San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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martes, 29 de junio de 2021

FIESTA DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Hoy conmemoramos la fiesta de San Pedro y San Pablo. El martirio de San Pedro y de San Pablo en Roma el mismo día. ¡Qué pérdida tan grande para la Iglesia!

Perder a San Pedro, el primer Papa, sobre quien nuestro Señor funda la Iglesia, no por la persona privada de Pedro que era Simón hijo de Jonás Barjona sino por Petrus, cambiándole el nombre como piedra fundamental de ella, por haber confesado la divinidad de nuestro Señor Jesucristo.

Es por esta confesión que Pedro es piedra y fundamento de la Iglesia; de ahí la necesidad de la confesión, de él no solamente como sumo pontífice con poder de atar y desatar en la tierra, sino también de todos nosotros como hijos de la Iglesia, la profesión de la fe. Y de fe sobrenatural, porque la misma profesión materialmente también la hizo Natanael, exacta, idénticamente y sin embargo, no fue sobre él sino sobre Pedro. ¿Por qué? Porque Natanael lo hizo como una deducción de orden natural, como hijo adoptivo de Dios, pero no como el hijo de Dios, pues la confesión materialmente fue la misma. La una era por revelación de Dios, por vía divina, que fue la de Pedro, “eso no te lo ha revelado hombre ni carne alguna, sino mi Padre que está en los cielos”. Mientras que a Natanael se lo reveló su propio ingenio, su propia deducción, naturalmente, no sobrenaturalmente, lo cual nos muestra que aun con la misma o parecidas fórmulas, si no es por el medio sobrenatural de la fe, no tiene el mismo valor.

En el mismo día, San Pedro, cabeza de la Iglesia, fundamento de la Iglesia, muere. Sí, muere el primer Papa, y el gran apóstol de los gentiles, que no era uno de los doce. En realidad apóstoles hubo trece, no doce, de los cuales uno fue un traidor y San Pablo, que fue el último, se convirtió, por así decirlo, en el primero, el primer apóstol de los gentiles, de las naciones, el gran perseguidor convertido en gran predicador. Y estas dos eminencias de la Iglesia naciente sucumben, mueren dando testimonio de nuestro Señor el mismo día. Cuánta consternación no habría en la Iglesia, en la misma Roma, en los fieles, al ver que estos dos pilares morían el mismo día, y sin embargo, ellos sabían que “... las puertas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia”. ¿Qué quiere decir eso? Que a pesar de las persecuciones, por atroces, crueles y sangrientas que sean, siempre quedará al fin y al cabo, vencedora la Iglesia. Y es por eso que la fe de aquellos fieles crecía en esa hora de prueba, del martirio de estos dos egregios personajes cuya fiesta celebramos hoy. San Pedro fue sepultado en la Colina Vaticana cerca del circo de Nerón y San Pablo fue sepultado cerca de donde fue decapitado en la vía Ostiense y el lugar es justamente donde se encuentra la Iglesia dedicada al apóstol. 

En este mismo día tradicionalmente se llevan a cabo las ordenaciones sacerdotales en Ecône, en el seminario de Suiza. Digo normalmente porque algunas veces si cae domingo, por razones de apostolado, se adelanta para poder permitir que todos los fieles puedan asistir juntos con los sacerdotes a esas ordenaciones. Hoy hubo ordenaciones en Ecône, con lo cual también debemos tenerlo presente para unirnos de todo corazón, ya que es la misma Fraternidad. Estar unidos en el mismo espíritu y en la misma fe que defendemos, la misma fe por la que murieron San Pedro y San Pablo. Los ornamentos rojos significan la sangre derramada de los mártires, que son los testigos de nuestro Señor Jesucristo en la fe y que por Él mueren dando testimonio.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a guardar ese testimonio de la fe y que podamos perseverar en la fe de la Iglesia, en esa fe de San Pedro, en esa fe de San Pablo, esa fe que está siendo adulterada, tergiversada, diluida como hoy se diluye todo, incluso la fe, se cambia todo. Los productos hoy día sufren una transformación en su sustancia y todo es “light”; lo mismo acontece con la fe, se la adultera en su sustancia convirtiéndola en una religión “light”. Eso no puede ser; de ahí la necesidad de recordar los principios, el fundamento, no olvidar que la Iglesia se fundamenta sobre la fe y los sacramentos, que son la base, el sostén y de allí la confesión de Pedro, por la que es elegido y se convierte en el primer Papa. Y todos los Papas que le sucedieron en su gran mayoría fueron mártires en la Iglesia primitiva y todos santos sin interrupción hasta la condena de San Atanasio por Liberio. Este fue el primer Papa no santo por condenar injustamente al gran paladín de la fe, paladín del concilio de Nicea, que nos dejó en el Credo o símbolo Atanasiano lo esencial de la fe, que debemos recordar y tener presente para no sucumbir hoy ante el ecumenismo que destruye y socava nuestra fe, la fe de la Iglesia Católica, por la cual murieron San Pedro y San Pablo y todos los mártires que hoy están en el cielo.

Y quién sabe si nos corresponda también a nosotros morir por lo mismo, si así Dios lo quiere, porque se avecinan tiempos cada vez más difíciles, tiempos eminentemente apocalípticos, de eso no hay duda. Quien dude de esto, está verdaderamente fuera del contexto histórico y religioso de la historia de la Iglesia y de los acontecimientos profetizados por las Sagradas Escrituras, por Dios mismo. Pidamos pues a nuestra Señora que nos fortifique, que nos mantenga unidos en la misma y única profesión de fe, la fe de la Iglesia católica, apostólica y romana fuera de la cual no hay salvación. Que este sea el propósito, que ese sea el ejemplo que nos den los mártires en esta fiesta de San Pedro y San Pablo, dos pilares de la Iglesia primitiva que han derramado su sangre por proclamar su fe. + 

P.BASILIO MERAMO
   
29 de junio de 2001

domingo, 27 de junio de 2021

QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

El Evangelio de hoy nos muestra el reproche que hace nuestro Señor a los escribas y fariseos, impugnadores y enemigos. Nos dice a los presentes que si nuestra justicia no es más acabada que la de los escribas y fariseos, no entraremos en el reino de los cielos. Reproche que nos atañe a cada uno de nosotros si queremos entrar al reino de los cielos. Que nuestra justicia no sea mera apariencia de moral, de virtud, de santidad, de perfección, como la que tenían los fariseos; la justicia resume la santidad, la perfección. El hombre justo es, por antonomasia, santo.

Nuestro Señor nos incita a no ser como la orgullosa elite de los fariseos del pueblo elegido que se creía santa y perfecta cuando en realidad era todo lo contrario, solamente apariencia, follaje, exteriorización de virtud, de santidad, de justicia, de perfección. Eso no lo quiere nuestro Señor. Dios quiere la sinceridad de corazón frente a Dios y a los hombres; que no seamos hipócritas, de doble faz, que no guardemos una apariencia de virtud cuando en el fondo nuestra alma está corrompida. Esa es la recriminación de nuestro Señor a los escribas pero que también nos cae a nosotros.

Dios sabe si toda esta crisis la ha permitido por causa de esa falsa apariencia y falta de virtud pero disimulada en el exterior; por eso consiente el flagelo de todos los errores que ahora vemos; puede ser un justo castigo por la exteriorización de la religión católica quedando en mera apariencia pero desvirtuada de su verdadero contenido religioso. Hasta el rigor con el cual muchos fueron criados o educados, pero ahora se ve todo lo contrario, de un extremo se pasó al otro. La virtud es un equilibrio entre dos extremos y por encima, como la cima de una montaña a cuyos lados puede haber grandes abismos, y es claro que desde la cúspide sería peor la caída si se perdiese el equilibrio.

No debe sorprendernos lo que pasa en el mundo y la Iglesia vaciada de su contenido si no obramos bien como lo dice San Pedro en su epístola: huir del mal y hacer el bien; no devolver maldición por maldición sino  bendecir; no maldecir aunque nos maldigan. En eso también consiste la virtud y la santidad cristiana, católica, y no en ser un baúl lleno de rencor, odio y venganza; todo eso se traduce y genera violencia física que es la manifestación de la furia interior, del encono y recelo llevados en el corazón. Y nuestro Señor lo advierte. No presentar el sacrificio y mucho menos comulgar si tenemos algo contra uno de nuestros hermanos, primero reconciliarnos y después ofrecer el sacrificio, ese es el ejemplo que debemos dar.

De qué sirve ir a Misa y comulgar si me peleo con el vecino, lo detesto y lo odio, o con cualquier familiar o conocido. No sirve de absolutamente nada, por eso quizás la ineficacia de tantas Misas mal oídas y comuniones mal hechas. A todo eso se refiere nuestro Señor en el Evangelio, para que verdaderamente vivamos el espíritu católico y cristiano, la verdadera virtud, no la de sepulcros blanqueados por fuera y con la podredumbre del alma y del corazón por dentro. A la virtud y no a la apariencia de religiosidad que podamos tener o que hubo antaño, no solamente en Colombia sino en el mundo, adorando a Dios con la boca y no con el corazón. Es, entonces, una invitación a obrar realmente una interiorización, a un balance económico del alma delante de Dios; que recapacitemos para que nuestra alma sea cristiana, no infiel, para que tengamos un corazón cristiano. Un corazón que no sabe perdonar y que guarda rencor es pagano, no cristiano. Que el corazón no esté imbuido de paganismo al no obrar en consecuencia con lo que nuestro Señor nos pide, con lo que nos pide San Pedro en su epístola para ser un poco mejores y salvar nuestra alma y la de otros dando buen ejemplo.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a reflexionar todo esto como Ella las conservaba y meditaba en su corazón, para que a imagen de Ella nos santifiquemos y correspondamos cada vez más al amor de nuestro Señor. +


P.BASILIO MERAMO
23 de junio de 2002

domingo, 20 de junio de 2021

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 


Amados hermanos en Nuestro Señor JesuCristo:

El evangelio de hoy nos relata la primera pesca milagrosa. Nuestro Señor realiza este milagro en dos ocasiones como la multiplicación de los panes; cada uno de ellos tiene su propio significado; por esta razón es doble. En la primera pesca milagrosa, que hoy vemos, nos muestra la iglesia militante, mientras que la segunda pesca milagrosa, que relata San Juan, se refiere a la iglesia triunfante. Nuestro Señor le dice a San Pedro que tire la red hacia la derecha que significa los elegidos, y no se rompen las redes, Él está en la orilla y no en la barca con ellos. En la primera pesca la barca parece zozobrar, sucumbir por el peso de la cantidad de peses.

En esta primera pesca milagrosa Nuestro Señor confía esa misión a los apóstoles que le siguen, dejando, abandonándolo todo, familia, hijos, mujer, no tener más trato con las cosas familiares y de este mundo. La generosidad de los apóstoles y que tendrían que observar también todos aquellos que tienen un ministerio en el nombre de la Iglesia y de Nuestro Señor JesuCristo, y esa capacidad de abandonarlo y dejarlo todo, por lícito bueno que sea. Porque no es como cree el mundo que quien entra en religión, hombre o mujer, es debido a una desilusión o amargura; todo lo contrario, es dejar lo bueno por algo que es mucho mejor que es DIOS Nuestro Señor, y si hay gente que ha entrado a un convento, en religión, o lo que fuere por una desventura, tendría que ser no por eso en sí, sino porque eso mismo le haya hecho ver lo poco que vale el mundo, y si lo hiciera para huir de esa amargura, mal haría, porque no deja el mundo en lo que pueda tener de bueno y lícito para buscar a Dios, sino que busca consolar su pena y eso sería falta de vocación.

Nuestro Señor muestra la generosidad de los apóstoles, la humildad de ellos que no eran ni príncipes ni reyes, que bien los hubiera podido elegir, eran hombre humildes, de pueblo, gente sencilla que vive a la buena de DIOS. Que más que vivir a la buena de DIOS. Y elije a sus discípulos dentro de los pescadores por que así lo que ellos hicieran no sería atribuido a la grandeza que pudiesen haber en esos hombres sino a la palabra y asistencia de DIOS.

Por la palabra Nuestro Señor, Simón Pedro obedece y echa las redes después de haber pasado toda la noche, sin pescar absolutamente nada, para mostrar que es por la palabra de DIOS, por la palabra de Nuestro Señor que se pescan los hombres y no por otra cosa. Esa es la importancia de mantener fielmente la palabra de DIOS para la Evangelización, sin que se adultere, distorsione y cambie con el fin de acomodarse al mundo suavizando de algún modo, cuando no cambiando totalmente el significado y, por tanto, el contenido de la Palabra Divina. Y ese es el problema actual, cuando se adultera la palabra de DIOS, el evangelio, tan sutilmente que es difícil darse cuenta sin tener una preparación filosófica y teológica correctas. Peligro que corren los fieles por este cambio de la palabra divina, por querer estar en conformidad con el mundo, con el pensamiento, y con las costumbres de hoy, opuestas a la Iglesia.

Es una lucha descomunal y desproporcionada con un mundo alejado de DIOS y que acepta a un DIOS rebajado a la altura del hombre, no es el hombre quien quiere ascender a DIOS en sus brazos para llegar a Él, sino que quiere un dios rebajado a su capricho, a su modo de pensar y de ser, creando una religión mundana. Esto es desdichadamente el acontecer de las iglesias de parroquias con las predicaciones; ofrecer la religión católica no con lo sublime excelso que ya tiene por su carácter Divino sino de humano y rebajado, proponiendo una moral laxa corrupta, donde prácticamente ya no hay pecado, y si esto es mentira, entonces como se explica que la pornografía sea moneda corriente en los medios de comunicación, y por que la degradación del pudor reflejado en la moda de la mujer y que nadie dice nada por ser la moda, lo que se impone, y loco aquel que se oponga. Estos hechos palpables demuestran que hoy queremos una religión y una moral que satisfaga nuestros caprichos y deseos que no son los más puros; eso explica que pulule la impureza por doquier. Aquellos que quieren presentar una moral como la exige DIOS no tiene eco, no se les escucha, se prefiere lo otro.

Es exactamente lo que acontece hoy; y las personas que asisten a esta capilla deben comprender que esta no es una capilla común y corriente. Se exige el respeto a DIOS debido, que está en el sagrario y en el centro del altar, no sobre una mesa donde se celebra una cena, sino un altar donde se sacrifica, se inmola a Nuestro Señor como se inmoló en la Cruz pero realizado de un modo Sacramental e Incruento; donde se trata de adorar a DIOS en espíritu y verdad, manteniendo así la fe católica, apostólica y romana, y no una fe que se dice católica sin serlo, como en las otras capillas e iglesias.

Esa es la importancia de guardar el testimonio de la palabra, de la buena nueva, del Evangelio, que haya apóstoles generosos que lo dejen todo para predicar la palabra de DIOS y en el nombre de DIOS salvar las almas que están en el mundo como están los peces en el mar; así en el nombre de DIOS lograr su salvación. Esa es la misión de la Iglesia y la importancia de que la Iglesia guarde la verdad, guardar la verdad que la hace ser el cuerpo místico de Nuestro Señor JesuCristo.

Pidamos a la Santísima Virgen María meditar estas cosas para no ser católicos a medias, mundanos, sino de verdad tratar de reformarnos para no dejarnos llevar por el mundo que cada vez nos quiere absorber y en esa medida volvernos menos católicos y menos de DIOS. Imploremos a Ella que nos ayude a ser fieles testigos de DIOS y fieles transmisores de la palabra de Nuestro Señor JesuCristo para la salvación de las almas+

P. Basilio Méramo
16 de junio del 2002

domingo, 13 de junio de 2021

TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

La Iglesia nos propone en el Evangelio de este día la misericordia de Dios. Nuestro Señor aprovecha la presencia de los escribas y los fariseos que, como letrados, son los más celosos religiosos del pueblo de Israel; estos murmuran por ver que la gente común y corriente, los pecadores y los publicanos, se acercan a nuestro Señor, que no era ningún príncipe remilgado, ningún señorito bonito que no permitiera a la gente más humilde acercarse a Él; esto era inadmisible para esta elite religiosa cuyo pecado de soberbia llegaba al punto de despreciar al pueblo y a todos los demás creyéndose únicos y privilegiados, buenos, santos. Nuestro Señor entonces aprovecha para hacerles ver que es otra la idea que se debe tener de Él, quien ha venido por los pecadores, o sea por absolutamente todos.

A excepción de nuestra Señora la Inmaculada, únicamente Ella, por una gracia especialísima que la preservó de la corrupción de todo yerro, el resto, todo hombre que viene a este mundo, es un pecador. Por eso viene Dios, para remediar el pecado, el mal y toda la miseria que conlleva. Somos débiles, una raza deteriorada después de la caída de nuestros primeros padres, quienes fueron creados en estado de perfección. Pero después del pecado nacemos ya con el lastre que se va acrecentando a través y en el transcurso del tiempo por la suma de todas las faltas.

El peligro del naturalismo consiste precisamente en olvidar, como lo hace Rousseau, al decir que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe. El hombre nace malo a raíz del pecado original y por eso un niño que no tiene uso de razón se inclina a lo malo; ven sus padres que toma las cosas sin permiso, dice mentiras y todavía no es capaz de pecar porque aún no tiene suficiente juicio; ese capricho que vemos es a causa del pecado original, mal que queda aun después del bautismo, afectando nuestro cuerpo y nuestra carne. Esto explica que el hombre no nace bueno ni es la sociedad la que lo corrompe, porque si fuera bueno la sociedad lo sería también y ésta no es buena porque el hombre no lo es, y no somos buenos porque no luchamos contra nuestras malas inclinaciones y pasiones.

Nuestro Señor muestra en estas dos parábolas lo que Él viene a hacer: buscar la oveja descarriada, la perdida, dejando al resto, y esta oveja somos todos nosotros. Que hay mucha más alegría en el cielo por un pecador que hace penitencia, que por noventa y nueve justos, nos muestra la misericordia de Dios. Misericordia que no es más que el amor sobre las miserias nuestras ya que normalmente se ama lo bello, lo bueno, lo puro, lo perfecto; y, ¿cómo va a amar Dios en nosotros esa belleza, esa pureza que no tenemos? Es entonces un amor que reposa sobre las desdichas humanas. Dios hace todo lo posible por buscarnos, por encontrar al pecador para que se convierta y se arrepienta. Pero ¡ay, si no nos arrepentimos! Se torna en un drama porque Dios ya no puede seguir siendo misericordioso, no nos puede seguir amando y cuando en la hora de la muerte le rechacemos, ese es el estado de las almas que se condenan eternamente en el infierno.

Dios hace todo durante la vida que tengamos pero ¡ay de aquel que no corresponda!, porque ya Dios no puede hacer más, con todo su poder infinito no puede obligar a que un alma le ame si ella no quiere. Ese es el precio de la libertad, tanto humana como la de los ángeles.

Hoy se pregona la libertad para todo menos para recordar que ese albedrío en primer lugar lo tenemos para corresponder voluntariamente al amor divino que Dios nos tiene. De ahí se desprende todo lo demás; dice San Agustín: “Ama a Dios y haz lo que quieras”, porque ya no puede hacer otra cosa sino corresponder con ese amor a Dios. Y no el amor que el mundo entiende como tal, por libertad; esa es una concepción pagana y antinatural, desenfreno para los hombres de vestir como mujeres, con aretes y colas y las mujeres vestidas como hombres, comportándose como ellos. No sigo enumerando, pero cada uno podrá incrementar la lista. No es para eso la libertad, para nuestros caprichos ni para nuestros egoísmos sino para corresponder al amor de Dios y encaminar todos los actos de la vida a esa correspondencia del amor divino y más aún, cuando Él se ha Encarnado y muere en la Cruz. Lo terrible es no darnos cuenta de ello.

Pero más espantoso todavía es no recordar al mundo de hoy en su impiedad, el eterno castigo justamente merecido por no amar a Dios, porque Él no puede obligar al alma a que le ame. Lo mismo que un hombre no puede obligar a una mujer a que lo quiera, porque eso no es posible, pues mucho más imposible es que Dios nos fuerce, porque incluso un hombre puede engañar y seducir a una mujer insistiendo para lograr al fin y al cabo una respuesta según sus deseos, pero Dios no puede valerse de esas argucias porque respeta infinitamente esa decisión libre de su criatura, y el amor solamente con amor se paga.

Esa es la gravedad de conculcar y profanar y no corresponder al amor divino, a la misericordia que Dios y nuestro Señor Jesucristo nos tienen. Por lo mismo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente. Tenemos el ejemplo de la Magdalena, quien después de ser una gran pecadora, De tener cinco maridos sin ser ninguno de ellos el verdadero, llega a ser una gran santa, porque después de arrepentida vivió como una verdadera anacoreta, en una cueva, haciendo sacrificio y penitencia. María Egipciaca que desde los catorce años aproximadamente se prostituyó no por necesidad sino por placer y ya arrepentida se retiró al desierto, y quien poco antes de morir fue descubierta, cuenta su vida y pide la comunión al santo que la encontró, para morir santamente después de una vida de pecado, purificándose durante más de cuarenta años en la soledad y aridez del desierto.

Ejemplos extremos que nos sirven para saber que, por muy pecador, lo grave no es el haber pecado sino el no arrepentirse; eso es mucho más grave. Dios nos invita a la contrición para que nos salvemos. Esa es la idea de las dos parábolas y por eso hay que insistir, para que sea mucho más fuerte la misericordia del amor divino que la obstinación en el pecado cuando no nos queremos arrepentir del mal hecho. Esa es la esperanza que debemos tener porque muchos en su yerro desesperan temiendo que Dios no les conceda el perdón y es un gran error, porque nuestro Señor se muestra misericordioso y dispuesto siempre a perdonar. Nadie desespere por grave y bajo que haya caído, porque Dios no lo rechaza, ni lo detesta ni lo aleja, todo lo contrario, lo va a recibir. Eso era lo que pensaban los escribas y fariseos, que los pecadores no tenían acceso a Dios; pues todo lo contrario nos demuestra nuestro Señor.

Pidamos a la Santísima Virgen María, a la Inmaculada, que nos ayude a comprender estas cosas y tengamos siempre la esperanza en la misericordia de Dios. +

PADRE BASILIO MÉRAMO
9 de junio de 2002

viernes, 11 de junio de 2021

DEVOCION AL SAGRADO CORAZON DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 


Nuestro Señor JesuCristo hizo a Santa Margarita María de Alacoque las siguientes promesas para todos los devotos de su Sagrado corazón:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
2. Daré paz a sus familias.
3. Los consolaré en todas sus aflicciones.
4. Seré su amparo y refugio seguro durante su vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus obras que redunden en mi mayor gloria.
6. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.
7. Las almas tibias se harán fervorosas.
8. Las almas fervorosas se elevarán con rapidez a gran perfección.
9. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los pecadores más endurecidos.
10. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás serán borrados de él.
12. Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso otorgará a cuantos comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán privados de mi gracia ni de recibir los sacramentos, pues mi divino Corazón se convertirá para ellos en seguro asilo en aquella hora postrera.

¿Dónde inicia la devoción al Corazón de Cristo? La devoción al Corazón de Cristo comienza la tarde del Viernes Santo, en ese momento de la vida del Señor de plena pasión cuando Juan, el discípulo amado, María, la Madre de Jesús y María Magdalena la pecadora arrepentida, contemplan a Cristo crucificado, y con sus ojos ven como un soldado, una vez que Cristo ha muerto, con una lanza le abre el costado y detrás de este costado se deja ver el Corazón del Señor. La lanzada no fue un sufrimiento más, Jesús tuvo muchos sufrimientos en su pasión, ya estaba muerto cuando el soldado le atravesó el costado. Es un signo profundo, es cómo el Padre quiere que quede para siempre Jesucristo: con su costado, con su Corazón abierto de par en par. Cristo, ya muerto, es rasgado en su Corazón que tanto ha amado, y que tanto ha sufrido. Y queda así, con el Corazón abierto para toda la eternidad. Juan contempla al nuevo Adán dormido en la Cruz, y de cuyo costado abierto brota agua y sangre, es decir brota la Iglesia, su esposa, la nueva Eva. Por eso Jesús es el nuevo Adán y nosotros, somos la nueva Eva, porque el agua significa el bautismo, por el cual entramos en la Iglesia, y la Sangre simboliza la Eucaristía, la plenitud de vida en ella.

En la escritura se hace referencia al Corazón como la interioridad de Jesús. Hablar del Corazón de Jesús desde la Sagrada Escritura, en pocas palabras, es afirmar en Jesús, Dios nos ama con un Corazón de carne. La Sagrada Escritura nos ayuda a comprender que la devoción al Corazón de Cristo no es ninguna ideología, sino una experiencia de amistad.

Después de la Sagrada Escritura, llegan los Santos Padres, los grandes escritores de la antigüedad. También en ello aparece la devoción al Corazón de Cristo. Los Santos Padres han puesto su mirada, en el costado abierto de Cristo en la Cruz y del costado han llegado a la intimidad del Señor. El Corazón simboliza lo más íntimo, lo más profundo del ser de la persona y han visto como de este costado abierto de Cristo en la Cruz ha nacido la Iglesia. No ha pasado desapercibido a los Santos Padres el costado abierto del Señor con un Corazón redentor, es decir, las entrañas de misericordia de Jesús que se entrega sin reservas para que todos lo hombres descubran al Dios verdadero que es amor y tengan vida y vida en abundancia.

Después de los Santos Padres a lo largo de la historia de la santidad de la Iglesia, muchos Santos han sido tocados por la gracia para profundizar una dimensión muy cercana a nuestra espiritualidad: la humanidad de Cristo. Llegamos así a Santa Margarita María Alacoque, que es una figura clave del siglo XVII en la devoción al Corazón de Cristo en su etapa moderna. A ella el Corazón de Cristo le reveló como su amor redentor arde hacia todos los hombres. Durante la adoración eucarística contempló como Jesús le mostró ese Corazón que tanto ha amado a los hombres y que en recompensa es despreciado. Desde que ella tuvo estas revelaciones, estas gracias especiales, se difundió por toda Iglesia el culto y la devoción al Sagrado Corazón, en sus expresiones de Consagración y Reparación.



¿Y qué dice el Magisterio? El Magisterio son las enseñanzas de la Iglesia, de los Concilios y de los Papas: Recordamos al Papa León XIII que consagró al mundo a este Corazón humano de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.


Después Pío XI, 1928, escribió la Encíclica “Miserentisimus Redentor”, sobre la devoción al Corazón del Señor, llamando a los hombres a tomarse en serio este amor, porque ahí está la esperanza y la salvación del Mundo y la fuerza capaz de frenar la violencia y el mal que reinaban durante esos años en Europa y en todo el mundo.


Años más tarde, después del horror de las guerras mundiales, Pío XII escribió la Encíclica más importante “Ahurietis Aquas” en la que se habla de la verdadera devoción al Corazón de Cristo, de lo sustantivo de esta devoción, que es lo que va mas allá de las culturas y de los tiempos, y de lo adjetivo, que puede irse modificando según las circunstancias. Es una Encíclica llena de esperaza que ayuda a recuperar el sentido de la vida.

Santa Margarita María Alacoque

Toda la vida de Margarita María es una filigrana del amor de Dios, que la eligió como discípula predilecta de su Corazón, y no obstante ese amor, no la eximió del sufrimiento, sino que como a su Hijo único, quiso asociarla a su pasión hasta configurarla con Él y hacerla viva imagen suya. Por eso, su trayectoria vital está entramada de gozos y a la vez, de incomprensiones, obstáculos y dificultades de todo tipo.

Margarita nació el 22 de julio de 1647 en el pequeño pueblo de Lautecour en Francia. Su padre Claudio Alacoque, juez y notario. La mamá Filiberta Lamyn. Los hijos son cinco. La menor es Margarita. El párroco, Antonio Alacoque, tío suyo, la bautizó a los tres días de nacida. Ella dice en su autobiografía que desde pequeña le concedió Dios que Jesucristo fuera el único dueño de su corazón. Y le concedió otro gran favor: un gran horror al pecado, de manera que aun la más pequeña falta le resultaba insoportable.

Dice que siendo todavía una niña, a la edad de 5 años, un día en la elevación de la Santa Hostia en la Misa le hizo a Dios la promesa de mantenerse siempre pura y casta. Voto de castidad.
Aprendió a rezar el rosario y lo recitaba con especial fervor cada día y la Virgen Santísima le correspondió librándola de muchos peligros.

La llevaron al colegio de las Clarisas y a los nueve años hace La Primera Comunión. Dice "Desde ese día el buen Dios me concedió tanta amargura en los placeres mundanos, que aunque como jovencita inexperta que era a veces los buscaba, me resultaban muy amargos y desagradables. En cambio encontraba un gusto especial en la oración".

Vino una enfermedad que la tuvo paralizada por varios años. Pero al fin se le ocurrió consagrarse a la Virgen Santísima y ofrecerle propagar su devoción, y poco después Nuestra Señora le concedió la salud.

Era muy joven cuando quedó huérfana de padre, y entonces la mamá de Don Claudio Alacoque y dos hermanas de él, se vinieron a la casa y se apoderaron de todo y la mamá de Margarita y sus cinco niños se quedaron como esclavizados. Todo estaba bajo llave y sin el permiso de las tres mandonas mujeres no salía nadie de la casa. Así que a Margarita no le permitían ni siquiera salir entre semana a la iglesia. Ella se retiraba a un rincón y allí rezaba y lloraba. La regañaban continuamente.

En medio de tantas penas le pareció que Nuestro Señor le decía que deseaba que ella imitara lo mejor posible en la vida de dolor al Divino Maestro que tan grandes penas y dolores sufrió en su Pasión y muerte. En adelante a ella no sólo no le disgusta que le lleguen penas y dolores sino que acepta todo esto con el mayor gusto por asemejarse lo mejor posible a Cristo sufriente.

Lo que más la hacía sufrir era ver cuán mal y duramente trataban a su propia madre. Pero le insistía en que ofrecieran todo esto por amor de Dios. Una vez la mamá se enfermó tan gravemente de erisipela que el médico diagnosticó que aquella enfermedad ya no tenía curación. Margarita se fue entonces a asistir a una Santa Misa por la salud de la enferma y al volver encontró que la mamá había empezado a curar de manera admirable e inexplicable.

Lo que más le atraía era el Sagrario donde está Jesús Sacramentado en la Sagrada Hostia. Cuando iba al templo siempre se colocaba lo más cercana posible al altar, porque sentía un amor inmenso hacia Jesús Eucaristía y quería hablarle y escucharle.

A los 18 años por deseo de sus familiares empezó a arreglarse esmeradamente y a frecuentar amistades y fiestas sociales con jóvenes. Pero estos pasatiempos mundanales le dejaban en el alma una profunda tristeza. Su corazón deseaba dedicarse a la oración y a la soledad. Pero la familia le prohibía todo esto.

El demonio le traía la tentación de que si se iba de religiosa no sería capaz de perseverar y tendría que devolverse a su casa con vergüenza y desprestigio. Rezó a la Virgen María y Ella le alejó este engaño y tentación y la convenció de que siempre la ayudaría y defendería.

Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía: "Soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo tendrás tristeza y amargura". Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que costara.
En el año 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación, fundada por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-le=Monial. Una de sus compañeras de noviciado dejó escrito: "Margarita dio muy buen ejemplo a las hermanas por su caridad; jamás dijo una sola palabra que pudiera molestar a alguna, y demostraba una gran paciencia al soportar las duras reprimendas y humillaciones que recibía frecuentemente".

La pusieron de ayudante de una hermana que era muy fuerte de carácter y ésta se desesperaba al ver que Margarita era tan tranquila y callada. La superiora empleaba métodos duros y violentos que hacían sufrir fuertemente a la joven religiosa, pero esta nunca daba la menor muestra de estar disgustada. Con esto la estaba preparando Nuestro Señor para que se hiciera digna de las revelaciones que iba a recibir.

El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento del altar, en recuerdo de las tres horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní.

De pronto se abrió el sagrario donde están las hostias consagradas y apareció Jesucristo como lo vemos en algunos cuadros que ahora tenemos en las casas. Sobre el manto su Sagrado Corazón, rodeado de llamas y con una corona de espinas encima, y una herida. Jesús señalando su corazón con la mano le dijo: "He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme". Nuestro Señor le recomendó que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús porque el mundo es muy frío en amor hacia Dios y es necesario enfervorizar a las personas por este amor.

Durante 18 meses el Corazón de Jesús se le fue apareciendo. Le pidió que se celebrara la Fiesta del Sagrado Corazón cada año el Viernes de la semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus).

El Corazón de Jesús le hizo a Santa Margarita unas promesas maravillosas para los que practiquen esta hermosa devoción. Por ejemplo "Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón. Daré paz a las familias. A los pecadores los volveré buenos y a los que ya son buenos los volveré santos. Asistiré en la hora de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen", etc.

Margarita le decía al Sagrado Corazón: "¿Por qué no elige a otra que sea santa, para que propague estos mensajes tan importantes? Yo soy demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios". Jesús le dijo: "Te he escogido a ti que eres un abismo de miserias, para que aparezca más mi poder. Y en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una chispita del amor de mi Corazón". Y le envió una chispa de la llama que ardía sobre su Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor grandísimo hacia Dios y era tal el calor que le producía su corazón que en pleno invierno, a varios grados bajo cero, tenía que abrir la ventana de su habitación porque sentía que se iba a quemar con tan grande llama de amor a Dios que sentía en su corazón

Nuestro Señor le decía: "No hagas nada sin permiso de las superioras. El demonio no tiene poder contra las que son obedientes".

Margarita enfermó gravemente. La superiora le dijo: "Creeré que sí son ciertas las apariciones de que habla, si el Corazón de Jesús le concede la curación". Ella le pidió al Sagrado Corazón que la curara y sanó inmediatamente. Desde ese día su superiora creyó que sí en verdad se le aparecía Nuestro Señor. 

Dios permitió que enviaran de capellán al convento de Margarita a San Claudio de la Colombiere y este hombre de Dios que era jesuita, obtuvo que en la Compañía de Jesús fuera aceptada la devoción al Corazón de Jesús. Desde entonces los jesuitas la han propagado por todo el mundo.
Margarita fue nombrada Maestra de novicias. Enseñó a las novicias la devoción al Sagrado Corazón (que consiste en imitar a Jesús en su bondad y humildad y en confiar inmensamente en Él, en ofrecer oraciones y sufrimientos y misas y comuniones para desagraviarlo, y en honrar su santa imagen) y aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad. Luego enseñó a su hermano (comerciante) esta devoción y el hombre hizo admirables progresos en santidad. Los jesuitas empezaron a comprobar que en las casas donde se practicaba la devoción al Corazón de Jesús las personas se volvían mucho más fervorosas.

El Corazón de Jesús le dijo: "Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí".
Antes de morir obtuvo que en su comunidad se celebrara por primera vez la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

El 17 de octubre de 1690 murió llena de alegría porque podía ir a estar para siempre en el cielo al lado de su amadísimo Señor Jesús, cuyo Corazón había enseñado ella a amar tanto en este mundo.

Digamos de vez en cuando las dos oraciones tan queridas para los devotos del Sagrado Corazón: "Jesús manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo"."Sagrado Corazón de Jesús. En voz confío".

domingo, 6 de junio de 2021

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este segundo domingo después de Pentecostés, el evangelio nos presenta la parábola de los convidados al banquete del padre de familia, en que los invitados se excusan. Parábola que, como todas, tiene algo de desproporcionado o de exagerado según el lenguaje humano, pero que quiere a través de esa aparente exageración, expresar, poner en evidencia una realidad sobrenatural de dificil acceso; ese es el motivo de las parábolas, darnos a entender con comparaciones o semejanzas de las cosas cotidianas, las realidades o misterios divinos, para que tengamos así cierta inteligencia de ellos.

Vemos cómo siempre en las Escrituras sale o reflorece ese día de convite, de cena, de gran fiesta e incluso muchas veces de banquete nupcial y podemos preguntarnos el por qué; la sencilla razón de ello es que la caridad, el amor, la amistad, no hay otra manera de expresarla mejor que con la de un banquete, la de una cena en la cual el dueño participa de su casa a sus amigos, a sus convidados, a quienes estima les abre las puertas de su casa y reparte lo que es de él. Hay una comunión. Mucho más cuando se trata de banquetes nupciales, que anuncian la unión de los esposos. Con lo cual Dios quiere también mostrarnos la unión, en primer lugar de la Iglesia con Dios, con el cielo, la unión de Dios con cada una de nuestras almas, en tanto miembros de la Iglesia. Esa es la razón por la cual aparecen en las parábolas estas fiestas, estos convites como en el caso de hoy.

Y vemos que todos los convidados, por razones aparentemente valederas y justas, se dan por disculpados; entonces el dueño de casa se irrita y manda a llamar a todo aquel que encuentre por allí en la calle, tullido, pobre, lisiado, enfermo, ante el rechazo o las excusas de los comensales que fueron primeramente invitados. Alude al pueblo judío, al pueblo elegido, y a los gentiles de la Iglesia que rechazan al Mesías. Es evidente que indica ese hecho, que fueron los primeros convidados. Hay una moraleja para todos nosotros, judíos o gentiles, para todo el mundo, para todos los hombres, que ante Dios no hay excusa que valga por justificada que sea; porque todo, absolutamente todo en el actuar humano público o privado debe encaminarse hacia Dios y si no es inútil, es pecado. De ahí la gran ira, la irritación, porque no hay pretexto que valga ante Dios que nos ama, que nos invita a su banquete para que gocemos de Él en el cielo y que nosotros estúpidamente, con razones que nos puedan parecer válidas, rechazamos el llamado de Dios, el llamado divino; nos disculpamos, “te ruego me des por disculpado porque tengo mucho trabajo, porque tengo una mujer, hijos, una familia, o lo que fuere; abandono a Dios por quehaceres humanos”.

Por eso en primer lugar está Dios, hay que santificar los domingos, hay que preferir siempre en primer lugar a Él y todo lo demás será válido y bueno si está encaminado a su servicio y será mal y será pecado si no va encaminado a Dios. Y por ello concluye este evangelio que: “ninguno de los que fueron convidados ha de probar mi cena”, aquellos que fueron invitados y que se excusaron, no gozarán del cielo. Debemos meditar; que no nos acontezca cuando por múltiples razones, aun valederas, dejamos a Dios en segundo puesto, para que ocupe al fin y al cabo el último; no demos a Dios esas justificaciones. Todo lo que hagamos debemos hacerlo encaminado a Él.

Lo que se encamina a Dios en primer lugar es la salvación del alma, es el cumplimiento de la Ley de Dios por amor a Él, como lo dice en la epístola San Juan, y que sea un verdadero amor que se refleje en el prójimo y no de palabra ni de boca, sino con obras, con hechos reales, que manifiesten y expresen esa caridad al prójimo por amor a Dios. Retengamos estas lecciones, porque somos muy dados, incluso los religiosos, los sacerdotes, no únicamente los fieles, por la fragilidad y la superficialidad humana, por la falta de mortificación, nos dejamos quitar el tiempo que es para Dios; en vez de dedicar todo lo que hagamos para la mayor gloria de Dios, nos olvidamos de Él, las preferimos a Dios y todas son disculpas inválidas, disculpas que son denegadas, porque Dios es nuestro último fin y como fin último es nuestra felicidad, nuestra dicha. Y ¿qué hay ante eso?, ¿qué excusa válida puede haber ante nuestro último fin? Ninguna. Es lo que nos quiere demostrar el evangelio de hoy de un modo patético con esta parábola.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos enseñe a corresponder como Ella, todo para Dios. Que no tengamos excusas. ¿Qué hubiera sido si nuestra Señora se hubiera disculpado en vez de dar el fiat, “hágase en mí según tu palabra”; y ni siquiera se atrevió a decir, “sí, yo quiero”; no, “hágase en mí según tu voluntad”. ¡Qué respuesta afirmativa tan humilde, tan sumisa ante el Creador! Esa debe ser nuestra respuesta, humilde y sumisa ante la invitación de las bodas eternas, al banquete eterno que nos convida Dios nuestro Señor. +

Padre Basilio Méramo
17 de junio de 2001

jueves, 3 de junio de 2021

SOLEMNIDAD DE CORPUS CRHISTI o JUEVES DE CORPUS CHRISTI

 


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Este jueves de Corpus Christi junto con el Jueves Santo y el Jueves de la Ascensión son los días más solemnes de la liturgia católica.

La fiesta del Corpus Christi está íntimamente ligada con el Jueves Santo, con la Santa Misa y con el sacerdocio; eso hace que sea como el centro, el corazón de la Iglesia expresado a través de la liturgia de este jueves de Corpus. Y la relación que hay entre el Jueves Santo y el de Corpus, consiste en que el Jueves Santo nuestro Señor instituyó el sacerdocio y la Santa Misa. Mandó a sus apóstoles efectuar en conmemoración de Él, de ese testamento, de esa alianza pactada con su sangre por el rescate que Él pagó, redimiéndonos del pecado y del poder de Satanás, la institución de esa conmemoración ocurrida en la Cena del jueves Santo; fue una anticipación del Sacrificio cruento de nuestro Señor en la Cruz. La Santa Misa es, pues, la renovación incruenta de ese Sacrificio del Calvario; la única diferencia está en el modo de ofrecerlo y éste consiste en la Santa Misa, en hacerlo incruentamente bajo las especies del pan y del vino; esa doble consagración prefigura la separación del alma de nuestro Señor, es decir, la muerte y por eso, ese mismo día, nuestro Señor instituyó el sacerdocio en sus apóstoles.

La Iglesia, entonces, al celebrar la fiesta del Corpus Christi lo hace con la solemnidad y alegría debidas, que no se puede hacer el Jueves Santo por la tristeza y el dolor de la Pasión de nuestro Señor que conmemora toda la Semana Santa; así lo celebra hoy con alegría, con esa profusión de fe y esperanza, pero que desafortunadamente en estos tiempos modernos queda eclipsada pasando como un día laboral más, por lo que se va perdiendo su memoria y su importancia. Pero no debemos olvidar que la fiesta del Corpus Christi, del cuerpo de nuestro Señor sacramentado, lo tenemos por el Santo Sacrificio de la Misa. Es la Fiesta del Santo Sacrificio de la Misa; sin este Sacrificio no habría Jesús Sacramentado, no habría comunión, no habría synaxis, si es que queremos usar esa palabra tan utilizada hoy; ni aun en el buen sentido habría comunión, porque, ¿qué comulgaríamos si no hubiese la Misa que es esencialmente el Sacrificio de nuestro Señor bajo las especies del pan y del vino, realizada por el sacerdote en persona Christi, como alter Christi, otro Cristo que es sacramentalmente instituido por el sacramento del orden?

Todas estas cosas pasan desapercibidas, cuando no negadas por la nueva teología que quita (desacraliza) el carácter de sagrado a lo más sagrado que tiene la Iglesia católica, lo más sagrado del testamento de nuestro Señor, y de ahí la gravedad, desfigurando al sacerdote, no hecho ya para el sacrificio que da lo sagrado, sacra dans, dar las cosas sagradas. ¿Qué más sagrado que realizar en la misma persona de nuestro Señor el mismo Sacrificio de la Cruz renovado, actualizado, sobre el altar de un modo incruento? Esa es la misión del sacerdote. Hoy viene a ser, comparado mundanamente a un hombre más y cuando se celebra la Santa Misa, considerardo como un presidente que dirige a sus hermanos, realizando una synaxis, o un ágape; pero no es un sacrificio, sino una mera conmemoración, recuerdo de lo que aconteció y muchas veces no ya de lo que aconteció en el Calvario sino del misterio Pascual, como hoy tanto se habla.

Y no del misterio Pascual católico, sino del misterio Pascual a la manera judía, esa es la síntesis que hacen los mismos teólogos de la nueva teología, de la definición de la cena eucarística, no como Misa ni Sacrificio, sino conmemoración o memorial de una Pascua al estilo judío. La prueba está en que las oraciones del ofertorio están calcadas de ese ritual de la Pascua judía, con lo cual se puede concluir basados en ese trabajo que se hizo hace poco y que la Fraternidad Sacerdotal presentó a Roma para mostrar la gravedad; y la síntesis que se puede hacer de ese trabajo, es que: la nueva misa por la voluntad de aquellos que la confeccionaron, no es más ni menos que el memorial de la Pascua judía.

Hasta allá se llegó y aunque algunos pretendan que sea el memorial de la Pascua católica, eso sería falso, no es el memorial de la Pascua de la Resurrección, sino de la muerte de nuestro Señor Jesucristo inmolado en la Cruz; no cambiemos los términos, en la teología del dogma cada palabra, cada concepto, tiene su peso específico y no es que no se pueda cambiar ni una palabra, es que hasta ni siquiera una coma y ni una tilde en las cosas que son de Dios y que es Dios quien nos las lega y encomienda para que la Iglesia católica, apostólica y romana las guarde santamente y fielmente las trasmita.

Esto es lo que hace la Tradición. Por eso no puede la Iglesia católica sin Tradición católica custodiar santamente y trasmitir fielmente. Esa es su misión y para ello está investida de infalibilidad, no para proclamar nuevos dogmas ni nuevas verdades ni nuevas cosas, sino para proclamar aquello que en sustancia Dios reveló y que la Iglesia custodia y transmite a través de las generaciones hasta el fin del mundo, para que los hombres adhiriéndonos a la fe de la Iglesia, nos salvemos. Esa es la misión de la Iglesia y no otra; de ahí la importancia, sobre todo hoy cuando la misa romana es atacada y perseguida, esa misa que el Santo papa Pío V, quien fue también inquisidor, canonizó, excluyendo toda posible equivocación o error; por eso es una misa canonizada, por eso es una misa a perpetuidad, por eso la podemos decir nosotros con toda tranquilidad y por eso es un crimen perseguirla, porque sería perseguir a la Iglesia, apuñalar el corazón de la Iglesia, traicionar a nuestro Señor, falsificar su testamento, no sería cumplir su voluntad, no seríamos sus herederos; esa es su importancia.

Y por todo lo anterior monseñor Lefebvre, ese santo obispo de benemérita memoria, prefirió ser insultado, ultrajado, escupido, por defender ese testamento, ese legado, esa herencia de la Iglesia católica; por eso nosotros debemos estar dispuestos incluso a dar nuestras vidas, porque sin eso no hay Iglesia católica, no hay herederos de nuestro Señor, no hay salvación. Pero el mundo de hoy no está solamente imbuido de un nuevo paganismo, sino de la incredulidad y de la impiedad y no respeta nada ni a nadie, no respeta a Dios ni a su Iglesia, solamente se “respeta a sí mismo” proclamándose dios con su “dignidad, libertad y derechos humanos”; esa es la civilización que hoy se entroniza en contra de Dios y de la Iglesia católica, apostólica y romana. Esa es la crisis, dolor y pasión de la Iglesia; no lo olvidemos.

La Santa Misa no es el memorial ni de la Pascua de nuestro Señor ni mucho menos de la Pascua judía del Antiguo Testamento, que era una figura de la Pascua de nuestro Señor, sino que es el Santo Sacrificio del Calvario renovado incruentamente bajo las especies de pan y vino sobre el altar y por eso en la epístola de hoy no se habla de la Pascua, sino de la muerte de nuestro Señor; no dejemos adulterar nuestra religión, no dejemos que nos la cambien, no dejemos que la Iglesia se judaíce. La Historia del mundo gira sobre dos polos, o se cristianiza o se judaíza, a la larga o a la corta, no hay término medio y el mal se acrecentará en la medida en que nos judaicemos en todos los órdenes y niveles. Esa judaización de la Iglesia la estamos viendo; por eso debemos guardar esa fidelidad a nuestro Señor, a su alianza, a su Iglesia, y la mejor manera de servir a la Iglesia, de ser fieles, es conservando la liturgia sacrosanta de la Santa Misa, de la Iglesia católica en toda su pureza, tal cual como lo definió San Pío V.

Por eso, sin pretender ser mejores que nadie, monseñor Lefebvre, con la Fraternidad que él fundó, es la expresión más fidedigna de esa fidelidad a la Iglesia y a nuestro Señor, a la religión católica, fidelidad al Corpus Christi, al cuerpo y la sangre de nuestro Señor que se da como pan del cielo para que, en comunión con Él, dándonos no un banquete, sino su propia carne, integrarnos y asimilarnos en su cuerpo Místico que es la Iglesia, divinizándonos, participándonos de su divinidad; de ahí la necesidad de recibir a nuestro Señor con un corazón puro, es decir, teniendo conciencia de no tener pecado mortal, para no beberlo y comerlo indignamente, para que sea fructuosa esa comunión y como pan del cielo nos lleve en la última hora, en la hora de la muerte como viático al cielo; todas estas cosas significa la fiesta y la liturgia de hoy que pasa desapercibida.

Pidamos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, Ella, que ofreció a su Hijo no como nosotros los sacerdotes de un modo sacramental e incruento sino que lo ofreció en sí mismo en la Cruz, donando, dando al Padre Eterno uniéndose a nuestro Señor en la hora de su muerte; de eso no nos damos cuenta, pero Nuestra Señora hizo ese gesto que le desgarró, que le partió en su ser, ofreciendo a su Hijo amado y por eso Ella está al pie de la Cruz y por eso nosotros tenemos que estar con Ella y quien no está con Ella no está con nuestro Señor. Por lo mismo, no se puede tener a Dios por Padre si no se tiene a María por Madre; por eso Ella es la Madre de la Iglesia, es Madre nuestra. Confiémonos a Ella para que nos fortalezca con esa fuerza que Ella demostró ante la cruz y con esa capacidad de sacrificio y de oblación para que así nos configuremos más a nuestro Señor Jesucristo. +

P. BASILIO MERAMO
14 de junio de 2001