San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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sábado, 29 de junio de 2024

FIESTA DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO

   


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Hoy conmemoramos la fiesta de San Pedro y San Pablo. El martirio de San Pedro y de San Pablo en Roma el mismo día. ¡Qué pérdida tan grande para la Iglesia!

Perder a San Pedro, el primer Papa, sobre quien nuestro Señor funda la Iglesia, no por la persona privada de Pedro que era Simón hijo de Jonás Barjona sino por Petrus, cambiándole el nombre como piedra fundamental de ella, por haber confesado la divinidad de nuestro Señor Jesucristo.

Es por esta confesión que Pedro es piedra y fundamento de la Iglesia; de ahí la necesidad de la confesión, de él no solamente como sumo pontífice con poder de atar y desatar en la tierra, sino también de todos nosotros como hijos de la Iglesia, la profesión de la fe. Y de fe sobrenatural, porque la misma profesión materialmente también la hizo Natanael, exacta, idénticamente y sin embargo, no fue sobre él sino sobre Pedro. ¿Por qué? Porque Natanael lo hizo como una deducción de orden natural, como hijo adoptivo de Dios, pero no como el hijo de Dios, pues la confesión materialmente fue la misma. La una era por revelación de Dios, por vía divina, que fue la de Pedro, “eso no te lo ha revelado hombre ni carne alguna, sino mi Padre que está en los cielos”. Mientras que a Natanael se lo reveló su propio ingenio, su propia deducción, naturalmente, no sobrenaturalmente, lo cual nos muestra que aun con la misma o parecidas fórmulas, si no es por el medio sobrenatural de la fe, no tiene el mismo valor.

En el mismo día, San Pedro, cabeza de la Iglesia, fundamento de la Iglesia, muere. Sí, muere el primer Papa, y el gran apóstol de los gentiles, que no era uno de los doce. En realidad apóstoles hubo trece, no doce, de los cuales uno fue un traidor y San Pablo, que fue el último, se convirtió, por así decirlo, en el primero, el primer apóstol de los gentiles, de las naciones, el gran perseguidor convertido en gran predicador. Y estas dos eminencias de la Iglesia naciente sucumben, mueren dando testimonio de nuestro Señor el mismo día. Cuánta consternación no habría en la Iglesia, en la misma Roma, en los fieles, al ver que estos dos pilares morían el mismo día, y sin embargo, ellos sabían que “... las puertas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia”. ¿Qué quiere decir eso? Que a pesar de las persecuciones, por atroces, crueles y sangrientas que sean, siempre quedará al fin y al cabo, vencedora la Iglesia. Y es por eso que la fe de aquellos fieles crecía en esa hora de prueba, del martirio de estos dos egregios personajes cuya fiesta celebramos hoy. San Pedro fue sepultado en la Colina Vaticana cerca del circo de Nerón y San Pablo fue sepultado cerca de donde fue decapitado en la vía Ostiense y el lugar es justamente donde se encuentra la Iglesia dedicada al apóstol. 

En este mismo día tradicionalmente se llevan a cabo las ordenaciones sacerdotales en Ecône, en el seminario de Suiza. Digo normalmente porque algunas veces si cae domingo, por razones de apostolado, se adelanta para poder permitir que todos los fieles puedan asistir juntos con los sacerdotes a esas ordenaciones. Hoy hubo ordenaciones en Ecône, con lo cual también debemos tenerlo presente para unirnos de todo corazón, ya que es la misma Fraternidad. Estar unidos en el mismo espíritu y en la misma fe que defendemos, la misma fe por la que murieron San Pedro y San Pablo. Los ornamentos rojos significan la sangre derramada de los mártires, que son los testigos de nuestro Señor Jesucristo en la fe y que por Él mueren dando testimonio.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a guardar ese testimonio de la fe y que podamos perseverar en la fe de la Iglesia, en esa fe de San Pedro, en esa fe de San Pablo, esa fe que está siendo adulterada, tergiversada, diluida como hoy se diluye todo, incluso la fe, se cambia todo. Los productos hoy día sufren una transformación en su sustancia y todo es “light”; lo mismo acontece con la fe, se la adultera en su sustancia convirtiéndola en una religión “light”. Eso no puede ser; de ahí la necesidad de recordar los principios, el fundamento, no olvidar que la Iglesia se fundamenta sobre la fe y los sacramentos, que son la base, el sostén y de allí la confesión de Pedro, por la que es elegido y se convierte en el primer Papa. Y todos los Papas que le sucedieron en su gran mayoría fueron mártires en la Iglesia primitiva y todos santos sin interrupción hasta la condena de San Atanasio por Liberio. Este fue el primer Papa no santo por condenar injustamente al gran paladín de la fe, paladín del concilio de Nicea, que nos dejó en el Credo o símbolo Atanasiano lo esencial de la fe, que debemos recordar y tener presente para no sucumbir hoy ante el ecumenismo que destruye y socava nuestra fe, la fe de la Iglesia Católica, por la cual murieron San Pedro y San Pablo y todos los mártires que hoy están en el cielo.

Y quién sabe si nos corresponda también a nosotros morir por lo mismo, si así Dios lo quiere, porque se avecinan tiempos cada vez más difíciles, tiempos eminentemente apocalípticos, de eso no hay duda. Quien dude de esto, está verdaderamente fuera del contexto histórico y religioso de la historia de la Iglesia y de los acontecimientos profetizados por las Sagradas Escrituras, por Dios mismo. Pidamos pues a nuestra Señora que nos fortifique, que nos mantenga unidos en la misma y única profesión de fe, la fe de la Iglesia católica, apostólica y romana fuera de la cual no hay salvación. Que este sea el propósito, que ese sea el ejemplo que nos den los mártires en esta fiesta de San Pedro y San Pablo, dos pilares de la Iglesia primitiva que han derramado su sangre por proclamar su fe. + 

P.BASILIO MERAMO
   
29 de junio de 2001