San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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miércoles, 22 de octubre de 2014

Del R.Padre Basilio Méramo: UNA VISION TRASNOCHADA DE FATIMA


Lamentablemente, y muy lamentablemente, bajo aspectos de cierta piedad, pero sin
doctrina, lo cual es una falsa piedad, o lo que podríamos llamar: pietismo, se enfocan
muchas veces mal, grandes verdades; y esto es al parecer el problema, desdichadamente, de Mons. Williamson con su último Eleison n°379 del 18 de Octubre
del 2014, en el cual peca por un doble o triple error, valiéndose de lo que Nuestra
Señora manifestó en Fátima: “Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará” y la consagración de Rusia, al punto de afirmar la necesidad de que Mons. Fellay debe
realizar una Cruzada del Rosario, para que Francisco (el Grande) consagre a Rusia y se
acaben los males y toda esta crisis.

La expresión “al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”, si se mira bien, es incondicional, como incluso en su momento, el mismo Mons. Fellay afirmaba con cierta lucidez; y digo cierta, pues quizás el mismo no medía la envergadura que sus palabras cobijaban. Si es incondicional, no depende ese triunfo, de ninguna consagración, lo cual vendría a estar reflejado en lo que también por otra parte dice
Michel de la Sainte Trinité en su obra en tres tomos que fueron resumidos en uno solo
por el Hermano François de Marie des Anges, bajo el título “Fátima, Joie intimes,
evénémant mondiale, e de CRC, Francia 1993; Nos dice: “La locución temporal ‘por
fim’ en portugués, que significa ‘al final’, o también ‘finalmente’, ‘por fin’…” (Ibídem,
p.430).

“Igualmente, cuando el P. McGlynn quería saber si la promesa de la conversión de
Rusia era absoluta o condicional, Lucía responde: ‘Al fin, en el texto del secreto,
significa que es absoluta” (Ibídem, p.435).

Evidentemente se está asociando indebidamente en la pregunta, el triunfo del
Inmaculado Corazón con la conversión de Rusia, identificándolas, y la verdad que este
es un error, porque textualmente “al fin”, se refiere al triunfo del Inmaculado Corazón,
que no está necesariamente supeditado ni condicionado a la conversión de Rusia, sino
que está por encima de la conversión de Rusia. Y la conversión de Rusia sí es lo que
estaba supeditado a la consagración al Inmaculado Corazón, para que se diera un
tiempo de paz (cierto tiempo).

El triunfo del Inmaculado Corazón, no puede ser efímero, pasajero, transitorio,
circunscrito a un período de algunos años (25 o más), sino a un triunfo pleno y total
que se identifica con el triunfo total de Cristo Rey y esto sólo y únicamente se puede
dar, después de su gloriosa Parusía, no antes.

Esto sería además como confundir una merienda o tentempié con una cena y peor aún
con un banquete, un gran banquete de bodas incluso con octava; con el agravante que
ese reino, además de efímero, sería pisoteado, vilipendiado por el reino del Anticristo,
lo cual sería prácticamente hasta blasfemo si se quiere, además de absurdo.

Y todo el problema viene por no tener una contextualización conforme con la hora
presente, en la cual nos encontramos en una crisis de dimensiones verdadera y
exclusivamente apocalípticas, tanto por la intensidad, cuanto por la universalidad del
mal que sacude a la Iglesia y a sus cimientos (la fe y los sacramentos) sobre los cuales está fundada. Pero a esto lleva esa alergia, tirria y hasta odium theologicum
antiapocalíptico.

Para decirlo de una vez por todas, hay que ser muy estulto para no entrever por lo
menos, si es que no se ve por rudeza mental, que después del año 1948, la diáspora se
termina creándose el Estado de Israel, el cual fue inaugurado por David ben Gurión el
14 de Mayo de ese mismo año, lo cual fue el fruto de la II Guerra Mundial.

Negar esto es negar la historia, así como la exégesis cual interpretan todos los exégetas,
estando de acuerdo sobre el texto de San Lucas 21, 24 que dice: “Y caerán a filo de
espada, y serán deportados a todas la naciones y Jerusalén será pisoteada por los
gentiles, hasta que el tiempo de los gentiles sea cumplido”. Y esto siempre fue
interpretado que acontecerá hacia el fin de los últimos tiempos apocalípticos, próximos
y antesala de la misma Parusía. Y esto es lo que en la nota al pie de la página
correspondiente a este pasaje, Mons. Straubinger indica: “El tiempo de los gentiles
(v.24) va a cumplirse, ésto es, va a terminar con la conversión de Israel (Rom. 11,24),
y el advenimiento del supremo Juez”.

Mons. Williamson se aferra a que toda esta crisis descomunal, donde si no son
abreviados los tiempos –como dice Nuestro Señor– prácticamente no encontraría fe
cuando Él vuelva; y para colmo piensa con ingenuidad anglosajona que todo se
arreglaría con la consagración de Rusia hoy. Esto es un desfase de una mente algo
trasnochada y responde a una mala interpretación (lectura) de Fátima; como si no
estuviéramos viviendo, desde la II Guerra Mundial y hasta ahora, los errores de Rusia
esparcidos por el mundo. Eso es como querer parar la bala después de que ya se
disparó con un acto de arrepentimiento del criminal que accionó el gatillo; es decir,
que todo lo que estamos tragando es crema chantillí y toda la atmósfera excremental
que respiramos es perfume francés. Al buen entendedor pocas palabras.

Que la segunda Guerra Mundial fue consecuencia del castigo ya iniciado por no
haberse consagrado a tiempo Rusia, lo dice el Hermano Michel: “En 1929-1931, todo
dependía del Papa, si Rusia hubiera sido consagrada al Corazón Inmaculado de
María, ella se habría convertido y ni la Segunda Guerra Mundial, ni la
relampagueante expansión del comunismo se habrían producido. Pero como esto no
se había hecho, en lugar de las promesas, fueron los castigos que comenzaron a
realizarse” (Ibídem, p.217).

Debe quedarnos claro que hoy, si se hace la consagración, ella no podría impedir los
efectos, las consecuencias de todo lo que estamos viviendo y sufriendo, mirado a la luz
de la doctrina y de la fe. Incluso si la consagración se hubiese hecho en el mismo año
1938, habiéndose cumplido el signo (la llamada aurora boreal del 25 de enero de ese
año), ya era tarde, pues justamente cuando éste se diera, sería la señal de que los males
anunciados comenzarían irremediablemente. Luego, a partir de esa fecha, la consagración ya sería tardía y por lo tanto, no podría impedir los efectos desencadenados por los motivos que no fueron quitados a tiempo, como era lo que
pretendía nuestra Señora con la advertencia de Fátima, es decir, que por una gracia
exclusiva de la Madre de Dios, Nuestro Señor, en virtud de la devoción del Inmaculado
Corazón de María, impediría el mal que se había enquistado en su forma satánica, a
través del comunismo ateo y humanista que muchos confundían estultamente con los
cañones rusos.

El signo que marcaba el comienzo de los males anunciados, si no se cumplía la
voluntad divina expresada en el llamado Tercer Secreto de Fátima, que consistió en
una noche esclarecida por una luz desconocida (que se le llamó o asoció a una aurora
boreal inusitada) era la advertencia de que los males irremediablemente comenzarían,
por no haber acatado la voluntad divina. Luego, la consagración sería tardía, pues ha
debido ser antes, y no después de esa fecha, para que se cumpliera el efecto prometido
en aras de que el mundo entero se percatara del poder glorioso del Inmaculado
Corazón de María, es decir, que en virtud de su santo nombre y a través de Ella, Dios,
el Verbo Eterno, diera un tiempo de paz impidiendo que se expandieran por el mundo
los errores del comunismo ruso, lo cual es hoy un hecho más que consumado.

Pero esta paz, jamás se puede confundir, con la paz plena y total que sólo podía venir
después de la Parusía. Entonces no había que confundir un tiempo de paz efímero, en
honor al Inmaculado Corazón de María, con la paz de la Iglesia reunida bajo un solo
pastor, formando un solo rebaño en el reino de Cristo Rey aquí en la tierra, después de
la Parusía, que es el que pedimos muy inconscientemente sin darnos cuenta cada día
que rezamos el Padre Nuestro diciendo Adveniat Regnum Tuum, –Venga a nos el tu
Reino– y que se haga la voluntad del Padre Eterno aquí en la tierra como en el cielo.

Reino claro está, incoado por la Iglesia militante en este mundo, pero que será única y
exclusivamente plenificado en el reino de Cristo después de su Parusía y de que haya
sido destruido el Anticristo en su doble aspecto: la versión política, la Bestia del Mar
con siete cabezas (lo que indicaría una gran coalición política universal de las
naciones), y la versión religiosa, la Bestia de la Tierra con dos cuernos de cordero, pero
que habla como el Dragón, siendo esta mucho peor que la otra y que hasta nombre
propio tiene, pues se le llama pseudo profeta y no es como la otra que mata el cuerpo
sino que llega hasta matar el alma, por la perfidia, el error, el engaño, la falsificación y
la apostasía, y así se precipiten en el infierno condenándose eternamente.

He aquí lo que decía el mensaje de Fátima al respecto: “Habéis visto el infierno, a
donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer
en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy a decir,
se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de
ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche
alumbrada por una luz desconocida, sabed que es la grande señal que Dios os da de
que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y
de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la
consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los
primeros sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si
no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la
Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho,
varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El
Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo
algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre la doctrina de la Fe, etc.
Esto no se lo digáis a nadie, a Francisco si podéis decírselo” (Memorias de la hermana
Lucía, 3 ed. Octubre de 1988, ed. Vice-postulação, Fátima Portugal, p.165).
Esto prueba y comprueba que después de ese signo luminoso excepcional,
comenzarían irremisiblemente los castigos anunciados y la segunda Guerra Mundial,
que, aunque comenzó con Pío XII, de hecho, ya estaba iniciada en sus causas, bajo el
reinado de Pío XI, como lo afirman los fatimólogos y entre ellos el mismo Michel de la
Sainte Trinité.

Hay que precisar también, ateniéndonos a la lengua del escrito original en portugués,
que en esta traducción al español hay dos fallas (o errores): una que no dice doctrina
sino dogma; la otra, que no dice que se consagrará a Rusia indefectiblemente en un
futuro, sino que se ha traducido mal, pues el texto dice: “O Santo Padre consagrar me
á a Russia que se convertirá e será concedido ao mundo algum tempo de páz”. Como
se ve, no dice que indefectiblemente se consagrará a Rusia por un Papa, sino que
deberá consagrarme Rusia, para que se otorgue ese tiempo de paz que es muy distinto,
es decir, que si no se consagra a Rusia, no habrá ese tiempo de paz, pero aun así, al fin
y al cabo, con consagración o sin consagración y todo lo que pase, mi Inmaculado
Corazón triunfará por encima y a pesar de todo.

Entonces queda claro, que es: ha de consagrarme, deberá de consagrarme, y no como
erróneamente interpretan y traducen: me consagrará. He ahí la pequeña y gran
diferencia.

Además, como lo hace ver Michel de la Sainte Trinité, el triunfo es universal: “Así está
claro, cuando Nuestra Señora anuncia solemnemente: ‘Mi Corazón Inmaculado
triunfará’, se trata de un triunfo universal” (Fátima, Frére Francoise de Maríe des
Angels. Joie intime evénément mundial, ed. Contre-reforme Catholique, France, 1993,
p.438).

A la objeción que se puede hacer que la guerra comenzó, no con Pío XI, sino en la
época de Pío XII, en el mismo libro vemos: “Es notable que la Virgen haya anunciado
que la guerra comenzaría bajo el reino de Pío XI y no bajo el de Pío XII. El P. Jongen
interroga a Sor Lucía sobre esta sorprendente anomalía: ‘la Santísima Virgen María,
ha verdaderamente pronunciado el nombre de Pío XI?’ – ‘Sí. Nosotros no sabíamos
entonces lo que era un Papa o un rey. Pero la Santísima Virgen habló de Pío XI’ -
‘Pero la guerra no comenzó bajo Pío XI?’ –‘La anexión de Austria fue la ocasión.
Cuando el acuerdo de Múnich fue concluido, las hermanas jubilosas se alegraban
porque la paz se había salvado. Yo sabía mejor, por desgracia’ –‘Pero ese Padre
jesuita [Dhanis] hizo notar que la ocasión de una guerra no es la misma cosa que su
comienzo’. Esta observación no hizo ninguna impresión sobre la hermana”. “Esta
respuesta de sor Lucía, no tiene nada de sutileza verbal para salirse con la suya.
Puesto que los historiadores han a menudo señalado el hecho: ‘La segunda Guerra
Mundial había ya comenzado mucho antes que ella fuese declarada sobre el papel’ ”
(Ibídem, p.227-228).

Podrá además parecer curioso y contradictorio afirmar que la consagración sería
tardía, habiendo puesto sor Lucía por escrito con fecha posterior en sus memorias, que
después de la luz misteriosa de la noche del 25 de Enero de 1938, de ese signo, ya
comenzarían los males; pero hay que aclarar que una cosa es poner el mensaje por
escrito y otra cosa es haber advertido la necesidad de la consagración como lo había
hecho mucho antes en 1930.

“Después de la Teofanía de Tuy, al inicio del año 1930, Nuestro Señor hace saber a la
vidente que las dos peticiones de la consagración de Rusia y de la devoción
reparatriz, debían ser dirigidas conjuntamente al Santo Padre mismo” (Ibídem,
p.206).

Por otra parte, cuando se le interroga a sor Lucía por qué no dijo lo del secreto antes,
por qué no fue publicado antes, ella responde, porque nadie se lo había pedido, como
podemos ver: Es lamentable, decía el P. Jongen a Lucía en 1946, que el Secreto no
había sido publicado antes de la guerra. Así la predicción hubiera tenido más valor.
Por qué no lo había hecho conocer antes? –‘Porque nadie me lo había pedido’. En
efecto, sus confesores no le habían todavía autorizado a revelar el Secreto. La vidente
de Fátima no le escribirá sino en una carta al Papa Pío XII, en 1940, después de
haber recibido la orden expresa de su confesor. Sin embargo, en este año de 1938, sor
Lucía hará todo lo posible de sí, para prevenir a quien corresponda de la inminencia
del castigo” (Ibídem, p.225).

Es evidente, para los que no tengan alergia ni tirria antiapocalíptica, que Fátima se
refiere a un contexto eminentemente apocalíptico, a tal punto que nuestro autor
subtitula: “Un apocalipsis para el siglo XX” y dice: “Nosotros sabemos de fuentes
seguras, que sor Lucía, interrogada sobre el contenido del tercer Secreto por una de
sus parientes, dio un día esta respuesta: ‘Está en el Evangelio y en al Apocalipsis,
leedlos’. Y la vidente indica incluso en otra ocasión, los capítulos VIII a XIII del
Apocalipsis. El último secreto se sitúa luego en el cuadro apocalíptico de la lucha final
entre la Virgen Inmaculada y el Dragón infernal, tal como se nos describe en el
Apocalipsis…” (Ibídem, p.422).

Y en la página siguiente puntualiza: “El combate apocalíptico entablado entre la
virgen María y el Dragón, constituye la textura dramática de las tres partes del
secreto de Fátima” (Ibídem, p.423).

De otra parte, conviene señalar que una de las grandes razones por la que quizás no se
publicó en tiempo de Pío XII el Tercer Secreto y que además no se realizara
debidamente la consagración de Rusia, fue porque instintivamente se percibía que ya
había sido demasiado tarde, pues la segunda Guerra Mundial había comenzado cual lo
había anunciado Nuestra Señora, si no se hacía lo que pedía y se había dado el signo
infalible del comienzo de los males del castigo de la misteriosa luz de la noche del 25 al
26 de enero de 1938.

Vemos como Mons. Williamson es poco apocalíptico exegéticamente hablando de una
parte, y muy aparicionista de otra. Es evidente que cuando no se tiene como referencia
principal la Palabra de Dios manifiesta en las Escrituras, y particularmente en materia
de profecías neotestamentarias, el libro del Apocalipsis, no queda más que recurrir a
un desmedido aparicionismo por falta de teología exegética. Porque aunque fueran
verdad, en el mejor y supuesto de los casos, toda profecía privada debe interpretarse
conjugándose armónicamente con la Revelación pública y su Apocalipsis.

De todos modos vemos como Mons. Williamson en el fondo está muy de acuerdo con
Mons. Fellay y lo incita a que continúe con la farsa cubierta de piedad, bajo las
cruzadas del Rosario y seguir de manera muy sutil haciéndole ver a los fieles que hay
que esperar algo de estos apóstatas y herejes que ocupan Roma, volviéndola la sede del
Anticristo y que así, por esperar la conversión de Rusia efectuada por esta autoridad
deslegitimizada, se afloje la verdadera resistencia, táctica sutil que no puede provenir
sino en el fondo de la luz negra de Satanás que ha convertido a Roma en apóstata y en
cátedra de pestilencia.

Estamos en pleno y definitivo plano apocalíptico, y Mons. Williamson sigue con sus
ilusiones aparicionistas y antiapocalípticas, pleno de un quijotismo restaurador, no hay
derecho a despreciar las Escrituras ni el Apocalipsis, que es la gran revelación profética
del Nuevo Testamento.

Es ridículo que Mons. Williamson nos dé ahora, como solución de esta crisis de fe, que
hay que pedir y esperar de la Gran Ramera o prostituta babilónica (asentada sobre la
Roma que ha perdido la fe, convirtiéndose en la sede del Anticristo, como ya nos
advirtió Nuestra Señora en la Sallette), de esa cátedra de error y pestilencia, la
consagración de Rusia, para que todo se restablezca, cuando son ellos mismos los
responsables y artífices de esta crisis apocalíptica de la cual sólo Cristo el día de su
Parusía nos puede sacar.

La verdad es que Roma Apóstata y el Príncipe de este Mundo, no podrán encontrar hoy
un mejor aliado. Creo que está de más anotar, que Mons. Fellay podrá decir hoy
también que están los cuatro Obispos perfectamente de acuerdo. ¡Eureka!

No, Mons. Williamson, esta crisis es total, última y definitiva, es apocalíptica, es la
Gran Tribulación, cual nunca se ha visto ni jamás se verá y la Gran Apostasía de las
Naciones de los Gentiles anunciada para los últimos tiempos apocalípticos, a tal punto
que si Dios no abrevia estos días, nadie se salvaría, todos caerían seducidos y
arrastrados por el error hecho cátedra desde la Sede de Pedro, convertida como lo
advirtió Nuestra Señora en La Sallette, en Sede del Anticristo por haber perdido la fe.

No queda más que decir al unísono, todos los fieles del pequeño rebaño disperso por el
mundo y casi prácticamente sin pastores, pues esto ya no tiene remedio humanamente
hablando: ¡Ven Señor Jesús!

P. Basilio Méramo

Bogotá, 22 de Octubre de 2014