San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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jueves, 30 de marzo de 2017

NIMIO DE ANQUÍN GNÓSTICO HEGELIANO Escrito del P. Basilio Méramo

El filósofo cordobés, de Córdoba La Docta, considerado como uno de los más grandes  filósofos de la Argentina, si no el más grande, para asombro de muchos, no superó si nos atenemos a la clasificación que Santo Tomás hace considerando tres categorías, la de los más rudos que no transcendían de la materia; los que, como Platón y Aristóteles, no superaban la formalidad de la substancia, y la de los que llegaron a considerar el ente (ens) como ente (ens ut ens). Así se expresa el Doctor Angélico en la Suma Teológica: “Los antiguos filósofos paulatinamente, y casi paso a paso, entraron en el conocimiento de la verdad. Al principio, en efecto, casi eran rudos, no estimaban que los entes sean sino los cuerpos sensibles. (…) Los que vinieron después distinguieron intelectualmente entre forma substancial y materia, la cual sostenían que era increada; y percibieron que la transmutación en los cuerpos se hace según las formas esenciales, (…) como Aristóteles, o las ideas, como Platón. De ambas partes, por consiguiente, consideraban el ente particularmente bajo cierta consideración, o en cuanto este ente, o en cuanto tal ente. Y así asignaron causas agentes particulares en las cosas.

Posteriormente surgieron algunos que consideraron el ente en cuanto es ente; y consideraron la causa de las cosas, no únicamente según son esta o tal cosa, sino según son entes”. (S.Th. I, q.44, a.2).

Luego queda claro que los dos máximos exponentes de la filosofía griega: Platón y Aristóteles no llegaron a la consideración metafísica del ente en cuanto ente, se quedaron en el orden esencial de la forma substancial, es decir en el por qué las cosas son tales o cuales en su naturaleza o esencia, pero no por qué las cosas son.

La clasificación hecha por Santo Tomás de Aquino de filósofo de segundo orden de aquel que no llega al nivel metafísico del ente en cuanto tal, le cae a Nimio de Anquín, ya que este no reconocía más filosofía que la de los griegos, con quienes culminaba.

Con Aristóteles queda concluida toda la filosofía, todo lo que viene después es episódico, según de Anquín: “Aristóteles será el último de la serie y el último de los filósofos constructores. En filosofía todo lo que viene después de Aristóteles es episódico” y más adelante repite: “Después de Aristóteles, la filosofía del Ser no avanza un paso”. (De las Dos Inhabitaciones en el Hombre, ed. Universidad Nacional de Córdoba 1971, p.32-34).

Así que la insuperable síntesis metafísica de toda la filosofía de Santo Tomás, como lo reconoce y afirma el P. Julio Meinvielle: “Santo Tomás va a producir una síntesis inédita, la culminación de todo el pensamiento anterior y la más grande realización del pensamiento cristiano”, (De la Cábala al Progresismo, ed Calchaquí, Salta 1970, p. 221), no cuenta, es nada, pura basura, para el “docto” de La Docta, el “Nimio”, que como el término lo indica significó, inicialmente, demasiado - mucho, pero hoy pasa a significar todo lo contrario, pequeño - insignificante.

Para el “Nimio”, que sin llegar a Aquino, se quedó agotado en Anquín, a medio camino con Aristóteles, en quien se agota el pensamiento, tal como lo reconoce:“Estaban ya agotadas las posibilidades del pensamiento racional, es decir, habían terminado con Aristóteles, que hizo la síntesis magna y definitiva. No era posible avanzar un paso más, porque la especulación era estéril en la investigación e inútil en el ejercicio”. (De las Dos Inhabitaciones… p.41).

Nimio de Anquín nació 2400 años tarde, fue un griego del siglo de Alejandro Magno que nació tardíamente, esa fue su tragedia filosófica existencial irremediable, además de su paso por Alemania, donde fue a estudiar becado. Por eso no le queda más que alinearse junto a Hegel para no quedar tan solo en el aire.

No es de asombrarse que de Anquín se haya estancado en Aristóteles, pues para él la  síntesis máxima y definitiva de la filosofía la hizo el Estagirita al haberla llevado a su cúspide, y por eso no entendió ni podía entender jamás la analogía del ser (del ente) ni el acto de ser (del esse ut actus essendi) - que no es la existencia - ni la noción del ser participado (ens per participationem) ni del ente por esencia (ens per essentiam) ni del ser subsistente por sí mismo (esse ipsum subsistens) ni de la distinción real de esse y esencia ni de la diremptio (distancia infinita y caída ontológica, diferencia metafísica radical) ni de la causalidad transcendental y predicamental y se quedó con la noción intuitiva,
unívoca y tautológica del ser (ente), no le quedaba otra salida que ir a parar en Hegel, dada la continuidad lógica que hay entre Hegel y Aristóteles, en quienes el ente se resuelve en la substancia intelectual pura (Esse ipsum intelligens) - al igual que un Juan de Santo Tomás para colmo - en contraposición con la Plenitud de Ser Subsistente (Esse ipsum subsistens-Esse per suam essentiam) de Santo Tomás de Aquino.

Nimio de Anquín se quedó en la inmanencia del ser (ente), nunca comprendió la transcendencia del ser (ente). La concepción unívoca, inmanente e intuitiva del ser, le hacía concebir que los seres son una manifestación del ser en el más riguroso sentido del monismo filosófico, dice así: “Desde luego afirmaremos que la presencia del Ser es natural en la conciencia del hombre”. (Ibídem, p.8), “somos porque somos, somos porque somos seres, porque somos entes del Ser”, “El hombre es un ser, el hombre es porque es un ser, o el hombre es un ente porque es un ente del Ser. Esto podría resultar una tautología, pero ser ente del Ser significa ser una manifestación del Ser”, señalando que: “todo el pensar griego es tautológico porque es inmanente”. (Ibídem, p. 8-9).

Lo primero que cae en el intelecto no es como cree de Anquín la noción del Ser absoluto y eterno, esto es puro ontologismo o innatismo de las ideas al mejor estilo de uno de los padres de la filosofía moderna, Descartes.

Lo primero que concibe el intelecto humano, que no tiene como los ángeles el conocimiento intuitivo por las ideas innatas, es el ente como dice Santo Tomás: “Lo primero que cae en la concepción del intelecto es el ente” (S. Th. I, q.5, a.2), “Lo primero que cae en la aprehensión es el ente, cuyo concepto está incluido en todas las cosas que el intelecto aprehende” (S. Th.I-II, q.94, a.2). Así todo lo que se conoce, intelige o se aprehende por el intelecto, se hace bajo la noción del ente, el ente común (ens commune), no del Ser absoluto como pretende de Anquín junto con Descartes, ni como con este último, lo esgrime la filosofía moderna.

De Anquín comienza mal desde el punto de partida, sin la noción previa del ente nada concebir. El ente es el punto de partida sin el cual no se puede pensar, esto es lo que la filosofía moderna, desde Descartes hasta Hegel no ha visto, pues hace del pensamiento el punto de partida, cuando es exactamente lo contrario. No hay pensamiento sin el ente, que es lo primero que el entendimiento concibe y bajo el cual todo se incluye.

Por no entender esto Nimio de Anquín dice: “pues pensar y Ser es lo mismo”. (De las Dos Inhabitaciones…, p. 13), al igual que Hegel. De qué nos vamos a extrañar entonces cuando también dice: “Hegel, sin cuya presencia hubiéramos seguido durmiendo beatíficamente en el dualismo más obscuro”. (Ibídem, p. 59). Hegel es el gran restaurador de la filosofía griega, del Ser absoluto, para Nimio de Anquín: “(…) la filosofía del Ser eterno restaurada por el idealismo alemán y personalmente por Hegel”. (Ibídem, p. 50-51), más claro no lo puede decir. Es sabido que la filosofía moderna, así como su culmen y máximo representante, Hegel, es gnóstico-cabalística en su fondo, basta leer el libro De la Cábala al Progresismo del P. Meinvielle para darse cuenta. Así dice: “De aquí que estudiar el ateísmo de la filosofía moderna, es estudiar la inmanencia de Dios en el hombre y por lo mismo la divinización del hombre. Estudiar el principio de la inmanencia equivale por lo mismo a estudiar el ateísmo de la filosofía moderna y la divinización de la creatura”. (Ibídem, p.267).

Si además dice claramente el P. Meinvielle que: “El verdadero autor de la corriente ateísta del siglo XIX es Hegel; quien por vez primera habla de la muerte de Dios” (Ibídem, p.276), ¿qué deberíamos pensar, entonces, de Nimio de Anquín si no otro tanto?, o sea que es un gnóstico igual que Hegel, de quien el P. Meinvielle dice una vez más: “Hemos mostrado en el capítulo nueve cómo Hegel es un autor típicamente gnóstico. El famoso sistema no es sino una gnosis con el vocabulario de la filosofía alemana”. (Ibídem, p.300).

Se queda Nimio de Anquín en la esfera del formalismo esencialista dentro del cual la forma es el acto puro, el ser puro: “La forma es la inteligibilidad máxima y la materia es la inteligibilidad mínima. (...) el proceso se extiende de una inteligibilidad mínima a una inteligibilidad máxima absoluta. Y así, de ese modo, se llega a la conclusión rigurosa de que el Ser es el Acto puro y la Forma pura”. (Ibídem, p.34). No tiene ni la menor idea de que el esse es la forma de las formas y el acto de los actos y la perfección de las perfecciones tal como enseña Santo Tomás, y que sin embargo la gran mayoría de sus discípulos lamentablemente ignora.

Veamos algunos textos del Angélico que evidencian la supina ignorancia de Nimio de Anquín en filosofía: “El esse es la actualidad de toda forma o naturaleza”. (S.Th. I, q.3, a.4).

“El esse es la actualidad de todas las cosas e incluso de las mismas formas” (S. Th. q.4, a.1, ad 3). “El esse es la actualidad de todo acto”.(De Pot. q.7, a.2, ad 9). “El esse es entre todas las cosas lo perfectísimo”. De Pot. q.7, a. 2, ad 9). “Aquello que es máximamente formal, es el esse mismo” (S. Th. I, q.7, a. 1). “Nada es más formal y simple que el esse”. (C. G. I, c.23, Ipsum). “El esse es la actualidad de la sustancia o esencia”. (S. Th. q.54, a.1).

Por absurdo que parezca, para de Anquín el Ser es múltiple: “El Ser es, pues, de acuerdo a nuestra indagación, inmanente, inmóvil, uno, todo, eterno, ingenerado, inteligible, múltiple, necesario”. (Ibídem, p.29). Para entender esto hay que verlo bajo la óptica de la gnosis judía, la cábala, cuando habla del En-Sof o Ein-Sof (ein=nada, sin; sof=límite, fin), luego sin límite, ilimitado, sin determinación, indeterminado, sin fin=infinito, lo absoluto (plenitud de indeterminación, pleroma de la divinidad) que siendo uno en su nada indeterminada e infinita, sin límites; a su vez, es múltiple en sus Sefirot (esplendores, manifestaciones). En definitiva, el En-Sof es la plenitud absoluta indeterminada divina, es la nada absoluta, sin límites, sin determinaciones, sin esencia que determina o limita a ser tal o cual cosa, de una parte, pero de otra es el ser absoluto. Así, se conjugan la Nada y el Ser absolutos y absoluta y dialécticamente: el Ser y la Nada constituyen a la vez lo Absoluto Divino, la Divinidad Absoluta y Plena (la plenitud de ser absoluta indeterminada-infinita): “El En-sof. El Dios escondido - por decir casi la subjetividad más íntima de la divinidad - no tiene cualidad ni atributos. Esta, su más íntima esencia, es llamada En-sof, esto es, infinito”. (Ibídem, p.75). “Este mundo está constituido por los diez Sefirot que son emanaciones del En-sof. La emanación de los diez Sefirot es un proceso que tiene lugar en Dios mismo, pero que al mismo tiempo da al hombre la posibilidad de llegar a Dios”. (Ibídem, p.75).

Esta es toda la esencia de la Cábala y de la Gnosis en plena y total inversión satánica de lo que Dios es como Plenitud de Ser, el Ipsum Esse Subsistens, el Esse per Essentiam Suam, formulado en la síntesis metafísica de Santo Tomás de Aquino, y no: “un dios gnóstico que no supera la esfera de indeterminación de lo absoluto”. (Ibídem, p. 322).

Dice así el P. Meinvielle: “…el En-Sof, la inefable plenitud en la ‘Nada’. Y de esta Nada mística provienen todos los momentos del desplegarse del sí de Dios en los Sefirot”. (Ibídem, p.78), “… ‘hay una nada de Dios que da nacimiento al ser y hay un ser de Dios que representa la nada...’; ‘la nada no es la nada, independiente de Dios, sino su nada. La transformación de la nada en ser es un acontecimiento que se coloca en Dios mismo’. (…) En todas partes tenemos un movimiento continuo, y si una rotura, una nada original aparece, esto no podría provenir sino de la esencia de Dios”. (Ibídem, p.78-79). “El Ein-Sof, que por otra parte se confunde con la nada, con lo indeterminado, evoluciona (…). Un proceso del Ein - la nada - que se convierte en Ein-Sof - lo infinito indeterminado (…) -”. (Ibídem, p. 266). “El En-Sof de la Cábala, que significa
Nada, Nada que evoluciona y que luego realiza en los Sefiroth (…)”. (Ibídem, p.240).

El Apeiron (ilimitado - indeterminado) de los griegos y el En-Sof de la Cábala se identifican: “En la Cábala y los sistemas gnósticos conocidos se parte de un absoluto divino indeterminado, el cual, al llegar cierto tiempo, se dividiría y emprendería el proceso evolutivo del universo”. (Ibídem, p.450). Se ve aquí, además, cuál es el origen de todo el evolucionismo gnóstico y del misterioso número 11, un En-Sof más los 10 Sefirot, triplicado da el otro no menos misterioso 33.

Para Nimio de Anquín el ser se trata de una presencia o inhabitación subjetiva (intuición del ser) en el hombre en el más puro ontologismo modernista. Veámoslo: “El hombre, o sea la conciencia del hombre, es como una casa que espera siempre un huésped. (…) ¿Quién es este huésped que inhabita la conciencia del hombre? ¿O hay más de un huésped? (…) Históricamente se puede afirmar la presencia de dos inhabitaciones posibles y excluyentes, a saber: a) la inhabitación del Ser eterno en la conciencia del hombre, y b) la inhabitación en la conciencia del hombre, de Dios creador. (…) Desde luego afirmaremos que la presencia del Ser es natural en la conciencia del hombre”. (De las Dos Inhabitaciones…, p.7-8). O también: “el Ser es presencia o si no es tiniebla que no la despeja ninguna teoría del conocimiento. (…) de una presencia sin mediación”. (Ibídem, p.42).

El innatismo de la idea de lo Absoluto Divino queda aquí completamente profesado, pero hay que aclarar (sin entrar en el asunto que nos desviaría de nuestro tema) que no hay que confundir ontologismo con el argumento ontológico tan famoso de San Anselmo, como no se debe confundir María al baño con al baño maría o gimnasia con magnesia, ni de Anquín con de Aquino ¡por favor!

Ser y Creación se excluyen absoluta e irremediablemente según el helénico (más que cordobés) Nimio de Anquín: “En Grecia nació la filosofía como ciencia del Ser, o sea que nació la filosofía absolutamente y para siempre, porque no hay ni puede haber otra filosofía que la filosofía del Ser. Con ello queda dicho que en los griegos no hay conciencia de creación. El Ser eterno y la Creación se excluyen. Lo uno o lo otro: o el Ser ha sido creado o en caso contrario es eterno. Y si es eterno, es inmanente, es decir, no es trascendente. Si ha sido creado será trascendente, no inmanente. Si es inmanente tendrá su razón de ser en sí mismo, pero si es trascendente tendrá su razón de ser en otro. (…) para aquel pueblo no hubo otra razón de ser que el Ser mismo, eterno e inmanente”. (Ibídem, p.9-10).

Aunque hay que decir que la filosofía no comienza con la idea de creación como muchos filósofos piensan mal, pues el punto de partida es el ente - como ya vimos que lo afirma Santo Tomás - con lo cual quedan refutados todos los supuestos filósofos católicos y los que, como Nimio de Anquín, están en el extremo opuesto.

El univocismo conceptual monofisita-gnóstico no puede ser más categóricamente formulado. No es fácil entender cómo esto no ha sido detectado por un P. Meinvielle ni por un P. Castellani, ni aún hoy día, lo que es más incomprensible. Quizás con respecto al primero por no haberse evidenciado y cristalizado en este escrito sino un año antes de morir el P. Meinvielle o Don Julio como muchos con cariño y admiración le llamaban. Asimismo, quizás el P. Castellani no tenía del todo claro el asunto metafísicamente, por la mala influencia de su maestro Joseph Marechal.

De una parte cabe señalar que el P. Castellani escribe en el prólogo al libro Ente y Ser de Nimio de Anquín lo siguiente: “No seguiríamos sin discusión a De Anquín en todas sus conclusiones; pero hemos de reconocer son ‘hallazgos’ (…) No acaba de convencernos, por principio de no contradicción y con el principio de identidad como lo hace ver el P. Cornelio Fabro, y esto permite a los modernistas negar la noción misma de causalidad.

Este es el texto donde de Anquín niega la demostrabilidad de la existencia de Dios: “(…) lograr la mostración de Dios creador, ya que la demostración es imposible”. (De las Dos Inhabitaciones…, p.53). “El Ser es, pues, mostrable, no demostrable”. (Ibídem, p.14).

Todo el problema de la filosofía moderna es que pasa de la posibilidad (esencia posible) a la existencia, (esencia realizada); por eso dice el antiguo adagio tomista: “a posse ad esse non valet illatio”, y como una muestra de tal aberración tenemos, por ejemplo, uno de los manuales clásicos de filosofía, como es el Gredt, donde se define el ente como todo aquello que es (aquí vamos bien) o que puede ser; es decir, según su posibilidad esencial (y aquí vamos mal, muy mal). Esta definición es completamente modernista, y pasa por tomista.

El profesor de Lovaina lo envainó al pobre P. Castellani en su juventud, porque de no ser así, jamás hubiera traducido este libro. Libro de un autor que, como es sabido, pretendía armonizar a Kant con Santo Tomás de Aquino. Eso muestra cuán podrida estaba filosófica y metafísicamente hablando, la Compañía de Jesús en esa época.

En Nimio de Anquín tenemos a uno de los dos filósofos más relevantes de la Argentina. Es lo que afirma Alberto Buela, uno de los filósofos que se dice discípulo del P. Meinvielle, quien afirma: “Y que si me veo obligado a reducir a dos, ellos serían Astrada y de Anquín”, la filosofía en la Argentina no existe. O se rectifica o se morirá en el error y la asfixia intelectual de una filosofía pervertida.

Para de Anquín la metafísica es univoca: “la recuperación del verdadero sentido de la metafísica como ciencia del Ser y de los entes en la línea de la univocidad inteligible”. (Ibídem, p. 55). Cuando de Anquín habla de participación, lo hace dentro de la más radical univocidad de la más estricta inmanencia gnóstica: “porque la participación es exclusivamente metafísica. Además, es inevitablemente univocanete”. (Ibídem, p. 49); “se refería al orden del Ser y los entes en una línea de inmanencia y, por consiguiente, de univocidad”. (Ibídem, p. 51).

Por eso Hegel es el exponente de esa univocidad inmanente que como se sabe es gnóstica: “La mediación hegeliana es, en realidad, tránsito (Uebergehen), continuidad intacta, racionalidad sin sombra de Nada, inteligibilidad pura propicia a la mostración y a la presencia en el pensar metafísico”. (Ibídem, p. 52).

Nimio de Anquín excluye la analogía porque ella rompe con la univocidad inmanentista gnóstica: “La teoría tomista de la analogía es obscura y temerosa de la univocidad”. (Ibídem, p. 48).

Por esto dice el P. Meinvielle: “Hemos visto que tanto la Cábala como los sistemas gnósticos conciben a Dios, al mundo y al hombre como una totalidad homogénea de ser”. (De la Cábala…, p. 418).

Esto lo dice de Anquín en estos términos: “el hombre es ontológicamente un animal racional, es un ente del Ser, y sólo accidentalmente es una creatura del Creador”. (De las Dos Inhabitaciones…, p. 43). Esto sólo lo puede decir un gnóstico. Por esto de Anquín dice que: “El cristianismo eliminó a la filosofía, que solamente servía para la inmanencia, en cuyo círculo inflexible el mundo antiguo llevó a cabo su obra admirable y grandiosa, testimonio del poder del hombre sin más asistencia que de sí mismo”. (Ibídem, p. 41).

No se puede ser más recalcitrantemente helenista a lo bestia desconociendo el aporte incuestionable del cristianismo con su cúspide máxima Santo Tomás de Aquino no sólo en el campo de la teología, sino también en el de la filosofía. Pero de Anquín descarta la idea de creación del filosofar, como buen helénico, y relega exclusivamente al campo teológico, todo lo que considere la noción de creación, sentenciando que este concepto no es objeto de la filosofía; y además cree erróneamente (como muchos filósofos católicos lamentablemente errados) que la filosofía cristiana se inicia con la
idea de creación. De Anquín se queda supinamente tranquilo en la barbaridad de su craso y fatal error, puesto que la filosofía comienza con el ente y jamás con la creación, lo cual viene después dado que el ente por participación (ens per participationem) exige el ente por esencia (ens per essentiam) como su causa incausada.

Así, de Anquín, al igual que los griegos, excluye la noción de creación como un concepto filosófico, aun cuando no es el primero del filosofar. Por eso dice en consecuencia: “En el pensar griego no hay, ni puede haber Nada, sino que está siempre parmenídeo, que excluye toda posibilidad de creación ‘ex nihilo” que es la única inteligible”. (Ibídem, p.31). Este es el problema que detecta el P. Castellani, sin embargo no tiene los elementos para refutarlo en el momento: “No acaba de convencernos, por ejemplo, su planteo del problema de la ‘nada ontológica’; aunque no podemos ahora destruir la vigorosa argumentación del filósofo”. Texto que ya habíamos mentado más arriba. El error es como el Diablo saca la fuerza de la debilidad de su víctima. Por eso la verdad nos hace fuertes y libres; la verdadera libertad la da sola y únicamente la verdad, sin verdad no hay ni puede haber libertad. Esto es lo que no entiende el espíritu demócrata liberal, el demoliberalismo. La verdad es el verdadero patrimonio de la humanidad.

El Ser eterno de Parménides es el ente por esencia de Santo Tomás, pero no es el objeto primero de la inteligencia del hombre, ni lo primero que esta concibe. Esto es lo que de Anquín no entiende ni puede entender en su racionalismo idealista gnóstico.

De aquí su razonar tautológico, inmanentista y unívoco, del cual no se pudo liberar y que en lógica consecuencia lo llevó a Hegel, con el cual se identificó.

Por eso de Anquín no se empacha al decir: “La filosofía aristotélica, tan reciamente construida sobre sobre una lógica admirable - lógica tautológica por cierto - es el monumento más completo erigido al Ser eterno e inmanente”. (Ibídem, p. 34). Asombra y pasma oírlo, pero esto confirma que no exageramos al afirmar tan categóricamente su yerro monumental, tan monumental como la lógica tautológica que admira y lo subyuga, más que cualquiera de las falsas diosas del Olimpo ateneo.

Cabe hacer una aclaración sobre la inmanencia tan entrañable para la gnosis, pero profundamente pervertida; ya que la única inmanencia real y verdadera es la inmanencia de Dios en las creaturas tal como Santo Tomás expone. Dios siendo absolutamente transcendente como la Perfección Separada (Perfectio Separata), está presente (omnipresente) en lo más íntimo de todas las cosas, por esencia, presencia y potencia. Así, Dios siendo lo más transcendente es, a su vez, lo más inmanente a todo el Universo, sin sombra ni vestigio alguno del monismo aberrante gnóstico: “Así, pues, Dios está en todas las cosas por potencia, en cuanto todas ellas están bajo su potestad. Está por presencia en todas ellas, en cuanto están descubiertas y abiertas a su mirada. Está por esencia, en cuanto Dios está presente en todas las cosas como causa del ser”. (S. Th. I, q.8, a.3).

Nimio de Anquín se equivoca hasta con el título de su obra, pues no hay dos inhabitaciones sino una sola, y esta es la inhabitación sobrenatural que se da por la gracia, y no simplemente natural, tal como pretende gnósticamente. No sabe que hay tres clases de presencia de Dios en las creaturas ni que solamente hay una inhabitación de Dios en el hombre, la cual es sobrenatural por la gracia, y que esta es la presencia de Dios per inhabitationem, además de las otras dos presencias que hay de orden puramente natural, la una por esencia (per essentiam) común a todas las cosas, de la cual ya hablamos, y la otra es la presencia per illapsum en la mente, exclusiva de las creaturas espirituales. Estas son las tres clases de presencias intrínsecas de Dios en las creaturas y por lo tanto de las inmanencias (que implican y constituyen el entrañarse de Dios en el hombre), pero que el “Nimio” en su erudita ignorancia olímpicamente desconoce.

Respecto a la presencia de Dios per illapsum (illabitur) en la creatura espiritual Santo Tomás dice: “Nadie se introduce en el alma más que Dios, que en todo está por esencia, presencia y potencia”. (C. G. II, 98, Item).

Relacionado con Nimio de Anquín, por ser su maestro espiritual, está Carlos Disandro el famoso y gran filólogo, pero gnóstico también como aquel. Para darnos una idea del carácter gnóstico de Disandro, citaré un pasaje de Alberto Boixadós (que fue uno de mis profesores en el Colegio Nacional de Monserrat y con el cual tuve una gran amistad, pero que desgraciadamente, al igual que su amigo y maestro Disandro, estaba tocado por la gnosis, la cual parece no respetar a nadie que
la abra las puertas, ya que será atrapado por su misteriosa seducción místicointelectual.

Así, refiriéndose a Disandro pero sin nombrarlo comenta: “Uno de aquellos catedráticos de filosofía, en cierto momento de su exposición o en amables conversaciones posteriores, solía afirmar con convicción: ¡el hombre es un arcano! Escuchábamos sin entender todo este misterio, este arcano, con que el profesor parecía resumir sus años de estudio y de vida. Una vez, alguno de nosotros solicitó más explicaciones. Entonces el profesor nos miró con asombro, como interrogándonos: ¡Cómo! ¿Qué no sabéis esto? La naturaleza del hombre es divino-humana: teándrica (theo: Dios Andrós: hombre)”. (La Argentina como Misterio, ed. Arete, Córdoba 1985, p. 53).

Esto es exactamente lo que propone la gnosis, y para que esto quede claro, oigamos al Padre Meinvielle: “La Ciencia o gnosis nos hace conocer nuestra realidad divina”, pues: “Por la gnosis operamos la conversión desde el punto de vista ilusorio hacia la verdad de la unidad. Y en este conocimiento que nos convierte y retorna hacia lo Uno, consiste la salvación gnóstica. No se trata, como en el cristianismo de que la salud se opera por la gracia que se añade al hombre, sino de quitar lo que obstaculiza la gnosis y de sacar la maya que nos oculta la verdadera realidad divina que somos”. (De la Cábala…, p. 256-258). Aquí el término maya, hace alusión a la ilusión o imagen ilusoria o irreal, como en el hinduismo; pero en realidad quedan atrapados en su ilusión (engaño) de la gnosis cabalística.

En conclusión Nimio de Anquín como inicialmente su nombre significaba: excesivo, abundante, demasiado, fue un gran (demasiado) filósofo del mundo Helénico, pero que después pasó a significar lo contrario: insignificante, sin importancia, y así hoy, es un filósofo pequeño que no llegó al nivel propiamente metafísico del ente en cuanto ente (ens ut ens), y en consecuencia un filósofo de segundo orden en la clasificación de Santo Tomás de Aquino, del Angélico, el Doctor Común (Universal) de la Iglesia.

P. Basilio Méramo
Bogotá, 29 de Marzo de 2017


domingo, 26 de marzo de 2017

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA "DOMINGO DE LAETARE"




Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
La Iglesia, en el Introito de la Misa, nos invita hoy a la alegría, y por eso se llama también el domingo de laetáre, que mitiga la Cuaresma, y que permite también las flores en el altar y ornamentos rosados si los hubiera. Para que nos alegremos ante la próxima fiesta de Pascua, en medio de esta preparación en la que antiguamente se hacían retiros de cuarenta días, de toda una población, donde no había, ni qué iba haber, cines, espectáculos, nada de eso. En Colombia hace cuarenta años no había cine ni radio, solamente películas como la de Los diez mandamientos y otras parecidas; no se permitían los espectáculos públicos.


Cuánto más entonces, antaño, cuando no había esas distracciones se vivía la Cuaresma como verdaderos retiros; mucho tiempo antes de darse los retiros de treinta días de San Ignacio, la población participaba con fervor, incluso las guerras paraban, había un sentido de penitencia, de reparación, de recogimiento, de oración, de sacrificio. Pero hoy, viviendo en este mundo moderno y pervertido hasta los tuétanos, tanto que nos corrompe sin darnos cuenta, porque la lepra qué va a huir de la lepra. Todo aquello hacía que se viviera litúrgicamente el espíritu de esta santa época.

En este Evangelio vemos cómo nuestro Señor, huyendo del mundanal ruido y de la furia de los judíos, esquivándolos para que no se volviesen más furiosos de lo que ya eran, se retira a la soledad; pero la gente, viendo los milagros que hacía, le sigue, y le sigue por uno, dos y tres días al cabo de los cuales nuestro Señor se compadece de ellos, quiere procurarles alimento y pregunta a uno de sus discípulos dónde podrían comprar pan (lo cual obviamente era imposible, en medio del campo, del desierto, encontrar un sitio donde vendiesen pan), pero como lo dice el Evangelio, lo hacía para mostrar la grandeza del milagro que iba a realizar, la imposibilidad para proveer de alimento de no ser en forma milagrosa. Le dicen que hay un niño con cinco panes y dos peces y manda que cuenten a los hombres, sin contar las mujeres y los niños; había cinco mil hombres, luego eran muchos más con las mujeres y los niños. Y reparte por mano de los apóstoles los panes y los peces y comen esos cinco mil hombres y sobran doce canastos que nuestro Señor manda recoger.

Sabemos que allí estaba de alguna forma prefigurada la Eucaristía, la multiplicación no ya del pan de esta tierra sino del que es nuestro Señor, como se reproduce en las manos de sus apóstoles y de sus sacerdotes. También teniendo en cuenta la otra multiplicación, en la que había siete panes y comen cuatro mil hombres y sobran siete canastos. Dicen algunos exégetas que muestra nuestro Señor una proporción inversa: a menor cantidad de panes más gente come y más sobra, para mostrar que nuestro Señor necesita de poca cosa para hacer sus milagros y no depende de la materia, de la Él quiso utilizar. Según Santo Tomás, para mostrar que esa materia no era mala como pensaban los maniqueos y por eso se servía de ella, pero que no tenía necesidad y por eso muestra esa proporción, que a menor cantidad de panes mayores sobras y mayor número de gente. Sobras que manda a recoger, también según Santo Tomás, para indicar que no era una fantasía.

De paso, el carácter del espíritu de pobreza, no botar el pan, porque éste no se tira, como no se desperdicia la comida por espíritu cristiano, no solamente de ahorro sino de pobreza y de agradecimiento a Dios que nos da los alimentos; así tendríamos esa explicación del doble milagro y de lo que nuestro Señor quiso significar y que ahora nos deja hasta el fin de los tiempos.

Su cuerpo, es pan de vida, para que le comulguemos con un alma pura; de ahí la necesidad de recibir la Santa Hostia sin pecado mortal, con el ayuno prescrito. Monseñor Lefebvre siempre pidió que en la Fraternidad se guarden las tres horas para los alimentos sólidos y las bebidas alcohólicas y una hora para otras bebidas que no sean alcohólicas, para guardar ese espíritu; que no merendemos de postre a la hora la Eucaristía. Lamentablemente hay fieles que no se quieren someter, por falta de espíritu de fe; eso termina en un manoseo de lo sagrado de la comunión; pero aunque no comulguemos infructuosamente, como decía San Agustín, al preguntarse por qué tantas comuniones vanas, gente que comulga y no cambia, sigue igual o peor en su orgullo, en su rencor, en su prepotencia, en su vanidad, en su estupidez, ¿por qué? Porque antes de recibir la comunión con la boca hay que comulgarlo y recibirlo con el alma; para que sea fructuosa, para que nos transforme nuestro Señor, nos haga más humildes, menos llenos de nosotros, nos haga mejores, y eso lamentablemente nos pasa a todos. Tengámoslo en cuenta sobre todo en esta Cuaresma y dispongámonos a comulgar mejor a nuestro Señor.

Invoquemos a la Santísima Virgen para que nos ayude a hacer unas comuniones fructuosas y en cada una nos asemejemos más a nuestro Señor Jesucristo. +


Padre Basilio Meramo
10 de marzo de 2002

domingo, 19 de marzo de 2017

TERCER DOMINGO DE CUARESMA


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Escuchamos en el relato del Evangelio la curación del endemoniado mudo y cómo conculcan los judíos las buenas obras de nuestro Señor.

Así como el demonio siempre impugna la verdad y la contradice, quiere destruir las buenas obras. Y nuestro Señor, que lee sus corazones, les dice cómo le adjudican al demonio, “Diciendo que lanzó los demonios en virtud de Belcebú; entonces vuestros hijos, ¿por virtud de quién los lanzan?”. “Si Satanás está también dividido contra sí mismo, cómo subsistirá su reino? Mas si con el dedo de Dios lanzó los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado ya a vosotros”; pero los judíos, en lugar de convertirse no creen.

Ese es el misterio en el orden religioso, en el espiritual, no hay fuerza que valga, ni aun la divina para obligar a una criatura libre a que crea y ame a Dios; por eso es un gran error en el orden espiritual querer imponer la conversión, la fe, la religión, el amor a Dios, violentando lo que ni Dios violenta, la libertad de cada hombre y que de acuerdo a su respuesta se condena o se salva. Sobre ello lo máximo que se puede hacer es informar, dar el buen ejemplo, ayudar, instruir, pero no se puede más, porque ni aun Dios hace más, porque no quiere violentar la libertad; Él quiere que le respondamos libremente y el amor no se obliga. Sería como si un hombre pretendiera que su novia lo quiera a la fuerza; tonto seria, porque un hombre que se da cuenta de eso, lo que tiene que hacer es dejarla; mucho peor lo que ocurre en el orden espiritual y es un gran misterio, lo más que se puede hacer es rezar para que aquella alma se convierta.

Los judíos no oyen la palabra de Dios; para tener la fe hay que engendrar esa palabra oída, engendrar en el alma esa palabra de Dios, algo parecido como el Padre engendra al Verbo, la Segunda Persona, su pensamiento, y por eso la fe entra por el oído, aunque no queda en él, va al corazón para que allí se fecunde en ese Verbo y produzca la fe en nosotros bajo la gracia del Espíritu Santo.

Como vemos, esa es una obra divina pero que no se efectúa sin el libre consentimiento y aceptación de cada uno. Misterio del pueblo judío que no quiso, se obstinó en no aceptar la palabra de Dios y por eso a cada paso impugnan a nuestro Señor sus actos y Él les demuestra que es absurdo que le digan que en el nombre de Belcebú Él echa a Satanás; peor aún, para implantar el reino del demonio, porque si él echa en el nombre de Satanás qué contradicción, y si un demonio está contra otro, dividido, cómo va a instaurar un reino que por sí mismo se destruiría; Satanás no va a echarse a sí mismo en su propio nombre; entonces el reino de Dios habría venido. De otra parte una mujer le grita: “Bienaventurados los pechos que te amamantaron” y nuestro Señor queriendo hacer prevalecer la fe le responde que: “Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la practican”.

Nuestra Señora, que dio a luz a nuestro Señor, antes de ser la Madre dio su sí, su fiat; creyó, tuvo fe, y practicó la palabra de Dios y de un modo sublime; o sea, que aun el hecho físico de ser Madre pasa primero por la fe y por eso vale mucho más oír la palabra de Dios y practicarla que haberle dado a luz.

Esa oportunidad la tenemos todos; desafortunadamente no lo tomamos en cuenta, no oímos, no practicamos la palabra de Dios, no la guardamos, vivimos de la palabrería del hombre y Dios sabe si vivimos del engaño, de lo efímero y después nos quejamos porque estamos vacíos. Pero cómo no vamos así si no vivimos de la palabra de Dios, del Verbo de Dios, de nuestro Señor Jesucristo; de allí la necesidad de escudriñar las Escrituras, de oír la palabra de Dios y de practicarla. Que ésta sea nuestra lectura y nuestra vida espiritual, el fundamento de nuestra oración y que así podamos perseverar hoy que la fe es socavada, destruida, adulterada. Lo mismo que los alimentos no corresponden a la sustancia de la cual se originan con toda esa industrialización que degenera su naturaleza, y de allí las consecuencias de tantas enfermedades degenerativas como el cáncer, entre otras, porque falta la naturalidad que está viciada, adulterada, pues igual y mucho peor pasa en el orden sobrenatural: está viciado el alimento espiritual de la palabra, el sacrificio de la Misa, los sacramentos.

Todo está siendo adulterado en la sustancia con una apariencia de religión pero que es hueca, vacía y por eso no convierte a nadie y al que convierte lo lleva al error, a la confusión, en la que viven todos aquellos que se dicen católicos, pero que son en el fondo modernistas; muchos son herejes sin darse cuenta, objetivamente impíos, aunque subjetivamente no se percaten de ello. Todo ello por la adulteración de la palabra de Dios, del Espíritu de Dios y eso por un misterio de iniquidad, por obra y gracia de la misma jerarquía de la Iglesia.

Es el gran misterio del que habla San Pablo; sólo así se explica la apostasía que él anuncia. Si no fuera por vía de autoridad desnaturalizada, desviada, pervertida, corrompida, no se podría llegar a tanto, no podría haber una apostasía universal; solamente un poder universal puede generar efectos universales. En el mundo hay solamente dos poderes generales, el poder de la Iglesia católica basado en nuestro Señor Jesucristo y el poder de la sinagoga de Satanás, del judaísmo, apoyado en el príncipe de este mundo.

Esa ha sido la lucha a lo largo de toda la Historia de la humanidad y de la Iglesia y ese poder judaico y satánico ha penetrado en la Iglesia por la debilidad y la cobardía de los sus hombres, que para poder tener esa potestad y respaldo se valió de un Concilio ecuménico como el Vaticano II, para lograr el amparo, para taparle la boca a la gente, cuando en realidad veremos, si no en esta tierra, en el juicio universal que ese Concilio ha sido un mero conciliábulo desprovisto de infalibilidad, de la verdad. Y por vía de autoridad se impone el error, la adulteración. Así logra la sinagoga de Satanás entronizarse dentro de la misma Iglesia; por eso Pablo VI llegó a decir, como la burra de Balaam que también profetizó, “que el humo de Satanás había penetrado en la Iglesia”. Pablo VI gran culpable, porque Juan XXIII no llegó a formalizar nada, tuvo la culpa pero no legalizó el error hasta que su sucesor rubricó, como Sumo Pontífice, esas actas que algún día tendrán que ser condenadas.

El mismo Pablo VI, hombre turbio, siniestro, se despoja de la tiara en beneficio de los pobres, como si no hubiera otra cosa qué vender y ayudar. Aparece con el efod, o pectoral, rectángulo con doce piedras, que simbolizan las doce tribus de Israel, que es el atuendo del Sumo Pontífice de la sinagoga y de eso hay fotos, por lo que se sospecha que Pablo VI era judío, de lo cual no habría que extrañarse.

Y no sólo de él, pues se sabe que la madre de Juan Pablo II era judía, de apellido judío, y aunque no lo fuera, hay un libro intitulado “El Papa oculto” escrito por un británico, en el cual muestra, con sus respectivas fotos, que el mejor amigo de Juan Pablo II era un judío, y que ambos fueron los que en 1994, si no recuerdo mal, reconocieron el Estado de Israel; son hechos, todos los amigos de la infancia de Juan Pablo II eran judíos, luego no tenemos porqué sorprendemos que se favorezca al judaísmo y se oprima al catolicismo.

Es necesario, por tanto, que haya católicos valientes para que denuncien al mundo públicamente lo que está pasando, y rezar, pedir mucho a Dios, porque la Iglesia está siendo oprimida por el dragón, por la serpiente y no hay nadie que como San Jorge le corte la cabeza.

No olvidemos durante esta Cuaresma, además de pedir por la Iglesia, hacerlo también por las intenciones particulares de la capilla que se está construyendo, para que Dios provea las necesidades y no se detenga la obra, si es que es de Él, porque si no lo es tampoco se culminará y si no se puede ayudar económicamente por lo menos pedir a Dios que mande la ayuda de aquellos que puedan. No debemos dejar de hacer sacrificios con motivo de la Cuaresma y para que la capilla que tenga buen término.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude y fortifique para poder perseverar en la verdad. +

Padre Basilio Méramo.
3 de marzo de 2002

domingo, 12 de marzo de 2017

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA




Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Nos acercamos cada vez más a la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y después a su resurrección, por lo cual la Iglesia quiere que nos preparemos santamente a través de toda la Cuaresma para que así mismo podamos festejar su gloriosa resurrección.

En el Evangelio de hoy se nos relata la transfiguración de nuestro Señor ante los tres apóstoles preferidos. Habiéndoles anunciado ya su Pasión, no quería dejarlos apesadumbrados; decide entonces de algún modo mostrarles, no a todos sino a los más cercanos, a los preferidos, su gloria; para que en el momento de los hechos tuviesen un apoyo y no sucumbiesen por el pesar, por el dolor, y que a la vez pudieran sostener a los demás apóstoles y discípulos. Podemos preguntarnos ¿por qué elige a Pedro, a Santiago y a Juan? A San Pedro lo elige porque era el discípulo que más amaba a nuestro Señor, por eso también fue elegido como la piedra, el fundamento de la Iglesia, como Sumo Pontífice. A Santiago lo eligió por su valor, por eso nuestro Señor dijo de él que era hijo del trueno. Y a San Juan porque era el discípulo virgen al que nuestro Señor por eso mismo más amaba, por su pureza, por su inocencia.

De todos modos lo importante es ver cómo se transfigura nuestro Señor. ¿En qué consiste esa transfiguración? Simplemente en dejar relucir su divinidad relumbrante con todo el poder en su cuerpo, tal como debió ser desde el primer instante de su Encarnación, un cuerpo glorioso, resplandeciente, luminoso; pero que nuestro Señor justamente, por querer sufrir y morir en la Cruz, reprimió la resplandecencia de su divinidad en la naturaleza humana, en su cuerpo, para hacerlo pasible, susceptible de sufrimiento, de sacrificio y de muerte. De lo contrario, no hubiera habido pasión, ni Cruz, no hubiera habido muerte. Justamente en eso consiste su anonadamiento, en que  se hizo nada.

No es como mal interpretan la mayoría de teólogos y exégetas, para quienes el hecho de la Encarnación era rebajarse; eso es un error. La Encarnación no es un minimizarse, sino una expansión del poder omnipotente de la divinidad, capaz de asumir la naturaleza humana. No consiste el mermarse en asumir la naturaleza humana, eso demuestra precisamente el poder de Dios. Por eso digo que teológica y exegéticamente es una equivocación, aunque no hayan caído en cuenta; de allí también los protestantes hacen su herética teología.

Nuestro Señor no se niega haciéndose hombre, no hay una dialéctica del ser y del no ser y la síntesis, esa es la famosa y revolucionaria retórica hegeliana que crea la contraposición para llegar al ser. Así no actúa Dios sino muy al contrario: la divinidad en todo su poder omnipotente tiene esa capacidad de asumir una naturaleza y sustentarla con su ser divino; y más aún, eso lo podía haber hecho cualquier persona de la Santísima Trinidad, pero la Divina Sabiduría estimó que fuese el Hijo quien se Encarnara y no las otras dos personas que son el Padre y el Espíritu Santo, que aunque pudieron muy bien encarnarse no lo hicieron por cierta conveniencia. (Tema que da lugar a otra larga explicación y que en este momento desviaría la atención).

Pues bien, nuestro Señor para poder remediar como criatura humano, tenía que tomar una naturaleza que no gozara e irradiara en el cuerpo esa divinidad y lo hiciera glorioso y por eso se anonadó, para poder morir y sufrir por nosotros y que se operara la obra de la redención y de la salvación de las almas derramando Él su sangre. Él siendo verdadero Dios también era verdadero hombre y como hombre quería tributar a Dios Padre y a la Santísima Trinidad lo máximo que se le puede como criatura tributar a Dios: el sacrificio de sí mismo. Por eso el sacrificio de nuestro Señor es en primer lugar ofrecido al Padre y a la Santísima Trinidad; ese es el obsequio que hace el alma de nuestro Señor como hombre al Dios Padre.

Es un misterio y como tal es difícil de explicar; pero si alguna aclaración cabe es ésta; aunque no agota el tema, nos ayuda a comprender el significado del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Y así Él les manifiesta a estos tres discípulos preferidos esa gloria que su humanidad, que su cuerpo debía tener desde el primer instante de su Encarnación y que tendría después de la resurrección.

Esa glorificación de los cuerpos también es la que Dios de algún modo nos participará y promete para aquellos que resuciten en su gracia, para que resucitemos a semejanza, no igual, pero sí a similitud del cuerpo glorificado de nuestro Señor en cuerpos celestes, mientras que los condenados resucitarán en cuerpo de miseria, no de bienaventuranza y por eso sufrirán eternamente las penas del infierno.  


El infierno, heréticamente, ha sido negado por Juan Pablo II. Es lamentable que un Papa de la Iglesia católica lo niegue; es uno más de sus graves hechos. Es doloroso meter el dedo en la llaga, en la herida, pero es necesario con tal de estar despiertos y vigilantes ya que se duerme en la calma y la anemia espiritual. Si se tuviese un poco más de fe el grito llegaría al cielo. Digo nuevamente: es una desgracia de la hora presente que no haya obispos a la altura, que como una voz que clama en el desierto afirmen los dogmas de fe que hoy se niegan; eso es lamentable, pero cierto,  aun en los obispos de la Tradición falta garra, empuje.

Hay que rezar para que los haya así, por lo menos uno que con mitra y báculo en mano afirme ante Dios y la opinión pública las cosas como son; porque es una vergüenza que se conculque públicamente la doctrina católica y no haya un doctor en la fe que lo señale, pues toca a los obispos esta responsabilidad, este deber, del cual adolecen, y falta también un castigo para nosotros, por nuestra parsimonia, despreocupación, flojedad. No estamos viviendo a la altura de los acontecimientos; queremos ser católicos pero alcanzamos apenas la apariencia, el nombre, y eso Dios no lo quiere. Dios quiere católicos en sentido pleno porque a los mediocres los desecha, y esos forman multitud; quiere, aunque sea un pequeño rebaño, que sea fiel. Dios no quiere uno adormilado; quiere pocos, pero buenos.

Es suficiente lo que ha pasado para seguir profesando un catolicismo mediocre; dejemos de ser católicos tradicionalistas comodones, porque esta vida es una lucha, un combate entre Dios y Satanás en la cual no hay democracia que valga, no hay descanso; es una lucha titánica hasta la muerte porque es una lucha espiritual.

Que no nos dejemos arrollar por el mundo que corrompe a cada instante; ya no pongamos una vela a Dios y otra al diablo; seamos consecuentes. Por eso quizás los obispos, aunque se mantengan en la verdad, no dan la talla que exige esta batalla; les falta el vigor, la fuerza y toda la doctrina y el peso de la verdad que sostenga al pequeño rebaño disperso por el mundo. Esa es la verdadera Iglesia católica, el pequeño grupo, el pusillus grex disperso por el mundo del que habla San Lucas, porque la Iglesia oficial ha caído en la apostasía, y se reviste de catolicidad, pero es sólo apariencia, es un disfraz.

Tan graves son los sucesos que el único obispo que se mantuvo firme y al pie, al lado de monseñor Lefebvre, fue monseñor Antonio de Castro Mayer, pero ahora seducidos por la Roma modernista sus discípulos han claudicado, aunque ellos así no lo reconozcan. Cuando se hacen pactos con el enemigo se transige, y si el enemigo en última instancia es Satanás, qué pacto puede haber. La fe no es cuestión de alianzas, concordatos, ni diálogos; es asunto de adhesión, aceptación o rechazo; no hay más, no hay término medio, “Conmigo o contra mí”, dijo nuestro Señor y “El que no está conmigo está contra mí”. No hay más, blanco o negro, sí o no y lo demás son superficialidades y engaños, sutilezas del demonio para enredarnos en el error, cuando está en juego la fe.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, evocar esa gloria de la transfiguración de nuestro Señor en la hora presente de crisis para no sucumbir ante el dolor y el peso de la pasión de la Iglesia. Para seguir creyendo en la Iglesia a pesar de los curas y del Papa, por aquello de que, “No todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos” y no todo el que diga “soy Papa, soy Papa” lo es. La Iglesia ha padecido a más de cuarenta antipapas y para los últimos tiempos está profetizado que habrá algún otro. No está entonces por demás tenerlo presente.

¿Quién es el falso profeta del Apocalipsis con dos cuernos que semejan al cordero pero cuya boca habla como el dragón y que está al servicio de la bestia del mar? Los dos cuernos son la mitra y, si es parecido al cordero, quién más que un obispo; y si de obispos se trata, bien podría ser el obispo de Roma, el Papa. Satanás no es tonto, no va a buscar a cualquier obispo, apunta a la cabeza. El antiguo exorcismo de León XIII, que hoy se suprimió, dice que la Santa Sede será asediada porque el demonio querrá instalar allí su trono. Luego, no es para extrañarse o escandalizarse al oír hablar de la posibilidad de un antipapa porque es doctrina e historia de la Iglesia; que no haya sacerdotes que lo digan por ignorancia, miedo o cualquier otro motivo es otro asunto; no es correcto desinformar a los fieles, hay que tenerlos muy bien advertidos, porque nuestra fe en la Iglesia es una fe de luz, de sabiduría, no es ni de tontería, ni de estupidez, ni de oscurantismo y la luz de la verdad todo lo ilumina aunque no todo lo entendamos.

Pidamos a nuestra Señora esa luz de la fe para permanecer íntegros y puros en ese dogma virginal y así poder salvarnos. +

P. BASILIO MERAMO
   24 de Febrero de 2002

domingo, 5 de marzo de 2017

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA




Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Nos encontramos en este primer domingo de Cuaresma que nos prepara de un modo intenso a la fiesta de la Pascua y esa fiesta tiene durante todo este tiempo, esa preparación espiritual a través del ayuno, la mortificación, la penitencia, la oración, la limosna. Para que dejemos nuestros malos hábitos, que se convierten en vicios y en cambio adquiramos la virtud, que son los hábitos buenos; que dejemos todo lo malo a lo cual la misma naturaleza nos inclina, haciéndonos agradable y fascinante lo malo, y desagradable y rechazable lo arduo, lo difícil, que es lo bueno. Tengamos en consideración esto para que nos preparemos santamente durante toda la Cuaresma y podamos disponer nuestras almas para festejar espiritualmente la Resurrección de nuestro Señor, la Pascua.

En este domingo el Evangelio nos relata la tentación que hace Satanás, el demonio, a nuestro Señor en el desierto, después de haber ayunado durante cuarenta días y cuarenta noches. Esa penitencia ancestral que se practicaba antaño, Moisés lo hizo y esa tradición se ha ido perdiendo, pero todavía los paganos conservan ese recuerdo y más aún, Mahoma instituyó el Ramadán justamente basado en esta costumbre, con lo cual vemos cómo los católicos nos hemos alejado tanto del espíritu de abstinencia; y se nos hace como algo imposible, cuando eso era del orden natural; claro está que ofrecido por Dios y para Dios, cobra un valor sobrenatural.

No nos extrañe que los faquires o cualquiera de esos que no tienen fe practiquen o tengan esa sabiduría natural de estos ayunos que eran, además, un medio de curación de muchas enfermedades que hoy parecen incurables, pero que son producidas por el exceso de la comida que va quedando y de la que necesitan purificarse el cuerpo y la sangre y se manifiesta a través de múltiples males que serían corregidos o atenuados con este santo ayuno.

El demonio aprovecha la ocasión para tentar a nuestro Señor en el desierto en el momento más crucial, después de esos cuarenta días de ayuno cuando su cuerpo se encontraba debilitado al máximo; esa es la ocasión que aprovecha Satanás para quitarse la duda que le carcomía las entrañas por saber si era o no el Hijo de Dios, si era el Mesías, duda que tenía, porque él no es ningún tonto ni bobo, conoce bien las Escrituras. Había visto la adoración de los pastores, la de los tres reyes magos, también en el bautismo de San Juan, cómo Dios lo nombra como su Hijo bien amado. Pero, sin embargo, él no podía creer, no podía tener fe, porque es un espíritu condenado y allí no cabe la fe, puede caber la conjetura y él podía concluir por los hechos que veía, que era Dios, pero no podía creer que era Dios, y eso originaba una gran duda que le impedía tener la certeza de que sus conclusiones o sospechas fueran o no ciertas.

Ese fue el motivo por el cual se aventura a tentar a nuestro Señor, para descubrir a través de ella si era o no Dios y por eso, en la primera tentación, que parece muy connatural y muy humana, le ofrece de comer: “Si tienes hambre di a estas piedras que se conviertan en panes”, milagro que solamente puede hacer Dios; y entonces éste le podría manifestar al Demonio que nuestro Señor era Dios, y Él le responde con palabras de la Escritura: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios”. Lo vence con la palabra de Dios, no con el pan que nutre al hambriento, sino con su palabra que nutre el alma del que desea a Dios; lo vence con la fe.

Al demonio hay que vencerlo con la palabra de Dios, con el nombre de Dios, con la fe en Dios, y no con el pan de este mundo. No pudiendo el Demonio saciar su curiosidad, atrevidamente lo coge y lleva al pináculo del templo, osa levantarlo en brazos, si así pudiéramos decir, porque un espíritu como el ángel no tiene brazos pero sí la potencia de mover las cosas y desde allí le dice: “Escrito está, si te tiras desde aquí arriba hacia abajo los ángeles no dejarán que tus pies tropiecen contra las piedras”. Conocía bien las Escrituras y en nombre de las ellas le tienta.

Así nos inducen los protestantes en nombre de las Escrituras falsamente interpretadas y manipuladas, como hace todo vano profeta, todo falso predicador, manipular las Escrituras. Y nuestro Señor, ni lerdo ni perezoso le responde también: “Escrito está, no tentarás al Señor tu Dios”; porque no hay que tentar a Dios con absurdos milagros, o pidiéndoselos imprudentemente, “si yo hago tal cosa, Dios tiene que ayudarme”, “si yo hago tal otra, Dios tiene que socorrerme”; no señor, no hay que tentar a Dios. Él me va a socorrer y ayudar siempre que no sea imprudente, porque si me pongo al borde del precipicio a mirar para abajo y digo: si me caigo, Dios me salva, eso es tentar a Dios, exigirle algo fuera de lo establecido; por eso, le responde nuestro Señor: “No tentarás al Señor tu Dios”.

Esas tentaciones son pecado, Ahí está el pecado, tentarle. Cuando no nos esforzamos en hacer bien las cosas y aun haciéndolas bien sabemos que pueden resultar bien o mal, porque esa es la condición humana en este mundo, aunque sí pedirle a Dios que nos ayude, pero después de habernos dispuesto prudentemente, y así y todo no por una obligación, un derecho, una exigencia. ¿Por qué se murió tal niño inocente? ¿Por qué las personas sufren, acaso Dios no ayuda?

Son todas tentaciones que el Demonio utilizó en el segundo intento con nuestro Señor, y que las vemos a diario. Sintiéndose derrotado Satanás y viendo ya que no podía sacarle a nuestro Señor aquello que quería, tiene la idea diabólica y perversa de volverlo a tomar y llevarlo a un monte alto y prodigarle todas las riquezas y tesoros del mundo. Según San Agustín, el mundo está regido por Satanás, porque él era uno de los ángeles de Dios, al cual Dios encomendó el gobierno del universo o por lo menos de esta Tierra o de esta galaxia. Él es el príncipe natural del mundo, el que lo gobierna y podía decir con propiedad, sin engaño que este mundo le pertenecía en cierto modo ya que él lo regía, cosa que no podemos olvidar. Por eso al católico debe importarle un comino la gloria de este mundo gobernado por Satanás; debe sí importarle la gloria de Dios, porque no vivimos para este mundo ni por su reino. No lo olvidemos.

Entonces Satanás le pide que le adore; ese atrevimiento de la criatura espiritual caída queriéndose hacer honrar y adorar como si fuese Dios; el pecado de soberbia de los ángeles malditos. Esa presunción que está detrás de cada pecado; ese orgullo que al fin y al cabo impide que adoremos y amemos de todo corazón a Dios, pero sí hace que nos amemos a nosotros mismos y por eso nos condenamos al igual que Satanás, porque nos ponemos en el lugar de Dios, nos erigimos en dioses, gran pecado de arrogancia, en el grado último de lo diabólico, aunque a veces sin darnos cuenta. Por eso San Agustín decía que hay dos amores: del desprecio de sí mismo hasta al aprecio y al amor de Dios, y el amor hacia sí mismo hasta hacia el desprecio y el odio de Dios. Esas son las dos grandes constantes en las que vivimos y de las cuales muchas veces no nos percatamos.

Todo pecado mortal es muy grave y uno solo es suficiente para llevarnos al infierno, porque en definitiva lo que nos hace pecar es ese amor hacia nosotros mismos que nos lleva al desprecio de Dios. Péquese de lo que se peque, lujuria o lo que fuera, pero ahí está el amor de sí mismo que lleva a despreciar a Dios. Nuestro Señor está ante esa osadía satánica, diabólica, perversa del demonio de querer ser adorado como si fuese Dios, ya que no había conseguido saber si era o no el Mesías; entonces quiere hacerse adorar por aquella criatura, aunque fuera para satisfacer su diabólico orgullo. Nuestro Señor le responde con las Escrituras: “Sólo a tu Dios adorarás y a Él sólo servirás”, y Satanás desaparece derrotado y sin poder salirse con la suya. Vienen entonces los ángeles y le dan alimento a nuestro Señor. O sea que lo mismo que el demonio le había propuesto, lo traen los ángeles del cielo, lo mismo que el diablo nos propone para que caigamos, Dios nos lo da.

Eso de querer ser dioses, Dios nos lo da por la gracia, por una participación; nos asemeja a Él comunicándonos la gracia, la visión beatífica que tendremos después como premio; nos eleva a ese endiosamiento sin dejar de ser criaturas y sin ser Dios pero sí nos hace de algún modo dioses, pero a través de los caminos de Dios y no de los caminos nuestros. Toda tentación tiene una cierta connaturalidad y fascina, porque hay algo de verdad, pero una verdad mal planteada, mal propuesta; el demonio es astuto, y por eso tenemos que conocer esa sgacidad y esa malicia para derrotarlo con fe y con inteligencia y no caer como lo hizo Eva y con ella Adán.

Vemos cómo ha sido derrotado el demonio y nuestro Señor nos lo muestra. Pero esas tres tentaciones que sufrió nuestro Señor y que le propinó el demonio, le serán y nos serán propuestas, le serán propuestas a la Iglesia, al Cuerpo Místico de Cristo para que caigan sus ministros en esa prueba; si nosotros hacemos un paralelo y miramos lo que ha acontecido después del Concilio Vaticano II, vemos cómo se ha caído en las dos primeras tentaciones y estamos a punto de que se caiga en la tercera.

La primera, convertir las piedras en pan para dar de comer a los pobres, procurar los bienes y riquezas de este mundo, la economía del mundo. ¿Acaso no se ha hecho así? Pablo VI vendió su tiara, símbolo del poder papal para dar de comer con eso a los pobres destronándose simbólicamente, despojando a la Iglesia, preocupada por el hambriento, cuando nuestro Señor nos dice que no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra de Dios. Olvida el clero la palabra de Dios preocupado por la economía del mundo, y si no ¿por qué hay curas que se hacen guerrilleros, o alcaldes, o lo que fuera? Es una realidad, los ministros de hoy en su mayoría han caído en la primera tentación, procurar los bienes de la tierra, dándole el pan al hambriento pero olvidándose de la palabra de Dios, de la fe, eso es un hecho.

La segunda tentación: tírate hacia abajo; total, si eres divino, nada te pasará. La Iglesia lanzada al abismo; pues si es divina no sucumbirá. Y ¿no se ha tirado al abismo la Iglesia destronando a nuestro Señor del centro del altar para confinarlo a un rincón? Lanzando las imágenes, las estatuas, como los peores iconoclastas, peores que Lutero, vaciando la Iglesia; total, si es divina nada le pasará. Despójese de todo lo que es honroso para Dios, de los ornamentos y de las cosas más preciosas para Él; ya no hay necesidad de eso ¿para qué? Vaciada la Iglesia; total, si es divina, qué importa, nada le pasará; ¿ha incurrido en esa tentación? Pues claro que sí, mis estimados hermanos, ha caído y recaído. La segunda tentación es un hecho, está vaciada la Iglesia, despojada de todo aquello que simbolizaba, que significaba su divinidad y la mayor gloria de Dios.

Y por eso el ultraje al culto, a la Santa Misa y a todo lo que era de orden sacro y que tenía un gran esplendor en su manifestación. Quítense las sotanas, los hábitos; total, si son puros y son religiosos ¿qué va a pasar?, nada; tírense abajo y ¿no lo han hecho los sacerdotes? ¿cuál sacerdote anda con sotana? Y las monjas, que andan con su vestido, poco les falta para que anden con minifalda. Quítense los hábitos, y eso las que vemos vestidas, cuántas no habrá que no van vestidas. Quizás en Colombia no sea el caso, pero en Europa a ver si uno ve una religiosa vestida de monja por la calle y si la ve es colombiana o chilena que anda por ahí dando vueltas en Roma. ¿No es eso tirarse desde el pináculo del templo? Exactamente lo mismo.

Y la tercera y gran tentación en la que estamos a punto de sucumbir, es adorando a Satanás a través del culto del hombre, a través de todas las religiones reunidas en el nombre de Dios. ¿De cuál dios? El dios de los ateos, de los judíos, de los musulmanes, de los budistas, de los animistas. Ese no es el Dios Uno y Trino de la Revelación; no es el Dios de la fe, el Dios verdadero. ¿Eso no es ya adorar a Satanás? Pues claro que sí, por eso es abominable ese acto de Asís repetido; es odioso a los ojos de la fe y es un deber repudiarlo públicamente y preguntarse con qué autoridad la jerarquía actual realiza esos actos, porque no es con la autoridad del Dios Uno y verdadero sino con la autoridad del poder que le dará Satanás al Anticristo.

No me cansaré de repetir mil veces esa gran advertencia de nuestra Señora en La Salette: “Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo”; el demonio va hasta allá; se quiso hacer adorar por Cristo y ¿no lo va a querer lograr con todos nosotros? Pero, lógico que sí; tonto e ingenuo sería pensar otra cosa ; por eso nuestro Señor nos deja esa triple advertencia como ejemplo.

Que la gracia de Dios nos proteja y no nos deje caer en estas tentaciones. +

Padre Basilio Méramo.
17 de febrero de 2002

miércoles, 1 de marzo de 2017

Miércoles de Ceniza, MEMENTO HOMO



Extracto del Sermón del R.Padre Méramo del Domingo de Quincuagésima en febrero de 2001.

...Con los domingos de Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima, la Iglesia nos prepara para la Cuaresma que comienza con el Miércoles de Ceniza y que nos conduce, nos lleva al misterio de los misterios, la Pascua de Resurrección. Y para prepararnos bien a la Resurrección, a ese misterio fundamental de nuestra fe, la Iglesia nos invita a la oración, al sacrificio y a que vivamos también la Pasión de nuestro Señor y su crucifixión antes de resucitar. Este es el significado y simbolismo de la Cuaresma que con el preludio de estos tres domingos nos vayamos adentrando en ese espíritu de sacrificio de la Pasión de nuestro Señor que debemos tener presente a todo lo largo de nuestra vida.
La religión católica es inconcebible sin sacrificio, sin la Pasión de nuestro Señor. Lamentablemente el mundo pagano festeja para estas fechas todo lo opuesto, el carnaval, que es un festival pagano de la carne, es una fiesta antiquísima que ha sido imposible erradicar, ni siquiera con todos los siglos de cristianismo, por lo que en muchos lugares se hace durante estos días reparación ante el Santísimo, por los desmanes que se cometen en estos días cuando debiera ser lo opuesto, una preparación para la Cuaresma. Eso nos demuestra cuán opuesto es el espíritu católico al espíritu del mundo, son antagónicos y esos dos espíritus están en nosotros, el espíritu del mundo y de la carne simbolizados por el viejo hombre, y el espíritu católico simbolizado por el nuevo hombre.
Ese es el combate permanente que sostendremos durante toda nuestra vida, de ahí que debamos estar alertas para que no venza en nosotros el espíritu de la carne, el espíritu del viejo hombre. Ese es el ejemplo que nos han dado los Santos, la lucha y la victoria sobre la carne, y ese es el espíritu que se intensifica en la Cuaresma. No es que la religión pida que seamos masoquistas; simplemente la religión católica es una religión con espíritu de sacrificio, el sacrificio de nuestro Señor, su inmolación al Padre Eterno por nuestros pecados, la víctima inocente. Ese es el significado del sufrimiento cristiano católico y aun el de las víctimas inocentes como pueden ser los niños sin uso de razón, como el sacrificio de los Santos Inocentes y eso explica lo que el mundo no entiende por no tener la fe y la concepción católica de las cosas; cuando le reprocha a Dios el sufrimiento de personas inocentes, juzgan de acuerdo al mundo para reprocharle. De ahí la necesidad de que sepamos ofrecer los sufrimientos a imagen de nuestro Señor, por nuestros pecados y también por los de los demás. Los grandes Santos no sufrían solamente por sí, sino también por los demás, por la Iglesia.
Hoy, como nunca, hay que sufrir por la Iglesia, por todo lo que está aconteciendo dentro de ella, por la pérdida de fe, por la apostasía, por la corrupción de la religión, por la corrupción del orden social católico, por la destrucción de la familia y de las naciones católicas, por el mal ejemplo, los escándalos, el pecado institucionalizado. Siempre hubo pecados y maldad, pero nunca hubo el pecado como hoy, proclamado e institucionalizado con el descaro que se ve.
Antiguamente el pecador reconocía que lo era, que era miserable, que estaba conculcando la ley de Dios; hoy es todo lo contrario, esa ley de Dios ya no se proclama, ya no existe, lo que existe es la ley del hombre, la libertad del hombre, la dignidad del hombre, los derechos del hombre, la religión del hombre y por eso es una religión que no implica sacrificio, que no tiene la noción de la Santa Misa sino de una cena al estilo protestante, porque, en definitiva, es una religión del hombre, que utiliza el título de católica, se sirve de la reputación de la religión católica y se encubre bajo ese nombre, pero no es la religión católica, es la religión del hombre, no es la religión por Dios, por lo cual se la hace fácil, sin sacrificio, que “cada cual haga lo que quiera, es su conciencia la que determinará si está bien, si está mal”.
Y así se conculcan los derechos más sagrados de Dios y se destruye todo principio de orden, de felicidad y de bienestar, por eso el mal y la gran amenaza que hay sobre el mundo, el castigo de Dios que tarde o temprano vendrá, esa purificación que tendrán el mundo y la humanidad. De ahí que nosotros debemos purificarnos sufriendo con paciencia estos males que afectan a la Iglesia, que afectan a la religión y que hacen que la Iglesia sufra en carne propia la Pasión de nuestro Señor y que así, sufriendo el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, salgamos acrisolados, purificados, como el metal que se purifica al contacto con el fuego.
Aprovechemos esta Cuaresma para que se intensifique el deseo de reparación, de purificación, de sacrificio, de inmolación; que dispongamos bien nuestras almas para poder regocijarnos después con la resurrección de nuestro Señor, esa resurrección que también es promesa para todos aquellos que somos sus fieles. De ahí la importancia de la fidelidad a la gracia divina, la fidelidad a nuestro Señor...

Nota del Editor, hace algunos años:
Posterior al doble rayo sobre la cúpula de la Basílica de San Pedro hoy sede del Anticristo,  perfectamente consumada del legado profético  de Daniel el santo profeta,  con  sus también consumados y  pomposos; Un tiempo, ( Paulo 6),  Dos tiempos de  JP p´s,  y  el  Medio tiempo más  de la  rata cantantante,  Acaecidos que fueran,  dando por parte del Cielo,  la señal de la finalización del periodo de los 7 reyes apocalípticos,  con el rayo sucedáneo sobre el corcovado,  lugar en el que tendría efecto   el festival de la carne encabezado por "El Pedro Romano" (Un simple Humano) de  San  Malaquías, (Similar a la forma en  la que los festines al  ente de la carne, por parte de antiteos y paganos, siempre precedieron a la Santa cuaresma)  y preanunciando la recta final, "ASÍ COMO EL RAYO CAE EN ORIENTE Y ES VISIBLE EN OCCIDENTE"  preparusiaco.  Da  Inicio  de manera  formal con este Miércoles de ceniza,  La cuaresma pre crucifixión de la Inmaculada esposa del Divino cordero,  con Los cuarenta días, (léanse meses) de tiempo de mortificación, para  la pusylus,  ( o los 1200 y tantos días del mismo Daniel Santo Profeta: (1290 desde la elección del falso Prometeo o Francisquito, que tienen "causalmente, su exacta cumplimentación, el 28 de Diciembre del 2016 ligeramente posterior al 2 de Octubre de ese año, en el que se cumplimentan  los 6000 años de la creación,  con la cumplimentación también  el siguiente 11 de febrero del 2017 Día de la festividad de Lourdes, los 1335 días también del Santo Profeta Daniel)),  cuaresma que justo culmina con el periodo del tiempo extra, posterior al medio tiempo Rat...zingereano,  Real profeta del  anticristo, que fue anunciado por el libro de la Revelación como  anterior pero posterior,  al  propio  JP2,  La bestia que fue,  que volvió a ser  y  que  ahora  sin  ser  sigue siendo, (como  emérito papa de la iglesia del AntiCristo), y que apegado al Mismo evangelio eterno,  será arrojado vivo  al  abismo, que también "Causalmente"  converge en el centenario de Fátima,  (indicio de que el "Dies Ire"  acontecerá en vida de la rata cantante,  bestia de la tierra, que hizo adorar con el falso milagro de la sangre incoagulada (criterio médico que significa vida)  de  JP 2, y con la presencia de su imagen parlante,  en aquél nefasto día, en donde se juntaron los águilas).

   Así pues, dispongámonos "In Nomine DOMINE"  para los cuarenta meses de Penitencia (expulsiones calumnias difamaciones y vejaciones)  de Ayuno (Sin pastores, sin sacramentos),  de  abstinencia, de meditación y de oración, SIN PERDER DE VISTA EL MAPA,  con los  indispensables prerequisitos,  menesteres imperiosos, para quienes pretendamos por inmerecida gracia, participar en las bodas del cordero, como Vírgenes (Sin haber fornicado, con  el mundo Cristiano moderno o modernizado,  y sus visibles posibles elecciones, (El Cristo No esta en el desierto,  Ni está en el fondo de la casa)),  pero vírgenes prudentes, ( con el aceite de la gracia),  Y  asegurados, de que sea con el exacto y perfecto vestido para las bodas, (LA VERDADERA CARIDAD),   de lo contrario, aun estando en el convite podemos ser expulsados a las tinieblas eternas,  Y  con La marca de Cristiano En la Frente, símbolo y figura de la cruz de cenizas con la que acompañamos al inicio de la cuaresma que comienza hoy con todas sus implicaciones.    Teniendo presente mas que  Nunca,  que  el rezo de los quince misterios del Santo Rosario,  "SON EL ÚLTIMO RECURSO, QUE EL CIELO DIO AL HOMBRE",  Que  en la  Crucifixión del Divino Cordero, Única y exclusivamente estuvieron presentes, San Juan (Apocalipsis),  Y la  Santísima  Virgen María, (EN PORTUGAL ("El portus calus",  el puerto hermoso,  en la devoción a la Santísima virgen María)  SE CONSERVARA  LO QUE SE DEBE CREER DE LA  VERDADERA FE".

SEA PARA GLORIA DE DIOS
Alberto González.