San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 31 de enero de 2016

DOMINGO DE SEXAGÉSIMA


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Durante este preludio de la Cuaresma la Iglesia nos presenta en el Evangelio la parábola del sembrador que nuestro Señor mismo la explica a sus discípulos ya que no la comprendían. Nuestro Señor les dice irónicamente que habla en parábolas para que no entiendan. No es que nuestro Señor les hable así para que no capten como leemos en el evangelio si se le interpreta al pie de la letra, sino que Él lo dice de un modo irónico, un modo indirecto de decir las cosas al revés para que surtan el efecto deseado. Como aquel que por advertir a alguien, en vez de decirle: tenga cuidado no se le caiga tal cosa, directamente le dice que se le caiga. Ironía que no es burlesca o hipócrita, sino producida por el celo por las cosas de Dios. Nuestro Señor les hablaba en parábolas no para que no entendieran; cuando lo que Él quería, justamente, era que entendiesen a través de esas semejanzas o comparaciones naturales las realidades de orden sobrenatural que eran difíciles de interpretar normal y comúnmente.

Y con la enseñanza de hoy nuestro Señor quiere mostrarnos la suerte de la semilla de la Palabra de Dios esparcida en el mundo. La respuesta que tiene esa semilla como fruto es un verdadero misterio. Nosotros no sabemos quiénes se salvan ni quiénes se condenan; si nos vamos a salvar o a condenar. La salvación se debe al fruto que produce la semilla, la palabra de Dios en nuestros corazones, en nuestras almas. Pero no todos tenemos la misma disposición, no todos corren la misma suerte, hay una elección fundamental, elemental, que nos pone en consonancia o en disonancia con Dios, esa elección del libre albedrío, de la libertad, porque libremente nos salvamos o nos condenamos, y para ello necesitamos la gracia de Dios.

Hay, pues, una elección que cada uno hace con Dios o contra Él; he ahí el gran misterio de la libertad, del fuero interno de cada uno. De esa decisión que está en lo más profundo de nuestra alma viene la respuesta y según ésta se da esa disposición para que germine y dé fruto o no, esa semilla que debería crecer y fructificar en el alma.

Coloca entonces cuatro ejemplos: tres de ellos, en los cuales no hay fruto, porque cae en mal lugar, en mala tierra, en mal corazón. La semilla que cae a la orilla del camino pero que viene el diablo y arrebata la palabra de Dios y es como si resbalase. La segunda porción, la semilla que cae entre las piedras, que crece, germina, pero al no haber raíces sólidas se pierde. Y la tercera, la que cae entre espinas y que por esas espinas la semilla es sofocada. La cuarta parte, que cae en tierra buena y da fruto y de ese fruto sabemos en otros pasajes del Evangelio, que unos dan el treinta, otros el sesenta y otros el ciento por ciento, que podríamos decir son los incipientes, los píos y los perfectos según la clasificación de las tres edades de la vida interior. Hay entonces una gradación; siendo la misma palabra de Dios, no en todos da el mismo resultado. Esa es la gran moraleja, la gran lección.

Lo que quiere nuestro Señor es que seamos buena tierra, bien abonada para que la semilla dé fruto; que no seamos de los que reciben su palabra pero que se les resbala, que poco caso hacen de ella; viven en la superficialidad, en la vanidad; de pronto se entusiasman en un momento efímero, como los fuegos de artificio, que duran unos segundos y luego desaparecen, se acaban.

Cuántas almas fogosas, en un instante de entusiasmo oyen la palabra de Dios, pero a la vuelta de la esquina ya van como si no hubieran oído absolutamente nada. Otra clase de personas, quizás menos superficiales, menos casquivanas, logran que la palabra de Dios germine, pero ante la dificultad por falta de esfuerzo, por flojera, no perseveran y entonces la semilla que crece se marchita, no produce fruto ante la dificultad, ante la contradicción, no hay hondas raíces, sólidas, no ha penetrado; es como quien siembra una planta a flor de tierra, se cae, echa raíces pero éstas no mantienen esa planta en pie. Y a cuántas personas vemos, incluidos todos nosotros, en quienes la semilla, la palabra de Dios, no tiene ese arraigo, esa penetración que nos haga mantener firmes, de pie, sólidamente, sin sucumbir ante la adversidad, ante la contradicción, ante el esfuerzo, ante el sufrimiento que implica la vida presente y más si se quiere vivir cristianamente, católicamente, y mucho más si se vive en un mundo como el de hoy, adverso a Dios, a la virtud, al bien, donde el pecado, el mal, tiene carta de ciudadanía. Eso es lo que hacen los medios de difusión, introducir el mal como si fuese bueno, aceptable, y eso en todos los órdenes, aun en el artístico como los adefesios que hace Botero.

¿Quién se escandaliza hoy de ver una pareja manoseándose en plena esquina? La niña o la mujer se prostituyen públicamente, es lo más normal del mundo, ¿quién les dice algo? Cuando antes algo así era denunciado, intervenía la policía, hoy es lo más normal, como el nudismo en las playas, lo más normal del cuento; lo raro es quien no hace eso; lo común es abortar, usar anticonceptivos, y no terminaría si comenzara a enumerar. Todo es general, menos la virtud, el bien, la pureza, la castidad, la virginidad, la veracidad, la palabra, la honradez.

Se ha dado vuelta al mundo; nos han dado vuelta los principios, los conceptos y esto es por la maldita televisión que nos emboba, me entristece decirlo, pero eso demuestra la perversión de nuestro corazón que nos gusta lo malo, pues si no nos gustara, no tendríamos esa atracción por el maldito aparato; y no es por lo de las “noticias”, eso es mentira, pues éstas son el gancho, si es que noticias podemos llamar a ese bombardeo incesante de información sin ton ni son; porque no sabemos cuál es la causa ni las consecuencias, ni los efectos de aquello con que nos atiborran sin poder ni siquiera reflexionar.

Comprobamos, pues, que es difícil mantenerse hoy como buen católico; incluso, ser un hombre normal cuando hoy el lesbianismo, la homosexualidad y cualquier perversión, tienen estatus social legal; lo que es antinatural. Entonces, ¿qué debemos hacer para poder vivir cristianamente y aun si se quiere, vivir naturalmente como un hombre normal. Es casi imposible hoy en día, sin un esfuerzo prácticamente sobrehumano. Luego cuántos no dejan, abandonan y abandonamos el camino por la falta de esfuerzo; no solamente pasa eso en la gente, en los fieles, en los sacerdotes; cuántos no se cansan y nos cansamos de la dificultad. ¿Qué les ha pasado a los padres de Campos? ¿Por qué cedieron? Porque hay una fatiga. Hay un desgaste y eso hace que uno claudique habiendo oído la palabra de Dios sin echar raíces hondas, sólidas.

Las raíces sólidas consisten en la capacidad para el sufrimiento que el mundo moderno no nos da; hoy no se quiere sufrir, no se quiere el dolor; en cambio el cristianismo nos enseña que el dolor y el martirio son fuente de redención, eso es la cruz, y por eso nosotros tenemos que asumir nuestra cuota de calvario, de suplilcio para asimilarnos y configurarnos en nuestro Señor. El mundo moderno eso no lo enseña, en cambio fomenta otra cosa: la diversión, la comodidad, lo placentero, todo lo que favorece la flojedad y por eso estamos espiritual y físicamente débiles, no tenemos espíritu aguerrido. Al contrario, estamos propensos a la depresión, a la neurosis, al estrés, sin culpa, como víctimas de un mundo que vive en el ruido, en la velocidad supersónica, que nos hace incapaces de adaptarnos a situaciones, porque cuando ya casi nos adaptamos a una viene otra, luego otra y otra. ¿Qué cuerpo aguanta?, ¿qué nervios toleran?

Esa es la aceleración del mundo moderno que desquicia, que nos desquicia y de ahí el sumo cuidado que debemos tener para no sucumbir, la necesidad de soledad para la oración, para la contemplación, para refugiarnos en Dios. Por eso la semilla que cae entre las piedras, por falta de hondas raíces queda sin fruto, se pierde. Y la otra parte, la que cae entre las espinas es el mundo con toda esa lucha que acabamos de describir y que de pronto se vuelve en nosotros una agonía; porque somos, o nos creemos, incapaces de poder sobrellevar ese aguijón, esa espina, esa dificultad agudizada que no es de un modo general sino de un modo más particularizado y que hace que no dé fruto la palabra de Dios como aquel a quien se le amputa un miembro. Quedamos amputados, sofocados por esas dificultades graves que encontramos a lo largo de nuestro camino, de nuestra existencia. Cuánta gente es buena, muy buena, por un tiempo, incluso largo tiempo y de pronto una gran desgracia, inesperada, violenta, la hace sucumbir, al igual que al sacerdote o simple fiel, por las espinas del mundo, por no haber tenido cuidado con todo lo que el mundo prodiga. Aun siendo buenos, aunque no tan buenos, somos seducidos por las riquezas, por las cosas del mundo pero sin darnos suficiente cuenta, como aquel ejemplo de las vacas flacas y de las vacas gordas, cuando viene la dificultad ya no somos capaces. Hay que tenerlo presente mis estimados hermanos, para no sucumbir.

Sólo una cuarta parte cae en terreno fértil, y sin embargo, no todos responden ni respondemos de igual modo; no debemos escandalizarnos de que a veces la palabra de Dios no produzca los efectos que deseamos, y no es por culpa de Dios sino por el defecto de la tierra donde cae la palabra Divina.

Pidámosle a nuestra Señora que nos haga terreno fértil, para que la palabra divina produzca ese fruto generoso, para sufrir con paciencia perseverando en el bien; que podamos llegar a esa perfección y santidad a la que Dios nos llama. +


PADRE BASILIO MERAMO
3 de febrero de 2002

domingo, 24 de enero de 2016

DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Con este domingo de Septuagésima se inicia el ciclo litúrgico de la Pascua que tiene su preparación con la Cuaresma y su antesala o preludio que comienza hoy para prepararnos a ella con sus sacrificios, penitencias, mortificaciones y a imitación de nuestro Señor en el desierto poder después festejar con gran alegría la resurrección de nuestro Señor, después de su muerte en la Cruz por nuestros pecados; a eso debemos el color morado de los ornamentos.

Y así la Iglesia nos va advirtiendo en estos domingos antes de la Cuaresma que nos vayamos disponiendo y preparando para este periodo de la Iglesia que antaño los fieles practicaban con verdadero fervor, y que nosotros, dada la debilidad del hombre actual, medio la sobrellevamos; no por eso olvidemos el espíritu de sacrificio, penitencia y oración que durante estos días de disposición comienzan hoy con la septuagésima. Setenta días para la Pascua es un número que la Iglesia tomó como motivo de preparación; los Siete Salmos Penitenciales por ejemplo; número siete que nos recuerda también el exilio del pueblo judío en Babilonia durante setenta años y que recuerda la historia de la humanidad resumida en ese destierro del pueblo elegido; por eso la Iglesia lo toma para que lo recordemos como preludio a la Pascua.

Me veo hoy penosamente obligado a tratar un tema que preferiría realmente callar, pero no puedo dejar de advertirlo, dado el hecho de la reunión del 24 de este mes en Asís, reconfirmando lo que hace varios años fue un escándalo; lo cual demuestra una pertinacia en el error y que miradas las cosas a la luz de la fe, no con sentimentalismos ni aprehensiones humanas, no se puede dejar de señalar porque son hechos que ofenden el nombre de Dios. Porque cuando hay hechos que conculcan evidentemente el honor de Dios, que son públicos, es un deber de todo católico señalarlos y lo más grave es que no se trata de cualquier prelado, de cualquier cristiano, sino de un acto de la jerarquía oficial de la Iglesia con el Sumo Pontífice a la cabeza representando a Dios, en unión con todos los otros líderes religiosos –para pedir la paz–; nosotros sabemos que la paz únicamente se puede pedir en el nombre de Cristo.

No puede haber otra paz fuera de la paz de Cristo. Sería una ilusión, un engaño, y en el peor de los casos la paz del Anticristo que ya la tenemos anunciada en las Escrituras.

Luego, yo no puedo pedir junto con los demás si no pido en Cristo porque no sería la paz de Cristo sino la del Anticristo. No hay término medio, las verdades de la religión católica son apodícticas, derechas, contundentes, definitivas, y al espíritu liberal no le gusta esa contundencia, radicalidad y verticalidad de la verdad, por eso siempre prefiere un sí que sea un no y un no que sea un sí. Y por eso nuestro Señor dice “sí sí o no no”, toda otra palabra viene del maligno. En materia de fe, en materia de verdad no cabe otro lenguaje, porque éste no les gusta, no le parece al mundo moderno ni a sus enemigos ni a los que están dentro de la Iglesia en connivencia con ese espíritu. Es un espíritu tolerante, y me refiero al liberalismo en el orden teológico y filosófico, no estoy hablando aquí de partidos políticos que por otro motivo se puedan asociar a este pensamiento. Pero es tal el reformismo de nuestra época que no nos gusta la verdad por el compromiso que ella exige y por eso un acto público como el del día 24 no se puede, a los ojos de la verdad o de la fe, dejárselo de lado o disimularlo.

Es para mí una obligación decirlo, aunque me freno para no decir todo lo que pienso y lo que en consecuencia se seguiría por simple lógica, porque no quiero escandalizar ni asustar a nadie, pero sí es mi deber advertir a los fieles, para que no se dejen llevar por el falso concepto del peso de la autoridad. ¿Cómo se va a pedir una paz sin invocar el sacrosanto nombre de nuestro Señor Jesucristo?, si Él siempre dice: “Pax Vobis”, Mi paz os dejo, mi paz os doy”. Porque Él sabe que todos los bienes se condensan en la paz, que es la tranquilidad en el orden y en el divino, en el natural pues eso será adulterado hacia el fin de los tiempos para promover una falsa paz que culminará en el Anticristo; y cómo se le va a pedir a Dios si no se le pide al verdadero y único Dios Uno y Trino, al Dios de la revelación.

Yo no le puedo pedir a cualquier dios, no puedo invocar en la oración a un falso dios. Entonces, ¿cómo voy a reunirme en el nombre de Dios y de la Iglesia con los líderes de las falsas religiones para pedir una paz que no es la de Cristo y a un Dios en el que ellos no creen? Los dejo en el error, la infidelidad y confundo a los católicos, eso es desastroso y apocalíptico. Un Papa no tiene poder ni derecho para hacer eso.

La infalibilidad de la Iglesia y de la cual goza el Papa no es para anunciar una nueva doctrina sino para confirmar a sus hermanos en la fe, contenida en el depósito de la revelación católica. Esto no las debería decir yo, un simple sacerdote, sino los doctores de la Iglesia, que por oficio son los obispos; es deber de los obispos católicos advertir a los fieles dispersos por el mundo en esta hora crítica de crisis en que la Iglesia está reducida, y siendo limitada para alertar no sólo a la humanidad sino a los fieles de no dejarse seducir por una falsa unión, por una falsa paz. Ese es el deber de los obispos, consolidar en toda doctrina, profesar y sostener en esta crisis la fe y la doctrina de la Iglesia y sostener a los fieles; para eso son pastores hasta dar la vida por sus ovejas. Y si no lo hacen no cumplen con su deber y no valen acciones sucedáneas, cuando la verdad está públicamente conculcada, eso exige una denuncia.

Eso fue lo que ocasionó a los mártires la profesión de la fe y no se puede claudicar, soslayar, ocultar. Es trágica la hora presente; la verdad tiene sus derechos y por eso no puede uno hacerse el tonto. A mí me gustaría no tener que hablar más de ello y abrigo además el temor de escandalizar a alguien y, si se diese el caso, pido que por favor me lo haga saber para quitar ese escándalo; pero mucho más indignante es el acto que Juan Pablo II hace en nombre de la Iglesia como sumo Pontífice y Vicario de Cristo. Un acto que no es de Dios ni para Dios. ¡Es tremendo! Y por eso considero un deber advertir a los fieles sobre la legitimidad con la cual Juan Pablo II y todos los cardenales en comunión con él ejercen en nombre de Dios y de la Iglesia católica haciendo eso que acaban de realizar.

Porque como sacerdote católico, apostólico, romano, tengo que decir que ese evento no es católico, ni apostólico ni romano, ni de la Iglesia católica sino digno de la iglesia de Satanás; así de claro, de duro y con todo el dolor de mi alma pero es la profesión de fe pública que tengo que dar, porque está en juego la salvación de mi alma y de las almas de todos los fieles porque, repito, esto no lo debiera decir yo, sino los obispos que son los doctores de la Iglesia y en nombre de Dios manifestarlo. Porque no puede ser que el error, el engaño circulen en el nombre de Dios, eso no puede ser. Un Papa no tiene autoridad para ello, ninguno, y si hace un evento de esos con toda la jerarquía en comunión con él, tengo todo el derecho y el deber de poner en duda la legitimidad de ese evento. Es lo menos que puedo decir, y creo que es lo menos que debieran decir aquellos prelados que se estimen católicos si no quieren pecar de cobardía, de ignorancia o de lo que fuese. ¡Es terrible! Pero es así.

La fe así lo exige, es lo formidable de Dios, pero no nos percatamos porque la anemia espiritual se nos ha ido tan suavemente dosificando que ya ni cuenta nos damos, y Dios permite que el hecho abominable de Asís se repita, como para ver si los que no supieron reaccionen, pero nadie responde, nadie musita, nadie chista. ¿Por qué? ¿Es que no existen hombres viriles, sobrenaturales, que puedan defender la Iglesia? Si no los hay entonces ya se hubiera acabado la Iglesia, luego los tiene que haber que clamen desde el desierto; es una obligación, así nos cueste la cabeza.

Lo terrible no es que los musulmanes, azuzados por judíos, tumben las torres de Nueva York que bien se las harán pagar con el seguro porque estúpidos no son; lo grave no es que ese país esté agobiado con la violencia, mucho más grave es lo que pasa en la Iglesia católica, eso es lo peligroso: que se pudra la religión, que se pudran los prelados, que se pudra el clero. Eso es gravísimo y lo peor es que no nos demos cuenta de ese estado de putrefacción, de adulteración y que no haya paladines que adviertan al pueblo para que permanezca fiel a la fe en esta apostasía. Por eso, mis estimados hermanos, desde todo punto de vista, teológico y jurídico, es lícito dudar de la legitimidad de Juan Pablo II cuando ejerce un acto en el nombre de Dios para destruir la Iglesia.

Es lo menos, sinceramente lo menos, las soluciones no son nuestras, no las podemos dar; la conclusión la dará Dios; el buen médico es el que diagnostica la enfermedad, aunque muchas veces no puede dar la salud, porque la salud y la vida vienen de Dios, pero sí el diagnosticar, para que no nos dejemos arrastrar. Eso haría yo si fuera obispo, me vería obligado a hacerlo delante de Dios, poner en duda pública la legitimidad ante la gravedad de esos actos que está realizando; perdónenme las expresiones, porque sencillamente un Papa no se puede poner de ruana la Iglesia, no es su bien propio, es la Iglesia de Cristo, son las almas de Cristo y la autoridad la tiene para gobernar dentro de los cánones de las leyes, tanto divinas como eclesiásticas.

El Papa no es un gurú o un mandarín caprichoso que puede hacer con la Iglesia y sus leyes lo que le dé la gana; ese no es el concepto católico de la autoridad, ni en el orden natural ni en el sobrenatural.

Ya en España, la madre patria, un rey podía ilegitimizarse por la falta de ejercicio, cuando claudicaba en el deber de procurar el bien común. El poder no está para hacer con él lo que se quiera, sino para gobernar llevando a los súbditos hacia el fin, y ¿hacia dónde nos lleva Juan Pablo II? Hacia ese abrazo con las falsas religiones para pedir una paz que no es la de Cristo a un dios anónimo, que no es el Dios Uno y Trino de la revelación; y si lo es ¿por qué no lo dice? ¿por qué no lo proclama? ¿por qué no lo profesa? No hay término medio, sí o no, no hay excusa, no hay ignorancia que valga, son los hechos, los terribles hechos.

Por eso tenemos que rezar más que nunca, para perseverar en la fidelidad a la Iglesia que está siendo reducida. No todo el que diga ¡Señor, Señor!, se salvará; no todo el que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de Dios; no todo el que dice ¡Señor, Señor!, es católico. Esta jerarquía oficial no es católica, no pueden ser católicos, no profesan la fe católica, eso es evidente; la fe no se profesa en el baño ni en la cocina de la casa, se ejerce públicamente. Y lo que hemos visto es una anti-profesión de fe, de una anti-iglesia digna de un Anticristo. “Roma perderá la fe y será sede del Anticristo”, dijo nuestra Señora en La Salette.

¿Quieren ver más claro? ¿Qué falta para ver más claro? Amor a la verdad, es lo único que nos puede hacer ver, el amor a la verdad, a esa verdad que invoca San Juan Evangelista; amor a esa verdad que es el Verbo de Dios, que es la que ilumina toda inteligencia, pero que los suyos no la recibieron, que los suyos no la aceptaron prefiriendo las tinieblas, pues son hijos de las tinieblas. Eso es lo que le pasa al pueblo judío por su perfidia y eso es lo que nos va a pasar si no tenemos el amor a la verdad, y éste lleva a la inmolación de la propia vida como lo hizo nuestro Señor Jesucristo en la Cruz; eso es ser católico, esa es la espiritualidad católica, eso es lo que anima la devoción católica, eso es lo que ha hecho a los Santos. No una masa, una fe , una doctrina amorfa, equívoca, sino la luz de la verdad que es nuestro Señor.

Perdónenme si he sido un poco duro, pero es así y si no puedo hablar, si voy a escandalizar, ganas no me faltan de irme al desierto y no tener que decirlo. Pero si tengo la cura de almas es mi deber entonces decir las cosas como las veo en conciencia delante de Dios. Pero no callar por miedo, el que fuese, y sí pedir la gracia para que todos podamos tener ese mismo entendimiento, y así poder ser fieles a la verdad, porque eso que ha ocurrido se va a agudizar, no queda allí, no para allí, la globalización del mundo con la Iglesia y todas las religiones, la unión fuera de Cristo que realizará el Anticristo; hacia eso vamos y por eso si los tiempos no se abrevian, nadie se salvaría, por eso debemos ser lúcidos en la fe, con la lucidez del Espíritu Santo y pedirle a Dios que nos sostenga, porque por nosotros mismos no podemos nada, somos miseria, barro. Entonces es Dios en nosotros y por la Gloria de Dios es que debemos mantener la fe en medio de estas densas tinieblas que seguirán apretando y que nos absorberán si no tenemos cuidado y si no tenemos vigías que mantengan despierto al pueblo de Dios, a los fieles.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, para que Ella sea nuestro sostén, para que nos sostenga como a niños indefensos bajo su manto. +

P. BASILIO MERAMO
27 de enero de 2002

martes, 19 de enero de 2016

SOBRE LA VISIBILIDAD DE LA IGLESIA. P. Basilio Méramo

 Para aquellos que tanto enarbolan la visibilidad de la Iglesia pretendiendo desvirtuar todo sedevacantismo, (sin distinción) negando su posibilidad, no se percatan que la misma visibilidad, e incluso la indefectibilidad de la Iglesia se tornan en contra de lo que vana y absurdamente pretenden probar a fuerza de dogmatizar prejuicios que provienen de su escaso y miope bagaje teológico.

Es más, el hecho de la Sede Vacante, lejos de contravenir la visibilidad del primado, de la Cátedra de Pedro y de la Iglesia, lo reafirma, si bien se mira, señalándolo, indicándolo.

Por esto, vuelvo a desempolvar lo que ya estaba dicho en un escrito de hace más de veinte años la Consideración Teológica sobre la Sede Vacante, y añadir los textos (para mi desconocidos en aquel entonces) de Mons. Lefebvre sobre la visibilidad de la Iglesia que no tiene (ni puede tener) la Nueva Iglesia Conciliar o Post- Conciliar.

Visibilidad de la Iglesia con un Papa Hereje - Cismático y/o Apóstata 

Otra de las cuestiones que se presentan ante la eventualidad de un Papa hereje cismático y/o apóstata, es la cuestión de la visibilidad de la Iglesia. ¿Qué pasa con la Iglesia que debe ser visible con un Papa hereje? La visibilidad de la Iglesia es un dogma de fe.

Pues bien, es la misma visibilidad de la Iglesia la que exige la profesión pública de la fe: «Lo que constituye la visibilidad de la Iglesia es su organización exterior, tanto más que es de derecho divino, organización manifiesta a todas las miradas y a la cual todos los fieles deben pertenecer por el vínculo visible de la misma fe obligatoria, exteriormente profesada, por el vínculo de la obediencia frente a una autoridad común visible y por el vínculo de una misma comunión en la participación a los Sacramentos establecidos por Jesucristo.» (D.T.C. Église, col. 2144). Luego es evidente que la visibilidad de la Iglesia exige en primer lugar la profesión pública de la fe católica, pues: «la Iglesia es la sociedad de los fieles unidos por la profesión integral de la misma fe católica, por la participación a los Sacramentos y por la sumisión a la misma autoridad sobrenatural emanando de Jesucristo, principalmente a la autoridad del Pontífice Romano Vicario de Cristo». (D.T.C. Église, col. 2109-2110).

«El Cardenal Torquemada (+ 1468) define la Iglesia como la sociedad de los católicos o la universalidad de los fieles, que sean predestinados o no, que estén o no en la caridad, por vista que ellos profesen la fe católica integral y que no sean separados de la Iglesia por la justa sentencia de sus pastores». (D.T.C. Église, col.2141).

Vemos que la profesión pública e integral de la fe es el primer requisito para pertenecer a la Iglesia visible, sin profesión pública e integral de la fe no hay visibilidad de nuestra pertenencia a la Iglesia. La visibilidad de la Iglesia pasa primera y fundamentalmente por la profesión integral y pública de la fe católica apostólica y romana.

La distinción teológica entre cuerpo y alma de la Iglesia, comprende los elementos visibles e invisibles de la misma, de tal modo que la pertenencia al cuerpo de la Iglesia es lo que constituye su visibilidad o sea que hablar de visibilidad de la Iglesia, es considerar el cuerpo de la Iglesia, es referirse a la visibilidad de la misma: «el cuerpo de la Iglesia comprende el elemento visible o la sociedad visible, a la cual se pertenece por la profesión exterior de la fe católica, por la participación a los Sacramentos y por la sumisión a los legítimos pastores, y el alma comprende el elemento invisible o la sociedad invisible, a la cual se pertenece por el hecho que se posean los dones interiores de la gracia». (D.T.C. Église, col. 2154).

Quede claro entonces que para pertenecer al cuerpo de la Iglesia se requiere la profesión de la fe, en primer término, pues San Roberto Belarmino «señala tres condiciones indispensables para pertenecer al cuerpo de la Iglesia o a la Iglesia visible que es la única verdadera Iglesia. La primera condición (es lo que aquí más nos interesa) la profesión de la verdadera fe, siempre requerida por la Tradición constante y universal de la Iglesia que ha considerado sin cesar los herejes como no pertenecientes a la Iglesia según los textos anteriormente citados y de los cuales muchos están aquí indicados por San Roberto Belarmino ». (D.T.C. Église, col. 2160). Quien no es miembro del cuerpo de la Iglesia, no puede ser su Cabeza, y si no se profesa la fe, primer requisito de todo miembro del cuerpo de la Iglesia ¿cómo puede ser Papa, es decir su Cabeza?, oigamos al mismo San Roberto Belarmino (citado por Da Silveira, op. cit. p.172). «El Papa hereje manifiesto, deja por sí mismo de ser Papa y Cabeza, del mismo modo que deja por sí mismo de ser cristiano y miembro del cuerpo de la Iglesia; y por eso puede ser juzgado y punido por la Iglesia. Esta es la sentencia de todos los antiguos Padres, que enseñan que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción, y concretamente de San Cipriano (Lib. 4, Espist. 2) el cual así se refiere a Novaciano, que fue Papa (antipapa) en el cisma que hubo durante el Pontificado de San Cornelio».

Notemos que al decir San Roberto Belarmino que pierde toda jurisdicción no quiere decir que excluya una sustentación por parte de Nuestro Señor Jesucristo en el caso del Papa hereje. Tal como hoy podría ser. Se refiere sí a la pérdida por derecho de la jurisdicción perdiendo el Pontificado, sin que excluya la sustentación de hecho puramente actual y (no habitual) según el bien común de la Iglesia y la salvación de las almas.

Sin la profesión de fe pública e integral no hay pertenencia a la Iglesia, no se es miembro del cuerpo de la Iglesia, pues la visibilidad de la Iglesia así lo exige. Un Papa que no profesa la fe católica está fallando en el primer vínculo visible de la unidad de fe, está fallando en la unidad visible de la fe por la carencia en la profesión exterior de la misma. Sin la unidad de fe visible por la profesión pública e íntegra de la fe, ¿cómo se puede considerar miembro del cuerpo visible de la Iglesia a quien falla en la profesión de la fe? Sin profesión pública de la fe integral no hay el vínculo visible que permita afirmar que se pertenece al cuerpo de la Iglesia, esto es claro como el agua. Y quien no es miembro del cuerpo visible de la Iglesia, ¿cómo puede ser su cabeza? O se profesa la fe públicamente o no se es miembro del cuerpo de la Iglesia.

Como dice Melchor Cano (citado por Da Silveira) «no se puede ni siquiera concebir que alguien sea cabeza y Papa, sin ser miembro y parte». (Op. Cit. p.173). Y ¿cómo se puede ser miembro y parte de la Iglesia visible sin la profesión pública e íntegra de la fe católica apostólica y romana?

La profesión de fe es un vínculo necesario para pertenecer al cuerpo de la Iglesia, San Roberto Belarmino, así también lo confirma al referirse al hereje en un texto que trae Da Silveira: « (...) el hereje manifiesto no es de modo alguno miembro de la Iglesia, es decir, ni espiritualmente ni corporalmente, lo que significa que no lo es ni por unión interna ni por unión externa. Porque inclusive los malos católicos están unidos y son miembros espiritualmente por la fe y corporalmente por la confesión de la fe (...)». (Op. Cit. p.173). Es evidente que la profesión (confesión) de la fe es necesaria para pertenecer corporalmente a la Iglesia, o sea para ser miembro del cuerpo de la Iglesia visible.

Luego un Papa que no profesa la fe católica íntegramente no puede ser miembro del cuerpo de la Iglesia y si no puede ser corporalmente miembro, mucho menos puede ser su cabeza. Esto es hasta de una evidencia física. El que no lo vea, es porque no lo quiere ver, y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Pero al pan pan y al vino vino, le seguiremos diciendo nosotros.

La cuestión de la visibilidad de la Iglesia está directa e íntimamente relacionada con la pertenencia a la Iglesia como miembro. Pertenencia visible o pertenencia al cuerpo de la Iglesia que se funda primera y principalmente en la profesión pública de la fe católica integralmente.

Luego es la misma visibilidad de la Iglesia la que no admite al Papa hereje, pues lo rechaza y repele como a un miembro muerto y putrefacto, lo mismo para el cismático y/o el apóstata.

Recordemos además que la visibilidad de la Iglesia se basa en aquello que es de constitución divina, es decir en el Papado, en la jerarquía, más que en las personas privadas que ocupan tales cargos públicos. La visibilidad de la Iglesia dada por su jerarquía divinamente instituida se refiere a los cargos (o investiduras) como es el Papado, el Episcopado etc... Es la persona pública, el cargo u oficio público divinamente instituido y no la persona privada que lo ocupa, ejerce, y desempeña. La visibilidad de la Iglesia no se pierde porque la Sede está Vacante lo cual sucede siempre que los Papas mueren. La misma Sede Vacante muestra la visibilidad de la Iglesia en cuanto al Papado hasta que sea ocupada la Santa Sede por un legítimo sucesor de San Pedro. Las instituciones divinas no se destruyen por la falencia de los hombres, por eso la Iglesia es divina a pesar de los hombres.

Por cuerpo de la Iglesia se entiende, (dice Hugon) la obligación de pertenecer a este organismo por el carácter bautismal y por los vínculos visibles de una triple unidad: de fe, de culto, de gobierno. (Hors de l’Eglise Point de Salut, p. XVIII).

El cuerpo visible de la Iglesia exige un triple vínculo, tres vínculos que son visibles, y el primero de estos tres vínculos visibles es el de la profesión exterior de la fe católica. El vínculo de la fe, no es sólo la fe interior, no basta para ser un vínculo visible que exige por lo mismo la visibilidad de esa fe, la cual se manifiesta por su profesión exterior.

En este sentido afirma Hugon: «La unidad, causa de vida, signo de verdad, es visible y tangible, porque implica la profesión exterior de los mismos artículos por todo el mundo, y que requiere un magisterio público y auténtico al cual todos están obligados a someterse. Sin esta autoridad soberana e infalible, las controversias serían interminables como lo son en el protestantismo». (Ibídem, p. 246).

Precisamente este Magisterio infalible que dirime las controversias y define los Dogmas es el que actualmente es negado por los modernistas, sean en las apariencias progresistas o conservadores, como el Cardenal Ratzinger Prefecto de la Congregación para la Fe (que vela por la fe) sobre quien Mons. Lefebvre lo dijo poco antes de morir haciendo alusión a la revista Sí Sí, No No (Ed. Italiana del 15 de Enero 1991): «Os invito a leer el denso artículo de fondo de «Sí Sí No No» que ha aparecido hoy sobre el Cardenal Ratzinger. ¡Es aterrador! El autor del artículo no sé quién es, pues ponen siempre seudónimos, y no se sabe entonces quien es. Pero en fin, el artículo está muy bien documentado y concluye que el Cardenal es hereje. El Cardenal Ratzinger es hereje. No solamente, se enfrenta a los decretos y declaraciones dogmáticas según él ha afirmado. Se puede incluso discutir, si es infalible, si no es infalible: «Quanta Cura», «Pascendi Dominici Gregis», el Decreto «Lamentabili» etc.., se puede discutir. No es esto lo que es grave en el cardenal Ratzinger, sino que pone en duda la realidad misma del Magisterio de la Iglesia. Pone en duda que hay un Magisterio que sea permanente y definitivo en la Iglesia. Esto no es posible. Se acomete contra la raíz misma de la enseñanza de la Iglesia. Ya no hay una verdad permanente en la Iglesia, verdades de fe, Dogmas en consecuencia. No hay más Dogmas en la Iglesia ¡Esto es radical! Evidentemente es herético, está claro. Es horrible, pero es así». (Última conferencia espiritual de Mons. Lefebvre en Ecône, 8 y 9 de Febrero 1991).

Si esto dijo Mons. Lefebvre poco antes de morir en su última conferencia espiritual a los seminaristas de Ecône, la herejía no se puede negar, existe en las personas más encumbradas en la Iglesia y en Roma mismo. El Cardenal Ratzinger es el brazo derecho de Juan Pablo II en las cuestiones teológicas y piensan igual, de eso no cabe duda, tal para cual, la conclusión se impone, pero de esto hablaremos más adelante. Queda asentado por todo lo expuesto que sin la profesión de la fe no se puede pertenecer al cuerpo de la Iglesia visible. Un Papa que no profesa la fe ¿cómo va a transmitirla?, es imposible por esto Mons. Lefebvre dijo refiriéndose al Papa, en aquel entonces Pablo VI: «Y como sucesor de Pedro debe transmitir la fe de sus predecesores. En la medida que no nos transmita la fe de sus predecesores, ya no es el sucesor de Pedro. Entonces se volvería una persona que se separa de su cargo, que reniega de su cargo, que no se dedica a su cargo. No puedo hacer nada, no es mi culpa». (La Condamnation... p. 262).

Así pues, el argumento de la visibilidad de la Iglesia, se torna en contra de aquellos que lo invocan para negar la posibilidad de la hipótesis de la Sede Vacante, y de hecho refutar la Conclusión Teológica sobre la misma.

El argumento de la visibilidad, les cae como rocío sobre el rostro, como aquel que para defenderse, escupe para arriba.

La visibilidad de la Iglesia, no puede ser jamás la de una jerarquía que pontifica en el error, dado que la indefectibilidad de la Iglesia, estaría evidenciando dicho error; ya no se diga cuando ese error está en flagrante ruptura con la Tradición, lo cual evidencia una escisión o cisma, conculcando incluso el dogma, lo cual es una herejía; o se llega además a subvertir la fe, proponiendo otra, lo cual sería ya una flagrante apostasía.

Por esto, Monseñor Lefebvre pudo decir y dijo acerca de la visibilidad de la Iglesia, con respecto a la Nueva Iglesia Conciliar (o Post- Conciliar) :

“Pero este último tiempo se nos ha dicho que era necesario que la Tradición entrase en le Iglesia visible. Pienso que se comete allí un error muy grave. 

No que no haya Iglesia fuera nosotros; no se trata de eso. Pero este último tiempo, se nos ha dicho que era necesario que la Tradición entrase en la Iglesia visible. 

¿Dónde es la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica. 

Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? 

Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial. 

(…) La unidad de la fe realizada en el mundo entero es la catolicidad. Ahora bien, esta unidad de la fe en todo el mundo no existe ya, no hay pues más de catolicidad prácticamente. 

(…) ¿La apostolicidad? Rompieron con el pasado. Si hicieron algo, es bien éso. No quieren saber más del pasado antes del Concilio Vaticano II. 

(…) La apostolicidad: nosotros estamos unidos a los Apóstoles por la autoridad. Mi sacerdocio me viene de los Apóstoles; vuestro sacerdocio les viene  de los Apóstoles. Somos los hijos de los que nos dieron el episcopado. Mi episcopado desciende del santo Papa Pío V y por él nos remontamos a los Apóstoles. En cuanto a la apostolicidad de la fe, creemos la misma fe que los Apóstoles. No cambiamos nada y no queremos cambiar nada. 

Y luego, la santidad. No vamos a hacernos cumplidos o alabanzas. Si no queremos considerarnos a nosotros mismos, consideremos a los otros y consideremos los frutos de nuestro apostolado, los frutos de las vocaciones, de nuestras religiosas, de los religiosos y también en las familias cristianas. De buenas y santas familias cristianas germinan gracias a vuestro apostolado. Es un hecho, nadie lo niega. Incluso nuestros visitantes progresistas de Roma constataron bien la buena calidad de nuestro trabajo. 

(…) Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible.

Si hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros. 

No hay ya en ellos la unidad de la fe; ahora bien es la fe que es la base de toda visibilidad de la Iglesia. 

La catolicidad, es la fe una en el espacio. 

La apostolicidad, es la fe una en el tiempo. 

La santidad, es el fruto de la fe, que se concreta en las almas por la gracia del Buen Dios, por la gracia de los Sacramentos. 

Es totalmente falso considerarnos como si no formáramos parte de la Iglesia visible. Es increíble. 

(…) Pienso que es necesario que tengamos esta convicción para no caer en los errores que se está extendiéndose ahora”. 

Por supuesto, se podrá objetársenos: ‘¿Es necesario, obligatoriamente, salir de la Iglesia visible para no perder el alma, salir de la sociedad de los fieles unidos al Papa?’ 

No somos nosotros, sino los modernistas quienes salen de la Iglesia. 

En cuanto a decir ‘salir de la Iglesia visible’, es equivocarse asimilando Iglesia oficial a la Iglesia visible. 

(…) ¿Salir, por lo tanto, de la Iglesia oficial? En cierta medida, ¡sí!, obviamente. 

(…) Si nos alejamos de esta gente, es absolutamente de la misma manera que con las personas que tienen el SIDA. No se tiene deseo de atraparlo. Ahora bien, tienen el SIDA espiritual, enfermedades contagiosas. Si se quiere guardar la salud, es necesario no ir con ellos”. (Extractos de la Conferencia dada por S. Exc. Mgr Lefebvre en Ecône el 9 de septiembre de 1988, después del Retiro Sacerdotal. Fideliter n°66, noviembre- diciembre de 1988). 

Y en una entrevista a Mons. Lefebvre, un año después de las consagraciones, volvió a manifestar lo mismo: 

Fideliter - Algunos dicen: sí pero Monseñor tendría que haber aceptado un acuerdo con Roma, porque una vez que la Fraternidad hubiese sido reconocida y las sanciones levantadas, habría podido actuar de una manera más eficaz dentro de la Iglesia, mientras que ahora se colocó afuera. 

Monseñor: Son cosas que son fáciles de decir. Ponerse dentro de la Iglesia, ¿qué es lo que eso quiere decir? Y en primer lugar, ¿de qué Iglesia se habla? Si es de la Iglesia conciliar, sería necesario que nosotros, quienes luchamos contra ella durante veinte años porque queremos la Iglesia Católica, volviésemos a entrar en esta Iglesia conciliar para supuestamente volverla católica. ¡Es una ilusión total!’. 

(…) Es increíble que se pueda hablar de Iglesia visible en relación a la Iglesia conciliar y en oposición con la Iglesia Católica que nosotros intentamos representar y seguir. 

(…) Somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible: la unidad, la catolicidad, la apostolicidad, la santidad. Es eso lo que constituye la Iglesia visible. 

(…) Somos nosotros quienes estamos con la infalibilidad, no la Iglesia conciliar. Ella está en contra de la infalibilidad, es absolutamente cierto. 

(…) Obviamente estamos en contra de la Iglesia conciliar, que es prácticamente cismática, incluso si no lo aceptan. En la práctica es una Iglesia virtualmente excomulgada, porque es una Iglesia modernista”. (Fideliter n° 70, julio- agosto de 1989). 

Por todo esto, no se puede excluir teológicamente, como se pretende, ni que un Papa pueda caer en herejía, el cisma o la apostasía, ni que por el mismo hecho la Sede de Pedro quede vacante; salvo que se pretenda que es un dogma de fe, como en el fondo pareciera ser, para aquellos que excluyen la posibilidad de la Sede Vacante argumentando con la visibilidad de la Iglesia.

Y para acabar con esta historia baste solamente este texto para dejar de insistir y pretender aplastar refutando, negando toda posibilidad de Sede Vacante:

“Nos encontramos verdaderamente frente a un dilema gravísimo, que creo no se planteó jamás en la Iglesia: que quien está sentado en la Sede de Pedro participe en cultos de falsos dioses; creo que esto no sucedió jamás en toda la historia de la Iglesia. ¿Qué conclusión deberemos quizás sacar dentro de algunos meses ante estos actos repetidos de comunión con falsos cultos? No lo sé. Me lo pregunto. Pero es posible que estemos en la obligación de creer que este Papa no es Papa. No quiero decirlo aún de una manera solemne y formal, pero parece, sí, a primera vista, que es imposible que un Papa sea hereje pública y formalmente”. (Sermón del Domingo de Pascua del 30 de marzo de 1986 en Ecône).

Y quince días después en Ecône, en la conferencia a los seminaristas, dijo Mons. Lefebvre refiriéndose a lo dicho el Domingo de Pascua:

“Queridos amigos, ¡pudieron, durante las vacaciones, reflexionar sobre el sermón del Domingo de Pascua…

 El papa no está sobre las leyes divinas.

(…) Entonces el problema se plantea.

Primer problema: la communicatio en sacris.

Segundo problema: la cuestión de la herejía.

Tercer problema: ¿el Papa es aún Papa cuando es hereje?

¡Yo no sé, no zanjo! Pero pueden plantearse la cuestión ustedes mismos. Pienso que todo hombre juicioso debe plantearse la cuestión. No sé. Entonces, ahora, ¿es urgente hablar de esto?...

Se puede no hablar, obviamente… Podemos hablar entre nosotros, privadamente, en nuestras oficinas, en nuestras conversaciones privadas, entre seminaristas, entre sacerdotes… ¿Es necesario hablar a los fieles? Muchos dicen: -No, no habléis a los fieles. Van a escandalizarse. Eso va a ser terrible, eso va a ir lejos…

Bien. Yo dije a los sacerdotes, en París, cuando los reuní, y luego a vosotros mismos, ya os había hablado, les dije: pienso que, muy suavemente, es necesario, a pesar de todo, esclarecer un poco a los fieles…No digo que sea necesario hacerlo brutalmente y lanzar eso como condimento a los fieles para asustarlos… No. Pero pienso que, a pesar de todo, es una cuestión precisamente de fe. Es necesario que los fieles no pierdan la fe. Somos encargamos de guardar la fe de los fieles, de protegerla.

Van a perder la fe… incluso nuestros tradicionalistas. Incluso nuestros tradicionalistas no tendrán ya la fe en Nuestro Señor Jesucristo. ¡Ya que esta fe se pierde! Se pierde en los sacerdotes, se pierde en los obispos.

(…) Y se dice: Monseñor va a hacer cisma. ¿Pero quién hace cisma? ¡No soy yo! Para hacer cisma es necesario dejar la Iglesia. Y dejar la Iglesia, es dejar la fe, en primer lugar.

¿Quién deja la fe de la Iglesia? La autoridad está al servicio de la fe. Si ella abandona la fe, es ella quien hace cisma. Entonces no somos nosotros quienes hacemos cisma”. (Conferencia en Ecône del 15 de abril de 1986).

P. Basilio Méramo 
Bogotá, Enero 18 de 2016.

domingo, 17 de enero de 2016

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

En este segundo domingo después de Epifanía, cuyo tiempo litúrgico corresponde a los domingos después de Epifanía vemos en el evangelio de hoy el primer milagro que hace nuestro Señor Jesucristo en Caná.

Primer prodigio, con lo cual se descartan todos esos escritos apócrifos que hablan de los anteriores que nuestro Señor Jesucristo hiciera desde pequeño. La Iglesia siempre ha desechado esos apócrifos de los cuales la literatura barata quiere hacer misterio y propaganda, aunque cuenten cosas que nos parezcan buenas; de todas formas al tener errores no son libros inspirados, luego no son la palabra de Dios, que es precisamente lo que nos interesa de las Escrituras, que sí son la palabra de Dios. Y lo que nos dice este evangelio de Dios, es que es el primer milagro que hace nuestro Señor, que Él no quiere hacer, pues le da una respuesta a nuestra Señora, que aparentemente puede ser áspera, como quien dice qué nos importa a ti y a mí, si no ha llegado mi hora, si no es lo mío, no me incumbe; sin embargo lo hace a instancias del pedido de nuestra Señora que se aflige porque falta vino para los convidados en esas nupcias.
Que si nos atenemos a Santo Tomás eran las nupcias de San Juan Evangelista, familiar de nuestro Señor, y por lo mismo, nuestra Señora tomó a pecho esa carencia porque se trataba de sus familiares; por eso entonces Ella no dudó en invocar a su hijo para que hiciera el milagro que no estaba en los planes ordinarios de nuestro Señor; de allí su respuesta: qué nos va a ti y a mí, mujer, si no ha llegado mi hora.

Su hora era la culminante de la obra de la Redención, de su sacrificio en la Cruz. Y sin embargo es por una ficción de caridad que siente nuestra Señora ante los familiares que no podían satisfacer con el vino que faltaba. Eso nos demuestra entonces, cómo nuestro Señor aun cuando Él no lo tenga previsto, por decirlo así, no solamente este milagro, sino todo lo que se le pida o se le invoque a través de su Santísima Madre. La Virgen María tiene ese poder sobre la voluntad de su Hijo, por ser la Madre de Él, de Dios, y ¿qué hijo que quiere a su madre no va a querer lo que Ella le pida? Por eso le hace este regalo, este obsequio y hace su primer milagro a instancias de las súplicas de nuestra Señora en las bodas de Caná.

Bodas de San Juan Evangelista. Es de suponer además que nuestro Señor lo llamó en esas bodas para que fuera su discípulo y que aun virgen, conservara esa virginidad permanentemente a lo largo de toda su vida.

Gran sacrificio de San Juan que en pleno matrimonio, en plenas bodas recibe el llamado de nuestro Señor, para mostrarnos cómo Él nos llama en cualquier momento; lo importante es que respondamos a ese llamado en el momento preciso en que nos interpela, porque es Dios, Rey de cielos y tierra, Señor del Universo y Señor nuestro y por eso la santidad está en hacer su voluntad.

Quien hace la voluntad de Dios no puede pecar, por eso dice San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”, porque, quien ama verdaderamente a Dios, quien hace su voluntad no puede pecar. Cuando erramos es porque nos separamos de ese querer Divino y preferimos el nuestro; pensamos en nuestro propio provecho y no en beneficio de Dios o de las cosas que son de Él. El llamado que Dios hace a cada uno debe tener una respuesta para que no contravengamos la palabra de Dios, su voluntad, sus deseos, que lo común es hacer el deseo de la persona que se ama y por eso para el que ama a Dios no es una tortura, un peso, un tormento hacer su voluntad. Cuando la voluntad de Dios se nos hace un peso, una carga, una dificultad, es porque hay algo en nuestra voluntad que pone obstáculo, que ofrece dificultad o que no cuenta con la suficiente fe y esperanza en recibir los sus auxilios.

Debemos pedir para que nuestra fe aumente cada día, para que nuestra esperanza esté en Dios y poder corresponder al amor Divino. Eso nos explica por qué San Pablo nos pide en la Epístola de hoy, que vivamos en armonía, en paz, que hay múltiples dones, que uno tiene el don de profecía, el otro de enseñar, el otro del ministerio y que cada cual homenajee al otro y se conforme con lo que es más humilde.

Es justamente para que no haya envidia, celos, calumnias, maledicencia. Esta última la cometemos a cada instante hablando mal del prójimo; los chismes y los comentarios negativos que revelan los defectos del prójimo son murmuración, salvo cuando se revelan o se habla de ellos para corregir, amonestar, o por el bien común. Por eso toda palabra ociosa, no ya la habladuría sino la palabra inútil, será castigada. Cuánto más la maledicencia, que es hablar mal, desacreditar al prójimo. Debemos vivir en armonía, sin envidias, sin celos, eso engendra la paz social. No puede haberla aquí ni en la China si no se fundamenta en la virtud y principalmente la católica.

La virtud católica es sobrenatural, pero requiere como toda gracia y don sobrenatural un soporte natural, pues las virtudes no están en el aire, requieren un auxilio auténtico que hacen al hombre de bien, honesto; el hombre tiene estas virtudes sobre las cuales se inserta la gracia y se apoya todo el orden sobrenatural, y por eso flaqueamos aun con la gracia recuperada y con toda la corte dones que da la gracia, porque nos falta ese soporte y solidez en la adquisición sacrificada de las fuerzas naturales; la gracia supone la naturaleza y la naturaleza humana ya que Dios no la da a un perro, a una hormiga; ellos son incapaces de la gracia porque no tienen una naturaleza humana, es decir, racional, inteligente.

Pero esa naturaleza debe existir, por eso en medio del salvajismo no puede subsistir la virtud. De ahí deriva la necesidad de una cultura y civilización que haga al hombre naturalmente honesto, para que pueda apoyarse la gracia sobre esa naturaleza y elevarla hacia Dios, para que viva de Dios y sea de Dios. Y ese es el trabajo que a cada uno nos compete, para poder vivir realmente como católicos y no como fariseos, pues nos creemos dueños o depositarios de la verdad y sin embargo, escandalizamos con nuestras acciones.

Lo que más llama la atención al infiel, al pagano, al hereje, al ateo, es el mal ejemplo de aquellos que nos decimos católicos y desdecimos con nuestras obras.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, para que Ella nos ayude a adquirir la virtud, crecer en la gracia de Dios y corresponder al amor divino haciendo su santísima voluntad. +

BASILIO MERAMO PBRO.
20 de enero de 2002

domingo, 10 de enero de 2016

PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA Fiesta de la Sagrada Familia


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este primer domingo después de la fiesta de Epifanía, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia, es decir de San José, de la Santísima Virgen María y del Niño Jesús.
Esa Sagrada Familia, toda divina, la Iglesia nos la muestra como ejemplo de la sociedad y de la cristiandad, es decir, de los pueblos y naciones que se rigen por el Evangelio. Y digo que se guiaban, o se guían, porque hoy ya no hay oficialmente ningún Estado que se dirija por la Ley de Dios y el Evangelio, por lo cual la cristiandad como tal ha sido abolida; lo que se tiene es una cultura católica más o menos de acuerdo con la penetración que tuvo ese espíritu católico en los pueblos que antaño reconocían a Cristo Rey, a la Iglesia, pero que hoy ya no lo hacen.


Hay que recordarlo aunque sea para que reaccionemos y por lo menos lo tengamos presente, que nuestra sociedad ya prácticamente no es nuestra porque no es de Dios. Y, ¿de quién va a ser si no es de Dios? No hay término medio, será de Satanás. Si la ciudad no es de Dios será del demonio. Por eso nos va como nos va y por eso no nos asombremos cuando veamos que a los niños les gustan esas figuras y esos juguetes demoniacos; y qué decir de ese pequeño mago Harry Potter o como se llame. Todo eso produce la fascinación de la serpiente y los padres deben saberlo.

El “Halloween” es toda una cultura pagana anticristiana y los niños, junto con los papás, muchas veces inocentemente, por confites y dulces, le hacen el juego al demonio. Y quién sabe cuántas criaturas son inmoladas en esas misas negras en la que se consume la sangre de un inocente o de una virgen, porque eso existe. Debemos tener entonces sumo cuidado.


La Iglesia quiere ponernos ante el ejemplo de la Sagrada Familia. La familia que es el núcleo, el centro. La célula de la sociedad no es el hombre, no es el individuo como nos ha enseñado el liberalismo teológico o religioso, es la familia y por eso si ésta se destruye se acaba la sociedad; y vaya si no se está abatiendo hoy la sociedad al destruir la familia; si no es verdad, qué es eso de permitir el concubinato público con los matrimonios civiles entre católicos y después con el divorcio. Eso es un atentado criminal contra la santidad de la familia, de la sociedad basada en ésta y eso por culpa de una política antirreligiosa; eso es lo que hoy se ha impuesto.

Los romanos, que eran paganos, se casaron sacramente respetando el matrimonio indisoluble; conservaron todo el vigor de ese pueblo y raza, eran los nobles, los paterfamilia, la gens romana; pero cuando se empezó a corromper ese concepto sagrado aun en el paganismo, se destruyó Roma, se acabó y esa fue toda la lucha entre nobles y esclavos que penosamente a veces nos transmiten en las películas en sus historias. Era la pugna de dos ideales, los nobles basaban su linaje en el matrimonio sacro, los demás vivían en la unión libre o concubinato.

Si los nobles romanos tenían la noción del matrimonio sagrado, cuánto más la debiéramos tener nosotros los católicos y valorar así la familia sacramentalmente instituida por la Iglesia, para que todo lo que hagan los esposos sea bueno y santo y no como creyeron algunos herejes, que traer hijos al mundo era obra del pecado. Pecado es lo que hacen hoy, cuando utilizan el matrimonio simplemente para satisfacer la concupiscencia, no queriendo procrear; eso es una falta, usar anticonceptivos y todo lo que permita el libre placer sin querer engendrar la vida que Dios como Creador da y que los padres como instrumento prodigan; de ahí viene a su vez el respeto hacia los padres por ser los progenitores, porque tienen esa autoridad de Dios y de ahí la dignidad que deben tener los padres y la familia.

La santidad del hogar católico hoy está proscrita, porque se nos pone de modelo el ideal de vida americano, de quienes tienen una cultura protestante, donde cada uno hace lo que se le da la gana. Por eso nosotros debemos conservar la tradición católica basada en la familia y en el respeto a los ancianos; no para que los metan allí en esos lugares que llaman geriátricos o lo que sea. Esa es una aberración peor que la de los infieles, porque en la antigüedad se veneraban las canas, el anciano era el sabio; hoy, por la estupidez de la sociedad, al anciano se le tiene por un imbécil que nadie quiere. Ya no sabe la juventud apreciar la experiencia de los años de una vida llevada conforme Dios manda. ¡Qué desgracia!

Que todo eso nos sirva para que reaccionemos y nos demos cuenta en medio de qué mundo estamos viviendo. Todo lo opuesto a lo que la Iglesia siempre ha enseñado, y eso sin hablar de la Iglesia en sí misma, que también se ha corrompido, se ha degenerado por no permanecer fiel a la doctrina de nuestro Señor, por culpa del clero. Por ello la Sagrada Familia es ejemplo de santidad y aun de virginidad en el matrimonio de la cual no nos debemos asombrar, porque ha habido otros santos matrimonios que se han conservado vírgenes, como el de San Eduardo rey de Inglaterra, San Enrique emperador, que fueron soberanos que por mutuo consentimiento permanecieron castos dentro del matrimonio.

Que lo anterior nos sirva de ejemplo y para que los herejes de hoy no digan estupideces en contra de la virginidad de nuestra Señora y del santo matrimonio que tuvo con San José, porque fue verdadera esposa, pero virgen. De ahí la grandeza de San José, custodio de esa flor de castidad, de esa inocencia y por eso es el guardián de la Iglesia que debe permanecer y ser siempre pura, pero que hoy quieren violar porque eso es lo que se está haciendo, mancillar la pureza de la santa Iglesia.

Todos aquellos herejes que se digan sacerdotes u obispos, pero que no defienden la moral ni la doctrina católica, que están con el modernismo, con el progresismo, con el liberalismo doctrinal teológico, están al unísono con todas las falsas religiones. Eso es violar la Iglesia y por eso es nuestro deber conservar la virginidad de la Santa Madre Iglesia católica, apostólica y romana. Eso fue lo que hizo monseñor Marcel Lefevbre, un hombre que conservó la pureza de la Iglesia; él nunca lo dijo, pero la conservó y murió santamente, pero atacado por la judeomasonería que está dentro del Vaticano y quiere manipular a los cardenales y a los obispos, y qué no hará en el próximo cónclave; por eso debemos estar prevenidos, porque no sabemos lo que pueda pasar.

Nuestro deber es el de conservar la virginidad de la Iglesia católica, su pureza, pues es nuestra madre, porque nos engendra en la fe, en la que los protestantes no aceptan, no quieren, por eso no la admiten como institución divina; no reconocen a la Santísima Virgen y sin embargo se les llena la boca hablando de Cristo y del Señor. Es un cristo falsificado el que pregona el protestantismo en cualquiera de sus múltiples facetas y de la cual Colombia hoy está imbuida; antaño eran contados con los dedos los protestantes, era incluso mal visto, ¿quién iba a visitar a un protestante? Nadie. Hoy casi media Colombia es protestante y la otra mitad lo es sin saberlo. ¿Por qué sin saberlo? Por la protestantización de la Iglesia; ya no hace falta para serlo salir de ella; basta aceptar la nueva misa, el nuevo culto, la nueva liturgia, bailar y danzar, no creer en el Santo Sacrificio de la Misa, comulgar en la mano como si fuese un pedazo de pan y si todo esto no es una herejía pura, entonces, ¿qué es?

¿Cómo es que la gente va a comulgar sin confesión, sin estar en estado de gracia? ¿Cómo va a recibir a nuestro Dios sin adorarle? Todo eso es efecto entonces de un protestantismo dentro de la Iglesia. Por eso nosotros nos esmeraremos hasta la muerte en mantener el culto sacrosanto de la Iglesia católica como siempre ha sido; esa garantía es la Tradición católica, apostólica, romana, la Misa Romana; la Misa de San Pío V, la tridentina, no es más que la Misa Romana, la que fue custodiada por todos los Papas de Roma y por eso el odio satánico contra ella.

Roguemos a la Sagrada Familia, a nuestra Señora, a San José y al Niño Jesús. No debemos olvidar qué importancia le dio el Niño Jesús a los asuntos de su Padre, pues les dijo: “¿Por qué me buscabais? Podría parecer un poco chocante y, sin embargo, como dice el sabio padre Castellani, no les avisó simplemente porque no pudo. Con la respuesta que dio a su Madre les quiso mostrar que si no lo habían encontrado lo que debieron haber pensado era que estaba en el templo ocupándose de las cosas de su Padre, de Dios; no del mundo. Y, ¿por qué no pudo avisarles? porque Él se entretuvo con los escribas, con los fariseos, con los peritos, con los doctores de la sinagoga, porque fue una pregunta tras otra, y así pasaron tres días, maravillados de la sabiduría de ese Niño que era Dios.

De lo contrario sería un malcriado nuestro Señor, ¿cómo se va a ausentar sin pedir permiso?, ¿cómo le va a contestar así a su mamá? Por eso San Lucas dice que nuestra Señora guardaba y meditaba todo esto en su corazón, y por eso lejos de ser un motivo de escándalo la respuesta de nuestro Señor nos muestra la importancia que tienen las cosas de Dios. Y éstas están en el templo, en la Iglesia, no en otra parte; de allí la necesidad de la santa Iglesia como institución divina y de nosotros de pertenecer a ella siendo fieles; hay que pedir esa lealtad a nuestro Señor, a nuestra Señora, a San José, a la Sagrada Familia. +

BASILIO MERAMO PBRO.
12 de Enero de 2003

miércoles, 6 de enero de 2016

EPIFANÍA DEL SEÑOR


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Esta fiesta de precepto es una de las grandes celebraciones de la Iglesia, de nuestro Señor mismo, a tal punto que antaño la Natividad de nuestro Señor se celebraba  y no el 25 de diciembre y fue en el siglo IV cuando por orden de Roma, del Papa, se obligó a que se celebrase el 25 de diciembre y no en la fiesta de la Epifanía; esto nos muestra que la fiesta de hoy era en la Iglesia primitiva de mucha mayor resonancia que la del 25 de diciembre, que no existía en muchos lugares. Y ¿por qué esta repercusión? Porque nuestro Señor se manifiesta al mundo, a los gentiles el día de hoy. Él nació el 25 a media noche, en el silencio, en el abandono, en la oscuridad de un mundo que no lo quiso recibir, que no le dio albergue ni posada.

En cambio, hoy, con la presencia de los Reyes que no eran ciertamente magos, ni brujos, sino Magos en el sentido de astrónomos, con cierto prestigio en su país porque escudriñaban el cielo; por eso les llamó la atención esa estrella que vieron en Oriente y la fueron siguiendo hasta llegar a Belén para adorar a nuestro Señor.

Los Magos, sabios astrónomos que venían de Persia según dice el patrono de los predicadores San Juan Crisóstomo, se convirtieron en los primeros padres de la Iglesia llevando de nuevo  la fe allá; esa estrella que ciertamente vieron mucho tiempo antes del nacimiento de nuestro Señor, como el mismo San Juan Crisóstomo dice, fue para que así pudieran llegar en esta fecha 6 de enero poco después de haber nacido nuestro Señor; de otra forma hubiera sido imposible hacer ese largo viaje en unos trece días y menos en aquel entonces. Por eso Herodes pregunta exactamente, como dice el Evangelio, por la aparición del tiempo de la estrella y por lo mismo no es de extrañar que mande matar a todos los niños menores de dos años, tomando las debidas precauciones para que no se le escape ninguno y para que aquel Rey no fructique, no viva.

Así, estos padres de la gentilidad que vieron la estrella en Oriente, un astro del todo milagroso porque era extraña toda su conducta, su presencia; su movimiento fue lo que les llamó la atención, su resplandor, su tamaño, alumbraba de día y de noche, les señalaba el camino, hasta que les indicó el lugar exacto en que estaba el niño con su madre. Estrella que ya había sido anunciada por los profetas, y así, cuando llegan los Magos a Belén preguntan por el Niño y le manifiestan a los judíos lo que ellos ya sabían por las profecías: que había una estrella, lo cual inquieta a Jerusalén y al mismo Herodes que tenía miedo de perder su poder si venía al mundo un rey judío y manda preguntar dónde iba a nacer ese monarca; todos unánimemente responden que en Belén de Judá; de allí saldrá el Rey de los judíos, el Salvador, el Mesías que ellos no quisieron aceptar.

Ahora bien, no es de extrañar que los Magos, viniendo desde tan lejos, hayan tenido esa fe para adorar a Dios, como lo dice San Juan Crisóstomo; fueron a lo largo del camino instruidos por Dios, por el Espíritu Santo, poco a poco, para que así después de engendrar en ellos esa fe adoraran a Dios, no a un niño sino a Dios Encarnado en Él, habiéndoseles revelado a ellos por el mismo Dios esos misterios insondables de nuestra fe.

Herodes pide hablar con ellos en secreto porque tenía miedo de que los judíos se dieran cuenta de sus intenciones; jamás pensaría que ellos no le irían a aceptar; creía, al contrario, que lo defenderían y por eso el miedo y la encuesta, que en secreto, les hace, y aun el tiempo que esperó para dictaminar su orden criminal; nuestro Señor permaneció en Belén cuarenta días y por lógica consecuencia, se ve en el evangelio que nuestra Señora, a los cuarenta días, fue al templo para la purificación y fue después de la huída a Egipto. También el pánico que tenía Herodes de ser descubierto en sus malas intenciones y su justificación al verse ya definitivamente burlado por los Magos que habían sido instruidos por Dios y por los ángeles para que volvieran por otro camino.

Vemos así cómo en este día, en la persona de estos tres Magos, está representada toda la gentilidad. Así como también por tres ramas de Noé se engendró todo el resto de lo que se salvó del diluvio. Por eso quizás a uno de ellos lo pintan un poco moreno, o negro, para mostrar en la variedad cómo los reyes de la tierra vinieron a adorar a nuestro Señor y al darle oro, incienso y mirra no hicieron más que mostrar el misterio que se escondía en ese Niño recién nacido. Con el oro se veneraba la realeza divina de nuestro Señor; con el incienso se le reconocía que era Dios, pues solamente a Él se le quemaba incienso, incluso en los ritos paganos quemar unos granos de incienso bastaba para salvarse de la muerte cuando las persecuciones en la Iglesia primitiva; con la mirra reverenciaban la humanidad de nuestro Señor, a ese hombre que iba a morir en la Cruz por nuestros pecados.

Por si fuera poco, no solamente en este día se celebra la Epifanía, que es la aparición, la manifestación de nuestro Señor cumpliéndose así la plenitud de los tiempos, la Teofanía, como dicen los griegos, sino que también como muestra Santo Tomás, nuestro Señor fue bautizado a los treinta años un seis de enero y las bodas de Caná fueron  un año después, en esa misma fecha. Entonces en este día se dieron en distintos años tres grandes misterios de nuestro Señor: su Epifanía recién nacido, a los treinta años su bautismo en el Jordán y un año después las bodas de Caná, que como lo dice Santo Tomás fueron las bodas de San Juan evangelista; día también en que nuestro Señor lo llama para que sea su discípulo, siendo el muy amado que dejó el lecho nupcial para seguir a nuestro Señor.

Por esta razón el amor de San Juan es sublime y lo convierte en el  más apreciado; él respondió al llamado de nuestro Señor, renunció al legítimo matrimonio, como lo dice Santo Tomás siguiendo a San Jerónimo, lo que a muchos fieles, oído por primera vez, les puede sonar y parecer raro; esto por la ignorancia y la poca preparación de los sacerdotes que no leen lo que han dicho los padres de la Iglesia y los Santos.

Personalmente me da pena, pero hay que señalarlo porque no se puede seguir entre tanta incultura, ocupados más en los chismes y en estupideces que en investigar lo de Dios o por lo menos la opinión de los Santos. En el peor de los casos, si uno se equivoca con un Santo Tomás, un San Jerónimo, un San Crisóstomo o un San Agustín, por lo menos estamos respaldados por esa autoridad no para decir tonterías en los sermones o inventar anécdotas y que la gente salga vacía; en los sermones no se trata de idear nada sino de repetir lo que otros, mucho más santos y más sabios y reconocidos en la Iglesia, han pensado, han dicho y han predicado. Esa es la importancia de la patrística que es la que nos pone en ese contacto, en ese conocimiento con lo que antaño se sabía y que hoy lo tenemos demasiado olvidado.

Hoy es un día tan solemne e importante que absorbió durante cuatro siglos la misma Navidad; fue en un seis de enero también en el siglo IV cuando el emperador arriano Valente se convirtió, asistiendo a la Santa Misa que San Basilio el Grande decía en ese entonces combatiendo al arrianismo. El emperador se acercó al altar temblando de miedo por la magnificencia, por la suntuosidad de la ceremonia y por la concentración de ese santo obispo que no atendió  a su presencia sino solamente a Dios y a su culto; casi cae desmayado si no lo hubieran sostenido y así fue, con toda esa majestad y solemnidad la ceremonia en que el emperador se convirtió y dejó de perseguir a los católicos y de favorecer a los arrianos.

Eso nos da una pálida idea, de cómo se celebraban antaño las ceremonias que eran manifestación de la fe, de esa fe que quizás nosotros no tenemos, porque si tuviéramos más confianza moveríamos montañas, no estaríamos dormidos, no aceptaríamos tantos errores y estaríamos más dispuestos a morir por la verdad. Nuestra fe está como una mecha que se apaga, porque vivimos más pendientes del mundo y del qué dirán, cuando no del gobierno y de la economía; ¡a la porra! ¿Qué política puede haber sin Cristo Rey? Ninguna. ¿Entonces cuál es la estupidez del hombre que quiere hacerla sin Dios? Por puro orgullo, por pura vanidad o puro fariseísmo y como castigo de todo eso vendrá entonces a gobernar el anticristo, porque si no reconocemos la realeza de nuestro Señor y que es Él el Rey de reyes sobre todo el universo, como lo aceptaron los tres Magos, entonces lo que va a admitir el mundo es el anticristo y su falsa paz, su falsa iglesia y su falsa religión. Eso debemos recordarlo hoy más que nunca porque cada vez nos acercamos más a ese lamentable hecho.

La fiesta de hoy debe recordar la importancia que tiene para nuestra fe y, por ende, para nuestra salvación y para la Iglesia católica, apostólica y romana ya que será al final de los tiempos sacudida por Satanás y éste, a través de sus supósitos se sentará en el Vaticano como lo dice la antigua fórmula del exorcismo, que después se quitó, y en la cual se pedía incluso para que Satanás no se sentara en la cátedra de Pedro.

Por eso es tan difícil ser hoy católico, apostólico y romano, aunque muchas veces tengamos que decir no a la Roma modernista ya que hay una infiltración que debe ser denunciada como católicos, apostólicos y romanos que somos y saber que Satanás se valdrá de obispos, cardenales e incluso hasta de un Papa, para destruir la Iglesia de Dios. Esa es la gran apostasía de los últimos tiempos, el misterio de iniquidad, la abominación de la desolación en el lugar santo. Y se necesitan obispos que así lo vean, que así lo digan y que así lo señalen. Es un dolor ver que no hay obispos ni buenos ni malos ni de la Tradición ni de los otros que viendo esto lo digan; y pensar que siendo yo un simple cura lo tenga que señalar; me da pena, pero es así y me veo obligado a indicarlo.

Que la Santísima Virgen nos proteja como a hijos indefensos en medio de un mundo que nos devora si no tenemos vigilancia y cuidado. Pidámosle a Ella que nos haga adorar en nuestros corazones, en nuestras almas, a nuestro Dios, a nuestro Señor y que así podamos vivir como verdaderos cristianos. +

P.BASILIO MÉRAMO.
    
6 de enero de 2003

domingo, 3 de enero de 2016

FIESTA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS


Tomado del MISAL DIARIO COMPLETO por el P. Luis Ribera CMF, España 1954:

El nombre de JESÚS fue revelado por el Ángel a María Santísima cuando se le anunció que ella había de ser su Madre.  El dulcísimo nombre de JESÚS esté siempre en nuestros labios y en nuestro corazón.

Directorio de la Misa.-1 Doble de 2a clase Blanco OCM.

EPÍSTOLA.
 Hechos de los Apóstoles 4, 8-12.-  Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: Príncipes del pueblo, y vosotros, ancianos, escuchad:  Ya que en este día se nos pide razón del bien que hemos hecho a un pobre tullido, y se quiere saber por virtud de Quién ha sido curado, declaramos a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que la curación de ha hecho en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien DIOS ha resucitado.   Este Jesús es aquella piedra que vosotros desechasteis al edificar, la cual ha venido a ser la piedra angular;  y fuera de Él no hay que buscar la salvación en ningún otro.  Pues no se ha dado a los hombres otro Nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos.

+ EVANGELIO según San Lucas 2, 21.- Llegando el día en que debía ser circuncidado el Niño, le fue puesto por nombre Jesús, nombre que le puso el Ángel antes de que fuese concebido.- 

viernes, 1 de enero de 2016

1o de Enero Octava de Navidad (fiesta de precepto)


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Con la festividad de nuestro Señor unida a la Maternidad Divina de Nuestra Señora que es la Teotocos, la Deípara, la Madre de Dios, la que dio su carne al Verbo, se festeja también la Circuncisión de nuestro Señor que en el Antiguo Testamento tenía lugar a los ocho días de haber nacido; circuncisión a la cual nuestro Señor se quiso someter como de hecho se sujetaba a todo para mostrar la continuidad que Él llegaba a a perfeccionar. No venía a destruir sino a completar. Aprovechaba también para ofrecer ese primer sacrificio de su sangre, sacrificio que por sí mismo hubiera bastado para redimir mundos y universos y sin embargo, Él no escatimó el derramarla toda en la Cruz.

La circuncisión que en nuestras mentes modernas y occidentales no tiene mayor significado pero que en los pueblos orientales sí lo tiene; se circuncidan allí incluso los mahometanos, por ejemplo, a imitación del Antiguo Testamento ya que es, como sabemos, una herejía judeocristiana y más judía que cristiana. El significado de esa circuncisión es el signo de fe de los hijos de Abraham, de los que descendían de su linaje y que de él debía nacer el Salvador. El desprendimiento del prepucio, de la carne, significaba, figurativamente, el despojo del pecado original; de hecho, Santo Tomás dice que con la circuncisión se borraba el pecado original de los niños.

Dios daba la gracia, aunque no era un sacramento como los de la nueva ley, pero borraba el pecado original; tenía ese efecto y nos ponemos a pensar qué pasaba entonces con las niñas, y con los niños que morían antes de los ocho días. Hay que tener claro que siempre, para la salvación de todo hombre, era necesario creer de algún modo en el Cristo venidero y así se manifestaba o expresaba esa fe que después se fue concretando en un signo bien determinado de esa fe, como la circuncisión.

Entonces estaba ese otro medio de la fe en el Cristo venidero que salvaba a los hombres y por ende también a las niñas hebreas y a todo aquel que de algún modo creía en nuestro Señor Jesucristo, que vendría y del cual la circuncisión era un signo concluyente de esa fe que Dios impuso al linaje de Abraham, pero Él ya era el padre espiritual de todos los que tenían o tendrían la fe; porque Él, antes de circuncidarse, fue gran patriarca de la fe y de todos los que tendrían la fe como nosotros; por eso podemos decir con justo título “nuestro padre Abraham”, aunque no estemos circuncidados al igual que en el Antiguo Testamento.

Vemos cómo se prefiguraba así la expoliación del pecado original que se transmitía y se transmite por vía de generación; entonces hay un significado y una conveniencia en esta figura, en este signo de la circuncisión que había en el Antiguo Testamento y que ahora ya es innecesario porque está el sacramento del bautismo que produce la gracia ex opere operato; es decir, por la misma acción que se realiza, ese símbolo significa la gracia que produce.
Los sacramentos son signos sensibles que producen la gracia. Esa es la definición de los sacramentos y que no debemos confundir con la magia; no es brujería, son símbolos instituidos por nuestro Señor Jesucristo que producen la gracia que significan. El Bautismo es un lavado, quiere decir que limpia y para eso se utiliza el agua; expresa entonces que lava la mancha del pecado original y de cualquier otro pecado si lo hubiera, y borra además toda la deuda por esos pecados, cosa que no pasaba, por ejemplo, con la circuncisión.

Si bien Santo Tomás dice que borraba el pecado original no obstante no lo hacía con toda la deuda que se debía pagar por el pecado. Esa es una gran diferencia y vemos cómo se perfecciona entonces en la nueva ley, eso que estaba prefigurado o expresado de algún modo en el Antiguo Testamento. Todos esos ritos que eran emblema, prefiguraban lo que hoy se realiza sacramentalmente y quedan abolidos porque desaparece la figura cuando está la realidad. Válganos un ejemplo aunque imperfecto: ¿de qué nos vale mirar el retrato de una persona que tengo frente a mi cara, faz a faz? Sirve cuando la persona está lejos; pero cuando la tengo presente miro a la persona. La foto sería inútil como lo serían todos aquellos ritos que prefiguraban lo que realizan realmente los siete Sacramentos del Nuevo Testamento que nos imparten la gracia con alguna peculiaridad, con alguna especialidad correspondiente a la necesidad del sacramento en cuestión.

Se le asignó un nombre a Jesús, ya que en el bautismo se da un nombre al niño, que debería ser católico, es decir, que corresponda a un santo para que sea su santo patrón, le guíe y proteja; así, a nuestro Señor se le impuso el nombre de Jesús, Yesua, salud (dador, salvador, el que da la salvación), no la salud como aquel que la recibe sino quien la da; como el origen, el principio de esa salud de donde proviene nuestra salvación. De ahí la correcta traducción de llamar Salvador a nuestro Señor; eso significa Yesua o Jesús y no hay ningún otro nombre bajo el cual el hombre pueda salvarse sino el de Él.

Eso era característico en la Iglesia primitiva. Se bautizaba en el nombre de Jesús para mostrar el valor de ese nombre lo cual ahora sería inválido, pero en aquel entonces por una permisión divina se podía y se bautizaba y, de hecho, así lo hacían los apóstoles; San Pedro primero bautizaba en el nombre de Jesús para mostrar cuán importante era ese divino nombre de nuestro Señor; se bautizaba, pues, en el nombre de la Santísima Trinidad y en el nombre de nuestro Señor. Ahora sería nulo sencillamente porque Dios quiso en un principio mostrar esa relevancia del nombre Salvador de nuestro Señor; permitió por un tiempo bautizar como si fuese la misma fórmula de la invocación de la Santísima Trinidad. Eso nos da una idea, una muestra de la relación que hay con respecto al nombre de nuestro Señor como origen de la salvación de los hombres.

No hay ningún otro nombre por el cual nos podamos salvar. Y muchas veces detrás de esos grandes hombres la humanidad busca la salvación erróneamente, llámese el gran caudillo: Mahoma, Hitler, Mussolini, Franco, como quiera que se llame, buscando, pidiendo la salvación o esperándola de un miserable hombre; igual que cuando la gente atosigada pide la salvación de un ser querido al doctor como si fuese dueño de la vida, a lo que un buen médico respondería: No señor, yo soy simplemente un instrumento, hago lo que puedo; la vida la da Dios y no le puedo garantizar eso, porque yo no soy Dios, mi deber es simplemente coadyuvar a encontrar la salud. Es una muestra del actuar irracional el que esperemos la salvación y la vida de los hombres y no de Dios.

Invoquemos a lo largo de este año que se inicia hoy, pidiéndole a nuestro Señor la salvación nuestra, del mundo y que no la esperemos de ningún otro, y menos del Anticristo que vendrá a suplantar a Cristo dentro de la Iglesia. Debemos estar muy preparados contra ese engaño, contra esa usurpación. El Anticristo se hará pasar por el Cristo, gobernará en nombre de Dios y será el gran perseguidor de la verdadera religión mostrando un falso culto, que ya está instaurado con la nueva misa, con toda la parodia litúrgica de la Iglesia modernista. Eso es un remedo, y el que no lo vea así, que le pida la fe a Dios porque hay que verlo y sentirlo así; es un simulacro de misa, de culto, una profanación gravísima, cultual y religiosa, terrible.

Sobre ese culto ya instaurado irá a pontificar el Anticristo en el nombre de Dios, no lo olvidemos; la Navidad tiene un carácter esjatológico y la prueba está en que la Epístola de hoy bien lo dice: que esperemos el día del Señor. Esas cosas hay que enseñarlas, hablarlas, decirlas; es un deber de los sacerdotes, que si no lo hacen es porque están mal formados, mal orientados, mal ubicados. Hay que alertar, el sacerdote no puede dormirse, tiene que estar vigilante y más en esta época desastrosa en la que faltan verdaderos sacerdotes que sean vigías, que no duerman, que adviertan, que sacudan a la gente para sacarla de ese letargo mortífero, de esa epidemia, de esa insensibilidad, de esa anemia espiritual; para que podamos con fe, con verdadera fe y esperanza permanecer fieles a nuestro Señor Jesucristo, que ha de venir y vendrá como juez; aunque el día y la hora no los sepamos, sí podemos saber su proximidad como cuando está pronto el verano, que lo sabemos cuando comienzan a reverdecer los árboles.
El ejemplo de la higuera que nos da nuestro Señor se aplica a la apostasía que estamos viendo dentro del Vaticano. O, ¿qué se creen?, ¿qué no impera la apostasía en el Vaticano? Eso es evidente, mis estimados hermanos, para todo aquel que tenga un mínimo de fe.

¿Por qué estamos donde estamos?
¿Por qué somos perseguidos? ¿Qué es lo que pasa en el mundo? ¿Qué pasa en la Iglesia? Ocurre que con la televisión, la comodidad y los viajes, se nos hace olvidar lo esencial, como a tontos que con un juguete olvidamos el resto del mundo que nos rodea y sólo nos interesa el juguetito.
Estamos grandes para que nos engañemos con el juguete de la televisión, con el de los placeres, la fornicación, y la pornografía, que no hacen más que envilecernos, estupidizarnos, enceguecernos para que cuando surja alguien que diga la verdad como es, entonces parezca loco. Pues aun a riesgo de parecer loco como Don Quijote, hay que defender el ideal cristiano de la verdad. En eso consiste el verdadero significado del Quijote. Es preferible pasar por demente, que poco importa, o por haber perdido la cordura en nombre de la verdad y el ideal de la justicia de Dios, pues esa sería la locura de la cruz de San Pablo y no andar muy cuerdos con el mundo, que eso hoy sería un signo negativo.

Que la Iglesia y un Papa tengan buena prensa es signo negativo, porque ésta está en manos del demonio, del judaísmo que quiere atacar lo que sea católico, y si no lo agrede y lo alaba es porque ese personaje es todo lo contrario, lo mismo para todo lo que ensalzan los medios de difusión. En cambio, monseñor Lefebvre fue desacreditado y difamado hasta el último momento, condenado por el judaísmo internacional en nombre de los derechos humanos.

No olvidemos todas estas cosas para que permanezcamos fieles; afrontemos este año que ya comenzó, no claudicando a la mitad del camino, y si nos tocara morir, hacerlo de pie, con altura, con honor, en defensa de la verdad, de Cristo Rey y de la Iglesia, la Santa Madre Iglesia.
Pidámosle a nuestra Señora que nos ayude a ver con claridad todas estas cosas y a permanecer fieles a la Santa Iglesia y a nuestro Señor Jesucristo. +

BASILIO MERAMO PBRO.
1 de enero de 2002