San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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jueves, 23 de abril de 2009

DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN 12 de mayo de 1991

Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

En este domingo después de la Ascensión, que no se puede dejar pasar sin hacer alusión a la manera cómo desafortunadamente se va marginando a nuestro Señor de la España supuestamente católica, ya no se festejan esos jueves más refulgentes que el sol, ya no reluce nuestro Señor en el mundo católico, no hay naciones católicas; la apostasía de las naciones es evidente para quien quiera ver, y quien no lo quiera, pues que continúe en la ceguera. Y pareciera ser que la Providencia permite que se le ultraje, así como permitió que nuestro Señor fuese ultrajado en su propio cuerpo; permite también que se le ultraje en su culto al relegar a nuestro Señor, como si ya no tuviese ningún interés para nuestra sociedad; así pasa el día de la Ascensión en el pueblo, como un día de trabajo más, sin glorificar a nuestro Señor.
En este domingo después de la Ascensión, nuestro Señor, a través del evangelio, nos dice que no nos escandalicemos de dar testimonio de Él, que sube al cielo y nos envía el Espíritu Santo que viene a dar Su testimonio, testimonio de nuestro Señor Jesucristo, y que ese testimonio que viene a dar el Espíritu Santo también lo darán los apóstoles, porque estuvieron desde el principio con Él; aquellos que no le traicionaron, que no le abandonaron, sino que desde el principio creyeron en Él y rindieron su testimonio. No escandalizarnos entonces, en primer lugar de dar testimonio y como consecuencia de ese testimonio, no escandalizarnos tampoco de las persecuciones que ese testimonio de nuestro Señor acarree; es decir, nuestro Señor prevé para sus apóstoles y para toda la historia de la Iglesia una persecución a causa del testimonio que dé Él a quien con Él esté, aquellos verdaderos discípulos, no el de los traidores, no de quienes le reniegan o quienes le dejan a mitad del camino, sino de quienes permanecen con Él desde el principio hasta el final, apoyados por el Espíritu Santo.

Ese testimonio acarreará indefectiblemente persecución por parte de los judíos quienes los echarán de la sinagoga, Iglesia de entonces y presagio de lo que sería después. Si hoy en día se nos persigue por dar fiel testimonio de nuestro Señor Jesucristo, no nos escandalicemos de ser excomulgados de la Iglesia. El ser echados de la sinagoga era ser excomulgados y eso ¿acaso no es lo que pasa hoy día?; parece ser que el evangelio va dirigido de una forma muy particular a nosotros que permanecemos fieles dando testimonio de nuestro Señor. Lo peor del caso es que nuestro Señor dice que: “Aquellos que os echaren de la sinagoga creerán hacer un favor a Dios”, o sea que la causa, según aquellos que echaren a los verdaderos testigos que dan testimonio de nuestro Señor, es que creerán hacer un favor a Dios. Debemos suponer entonces que es por Dios que lo hacen, es decir, tendrán un motivo religioso, un motivo teológico, modo de actuar típico del fariseísmo: perseguir la verdad en nombre de Dios; lo que ocurre hoy, excomulgar la Tradición en nombre de Dios, echarnos fuera de las iglesias en nombre de Dios. Ya nuestro Señor, entonces, muy claro lo advirtió, no nos escandalicemos cuando veamos que estas cosas ocurran, que se nos echa de la Iglesia, que se nos excomulga y todo esto en honor al nombre de Dios.
“Y obrarán así, por no conocer ni al Padre ni a Mí”. Aquellas personas que excomulgaron a los apóstoles y las que nos excomulgan a nosotros no conocen ni al Padre ni parecen conocer a nuestro Señor Jesucristo, ya que el Espíritu de Verdad no está en ellos aunque invoquen la autoridad y a nuestro Señor; es decir, a Dios, no le conocen. Es lo que pasa hoy de una manera patética, claramente se ve para aquellos que quieren ver; quien no quiere ver, porque tiene miedo de la luz, seguirá ciego, con una ceguera voluntaria, culpable. Por eso, de una forma u otra todos los que colaboran con la demolición de la Iglesia, persiguiendo a la Tradición y que no están plenamente con la Tradición, no dan testimonio de nuestro Señor Jesucristo y en definitiva no conocen al Padre, porque por no conocer al Padre persiguen a nuestro Señor Jesucristo a través de aquellos discípulos fieles que dan testimonio.

Con el evangelio de hoy, entonces, nuestro Señor pone de manifiesto una contradicción tremenda, monstruosa, esa monstruosidad se llama fariseísmo: aplicar con todo el rigor la Ley de Dios contra Dios; es un pecado de la inteligencia contra el Espíritu Santo, la impugnación de la verdad. Fue ese el pecado del pueblo elegido, pecado del judaísmo y es el pecado que comete la actual jerarquía de la Iglesia, que ha condenado a Monseñor Lefebvre y a través de él, no a personas por él representadas, sino a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Y esa persecución es la que hoy por hoy está vigente, con una vigencia atroz: libertad para todo, menos para la verdad; todo se cambia, todo se permite, únicamente no es permitido el ser fieles testigos de nuestro Señor Jesucristo. Se cambia hasta el Vía crucis –por no corresponder al rigor exegético o histórico de lo que la ciencia hoy entiende por exegesis o por historia–, así que todos aquellos que durante años se han santificado haciendo el Vía crucis, hoy ya no; se cambia sistemáticamente todo porque Satanás es el fondo, inspira esta revolución, odia todo lo que sea de Dios y todo lo que sea la imagen de Dios, hasta en las cosas más insignificantes; por eso hay que subvertir, cambiar, revolucionar todo, poco a poco, pero de manera segura y a todos aquellos que han aceptado ese cambio, pues hacen de su vida una continua y permanente claudicación, pequeña, gota a gota, pero claudicación.

Frente a todo lo anterior tenemos que mantenernos firmes, sin ceder, firmes pase lo que pase. Persecuciones, todas las que hubiere, ya lo tenemos advertido: no nos escandalicemos, no nos preguntemos el por qué. Es lógico, es hasta en cierta forma natural que se nos persiga. Permanezcamos entonces fieles en ese testimonio de nuestro Señor Jesucristo, fieles al Espíritu de Verdad, como llama nuestro Señor al Espíritu Santo y fiel en definitiva al Padre Eterno; “aquel que conoce al Padre me conoce también a mí”, dice nuestro Señor, entonces no le reneguemos, y no solamente en el plano doctrinal, en el plano teológico, en el plano de la fe, sino también en el orden cotidiano de nuestra vida, en nuestro actuar, en definitiva. Seamos fieles a nuestro Señor con nuestras inteligencias y con nuestros corazones, deseando verdaderamente la santidad, esa santidad que nos traerá el Espíritu Santo en plenitud; por eso nuestro Señor sube al cielo, para que el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad venga sobre nosotros, venga sobre la Iglesia, la Iglesia fundada por nuestro Señor Jesucristo con la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.

Pidamos a nuestra Señora. A Ella, que en cierta forma presidía ese cónclave que hubo en el cenáculo esperando durante este tiempo, justamente entre la Ascensión y Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, para que reine en nosotros, para que reine en nuestros corazones. Aboguemos siempre con espíritu de verdad, nada de engaños, nada de mentiras, nada de claudicaciones, testimonio fiel sin escándalo de la persecución, sin escándalo de las excomuniones, sin escándalo incluso de todo lo que veamos de malo en nuestro derredor.

BASILIO MERAMO PBRO.