Es sorprendente ver como muchas veces las personas imbuidas
hasta los tuétanos de una idea, de la que hacen una verdad de fe pero que en
realidad no lo es, no miran argumentos ni razones ante lo que ellos piensan
erróneamente que es divino, de fe o exigido por la fe, y este parece ser el
caso de nuestro personaje, el director de Amor de la Verdad.
Me imputa, contestándome a la ligera y por lo visto sin
analizar mucho lo que se le escribe, se le muestra, se le dice y se le
argumenta, que a mí me falta no solamente lógica en lo que digo, sino que mis
juicios son excesivos y que contesto repitiendo sin hacer caso de los
argumentos que se me presentan y prácticamente sin leerlos.
La verdad sea dicha, es muy difícil discutir con alguien que
denota una visión como la que tienen las mulas que circulan por el camino con
las ojeras puestas, que solo les permite ver y enfocar lo que tienen en frente,
pero perdiendo el ángulo amplio de la visión total, y es que para ellas es la
única manera como pueden avanzar.
Es evidente que para una persona que piensa que es una
cuestión de fe que el Papa no se puede errar —y aquí preciso, porque parece que
esto tampoco lo entiende— no en biología, física, matemática, geografía o lo
que fuera, sino en materia de fe y moral, que es sobre lo que estamos hablando
y no de ciencias naturales; todo lo que se lea de lo dicho por la Iglesia, los
Papas y los teólogos, va a ser interpretado según su esquema mental, al igual
que el agua va a tomar la forma del recipiente que la contiene y contra esto no
hay nada que hacer. De todos modos, hay que refutar el error hasta el
cansancio, por lo menos para evitar que otros sean seducidos.
¡Cómo va a decir que con los argumentos que expongo, (que no
son míos, sino que están tomados de teólogos, de Papas y del magisterio de la
Iglesia) me aparto del común sentir de la Iglesia y de la Tradición!; hay que
ser muy pueril para formular semejante afirmación. Y si hago como el maestro
que repite ante la rudeza de algunos alumnos que les cuesta captar de primera
lo que se les está diciendo, es para ver si con ello algo se logra permear en
sus cerebros, pero lo que no se da cuenta, es la obstinada repetición de lo que
él cree que es verdad, sin aceptar argumentos ni razones, y obsesionado por su
idea fija todo lo que se le diga es repelido sin la menor consideración ni
reflexión intelectual que una disputa inteligente requiere por principio.
Si un Papa no se puede equivocar nunca, si jamás puede errar
(y preciso de nuevo para que me entienda y no se vaya por la tangente) no estoy
hablando aquí de ciencias naturales ni políticas ni económicas, sino de fe,
religión, de verdades reveladas; si no puede el Papa caer nunca en error en
materia de fe, estúpidos (o para decirlo con una palabra políticamente más
correcta) estultos serían los teólogos que han considerado que se puede juzgar
a un Papa, porque es evidente que no se lo va a juzgar porque se desvía en
botánica, física o en química sino que se desvía en cosas de fe. Esto lo vemos
en lo que dice Dublanchy en el artículo sobre la infalibilidad del Papa del
Diccionario de Teología Católico (DTC): “Todos admiten sin dificultad que el
Papa puede caer en la herejía como en cualquiera toda otra falta grave;
preocupándose solamente de buscar por qué y dentro de qué condiciones puede en
ese caso ser juzgado por la Iglesia”. (col. 1715).
Es también esta la razón por la cual San Alfonso hablando
sobre la infalibilidad del Papa pone en el mismo tapete, en un extremo, a los
que niegan la infalibilidad como Lutero y Calvino y en el otro extremo al
novedoso Pighi, quien afirma que el Papa siempre es infalible y no se puede
equivocar en materia de fe; esto ha sido respaldado por el Papa Pío IX (quién
fue con él que el Concilio Vaticano I definió en Pastor Æternus la
infalibilidad del Papa cuando habla ex cathedra) al felicitar la obra del P.
Jacques donde reúne todo lo escrito por San Alfonso en diferentes lugares sobre
el tema.
La verdad es que hay que ser muy distraído para afirmar y
reafirmar que cuando se está hablando de que el Papa se puede equivocar, la
contraparte diga que sí se puede equivocar, en ciencias naturales y todas las
cosas del mismo estilo, pero que no en materia de fe; eso es sacar el problema
de su contexto porque se está hablando de la fe y de cosas que atañen a la fe,
y no de ciencias naturales, matemáticas o lo que fuera, eso ya denota no entender
de qué se está hablando, pues es evidente que al hablar de errores y de
equivocación del Papa se lo está haciendo en cosas de fe y no de ciencias
naturales o lo que fuera.
Adolece de poca percepción e inteligencia aquel que
sosteniendo que el Papa no puede jamás errar en materia de fe, porque es
infalible, no se percata de que tiene la misma posición de Pighi, y éste ha
sido refutado por un santo teólogo como San Alfonso María de Ligorio, pero
también por una pléyade de teólogos como el cardenal Torquemada, Melchor Cano,
Domingo Soto, Bañez, Cayetano, comentadores de Santo Tomás; ¡cómo va a decir
que me aparto del sentir de la Iglesia y de los teólogos!, realmente habría que
desconocer qué es lo que dicen la Iglesia y los teólogos para irrumpir con semejante
afirmación.
Con todo esto queda claro, quién es el que se equivoca,
quién es el que no mira argumentos, quién es el que no oye al otro y quién es
el que no puede aumentar lo que natura da y salamanca no presta.
Y sin ánimos de ofender a nadie, debo decir que en todo hay
una jerarquía y sobre todo de orden intelectual, y para tener un pálido reflejo
de ello, conviene recordar y tener presente, que los ángeles cada uno agota, en
su persona, su especie, y están estrictamente jerarquizados de modo que no hay
dos ángeles iguales y esa distinción natural y jerárquica es precisamente
intelectual, y aún más, la gracia que reciben está en relación directa con el
grado de inteligencia que tienen, cosa, claro está, que no sucede entre los
humanos, pero pongo el ejemplo de los ángeles para que nos demos cuenta de cómo
en los seres espirituales puros, la jerarquía es principal y fundamentalmente
intelectual y a ello se supedita la gracia sobrenatural, es decir que el ángel
más inteligente, recibe más gracias que el menos inteligente, por eso como dice
el dicho, zapatero a tu zapato.
Lo que si debe quedar claro, es que jamás se puede zanjar
una discusión, o mejor dicho una disputa teológica cuando se esgrime el error,
como pretende nuestro caro director de Amor de la Verdad; por eso dice el
adagio, Errare humanum est, perseverare diabolicum (Equivocarse es humano,
perseverar en el error es diabólico) y por esto es que el infierno existe para
todos aquellos que yerran humanamente pero que no se dejan redimir y continúan
perseverando diabólicamente en el error.
Cuando nuestro contradictor afirma que es una herejía decir
que la Iglesia Romana se equivoca, ¡claro que lo es!, porque ahí se está
hablando de la Iglesia Romana como cátedra de la verdad y de Pedro, que es
justamente lo que la Iglesia define, que el Papa no se equivoca cuando habla ex
cathedra, pero si yo vuelvo a identificar Iglesia divina con el Papa siempre
infalible en materia de fe, hablando siempre ex cathedra, es evidente que no
hemos entendido nada del problema teológico del que se está hablando. Al buen
entendedor, pocas palabras.
De nada vale al
director argumentar en favor de su creencia como pretende, citando a Mons.
Segur, al decir que “el Papa no se puede equivocar y por lo tanto Liberio no se
equivocó”, porque poco importa el hecho histórico si se equivocó o no se
equivocó, —cosa que está muy discutida entre teólogos e historiadores— pues San
Roberto Belarmino, con mucha perspicacia y sagacidad dice que: “aunque se le
hubiera condenado erróneamente por documentos falsificados, eso en nada merma,
disminuye ni contradice el principio teológico de que el Papa se puede
equivocar en materia de fe y que si se equivoca puede ser juzgado”, y esto es
irrefutable y es lo que interesa, el principio. El que no quiera entender esto,
lamentablemente hay que decirlo, es un papólatra visceral, que no tiene ni son
ni ton, aferrado a su dogmatismo voluntarista, y contra eso, lamentablemente,
nada se puede hacer.
Así San Roberto Belarmino citado por da Silveira dice:
“Sobre eso se debe observar que, aunque sea probable que Honorio no haya sido
hereje, y que el Papa Adriano II, engañado por documentos falsificados del VI
Concilio haya errado al juzgar a Honorio como hereje, no podemos sin embargo
negar que Adriano, juntamente con el Sínodo romano e inclusive con todo el
octavo Concilio General, consideró que en caso de herejía, el Pontífice Romano
puede ser juzgado”. (Arnaldo Vidigal Xavier da Silveira, Implicaciones Teológicas
y Morales del Nuevo “Ordo Missae”, Sao Pablo-Brasil 1971, obra mimeografiada,
p.154).
Y en el mismo sentido dice San Alfonso respecto de los Papas
que pueden errar: “Nuestros adversarios objetan que muchos Soberanos Pontífices
han errado en sus juicios en materia de fe. Pero nosotros podríamos sustraernos
sin pena de esta objeción, respondiendo de una manera general con Melchor Cano
y Belarmino, que esos Papas que han sido representados como habiendo errado, no
han hablado como doctores universales de la Iglesia, sino como personas
privadas, así como estos dos autores lo verifican manifiestamente por la
historia” (Oeuvres Complètes de S. Alphonse de Liguori, Traduites par le P.
Jules Jacques, Extrait du Tome IX, Traités sur le Pape et sur le Concile, ed. Desbonnet,
Gent-Belgium 1975 p. 322-323).
Y más adelante sobe el Papa Liberio expresa: “La caída de
Liberio, que es la de una persona privada, visto que no ha enseñado ex
cathedra, no debilita en consecuencia de ningún modo nuestra opinión” (Ibídem,
p.323-324). Luego decir citando a Mons. de Segur que: “Ningún Papa se ha
equivocado jamás, porque ningún Papa se ha equivocado nunca” o “Los Papas no
pueden equivocarse, luego el Papa Honorio no se ha equivocado”, hay que
entenderlo precisando: cuando el Papa habla ex cáthedra. Lo mismo hay que decir
de la Bula Licet ea de Sixto IV contra la herejía que dice: Ecclesia Urbis
Romae errare potest (la Sede Romana puede errar).
Con esto queda
refutado también “Fray Eusebio”, a menos que se atreva a decir que son galicanos
San Alfonso o el Card. Torquemada, Melchor Cano, Domingo Soto, el Card.
Cayetano, quienes pensaban que el Papa podía errar en cosas de la fe, pues no
es impecable en materia de fe, salvo cuando confirma a sus hermanos en la fe
hablando ex cathedra, así se entiende como el Papa no se puede jamás equivocar
o errar en la fe, no hay que ser muy inteligente para entender esto, salvo si
una obsesión papólatra nos ciega la luz del entendimiento. Por eso como dice
Palmieri la fe nunca es deficiente, es la fe que confirma y esta es la que
tiene y ejerce el Papa cuando habla ex cáthedra siendo lo mismo la fe infalible
y la fe que confirma: “(…) No es necesario que la fe indefectible sea en
realidad distinta de la confirmación de los hermanos, pero basta que se
distinga por la razón. Pues si la predicación de la fe auténtica y solemne es
infalible, puede confirmar a los hermanos; por eso, una única es la fe
infalible y la que confirma; siendo infalible, goza ella también del poder de
confirmar. La indefectibilidad del pontífice en la fe fue pedida en la que el
confirmase a sus hermanos; luego, de las palabras de Cristo sólo se puede
inferir como necesaria aquella indefectibilidad que es necesaria y suficiente
para la consecución de ese fin; y tal es la infalibilidad de la predicación
auténtica”. (Da Silveira, obra citada, p.147).
El P. Le Floch, rector del seminario francés afirmaba en
1926: “la herejía que viene será la más peligrosa de todas, ella consiste en la
exageración del respeto debido al papa y a la extensión ilegitima de su
infalibilidad” y los sedevacantistas viscerales lo tildan de hereje al
atribuirle la divisa de reducir al máximo la infalibilidad papal, extendiendo
también ese calificativo a Monseñor Lefebvre que fue su alumno en el seminario,
a lo cual lleva la aberración papolátrica de muchos tradicionalistas en su
sedevacantismo dogmático y visceral que es el peor enemigo del sedevacantismo
teológico que se considera como una conclusión, evidente quoad sapientes, luego
no una mera opinión, sino una evidencia, pero que no es exigida por la fe, ni
tampoco lleva al absurdo de considerar herejes a los que no llegan a ella.
P. Basilio Méramo
Bogotá, 7 de Septiembre 2013
San Juan Apocaleta
Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.
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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.
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