San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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miércoles, 3 de abril de 2013

UNA EXEGESIS APOCALIPTICA PARA NUESTRO TIEMPOS


Beato de Liébana en sus Comentarios al Apocalipsis, hace una exégesis que encaja

muy bien en esta época de la historia de la Iglesia y del Mundo que nos ha tocado

vivir y que pareciera haberla escrito para hoy, sobre todo después del Concilio

Vaticano II, que más bien fue un Gran Conciliábulo al brillar por su ausencia la

presencia del Espíritu Santo que garantiza la infalibilidad de la Iglesia; comentario

que, dicho sea de paso, permaneció inaccesible durante diez siglos, habiéndose

escrito en el siglo VIII.

Beato de Liébana era monje de un monasterio de la comarca de Liébana, en los

Picos de Europa en la región de Cantabria, quien era Abad del convento que antes

se llamaba de San Martín de Turieno (Tours) y en el siglo XII cambió de nombre

por el de su fundador Santo Toribio de Liébana.

Puesto que son textos muy dicientes, en estos últimos tiempos verdaderamente

apocalípticos, para el Mundo y para la Iglesia, son de importancia para nuestra

época.

Respecto a muchos que parecen que son fieles y hombres de Iglesia, pero que no lo

son, que dicen ser Iglesia pero que están en realidad fuera: “El atrio es lo que está a

las puertas del templo y parece que pertenece al templo; pero no es el templo,

porque no pertenece al ‘sancta sanctorum’: estos son los que parece que están en

la Iglesia y están afuera”. (Obras Completas de Beato de Liébana, ed. BAC, Madrid

1995, p. 453).

Los enemigos están dentro de la Iglesia: “(…) se ve ahora que son enemigos dentro

de la Iglesia. La bestia es el nombre genérico del enemigo del Cordero”. (Ibídem,

p. 485). “Pues en otro lugar se pronuncia un nombre de blasfemia, cuando dicen

que ellos están dentro de la Iglesia y persiguen a la Iglesia”. (Ibídem, p. 485).

Están dentro de la Iglesia, pero no son de la Iglesia: “la serpiente dio su poder a la

bestia, porque tiene falsos hermanos dentro de la Iglesia, que parece que son la

Iglesia y no lo son”. (Ibídem, p. 487).

Y es esto lo que le pasa a la actual jerarquía apóstata de la Nueva Iglesia

postconciliar “y por medio de ellos el diablo realiza sus acciones contra aquellos

que quiere seducir dentro de la Iglesia; por eso dijo a la Iglesia: sé que habitas

donde Satanás tiene su trono (Ap. 2, 13). Engañan éstos a los sencillos, con

toda clase de poder, signos, prodigios y mentiras, y perecen, según se dice: y vi

una de sus cabezas que parecía de muerte, pero su llaga mortal se le

curó. Ya dijimos arriba que la bestia tenía siete cabezas: esta es la octava. Es lo

 

mismo que dijimos: el que parece que está en la Iglesia bajo nombre de santidad,

pero no está en la Iglesia: porque es el simulacro que se ha inventado el diablo

para engañar a los religiosos bajo el nombre de religión”. (Ibídem, p. 487). ¿Y

quién más puede ostentar el nombre de santidad y el título, y quién con más veras,

si no es el mismo Romano Pontífice, a quien se le da el tratamiento de Su Santidad?

Y para aquellos que todavía no quieren admitir la falsedad, la usurpación y la

impostura, aquí va este texto que debiera quitarles la lagaña o las escamas de los

ojos: “Tiene el diablo dentro de la Iglesia, a esos que disfrazados de oveja, por

fuera parecen que son justos, y por dentro son lobos rapaces. Por eso no son

descubiertos junto con los otros hombres que son claramente malos, sino que son

considerados santos, porque con ellos están unidos en la misma unidad y acción y

a éstos los tiene el diablo dentro de la Iglesia y en medio del pueblo bajo

apariencia de santidad”. (Ibídem, p. 487).

Esto le cae como anillo al dedo, de un modo especial, no de oro sino de hierro, con

la tal y tan cacareada humildad y sencillez, al que hoy se hace llamar Francisco.

Estos impostores son además solapados: “Pero dijo que se les dio la blasfemia,

porque no se levantan abiertamente contra la Iglesia, con la que dicen que están

unidos; y al decir que son hijos de Dios, tienden trampas a los hijos de Dios”.

(Ibídem, p. 489).

“Como siempre la Iglesia parecía ser de todos los malos, no blasfeman

abiertamente contra la Iglesia, sino bajo nombre de santidad, formando parte del

misterio de iniquidad. Sin embargo, cuando llegue este tiempo del Anticristo,

cuando se produzca la dispersión, es decir, cuando claramente se haya

disgregado la Iglesia, y se haya manifestado en todo el mundo el hombre de

pecado, entonces se pondrá al descubierto y se manifestará y se comprenderá y

conocerá aquello que antes, bajo apariencias de religión, con palabras ocultas,

hablaba blasfemias contra Dios; pero ahora habla como la Iglesia católica”.

(Ibídem, p. 489).

“¿Quién habla engaños a Dios, sino el que finge que sirve a Dios para engañar?

Pues hablan a Dios, porque dicen las santas palabras católicas; pero hablan con

el fin de poder engañar a los ignorantes e incautos, por medio de estas palabras,

no recordando las enseñanzas de Cristo, los que actúan como los Fariseos y por

medio de estas palabras, se arriman a la cátedra de Moisés, y ambicionan las

primeras cátedras y los primeros honores, con el fin de ser llamados maestros por

los hombres (Mt. 23,6)”. (Ibídem, p. 489).

“Este es el engaño del que hablamos arriba, que se realiza en la Iglesia por medio

de los perversos sacerdotes, que fingen que sirven a Dios, para seducir a los

 

ignorantes, con el fin de conseguir seguidores suyos, puesto que ellos y la bestia

son una misma cosa. Descrita en general la bestia en la hipocresía, es decir en la

simulación de santidad, va luego a describir a la otra bestia que profiere claras

blasfemias, en sólo los prelados, es decir, los obispos; la va a describir de la

misma manera, pero no con una hipocresía oculta, como hemos dicho que sucede

en la bestia que ya hemos descrito, sino manifestada con palabras claras”.

(Ibídem, p. 491).

Vemos aquí como se perpetra el vil engaño por hipócritas usurpadores, y para esto

sirve el nombre de los grandes santos como el de San Francisco de Asís.

“El Mar es el pueblo abiertamente malo; la tierra son los obispos, sacerdotes y la

falsa religión: quienes bajo apariencias de santidad [y aquí no me puedo impedir

el recalcar el Su Santidad] no se ve que se agiten en el mundo, sino que parece que

obran quedamente, y simulan que son Iglesia y no lo son: porque en esta bestia

blasfeman ya abiertamente de la que, en la bestia arriba descrita, blasfeman

ocultamente”. (Ibídem, p. 493).

“Esta bestia de la tierra son los malos prelados en la Iglesia, que entregados a sus

placeres profesan las falsedades de su corazón”. (Ibídem, p. 493).

Este es el gran engaño, la falacia y la gran parodia de la Nueva Iglesia postconciliar

con toda su jerarquía y clero corrompidos: “Y tenía dos cuernos parecidos a

los del cordero: es decir, los dos Testamentos, la Ley y el Evangelio, por medio

de los que finge que profetiza y entre los suyos se presentaba como cordero y

simulaba imagen de hombre justo. Y hablaba como una serpiente. Pues

habla lleno de la malicia del diablo: éste va a realizar signos entre los hombres,

hasta incluso que parezca que los muertos resucitan, es decir, por su predicación,

parecerá que muchos se convierten, pero sólo ante los ojos de los hombres. [tal

como está pasando hoy con la elección de Bergoglio que tiene a su disposición

todos los medios masivos de publicidad a sus pies] Este es aquel engaño al Señor:

aparenta ser cordero, para inocular ocultamente los venenos de la serpiente. No

parecería un cordero si hablara claramente como serpiente. Finge ahora ser

cordero para devorar con mayor seguridad al cordero. Habla a Dios, con el fin de

alejar del camino de la verdad a los que buscan a Dios. Por eso el Señor,

advirtiendo a su Iglesia, dice así: tened cuidado de los falsos profetas que

vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos

rapaces (Mt. 7, 15)”. (Ibídem, p. 493-495).

“Dijo en presencia de la bestia, porque los obispos o presbíteros, distribuyendo

los sacramentos, realizan delante del pueblo lo que es útil a la voluntad del diablo,

bajo el ropaje del carisma de la Iglesia”. (Ibídem, p. 499). Cosas estas que hoy se

ven ocurrir dentro de la Iglesia.

 

“Así que la bestia que dice tiene dos cuernos, que es el cuerpo con todos los malos

sacerdotes, no tienen a nadie entre el diablo y los suyos, sino que está en la sola

palabra que dicen que ellos adoran a Cristo, que murió y resucitó; y en esta

palabra adoran al diablo, que ideó para los suyos este simulacro, con el fin de,

bajo el nombre de los malos sacerdotes, excluir de la Iglesia muchos miles de

hombres y lanzarlos al tormento de los infiernos”. (Ibídem, p. 501).

“Dice un nombre mediador, que son los mismos sacerdotes que bajo nombre de

religión, fingen que sirven a Dios y por medio del nombre de Dios adoran al

diablo”. (Ibídem, p. 501).

La herejía que se ha instaurado oficialmente en la Iglesia a partir del Concilio

Vaticano II, que más que concilio, es lo propio de un conciliábulo, la tenemos

claramente anunciada: “Recordando esto el Señor, y advirtiendo a las Iglesias de

los peligros de los últimos tiempos, dice: cuando veáis la irritación

anunciada por el profeta Daniel, erigida en el lugar Santo, el que lea,

que lo entienda (Mt. 24, 15). Se dice irritación cuando Dios se enfurece, porque

son adorados los ídolos en el lugar de Él, o cuando se introduce en las Iglesias la

doctrina de los herejes. Hay desolación porque los hombres inseguros y carnales,

seducidos por falsos signos y portentos, se alejan de la verdadera salvación”.

(Ibídem, p. 507).

“Este es el anuncio de la última persecución; es decir, la que va a suceder en

tiempo del Anticristo por un corto espacio de tiempo. Adora a la bestia y a su

imagen: es decir, al diablo y a su pueblo, y a su cabeza que parece degollada, es

decir, los sacerdotes que bajo el nombre de Cristo sirven al diablo dentro de la

Iglesia”. (Ibídem, p. 523).

Creo que con estos textos de Beato de Liébana, queda una vez más en tela de juicio

esta pseudo-jerarquía, pero con mucho poder y prestigio, y encubierta de santidad,

de la Pseudo-Iglesia o Nueva Iglesia conciliar.

 

 

Padre Basilio Méramo

Bogotá, 3 de Abril de 2013