Muy
lamentablemente en su libro: “Prometeo”,
el Padre Álvaro Calderón, fija su posición
antimilenarista y antiapocalíptica, y espero, puesto que no he tenido tiempo de
leerlo completamente, no tenga los errores y las imprecisiones sobre el Magisterio
de la Iglesia contenidos en su libro: “La
Lámpara bajo el Celemín”, donde
contradictoriamente califica el magisterio del Concilio Vaticano II como un magisterio
auténtico no infalible. Esto es un adefesio, teológicamente hablando, que no se
puede concebir, pues todo legítimo y auténtico Concilio Ecuménico es por definición
y principio infalible, como se puede por lo que afirma un teólogo como Marín
Sola O.P.: “Está revelado que ‘todo Concilio
ecuménico es infalible’, o lo que es lo mismo, está revelado que ‘todo Concilio es
infalible si es ecuménico’. Es así que tal Concilio es ciertamente ecuménico:
Luego tal Concilio es infalible”. (La Evolución
Homogénea del Dogma Católico, ed. BAC Madrid 1963, p.435), o también: “La proposición universal de que ‘todo Concilio ecuménico es
regla de fe’ tiene el sentido de que ‘todo Concilio es regla de fe, si es
ecuménico’ ”. (Ibídem, p. 435). Queda
claro y más que claro: clarísimo, a menos que se posea una deficiencia neuronal,
que no puede existir un Concilio Ecuménico no infalible, si es ecuménico es por
definición (de fe) infalible, y si no es infalible, no es un Concilio de la
Iglesia. ¿Qué es,
entonces, el atípico Concilio Vaticano II no infalible?: es un Pseudo Concilio o
Conciliábulo, y si me apuran el Gran Conciliábulo de la Nueva Iglesia
Conciliar o
Pseudo-Iglesia del
Anticristo Religioso (el Pseudo-Profeta una la Bestias
infernales
del Apocalipsis).
Sería,
además, un grave desliz teológico imperdonable el considerar el Magisterio Extraordinario
Universal de la Iglesia, (cual es el de todo legítimo, auténtico y verdadero
Concilio Ecuménico) como un magisterio simplemente auténtico no extraordinario
ni infalible. Esto es confundir los términos conceptuales y teológicos,
y además no saber que todo magisterio de la Iglesia que sea extraordinario
y universal es auténtico e infalible, no pudiendo existir un puro Magisterio
Extraordinario Universal auténtico que no sea a la vez infalible, como debe ser
todo Concilio Ecuménico legítimo y verdadero. Pensar lo contrario es herético.
Por si fuera
poco el P. Calderón formula la siguiente herejía, al decir: “Que no todo el magisterio extraordinario solemne es infalible”. (Lámpara bajo el Celemín, p.36); esto
es una herejía, pues como dice el Código de Derecho Canónico (de 1917): “Hay que creer con fe divina y católica todo lo que se contiene
en la palabra de Dios escrita o en la tradición divina y que la Iglesia por
definición solemne o por magisterio ordinario y universal propone como divinamente
revelado. El dar definiciones solemnes pertenece tanto al Concilio Ecuménico
como al Romano
Pontífice cuando habla ex cathedra”. (Canon 1323). Es evidente que todo Magisterio
Extraordinario o solemne, que es lo mismo, es infalible, sea el Magisterio
Extraordinario Universal o solemne del Papa solo, llamado ex cathedra, o el
Magisterio Extraordinario Universal de la Iglesia en los Concilios Ecuménicos legítimos.
¡Cómo es que a un profesor de reputado calibre teológico, se le escapa tamaño
error! Pero no quiero seguir con el análisis de ese libro, pues no es el objeto de este
escrito, el cual quiere poner los puntos sobre las íes con respecto al tema del
Milenarismo que niega el susodicho profesor, quien goza de reputación teológica
para libar, no la miel, sino el pestífero veneno antiapocalíptico y
antimilenarista,
valiéndose quizás de un supuesto prestigio intelectual como quien es rey en
país de ciegos siendo tuerto.
Pues dicho
sea de paso, y para muestra un botón, en el campo filosófico y metafísico,
el P. Calderón no ha llegado a captar con su entelequia el valor y profundidad
del metafísico, quizás el más grande de la historia después de Santo Tomás de
Aquino, el Padre Cornelio Fabro, quien contaba como anécdota lo que de él decía el
P. Meinvielle, según refiere uno de sus biógrafos: “Cerrando la conferencia que pronunciara en la Pontificia Universidad ‘Angelicum’,
con ocasión del homenaje a sus 80 años, el P. Fabro comentó a modo
anecdótico: ‘Me
acuerdo de nuestro querido amigo el P. Meinvielle; el P.
Meinvielle decía: -¿Es posible, es posible que después de siete siglos de tomismo tan
sólo el Padre Fabro haya vuelto a entender el acto de ser? ¿Es posible…?’ ”. (P. Elvio Fontana, In Memoriam R.P. Cornelio Fabro, p.31). Afirmación
ésta, cuya exactitud me tomé el trabajo de averiguar, ante uno de sus
discípulos, el profesor universitario Andrea Dalledonne,
quien me lo confirmó como totalmente cierto.
Y ahora, el
P. Calderón pela el cobre (pues podría haberlo esquivado ya que el tema de su libro
no está directamente relacionado con el milenarismo, pero su fobia no pudo contenerse
y de algún modo tenía que aflorar tarde o temprano). No fue capaz de
manifestar su antimilenarismo cuando, ya hace varios años en el Seminario de
la Reja, le hiciera de frente, el cuestionamiento diciéndole: Padre, cuál es su
problema con el P. Castellani, y él muy suavemente dijo que no tenía ningún
problema con el P. Castellani, que incluso no lo conocía bien. Y esto se lo pregunté,
porque ya se rumoraba un cierto negativismo de parte suya, llegando a decir que el
P. Castellani no era un teólogo, siendo que su mismo padre, don Rubén Calderón
Bouchet, no dejaba de manifestar con gran admiración el calibre teológico
del P. Castellani, como se puede ver en el estudio preliminar que este hiciera al
libro Las Canciones de Militis: “Castellani
es un teólogo en el sentido cabal del término, uno de esos que, sin ser dominico, ha hecho
suyo el lema de aquella orden: ‘contemplari et contemplata aliis tradere’. Insistiendo: “Repetimos que Castellani, es ante todo un teólogo…”. Y más adelante vuelve a repetir: “Castellani es nuestro teólogo y también nuestro profeta”. (ed. Dictio, Buenos Aires 1977,
p. 9-10 y 12). Pero como no hay peor cuña que la del mismo palo, el hijo contradice a
su propio padre, que creo que sabía un poquito más que él al respecto. Y como es
sabido la ignorancia es atrevida y la juventud presuntuosa, hoy en día cualquiera
se permite decir cualquier cosa y los hijos contradecir a sus padres.
Ahora, para
colmo el P. Calderón se atreve a decir que el: “milenarismo ha sido una ilusión judaizante, que ha tentado siempre a los inconformes
con el estado actual de cosas”. (Prometeo, p.83). Y en la nota
de pie de página le adjudica todo este error al
iluminado abad Joaquín de Fiore, como si el milenarismo no hubiera tenido nada
que ver como doctrina común de la Iglesia durante sus tres o cuatro primeros
siglos, nada que ver con San Juan, y a través de San Policarpo, con San Ireneo, lo
cual evidencia que la doctrina milenarista viene en línea directa de San Juan.
Además el P.
Calderón, habla de milenarismo, sin hacer ninguna clase de distinción,
ya sea porque para él se trata de uno solo, o que meta a todos en el mismo saco
sin distinguir que hay un milenarismo patrístico que fue doctrina común en la
Iglesia primitiva y otro el milenarismo craso y carnal del hereje judaizante
Cerinto.
El no
distinguirlo es grave y un error imperdonable en alguien que se las da de maestro y
para que quede refutada la insulsa y estulta aseveración del eminente profesor,
baste citar las siguientes palabras del P. Castellani retrucando: “En fin, los milenistas son ‘judaizantes’. ¿Pero, qué cosa más judaizante
que esperar un gran triunfo terreno de la Iglesia antes de la segunda venida de
Cristo? El actual socialismo comunista, por ejemplo, es netamente milenista
carnal (y ateo), es decir, ‘judaizante’ ”. (El Apokalypsis,
ed. Paulinas 1963, p.87).
Los
antimilenaristas, como hace ver el P. Castellani, son milenaristas al revés, como se
puede observar: “Doctores de la Fe se pretenden estos, y
son tenidos de muchos por tales: incluso publican libros con aprobaciones
episcopales: en gran peligro de ser engañados andan hoy los fieles. Uno de ellos muy
famoso del siglo XIX (muchos de ellos hoy día) enseñó que la Iglesia, antes del
Juicio Universal, tiene que llegar a un triunfo y prosperidad completas, en que
no quedará sobre el haz de la tierra un solo hombre por convertir (‘un solo rebaño
y un solo Pastor’) y sin más ni más, se cumplirán todas las exuberantes profecías viejotestamentarias. De acuerdo a algunas profecías privadas, se imaginan al Papa
(al ‘Pastor Angélico’ que debería haber sido Pío XII) reinando sobre todo
el mundo apoyado en un Monarca Católico vencedor (que los franceses dicen ser
francés, ¿Enrique V? o ¿Luis Carlos I? pues hasta el nombre le saben; los
alemanes que será alemán, etc.) el cual sin embargo mandará menos que el Papa,
pues el Papa mandará en todo el mundo y así en Santas Pascuas y grandes fiestas
¡hasta la resurrección de la carne¡ y después a mayores fiestas.… Es el mismo sueño carnal de los judíos, que
los hizo engañarse respecto a Cristo. Estos son milenistas al revés. Niegan acérrimamente
el Milenio metahistórico después de la Parusía, que está en la Escritura; y
ponen un Milenio que no está en la Escritura, por obra de las solas fuerzas
históricas, o sea una solución infrahistórica de la Historia; lo mismo que los
impíos ‘progresistas’, como Condorcet, Augusto Comte y Kant; lo cual equivale a
negar la intervención sobrenatural de Dios en la Historia; y en el fondo, la misma
inspiración divina de la Sagrada Escritura”. (Ibídem,
p.366-367).
Por esta
razón, es que el P. Castellani dice que el remedio es el Apokalypsis: “El Apokalypsis es el único antídoto actual contra esos ‘pseudoprofetas’
”. (Ibídem, p.367).
El tema del
Milenarismo es de gran trascendencia, como lo podemos ver por lo que sigue: “El Reino de los Milaños: es la parte más dura, difícil y
discutida de la Profecía de San Juan; pero es a donde toda ella confluye. La
verdad es que si Dios se hizo hombre en la persona de Jesús de Nazareth, no
cabe asustarse de cosa alguna por grande y extraordinaria que sea (pues más que
estotra no puede serlo) con tal que se encuentre realmente en las Sagradas
Letras; como se encuentra el Reino Milenario”. (Ibídem p.296). Y por esto advierte el P. Castellanni que: “La otra alternativa, la de interpretar alegóricamente las
profecías mesiánicas y aplicarlas a la Iglesia actual, tiene un efecto
pavoroso: la Biblia se convierte en literatura; y por cierto, en mala literatura”. (Ibídem, p.296-297).
En cambio,
si nos atenemos al sentido literal, la cosa cambia: “Si se tiene sinceramente que la Biblia es ‘la palabra de Dios’, entonces
hay que aceptar que su sentido literal responde a cosas, que son tan grandes o más
de lo que suenan las palabras; esas cosas no se han verificado todavía muchas
dellas; y que se habrán de verificar; y por cierto, PRONTO, como dice siete
veces Juan Apokaleta. La ‘palabra de Dios’ no puede ser un centón de metáforas
extravagantes y adivinanzas desaforadas de unos pobres rapsodas orientales a
medio civilizar. Blasfemia es esto”. (Ibídem, p.297).
El grave
problema, es que los restauracionistas antiapocalípticos, aun siendo tradicionalistas,
no se dan cuenta que caen en el error de la falsa esperanza progresista
(dialéctica y judaica) modernista: “…
pero también y paralelamente, el proceso de defensa y de final Restauración, dependiente no de
las fuerzas humanas, sino de la potencia suprahistórica que gobierna la
Historia; la cual debe ser por hipótesis, infaliblemente triunfante. La Profecía
medica por lo tanto las dos actitudes de orden profano que permean el mundo actual,
tan visibles en su literatura: la del terror sin esperanza, y la de la
pseudo-esperanza alocada de los ‘progresistas’ y ‘evolucionistas’ ”. (Ibídem, p.374).
No olvidemos
que una de las características del Anticristo Religioso, la Bestia de la Tierra, que
tiene el nombre propio de Pseudoprofeta, es la siguiente: “Y la Bestia de la tierra se parece al Cordero, ‘hace prodigios
y portentos’, promete la felicidad y habla palabras hermosas, llenas de halago.
Promete el Reino en este mundo, como Cristo. El Reino en este mundo, por las solas fuerzas del
hombre, como el Dragón le prometía a Cristo, en el Monte de la Tentación”. (Ibídem, p.260-261).
Tal como
está haciendo hoy Francisco con tanto éxito, aclamado por todos los medios de
información mundial, y como han hecho Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Es evidente
que estos agentes del mal lo que buscan es el Paraíso Terrenal: “El Capitalismo y el Comunismo, tan diversos como parecen,
coinciden en su fondo; digamos en su, núcleo ‘místico’: ambos buscan el Paraíso
Terrenal por medio de la Técnica; y su ‘mística’ es un mesianismo tecnólatra y
antropólatra, cuya difusión vemos hoy en día por todos lados, y cuya dirección es
la deificación del Hombre; la cual un día se encarnará en Un Hombre”. (Ibídem, p.347).
Por esto hay
que tener presente que se trata de una lucha eminentemente religiosa, doctrinal,
de fe, más que de guerras, aunque las puede haber: “Actualmente existe una crisis mayor que todas las precedentes. Ella es gravísima y
universal. Una cantidad de instituciones se han derrumbado, y de barreras han
caído. El mundo se ha nivelado (‘y montañas ya no hay’) y tiende a amalgamarse.
Fenómenos nefastos de gran calibre, dos Guerras Mundiales, hemos sido
testigos de ellas. La nueva ‘Era Atómica’. Contemplemos otros puntos. Los judíos
sabían mucho del Reino del Mesías, pero no sabían claramente de los Dos reinos
de Cristo, o sea de sus Dos Venidas . Los Profetas hablaban de ambas per modum
uníus, unitariamente; sea porque así fue la inspiración divina, sea
porque las profecías escritas están ‘amontonadas’, por decirlo así, por los escribas
que recogieron y recibieron los diversos recitados orales; en las cuales quizá
se distinguían los dos géneros: ‘profecías mesiánicas’, y ‘profecías esjatológicas’,
como hacemos hoy día; ya que sabemos el Mesías vino y fundó un Reino, y no
siguió de inmediato el triunfo temporal y el OTRO Reino perfecto, las Bodas del
Cordero, y la Restauración del Trono de David (‘y le dará Dios el trono de
David su padre, y su Reino no tendrá fin’ -
dice el Ángel a Nuestra Señora) de donde
la Exégesis de
inmediato debió después de Cristo distinguir los dos sucesos. (…)
Sea como fuere, cuando vino el Mesías, los judíos SE EQUIVOCARON. Este es uno
de los fenómenos más asombrosos y la tragedia más grande que ha habido
en el mundo. Estaban bastante preparados a equivocarse desde tiempo hacía.
Habían dejado caer de su vista los vaticinios del Mesías sufrido y manso,
redentor de pecados, impartidor de conocimiento religioso, y jefe de un reino
pacífico y paciente; y esperaban (y exigían) el Rey triunfante de la Segunda Venida.
En suma, quisieron la Segunda Venida, sin la Primera, pasando por alto las
indicaciones que en los Profetas, aunque sea de paso, las distingue; y muy claramente
en Daniel. (…) Una vez hubieron decidido, el Mesías TENÍA QUE SER ASÍ, como ellos
lo soñaban, inevitablemente los Judíos tenían que matar al Mesías real”. (Ibídem, p.363-364).
Comentando
el P. Castellani sobre la Iglesia de Thyatira, una de las Siete Iglesias del
Apocalipsis, señala: “El ‘premio’ prometido a esta Iglesia, a
los que vencieren (de hecho el poder mundial de la Monarquía Cristiana se
manifiesta al final de ella) a diferencia de todos los otros seis: es TEMPORAL, como
ya está notado. Para los que tienen la teoría milenista, esta anomalía no hace
dificultad ninguna: TODAS las promesas de Cristo ‘a los que vencieren’ se cumplen
en el período de
paz, triunfo y esplendor religioso (el Milenio) que seguirá a
la Parusía y al derrocamiento del Anticristo; y son a la vez como si dijéramos
temporales y eviternos”. (Ibídem, p.54).
Y como hace
ver el P. Castellani: “Cristo debe
volver. Debe volver pronto. Y a medida que su retorno se aproxima, por fuerza se deben hacer
más claras las Promesas de sus Santos y las Visiones de sus Videntes. Volverá
no ya a ser crucificado por los pecados de muchos, sino a juzgar a todos,
no como Cordero de Dios, sino como Rey del Siglo Futuro. Volverá para poner a sus
enemigos de alfombra de sus pies, a restaurar y restituir para su Padre
todas las cosas, arrojado de ellas y amarrado el Príncipe de este mundo; volverá
en el clímax de la más horrenda lucha religiosa que han visto los siglos, en el
ápice mismo de la Gran Apostasía y de la tribulación colectiva más terrible
después del Diluvio, cuando sus fieles estén por desfallecer y esté por perecer toda
carne”. (Ibídem, p. 90-91).
Tenemos que
la única restauración verdadera es la realizada por Cristo Rey en el Gran Día, lo
cual descarta de plano las falsas restauraciones por mano de los hombres: “El término de la historia será una catástrofe, pero el
objetivo divino de la historia será alcanzado en una metahistoria, que no será una
nueva creación, sino una ‘trasposición’; pues ‘nuevos cielos y nueva tierra’
significa ‘renovadas todas las cosas’ de acuerdo a su prístino patrón divinal”. (Ibídem, p.149).
El
Milenarismo Patrístico claramente enseñado por San Ireneo lo podemos apreciar con
este y los siguientes textos: “(…)
vendrá entonces el Señor desde los cielos y sobre las nubes, en la Gloria de su Padre, y mandará
al estanque de fuego al Anticristo con sus fieles; inaugurará al mismo tiempo
para los justos, los tiempos del Reino, es decir el descanso, el séptimo día que fue
santificado y entregará a Abraham la herencia prometida: es el Reino en que,
según la palabra del Señor, ‘Muchos de Oriente y del Occidente vendrán y se
sentarán con Abraham, Isaac y Jacob’ ”. (Contra las
Herejías, Libro V, ed. Apostolado Mariano, Sevilla
1999, p.114).
Y este Reino
Milenario, es el Gran Banquete de las Bodas Nupciales: “Tales promesas significan por tanto, claramente el banquete, que
proporcionará esta creación en el reino de los justos y que Dios nos ha prometido
servir él mismo”. (Ibídem,
p.126).
Estas son
las Bodas del Cordero y por si alguno las quiere interpretar alegórica y no literalmente
se verán divididos, he aquí la advertencia que hace San Ireneo: “Si algunos tratan de interpretar estas profecías en el sentido
alegórico, no lograrán ponerse de acuerdo entre sí en todos los puntos”. (Ibídem, p.127).
Y continúa
explicando el Santo Mártir y Padre de la Iglesia: “Todas las profecías de este género se refieren sin discusión a la resurrección de los
justos, que tendrá lugar después de la venida del Anticristo y destrucción de las
naciones sometidas a su autoridad: entonces reinarán los justos sobre la tierra,
cuando crezcan a causa de la aparición del Señor; y , gracias a él, se irán
acostumbrando a asir la Gloria del Padre, en el Reino, y tendrán acceso al trato con
los santos ángeles, así como a la comunión y unión con las realidades espirituales”. (Ibídem p.127).
San Ireneo
dice que el Milenio es el Séptimo día que está expresado en los días de la creación:
“Esto se encuentra ya en el libro del
Génesis, según el cual, la consumación de este siglo tendrá lugar el día sexto, es decir
el año 6000; después vendrá el séptimo día, día de descanso, del cual dice David: ‘Aquí
está mi reposo, los justos entraran por él’: este séptimo día es el séptimo
milenio, el del reino de los justos en que todos se ejercitarán para la
incorruptibilidad, después que haya sido renovada la creación, para los que hayan sido guardados
para este fin. Es lo que confiesa el Apóstol cuando dice que la creación será
liberada de la esclavitud de la corrupción, para tener parte en la libertad gloriosa de
los hijos de Dios”. (Ibídem p.
133).
Tenemos que
el milenio corresponde al séptimo día de la creación y que él constituye
la Gran Esperanza Apocalíptica de la Parusía y de la Apocatástasis, de la Palingenesia,
es decir, del nuevo nacimiento, renacimiento, regeneración, es el retorno de
todas las cosas a su estado primigenio, esta renovación o restablecimiento
universal es la gran restauración cósmica apocalíptica-parusíaca, es el gran
día por el cual todas las creaturas (animadas e inanimadas) gimen esperando el
día de su redención, viéndose libres de la corruptela; es la
Bienaventurada
Esperanza de San Pablo, la Parusía.
Y para
terminar, debe quedarnos claro que el que se opone al Milenarismo Patrístico,
está siguiendo los pasos del impío, pérfido y traidor apóstol que vendió a Cristo,
Judas, por lo que afirma San Ireneo en este texto: “La bendición que acabamos de hablar se refiere por tanto, sin discusión a los
tiempos del reino: cuando reinen los justos después de haber resucitado entre los
muertos y (haber sido, por el hecho de esta misma resurrección, colmados de
honor por Dios); cuando incluso la creación liberada y renovada produzca en
abundancia toda clase de alimentos, gracias al rocío del cielo y a la
fertilidad de la tierra. Esto es lo que los presbíteros, que habían visto a Juan, discípulo del
Señor, recuerdan haber oído de él, cuando evocaba la enseñanza del Señor
relacionada con aquellos tiempos. (…) He aquí lo que Papías, oyente de Juan,
compañero de Policarpo, hombre venerable, atestigua por escrito en su libro
cuarto -pues hay cinco libros compuestos por él-. Y añadió: ‘Todo esto es creíble para los que tienen fe.
Porque, prosigue él, como Judas el traidor siguiese incrédulo y preguntase:
¿Cómo podrá Dios crear tales frutos? -
el Señor le respondió: Verán quienes vivan
hasta entonces’ ”. (Ibídem, p.121-122). Queda claro que Judas no
creía en el Reino predicado por Nuestro Señor en su Segunda Venida y lo quería
antes, y por eso lo traiciona.
Tengamos
presente la advertencia que propina el santo mártir, padre y obispo de la Iglesia: “Si alguien no acepta estas cosas como del reino, caerá en
infinidad de contradicción y dificultades, tal como los judíos caen y se
debaten”. (Ibídem, p.120-121).
Ser milenarista no es ser judaizante como afirma el P. Calderón, sino que se es
judaizante por ser antimilenarista o milenarista al revés.
Esperamos
que con esto, el Padre Calderón pueda reconsiderar su posición antiapocalíptica
y antimilenarista, o que por lo menos no impugne lo que desconoce, y
no sea ni un judaizante, ni siga los pasos de un traidor como Judas.
P. Basilio
Méramo
Bogotá, 7 de Agosto de 2013