San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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miércoles, 28 de agosto de 2013

El Reverendo Padre Basilio Méramo, responde al "Frau EusHEBRIO"



RESPUESTA A UNA RESPUESTA DE "FRAY EUSEBIO"



SOBRE LA INFALIBLIDAD Y EL MAGISTERIO.

Lamentablemente, antes del atípico Concilio Vaticano II (conciliábulo) —que pretende ser lo que no es ni puede ser, es decir: un Concilio Ecuménico pero no infalible—, ha habido una gran confusión entre los teólogos sobre la infalibilidad del magisterio de la Iglesia incluida la del Papa, lo cual complica las cosas a la hora de querer explicarlas y ponerlas en claro ateniéndonos a lo que la Iglesia ha definido al respecto; y el tema se dificulta más cuando se quiere encontrar una solución ante la herejía modernista que afecta a los Papas o Antipapas desde el Concilio Vaticano II hasta la fecha. Todo esto origina gran confusión, y se entienden así, los reparos de "Fray Eusebio" (que es un fiel español que dice conocerme pero que no tengo el gusto de saber quién es) y de muchos sedevacantistas viscerales, apodícticos, categóricos, dogmáticos y voluntaristas, tal como fue el caso del Padre Barbará, quién torna en argumento de fe, lo que es una cuestión teológica.

Se confunde, así, una cuestión teológica con una cuestión dogmática de fe, y por eso todo el que no piense igual es un hereje, o cuasi hereje. Por si fuera poco todo esto, por consiguiente, origina divisiones.

Dicho esto, trataré de responder para esclarecer los conceptos al respecto, aunque hay que decir que no hay una respuesta neta y clara de su parte, no se ve con precisión lo que objeta.

Respecto al sentido que tiene la afirmación: "El Papa goza de la misma infalibilidad de la Iglesia", es el de la primacía que tiene la infalibilidad de la Iglesia (como todo), ante la infalibilidad del Papa (como parte) al ser cabeza y fundamento visible de la Iglesia; lo cual es evidente, ya que el todo nunca se identifica ni se confunde con sus partes, es una cuestión de simple lógica. El Papa es infalible porque la Iglesia es infalible y no al revés, como es la tendencia después de la promulgación del dogma de la infalibilidad del Papa ex cathedra.



La explicación que da "Fray Eusebio", es la interpretación defectuosa que él hace, pretendiendo incluso decir que no es así como los mejores doctores católicos han explicado el asunto.

Sé debe saber que hay tres maneras de ejercerse la infalibilidad en la Iglesia (entendiendo siempre la Iglesia docente), y estas son: 1° la de toda la Iglesia (todos los obispos incluido el Papa como cabeza del colegio apostólico) dispersos por el mundo cada uno en sus diócesis (y el Papa en Roma o donde esté) cuando unánimes enseñan una verdad de fe y costumbre, y esto es el Magisterio Ordinario Universal de la Iglesia; 2° la de toda la Iglesia docente (todos los obispos incluido el Papa como cabeza del colegio apostólico) reunidos en Concilio, este es el Magisterio Extraordinario Universal infalible de la Iglesia, 3° la infalibilidad del Papa solo (aisladamente, unilateralmente) sin el colegio apostólico, sin el concurso 2

de los otros obispos, ya que goza (tiene) de la misma infalibilidad de toda la Iglesia docente, de todo el colegio apostólico, cuando habla ex cathedra; este es el Magisterio Extraordinario Universal del Papa. Todo otro magisterio es auténtico pero no es infalible. La pretensión de hablar de un magisterio ordinario del Papa solo, es extender abusivamente la definición de la Iglesia más allá de sus palabras o parámetros, lo cual viene a ser una corrección de lo definido solemne o extraordinariamente. Pretender que la infalibilidad del magisterio ordinario del Papa está implícito en la definición, es un error craso; basta decir para refutarlo ateniéndonos a lo que dice el canon 1323, §3 del Código de Derecho Canónico de 1917 que un dogma debe estar claro y explícito para serlo, de lo contrario no es un dogma declarado o definido solemnemente: "No se ha de tener por declarada o definida dogmáticamente ninguna verdad mientras eso no conste manifiestamente".

Además, por si no basta esto que es categórico y suficiente, puesto que hay algunos muy duros de mollera, recordemos que en el mismo canon se dice que las únicas definiciones solemnes son las emitidas por el Magisterio Extraordinario Universal o solemne, sea el de un Concilio Ecuménico, sea el del Papa solo: "El dar definiciones solemnes pertenece tanto al Concilio Ecuménico como al Romano Pontífice cuando habla ex cathedra" (Canon 1323, §2). Todo lo que la Iglesia exige en materia de fe es: "Hay que creer con fe divina y católica todo lo que se contiene en la palabra de Dios escrita o en la tradición divina y que la Iglesia por definición solemne o por su magisterio ordinario y universal propone como divinamente revelado". (Canon 1323, §1). No hay lugar para hablar de otro magisterio infalible como pretenden aquellos que quieren que haya además un magisterio ordinario infalible del Papa solo.

Quede claro que la infalibilidad viene directamente del Espíritu Santo a la Iglesia o al Papa solo cuando habla ex cathedra. Fuera de los tres modos infalibles mencionados, todo otro magisterio en la Iglesia es magisterio simplemente auténtico ordinario, no infalible, con la aclaración para disipar cualquier duda, que un Concilio Ecuménico, legítimo y verdadero, es por derecho propio y esencial constitución, magisterio extraordinario universal infalible, de lo contrario no es nada, pues las cosas son lo que son y deben ser, o no son nada, en cuanto a su esencia, substancia y naturaleza se refiere.

Otra aclaración, el Papa puede ejercer su magisterio extraordinario ex cathedra, cada vez que unilateralmente (él solo) se pronuncia, y esto puede ocurrir dentro de un Concilio Ecuménico, o fuera de un Concilio, en una encíclica, en una bula, o sentado en su escritorio, etc. , siempre que reúna las condiciones que constituyen el magisterio ex cathedra, este es en cuanto al sujeto, al objeto y al modo, o también si se quiere, las cuatro condiciones que se enumeran a continuación (y que están contenidos en el anterior enunciado) y que son: cuando habla como Doctor y Pastor de los cristianos, define una doctrina, por su suprema autoridad apostólica, sobre la fe y la moral; esto quiere decir que cuando el Papa se pronuncia, allí donde esté y como esté, con solemnidad o sin solemnidad, con pompa o sin pompa, con bombos trompetas y timbales o sin ellos, y se cumplan estas cuatro condiciones, será siempre infalible. Si no se cumplen, se trata de magisterio ordinario auténtico 3



(excepto si pronunciase errores o herejías como hacen los usurpadores de ahora) del Romano Pontífice considerado solo, aisladamente, o a menos que en unanimidad hable como instrumento del Magisterio Ordinario Universal de la Iglesia que ejercen todos los obispos juntos y coadunados entre sí y bajo su cabeza visible el Papa. Este es el único magisterio cotidiano infalible que se puede ejercer en la Iglesia por el Papa o cualquiera de los obispos, con las condiciones del mismo, entre ellas la unanimidad, y es un error grave creer que es del Papa solo o también de cualquiera de los obispos considerado aisladamente. Claro está que este Magisterio Ordinario Universal infalible de la Iglesia, que se puede ejercer cotidianamente, no quiere decir que se ejerza necesariamente todos los días, aunque esto sería lo normal.

El verdadero problema para entender esto es, que a raíz de la herejía modernista, quieren probar la herejía del Papa para afirmar la Sede Vacante de un modo dogmático y no a través de una consideración teológica, como conclusión evidente, cierta y verdadera, pero no de fe o dogmática.

Conviene recordar que fuera del Concilio Ecuménico y fuera del magisterio ordinario universal de la Iglesia los obispos y el Papa incluido como obispo de Roma, no son infalibles, con la salvedad para el Papa, cuando esté ejerciendo su magisterio extraordinario ex cathedra.

Y esto lo vemos demostrado en el caso en que Pío XII se equivocó en la encíclica "Humani Generis", hacia el final, donde admite erróneamente que la ciencia puede estudiar la posibilidad de que el hombre provenga de otra materia orgánica o viviente que no sea la del barro. Esto contradice lo que las Sagradas Escrituras dicen del hombre creado a partir del barro, infundiéndole Dios a esa materia el alma; si esto no es un error y hasta una herejía, entonces ¿qué es?



De todos modos hay que recordar que la Iglesia deja muy en claro en el Canon 1323, que no hay una verdad proclamada o definida solemnemente como dogma, sino consta explícitamente.

De otra parte, no hay que confundir la solemnidad (del magisterio ex cathedra), con la exterior (pompa), como hace ver Umberto Betti O.F. M. en su estudio La Constituzione Dommatica "Pastor Aeternus" del Concilio Vaticano I.



No existe un magisterio ordinario universal del Papa solo, porque el magisterio ordinario universal no es del Papa solo sino de toda la iglesia docente, la cual no se reduce al Papa, sino que comprende todos los obispos incluido el Papa como cabeza del cuerpo o colegio episcopal.

Es importante recabar también, que es un error pensar que la infalibilidad en la Iglesia docente, en su versión universal tanto ordinaria como extraordinaria, deriva del Papa hacia el resto de la Iglesia o de los demás obispos; la infalibilidad deriva directamente del Espíritu Santo que es su causa, tanto a toda la Iglesia, como también cuando la recibe el Papa solo, hablando ex cathedra; luego es un error de "Fray Eusebio"y de los que como él piensan, creer que la infalibilidad viene participada y comunicada por el Sumo Pontífice. Por eso se dice que el Papa goza 4

de la misma infalibilidad de toda la Iglesia y no que la Iglesia goza de la infalibilidad del Papa; este problema vino después de la promulgación del dogma de la infalibilidad ex cathedra del Papa, inclinando hacia el otro extremo el problema por una mala inteligencia de las cosas.

"Fray Eusebio" no duda de la capacidad del P. Barbará, no obstante hay que decir que éste formuló una herejía, borrando con el codo lo que había escrito con la mano, pues había dicho que era de fe y ahora reconoce lo contrario, al decir: "Convengo, la infalibilidad del magisterio ordinario del Papa no está enseñada formal y explícitamente. Pero nótese bien que la infalibilidad y su magisterio extraordinario, no lo es tampoco" (La Bergerie… p.203) De una parte, si reconoce que no es formal y explícito, ¿cómo va a afirmar que es de fe?, y después, ¿cómo va a decir que el magisterio extraordinario, que es el magisterio ex cathedra, tampoco lo es, cuando es un dogma definido por Pío IX?

"Fray Eusebio" por falta de lógica consecuencial, no tiene la necesaria ilación argumentativa; si quiere saber mi pensamiento al respecto, le recomiendo por lo menos leer o echarle una hojeada al trabajo "Consideración Teológica sobre la Sede Vacante".

Espero que con esto se le aclaren las ideas y los conceptos a "Fray Eusebio", que debería leer también el escrito que hice sobre el tema, en 1998 titulado: "La Infalibilidad y el Magisterio".



P. Basilio Méramo

Bogotá, 27 de Agosto de 2013


domingo, 25 de agosto de 2013

DOMINGO DECIMOCUARTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este domingo el evangelio nos recuerda y nos exhorta a buscar, primero el reino de Dios, las cosas de Dios; todo lo demás se nos dará por añadidura, para que no hagamos de lo que no requerimos, que puede ser incluso muy necesario, el fin último de nuestra vida, para que no hagamos de ello nuestro falso dios.

El Evangelio comienza advirtiéndonos que nadie puede servir a dos señores porque amará a uno y detestará al otro, o servirá al otro y no al primero. No se puede servir a Dios y a las riquezas, o se sirve a Dios o se sirve a al dinero, pero servir a ambos al mismo tiempo es imposible. Sin embargo, eso es lo que hoy el mundo predica, el catolicismo liberal: tener a Dios con una vela y a las riquezas con otra; éstas, que representan o sintetizan todos los bienes de esta tierra, de este mundo y por eso nuestro Señor es categórico, es radical, es vertical, o lo uno o lo otro, y eso lo hace para la salvación de nuestras almas, para que no nos engañemos. No es que el patrimonio sea en sí malo, lo nefasto es hacer de él nuestro señor, nuestro dios; lo funesto es ser y vivir esclavos de esas riquezas de ese patrimonio, de lo que ellos proporcionan, como fama, poder, bienestar, influencias, honores y todo lo demás. Debemos vivir para Dios y Él nos dará lo que necesitamos por añadidura.

Y mal se podría interpretar este evangelio de hoy, con la comparación que hace nuestro Señor de mostrarnos cómo las aves del campo no hilan, no tejen, no tienen graneros y son alimentadas por Dios, y cómo un lirio del campo viste mejor que Salomón en toda su opulencia. ¿Y cómo no se va a preocupar más Dios por nuestras almas que por las aves y los lirios del campo? Mucho más vale nuestra alma que es espiritual, con lo cual nuestro Señor quiere erradicar la solicitud terrena, esa preocupación desmedida por los bienes de este mundo que se adquieren y aseguran a través de las riquezas.

No es que nuestro Señor esté predicando la imprudencia, la pereza, la dejadez. Porque hay también esa tentación; las Escrituras mal entendidas nos llevan a herejías, y éstas tienen dos polos: los ebionitas, por ejemplo, predicaban que sólo se salvaban los pobres, en la Iglesia primitiva; los calvinistas predican que los que se salvan son los ricos y que las riquezas son una señal de la predestinación al cielo. Dos herejías que se identifican; ni ricos ni pobres, lo que quiere decir nuestro Señor no es que los pobres o los ricos se salvan o se condenan, no somos ni ebionitas ni calvinistas, como calvinistas son gran parte de los Estados de Europa y de los Estados Unidos. Por eso ese afán de poder y de éxitos en esta tierra como una garantía de la predestinación al cielo.

Sencillamente, nuestro Señor quiere mostrar que lo que interesa es la virtud, el desapego. Porque se puede ser pobre y ser tan miserable como un rico avaro apegado al poder y a las riquezas, que aunque no las posea, las desea en el corazón como a un dios omnipotente. Y Dios sabrá si no saldrán de ahí errores como la lucha de clases que ha sido agitada por el marxismo. Y al revés, tampoco quiere decir nuestro Señor, que los ricos se salvan o se condenan, porque se puede ser tan rico como un rey, el rey David, el rey san Luis, el rey San Fernando y no vivir apegados a esas riquezas sino que las utilizan para el bien de las almas y su salvación. También se puede ser rico y utilizar esas riquezas para el mal. Nuestro Señor quiere erradicar la solicitud terrena y que no invirtamos los términos, que no nos preocupemos demasiado ni aun por aquello que nos es necesario; que tengamos a Dios por Señor y no las riquezas de este mundo.

¿Cuánta gente, lamentablemente, ha vendido su alma al demonio haciendo pactos por ser grandes artistas, grandes millonarios, muy poderosos? No vendamos el alma al diablo, haciendo de los bienes de este mundo nuestro dios, nuestro fin último. Debemos buscar el reino de Dios en primer lugar y lo demás se nos dará por añadidura.

Otro error sería el de caer en la pereza, en la despreocupación, en la dejadez, en la falta de empeño o de trabajo, pensando que por rezar y orar no tengo que trabajar para ganarme el sustento, porque me va a caer del cielo, interpretando mal esa comparación que hace la Escritura con los lirios del campo y las aves del cielo. Y hay mucha gente inclinada a caer en ese error, ese es un extremo; el otro, diametralmente opuesto, que nuestro Señor quiere combatir, es la solicitud terrena. No podemos caer en la dejadez o en el abandono total esperando que todo nos llueva del cielo. Las Escrituras hay que interpretarlas correctamente, para eso está la santa madre Iglesia, para darnos el sentido a través de su Magisterio y de los Padres de la Iglesia.

De ahí la necesidad de leer la Biblia con abundantes comentarios. ¿Cuánta gente no saca errores sin malicia, y concepciones erróneas de las Escrituras por leerlas imprudentemente sin preguntarse antes qué dice la Iglesia, qué dicen los santos padres? No más por recordar, ¿cuántos errores sacados del Génesis? Por ejemplo, al interpretar quiénes son los hijos de los buenos, de los santos y quiénes son los de los malos. Algunos llegan hasta decir y creer que Eva concibió otros hijos, además de los que tuvo con Adán, con la serpiente; y de ahí siguen sacando cuentos y cuentos típicos de toda una gnosis cabalística que no es de hoy, sino tan vieja como el mundo. Y así se hace de las Escrituras una mitología, una fábula. Por nombrar un aspecto, un detalle de cómo es fácil que el error haga presa de nosotros si no nos preguntamos siempre qué es lo que nos dice la Iglesia, qué es lo que nos enseñan los santos Padres, qué es lo que dice la teología.

Por eso, del evangelio de hoy han nacido muchas herejías, cuando nuestro Señor lo que quiere es mostrarnos cuál es el camino para salvarnos, y sabiendo Él que necesitamos vestido, comida y los bienes que Él mismo ha creado para nuestro sustento, no quiere que esos recursos mal encaminados, mal queridos, mal deseados, sean un obstáculo para nuestra salvación, sean un impedimento para que consigamos el reino de los cielos, el reino de Dios que debe ser el primero y único de nuestros objetivos y todo lo demás es secundario, accidental. Y esto es difícil entenderlo en el mundo de hoy, porque es pagano, está judaizado; donde todo es dinero. Todavía aquí en Colombia nos salvamos porque gracias a la pobreza no tenemos esa contaminación del materialismo que se ve en Europa; es aterrador, trabajar para adquirir, para poseer, para vivir bien, pero se olvidan de vivir conforme a Dios. Así, entonces, tienen por señor no a Dios sino a las riquezas.

Por eso la gran tentación que hay de querer ver realizado en este mundo el paraíso, que es lo que promete falazmente el comunismo; éste no es más que el ideal judío, convertir esta tierra en un paraíso de bienes materiales donde ellos, por supuesto, sean los que gobiernen y manden. No en vano Marx era judío y por ende no hay una oposición entre el capitalismo liberal y el comunismo; son dos versiones de un mismo ideal que se pelean en la manera en que se va a producir, pero el objetivo final es siempre esta tierra, los bienes, el poder y las riquezas terrenales.

En cambio, la Iglesia nos dice: ¡no; es Dios, el reino de Dios! Y eso fue lo que le pasó a Maritain, casado con Raiza, una judía. Él fue un inteligente filósofo, al principio muy purista y a quien el gran padre Garrigou-Lagrange, teólogo en Roma, lo defendía y estimaba; el padre Meinvielle trató de abrirle los ojos a Garrigou-Lagrange en el Angélico, pues Maritain, queriendo instaurar un cristianismo terrestre, cae en la herejía de Lamennais, en esa gran herejía condenada, y él es así, el instigador del Vaticano II, amigo íntimo de Pablo VI y el padre de la libertad religiosa, para que todos trabajasen y viviesen en paz en medio de los bienes de este mundo sin importar que fuesen católicos, judíos, musulmanes o lo que fueran; ese es el humanismo integral, esa concepción católica reducida a esta tierra, en definitiva a buscar el ideal judío del paraíso perdido aquí y encontrado en esta tierra, olvidándonos del paraíso celestial del reino de los cielos.

Y de ahí todo el progresismo que comportan todas estas nociones, que todo lo que viene es mejor; ¿por qué? Porque aumenta la técnica, la ciencia, y entonces, eso debe hacer que los hombres vivan en un mundo mejor, con más bienes de consumo. Falso, eso es buscar primero lo de este mundo, las riquezas y no a Dios; en consecuencia vemos el gran error de Maritain y de todo el modernismo, que se infiltró en el Concilio Vaticano II y que sigue campeando hoy en la teología de la liberación y en toda la evangelización que, según vemos, se predica en las iglesias; por eso las monjas dejan la clausura y salen a la calle, los curas se vuelven como los demás hombres. Es la misma mentalidad y es la de un apostata del reino de Dios, la gran herejía del modernismo y el progresismo actual, impulsada por católicos de talla como Maritain.

Debemos tener esa vigilancia, para que realmente vivamos el espíritu del evangelio, y del evangelio correctamente interpretado, porque de él es muy fácil sacar herejías; el error es múltiple y diverso mientras la verdad es una. Es mucho más fácil, entonces, la propagación del mal que la del bien y por eso es más difícil el bien, porque el mal es como un cáncer. Todo esto quedaría lejos de nuestro corazón si tenemos en primer lugar el reino de Dios, si buscamos el reino de Dios y lo demás lo subordinamos. Ese es el mensaje que nos quiere dejar nuestro Señor en el Evangelio de hoy, para que no nos condenemos con los bienes y las riquezas de este mundo que Dios ha puesto para nuestro sustento y no para reemplazarlo a Él.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a buscar el reino de Dios, el de su divino Hijo en primer lugar, para que así impere en nuestros corazones, si es que no puede imperar más en la ciudad.+

PADRE BASILIO MERAMO
25 de agosto de 2002

viernes, 23 de agosto de 2013

SOBRE EL MAGISTERIO INFALIBLE

R.P- Basilio Méramo.

SOBRE EL MAGISTERIO INFALIBLE



Estimado Señor Director del blog Amor de la Verdad, con fecha del 20 de agosto del corriente año, aparece un artículo del Padre Barbará sobre la infalibilidad del Papa considerando que éste es infalible en su magisterio ordinario y que esto es una verdad de fe divina; al P. Barbará lo refuté en un escrito publicado con el título: "Sobre el libro del P. Barbará" del 7 de abril de 1996, y que no pudo rebatir (siendo una persona que no tenía pelos en la lengua) y no porque no lo hubiera recibido o que no lo hubiera leído, pues justamente las hermanas Alejo se lo estaban traduciendo al francés para leerlo.
En su libro "La Bergerie du Christ et le loup dans la Bergerie" el P. Barbará ya expresaba, para defender su posición sedevacantista, el error de confundir magisterio ordinario del Papa, con el magisterio ordinario universal de la Iglesia, pues es evidente que los dos términos y conceptos teológicos, no se identifican. No se debe confundir esto, porque es evidente que el Papa no es la Iglesia, pues esta es un todo completo y acabado, mientras que el Papa es parte de ese todo, aunque sea su piedra y su fundamento; es lo mismo que confundir los fundamentos de una casa, con todo el edificio equiparándolo o identificándolo.



El magisterio ordinario universal de toda la Iglesia que es infalible, lo componen o integran todos los obispos, incluido el Obispo de Roma, el Papa, que es su cabeza. Es el magisterio de todos y no de cada uno de los obispos aisladamente o por separado. El magisterio ordinario del Papa solo, no es ni puede ser el magisterio ordinario universal de toda la Iglesia, que por definición es el de todos los obispos incluído el Papa mismo.

Es una falta de óptica atribuir el magisterio ordinario universal de la Iglesia a uno de sus miembros, aunque sea al principal de ellos, lo que corresponde al todo.
De otra parte, hay que recordar que lo que está definido como infalible por la Iglesia no es el magisterio ordinario del Papa, sino el magisterio extraordinario o solemne del Papa solo (aisladamente), cuando habla ex cathedra; sin olvidar que el Papa goza por ser la cabeza y fundamento de la Iglesia visible, de la misma infalibilidad que tiene la Iglesia toda en el conjunto de todos sus obispos. Y nótese bien, la definición dice que el Papa goza de la misma infalibilidad de la Iglesia, y no que la Iglesia goza de la misma infalibilidad del Papa, como es la tendencia ignara y despistada que se acentuó después de la definición del dogma de la infalibilidad del Papa.



No entender esto, es un problema que denota una clara deficiencia teológica sobre el tema.
El problema de fondo en todo esto, es que a raíz de la herejía de Roma Apóstata y de los Romanos Pontífices que la encabezan, muchos tradicionalistas para defenderse del error y la herejía modernista y de Papas herejes, echaban mano a cuestiones teológicas que les permitieran afirmar la sede vacante de una manera apodíctica y dogmática, es decir como un imperativo de fe que se debe de aceptar so pena de caer en herejía. Cuando en realidad lo que había que hacer era 2

considerar teológicamente el problema, llegando a una conclusión teológica evidente quoad sapientes, pues en su momento no era fácil que lo fuera para todos, pero sin pretender que dicha conclusión fuese un dogma, pues ninguna conclusión teológica es dogma de fe por muy cierta y evidente que sea hasta que la Iglesia, por su magisterio infalible, no lo defina.



Hablar del magisterio universal de la Iglesia del Papa solo, es un contrasentido teológico y además un error de identificar como sinónimos o equivalentes Papa e Iglesia, siendo que son términos y conceptos distintos y no idénticos.
De otra parte, tampoco se puede confundir como términos y conceptos iguales o equivalentes, magisterio ordinario del Papa, con magisterio del Papa ex cathedra, que es el magisterio extraordinario del Papa solo, unilateralmente.



El que no es capaz de ver y distinguir esto, no tiene capacidad teológica para comprender el tema y mucho menos para hablar de él. Pues ese es el problema, sobre todo ahora, de muchos fieles que con sus rudimentarios conocimientos de teología, pretenden ser teólogos y pontificar sobre un tema que no abarcan comprenden ni entienden.
En el escrito al que hice alusión y que lleva el título "Sobre el libro del Padre Barbará" del 7 de abril de 1996 ya advertía: "toda la prueba de la sede vacante se reduce para el P. Barbará, a la falsa noción que él tiene sobre lo que es el magisterio infalible de la Iglesia y en consecuencia el magisterio del Papa y de la obediencia al mismo, pero advirtiendo que: en primer lugar no se trata de refutar la tesis obre la sede vacante, la cual es defendible teológicamente, sino de evitar el error (o los errores) sobre el cual el P. Barbará se basa para defender esta tesis. Se trata en consecuencia de corregir los fundamentos en los cuales se basa el P. Barbará para defender (o apoyar) una tesis como la sede vacante, que por otro camino, (medio) es teológicamente defendible". (Ibídem, p.1).



Como es sabido, el magisterio ordinario universal es el magisterio unánime de todos los obispos dispersos por el mundo en sus diócesis, bajo su cabeza, el Obispo de Roma, el Papa, pero no es el magisterio de cada uno de ellos en particular ni del Papa, sino de todos, del conjunto, es decir, del cuerpo o colegio episcopal.
"Si bien el Magisterio Infalible de la Iglesia es uno solo, no obstante hay dos modos (vías) de realizarse: el uno Magisterio Ordinario Universal; el otro, el Magisterio Extraordinario o Solemne. A su vez el Magisterio Extraordinario tiene una doble versión: la de los Concilios Ecuménicos y la del Papa solo cuando habla ex cathedra. Pero para el P. Barbará, el Papa (solo) es infalible tanto en su Magisterio Extraordinario cuando habla ex cathedra, como en su Magisterio Ordinario, confundiendo ambos modos, en una sola cosa, diciendo categórica e irreflexivamente que: ‘la infalibilidad del magisterio ordinario del Papa es una doctrina de fe definida con el mismo título que su magisterio extraordinario’. (La Bergerie... p.195)". (Ibídem. p.2).

En primer lugar esto es falso, es no distinguir entre magisterio ordinario del Papa y Magisterio Ordinario Universal de la Iglesia, y por tanto, no del Papa solo y de tal o 3



cual Obispo aisladamente, sino de la Iglesia (toda la jerarquía docente) es decir todos los obispos con el Papa a la cabeza dispersos por el mundo enseñando unánimemente acerca de la fe y la moral, pues la Iglesia no puede equivocarse.

El que quiera más explicitación sobre el tema, pues la puede encontrar en dicho escrito.

P. Basilio Méramo

Bogotá 22 de Agosto de 2013

En la fiesta del Inmaculado Corazón de María

Fiesta del Inmaculado Corazón de María

 
La Santísima Virgen María, dijo a Santa Lucía de Fátima:
Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y habrá paz; terminará la guerra... Quiero que se consagre el mundo a mi Corazón Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de cada mes... Si se cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz... Al final triunfará mi Corazón Inmaculado y la humanidad disfrutará de una era de paz.
El 4 de marzo de 1944, con el decreto Cultus liturgicus, el Papa Pio XII extendió a toda la Iglesia latina la fiesta litúrgica del Inmaculado Corazón de María, y asigno como día propio el 22 de agosto, que es la octava de la Asunción, y elevándola a rito doble de segunda clase.
 
 
 
AQUI EL SERMON DEL PADRE MERAMO
PARA LA FIESTA DE ESTE DÍA
 
 
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En esta fiesta del Inmaculado Corazón de María, instituida por el papa Pío XII en plena guerra, después de consagrar la humanidad al Inmaculado Corazón, quiso que en la Octava después de la fiesta de la Asunción se celebrase la fiesta del Inmaculado Corazón de María.

La devoción al Inmaculado Corazón de María, como nosotros sabemos según San Juan Eudes, es la misma al Sagrado Corazón de Jesús; son dos devociones que expresan una misma realidad, el amor de nuestro Señor por nosotros y el amor de nuestra Señora que ama a su Hijo y nos ama a nosotros como a hijos suyos también. Lo vemos en el evangelio de San Juan: Ella es recibida por San Juan como Madre y Ella recibe a lo recibe a él y a todos nosotros como hijos suyos.

Aquí quiero hacer una observación, y es que no hay porqué enmendarle la plana al Ave María agregando “Madre nuestra”, también como en otras ocasiones lo he mencionado y, es más, cuando digo una cosa e insisto en ella, me baso teológicamente para decirlo, con lo cual no importa que cualquier otro padre o cualquier otro obispo así lo diga, porque así pierde, por no seguir la teología de la Iglesia. Me refiero a que no se dice “por nosotros los pecadores”, porque los pecadores no son los unos como si los otros no lo fueran, es un artículo relativo y aquí no hay ninguna relatividad; todos sin excepción somos pecadores, entonces no son los pecadores y los no pecadores. Sin agregarle además “Señora”, porque en latín no decimos en el Ave María “dómina”, son colombianismos, mejicanismos, argentinismos, que se le agregan.

Entonces ciñámonos a la liturgia romana. Lo mismo ocurre en el Padrenuestro, le colocan un “Señor” donde no lo lleva, entonces las personas que dirigen el Rosario, por favor no cometan esos errores, porque quienes vienen por primera vez lo aprenden mal y eso es lamentable; en el colegio las profesoras no han podido aprender, porque el sacerdote anterior les enseñó así y el anterior también, y se termina por no decirles más porque da pena, pues no entienden, pero en esta capilla sí deben entender y espero que se comprenda que no es un capricho, es por una concesión que se convierte en error teológico introducido por agregar artículos que no hay y una palabra puede convertirse en un error.

En la Iglesia es así: una simple “y” (en latín “que”) en el “Filioque” que no admiten los ortodoxos constituye una herejía, una “i” de más que se le agrega al homoiousios, en vez de homoousios en griego, la herejía de Arrio. Ni una iota. No quiere decir que no sea verdad que es Madre nuestra, es muy Madre nuestra como ya lo acabamos de ver en el evangelio, que es Madre de la Iglesia; es entonces Madre nuestra, pero si les vamos a agregar a las oraciones todas las verdades, no acabaríamos nunca. También en otras oraciones como la Salve. En el Credo agregamos un segundo creo, “creo en Dios Padre y creo en Jesucristo”, etcétera. Nos acostumbramos a agregarle y por eso cuando nos cambian en el Padrenuestro “deudas” por “ofensas”, por esa mala costumbre nos tragamos el cuento.

Nuestra Señora, primera garantía de salvación. La epístola de esta fiesta, tomada de uno de los libros Sapienciales, el Eclesiástico, y que la Iglesia le aplica a nuestra Señora, como a Madre de la Sabiduría, que es nuestro Señor, la Sabiduría Eterna, increada; Ella, Madre de Dios, Madre de la Sabiduría Eterna, Madre de nuestro Señor Jesucristo, predestinada desde toda eternidad, ab initio, ante ómnia saécula. Todos esos pasajes que parecieran ininteligibles, no se entienden si no los situamos dentro de la predestinación, ab aeterno, de la Santísima Virgen en el mismo decreto de la Encarnación, en el mismo decreto que desde toda la eternidad Dios promulgó, para que el Verbo se hiciera carne; en ese mismo decreto se promulgó que nuestra Señora sería la Madre de Dios y de esa predestinación brota toda la gloria y todo el honor de nuestra Señora, por ser la predestinada desde siempre a ser la Madre de Dios y de ahí todos los privilegios, por su maternidad divina.

De ahí todo su poderío, todo su señorío, toda su realeza y el triunfo bajo la impronta de su Inmaculado Corazón; de ahí tantas promesas en ese triunfo muchas veces mal interpretado, mal entendido, mal situado. Bástenos por lo menos saber sobre todo en la hora presente, que después de todo esto, de esta apostasía, de esta pérdida de la fe, de esta pasión de la Iglesia, tendrá lugar el triunfo del Inmaculado Corazón, que no forma sino el mismo y único triunfo de nuestro Señor Jesucristo.

Todo colabora al bien de aquellos que Dios ama, esta es la importancia de ser, de pertenecer a aquellos que Dios ama y todos somos amados de Dios, el problema está en que nos excluimos de ese amor divino voluntariamente y por eso se forman dos bandos, dos genealogías, dos razas: la raza de los benditos en nuestra Señora y la raza de los malditos en Eva y la serpiente. De ahí viene el odio irreconciliable y por eso es un signo, como decía San Luis María Grignión de Montfort, un signo de la predestinación el que nosotros veneremos a nuestra Señora, seamos sus fieles y verdaderos devotos, porque hay infieles y falsos devotos. Siendo entonces, sus fieles y verdaderos devotos pertenecemos a esa raza de los hijos de María y tenemos así la garantía de nuestra Salvación.

No es, por tanto, una devoción más o que yo le rece a San Pedro, o a San Juan, o a San Pablo, o al Santo que más me guste, porque nuestra Señora está por encima de todos los santos y ángeles del cielo, está al lado de Dios y es nuestro escudo, nuestra abogada y nuestra protectora y bajo todos esos títulos tenemos que invocarla para que Ella aplaste a la serpiente, la cabeza de Satanás.

Pidámosle esa confianza y amor filial a Ella, para que amemos más y mejor a nuestro Señor Jesucristo a pesar de todas nuestras miserias. +

PADRE BASILIO MERAMO
22 de agosto de 2001

domingo, 18 de agosto de 2013

DOMINGO DECIMOTERCERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

En el evangelio de hoy vemos la curación de los diez leprosos y el reproche que nuestro Señor hace ante la ausencia de los otros nueve, dado que sólo uno de los diez vino a agradecerle y a reconocerle como Dios. Todos los santos padres interpretan, como señala el padre Castellani, que es el evangelio de la gratitud y la ingratitud, y por eso nuestro Señor en cierta forma reprocha esa ingratitud de los otros nueve que no vinieron a presentarse.

No obstante, queda la dificultad, ya que fue nuestro Señor mismo quien les dijo que fueran a los sacerdotes, cumpliendo ellos lo que Él mismo les dijo y por lo cual el padre Castellani dice que además de ingratitud hay otro plano que apunta a la religión, a la conversión, a la fe; y ante ella no hay otro mandato, otro precepto, otro afán, otra obligación, nada. Porque a Dios no se le puede anteponer ninguna otra relación, ningún otro fin, ningún otro interés. Y por eso no es solamente la ingratitud lo que reprocha nuestro Señor, sino el no reconocer que el bien lo habían recibido a través de la mano de Dios.

El único leproso que se dio cuenta fue el que regresó a darle gracias y a adorar a Dios, por eso se postró sobre sus pies; es el gesto de adoración a Dios en Oriente y como antiguamente se estilaba, y es ese el otro aspecto que recalca y hace notar el padre Castellani, completando la exegesis común que hacen todos los padres refiriendo este milagro de hoy a la agradecimiento y desagradecimiento. ¿Y por qué es tan importante la gratitud? Porque todo lo que recibimos de Dios en el orden sobrenatural es gratis, no es debido. Y el mundo de hoy en su impiedad, en su herejía, hace de la gracia algo exigido por el hombre, por la dignidad del hombre, he ahí el Concilio Vaticano II.

Y todo es gracia, todo es regalado en el orden sobrenatural, y en el orden natural la vida, la existencia, etcétera; también son gratis, como muchas cosas que Dios nos da, no hay una exigencia, no hay una obligación de Dios, es completamente de balde, y eso hay que reconocerlo delante de Dios. No nos es debido, no hay una exigencia, y si la hubiera, entonces ya no sería gracia, ya no sería reconocimiento, gratitud.

Eso es lo que el hombre de hoy exige a Dios en su orgullo cuando reconoce la gracia, porque cuando no la reconoce simplemente le da la espalda. Teólogos como el cardenal de Lubac, honrado con ese título cardenalicio, fue quizás uno de los primeros herejes en ese sentido, en hacer de la gracia una cosa debida a la exigencia de la dignidad del hombre, eso es lo que enseña el Vaticano II. Luego rompe esa relación de lo gratuito de todo el orden sobrenatural, de lo gratuito de la gracia. Y por eso la importancia del reconocimiento; Santa Teresita del Niño Jesús decía: “Nada atrae tanto las gracias de Dios como el ser agradecido”. Y el mundo de hoy es desagradecido, nadie da las gracias, todo le es debido al dios hombre: mis derechos, y eso comenzando desde los niños; los derechos de los niños que ya no le dan el asiento a un mayor, que no se saben retirar ante la conversación de un mayor si no se los llama, que no saben estar en su puesto, todo les es debido, y se convierten para colmo en las mascotas del papá o la mamá.

Por eso la mala educación del mundo moderno y toda la falta del principio de autoridad. El niño o el hijo no es agradecido con sus padres, con sus mayores, con sus maestros. No, es el rey, todo le es debido y es poco. Es un hecho palpable, y así no solamente con la juventud y los niños, sino también con los mayores, nosotros mismos creemos que todo se nos debe, nuestros derechos, sin deberes. Y ante Dios también estamos exigiéndole, y nos asemejamos así a la oración del fariseo y no a la del publicano que se reconoce indigno pecador.

Los Santos Padres interpretan y relacionan el Evangelio de hoy con la gratitud y la ingratitud, porque la ingratitud seca la simiente de donde emanan los bienes. ¿Cómo alguien va a dar a otro algo si al dárselo el otro piensa que le es debido y no que es simplemente una merced, una gracia? Y mucho más, si el que nos da es Dios, ¿cómo le vamos a exigir? Es un orgullo profundo.

Y el otro aspecto del que habla el padre Castellani, es el de la religión. ¿Por qué no vinieron los otros nueve sino nada más que uno sólo? Es el reproche que hace nuestro Señor, porque es mucho más importante que ir y tener el certificado legal que los incorporaba a la sociedad, pues los leprosos eran excluidos del comercio social con los demás, vivían por las afueras con una campanilla para que nadie se les acercase si no se daban cuenta de su proximidad; vivían excluidos, como excomulgados.

La lepra se podía sanar al comienzo (también podía haber falsa lepra), y si así sucedía, eran los sacerdotes los que certificaban que esos individuos podían volver a vivir en sociedad; pero nuestro Señor hace ver que todo eso queda de lado porque a Dios sólo hay que reconocerlo como tal y adorarlo, amarlo. A Dios se le alaba reconociendo sus beneficios, ¿y cómo se van a considerar sus beneficios, si los reconocemos como una exigencia? He ahí la contradicción; por eso es absurdo que el hombre moderno exija a Dios un beneficio, eso rompe toda alabanza; no puede alabar a Dios porque no lo puede reconocer como un beneficio sino como una obligación.

Eso es lo que hoy enseña la falsa religión instaurada dentro de la Iglesia, con ropaje de cordero, de oveja, para que el pueblo fiel no se dé cuenta y así el error circule; pero si vemos las cosas como son, deberíamos darnos cuenta. Debemos tener presente esa necesidad de reconocer con gratitud los beneficios de Dios para alabarlo reconociendo los beneficios que Él nos prodiga y así verdaderamente adorarlo. No como hoy que es un falso culto, es el hombre el que prima y no Dios; por eso la insistencia que vemos en la enseñanza de Juan Pablo II cuando va a todas partes diciéndole a la gente que Cristo vino para revelar al hombre, para mostrar lo que es el hombre, cuando es todo lo contrario. ¿Quién dice algo, quién osa decir que esa doctrina no es evangélica, no es de Cristo, no es de Dios, no es de la santa madre Iglesia? Cristo no viene a revelar al hombre ni a señalarle su dignidad, viene a mostrar la miseria del hombre, y viene a evidenciarnos su divinidad para que le adoremos y para que adorándole una vez convertidos, nos salvemos.

Hay una tergiversación profunda del mensaje evangélico y solamente se puede explicar en lo que éste anuncia, la pérdida de la fe, la gran apostasía, la falta de religión y la adulteración de la Iglesia católica. Hay una verdadera adulteración y por eso la necesidad de guardar el testimonio fiel de la sacrosanta tradición católica, apostólica, romana. Aunque muchos fieles, desgraciadamente, no se dan cuenta hasta dónde llega la lógica consecuencia, pero hay que insistir en ello, para mantenernos con una fe pura, inteligente para no caer en el error. Porque si los tiempos no son abreviados, aun los que poseen la buena doctrina caerían; tal es la presión. Y ésta es grandísima; es necesario advertir y alertar a los fieles.

No es que yo hable mal del Papa, como algunos fieles han pensado y no han tenido la valentía de decírmelo. Un católico jamás está en contra del Papa ni en contra del papado, pero también hay que tener claro que puede haber una usurpación, una inversión, una infiltración. El Apocalipsis habla de un pseudoprofeta que tiene la apariencia de cordero pero que habla como el dragón. Es más, si nos remitimos a lo que dice el venerable Holzhauser, gran exegeta reconocido por la Iglesia, que ya en los siglos XV y XVI, cuando escribió el comentario al Apocalipsis, advierte que hacia el final de los tiempos habrá un falso Papa; misterio, pero así habla él.

Ahora bien, no es a mí a quien toca determinar esas cosas, pero sí advertir, como lo han hecho los grandes exegetas que han vislumbrado la posibilidad de que haya un antipapa en la Iglesia; es lo único que trato de advertir sin hacer ningún juicio sobre la persona, prevenir para cuidarnos porque no es posible pontificar en el error. Eso lógicamente no es posible, la Iglesia es infalible en su enseñanza, en su fe y yo como católico, apostólico, romano, no puedo admitir que desde la cátedra de Pedro se pontifique en la herejía.

Ahora, ¿cuál es la explicación? ¿cuál es la solución? Yo no lo sé. Si al verdadero lo mataron y pusieron a otro, si hay un sosias o lo que sea, o un infiltrado; muchas son las posibilidades y es muy difícil saberlo, pero lo que sí tengo que saber como católico es que un Papa verdadero no puede pontificar en el error, tergiversando el evangelio y la palabra de Dios. Su misión es la de confirmar a sus hermanos en la fe y no en el error. En consecuencia, el gran desconcierto de los fieles es qué hacer ante esa patraña. Es muy difícil. Pero ahí está la sacrosanta Tradición, lo que siempre la Iglesia en materia de fe ha enseñado, lo que siempre enseñó, la fidelidad a sus dogmas. Dogmas que hoy están negados, cuando no puestos en duda y la Iglesia excluye la sospecha. Dudar de un dogma de fe ya es ser hereje; Dios es absoluto, no permite el recelo, no permite ese relativismo.

Por eso nuestro Señor hace ese reproche a los otros nueve: ¿dónde están? Como diciendo, ¿por qué no han venido también ellos a adorarme y agradecerme como tú lo has hecho? De ahí el significado, el sentido del evangelio de hoy. Nos demuestra, entonces, la responsabilidad de cada uno ante Dios: el cielo o el infierno. Porque de acuerdo con esa respuesta categórica se definirá por siempre nuestra existencia y hoy vemos que hasta al infierno se lo pone en duda o se lo niega, como se lo ha rechazado diciendo que es simplemente un estado del alma, pero que no es un lugar donde hay fuego.

¿Dónde queda el dogma de la Iglesia que dice que es un estado y que también hay un fuego eterno? Es evidente, y sin embargo, estas cosas que antes eran comúnmente aceptadas hoy son paladinamente cambiadas, puestas en duda. Nosotros no tenemos otro recurso más que el de la fidelidad a la sacrosanta Tradición de la Iglesia, y saber que ningún Papa, ningún cardenal, ningún obispo, ningún sacerdote, ni un ángel del cielo, como dice San Pablo, puede enseñar otro evangelio, otra doctrina. Eso dijo San Pablo, aun si uno de nosotros, es decir, uno de los apóstoles o un ángel del cielo viene y les algo distinto, sea anatema, sea excomulgado, queda fuera de la Iglesia. La garantía para pertenecer a la Iglesia Católica es mantenernos en la fe y la fe me la da la Iglesia, la de siempre, la de todos los Papas, y no la nueva que ha comenzado con Vaticano II, desconociendo la sacrosanta Tradición. Y no creo que nadie deba escandalizarse porque yo hable claro y diga la verdad a la luz de la fe y si me llegase a equivocar, pues que por lo menos, en honor a la caridad, tengan a bien venir y decirlo, pero no hacer labor de zapa, de socavar cuando se trata de dar la luz para que no caigamos en el error.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, porque Ella es también la garante de la fidelidad a nuestro Señor, la verdadera devoción a la Santísima Virgen María, que hasta eso el demonio trata de eclipsar, de variar, de cambiar. Aun los gnósticos, aun los de la Nueva Era también hablan de nuestra Señora, y hasta los protestantes, cosa curiosa que nunca antes habían hecho. Pero no es la verdadera devoción, es la mentira mezclada con el error, y eso es muy difícil de detectar; tenemos que pedir la luz del cielo y agradecer cuando haya un sacerdote que con valentía y con toda sinceridad hable a los fieles, porque eso también es una gracia de Dios.

Por eso Dios les dijo a sus apóstoles que cuando no sean aceptados lo que queda por hacer es sacudir el polvo de sus pies e irse, pero no claudicar en su misión, no acomodarse al mundo, ni aun al gusto o al capricho de los fieles que están peor de lo que piensan, influidos y bombardeados trágicamente por un mundo impío y adverso a Dios. Ese siempre ha sido el lenguaje de los profetas, no el que halaga sino el que dice la verdad, pero ésta es de difícil aceptación.

De diez, uno solo reconoció la verdad y los otros nueve, ¿dónde están? Esperemos que en la hora de la muerte sigamos el ejemplo de este pobre leproso, que reconozcamos a nuestro Señor para que le adoremos en espíritu de verdad, en espíritu de fe y que este mundo corrompido que ha entrado en la Iglesia no nos destruya la fe y así podamos salvar nuestras almas. Es un problema de salvación, de santificación y no como algunos creen que “esto no es conmigo; total, yo me voy a salvar si sigo tranquilamente el camino más fácil”; seguir el camino más cómodo, sí, cuando todo anda bien en la Iglesia, pero cuando todo está al revés, ya es distinto y todo cambia; estos son los tiempos difíciles que nos toca vivir y que estamos viviendo.

Tenemos que recurrir de un modo mucho más intenso a nuestra Señora para que Ella nos proteja como a hijos pequeños suyos, porque todo es por gracia de Dios, no por exigencia. Reconocer los beneficios de Dios, por ejemplo, los de tener la Santa Misa tradicional, esta capilla y eso hay que reconocerlo y agradecerlo, ¿cuántos no andan por ahí buscando sin saber a dónde ir? Agradecer que somos católicos, que hemos nacido en tierras católicas, ¿qué tal haber nacido en China o en Japón, o en Suecia? Es un privilegio que hay que reconocer y más aún, mantenernos en lo que hemos recibido y no desperdiciar la gracia de Dios, que debemos transmitirla a los demás en la medida de nuestras posibilidades, y así ser más aceptos a Dios en medio de este acrisolamiento de la Iglesia, de la verdadera Iglesia reducida a un pequeño rebaño de Dios, como dice San Lucas.

Pidámosle a nuestra Señora para que seamos los fieles hijos de la Iglesia católica, apostólica, romana y así podamos permanecer leales a Ella y a Dios nuestro Señor. +
 
P. BASILIO MERAMO
18 de agosto de 2002

sábado, 17 de agosto de 2013

EUFORIA DESESPERADA ANTIMILENARISTA

Como no han encontrado respuesta con argumentos y no quieren reconocer su obstinación y alergia antimilenarista, recurren al Padre Alló O. P. que fue refutado por el P. Castellani, pero estos no se han enterado. Es tal la falta de argumentos y de reflexión, que el furibundo y tenaz antimilenarista que dirige el blog SPES, no le queda otra salida que recomendar el libro del P. Alló, en el día de ayer (16 de agosto) con el título: “Contra los pseudo exégetas del Apocalipsis de San Juan y contradictores del magisterio, hay un auténtico teólogo-exégeta: P. E. B. Alló”. Peor el remedio que la enfermedad, no saben lo que dice de él el P. Castellani que lo compara con el modernista y apóstata Renan.

Así que ser milenarista con San Policarpo, San Papías, San Ireneo, etc., no es ser un exégeta católico según el desaforado blog. Incluso San Agustín después de haber cambiado de opinión sobre el milenarismo, habiéndolo profesado, no sabe si está en lo cierto, como hace ver el P. Castellani: “San Agustín advierte que no sabe si esta interpretación es la buena o no; cosa en que no es imitado por ninguno de los actuales ‘alegoristas’, muchos del os cuales además incriminan de ‘heréticos’ (y de ridículos, y de judaizantes y de zotes, y de groseros, y de perturbadores) a aquellos que no gustan della. Según esta teoría, los ‘Mil Años’ de San Juan significan tres años y medio, y dos mil años, y también toda la eternidad a la vez: donosa aritmética. ‘Ah, es que se trata de una aritmética no cuantitativa’ –exclama el P. Bonsirven, secuaz de Allo”. (El Apokalypsis, ed. Paulinas, 1963, Bs.As. p. 294-295).

El P. Castellani nos advierte al explicar el origen de la tesis en latín del P. Alcañiz del cual hizo la traducción con sus comentarios que en marcan el libro aparecido bajo el título “La Iglesia Patrística y la Parusía”, ed. Paulinas, Bs.As. 1963: “El origen del librito es el siguiente: el insigne José Rovira S.J., que fue uno de los buenos redactores de la Enciclopedia Espasa, le enseñó a Alcañiz joven, lo que era el ‘milenismo’; a saber, la doctrina de los teólogos que interpretan literalmente (y no alegóricamente) el capítulo XX del Apokalypsi de San Juan Apóstol, simplemente. Al estudiar en Roma se encontró con que la mayoría de los manuales, sinopsis, introducciones, notas a la Biblia, etc., e incluso algunos grande tratados, daban del milenismo una noticia diferente, que se puede resumir así: ‘Es una doctrina herética basada en fábulas judaicas y aún obscenas que mantuvieron algunos Santos Padres antiguos, los más tontos, pero que deshicieron para siempre San Agustín y San Jerónimo, de modo que desde entonces todos los teólogos de nota estuvieron en contra; y hoy día, unánimemente… La Iglesia la condenó, por lo demás’. Esto dicen en resumen. Esa noticia es un mero y simple embuste. Y uno se va de espaldas al ver que un tratado eruditísimo como el del P. Allo O.P., que es tenido por ‘monumental’ (y en parte es verdad) y seguido por innumerables incautos (como Bonsirven S.J. y el poeta Paul Claudel), propaga tranquilamente ese embuste en materia tan grave.

También mi gran maestro Luis Billot S.J. acogió el embuste en su juventud en el libro hoy inencontrable ‘La Parousie’. Por lo menos no distinguió entre el milenisnmo espiritual (cuyo vero nombre es ‘la exégesis tradicional’) que la Iglesia no condenó ni condenará jamás; y el milenismo carnal o kiliasmo (cuyo vero nombre debía ser ‘la herejía del judío Kerinthos’) que está condenado con mucha razón”. (Ibídem, p.8-9).

Por si fuera poco, sobre el P. Allo y para los duros de mollera, el P. Castellani afirma respecto a su comentario al Apocalipsis: “Este es un libro sobre el Apokalypsis que dicen es el comentario más ‘moderno’ de todos; y al cual Paul Claudel llama ‘exhaustivo’. Exhaustador, sería mejor. El gran poeta francés ha sido enteramente desviado por él (…). Alló es ecléctico, henchido de erudición, que sigue la teoría de Bossuet; pero racionalizándolo aún más, a la manera de Renan. Está poseído de celoso fuego contra el Milenarismo. Lo tiene presente con ojeriza en todo el verboso volumen y lo refuta especialmente al final, Capítulo XX, p.298”. (Los Papeles de Benjamín Benavídes, ed. Dictio, Bs. As. 1978, p.403-404).

Como vemos, el P, Castellani refuta olímpicamente al P. Alló, desechándolo como un racionalista alegórico y por eso dice: “El comentador Alló, no vacila en calificar al último libro de la Escritura de ‘filosofía de la historia religiosa’… Harnack y Renan aplauden. Queda evacuado pues su carácter de profecía, o sea, predicción del futuro, pues sólo es una especie de profunda reflexión sobre el pasado. (...) Puesta en limpio, he aquí la concepción exegética del padre Alló - es decir, la de Renan. En suma, Alló es un racionalista fucado, que prevaliéndose de la interpretación alegórica de San Agustín -que es asertiva y no exclusiva- y de la teoría de Bossuet -que expresamente previene no excluir ‘otros misterio más arcanos’- reduce lo profético en San Juan al mínimo; por no decir al nulo”. (Ibídem, p.404).

No hace falta decir que Renán es un hereje y padre del modernismo, para darnos cuenta del temple exegético del P. Allo que nos recomienda SPES leer como genuino interprete del magisterio de la Iglesia ponderándolo como un teólogo-exégeta que debemos leer como exponente de la verdad. Una vez más se confirma el adagio que la ignorancia es atrevida.

Esperemos que esto le sirva de reflexión, por lo menos para no decir sandeces ni recomendar exégetas modernistas, presentándolos como lo mejor.

De Renán ya se sabe que es un modernista, pero no está de más oír esta afirmación de boca del Padre Castellani que analizando un escrito suyo, se refiere a él así: “Hasta aquí el apóstata bretón, padre el modernismo”. (Cristo ¿Vuelve o no Vuelve, ed. Dictio Bs.As. 1996 p.24).

O este otro: “Pero a Bossuet le salió un discípulo inesperado y muy malicioso en la persona del apástata Renán; el cual tomando su idea fundamental de que el Apokalypsis ya se ha cumplido y desplazado su cumplimiento unos cuantos años, a saber, de Diocleciano a Domiciano, lo anula como profecía y lo convierte en una simple crónica alegórica y barroca, o por decir verdad (mirándolo bien) en un fraude cabalgando sobre un delirio”. (El Apokalypsis, ed. Paulinas. p.87).
Hasta aquí sobre el P. Alló aconsejado como auténtico exégeta católico por este blog que pretende ser tradicionalista pero que su aversión al milenarismo lo hace resbalar tan bajo recomendando lo malo.

P. Basilio Méramo
Bogotá, 17 de agosto de 2013

jueves, 15 de agosto de 2013

RESPUESTA A UN EMPECINADO ANTIMILENARISTA


 

    El sitio SPES con su antimilenarismo visceral se empeña en hacer imperar dogmáticamente con soberbia y supina ignorancia el prejuicio de su error, pretendiendo, además, que esa es la voz infalible del magisterio de la Iglesia ante el cual todos, lógicamente, se deben curvar, como se puede ver en su publicación del martes 13 pasado.

Es de mala fe o de pura ignorancia, o peor aún de ambos a la vez, hablar de condenación del milenarismo, basándose en un decreto disciplinar y no doctrinal que hace una reserva o advertencia referida al milenarismo mitigado diciendo que no se puede enseñar con seguridad.

Más grave es todavía, que se lo haga extensivo al milenarismo católico o patrístico, el cual no puede ser jamás condenado ni prohibido, pues la Iglesia no puede condenarse a sí misma, condenando a los Padres de la Iglesia; ni el vehemente San Jerónimo que combatía el milenarismo craso y el judaizante, jamás cayó en semejante error ni ceguera, como hace ver el P. Lacunza: “no podemos condenar estas cosas porque así lo dijeron muchos doctores católicos y entre ellos muchos mártires (…)”. (P. Lacunza, La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, T. I, ed. Carlos Wood, Londres 1816, p.95).

Y continúa el P. Lacunza sobre los milenaristas católicos (patrísticos): “por consiguiente que estos no merecían ser comprendidos en la sentencia general. Luego por este punto, que es el del que hablamos, la autoridad de San Jerónimo nada prueba, y si algo prueba, es todo lo contrario de lo que intentan los que lo citan”. (Ibídem, p.95).

El Santo Oficio con el Decreto del 21 de Julio de 1944 habla del milenarismo mitigado nada más, otra cosa es que el comentario del jesuita Gillemand de 1945, pretende hacerlo extenso a todo milenarismo, tanto el carnal, como el patrístico; y esto es un abuso tendencioso típico de un afiebrado antimilenarista que confunde las cosas a tal punto que los Padres de la Iglesia, milenaristas, estarían condenados o al menos prohibidos, lo cual es absurdo pues no tiene presentación.

Hablar de condenación de parte del Santo Oficio, es también un error, pues no condena doctrinal o teológicamente nada, sino que simplemente advierte disciplinarmente o prohíbe si se quiere, que el milenarismo mitigado no se puede enseñar sin peligro, sin reparos o sin tener cuidado: “tuto docere non posse” (no se puede enseñar con seguridad), y esto es todo. No hay certeza sobre su enseñanza. Y hacer de esto una condena y hasta infalible, es el colmo de la ignara estupidez con ínfulas doctorales; además de un leguleyismo farisaico tenaz.

A este respecto, es muy lucida la respuesta de Fernando Olmedo Broemser, al post citado por SPES, en el sitio web Acies Ordinata, donde dice: “Una pregunta… algo 2

que no PUEDE SER ENSEÑADO CON SEGURIDAD…¿Es un ERROR?…¿LA FALTA DE CERTEZA DE UN HECHO, LO TRANSFORMA EN UN ERROR? me parece que estamos fuera de foco y no estamos respetando el decreto del 44, porque si se hubiera querido o realmente eso meritaba, se hubiera prohibido como herético y con penas… el decreto dice una cosa y nosotros a pesar del decreto interpretamos que esa ‘duda’ en realidad se basa en un error de Fe… ¿El Santo Oficio toleraría un error de Fe? O algo es cierto o es Falso… la falta de seguridad en un hecho, es la justa media, de no saber si es realmente falso ni si es certero, aunque se tenga sospechas de uno u otro bando… aunque literalmente a pruebas escriturísticas y exegéticas se tiende a aceptarla como verdad…, aunque esta verdad entre en crisis con el sistema exegético impuesto -salvando los primeros tiempos- a la Cristiandad. Entonces qué es lo que entra en crisis… ¿el sistema exegético o la ‘mala interpretación’ literal, teniendo que buscar una alternativa ‘espiritual o metafórica’ para salvar nuestro sistema?...”. Excelente observación que sitúa la cuestión en su verdadera dimensión.

Sobre el milenarismo mitigado, el P. Castellani lo reprueba, como es sabido, diciendo: “Lo que ha hecho no ha mucho la Iglesia, ha sido prohibir por un decreto del Santo Oficio la enseñanza de un milenarismo mitigado, claramente definido en la misma prohibición, la cual naturalmente no sería lícito ampliar; porque ‘odiosa sunt restringenda’; a saber: ‘el milenarismo de los que enseñen que antes del juicio final, con previa o sin previa resurrección de justos, Cristo volvería a la tierra a reinar corporalmente’. Este decreto es del 9 de julio de 1941, el decreto ut jacet agarraba también a los exégetas llamados evolucionistas, puesto que según estos, Cristo reina ya corporalmente -desde el Santísimo Sacramento- a partir de su Resurrección hasta el Fin del Mundo. Pero no tocaba, según parece a los milenaristas sensatos., Salió otro decreto declaratorio tres años después (A. A. S. , 1944, p.212), en el cual la palabra corporaliter ha sido cambiada por visibiliter. Conforme a él, queda excluida la enseñanza no sólo del milenarismo craso, mas también del carnal-mitigado que imagina un Reino temporal de Cristo a la manera de los imperios de este mundo, con su corte en Jerusalén, su palacio, sus ceremonias, sus festividades, su presencia visible y continua y hasta su ministro de Agricultura…-; ‘teología para negros’ como dice Ramón Doll; semejante al cielo de la película Green Pastures. Nosotros no enseñamos ni creemos ninguno de estos dos milenarismos, está demás decirlo; aplicamos aquí simplemente al Apokalypsis el llamado en exégesis sistema escatológico, en oposición al sistema histórico y al sistema alegórico”. (Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?, ed. Dictio, Buenos Aires 1976, p 68-69).

Como es sabido, de esta visión hacen los protestantes y los testigos de Jehová su zafarrancho y el resorte de su apostolado, por eso no es solamente ‘teología para negros’, sino también para protestantes (negros de ojos azules).

Por eso hay que distinguir tres clases de milenarismo: el herético, el judaizante y el católico, como hace el Padre Lacunza: “Tres clases de milenarios debemos distinguir, dando a cada uno lo que es propio suyo, sin lo cual parece imposible, no digo entender la Escritura Divina, pero ni aún mirarla; porque estas tres clases juntas, y mezcladas entre sí, como se hallan comúnmente en las 3

impugnaciones, forman aquel velo denso y oscuro que la tiene cubierta e inaccesible. En la primera clase entran los herejes, y solo ellos deben entrar separados enteramente de los otros. (…) En la segunda clase entrarán en primer lugar los doctores judíos, o rabinos, con todas aquellas ideas miserables y funestísimas para toda la nación, que han tenido, y tienen todavía de su Mesías, a quien miran y esperan como un gran conquistador, como otro Alejandro, sujetando a su dominación con las armas en la mano a todos los pueblos y naciones del orbe obligando a todos sus individuos a la observancia de la ley de Moisés y primeramente a la circuncisión, etc. Dije que en esta segunda clase entran los rabinos en primer lugar, para denotar que fuera de ellos hay todavía otros, que han entrado siguiendo sus pisadas, o adoptando algunas de sus ideas. Estos son los que se llaman con propiedad los Milenarios Judaizantes, cuyas cabezas principales fueron Nepos, obispo Africano, contra quien escribió San Dionisio Alejandrino sus dos libros de Promisionibus; y Apolinar contra quien escribió San Epifanio Haeresi. (…) Nos queda la tercera clase de Milenarios, en que entran los católicos y píos y entre estos aquellos santos que quedan citados y otros muchos de quienes apenas nos ha quedado noticia en general multi ecclesiasticorum virorum et martires ita dixerunt: plurima multitudo. Por los que nos quedan de esta clase parece certísimo, que ni admiten los errores indecentes de Cerinto, antes expresamente los detestaban y abominaban; y tampoco las fábulas de Nepos y Apolinar, pues nada de esto se halla en sus escritos”. (Ibídem, p.76, 78, 79, 81).

Es esclarecedor poner aquí el concepto del Padre Antonio Van Rixtel, quien habla de medida disciplinaria citando primero el decreto del 11 de Junio de 1941: “El sistema del milenarismo, aún el mitigado, es decir, el que enseña que, según la revelación católica Cristo Nuestro Señor, antes del juicio final, ha de venir corporalmente a esta tierra a reinar, ya sea con resurrección anterior de muchos justos o sin ella, no se puede enseñar sin peligro”. Este es el famoso decreto que tuvo que ser corregido porque es un hecho que Nuestro Señor reina corporalmente desde el Sagrario y por eso hicieron el otro decreto de 1944, sobre el cual el Padre dice: “Con todo esto estamos aquí frente a una resolución disciplinaria de alcance restringido: 1. No se trata de una condenación de la doctrina del Reino, sino que se declara solamente que es peligroso enseñar un punto determinado de ella, a saber, el punto característico del Milenarismo mitigado. (El Testimonio de Nuestra Esperanza, Tercer Milenio el Misterio del Apocalipsis, Caviglia Cámpora, Antonio Van Rixtel, ed. Fundación Glaudius, Bs.As. 1995, p.508-510).

El P. Eusebio García de Pesquera comenta sobre el decreto: “ ‘Esa opinión del Milenarismo mitigado, no puede enseñarse sin reparos’. La expresión latina tuto docere non posse, resulta difícil de traducir con exactitud. Pero resulta evidente que con ella se quiere eludir un claro pronunciamiento doctrinal sobre la ortodoxia o heterodoxia del Milenarismo mitigado. Sólo se pone en guardia contra él, para que sus opiniones, o más bien sus puntos de vista sobre el sentido de tantos pasajes escriturarios, no se enseñen normal y tranquilamente en los centros escolares de la Iglesia. Ese pronunciamiento del Santo Oficio ha de tomarse y tenerse en cuenta; pero no como si se tratase de alguna causa inapelablemente sentenciada. Aquí viene bien lo de ‘no ser más papista que el 4

Papa…’. Dejemos las cosas en su punto, no queramos tener por definido lo que Roma no ha querido definir”. (“Maran Atha”¡El Señor Vuelve!, ed. Círculo, Zaragoza 1982, p.85)

Lo que queda probado con el decreto del Santo Oficio, no es la condenación del milenarismo, sino cuando mucho, la “prohibición”, en realidad el reparo, la advertencia, la recomendación o el cuidado que hay que tener sobre el milenarismo mitigado y nada más que el mitigado, sin extenderlo al milenarismo patrístico que fue doctrina común, no olvidemos, de los primeros tres o cuatro siglos de la Iglesia primitiva. Esto de una parte, de otra, queda demostrada con el decreto en cuestión (y esto por asombroso que parezca, pero las cosas como son) nada más ni nada menos que la ignorancia sobre el milenarismo, al no saber si es o no cierto, cosa que se tendría que saber. Esto nos revela el espíritu farisaico que los inspiró, ni aun cambiando corporaliter, que era herético, por visibiliter se salvaron de que se le viera al diablo la cola. Sin hablar del desconocimiento y confusión total que hay, aún entre el clero tradicionalista, sobre las tres clases de milenarismo que hemos enunciado aquí.

La falta de certeza no puede convertirse jamás de los jamases en un error y para algunos obtusos mentales, hasta una condenación teológica o doctrinal infalible, como para el pobre ex monje que dirige el blog SPES.

                                                                                              
 
 
 
                                                                                               P. Basilio Méramo
                                                                                              Bogotá,15 de Agosto de 2013
                                                                                              En la Fiesta de la Inmaculada Concepción.

 
 
 

ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

En esta fecha la Iglesia católica festeja el dogma solemnemente proclamado por el papa Pío XII en 1950. Dogma de la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma, al final de su vida terrena, sin determinar más, sino sencillamente, que nuestra Señora después de su vida terrena fue asunta a los cielos en cuerpo y alma, es decir gloriosa.
Hoy, pues, festejamos esa proclamación solemne del dogma de la traslación de nuestra Señora en cuerpo glorioso al cielo y digo resucitada, porque si bien el Papa no quiso hablar en la definición dogmática si había resucitado o no, en la misma bula hace alusión a la muerte de nuestra Señora, muerte que no debe sorprendernos. Aunque algunos teólogos dicen que no murió, otros, como Santo Tomás, dicen que murió no por causa del pecado, porque Ella era toda pulcra e inmaculada, sino para asociarse a la muerte de nuestro Señor, que tampoco tuvo ningún pecado y, sin embargo, murió; y por ser Ella corredentora al pie de la cruz, murió de amor, pero no sufrió corrupción.

Fue entonces una resurrección anticipada para ser glorificada en los cielos. Aunque esto de la muerte claramente no está definido, es una opinión teológica muy fundada y la más conveniente, pero quede claro que el mismo papa Pío XII sin comprometerse en definirlo, dice que los fieles no tenían inconveniente en admitir la muerte, para identificarse con nuestro Señor que también murió y padeció por nosotros. De todos modos, con este dogma se proclama solemnemente la Asunción, la traslación de nuestra Señora en cuerpo glorioso, en cuerpo y alma a la gloria de los cielos.

No creamos que es un dogma nuevo; hay muchos dogmas en la Iglesia que se creen con verdadera fe sin ser proclamados solemnemente; ya esta verdad era creída, casi práctica y unánimemente desde el siglo VII y creída por haber sido enseñada por el Magisterio Ordinario Universal de la Iglesia quien también define dogmas pero no solemnemente. El Magisterio Ordinario de la Iglesia define, determina, por lo menos, el sentido y así se creen muchas verdades y ellas pueden ser solemnizadas con fórmulas precisas y con una determinación más exacta que lo acaba, que lo circunscribe, si podemos decir así, de una manera que no se pueda vulnerar ni mejorar. Hay otras verdades que también están implícitamente contenidos en los dogmas; el de la Asunción está contenido en el dogma de la plenitud de gracia13 que nos trae la Inmaculada Concepción, plena de gracia, llena de gracia. Al ser llena de gracia no podía tener Ella ninguna mancha que borrar, ni el pecado original ni ningún otro pecado actual, ni venial ni mortal. Y esa plenitud de gracia desde el primer instante de su Inmaculada Concepción es una gracia que nosotros no nos podemos imaginar.

Para tener una idea, pensemos que la gracia de todos los santos y de todos los ángeles no llega a la inicial de nuestra Señora en el momento de su concepción; y esa plenitud de gracia inicial, después se acrecienta con la concepción del Verbo, cuando pronunció Ella su fiat y luego se acrecentó más, cuando fue asunta a los cielos; entonces ya esa gracia inicial es mayor que la de todos los santos y todos los ángeles juntos.

Vemos entonces cuán horroroso es que los protestantes nieguen esto por el perverso y sacrílego error de Satanás, que los tiene sujetos y obnubilados; pero lo digo para que se vea por contraste la depravación satánica del protestantismo y para que defendamos nuestra religión poniendo a la Santísima Virgen por delante, como un buen hijo que pone a su madre en alto y no se avergüenza de Ella como si fuese una mujer cualquiera. Esa plenitud de la gracia inicial que fue aumentando hasta la Asunción de nuestra Señora, es la consecuencia del privilegio de la maternidad divina, de la maternidad de nuestra Señora; de ahí deriva porqué es la Madre de Dios, deriva toda la plenitud de gracia y de gloria que Ella tiene mucho más excelsa que la de todos los santos y todos los ángeles juntos y deriva, también, todo su poder. Por la grande y sencilla razón de que Ella es la criatura que Dios más amó y ama. Por todo esto y por ser la más amada de Dios es la predilecta, y de ese privilegio que Ella tiene en su Inmaculada Concepción, de esa gloria que tiene en su Asunción, nosotros participamos en alguna medida como miembros de la Iglesia católica, teniéndola a Ella por nuestra Madre.

Ella es la antítesis de Eva, y cosa curiosa, Eva al revés es ave, ¡Ave María! Eva fue maldecida y por eso volvió a la tierra, volvía al origen de su procedencia por el pecado, por la mancha. Nuestra Señora es la antítesis, es el culmen de las bendiciones. La maldición de Eva entraña la muerte, porque Dios hizo al hombre naturalmente defectible y por lo mismo mortal, aunque fue elevado a la inmortalidad. Perdió esa eternidad por el pecado original de Adán y Eva. Hay dos linajes, el de Eva: un linaje maldito; y el de la Santísima Virgen: un linaje bendecido. En el linaje de Ella, están todos aquellos que la reconocen como madre, que pertenecen al seno de la Iglesia y más aún, aquellos que se consagran a Ella, que rezan el rosario y que llevan el escapulario, que la veneran de un modo especial por esa plenitud de gracia, por esa exaltación, por esa bendición, y porque también está profetizado que Ella aplastaría la cabeza de Satanás y del linaje de Ella saldría nuestro Señor que es Dios, que triunfa contra el mal.

Por lo mismo la Iglesia, aunque sufra, es una Iglesia llena de esperanza aun en medio del padecimiento, porque si la tenemos a Ella por Madre y somos de su linaje, vamos a ser odiados por el otro linaje antítesis de Ella. Los hijos de Eva, los que no reconocen a nuestra Señora, no reconocen a nuestro Señor, no reconocen a la Iglesia. Hay una enemistad hasta el fin de los tiempos, no nos extrañemos de que haya persecución, de que haya guerra religiosa, de que haya oposición; y no que ahora nos vengan a hacer bajar la guardia en el falso ecumenismo donde no hay enemigos, porque es mentira, el demonio existe y el mal existen, igual los malos hijos y combaten a los buenos, a los del linaje de nuestra Señora, como combatieron y mataron a nuestro Señor.

No hay peor ignorancia que la de ignorar el enemigo, y no hay peor burla del enemigo, que la de hacernos creer que no existe; por eso Satanás ríe haciéndole creer al mundo moderno que no existe y es hoy más satánico que nunca; los juguetes de los niños son diabólicos, esas figuras monstruosas, esos dibujos animados en la televisión también monstruosos, inculturizando a los niños para que cuando vean volar a los demonios los tengan por sus ídolos y sus héroes. No entiendo cómo hay padres de familia que les compran un juguete monstruoso a sus hijos; realmente no se piensa, eso demuestra hasta qué punto se nos enceguece con la propaganda, el bombardeo, la desfiguración del arte, la destrucción de la realidad que Dios ha creado y eso viene del odio del infierno. Desgraciadamente los secuaces de carne y hueso, los hombres que no pertenecen y no quieren pertenecer al linaje de nuestra Señora y que sí son del linaje de Eva, maldecida, corrupta. Nuestra Señora es la antítesis y en Ella están todas las bendiciones.
“Bendita eres entre todas las mujeres”. ¿Por qué esa bendición? Por ser la Madre de Dios, porque es “Bendito el fruto de tu vientre”, que es Jesús, Dios. Así que hoy, con la Asunción, nosotros podemos proclamar con gozo, con regocijo, que tenemos una madre en el cielo, coronada en el cielo, venerada por todos los ángeles, omnipotente ante los ángeles, omnipotente por participación porque sólo Dios es omnipotente absoluto; pero a Ella por ser la Madre de Dios, nuestro Señor le da todo ese poder de su gracia para que Ella sea el canal por el cual esas gracias nos lleguen, así como el agua nos llega a través del acueducto. Ella es así, el canal, el conducto por el cual nos llega esa agua pura del cielo, que nos salva y nos asemeja a Dios.


Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, ser sus verdaderos hijos, no como muchos que siguen falsas devociones, como lo dice San Luis María Grignión de Montfort, sino que seamos de los verdaderos y que podamos tenerle en nuestro corazón un altar privilegiado, para que Ella sea nuestro socorro y nuestro auxilio, sobre todo a la hora de nuestra muerte. +

BASILIO MERAMO PBRO.
15 de agosto de 2001.