ACLARACIONES SOBRE LA PUBLICACIÓN DEL ESCRITO
“CONSIDERACIÓN TEOLÓGICA SOBRE LA SEDE VACANTE” DE HACE
CASI 20 AÑOS
Aunque con varias impresiones por algunas correcciones
ortográficas o
gramaticales y cambio de formato, el trabajo: Consideración
Teológica sobre la
Sede Vacante, nunca se hizo público.
Dicho ensayo, fue escrito hace 20 años, quedando finalizado
a fines de 1973 y
enviado al entonces Superior General de la Fraternidad San
Pío X, el Padre Franz
Schmidberger el día 13 de Mayo de 1994, fecha mariana muy
significativa. Ahora lo
saco a la luz pública, (sin modificaciones, salvo alguna que
otra corrección de
puntuación y dos o tres citas de Santo Tomás que fueron
añadidas, lo cual hago con
cierto temor, pues no es mi intención suscitar la
controversia que no es de mi
agrado, habiendo tantas posiciones asumidas y tomadas por
unos y otros, dados los
prejuicios e ideas erróneas que muchos, al sostener tal o
cual posición sobre el tema
tienen, e incluso absolutizan cual si fuera un dogma o cuasi
dogma de fe, pero con
visiones y posiciones contrarias.
La cuestión de la Sede Vacante, nunca ha sido expuesta como
una conclusión
teológica evidente quad sapientes tantum (para los doctos y
entendidos) y quizá
ahora con el transcurso del tiempo pueda llegar a ser evidente
quad omnes (para
todos, o si se quiere para muchos al menos) con todo lo que
se ha ido manifestando
hasta hoy día.
La gran mayoría, sea del lado tradicionalista o del
modernista, han enfocado el
tema como una verdad per se nota, es decir, evidente por sí
misma y de modo a
priori, o dogma de fe o cuasi de fe. Es decir, están en una
óptica o tesitura
apriorística categórica donde el discurso o razonamiento
teológico no tiene mayor
importancia ni cabida, pues lo que es de fe no se razona.
Como conclusión teológica, parte de principios o premisas
(al menos la primera de
fe) a través de los cuales se razona en vista de una
conclusión, que depende de todo
el valor argumentativo del que se tenga. Muy distinto es si
de manera racionalista
se parte de principios o ideas categóricas y a priori, como
las famosas categorías
kantianas, o también de manera fideísta al hacer de un
principio o verdad algo
dogmático, de fe o cuasi de fe, que imperativamente se
impone por sí mismo sin
que medie algún tipo de razonamiento deductivo teológico.
La conclusión teológica supone que hay un razonamiento a
partir de premisas
tomadas de la fe, pero que por vía de raciocinio se llega a
una conclusión
teológicamente cierta y verdadera, sin apriorismos
categóricos como las ideas
kantianas de la filosofía moderna, ni mucho menos del
dictado a priori de la fe, cual
si se tratara de un dogma o cuasi dogma sin serlo.
Lejos de apriorismos y de racionalismos típicos de la
mentalidad moderna o del
fideísmo obtuso que suprime de un solo plumazo, el discurso
y la doctrina
teológica.
Para dar un ejemplo, guardando las distancias, pasaría algo
parecido a lo de la
famosa cuestión filosófica de las pruebas de la existencia
de Dios, donde hay toda
una argumentación filosófica a partir de la realidad
existente que nos circunda, y
no a través de ideas como el caso del ontologismo (dicho de
paso no confundir con
el argumento ontológico de San Anselmo que aunque parecido
en apariencia, nada
tiene que ver en el contenido filosófico) haciendo de la
idea de Dios una idea innata
per se nota , lo cual fue la raíz de todo el pensamiento
moderno inaugurado por el
descartado Descartes, y así se llegó a tal desvarío de
impugnar la demostración que
Santo Tomás nos prodigaba por las cinco famosas vías para
probar la existencia de
Dios, pues lamentablemente hay que decirlo, la filosofía, y
mucho menos la
teología, no son el patrimonio de muchos, sino que
lamentablemente de pocos,
muy pocos; como ya decía el gran Fray Luis de León en verso:
“Que descansada
vida, lejos del mundanal ruido, para seguir la escondida
senda por donde han ido,
los pocos sabios que en el mundo han sido”.
No hay que hacer de la infalibilidad del Papa solo, cuando
él habla ex cáthedra, una
extensión ilegítima que no está dentro de los cánones de lo
definido rigurosa
estricta y limitadamente por el Magisterio infalible de la
Iglesia, para que,
compulsiva y desbordadamente se crea como dogma de fe, lo
que no es tal, sin
percatarse que por el mismo hecho se cae en una estulta
idolatría, divinizando o
cuasi divinizando la persona del Papa de turno, como si todo
lo que saliera de su
boca, fuera dogma de fe, sin percatarse que la única persona
Divina de un hombre,
es el caso único y exclusivo de Cristo. Y que la única
infalibilidad sin límites ni
condiciones ni limitaciones, es la de Dios, toda otra, es
una infalibilidad por lo
mismo participada y por ende limitada dentro del contexto
del recipiente en el cual
se comunica, siendo así que la infalibilidad, tanto de la
Iglesia en su Magisterio
Ordinario Universal (de todo el Colegio Episcopal unido con
su cabeza, el Obispo
de Roma, unánimemente proclamando y enseñando una verdad
como divinamente
revelada) o el caso de la misma infalibilidad que el Obispo
de Roma, el Papa o
Romano Pontífice, él solo unilateralmente, sin ningún tipo
de colegialidad
magisterial (lo cual, dicho de paso no hay que confundir con
el colegialismo
jurídico, comúnmente conocido como colegialismo), posee
cuando habla ex
cáthedra, sujetándose a lo que ese término encierra y por
ende limita, límites fuera
de los cuales, si se sobrepasa, se sale de lo estrictamente
definido por la Iglesia y se
cae en una sutil idolatría, tanto como la de los pueblos
paganos, cual los romanos
que divinizaban al César, o los Imperios Indígenas como el
de los Aztecas que
divinizaban al Emperador (cacique), o en el desierto los
judíos como pueblo elegido
de Dios, idolatraban al becerro de oro; aquí lo que se
idolatra, no tan burdamente,
sería la persona del Papa o por lo menos el ejercicio de su
divino poder
extralimitando lo definido. Por eso la Iglesia enseña a
través del canon 1323 § 3:
“No se ha de tener por declarada o definida dogmáticamente
ninguna verdad
mientras eso no conste manifiestamente”. (Código de Derecho
Canónico de 1917).
Esto es lo que muchos no entienden o no quieren ver, si el
Papa solo fuera siempre
infalible este canon está de más, sobra y es inútil. Muchos
desgraciadamente
confunden Magisterio Ordinario Universal (de toda la Iglesia
docente) y Magisterio
Ex Cáthedra (Magisterio Extraordinario Universal del Papa,
de él solo).
Infalibilidad que no es para decir lo que quiera ni lo que
se le venga en gana sino
para confirmar a sus hermanos en la fe de la Santa Madre
Iglesia Católica
Apostólica y Romana fuera de la cual no hay salvación,
ensañando la Sacrosanta
Tradición sin doctrinas nuevas (progresistas y modernistas):
“Pues no fue
prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para
que por revelación suya
manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su
asistencia, santamente
custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida
por los Apóstoles, es
decir el depósito de la fe”. (Dz. 1836).
Por causa de todo esto, las divisiones han sido tremendas
dentro del campo del
tradicionalismo, es decir de todos aquellos que de algún
modo, no han querido
aceptar el modernismo, pero que han sido inhibidos los unos
como la línea media o
exacerbados los otros, como al ultra y a rajatabla
sedevacantismo visceral, que no
ha ponderado el tema de la Sede Vacante dentro de un contexto
teológico más
ecuánime y real, queriendo imponerlo por lo mismo a diestra
y siniestra, al punto
de que el que no lo acepte es tachado ipso facto de hereje,
e incluso queriendo
hacer esta imputación al mismo Monseñor Lefebvre y al
director de Seminario
Francés, el famoso Padre Le Floch, que ya en el año 1926,
llegó a decir
proféticamente: “La herejía que viene será la más peligrosa
de todas; y ella
consiste en la exageración del respeto debido al Papa y en
la extensión ilegítima
de su infalibilidad”. Que es lo que exactamente está
pasando. Para que se vea hasta
donde, quizá con las mejores de las intenciones, pero
cayendo en un rigorismo
mental falto de profundidad filosofía y teología, se llega a
serruchar la rama sobre
la cual se está sentado, o cortar la soga que nos puede
sacar del abismo.
Por todo lo anterior, el tema se ha hecho un tabú y conlleva
un descalificativo para
todo aquel que quiera abordarlo, siendo tildado de loco y
extremista, lo cual en el
fondo ha sido auspiciado por la misma Roma Apóstata y ha
beneficiado esa nueva
postura dentro de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, a
través de la sinapsis
neuronal Ratzinger-Schmidberger, para sacar el beneficio que
de ello se obtiene en
su provecho y que ahora está a punto de fagocitar a la dicha
gloriosa asociación
fundada por Monseñor Lefebvre y hoy vilmente traicionada por
Monseñor Fellay y
su cúpula, convirtiéndola en la Neo Fraternidad de
malamérita memoria.
Quienes detentan el poder en la Iglesia Modernista y aún no
pocos en la Tradición,
de manera malintencionada han querido siempre aprovecharse
de la ignorancia
que en estos temas suele tener el común de los fieles e
incluso muchos sacerdotes,
para intimidarlos con el estigma del cisma o la herejía y
debe quedar claro de una
vez por todas que la posición teológica sobre la sede
vacante no constituye en
ninguna manera ni cisma ni herejía, puesto que no versa
sobre dogmas de fe, sino
sobre cuestiones teológicas que han sido planteadas y
consideradas por los grandes
doctores y teólogos y como se expone en el escrito en
cuestión, tiene una clara
argumentación y corresponde a una conclusión plenamente
fundada. En ningún
momento se desconoce la autoridad del Papado, por el
contrario, confirmamos
nuestro apego y adhesión a la Roma Eterna de siempre, a la
cátedra de Pedro y al
magisterio de todos los Papas anteriores al Concilio
Vaticano II, pero no podemos
dejar de verificar cuando las actitudes, comportamientos y
enseñanzas de quienes
usurpan la sede de Pedro, coinciden con los casos de
herejía, apostasía y cisma
planteados por los doctores de la Iglesia.
No me queda más que decir, para no tener que hacer
modificaciones en el texto,
que habría que tener en cuenta, lo que dijera Monseñor
Lefebvre, sobre la
visibilidad de la Iglesia, pero que yo en ese entonces no lo
tenía presente en mi
memoria, que dice muy claramente: “Queda claro que somos
nosotros quienes
conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la
Iglesia oficial”. (Fideliter
n°66 Noviembre-Diciembre de 1988) y además, al puntualizar
de manera
magistral: “No somos nosotros, sino los modernistas quienes
salen de la Iglesia;
en cuanto a decir, ‘salir de la Iglesia visible’ es
equivocarse, asimilando Iglesia
oficial a la Iglesia visible. (…) ¿Salir, por lo tanto de la
Iglesia oficial?, en cierta
medida, sí, obviamente”. (Ibídem). Y para que no quede
ninguna duda al respecto,
aunque internamente esto siempre se lo quiso eclipsar,
tapar, ocultar por la mano
negra de los superiores generales, tanto el que fuera
entonces, el P. Schmidberger,
como el hoy Superior General Monseñor Fellay y toda la
cúpula; Monseñor
Lefebvre dice paladinamente: “Es increíble que se pueda
hablar de Iglesia visible
en relación a la Iglesia conciliar y en oposición con la
Iglesia Católica, que
nosotros intentamos representar y seguir. (…) Pero, nosotros
representamos de
verdad la Iglesia Católica tal como era antes, puesto que
seguimos eso que
siempre ha hecho. Somos nosotros quienes tenemos las notas
de la Iglesia visible:
la unidad, la catolicidad, la apostolicidad, la santidad.
Esto es lo que constituye la
Iglesia visible”. (Fideliter n° 70, Julio-Agosto 1989).
Por eso Monseñor Lefebvre se permitió y pudo decir después
de una entrevista
con el entonces Cardenal Ratzinger, el 14 de Julio de 1987:
“Lamentablemente
debo decir que Roma ha perdido la fe, Roma está en la
apostasía. Estas no son
palabras en el aire, es la verdad: Roma está en la
apostasía”. (Conferencia
durante el retiro sacerdotal en Ecône, 4 de Septiembre de
1987). Exactamente lo
que ya había profetizado Nuestra Señora de La Salette, no
solo que la Iglesia sería
eclipsada, sino además Roma perdería la fe y sería la sede
del Anticristo. Por eso
también en la misma conferencia, se atrevió a decir: “Pienso
que podemos hablar
de descristianización y que esas personas que ocupan Roma
hoy son anticristos.
No he dicho ante Cristos, he dicho Anticristos, como lo
describe San Juan en su
Primera Carta: ‘Ya el Anticristo hace estragos en nuestro
tiempo’. El Anticristo,
los anticristos; ellos lo son, es absolutamente cierto”.
Aunque esto después
trataron de alambicarlo y escamotearlo los que hoy se creen
los dignos discípulos y
sucesores de Monseñor Lefebvre, cuando son en realidad todo
lo contrario.
Cabría también precisar, referente a lo que se dice del
Obstáculo con lo que dijo
San Pío X, para mí en aquel entonces desconocido, pero que
viene a redondear y
precisar sobre su misterioso significado, dando gran luz,
cuando retomando el
pasaje del mandato del Apóstol San Pablo I Timoteo 6,
13-14:“ ‘Te ordeno observar
este mandato (la doctrina que él había enseñado) inmaculado,
intacto, hasta la
venida de Nuestro Señor Jesucristo’. Cuando esta doctrina no
pueda más
guardarse incorruptible y que el imperio de la verdad no sea
ya posible en este
mundo, entonces el Hijo de Dios, aparecerá una segunda vez.
Pero hasta ese
último día, debemos mantener intacto el depósito sagrado y
repetir la gloriosa
declaración de San Hilario: ‘Vale más morir en este siglo,
que corromper la
castidad de la verdad’ ”. (Pie X, Jérome Dal-Gal, 1953, p.107-108).
Con lo cual se
ve que el Obstáculo es el Imperio de la Verdad mantenido por
la Iglesia y el cual
abarca todos los otros aspectos que sean vislumbrados
parcialmente y ahora
quedan comprendidos y sintetizados en la Verdad que Impera
por obra de la Iglesia
y su Magisterio Divino. Esto es precisamente lo que a partir
del Concilio Vaticano II
ha sido destruido y ha dejado de existir.
De otra parte, habría que precisar que la argumentación
teológica de este estudio
que se hizo durante el pontificado de Juan Pablo II, se
puede hacer extensiva
retrospectivamente al pontificado de Pablo VI, quien
continuó, formalizó y decretó
el Concilio Vaticano II, haciéndolo doctrina oficial de la
Iglesia y rematando con su
discurso de clausura el 7 de diciembre de 1965, al proclamar
la “Nueva Religión del
Hombre”, o lo que el escritor colombiano Nicolás Gómez
Dávila, ya había
estereotipado a la actual democracia, surgida de la llamada
Revolución Francesa,
definiéndola como una religión antropoteísta; así como
también hacerla extensiva
proyectivamente a los pontificados de Benedicto XVI y el del
hoy triunfante y
radiante Francisco. Y así como de todos los que vengan en el
nombre del
conciliábulo Vaticano II y su herética reforma que instaura
oficialmente la Contra-
Iglesia del Anticristo o la Nueva Iglesia conciliar o post
conciliar.
Hago además publicación de dos cartas: una la del Padre
Schmidberger como
Superior General, en respuesta a mi escrito y que confiesa
haber sido en un
principio sedevacantista; y la otra, el aval del famoso
Padre Coache, doctor en
Derecho Canónico y por todos los de la época de entonces
conocido, dando su
respaldo al mismo.
Padre Basilio Méramo
Bogotá, 13 de Mayo de 2013