San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 23 de febrero de 2014

DOMINGO DE SEXAGÉSIMA


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Durante este preludio de la Cuaresma la Iglesia nos presenta en el Evangelio la parábola del sembrador que nuestro Señor mismo la explica a sus discípulos ya que no la comprendían. Nuestro Señor les dice irónicamente que habla en parábolas para que no entiendan. No es que nuestro Señor les hable así para que no capten como leemos en el evangelio si se le interpreta al pie de la letra, sino que Él lo dice de un modo irónico, un modo indirecto de decir las cosas al revés para que surtan el efecto deseado. Como aquel que por advertir a alguien, en vez de decirle: tenga cuidado no se le caiga tal cosa, directamente le dice que se le caiga. Ironía que no es burlesca o hipócrita, sino producida por el celo por las cosas de Dios. Nuestro Señor les hablaba en parábolas no para que no entendieran; cuando lo que Él quería, justamente, era que entendiesen a través de esas semejanzas o comparaciones naturales las realidades de orden sobrenatural que eran difíciles de interpretar normal y comúnmente.

Y con la enseñanza de hoy nuestro Señor quiere mostrarnos la suerte de la semilla de la Palabra de Dios esparcida en el mundo. La respuesta que tiene esa semilla como fruto es un verdadero misterio. Nosotros no sabemos quiénes se salvan ni quiénes se condenan; si nos vamos a salvar o a condenar. La salvación se debe al fruto que produce la semilla, la palabra de Dios en nuestros corazones, en nuestras almas. Pero no todos tenemos la misma disposición, no todos corren la misma suerte, hay una elección fundamental, elemental, que nos pone en consonancia o en disonancia con Dios, esa elección del libre albedrío, de la libertad, porque libremente nos salvamos o nos condenamos, y para ello necesitamos la gracia de Dios.

Hay, pues, una elección que cada uno hace con Dios o contra Él; he ahí el gran misterio de la libertad, del fuero interno de cada uno. De esa decisión que está en lo más profundo de nuestra alma viene la respuesta y según ésta se da esa disposición para que germine y dé fruto o no, esa semilla que debería crecer y fructificar en el alma.

Coloca entonces cuatro ejemplos: tres de ellos, en los cuales no hay fruto, porque cae en mal lugar, en mala tierra, en mal corazón. La semilla que cae a la orilla del camino pero que viene el diablo y arrebata la palabra de Dios y es como si resbalase. La segunda porción, la semilla que cae entre las piedras, que crece, germina, pero al no haber raíces sólidas se pierde. Y la tercera, la que cae entre espinas y que por esas espinas la semilla es sofocada. La cuarta parte, que cae en tierra buena y da fruto y de ese fruto sabemos en otros pasajes del Evangelio, que unos dan el treinta, otros el sesenta y otros el ciento por ciento, que podríamos decir son los incipientes, los píos y los perfectos según la clasificación de las tres edades de la vida interior. Hay entonces una gradación; siendo la misma palabra de Dios, no en todos da el mismo resultado. Esa es la gran moraleja, la gran lección.

Lo que quiere nuestro Señor es que seamos buena tierra, bien abonada para que la semilla dé fruto; que no seamos de los que reciben su palabra pero que se les resbala, que poco caso hacen de ella; viven en la superficialidad, en la vanidad; de pronto se entusiasman en un momento efímero, como los fuegos de artificio, que duran unos segundos y luego desaparecen, se acaban.

Cuántas almas fogosas, en un instante de entusiasmo oyen la palabra de Dios, pero a la vuelta de la esquina ya van como si no hubieran oído absolutamente nada. Otra clase de personas, quizás menos superficiales, menos casquivanas, logran que la palabra de Dios germine, pero ante la dificultad por falta de esfuerzo, por flojera, no perseveran y entonces la semilla que crece se marchita, no produce fruto ante la dificultad, ante la contradicción, no hay hondas raíces, sólidas, no ha penetrado; es como quien siembra una planta a flor de tierra, se cae, echa raíces pero éstas no mantienen esa planta en pie. Y a cuántas personas vemos, incluidos todos nosotros, en quienes la semilla, la palabra de Dios, no tiene ese arraigo, esa penetración que nos haga mantener firmes, de pie, sólidamente, sin sucumbir ante la adversidad, ante la contradicción, ante el esfuerzo, ante el sufrimiento que implica la vida presente y más si se quiere vivir cristianamente, católicamente, y mucho más si se vive en un mundo como el de hoy, adverso a Dios, a la virtud, al bien, donde el pecado, el mal, tiene carta de ciudadanía. Eso es lo que hacen los medios de difusión, introducir el mal como si fuese bueno, aceptable, y eso en todos los órdenes, aun en el artístico como los adefesios que hace Botero.

¿Quién se escandaliza hoy de ver una pareja manoseándose en plena esquina? La niña o la mujer se prostituyen públicamente, es lo más normal del mundo, ¿quién les dice algo? Cuando antes algo así era denunciado, intervenía la policía, hoy es lo más normal, como el nudismo en las playas, lo más normal del cuento; lo raro es quien no hace eso; lo común es abortar, usar anticonceptivos, y no terminaría si comenzara a enumerar. Todo es general, menos la virtud, el bien, la pureza, la castidad, la virginidad, la veracidad, la palabra, la honradez.

Se ha dado vuelta al mundo; nos han dado vuelta los principios, los conceptos y esto es por la maldita televisión que nos emboba, me entristece decirlo, pero eso demuestra la perversión de nuestro corazón que nos gusta lo malo, pues si no nos gustara, no tendríamos esa atracción por el maldito aparato; y no es por lo de las “noticias”, eso es mentira, pues éstas son el gancho, si es que noticias podemos llamar a ese bombardeo incesante de información sin ton ni son; porque no sabemos cuál es la causa ni las consecuencias, ni los efectos de aquello con que nos atiborran sin poder ni siquiera reflexionar.

Comprobamos, pues, que es difícil mantenerse hoy como buen católico; incluso, ser un hombre normal cuando hoy el lesbianismo, la homosexualidad y cualquier perversión, tienen estatus social legal; lo que es antinatural. Entonces, ¿qué debemos hacer para poder vivir cristianamente y aun si se quiere, vivir naturalmente como un hombre normal. Es casi imposible hoy en día, sin un esfuerzo prácticamente sobrehumano. Luego cuántos no dejan, abandonan y abandonamos el camino por la falta de esfuerzo; no solamente pasa eso en la gente, en los fieles, en los sacerdotes; cuántos no se cansan y nos cansamos de la dificultad. ¿Qué les ha pasado a los padres de Campos? ¿Por qué cedieron? Porque hay una fatiga. Hay un desgaste y eso hace que uno claudique habiendo oído la palabra de Dios sin echar raíces hondas, sólidas.

Las raíces sólidas consisten en la capacidad para el sufrimiento que el mundo moderno no nos da; hoy no se quiere sufrir, no se quiere el dolor; en cambio el cristianismo nos enseña que el dolor y el martirio son fuente de redención, eso es la cruz, y por eso nosotros tenemos que asumir nuestra cuota de calvario, de suplilcio para asimilarnos y configurarnos en nuestro Señor. El mundo moderno eso no lo enseña, en cambio fomenta otra cosa: la diversión, la comodidad, lo placentero, todo lo que favorece la flojedad y por eso estamos espiritual y físicamente débiles, no tenemos espíritu aguerrido. Al contrario, estamos propensos a la depresión, a la neurosis, al estrés, sin culpa, como víctimas de un mundo que vive en el ruido, en la velocidad supersónica, que nos hace incapaces de adaptarnos a situaciones, porque cuando ya casi nos adaptamos a una viene otra, luego otra y otra. ¿Qué cuerpo aguanta?, ¿qué nervios toleran?

Esa es la aceleración del mundo moderno que desquicia, que nos desquicia y de ahí el sumo cuidado que debemos tener para no sucumbir, la necesidad de soledad para la oración, para la contemplación, para refugiarnos en Dios. Por eso la semilla que cae entre las piedras, por falta de hondas raíces queda sin fruto, se pierde. Y la otra parte, la que cae entre las espinas es el mundo con toda esa lucha que acabamos de describir y que de pronto se vuelve en nosotros una agonía; porque somos, o nos creemos, incapaces de poder sobrellevar ese aguijón, esa espina, esa dificultad agudizada que no es de un modo general sino de un modo más particularizado y que hace que no dé fruto la palabra de Dios como aquel a quien se le amputa un miembro. Quedamos amputados, sofocados por esas dificultades graves que encontramos a lo largo de nuestro camino, de nuestra existencia. Cuánta gente es buena, muy buena, por un tiempo, incluso largo tiempo y de pronto una gran desgracia, inesperada, violenta, la hace sucumbir, al igual que al sacerdote o simple fiel, por las espinas del mundo, por no haber tenido cuidado con todo lo que el mundo prodiga. Aun siendo buenos, aunque no tan buenos, somos seducidos por las riquezas, por las cosas del mundo pero sin darnos suficiente cuenta, como aquel ejemplo de las vacas flacas y de las vacas gordas, cuando viene la dificultad ya no somos capaces. Hay que tenerlo presente mis estimados hermanos, para no sucumbir.

Sólo una cuarta parte cae en terreno fértil, y sin embargo, no todos responden ni respondemos de igual modo; no debemos escandalizarnos de que a veces la palabra de Dios no produzca los efectos que deseamos, y no es por culpa de Dios sino por el defecto de la tierra donde cae la palabra Divina.

Pidámosle a nuestra Señora que nos haga terreno fértil, para que la palabra divina produzca ese fruto generoso, para sufrir con paciencia perseverando en el bien; que podamos llegar a esa perfección y santidad a la que Dios nos llama. +


PADRE BASILIO MERAMO
3 de febrero de 2002

jueves, 20 de febrero de 2014

PRECISIONES ACERCA DEL MAGISTERIO INFALIBLE DE LA IGLESIA



Para tener una correcta idea de lo que es el Magisterio Infalible de la Iglesia, conviene saber y recordar que el magisterio es la autoridad doctrinal que tiene la doble función de custodiar santamente y exponer fielmente (fidedignamente) el depósito revelado, determinando o fijando infaliblemente su sentido.

Autoridad ésta, que ejerce la Iglesia de modo infalible cuando determina o fija el sentido verdadero del Depósito divino; por esto dice el eminente teólogo español, Marín Sola, sucesor de la cátedra del famoso Norberto del Prado en la otrora prestigiosa Universidad de los Dominicos en Friburgo (Suiza): “La autoridad doctrinal o magisterio de la Iglesia, tiene por fin propio y específico, la conservación y exposición del depósito revelado. Determinar o fijar infaliblemente el verdadero sentido del depósito divino, es lo que se llama definición de fe por la Iglesia. (La Evolución Homogénea del Dogma Católico, ed. BAC, Madrid, 1963, p.257).

Y explicita aún más: “El magisterio dogmático de la Iglesia tiene sobre el depósito revelado dos funciones que ha señalado distintamente el Concilio Vaticano, y que antes había expuesto con admirable claridad y belleza el gran expositor del progreso dogmático Vicente Lirinense. Estas dos funciones son: primera, conservar el depósito revelado; segunda, explicarlo; ‘sancte custodire et fideliter exponere’. (…) De ahí nacen los dos caracteres fundamentales del dogma católico: inmutabilidad y progreso. (…) Esas dos funciones de conservación y explicación en cuanto al dogma mismo, son correlativas, pero distintas, y conviene fijar bien en ellas la atención”. (Ibídem, p.291).

Luego, aseverar tal como hace Monseñor Williamson (Eleison n°343): “El Magisterio Extraordinario no hace más que hacer que el Magisterio Ordinario sea más claramente o más ciertamente visible”, es mutilar la mitad de las funciones del Magisterio de la Iglesia, es amputarle la función de exponer infaliblemente, negándole que pueda determinar o fijar el verdadero sentido del Depósito de Fe, limitándose a custodiar (la simple custodia sin poder exponer fielmente) retomando lo dicho por el Magisterio Ordinario Universal. Además, cuando se afirma que “el Magisterio Extraordinario presupone el Magisterio Ordinario, existiendo únicamente para dar certeza a una verdad ya enseñada por el Magisterio Ordinario”, no solo se le niega al Magisterio Extraordinario la función de exponer el Depósito Revelado y su capacidad de fijar o determinar infaliblemente su sentido, sino que además niega que el Magisterio Ordinario Universal sea capaz de dar definiciones dogmáticas, pues no da certeza de la verdad y para esto se requiere el Magisterio Extraordinario. Esto constituye una grave mutilación de doble partida.

Tanto el Magisterio Ordinario Universal como el Magisterio Extraordinario Universal tienen igual autoridad doctrinal infalible, ambos definen verdades de fe o dogmas: “Verdad, pues, del depósito revelado, cuyo sentido no haya sido aún fijado infaliblemente ni por el magisterio solemne ni por el ordinario de la Iglesia,
es verdad revelada, pero no definida. Verdad del depósito revelado, cuyo sentido haya sido infaliblemente fijado o determinado, sea por el magisterio ordinario, sea por el magisterio solemne de la Iglesia, es verdad no solamente revelada sino también definida”. (Ibídem, p.258). Luego, ambos magisterios definen verdades de fe o dogmas.

Queda claro así, que hay dos clases de dogmas, unos los dogmas solemnes que definen o determinan el sentido del Depósito Revelado, con fórmulas (palabras o términos precisos como pueden ser por ejemplo: Transubstanciación, Inmaculada Concepción, etc.) y dogmas que sin ser solemnes y careciendo de fórmulas o términos específicos, precisan o determinan nada más el sentido del depósito revelado, pero sin cristalizarlo o cuajarlo en términos definitivos.

El dogma, como se sabe, materialmente es una verdad contenida en las fuentes de la divina Revelación, y formalmente es una verdad revelada por Dios y propuesta como tal por el Magisterio de la Iglesia. Los dogmas son así, verdades divinas y por lo tanto inmutables.

No hay aumento sustancial pero si hay aumento en la explicitación, en la enseñanza o la explicación: “En verdad, y ya lo hemos indicado en otra parte, que la Iglesia no puede dar una explicación dogmática mayor que la que los apóstoles recibieron de Dios, pero también es verdad que puede tener –y de hecho tiene– una explicación dogmática mayor que la que los apóstoles han dado a la Iglesia primitiva. La Iglesia primitiva estaba, pues, en posesión de dos cosas: primera de un número determinado de artículos revelados; segunda un grado determinado de explicación divina de estos artículos. Las futuras generaciones cristianas se han hallado, se hallan y se hallarán hasta el fin de los siglos en posesión de algo nuevo, de un tercer elemento que adquieren en virtud de la autoridad dogmática de la Iglesia. Se hallan o nos hallamos en posesión, no de dos, sino de tres cosas: primera, los mismos artículos revelados; segunda, la misma explicación de estos artículos por los Apóstoles. Todo esto lo ha conservado inmutado e inmutable la Iglesia, y a estas dos cosas corresponde la primera función de conservar el depósito. Pero además de eso tenemos una tercera cosa, y es una explicación nueva, que nada contraría a la anterior ni viene de fuera, sino que se saca o deduce de dentro, y aumenta o desarrolla, sin cambiarla, la explicación de los apóstoles dada. Esta tercera cosa es la que corresponde a la segunda función de explicar el depósito, de que hablan el Lirinense y el Concilio Vaticano”. (Ibídem, p.293).

Queda claro así, que determinar o fijar infaliblemente el sentido del depósito divino, es o constituye lo que se llama definición. Ahora bien, el definir puede hacerse de un doble modo que abarca tanto el Magisterio Ordinario Universal, como el Magisterio Extraordinario Universal de la Iglesia o el extraordinario del Papa cuando habla ex cathedra, como hace ver Marín Sola: “Pero este magisterio o definiciones de fe pueden ejercerse, y de hecho se ejercen, por la Iglesia de dos modos: primero, por magisterio solemne sea del Concilio Ecuménico, sea del Papa sólo hablando ex cathedra; segundo, por magisterio ordinario, esto es, por la enseñanza o predicación ordinaria de la Iglesia Universal.

Ambos medios de ejercer el magisterio sobre el contenido y sentido del depósito revelado, son de igual valor dogmático, y ambas son verdaderas definiciones de fe. No hay sino una diferencia accidental, y es que el magisterio del Concilio Ecuménico o del Papa hablando ex cathedra se ejercen con mayor solemnidad y aparato de fórmulas, y es fácilmente discernible por todos, mientras que el magisterio ordinario se verifica sin aparato ni formulismo especiales a través de la enseñanza universal de la Iglesia, y a veces no es tan fácil distinguir su alcance y significación”. (Ibídem, p.258). Ambos Magisterios tienen las mismas dos funciones: la de custodiar santamente y la de exponer (explicar) fielmente, y tienen la misma capacidad de fijar o determinar infaliblemente el sentido del depósito revelado de la fe.

Si esto se ha entendido bien y claramente, se ve la confusión que sobre el tema del Magisterio Infalible de la Iglesia hay en los dos últimos Eleison: el n° 343 y el n° 344, al decir: “El Magisterio Extraordinario, no hace más que hacer que el Magisterio Ordinario sea más claramente o más ciertamente visible”, lo cual es mutilar la mitad (50%) de las dos funciones del magisterio, es amputarlo radical y olímpicamente de la función de exponer definiendo, reduciéndolo a la función de custodiar únicamente, con lo cual se limitaría a redefinir (redefinición), que es lo propio de la función que consiste en “custodiar santamente”, pero sin la de “exponer fielmente”. Error este, que consiste en no fijarse bien en ambos magisterios, como muestra Marín Sola: “Conviene tener muy presente estos dos modos de ejercer el magisterio doctrinal o de definir la verdad revelada, pues con frecuencia, cuando se habla de definiciones de fe, la mente tiende a fijarse solamente en las definiciones por magisterio solemne, sin fijarse suficientemente en que hay también definiciones por magisterio ordinario”. (Ibídem, p.258).

Más adelante prosigue con la explicación para que se tenga claro sin caer en errores de óptica, generando confusión, que: “De esa inclinación de nuestra mente a fijarnos solamente o con preferencia en las definiciones solemnes, cuando se habla de definiciones de fe, procede también el que no demos a veces a la palabra Iglesia toda la extensión que abarca, fijándonos inconscientemente en la Iglesia, no desde su fundación, o sea desde los tiempos apostólicos, sino en la Iglesia de los siglos posteriores, cuando comenzaron los concilios ecuménicos y las definiciones solemnes. Y, sin embargo, las definiciones de fe o autoridad doctrinal de la Iglesia sobre el depósito revelado se ejercen, como hemos dicho, por magisterio ordinario tanto más que por el solemne. Y ese magisterio ordinario comenzó no en la época de los primero concilios ecuménicos, sino desde el primer momento de la Iglesia naciente o primitiva, desde el primer momento de la predicación o enseñanza apostólica”. (Ibídem, p.259).

La función de custodiar santamente y la de explicar fielmente no se deben confundir, ya que son distintas, aunque son complementarias. El error está en que no se distingue entre definición y redefinición; la una pertenece a la función de exponer y la otra a la de custodiar. Por no tener estas cosas claras confunde las definiciones dogmáticas con redefiniciones dogmáticas; por eso dice así Marín Sola: “No deben, pues, concebirse las definiciones de fe o autoridad dogmática de la Iglesia como repitiendo solamente la explicación ya dada por los Apóstoles y ya poseída por la Iglesia primitiva. Esto lo hace, sin duda alguna, muchas veces la Iglesia; pero eso no es propiamente definición, sino más bien, redefiniciones; eso no pertenece propiamente a la segunda función de explicar, sino más bien a la primera función de conservar, repitiéndola y proclamándola solemnemente, la explicación ya dada por los apóstoles mismos a la Iglesia primitiva. Sino que deben concebirse además como dando, por autoridad o asistencia divina, una nueva explicación o una mayor explicación sobre la explicación que los Apóstoles dieron a la Iglesia, resultando, por lo tanto, algo nuevo; no nuevo objeto revelado, y nueva revelación del mismo objeto, pero sí nueva explicación divina del mismísimo objeto o depósito por Dios revelado a los apóstoles y por éstos confiado a la custodia y explicación de la autoridad divina de la Iglesia”. (Ibídem, p.292-293).

Las dos modos del Magisterio Universal de la Iglesia, quedan mutilados; el Magisterio Ordinario Universal, queda cercenado al no reconocérsele que pueda definir nuevos dogmas de fe, esto es, no exponiendo (explicando) infaliblemente el sentido del Depósito de Fe.

El Magisterio Extraordinario Universal, sea en su versión de toda la Iglesia docente reunida en los Concilios Ecuménicos, sea la del Papa solo unilateralmente cuando habla ex cathedra, queda amputado de su función expositiva o explicativa, reducida a un puro custodiar las verdades contenidas en el Magisterio Ordinario Universal, limitándose a redefiniciones, siendo lo correcto que, por todo lo visto, no sólo se trata de repetir lo ya dicho, (contenido en el Magisterio Ordinario Universal) sino también en formular nuevos dogmas incluso con prescripción de fórmulas o palabras.

Además de estos errores, en los Eleison no se recapacita y se continúa polarizando dialéctica y erróneamente, al señalar como errores a evitar, el liberalismo y el sedevacantismo, sin percatarse que el liberalismo es un pecado de herejía, mientras que el sedevacantismo es una conclusión teológica válida y posible; por eso tiene mucha razón Non Possumus –y hay que destacarlo puesto que hasta ahora son muy pocos los que lo han dicho– cuando dice en el comentario a la respuesta del P. Stehlin al P. Jean de Morgon, el 11 de Febrero de 2014: “El sedevacantismo es una opinión respetable cuando está bien fundada como dijo Mons. Lefebvre. No existe un ‘pecado de sedevacantismo’, como para tener que hablar de ‘sedevacantismo formal y material’. Sucede que el mote estigmatizante de sedevacantista, es uno de los espanta pájaros favoritos de los acuerdistas de la Neo Fraternidad Sacerdotal San Pío X y uno de sus fantasmas también, dado que tienen horror a ser calificados ellos, a su vez, de sedevacantistas. Lo que sí es pecado es el Liberalismo”.

Esperando que se disipen los errores y se haga la luz para iluminar las inteligencias, este escrito sirva a la verdad sin la cual no puede haber caridad.

P. Basilio Méramo
Bogotá, 19 de Febrero de 2014

domingo, 16 de febrero de 2014

DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Con este domingo de Septuagésima, se inicia el ciclo de la Pascua: segundo ciclo de la Pascua que gira alrededor de la Resurrección de nuestro Señor, y que es la fiesta más solemne, más importante del año litúrgico aunque no la más popular, como la Navidad. La fiesta más importante de todo el año litúrgico es el domingo de Pascua, el domingo de Resurrección y nos preparamos a esa Resurrección, a esa Pascua, con la Cuaresma: cuarenta días de ayuno, penitencia y oración. Con la Septuagésima nos introducimos levemente en esa preparación: mortificación del cuerpo como dice San Pablo, “yo someto mi cuerpo, mortifico mi carne para que después de haber predicado no sea yo inducido en tentación y sea réprobo”.

Todo católico debe mortificar su cuerpo, sus sentidos, sus apetitos y el mundo de hoy enseña lo opuesto totalmente: placer, gozo, diversión. Mientras que el cristianismo nos dice sujeción, represión, mortificación del cuerpo con todos sus sentidos, el mundo de hoy predica lo contrario. Lo que demuestra una vez más el carácter y el sello anticristiano de la civilización moderna. Mucho menos entonces se comprenderá el significado de la Semana Santa, de la Cuaresma y de este preludio a la preparación de la Cuaresma con estos domingos iniciados hoy con la Septuagésima, o setenta días de preparación antes de la Resurrección.

Así como setenta años estuvo el pueblo de Dios en el cautiverio de Babilonia, lo mismo estamos nosotros, como cautivos a lo largo de este mundo hasta que se produzca la Pascua de Resurrección de todos nosotros, cuando nuestro Señor venga a juzgar y culmine todas las cosas para la mayor gloria de aquellos que Él ama; esa es la motivación y la esperanza que tenemos: vamos a resucitar al igual que nuestro Señor y resucitar como bienaventurados, no como réprobos. El sentido de la Septuagésima y después de la Cuaresma es, pues, la mortificación y la penitencia simbolizadas con el color morado.

En el evangelio de hoy vemos la parábola de los obreros que reciben todos un denario. Esta parábola pertenece al género simbólico. Un símbolo es una cosa real que representa otra cosa real. Las imágenes de las parábolas a través de un ejemplo que podemos ver o entender representan, muestran, una realidad sobrenatural, espiritual de las cosas de Dios, que no son tan fáciles de inteligir, que son verdaderamente un misterio. En apariencia, si juzgamos por la parábola parecería injusto lo que hace este Paterfamilias, quien les paga a todos por igual, cuando unos habían trabajado todo el día y los últimos apenas un rato, y, sin embargo, no fue injusto, porque lo convenido había sido que por todo el día pagaría un denario.

No comprendemos la bondad de Dios y no comprendemos la gran moraleja de esta parábola llena de esperanza, para que no desesperen aquellos que son llamados al último momento, a la última hora, y no se enorgullezcan los que son llamados desde el primer instante. Ese denario en definitiva vendría a ser el cielo igual para todos, convertidos desde el primer instante o en el último. Qué gran esperanza nos transmite la parábola de hoy, que al mismo tiempo es una lección contra el orgullo. Aquellos que han sido convertidos desde la primera hora y aquellos que sean llamados tarde, si oyen el llamado de Dios se salvan igual que los otros que fueron llamados desde el principio. Vemos que la bondad de Dios está muy lejos de una interpretación puramente material, igual a como en apariencia se puede juzgar si miramos las cosas así, como juzgaron los obreros que trabajaron todo el día en la viña.

Esta parábola tiene una gran dificultad. Algunos, yo no lo creo así, dicen que es una “extrapolación”, para en cierta forma esquivar la dificultad que tiene al terminar: “Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros; muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Que los primeros sean los últimos y los últimos sean los primeros, no habría mayor dificultad, viendo lo que aconteció con el pago igual para todos, la salvación igual para todos sin importar si fueron contratados temprano o tarde; en ese sentido quedaron igualados y así es la igualación de la vida eterna, el cielo de la salvación tanto para los primeros como para los últimos, todos quedan equiparados. Pero la dificultad sigue al decir que: “muchos son los llamados y pocos los escogidos”, y la mayoría tiende a mal interpretar diciendo que son pocos los que se salvan, cuando de eso precisamente nuestro Señor no quiso jamás manifestar ni una palabra. Respecto a la salvación, si son muchos o pocos quienes se salvan y quienes se condenan, es un gran misterio de Dios.

Aquellos exegetas y predicadores, que los hay muchos y no de ahora sino desde mucho antes de que se produjera esta crisis, la mayoría interpretaba que eran pocos los que se salvaban, y no se dan cuenta que por interpretar estas palabras tomadas al pie de la letra, caen en el error de la predestinación protestante, que dice que: Dios llama a unos para el cielo y a otros, para condenación, al infierno; es el gran error de la justificación protestante y calvinista. Dios no llama a la salvación a muchos, nos llama a todos y todos no son muchos; Dios llama al cielo a todos los hombres y por eso murió por todos los hombres. La obra de la Redención es para todos los hombres, aunque a la hora de la salvación ya no sean todos sino muchos, como cuando se dice en la consagración del cáliz “pro vobis et pro multis”, no son pocos, aunque eso tampoco nos permita decir que son muchos, sencillamente no hay que tomar al pie de la letra “muchos los llamados y pocos los escogidos” como si fueran muchos los llamados (no todos) y pocos los que se salvan, lo que sería un grave error.

Lo que nuestro Señor quiere hacernos ver es que son muy pocos los escogidos de Dios en el sentido de la perfección, de la santidad. Son pocos los que hacen buenas obras y esa es la interpretación que da Santo Tomás; dentro de ese número de hombres que hacen buenas obras pocos son los santos, pocos son los píos, pocos son los virtuosos. Hay una gradación en la perfección cristiana, una cosa es ser virtuoso, otra cosa es ser pío y otra cosa es ser santo, porque el camino que lleva al cielo es estrecho, pero es ancho el que lleva al infierno; así entonces, nuestro Señor pudo decir “muchos los llamados y pocos los escogidos”; pocos, muy pocos los que siguen esa vida de virtud, menos aún esa vida de piedad y mucho menos esa vida de santidad a la cual Dios nos llama.

Pidámosle a nuestra Señora, a la Santísima Virgen, que esta crisis que desola a la Iglesia nos sea provechosa en sus efectos purificadores. Así como los metales se purifican y como el oro se acrisola en el fuego, así nosotros y la Iglesia misma conformada por hombres se purifique con el fuego de esta crisis, ya que bien mirada y sobrenaturalmente llevada es una crisis purificadora para aquellos pocos escogidos que quieren seguir el buen camino, mientras la mayoría va por el ancho de las malas obras. Que sea Ella, la Santísima Virgen María, quien nos ayude a mantenernos firmes, de pie, sin escandalizarnos de lo que acontece con los hombres de Iglesia dentro de la Iglesia, con su jerarquía, y del peligro que corremos por la presión que se ejerce sobre ese residuo fiel ante la prostitución de los demás.

Hago referencia a las dos mujeres de las que habla San Juan en el libro del Apocalipsis: la mujer vestida de sol que pare en el dolor y que por eso no es la Santísima Virgen María, como creen muchos erróneamente, con falsa piedad y poco seso. La Virgen no alumbra en el dolor; otra cosa es que esta imagen de la mujer parturienta que representa la religión fiel y perseguida en los últimos tiempos sea un símbolo que se pueda aplicar a nuestra Señora, no textualmente, porque sería herejía pensar que nuestra Señora dio a luz en el dolor a nuestro Señor. Y la otra mujer, la ramera o prostituta que cabalga sobre la bestia, que es la misma bestia que salió del mar, el Anticristo, y vestida de color púrpura, llevando en la frente la palabra “misterio” y que asombró a San Juan, esa mujer ramera es la religión, esta mujer en el Antiguo Testamento ha sido el Israel de Dios, como buena esposa o como mala mujer, pura o adúltera, es toda la historia del Antiguo Testamento.

Por eso la mujer significa la religión y estas dos mujeres significan el estado de la religión y la Iglesia en esos dos polos, el de la corrupción, la prostitución y el de la fidelidad. De ahí la gran persecución de esa religión prostituida, la gran ramera que cabalga montada sobre el poder de este mundo bebiendo el cáliz de su prostitución, de su profanación, el cáliz lleno con la sangre de los santos y de los mártires, como acontece hoy con la Roma modernista, progresista, que se ha prostituido, que persigue a la Roma eterna, a la Roma fiel, a la Roma que representa la Tradición Católica y que enarboló monseñor Lefebvre; esa Roma prostituida, corrompida, quiere destruir a la que es fiel. Ese es el peligro que corremos dejándonos seducir y esa obra de seducción –hay que decirlo–, la lleva a cabo el cardenal monseñor Darío Castrillón, colombiano zorro; lo que los europeos no pudieron hacer con monseñor Lefebvre, lo encargan hoy a un colombiano.

Colombia da para lo bueno y lo malo y de ahí la insistencia con que este cardenal está llevando a cabo su tarea, hacernos sucumbir, no me cabe la menor duda. Quien se acerca a una mujer corrompida, si no es para convertirla como lo hizo nuestro Señor con la Magdalena, cae bajo su seducción, pagando el precio de la apostasía; por tal razón monseñor Fellay ha pedido que se rece durante un mes la oración de la consagración de la Fraternidad al Corazón Doloroso e Inmaculado de la Virgen María para que acelere su triunfo, el mismo que Ella prometió en Fátima, triunfo que no podrá darse sin la intervención de Dios; no será un triunfo por mano de elemento humano, será una intervención de Dios, que tenemos profetizada con el segundo advenimiento de nuestro Señor. Sobre esto hay gran confusión y poca luz.

Sin embargo, los Padres de la Iglesia, durante los primeros cuatro o cinco siglos, tenían estas cosas como predicación común, por lo cual San Pablo, como todos recordamos, les dice que todavía no es el advenimiento de nuestro Señor, les da los signos y les habla de un obstáculo que nosotros no sabemos cuál es concretamente, pero conjeturamos esto, para estar alertas, ya que vivimos un tiempo extraordinario, una situación extraordinaria. Pero la verdadera expresión, la verdadera palabra no es esa, esa expresión tiene validez en un lenguaje común, pero en el lenguaje exegético, bíblico y profético, quiere decir que vivimos tiempos apocalípticos, últimos tiempos; así denominan las Escrituras a esta época anunciada, y que lo menos que podríamos decir es que es sorprendente, pero que bien mirada es apocalíptica, es una situación completamente anormal, fuera de los cánones de la Iglesia. Nos toca vivirla, purificarnos y esperar el triunfo de nuestro Señor, el triunfo del Inmaculado Corazón cuando Él venga a juzgar, por su aparición y por su reino, como dice San Pablo.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen, que nos ayude a comprender todas estas cosas que se van aclarando a medida que los tiempos se van cumpliendo y que permanezcamos fieles a la Iglesia católica, apostólica y romana para salvar nuestras almas. +

BASILIO MERAMO PBRO
11 de febrero de 2001

martes, 11 de febrero de 2014

LAS ALTERNATIVAS QUE EL MUNDO OFRECE Ó NI CON MELÓN NI CON SANDÍA



En tierras Guadalupanas, posterior a las flamantes independencias de lo países hispanos, con falsos nacionalismos y bandos, banderas e himnos, todo insuflado por la masonería independen-liberalista era común hasta los años 70´s observar de manera doméstica a los parvulitos jugar al revelador juego de "A LA VIVORA DE LA MAR" que además de cínico concluía en que cada uno de los miembros que eran atrapados por esa víbora de la mar tenía que "decidir" si se quedaba con Melón o se quedaba con Sandía, de esa forma los bandos que integraban el juego engrosaban sus filas.

De similar forma la sinagoga de satanás, pudo incoar en adultos lo que sembraba en niños, de tal suerte que hoy tienes la opción de ser comunista o capitalista, ser fanático seguidor y partidario del equipo de futbol A o del equipo de futbol B,  votar por el partido demoniocrático X o ser militante del Y.

En estos satánicos procederes, no iba a ser excepción la tomada Iglesia católica Apostólica y Romana, siendo las alternativas posibles para las estultas masas, aunque fueran ligeramente pensantes, el rigor de tener que escoger entre las opciones de la "Víbora de la mar" o eres papista o eres sedevacantista.    Pareciera que no hay de otra sopa.      Hemos escuchado incluso, de algún sabio presbítero atinadamente cuestionarse, si la Santísima Virgen María, en su mensaje de la Sallette, exprofeso: (SIC.- ROMA PERDERA LA FE Y SERA LA SEDE DEL ANTICRISTO) podría ser calificada de "sedevacantista"

Es materialmente imposible que Ella se contradiga, y si dice que Roma iba a ser la SEDE del anticristo, ES una sede no vacante, y no ocupada por un Papa común y corriente, sino NO IBA A ESTAR VACANTE Y NO IBA  A SER UN PAPA.

NI CON MELON NI CON SANDÍA
Si alguna etiqueta se le pretende dar al verdadero "pequeño rebaño" se le podría decir en aras de intentar un neologismo postmoderno como el de "SEDEANTICRISTISTA" .    

Sin embargo, para el verdadero pequeño rebaño, basta con que se nos diga CATÓLICOS y esto por la gracia de DIOS.
Ni Comunista, ni capitalista, bástele a cada día su afán.
Ni  un equipo, ni otro del estupidizante futbol, que dicho sea de paso, sus fanáticos (conservadores y/o tradicionales) desestiman por completo sus "MUNDIALES" pese a que los trofeos que reciben sus equipos campeones, son también "DEMONIALES Y CARNALES"
Ni un Partido demoniocrático, ni el otro;   La Autoridad es la capacidad de ejercer la voluntad del autor, y la soberanía es facultad del soberano, y el Autor  y Soberano del verdadero  Cristiano, es DIOS TRINO Y UNO, y no nos hacen olvidarlo con el futbol, ¿porque si hay bandos?  son compuestos por : "EL QUE NO ESTA CONMIGO ESTA EN MI CONTRA"  O verdaderos Cristianos o enemigos de Cristo, y no con las opciones que la "víbora de la mar" ofrece, y que la gran mayoría se traga escogiendo el equipo X del partido demoniocrático y todavía se creen católicos tradicionales ¿Cuanto mas se auto estiman católicos, quienes se autoetiquetan como papofilos o sedevacantistas ante el anticristo?

"HABRA  FALSOS CRISTOS Y FALSOS PROFETAS,  SI ALGUNO OS DICE,  EL CRISTO  ESTA EN EL DESIERTO,  (SEDEVACANTISTAS),  O  ESTA  EN  EL  FONDO  DE LA  CASA (PAPOFILOS Y ACUERDISTAS)  NO LES CREAIS..."

El que tenga ojos.... Ni con Melón Ni con Sandía.

SEA PARA GLORIA DE DIOS
Alberto González.

ANSIEDAD DE LA VERDAD. Sobre la Sede Vacante


En su último número Eleison del 1 de Febrero del 2014, titulado “Ansiedad
Sedevacantista II”, Monseñor Williamson, equipara, en extremos contrarios, a los
liberales y sedevacantistas, como dos posturas erróneas opuestas a evitar. Esto
constituye una falsa oposición pues se trata no de extremos contrarios, sino de dos
cosas completamente distintas, siendo el liberalismo una herejía y el
sedevacantismo una consideración teológica posible y verdadera. Es un craso
desacierto y error pretender equiparar el sedevacantismo con el liberalismo como
un error a evitar.

La cuestión de la Sede Vacante, es algo eminentemente teológico, cuya posibilidad
siempre fue admitida en la Iglesia, hasta que el flamenco (holandés) Alberto Pighi,
dijera lo contrario, cuando, siendo uno de los favorecido en la corte vaticana por el
Papa Adriano VI, igualmente flamenco, sostuvo la tesis contraria a la de todos los
teólogos de la Edad Media. Así tenemos que era doctrina común, tanto de teólogos
como de juristas, que un Papa podía desviarse de la fe, como lo admitía por ejemplo
el mismo Inocencio III, al decir en su Sermón 2° de Consecratione Sua: “In tantum
fides nihi necessaria est, ut cum de ceteris peccatis solum Deum iudicem habeam,
propter solum peccatum quod in fide committerem possem ab Ecclesia iudicare”.
(Palmieri Trac. de Rom. Pont. , p. 631). (En tanto en cuanto la fe no sea conculcada,
ya que sólo a Dios tengo por Juez del resto de mis pecados, únicamente por el
pecado que contra la fe cometiere, puede juzgarme la Iglesia).

Pighi fue refutado por dos de los eminentes teólogos del Concilio de Trento:
Melchor Cano y Domingo Soto, como también por Bañez por ejemplo, entre otros.

Los antisedevacantistas, que retoman la tesis de Pighi, no se percatan que ésta fue
equiparada, en el extremo opuesto, con el error de Lutero y Calvino por San
Alfonso María de Ligorio, como se puede ver: “Muchas opiniones están aquí en
presencia: 1°. Aquella de Lutero y Calvino quienes enseñan esta doctrina herética,
que el Papa es falible, incluso cuando habla como Doctor universal y de acuerdo
con el Concilio. 2°. La segunda, que es precisamente lo opuesto de la primera, es
aquella de Alberto Pighius que sostiene que el Papa no puede errar, incluso
cuando el habla como doctor privado. 3°. La tercera es aquella de ciertos autores
que sostienen que el Papa es falible en las enseñanzas dadas fuera del Concilio. 4°.
La cuarta opinión que es la opinión común y a la que nosotros adherimos es la
siguiente: Bien que el Pontífice Romano pueda errar como simple particular o
Doctor privado, así como en las puras cuestiones de hecho que dependen
principalmente del testimonio de los hombres, sin embargo cuando el Papa habla
como Doctor universal definiendo ex cathedra, es decir, en virtud del poder
supremo trasmitido a Pedro de enseñar la Iglesia, decimos que él es
absolutamente infalible en las decisiones y controversias relativas a la fe y a las
costumbres. Esta opinión es defendida por Santo Tomás, Torquemada, de Soto,
Cayetano, Alejandro de Hales, San Buenaventura, (…) San Francisco de Sales
 (…)”. (Oeuvres Completes de S. Alphonse de Liguori, Traduites per le P. Jules
Jacques. Extrait du Tome IX, Traités sur le Pape et sur le Concile, p.286-287-292).

El mismo hecho de la disputa de los teólogos entre sí, aunque discordes en la
solución de cómo y cuándo perdería la jurisdicción el Papa por cisma, herejía u
apostasía, prueba que no es contrario al dogma ni a la fe que un Papa pueda
desviarse de la fe, como podemos ver con el Cardenal san Roberto Belarmino, que
muestra (evidencia) la posibilidad teológica, aunque de hecho históricamente no se
hubiere dado.

También lo prueba el hecho que los Concilios Ecuménicos VI y VIII, los Papas San
León II, Adriano II e Inocencio III, que aunque hayan juzgado basados en textos
adulterados, aceptaban la posibilidad de que un Papa se desvíe de la fe.

“El III Concilio de Constantinopla, VI Ecuménico, declara que analizó epístolas
dogmáticas del Patriarca Sergio, así como una carta escrita por Honorio I al
mismo Patriarca. Y prosigue: ‘habiendo verificado que ellas están en entero
desacuerdo con los dogmas apostólicos y las definiciones de los santos Concilios y
todos los Padres dignos de aprobación, y por el contrario que siguen las falsas
doctrinas de los herejes, nosotros las rechazamos de modo absoluto y las
execramos como nocivas a las almas’. Después de anatemizar a los principales
heresiarcas monotelitas, el Concilio condena a Honorio: ‘juzgamos que,
juntamente con ellos, fue lanzado fuera de la Santa Católica Iglesia de Dios y
anatemizado, también Honorio, otrora Papa de Roma, pues verificamos por sus
escritos enviados a Sergio, en todos siguió el pensamiento de este último y
confirmó sus principios impíos” (Da Silveira, Implicaciones Teológicas y Morales
del Nuevo Ordo Missae, obra mimeografiada, Sao Paulo - Brasil, 1971, p.148.) Ver
Ds. 550 - 552.

San León II (682-683) en una carta de agosto de 682 al Emperador Constantino
IV le dice: “Anatematizamos también a los inventores del nuevo error: Teodoro
Obispo de Pharan, Ciro de Alejandría, Sergio, Pirro… y también Honorio, que no
ilustró esta Iglesia apostólica, sino que permitió, por una traición sacrílega, que
fuese maculada la fe inmaculada”. (Ibídem, p. 148). Ver Ds. 563.
“En carta a los Obispos de España, el mismo San León II declara que Honorio fue
condenado porque: ‘(…) no extinguió, como convenía a su autoridad apostólica, la
llama incipiente de la herejía, sino que la fomentó por su negligencia’. Y en una
carta a Ervigio, rey de España, San León repitió que, con los heresiarcas citados
fue condenado: ‘(…) Honorio de Roma, que consintió que fuese maculada la fe
inmaculada de la tradición apostólica que recibiera de sus predecesores’ ”.
(Ibídem, p.148). Ver Ds. 563- 561.

Adriano II (867-872) leyó la frase de San Bonifacio que está en las Decretales de
Graciano: “Culpas [Rom. Pontífice] isti redarguere presumit mortalium nullus,
quia cunctos ipse judicaturus a nemine judicandus, nisi forte deprehendatur a
fides devius”. (Palmieri, Tractus de Romano Pontifici, p.631). (Que ninguno de los
mortales tenga la osadía de pensar que los errores se argüirán en contra de aquel
[el Papa] por el cual todos somos juzgados, a no ser que se le sorprendiese desviado
de la fe). “Entre los documentos escritos a propósito del caso del Papa Honorio,
ninguno goza tal vez de tanta importancia para nuestro tema, cuanto el pasaje
citado seguidamente, extraído de un discurso del Papa Adriano II dirigido al VIII
Concilio Ecuménico. Como veremos cualquiera sea el juicio que se haga sobre el
caso de Honorio I, tenemos aquí una declaración Pontificia que admite la
eventualidad que un Papa caiga en herejía. He aquí las palabras de Adriano II,
pronunciadas en la segunda mitad del siglo IX, ésto es, más de dos siglos después
de la muerte de Honorio: ‘Leemos que el Pontífice Romano siempre juzgó a los
jefes de todas las iglesias (esto es, los Patriarcas y Obispos); pero no leemos que
jamás alguien lo haya juzgado. Es verdad que, después de muerto, Honorio fue
anatemizado por los Orientales, pero se debe recordar que él fue acusado de
herejía, único crimen que torna legítima la resistencia de los inferiores a los
superiores, así como, el rechazo de sus doctrinas perniciosas’ ”. (Alloc. III lecta in
Conc. VIII, Act.7, citado por Billot, “Trac. de Eccl. Christi”, tom.1, p.611; - Da
Silveira, op. cit., p.149).

Inocencio III (1198-1216) dijo claramente reconociendo en su Sermón 2° de
Consecratione sua: “In tantum fides nihi necessaria est, ut cum de ceteris peccatis
solum Deum iudicem habeam, propter solum peccatum quod in fide committerem
possem ab Ecclesia iudicare”. (Palmieri Trac. de Rom. Pont. , p. 631). (En tanto en
cuanto la fe no sea conculcada, ya que sólo a Dios tengo por Juez del resto de mis
pecados, únicamente por el pecado que contra la fe cometiere, puede juzgarme la
Iglesia).

“Párrafo del Sermón del Papa Inocencio III: ‘La fe es para mí a tal punto
necesaria que, teniendo a Dios como único Juez en cuanto a los demás pecados,
sin embargo, solamente por el pecado que cometiese en materia de fe, podría ser
yo juzgado por la Iglesia’ ”. (Citado por Billot, “Tract. de Eccl. Christi”, tom. I, p.
610; - Da Silveira, op. cit., p. 153).

Los Canonistas como Prümer, Regatillo, Coronata y Vermeersch también dicen lo
mismo sobre el tema:

Prümmer: “Per haeresim certam en notoriam Papam amittere suam potestatem
autores quidem communiter docent, sed utrum iste casus revera possibilis sit,
merito dubitatur”. (Manuale Iuris Canonici, ed. Herder, Friburgo 1927, p.131).
(Los autores enseñan comúnmente que el Papa pierde su potestad por herejía
cierta y notoria, pero si fuese otro el caso, es de justicia dudar).

Regatillo: “Ob haeresim publicam ipso facto communior: quia non esset
membrum Ecclesiae, ergo multo minus caput”. (Institutiones Iuris Canonici, vol. I,
ed. Sal Terrae, Santander 1951, p.280). (Simplemente por el hecho de herejía
pública: como ya no fuese miembro de la Iglesia, mucho menos podría ser su
cabeza).

Coronata, sobre la cuestión de la pérdida del oficio de Papa (Amissio officii R.
Pontificis) dice: “Haeresis notoria. Quidam auctores negant suppositum: dari
nempe posse R. Pontificem haereticum. Probari tamen nequit R. Pontificem, ut
doctorem privatum, haereticum fiere non posse, e. g., si dogma antecedenter
definitum contumaciter deneget; haec impeccabilitas nullibi a Deo promissa est.
Immo Innc. III expresse admittit dare posse casum. Si vero casus accidat ipse ex
iure divino ab officio sine ulla sentencia, ne declaratoria quidem, decidit. Qui
enim haeresim palam profitetur se ipsum extra Ecclesiam ponit et non est
probabile Christum suae Primatum Ecclesiae tale indigno servare. Proinde si R.
Pontifex haeresim profiteatur ante quamqumque sententiam, quae impossibilis
est, sua autoritate privatur”. (Institutiones Iuris Canonici, vol. I ed. Marietti,
Torino p.373). (Por herejía notoria. Algunos autores niegan el supuesto: puede,
ciertamente, darse un Romano Pontífice hereje. Sin embargo, no puede probarse
que el Romano Pontífice, como doctor privado, no pueda ser hereje, por ejemplo, si
niega contumazmente un dogma definido anteriormente; esta impecabilidad no es
prometida por Dios a ninguna persona. Por cierto Inocencio III admite
expresamente el caso. Si el caso acontece en realidad, por el mismo derecho divino
sin ninguna sentencia ni declaración alguna, se separa del cargo. En efecto, quien
profesa abiertamente la herejía, él mismo se pone fuera de la Iglesia y no es
probable que Cristo conserve su Primado de la Iglesia a uno con tal indignidad. Así
pues, si el Romano Pontífice profiere una herejía, antes de cualquier sentencia, la
cual es imposible, queda privado de su autoridad).

Vermeersch sobre la cesación de la potestad del Romano Pontífice dice: “Cessat
R. Pontificis potestad morte; renuntiationen libera, quae valida est sine
cuiuspiam acceptatione (c.221); amentia certa et certo perpetua; haeresi notoria”.
(Epitome Iuris Canonici, tom. I, 1927, p.222). (La potestad del Romano Pontífice
cesa por muerte; por renuncia libre, la cual es válida sin ninguna aceptación
(c.221); por la demencia cierta y ciertamente perpetua; por la herejía notoria).

Del mismo modo, el Cardenal Juan de Torquemada, (tío del Primer Gran
Inquisidor de España), de quien Da Silveira trae la siguiente cita muy
esclarecedora: “(…) El cardenal español Juan Torquemada es el vigoroso y más
influyente paladín del primado pontificio en el siglo XV, en cuyos escritos todos
los futuros defensores del primado fueron a buscar sus argumentos: desde
Doménico Jacobazzi y Cayetano, pasando por Melchor Cano, Suarez, Gregorio de
Valencia y Belarmino, hasta los teólogos del primer Concilio Vaticano. (…) Para
demostrar que el Papa puede ilícitamente separarse de la unidad de la Iglesia y
de la obediencia a la cabeza de la Iglesia, y por lo tanto caer en cisma, el cardenal
Torquemada usa tres argumentos: ‘1° (…) por la desobediencia el Papa puede
separarse de Cristo que es la cabeza principal de la Iglesia y en relación a quien la
Iglesia primariamente se constituye. Puede hacer eso desobedeciendo a la ley de
Cristo u ordenando lo que es contrario al derecho natural o divino. De ese modo
se separaría del cuerpo de la Iglesia, en cuanto está sujeta a Cristo por la
obediencia. Así, el Papa podría sin duda caer en cisma. 2° El Papa puede
separarse sin ninguna causa razonable, sino por pura voluntad propia, del
cuerpo de la Iglesia y del colegio de los sacerdotes. Hará eso si no observa aquello
que la Iglesia universal observa con base en la tradición de los Apóstoles, según el
c.‘Ecclesiasticarum’, d.11, o si no observase aquello que fue, por los Concilios
universales o por la autoridad de la Sede Apostólica, ordenando universalmente
sobre todo en cuanto al culto divino. Por ejemplo, no queriendo personalmente
observar lo que se relaciona con las costumbres universales de la Iglesia o con el
rito universal del culto eclesiástico. (…) Apartándose de tal modo y con pertinacia
de la observancia universal de la Iglesia, el Papa podría incidir en cisma. (…) Por
eso, Inocencio dice: ‘De Consue.’ Que en todo se debe obedecer al Papa en cuanto
este no se vuelva contra el orden universal de la Iglesia, pues en tal caso el Papa
no debe ser seguido, a menos que haya para eso causa razonable. 3° Supongamos
que más de una persona se considere Papa y que una de ellas sea verdadero Papa,
aunque tenido por algunos como probablemente dudoso. Supongamos que ese
Papa verdadero se comporte con tanta negligencia y obstinación en la búsqueda
de la unión de la Iglesia, que no quiera hacer cuanto pueda para el
establecimiento de la unidad, en tal hipótesis, el Papa sería tenido por fomentador
del cisma, conforme muchos argumentaban, aun en nuestros días, a propósito de
Benedicto XIII y de Gregorio XII’ ”. (Summa de Ecclesia, pars. I, lib. IV cap. 11,
p.369 vuelta. Citado por Da Silveira, op. cit. p.186-187).

Así como también, Melchor Cano, uno de los grandes teólogos del Concilio de
Trento que combatió la posición de Pighi como una opinión además de errónea,
innovadora, en contra de lo que hasta entonces se había pensado en la Iglesia,
como Dublanchy lo reconoce citándolo: “Todos admiten sin dificultas que el Papa
puede caer en la herejía como en toda otra falta grave; ellos se preocupaban
solamente de buscar por qué y dentro de cuáles condiciones, él puede en ese caso
ser juzgado por la Iglesia”. (Infaillibilité du Pape, col. 1715). Y continúa más
adelante Dublanchy: “En los comienzos del siglo XVI la opinión del cardenal
Torquemada es reproducida por Cayetano (…). Al encuentro de esta afirmación,
Pighi afirma que según las promesas de Jesucristo, tomadas en toda su extensión,
Mt. 16,18, es imposible que el Papa sea herético porque, el fundamento de la
Iglesia cesando de estar unido a Jesucristo sería verdad que las puertas del
infierno han prevalecido contra la Iglesia (…). Esta afirmación de Pighi fue
pronto combatida por Melchor Cano, quién, después de haber rechazado la
mayor parte de las explicaciones dadas por Pighi para justificar a varios Papas
con respecto a la fe, concluye que no se puede negar que el soberano Pontífice
pueda ser herético, porque en efecto hay un ejemplo o quizás dos. Cano fue
seguido por Domingo Soto, Gregorio de Valencia y Bañez”. (DTC. Infaillibilité du
Pape, col. 1715-1716).

Es evidente, que insistir en la imposibilidad de defección en la fe de un Papa, es un
prejuicio basado en la ignorancia, que quiere tomar la primacía sobre el asunto, no
basada en documentos sino en las ideas que hoy hacen circular publicitariamente
como si fueran la verdad.

Es por esto que desde un principio, la Roma modernista, con el entonces cardenal
Ratzinger y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, con el por aquella época Superior
General, Padre Franz Schmidberger, tenían que rotular con el tabú, que cual
espantapájaros, hoy esgrimen por doquier, para diluir cualquier posición firme y
contundente que se oponga al error.

Claro está que a la Roma apóstata, modernista y anticristo, lo único que le puede
doler y temer es que se le impute de frente y claramente, o al menos se cuestione,
su legitimidad, puesto que la Revolución anticristiana, a través de la cual se
instaurará en la sede de Pedro hasta el mismo anticristo religioso o pseudo profeta,
no tolera que se desenmascare la usurpación que hace, y pretende imponer el error,
la herejía y la apostasía, por la vía de una presunta legitimidad y legalidad que le
darían el peso de la autoridad de que carece.

Así podemos decir que la Consideración Teológica sobre la Sede Vacante, sin ser un
dogma de fe, es una conclusión teológica evidente quoad sapientes, (para los
entendidos) y no quoad ómnibus (para todos).

Tanto el sedevacantismo visceral y categórico, como el antisedevacantismo emotivo
y sentimental, parten de un mismo falso principio, del que hacen dogma, y es el de
no aceptar la posibilidad de que un Papa verdadero y legítimo pueda desviarse de la
fe y así sumirse en el error, la herejía, el cisma y/o la apostasía.

Queda todavía la objeción de quienes sostienen que se requiere una declaración
oficial de la Iglesia (o de parte de ella) para que el Papa hereje sea depuesto;
objeción que se salva, con la fórmula planteada por Monseñor de Castro Mayer,
según la cual, cuando el Papa es un hereje manifiesto, pierde ipso facto el
pontificado y queda ocupando la Sede de Pedro solamente de hecho, no de derecho;
de manera que sería Papa sólo putativamente, sólo aparentemente; y su
jurisdicción es suplida directamente por Cristo, cabeza invisible de la Iglesia, para
todas aquellas acciones que la requieran y que sean justas para el bien común de las
almas. (Para profundizar más sobre este concepto, véase aquí mi escrito
Consideración Teológica sobre la Sede Vacante, p. 28-29-30).
http://www.meramo.net/AmigosdeMeramo/Opusculos_files/SedeVacanteCo.pdf

Los antisedevacantistas que no quieren ni admitir aún la posibilidad de la Sede
Vacante, es decir, no el hecho sino su eventualidad, como me lo señaló un día el P.
Schmidberger, basado en una mala interpretación del pasaje de las Sagradas
Escrituras donde dice: “las puertas del infierno no prevalecerán”, al creer
erróneamente que esto imposibilitaría la herejía de un Papa, pues de lo contrario
las puertas del infierno prevalecerían sobre la Iglesia, y haciendo de esto un dogma
(cuasi dogma de fe), cuando el significado real es que a pesar de las herejías y aún
de un Papa que se desvíe de la fe, las puertas del infierno no prevalecerán, porque
la Iglesia es indefectible, pero la Iglesia no es el Papa. Una cosa es que la Iglesia sea
indefectible y otra creer que el Papa sea indefectible con la misma extensión de la
Iglesia. Para ver esto, hay que remitirse a la definición de la indefectibilidad del
Papa en materia de fe, es decir, cuando habla ex cathedra, con los límites
específicos que este término encierra, pero que como parte de la herejía que estaba
por venir y que señalara el P. Le Floch, extienden ilegítimamente su infalibilidad,
exagerando también el respeto debido al Papa.

Así afirmaba en 1926 el P. Le Floch: “La herejía que viene será la más peligrosa de
todas; ella consiste en la exageración del respeto debido al Papa y la extensión
ilegítima de su infalibilidad”.

Además se olvida lo que ya dijo Mons. Lefebvre en su momento: “Nos encontramos
verdaderamente frente a un dilema gravísimo, que creo no se planteó jamás la
Iglesia; que quien está sentado en la Sede de Pedro, participe en los cultos de los
falsos dioses; creo que esto no sucedió jamás en la historia dela Iglesia: ¿Qué
conclusión deberemos quizás sacar dentro de unos meses ante estos actos
repetidos de comunión con los falsos cultos? No lo sé, me lo pregunto; pero es
posible que estemos en la obligación de creer que este Papa no es Papa. No quiero
declararlo aún de una manera solemne y formal, pero parece, sí a primera vista,
que es imposible que un Papa sea hereje, pública y formalmente”. (Sermón del
Domingo de Pascua del 30 de Marzo de 1988 en Ecône).

Y dos años antes en una conferencia dada en Ecône el 15 de Abril de 1986, había
dicho en este sentido: “¿El Papa es Papa cuando es hereje? ¡Yo no lo sé, no zanjo!
Pero pueden plantearse la cuestión ustedes mismos. Pienso que todo hombre
juicioso puede plantearse la cuestión. No sé, entonces ahora, ¿es urgente hablar
de esto? Se puede no hablar, obviamente… podemos hablar entre nosotros,
privadamente, en nuestras oficinas, en nuestras conversaciones privadas, entre
seminaristas, entre sacerdotes. ¿Es necesario hablar a los fieles? Muchos dicen no,
no habléis a los fieles, van a escandalizarse, eso va a ser terrible, eso va a ir lejos.
Bien, les dije a los sacerdotes en París cuando los reuní y luego a vosotros mismos
ya os había hablado, les dije: pienso que muy suavemente, es necesario, a pesar
de todo, esclarecerle un poco a los fieles. No digo que sea necesario hacerlo
brutalmente y lanzar eso como un condimento a los fieles para asustarlos, no,
pero pienso que a pesar de todo, es una cuestión de fe, en necesario que los fieles
no pierdan la fe”.

Y como Roma ha perdido la fe y ha caído en la apostasía y la Iglesia verdadera es
indefectible, Mons. Lefebvre distinguía claramente: “Es totalmente falso
considerarnos como si no formáramos parte de la Iglesia visible. Es increíble (…)
no somos nosotros sino los modernistas quienes salen de la Iglesia. En cuanto a
decir ‘salir de la Iglesia visible’, es equivocarse asimilando Iglesia Oficial a Iglesia
visible, (…) ¿Salir, por lo tanto, de la Iglesia oficial? En cierta medida, ¡sí!,
obviamente”. (Fideliter, n° 66, Noviembre-Diciembre 1988).

No se diga, de otra parte, que los Papas Liberio y Honorio, nunca cayeron en la
herejía y que los textos fueron falsificados o adulterados, cuando se les acusa de
herejía, pues aún en tal caso queda vigente y patente que se admitía que un Papa
podía desviarse de la fe: “De cualquier manera, sin embargo el Cardenal Billot no
niega –ni podía negar-que la Iglesia haya siempre dejado abierta la cuestión de
la posibilidad de herejía en la persona del Papa. Ahora bien, ese hecho, por sí
mismo, constituye un argumento de peso en la evaluación de los datos de la
Tradición, es lo que pone de relieve San Roberto Belarmino en el siguiente pasaje,
en el cual refuta, con tres siglos de antecedencia a su futuro hermano en el
cardenalato y en la gloriosa milicia ignaciana: ‘sobre esto se debe observar,
aunque sea probable que Honorio no haya sido hereje, y que el Papa Adriano II,
engañado por documentos falsificados del VI Concilio, haya errado al juzgar a
Honorio como hereje, no podemos sin embargo negar que Adriano, juntamente
con el Sínodo Romano e inclusive con todo el VII Concilio General, consideró que
en caso de herejía el Pontífice Romano puede ser juzgado’ ”. (Da Silveira, Ibídem,
p. 154).

El argumento teológico de peso (y de hecho durante la Edad Media) es el que:
“Todos admitían sin dificultad que el Papa pueda caer en la herejía como en
cualquier otra falta grave; preocupándose únicamente de buscar por qué y en
cuáles condiciones podía el Papa en tal caso ser juzgado por la Iglesia”. (D.T.C.
Infaillibilité du Pape, col. 1715).

Los textos de las Sagradas Escrituras Mt. 16,18 y Lc. 22,32 sólo prueban la
infalibilidad del Papa enseñando como supremo Pastor y Doctor de la Iglesia, es
decir cuando habla ex-cathedra, tal como lo recalca el D.T.C. Infaillibilité du Pape
col.1717, no lo olvidemos.

Tenemos un texto pontificio de suma importancia como recalca Da Silveira: “Como
veremos, cualquiera que sea el juicio que se haga sobre el caso de Honorio I,
tenemos aquí una declaración pontificia que admite la eventualidad de que un
Papa caiga en herejía. He aquí las palabras de Adriano II, pronunciadas en la
segunda mitad del Siglo IX, esto es, más de dos siglos después de la muerte de
Honorio: Leemos que el pontífice Romano siempre juzgó a los jefes de todas las
Iglesias (esto es, los Patriarcas y Obispos); pero no leemos que jamás alguien lo
haya juzgado. Es verdad que, después de muerto, Honorio fue anatematizado por
los Orientales; pero se debe recordar que él fue acusado de herejía, único crimen
que torna legítima la resistencia de los inferiores a los superiores, así como el
rechazo de sus doctrinas perniciosas’ ”. (Da Silveira, op. cit. p. 149).

Queda claro que jurídica y teológicamente ha sido admitido en la Iglesia y en la
Edad Media que el Papa puede caer en la herejía y por lo mismo perder el
Pontificado, “Un Papa que cayera en la herejía y que se obstinase cesaría por el
mismo hecho de ser miembro de la Iglesia y en consecuencia de ser Papa, se
depondría él mismo” (D.T.C. Déposition et Dégradation des Clercs, col.520).
Por eso Mons. Lefebvre no titubeaba al afirmar luego de su entrevista con el
Cardenal Ratzinger del 4 de Julio de 1987: “Lamentablemente debo decir que
Roma ha perdido la fe, Roma está en la apostasía. Estas no son palabras en el
aire, es la verdad: Roma está en la apostasía. Uno no puede tener más confianza
con esa gente, ya que ellos abandonan la Iglesia. Estoy seguro”. (Conferencia dada
durante el retiro sacerdotal en Ecône, el 4 de Septiembre de 1987).

Contraponer como errores opuestos y a evitar, Liberalismo y Sedevacantismo, es
seguir el juego a la Roma apóstata y anticristo (expresiones de Mons. Lefebvre) y
fomentar el estigma, el tabú que favorece el error, la confusión y desarticula
cualquier reacción contundente y firme ante la mentira, el engaño y la impostura
que se benefician bajo los ropajes de la autoridad, la legitimidad, la jurisdicción de
la que tanto necesitan los modernistas para corromper la fe y seguir pontificando
en el error, la herejía el cisma y la apostasía que es hoy moneda corriente y sonante.

Esperamos que esta aclaración no sea mal interpretada, ni tildada o considerada
con los epítetos descalificatorios y estigmatizadores, tales como amargo o furioso, y
se vea la verdad que se quiere mostrar, para que por lo menos no se caiga
consciente o inconscientemente en una postura beligerante, antisedevacantista que
le haría el juego a la Roma apóstata y anticristo, pues lo que más le afecta es
precisamente que se le cuestione, impugne o al menos se le ponga en duda.

Si hay algo que hoy cuestiona la legitimidad de los ocupantes de Roma, es el
descaro con que se piensa y actúa pontificando en el más craso error y en la más
impune de las herejías que son hoy prácticamente el pan de cada día, a tal punto
que el más despreocupado y distraído de los fieles puede percibir.

La Nueva Iglesia postconciliar ya ha dejado de imperar desde el anómalo, atípico y
contradictorio, así llamado, Concilio Vaticano II, dejando de ser maestra infalible
de la Verdad para convertirse en la Gran Ramera apocalíptica, engalanada con la
púrpura regia y las gemas que manifiestan el poder y prestigio de Gran Señora,
permitiéndole fornicar con los reyes y príncipes de esta tierra; y así se hace la
progenitora del error, el cisma, la herejía y aún de la apostasía (de las Naciones de
los gentiles), cual abominación de la desolación jamás vista en el Lugar Santo.

He ahí el abismo infernal del misterio de la iniquidad, cual no se ha visto, ni jamás
se verá. Todo esto ya ha sido señalado concisa y terriblemente por Nuestra Señora
de La Sallette, cuando dijo que la Iglesia sería eclipsada y que Roma perdería la fe y
sería la sede del Anticristo (religioso o Pseudoprofeta).

P. Basilio Méramo
Bogotá, 11 de Febrero de 2014

Fiesta de la Aparición de la Santísima Virgen en Lourdes.