Cuánto más entonces, antaño, cuando no había esas distracciones se vivía la Cuaresma como verdaderos retiros; mucho tiempo antes de darse los retiros de treinta días de San Ignacio, la población participaba con fervor, incluso las guerras paraban, había un sentido de penitencia, de reparación, de recogimiento, de oración, de sacrificio. Pero hoy, viviendo en este mundo moderno y pervertido hasta los tuétanos, tanto que nos corrompe sin darnos cuenta, porque la lepra qué va a huir de la lepra. Todo aquello hacía que se viviera litúrgicamente el espíritu de esta santa época.
Sabemos que allí estaba de alguna forma prefigurada la Eucaristía, la multiplicación no ya del pan de esta tierra sino del que es nuestro Señor, como se reproduce en las manos de sus apóstoles y de sus sacerdotes. También teniendo en cuenta la otra multiplicación, en la que había siete panes y comen cuatro mil hombres y sobran siete canastos. Dicen algunos exégetas que muestra nuestro Señor una proporción inversa: a menor cantidad de panes más gente come y más sobra, para mostrar que nuestro Señor necesita de poca cosa para hacer sus milagros y no depende de la materia, de la Él quiso utilizar. Según Santo Tomás, para mostrar que esa materia no era mala como pensaban los maniqueos y por eso se servía de ella, pero que no tenía necesidad y por eso muestra esa proporción, que a menor cantidad de panes mayores sobras y mayor número de gente. Sobras que manda a recoger, también según Santo Tomás, para indicar que no era una fantasía.
Su cuerpo, es pan de vida, para que le comulguemos con un alma pura; de ahí la necesidad de recibir la Santa Hostia sin pecado mortal, con el ayuno prescrito. Monseñor Lefebvre siempre pidió que en la Fraternidad se guarden las tres horas para los alimentos sólidos y las bebidas alcohólicas y una hora para otras bebidas que no sean alcohólicas, para guardar ese espíritu; que no merendemos de postre a la hora la Eucaristía. Lamentablemente hay fieles que no se quieren someter, por falta de espíritu de fe; eso termina en un manoseo de lo sagrado de la comunión; pero aunque no comulguemos infructuosamente, como decía San Agustín, al preguntarse por qué tantas comuniones vanas, gente que comulga y no cambia, sigue igual o peor en su orgullo, en su rencor, en su prepotencia, en su vanidad, en su estupidez, ¿por qué? Porque antes de recibir la comunión con la boca hay que comulgarlo y recibirlo con el alma; para que sea fructuosa, para que nos transforme nuestro Señor, nos haga más humildes, menos llenos de nosotros, nos haga mejores, y eso lamentablemente nos pasa a todos. Tengámoslo en cuenta sobre todo en esta Cuaresma y dispongámonos a comulgar mejor a nuestro Señor.