Tomado de la Catena Aurea, de Santo Tomás de Aquino.
Evangelio según San Juan, Cap. 13, 1-15
Antes del día de la fiesta de la
Pascua, sabiendo Jesús que llegó la hora en que pasara de este mundo al Padre,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, les amó hasta el fin. Y
hecha la cena, habiendo ya el diablo inspirado en el corazón de Judas, hijo de
Simón Iscariotes, que lo entregase, sabiendo que el Padre lo había entregado a
su potestad y que de Dios salió y a Dios va, se levanta de la cena y depuso sus
vestiduras; y tomando un paño se ciñó con él; después echó agua en una jofaina
y empezó a lavar los pies de sus discípulos y a limpiarlos con el paño que se
había ceñido. (vv. 1-5)
Teofilacto.
Como el Señor iba a emigrar de
la presente vida, explica la amistad que profesaba a los suyos, por lo cual
dice: "Antes del día festivo de la Pascua, sabiendo Jesús", etc.
Beda.
Los judíos tenían ciertamente
muchas festividades, pero ninguna era tan insigne y celebrada como la
festividad de la Pascua, por lo que dice expresivamente: "Antes del día
festivo de la Pascua".
San Agustín
In Ioannem tract., 3, 55
Pascua no es, como creen
algunos, nombre griego, sino hebreo. Y muy oportunamente se da en ambas lenguas,
respecto de esta palabra, cierta coincidencia de significación, porque en
griego paschein significa padecer, y de aquí que Pascua quiera
decir pasión, derivando este nombre de aquel verbo. Y en su lengua, o sea la
hebrea, Pascua es tránsito, por la razón de que los judíos la celebraron por
primera vez cuando habiendo salido de Egipto atravesaron el mar Rojo 1. Y ahora aquella figura profética se completa en
la realidad, porque Cristo es conducido al sacrificio como un cordero, con cuya
sangre, pintadas nuestras puertas (esto es, hecho el signo de la cruz en
nuestras frentes), somos libres de la perdición de esta vida, como aquellos de
la cautividad egipcia. Y verificamos un tránsito en sumo grado saludable,
pasando a Cristo desde el poder del diablo, y desde esta vida transitoria a aquel
reino lleno de poderío. Por eso el evangelista, queriéndonos dar la
interpretación de esta palabra Pascua, dice: "Sabiendo que llegó la hora
en que había de pasar de este mundo al Padre"; he aquí la Pascua, he aquí
el tránsito.
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
No es que antes no lo supiera,
sino desde antes. El tránsito es su muerte.
Cuando había de abandonar a sus
discípulos, les demuestra superior amor. Y esto es lo que dice: "Habiendo
amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin"; esto
es, no dejó de practicar ninguna de aquellas cosas que debe hacer el que mucho
ama. No hizo todas estas cosas desde un principio, pero a fin de aumentar la
familiaridad y prepararles el consuelo para las cosas que habían de suceder
posteriormente, añadió mayores muestras de amor. Los llama aquí suyos en razón
a la familiaridad, porque en razón a la condición llama también suyos a otros.
Así, cuando dice ( Jn 1,11): "Y los suyos no lo recibieron". Añade también
"que estaban en el mundo", porque había otros suyos difuntos
(Abraham, Isaac y Jacob), pero no estaban en el mundo. A los suyos que estaban
en el mundo, los amó continuamente, y al fin los amó con dilección perfecta.
Esto es lo que significa "al fin los amó".
San Agustín ut supra.
Los amó al final, para que por
este amor pasasen de este mundo a El, que era su cabeza. ¿Qué fin es éste sino
Cristo? Porque el fin de la ley es Cristo, fin que perfecciona a todo creyente
( Rom 10,4), conduciéndolo a la justicia y no a la
muerte. Paréceme, pues, que estas palabras puedan tomarse en significado
humano, esto es, que Cristo amó a los suyos hasta el momento de su muerte. Pero
no se entienda que este amor termina en la muerte de Aquel que no termina por
la muerte. A no ser que se haya de entender así: los amó hasta la muerte, esto
es, el amor de ellos lo condujo a la muerte.
Y sigue: "Hecha la
cena", esto es, confeccionada y puesta en la mesa para el servicio de los
convidados. Lo de hecha la cena no debe tomarse en el sentido de que ya
estuviese consumida o terminada, porque todavía se estaba cenando cuando se
levantó y lavó los pies a los discípulos; porque después volvió a sentarse y
dio al traidor el bocado de pan. Al decir: "Habiendo ya el diablo
inspirado en el corazón", etc., si quieres averiguar qué es lo que inspiró
en el corazón de Judas, te diré que el hacer entrega de El. Esta tentación
espiritual se llama sugestión. El diablo inspira sugestiones y las mezcla con
los pensamientos humanos. Estaba ya decidido en el corazón de Judas, por la
sugestión del diablo, el entregar a su Maestro.
Crisóstomo ut supra.
Aquí el evangelista, lleno de
admiración, introduce en la narración el hecho de que el Señor lavó los pies de
aquel que ya había determinado entregarlo. Manifiesta también la maldad del
traidor, a quien ni siquiera detuvo la comunidad en la misma mesa, cosa que fue
siempre obstáculo para cometer alguna maldad.
San Agustín ut supra.
Habiendo de tratar el
evangelista de la humildad del Señor, primero quiso encomiar su grandeza, y a
esto se refiere lo que añade: "Sabiendo que el Padre había puesto todas
las cosas bajo su potestad", etc. Entre esas cosas estaba el mismo
traidor.
San Gregorio Moralium 3, 12
Sabía, por lo tanto, que había
recibido bajo su potestad hasta a los mismos perseguidores, a fin de torcer
hacia la piedad la malicia de aquellos que El había permitido en contra de sí
mismo.
Orígenes In Ioannem tom. 32
Todas las cosas le habían sido
entregadas por el Padre bajo su potestad, esto es, bajo su operación y poderío.
"Mi Padre, dijo, ha obrado hasta ahora ( Jn 5,17), y yo también obro". El Padre puso
bajo su poder todas las cosas, para que todos estuviesen a su servicio.
Crisóstomo ut supra
Aquí, por entregar, se
significa la salvación de todos los fieles, y cuando oyereis esta palabra, no
la interpretéis en sentido humano. Es aquí la gloria del Padre y su unión con
el Hijo, porque así como el Padre le entregó todas las cosas, El se entregó al Padre.
Por donde San Pablo dijo ( 1Cor 15,24): "Cuando hubo entregado el reino a Dios y al Padre".
San Agustín ut supra
Sabiendo también que salió del
Padre y a Dios va, ni por eso dejó a Dios cuando de El salió, ni a nosotros al
volver a El.
Teofilacto
Por lo mismo que el Padre
confió a su poder todas las cosas (esto es, la salvación de los fieles),
juzgaba conveniente manifestarles todas aquellas cosas que respectan a la
salvación. Sabiendo que de Dios salió y a Dios va, no podía de ninguna manera
considerar su gloria disminuida con lavar los pies a sus discípulos. Ni tampoco
usurpó gloria alguna, porque aquellos que usurpan algún honor, no condescienden
con nada, no sea que pierdan lo que usurparon sin derecho.
San Agustín ut supra
Y habiendo puesto el Padre
todas las cosas en sus manos, El lavó a sus discípulos, no las manos, sino los
pies. Y sabiendo que había salido de Dios y a Dios iba, ejerció los deberes, no
de Dios Señor, sino de hombre siervo.
Crisóstomo ut supra
Esto era lo digno, supuesto que
salió de Dios y a Dios iba, el destruir toda soberbia. De aquí sigue: "Se
levantó de la cena y depuso las vestiduras, y tomando un paño, se ciñó con él;
después echó agua en una jofaina y empezó a lavar los pies de los discípulos y
a limpiarlos con el paño que se había ceñido". Considérese cuánta humildad
manifestó, no sólo lavando los pies, sino en otro concepto; porque se levantó,
no cuando estaban para sentarse, sino cuando ya todos se habían sentado.
Además, no sólo lavó, sino que dejó sus vestiduras, se ciñó con un paño y llenó
la jofaina y no mandó que otros la llenaran, sino que por sí hizo todas estas
operaciones, enseñando con cuánto cuidado debían hacerse todas estas cosas.
Orígenes ut supra
En sentido místico, el
almuerzo, que es la primera comida, es también conveniente para aquellos que
están en los principios de la vida espiritual que se simboliza en la presente
vida; mas la cena es la última comida, que sólo se sirve a los que han
progresado más en ella. También se puede entender de otra manera, diciendo que
el almuerzo es la comprensión de las Escrituras antiguas, y la cena simboliza
los misterios que se encierran en el Nuevo Testamento. Paréceme que aquellos
que cenan en compañía de Cristo y han de convivir con El en el último día de la
vida presente, necesitan ser lavados, no ciertamente en cuanto a las partes (si
así puede decirse) primeras del cuerpo y del alma, sino en cuanto a las más
inferiores, que necesariamente se ligan a la tierra. Dice que empezó (puesto
que después dio la última mano al lavatorio) a lavar los pies de sus
discípulos, porque estaban manchados según aquello de San Mateo ( Mt 26,13): "Todos vosotros os escandalizaréis
esta noche en mí". Después completó la operación de lavarlos, para
purificarlos y que después no volviesen a mancharse.
San Agustín ut supra
Dejó sus vestiduras el que
siendo Dios se anonadó a sí mismo. Se ciñó con una toalla el que recibió forma
de siervo. Echó agua en la jofaina para lavar los pies de sus discípulos, el
que derramó su sangre para lavar con ellas las manchas del pecado. Limpió con
el paño los pies que había lavado, el que confortó los pasos de los
evangelistas con la carne de que estaba revestido. Y, para ceñirse con el paño,
dejó primero las vestiduras que tenía. Mas para tomar la forma de siervo,
cuando se humilló hasta la nada, no dejó lo que tenía, sino que tomó lo que no
tenía. Para ser crucificado tenía que ser despojado de sus vestiduras; después
de muerto envuelto en sábanas, y toda su pasión tenía que servir para
purificarnos.
Notas
1. El
vocablo pascua viene del hebreo pésaj. La voz se deriva de pásaj: pasar, saltar, que el AT relaciona con el paso
del Señor en Egipto. El NT se refiere normalmente a la pascua con el término pasca , que es
la transliteración griega del término arameo correspondiente. En el NT aparece
junto con el verbo pascein , padecer, en Lc 22,15, aunque no parece haber una relación
lingüística directa.
Vino, pues, a Simón Pedro. Y díjole
Pedro: "Señor, ¿tú me lavas los pies?" Respondió Jesús y dijo:
"Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después". Díjole
Pedro: "No me lavarás jamás los pies". Respondióle Jesús: "Si no
te lavare, no tendrás parte conmigo". Díjole Simón Pedro: "Señor, no
solamente los pies, sino también las manos y la cabeza". Dícele Jesús:
"El que ha sido lavado no necesita sino de que se lave los pies, porque
está todo limpio; y vosotros estáis limpios, pero no todos"; porque sabía
quién era el que lo había de entregar: por esto dijo no estáis todos limpios.
(vv. 6-11)
Orígenes In Ioannem tom. 32
Como el médico que teniendo que
atender a muchos enfermos empieza sus especiales cuidados por aquellos que
están más graves, así también Cristo, al lavar los pies manchados de sus
discípulos, empieza por aquellos que más contaminados estaban, y así llegó en
último término a Pedro, que necesitaba menos que los otros del lavatorio de
pies. Por esto dice: "Vino a Simón Pedro", que se resistía a ser
lavado por la conciencia que tenía de que sus pies no estaban manchados. Y así
continúa: "Y díjole Pedro", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 56.
¿Qué quiere decir aquí tú ? ¿Qué quiere decir a mí ? Estas cosas más bien pueden concebirse que
expresarse, no sea que la lengua no sepa significar con dignidad lo elevado que
el pensamiento haya concebido.
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
Y si Pedro estaba en primer
término, habrá que decir que el traidor insensato se había colocado antes que
él, lo que significó el evangelista diciendo: Empezó a lavar los pies, después
vino a Pedro.
Teofilacto.
De donde se colige que no lavó
a Pedro el primero. Y, sin embargo, ninguno de los otros discípulos pretendería
ser lavado antes que Pedro.
Crisóstomo ut supra.
Alguno deseará saber cómo
ninguno de los otros se opuso al lavatorio, sino sólo Pedro, lo cual era signo
no pequeño de amor y de modestia. De esto parece deducirse que antes de Pedro
sólo fue lavado el traidor, y que después llegó a Pedro, y que, por otra parte,
los demás discípulos quedaron reprendidos en él. Porque si hubiera empezado el
lavatorio por cualquiera de los otros, todos lo hubieran rehusado y dicho lo
que dijo Pedro.
Orígenes ut supra.
Todos exhibían sus pies,
considerando que maestro tan sabio no lavaría sus pies sin razones de mucho
peso. Sólo Pedro, posponiendo todas las razones a la veneración que profesaba a
Jesús, no se prestaba a que sus pies fuesen lavados. Y, en efecto, la Escritura
nos da a conocer frecuentemente a Pedro como el más entusiasmado para inculcar
lo que parece mejor o más útil.
San Agustín ut supra.
No debemos creer que Pedro
desaprobase y recusase entre todos una acción que ya los demás habían permitido
de buen grado antes de él. Y así, no puede entenderse que ya otros hubiesen
sido lavados antes que él, y que Jesús llegase a él después de los otros
(¿quién ignora que Pedro era reputado como el primero de los apóstoles?), sino
que empezó por él. Así, cuando empezó a lavar los pies, vino a aquel por el
cual empezó (esto es, Pedro), y entonces Pedro rehusó maravillado una acción
que cualquier otro hubiera rehusado.
Prosigue: "Respondió
Jesús, y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás
después".
Crisóstomo ut supra.
Es ésta la humildad de su
enseñanza; y, como la humildad, basta para llevarnos a Dios.
Orígenes ut supra.
O bien insinúa el Señor que en
esto había misterio. Lavando y secando sus pies, los tornaba purificados, a
ellos, que debían predicar la santidad ( Rom 10; Is 52), para que puedan enseñar el camino santo y
marchar por aquel que dijo: "Yo soy el camino" ( Mt 14,6). Convenía que Jesús, deponiendo sus
vestidos, lavase los pies de sus discípulos, para limpiar más a los que ya
estaban limpios. O a fin de tomar sobre sí en su propio cuerpo la inmundicia de
los pies de sus discípulos, mediante el paño que tenía rodeado, porque El echó
sobre sí todas nuestras debilidades. Obsérvese que, debiendo lavar los pies de
los discípulos, no quiso elegir otra oportunidad sino cuando el diablo ya había
entrado en el corazón de Judas para que lo entregase a sus enemigos, cuando
estaba próximo su sacrificio en favor de los hombres. Porque antes de esto no
era oportuno el que Jesús lavase a sus discípulos los pies. ¿Quién hubiera
lavado sus pies y sus manchas en el tiempo que mediaba hasta la pasión? Pero ni
aun en el tiempo de la pasión, porque no había otro Jesús que lavase sus pies;
ni aun tampoco después de la pasión, porque entonces, por la venida del
Espíritu Santo, fueron lavados sus pies. Así, pues, de este misterio (dijo el
Señor a Pedro) tú no eres capaz, pero ya lo entenderás cuando suficientemente
ilustrado lo comprendieres.
San Agustín ut supra.
Sin embargo, él, asombrado ante
la grandeza del Señor, no permitía que se hiciera aquello cuya razón ignoraba,
sin que pudiera tolerar que la humildad del Señor llegase hasta lavarle los
pies. Y así sigue: "Dícele Pedro: No lavarás jamás mis pies", esto es,
jamás lo permitiré, porque se dice que jamás se hará una cosa, cuando nunca se
hace.
Orígenes In Ioannem hom., 32.
De esto podemos tomar ejemplo,
cuán posible sea adoptar una resolución como justa, y decir por ignorancia
aquello que va contra nuestros intereses. Porque Pedro, ignorando la
conveniencia del acto, primeramente casi avergonzado y con mucha suavidad dice:
"Señor, ¿me vas tú a lavar los pies?"; pero luego dice: "Tú,
jamás me lavarás los pies", lo cual era impedir la obra que lo llevaría a
tener parte alguna con Jesús. Con lo cual arguye, no solamente a Jesús que
lavaría a sus discípulos los pies sin deber hacerlo, sino también a sus
compañeros, que se prestan a ser lavados indignamente. Mas como la respuesta de
Pedro le era perjudicial, no permitió Jesús que se realizase su deseo. Así
prosigue: "Díjole Jesús: Si no te lavare los pies, no tendrás parte
conmigo".
San Agustín ut supra.
Al decir si no te lavare,
tratándose sólo de los pies, es lo mismo que decir: me pisas, siendo sólo la
planta del pie la que pisa.
Orígenes ut supra.
A los que no quieren explicar
este y otros puntos semejantes en sentido figurado o en la esfera moral, no se
les alcanza como probable siquiera el que no tuviese parte con el Hijo de Dios
aquel que dijo con reverencia: "No me lavarás jamás los pies", como
si el no dejar que le lavase los pies fuese un crimen. Pero para esto debemos
dejarnos lavar los pies, esto es los afectos del alma, a fin de que sean
embellecidos. Y en primer lugar, para ser enumerados entre los que evangelizan
las buenas doctrinas, trabajamos por adquirir los dones sublimes.
Crisóstomo ut supra.
No dijo la razón por la que
obraba así, sino que formuló una amenaza, porque de otra manera no se hubiera
persuadido. Cuando Pedro oyó: "Lo sabrás después", no contesta:
enséñamelo, pues, y te lo permitiré, sino que lo permitió desde el punto en que
fue amenazado en lo que más él temía (a saber, ser separado de El).
Orígenes ut supra.
Usamos de esta frase contra
aquellos que proyectan llevar a cabo determinaciones que no les son
provechosas, porque manifestándoles que no tendrán parte con Jesús en tanto que
persistan en su soberbia decisión, los conminamos que no perseveren en su mal
concebido proyecto, aun cuando lo hubieren ratificado con juramento.
San Agustín ut supra.
El, confundido entre el amor y
el temor, más se horrorizó de no tener parte con Cristo, que de que Este le
lavase los pies humildemente. Por lo cual sigue: "Señor, no solamente los
pies, sino también las manos y la cabeza".
Orígenes ut supra.
Jesús no quería lavar las
manos, despreciando aquello que decían sus enemigos ( Mt 15,2) (porque tus discípulos no se lavan las
manos cuando comen). No quería sumergir la cabeza, porque en ella reside la
imagen y la gloria del Padre. Le bastaba que le presentasen los pies. De donde
sigue: "Díjole Jesús: Quien fue lavado, no necesita sino que se le laven
los pies, porque está todo limpio".
San Agustín.
Todo, excepto los pies; o lo
que es lo mismo, sólo necesita lavarse los pies. Porque el hombre, por el
bautismo, no queda todo lavado menos los pies, sino que queda lavado por
completo. Sin embargo, viviendo en lo sucesivo entre las cosas humanas, pisa
con ellos la tierra. Así, pues, los afectos humanos, sin los que no se puede
vivir en esta vida mortal, simbolizan los pies. Y, en esta vida, de tal modo
somos afectados por las cosas humanas, que si dijéramos que éstas no nos
afectaban, nos engañaríamos a nosotros mismos, afirmando que no tenemos pecado
( 1Jn 1,8). Mas si confesamos nuestros pecados, Aquel
que lavó los pies a sus discípulos nos los perdona, hasta los pies, con los
cuales comunicamos con la tierra.
Orígenes ut supra.
Creo imposible que no se
contaminen las partes inferiores del alma, por muy perfecto que cualquiera se
crea en cuanto a hombre. Porque muchos, después del bautismo, se llenan del
polvo de las maldades hasta la cabeza. Pero los que son sus discípulos, con
justo título no necesitan ser lavados sino en sus pies.
San Agustín Ad Seleucianum epist. 118.
De esto que aquí se dice, se
deduce que San Pedro ya estaba bautizado. Entendemos también que sus discípulos
mediante los cuales bautizaba, lo estaban a su vez; o bien con el bautismo de
Juan, como algunos creen, o bien, como es más creíble, con el bautismo de
Cristo. Puesto que no desdeñó el ministerio de bautizar con el fin de tener
siervos bautizados que pudiesen bautizar a los otros, Aquel que no faltó al
ministerio de la humildad cuando les lavó los pies. Por esto prosigue: "Y
vosotros estáis limpios, pero no todos".
San Agustín In Ioannem
tract., 58.
No preguntemos qué sea esto,
cuando el mismo evangelista lo dice claramente a continuación: "Pues sabía
quién era el que había de entregarle; por lo mismo dijo: No todos estáis limpios".
Orígenes ut supra.
Cuando dice "Vosotros
estáis limpios", se refiere a los once. Y cuando añade "pero no
todos", se refiere a Judas, que estaba manchado; en primer lugar, porque
no atendía a los pobres, antes era ladrón; por último, porque habitaba el
diablo en su corazón, a fin de que entregase a Jesús. Les lava los pies, aun
estando puros, porque la gracia de Dios sobreabunda en las cosas necesarias, y,
como dice San Juan: "Que el limpio se limpie más aún" ( Ap 22,11).
San Agustín ut supra.
O bien porque estando ya
lavados sus discípulos no necesitaban sino de lavarse los pies, porque mientras
el hombre vive en este mundo, parece que al tocar la tierra con sus pies atrae
algo de ella con lo cual es manchado.
Crisóstomo ut supra.
O de otra manera: No dice que
están limpios porque los juzgue libres de pecado antes del sacrificio, sino que
se refiere a la claridad del entendimiento, porque ya estaban exentos del error
judaico.
Luego que les lavó los pies, tomó
sus vestidos; y cuando se hubo sentado, díjoles de nuevo: "¿Sabéis lo que
he hecho con vosotros?; vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien: lo
soy, en efecto: si pues yo, el Señor y Maestro he lavado vuestros pies, también
vosotros debéis lavaros mutuamente los pies: os he dado el ejemplo, para que
así como yo hice a vosotros, así también vosotros lo hagáis. En verdad, en
verdad, os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que
aquél que le envió. Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados
practicándolas. No digo de todos vosotros: Yo sé a quiénes he elegido; sino que
ha de cumplirse la Escritura. El que come pan conmigo, pondrá su pie sobre mí.
Desde ahora os lo digo, antes de que suceda; para que cuando haya sucedido,
creáis quien soy yo. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a aquél que yo
enviaré, a mí me recibe, y quien me recibe, recibe a Aquel que me ha
enviado". (vv. 12-20)
San Agustín ut supra.
Acordándose el Señor de que había
prometido a Pedro la explicación del hecho realizado, diciendo "después
sabrás" (qué es lo que yo he hecho), empieza ya a enseñarlo. Por esto se
dice: "Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, y habiéndose
sentado empezó a hablarles de nuevo en esta forma: Sabéis lo que he hecho con
vosotros".
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Profiere estas palabras, o bien
en tono interrogativo para encomiar la grandeza de su acción, o bien
imperativamente para elevar sus entendimientos.
Alcuino.
En sentido espiritual, hecha la
purificación de nuestra redención al derramar su sangre, tomó sus vestiduras
cuando resucitó del sepulcro al tercer día, vestido ya con su mismo cuerpo
inmortal, y al sentarse significó su ascensión al cielo para sentarse a la
derecha del Padre, de donde ha de venir a juzgar.
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Hasta ahora no ha hablado sólo
a Pedro, sino a todos. Como diciendo: "Vosotros me llamáis Maestro y
Señor". Aquí aduce sus palabras propias, y después, para que no crean que
se las aplican por favor especial, añade: "Y decís bien: lo soy en
verdad".
San Agustín ut supra.
Se ha mandado al hombre ( Prov 27,2): "No te alabe tu propia boca, sino
que te alabe la boca de tu prójimo", porque es peligroso que se complazca
en sí mismo el que quiere evitar la soberbia. Mas aquel que está sobre todas
las cosas, por mucho que se alabe, no se ensalzará demasiado, ni puede decirse
rectamente que en Dios haya arrogancia. Porque el conocer a Dios aprovecha
únicamente a nosotros, no a El; ni nadie lo conoce si El mismo no se da a
conocer. Luego, si por huir de la arrogancia no se hubiese alabado, nos hubiera
privado de su conocimiento. ¿Y cómo la verdad ha de temer incurrir en
arrogancia? Nadie puede reprender el que se considere Maestro, aun el que sólo
lo mire bajo el concepto del hombre, porque hay que conceder que aun los mismos
hombres son llamados maestros, y toleran la denominación sin arrogancia en las
artes que profesan. ¿Y podrá reprochársele el que se considere Señor de sus
discípulos, tratándose de hombres que en el concepto vulgar carecían de
ilustración? Porque cuando es Dios el que habla, nunca hay arrogancia en tanta
excelsitud; nunca mentira en la verdad. El estar sometidos a tanta grandeza, el
servir a la verdad, es para beneficio nuestro. Y así, "decís bien al
llamarme Maestro y Señor, porque lo soy". Y si no lo fuera, diríais mal en
lo que decís.
Orígenes ut supra.
No hacen bien en decir ( Mt 7,23): "Señor", aquellos a quienes se
ha dicho: "Apartaos de mí, vosotros que obráis la iniquidad". Pero
los apóstoles decían rectamente: Maestro y Señor. No dominaba en ellos la
maldad, sino el Verbo de Dios.
"Si, pues, yo que soy
Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavároslos
mutuamente".
Crisóstomo ut supra.
Toma el ejemplo de cosas
mayores, para que nosotros obremos en las menores. Porque ciertamente El es el
Señor, y nosotros lo haremos con nuestros consiervos, si lo hiciéremos. Por eso
añade: "Os he dado ejemplo, para que, así como yo lo he hecho con
vosotros, vosotros también hagáis".
Beda.
Primeramente el Señor realizó
en sus hechos lo que después enseñó con palabras, según aquello ( Hch 1,1): "El Señor empezó por obra".
San Agustín In Ioannem
tract., 58.
Esto es, oh bienaventurado
Pedro, lo que ignorabas; esto que prometió que después sabrías.
Orígenes ut supra.
Hay que considerar ahora si es
de absoluta necesidad, para perfeccionarse en la doctrina de Jesús, el tomar
como precepto absoluto el lavatorio sensible de los pies. Por esto dice:
"Debéis lavaros mutuamente los pies". Pero esta costumbre, o no se
practica, o se practica raras veces.
San Agustín ut supra.
Existe entre muchos esta
costumbre de humildad, cuando mutuamente se reciben en hospedaje. Y hacen esto
los hermanos unos con otros aun de una manera visible. Y así será mejor, y sin
género de controversia más conforme a la verdad, el que se haga de mano propia,
para que ningún cristiano se desdeñe en hacer lo que practicó Cristo. Porque al
inclinar la cerviz delante de un hermano, despertamos en su corazón los efectos
de humildad, o si ya los tenía los hacemos más fervorosos. Pero, prescindiendo
de este sentido moral, ¿podrá, acaso, alguien librar a su hermano del contagio
del pecado? De esta manera, confesémonos mutuamente nuestros pecados;
perdonémonos los unos las faltas de los otros; oremos mutuamente para que nos
sean perdonados, y así mutuamente nos lavemos los pies.
Orígenes ut supra.
Este lavatorio espiritual de
pies (del cual se ha hablado), no puede realizarse con perfección sino por el
mismo Jesucristo, y de una manera secundaria por sus discípulos, a los cuales
dijo: "Vosotros debéis lavaros mutuamente los pies". Jesús lavó los
pies de sus discípulos como Maestro, y de sus siervos como Señor, porque el fin
del Maestro es hacer a sus discípulos semejantes a El. Lo cual se ve en el
Salvador con más claridad que en ningún otro maestro o señor, pues quiere que
sus discípulos sean como su Maestro y Señor, no teniendo un espíritu de
servidumbre, sino un espíritu de la filiación con el que claman: "Abba,
Padre" ( Rom 8,15). Mas antes de hacerse semejantes a su Maestro y Señor,
necesitan del lavatorio de pies, como discípulos imperfectos que conservan
resabios del espíritu de servidumbre. Cuando, pues, alguno de ellos llegare al
grado de maestro y señor, podrá entonces imitar al que lavó los pies de sus
discípulos, y lavar los pies con la doctrina, como maestro.
Crisóstomo ut supra.
Aún los exhortaba a que lavasen
los pies, cuando añadió: "En verdad, en verdad os digo: no es el siervo
mayor que su señor, ni el apóstol mayor que el que le envió", como
diciendo: "Luego, si yo he hecho estas cosas, con mayor razón conviene que
vosotros las hagáis".
Teofilacto.
Aconseja aquí a los discípulos
por necesidad, dado que ellos habían de llegar a las dignidades, unos en un
grado, otros en otro. Y para que no se encelen mutuamente, les serena las
conciencias.
Beda.
Porque el conocer el bien y no
ejercerlo, no es cosa que pertenece a la felicidad, sino a la condenación,
según aquello ( Stgo 4,17): "Al que conoce el bien y no lo practica, el pecado está
con él", y añade: "Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados al
ejecutarlas".
Crisóstomo ut supra.
Porque el saber es propio de
todos, pero el obrar no es de todos. Después reprendió al traidor, no de una
manera clara, sino velando las palabras, cuando añadió: "No hablo de todos
vosotros".
San Agustín In Ioannem
tract., 59.
Como diciendo: entre vosotros
hay quien no será bienaventurado, ni obrará aquellas cosas. Yo sé a quiénes he
elegido. ¿A quiénes sino a aquellos que serán bienaventurados haciendo lo que
El manda? Luego Judas no es de los elegidos. Cómo, pues, dice en otro lugar ( Jn 6,71): "¿Acaso yo no os he elegido a los
doce?". Es porque él fue elegido, para otra cosa necesaria, pero no para
la bienaventuranza acerca de lo que se dice: "Bienaventurados seréis si
hacéis estas cosas".
Orígenes In Ioannem tract., 32.
No creo que pueda rectamente
referirse la frase "No lo digo de todos vosotros", a aquella otra de
"Seréis bienaventurados si hacéis estas cosas", porque todo esto
puede aplicarse a Judas como a cualquier otra persona, al decir "Bienaventurado
será el que haga estas cosas". Así esta frase debe relacionarse con
aquella otra ( Jn 13,16): "No es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor
que el que le envió"; porque Judas como era siervo del pecado, no lo era
del Verbo de Dios; ni apóstol, pues el diablo había penetrado en su corazón. Y
así, conociendo el Señor a los suyos, no conoce a los que no lo son. Por esto
no dice yo conozco a todos los presentes, sino "Yo conozco a los que he
elegido", como diciendo: conozco a mis elegidos.
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Después, para no llenar de
tristeza a muchos con sus palabras, añade: "Pero para que se cumpla la
Escritura: El que come pan conmigo, levantará su pie contra mí",
manifestando que no era entregado ignorantemente, cosa que era muy suficiente
para retener a Judas. Y no dijo me entregará, sino "levantará contra mí su
pie", queriendo desfigurar el engaño y el ocultamiento de las asechanzas.
San Agustín ut supra.
¿Qué otra cosa significa
"levantará su pie sobre mí", sino me pisoteará? En lo cual se alude a
Judas traidor.
Crisóstomo ut supra.
Y dijo: "Quien come
conmigo pan", esto es, quien ha sido alimentado por mí, el que comió en mi
mesa; para que no nos escandalicemos jamás si sufrimos alguna injuria de los
criados o de personas de inferior calidad, atendiendo al ejemplo de Judas que,
habiendo gozado de bienes infinitos, pagó tan mal a su bienhechor.
San Agustín ut supra.
Los que habían sido elegidos
comían al Señor, y él comía el pan del Señor contra el Señor; aquéllos la vida,
éste la pena: "Porque el que come indignamente come su propio juicio"
( 1Cor 11,29).
"Os lo digo, prosigue,
antes de que suceda, para que, cuando se realice, creáis que yo soy", a
saber, de quien predijo la Escritura.
Orígenes ut supra.
Y no se dijo a los apóstoles
para que creáis, como si ellos no creyesen, sino que esta locución equivale a
decir para que, creyendo, obréis. Perseverando en vuestra creencia, no toméis
ningún pretexto para la repulsa, porque entre todas las cosas que fortalecían en
la fe a los discípulos, consideraba en primer término el cumplimiento de las
profecías.
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Y como los discípulos habían de
salir a predicar y sufrir muchos martirios, los consuela de dos maneras. De una
manera, por sí mismo, diciendo ( Jn 13,17): "Seréis bienaventurados, si hacéis
estas cosas". Por otro lado, los consuela con el ejemplo de los demás,
hablándoles de los muchos medios con que serían ayudados por los hombres, y por
esto añade: "En verdad, en verdad os digo, que el que os recibiere a
vosotros a mí me recibirá".
Orígenes ut supra.
Porque el que recibe al que
envía Jesús, recibe al mismo Jesús, que existe en su enviado. Mas el que recibe
a Jesús, recibe al Padre. Luego, el que recibe al que envía Jesús, recibe al
Padre que envía. También puede entenderse de este otro modo: El que recibe a
quien yo enviare, se hace digno de recibirme a mí. Mas el que me recibe no por
intermediación del apóstol que yo enviaré, sino que me recibe a mí cuando me
dirijo a las almas, recibe también al Padre, de tal modo, que no sólo yo moro
en él, sino también el Padre.
San Agustín In Ioannem
tract., 59.
Pero los arrianos, cuando oyen
esto, recurren a los dogmas de su fe, que no los conducen a la salvación, sino
que los precipitan en la perdición, diciendo: "Tanto dista el Hijo del
Padre, cuanto el apóstol difiere del Señor". Pero donde Este dijo:
"Mi Padre y yo somos una sola cosa" ( Jn 10,30), no deja ninguna idea de distancia. Y al
aceptar ahora estas palabras del Señor, "Quien me recibe a mí recibe al
que me envió", al entender que una misma es la naturaleza del Padre y del
Hijo, sería lógico que en la locución "Si recibe al que yo enviare me
recibe a mí", se entendiera también que una misma es la naturaleza del
Hijo y la del apóstol. Y así, parece que debió decir: "Quien recibe al que
yo enviare, me recibe a mí como a hombre, y el que me recibe como Dios, recibe
al que me ha enviado". Mas cuando esto decía, no hacía alusión a la unidad
de naturaleza, sino que recomendaba su propia autoridad, residente en el
enviado. Si, pues, atiendes en Pedro a Cristo, verás al Maestro en el
discípulo; y si miras en el Hijo al Padre, verás al Padre en el Unigénito.