca; no la Iglesia en su esencia, pero sí en su parte humana y material, en sus hombres, en sus integrantes tan corrompidos, tan prostituidos y eso de un modo oficial, no privado.

Siempre hubo la corrupción privada pero la putrefacción instaurada oficialmente, hecha ley, eso ya es diferente; cambia todo porque ya no se combate el mal, el vicio y ¿qué moral e Iglesia puede haber? Por eso se insiste en el matrimonio de los sacerdotes. Porque, es cierto, es muy difícil ser un sacerdote célibe si se es modernista y progresista; es imposible. Si es difícil siendo aun en la verdad y en la Tradición de la Iglesia porque hay que luchar, pero se tienen las armas; y si no se tienen es imposible luchar. Por ello vemos esa corrupción en el clero, en los religiosos, porque no es posible sin virtud, sin espiritualidad verdadera resistir al mal que hoy impera pública y socialmente dentro y fuera de la Iglesia, eso es un hecho.

Y solamente si no queremos ver no lo veremos, sino que hay que estar muy obcecado para no admitirlo. Tenemos que aprovechar ese auxilio que nos da nuestro Señor a través de su Santísima Madre para que Ella nos proteja y nos facilite en cierto modo las cosas; que nos evite el mal y la fatal caída y que podamos así avanzar en el bien y en la verdad guiados de su santa mano. +

PADRE BASILIO MÉRAMO
16 de julio de 2003

domingo, 14 de julio de 2024

OCTAVO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

  


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
El Evangelio de este domingo ha presentado cierta dificultad a los exegetas y a los predicadores, aun el mismo padre Castellani también así lo dice, dándole la mejor explicación y la más conveniente. Sin embargo, se debe hacer resaltar que esa dificultad viene porque, aparentemente, nuestro Señor estaría poniéndonos como ejemplo a un ladrón, lo cual sería completamente absurdo; si vemos que nuestro Señor alaba la actitud de este mayordomo, de alguna manera quiere decir que hay un ejemplo a seguir; la moraleja de hoy es ser más sagaces que los hijos de este mundo.

Entonces, ¿qué es en realidad lo que nos quiere proponer nuestro Señor? Sin hacerle decir estupideces y perdonen que lo diga, porque si se le considera al acto de este mayordomo como un robo, como algo que no podía hacer, ya que él no tenía poder, jurisdicción o permiso en sus funciones de gerente o de administrador, sería un hurto, y eso nuestro Señor no lo puede alabar. Ni aun como muchos así lo dicen. Lo que quiere ensalzar es la sagacidad, pero no el fraude en sí. Entonces, ¿para qué va a ponerles ese ejemplo tontamente en lugar de buscar otro con el cual se viera muy claramente que eso no puede ser?

Y ¿qué es luego, lo que aprueba nuestro Señor de lo que hizo este mayordomo llamado infiel, que más que desleal, podríamos decir avispado, vivo o pícaro si se quiere, pero no ladrón? De hecho, los deudores aceptaron la rebaja del débito con escritura; y es de ver que de cierto modo el administrador podía y tenía facultades de hacer una rebaja como quien hace un descuento, y la viveza está en que lo hizo en beneficio propio y no en el de su amo, sino que se aprovechó de la circunstancia ya que se iba a encontrar en la calle y no servía para trabajar, y mendigar le daba vergüenza.

Ahí está, por decirlo así, la malicia indígena, la astucia, la perspicacia o la sagacidad de este mayordomo, y no en un acto malo en sí, que lo llevase a ser un ladrón robándole a su amo. Nuestro Señor nos dio ese ejemplo que, como ven, lleva su enseñanza.

Nuestro Señor alaba la perspicacia, la sagacidad, la viveza de ese mayordomo que piensa, con prudencia, qué iba a pasar con él en el futuro. Y por eso nos lo pone como ejemplo a seguir, y he ahí la moraleja, para que no seamos bobos, ni tontos, ni lerdos, ni perezosos, para que los hijos de este mundo no nos aventajen; es lo mínimo que nos pide nuestro Señor. Así como son de perspicaces, de sagaces, de avispados los hombres de este mundo para los negocios terrenales, que lo sean así por lo menos los hijos de la luz, los hijos de Dios. Con lo cual nuestro Señor quiere mostrarnos muy bien que la religión no es de bobos beatos sino de lúcidos y santos, ni de viejitas ignorantes, sino de mujeres fuertes y de hombres viriles. Esa imagen tonta, estúpida, caduca, mediocre de la Iglesia y de la religión, no la quiere Dios. Él quiere águilas y no cerdos, gente inteligente que piense con prudencia lo que va a hacer en beneficio de la salvación de su alma y de la Iglesia; que los hijos de este mundo no sean más sagaces que los de la luz; esa es la gran lección y no en lo que han convertido desgraciadamente los curas ignorantes a la Iglesia, dando consejos de tontos, cayéndoseles la baba.

La Iglesia es de mártires, de vírgenes, no de ingenuos ni de mentecatos. Y por eso debemos tener presente esta parábola de hoy, porque Dios no quiere toda esa bobería, toda esa tontería vuelta santidad falsamente; cubierta con un velo como quien blanquea un sepulcro en cuyo interior hay un cadáver podrido. Por ello mucha gente a veces se ha alejado de la Iglesia, por tanta necedad, estupidez o sandez dentro de la Iglesia; los hombres en el mundo son más sagaces, más enérgicos, más profesionales, más aguerridos, y lo peor es que si se llegan a convertir, se vuelvan tarados y torpes. Lo que la religión me prohíbe es hacerle el juego al demonio y lo que quiere es la virtud, la virilidad, la fortaleza, tanto en los hombres como en las mujeres; por eso Santa Teresa fue admirada, porque era fuerte como un hombre. Isabel la católica cabalgaba toda una noche y a veces encinta, bajo la lluvia, a pesar del frío y la tormenta, para madrugar temprano allí donde tenía una reunión con sus nobles. Eran mujeres viriles y si eso eran las mujeres, ¿qué se les puede pedir a los hombres? Que por lo menos sean iguales o mucho más por su condición de ser más fuertes y más aptos para todo lo que es un esfuerzo físico y que exige un temple aguerrido.

Porque falta esa fortaleza que viene de mucho tiempo atrás, porque los seminarios se han convertido en casas de tontos, por no decir otra cosa, en casas de invertidos o cuando no, de afeminados. Esa no es la imagen de la Iglesia de Cristo sino todo lo contrario, y es por lo mismo que falta tesón para poder permanecer fieles a la Iglesia de nuestro Señor, para combatir el error, para no dejarnos llevar por Satanás. Si lo que queremos es vivir cómoda y afemina-damente como señoritas, ¿entonces quién va a defender a la Iglesia de los lobos, del enemigo?

Por eso estamos como estamos, por eso la Iglesia pasa hoy esa pasión, que Dios la permite para acrisolar a sus verdaderos predilectos, a sus verdaderos elegidos, a sus verdaderos fieles y por eso hay que pedir, mis estimados hermanos, esa gracia de la fidelidad. Esa lealtad se gana luchando a brazo partido contra Raimundo y todo el mundo que se oponga a la voluntad de Dios; así nacieron las cruzadas y así lo han hecho los mártires, prefiriendo morir antes que claudicar. Esta crisis profunda y última de la Iglesia que, no hay que olvidarlo, no es pasajera, no es una más, sino que es la enfermedad terminal de la última gran dificultad, de la gran tribulación y de la gran apostasía antes de la venida de nuestro Señor.

Esto no tiene solución humana, ésta es divina y por eso requiere la intervención de Dios, no lo olvidemos. Mientras tanto, debemos sufrir con valentía, con honor, con nobleza y si es necesario tener que morir antes que vivir indigna y miserablemente, como lo hace el mundo hoy. Por ello el llamado a la santidad es crucial, porque requiere una gran dosis de heroísmo sobrenatural, de virtud, y esa valentía en la virtud es lo que hace la santidad. Todo eso lo vemos y debemos recordarlo para que no transijamos y para que los hijos de este mundo no sean más sagaces que nosotros, o, para invertir la cuestión, para que no seamos bobos y que sean más inteligentes los de este mundo; eso es lo que nos quiere decir nuestro Señor.

La otra gran moraleja, en la que también hay un enigma y una dificultad, es al decir que no nos ganemos amigos con el dinero inicuo, ¿y cuál es este dinero?; si es robado, tengo que devolverlo en estricta justicia, no me corresponde, no me puedo granjear con el dinero robado un beneficio cualquiera que sea, no puede ser el obtenido por el robo, por la rapiña, por la violencia. Entonces, ¿cuál es el dinero injusto con el cual yo puedo procurarme un bien y en este caso un bien sobrenatural? Eso es lo que quiere nuestro Señor.

Haciendo limosna, ¿cuál es ese dinero inicuo? Todo aquel que sin ser hurtado, ha sido obtenido de una manera pecaminosa o ilícita pero sin vulnerar la estricta justicia, como puede ser el dinero mal habido de la prostitución, de los latrocinios, de los casinos y hoy diríamos de toda la pornografía en la televisión, en el radio, en la prensa; los productos que conculcan la procreación y que se prodigan por doquier en las farmacias, la riqueza obtenida en las obras de teatro o de cine que van contra la moral.

Todo eso es dinero injusto y sin embargo no ha habido hurto, no hay que restituir, pero es mal ganado. Todo el efectivo que produce la droga, todo eso inicuo; y habría muchos más ejemplos que cada uno de ustedes podría imaginar siguiendo los parámetros de lo que acabo de decir. Entonces, con ese dinero, ¿qué se puede hacer? No se le tiene que regresar a nadie porque a nadie se le debe; es propio, pero mal habido, mal obtenido. ¡Qué peso, qué lastre, qué miseria, qué hago con él si me quiero convertir, si quiero salvar mi alma, si quiero agradar a Dios! Comprarme el cielo haciendo limosna.

He ahí lo que nos quiere indicar también nuestro Señor con el evangelio de hoy, porque la caridad se da de lo que es de uno, de lo que a uno le pertenece, no de lo robado; y así, al dar de eso que es mío, pero que fue obtenido de alguna mala manera, de alguna forma hubo pecado en la adquisición.

No obstante, si lo miro bien, Dios me abre las puertas indicándome el camino para que así en vez de comprarme una casita, un techo en esta tierra, adquiera una casita en el cielo con la limosna. Hasta eso nos permite nuestro Señor, que compremos el cielo, no con orgullo, no con vanidad, sino con limosna y cuánto más si esa caridad ya no es de dinero inicuo sino de uno bien ganado y sudado con honradez, mucho más.

Eso ha hecho decir a muchos santos que el óbolo es a los pecados como el agua al fuego: apaga la deuda. Esa limosna hoy se ha perdido, se ha olvidado, no se tiene en cuenta por el espíritu de egoísmo que hay y, sin embargo, es un camino para comprarnos una casa en el cielo, aunque sea un palmo, un lugarcito donde quepa nuestra alma. Eso es lo que nuestro Señor nos quiere hacer ver en el evangelio de hoy para que lo retengamos y así nos procuremos la salvación de nuestras almas y lleguemos al paraíso.

Me olvidaba decirles que de todos modos mi partida no tendrá lugar sino hasta mediados de octubre. En el ínterin, como ya había programado, iré a Europa para hacer el retiro en Ecône y de paso tomar de una vez unas vacaciones; entonces eso hace que el tiempo se acorte. No obstante quiero avisarles cuando será mi salida y si Dios quiere el domingo anterior podremos hacer la misa de despedida, y para que ustedes vayan adaptándose al nuevo prior.

Si me hubieran preguntado a quién convenía que enviaran, hubiera sugerido al padre Pablo; pero no se me consultó cuando se tomó la decisión. Se los menciono para que vean ustedes que quedan en buenas manos. Y lo importante, repito, es que ustedes mantengan un corazón unido en torno al Priorato, a la capilla y que la defiendan, porque va a ser atacada inmisericordemente por todos lados, principalmente por Satanás que se valdrá de la gente tonta, boba, estúpida, y más que nada sirviéndose de algún tonto que le hace el juego. Digo de algún inocente porque a veces es sin malicia. Pasa como con las vírgenes necias o tontas, que se condenan por la bobería. El único baluarte es entonces mantenerse unidos para mantener así la fidelidad a la Iglesia católica, apostólica, romana, a la Iglesia verdadera, la única arca de salvación en la Santa Misa.

Y creo que está de más decirlo, pero me corresponde en lo que a mí, como persona, con mis actos, con mis palabras haya podido ofender a alguien, o dar algún mal ejemplo que ciertamente los habré dado, disculparme y pedir que tengan esa misericordia de perdonarme y de olvidarlo y que se queden con lo bueno. Esa debe ser siempre nuestra actitud con todas las cosas y todas las personas. Entonces creo que no tengo más que decir, sino que siempre estaré pendiente para poder ayudar, en lo que de mí dependa, en el progreso del Priorato. Ahora recemos para que las dos imágenes que están pendientes, se hagan prontamente y poder verlas antes de irme y si no, que de todos modos se hagan para que así ustedes tengan ya prácticamente la capilla terminada, aunque siempre faltará algo.

Pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, que nos ayude para que podamos así perseverar en ese santo deseo, y podamos salvarnos todos nosotros y con nuestro ejemplo redimir a las demás almas. +

PADRE BASILIO MERAMO
3 de agosto de 2003

domingo, 7 de julio de 2024

SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

  



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

En el Evangelio de hoy vemos la advertencia que nuestro Señor hace a la Iglesia, a sus discípulos y a sus fieles. Advertencia que debe ser criterio de discernimiento para conocer a los verdaderos pastores. Criterio de verdad y de doctrina que hoy es más necesario que nunca, en medio de esta confusión espantosa de orden religioso, teológico y doctrinal con el consiguiente coletazo de derrumbe moral que no es más que la expresión de la corrupción doctrinal y conceptual que hoy impera.

Hay que hacer hincapié en esta advertencia de nuestro Señor, porque desde la Revolución francesa el liberalismo imperante en los corazones no ha hecho más que debilitar la capacidad de reacción y de combate del católico; es como un sida espiritual que destruye el aparato inmunológico del espíritu católico para combatir el error y la herejía. Lo típico del liberalismo es diluir toda capacidad de resistencia y de combate, de verticalidad y de ahí el odio entrañable a todo aquello que sea dogmático y vertical, tajante, porque se quiere vivir en un espíritu de acomodamiento al mundo, configurándose con él; la divisa de San Pablo era “no os configuréis con este siglo”, con este mundo, hacer entonces desaparecer el antagonismo entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, ese es el espíritu del cual estamos imbuidos.

La gran diferencia está en querer combatirlo; el liberal propiamente dicho es el que no quiere contender en sí mismo ese espíritu, que es el arma de Satanás para poder así dispersar el rebaño. Ese es el mal que afecta a la jerarquía de hoy, a los pastores; por eso monseñor Lefebvre insistía contra el liberalismo que desgraciadamente aquí en Colombia se convierte en un tema político, y antes de ser un tema político o de partido, es una concepción teológica y filosófica en contra de Dios que reivindica la libertad del hombre ante Dios y ante la Iglesia, ante los principios que limitan al hombre y que por eso tergiversan la libertad. Vemos, por tanto, al hombre de hoy queriendo ser libre sin que nada lo limite en el sentido de restricciones de los apetitos, sean cuales fueran las exigencias; por eso cada uno pretende hacer lo que le dé la gana y no hay principio de autoridad en la sociedad ni en la Iglesia; está destruido.

Y la advertencia de nuestro Señor es que se juzgue al árbol por sus frutos. El mal árbol no puede dar buenos frutos y el bueno no los puede dar malos. Eso nos lo dice para que juzguemos dentro de la misma Iglesia quiénes son los falsos profetas; es una realidad que nuestro Señor quiere poner en evidencia, la prueba que habrá y que hay en la Iglesia por los fingidos pastores. ¿Qué es un profeta dentro del contexto de la Iglesia?, pues un hombre que habla en lugar de Dios y da luz. Y un falso profeta es justamente lo contrario, aquel que usurpa el nombre de Dios no para dar luz sino para confundir y destruir; eso acontece hoy de un modo excepcional, porque lo general es que haya verdaderos profetas, doctores, prelados que defiendan la verdad y a las ovejas y no como el lobo rapaz disfrazado de oveja.

Hasta dónde llega nuestro Señor para que no pequemos de bobería, de estulticia, porque vienen con apariencia de oveja, con la zamarra, es decir que no se presentan como irreligiosos impíos o abominables degenerados, sino como muy piadosos, religiosos, bondadosos, hablándonos en forma halagüeña y fácil para hacer vibrar el corazón sentimental que cada uno tiene y por eso a veces a la gente se le cae la baba por puro sentimentalismo. Por eso nuestro Señor advierte la gran argucia y astucia de ese cinismo terrible, ocultarse bajo la piel de oveja, de cordero, que simbolizan la mansedumbre, sobre todo a la hora del holocausto, de la ofrenda, por eso representa a nuestro Señor inmolado, que se deja sacrificar sin rechistar. Con esa apariencia de Cristo opera el mal. Hay que tenerlo presente en las actuales circunstancias de la Iglesia y de Roma; es un hecho.

Nuestro Señor habla de los frutos, de los hechos y no de las palabras pues éstas se dicen pero son las acciones las que demuestran cuál es el buen y cuál el mal pastor, el buen y el mal prelado. Porque dice Santo Tomás que esos malos pastores, esos falsos profetas son los doctores, los prelados, los obispos, los que tienen prelatura, es decir, un cargo importante en la Iglesia: monseñor, obispo y cardenal. A eso se refiere nuestro Señor, a que habrá obispos y cardenales, prelados que son falsos profetas. Podrían hasta citarse los nombres, pero “ante las circunstancias, abstente”, pues hay gente que se hace una imagen errónea de alguien en particular y aceptan la cuestión en abstracto, pero cuando se les apunta con el dedo afinando la puntería hasta el caso concreto hasta allí se llega, se resiste y se cierra el oído a la verdad buscando aquellos falsos doctores que dicen cosas halagüeñas, como la sirena que susurra al oído.

Es muy distinta la actitud católica y piadosa. Se trata de una santa intransigencia, santa intolerancia del organismo sano que rechaza los virus deletéreos de la enfermedad; sólo en un organismo viciado, corrompido, hace mella la enfermedad, porque no la resiste, no la combate, no la expulsa. Ya decía Menéndez y Pelayo que la intolerancia era lo propio del católico sano y es justamente el liberalismo masón el que nos habla de tolerancia para todo menos para el bien y la verdad y, por tanto, el mundo de hoy no gusta de aquellos que hablan un poco duro, porque sólo quieren palabras aduladoras. Esa es la dificultad, no se quiere oír y mucho menos pensar.

Impera, por tanto, lo “light”, lo suave, lo dulce, cuando es tan otra la realidad; nuestro Señor mismo advierte que no todo aquel que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, que quienes den malos frutos entrarán al fuego del infierno, que hoy ha sido públicamente negado.

Nadie se debe asombrar. Ha sido el cardenal Castrillón quien ha publicado una carta escrita al superior de la Fraternidad, monseñor Fellay, con una apariencia de autoridad bondadosa, en la que impugna en el fondo la actitud de la Fraternidad. Eso exige una respuesta porque es un gran ingenuo o un falso profeta con apariencia de oveja, para desgracia, colombiano; hay que leer la carta ya que él mismo la hizo pública y al ser tal abre tema al debate también público. Cualquiera, en defensa de la verdad y honor de la Iglesia, está facultado para responder, porque no es mal de una sola persona, cardenal o fiel, sino que es un mal que está afectando a la Iglesia universal y ella es inconsútil, no tiene remiendos, costuras, divisiones, es una y santa; su doctrina es una y es santa, luego no se puede pontificar en el error. Vaya si lo hay tanto en prelados como en fieles que se dicen todavía católicos.

La fe de la Iglesia no puede claudicar en el error; iría contra el dogma de la indefectibilidad doctrinal de la Iglesia. Eso debe hacernos reaccionar, reflexionar, pues no es la primera vez que se cae en error y herejía. Casi todo el Imperio romano cayó en el arrianismo y algo igual ocurrió con Inglaterra y el protestantismo, y la mitad de Europa apostató con la Reforma Protestante y ¿acaso no advierte Nuestra Señora en Fátima que se perderá la fe no ya de una nación o un continente sino en el mundo? ¿Entonces qué pasará?, ¿o es que no se es capaz de intuir para poder encontrar el contexto que nos da la luz para seguir la verdad?, porque el verdadero católico, hijo de la luz, posee la fe y por eso no puede vivir en la duda; tiene que vivir en la verdad y el fiel que duda no lo es, puede dudar un momento pero no puede vivir en la duda, tiene que vivir en la certeza de la verdad poseída por la fe. Ese es el dogma católico y no el relativismo doctrinal predicado hoy por doquier.

Si verdaderamente somos católicos tenemos que saber dónde está la verdad y con certeza de fe doctrinal; y si vemos que algún fiel no la tiene, se le ayuda, pero no por eso se va a dejar arrastrar en esa duda que es claudicar en la posesión de la verdad, de esa veracidad que posee íntegra y totalmente la Iglesia católica, única arca de salvación. Este es un dogma negado hoy por el ecumenismo, negada la exclusividad de la Iglesia como arca de salvación y como poseedora exclusiva de la verdad sobrenatural.

Es un nuevo arrianismo el que niega la divinidad del cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Antaño el arrianismo negaba la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, admitía que era un buen profeta y un gran hombre, pero no Dios y hoy se niega la divinidad de la Iglesia, su exclusividad, y se la coloca en plano de igualdad con falsas religiones que tienen por autor a Satanás, como reza el Salmo 95, “Los dioses de los gentiles son demonios”, es la palabra de Dios, todo ello perpetrado por falsos profetas imperantes y gobernantes dentro de la Iglesia. Por tanto, hay que contestar esta carta al cardenal Castrillón porque esto no es posible, si realmente es un verdadero pastor, que no siga en el error, o que no use la zamarra de oveja. Cosa difícil.

Por tanto, atenernos a los frutos para poder discernir la verdad del error, el bien del mal y dentro de la Iglesia. Misterio de iniquidad. Uno de los cinco grandes misterios de los cuales habla San Pablo, como lo advierte monseñor Straubinger, el misterio de iniquidad que en general es el mal, el pecado, pero de modo particular es la gran apostasía que culminará con el anticristo, que pisoteará a Roma y se sentará en la cátedra de Pedro. Ya la Virgen, en La Salette, dijo: “Roma perderá la fe y será sede del anticristo”. Si esto es mentira, entonces tampoco es verdad La Salette; pero si lo de La Salette es cierto, entonces hay que abrir los ojos para no sucumbir bajo las doctrinas deletéreas de los falsos profetas.

Eso es lo que nuestro Señor en todo tiempo dice y se aplica hoy como nunca, para no transigir en la fe, para permanecer fiel a su depósito, al revelado y que no se diluya en medio de las falsas doctrinas y falsos credos, como lo quiere el ecumenismo. Esa es la realidad. Hay que pedir, pues, a nuestra Señora de La Salette y de Fátima nos dé la fe profunda para permanecer fieles a la verdad y no flaquear en nombre de Dios y de la autoridad.

Pidamos a la Santísima Virgen María nos dé esa fe y ese amor a la verdad para, si es necesario, morir por la verdad, poder ofrecer en holocausto de expiación por nuestros pecados y los de los demás esa sangre como lo hizo nuestro Señor en la Cruz. Ese es el espíritu católico y cristiano, esa es la verdadera devoción. Tengamos presente todo esto para profesar a nuestro Señor Jesucristo, unidos en la verdad. +
 
PADRE BASILIO MERAMO
7 JULIO 2002

domingo, 30 de junio de 2024

SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

   


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este domingo tenemos el relato de la segunda multiplicación de los panes que llevó a cabo nuestro Señor. Milagro que repite en dos ocasiones como también repitió la pesca. Estas reiteraciones, como lo dice el gran glosador del siglo XX, desafortunadamente no reconocido como tal, el padre Castellani, eminencia de la Compañía de Jesús y expulsado vilmente habiendo sido el doctor más eximio, si se quiere, que haya tenido esta Compañía en América, pues su diploma lo hacía predicador y exegeta sin tener que someter sus escritos a la aprobación del nihil obstat cuando ésta existía, titulo otorgado por el papa Pío XII y que pocos en un siglo tienen. El padre Castellani decía que los milagros son parábolas en acción; y cuando Cristo repetía un prodigio era porque había un contenido y un significado y por eso no era el mismo milagro; nos advierte en esta ocasión que el doble prodigio invita a mirar la proporción inversa que hay: a mayor número de gente, menos panes y más sobras; a menor gente más panes y menos sobras. En una multiplicación había siete panes y comieron cuatro mil personas y sobraron siete canastos; en la segunda había cinco panes, comieron cinco mil personas, sobrando doce canastos.

Se debe hacer la siguiente reflexión, muy justa, que muestra que con menor cantidad de materia obra mayor efecto, hace más. Sabemos que la multiplicación de los panes no sólo significa la multiplicación de la eucaristía sino también la palabra de Dios y la predicación, y que a través de esa predicación y esa eucaristía nuestro Señor incrementa humildemente su reino, acrecienta su reino y que ese reino no necesita de muchas cosas, como podemos creer los hombres para difundirlo, sino que incluso con menos y con medios más pobres Dios puede obtener una difusión mucho más amplia como la que hizo en la segunda multiplicación, en la cual comió más gente y sobraron más canastos.

Comúnmente creemos que para predicar la palabra de Dios, hacer crecer su reino y convertir almas se necesitan grandes cosas. Es todo lo contrario, menos necesita Dios. Esos medios en los que estamos tentados a pensar que necesita la Iglesia y que han hecho mella en ella, son: la astucia política, el poder, la influencia, las riquezas. Mucha gente está tentada a creer que si tuviéramos esos recursos convertiríamos al mundo, y eso es un error, porque el mundo no se transformará por la política, el poder o la influencia ni las riquezas, sino por la táctica pobre y humilde de la predicación fiel del Evangelio. Lo único que sí necesita la Iglesia para evangelizar son los sacerdotes bien formados.


Por lo mismo, el padre Castellani decía que lo primero que necesita la Iglesia son sacerdotes bien instruidos para que puedan predicar fielmente la palabra de Dios; lo demás, como el prestigio, el poder, las riquezas y la diplomacia sobran, como también sobrarían la radio y la televisión. No convertiríamos a nadie por la televisión, la radio, las revistas y los medios de comunicación, como muy tentados estaríamos a caer. Otro asunto es utilizar esos medios como católicos en la difusión de nuestra cultura religiosa; pero la religión católica, la fe y la conversión de las almas se opera por la prodigiosa multiplicación de la palabra de Dios fielmente transmitida a lo largo de la tradición. Tal es el error y la confusión con respecto a la propagación de la palabra de Dios que vemos a la Iglesia aturdida en una propaganda estéril por la fe, absolutamente estéril.


Nuestro Señor se valió de sus doce apóstoles, pobres pescadores, ignorantes, pero hombres de principios, leales y nobles, porque se puede ser pobre y pescador pero noble, la virtud del hombre de bien. Así eligió a sus discípulos para que distribuyeran la palabra de Dios. Nos muestra en estas dos multiplicaciones de los panes cómo en las manos de los apóstoles se multiplicaba el pan y cómo no solamente de pan vive el hombre sino también de toda palabra de Dios. Entonces así se difundiría la palabra de Dios, por esa transmisión fidedigna que hoy no se tiene en cuenta y por eso la gran ruptura que hay al no darle importancia a la tradición, porque no se puede dar lo que no se tiene y no se puede tener lo que no se ha recibido; si los apóstoles no hubieran obtenido el pan de las manos de nuestro Señor no se hubiese multiplicado; para dar hay que recibir, y tiene que ser de Dios para poder dar transmitiendo fielmente las cosas de Dios.

Ahí está el problema cuando se origina una ruptura, un rechazo, un corte vertical con la Tradición. Monseñor Lefebvre, cuando era vil e insidiosamente atacado por la prensa o por los obispos que le reprochaban cínicamente el cisma, lo dijo en varias ocasiones: “Si hay un cismático no soy yo, son ellos; si hay un cisma no soy yo, son ellos quienes crean el cisma porque no puede haber una ruptura, ni una escisión en la transmisión fiel de la palabra y de la doctrina de Dios y de la religión de Dios que es la religión católica; el solo hecho de no tener en cuenta la Tradición y atenerse a ella origina esa ruptura, ese cisma”. Por eso Monseñor Lefebvre siempre se sintió el fiel transmisor de lo que había recibido y en su tumba y en su lecho de muerte mandó escribir: “He transmitido lo que recibí,como un simple y humilde siervo de Dios”.

Así debe ser todo sacerdote y todo obispo, todo el que ocupe un lugar en la jerarquía de la Iglesia para que así se multipliquen el reino y la palabra de Dios, la santa Eucaristía. Porque si estoy en ruptura con la tradición, con la concepción católica de la santa Misa, ¿cómo se consagraría?, ¿con qué intención?, si no es la santa Misa sino una cena donde se reúnen los amigos, y Dios está presente allí donde hay dos o tres reunidos en su nombre; eso no es la misa. Aquí estamos reunidos y sin embargo hasta que no se pronuncien las palabras de la consagración no hay misa, no hay presencia real y sin embargo aquí está presente Dios porque estamos más de dos o tres reunidos o en cualquier otro grupo, en la calle o en una plaza; pero esa presencia universal de nuestro Señor allí donde están sus discípulos no es la presencia sustancial que hay en su cuerpo eucarístico.


Ahí está el riesgo de invalidez de la nueva misa, que no es otra opción como creeríamos; hay riesgo porque no hay la garantía de la confesión sacramental justamente por tener otro concepto distinto al de la Tradición sobre la Misa y sobre el sacrificio. Tanto es así que no se lo ha querido definir como un sacrificio propiciatorio sino de alabanza, eucarístico, pero no donde hay inmolación.

La Misa se define como la renovación incruenta del mismo sacrificio del Calvario, la inmolación, pero no realizada físicamente sino incruenta y sacramentalmente. Acerca de esa tercera dimensión podríamos así decir: la dimensión natural, la dimensión sobrenatural y la tercera que es la sacramental, que conjuga esas otras dos dimensiones y que están en todos los sacramentos; por eso hay elementos del orden natural y elementos del orden sobrenatural que están conjugados en el sacramento; por eso se bautiza con agua, se consagra con pan y vino, pero también está la gracia del bautismo; pero asimismo está la presencia real y substancial de nuestro Señor en las especies del pan y del vino que ya no lo son sino que se convierten en el cuerpo y la sangre de nuestro Señor, junto con su alma y divinidad.

Es importante recordarlo para no dejarse llevar por el error y caer en cisma, en el cual automáticamente se cae si me sustraigo de la Tradición católica que es la que hace que la Iglesia de hoy sea la de mañana y no que haya una nueva Iglesia y una nueva religión que adulteran la palabra y el nombre de Dios, pues se valen de Dios para destruir su reino. Eso es lo satánico, lo terrible y lo difícil de entender y discernir; solamente a los ojos y a la luz de la fe se pueden sopesar y ver esto. Si no las vemos es porque nuestra fe es poca. Misterio de fe, hay que vivirlo, y éste se resume y sintetiza en la santa Misa y por eso esas palabras que estuvieron desde el principio, desde los apóstoles, han sido quitadas de la santa Misa –misterio de fe– ,por eso estaban incluidas dentro de las palabras de la consagración del vino, para expresar, para manifestar esa realidad.


Nuestro Señor necesita esa fidelidad de los apóstoles para que el reino de Dios se propague por su palabra y por su sacrificio. Esa es la explicación del doble milagro de la multiplicación de los panes, para que no creamos que necesitamos grandes cosas, sino que con las más humildes, con las más pequeñas se puede convertir al mundo si éste y los hombres quieren y si los apóstoles son fieles. Lo que se necesita es la fidelidad de los apóstoles bien instruidos; pero hoy falta educación religiosa, formación teológica y dogmática en el clero y, por tanto, pulula el error por doquier.


Desde luego que el pueblo se confunde si no hay doctores en la fe que por oficio son los obispos, los catedráticos de Dios. Los sacerdotes son auxiliares, ayudantes de esos doctores y catedráticos en la fe. El que predica en nombre propio es el obispo, mientras que el sacerdote, con su permiso, lo hace como un auxiliar. Faltan esa luz, esos doctores, esos obispos; por eso vemos el mundo que se cree católico sin esa luz de la fe, porque no hay doctores.


Son cuatro o cinco obispos fieles (cuatro, pues ya claudicó monseñor Lisinio quien era el quinto obispo consagrado junto con los cuatro de la Fraternidad); cuatro obispos para dar luz al mundo en la fe. Peor que la época de San Atanasio, porque este santo no estaba tan solo, se encontraba con San Hilario, San Basilio, San Gregorio y otros. Y es mucho peor que la herejía arriana que negaba la divinidad de nuestro Señor; hoy se refuta la santidad de la Iglesia católica, eso es lo que hace el ecumenismo, al colocarla en igualdad con las otras religiones. Es un nuevo arrianismo, mucho peor porque contamos con menos defensores de la fe y es mucho más universal el mal porque ahora abarca todo el mundo.


No por eso debemos claudicar en la multiplicación del reino y de la palabra de Dios, sino seguir siendo fieles a la sacrosanta tradición católica y propagar el reino de Dios y procurar no sólo nuestra salvación sino la de todas las almas.


Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, mantenernos fieles a la Tradición, salvar nuestras almas y las de todos los demás. +

PADRE BASILIO MERAMO
30 de junio de 2002

sábado, 29 de junio de 2024

FIESTA DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO

   


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Hoy conmemoramos la fiesta de San Pedro y San Pablo. El martirio de San Pedro y de San Pablo en Roma el mismo día. ¡Qué pérdida tan grande para la Iglesia!

Perder a San Pedro, el primer Papa, sobre quien nuestro Señor funda la Iglesia, no por la persona privada de Pedro que era Simón hijo de Jonás Barjona sino por Petrus, cambiándole el nombre como piedra fundamental de ella, por haber confesado la divinidad de nuestro Señor Jesucristo.

Es por esta confesión que Pedro es piedra y fundamento de la Iglesia; de ahí la necesidad de la confesión, de él no solamente como sumo pontífice con poder de atar y desatar en la tierra, sino también de todos nosotros como hijos de la Iglesia, la profesión de la fe. Y de fe sobrenatural, porque la misma profesión materialmente también la hizo Natanael, exacta, idénticamente y sin embargo, no fue sobre él sino sobre Pedro. ¿Por qué? Porque Natanael lo hizo como una deducción de orden natural, como hijo adoptivo de Dios, pero no como el hijo de Dios, pues la confesión materialmente fue la misma. La una era por revelación de Dios, por vía divina, que fue la de Pedro, “eso no te lo ha revelado hombre ni carne alguna, sino mi Padre que está en los cielos”. Mientras que a Natanael se lo reveló su propio ingenio, su propia deducción, naturalmente, no sobrenaturalmente, lo cual nos muestra que aun con la misma o parecidas fórmulas, si no es por el medio sobrenatural de la fe, no tiene el mismo valor.

En el mismo día, San Pedro, cabeza de la Iglesia, fundamento de la Iglesia, muere. Sí, muere el primer Papa, y el gran apóstol de los gentiles, que no era uno de los doce. En realidad apóstoles hubo trece, no doce, de los cuales uno fue un traidor y San Pablo, que fue el último, se convirtió, por así decirlo, en el primero, el primer apóstol de los gentiles, de las naciones, el gran perseguidor convertido en gran predicador. Y estas dos eminencias de la Iglesia naciente sucumben, mueren dando testimonio de nuestro Señor el mismo día. Cuánta consternación no habría en la Iglesia, en la misma Roma, en los fieles, al ver que estos dos pilares morían el mismo día, y sin embargo, ellos sabían que “... las puertas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia”. ¿Qué quiere decir eso? Que a pesar de las persecuciones, por atroces, crueles y sangrientas que sean, siempre quedará al fin y al cabo, vencedora la Iglesia. Y es por eso que la fe de aquellos fieles crecía en esa hora de prueba, del martirio de estos dos egregios personajes cuya fiesta celebramos hoy. San Pedro fue sepultado en la Colina Vaticana cerca del circo de Nerón y San Pablo fue sepultado cerca de donde fue decapitado en la vía Ostiense y el lugar es justamente donde se encuentra la Iglesia dedicada al apóstol. 

En este mismo día tradicionalmente se llevan a cabo las ordenaciones sacerdotales en Ecône, en el seminario de Suiza. Digo normalmente porque algunas veces si cae domingo, por razones de apostolado, se adelanta para poder permitir que todos los fieles puedan asistir juntos con los sacerdotes a esas ordenaciones. Hoy hubo ordenaciones en Ecône, con lo cual también debemos tenerlo presente para unirnos de todo corazón, ya que es la misma Fraternidad. Estar unidos en el mismo espíritu y en la misma fe que defendemos, la misma fe por la que murieron San Pedro y San Pablo. Los ornamentos rojos significan la sangre derramada de los mártires, que son los testigos de nuestro Señor Jesucristo en la fe y que por Él mueren dando testimonio.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a guardar ese testimonio de la fe y que podamos perseverar en la fe de la Iglesia, en esa fe de San Pedro, en esa fe de San Pablo, esa fe que está siendo adulterada, tergiversada, diluida como hoy se diluye todo, incluso la fe, se cambia todo. Los productos hoy día sufren una transformación en su sustancia y todo es “light”; lo mismo acontece con la fe, se la adultera en su sustancia convirtiéndola en una religión “light”. Eso no puede ser; de ahí la necesidad de recordar los principios, el fundamento, no olvidar que la Iglesia se fundamenta sobre la fe y los sacramentos, que son la base, el sostén y de allí la confesión de Pedro, por la que es elegido y se convierte en el primer Papa. Y todos los Papas que le sucedieron en su gran mayoría fueron mártires en la Iglesia primitiva y todos santos sin interrupción hasta la condena de San Atanasio por Liberio. Este fue el primer Papa no santo por condenar injustamente al gran paladín de la fe, paladín del concilio de Nicea, que nos dejó en el Credo o símbolo Atanasiano lo esencial de la fe, que debemos recordar y tener presente para no sucumbir hoy ante el ecumenismo que destruye y socava nuestra fe, la fe de la Iglesia Católica, por la cual murieron San Pedro y San Pablo y todos los mártires que hoy están en el cielo.

Y quién sabe si nos corresponda también a nosotros morir por lo mismo, si así Dios lo quiere, porque se avecinan tiempos cada vez más difíciles, tiempos eminentemente apocalípticos, de eso no hay duda. Quien dude de esto, está verdaderamente fuera del contexto histórico y religioso de la historia de la Iglesia y de los acontecimientos profetizados por las Sagradas Escrituras, por Dios mismo. Pidamos pues a nuestra Señora que nos fortifique, que nos mantenga unidos en la misma y única profesión de fe, la fe de la Iglesia católica, apostólica y romana fuera de la cual no hay salvación. Que este sea el propósito, que ese sea el ejemplo que nos den los mártires en esta fiesta de San Pedro y San Pablo, dos pilares de la Iglesia primitiva que han derramado su sangre por proclamar su fe. + 

P.BASILIO MERAMO
   
29 de junio de 2001

domingo, 23 de junio de 2024

QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

El Evangelio de hoy nos muestra el reproche que hace nuestro Señor a los escribas y fariseos, impugnadores y enemigos. Nos dice a los presentes que si nuestra justicia no es más acabada que la de los escribas y fariseos, no entraremos en el reino de los cielos. Reproche que nos atañe a cada uno de nosotros si queremos entrar al reino de los cielos. Que nuestra justicia no sea mera apariencia de moral, de virtud, de santidad, de perfección, como la que tenían los fariseos; la justicia resume la santidad, la perfección. El hombre justo es, por antonomasia, santo.

Nuestro Señor nos incita a no ser como la orgullosa elite de los fariseos del pueblo elegido que se creía santa y perfecta cuando en realidad era todo lo contrario, solamente apariencia, follaje, exteriorización de virtud, de santidad, de justicia, de perfección. Eso no lo quiere nuestro Señor. Dios quiere la sinceridad de corazón frente a Dios y a los hombres; que no seamos hipócritas, de doble faz, que no guardemos una apariencia de virtud cuando en el fondo nuestra alma está corrompida. Esa es la recriminación de nuestro Señor a los escribas pero que también nos cae a nosotros.

Dios sabe si toda esta crisis la ha permitido por causa de esa falsa apariencia y falta de virtud pero disimulada en el exterior; por eso consiente el flagelo de todos los errores que ahora vemos; puede ser un justo castigo por la exteriorización de la religión católica quedando en mera apariencia pero desvirtuada de su verdadero contenido religioso. Hasta el rigor con el cual muchos fueron criados o educados, pero ahora se ve todo lo contrario, de un extremo se pasó al otro. La virtud es un equilibrio entre dos extremos y por encima, como la cima de una montaña a cuyos lados puede haber grandes abismos, y es claro que desde la cúspide sería peor la caída si se perdiese el equilibrio.

No debe sorprendernos lo que pasa en el mundo y la Iglesia vaciada de su contenido si no obramos bien como lo dice San Pedro en su epístola: huir del mal y hacer el bien; no devolver maldición por maldición sino  bendecir; no maldecir aunque nos maldigan. En eso también consiste la virtud y la santidad cristiana, católica, y no en ser un baúl lleno de rencor, odio y venganza; todo eso se traduce y genera violencia física que es la manifestación de la furia interior, del encono y recelo llevados en el corazón. Y nuestro Señor lo advierte. No presentar el sacrificio y mucho menos comulgar si tenemos algo contra uno de nuestros hermanos, primero reconciliarnos y después ofrecer el sacrificio, ese es el ejemplo que debemos dar.

De qué sirve ir a Misa y comulgar si me peleo con el vecino, lo detesto y lo odio, o con cualquier familiar o conocido. No sirve de absolutamente nada, por eso quizás la ineficacia de tantas Misas mal oídas y comuniones mal hechas. A todo eso se refiere nuestro Señor en el Evangelio, para que verdaderamente vivamos el espíritu católico y cristiano, la verdadera virtud, no la de sepulcros blanqueados por fuera y con la podredumbre del alma y del corazón por dentro. A la virtud y no a la apariencia de religiosidad que podamos tener o que hubo antaño, no solamente en Colombia sino en el mundo, adorando a Dios con la boca y no con el corazón. Es, entonces, una invitación a obrar realmente una interiorización, a un balance económico del alma delante de Dios; que recapacitemos para que nuestra alma sea cristiana, no infiel, para que tengamos un corazón cristiano. Un corazón que no sabe perdonar y que guarda rencor es pagano, no cristiano. Que el corazón no esté imbuido de paganismo al no obrar en consecuencia con lo que nuestro Señor nos pide, con lo que nos pide San Pedro en su epístola para ser un poco mejores y salvar nuestra alma y la de otros dando buen ejemplo.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a reflexionar todo esto como Ella las conservaba y meditaba en su corazón, para que a imagen de Ella nos santifiquemos y correspondamos cada vez más al amor de nuestro Señor. +


P.BASILIO MERAMO

23 de junio de 2002 

domingo, 16 de junio de 2024

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

   


Amados hermanos en Nuestro Señor JesuCristo:

El evangelio de hoy nos relata la primera pesca milagrosa. Nuestro Señor realiza este milagro en dos ocasiones como la multiplicación de los panes; cada uno de ellos tiene su propio significado; por esta razón es doble. En la primera pesca milagrosa, que hoy vemos, nos muestra la iglesia militante, mientras que la segunda pesca milagrosa, que relata San Juan, se refiere a la iglesia triunfante. Nuestro Señor le dice a San Pedro que tire la red hacia la derecha que significa los elegidos, y no se rompen las redes, Él está en la orilla y no en la barca con ellos. En la primera pesca la barca parece zozobrar, sucumbir por el peso de la cantidad de peses.

En esta primera pesca milagrosa Nuestro Señor confía esa misión a los apóstoles que le siguen, dejando, abandonándolo todo, familia, hijos, mujer, no tener más trato con las cosas familiares y de este mundo. La generosidad de los apóstoles y que tendrían que observar también todos aquellos que tienen un ministerio en el nombre de la Iglesia y de Nuestro Señor JesuCristo, y esa capacidad de abandonarlo y dejarlo todo, por lícito bueno que sea. Porque no es como cree el mundo que quien entra en religión, hombre o mujer, es debido a una desilusión o amargura; todo lo contrario, es dejar lo bueno por algo que es mucho mejor que es DIOS Nuestro Señor, y si hay gente que ha entrado a un convento, en religión, o lo que fuere por una desventura, tendría que ser no por eso en sí, sino porque eso mismo le haya hecho ver lo poco que vale el mundo, y si lo hiciera para huir de esa amargura, mal haría, porque no deja el mundo en lo que pueda tener de bueno y lícito para buscar a Dios, sino que busca consolar su pena y eso sería falta de vocación.

Nuestro Señor muestra la generosidad de los apóstoles, la humildad de ellos que no eran ni príncipes ni reyes, que bien los hubiera podido elegir, eran hombre humildes, de pueblo, gente sencilla que vive a la buena de DIOS. Que más que vivir a la buena de DIOS. Y elije a sus discípulos dentro de los pescadores por que así lo que ellos hicieran no sería atribuido a la grandeza que pudiesen haber en esos hombres sino a la palabra y asistencia de DIOS.

Por la palabra Nuestro Señor, Simón Pedro obedece y echa las redes después de haber pasado toda la noche, sin pescar absolutamente nada, para mostrar que es por la palabra de DIOS, por la palabra de Nuestro Señor que se pescan los hombres y no por otra cosa. Esa es la importancia de mantener fielmente la palabra de DIOS para la Evangelización, sin que se adultere, distorsione y cambie con el fin de acomodarse al mundo suavizando de algún modo, cuando no cambiando totalmente el significado y, por tanto, el contenido de la Palabra Divina. Y ese es el problema actual, cuando se adultera la palabra de DIOS, el evangelio, tan sutilmente que es difícil darse cuenta sin tener una preparación filosófica y teológica correctas. Peligro que corren los fieles por este cambio de la palabra divina, por querer estar en conformidad con el mundo, con el pensamiento, y con las costumbres de hoy, opuestas a la Iglesia.

Es una lucha descomunal y desproporcionada con un mundo alejado de DIOS y que acepta a un DIOS rebajado a la altura del hombre, no es el hombre quien quiere ascender a DIOS en sus brazos para llegar a Él, sino que quiere un dios rebajado a su capricho, a su modo de pensar y de ser, creando una religión mundana. Esto es desdichadamente el acontecer de las iglesias de parroquias con las predicaciones; ofrecer la religión católica no con lo sublime excelso que ya tiene por su carácter Divino sino de humano y rebajado, proponiendo una moral laxa corrupta, donde prácticamente ya no hay pecado, y si esto es mentira, entonces como se explica que la pornografía sea moneda corriente en los medios de comunicación, y por que la degradación del pudor reflejado en la moda de la mujer y que nadie dice nada por ser la moda, lo que se impone, y loco aquel que se oponga. Estos hechos palpables demuestran que hoy queremos una religión y una moral que satisfaga nuestros caprichos y deseos que no son los más puros; eso explica que pulule la impureza por doquier. Aquellos que quieren presentar una moral como la exige DIOS no tiene eco, no se les escucha, se prefiere lo otro.

Es exactamente lo que acontece hoy; y las personas que asisten a esta capilla deben comprender que esta no es una capilla común y corriente. Se exige el respeto a DIOS debido, que está en el sagrario y en el centro del altar, no sobre una mesa donde se celebra una cena, sino un altar donde se sacrifica, se inmola a Nuestro Señor como se inmoló en la Cruz pero realizado de un modo Sacramental e Incruento; donde se trata de adorar a DIOS en espíritu y verdad, manteniendo así la fe católica, apostólica y romana, y no una fe que se dice católica sin serlo, como en las otras capillas e iglesias.

Esa es la importancia de guardar el testimonio de la palabra, de la buena nueva, del Evangelio, que haya apóstoles generosos que lo dejen todo para predicar la palabra de DIOS y en el nombre de DIOS salvar las almas que están en el mundo como están los peces en el mar; así en el nombre de DIOS lograr su salvación. Esa es la misión de la Iglesia y la importancia de que la Iglesia guarde la verdad, guardar la verdad que la hace ser el cuerpo místico de Nuestro Señor JesuCristo.

Pidamos a la Santísima Virgen María meditar estas cosas para no ser católicos a medias, mundanos, sino de verdad tratar de reformarnos para no dejarnos llevar por el mundo que cada vez nos quiere absorber y en esa medida volvernos menos católicos y menos de DIOS. Imploremos a Ella que nos ayude a ser fieles testigos de DIOS y fieles transmisores de la palabra de Nuestro Señor JesuCristo para la salvación de las almas+

P. Basilio Méramo
16 de junio del 2002