San Juan Apocaleta
Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.
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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.
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domingo, 17 de noviembre de 2024
SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA o Vigésimo Sexto después de Pentecostés
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En el Evangelio de este Domingo vemos cómo nuestro Señor habla al pueblo en parábolas. Las parábolas, como ya sabemos, son semejanzas, comparaciones, imágenes sensibles tomadas de la vida común que significan, representan o simbolizan una verdad, un misterio sobrenatural. Nuestro Señor hablaba en parábolas para de algún modo hacerse comprender, por la dificultad que tiene nuestro entendimiento de percibir esa realidad y esas cosas celestiales, sublimes, del orden sobrenatural, esos misterios divinos de las cosas de Dios. Se vale entonces de este lenguaje en parábolas para que el pueblo capte las realidades gloriosas por medio de lo sensible.
Compara a la Iglesia, al reino de Dios que se inicia en esta tierra con el grano de mostaza, que es la más pequeña de todas las semillas, pero que después crece y se hace mayor que todas las legumbres convirtiéndose en árbol y anidando en él las aves del cielo. Vemos en ese crecimiento el progreso de la Iglesia militante en esta tierra, ese desarrollo permanente hasta el fin de los tiempos. Y con la levadura que desde adentro hace crecer la masa por un fenómeno químico, no físico, no violento; nos muestra también cómo el crecimiento de la Iglesia no se opera por la revolución, como cree la teología de la liberación, por la violencia, por la acción física o política, sino desde adentro como la pasta que crece por el fermento de la levadura, por la gracia del Espíritu Santo, por la vida sobrenatural, por la virtud y por la oración. Eso es lo que hace expandir, crecer y progresar a la Iglesia hasta el fin de los tiempos.
Podríamos decir que con estas dos parábolas tenemos la explicación del verdadero progreso sobrenatural de la Iglesia católica, apostólica y romana; pero el modernismo ha confundido, ha tergiversado, ha invertido, ha carnalizado para promover un falso progreso, humano, material y no el verdadero de la Iglesia que consiste en la conversión de las almas que se adhieren a Dios, que abandonan la idolatría y que esperan la segunda venida de nuestro Señor. Como lo escuchamos en la epístola de hoy y que también comenta el famoso exegeta Fillión: la conversión de las almas, que en el comienzo de la Iglesia implicaba abandonar la idolatría, el paganismo, los falsos dioses, adherir al verdadero Dios, al único Dios Uno y Trino, no a cualquier dios representado en un Buda, en un Mahoma o en lo que sea, sino en Dios Uno y Trino de la revelación cristiana, de la revelación católica.
Implicaba también tener la esperanza del advenimiento de nuestro Señor Jesucristo, dogma de fe, ese es el comentario que hace este sabio exégeta Fillión a la epístola de San Pablo a los Gálatas 5, 16-24 y que pueden encontrarla en la Biblia de Monseñor Straubinger en la nota de los comentarios que él hace a esta epístola. Luego, hay un verdadero progreso sobrenatural de la Iglesia, progreso que pasa por la persecución y por la muerte de los mártires; hay un crecimiento incesante, aunque en apariencia fuera vencida la Iglesia, como nuestro Señor que humana y naturalmente murió y fue derrotado en la Cruz, pero sobrenaturalmente venció al demonio, a Satanás, al mal y al pecado y ese es el misterio de la Iglesia, el misterio de la conversión de las almas.
No se puede entonces caer en este absurdo progresismo judaico que no hace más que invertir y carnalizar el verdadero progreso sobrenatural de la Iglesia, el pueblo judío que como pueblo elegido tuvo la misión de proporcionar la carne, la humanidad de nuestro Señor a través del seno virginal de la Santísima Virgen María para que el Verbo, haciéndose carne, haciéndose hombre, cumpliera el misterio de la Redención en su Encarnación. Pero ellos no fueron fieles y por eso el judaísmo tiene esa tónica, esa característica de carnalizar todo lo divino, porque no entiende para bien –como era su misión primitiva– sino para destruir la Iglesia, para destruir a nuestro Señor.
Por eso, toda obra de materialización de lo sobrenatural, de inversión de los misterios y de los dogmas, son en el fondo ese proceso del judaísmo pervertido por no haber reconocido a su Dios. Y por eso, además, el progresismo actual es de características netamente judaicas, es un hecho, y en consecuencia la Iglesia sufre hoy esa aberración, endiosando no al Dios hecho hombre, sino al hombre que se hace dios por su propia libertad. Esa es la dignidad del hombre moderno, la libertad del hombre moderno, ese absurdo, esa usurpación del lugar que tiene Dios y que culminará con la aparición del Anticristo, no dicho por mí, sino por los comentadores sacros como San Hilario, explicación que pueden ver también en la Biblia comentada por Monseñor Straubinger.
Debemos pues, creer en el verdadero progreso sobrenatural de la Iglesia, progreso que a veces no se ve, o se ve detrás de un grave mal, de una muerte; pero en realidad el misterio de la Cruz es a través de esa derrota, de esa muerte natural que opera la resurrección sobrenatural de nuestras almas, la conversión de los infieles, la conversión nuestra que cada día debe ser mayor y no creernos unos católicos de pura cepa y dormirnos en los laureles, porque ¿cuántas veces nos encontramos en los laureles de la ignorancia religiosa, no sabiendo siquiera los elementos rudimentarios básicos de nuestra fe? Somos incapaces, entonces, de defendernos de los protestantes, de los testigos de Jehová, de cuanta secta pulula, aceptando oraciones y bendiciones de esos herejes que han abandonado el seno de la Iglesia católica.
No hay que cansarse de repetir “católico ignorante, seguro protestante”, y entre más protestantismo veamos a nuestro alrededor es porque mayor ignorancia religiosa hay y ella viene de la misma falta de predicación del clero, que no enseña la verdad, que convierten el púlpito en vez de trono de sabiduría, en cuentos, en fábulas, en anécdotas, en chistes y peor a veces, en cuanta estupidez les pasa por la cabeza. Falta de teología, de preparación, de amor a la verdad y eso a lo largo de los años acarrea la ignorancia religiosa que aprovecha el demonio, Satanás, para enviar a sus ministros todas las falsas religiones del protestantismo que nos invaden desde esa gran Babilonia que son los Estados Unidos, donde campea la libertad, pero no la verdad que nos hace libres, y nosotros incapaces de defender la religión con el arma de la confirmación como soldados de Cristo; esa es la tragedia y es una vergüenza; somos culpables por eso, cada uno en la medida en que coopera por su negligencia, por su error, por su ignorancia o lo que fuera con todo aquello que hace desaparecer a Dios, que lo excluye, que lo niega, a Él y a su Iglesia, destronándolo.
Ese derrocamiento lo vemos hoy incluso materialmente en las iglesias que se dicen católicas, en donde el tabernáculo está colocado no ya en el sitio de honor, en el centro del recinto del templo, sino en un rincón, en una capilla lateral, allí donde no incomode, donde no se lo vea; esos son los hechos. Las iglesias convertidas en panteón de falsos dioses, donde se alaba a cualquier ídolo y no al verdadero Dios, Uno y Trino; ese es el ecumenismo aberrante que ha convertido a las iglesias en el panteón donde se adora a cualquier dios o a cualquier divinidad. Como antaño pasaba en Roma, se produce el fenómeno contrario, inverso y esa inversión es producto de la obra del enemigo, de Satanás, de sus agentes aquí en esta tierra, el pueblo judío que no ha querido reconocer a su Dios. Esa lucha existirá hasta que ese pueblo se convierta y acepte a nuestro Señor, pero hasta que no lo haga será su enemigo y ya que no han aceptado a Cristo, aceptarán, entronizarán en su puesto al Anticristo y ese éste necesita una anti-Iglesia, una anti-religión y eso es lo que hoy sucede.
Vemos cómo la Iglesia católica, apostólica y romana, por la defección de la jerarquía, poco a poco se va convirtiendo en la anti-Iglesia del Anticristo, repudiando a Cristo para entronizar al Anticristo, a la anti-religión por una falsificación, por una tergiversación de la verdad, de la doctrina y del dogma católico y aquel que ose proclamar la verdad católica será excomulgado, por ese misterio de iniquidad que no acepta el misterio de sabiduría. Y todo esto ocurre en el lugar santo. Eso es lo que profetizó nuestra Señora en La Salette: “Roma perderá la fe y será sede del Anticristo”. ¿Lo dijo o no nuestra Señora? Entonces los verdaderos devotos de la Santísima Virgen María deben tener presente esto, porque nos están advirtiendo esta transformación de la verdad en el error y esa invasión producida en el lugar santo, la abominación de la desolación en el lugar santo que está profetizada en las Escrituras.
Sin embargo, la Iglesia progresa sobrenaturalmente, porque siempre habrá hasta el fin de los tiempos hombres que se conviertan, hombres de la Iglesia. Ese es el verdadero progreso de la Iglesia, aunque materialmente pasen por el martirio, la persecución y la muerte como pasó nuestro Señor; a eso debemos la muerte de los mártires, santos y cristianos. Por tanto, también nosotros debemos estar dispuestos a inmolar el alma cada día acercándonos a la Cruz de nuestro Señor, para que se conviertan y se salven las almas, para que se conviertan los judíos, los infieles, y si es necesario pasar por el derramamiento de la sangre; que se haga la voluntad de Dios pero defendiendo y diciendo la verdad, para poder morir por ella, ya que somos hijos de la luz y no de las tinieblas; de la luz que es nuestro Señor, esa luz que es la Iglesia católica, apostólica y romana fuera de la cual no hay salvación.
Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, nuestra Madre del cielo, de la Iglesia, de todos nosotros por ser la Madre de Cristo nuestro Señor, que nos proteja con su manto para que no sucumbamos ante el error y las tinieblas y podamos mantener la verdad, la fe, y así salvar el alma y dar buen ejemplo a los demás y ellos también puedan conocer la verdad y salvarse. +
BASILIO MERAMO PBRO.
18 de noviembre de 2001.
domingo, 10 de noviembre de 2024
QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA o Equivalente al Vigésimo Quinto después de Pentecostés
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
La Misa que hoy celebramos corresponde al quinto domingo después de Epifanía. Como todos saben, los domingos después de Pentecostés varían entre 23 y 28 domingos, entonces esos 24 domingos después de Pentecostés se completan con los domingos de Epifanía y la razón es debida a la fiesta de Pascua, que es una fiesta móvil y de acuerdo con esa movilidad acontece esta variación.
En el Evangelio de hoy vemos cómo está la cizaña en medio del trigo. Santo Tomás de Aquino, en su comentario al Evangelio de San Mateo, dice que en la otra parábola anterior a ésta nuestro Señor quería mostrar la causa, el origen del mal, ab extrínseco, es decir, el origen del mal desde afuera y que con la parábola de hoy, de la cizaña, porque la otra era la del sembrador, quiere mostrar el origen, la causa del mal desde adentro, ab intrínseco.
Es una gran lección. El mal siempre ha sido motivo de discurso filosófico y también por desgracia lo ha sido de escándalo; no olvidemos que la interpretación que se hacía del origen del mal produjo esa gran herejía maniquea que perduró hasta la Edad Media con los albigenses, con los cátaros. Los maniqueos hacían del principio del bien a Dios y del principio del mal al demonio o a un origen maligno, estableciendo esa dualidad, por decir un poco grotescamente, un Dios comienzo del bien y un dios comienzo del mal; o un demonio tan poderoso como el Dios del bien, tanto, que la materia era producida por el mal y, por lo mismo, no podía ser bueno lo que proviniese de la materia.
Muchos entonces conculcaban el matrimonio y la procreación legítima; era imposible que Dios se encarnase porque cómo iba a tomar un cuerpo humano si esa carne era mala; y qué se diría de la comunión, que vamos a comulgar un cuerpo, la sangre de nuestro Señor, si eso entonces también es malo y así sucesivamente se destruiría toda la realidad sobrenatural y sacramental de la fe católica. Todo lo anterior por no tener una concepción verdadera del origen del mal.
Y nuestro Señor quiere mostrar, primero, que existe el mal, que es una realidad y quiere exponernos su causa. Éste existe de mil y una formas. El mal no se origina en Dios sino que es introducido por el maligno, Satanás, que como criatura espiritual libre, reniega y apostata de Dios y quiere que todo el cosmos, que todo el universo que está por debajo de esa realidad angélica, también haga el mismo acto de repudio de Dios. Ahí se inicia el mal en oposición al bien que de suyo es difusivo, porque el bien se difunde por sí mismo. Por eso el bien es caritativo, se da, se entrega, mientras que el mal quiere negar el bien. Si vemos a nuestro alrededor el mal a través de las enfermedades, a través de la muerte, es por el pecado y no solamente el de los ángeles malditos, sino el de cada uno de nosotros que se suma en ese acto de repudio.
De allí vienen las secuelas de ese mal que se va multiplicando porque va deteriorando nuestro universo, va corrompiendo la materia, por eso hoy vemos tantas enfermedades degenerativas como el cáncer, que es una descomposición de los tejidos. Ya las enfermedades no son las mismas de antaño, sino más bien una putrefacción, para mostrar cómo se acrecienta ese mal a través de las generaciones. Por eso no debemos escandalizarnos cuando vemos a un niño que nace sin culpa o que muere inocentemente, porque mucho más lo fue nuestro Señor y murió en la Cruz.
Dios deja el mal también como un modo de manifestar el bien si se lo asocia a la Cruz, si se lo acepta. Por eso la Cruz es un escándalo para los paganos y para el mundo de hoy. En cambio, para nosotros, lejos de ser un escándalo es una gloria, es un triunfo, porque todo mal que suframos va asociado a la Cruz redentora de nuestro Señor Jesucristo. El mundo de hoy, pagano e impío, no quiere que se le hable del mal, quiere negarlo; aunque lo tiene a su alrededor lo ahoga y lo aprisiona, quiere rechazar esa realidad; cuando alguien se muere, nadie quiere velarlo en casa; cuando alguien tiene una enfermedad pretende que el médico haga milagros, que se le alargue la vida de un modo inhumano, pero hay que saber dejar fallecer a la gente y hay que saber hacerlo.
El mundo de hoy no sabe morir, no quiere, está lejos hoy el sacrificio, la abnegación. Por eso la separación de los matrimonios que no saben sufrir, no saben soportar y mucho menos ofrecer ese padecimiento como un medio de merecer el cielo. Muy al contrario, se gusta de la televisión, de la pornografía, de todo aquello que exalte los apetitos y las pasiones; se quiere tener libertad sin freno para todo aquello que caprichosamente se nos venga en gana, cuando es otra la realidad que la Iglesia y Dios nos proponen. De igual manera se quiere una religión que no hable de sacrificios, que vaya en consonancia con ese ideal mundanal, que no se nos mencione el infierno, el pecado, una religión donde todo sea lícito, según el parecer o conciencia de cada uno.
Pues bien, esa religión ya existe y usurpa el nombre de católica pero no es la verdadera que está en la Tradición de la Iglesia católica, apostólica y romana. Por supuesto entonces hay una nueva misa que no es católica y sin embargo es la que hoy la gente está obligada a escuchar. Quiere oírla pero no es misa sino que es una sinapsis sin altar, una mesa como quería Lutero, sin sacrificio, sin calvario, sin cruz. Esa nueva religión sin Cruz es la que hoy está destruyendo a la Iglesia y que será la religión del anticristo, mis estimados hermanos. Porque no puede existir una religión católica sin Cruz. Y el sacerdote que predique un cristianismo sin Cruz es un agente camuflado del anticristo, no es un sacerdote de Dios.
Ese es el drama de la hora presente que no me cansaré de advertir porque vivimos muy distraídos, no queremos que se nos recuerde el Apocalipsis, como no nos gusta que se nos recuerde que nos tenemos que morir. Pues todo lo contrario, hay que tener presente la muerte y muy presente el Apocalipsis para tener la inteligencia de los acontecimientos que hoy nos fustigan y que culminarán en la gran apostasía del anticristo, pero que gracias a Dios, como dice San Pablo en su carta a los Tesalonicenses, será destruido por la presencia de nuestro Señor, por la Parusía de nuestro Señor. Satanás no quiere que se hable de la Parusía porque sabe que será destruido el anticristo, el lugarteniente del demonio aquí en la tierra con la presencia y majestad de Cristo Rey, bajando del cielo. Lo dicen las Escrituras, pero desgraciadamente no lo queremos tener presente, ni tenerlo en cuenta, ni que se nos recuerde.
Lamentablemente la mala formación del clero, no de hoy sino de muchos años atrás, ha hecho que todas esas verdades no sean firmemente recordadas a los fieles por lo que parecería un loco aquel que lo haga pues estaría fuera de contexto. Personalmente, me importa muy poco estar fuera de la moda; es más, si queremos conservar nuestra fe, la fe católica, apostólica y romana, si queremos morir en la verdadera Iglesia de Dios en los momentos actuales que nos toca vivir, debemos tener una espiritualidad profundamente apocalíptica para defendernos del mal que destruye la Iglesia, brindándonos una religión sin Cruz.
Esa es la misión de todo sacerdote modernista, propagar una religión sin Cruz, una religión sin dogma de fe; eso es el ecumenismo, mancomunar a todos los hombres en un credo sin dogmas que dividan, es una realidad. ¿Qué pasa con ese proceso sino la judaización de la Iglesia católica? El baluarte de la verdad está en la sacrosanta religión católica que se conserva en la Tradición. Ahora bien, no puede haber Iglesia Católica sin tradición, que no es de hombres sino divina y no es más que la transmisión del depósito de la fe desde nuestro Señor Jesucristo y los apóstoles; es la que nos da la garantía de la verdad, aunque seamos una ínfima minoría. Y como minoría tenemos que ser valientes para defendernos de cara al mundo, porque en el nombre de Dios se nos cortará la cabeza. Vaya si no habrá peor fariseísmo, pero esa será la realidad.
“No todo aquel que dice ¡Señor, Señor! se salvará”, no todo el que dice ¡Dios, Dios! se salvará, porque Dios, el Dios verdadero es Uno y Trino y no es el falso dios de los mahometanos, de los judíos, de los testigos de Jehová, de los protestantes, de los budistas, de los animistas, sino el de la revelación. Ese es nuestro Dios que se hizo carne para redimirnos y salvarnos del mal. Ese mal que debemos tener presente existe, al igual que el enemigo, pero no debemos escandalizarnos y, eso sí, cuando lo detectemos, cercenarle la cabeza; por eso la Iglesia tiene el arma de la excomunión que es guillotinarle la cabeza a cualquier miembro que está pudriendo desde dentro la fe. También hay que saber sufrir el mal porque no siempre es fácil detectarlo y al arrancarlo, porque podemos también arrancar trigo; esa es la espera de la parábola de hoy, espera hacia el final para que sin confusión ni error se separen los buenos de los malos y que mientras tanto sepamos padecer a los malos y rezar por su conversión para que también se salven, para que no rechacen a Dios ni a la Iglesia; por eso la Iglesia es misionera.
Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que podamos perseverar en el bien y la verdad para que proclamemos siempre en alto esa profesión de fe y así ser fieles testigos de la verdad que es Dios nuestro Señor. +
PADRE BASILIO MERAMO
10 de noviembre de 2002
10 de noviembre de 2002
domingo, 3 de noviembre de 2024
CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA O EQUIVALENTE AL VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este cuarto domingo después de Epifanía el Evangelio nos relata el milagro de Nuestro Señor en el mar: hay una fuerte borrasca, la barca está a punto de hundirse y los discípulos con miedo le piden a nuestro Señor que los socorra. Él les reprocha: “¿Por qué sois tan tímidos y de tan poca fe?”. Como diciéndoles cobardes. Inmediatamente, después de que nuestro Señor ordena al mar que se aquiete, viene una gran bonanza.
Este milagro es llevado a cabo en el mar por Nuestro Señor después de haber realizado muchos en tierra firme, como para dejar claro que Él es el dueño del universo, que impera tanto en la tierra como en el mar y que todo el cosmos le obedece.
Sabemos que la Iglesia es representada por una barca. La barca de Pedro simboliza la Iglesia. La moraleja ilustra una situación que concierne a la Iglesia, a la barca que parece sucumbir ante el furor de las olas y la tempestad, el miedo y la poca fe de los apóstoles mientras nuestro Señor duerme en medio del peligro.
Nuestro Señor estaba realmente dormido, no es como dicen muchos predicadores –que les estaba probando, que fingía dormir–, cuando lo que prueba es la pura realidad de la vida, la verdad y no la ficción. Sería apenas, como dice el padre Castellani –propio de un mal maestro de novicios que prueba con ficciones, cuando hay de sobra ocasiones para probar, que se presentan en el contacto diario con la realidad misma de la vida sin necesidad de estar fingiéndolas y lo que es peor, atribuírselas a nuestro Señor– otorgarle nuestra estupidez al Señor.
¡Pues no! Nuestro Señor dormía, ¿cómo?, ¿cuántas veces en cualquier lugar se queda dormido un niño porque le vence el sueño? Así nuestro Señor, como un niño y mucho más inocente, dormía simplemente por estar fatigado, cansado, pero también aprovecha la ocasión de ese cansancio, para que mientras Él dormía, les quedase más grabado el milagro que iba a ejecutar y mostrarles a sus discípulos, y a nosotros, que debemos permanecer íntegros porque el miedo ante el peligro de naufragar, y de que se hunda la Iglesia, viene de la poca fe.
Es una luz para estos tiempos en que realmente la Iglesia parece que va a ser tragada por las olas. El mar siempre ha designado en las Escrituras el mundo, porque es a través del mar como se ejercía el comercio y se traficaba de un continente a otro trayendo mercancías de Oriente. El mundo siempre ha sido representado por el mar, mientras que la tierra firme significaba y significa la religión. Entonces, es la Iglesia en medio del mar, en medio del mundo, y está a punto de sucumbir, de zozobrar, de hundirse, de naufragar tal cual lo vemos hoy, mucho más que los apóstoles podían haberlo visto en aquel entonces, cuando la Iglesia apenas comenzaba.
Es de gran utilidad para que no temamos ante la crisis que parece hacer naufragar a la Iglesia y que Cristo, aunque parece estar dormido sin hacer nada, está allí, y que confiemos en su presencia, despierto o dormido poco importa; Él es Dios y está en su Iglesia y es Él quien mantiene a su Iglesia. “Hombres de poca fe”, ¿acaso nuestro Señor, dormido como estaba, no podía salvarlos sin que lo despertasen? Por eso el fuerte reproche que les hace. Es más, Santo Tomás dice que también les pudo decir hombres de poca fe porque aun ellos mismos, si hubiesen tenido suficiente fe, hubieran mandado aplacar la tempestad.
Nosotros, hoy, viendo a la Iglesia, la barca de Pedro a punto de naufragar, si somos conscientes y tenemos fe y vemos la situación religiosa del mundo y de la Iglesia, concluimos que es un desastre. Pareciera que va a naufragar, pareciera que la Iglesia va a sucumbir en medio de las olas de la tempestad del mar, de esa tempestad demoníaca, que nos toca sufrir. Y digo demoníaca porque ya no es el simple mundo, los pecados del mundo, sino que excede a lo que siempre hubo; cochina pornografía a través de la televisión, de las revistas, del cine, que antes tenía el nombre distintivo de cine rojo que lo catalogaba como inmoral o impúdico; ahora no tiene nombre, como si hubiese dejado de serlo por estar a la orden del día; se utiliza el adelanto de la técnica también para exacerbar las pasiones del hombre a tal punto que ya no lo satisface ni el mismo pecado; tal desenfreno es demoníaco; utilizar el poder de la técnica para excitar todo aquello que aleja al hombre de Dios, jamás se vio tal perversión.
Lo que hace a la televisión actual demoníaca, no es simplemente un aparato, un instrumento inofensivo, como bien podría serlo si estuviera sanamente encaminado, pero lo está maliciosamente para separar al hombre de Dios y llevarlo al infierno. La música rock y el arte moderno son diabólicos. Son la destrucción del Ser y el Ser lo hace Dios, eso es querer destruir a Dios. No se puede hablar de que sea simplemente sensualidad, lujuria o carne, sino una corrupción total del Ser y vemos a la gente caer en la droga, en la desesperación, en el asesinato, en el suicidio, como algo generalizado, jamás visto; todo eso es demoníaco y no quisiera seguir enumerando para no alargarme.
Si vemos, entonces, en medio de ese mundo a la Iglesia a punto de sucumbir, no temamos y afrontémoslo con fe, sabiendo que nuestro Señor está en su Iglesia aunque no lo veamos, aunque aparentemente no haga nada, pues su sola presencia basta, Él salvará a la Iglesia, es Él quien conminará el mal.
Y viene muy al caso, y no es la primera vez que se menciona al pie de esta crisis sin igual, sin par -no será obtenida la victoria sin la intervención de Dios– aunque no todo el mundo la vea, no será por los pactos, los arreglos, los convenios; tampoco por palabras de hombre ni por mano de hombre –será por el poder de Dios que esta crisis acabará–. De ahí la necesidad de que Él venga. Pero la segunda venida la tenemos muy acallada, demasiado en la sombra, y actualmente es imprescindible entenderla, porque en la Edad Media, en pleno apogeo espiritual y florecimiento de la Iglesia ¡qué importaba!, lo revelado en el Apocalipsis no los implicaba directamente, pero ahora cuando han pasado tantos años y siglos, y cuando vemos realizarse las profecías anunciadas por nuestro Señor, no nos queda más que pedir su segunda venida para que Él venga y restaure su Iglesia, para que nos juzgue por su segunda venida, por su aparición y por su reino.
Tenemos muy acallada la petición del Padrenuestro: “venga a nosotros tu reino”, ese reino aquí en la tierra lo tenemos muy confuso, y por eso en todas las verdaderas apariciones de nuestra Señora, Ella ha tratado de aclararnos la inminencia del peligro, el castigo y el triunfo final de su Corazón, que es el triunfo de Cristo Rey. Ese triunfo tiene que coincidir con la destrucción de la apostasía, del gran misterio de iniquidad y con la destrucción del anticristo, y ese triunfo requiere su venida. Por eso San Pablo, en la epístola de las Misas dedicadas a los doctores, quienes hoy brillan por su ausencia (los doctores en la Iglesia son los obispos), habla de la venida de nuestro Señor y de cómo Él viene a juzgarnos por su segundo advenimiento, y su reino.
Es Él, entonces, quien nos salvará de la situación actual, no es el hombre, no somos nosotros, y de ahí la urgencia de recurrir, de pedir que Él venga, como lo pide San Juan: “Ven, Señor Jesús”; como termina el Apocalipsis, en el cual se nos muestra toda la Historia hasta el final de los tiempos y por lo mismo es el último libro del Nuevo Testamento y también su única profecía (el Antiguo está lleno de ellas), porque es la gran profecía próxima al segundo advenimiento de nuestro Señor y de los acontecimientos en su Iglesia; nos muestra la situación al fin de los tiempos que son los nuestros, como lo evidenciamos por doquier con una mínima instrucción religiosa, además de la fe y de la gracia de Dios, porque si no, tampoco se vería.
Por lo que a la religión respecta, la representación misteriosa de las dos mujeres en el Apocalipsis, la gran ramera y la mujer santa y pura, la parturienta vestida de sol. Qué significan esas dos mujeres sino el Israel de Dios, la religión, y cuántas veces en el Antiguo Testamento Dios trata al pueblo elegido, al Israel de Dios, como una mujer y cuando se porta mal, como una mujer infiel que ha fornicado y adulterado. Pues eso significa la fornicación en lenguaje sacro, la adulteración de la religión, eso es la abominación, por lo que esas dos mujeres están mostrándonos al fin de los tiempos, el estado de la religión; dos polos, la religión fiel, la mujer vestida de sol, la parturienta que alumbra (se puede asociar en la santidad a esta mujer y la Virgen María, mas no en su parto como muchos tratan de verlo, pues sería un error teológico ya que la Santísima Virgen no parió con dolor y en la persecución). Ya muchos santos Padres lo han tratado de exponer para que no se haga una falsa exegesis según el capricho de teólogos modernos anteriores a esta crisis; pero, con respecto a las profecías de Dios y su primer advenimiento que muy pocos vieron y se percataron de que ya el Señor se había hecho hombre, cuando ellas Lo identificaban; así estamos ahora en la Iglesia respecto no ya a la primera, sino a su segunda venida, la Parusía.
La otra mujer, el polo corrompido de la religión, el otro extremo, el de corrupción y no el de fidelidad, lo representa la gran ramera, meretriz, esa mujer sobre la bestia y que en su frente lleva la palabra “misterio” lo cual asombró a San Juan, porque es la misma bestia que sale del mar, el anticristo, la mujer sobre el anticristo y vestida de rojo, púrpura, color por excelencia de los cardenales, y bebiendo el cáliz de la sangre de los mártires, aprovechando en su favor la sangre de los mártires y de los santos, para corromper.
A San Juan le llamó la atención el estado de postración de la religión, cabalgando sobre el anticristo, bebiendo la sangre de los mártires. El símbolo de esa ramera nos previene a cuidarnos de las seducciones de esta mujer que no es una bestia pero que está sentada sobre la bestia, peor todavía, tal como está pasando hoy, la religión oficial corrompida, vestida de púrpura, llevando el misterio de su iniquidad en la frente, bebiendo el cáliz de su abominación, aprovechando en beneficio propio la sangre de los mártires y prostituyendo, corrompiendo, adulterando la religión; esa es la Roma que hoy con sus halagos y encantos quiere seducir a la Iglesia fiel, a la religión que ha permanecido fiel. Por eso debemos pedir no ser engañados, para no caer en la atracción de esa gran ramera que lo único que quiere es que forniquemos con ella, que bebamos, embriagándonos con la sangre de los santos mártires. ¡Misterio de iniquidad! Pero ahí lo tenemos y nos toca sufrirlo hasta que culmine y sea la hora de la segunda venida de nuestro Señor.
En ese momento, el mal parecerá haber vencido al bien y la Iglesia verdadera vencida por la falsa, la religión prostituida, y utilizando el nombre de católico, de Dios, y de Roma, pero ya San Pedro siendo Papa de Roma lo escribía; no dice Roma, dice Babilonia, capital de la corrupción, de la prostitución religiosa y moral y, desde aquí, desde Babilonia. ¡Cuidado! Sabiendo interpretar las Escrituras sirvámonos de ellas para conservar nuestra fe, que también según está significado en el Apocalipsis, cada vez más es reducida a su mínima expresión, la elección de las ciento cuarenta y cuatro mil vírgenes es decir, las que no fornicaron con la gran ramera, no corrompieron su fe; por eso son vírgenes.
Pidamos a nuestra Señora que acelere su triunfo que será el triunfo de Cristo Rey y que seamos fieles testigos de nuestro Señor en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, porque no hay otra Iglesia, aunque el anticristo se siente sobre la cátedra de Pedro, como de hecho lo dice claramente nuestra Señora en La Salette con la cara entre las manos llorando; no está riendo, está derramando lágrimas por todo lo que hoy está pasando. Su triunfo será nuestra gloria y de ahí la gran persecución, de una parte, y por otra, seducción y promesas como el obispado o el cardenalato para aquellos sacerdotes imbéciles.
Monseñor Castrillón fue premiado con el cardenalato por haber sido uno de los tres canonistas que propugnaron la libertad religiosa en Colombia, vestido ahora de púrpura e invitándonos a que bebamos de esa profanación del cáliz de sus abominaciones. Imploremos a nuestra Señora luz y fe en estos tiempos terribles. Roma está siendo hoy prostituida; hace lo indecible por absorbernos y Dios nos dé la cohesión y la firmeza, para no dejarnos engañar. Los europeos son ingenuos, ellos no tienen la malicia indígena nuestra, o la oriental, por lo que a veces los gringos, incluso los alemanes, los suizos y los franceses nos parecen, a veces, tontos; el latino tiene esa malicia indígena (gracias a Dios) es una ventaja cuando se la utiliza para el bien, pues crea frutos de santidad: por oposición, es un peligro que un colombiano sea hoy en Roma la voz cantante, el contacto para reducirnos y envolvernos en la abominación en la cual ellos están, porque no tenemos absolutamente nada que pedir, ya que no estamos haciendo nada que no sea conforme a la sacrosanta tradición romana y apostólica.
Entonces, ¿qué nos pueden dar? y ¿a qué precio?, porque una ramera no da nada si no se le paga. El precio será la apostasía, por eso en el fondo no hay nada de qué hablar, simplemente dar testimonio íntegro de la verdad y ese es nuestro deber y para eso tenemos que prepararnos.
Que la Santísima Virgen, como a niños indefensos, nos cubra con su manto, porque el resistir no será producto del esfuerzo humano; es imposible resistir sin la ayuda de Dios, sin la ayuda de nuestra Madre del cielo y a Ella debemos invocar, tal cual como inspirado del cielo Monseñor Fellay pide en estos momentos, (NOTA DEL EDITOR: Obvio esta peticion no aplica en estos momentos donde la FSSPX, ha claudicado) se rece esa oración a la Santísima Virgen María, durante un mes, comenzando a partir del día 16 de enero, que también se llevará a cabo la consagración de la Fraternidad al Corazón doloroso e Inmaculado de la Santísima Virgen María, con la intención expresa de que acelere su triunfo. +
BASILIO MERAMO PBRO.
28 de enero de 2001
28 de enero de 2001
sábado, 2 de noviembre de 2024
viernes, 1 de noviembre de 2024
jueves, 31 de octubre de 2024
Rito Satánico del "Dia de las Brujas o Halloween"
Para Los WICAS, los Druidas, los Celtas, Las Brujas, Hechiceros y Satánicos. Esta es la noche más importante de sus sectas, debido a que es donde se Hacen Sacrificios específicos para Lucifer, ¿Que casualidad que sea precisamente en vísperas de una de las Fiestas Más importantes de la Iglesia Católica Apostólica Y Romana (Todos los Santos y Fieles Difuntos) y justo a unos días de la Fiesta de CRISTO REY (Ultimo domingo de Octubre)?
El enemigo, nunca a dejado la oportunidad (y así lo ha hecho por siglos) de inspirar a las gentes para que se celebren "festividades" que opaquen la Gloria de la Iglesia.
Si regalas dulces, decoras tu casa, disfrazas a tus hijos; en general das cabida a que "sin quererlo" estés participando de un algo, que puede ser de trascendencia Eterna y No precisamente para la salvación del alma, de un rito Satánico.
El truco o Trato, es una forma de "conciliar con el error" Si hay trato con Satanás para que no haga un daño menor (maldiga la casa, lance un hechizo o aviente huevos) es tanto como "vender el alma". Ese Desgraciado, algún día pretenderá cobrar el Favor del TRATO.
Y sus días están Contados, así que está ávido de más almas, porque ya esta condenado.
Alberto González
Editor
domingo, 27 de octubre de 2024
FIESTA DE CRISTO REY (ultimo domingo de Octubre, vigésimo tercer domingo después de Pentecostés)
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
La Providencia divina ha querido que sin estar debidamente acabada esta capilla y a pesar de los trabajos, contratiempos y dificultades se pudiera realizar la ceremonia de hoy, se lleven a cabo estas primeras comuniones y también se celebre el aniversario de los diez años del Colegio en esta fiesta tan importante de Cristo Rey.
Festividad que proclama la realeza social de nuestro Señor Jesucristo, sobre todo en el mundo actual que da la espalda a la Iglesia, a Cristo y a Dios. Por eso su Santidad Pío XI, en 1925, la instituyó a instancias de los cardenales y de otros prelados, viendo la necesidad de concluir prácticamente el año litúrgico con una fiesta que proclamase la realeza de nuestro Señor en el mundo moderno, a pesar de la oposición de la Revolución francesa, de la protestante, de la comunista. Y no era que antaño no se festejara la realeza de nuestro Señor, el seis de enero en el día de la Epifanía de los Reyes magos. Pero era necesario darle más relevancia y por eso la necesidad de hacer una fiesta aparte y así fue que Pío XI quiso, como quien dice, hacer concluir el año litúrgico con esta celebración a nuestro Señor Jesucristo como a Cristo Rey en el último domingo del mes de octubre.
La divina Providencia ha querido que hoy esta capilla tradicional, apostólica y romana hasta los tuétanos y no protestante, no cismática como muchos enemigos quieren hacer ver sino católica, apostólica y romana, realice esa gran fiesta de la proclamación de la primacía universal de nuestro Señor Jesucristo, hoy combatida a la par que es atacada la Iglesia.
Porque la civilización moderna no quiere que Cristo impere, no quiere reconocer que Cristo es Rey del Universo y de las Naciones y ese es el Imperio que Satanás y sus secuaces que no quieren admitirlo; de ahí la pugna, la lucha, el combate que no se ha iniciado hoy sino que comenzó con la primera apostasía de los ángeles malos que no quisieron reconocer a nuestro Señor; esto lo dice el cardenal Pie resumiendo a los santos Padres de la Iglesia, porque les fue manifestado que nuestro Señor se encarnaría y la segunda persona del Verbo se haría hombre y eso fue lo que no pudo admitir Satanás, humillarse ante un hombre que también es Dios.
Ese combate continuó al rebelarse los hombres contra la revelación primitiva y por eso cayeron en el paganismo. Suscita entonces Dios un pueblo tenaz como el judío para que se mantenga esa promesa que sin embargo los judíos traicionan condenando a nuestro Señor y matándolo en la Cruz. Y la lucha continúa a través de los siglos: los mártires de la Iglesia primitiva y todas las revoluciones que se han sucedido con todas sus herejías, hasta la última, la gran apostasía para los últimos tiempos en los cuales ciertamente estamos viviendo y que por eso se da un combate tan atroz contra todo lo que se proclame verdaderamente católico, verdaderamente de Dios.
De ahí también, como lógica consecuencia, la batalla contra la Tradición de la Iglesia católica y contra nosotros, contra monseñor Lefebvre, que no hizo sino guardar el testimonio fiel de la Santa Misa, de la Santa Tradición de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana aunque les pese a muchos obispos, a muchos cardenales y a muchos prelados que se dicen católicos pero que no profesan la doctrina de la religión católica. Uno de los dogmas de la religión católica que no profesan es precisamente el de la realeza universal y social de nuestro Señor Jesucristo. Por eso no quieren que las naciones se confiesen católicas y a eso se debe la libertad religiosa y el ecumenismo. Por lo mismo la igualdad con las falsas religiones; todo esto es una herejía, una apostasía a los ojos de la fe católica, apostólica y romana. Tengámoslo muy en cuenta, mis estimados hermanos, y no claudiquemos en la fe, para defender a Cristo, a la Iglesia, para ser los fieles testigos de nuestro Señor.
Nuestro Señor es aclamado también en el día de ramos, pero en el de la crucifixión fue incluso abandonado hasta por sus apóstoles más queridos; solamente estaban con Él nuestra Señora con algunas mujeres que la rodeaban y acompañaban junto con San Juan; pero nuestro Señor estaba allí solo.
Es muy fácil estar con la Iglesia y con nuestro Señor cuando todo va bien, cuando todo es gloria, pero cuando viene el combate, la lucha, la oposición, la contradicción y sobre todo la proclamación y la confesión íntegra de la fe rechazando todos los errores, entonces ¡ay, oh escándalo fariseo!, desaparecen los amigos, el clero, desgraciadamente para asociarse al mundo impío que reniega de nuestro Señor, que no quiere pertenecer a Cristo y no quiere pertenecer a Dios. Esa es obra de la judeomasonería, por eso las Naciones Unidas no quieren proclamar la realeza de nuestro Señor sino que están auspiciando el reinado del anticristo y eso hay que decirlo para que nosotros no nos añadamos a esas filas de apostasía que terminarán en el reinado del anticristo; por eso todos los gobiernos del mundo y de las grandes potencias no quieren ya ser el brazo de la Iglesia; peor aún, esos reyes y poderosos del mundo quieren que la Iglesia se haga su cómplice.
He ahí el drama, la división, la oposición que el mundo, que Satanás, que es el príncipe de este mundo gane para su causa al clero, a los ministros de la Iglesia y logre socavar desde dentro la Iglesia católica, apostólica y romana. De allí la gran importancia de defender la fe. La misma en la que hemos sido confirmados, la de la Iglesia. No creer como hoy se cree, que uno se salva en cualquier religión, que ya no hay infierno, que la Iglesia católica no es la única arca de salvación y tantas otras cosas que hoy parecieran dogmas comúnmente admitidos por todos, pero que son verdaderas herejías que conculcan la infalibilidad de la fe católica, apostólica y romana.
Por eso nosotros conservamos la santa liturgia tradicional, la Santa Misa de siempre, porque allí donde hay culto hay sacrificio y eso fue aun hasta en el paganismo, y ese sacrificio, ese verdadero culto es el de la Cruz, renovado sobre los altares; no es una sinapsis, no es una cena, por eso sacaron el altar y colocaron una mesa, sino el sacrificio de la Cruz renovado incruentamente, sacramentalmente bajo las especies del pan y del vino, que es el mismo de nuestro Señor en la Cruz.
Eso no puede cambiar y si sucede, es porque se ha alterado la Iglesia y la fe; se han renovado Cristo y Dios. Estos son inamovibles, son eternos. Por eso la Iglesia, aunque está en este mundo, vive en la eternidad de la verdad de Dios y de las cosas de Dios y en esa realidad debemos vivir y morir nosotros para ser de Dios. Por eso, estos niños que hoy van a hacer su primera comunión deben estar bien preparados sabiendo que reciben el cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, que es la segunda persona de la Santísima Trinidad; no hay que olvidarlo, porque si uno sabe que cuando comulga recibe al Rey de los cielos y de la tierra, el cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, ¿cómo es posible que le recibamos de pie, en la mano o en pecado mortal o viviendo en concubinato o creyendo que con el matrimonio civil se está casado? Eso es absurdo.
Todo esto pasa porque se está perdiendo la fe, mis estimados hermanos, la fe en las cosas esenciales de nuestra santa religión, de nuestra santa madre la Iglesia. Y eso es lo que nosotros queremos mantener y proclamar para seguir siendo fieles a nuestro Señor y a la santa madre Iglesia católica, apostólica y romana; no es más, simplemente eso. Y quizás nos cueste el martirio, porque proclamarlo y no callar ante un mundo como el de hoy no es posible sin que haya que verter la sangre. Por lo que todo católico fiel a nuestro Señor debe tener esa entrega de corazón a imitación de Él que dio su sangre en la Cruz por nosotros, y si es necesario, nosotros la demos para no claudicar en la fe y proclamar la realeza universal y primacía de nuestro Señor Jesucristo sobre todo el Universo.
Debemos, pues, pedir en esta Misa de primeras comuniones por estas almas tiernas que tienen la fe, para que conserven la pureza, para que no se manchen por el pecado, como lo deseó San Pío X cuando permitió que todo niño que tuviese entendimiento comulgara no un pedazo de pan sino el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, e hiciese la primera comunión para que antes de caer víctima de Satanás por el pecado, fuese primeramente nuestro Señor quien reinara en esa alma pura.
Si nosotros hemos perdido esa pureza, debemos encontrarla a través de la oración, de la penitencia, del sacrificio y no vivamos de placer en placer como quisiera el mundo de hoy, en que todo es sensual; para eso están la técnica, la televisión, el cine, la radio, los dineros, todo conspira para que vivamos como paganos pensando en la comodidad y no como católicos que estamos en esta tierra de paso para merecer el cielo a través del sacrificio, la oración, la abnegación; para eso es que vivimos aquí, no para ser artistas, no para ser grandes personajes, no para ser ricos, millonarios, famosos o poderosos o lo que fuere, sino para ser buenos hijos de Dios; eso es lo que siempre ha predicado y predicará la Iglesia católica.
Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, nos proteja, que nos conserve en el amor divino, en el verdadero y no en la falsa caridad filantrópica masónica que hoy se nos quiere imponer y que es un puro sentimentalismo pero que no es verdadero amor de Dios, al punto de sacrificar la vida si es necesario por nuestros amigos. Que sea nuestra Señora la gran protectora, porque Ella permaneció de pie en la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo y estará de pie en esta segunda crucifixión de nuestro Señor en su Cuerpo Místico, la Iglesia hoy perseguida, combatida; será Ella entonces nuestro sostén y nuestra abogada. A la hora de la muerte, será también Ella la que nos procure la gracia de la perseverancia final que es lo que rezamos todos los días al decir el Avemaría y al decir el santo Rosario. Supliquemos entonces a Ella que nos mantenga en ese fervor y en esa verdadera caridad y amor de Dios. +
P. Basilio Méramo
26 Octubre de 2002
domingo, 20 de octubre de 2024
DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Vemos en el Evangelio de hoy cómo los herodianos y los fariseos que eran, por así decirlo, los personajes principales de la comunidad judía, siempre estaban al acecho para prender a nuestro Señor y poder juzgarlo, querían matarlo y tener una excusa. Si lo querían matar, ¿por qué no lo mataban de una vez? Porque el mal siempre busca un pretexto, una careta, una apariencia de justicia, de verdad, para encubrir el odio que se sacia sólo con la muerte. Mandan pues a sus discípulos, a sus lacayos, porque tampoco son capaces de ir ellos personalmente y preguntarle a nuestro Señor, hacerle la pregunta que podría ser buena si fuese hecha con recta intención, para salir de la ignorancia; pero no, era todo lo contrario. Era una pregunta dolosa, capciosa, y por eso nuestro Señor les dice: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis?”. Porque hipócrita, como lo eran estos fariseos, herodianos, es el que tiene en su boca una cosa distinta a la que tiene en el corazón.
Esa es la hipocresía, y la peor de las desgracias es acostumbrarse a ella, hablar distinto de lo que se siente en el corazón, mostrar estima y en el fondo destilar veneno, no tener la capacidad de ser veraz y decir al pan, pan y al vino, vino, adular con la boca y odiar y despreciar con el corazón, todo esto forma parte de la actitud del hipócrita. Y los judíos estaban llenos de tal falsedad; por eso nuestro Señor, que no era farsante, se los dice en la cara sin resquemor: ¡Hipócritas! Nosotros no conocemos la intención de corazón como bien la conocía nuestro Señor, pero quizás hubiese menos fingimiento en el mundo y haríamos un favor si detectásemos en alguien esa actitud, decírselo, para que esa persona, por lo menos no se engañe a sí misma, creyendo engañarnos.
Esa es la hipocresía, y la peor de las desgracias es acostumbrarse a ella, hablar distinto de lo que se siente en el corazón, mostrar estima y en el fondo destilar veneno, no tener la capacidad de ser veraz y decir al pan, pan y al vino, vino, adular con la boca y odiar y despreciar con el corazón, todo esto forma parte de la actitud del hipócrita. Y los judíos estaban llenos de tal falsedad; por eso nuestro Señor, que no era farsante, se los dice en la cara sin resquemor: ¡Hipócritas! Nosotros no conocemos la intención de corazón como bien la conocía nuestro Señor, pero quizás hubiese menos fingimiento en el mundo y haríamos un favor si detectásemos en alguien esa actitud, decírselo, para que esa persona, por lo menos no se engañe a sí misma, creyendo engañarnos.
Esa farsa se oculta con la adulación: “Sabemos, Maestro, que tú eres bueno y que llevas a la verdad”. Si sabían todo eso ¿para qué le tentaban? Si saben que es bueno, que es veraz, ¿para qué le preguntan? Pues con el ánimo de sorprenderlo en algo y condenarlo con justa causa. Cosa distinta sería si ellos preguntasen simplemente por querer conocer y saber lo que debía hacerse.
La pregunta era sobre algo muy crucial. Judea estaba bajo el Imperio Romano y debía tributo al César y quien se oponía al César cometía prácticamente un pecado por no saber distinguir bien, entre obedecer al César como gobierno temporal u obedecerle como a divinidad, por eso había que distinguir claramente en qué se le podía rendir tributo y honor al César y en qué no. En todo, menos como a Dios en lo de orden temporal; por eso nuestro Señor les pide la moneda con la que se pagaba el tributo y les responde a su vez, con otra pregunta: “¿De quién es la imagen?”. A lo que seguiría una sabia respuesta: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Esas dos espadas, esos dos órdenes: el temporal y el espiritual están separados porque Dios los quiso distinguir; lo que no quiere decir que no tenga nada que ver uno con el otro y que no haya una subordinación del orden temporal al orden espiritual. Por eso nuestro Señor les dice “...al César lo que es del César...”. Todo lo que es de orden temporal, como emperador que es, que tiene por deber proveer el bien común temporal, en eso le deben tributo y le deben sumisión y obediencia, pero no en el orden espiritual, que compete a la Iglesia. Por eso debemos dar a Dios lo que como a Dios corresponde, ya que nuestra alma es su imagen y semejanza; es espiritual y se debe a Él.
No es que Dios deje de ejercer su poder, mejor dicho, no es que no tenga poder sobre el orden temporal, es sencillamente que Dios nuestro Señor no quiere ejercerlo directamente, por eso los distinguió. ¿No es lo que quiere el laicismo, negar que Dios tenga ese poder sobre el orden temporal? De hecho se le niega, se le sustrae, corrompiendo la sumisión que se pretende debe tener el orden temporal a la Iglesia y a Dios. Laicismo que se introduce en la misma Iglesia, produciendo ese fenómeno de secularización que está destruyendo a la religión católica hoy mundanizada, secularizada en sus órdenes, en sus sacerdotes y en sus instituciones. Todo eso muestra que no se está dando ni al César lo que corresponde al César ni a Dios lo que es de Dios, sino que impera una gran confusión y un desequilibrio social, mundial, que afecta de modo directo los mismos fundamentos de la Iglesia católica.
No nos confundamos, no caigamos en el laicismo que le niega a Dios la subordinación del orden temporal y el origen y la fuente de toda autoridad, como la democracia moderna, que hace arbitrariamente al pueblo el origen de toda autoridad, el pueblo y no Dios, lo cual es una herejía; porque el pueblo puede designar la autoridad y ahí habría una verdadera democracia que sería una de las tres formas legítimas de gobierno, pero una cosa es que la designe, y otra muy distinta es que sea la fuente del poder, que sea el principio del mando. En ese pecado hemos caído casi todos, por eso hoy cuando se habla de democracia, más allá de que seamos o no democráticos, debemos aclarar que con la democracia moderna ningún católico puede estar de acuerdo, porque no es el pueblo el soberano sino Dios; algo muy diferente es que el pueblo designe al gobernante, pero no es el que le da la autoridad, pues de él no dimana como de su origen, esto es una herejía, porque atenta contra el derecho soberano de Dios. De ahí que las democracias modernas sean anticristianas, anticatólicas, usurpen la soberanía de Dios y proclamen los derechos del hombre. Dicho sea de paso y sin hacer propaganda comercial, a ese libro que habla de los derechos de Dios, escrito por una feligresa, se le abona el mérito de hablar de los derechos de Dios cuando todo el mundo está idiotizado argumentando los cacareados derechos del hombre, desconociendo los de Dios.
Por eso, es una gracia permanecer fieles a la única y auténtica Iglesia católica, apostólica y romana, esa Iglesia que no puede ser secular ni se puede secularizar en sus instituciones; es la única manera de perseverar en medio de esta destrucción, de esta revolución anticristiana directamente dirigida por Satanás desde el infierno, y que tiene hombres como lacayos que en este mundo no hacen la obra de Cristo, sino la obra del demonio, la obra del anticristo; de ahí, que más que nunca debemos tener presente cuál es la verdadera faz de la Iglesia, para no caer en ese escándalo, porque es un escándalo público, que en vez de una Iglesia veamos a una ramera pretendiendo ser la esposa de Dios. Es inadmisible y perdónenme mis estimados hermanos el ejemplo: es como si una prostituta se hiciese pasar por señora, como la reina, esposa del rey. La Iglesia católica, apostólica y romana es inmaculada en sus instituciones, en su moral, en su doctrina, en su evangelio. Otra cosa es que dentro de la Iglesia haya buenos y malos; santos y pecadores; píos e impíos; pero eso es en el ámbito personal que cada uno cumpla o no los mandatos y los preceptos de la Iglesia. Pero la Iglesia como institución divina, como obra de Dios, que no puede ser sino inmaculada y pura y verdadera Iglesia, es aquella que es una, santa, católica y apostólica aunque haya miembros que no sean puros ni inmaculados, porque caeríamos en el error de los jansenistas. Pero la Iglesia como institución es inmaculada. Una Iglesia que se presente en sus instituciones, en su doctrina y en el evangelio secularizada, prostituida por estar en connivencia con los reyes de esta tierra, esa no sería la Iglesia católica.
Nuestro Señor dice, y lo recuerdo con insistencia, que no todo el que dice “¡Señor, Señor!” entrará en el reino de los cielos; que quién es mi hermana o mi hermano, sino el que hace mi voluntad, el que guarda mi doctrina, el que guarda mi palabra, el que es fiel; por lo mismo, la incertidumbre de si cuando Él venga encontrará fe sobre esta tierra, y menciona la gran apostasía, corrupción generalizada, institucionalizada.
Preocupémonos de pertenecer a la verdadera Iglesia conformada por todos los que dispersos por el mundo permanecen fieles a Cristo. Por eso San Agustín decía que la Iglesia la conforman todos los fieles a Cristo, dispersos por el mundo entero y los que no son fieles a Cristo no pertenecen a la Iglesia, como no pertenecen a ella ni los herejes, ni los cismáticos, ni los excomulgados.
¿Y qué pensar de una Iglesia que excomulga a la Tradición y se abraza con el mundo? Eso es muy significativo; es imposible que se excomulgue a la Tradición, porque si se excomulga a la Tradición se está excomulgando a los apóstoles, a los Padres de la Iglesia y a todos los Santos. Más que nunca debemos tener cuidado de pertenecer no sólo de alma, sino también de cuerpo a la única y verdadera Iglesia inmaculada de Cristo nuestro Señor y dar con justicia al César aquello que es del César y a Dios lo que le pertenece y es de Dios. +
BASILIO MERAMO PBRO.
12 de noviembre de 2000
12 de noviembre de 2000
domingo, 13 de octubre de 2024
El milagro del Sol en Fátima, conmemoración de 107 años
A ciento seis años del gran milagro del sol , anunciado con antelación por la Santísima Virgen María a los tres pastorcillos en Fátima, todo esta a punto para la gloriosa Parusía de Nuestro Señor JesuCristo.
NOTA: Recomendamos el video de este link: https://youtu.be/RFlhwStkbqk
DOMINGO VIGÉSIMO PRIMERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
En este domingo vigésimo primero después de Pentecostés, el Evangelio nos ofrece una parábola que podemos denominar parábola del deudor desaforado. Comenta San Jerónimo que en Siria y Palestina, de modo particular en la provincia de Siria, lugar donde nació Nuestro Señor, la gente era muy dada a comprender las cosas más que por la enunciación de un precepto, por comparaciones con imágenes de la vida real; por eso Nuestro Señor, para demostrar el principio que quiere enseñar a sus discípulos y a todos aquellos que lo seguían, en vez de formularlo, relata esa parábola que al conocerla queda grabada en la mente del pueblo por su fácil comprensión.
El precepto consiste en perdonar a nuestros deudores, así como nosotros tenemos necesidad de ser perdonados por Dios. Es sencillamente lo que pedimos en el Padrenuestro: "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores"; seremos perdonados en la medida en que perdonemos y no seremos perdonados en la medida en que no perdonemos. Eso es lo que Nuestro Señor quiere mostrar en esta parábola. La desproporción entre la cantidad inmensa de los diez mil talentos que este hombre adeudaba al rey y el rey por pura misericordia le perdona toda la deuda y lo deja libre. Y éste a su vez al consiervo, que le debía una pequeña suma, casi lo estrangula y lo manda apresar para que le pague.
Esa es la moraleja: la imagen muestra la misma situación de cada uno de nosotros con respecto a Dios cuando no perdonamos a nuestros hermanos que nos adeudan poca cosa. Por mucho que consideremos se nos ha hecho en contra, de palabra, obra o como fuere, no sería nada comparado con la inmensa deuda que tenemos con Dios. Deuda inmensa contraída por nuestros pecados y que tiene que ser pagada. Y lo que Dios nos pide es la cancelación de la mínima deuda que tengamos con nuestros posibles acreedores, nuestros prójimos. ¡Qué sencillo es ser perdonado! Y, sin embargo, que difícil es que perdonemos de corazón a los demás, sin rencores, sin que guardemos en el repliegue de nuestra alma el recelo, el resentimiento, y hasta el odio hacia los demás. Esos sentimientos conculcan incluso la paz social, la paz familiar y la convivencia de la sociedad; todo el mal se podría centrar allí en ese odio, en ese resentimiento, en esa falta de perdón; y ¿cómo pretendemos ser perdonados, si no perdonamos? Es absolutamente imposible, porque tendríamos la misma actitud ruin de este deudor desaforado.
Hay que ser ruin para no perdonar al que nos debe poco, cuando nosotros debemos mucho más a Dios y le pedimos clemencia y misericordia. Este es el estado del alma de este deudor que no quiso perdonar a su hermano, y ese estado de ruindad lo ejercemos nosotros cuando guardamos rencor, cuando guardamos odio, cuando no perdonamos de corazón. Y hay que aclarar una cosa: el perdón no es no ver la injusticia; sino el perdonar el mal cometido, lo que se perdona es al pecador, lo que se perdona no es el error, es a quien yerra; se perdona al pecador pero no se hace desaparecer la injusticia ni el pecado ni el mal. Es cosa muy distinta. Y como todos somos pecadores, entonces todos debemos perdonar para merecer en retribución el perdón. Dicho sea de paso, con respecto a la traducción del "Padrenuestro" al español, que expresa con claridad, lo cual por cierto carece el francés, ya que nuestra lengua es mucho más rica y, por tanto, más precisa, cuando en español decimos "perdónanos nuestras deudas" y que ahora erróneamente,
contraviniendo la precisión de una verdad teológica, se reemplaza por "ofensas"; esta nueva versión no especifica con exactitud el sentido que tiene la deuda. Una deuda es un débito que hay que retribuir y la ofensa se perdona pero si no se retribuye el débito queda, aunque la ofensa sea perdonada queda el débito y por eso en la sana teología de la Iglesia siempre se ha distinguido entre la culpa y la deuda, entre la culpa o la ofensa y el débito o deuda que queda. Una persona que muere en estado de gracia, ¿por qué va al purgatorio si están perdonadas sus ofensas? Porque le quedan todas las deudas contraídas por los pecados mortales y veniales; a esto se atribuye la existencia del purgatorio, porque no se ha saldado la deuda, no se es digno todavía de entrar en el cielo, se necesita purificar en el purgatorio la deuda, no la ofensa, a no ser la ofensa de los pecados veniales no perdonados aún.
Vemos, pues, cómo se van borrando en esas malas traducciones las verdades esenciales de la fe católica, se va quitando precisión y no por simple descuido, que ya sería una estupidez, sino porque en el fondo también la nueva teología niega el purgatorio y hasta el infierno. ¡Qué les va a importar ya hablar de deudas! ¿Cuáles deudas? Si "todos somos libres", nadie le debe nada a nadie, si con "la dignidad del hombre", "la libertad del hombre", "el hombre es soberano", "los derechos del hombre", "el hombre con su libertad", ¿qué deudas? Ninguna deuda, toda deuda quedó cancelada. Eso es lo que enseña la teología liberal; barre con las deudas, con el débito que nos obliga a pedirle a Dios, para que a través de los sacrificios, la abnegación y las penalidades, purguemos en la tierra y purifiquemos nuestras almas aquí y no en el purgatorio que será mucho peor. Pero como el mundo de hoy es sordo a lo que no sea confort, goce, sensualidad; nada que comporte sacrificio, abnegación, renuncia; ese es el ideal del hombre moderno: "vivir para gozar", tal es el ideal pagano, ideal del renacimiento, que se llamó Renacimiento porque era el
paganismo que renacía después de la Edad Media; cuando el ideal del cristiano, del católico, es todo lo contrario: merecer el cielo a través del sacrificio, un programa muy distinto.
Para que paguemos, pues, nuestras deudas con Dios, perdonemos las ofensas y las deudas de nuestro prójimo y seremos perdonados. Así cumpliremos con el Padrenuestro, para rezarlo verdaderamente en paz, porque si dejamos esa ruina en el alma y guardamos ese egoísmo, esa falta de perdón, esa falta de generosidad, no podemos rezar en paz con Dios y dignamente el Padrenuestro.
Roguémosle a Nuestra Señora, la Virgen María, que nos dé la capacidad de perdonar a nuestros hermanos y que así Dios perdone nuestros pecados.
PADRE BASILIO MERAMO
5 de noviembre de 2000
lunes, 7 de octubre de 2024
7 Octubre Batalla de Lepanto
La batalla de Lepanto fue un combate naval de capital importancia que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 en el golfo de Lepanto, frente a la ciudad de Naupacto (mal llamada Lepanto), situado entre el Peloponeso y Epiro, en la Grecia continental.
Se enfrentaron en ella los turcos otomanos contra una coalición cristiana, llamada Liga Santa, formada por los reinos de las Españas, Venecia, Génova y los Estados Pontificios. Los cristianos resultaron vencedores, salvándose sólo 30 galeras turcas. Se frenó así el expansionismo turco por el Mediterráneo occidental. En esta batalla participó Miguel de Cervantes, que resultó herido, sufriendo la pérdida de movilidad de su mano izquierda, lo que valió el sobrenombre de «manco de Lepanto». Este escritor, que estaba muy orgulloso de haber combatido allí, la calificó como «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros».
Antecedentes de la Liga SantaEn 1570, después de unos años de tranquilidad, los turcos inician una expansión atacando varios puertos venecianos del Mediterráneo Oriental. Atacan Chipre con 300 naves y ponen sitio a Nicosia.
Venecia pide ayuda a las potencias cristianas, pero sólo el papa Pío V les responde. El Papa consigue convencer al rey de España para que también ayude, y se forma una armada para enfrentarse a los turcos. Esta armada se reúne en el puerto de Suda, en la isla de Candia (Creta).
Por parte veneciana hay 136 galeras, 11 galeazas y 14 naves, al mando de Jerónimo Zanne, Antonio de Canale y Jacobo Celsi.
Las fuerzas pontificias constan de 12 galeras al mando de Marco Antonio Colonna.
Felipe II aporta 50 galeras mandadas por Juan Andrea Doria (sobrino del fallecido Andrea Doria), que debía ponerse a las órdenes de Colonna.
En total suman 187 galeras, 11 galeazas, un galeón, 7 naves más, con un total de 1.300 cañones y 48.000 hombres, de los que sólo 16.000 son gente de guerra.
Mientras los generales cristianos discuten la forma de hacer frente a la situación, el 9 de septiembre los turcos toman Nicosia. Juan Andrea Doria, al ver que no hay acuerdo posible entre las fuerzas cristianas, decide volverse a Sicilia el 5 de octubre.
En su regreso a sus bases, las fuerzas venecianas y pontificias sufren un temporal en el que se pierden 14 de las galeras venecianas.
El Papa y Venecia culpan al almirante español del fracaso de la operación.
Los motivos de Juan Andrea Doria para no emprender un ataque contra fuerzas turcas superiores se basaban en el mal estado de las dotaciones y del armamento de las galeras de Venecia.
La Liga Santa
La armada aliada estuvo al mando de don Juan de Austria, secundado en la armada real por Álvaro de Bazán, Luis de Requesens y Juan Andrea Doria, mientras que la veneciana iba capitaneada por Sebastián Veniero y la pontificia por Marco Antonio Colonna. Entre todos reunían más de 200 galeras, 6 galeazas y otras naves auxiliares. La escuadra turca —al mando de Alí Bajá (señor de Argel y gran marino a las órdenes del sultán turco Selim II)— contaba con 260 galeras.
Ante el fracaso de esta expedición, Pío V reúne a plenipotenciarios reales y venecianos para tratar de tomar medidas efectivas contra la expansión turca por el Mediterráneo. Las discusiones se centran sobre las misiones de la Liga y la duración de la concentración de fuerzas, con posturas encontradas entre venecianos y de las españas. Los primeros quieren restringir su ámbito al Mediterráneo Oriental, mientras que los españoles quieren incluir las costas del norte de África.
Gracias al empeño personal del papa, el 24 de mayo de 1571 se llega a una solución de compromiso:
La duración será ilimitada.
Servirá tanto para atacar a Turquía como para atacar las plazas turcas del norte de África.
La armada estará formada por 200 galeras, 100 naves, 50.000 infantes y 4.500 jinetes.
Esta armada deberá estar preparada para entrar en acción en abril de cada año.
España sufragará tres sextos de los gastos, Venecia dos sextos y la Santa Sede el sexto restante.
El generalísimo de la liga será Juan de Austria, y cada nación aportará un Capitán General. Estos tres capitanes generales, reunidos en consejo, acordarán el plan anual de operaciones.
Ninguna de las partes podrá ajustar tregua ni paz con el enemigo sin participación y acuerdo de las otras dos.
El generalísimo no llevará estandarte propio ni de su nación, sino el especial de la Liga.
Una vez aprobado el tratado, el Papa intenta que se unan al mismo Portugal, Francia y Austria, sin conseguirlo. Francia incluso pactó con los turcos.
Mientras tanto, los turcos continúan con su campaña de conquista de Chipre, y forman una escuadra de 250 velas y 80.000 hombres para devastar y saquear algunos de los puertos venecianos del Adriático.
El 4 de agosto, por falta de vituallas, cae Famagusta, con lo que se completa la conquista turca de Chipre.
Reunión de las escuadras
Una vez escogido el puerto de Mesina como punto de reunión de las escuadras, comienzan a llegar al mismo las diferentes escuadras.
Los primeros son los venecianos, que llegan el 23 de julio y traen, por ahora, 48 galeras y cinco galeazas.
Poco después arriban las 12 galeras del Papa bajo el mando de Colonna.
Juan de Austria y Sancho de Leiva salen de Barcelona el 20 de julio con las galeras del rey. Recalan en La Spezia para recoger tropas alemanas e italianas, y llegan a Nápoles el 9 de agosto, donde el 14 recibe Juan de Austria el estandarte y las insignias de la Liga Santa, diseñados por el Papa y en el que aparecen los símbolos de las tres comandos. Arriban a Mesina el 23 de agosto.
Faltan por llegar las escuadras de Álvaro de Bazán, Juan Andrea Doria, Juan de Cardona y 60 galeras venecianas. A primeros de septiembre ya está toda la flota reunida, y su composición es:
Reinos de las españas:
90 galeras
24 naves
50 fragatas y bergantines.
Venecia:
6 galeazas
106 galeras
2 naves
20 fragatas.
Estados Pontificios:
12 galeras
6 fragatas.
Las galeazas eran los navíos más potentes gracias a su gran aportación artillera. Las galeras eran impulsadas por remeros profesionales o por «chusma», gente que había sido condenada, por cualquier delito, a este duro trabajo.
Las piezas artilleras de toda la escuadra eran 1.250.
Pese a la gran cantidad de navíos reunidos, a Juan de Austria le preocupaba el mal estado de muchos de ellos, debido a que muchas de las galeras italianas se habían construido rápidamente y otras tenían los espolones desgastados o podridos a causa de sus largas esperas en los puertos de amarre. Pese a ello se decidió que podrían aguantar.
La Liga Santa logró reunir un total de 91.000 soldados, marineros y chusma. 34.000 soldados, 13.000 tripulaciones y 45 galeotes. Por la parte real eran 20.231 los soldados, de los cuales sólo 8.160 eran nativos de la penínsual Ibèrica, italianos 8.160 y alemanes 4.987. Además se unieron 1.876 caballeros y aventureros.
A causa de la escasez de gente en las galeras venecianas, Juan de Austria decide embarcar en ellas a 4.000 infantes españoles1, para reforzar su guarnición. También embarca a 500 arcabuceros españoles en cada galeaza.
1. Al decir infantes o arcabuceros españoles se quiere decir «al servicio de España», ya que parte de ellos eran italianos o alemanes.
Salida a la mar de la flota cristiana
El 15 de septiembre salen las naves de Cesar Ávalos para esperar al resto de la flota en el Golfo de Tarento.
El 16, sale el resto de la flota cristiana. En vanguardia van 8 galeras exploradoras, al mando de Juan de Cardona, general de la escuadra de Sicilia. Sus órdenes son ir 8 millas por delante del grueso de la fuerza. El resto de la fuerza va dividido en cuatro cuerpos. Su formación era la del águila, pero sin pico.
El primero, que será el cuerpo derecho en combate, lo manda Juan Andrea Doria, con 54 galeras. Llevan grímpolas verdes.
El segundo, que será el centro en combate, lo manda Juan de Austria, y lleva 64 galeras con grímpolas azules.
El tercero, cuerpo izquierdo en combate, lo manda Agustino Barbarigo y son 53 galeras con grímpolas amarillas.
Y el cuarto, que es la escuadra de socorro o de reserva en combate, lo manda Álvaro de Bazán. Está formado por 30 galeras con grímpolas blancas.
Cada uno de estos cuerpos lleva dos galeazas, que en caso de combate se pondrán por delante de la formación principal. Los cuerpos están formados sin tener en cuenta la procedencia de los buques, intercalando buques venecianos, reales y pontificios.
Encuentran tiempo borrascoso y vientos contrarios, lo que les impide pasar Otranto hasta el 24 de septiembre, dejando atrás a las naves de vela.
Gil de Andrade, que lleva con sus galeras la exploración lejana, informa de que la flota turca se encuentra en el golfo de Lepanto, al resguardo de sus castillos.
Juan de Austria decide dirigirse a Corfú, convocando consejo de guerra, ya que, al haber dejado atrás a las naves de vela, no disponen de medios de sitio para atacar los fuertes de Lepanto. Deciden embarcar seis piezas gruesas de artillería de la defensa de Corfú, y salen a la mar el 30 de septiembre.
Se plantea un problema de competencias entre don Juan y los venecianos. El problema se origina en una galera veneciana, donde por defender cada uno a su gente, se enfrentan con las armas el capitán de la galera y el capitán de los soldados embarcados, resultando herido el veneciano. El almirante veneciano, Veniero, hace ahorcar al capitán de los soldados puestos por don Juan, por lo que éste convoca consejo de guerra, del cual excluye a Veniero, llamando a Barbarigo en su lugar. Juan Andrea Doria se manifiesta partidario de volverse a las españas y dejar solos a los venecianos, a los que considera poco de fiar, dada su experiencia anterior.
Los generales al servicio del rey que hablan después de él, defienden esta postura, pero Álvaro de Bazán opina lo contrario. Dice que el hecho de que Veniero haya hecho un disparate no es motivo para tirar por la borda todo el esfuerzo hecho hasta el momento. Los que hablan después de don Álvaro apoyan su postura. Cierra el consejo don Juan, diciendo «Adelante, sigamos el parecer del marqués», y deciden salir a la mar muy de mañana, formar línea de combate a 15 millas de las bocas de Lepanto y esperar 2 horas, y, si no saliese el enemigo, disparar sus cañones y volverse.
LA BATALLA
Preparativos de los cristianos
Estos fueron según consta en la orden general de navegación y combate dada por D. Juan de Austria, capitán general de la armada combinada de la Liga Santa o Santa Liga Cristiana, en el puerto de las Leguméniças el 9 de septiembre de 1571:
Deben tener mucho cuidado los que gobiernan la Armada de mantener vivo en sus gentes el espíritu religioso «á tal que Dios nuestro Señor nos ayude en la santa y justa empresa que llevamos».
También se ordena que la flota viajará con una avanzadilla 20 ó 30 millas delante de la Armada, a cargo de "Fray Pedro Justiniano, Prior de Mecina y Capitán general de las galeras de San Juan de Jerusalén, con seis galeras y dos galeotas".
En la misma orden de navegación, se ordena que la 4.ª escuadra llamada "el Socorro", y que estará compuesta por 29 galeras, y «por Capitán de ella ha de ir Don Juan de Cardona, Capitán general de las galeras de Sicilia» ha de ir en retaguardia de toda la Armada recogiendo las galeras que se queden retrasadas evitando que ninguna se quede atrás. Las galeras de la escuadra el Socorro llevaban un «gallardete de tafetán blanco con un asta de pica, cuatro brazas encima del fanal».
Se ordena así mismo que toda la Armada debe proveerse de abundante agua «donde se hubiere de hacer aguada», que se almacene en las galeras y que no se gaste más que para lo necesario. Ya que ha ser tan grande la Armada, se teme tener dificultades para conseguirla en un único punto, y ordena por tanto que intenten aprovisionarse con una distancia de cinco o seis millas una escuadra de la otra y, en caso de tener por necesidad que hacerlo toda la Armada en el mismo punto, se hará toda la Armada junta.
La orden dice que la escuadra de vanguardia debe retrasarse a los lugares ordenados y las dos galeotas de Fray Scipion Ursino y Francisco de Mecina han de acudir al marqués de Santa Cruz a recibir órdenes.
Las galeazas, según la previsión de la orden de navegación y combate de 9 de septiembre de 1571, cuando llegue el momento de la batalla se distribuirían de la siguiente manera: La galeaza Capitana y la de Andrea de Pessaro con la escuadra de batalla siendo remolcadas por ésta, y en el momento preciso se colocarían delante de la escuadra «en derecho de la Real á tiro de cañón», esperando la orden para que se sacaran fuera de la batalla. Las dos del Duque de Florencia, Capitana y Patrona irían al ritmo de la batalla y lucharían en la parte derecha (Capitana) e izquierda (Patrona) de la Real. Las galeazas de Don Ambrosio Bragadini y Jacobo Gozo irían con el cuerpo derecho de la Armada a cargo del Marqués de Santa Cruz, posicionándose para la batalla delante a la misma distancia; el Marqués se tenía que hacer cargo de remolcarlas y pasarlas delante. Las dos galeazas de Antonio ragadini y Vicencio Quirini irían en el cuerpo izquierdo a cargo del Proveedor Soranzo, encargándose el Proveedor Sorano de remolcarlas y posicionarlas para la batalla.
El 30 de septiembre partió la Armada de los molinos (cerca de Corfú) y llegó a Leguminici (Albania) llamado antiguamente Epiro, un puerto con abundantes suministros. Llegó una de las fragatas que había llevado Gil de Andrade, avisando que el turco se encontraba en el puerto de Lepanto, antiguo Naupacto y que había enviado 60 navíos de remo y dos naves a Corn con enfermos para dejarlos allí.
Ordenó Don Juan de Austria a los que estaban retrasados en Corfú que se dieran prisa y que pusieran orden, pues el tiempo era de suma importancia. La Armada siguió en Leguminici, incluso después de llegar Antonio Colona (los retrasados en Corfú), por el mal tiempo reinante, saliendo del puerto el miércoles 3 al amanecer, si bien llevaban preparándose para la batalla desde el día 1.
Al llegar ese mismo día 3 a las 9 de la mañana al Cabo Blanco, cerca de Chafalonia, ordenó Don Juan de Austria prepararse para la batalla a toda la Armada. Don Juan personalmente fue por un lado de la Armada poniendo en orden de batalla y por la otra, el Comendador mayor de Castilla. Navegaron toda la noche hasta las 4 de la mañana y llegaron al puerto de Fiscardo en el canal de Chafalonia. Llegó ese mismo día un barco desde Candia y les contó que Famagusta había caído en manos del turco y que todos habían sido degollados.
Durante los siguientes días hasta el de la batalla, fueron aproximándose al puerto de Lepanto, enviando Don Juan vigías por mar y tierra para descubrir la armada turca. El domingo, la guardia que estaba en los calces de la Real, avisó que había descubierto una vela latina, y al poco toda la Armada turca. Don Juan ordenó subir vigías a los calces y que trataran de contar. Al poco llegaron los vigías de tierra confirmando que se trataba de la armada enemiga.
Mandó Don Juan disparar una pieza de artillería y otras señales previstas para avisar de la batalla. Se embarcó en una fragata con Don Luis Cardona, caballerizo mayor y con su secretario Juan Soto, y fue animando a sus soldados hablándoles de la victoria segura, pues iban a pelear por Dios, afirmando que lucharían hasta perder la vida, pues si la perdían, la ganarían.
Poco antes de la batalla, se puso Don Juan de rodillas y oró a Dios pidiéndole la victoria para los suyos. Lo mismo hicieron todos los de la galera Real y del resto de la Armada. Tras esto les fue dada la absolución por los padres jesuitas y capuchinos enviados por su Santidad con el jubileo. Cuenta Don Juan que en ese momento «fue el mar aquietado de tanta bonanza, cuanta se pudo desear y forzó a la armada enemiga a plegar su velas y venir a remo», lo que permitió a la Armada cristiana ponerse en orden de batalla, especialmente el cuerpo izquierdo.
Según lo acordado, el «Balsâ» disparó una pieza para pedir batalla, que fue contestada por Don Juan con otra aceptando. Tras navegar una o dos millas en dirección al «Balsâ», «mandó Don Juan segundar otra vez significando que aseguraba la batalla».
A la vista de la cantidad de velas, algunos propusieron reunión del consejo de guerra, a lo que don Juan responde: «Señores, ya no es hora de deliberaciones, sino de combatir».
Preparativos de los turcos
Alí había llamado a todos sus almirantes para concentrar sus fuerzas en Lepanto. El último en llegar fue Mahomet, rey de Negroponte, con 60 galeras y 3.000 soldados.
En total reunieron 210 galeras, 63 galeotas y 92.000 combatientes, de los cuales 34.000 eran soldados, 13.000 tripulaciones y 45.000 galeotes. La «chusma» estaba compuesta de prisioneros cristianos capturados en distintas batallas o asedios. Además, las piezas artilleras ascendían a 750, menos que las cristianas, aunque los arqueros llevaban flechas envenenadas y fueron muy útiles en los abordajes.
Al igual que la flota cristiana, están divididos en cuatro cuerpos. Su formación era de media luna.
El primero, cuerpo derecho, al mando de Mahomet Siroco, gobernador de Alejandría, formado por 54 galeras y 2 galeotas.
El segundo, centro, mandado por Alí Bajá, general en jefe, con 87 galeras y 32 galeotas.
El tercero, cuerpo izquierdo, lo manda el corsario Cara Hodja (Kodja) con 61 galeras y 32 galeotas.
El cuarto, o escuadra de reserva o socorro, lo manda Murat Dragut, y tiene 8 galeras y 21 galeotas y fustas.
Las órdenes eran terminantes. El gran señor Selim II ordenó a Alí salir a la mar en busca de los cristianos y combatirlos donde los encontrara.
Cuando avistan a la flota cristiana, Pentev y Uluch Alí recomiendan retroceder y ponerse bajo la protección de los castillos, pero Alí, cumpliendo órdenes, manda atacar.
El combate
Fresco de la batalla en el museo del VaticanoA las 7 de la mañana las dos escuadras se divisan. En el lado cristiano, Barbarigo, al mando del cuerpo izquierdo, recibe órdenes de pegarse a la costa todo lo que le sea posible, para evitar que las galeras turcas lo sobrepasen y hagan una maniobra envolvente. El centro se coloca a su lado, pero el cuerpo derecho, al mando de Juan Andrea Doria, tarda en incorporarse a la formación, dejando un espacio libre entre el centro y el ala derecha.
Las galeazas, fuertemente armadas y artilladas, están situadas una milla por delante de la formación cristiana.
Los turcos tienen el viento en popa, pero, cuando están aproximándose, cambia el viento, lo que les obliga a emplear los remos.
Al llegar las primeras galeras turcas a la altura de las galeazas, éstas abrieron un nutrido fuego de artillería y fusilería, lo que hizo que algunas naves turcas empezasen a hacer ciaboga. Alí aceleró su ritmo de boga, para así estar menos tiempo sometido al castigo, y los demás le imitaron.
Pero al acelerar la boga, el cuerno derecho turco se adelantó sobre el resto de la formación, por lo que entabla el combate contra el cuerpo izquierdo cristiano. Algunas galeras turcas consiguen pasar entre las fuerzas de Barbarigo y la costa, y la galera de Barbarigo, la capitana del cuerpo izquierdo cristiano, es atacada por varias galeras turcas. Barbarigo muere en el combate de un flechazo en un ojo, y, cuando su nave está a punto de ser apresada, todas las demás galeras de su grupo acuden en su auxilio, dando la vuelta a la situación y haciendo que los turcos se retiren. Varias galeras turcas varan en la costa, y sus tripulaciones huyen por tierra.
En el centro, la capitana de Alí (la Sultana) embiste, proa con proa, a la de don Juan (la Real), dejando unidas a las dos embarcaciones en una plataforma de 110 metros. Al embicar con el golpe, recibe en su cubierta todo el fuego de artillería y fusilería de que es capaz la galera de don Juan, lo que le produce muchas bajas, repuestas inmediatamente desde otras galeras. Las galeras de Colonna, Veniero, el Duque de Parma y Urbino se ponen al costado de la de don Juan, con lo que se forma una piña de galeras cristianas y turcas en las que se lucha cuerpo a cuerpo. Álvaro de Bazán, con sus naves de socorro, interviene impidiendo que otras galeras turcas puedan unirse a esa piña, y envía 200 hombres de apoyo a la galera de don Juan. Cae rendida la galera capitana turca y los cristianos se apoderan de su estandarte. La lucha duró una hora y media. Con esto, el centro de la flota turca queda deshecho, al igual que antes su flanco derecho. Alí Baja fue abatido por siete disparos de arcabuz y un soldado de los Tercios, Andrés Becerra, descolgó el estandarte otomano y un galeote cortó la cabeza de Alí ofreciéndosela a Juan de Austria. Éste la despreció con gesto de asco y ordenó que la arrojase al mar.
En el ala izquierda turca, Uluch Alí ve que hay un hueco entre el centro y el ala izquierda cristianos, por lo que hace ademán de apartarse del centro turco, para que Juan Andrea Doria le siga y así aumentar la brecha. Cuando ve que ésta es suficiente, se lanza contra el costado derecho del centro cristiano, con sus 93 buques y la gente fresca, produciendo grandes daños a la capitana de Malta, a 10 galeras venecianas, a dos del Papa y a otra de Saboya. Juan de Cardona acude con 8 galeras y el de Bazán con la escuadra de reserva, consiguiendo detener el ímpetu del ataque turco, que estuvo a punto de cambiar la suerte del combate.
Uluch Alí, viendo que todo el centro cristiano se dirige a atacarle y que las galeras de Doria están a punto de llegar, corta los remolques de las galeras que había apresado y consigue huir con 16 galeras.
Juan de Austria sufrió una herida en un pie.
Hasta la puesta del sol continúa el combate a base de escaramuzas entre galeras aisladas, y, al anunciarse mal tiempo, ordena don Juan reunirse y marchar con las presas al puerto de Petala.
Al día siguiente volvieron los cristianos al campo de batalla para recoger y auxiliar a los buques desmantelados y a los náufragos.
Resultados de la batalla
En Petala los cristianos efectúan el recuento de bajas. Se contabiliza la pérdida de 12 galeras cristianas (aunque luego ascendieron a 40 por los graves daños sufridos) y de 7.600 hombres, de los que 2.000 eran españoles, 880 de la escuadra del Papa y 4700 venecianos. Hubo 4.000 heridos.
Se cuentan «170 galeras y 20 galeotas de 12 bancos arriba» apresadas a los turcos, de las que sólo 130 estaban útiles, quemándose las otras 60. Se hicieron 5.000 prisioneros y se liberaron 12.000 cautivos cristianos. Se estimaron entre 20.000 y 30.000 los muertos del bando turco.
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