San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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jueves, 24 de marzo de 2016

Sermón, Jueves Santo. "Triduo Sacro"


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este Jueves Santo, con el cual se empieza el Triduo Santo de la Semana Santa, hay una sola Misa por iglesia, por parroquia, por comunidad. La Iglesia muestra la unidad del sacerdocio y del sacrificio único de nuestro Señor y por eso, en esta única Misa; los demás sacerdotes, si los hay, comulgan. Unidad del sacrificio y del sacerdocio del cual toda otra inmolación, como todas las misas y los clérigos, son una participación de ese sacerdocio único de nuestro Señor Jesucristo.


Hemos visto en el evangelio el relato de la traición de Judas, que ya nuestro Señor sabía, y cómo, no obstante, Él les lava los pies a los apóstoles, a sus discípulos. ¡Qué ejemplo de humildad y de amor para mostrar la necesidad de seguir ese ejemplo del Divino Maestro!


En este Jueves Santo muestra también la Iglesia la institución de la Eucaristía, es decir, de la Santa Misa. Era aquel día, en la última cena, una anticipación del sacrificio del calvario que se iba a producir al día siguiente. Instituye la Santa Misa junto con el sacerdocio, porque están íntimamente correlacionados. El sacerdote no es otra cosa sino el hombre del sacrificio de nuestro Señor; eso es la Santa Misa. No es una cena, una synaxis, como dice San Pablo, porque antiguamente no estaba separada esa synaxis, del sacrificio; dados los abusos, los apóstoles decidieron separar la comida, la synaxis, del sacrificio, para que no hubiera malos entendidos ni abusos posibles y para que no hubiera la diferencia entre el que tenía mucho y el que nada tenía de comer como lo vemos en la epístola de hoy.


Nuestro Señor instituye un día como el de hoy el sacerdocio católico, instituye la Santa Misa por anticipación; por eso, ahora, después de la muerte de nuestro Señor todas las Misas son la renovación incruenta del mismo sacrificio del calvario renovado sacramentalmente sobre el altar, por el mismo Cristo representado en el sacerdote, que es otro Cristo por tener la gracia sacramental del sacerdocio de nuestro Señor, basada en esa gracia de unión. Eso es el sacerdocio y no lo que hoy se predica queriendo igualar a la Misa a una reunión o synaxis y al presbítero a la manera protestante. Esas son aberraciones cultuales litúrgicas y doctrinales que están afectando la esencia de la religión y de la Iglesia católica, apostólica y romana.


Quienes vienen aquí deben, pues, tener una noción clara de estas verdades sobrenaturales para que podamos dar fe y testimonio de ellas en medio de esta gran hecatombe de pérdida y crisis de fe, con la consabida consecuencia de la pérdida de la moral y de la conversión de casi media Colombia, en su ignorancia vuelta hacia el protestantismo por fuera y por dentro. Por fuera, por todas las sectas protestantes que vemos alrededor; y por dentro, porque los sacerdotes modernistas se comportan dentro de la Iglesia como verdaderos protestantes y esas son abominaciones que manifiestan la falta del sentido sagrado y católico de la religión, del culto y de la Santa Misa; por eso la garantía es de un modo incondicional la fidelidad a la sacrosanta Tradición de la Iglesia católica, apostólica y romana.


Al instituir nuestro Señor la Santa Misa y el sacerdocio católico nos demuestra su amor, porque no otra cosa es la Pasión de nuestro Señor que llega hasta el sacrificio de Sí mismo; porque para salvarnos nuestro Señor ha hecho todo lo posible, y por eso, cuando vemos una Cruz, vemos la expresión de querer; que sigamos ese camino de ejemplo de amor crucificado, y asimilemos, asemejemos e imitemos la inmolación de nuestro Señor.


En consecuencia no puede existir una Iglesia católica sin Cruz como hoy lo quiere el modernismo progresista, buscando un paraíso de bienes terrenales aquí en la tierra, sin Cruz. Esa es la peor falsificación de la religión católica y así será la del anticristo, que abominará dentro del templo proponiendo una religión sin Cruz. Hacia eso nos encaminamos. Y por eso la gente quiere esa doctrina fácil de hoy día, donde no hay pecado o “el pecado es lo que a mí me parece”; si me da la gana de salir desnudo y para mí eso está bien, pues no peco; por eso se besuquean en cualquier esquina las parejas desvergonzadamente; por eso las mujeres andan con el ombligo al aire, porque si para esa niña eso está bien, no es pecado; y así vivimos en la estupidez que provocan los escándalos. Y no se hable del matrimonio, de la familia, de los divorcios, de la contracepción, del cine. La humanidad vive en un eterno carnaval a espaldas de Dios y cada uno cree que todo lo hace bien; todo se justifica; así se destruye toda noción objetiva de bien y de mal, de vicio y de virtud. Estamos peor que los paganos, peor que en Babilonia. Esto clama el fuego del cielo, el castigo de Dios que va a venir tarde o temprano y más temprano que tarde cada día que pasa; porque todo esto ya tiene una dimensión apocalíptica por su universalidad y su gravedad, pero como en la época de Noé, el mundo sigue danzando y bailando.


Debemos sacar de esta Semana Santa un motivo de reflexión para que no nos dejemos arrastrar por el mal ejemplo que se ve por doquier y que imprime carácter, ya que socialmente se justifica bajo cualquier pretexto como es la libertad. Libertad para todo menos para el bien y la verdad y hay quienes alegan porque, dicen, son los únicos que tienen derecho a ella, pero no advierten que nuestro albedrío de seres humanos no es el de los animales, que no tienen uso de razón.


La libertad se prodiga en la verdad. “La verdad os hará libres”, dijo nuestro Señor; cualquier otra es absurda, no existe de acuerdo con los parámetros de la naturaleza humana que es la que hoy se prodiga, se exige y es la que la juventud quiere y no solamente ésta sino los mayores, volviéndose peores que jóvenes libertinos. Por todo lo anterior las tinieblas y la confusión reinan hoy día como nunca se ha visto ya que es universal.


¿De qué nos vamos a extrañar entonces porque el mundo esté en caos, como hoy, alocado, sin norte, sin horizonte, sin pies ni cabeza? Todo eso por no seguir el ejemplo que nos propone la Iglesia con su evangelio. ¿Qué más puede haber fuera de Cristo? La paz falsa del anticristo y a esa nos dirigimos. O aceptamos a Cristo o al anticristo, no hay término medio. Debemos reflexionar sobre todo esto para reaccionar en este mundo como católicos verdaderos y no de nombre, pero ignorantes, que para lo único que serviríamos sería como dice el adagio: católico ignorante seguro protestante.


Que esta Semana Santa sirva para que nosotros reanudemos esos deseos de imitar el amor de nuestro Señor aceptando la inmolación cotidiana a través del sufrimiento, la enfermedad, la adversidad, la contradicción, la vejez, a través del mal, porque éste sirve al bien, acrisola la virtud y ésta nos hace imitar a nuestro Señor. Por eso Él aceptó el mal, aceptó morir en una Cruz injustamente por manos de los judíos, y ahora nosotros, iguales o peores que ellos lo crucificamos en su Cuerpo Místico, la Iglesia, con todas estas aberraciones que hoy vemos, toleramos y aceptamos.


Tratemos de hacer una Semana Santa con esos deseos, para poder festejar después con creces la Pascua de resurrección, porque si nuestro Señor murió para resucitar después, al tercer día, probando su divinidad, podamos entonces ser fieles testigos, dando prueba de nuestra fe, proclamando su divinidad.


Pidamos a nuestra Señora, a la Virgen María, para que nos fortifique, nos consolide en esa fidelidad de testimonio en la proclamación de la divinidad de nuestro Señor y de su santa Iglesia. +


PADRE BASILIO MERAMO
17 de abril de 2003