Beato de Liébana en sus
Comentarios al Apocalipsis, hace una exégesis que encaja
muy bien en esta época de la
historia de la Iglesia y del Mundo que nos ha tocado
vivir y que pareciera haberla
escrito para hoy, sobre todo después del Concilio
Vaticano II, que más bien fue un
Gran Conciliábulo al brillar por su ausencia la
presencia del Espíritu Santo que
garantiza la infalibilidad de la Iglesia; comentario
que, dicho sea de paso,
permaneció inaccesible durante diez siglos, habiéndose
escrito en el siglo VIII.
Beato de Liébana era monje de un
monasterio de la comarca de Liébana, en los
Picos de Europa en la región de
Cantabria, quien era Abad del convento que antes
se llamaba de San Martín de
Turieno (Tours) y en el siglo XII cambió de nombre
por el de su fundador Santo
Toribio de Liébana.
Puesto que son textos muy
dicientes, en estos últimos tiempos verdaderamente
apocalípticos, para el Mundo y
para la Iglesia, son de importancia para nuestra
época.
Respecto a muchos que parecen que
son fieles y hombres de Iglesia, pero que no lo
son, que dicen ser Iglesia pero
que están en realidad fuera: “El atrio es lo que está a
las puertas del templo y parece
que pertenece al templo; pero no es el templo,
porque no pertenece al ‘sancta
sanctorum’: estos son los que parece que están en
la Iglesia y están afuera”.
(Obras Completas de Beato de Liébana, ed. BAC, Madrid
1995, p. 453).
Los enemigos están dentro de la
Iglesia: “(…) se ve ahora que son enemigos dentro
de la Iglesia. La bestia es el
nombre genérico del enemigo del Cordero”. (Ibídem,
p. 485). “Pues en otro lugar se
pronuncia un nombre de blasfemia, cuando dicen
que ellos están dentro de la
Iglesia y persiguen a la Iglesia”. (Ibídem, p. 485).
Están dentro de la Iglesia, pero
no son de la Iglesia: “la serpiente dio su poder a la
bestia, porque tiene falsos
hermanos dentro de la Iglesia, que parece que son la
Iglesia y no lo son”. (Ibídem, p.
487).
Y es esto lo que le pasa a la
actual jerarquía apóstata de la Nueva Iglesia
postconciliar “y por medio de
ellos el diablo realiza sus acciones contra aquellos
que quiere seducir dentro de la
Iglesia; por eso dijo a la Iglesia: sé que habitas
donde Satanás tiene su trono (Ap.
2, 13). Engañan éstos a los sencillos, con
toda clase de poder, signos,
prodigios y mentiras, y perecen, según se dice: y vi
una de sus cabezas que parecía de
muerte, pero su llaga mortal se le
curó. Ya dijimos arriba que la
bestia tenía siete cabezas: esta es la octava. Es lo
mismo que dijimos: el que parece
que está en la Iglesia bajo nombre de santidad,
pero no está en la Iglesia:
porque es el simulacro que se ha inventado el diablo
para engañar a los religiosos
bajo el nombre de religión”. (Ibídem, p. 487). ¿Y
quién más puede ostentar el
nombre de santidad y el título, y quién con más veras,
si no es el mismo Romano
Pontífice, a quien se le da el tratamiento de Su Santidad?
Y para aquellos que todavía no
quieren admitir la falsedad, la usurpación y la
impostura, aquí va este texto que
debiera quitarles la lagaña o las escamas de los
ojos: “Tiene el diablo dentro de
la Iglesia, a esos que disfrazados de oveja, por
fuera parecen que son justos, y
por dentro son lobos rapaces. Por eso no son
descubiertos junto con los otros
hombres que son claramente malos, sino que son
considerados santos, porque con
ellos están unidos en la misma unidad y acción y
a éstos los tiene el diablo
dentro de la Iglesia y en medio del pueblo bajo
apariencia de santidad”. (Ibídem,
p. 487).
Esto le cae como anillo al dedo,
de un modo especial, no de oro sino de hierro, con
la tal y tan cacareada humildad y
sencillez, al que hoy se hace llamar Francisco.
Estos impostores son además
solapados: “Pero dijo que se les dio la blasfemia,
porque no se levantan
abiertamente contra la Iglesia, con la que dicen que están
unidos; y al decir que son hijos
de Dios, tienden trampas a los hijos de Dios”.
(Ibídem, p. 489).
“Como siempre la Iglesia parecía
ser de todos los malos, no blasfeman
abiertamente contra la Iglesia,
sino bajo nombre de santidad, formando parte del
misterio de iniquidad. Sin
embargo, cuando llegue este tiempo del Anticristo,
cuando se produzca la dispersión,
es decir, cuando claramente se haya
disgregado la Iglesia, y se haya
manifestado en todo el mundo el hombre de
pecado, entonces se pondrá al
descubierto y se manifestará y se comprenderá y
conocerá aquello que antes, bajo
apariencias de religión, con palabras ocultas,
hablaba blasfemias contra Dios;
pero ahora habla como la Iglesia católica”.
(Ibídem, p. 489).
“¿Quién habla engaños a Dios,
sino el que finge que sirve a Dios para engañar?
Pues hablan a Dios, porque dicen
las santas palabras católicas; pero hablan con
el fin de poder engañar a los
ignorantes e incautos, por medio de estas palabras,
no recordando las enseñanzas de
Cristo, los que actúan como los Fariseos y por
medio de estas palabras, se
arriman a la cátedra de Moisés, y ambicionan las
primeras cátedras y los primeros
honores, con el fin de ser llamados maestros por
los hombres (Mt. 23,6)”. (Ibídem,
p. 489).
“Este es el engaño del que
hablamos arriba, que se realiza en la Iglesia por medio
de los perversos sacerdotes, que
fingen que sirven a Dios, para seducir a los
ignorantes, con el fin de
conseguir seguidores suyos, puesto que ellos y la bestia
son una misma cosa. Descrita en
general la bestia en la hipocresía, es decir en la
simulación de santidad, va luego
a describir a la otra bestia que profiere claras
blasfemias, en sólo los prelados,
es decir, los obispos; la va a describir de la
misma manera, pero no con una
hipocresía oculta, como hemos dicho que sucede
en la bestia que ya hemos
descrito, sino manifestada con palabras claras”.
(Ibídem, p. 491).
Vemos aquí como se perpetra el
vil engaño por hipócritas usurpadores, y para esto
sirve el nombre de los grandes
santos como el de San Francisco de Asís.
“El Mar es el pueblo abiertamente
malo; la tierra son los obispos, sacerdotes y la
falsa religión: quienes bajo
apariencias de santidad [y aquí no me puedo impedir
el recalcar el Su Santidad] no se
ve que se agiten en el mundo, sino que parece que
obran quedamente, y simulan que
son Iglesia y no lo son: porque en esta bestia
blasfeman ya abiertamente de la
que, en la bestia arriba descrita, blasfeman
ocultamente”. (Ibídem, p. 493).
“Esta bestia de la tierra son los
malos prelados en la Iglesia, que entregados a sus
placeres profesan las falsedades
de su corazón”. (Ibídem, p. 493).
Este es el gran engaño, la
falacia y la gran parodia de la Nueva Iglesia postconciliar
con toda su jerarquía y clero
corrompidos: “Y tenía dos cuernos parecidos a
los del cordero: es decir, los
dos Testamentos, la Ley y el Evangelio, por medio
de los que finge que profetiza y
entre los suyos se presentaba como cordero y
simulaba imagen de hombre justo.
Y hablaba como una serpiente. Pues
habla lleno de la malicia del
diablo: éste va a realizar signos entre los hombres,
hasta incluso que parezca que los
muertos resucitan, es decir, por su predicación,
parecerá que muchos se
convierten, pero sólo ante los ojos de los hombres. [tal
como está pasando hoy con la
elección de Bergoglio que tiene a su disposición
todos los medios masivos de
publicidad a sus pies] Este es aquel engaño al Señor:
aparenta ser cordero, para
inocular ocultamente los venenos de la serpiente. No
parecería un cordero si hablara
claramente como serpiente. Finge ahora ser
cordero para devorar con mayor
seguridad al cordero. Habla a Dios, con el fin de
alejar del camino de la verdad a
los que buscan a Dios. Por eso el Señor,
advirtiendo a su Iglesia, dice
así: tened cuidado de los falsos profetas que
vienen a vosotros vestidos de
ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces (Mt. 7, 15)”. (Ibídem, p.
493-495).
“Dijo en presencia de la bestia,
porque los obispos o presbíteros, distribuyendo
los sacramentos, realizan delante
del pueblo lo que es útil a la voluntad del diablo,
bajo el ropaje del carisma de la
Iglesia”. (Ibídem, p. 499). Cosas estas que hoy se
ven ocurrir dentro de la Iglesia.
“Así que la bestia que dice tiene
dos cuernos, que es el cuerpo con todos los malos
sacerdotes, no tienen a nadie
entre el diablo y los suyos, sino que está en la sola
palabra que dicen que ellos
adoran a Cristo, que murió y resucitó; y en esta
palabra adoran al diablo, que
ideó para los suyos este simulacro, con el fin de,
bajo el nombre de los malos
sacerdotes, excluir de la Iglesia muchos miles de
hombres y lanzarlos al tormento
de los infiernos”. (Ibídem, p. 501).
“Dice un nombre mediador, que son
los mismos sacerdotes que bajo nombre de
religión, fingen que sirven a
Dios y por medio del nombre de Dios adoran al
diablo”. (Ibídem, p. 501).
La herejía que se ha instaurado
oficialmente en la Iglesia a partir del Concilio
Vaticano II, que más que
concilio, es lo propio de un conciliábulo, la tenemos
claramente anunciada: “Recordando
esto el Señor, y advirtiendo a las Iglesias de
los peligros de los últimos
tiempos, dice: cuando veáis la irritación
anunciada por el profeta Daniel,
erigida en el lugar Santo, el que lea,
que lo entienda (Mt. 24, 15). Se
dice irritación cuando Dios se enfurece, porque
son adorados los ídolos en el
lugar de Él, o cuando se introduce en las Iglesias la
doctrina de los herejes. Hay
desolación porque los hombres inseguros y carnales,
seducidos por falsos signos y
portentos, se alejan de la verdadera salvación”.
(Ibídem, p. 507).
“Este es el anuncio de la última
persecución; es decir, la que va a suceder en
tiempo del Anticristo por un
corto espacio de tiempo. Adora a la bestia y a su
imagen: es decir, al diablo y a
su pueblo, y a su cabeza que parece degollada, es
decir, los sacerdotes que bajo el
nombre de Cristo sirven al diablo dentro de la
Iglesia”. (Ibídem, p. 523).
Creo que con estos textos de Beato
de Liébana, queda una vez más en tela de juicio
esta pseudo-jerarquía, pero con
mucho poder y prestigio, y encubierta de santidad,
de la Pseudo-Iglesia o Nueva
Iglesia conciliar.
Padre Basilio Méramo
Bogotá, 3 de Abril de 2013