Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
El primer domingo de la Pasión nos acerca a la Semana Santa, la semana de gran sufrimiento y de dolor de nuestro Señor, días de duelo; por eso vemos las imágenes, salvo el Viacrucis, veladas. Debemos, en consecuencia, intensificar nuestra oración, sacrificios, limosnas, y aprovechar la purificación que todas estas obras producen para apaciguar la concupiscencia de la carne y el orgullo de la vida, para sustraernos un poco del mundo que nos tiene tan envueltos sin que nos demos cuenta. Ese debe ser el espíritu con que vivamos la Santa Cuaresma, ser más aceptos y agradables a Dios a pesar de nuestra miseria. No olvidar que la Iglesia manda confesarnos aunque sea una vez al año y fija una fecha para la comunión pascual: desde el domingo de Pasión hasta el segundo domingo después de Pascua.
Vemos en este Evangelio que la disputa entre los fariseos y nuestro Señor se intensifica, se agudiza. Cómo éstos infringen la verdad en el nombre de Dios, de la religión, de la Iglesia de entonces, como acontece hoy; es lo característico del fariseísmo, la corrupción específica de la religión convirtiéndose en el peor y más mortal enemigo. Así es como rechazan a nuestro Señor, en vez de creer le dicen que está endemoniado, en lugar de aceptar le alegan en el nombre de los profetas. Y a la manifestación de su divinidad toman piedras para lanzárselas, pero Él desaparece en medio de ellos. Se hizo invisible, como dicen algunos Padres de la Iglesia, porque todavía no había llegado su hora, si no, lo hubieran apedreado allí antes de tiempo por no querer oír la palabra de Dios.
Pero, lamentablemente, así se deslizan los errores porque la mayoría no hace más que repetir como loros. Eso nos debe servir para no extrañarnos de que estas falsedades cundan con el agravante de que no hay quiénes asienten la doctrina, que pontifiquen en la verdad; es la desgracia actual de la Iglesia católica, apostólica y romana; no hay doctores en la fe que pontifiquen en la verdad y nada más que la verdad, y por eso andamos a tientas zigzagueando, carencia que, dicho sea de paso, también es un castigo, y por eso la Iglesia se ve eclipsada. Como está oscurecida la Iglesia durante la Pasión, la ocultación de nuestro Señor Jesucristo es lo que vaticinan estas imágenes cubiertas. También ocultación de nuestro Señor hacia el final de los tiempos, eclipse del sol, de labore solis, justamente, la divisa que le corresponde al papado actual según San Malaquías.
¿Queremos ver más claro o seremos peores que los judíos, orgullosos, que no queremos entender ni a palos? Son los hechos; la Iglesia está hoy eclipsada como estas imágenes durante estos dos domingos de Pasión ya anunciada en La Salette; oscurecimiento por falta de autoridad, de principios, de doctrina, de dirigentes, de moral, de fe, de falta del Espíritu de Dios, de sabiduría; lo que estamos viviendo es el eclipse de la Iglesia; pero a pesar de todo no sucumbirá, porque las puertas del infierno no prevalecerán sobre su divinidad, como no prevaleció la muerte sobre la divinidad de nuestro Señor.
Así como sabemos que después de estos dos domingos de Pasión y de oscurecimiento de nuestro Señor encubierto, velado, oculto, que huye, según el Evangelio, de las manos de los judíos para no morir antes de tiempo, a pedradas, de esa dolorosa Pasión y muerte, viene la resurrección; lo mismo será para la Iglesia: ésta no resucitará porque no puede morir, ya que el alma es el Espíritu Santo y él no puede separarse de la Iglesia, pero sí pasará su terrible Pasión y, por tanto, eclipse del sol, de la verdad, de la luz, todo lo cual de algún modo lo estamos viviendo. Lo que no sabemos es la cuantía, la duración y la intensidad a la cual todo esto llegará y por lo mismo hay que pedirle a nuestro Señor la fidelidad y la fortaleza para no sucumbir ni caer enredados en la confusión de las tinieblas, pero sí esperando con una profunda esperanza sobrenatural ese día de Pascua y de gloria al cual volverá la Iglesia cuando llegue la hora y el día de Dios nuestro Señor.
Pidamos a la Santísima Virgen hacer una Santa Cuaresma y vivir en este periodo tan difícil, fiel y santamente como nos lo pide nuestro Señor; ser santos como nuestro Padre que está en los cielos. +
PADRE BASILIO MERAMO
17 de marzo de 2002