Entramos en la semana mayor, la Semana Santa, la semana más solemne del año. Con ella nos adentramos en el misterio de la Pasión, de la derrota y de la muerte de Nuestro Señor que escandalizó a los apóstoles y que escandaliza al mundo. Un Dios que muere en el patíbulo es un misterio, ya que murió como hombre porque como Dios, como Divinidad, no podía morir. Por tanto, en el cuerpo inanimado, mal llamado cadáver, no podía haber putrefacción. Pero en su cuerpo, por estar unido a la Persona Divina, allí estaba su divinidad, aunque no el alma humana que se separó del cuerpo; aunque estuviera muerto permanecía allí su divinidad; ese es un misterio de fe.
El misterio de la Santa Misa que reproduce y separa, bajo la doble consagración, el cuerpo de la sangre, es el centro de la religión, del culto de la fe católica y por esto es tan combatida por Satanás.Porque si él venció naturalmente a Nuestro Señor, Nuestro Señor a su vez lo derrotó a él sobrenaturalmente; ese es el gran misterio católico y de la Iglesia, que así como Nuestro Señor fue derrotado naturalmente y venció sobrenaturalmente, lo mismo le ocurrirá a la Iglesia, a la que hoy vemos derrotada ante el mundo y ante el poder del mundo, pero esa es una derrota natural.
La victoria será sobrenatural, una victoria de la fe. No es una victoria de conquista, del mesianismo material, de combate material, como querían y quieren los judíos y muchos católicos que reducen la religión a sus ambiciones políticas; otra cosa es que la política esté subordinada a la religión, a la Iglesia; pero, ¿cuántos no hacen apostolado en nombre de la política y no en nombre de Cristo? Cosa que es un grave error.
Nuestro Señor se anonadó, pero no como interpretan muchos sacerdotes que de teología poco saben: que Nuestro Señor se anonadó por el hecho de encarnarse; eso es una estupidez. El anonadamiento no está en el hecho de encamarse, porque en el hecho de encamarse está justamente la grandeza de Dios, que sin dejar de ser Dios asume la naturaleza humana; el anonadamiento consiste en tomar una naturaleza humana en la cual Él interrumpe la participación de la gloria divina, para ser apto al sufrimiento y a la muerte.
En eso está el anonadamiento, en no asumir esa naturaleza gloriosa por el contacto de la naturaleza divina; esa es la diferencia. Se anonadó, haciéndose siervo, súbdito del sufrimiento y de la muerte para redimirnos; porque si Él no obstaculiza esa participación de la gloria de su divinidad en el cuerpo de naturaleza humana que Él tomó, no hubiera podido morir en la Cruz, no hubiera habido pasión por nuestra redención, para rescatarnos con un precio. Y tal precio fue el de su sangre y la sangre es muerte, la efusión de la sangre es la muerte, representa la muerte.
En la Santa Misa hay la efusión de la sangre sacramentalmente, sacrificio incruento, no cruento. Y es en la consagración del cáliz donde se hace mención de la efusión, del derramamiento de la sangre y no en la del pan y por eso dice Santo Tomás que eso era esencial a la consagración. Si nos atenemos a la opinión de Santo Tomás la nueva misa es nválida, porque adulteró esa fórmula de la consagración de la sangre al adulterar las palabras que expresaban la efusión; adulteración que consiste en cambiar "muchos" por "todos"; así de simple y de sencillo como es la verdad, sin vericuetos, pero desgraciadamente hay poca teología en el clero y vemos que si falta la luz de la ciencia divina, tal como es la teología, viene la repercusión, ya que un seminario, lugar de formación del clero, no es para pasársela jugando al fútbol sino para estudiar, para poder después aclarar y enseñar a los fieles, y defenderlos ante la crisis teológica y religiosa.
En esa efusión de la sangre que Nuestro Señor derramó por todos, pero que Él sabía que no todos se iban a beneficiar. Viendo que la eficacia no era para todos, sino que intervenía el libre albedrío, por la libertad del hombre, dijo: "Por vosotros y por muchos", y no por vosotros y por todos, ahí está la gran diferencia existente; hay otras que no voy a mencionar, bástenos por ahora ésa.
Nuestro Señor se anonadó, pero también resucitó por su propio poder y Él nos pide que le sigamos en esa muerte y esa muerte nosotros la pasamos sacramentalmente por el bautismo, que es una muerte sacramental y una resurrección también sacramental y sobrenatural del nuevo hombre. Estimados hermanos, la vida católica cristiana en desarrollar la gracia recibida en el bautismo desarrollo consiste la santidad, como lo hace ver San Luis María Grignion de Montfort.
Pidamos a Nuestra Señora que podamos llevar esa vida sobrenatural basada en la fe y en la gracia que recibimos en el bautismo; que se desarrolle plenamente en nosotros y cuando esto ocurra, después de muchos sacrificios, abnegaciones y renuncias, habremos llegado a la verdadera santidad.
BASILIO MERAMO PBRO.
8 de abril de 2001