San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 1 de julio de 2018

La Gran Blasfemia de la "nueva raza contra su Creador"



    Para despistados y modernizados "tradicionaloides"  inclusive.

    La  "fabricación" de independencias,  revoluciones,  bandos  y  banderas,  que la Sinagoga de Satanás, logro incoar en el nuevo pueblo HISPANO AMERICANO, avalado por cierto con la presencia de la Misma Santísima Virgen Maria en Guadalupe,  y valiéndose de los "albañilitos y las "demoniocracias"   hoy  culmino de forma especial  haciendo que los individuos uno a uno,  se presentasen en las Casillas  electorales demoniocraticas  para manifestar  fuerte  y claro,  QUE NO TIENEN MAS  REY QUE AL CESAR.

    Precisamente en la fiesta de la PRECIOSISMA  SANGRE del Mismo  Nuestro Señor JesuCristo,  regocijándose así  de  ella,  y avalando de esa  forma  su adhesión al reino del otro.

DIOS SE APIADE DE TODOS NOSOTROS,  (Hispano parlantes)

MARANATHA

FESTIVIDAD DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Este cuarto domingo después de Pentecostés coincide con la Festividad de la Preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Fiesta que instituyó el papa Pío IX y que Pío XI la extendió a toda la Iglesia, solemnizándola; por tanto, prima sobre el domingo como fiesta de primera clase, reemplaza la Misa del domingo porque las fiestas de nuestro Señor son las mismas que las del domingo en valor. ¿Y qué nos dice?

Nos recuerda la sangre de nuestro Señor, su Sacrificio, su Muerte, su Pasión y nuestra Redención operada en la Cruz. Redimidos, rescatados, liberados de las garras del demonio, del infierno, de la condenación eterna del pecado. Por eso San Agustín decía que la humanidad era condenada en ese sentido por la impronta del pecado, irremediable, irreparable, pero que eso nos mereció la intervención de nuestro Señor y por eso él exclama: “¡Oh feliz culpa que nos diste tan grande Redentor!”. A nuestro Señor que nos redime en la Cruz y nosotros nos aplicamos esa Redención, sus frutos de salvación, asistiendo a la Misa.

Por eso no es lo mismo el Misterio de la Redención, que el Misterio de la Salvación. Y tampoco es lo mismo como acontece en la liturgia moderna, en la pseudoliturgia de una pseudoiglesia, de una pseudoreligión que quiere pasar como verdadera y equipara la Redención al Misterio Pascual. Eso es un error. La Pascua, que es la Resurrección de nuestro Señor, implica la muerte que tuvo nuestro Señor en la Cruz; pero en la Santa Misa no se tiene simplemente simbolizada, o significada la Pascua, sino la muerte de nuestro Señor en la Cruz y por lo mismo es un Sacrificio propiciatorio por nuestros pecados y no una simple conmemoración de lo que aconteció en la Cruz, de lo que le pasó a nuestro Señor, como quería Lutero.

Con la Misa no anunciamos la Pascua, anunciamos la Muerte de nuestro Señor y de modo indirecto la Resurrección. Directa, evidente, objetivamente la Muerte y no la Resurrección. Entonces la Misa no es la conmemoración de la Pascua de nuestro Señor y mucho menos la conmemoración de la Pascua del Antiguo Testamento de los judíos; eso es tergiversar, prostituir la Misa; eso fue lo mismo que hizo Lutero. Por eso para ellos es una cena, un ágape, pero no un sacrificio verdadero que se reactualiza, se renueva; se vuelve a hacer en cada Misa el mismo Sacrificio de la Cruz renovado incruentamente sobre el altar. La diferencia consiste en el modo: en la Santa Misa es incruento y en la Cruz fue cruento, hubo derramamiento de sangre.

Por lo mismo son esenciales las palabras en la consagración del cáliz que hacen alusión al derramamiento de la sangre de nuestro Señor, porque fue a través de su Muerte y de esa separación, representada en la separación de la sangre de su cuerpo. La doble consagración simboliza la Muerte de nuestro Señor, la simboliza y la realiza y esto hay que tenerlo presente, sin adulterar el significado de nuestra Redención, de la Muerte de nuestro Señor; debemos evitar que se confundan los términos.

Al confundir los términos se niegan las verdades esenciales definidas por el concilio de Trento, porque detrás de todo esto hay herejía, y más que herejía hay una gran apostasía que muy pocos perciben. La mayoría de la gente, mucha de buena fe, sigue el error y por lo mismo hay que predicar la verdad para que si se está en el error de buena fe, oyendo la verdad se salga de él y eso es lo que en la misa de hoy se recuerda, nuestra Redención por el derramamiento de la Sangre, de la Muerte de nuestro Señor en la Cruz para rescatarnos del infierno de la muerte eterna, de la separación eterna de Dios. Para que no odiemos a Dios sino que le amemos y eso es lo que quiere la Iglesia, que amemos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todo nuestro espíritu.

No es que el alma sea distinta al espíritu, como piensan los gnósticos, sino que nuestra alma es espiritual, porque las plantas y los animales tienen alma vegetativa, alma animal, pero nuestra alma no es vegetativa ni animal sino espiritual; es un alma racional y espiritual y por eso inteligente y libre para que con la inteligencia conozcamos a Dios y con la voluntad le amemos sobre todas las cosas. Ese es el primer mandamiento. Y demuestro ese amor cumpliendo al asistir al culto divino, al verdadero culto de Dios los domingos y no a una parodia de misa, una cuasi misa, una apariencia ya que no se define como lo que es, sino a la manera que la entienden los luteranos y los protestantes y esa no es nuestra fe.

Así que en esta fecha de la fiesta de la Preciosísima Sangre de nuestro Señor, nosotros, que bebemos de Ella cuando comulgamos, ya que en la Hostia, por concomitancia, está también la Sangre de nuestro Señor, por eso no es necesario comulgar bajo las dos especies.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos beneficiemos de la Sangre de nuestro Señor para que no sea derramada inútilmente y así salvar el alma y dar mayor gloria a Dios. +

PADRE BASILIO MÉRAMO
1 de julio de 2001

Sexto Domingo Después de Pentecostes


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este domingo nos relata el Evangelio la segunda multiplicación de los panes, que como dice sabiamente ese gran exegeta desconocido y despreciado por los suyos, el padre Castellani, cuando nuestro Señor repite un milagro, una acción, tiene un significado distinto al primero porque si no, hubiera bastado una sola vez. ¿Y cuál sería el significado de esta segunda multiplicación de los panes, es que el Señor la hace por medio de las manos de sus discípulos, para que la muchedumbre que le seguía desde hacía tres días no desfalleciere al retornar a la casa en ayunas, sin comer? Y la respuesta, si vemos bien, es que hay una proporción inversa entre la primera y la segunda multiplicación de los panes. En la primera había cinco panes y cinco mil personas comieron y sobraron doce cestos o canastas; en la segunda hay siete panes, sobran siete cestos, sobra menos y hay menos personas que comen, cuatro mil.

De ahí entonces, de esa proporción inversa, nuestro Señor quería significar en esta multiplicación de los panes que no necesita de muchos sino de pocos y sobre todo quería además mostrar el desarrollo, propagación y crecimiento de la Iglesia a través del pan de la palabra divina, de la doctrina, de la palabra de Dios y del pan eucarístico de su cuerpo. A través de estos dos medios se propaga, se desarrolla, crece en manos de sus discípulos, de sus apóstoles y del clero de la Iglesia católica. Y no se necesitan muchas cosas, así como con menos panes produce más. El desarrollo y la difusión de la Iglesia, la expansión de la fe no depende de los medios humanos y mucho menos de que sean muchos y numerosos; al contrario, entre menos, más se sacian y más sobra, como los panes.

Por eso es una tentación que la Iglesia quiera en su expansión utilizar demasiados medios. Si bien se mira, el único es el de la palabra predicada sabiamente y la multiplicación de las misas, que eso es la Eucarístia, que de allí sale la comunión, que allí se opera la Transubstanciación, y allí crece la Iglesia y no con medios políticos, diplomáticos, de influencia y de poder, de grandeza. Todos estos son medios humanos para los reinos del mundo, pero no para la Iglesia y mucho menos el dinero que todo lo puede.

Cuán sabia lección nos deja nuestro Señor para que los ministros y los fieles no caigan en ese grave error de querer difundir la fe a costa de política, de diplomacia, de influencia, de poder y de dinero, porque eso es lo que ha hecho sucumbir más de una vez a regiones enteras en la fe, cuando la Iglesia perdía la libertad de la predicación de la palabra a instancias del emperador, no lo olvidemos. Constantino el Grande abrió las puertas a la Iglesia, la apoyó, la defendió y, sin embargo, miserablemente se dejó seducir por una corte arriana y persiguió a San Atanasio, lo desterró y apoyó a sus enemigos; él fue en gran parte culpable de que el arrianismo no hubiera sido desterrado en el Imperio Romano recién convertido a la Iglesia. Constantino, con el clero y los obispos, por no provocar la ira del emperador no se lo decían, pero hubo un San Atanasio, un San Basilio, unos cuantos, santos, aunque la gran mayoría apoyaba la voluntad del emperador y así fue como se difundió la herejía arriana que había sido condenada en el Concilio de Nicea que él mismo Constantino convocó para ayudar a la Iglesia.

Y ese mismo error, sacado como un perro por la puerta, entra por la ventana. Así se multiplican los yerros cuando se utilizan los medios inadecuados. Por ejemplo, en Inglaterra, ¿Enrique VIII no era acaso el gran defensor de la fe ? ése era el título que tenía; y después ¿no fue acaso por su propia culpa que toda esa nación cayó en el protestantismo anglicano hasta el día de hoy?

La Iglesia y la fe no crecen ni por la política, ni por la diplomacia, ni por las influencias, ni por el dinero; pueden necesitar el apoyo y la ayuda de todos ellos pero no son su primer elemento. El primero es la predicación de la doctrina, de la palabra de Dios y la difusión de la Santa Misa y de la eucaristía, del cuerpo de nuestro Señor y de su sangre; eso es lo que convierte; eso es lo que hace crecer y desarrollar a la Iglesia. Por eso, la Iglesia se basta de instrumentos pobres, mínimos, como los panes, y entre menos panes, más gente come y más son las sobras. Eso es una gran lección y por eso es un error creer que la fe se propaga a través de la televisión y del radio, de las revistas y de los periódicos; esto es mentira y engaño.

Para difundir la fe se necesitan en primer lugar sacerdotes preparados y no monigotes al servicio del poder secular, llámese rey o gobierno, presidente o lo que fuere. Para predicar con la libertad del Espíritu Santo la palabra divina de Dios, es para lo que la Iglesia necesita a presbíteros íntegros y no a curas bastardos, miserables vende patrias y vende iglesias. Por eso, la urgencia de buenos seminarios basados en la teología de Santo Tomás, en la sapiencia de los Santos Padres, en la tradición de la Iglesia y no en algo diferente. La Iglesia necesita apóstoles dóciles que reparten el pan de la palabra de Dios y el de la eucaristía y no la política, no el poder, no el dinero, no la diplomacia.

Hay acciones triviales que mundanizan a la Iglesia, al clero; por eso se ha caído tan bajo porque se ha frivoliza la Iglesia en la parte humana, en sus ministros y en sus cardenales; de ahí viene esa expresión en Italia de bocatto di cardinale, comida de cardenal, de lujo de cardenal, gran pompa, gran banquete, cuando nuestro Señor hacía todo lo contrario. Decía el gran San Juan Crisóstomo, en el siglo V, que el lastre de los bienes materiales llevaba a la Iglesia a su corrupción; esto lo mencionaba para mostrar ese gran peligro si se confunden los medios. Esto se dio también por culpa de los fieles que, faltos de caridad, dejaban de ayudar generosamente cada uno con lo que podía y tenía; y ante esa falta de caridad y de generosidad espontánea, la Iglesia tuvo que atesorar, que guardar bienes materiales para poder satisfacer sus necesidades. De ahí vino el gran mal, ya que acaparando y acaparando se corrompen las conciencias, e igual sucedió al clero; decae la moral y se pierde la predicación de la palabra.

Hoy vemos cuán confundido está todo y por eso vemos decaer la fe. Y no la vamos a recuperar con ninguno de esos medios sino con el de siempre, con la predicación de la palabra, ese simple soplo que no es nada pero que es mucho y es todo si viene de Dios, como debe serlo la doctrina enseñada e impartida en la Iglesia y la propagación del Santo Sacrificio de la Misa. Pero hoy vemos cómo esos dos métodos han sido corrompidos, igual la palabra de la doctrina con el ecumenismo, con el modernismo, con el progresismo, ya que es adulterada; y el otro medio, la eucaristía, también pervertida por la nueva misa.

Entonces, ¿de qué nos vamos a extrañar?, ¿cómo vamos a querer que haya fe, que crezca la Iglesia si se corrompen, a propósito, a instancias de Satanás, esos dos medios de la propagación de la Iglesia, de la de la fe, de los medios de conversión de las almas; esa es la triste realidad. Y por eso hay que ser fieles a la Misa tridentina, a la Misa Romana, católica, apóstolica, porque es ésta la que San Pío V codificó para que nadie osara tocarla ni mancharla, canonizándola para siempre, exenta de todo error y de toda profanación, y no la nueva misa que es protestantizante, que no es romana, que no es católica sino ecuménica para atraer a los demás que no la aceptan, como los protestantes. Esa es la gran diferencia, y por eso se necesitan verdaderos sacerdotes, valientes y bien instruidos, bien formados para que puedan así propagar la Iglesia y la fe con la palabra de la doctrina, con el pan de la doctrina, con el de la verdadera eucaristía, el de la verdadera misa y no de una nueva rubricada a gusto y placer de los protestantes que odian a la Iglesia católica y que rechazan el sacrificio incruento del altar, la Santa Misa.

Pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, que podamos retener en nuestra memoria todo esto y así difundir la fe y se salven las almas. +

PADRE BASILIO MERAMO
20 de julio de 2003