Estimado Don Antonio Moiño Munitiz:
Creo que usted hubiera preferido seguir guardando el anonimato y yo hubiera complacientemente seguido consintiendo en ello mientras no se continuara atacándome protegido o encubierto por el anonimato; bien que si se puede en cierta manera tolerar, por razones de carácter laboral o familiar, no es legítimo valerse de ello para atacar a nadie con total impunidad. Utilizar el anonimato, para atacar a otro que si da la cara sin temor y sin ocultarse dando su verdadera identidad, es vil cobardía, y ventajosa impunidad que va en detrimento de la legítima defensa.
Lo que usted utiliza como excusa para no publicar mis respuestas en su blog, negándome la legítima defensa (hoy denominada derecho de réplica) alegando razones de caridad y decoro de parte suya y faltas de la misma de parte mía, es una hábil salida para eludir el problema y quedar bien a costa mía. Pero, además, usted se olvidada quién fue el que faltó no solo a la más elemental caridad sino también a la simple cortesía, ya que el primero en denostar a otro fue precisamente su dilecto y queridísimo amigo, el pseudo Fray Eusebio de Lugo, al propinar las muy dulces y caritativas expresiones diciendo que soy ridículo, histérico, calumniador, blasfemo y por si fuera poco, hasta un hereje, nada más ni nada menos; y esto viniendo precisamente de parte de quien reconoce haber disfrutado de amenas y eruditas charlas conmigo durante algunas comidas en común; y que, sin embargo, sigue haciendo lo del famoso pájaro milano, tira la piedra y esconde la mano; que encubra su verdadera identidad, para seguir impugnándome, no deja de ser doloroso viniendo de alguien que pareciera ser un antiguo fiel, durante mi ministerio cuando era Superior de la Casa Autónoma de la Hermandad Sacerdotal San Pio X en España.
Queda claro que fue desde su blog donde se comenzó a atacarme, tildándome de calumnioso, blasfemo, histérico y peor aún, hasta de hereje, siendo que para cualquier fiel y mucho más para un sacerdote, lo que denigra más su pundonor y su reputación, lo grave no es el que se le endose un error, una equivocación o lo que fuera, sino el apelativo de ser un blasfemo y un hereje. Si eso es caridad, creo que no puede haber mayor fariseísmo en el lenguaje.
Como se deduce todo lo anterior, fue en su blog que se comenzó el ataque en tal forma injusta y alevosa; luego, ¿de qué se queja y de qué moderación, prudencia y caridad viene a hablar? Es en legítima y viril defensa que respondí y seguiré respondiendo ante los ataques que denigran mi condición sacerdotal y mi integridad doctrinal.
Usted al parecer muy humilde y caritativamente, alega no poder publicar lo que yo desaforadamente (según su óptica) digo. Y sin embargo, hace exactamente lo que dice que no quiere hacer. Publica buena parte de mi escrito, sacándolo de contexto, a manera de frases sueltas y deshilvanadas para de este modo desacreditarme apelando al ataque personal. Así, pues, termino debiéndole a su merced.
Si a eso usted le llama caridad, dígame donde la venden para comprar una tonelada. Eso me huele más a fariseísmo que a verdadera y real caridad. No nos debe doler llamar a las cosas por su nombre como tampoco a Nuestro Señor le dolía llamar a
quienes lo merecían, sepulcros blanqueados y raza de víboras, hipócritas y todo ese
lenguaje que hoy nos parece duro gracias al eufemismo constante que aqueja nuestros
oídos puros y virginales. Hubiera sido mejor haber publicado mi texto completo y después hacer toda las observaciones y reparos y no invocar motivos pundonorosos para terminar diciendo lo que le conviene dejándome mal parado. Pero muy convenientemente censuró los argumentos teológicos y bibliográficos que no puede contestar.
De todos modos como lo importante es el amor a la verdad, y el esclarecimiento de las vinteligencias de los fieles con la sana doctrina y como a mí no me interesa enfrascarme en una discusión personal con usted ni con nadie, quedo abierto a un sano y caritativo debate sobre el tema de la infalibilidad y del magisterio, así como también de la necesaria distinción entre los dos sedevacantismos antagónicos, que teniendo un mismo progenitor se oponen hasta la muerte, como Caín y Abel, es decir, lo que podríamos llamar un sedevacantismo viscerotónico (visceral, apriorístico, categórico, dogmático) y el sedevacantismo cerebrotónico (inteligente, equilibrado, ponderado y teológico). De todos modos apelo a su buena fe y voluntad y que sepa disculpar mi indignación que podrá ser templada en lo sucesivo si las cosas se debaten con altura y conocimiento teológico.
Quedo de usted en la fe y caridad comunes que nos deberían unir como a católicos integérrimos y soldados combatientes, para todo lo que se ofrezca en un futuro próximo. Reciba un abrazo y que todo sea por el amor a la verdad y la salvación de las almas.
P. Basilio Méramo
Bogotá, 12 de Septiembre de 2013
San Juan Apocaleta
Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.
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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.
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