San Juan Apocaleta
Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.
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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.
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sábado, 14 de mayo de 2011
GATO POR LIEBRE
En su conferencia a los fieles en el priorato de Bogotá, el 9 de mayo de 2011, contestando una pregunta, Monseñor de Galarreta manifestó que la petición de la Fraternidad San Pio X a Roma con el fin de lograr la declaración de nulidad de las excomuniones, se hizo sabiendo que lo que se concedería seria el levantamiento de la excomunión.
Las palabras exactas de Monseñor de Galarreta son: “Nosotros pedimos la declaración de nulidad sabiendo que ellos iban a levantar la excomunión.”
Palabras reveladoras, pues confirman que pidieron una cosa (declaración de nulidad de la supuesta excomunión) sabiendo perfectamente que les iban a dar otra cosa (que les iban a levantar la excomunión), que terminaron aceptando y agradeciendo.
¿Qué necesidad tenían de ocultarlo? Deberían haberlo dicho desde el principio para que todos (tanto sacerdotes como fieles de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X) lo supieran, y que todo fuese claro desde el principio, que se supiera como las cosas son, con claridad y trasparencia por lo menos.
En su momento se dieron muchas explicaciones, pero nunca se dijo que pidieron la declaración de nulidad sabiendo que les levantarían la excomunión. Es más, lo que realmente se pidió fue la anulación del decreto de excomunión, lo cual no es lo mismo que la nulidad.
Monseñor Fellay había dicho en su sermón de Flavigny del 2 de febrero de 2006: “Hemos pedido ciertamente el retiro del decreto de excomunión, su anulación; pero incluso decir ¡anular” quiere ya decir que se reconoce alguna cosa.”
Es necesario, hacer claridad y establecer la obligada distinción entre la NULIDAD de la excomunión (o del decreto de excomunión) y la ANULACIÓN de la excomunión, pues no corresponden a lo mismo.
Lo primero es aseverar que la excomunión fue nula, nunca existió como tal, siempre fue inválida. Lo segundo, muy diferente a la nulidad, consiste en reconocer que la excomunión fue valida, pero que ahora se anula. Es decir, se revierte el decreto de excomunión (el cual se está considerando valido), tras haberse pedido perdón y entonces la excomunión (sanción medicinal) se levanta, se quita o en términos canónicos: se remite la pena.
Dice Monseñor de Galarreta, que lo que hicieron fue bueno. Y si lo fue ¿por qué no lo dijeron antes?, ¿por qué tantas explicaciones y justificaciones sin mención de esta?
Esto es sorprendente y revelador. Dieron infinidad de explicaciones, pero esta no fue siquiera mencionada en ese momento.
Ahora tras la consumación de los hechos y habiendo creído todos en aquello que se les decía, vienen a revelarlo, poco importa ya decirlo. Lo que es evidente es la mentira y el engaño que hubo al no decirlo todo desde un principio. Esta es la verdad.
Para quedar bien se disimuló, se pidió una cosa buena, la nulidad de la excomunión (declararla nula, sin valor desde el principio), sabiendo que se recibiría una cosa mala, la remisión de la excomunión (reconociendo implícitamente que si hubo tal).
Esto es un engaño para los sacerdotes y todos los fieles, es peor que si le dan gato por liebre, es pedir liebre a sabiendas que les darán gato, piden liebre para que les den gato y se comen gustosos el gato, porque les gusta el gato, •quieren• gato y no liebre.
Claro, guardando las apariencias, pues cómo iban a pedir de frente (descaradamente) que les levantasen la excomunión, ¡no! había que hacerlo disimuladamente, con el beneplácito del acuerdo de Roma, por supuesto.
Eso fue lo que se hizo y lo que pasó. Ahora como el clavo ya entró, la píldora ya se tragó, el gato ya se comió, y les supo bien, siguen comiendo ya que piensan que es mejor tener el estomago lleno con gato que vacio de liebre.
¡Bon appetit! ¡Buen provecho!
P. BASILIO MERAMO
BOGOTA, 14 MAYO DE 2011