Estimado Director de Amor de la Verdad:
Usted reafirma como opinión, que un Papa no se puede nunca equivocar: “si un
Papa no fuera infalible en su magisterio ordinario, podría como maestro
propalar herejías en todo el cuerpo social católico”, o también expresando las
mismas ideas al decir que: “los papas en su magisterio también ordinario no
pueden caer en herejías o en errores contra la fe”. Permítame aclararle que tal
concepción aparentemente pía, encierra una falsa noción de la infalibilidad y de la
persona del Papa, pues se está confundiendo (al menos implícita, y quizás
inconscientemente) divinidad la Iglesia (como institución divina que no se puede
jamás equivocar enseñando el error o la herejía en materia revelada contenida en el
depósito de la fe) con divinidad del Papa, como si fuera una persona divina que no
se pudiera equivocar. Esto es un error, porque la persona del Papa no es divina,
sino que es sagrada y es muy distinto uno de lo otro. El único hombre cuya persona
es divina es Nuestro Señor Jesucristo.
Hay un trasfondo idolátrico, resabio del paganismo, divinizando lo que no es Dios;
así se divinizaba a los reyes y emperadores, el Faraón en Egipto, el Cesar en el
Imperio Romano, el emperador azteca Moctezuma en México, incluso en los reinos
cristianos esa idea de divinidad que rodeaba al trono, de toda esa mentalidad que
de algún modo se translucía y se trasuntaba en la concepción que algunos pueblos
tenían del rey o del monarca. La mentalidad pagana, que no era atea, asociaba lo
divino a lo humano, el hombre pagano que hace de la fuerza el origen del poder,
asume que manda el más fuerte, el poder es la fuerza misma a la que todo se
somete y respeta, y no el bien común, la verdad, el derecho y la justicia que la
autoridad procura. El poder, así lo comprende para colmo, es la fuerza divinizada a
la cual se someten los hombres. Es el concepto de autoridad pagano. Es incluso así,
como algunos conciben la autoridad del Papa, cual resabio de una mentalidad
pagana no del todo superada; pues el Papa, por muy Papa que sea, sigue siendo un
hombre de carne y hueso que se puede equivocar, aunque tiene la prerrogativa
definida por la Iglesia de que no se equivoca cuando (el solo) habla ex cathedra, y
nada más, esto es dentro de los límites y condiciones que ese concepto expresa; y es
impropio pretender enmendarle la plana a la misma Iglesia cuando lo define,
extendiéndolo también al magisterio ordinario, con lo cual el Papa sería siempre
infalible, tanto en el magisterio extraordinario o solemne como en el magisterio
ordinario y esto no es lo que la Iglesia enseña ni define. De lo contrario habría que
afirmar que la definición fue mal formulada o deficiente, pues debió decir en vez de
ex cathedra, que el Papa (el solo) es siempre infalible en materia revelada y sería,
así, infalible en todo su magisterio, tanto extraordinario como ordinario.
¡Claro que un Papa se puede equivocar!, porque no es divino, pero para eso están
también los cardenales y obispos para que inmediatamente reaccionen ante el error
y aún más ante la herejía que un Papa se atreviera a esbozar; y cuando hablo del
Papa, estoy hablando del Papa solo, porque queda claro que el magisterio ordinario
universal de la Iglesia ejercido por el cuerpo episcopal con el Papa a la cabeza, es
infalible y no el Papa solo, ni ningún Obispo aislado, sino coadunados, concordes,
unánimes.
Pretender que un Papa por el hecho de ser Papa, no puede enseñar herejías y
errores, es una cuasi divinización al otorgarle una infalibilidad que solamente Dios
posee. La infalibilidad del Papa, hay que tomarla tal y como la Iglesia la define, sin
ir más allá de sus límites, como acontece con todo lo que se define.
Ahora bien, no querer entender esto, o no quererlo ver, ya es un problema de
intelección ante el cual yo no puedo hacer nada, pero eso no hace que las cosas
dejen de ser lo que son, como enseña la Iglesia y la sana doctrina.
El Papa es el fundamento y la cabeza visible de la Iglesia, pero es evidente que no se
identifica la Iglesia de modo total con el Papa, porque el Papa, siendo parte
principal y fundamental, es sólo parte, que jamás puede constituir el todo que es la
Iglesia; por eso afirma el axioma, que el todo es mayor que cualquiera de sus
partes. De allí que no se puede confundir la divinidad de la Iglesia como Cuerpo
Místico y prolongación de la Encarnación cuya cabeza invisible es Cristo, con
divinidad del Papa. Concebir un Papa divino, es una idolatría, una y mil veces.
Decir que el Papa no se puede equivocar nunca, tanto en el magisterio
extraordinario como en el ordinario, es hacer del Papa poseedor de una divina
infalibilidad sólo de Dios. Y aun la Iglesia que es divina y goza de esa infalibilidad
de Dios, tiene límites, porque es infalible y no puede errar única y exclusivamente
en lo que atañe al depósito revelado.
Por eso San Alfonso María de Ligorio pone en el mismo tapete, en un extremo a
Lutero y Calvino y a Pighi en el otro diciendo sobre la infalibilidad del Papa:
“Varias opiniones están aquí presentes: 1° La primera es aquella de Lutero y de
Calvino, quienes enseñan esta doctrina herética, que el Papa es falible, incluso
cuando habla como Doctor universal y de acuerdo con el Concilio. 2°La segunda,
que es precisamente lo opuesto a la primera, es la de Albert Pighius que sostiene
que el Papa no puede errar, incluso cuando habla como doctor privado. 3° La
tercera es aquella de ciertos autores que sostienen que el Papa es falible en las
enseñanzas dadas fuera del Concilio. (…) 4° La cuarta opinión, que es la opinión
común y a la cual nosotros adherimos, es esta: bien que el Pontífice Romano
puede errar como simple particular o doctor privado, así como en las puras
cuestiones de hecho que dependen principalmente del testimonio de los hombres,
sin embargo cuando el Papa habla como doctor universal definiendo ex cáthedra,
es decir en virtud del poder supremo transmitido a Pedro de enseñar la Iglesia,
decimos que es absolutamente infalible en la decisión de las controversias
relativas a la fe y a las costumbres”. (Oeuvres Complètes de S. Alphonse de
Liguori, Traduites par le P. Jules Jacques, Extrait du Tome IX, Traités sur le Pape
et sur le Concile, ed. Desbonnet, Gent-Belgium 1975, pp.286-287-292). Aclaro que
el P. Jacques fue felicitado por un Breve de S.S. Pío IX en 1870, por su obra que
después fue publicada e impresa en 1887.
Por eso en la definición de Pastor Æternus se dice: “pues no fue prometido a los
sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran
una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y
fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir el
depósito de la fe”. (Dz. 1836).
Y por eso mismo el Apóstol, previendo una situación como ésta, que alguien con
una investidura tan alta pudiese enseñar una doctrina equivocada, afirmó: “Pero
aun cuando nosotros mismos o un ángel del Cielo, os predicase un Evangelio
distinto del que os hemos anunciado, sea anatema”. (Gal.1, 8).
Espero que esto nos ayude a todos a comprender las cosas en esta materia.
P. Basilio Méramo
Bogotá, 5 de Septiembre de 2013