Vemos cuántas veces en las Escrituras aparece la imagen de las bodas, de las fiestas, de los convites, y nos podemos preguntar el por qué pareciera que a Dios le place tomar esa imagen, aunque aquí en ésta vemos también lo desmesurado de la parábola, y el fin, diciendo: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”, que presenta bastante dificultad para interpretarla. Pues bien, no olvidemos que en los convites, en las bodas, se manifiesta la alegría, la caridad, la amistad, la generosidad de compartir un momento crucial de la vida con el prójimo, con los conocidos, con los familiares, y esa es la razón por la cual se toma muchas veces esa imagen de los festines y de las bodas.
También recuerdan las bodas esa unión de nuestro Señor como Verbo Encarnado en la naturaleza humana, unión entre el Verbo y la naturaleza humana, la unión que hay de nuestro Señor con el alma, entre nuestro Señor y su Iglesia y entre la Iglesia y nosotros; todo eso asemeja esa unión de las bodas.
Y vemos cómo los invitados no acuden, no hacen caso. El rey manda a buscar por las calles, buenos y malos, y cómo se escandaliza, se enoja porque uno solo es hallado sin vestidura nupcial y lo manda afuera, donde es el llanto y el rechinar de dientes. Nos asombra, pero hay algo de ello referido al pueblo judío quien fue el primero, el llamado en primer lugar y no aceptó, es más, ultrajó y mató a nuestro Señor. Y los llamados después, buenos y malos, son los gentiles, los otros pueblos distintos al pueblo judío; así que en la significación de la parábola es clara la alusión. Vemos además en otros pasajes donde dice que “los primeros serán los últimos y los últimos los primeros”. Pero lo que más asombra es cómo el rey saca de entre todos estos convidados a uno solo; termina rematando la parábola “muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Es quizás uno de los pasajes más difíciles de interpretar por los errores a que ha dado lugar, y el primer gran error cometido por la predicación común es el de decir enseguida que se refiere a que no todos se salvan porque muchos son los llamados y pocos los escogidos, siendo los que se salvan pocos. Esa es la interpretación común, de la que desgraciadamente los jesuitas han hecho una bandera, con el ánimo bueno de querer convertir a la gente, pero yo no puedo convertir a la gente con cosas que no son ciertas, ni reales ni verdaderas.
Puede ser que se salven pocos o que se salven muchos, en realidad y con exactitud nadie sabe si se salvan los muchos, otra cosa es que presumamos por los hechos y acontecimientos que vemos. Cuánta gente vive en el pecado y si muere en ese estado se condena; pero de allí a hacer de este texto la palabra infalible de que son pocos los que se salvan, es una tontería exegética, porque sencillamente si se toma de modo literal sería un grave error, ya que muchos no son los llamados, sino que son absolutamente todos. Entonces ya vemos que esa interpretación al pie de la letra no se puede aplicar, pues el evangelio estaría cometiendo un error gravísimo.
Las Escrituras y nuestro Señor no han querido decir nada explícitamente, luego es un error interpretarlo de ese modo, quizás con buenas intenciones, y puede ser que muchos nos condenemos, pero lo que no puede decirse es que esa afirmación es normal, y está basada en las Sagradas Escrituras, porque cuál no sería la desesperación si el mismo Señor misericordioso nos dice que vamos a ser pocos los que nos salvamos realmente, y sobre todo viendo el mundo cómo anda se haría más pesada nuestra cruz, por eso es un error grave. Está bien que el miedo al infierno sea una espuela, un acicate, un aguijón para que no pequemos, pero otra cosa es que hagamos decir a las Escrituras tonterias en el nombre de la palabra de Dios y que eso campee como cátedra normal dentro de la Iglesia y que los predicadores, como vedettes de turno, se repitan unos a otros sin profundizar en las Escrituras y lanzándose a predicar sin pensar en lo que dicen, sin suficiente preparación.
Es un deber prepararse para predicar pues la gran crisis que vivimos hoy, esa degeneración en el clero, es por falta de instrucción doctrinal y espiritual, instrucción moral porque lo uno va con lo otro.
Querer interpretar este pasaje literalmente es absurdo, además, porque no son muchos los que son llamados, son y somos todos los hombres, sin excepción. Dios no llama a unos a salvarse y a otros a condenarse, esa es la herejía del protestantismo de Lutero, el mismo error que cometió Calvino con la predestinación, según la cual unos son determinados al cielo y otros al infierno. “Los que tienen dinero y son ricos y poderosos como los gringos y los pueblos anglosajones del norte; esos se salvan y los pobres del sur, los colombianos, los latinoamericanos y pueblos del sur, esos son unos bobos que se condenan porque la gracia de Dios y la predestinación de Dios se ve en las riquezas; es el poder que Dios les da en este mundo”; esa es la mentalidad protestante derivada del judaísmo.
La famosa historia del Santo Job, “tú eres culpable porque has perdido las riquezas, luego Dios te ha castigado porque eres un maldito”, y el Santo Job decía: “Puedo ser pobre y, sin embargo, no ser un maldito”, porque la gracia de Dios no se palpa en las riquezas ni en el poder de este mundo como creen los judíos y las naciones judaizadas; error gravísimo porque solamente se predestina al cielo y no al infierno; entonces no son muchos los llamados al cielo, a la vida eterna sino que somos todos, aunque no todos desgraciadamente respondamos.
Vemos entonces que la interpretación al pie de la letra, no cabe en este pasaje; es más, el mismo contexto nos dice que uno solo fue el que se condenó, no fueron pocos, fue uno solo de tantos convidados; luego salta a la vista la contradicción de aplicar ese “pocos” a los que se salvan porque el que se condenó, según la parábola, fue uno solo. Queda claro que esa no es la exegesis correcta aunque sea la más predicada, la más difundida y eso conviene tenerlo en cuenta para que veamos cómo el error se introduce por inadvertencia, por falta de preparación, por no profundizar y predicar sin estudio previo. Vale más decir no entiendo y con eso no me meto a dar explicaciones erróneas, porque aunque el fin sea bueno, no justifica como medio una explicación si no es buena, si no es correcta, si no está basada en el texto, porque el mismo ejemplo y el mismo texto me dicen otra cosa.
En otros pasajes no se dice si son muchos o pocos los condenados sino la mitad exactamente, como en el caso de las diez vírgenes, cinco necias y cinco prudentes; cinco se salvan y cinco se condenan. Entonces vemos que tampoco son muchos ni pocos sino exactamente la mitad, y quedamos así en que en esta parábola uno solo se condena, y en la de las diez vírgenes, la mitad se condena; luego no se le puede hacer decir al texto lo que el él por sí mismo no dice. Hay más, en otro pasaje de San Mateo se habla, en el capítulo 20, 16, anterior a este pasaje, haciendo alusión a las mismas palabras de “muchos los llamados y pocos los escogidos”, hablando de lo difícil que es encontrar el camino angosto que va al cielo –“ancho es el camino de la perdición”–; y de lo mismo en otro pasaje, también, se hace alusión.
Por eso, Santo Tomás en su comentario al evangelio de San Mateo dice que estas palabras, “muchos los llamados y pocos los escogidos”, se refieren a que los escogidos son los pocos que hacen buenas obras, los pocos que encuentran el camino angosto que lleva al cielo; en consonancia con esto que dice Santo Tomás haciendo alusión a los dos pasajes anteriores, el padre Castellani dice que en la elección divina hay muchos planos: los electos por antonomasia que son los santos, como diría Santo Tomás, los que hacen buenas obras pero de un modo heroico; después están los píos, los buenos, hay toda una gradación.
Esos pocos elegidos o escogidos no significa, necesaria ni literalmente que son los que se salvan, los elegidos de Dios en sus diferentes planos de bondad, de santidad, de perfección, que no son muchos sino pocos; pues muy pocos son los que “huyen del mundanal ruido para seguir la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”. Es la historia de la lucha entre el bien y el mal; es mucho más fácil hacer el mal, pero es mucho más difícil vivir haciendo el bien, incluyendo a quienes nos hacen el mal, sabiendo perdonar y olvidar dejando el juicio a Dios. Esa sería una interpretación en sentido verdaderamente espiritual, sabiendo que todos estamos llamados, pero que dice “muchos”, justamente para no caer en esa interpretación rigorista y literal que toma escogidos y elegidos por salvados y que pensásemos que Dios afirma que son pocos; lo cual ya nos obliga a matizar y ese matiz lo damos tomando elegidos no por salvados, sino por los grados de elección divina que hay siendo varios planos y siendo los elegidos por antonomasia los santos, los que hacen buenas obras, que son pocos, los que encuentran el camino que lleva a la vida eterna, que es angosto y difícil. Pocos son los verdaderos santos.
También dice Santo Tomás que el camino espiritual es oculto porque es mucho más fácil el camino de la carne, del mal, de la pasión, mientras que las cosas espirituales son más difíciles y en ese sentido las Escrituras hablan de un camino o de una vía oculta; así quedaría resuelta esa gran dificultad que presenta este pasaje y el otro paralelo a éste cuando manifiestan las Escrituras que muchos son los llamados y pocos los escogidos o los elegidos.
Estaría en consonancia también con San Luis María Grignión de Montfort, como Santa Teresa, como San Juan de la Cruz, que muestran que son pocos los que llegan a esa perfección, a esa vida de unión con Dios, a esa santidad; que son pocos también los que sin llegar a ser santos son buenos. La interpretación de este pasaje nos muestra el interés que debe despertar en nosotros esa vida de santidad, esa vida de buenas obras, esa vida de unión con Dios a la cual Él nos llama como a unas bodas, pero que pocos, muy pocos consiguen y logran, porque realmente pocos son los que abandonan todo, los que desprecian todo para amar a Dios sobre todas las cosas y tenerlo a Él como su todo.
Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que como ninguna otra criatura estuvo más unida a Dios, a su Hijo que era Dios y al cual Ella dio la naturaleza humana, que tiene su carne, su sangre, sus huesos, y así unida por esa maternidad divina Ella estaba íntimamente ligada a Dios nuestro Señor; que Ella nos ayude para que podamos encontrar esa vía de la santidad y perfección y llegar a esa unión a la cual Dios nos llama. +
P. BASILIO MERAMO
14 de octubre de 2001