San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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jueves, 15 de agosto de 2013

RESPUESTA A UN EMPECINADO ANTIMILENARISTA


 

    El sitio SPES con su antimilenarismo visceral se empeña en hacer imperar dogmáticamente con soberbia y supina ignorancia el prejuicio de su error, pretendiendo, además, que esa es la voz infalible del magisterio de la Iglesia ante el cual todos, lógicamente, se deben curvar, como se puede ver en su publicación del martes 13 pasado.

Es de mala fe o de pura ignorancia, o peor aún de ambos a la vez, hablar de condenación del milenarismo, basándose en un decreto disciplinar y no doctrinal que hace una reserva o advertencia referida al milenarismo mitigado diciendo que no se puede enseñar con seguridad.

Más grave es todavía, que se lo haga extensivo al milenarismo católico o patrístico, el cual no puede ser jamás condenado ni prohibido, pues la Iglesia no puede condenarse a sí misma, condenando a los Padres de la Iglesia; ni el vehemente San Jerónimo que combatía el milenarismo craso y el judaizante, jamás cayó en semejante error ni ceguera, como hace ver el P. Lacunza: “no podemos condenar estas cosas porque así lo dijeron muchos doctores católicos y entre ellos muchos mártires (…)”. (P. Lacunza, La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, T. I, ed. Carlos Wood, Londres 1816, p.95).

Y continúa el P. Lacunza sobre los milenaristas católicos (patrísticos): “por consiguiente que estos no merecían ser comprendidos en la sentencia general. Luego por este punto, que es el del que hablamos, la autoridad de San Jerónimo nada prueba, y si algo prueba, es todo lo contrario de lo que intentan los que lo citan”. (Ibídem, p.95).

El Santo Oficio con el Decreto del 21 de Julio de 1944 habla del milenarismo mitigado nada más, otra cosa es que el comentario del jesuita Gillemand de 1945, pretende hacerlo extenso a todo milenarismo, tanto el carnal, como el patrístico; y esto es un abuso tendencioso típico de un afiebrado antimilenarista que confunde las cosas a tal punto que los Padres de la Iglesia, milenaristas, estarían condenados o al menos prohibidos, lo cual es absurdo pues no tiene presentación.

Hablar de condenación de parte del Santo Oficio, es también un error, pues no condena doctrinal o teológicamente nada, sino que simplemente advierte disciplinarmente o prohíbe si se quiere, que el milenarismo mitigado no se puede enseñar sin peligro, sin reparos o sin tener cuidado: “tuto docere non posse” (no se puede enseñar con seguridad), y esto es todo. No hay certeza sobre su enseñanza. Y hacer de esto una condena y hasta infalible, es el colmo de la ignara estupidez con ínfulas doctorales; además de un leguleyismo farisaico tenaz.

A este respecto, es muy lucida la respuesta de Fernando Olmedo Broemser, al post citado por SPES, en el sitio web Acies Ordinata, donde dice: “Una pregunta… algo 2

que no PUEDE SER ENSEÑADO CON SEGURIDAD…¿Es un ERROR?…¿LA FALTA DE CERTEZA DE UN HECHO, LO TRANSFORMA EN UN ERROR? me parece que estamos fuera de foco y no estamos respetando el decreto del 44, porque si se hubiera querido o realmente eso meritaba, se hubiera prohibido como herético y con penas… el decreto dice una cosa y nosotros a pesar del decreto interpretamos que esa ‘duda’ en realidad se basa en un error de Fe… ¿El Santo Oficio toleraría un error de Fe? O algo es cierto o es Falso… la falta de seguridad en un hecho, es la justa media, de no saber si es realmente falso ni si es certero, aunque se tenga sospechas de uno u otro bando… aunque literalmente a pruebas escriturísticas y exegéticas se tiende a aceptarla como verdad…, aunque esta verdad entre en crisis con el sistema exegético impuesto -salvando los primeros tiempos- a la Cristiandad. Entonces qué es lo que entra en crisis… ¿el sistema exegético o la ‘mala interpretación’ literal, teniendo que buscar una alternativa ‘espiritual o metafórica’ para salvar nuestro sistema?...”. Excelente observación que sitúa la cuestión en su verdadera dimensión.

Sobre el milenarismo mitigado, el P. Castellani lo reprueba, como es sabido, diciendo: “Lo que ha hecho no ha mucho la Iglesia, ha sido prohibir por un decreto del Santo Oficio la enseñanza de un milenarismo mitigado, claramente definido en la misma prohibición, la cual naturalmente no sería lícito ampliar; porque ‘odiosa sunt restringenda’; a saber: ‘el milenarismo de los que enseñen que antes del juicio final, con previa o sin previa resurrección de justos, Cristo volvería a la tierra a reinar corporalmente’. Este decreto es del 9 de julio de 1941, el decreto ut jacet agarraba también a los exégetas llamados evolucionistas, puesto que según estos, Cristo reina ya corporalmente -desde el Santísimo Sacramento- a partir de su Resurrección hasta el Fin del Mundo. Pero no tocaba, según parece a los milenaristas sensatos., Salió otro decreto declaratorio tres años después (A. A. S. , 1944, p.212), en el cual la palabra corporaliter ha sido cambiada por visibiliter. Conforme a él, queda excluida la enseñanza no sólo del milenarismo craso, mas también del carnal-mitigado que imagina un Reino temporal de Cristo a la manera de los imperios de este mundo, con su corte en Jerusalén, su palacio, sus ceremonias, sus festividades, su presencia visible y continua y hasta su ministro de Agricultura…-; ‘teología para negros’ como dice Ramón Doll; semejante al cielo de la película Green Pastures. Nosotros no enseñamos ni creemos ninguno de estos dos milenarismos, está demás decirlo; aplicamos aquí simplemente al Apokalypsis el llamado en exégesis sistema escatológico, en oposición al sistema histórico y al sistema alegórico”. (Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?, ed. Dictio, Buenos Aires 1976, p 68-69).

Como es sabido, de esta visión hacen los protestantes y los testigos de Jehová su zafarrancho y el resorte de su apostolado, por eso no es solamente ‘teología para negros’, sino también para protestantes (negros de ojos azules).

Por eso hay que distinguir tres clases de milenarismo: el herético, el judaizante y el católico, como hace el Padre Lacunza: “Tres clases de milenarios debemos distinguir, dando a cada uno lo que es propio suyo, sin lo cual parece imposible, no digo entender la Escritura Divina, pero ni aún mirarla; porque estas tres clases juntas, y mezcladas entre sí, como se hallan comúnmente en las 3

impugnaciones, forman aquel velo denso y oscuro que la tiene cubierta e inaccesible. En la primera clase entran los herejes, y solo ellos deben entrar separados enteramente de los otros. (…) En la segunda clase entrarán en primer lugar los doctores judíos, o rabinos, con todas aquellas ideas miserables y funestísimas para toda la nación, que han tenido, y tienen todavía de su Mesías, a quien miran y esperan como un gran conquistador, como otro Alejandro, sujetando a su dominación con las armas en la mano a todos los pueblos y naciones del orbe obligando a todos sus individuos a la observancia de la ley de Moisés y primeramente a la circuncisión, etc. Dije que en esta segunda clase entran los rabinos en primer lugar, para denotar que fuera de ellos hay todavía otros, que han entrado siguiendo sus pisadas, o adoptando algunas de sus ideas. Estos son los que se llaman con propiedad los Milenarios Judaizantes, cuyas cabezas principales fueron Nepos, obispo Africano, contra quien escribió San Dionisio Alejandrino sus dos libros de Promisionibus; y Apolinar contra quien escribió San Epifanio Haeresi. (…) Nos queda la tercera clase de Milenarios, en que entran los católicos y píos y entre estos aquellos santos que quedan citados y otros muchos de quienes apenas nos ha quedado noticia en general multi ecclesiasticorum virorum et martires ita dixerunt: plurima multitudo. Por los que nos quedan de esta clase parece certísimo, que ni admiten los errores indecentes de Cerinto, antes expresamente los detestaban y abominaban; y tampoco las fábulas de Nepos y Apolinar, pues nada de esto se halla en sus escritos”. (Ibídem, p.76, 78, 79, 81).

Es esclarecedor poner aquí el concepto del Padre Antonio Van Rixtel, quien habla de medida disciplinaria citando primero el decreto del 11 de Junio de 1941: “El sistema del milenarismo, aún el mitigado, es decir, el que enseña que, según la revelación católica Cristo Nuestro Señor, antes del juicio final, ha de venir corporalmente a esta tierra a reinar, ya sea con resurrección anterior de muchos justos o sin ella, no se puede enseñar sin peligro”. Este es el famoso decreto que tuvo que ser corregido porque es un hecho que Nuestro Señor reina corporalmente desde el Sagrario y por eso hicieron el otro decreto de 1944, sobre el cual el Padre dice: “Con todo esto estamos aquí frente a una resolución disciplinaria de alcance restringido: 1. No se trata de una condenación de la doctrina del Reino, sino que se declara solamente que es peligroso enseñar un punto determinado de ella, a saber, el punto característico del Milenarismo mitigado. (El Testimonio de Nuestra Esperanza, Tercer Milenio el Misterio del Apocalipsis, Caviglia Cámpora, Antonio Van Rixtel, ed. Fundación Glaudius, Bs.As. 1995, p.508-510).

El P. Eusebio García de Pesquera comenta sobre el decreto: “ ‘Esa opinión del Milenarismo mitigado, no puede enseñarse sin reparos’. La expresión latina tuto docere non posse, resulta difícil de traducir con exactitud. Pero resulta evidente que con ella se quiere eludir un claro pronunciamiento doctrinal sobre la ortodoxia o heterodoxia del Milenarismo mitigado. Sólo se pone en guardia contra él, para que sus opiniones, o más bien sus puntos de vista sobre el sentido de tantos pasajes escriturarios, no se enseñen normal y tranquilamente en los centros escolares de la Iglesia. Ese pronunciamiento del Santo Oficio ha de tomarse y tenerse en cuenta; pero no como si se tratase de alguna causa inapelablemente sentenciada. Aquí viene bien lo de ‘no ser más papista que el 4

Papa…’. Dejemos las cosas en su punto, no queramos tener por definido lo que Roma no ha querido definir”. (“Maran Atha”¡El Señor Vuelve!, ed. Círculo, Zaragoza 1982, p.85)

Lo que queda probado con el decreto del Santo Oficio, no es la condenación del milenarismo, sino cuando mucho, la “prohibición”, en realidad el reparo, la advertencia, la recomendación o el cuidado que hay que tener sobre el milenarismo mitigado y nada más que el mitigado, sin extenderlo al milenarismo patrístico que fue doctrina común, no olvidemos, de los primeros tres o cuatro siglos de la Iglesia primitiva. Esto de una parte, de otra, queda demostrada con el decreto en cuestión (y esto por asombroso que parezca, pero las cosas como son) nada más ni nada menos que la ignorancia sobre el milenarismo, al no saber si es o no cierto, cosa que se tendría que saber. Esto nos revela el espíritu farisaico que los inspiró, ni aun cambiando corporaliter, que era herético, por visibiliter se salvaron de que se le viera al diablo la cola. Sin hablar del desconocimiento y confusión total que hay, aún entre el clero tradicionalista, sobre las tres clases de milenarismo que hemos enunciado aquí.

La falta de certeza no puede convertirse jamás de los jamases en un error y para algunos obtusos mentales, hasta una condenación teológica o doctrinal infalible, como para el pobre ex monje que dirige el blog SPES.

                                                                                              
 
 
 
                                                                                               P. Basilio Méramo
                                                                                              Bogotá,15 de Agosto de 2013
                                                                                              En la Fiesta de la Inmaculada Concepción.

 
 
 

ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

En esta fecha la Iglesia católica festeja el dogma solemnemente proclamado por el papa Pío XII en 1950. Dogma de la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma, al final de su vida terrena, sin determinar más, sino sencillamente, que nuestra Señora después de su vida terrena fue asunta a los cielos en cuerpo y alma, es decir gloriosa.
Hoy, pues, festejamos esa proclamación solemne del dogma de la traslación de nuestra Señora en cuerpo glorioso al cielo y digo resucitada, porque si bien el Papa no quiso hablar en la definición dogmática si había resucitado o no, en la misma bula hace alusión a la muerte de nuestra Señora, muerte que no debe sorprendernos. Aunque algunos teólogos dicen que no murió, otros, como Santo Tomás, dicen que murió no por causa del pecado, porque Ella era toda pulcra e inmaculada, sino para asociarse a la muerte de nuestro Señor, que tampoco tuvo ningún pecado y, sin embargo, murió; y por ser Ella corredentora al pie de la cruz, murió de amor, pero no sufrió corrupción.

Fue entonces una resurrección anticipada para ser glorificada en los cielos. Aunque esto de la muerte claramente no está definido, es una opinión teológica muy fundada y la más conveniente, pero quede claro que el mismo papa Pío XII sin comprometerse en definirlo, dice que los fieles no tenían inconveniente en admitir la muerte, para identificarse con nuestro Señor que también murió y padeció por nosotros. De todos modos, con este dogma se proclama solemnemente la Asunción, la traslación de nuestra Señora en cuerpo glorioso, en cuerpo y alma a la gloria de los cielos.

No creamos que es un dogma nuevo; hay muchos dogmas en la Iglesia que se creen con verdadera fe sin ser proclamados solemnemente; ya esta verdad era creída, casi práctica y unánimemente desde el siglo VII y creída por haber sido enseñada por el Magisterio Ordinario Universal de la Iglesia quien también define dogmas pero no solemnemente. El Magisterio Ordinario de la Iglesia define, determina, por lo menos, el sentido y así se creen muchas verdades y ellas pueden ser solemnizadas con fórmulas precisas y con una determinación más exacta que lo acaba, que lo circunscribe, si podemos decir así, de una manera que no se pueda vulnerar ni mejorar. Hay otras verdades que también están implícitamente contenidos en los dogmas; el de la Asunción está contenido en el dogma de la plenitud de gracia13 que nos trae la Inmaculada Concepción, plena de gracia, llena de gracia. Al ser llena de gracia no podía tener Ella ninguna mancha que borrar, ni el pecado original ni ningún otro pecado actual, ni venial ni mortal. Y esa plenitud de gracia desde el primer instante de su Inmaculada Concepción es una gracia que nosotros no nos podemos imaginar.

Para tener una idea, pensemos que la gracia de todos los santos y de todos los ángeles no llega a la inicial de nuestra Señora en el momento de su concepción; y esa plenitud de gracia inicial, después se acrecienta con la concepción del Verbo, cuando pronunció Ella su fiat y luego se acrecentó más, cuando fue asunta a los cielos; entonces ya esa gracia inicial es mayor que la de todos los santos y todos los ángeles juntos.

Vemos entonces cuán horroroso es que los protestantes nieguen esto por el perverso y sacrílego error de Satanás, que los tiene sujetos y obnubilados; pero lo digo para que se vea por contraste la depravación satánica del protestantismo y para que defendamos nuestra religión poniendo a la Santísima Virgen por delante, como un buen hijo que pone a su madre en alto y no se avergüenza de Ella como si fuese una mujer cualquiera. Esa plenitud de la gracia inicial que fue aumentando hasta la Asunción de nuestra Señora, es la consecuencia del privilegio de la maternidad divina, de la maternidad de nuestra Señora; de ahí deriva porqué es la Madre de Dios, deriva toda la plenitud de gracia y de gloria que Ella tiene mucho más excelsa que la de todos los santos y todos los ángeles juntos y deriva, también, todo su poder. Por la grande y sencilla razón de que Ella es la criatura que Dios más amó y ama. Por todo esto y por ser la más amada de Dios es la predilecta, y de ese privilegio que Ella tiene en su Inmaculada Concepción, de esa gloria que tiene en su Asunción, nosotros participamos en alguna medida como miembros de la Iglesia católica, teniéndola a Ella por nuestra Madre.

Ella es la antítesis de Eva, y cosa curiosa, Eva al revés es ave, ¡Ave María! Eva fue maldecida y por eso volvió a la tierra, volvía al origen de su procedencia por el pecado, por la mancha. Nuestra Señora es la antítesis, es el culmen de las bendiciones. La maldición de Eva entraña la muerte, porque Dios hizo al hombre naturalmente defectible y por lo mismo mortal, aunque fue elevado a la inmortalidad. Perdió esa eternidad por el pecado original de Adán y Eva. Hay dos linajes, el de Eva: un linaje maldito; y el de la Santísima Virgen: un linaje bendecido. En el linaje de Ella, están todos aquellos que la reconocen como madre, que pertenecen al seno de la Iglesia y más aún, aquellos que se consagran a Ella, que rezan el rosario y que llevan el escapulario, que la veneran de un modo especial por esa plenitud de gracia, por esa exaltación, por esa bendición, y porque también está profetizado que Ella aplastaría la cabeza de Satanás y del linaje de Ella saldría nuestro Señor que es Dios, que triunfa contra el mal.

Por lo mismo la Iglesia, aunque sufra, es una Iglesia llena de esperanza aun en medio del padecimiento, porque si la tenemos a Ella por Madre y somos de su linaje, vamos a ser odiados por el otro linaje antítesis de Ella. Los hijos de Eva, los que no reconocen a nuestra Señora, no reconocen a nuestro Señor, no reconocen a la Iglesia. Hay una enemistad hasta el fin de los tiempos, no nos extrañemos de que haya persecución, de que haya guerra religiosa, de que haya oposición; y no que ahora nos vengan a hacer bajar la guardia en el falso ecumenismo donde no hay enemigos, porque es mentira, el demonio existe y el mal existen, igual los malos hijos y combaten a los buenos, a los del linaje de nuestra Señora, como combatieron y mataron a nuestro Señor.

No hay peor ignorancia que la de ignorar el enemigo, y no hay peor burla del enemigo, que la de hacernos creer que no existe; por eso Satanás ríe haciéndole creer al mundo moderno que no existe y es hoy más satánico que nunca; los juguetes de los niños son diabólicos, esas figuras monstruosas, esos dibujos animados en la televisión también monstruosos, inculturizando a los niños para que cuando vean volar a los demonios los tengan por sus ídolos y sus héroes. No entiendo cómo hay padres de familia que les compran un juguete monstruoso a sus hijos; realmente no se piensa, eso demuestra hasta qué punto se nos enceguece con la propaganda, el bombardeo, la desfiguración del arte, la destrucción de la realidad que Dios ha creado y eso viene del odio del infierno. Desgraciadamente los secuaces de carne y hueso, los hombres que no pertenecen y no quieren pertenecer al linaje de nuestra Señora y que sí son del linaje de Eva, maldecida, corrupta. Nuestra Señora es la antítesis y en Ella están todas las bendiciones.
“Bendita eres entre todas las mujeres”. ¿Por qué esa bendición? Por ser la Madre de Dios, porque es “Bendito el fruto de tu vientre”, que es Jesús, Dios. Así que hoy, con la Asunción, nosotros podemos proclamar con gozo, con regocijo, que tenemos una madre en el cielo, coronada en el cielo, venerada por todos los ángeles, omnipotente ante los ángeles, omnipotente por participación porque sólo Dios es omnipotente absoluto; pero a Ella por ser la Madre de Dios, nuestro Señor le da todo ese poder de su gracia para que Ella sea el canal por el cual esas gracias nos lleguen, así como el agua nos llega a través del acueducto. Ella es así, el canal, el conducto por el cual nos llega esa agua pura del cielo, que nos salva y nos asemeja a Dios.


Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, ser sus verdaderos hijos, no como muchos que siguen falsas devociones, como lo dice San Luis María Grignión de Montfort, sino que seamos de los verdaderos y que podamos tenerle en nuestro corazón un altar privilegiado, para que Ella sea nuestro socorro y nuestro auxilio, sobre todo a la hora de nuestra muerte. +

BASILIO MERAMO PBRO.
15 de agosto de 2001.