San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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sábado, 7 de septiembre de 2013

LA VERDAD AUNQUE DUELA R.P. Basilio Méramo

Es sorprendente ver como muchas veces las personas imbuidas hasta los tuétanos de una idea, de la que hacen una verdad de fe pero que en realidad no lo es, no miran argumentos ni razones ante lo que ellos piensan erróneamente que es divino, de fe o exigido por la fe, y este parece ser el caso de nuestro personaje, el director de Amor de la Verdad.

Me imputa, contestándome a la ligera y por lo visto sin analizar mucho lo que se le escribe, se le muestra, se le dice y se le argumenta, que a mí me falta no solamente lógica en lo que digo, sino que mis juicios son excesivos y que contesto repitiendo sin hacer caso de los argumentos que se me presentan y prácticamente sin leerlos.

La verdad sea dicha, es muy difícil discutir con alguien que denota una visión como la que tienen las mulas que circulan por el camino con las ojeras puestas, que solo les permite ver y enfocar lo que tienen en frente, pero perdiendo el ángulo amplio de la visión total, y es que para ellas es la única manera como pueden avanzar.

Es evidente que para una persona que piensa que es una cuestión de fe que el Papa no se puede errar —y aquí preciso, porque parece que esto tampoco lo entiende— no en biología, física, matemática, geografía o lo que fuera, sino en materia de fe y moral, que es sobre lo que estamos hablando y no de ciencias naturales; todo lo que se lea de lo dicho por la Iglesia, los Papas y los teólogos, va a ser interpretado según su esquema mental, al igual que el agua va a tomar la forma del recipiente que la contiene y contra esto no hay nada que hacer. De todos modos, hay que refutar el error hasta el cansancio, por lo menos para evitar que otros sean seducidos.

¡Cómo va a decir que con los argumentos que expongo, (que no son míos, sino que están tomados de teólogos, de Papas y del magisterio de la Iglesia) me aparto del común sentir de la Iglesia y de la Tradición!; hay que ser muy pueril para formular semejante afirmación. Y si hago como el maestro que repite ante la rudeza de algunos alumnos que les cuesta captar de primera lo que se les está diciendo, es para ver si con ello algo se logra permear en sus cerebros, pero lo que no se da cuenta, es la obstinada repetición de lo que él cree que es verdad, sin aceptar argumentos ni razones, y obsesionado por su idea fija todo lo que se le diga es repelido sin la menor consideración ni reflexión intelectual que una disputa inteligente requiere por principio.

Si un Papa no se puede equivocar nunca, si jamás puede errar (y preciso de nuevo para que me entienda y no se vaya por la tangente) no estoy hablando aquí de ciencias naturales ni políticas ni económicas, sino de fe, religión, de verdades reveladas; si no puede el Papa caer nunca en error en materia de fe, estúpidos (o para decirlo con una palabra políticamente más correcta) estultos serían los teólogos que han considerado que se puede juzgar a un Papa, porque es evidente que no se lo va a juzgar porque se desvía en botánica, física o en química sino que se desvía en cosas de fe. Esto lo vemos en lo que dice Dublanchy en el artículo sobre la infalibilidad del Papa del Diccionario de Teología Católico (DTC): “Todos admiten sin dificultad que el Papa puede caer en la herejía como en cualquiera toda otra falta grave; preocupándose solamente de buscar por qué y dentro de qué condiciones puede en ese caso ser juzgado por la Iglesia”. (col. 1715).

Es también esta la razón por la cual San Alfonso hablando sobre la infalibilidad del Papa pone en el mismo tapete, en un extremo, a los que niegan la infalibilidad como Lutero y Calvino y en el otro extremo al novedoso Pighi, quien afirma que el Papa siempre es infalible y no se puede equivocar en materia de fe; esto ha sido respaldado por el Papa Pío IX (quién fue con él que el Concilio Vaticano I definió en Pastor Æternus la infalibilidad del Papa cuando habla ex cathedra) al felicitar la obra del P. Jacques donde reúne todo lo escrito por San Alfonso en diferentes lugares sobre el tema.

La verdad es que hay que ser muy distraído para afirmar y reafirmar que cuando se está hablando de que el Papa se puede equivocar, la contraparte diga que sí se puede equivocar, en ciencias naturales y todas las cosas del mismo estilo, pero que no en materia de fe; eso es sacar el problema de su contexto porque se está hablando de la fe y de cosas que atañen a la fe, y no de ciencias naturales, matemáticas o lo que fuera, eso ya denota no entender de qué se está hablando, pues es evidente que al hablar de errores y de equivocación del Papa se lo está haciendo en cosas de fe y no de ciencias naturales o lo que fuera.

Adolece de poca percepción e inteligencia aquel que sosteniendo que el Papa no puede jamás errar en materia de fe, porque es infalible, no se percata de que tiene la misma posición de Pighi, y éste ha sido refutado por un santo teólogo como San Alfonso María de Ligorio, pero también por una pléyade de teólogos como el cardenal Torquemada, Melchor Cano, Domingo Soto, Bañez, Cayetano, comentadores de Santo Tomás; ¡cómo va a decir que me aparto del sentir de la Iglesia y de los teólogos!, realmente habría que desconocer qué es lo que dicen la Iglesia y los teólogos para irrumpir con semejante afirmación.

Con todo esto queda claro, quién es el que se equivoca, quién es el que no mira argumentos, quién es el que no oye al otro y quién es el que no puede aumentar lo que natura da y salamanca no presta.

Y sin ánimos de ofender a nadie, debo decir que en todo hay una jerarquía y sobre todo de orden intelectual, y para tener un pálido reflejo de ello, conviene recordar y tener presente, que los ángeles cada uno agota, en su persona, su especie, y están estrictamente jerarquizados de modo que no hay dos ángeles iguales y esa distinción natural y jerárquica es precisamente intelectual, y aún más, la gracia que reciben está en relación directa con el grado de inteligencia que tienen, cosa, claro está, que no sucede entre los humanos, pero pongo el ejemplo de los ángeles para que nos demos cuenta de cómo en los seres espirituales puros, la jerarquía es principal y fundamentalmente intelectual y a ello se supedita la gracia sobrenatural, es decir que el ángel más inteligente, recibe más gracias que el menos inteligente, por eso como dice el dicho, zapatero a tu zapato.

Lo que si debe quedar claro, es que jamás se puede zanjar una discusión, o mejor dicho una disputa teológica cuando se esgrime el error, como pretende nuestro caro director de Amor de la Verdad; por eso dice el adagio, Errare humanum est, perseverare diabolicum (Equivocarse es humano, perseverar en el error es diabólico) y por esto es que el infierno existe para todos aquellos que yerran humanamente pero que no se dejan redimir y continúan perseverando diabólicamente en el error.

Cuando nuestro contradictor afirma que es una herejía decir que la Iglesia Romana se equivoca, ¡claro que lo es!, porque ahí se está hablando de la Iglesia Romana como cátedra de la verdad y de Pedro, que es justamente lo que la Iglesia define, que el Papa no se equivoca cuando habla ex cathedra, pero si yo vuelvo a identificar Iglesia divina con el Papa siempre infalible en materia de fe, hablando siempre ex cathedra, es evidente que no hemos entendido nada del problema teológico del que se está hablando. Al buen entendedor, pocas palabras.

 De nada vale al director argumentar en favor de su creencia como pretende, citando a Mons. Segur, al decir que “el Papa no se puede equivocar y por lo tanto Liberio no se equivocó”, porque poco importa el hecho histórico si se equivocó o no se equivocó, —cosa que está muy discutida entre teólogos e historiadores— pues San Roberto Belarmino, con mucha perspicacia y sagacidad dice que: “aunque se le hubiera condenado erróneamente por documentos falsificados, eso en nada merma, disminuye ni contradice el principio teológico de que el Papa se puede equivocar en materia de fe y que si se equivoca puede ser juzgado”, y esto es irrefutable y es lo que interesa, el principio. El que no quiera entender esto, lamentablemente hay que decirlo, es un papólatra visceral, que no tiene ni son ni ton, aferrado a su dogmatismo voluntarista, y contra eso, lamentablemente, nada se puede hacer.

Así San Roberto Belarmino citado por da Silveira dice: “Sobre eso se debe observar que, aunque sea probable que Honorio no haya sido hereje, y que el Papa Adriano II, engañado por documentos falsificados del VI Concilio haya errado al juzgar a Honorio como hereje, no podemos sin embargo negar que Adriano, juntamente con el Sínodo romano e inclusive con todo el octavo Concilio General, consideró que en caso de herejía, el Pontífice Romano puede ser juzgado”. (Arnaldo Vidigal Xavier da Silveira, Implicaciones Teológicas y Morales del Nuevo “Ordo Missae”, Sao Pablo-Brasil 1971, obra mimeografiada, p.154).

Y en el mismo sentido dice San Alfonso respecto de los Papas que pueden errar: “Nuestros adversarios objetan que muchos Soberanos Pontífices han errado en sus juicios en materia de fe. Pero nosotros podríamos sustraernos sin pena de esta objeción, respondiendo de una manera general con Melchor Cano y Belarmino, que esos Papas que han sido representados como habiendo errado, no han hablado como doctores universales de la Iglesia, sino como personas privadas, así como estos dos autores lo verifican manifiestamente por la historia” (Oeuvres Complètes de S. Alphonse de Liguori, Traduites par le P. Jules Jacques, Extrait du Tome IX, Traités sur le Pape et sur le Concile, ed. Desbonnet, Gent-Belgium 1975 p. 322-323).

Y más adelante sobe el Papa Liberio expresa: “La caída de Liberio, que es la de una persona privada, visto que no ha enseñado ex cathedra, no debilita en consecuencia de ningún modo nuestra opinión” (Ibídem, p.323-324). Luego decir citando a Mons. de Segur que: “Ningún Papa se ha equivocado jamás, porque ningún Papa se ha equivocado nunca” o “Los Papas no pueden equivocarse, luego el Papa Honorio no se ha equivocado”, hay que entenderlo precisando: cuando el Papa habla ex cáthedra. Lo mismo hay que decir de la Bula Licet ea de Sixto IV contra la herejía que dice: Ecclesia Urbis Romae errare potest (la Sede Romana puede errar).

 Con esto queda refutado también “Fray Eusebio”, a menos que se atreva a decir que son galicanos San Alfonso o el Card. Torquemada, Melchor Cano, Domingo Soto, el Card. Cayetano, quienes pensaban que el Papa podía errar en cosas de la fe, pues no es impecable en materia de fe, salvo cuando confirma a sus hermanos en la fe hablando ex cathedra, así se entiende como el Papa no se puede jamás equivocar o errar en la fe, no hay que ser muy inteligente para entender esto, salvo si una obsesión papólatra nos ciega la luz del entendimiento. Por eso como dice Palmieri la fe nunca es deficiente, es la fe que confirma y esta es la que tiene y ejerce el Papa cuando habla ex cáthedra siendo lo mismo la fe infalible y la fe que confirma: “(…) No es necesario que la fe indefectible sea en realidad distinta de la confirmación de los hermanos, pero basta que se distinga por la razón. Pues si la predicación de la fe auténtica y solemne es infalible, puede confirmar a los hermanos; por eso, una única es la fe infalible y la que confirma; siendo infalible, goza ella también del poder de confirmar. La indefectibilidad del pontífice en la fe fue pedida en la que el confirmase a sus hermanos; luego, de las palabras de Cristo sólo se puede inferir como necesaria aquella indefectibilidad que es necesaria y suficiente para la consecución de ese fin; y tal es la infalibilidad de la predicación auténtica”. (Da Silveira, obra citada, p.147).

El P. Le Floch, rector del seminario francés afirmaba en 1926: “la herejía que viene será la más peligrosa de todas, ella consiste en la exageración del respeto debido al papa y a la extensión ilegitima de su infalibilidad” y los sedevacantistas viscerales lo tildan de hereje al atribuirle la divisa de reducir al máximo la infalibilidad papal, extendiendo también ese calificativo a Monseñor Lefebvre que fue su alumno en el seminario, a lo cual lleva la aberración papolátrica de muchos tradicionalistas en su sedevacantismo dogmático y visceral que es el peor enemigo del sedevacantismo teológico que se considera como una conclusión, evidente quoad sapientes, luego no una mera opinión, sino una evidencia, pero que no es exigida por la fe, ni tampoco lleva al absurdo de considerar herejes a los que no llegan a ella.

P. Basilio Méramo

Bogotá, 7 de Septiembre 2013