San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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miércoles, 4 de junio de 2014

TIEMPOS APOCALIPTICOS


Los Tiempos Apocalípticos están caracterizados por: la Crisis de Fe y la Gran
Apostasía, la Abominación de la Desolación en lugar Santo, el Anticristo (en su
doble versión) la Bestia del Mar, versión política, y la Bestia de la Tierra o
Pseudoprofeta, versión religiosa o carismática, como es lo religioso en el mundo
moderno.
Todo esto no es más que la Religión (y por ende los dogmas de la fe) adulterada,
falsificada, falseada, falsa, se trata de un cristianismo adulterado por el comercio
(trato carnal y mundano) con el mundo, es la relación sacrílega y adultera por la
conjunción o compenetración de Iglesia y Mundo, tal como el Ecumenismo
sacrílego y adultero propicia, he aquí el famoso «aggiornamento» (puesta al día) de
la Iglesia, de lo Sacro, a lo vil y mundano; he aquí la relación adúltera de la
connivencia y maridaje entre el Mundo y la Iglesia, y el resultado no puede ser que
un fruto bastardo, como lo es todo el culto de la Nueva Iglesia Modernista. De aquí
que Monseñor Lefebvre calificó a la Nueva Misa, de Misa bastarda. Y ahora lo
terrible y lo tremendo por si fuera poco con lo ya dicho, todo esto no es más que la
obra de un gran falsificador y un gran adultero, de un gran infame y sacrílego como
pide, exige y reclama, la realidad de las cosas y de los hechos. Todo efecto tiene su
causa, y sus instrumentos. Ahora bien, todo esto no es obra del azar, ni por
generación espontánea, nada de eso, hay una causa y esta es la del Anticristo el cual
en concreto se personifica en un impostor de carácter religioso y que mejor que en
un antipapa. El anticristo en su versión religiosa, bestia de la tierra es un mitrado
un obispo de la jerarquía de la Iglesia, está suficientemente señalado para
identificarlo, pues tiene cuernos como de cordero o sea la mitra, los dos cuernos de
Moisés que simbolizan el Antiguo y Nuevo Testamento.
Un obispo que tenga o pueda tener un poder universal para arrastrar a todos tras la
religión falsificada, no puede ser sino la obra del único obispo con poder universal
en la Iglesia, y este es el obispo de Roma, el Papa. De aquí lo terrible, pues Satanás
se valdrá del Papado para prostituir como la Gran Ramera la Iglesia Santa de Dios.
De aquí que necesariamente tiene que ser un falso Papa, un impostor un antipapa,
pues un Papa verdadero no puede ejercer y llevar a cabo tan tremenda acción.
Luego la abominación de la desolación en lugar santo, la adulteración de la
religión, la profanación de la Iglesia, la falsificación de la fe y de los dogmas de fe,
son la obra del Pseudoprofeta, la Bestia de la Tierra al servicio del mundo y de su
poder político la sinarquía judaica, representada en la Bestia del Mar, formado
entre ambos el Anticristo completo (que es doble, que son dos) que representan
estas dos Bestias o Fieras apocalípticas.
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Esta es la esencia del contenido (poco más, poco menos) del 3er. Secreto o Mensaje
de Fátima. Y es lo único que justifica o explica el por qué tanto misterio con su
revelación.
Citaremos algunos textos de los cuales nos valemos para afirmar lo dicho.
Respecto al culto antropoteísta del Anticristo: «… la adoración sacrílega del
hombre por el hombre, que será la herejía del Anticristo». (Castellani, El
Apokalypsis, ed. Paulinas, Buenos Aires 1963, p. 38).
La religión del hombre, el humanismo ateo, es la característica de la Nueva
Religión antropocéntrica y antropoteísta del actual Ecumenismo de la Nueva
Iglesia post-conciliar.
«En el Anticristo habrá dos cosas, un sacrilegio y una herejía (“Segunda Bestia”). Se
hará adorar como Dios, lo cual es un sacrilegio, y por cierto el máximo, y para ello
se servirá como de instrumento de un culto religioso derivado espuriamente del
mismo Cristianismo: Es decir, de una herejía cristiana que pareciera ha nacido ya
en el mundo. (...) y así el poder político deificado y encarnado en un “plebeyo
genial” y apoyado por un sacerdocio, será la abominación de la desolación y el
reinado del Anticristo». (Ibíd. p. 38-39).
La abominación de la desolación se identifica con el reinado del Anticristo. El
Anticristo, en su versión religiosa, el Pseudoprofeta y con la Roma Babilónica y
Apóstata, como señala Nuestra Señora en La Sallette: “Roma perderá la fe y será la
sede del Anticristo”.
«La primera herejía, por lo que sabemos de ella, se parece a la última herejía.
Quiero decir, a la de nuestros tiempos; y se puede decir que transcurre
transversalmente toda la historia de la Iglesia, y es como el fondo de todas las
herejías históricas. Era una especie de gnosticismo dogmático y laxismo moral, un
“sincretismo”, como dicen hoy los teohistoriógrafos. Era una falsificación de los
dogmas cristianos, adaptándolos a los mitos paganos, sin tocar su forma externa
por un lado; y concordantemente, una promiscuación con las costumbres relajadas
de los gentiles; nominalmente, en la lujuria y en la idolatría (...) comían de las
carnes sacrificadas a los dioses, en los banquetes rituales que celebraban los
diversos “gremios”, lo cual era una especie de acto religioso idolátrico o sea, de
“comunión”; y se entregaban fácilmente a la fornicación, que entre los paganos no
era falta mayor ni vicio alguno, incluso, según parece, después y como apéndice de
los dichos banquetes religiosos». (Ibíd. p. 32).
Por esto las vírgenes en el Apocalipsis son los incontaminados: «“Vírgenes”
significa que no se manchan con la “Fornicación” (o sea idolatría) de la religión
falsificada; la cual fornicación o apostasía propaga la mujer Ramera de la visión
16». (Ibíd. p. 96).
«“Fornicar con los reyes de la tierra” significa la religión ponerse al servicio de la
política». (Ibíd. p. 97).
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«La Medición del Templo significa la reducción de la Iglesia fiel a un pequeño
grupo perseverante y la vasta adulteración de la verdad religiosa en todos los
restantes; y en esto están unánimes todos los Santos Padres». (Ibíd. p. 94-95). Es el
famoso pusillus grex, pequeño rebaño Luc.12-32. Se comprenden así las palabras
que inician el 3er Secreto de Fátima: En Portugal se conservará siempre el dogma
de la Fe.
«Solo el Tabernáculo (o Sancta Sanctorum) será preservado: un grupo pequeño de
cristianos fieles y perseguidos; el Atrio, que comprende también las Naves (no las
había en el Templo de Jerusalén) será pisoteado. Y esa es “la abominación de la
desolación”, que dijo Daniel y repitió Cristo». (Ibíd. p. 154).
«Todos los Santos Padres han visto en esta visión (Medición del Templo) el estado
de la Iglesia en el tiempo de la Gran Apostasía: reducida a un grupo de fieles que
resisten a los prestigios y poderes del Anticristo (mártires de los últimos tiempos)
mientras la religión en general es pisoteada durante 42 meses o 3 años y medio.
Pisotear no es eliminar: el “Cristianismo será adulterado». (Ibíd. p. 152).
«El mismo Templo y la Ciudad Santa serán profanados, ni serán ya santos. No
serán destruidos. La religión será adulterada, sus dogmas vaciados y rellenados de
sustancia idolátrica; no eliminada, pues en alguna parte debe estar el templo en
que se sentará el Anticristo “haciéndose adorar como Dios”, que dice San Pablo. La
Gran Apostasía será a la vez una grande, la más grande Herejía» (Ibíd. p.153).
«Cristo dice en su sermón Esjatológico que la Gran Apostasía haría caer si fuera
posible incluso a los elegidos». (Ibíd. p. 125).
«Ni el culto de Satán tiene la sutil malicia y total falsificación de la verdad que tiene
esta herejía adulterada de todo el cristianismo. Otros elementos del ejército
anticrístico (como la Masonería, la magia y el Satanismo) no se niegan con esto».
(Ibíd. p. 188).
«Con retener todo el aparato externo y la fraseología cristiana, falsifica el
cristianismo, transformándolo en una adoración del hombre; o sea, sentando al
hombre en el templo de Dios, como si fuese Dios. Exalta al hombre como si sus
fuerzas fuesen infinitas. Promete al hombre el reino de Dios y el paraíso en la tierra
por sus propias fuerzas. La adoración de la Ciencia, la esperanza en el Progreso y la
desaforada Religión de la Democracia, no son sino idolatría del hombre; o sea, el
fondo satánico de todas las herejías, ahora en estado puro». (Cristo ¿Vuelve o no
vuelve? ed. Dictio, Buenos Aires 1976 p.18).
«La fiera del Mar (therion significa fiera y no simplemente “Bestia” como traen
nuestras Biblias traducidas) es simplemente el Anticristo (...) La fiera de la tierra es
una religión falsa (falsificada) o herejía máxima, con su jefe y conductor: quizás un
Obispo apóstata que es también un mago (Solovief)». (El Apokalypsis, p. 95).
La unificación mundial propiciada por el poder oculto judío (con sus
organizaciones satélites, ONU; OEA; etc.) y la finanza internacional también judía,
es la meta del Anticristo: «Hoy día es “un fin político lícito” y muy vigente por
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cierto, la organización y unificación de las comarcas del mundo en un solo reino –
que por ende se parecerá al Imperio Romano. Esta empresa pertenece a Cristo; y es
en el fondo la secuela aspiración de la Humanidad; pero será anticipada malamente
y abortada por el Contra -cristo ayudado del poder de Satán. En el Boletín de
“Canadian Intelligence Service (enero 1963) podemos ver el poder que tienen
actualmente, en E.E.U.U. e Inglaterra sobre todo, los “One-Worlders” o partidarios
de la unificación del mundo bajo un solo Imperio. Propician la amalgama del
Capitalismo y el Comunismo, que será justamente la hazaña del Anticristo» (Ibíd.
p.p. 188-189). «La última herejía será optimista y eufórica “mesiánica”. El
bolchevismo se incorporará, será integrado en ella». (Ibíd. p. 201).
«El Capitalismo y el Comunismo, tan diversos como parecen, coinciden en su
fondo, digamos, en su núcleo “místico”: ambos buscan el Paraíso Terrenal por
medio de la Técnica; y su “mística” es un mecanismo tecnólatra y antropólatra,
cuya difusión vemos hoy día por todos lados, y cuya dirección es la edificación del
hombre; la cual un día se encarnará en un hombre». (Ibíd. p. 347).
«El Anticristo no será un demonio, sino un hombre “demoniaco”, tendrá “ojos
como de hombre”, levantados con la plenitud de la ciencia humana, y hará gala de
humanidad y “humanismo”, aplastará a los santos y abatirá la ley, tanto la de Cristo
como la de Moisés; triunfará tres años y medio hasta ser muerto “sine manu”, no
por mano de hombre; hará imperar “la abominación de la desolación.” O sea, el
sacrilegio máximo; será soberbio mentiroso y cruel, aunque se fingirá virtuoso (...)
será ateo y pretenderá el mismo recibir honores divinos; en qué forma, no lo
sabemos: como Hijo del Hombre, como verdadero Mesías, como encarnación
perfecta y flor de lo humano soberbiamente divinizado, como Fuehrer, Duce,
Caudillo y salvador de los hombres; como Resucitado de entre los muertos. (...)
Reducirá a la Iglesia a su extrema tribulación, al mismo tiempo que fomentará una
falsa Iglesia. Matará a los profetas y tendrá de su lado una manga de profetoides, de
vaticinadores y cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por
el hombre, hierofantes que proclamarán la plenitud de los tiempos y una felicidad
nefanda. Perseguirá sobre todo la predicación y la interpretación del Apocalipsis; y
odiará con furor aun la mención de la Parusía. En su tiempo habrá verdaderos
monstruos que ocuparan cátedras y sedes, y pasarán por varones píos, religiosos y
aun santos; porque el hombre de pecado tolerará y aprovechará un cristianismo
adulterado. Abolirá de modo completo la Santa Misa y el culto público durante 42
meses o sea 1260 días – que serán largos de pasar». (Ibíd. p. 198-199).
«La mujer ramera y blasfema es la religión adulterada, ya formulada en
Pseudoiglesia en el fin del siglo, prostituida a los poderes de este mundo, y
asentada sobre el formidable poder político anticristiano». (Ibíd. p 261).
«Cuando vino Cristo eran tiempos confusos y tristes. La religión estaba pervertida
en sus jefes, y consiguientemente en parte del pueblo. (...) Cuando Cristo vuelva la
situación será parecida. Solamente el fariseísmo, el pecado contra el Espíritu Santo,
es capaz de producir esa magna apostasía que el predijo: “La mayor tribulación
desde el Diluvio acá”, será producida por la peor corrupción, la corrupción de lo
óptimo. (...) por eso San Juan vio en la frente de la ramera la palabra Misterio, y
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dice se asombró sobremanera; y el Ángel le dice: “Ven, y te explicaré el misterio de
la Bestia”. Es el misterio de iniquidad, la abominación de la desolación: La parte
carnal de la Religión ocultando, adulterando y aun persiguiendo la verdad.
“Sinagoga Sátanae». (Ibíd. p. 257).
Se comprende así la persecución violenta y silenciosa contra toda la Tradición de la
Iglesia, dogma, culto y moral.
«La esposa comete adulterio: cuando su legítimo Señor y Esposo Cristo no es ya su
alma y su todo; cuando los gozos de su casa no son ya toda su vida; cuando codicia
lo transitorio del mundo en sus diversas manifestaciones; cuando mira sus
grandezas, riquezas y honores con ojos golosos (...) Esto es lo que llama el profeta
“fornicar con los Reyes de la tierra”. Primero se fornica en el corazón desfalleciendo
en la fe; después en los hechos, faltando a la caridad. El error fundamental de
nuestra práctica actual y -aun teoría a veces- es que amalgamamos el reino y el
mundo, lo cual es exactamente lo que la Biblia llama “prostitución”». (Ibíd. p. 258).
Esto fue lo que instituyo desgraciadamente el Concilio Vaticano II con su
«aggiornamento» y su ecumenismo, y no es más que una prostitución. Al pan, pan
y al vino, vino. Las cosas son lo que son o dejan de ser. Pero resulta que el Concilio
Vaticano II único Concilio Ecuménico en toda la historia de la Iglesia que no fue
(no quiso ser) infalible, se impone con dogmatismo doctrinal, y es más respetado
que el mismo Dogma de la Fe, que el mismo Deposito de la Fe, que la misma
Revelación Divina. ¡Habráse visto mayor confusión y error! Solo cabe una palabra
prostitución de la religión, prostitución de la jerarquía de la Iglesia, parte carnal,
humana como hombres que son, que fornican con los Reyes de la tierra,
amalgamando Iglesia y Mundo.
Aquí está representada la Bestia de la tierra, el Pseudoprofeta, semejante al cordero
pero que propaga un culto sacrílego, una religión fornicaria al servicio Anticristo, la
otra bestia del mar: «El otro seductor y tirano del mundo que más tarde Juan
llamará “el Pseudoprofeta”, tiene un carácter religioso: “semejante al Cordero” y
surge de la Tierra firme, la Religión; no como la otra, del mar del mundo mundano.
Y esta fiera es la que hizo que todo el mundo adorara la otra». (Ibíd. p. 209).
«Esta historia de una religión falsa, falseada, falsificada, falluta (de “fallo- Fallere”,
caer) la veremos recurrir de nuevo en la visión 16, la Gran Ramera; y la tal religión
“fornicaría” es necesaria para que pueda surgir el culto sacrílego, del Anticristo,
“que sederá en el Templo de Dios, haciéndose como si fuese Dios”, según predice
San Pablo. Lo cual llama Daniel “la abominación de la desolación”, y repite
Jesucristo». (Ibíd. p.211).
«No hay en la Escritura mención de otro delito del Anticristo que este de la
blasfemia y el sacrilegio máximo (“la abominación de la desolación”) y la iniquidad
y tiranía contra los cristianos, que es su consecuencia...». (Ibíd. p.344).
«La desolación abominable o la desolación, la palabra de Daniel ya aplicada a la
tiranía de Antíoco varios siglos antes. También se verificó ahora, el año 70, aunque
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es dudoso cual fue. Ahora en el fin de los tiempos sabemos por San Pablo que el
Anticristo profanará el Templo de Dios, entronizándose él como Dios; y eso es
realmente una horrible profanación». (Castellani, Catecismo para Adultos, ed.
Patria Grande, Buenos Aires 1979, p. 159).
El modernismo es la religión del Anticristo: «El “enciclopedismo” de los sedicentes
“filósofos” del siglo XVIII, o sea el “naturalismo religioso” que empezó por el
“deísmo” y se prolonga en el actual “modernismo”: la peor herejía que ha existido,
pues encierra en su fino fondo la adoración del hombre en lugar de Dios, la religión
del Anticristo». (El Apokalypsis, p.136).
Es importante retener que las dos bestia la del mar (Anticristo) y la de la Tierra
(Pseudoprofeta) forman el Anticristo completo, ya que las dos bestias son
complementarias entre sí, y se enriquece la visión que podría ser un poco parcial de
otro modo, ayudando además a ver mejor, pues podría darse que la bestia del mar
se consolida en un poder oculto mundial, y la bestia de la tierra por un Antipapa, al
servicio de la otra bestia: «El Anticristo será, pues un Imperio Universal Laico
unido a una Nueva Religión Herética; encarnados ambos en un hombre o quizá en
dos hombres, el Tirano y el Pseudoprofeta». (Cristo ¿Vuelve..., p. 47-48).
San Juan identifica al Anticristo con el espíritu que disuelve o que divide a Jesús
«spiritus qui solvit Jesum» (I Jn 4,3), esto es, el espíritu de apostasía.
Todo esto implica una falsa Iglesia, pues donde la religión se pervirtió, los que la
representan son una Iglesia falsa, hasta con un pseudo Papa o Antipapa, que la
dirige, eclipsando la verdadera Iglesia, la de siempre, la siempre fiel a la tradición
apostólica romana, por esto la Salette habla del eclipse de la Iglesia y que Roma
perderá la fe y será la sede del Anticristo; una falsa Iglesia requiere un falso Papa
(Antipapa).
«San Victorino Mártir netamente asevera que la Iglesia será quitada” (“de medio
fiet”); pero eso no significa que será extinguida del todo y absolutamente como lee
Domingo Soto, O.P.; sino su desaparición de la sobre haz de la tierra. Y su vuelta a
unas más oscuras y hórridas catacumbas». (Ibíd. p. 204).
Si se mira bien esto es en cierto modo un hecho, el culto verdadero ha quedado
sepultado, la misa de siempre ha sido relegada de los templos e iglesias; se cumple
lo que San Jerónimo dice, comentando a Daniel 12,11 donde se refiere a la abolición
del sacrifico perpetuo y a la abominación de la desolación: «Por sacrifico perpetuo
entienden aquí los Padres con San Jerónimo, el de la Eucaristía, y todo el culto
solemne, que ninguno osará ofrecer públicamente». (Felipe Scio).
Tal como hoy acontece, nadie se atreve a decir la Santa Misa de siempre salvo unos
poquísimos sacerdotes fieles a la Tradición de la Iglesia.
La Iglesia quitada, es decir, eclipsada, en el sentido como explica el P. Castellani al
referirse a la vuelta de Cristo y a la perdida de la fe: «…porque fe habrá, aunque
sean pocos y perseguidos en los últimos tiempos. Pero la fe en este sentido,
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significa la fe organizada, es decir la Iglesia. La iglesia dice el teólogo Domingo Soto
será quitada del medio». (Catecismo para Adultos, ed. Patria Grande, Buenos Aires
1979, p.36).
«En todas las naciones hay grandes catedráticos de la AntiIglesia, voceros potentes
de la impiedad». (Castellani, Los Papeles de Benjamín Benavides, ed. Dictio
Buenos Aires 1978, p. 266).
La AntiIglesia es la que persigue y eclipsa a la Iglesia, pues no la puede totalmente
destruir, gracias a la promesa las puertas del infierno no prevalecerán, ya que
siempre habrá un pequeño rebaño.
La posibilidad de un antipapa o falso Papa por haber perdido la fe en connivencia
con el hombre y el mundo no es algo absurdo, ni contra la fe, como algunos
equivocadamente piensan o creen. Claro está que un antipapa no es algo nuevo en
la historia de la Iglesia, ha habido al menos unos cuarenta y el primer antipapa
terminó muriendo mártir, y fue San Hipólito Mártir. Además en nada afecta a la fe
ni a la institución divina de la Iglesia un antipapa, pues queda siempre a salvo la
institución del Papado, pues los Papas nacen y mueren, pero el Papado y la Iglesia
nacen pero no mueren a lo largo de la historia. El error de Lutero fue aplicarle al
Papado lo que las Escrituras decían del Anticristo, otra cosa es que un Papa por un
misterio de iniquidad claudique en la fe convierta a Roma en sede del Anticristo y
se haga un Anticristo, como la Bestia de la Tierra o Pseudoprofeta: «La segunda
bestia, una fiera que surge de la tierra como la otra surgió del mar, es decir, de la
Iglesia en contraposición al mundo; la cual aunque habla como dragón “tiene dos
cuernos semejantes al Cordero”. Esta bestia es la que “actúa” y reduce a la práctica,
es decir, ritualiza todo el poder de la otra, dice el Profeta. (...) Esta bestia es pues
evidentemente un movimiento religioso, una herejía parecida al Cristianismo, la
última herejía, la más nefanda y sutil de todas, la adoración del hombre; en
carnada en un genio religioso, una especie de inmenso Lutero, Focio, o Mahoma.
Quizá sea un antipapa y los dos cuernos signifiquen la mitra episcopal no lo
sabemos». (Ibíd. p.297).
« ¿Será el reinado de un Antipapa, o Papa falso?» se pregunta nuevamente el P.
Castellani, (Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?, ed. Dictio, Buenos Aires 1976 p.29).
Nada más judaizante como señala el P. Castellani, que esperar un triunfo de la
Iglesia sin la Parusía y lamentablemente es la opinión de muchos hoy en día: « pero
¿qué cosa más judaizante que esperar un gran triunfo terreno de la Iglesia antes de
la segunda venida de Cristo?». (El Apokalypsis, p. 87).
Igualmente de judaizante es el Ecumenismo: «El punto focal (...) no es otro que esa
unificación triunfal del universo (...) la gran fusión de los pueblos en uno y del
advenimiento natural de la Restauración Ecuménica. (...) Todo lo que es
internacional es de esencia religiosa. (...) Decir esto es decir que todo lo que hoy día
es internacional, o es católico o es judaico. Son las dos únicas religiones
universales. La masonería es una invención judaica, el islamismo es una herejía
judaica». (Cristo ¿Vuelve... , p.289).
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«Hoy día, todo lo que es internacional, si no es católico es judío, incluso la
francmasonería». (Ibíd. p. 150). «Si admitimos que la pacificación de la
Humanidad en una gran familia es un asunto religioso, no quedan para realizarlo
sino dos religiones que son internacionales: la Iglesia Católica y la Anti-Iglesia, o
sea la Sinagoga. La Iglesia es internacional por divina vocación. La Sinagoga es
internacional por divina maldición. La Iglesia y la Sinagoga representan las dos
concreciones más fuertes y focales del sentimiento religioso que existen en el
mundo. (...) Todas las demás religiones jerárquicas existentes son herejías de estas
dos: el mahometismo es una herejía judaica, el protestantismo es una herejía
cristiana. Las religiones panteístas del oriente son formas del paganismo,
constituyen el sentimiento religioso informe que no ha llegado a realizarse en
sociedad religiosa. (...) El bolchevismo tiene raíz judaica, es mesiánico,
anticristiano y profetal, y por tanto está en el plano religioso. El ateísmo ruso está
informado de un oscuro soplo religioso. Es una forma provisional, representa una
etapa, la etapa de la lucha contra las religiones trascendentes. El mismo es una
religión inmanente, la religión del hombre divinizado, el reverso del misterio de la
encarnación, el Misterio de Iniquidad de que hablo San Pablo...». (Ibíd. p. 151-152).
«La naturaleza del comunismo es religiosa y no solamente política. Es una herejía
cristiano judaica. Del cristianismo descompuesto en protestantismo tomó Marx la
idea obsesiva de justicia social, que no es sino la primera bienaventuranza vuelta
loca, vaciada de su contenido sobrenatural: los pobres deben reinar aquí, reinar
políticamente por el mero hecho de ser pobres, como los santos de Oliver
Cromwell. Pero el elemento formal de la herejía es judaico: es el mesianismo
exasperado y temporal que constituye el fondo amargo de la inmensa alma del
Israel deicida a través de los siglos: Construiremos con la fuerza, con la astucia y
con la religiosidad unidas un Reino Temporal del Proletariado, que será el Paraíso
en la Tierra. Para eso destruiremos primero todo el orden existente,
incurablemente inficionado por el mal». (Ibíd. p. 205).
«El comunismo no es un partido; el comunismo es una herejía. Es una de las tres
Ranas expelidas por la boca del diablo en los últimos tiempos, que no son otros que
los nuestros. Las otras dos ranas, herejías palabreras que repiten siempre la misma
canturria y se han convertido en guías de los reyes, es decir, en poderes políticos,
son el catolicismo liberal y el modernismo. Estas tres herejías se van a unir por las
colas, (cosa admirable, dado que las ranas no tienen cola) contra lo que va
quedando de la Iglesia de Cristo, un día que quizá no está lejano». (Ibíd. p. 204).
«El cuá-cuá del liberalismo es “libertad, libertad, libertad”; el cuá – cuá del
comunismo es “Justicia social”; el cuá-cuá del modernismo, de donde nacieron los
otros y los reunirá un día, podríamos asignarle éste: “Paraíso en Tierra; Dios es el
Hombre; el hombre es dios”. ¿Y la “democracia”? Es el coro de las tres juntas:
democracia política, democracia social y democracia religiosa: Demó –cantaba la
rana, craciá- debajo del río». (Los Papeles, p. 46). La democracia, como lo definió
magistral e insuperablemente Nicolás Gómez Dávila, es una religión antropoteísta,
no lo olvidemos.
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«Y las tres ranas son tres herejías: nominatim, el liberalismo, el comunismo y el
modernismo o naturalismo religioso». (El Apokalypsis, p. 97).
El fin o final en resumidas cuentas ¿cuál es? Pues bien como será una derrota
temporal y será un triunfo sobrenatural. Sobrenatural porque exige la intervención
divina, la manifestación de la Parusía del Señor en gloria y majestad, y no como el
progresismo judaizante sin esta intervención de Dios. Triunfo sobrenatural del bien
sobre el mal, al igual que el de la Cruz o como dice el P. Castellani: «El término de
la historia será una catástrofe, pero el objetivo divino de la historia será alcanzada
en una metahistoria, que no será una nueva creación sino una “trasposición”, pues
“nuevos cielos y nueva tierra” significa “renovadas todas las cosas” de acuerdo a su
prístino patrón divinal». (El Apokalypsis, p. 149).
«El mundo va a una catástrofe intrahistórica que condicione un triunfo
extrahistórico; o sea una “trasposición” de la vida del mundo en un transmundo; y
del Tiempo en un Supertiempo; en el cual nuestras vidas no van a ser aniquiladas y
luego creadas de nuevo, sino (como es digno de Dios) transfiguradas ellas todas por
entero, sin perder uno solo de sus elementos». (Ibíd. p.152).
«O sea el fin catastrófico intrahistórico de la humanidad junto con el fin triunfal
extrahistórico. Pues de sus dos elementos contrarios se compone la esjatología
cristiana». (Ibíd. p. 175).
El fin triunfal extrahistórico o metahistórico es el Reino de Cristo Rey, de los
Sagrados Corazones de Jesús y María, es el Milenio de la exegesis Patrística y la
doctrina común de la Iglesia primitiva, es el Milenio del Apocalipsis, del cual
citaremos algunos autores para tener una idea de sus rasgos esenciales.
El P. José Rovira S.J. autor del artículo Parusía de la Enciclopedia Espasa expone:
«La Parusía no es otra cosa, según dijimos, sino la segunda venida de Cristo.
Vendrá Cristo Jesús del cielo a donde subió en su gloriosa ascensión (Act. 1,9-11),
más no vendrá como vino la primera vez cuando el Verbo se hizo carne (...); antes
vendrá y aparecerá con gloria, con la gloria y esplendor de su divinidad (...). Y
entonces, esto es, después que el sol se obscurecerá y la luna no dará su luz y las
estrellas caerán, entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre (probablemente la
cruz), y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra y verán al Hijo del hombre
venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria (Mt. 24,30, Mc. 13,26, y Luc.
21,27); (...). Pero entre todas campea la descripción que de esta venida nos hace el
apóstol San Juan en el capítulo 19 del Apocalipsis, en donde lo describe como rey
guerrero que va a pelear contra al Anticristo, (...). Pero Cristo no vendrá solo. Como
rey que es, vendrá acompañado de su corte. (...). Vendrá el Señor acompañado de
sus ángeles (Mt. 26,27) (...), con sus santos (…), (Jud. 14,25). (...) Seguiráse
después la resurrección de los santos. Verdad es que acerca de este punto no están
de acuerdo los teólogos e intérpretes, pues comúnmente dicen que la resurrección
ha de ser de todos juntos y aun mismo tiempo, pero esto ha de entenderse de la
resurrección general. Mas esta resurrección particular de los santos será como un
privilegio y así como resucitó Cristo y con Cristo resucitaron también otros santos,
como dice San Mateo (27, 52-53), los cuales probablemente, como asiente Santo
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Tomas (S. Th. Sup. Sup. q.77, a.1, ad3), no volvieron a morir, así también puede
admitirse que cuando aparecerá Cristo en su segunda venida para destruir al
Anticristo, resucitarán por privilegio, no todos los santos, sino solamente algunos.
(...) Según esto, distingue San Pablo claramente a la venida de Cristo dos clases o
suertes de justos que se le juntaran. Los unos serán los muertos que resucitarán
primeramente, resucitarán incorruptos; los otros serán los vivos, los cuales no
morirán sino que serán transformados de mortales y corruptibles en incorruptibles
e inmortales y juntamente con los otros serán arrebatados por el aire sobre las
nubes del cielo al encuentro de Cristo. (...) y vivieron y reinaron con Cristo mil
años. Los otros muertos no vivieron hasta que se cumplan los mil años. Esta es la
primera. Este texto de San Juan parece indicar dos clases o suertes de escogidos,
los unos son los degollados por el testimonio de Jesús, esto es, los mártires, o todos
o algunos, y en primer lugar los Apóstoles a los cuales prometió en mismo Cristo
que en la regeneración se sentarían sobre 12 tronos para jugar a las 12 tribus de
Israel; los otros son los que no adoraron a la bestia ni recibieron su señal, aunque
no hayan sido martirizados sino que estén vivos, pues de lo contrario no había que
distinguirlos de los mártires. (...) Efecto de la venida de Cristo será también la
destrucción del Anticristo (...). Entonces, pues, vendrá Cristo a destruirle y a salvar
y liberar a los suyos. (...) Y entonces se manifestará aquel inicuo, al cual el Señor
matará (propiamente quitará de en medio) con el soplo de su rostro y lo destruirá
con el resplandor de su venida (2 Tes. 2,8). Y San Juan en el Apocalipsis dice lo
mismo. (...) Destruidas las potestades antiteocráticas y encadenado y encarcelado
el demonio, seguiráse luego el reino de Cristo y de los santos. Este reino predícelo
el profeta Daniel en el capítulo séptimo de su profecía (...). En este texto se predice
claramente que a la destrucción del Anticristo y de las otras potestades
antiteocráticas le seguirá no sólo un triunfo, sino un reino de Cristo y de los Santos,
un reino que será sobre la tierra o debajo del cielo, como dice Daniel, un reino en
que el poder será del pueblo de los santos altísimos, al cual (pueblo) todos los reyes
le servirán y obedecerán. (...) Véase por ejemplo, lo que dice Cornelio a Lapide:
“Entonces, destruido el reino del Anticristo la Iglesia reinará en toda la tierra y de
los judíos y de los gentiles se hará un solo redil con un solo pastor”. Seguiráse
después la sublevación o rebelión de Gog y Magog contra la ciudad de los santos,
que es probablemente según veremos diversa de la persecución del Anticristo.
Luego, más tarde, el fuego de la conflagración (...). Y por fin terminará todo con la
resurrección última y el juicio final. (...) Y San Pablo (1 Cor. 15, 24-28) dice también
que Cristo reinará hasta que ponga bajo sus pies a todos sus enemigos, y la última
de todas será destruida la muerte: después de esto Cristo entregará su reino al
Padre y entonces será Dios todas las cosas en todos».
«Hemos visto que según la predicción de Daniel (7, 26-27) inmediatamente
después de la muerte del Anticristo no se acabará el mundo, sino que seguirá la
Iglesia compuesta de judíos y gentiles y extendida por toda la tierra, y los santos
ejercerán el poder y la soberanía y a ellos servirán y obedecerán todos los reyes del
orbe. (...) aunque Daniel dice que su reino será sempiterno, es porque nos presenta
este reino de los santos en la tierra continuándose con el del después del juicio.
Más ahora hablamos solamente del reino de los santos en la tierra, del reino de los
santos anterior al juicio final y este claro está que no ha de ser eterno. (...) Algunos
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intérpretes, aun de los que admiten el reino de los santos en la tierra, dicen como
Tirini, a Lapide… que este reino ha de durar breve tiempo; otros no hablan de su
duración, otros suponen o afirman que durará largo tiempo (...). En este punto los
milenaristas fundándose en el Apocalipsis (20, 1-9) admitieron después de la
muerte del Anticristo un reino de Cristo y de los santos en la tierra que había de
durar mil años».
El P. Benjamín Martín Sánchez resume así en su Nuevo Testamento Explicado, ed.
Apostolado Mariano, Sevilla 1988, nota-comentario al capítulo 20 del Apocalipsis:
«El milenarismo es la creencia de los que han dicho que Jesucristo reinará sobre la
tierra con sus santos en una nueva Jerusalén por el tiempo de mil años antes del
día del juicio. (...) Yo creo firmemente (después de un detenido estudio de la Biblia)
en un milenarismo en la tierra y si alguno no le agrada la palabra “milenarismo”,
dígase “época maravillosa de paz” de mil o miles de años, que tendrá lugar después
de la muerte del Anticristo y a raíz del juicio universal de naciones y a ello
contribuirá el estar encadenado o reprimida la acción de Satanás. Entonces los
judíos convertidos usufructuarán su conversión, se multiplicará la fe, tendrá un
triunfo definitivo la Iglesia de Cristo y se cumplirá la profecía de “un solo rebaño
bajo un solo pastor”. Y a su vez tendrán cumplimiento las siguientes profecías, que
aún no se han realizado: “Dominará de mar a mar, del río hasta los cabos de la
tierra... Se postrarán ante El todos los reyes y le servirán todas las gentes” (Sal. 72,
8 y 11)».
«Se acordarán y se convertirán a Yahvé todos los confines de la tierra y se
postrarán delante de Él todas las familias de las gentes. Porque de Yahvé es el reino
y el dominará a las gentes (Sal. 22, 28-29)».
«Al fin de los días (v.1)... Yo reuniré, dice el Señor, a la dispersa (esto es, a la
extraviada o dispersos de Israel)... y la haré un pueblo poderoso, y Yahvé reinará
sobre ellos en el monte Sión desde ahora y para siempre (Miq. 4, 6 y ss.)».
«Y reinará Yahvé sobre la tierra toda, y Yahvé será único y único su nombre (Zac.
14, 19)».
«Entonces (después del gran juicio de las naciones) Yo devolveré a los pueblos los
labios puros, para que todos invoquen el nombre del Señor (Sof. 3, 9)».
«Y la nueva alianza que empezó a cumplirse en la Nueva Ley, anunciada por
Jeremías (31, 31-34) llegará a su plenitud con la conversión de Israel. Entonces dice
el Señor: “pondré mi ley en sus corazones... y no tendrán ya que enseñarse unos a
otros... todos me conocerán”. Y “entonces toda la tierra estará llena del
conocimiento de Yahvé” (Is. 11, 9). Cuando Israel se convierta y sea purificado de
sus pecados, los desiertos florecerán, se convertirán en vergeles y tendrán cosechas
de frutos y producción de ganados como jamás se ha conocido (Ez. 36, 33-35). A
estos textos habría que añadir muchísimos más de Isaías, Miqueas, Sacarías y otros
profetas que nos hablan de la gran paz de esta época, del bienestar temporal, de
Jerusalén como capital del mundo cristiano, etc. (Nótese que esto no será en el
cielo, sino en la tierra, algo real, y, por tanto, un hecho el tal milenarismo o época
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maravillosa de paz.). (...) Algunos han querido entender la “resurrección primera”
espiritualmente del nacimiento a la vida de la gracia, pero no convencen porque se
habla de mártires que murieron por la fe. Pirot dice: “Algunos críticos católicos
contemporáneos, por ejemplo Calmes, admiten la interpretación literal del pasaje
que estudiamos. El milenio sería inaugurado, por una resurrección de los mártires
solamente, en detrimento de los otros muertos”. También ya San Ireneo señaló
como primera resurrección la de los justos. Bien creo la podemos confirmar con
estos dos textos: 1 Cor. 15, 23, donde San Pablo habla del orden en la resurrección:
“Primero Cristo, luego los de Cristo cuando El venga, después será el fin...”, y
además por 1 Tes. 4, 14-16: “Los que murieron en Cristo resucitarán primero... El
escriturista Cornelio a Lápide también interpreta literalmente el texto 1 Cor. 15,
23… Los restantes muertos no vivieron hasta pasados los mil años. (...) Y entonces
será la resurrección universal y el juicio final ».
«Pasados mil años, será soltado Satanás y se irá a seducir a las gentes (...) el
demonio irá pervirtiendo a las gentes y las fuerzas del mal, o sea Gog y Magog
atacarán a los santos y la ciudad santa, pero Dios hará que sean devorados por el
fuego que hará descienda sobre ellos».
Sobre el capítulo 21 del Apocalipsis el mismo autor comenta sobre la restauración
universal de todas las cosas, lo cual nos hace recordar el lema de San Pio X:
Instaurare omnia in Christo (Instaurarlo todo en Cristo), y que Monseñor Lefebvre
traduce a modo explicativo todo recapitularlo en Cristo. Así expresa el P. Martín
Sánchez sobre el cielo nuevo y tierra nueva: «De la transfiguración de las cosas
creadas se nos habla aquí y además en Isaías 65, 17 ss., en 2 Ped. 3, 13, y en Rom. 8,
19 ss. (...) tenemos que este mundo no será aniquilado, sino renovado, y cambiando
en mejor, pues como dice San Jerónimo: “Pasa la figura, no la sustancia. No
veremos otros cielos y otra tierra, sino los viejos y los antiguos cambiados en
mejores”. Todo hace presagiar que esto se refiere también a la época maravillosa de
paz, por cuanto según las Escrituras, el universo una vez renovado ha de servir de
escenario a la vida humana, porque la creación entera tomará parte en la felicidad
del hombre (Rom. 8, 19-22) y porque vendrán nuevos cielos y nueva tierra en los
que habitará la justicia (2 Ped. 3, 10-38). Entonces la tierra será como un cielo
nuevo anticipado (...) Es una renovación de este mundo donde vivió la humanidad
caída, el cual, desembarazado al fin de toda mancha, será restablecido por Dios en
un estado igual y aún superior a aquel en que fue creado: renovación que la
escritura llama en otros lugares la “palingenesia”, la regeneración (Mt. 19, 28), “la
restitución de todas las cosas” en su estado primitivo (Hech. 3, 21), (Crampon)».
Y en la explicación al capítulo 22 dice nuestro autor refiriéndose a las palabras
finales: Ven señor Jesús, del Apocalipsis: «Con esta expresión que se refiere a la
segunda venida de Jesucristo termina el Apocalipsis después de hablarnos de la
gran felicidad reservada a los santos repite: “Venga Pronto”, y con este aviso quiere
que no nos durmamos, que vivamos vigilantes, que anhelamos su venida para gozar
de la dicha anunciada».
Sobre el milenarismo el P. Castellani a su vez precisa: «El milenarismo real no
enseña otra cosa sino que Apokalypsis XX y I Corintios XV, pueden ser
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interpretados literalmente sin quiebra de la fe ni inconveniente alguno, que así lo
entendieron los padres apostólicos y después de ellos, en el curso de la historia,
innumerables doctores y santos; que de ello se sigue la probabilidad de dos
resurrecciones, una parcial y otra general, con un período místicamente glorioso de
la Iglesia Viante entre ellos, y que esta inteligencia resuelve fácilmente muchos
lugares oscuros de la Escritura y es honrosa a la grandeza, veracidad y
omnipotencia del creador». (Los Papeles..., p. 418).
«Toda la tradición antigua en masa durante los cuatro primeros siglos de la Iglesia
entendió en este capítulo simplemente que habría un largo periodo de paz y
prosperidad en el mundo (mil años o bien mucho tiempo) después del retorno de
Cristo y refulgir de su Parusía, que habría dos resurrecciones, una parcial de los
mártires y santos últimos, otra universal al fin de buenos y malos lo cual también
San Pablo dice, que todo este largo tiempo es quizás lo que designamos con el
nombre de Juicio Final, el cual se describe metafóricamente al final del capítulo, es
decir se describe su término y finiquito. El “Día del Juicio Final” no puede ser
ciertamente un día solar». (El Apokalypsis, p.295-296).
Sobre esto último el mismo San Agustín admite que el día del juicio final no sea un
día solar: «Lo que confiesa y aprueba toda la Iglesia del verdadero Dios: que Cristo
ha de descender de los cielos a juzgar a los vivos y a los muertos, éste decimos será
el último día del divino juicio, es decir, el último tiempo. Porque aunque no es
cierto cuantos días durará este juicio, ninguno ignora, por más ligeramente que
haya leído la Sagrada Escritura que en ella se suele poner el día por el tiempo». (La
Ciudad de Dios, libro 20, capitulo1). «En suma, milenarismo consiste en creer al
Dios del juicio, que es un dogma de fe, no un día material y un lugar geográfico sino
un período y un estado, un ciclo enteramente sobrenatural; y eso no por
racionalismo o fantasía, sino por encontrarlo así escrito a la letra, en las dos
grandes profecías postrimeras, Daniel y Juan, con dos textos coincidentes del
apóstol Pablo». (Los Papeles…, p. 412).
Aunque la interpretación alegórica es la que predomina actualmente, no siempre
fue así, al menos para los primeros 4 siglos de la Iglesia primitiva, además el mismo
San Agustín que tomó la interpretación alegórica del hereje donatista Tyconius,
quien fue su autor en el siglo IV, como hace ver el P. Castellani (El Apok. p. 294),
reconoce que su nueva interpretación (antes fue milenarista) no es segura, pues:
«San Agustín advierte que no sabe si esta interpretación es buena o no, cosa en que
no es imitado por ninguno de los actuales “alegoristas”, muchos de los cuales
además incriminan de “heréticos” (y de ridículos, y de judaizantes, y de zotes, y de
groseros, y de perturbadores) a aquellos que no gustas de ello». (El Apok. p. 294-
295).
«Pero milenarismo y antimilenarismo representan en la realidad histórica
hodierna dos espíritus, dos modos de leer la Escritura, y de ver en consecuencia la
Iglesia y el Mundo. De ahí la lucha». (Los Papeles…, p. 412).
Esta es la razón por la que muchos inconscientemente no aceptan el Milenarismo
Patrístico, hoy en día. Esperemos que esta recopilación sirva de luz para abatir los
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prejuicios y estar más expectantes que nunca de la Parusía y del Reino de Cristo, y
el triunfo del Inmaculado Corazón de María.
P. Basilio Méramo
Santa Fe de Bogotá Julio 4 de 2000
Fiesta de Nuestra Señora Refugio de los Pecadores