San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 28 de abril de 2013

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA



Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:Nos muestra el Evangelio la tristeza que tenían los discípulos ante lo que nuestro Señor les había anunciado; les había dicho que serían perseguidos, que el mundo los oprimiría, al igual que Él lo era y que por ese acoso moriría en la Cruz. También estaban tristes porque sabían que Él se iba, como hace notar San Agustín, que partía hacia el Padre, doble tristeza si bien se la mira. Y nuestro Señor, que sabe muy bien que la congoja no es buena para nada –la única buena es la de haber pecado, de haber ofendido a Dios–, pero toda otra es mala, destruye el alma, la imposibilita aun del bien obrar y por eso no quiere que sus discípulos estén apenados, sino lo contrario; que aceptando con fe todo lo anunciado vean incluso lo bueno que hay en ese mal aparente, tanto de su Pasión y muerte como de su partida al cielo después de su resurrección.

Por medio de la Cruz nuestro Señor vence al demonio, a Satanás, lo derrota y nos abre las puertas del cielo. Ya ha quedado juzgado el mundo, y aunque parezca triunfante, no son más que patadas de ahogado, por eso nuestro Señor dice que el mundo ya está sentenciado, ya está derrotado. En cuanto a su partida, conviene que Él suba al Padre para que desde allí mande el Espíritu de verdad, el Espíritu Santo. Él tenía mucho que decir, pero lo deja para que lo sugiera el Espíritu Santo a la Iglesia. Lo niegan los protestantes, que se atribuyen personalmente a cada uno e interpretan la Biblia de acuerdo con su libre albedrío, como si fueran infalibles; niegan esa infalibilidad y divinidad al Magisterio de la Iglesia católica y la convierten en un ente invisible; por eso no aceptan la jerarquía, el gobierno, el papado ni el sacerdocio de la Iglesia.

Nuestro Señor anuncia la conveniencia de que Él se vaya para que venga ese Espíritu de verdad, el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, lo que hace Santa a la Iglesia. Por tanto, es inadmisible una Iglesia imbuida de error, es una contradicción. Pero vaya si no vemos errores en la que se anuncia al mundo como Iglesia católica y que es imposible, ya que la Iglesia es de Dios y reina en ella el Espíritu de verdad y no el de herejía, de apostasía.

En estos tiempos la gran artimaña de Satanás consiste en mezclar el bien y el mal, el error y la verdad, por eso toda autoridad, jerarquía, sacerdocio, ministerio y toda evangelización si no proclaman la verdad, límpidamente claudican. Hoy la catequesis, la evangelización, el ministerio, adolecen de confusión mezclando error y verdad y eso no es ni puede ser la palabra de Dios, la palabra del Espíritu de verdad; por eso se requiere rechazar frontalmente toda equivocación que no es de Dios ni de la Iglesia. Aunque se adjudiquen e invoquen la investidura y el mando, ilegitiman la autoridad misma cuando no está al servicio de la verdad. Cosa tan cierta en el orden jurídico natural como en el jurídico sobrenatural.

Por eso son inválidas esas excomuniones contra los paladines de la verdad y de la Tradición, como fueran Monseñor Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer. Si alguien está excomulgado son los otros; que no se pavoneen con la autoridad que usurpan y no funciona al servicio de la verdad; hay que decírselo al mismo Papa, porque no se puede pontificar en el error, no se puede ser Sumo Pontífice en medio de una Iglesia que proclama la confusión; pero hacen falta obispos, doctores que increpen para que las cosas se clarifiquen de una vez, por lo menos para aquellos que son los hijos de la luz.

Desafortunadamente falta lucidez, inteligencia, sabiduría y virilidad, pantalones, firmeza, todas estas virtudes que la Iglesia siempre proclama. Fuerza que se nos da en abundancia con la confirmación; de sabiduría, de inteligencia. Porque la Iglesia no es ignorante, estúpida, idiota; esas son las secuelas del pecado, la insensatez, la ignorancia, la falta de inteligencia, de sabiduría. Por eso nuestro Señor promete el Espíritu de verdad, invisible hoy en el mundo. Es lamentable constatarlo.

¿Por qué el mundo y la Iglesia o los hombres de Iglesia andan como andan? El que no es homosexual es afeminado, vive en concubinato o simplemente lo que le interesa es vivir bien como “Sancho Panza” y ser tratados como monseñores, reverendos, pero les importa un rábano la verdad; no son capaces de morir por ella ni la conocen, porque niegan las verdades más elementales del catecismo e invitan en nombre de la libertad religiosa a prostituirse con los jefes de las falsas religiones. Ejemplo abominable y repetido y nadie quiere darse cuenta. Qué es si no una gran apostasía, una pérdida de fe como ya lo anunciara nuestro Señor: “¿Acaso encontraré fe cuando vuelva?”.

Pues justamente en esas estamos, pérdida de la fe por culpa y complicidad de aquellos que la debieran defender; así son las cosas si las miramos a la luz de la fe sobrenatural. Lo demás son componendas, diplomacias, maquillajes para ocultar el error y hacerlo pasar por verdad. Se necesitan sacerdotes que no teman decir la verdad, que no sean timoratos. Más valen unos pocos sinceros que millones de los otros. El Espíritu de verdad debe reinar en la Iglesia, esa es la necesidad que les quiere hacer ver nuestro Señor a los apóstoles para que dejen esa tristeza que no conduce a nada ya que ese aparente mal y abandono será reduplicado por el Espíritu de verdad, el Espíritu Santo que es el alma de la Iglesia católica, apostólica y romana. Nuestro Señor les hace ver entonces la inutilidad de entristecerse.

Esto nos sirve para no entristecernos al ver el estado deplorable y de persecución. Los apóstoles serían excomulgados de la sinagoga, los verdaderos discípulos de los últimos tiempos son anatematizado. ¿No es ese el argumento que han esgrimido contra monseñor Lefebvre?, ¿no es ése el que ha hecho claudicar a los padres de Campos que no han sabido ser fieles discípulos de monseñor De Castro Mayer y han caído en el complejo estúpido de sentirse acusados por aquellos que persiguen la verdad, al margen de la Iglesia, de la necesidad de querer ser reconocidos por la Iglesia? Pero, ¿por cuál Iglesia? Hay que ser muy bobos y tontos, yo no tengo por qué sentirme al margen de la Iglesia si soy fiel a nuestro Señor, ni que me reconozcan como católico aquellos que hacen las obras de Judas y Satanás, del anticristo. Eso hay que tenerlo claro porque de ello depende nuestra constancia y nuestra perseverancia.

Se acordarán de mí, porque todos los que lo han hecho, ha sido a la larga o a la corta por el mismo motivo; por eso nuestro Señor advierte el ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Palomitas solas no sirven. Astutos como serpientes, y sagaces, porque estamos en medio de lobos. Pero también mansos y humildes como palomas, doble aspecto. Dice un dicho muy castizo, “A Dios rogando y con el mazo dando”; hay que esperar como decía San Agustín, que todo venga de Dios, pero hacer de nuestra parte como si todo dependiera de nosotros. Ese es el esfuerzo que hay que hacer para permanecer en la fidelidad, para que así nuestro Señor nos diga en la hora de la muerte, “siervo fiel, has sido bueno y fiel en lo poco, ahora lo serás en lo mucho”.

Dice nuestro Señor que en cuanto al pecado serán juzgados, recriminados todos los que no han creído en Él, pecado de incredulidad; en cuanto a la justicia porque va al Padre, y sólo va al Él quien es justo y nuestro Señor fue tachado de injusto, de demoniaco, de diabólico por los fariseos. Entonces se restablecerán todas las cosas aunque por ahora no las veamos. El mundo y Satanás están vencidos y juzgados; no somos de este mundo, vivimos en él pero no pertenecemos a él; somos de Dios y nuestra mira está en el cielo, nuestra verdadera patria, y no en esta mísera tierra como muchos exclusivamente parecen creer y que por eso olvidan su destino celestial, sobrenatural. La Pascua nos lo recuerda con insistencia para que no nos equivoquemos de morada.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, consolidarnos en la firmeza que Ella tuvo a través de todos los dolores de la Pasión de Su Hijo y que podamos permanecer con Ella en integridad sobrenatural y no claudicar, siendo siempre fieles a la Iglesia católica y a nuestro Señor Jesucristo. +


PADRE BASILIO MÉRAMO
28 ABRIL DEL 2002

domingo, 21 de abril de 2013

TERCER DOMINGO DESPUES DE PASCUA





Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:



Nos encontramos en el tiempo de Pascua, que nos invita a dirigir la mirada al cielo, a no fijar en esta tierra nuestra morada, a atravesar esta vida como cuando se pasa un puente, sin fijar sobre él la morada. Ese es el mensaje de la Pascua, que deseemos las cosas de Dios, del cielo y que desechemos, nos desapeguemos de todo lo terrenal, efímero, como los placeres, los deseos de la carne, el poder, la vanagloria y mil cosas más que atan nuestra alma a esta tierra.



Decía San Juan de la Cruz que “tanto está uno amarrado con una gran cadena como con un pequeño hilo; la diferencia está en que la hebra es más fácil cortarla, y si no lo hacemos, estamos tan amarrados con ese pequeño cordón como con una gran cadena”, y esas ataduras son las que debemos cortar, sean gruesas cadenas o un pequeño filamento el que nos ate.



La Pascua es el tiempo en el cual nuestro Señor, después de su resurrección, permaneció aquí en la tierra consolidando su Iglesia hasta el día de su Ascensión, instituyendo los sacramentos y dejando los fundamentos para que su Iglesia se propagase por el mundo hasta que Él volviera. Nuestro Señor dice a sus apóstoles: “Dentro de poco no me veréis, mas poco después me volveréis a ver”. ¿Qué significa este poco de tiempo que los apóstoles no entendían y que nosotros tampoco comprendemos y que incluso grandes santos interpretan de modo distinto pero que si bien se mira sólo tiene una sola explicación? Es la que da San Agustín, porque algunos dicen que se refería a los tres días que estaría muerto y que después resucitaría; claro que sí puede ser, o en términos generales haciendo alusión no sólo a los tres días pero sí a su muerte y después a su resurrección.



Pero San Agustín, con la profunda intuición y agudeza que lo caracteriza, arrolla con su genio a casi todo el resto de los Padres y por eso Santo Tomás a veces toma el ejemplo de interpretación de San Agustín en oposición a casi todos los otros. Podemos hacer lo mismo ahora porque él dice que se refiere a todo el tiempo de la ascensión hasta cuando vuelva, pero que ese tiempo, es el presente de la Iglesia militante que nos parecerá poco cuando veamos el final. Igual que cuando llegamos al término de un viaje largo, por la misma alegría de haber llegado, nos parece que fue corto.



¿Qué es el tiempo con respecto a la eternidad?, nada. ¿En qué podríamos darle más fundamento a esta interpretación de San Agustín? Al simple hecho que ha pasado inadvertido por esos exegetas, y es que el Evangelio dice: “Porque me voy al Padre”, y nuestro Señor va al Padre después de la Ascensión y no antes; entonces es lógico y evidente que no se refiere al hecho de su Pasión, a los tres días, porque no fue al Padre, incluso fue a los infiernos, al seno de Abraham y va al Padre después de cuarenta días.



Ahora, cómo es posible, cómo no se dan cuenta si es evidente que no cabe otra interpretación que la de San Agustín, aunque no se sabe si San Agustín le da el respaldo que menciono, pero basta releer el Evangelio para que veamos claramente que este santo tiene razón y es una profecía hecha para la Iglesia militante, para nosotros durante todo este peregrinar hacia la eternidad, hacia la verdadera patria, y que este tiempo es de sufrimiento. “Lloraréis y gemiréis, y el mundo se gozará”, por eso quizás a veces la gente que aparentemente vemos en este mundo viviendo placenteramente y regocijándose es la más infeliz; el verdadero discípulo pena y gime; sufre una mujer que va a parir, porque Dios considera este tiempo para todos y para cada uno y para toda la Iglesia como un parto, como un dar a luz al cielo.



Y vemos cómo nuevamente se ratifica esa interpretación que para mí es la única y la exclusiva, la de San Agustín, porque no cabe otra. Todo este tiempo se convertirá de dolor en alegría y nos parecerá poco cuando hayamos llegado al cielo, cuando hayamos sido engendrados no naturalmente sino sobrenaturalmente para gozar eternamente de Dios y no sólo nosotros sino toda la Iglesia de Cristo que anhela a su esposo, que espera que Él venga el día del juicio final; esa es la gran promesa. Es un evangelio eminentemente apocalíptico en el pleno sentido; el Apocalipsis, la gran profecía de la segunda venida de nuestro Señor en gloria y majestad, con la antesala de dolores y de sufrimientos, de herejías, de apostasías como lo vemos actualmente y como ya lo advirtiera nuestro Señor: “¿Acaso cuando yo venga encontraré fe sobre la tierra?”. ¿Qué fe queda? Prácticamente ninguna; la única que queda es la de aquellos que dispersos por el mundo son fieles a la sacrosanta Tradición católica, apostólica y romana y los demás, mis estimados hermanos, no tienen fe. Es hora de decirlo, es así la gran dispersión de la Iglesia, esa es la triste realidad, la gran agonía, el gran dolor.



Pero aquellos que tenemos fe porque guardamos la sacrosanta Tradición debemos tener esto muy claro porque será la única condición para mantenernos firmes con nuestra Señora al pie de la Cruz en esta segunda crucifixión de nuestro Señor Jesucristo, en su cuerpo místico que es la Iglesia. Y esto por obra de la misma jerarquía que se dice católica pero que no confirma a los hermanos en la fe, que tenemos que desobedecer para guardar la fe. Ese es el dilema, la contradicción y la necesidad de que haya obispos que pueden decirlo, pero que no lo hacen. Hay que expresarlo; si lo veo así lo tengo que decir en conciencia y es una vergüenza que no haya cardenales, que no haya obispos, que no haya prelados, jerarcas en la Iglesia, ni aun los buenos que así lo vean, con esa claridad y con esa fe, cuando es el único medio de perseverar en la verdad, de no claudicar como lo hicieron los discípulos de monseñor De Castro Mayer, los padres de Campos.



¡Qué vergüenza! Ese es un ejemplo para que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por Monseñor Lefebvre, esté alerta y no haga caso al coqueteo seductor de la gran ramera que bebe el cáliz lleno de la sangre de los mártires y se enseñorea con los poderosos, con los reyes de esta miserable tierra. Esto está en las Escrituras, pero hay que leerlas, interpretarlas, armonizarlas y aplicarlas a estos tiempos apocalípticos ya señalados por el dedo del cielo, por el dedo de nuestra Señora en La Salette, Fátima y Siracusa, por hablar sólo de las apariciones indudables, de las sólidas, y con eso basta.



El mundo jamás verá eso, ni podrá verlo porque carece de fe, no ama la verdad. Somos un puñado, poco interesa, lo importante es que esos pocos seamos luminosos por esa fe sobrenatural, por la fidelidad a nuestro Señor y que sepamos sufrir esta agonía, estos dolores de parto que nos engendran y acrisolan a la vida sobrenatural y a la eterna.



Ese es el mensaje y la aplicación práctica y concreta del Evangelio en estos tiempos que vivimos. De otra manera existimos en el aire como bobos sin doctrina, sin Escrituras, sin la palabra de Dios, como acontece, o como protestantes con la Biblia debajo del brazo pero para interpretarla a su modo.



Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a comprender estas cosas y que al leer y releer los Evangelios vayamos descubriendo todo aquello ya dicho y profetizado para acrisolarnos en la fe y que no la perdamos en medio de esta gran apostasía de las naciones de los gentiles. Y poder, aunque pocos, aunque reducidos a un puñado de fieles dispersos por el mundo, ser representantes de la verdadera y única Iglesia católica, apostólica y romana, mientras el resto patina en el error y camina hacia el infierno, llámense Papas, cardenales, monjas, monjes o como se quiera; porque para salvarse hay que tener la fe católica, no la ecuménica, no cualquiera, sino la fe sobrenatural que confiesa a la Santísima Trinidad y la Encarnación del Verbo de Dios en las entrañas de la Santísima Virgen María.



Pidamos a nuestra Señora para que Ella nos consolide en la verdad y poder permanecer fieles a la santa Iglesia Católica aun en la peor de las persecuciones y tribulaciones por las cuales podamos y pueda pasar no solamente cada uno de nosotros sino la Iglesia, verdadera perseguida, la Iglesia católica, que es la tradicional. +



PADRE BASILIO MERAMO

21 de Abril del 2002

martes, 16 de abril de 2013

BURLA PARA LOS EX AMIGOS BENEFACTORES Y ESTOLIDOS CRÉDULOS

     La mas grande prueba de que Berdard Felón,  el  espurio superior  de la  Neo Frater,  no  solo intenta sino que a muchos despistados sorprende, esta constituida por  su última epístola, en la que  al  igual,  que la doncella que abandono su familia,  casa y educación,  yació  con  el  amante,  y tras  las negras intenciones de aquel de utilizarla cual vil lenón ,  aquella después de haber caído,  alega,  el  Clásico Estaban  Verdes  de la  Zorra  de la  fábula,  empero,  en  este  cínico  caso,  aun  el personaje de marras llega  mas  lejos,  citando  precisamente algunas de las cuestiones por las cuales  NUNCA DEBIO REGRESAR A ROMA  "NI POR LA TÚNICA",  pretendiéndose como aún inmaculada doncella, después de su lamentable fornicación, (QUIEN FORNICA EN SU CORAZON...)

¿A caso nadie le dijo nada acerca del Apocalipsis?,  ¿A caso  no sabe cosa alguna de Fátima  o de la Sallette?

quien no quiere  Ver,  simple y llanamente  NO VE,  o quien  quiere pretender presentar  el  Virgen traje del emperador a los "amigos y benefactores"  y  este  tampoco  quiere  ver la verdad,  no espere  muchas mas  oportunidades.  Con mucho dolor me recuerda a la última emisión,  de la  Otrora  Radio católica,  en la que  el  Flamante  Locutor,  confunde  Humildad con valentía,  o incluso  hace  humilde al mismo   Mehmet Alí Agca   ya  que  entonces el asesino mencionado  "Fue mas humilde al enfrentar a todo el mundo, y se atrevió a decir, No que  era una especie de sedevacnte ligth, sino  que no se explicaba como podía haber fallado  (según las Faisanas Conjeturas, ya muy desvirtuadas.

En  fin, estamos en la recta final,  con todo,  aquí  transcribimos la burlesca epístola de marras:


CARTA A LOS AMIGOS Y
BENEFACTORES – MARZO 2013

Queridos amigos y benefactores:

Hace mucho tiempo que esta carta se hacía esperar, y es con alegría, en este tiempo pascual, que quisiéramos hacer un balance y exponer algunas reflexiones sobre la situación de la Iglesia.

Como ustedes saben, la Fraternidad se halló en una posición delicada durante gran parte del año 2012, a resultas del último movimiento hecho por Benedicto XVI que intentaba normalizar nuestra situación. Las dificultades provenían, por un lado, de las exigencias que acompañaban la proposición romana – a las que no pudimos y seguimos sin poder suscribir–, y por otro, de una falta de claridad de parte de la Santa Sede que no permitía conocer exactamente la voluntad del Santo Padre, ni qué estaba dispuesto a concedernos. El problema causado por esta incertidumbre se disipó desde el 13 de junio de 2012, con una confirmación neta el 30 del mismo mes, mediante una carta del propio Benedicto XVI que manifestaba claramente y sin ambigüedades las condiciones que se nos imponían para una normalización canónica.

Estas condiciones son de orden doctrinal. Recaen sobre la aceptación total del Concilio Vaticano II y la misa de Pablo VI. Por otra parte, como escribió Mons. Augustine Di Noia, vice-presidente de la Comisión Ecclesia Dei en una carta dirigida a los miembros de la Fraternidad San Pío X a fines del año pasado, en el plano doctrinal seguimos estando en el punto de partida, tal como estaba en los años 70’. Lamentablemente no podemos hacer más que suscribir a esta comprobación de las autoridades romanas y reconocer la actualidad del análisis de Mons. Lefebvre, fundador de nuestra Fraternidad, que no ha variado en las décadas que siguieron al Concilio hasta su muerte. Su percepción muy justa, a la vez teológica y práctica, sigue teniendo vigencia, cincuenta años después del inicio del Concilio.

Deseamos recordar este análisis que la Fraternidad San Pío X siempre hizo suyo y que sigue siendo el hilo conductor de su posición doctrinal y de su acción: reconociendo que la crisis que sacude la Iglesia también tiene causas exteriores, el Concilio mismo es el agente principal de su autodestrucción.

A fines del Concilio Monseñor Lefebvre expuso al Cardenal Alfredo Ottatiani en carta del 20 de diciembre de 1966, los daños causados por el Concilio a toda la Iglesia. Yo ya la citaba en la Carta a los Amigos y Benefactores n° 68 del 29 de septiembre de 2005. Es conveniente releer hoy en día algunos pasajes:

“Mientras el Concilio se preparaba para proyectar un haz luminoso en el mundo de hoy si se hubiesen utilizado los esquemas preparados, en los que se encontraba una profesión solemne de doctrina segura frente a los problemas modernos, se puede y se debe desgraciadamente afirmar:

“Que de una manera casi general, cuando el Concilio ha innovado, ha hecho tambalear la certeza de verdades enseñadas por el Magisterio auténtico de la Iglesia como pertenecientes definitivamente al tesoro de la Tradición.

“Ya se trate de la transmisión de la jurisdicción de los obispos, de las dos fuentes de la Revelación, la inspiración de la Escritura, de la necesidad de la gracia para la justificación, de la necesidad del bautismo católico, de la vida de la gracia en los herejes, cismáticos y paganos, de los fines del matrimonio, de la libertad religiosa, de los novísimos, etc. Sobre estos puntos fundamentales la doctrina tradicional era clara y enseñada unánimemente en las universidades católicas. Ahora bien, numerosos textos del Concilio acerca de estas verdades permiten que ahora se dude.

“Las consecuencias han sido rápidamente extraídas y aplicadas en la vida de la Iglesia:

“- Las dudas sobre la necesidad de la Iglesia y de los sacramentos implican la desaparición de las vocaciones sacerdotales.

“- Las dudas sobre la necesidad y la naturaleza de la ‘conversión’ de toda alma implican la desaparición de las vocaciones religiosas, la ruina de la espiritualidad tradicional en los noviciados y la inutilidad de las misiones.

“- Las dudas sobre la legitimidad de la autoridad y la exigencia de la obediencia provocadas por la exaltación de la dignidad humana, de la autonomía de la conciencia y de la libertad, conmueven todas las sociedades, comenzando por la Iglesia, las congregaciones religiosas, las diócesis, la sociedad civil y la familia.

“- El orgullo tiene por consecuencia natural todas las concupiscencias de los ojos y de la carne. Quizá una de las comprobaciones más horribles de nuestra época es ver a qué degradación moral llegó la mayor parte de las publicaciones católicas. Se habla sin ningún pudor de la sexualidad, de la limitación de los nacimientos por todos los medios, de la legitimidad del divorcio, de la educación mixta, del coqueteo, de los bailes, como medios necesarios para la educación cristiana, del celibato sacerdotal, etc.

“- Las dudas sobre la necesidad de la gracia para ser salvados provocan la desestima del bautismo, ahora relegado para más tarde, y el abandono del sacramento de la penitencia. Además, se trata sobre todo de una actitud de los sacerdotes, no de los fieles. Lo mismo sucede con la presencia real: son los sacerdotes los que actúan como si ya no creyesen, escondiendo el Santísimo Sacramento, suprimiendo todas las muestras de respeto hacia el Santísimo y todas las ceremonias en su honor.

“- Las dudas sobre la necesidad de la Iglesia como única arca de salvación, sobre la Iglesia católica como la única verdadera religión, provenientes de las declaraciones sobre el ecumenismo y la libertad religiosa, destruyen la autoridad del Magisterio de la Iglesia. En efecto, Roma ya no es la Maestra de Verdad única y necesaria.

“En consecuencia, impulsado por los hechos, hay que concluir que el Concilio ha favorecido de una manera inconcebible la difusión de los errores liberales. La fe, la moral y la disciplina cristiana son conmovidas en sus fundamentos, tal como lo predijeron todos los Papas.

“La destrucción de la Iglesia avanza a paso rápido. Gracias a una autoridad exagerada concedida a las conferencias episcopales el Sumo Pontífice se ató de pies y manos. ¡Cuántos ejemplos dolorosos en un sólo año! Sin embargo, el Sucesor de Pedro y sólo el Sucesor de Pedro puede salvar la Iglesia.

“Que el Santo Padre se rodee de vigorosos defensores de la fe, que los nombre en las diócesis importantes. Quiera a través de documentos importantes proclamar la fe, perseguir el error, sin temer las contradicciones, sin temer los cismas, sin temer desafiar las disposiciones pastorales del Concilio.

“Quiera el Santo Padre alentar a los obispos a recuperar la fe y la moral individualmente, cada uno en sus diócesis respectivas, como conviene a todo buen pastor; sostener a los obispos valientes, incitarlos a reformar sus seminarios, a restaurar los estudios según Santo Tomás; alentar a los superiores generales a mantener en los noviciados y en las comunidades los principios fundamentales de toda la ascesis cristiana, sobre todo la obediencia; alentar el desarrollo de las escuelas católicas, la prensa de buena doctrina, las asociaciones de familias cristianas; en fin, reprender a los fautores de errores y reducirlos a silencio. Las alocuciones de los miércoles no pueden remplazar las encíclicas, las directivas y las cartas a los obispos.

“¡Sin duda soy muy temerario expresándome de esta manera! Sin embargo, compongo estas líneas movido por un amor ardiente, amor por la gloria de Dios, amor por Jesucristo, amor por María, por su Iglesia, por el Sucesor de Pedro, obispo de Roma, Vicario de Jesucristo”.

El 21 de noviembre de 1974, tras la visita apostólica hecha al seminario de Ecône, Mons. Lefebvre juzgó necesario resumir su posición en la célebre declaración que tendrá como consecuencia, algunos meses más tarde, la injusta supresión canónica de la Fraternidad San Pío X, que nuestro fundador y sus sucesores siempre consideraron nula. Este texto capital se abría con esta profesión de fe, que es la de todos los miembros de la Fraternidad:

“Adherimos de todo corazón y con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para mantener esta fe; a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.

“Rechazamos en cambio, y hemos siempre rechazado, seguir la Roma de tendencia neo-modernista y neo-protestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II, y después del Concilio, en todas las reformas que salieron de él.

“Todas estas reformas, en efecto, han contribuido y contribuyen aún a la demolición de la Iglesia, a la ruina del sacerdocio, a la aniquilación del Sacrificio y de los sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa, a una enseñanza naturalista y teilhardiana en las universidades, en los seminarios, en la catequesis; enseñanza salida del liberalismo y del protestantismo condenados repetidas veces por el magisterio solemne de la Iglesia”.

Y esta declaración concluía con las siguientes líneas:

“La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico de la aceptación de la reforma.

“Por eso, sin ninguna rebelión, sin ninguna amargura, sin ningún resentimiento, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal bajo la égida del magisterio de siempre, persuadidos de que no podemos hacer un servicio más grande a la Santa Iglesia católica, al Sumo Pontífice y a las generaciones futuras”.

En 1983, recordando el sentido del combate por la Tradición, Mons. Lefebvre dirigía un manifiesto episcopal a Juan Pablo II, firmado junto a Mons. Antonio de Castro Mayer, en el que denunciaba una vez más, la devastación causada por las reformas postconciliares y el espíritu nefasto que se difundió por todas partes. Subrayaba en particular los puntos siguientes en relación al falso ecumenismo, la colegialidad, la libertad religiosa, el poder del papa y la nueva misa:

- El falso ecumenismo:

“Este ecumenismo también es contrario a las enseñanzas de Pío XI en la encíclica Mortalium animos: sobre este particular es oportuno exponer y rechazar cierta opinión falsa, que está en la raíz de este problema y de este movimiento complejo por medio del cual los no-católicos se esfuerzan por realizar la unión de las iglesias cristianas. Los que adhieren a esta opinión citan constantemente las palabras de Cristo: “Que sean uno… y que no exista más que un sólo rebaño y un sólo pastor” (Jn. 17,21 y 10,16) y pretenden que a través de estas palabras Cristo manifiesta un deseo o una plegaria que nunca fue realidad. Pretenden de hecho que la unidad de la fe y de gobierno, que es una de las notas de la verdadera Iglesia de Cristo, prácticamente hasta hoy en día nunca ha existido y actualmente no existe.

“Este ecumenismo, condenado por la moral y el derecho católicos, llega a permitir la recepción de los sacramentos de la penitencia, de la eucaristía y de la extremaunción de manos de «ministros no-católicos» (Canon 844 N. C.) y favorece la «hospitalidad ecuménica» autorizando a los ministros católicos a dar el sacramento de la eucaristía a los no-católicos”.

- La colegialidad:

“La doctrina ya sugerida por el documento Lumen gentium del Concilio Vaticano II será retomada explícitamente por el nuevo Derecho Canónico (Can. 336); doctrina según la cual el colegio de los obispos junto al Papa goza igualmente del poder supremo en la Iglesia y ello de una manera habitual y constante.

“Esta doctrina del doble poder supremo es contraria a la enseñanza y a la práctica del magisterio de la Iglesia, especialmente del Concilio Vaticano I (DZ. 3055), y de la encíclica de León XIII Satis cognitum. Sólo el Papa goza del poder supremo, que él comunica en la medida que juzga oportuno y en circunstancias extraordinarias.

“A este grave error está ligada la orientación democrática de la Iglesia; los poderes residen en el «pueblo de Dios», tal como es definido en el nuevo Derecho. Este error jansenista ha sido condenado por la Bula Auctorem fidei de Pío VI (DZ. 2602)”.

- La libertad religiosa:

“La declaración Dignitatis humanæ del Concilio Vaticano II afirma la existencia de un falso derecho natural del hombre en materia religiosa, contrariamente a las enseñanzas pontificias, que niegan formalmente semejante blasfemia.

“Así, Pío IX en la encíclica Quanta cura y en el Syllabus, León XIII en sus encíclicas Libertas praestantissimum e Immortale Dei, Pío XII en su alocución Ci Riesce a los juristas católicos italianos, niegan que la razón y la revelación funden semejante derecho.

“El Vaticano II cree y profesa, de una manera universal, que «la verdad no puede imponerse más que por la fuerza propia de la verdad», lo cual se opone formalmente a las enseñanzas de Pío VI contra los jansenistas del conciliábulo de Pistoya (DZ. 2604). El Concilio llega al absurdo de afirmar el derecho a no adherir y a no seguir la verdad, a obligar a los gobiernos civiles a ya no hacer discriminaciones por motivos religiosos, estableciendo la igualdad jurídica entre las falsas y la verdadera religión (…).

“Las consecuencias del reconocimiento del Concilio de este falso derecho del hombre destruye los fundamentos del reino social de Nuestro Señor, conmueve la autoridad y el poder de la Iglesia en su misión de hacer reinar Nuestro Señor en los espíritus y en los corazones, llevando adelante el combate con las fuerzas satánicas que subyugan las almas. Es espíritu misionero será acusado de proselitismo exagerado.

“La neutralidad de los Estados en materia religiosa es injuriosa para Nuestro Señor y su Iglesia, cuando se trata de Estados con mayoría católica”.

- El poder del Papa:

“Por cierto, el poder del Papa en la Iglesia es un poder supremo, pero no puede ser absoluto y sin límites, dado que está subordinado al poder divino, que se expresa en la Tradición, en la Sagrada Escritura y en las definiciones ya promulgadas por el magisterio eclesiástico (DZ. 3116).

“El poder del Papa está subordinado y limitado por el fin para el cual su poder le ha sido dado. Este fin ha sido claramente definido por el Papa Pío IX en la Constitución Pastor æternus del Concilio Vaticano I (DZ. 3070). Sería un abuso de poder intolerable modificar la constitución de la Iglesia y pretender invocar el derecho humano contra el derecho divino, como en la libertad religiosa, como en la hospitalidad eucarística autorizada por el nuevo Derecho, como en la afirmación de los dos poderes supremos en la Iglesia.

“Está claro que en estos casos y otros semejantes, es un deber de todo clérigo y fiel católico resistir y rehusar la obediencia. La obediencia ciega es un contrasentido y nadie está exento de responsabilidad por haber obedecido a los hombres más que a Dios (DZ. 3115); y esta resistencia debe ser pública si el mal es público y es un objeto de escándalo para las almas (Suma teológica, II, II, 33, 4).

“Estos son principios elementales de moral, que regulan las relaciones de los sujetos con todas las autoridades legítimas.

“Esta resistencia encuentra además una confirmación en el hecho que actualmente son castigados los que se aferran firmemente a la Tradición y a la fe católica, y que aquellos que profesan doctrinas heterodoxas o realizan verdaderos sacrilegios en modo alguno son inquietados. Esa es la lógica del abuso de poder”.

- La nueva misa:

“Contrariamente a las enseñanzas del Concilio de Trento, en su sesión XXIIª, contrariamente a la encíclica Mediator Dei de Pío XII, se ha exagerado el lugar de los fieles en la participación en la misa y se ha disminuido el lugar del sacerdote, convertido en simple presidente. Se ha exagerado el lugar de la liturgia de la palabra y se ha disminuido el lugar del sacrificio propiciatorio. Se ha exaltado la comida comunitaria y se ha laicizado, a expensas del respeto y de la fe en la presencia real por la transustanciación”.

“Suprimiendo la lengua sagrada, se han pluralizado al infinito los ritos, profanándolos con aportes mundanos o paganos, y se han difundido falsas traducciones a expensas de la verdadera fe y de la verdadera piedad de los fieles”.

En 1986, a propósito del encuentro interreligioso de Asís, que constituía un escándalo inaudito en la Iglesia católica, y sobre todo una violación del primero de todos los mandamientos –“tú adorarás un único Dios”–, durante el cual se vio al Vicario de Cristo invitar a los representantes de todas las religiones a que invocasen a sus falsos dioses, Monseñor Lefebvre protestó vehementemente. Dirá incluso haber visto en este acontecimiento insoportable para todo corazón católico uno de los signos que había pedido al Cielo antes de poder proceder a las consagraciones episcopales.

En la Carta a los Amigos y Benefactores n° 40 del 2 de febrero de 1991, el Padre Franz Schmidberger, segundo Superior general de la Fraternidad San Pío X, retomó el conjunto de la cuestión y recordó la posición católica en un pequeño compendio de los errores contemporáneos opuestos a la fe. Y nosotros hemos pedido a algunos sacerdotes resumir en una especie de vademécum el conjunto de estos puntos en diversos escritos después publicados, uno de los cuales es el notable Catecismo de la crisis de la Iglesia del Padre Matthias Gaudron.

Actualmente, siguiendo la misma línea, no podemos hacer más que repetir lo que afirmaron Monseñor Lefebvre y el Padre Schmidberger en pos de él. Todos los errores que ellos denunciaron, nosotros los denunciamos. Nosotros suplicamos al Cielo y a las autoridades de la Iglesia, en particular al nuevo Sumo Pontífice, el Papa Francisco, Vicario de Cristo, sucesor de Pedro, que no dejen que las almas se pierdan por no recibir más la sana doctrina, el depósito revelado, la fe, sin la cual nadie puede salvarse y agradar a Dios.

¿De qué sirve dedicarse a los hombres si se les oculta lo esencial, el fin y el sentido de sus vidas, y la gravedad del pecado que los aleja de aquello? La caridad por los pobres, los más desfavorecidos, los relegados, los enfermos, siempre ha sido una verdadera preocupación de la Iglesia y no hay que prescindir de ello; pero si esto se reduce a la pura filantropía y al antropocentrismo, entonces la Iglesia ya no cumple su misión, no conduce las almas a Dios, lo cual no puede hacerse realmente más que a través de medios sobrenaturales, la fe, la esperanza, la caridad, la gracia; y por tanto, denunciando todo lo que se le opone: los errores contra la fe y contra la moral. Porque si ante la ausencia de esta denuncia los hombres pecan, se condenan para toda la eternidad. La razón de ser de la Iglesia es salvarlos y hacerles evitar la desgracia de su eterna condena.

Evidentemente, esto no será del agrado del mundo, que entonces se volverá contra la Iglesia, frecuentemente con violencia, como nos lo muestra la historia.

Estamos, pues, en Pascua de 2013 y la situación de la Iglesia está prácticamente sin cambios. Las palabras de Monseñor Lefebvre tienen un acento profético. Todo se ha verificado y todo continúa para gran desgracia de las almas que ya no escuchan de sus pastores el mensaje de salvación.

Sin dejarnos abrumar, ya sea por la duración de esta crisis terrible o bien por la cantidad de prelados y de obispos que prosiguen la autodestrucción de la Iglesia, como lo reconocía Pablo VI, nosotros continuamos proclamando, en la medida de nuestros medios, que la Iglesia no puede cambiar sus dogmas ni su moral. Porque sus venerables instituciones no se tocan sin provocar un verdadero desastre. Si ciertas modificaciones accidentales que recaen sobre la forma exterior deben ser hechas –como se produce en todas las instituciones humanas– ellas no pueden ser hechas en ningún caso en oposición a los principios que han guiado a la Iglesia en todos los siglos precedentes.

La consagración a San José, decidida por el Capítulo general de julio de 2012, sucede justo en este momento decisivo. ¿Por qué San José? Porque es el Patrono de la Iglesia católica. Él continúa teniendo para con el Cuerpo místico el papel que Dios Padre le había confiado respecto a su Hijo divino. Siendo Cristo el jefe de la Iglesia, cabeza del Cuerpo místico, de allí se sigue que aquel que tenía el cargo de proteger al Mesías, al Hijo de Dios hecho hombre, vea extenderse su misión a todo el Cuerpo místico.

Así como su papel fue muy discreto y en gran parte oculto –pero al mismo tiempo perfectamente eficaz–, así también este rol protector –igualmente eficaz para con la Iglesia– se realiza hoy en día en una gran discreción. Sólo con el paso de los siglos se fue manifestando más y más clara la devoción a San José. Uno de los santos más grandes, uno de los más discretos. Siguiendo a Pío IX, que lo declaró Patrono de toda la Iglesia, sobre los pasos de León XIII, que confirmó este papel y que inauguró la magnífica Oración a San José, Patrono de la Iglesia universal –que nosotros rezamos todos los días en la Fraternidad–, siguiendo a San Pío X, que profesaba una devoción especial por San José, cuyo nombre llevaba, queremos hacer nuestras, en este momento dramático de la historia de la Iglesia, esta devoción y este patronazgo.

Queridos amigos y benefactores de la Fraternidad San Pío X: los bendigo de todo corazón, expresándoles mi gratitud por vuestras oraciones y vuestra generosidad en favor de la obra de restauración de la Iglesia iniciada por Mons. Lefebvre. Más aún, pido a San José que les obtenga las gracias divinas que vuestras familias necesitan para permanecer fieles a la Tradición católica.
+ Bernard Fellay




SEA PARA GLORIA DE DIOS
MARANATHA
Alberto González

domingo, 14 de abril de 2013

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

 
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este Evangelio escuchamos a nuestro Señor decir a los fariseos que Él es el buen Pastor. Aún más, como aclara el padre Castellani remitiéndose a Fray Luis de León, dice que utilizó el término kalos, que no es propiamente bondadoso sino hermoso, el Pastor hermoso; lo cual implica también la bondad, lo bueno. Se definió nuestro Señor Jesucristo como el Pastor, término que en el Antiguo Testamento dan los Profetas a Jehová, a Dios, Yahvé o Jehová, “el que es”.

Por cierto, en esas cuatro letras: yod, he, vav y he estaban presagiadas y contenidas: en las tres primeras, el misterio de la Santísima Trinidad; y en la cuarta, que se repetía con la segunda del tetragrama, estaba contenida la Encarnación. Los dos grandes misterios de la religión católica que contenía y contiene el nombre de Yahvé y que hizo convertir a un rabino estudioso que encontró allí la luz para pasar del judaísmo al cristianismo y escribió un libro intitulado “De la armonía entre la sinagoga y la Iglesia”, para mostrar cómo estaba contenido en el Antiguo Testamento el misterio de la Santísima Trinidad y de la Encarnación del Mesías rechazados por los judíos.

El término de Pastor era el que se asignaba a Dios, con lo cual nuestro Señor, al aplicárselo a sí mismo, también reivindicó su divinidad de acuerdo con las profecías, con el Antiguo Testamento, definiéndose como el Pastor bueno, como el Pastor hermoso. Mientras que los otros pastores, los malos, son mercenarios. Qué reproche para los fariseos, la elite, lo más granado del pueblo elegido. Por lo menos en su orgullo se tenían por los más religiosos y, sin embargo, eran los más corruptos.

Fenómeno para tener en cuenta ya que se da en la Iglesia, entre nosotros, entre los tradicionalistas. Porque es condición de la naturaleza humana que cuando corrompe la religión surge en su lugar el fariseo; esa es la putridez específica de lo religioso. El falso se queda con el follaje, la apariencia, toda la pompa sin que haya verdadera religión, verdadero espíritu religioso.

Eso era lo que reprochaba nuestro Señor a esa clase dirigente de los fariseos, los escribas. Por eso, entonces, les enrostra su error en contraposición a Él que es el Buen Pastor y describe a los mercenarios que desatendían a las ovejas, que no las apacentaban, que huían cuando veían venir al lobo, es decir, cuando venía la tribulación, la persecución. Mientras que la característica del buen pastor es defenderlas, no sólo apacentarlas sino cuidarlas, lo cual hoy brilla por su ausencia en el clero, en la jerarquía de la Iglesia, semejando a los fariseos, como mercenarios.

La característica fundamental del buen Pastor es que da la vida por sus ovejas como de hecho Él la dio en la Cruz muriendo por nosotros, para salvarnos, sin tener pecado, ni culpa, siendo inocente, más que un tierno niño que muere; a veces los padres y la sociedad se rebelan porque, ¿cómo muere un niño inocente?; pero se olvidan de que infinitamente más inocente era nuestro Señor y murió en la Cruz. De eso no nos percatamos y caemos en las sensiblerías del mundo moderno, un sentimentalismo tonto. Pues bien, todos esos sufrimientos de esa gente, de esos niños inocentes no hacen sino simbolizar, significar la inocencia de nuestro Señor; así que es un mérito sufrir de esta forma, y lejos de hacernos rebelar contra los designios de Dios, hay que mirarlos con fe.

Pero el mundo de hoy no lo puede hacer porque es ateo y esa impiedad se nos transmite en un sentimentalismo sensiblero que vibra ante las estupideces de novelas de pacotilla, sin argumento. Eso encanta, mientras la fe languidece, se corrompe, por culpa principalmente de los malos pastores, de los mercenarios, de los ministros de la Iglesia que no cumplen con su sacrosanto ministerio ni hacen el esfuerzo de apacentar las ovejas. ¿Cómo se las debe apacentar? Con la doctrina revelada, de la verdad. Esa es la función privilegiada del episcopado, de los obispos, quienes brillan por su ausencia; no pastorean las ovejas, están como los asalariados por la prebenda, el puesto, quieren el honor sin el sacrificio que el cargo conlleva, olvidan que la nobleza obliga, pues quieren ser ilustres sin sus responsabilidades, sin las obligaciones del cargo, y por eso las ovejas se dispersan.

Qué ejemplo nos está dando nuestro Señor en este Evangelio si lo comparamos con la situación de la Iglesia, del clero, de su misma jerarquía, que claudica en su deber. Nuestro Señor lo presagia, lo vaticina para que recordemos, para que el rebaño no se disperse, para que se congregue allí donde haya alguien que en el nombre de Dios, en representación de la Iglesia, no deje al rebaño regado. Eso fue lo que hicieron monseñor Lefebvre y monseñor De Castro Mayer quien acaba de ser vilmente traicionado por sus discípulos. Da vergüenza ver la carta a todo color, ese abrazo entre el Cardenal Castrillón y monseñor Lisinio (se va a publicar en la cartelera no para hacer apología, sino para mostrar a dónde se llega si no se tiene una clara visión de las cosas).

A eso podemos llegar si no tenemos esa sagacidad. Hay que ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas nos dice nuestro Señor. El hombre religioso no es bobo, es manso; pero nuestro Señor, que era manso, sacó en dos ocasiones a los mercaderes del templo a latigazos y quién se imagina a nuestro Señor, iracundo, a fuete limpio, por defender el honor de Dios; cuando está en juego su honra, la mansedumbre es cobardía. Habría que rugir como león; eso fue lo que hicieron monseñor Lefebvre y monseñor De Castro Mayer, hoy traicionado. Sirva eso de ejemplo, no seamos asalariados, no estemos por la paga, por el sueldo, por vil interés, sino por la verdad y nada más que por ella. Aunque a veces cueste el decir la verdad, porque la condición humana es que a nadie le gusta que se le diga, porque ésta desafortunadamente ofende el orgullo, la maldita soberbia; cuando la verdadera humildad haría que la aceptásemos así fuera contra nosotros mismos.

Es la verdad la que nos juzgará y es la verdad divina, Dios, que es la suma y primera, objeto de la fe, como dice Santo Tomás, y tengámoslo en cuenta; el problema es de fe, no es ni de jurisdicción ni de otra cosa; por eso cayeron los padres de Campos, gran tentación de los acercamientos imprudentes con Roma, no la eterna, no la católica sino la revolucionaria, moderna, natural y progresista invadida por todos los enemigos de la Iglesia que no salen de ella sino que quedan dentro para destruirla, como ya lo dijo hace casi un siglo San Pío X.

Ahí están los mercenarios, y nuestro Señor nos deja en este Evangelio esa gran promesa de un solo pastor bajo un mismo rebaño, que sería el ecumenismo bien entendido; un solo rebaño bajo un solo pastor, Cristo, y no como se quiere hacer en la actualidad, la universalidad de una Iglesia sincretista, sin dogmas que dividan y que por eso se convoca a todos los representantes de las falsas religiones del mundo. Es el caos, pero como no hay fe, nadie se da cuenta o nadie se quiere saber de tamaña herejía o apostasía. Ese es el resorte del pontificado de Juan Pablo II, la inversión, la carnalización a la manera judaica; allí está la impronta de esa promesa, de esa profecía, un solo pastor con un solo rebaño, lo cual invierte el actual ecumenismo apóstata, por eso no quiere dogmas que dividan; los únicos que separan, los únicos que molestan, somos nosotros, los que guardamos la fe, la tradición de la Iglesia católica, apostólica y romana y por eso nos quieren dar el abrazo de una reconciliación en el error y que no los juzguemos, que no los señalemos, que no los combatamos.

No hay término medio, combatir hasta morir o sucumbir en la prostitución religiosa más grande que se haya visto a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Porque no se trata de un solo cardenal o de un solo obispo, no son cuatro ni cinco, son la gran mayoría, por no decir la totalidad, salvo uno que otro; y ese lo será allí, en el rincón de su habitación, porque públicamente no hay un solo cardenal que eleve la voz, aparte de los cuatro únicos obispos tradicionalistas que quedan, de los cinco que habían con Monseñor Lisino, que claudicó; no hay, y si los hay ¿por qué no hablan? Quien no habla en público es como si no existiera, por eso se puede decir que todos temen, menos cuatro obispos, y se acabó; esa es la triste realidad.

Contamos con la gran promesa de nuestro Señor que sigue en pie aunque no sepamos cómo se verifique. Se realizará según la voluntad de Dios y no según esta inversión que hoy conocemos con el nombre de ecumenismo, de libertad religiosa, cuyas banderas ondean en las manos no de los buenos pastores sino de estos mercenarios. Y si no les gusta que les digan mercenarios pues que obren en consecuencia como buenos pastores, porque tampoco hay término medio, sí, sí, no, no, así son las cosas de Dios, así son las cosas de la religión, las exigencias de la verdad divina.

No se puede confundir la religión con las cosas externas, ni aun las buenas, como sacrificios u oraciones; todo eso vale nada si no se defiende la verdad, Dios, que es nuestro Señor Jesucristo. De nada me vale rezar, comulgar en la nueva misa y tragarme todo este falseamiento de la religión católica. No olvidemos el ejemplo de San Hermenegildo, cuya fiesta es el día trece de abril, contra su padre arriano, el rey visigodo en España. Este santo prefirió morir antes que comulgar de las manos de un obispo arriano en el día de Pascua. Gracias a él se convirtieron los visigodos, con su hermano Recaredo, y quedó como ley oficial de España la religión católica en el III Concilio de Toledo. Todo eso por obra de San Leandro, seguido de San Isidoro, su hermano, oriundos de Cartagena, en España.

Cuánta gente cree que hace un acto de piedad comulgando de mano de cualquiera y en cualquier misa, cuando lo que hay ahora es un neoarrianismo; el de antaño negaba la divinidad de nuestro Señor, el de ahora niega la divinidad de nuestro Señor en su Iglesia, en su cuerpo místico, como alguna vez lo dijo un sacerdote jesuita en España, pero que lamentablemente después no obraba en consecuencia; qué lucidez para catalogar de neoarrianismo lo que hoy vemos.

Sirva de ejemplo San Hermenegildo, pues gracias a su sangre derramada España llegó a ser la nación más católica del mundo, de la cual aquí en estas tierras somos herederos; no perdamos esa identidad cultural y religiosa como de hecho la estamos descuidando; que haya buenos pastores, santos obispos que apacienten la grey con la verdad de la divina palabra que está siendo pisoteada.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, perseverar sin olvidar esa gran promesa, por terribles que sean los acontecimientos que nos toca vivir y que se acrecentarán. Tarde o temprano habrá un solo redil bajo un solo pastor, promesa de nuestro Señor; por eso habla de otras ovejas que no son de este aprisco. Que la Santísima Virgen nos ayude para que todos podamos persistir en la verdad y salvar nuestras almas. +

P. BASILIO MERAMO
14 abril de 2002

domingo, 7 de abril de 2013

DOMINGO IN ALBIS, PRIMERO DESPUÉS DE PASCUA


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Este domingo primero después de Pascua o Domingo in albis, era después de haber transcurrido la octava, es decir ocho días, no sólo de la Resurrección de nuestro Señor sino también de los bautizados en la Iglesia; justamente se llamaba a este domingo y al sábado de ayer, in albis por ser cuando se les retiraba la vestidura blanca que durante toda la semana portaban los recién bautizados como símbolo de la pureza bautismal; de allí su nombre.

Y como vemos en el relato del evangelio de este día, los apóstoles estaban reunidos y tenían miedo; no salían a enfrentar al mundo, ni a evangelizar hasta recibir el Espíritu Santo que los fortaleciera. Es importante y debe tenerse en cuenta que, a pesar de todo, los apóstoles quedaron amedrentados, y especialmente con temor a los judíos, de que los matasen; por eso, cuando ya recibieron la fortaleza del Espíritu de Dios, del Espíritu Santo, se atrevieron a salir sin importarles ni los judíos ni el mundo; con una fe plena. Fe que, como dice también la epístola de este día, “vence al mundo”.

De ahí la necesidad de tener una fe vigorosa, profunda, arraigada, pues es la que vence al mundo, la que no teme ni a los judíos ni al mundo y es la que se basa en creer que nuestro Señor Jesucristo es Dios. Porque los musulmanes aceptan a nuestro Señor como un profeta, como lo hacían los arrianos, que se decían católicos, pero que negaban la divinidad de nuestro Señor Jesucristo. Y es por esa fe sobrenatural en la divinidad de nuestro Señor Jesucristo que tenemos la fortaleza cuando es plena, arraigada, vivificada por el Espíritu Santo, por el Espíritu de Dios.

Por eso es la gran batalla contra la fe que libra y librará Satanás con todos sus secuaces por todos los tiempos, y de allí la necesidad de conservar esa fe íntegra, sin mezcla, sin tergiversaciones, sin rebajas, sin diluirla, sino pura, sólida. Así, los católicos que tengan esa fe no tendrán miedo al mundo.

Y si hoy vemos que el mundo está socavando a la Iglesia es porque no hay fe, porque está faltando esa afirmación de la divinidad de nuestro Señor ante las falsas religiones, ante los judíos, ante los mahometanos, ante quien sea, y lo que hay es un diálogo vergonzoso, proclive a claudicar, de los hombres de Iglesia sin fe, con esas falsas religiones. Esa es la herejía aberrante actual del ecumenismo, que no reafirma la fe, la divinidad de nuestro Señor ante el mundo, ante las doctrinas infieles; esa es la crisis desastrosa y vergonzosa de los hombres de Iglesia de hoy que tienen pena de reafirmar públicamente su catolicidad y por consecuencia la divinidad de la Iglesia católica con exclusión de cualquier otra, de toda otra religión o credo.

Pero eso no se ve hoy por culpa de la jerarquía, hay que decirlo, que no cumple con su deber de evangelizar y de proclamar la divinidad de nuestro Señor, sino que se sienta a conversar, a dialogar y a rebajar la fe y a hacer de ese diálogo el fundamento de la predicación moderna. Por eso todo está cambiando. Esa es la obra de Satanás y de la estupidez de los católicos, idiotez en la misma jerarquía de la Iglesia que no es fiel a su sacrosanta misión y por eso el sacerdocio de hoy es vergonzante, no sólo en la moral y en los escándalos públicos, sino también en la doctrina y en la fe y como consecuencia de esta carencia, de esa falta de doctrina, vienen los desmanes y las aberraciones morales dentro del clero y el escándalo de los que no tienen fe; así, estúpidamente, se hacen protestantes, “Testigos de Jehová” o simplemente ateos.

Quién no se da cuenta de ello no vive en este mundo ni en esta Colombia llena de protestantes y de ateos, ¡qué claudicación! Por falta de fortaleza, de firmeza en la fe para proclamar la divinidad de nuestro Señor resucitado que es el Hijo de Dios, que es Dios mismo en persona, ¿cuál persona? La Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Quien no lo diga, que no lo proclame, no es católico, es un hereje y a eso nos invita la Iglesia con su predicación del evangelio y la epístola de hoy primer domingo de Pascua, porque la religión católica no son los templos ni los cuatro muros de piedra y el techo sino la fe, sin la doctrina católica.

Para eso se han construido los templos que vemos y por eso San Cipriano profetizó sabiamente hace ya más de mil años que al fin de los tiempos estas iglesias de piedra y de ladrillo serían invadidas por el anticristo y que por eso teníamos que guardar los templos de nuestras almas para poder guardar allí la fe. Díganme si eso no está ocurriendo hoy dentro de lo que se llama y se dice la Iglesia católica, que de católica le queda ya muy poco porque parece protestante. ¿Acaso los sacerdotes no andan como infieles por la calle sin ninguna distinción de su fe y de su ministerio? ¿Su confesión (la fe), no la han arrinconado ya, prácticamente?

Cuando vemos en el evangelio de hoy, contra todos los protestantes, que nuestro Señor es muy claro al decir: “Se perdonarán los pecados a aquellos a quienes los perdonéis; y se les retendrán a aquellos a quienes se los retengáis”, esos protestantes, que están con la palabra de Dios y la Biblia debajo del sobaco, ¿en dónde dejan esas palabras de las Escrituras?, o ¿es que son imbéciles?; pues si lo son mucho más somos nosotros si nos dejamos convencer. Vergüenza nos debe dar, que habiendo recibido la luz del bautismo nos sometamos así; ya nada es pecado. ¿Y eso no es protestantismo puro dentro de la Iglesia? Claro que sí. Y el que no se dé cuenta, ya es medio hereje.

Esa es la influencia de este modernismo, de este progresismo que invade la Iglesia y el templo de Dios. Y esa es la abominación de la desolación que tendrá asiento en el lugar santo como lo dicen las profecías y las Escrituras mil y una veces; que no tengamos ojo para discernir y detectar el mal con el dedo, es claudicación y falta de fe en la divinidad de nuestro Señor Jesucristo y el sacerdote que no lo predique así no tiene fe, y si le queda la tiene medio muerta, porque esto que estoy diciendo lo tendría que señalar todo presbítero católico si se estima con fe y quiera su santo y sagrado ministerio.

Da vergüenza, pero hay que decirlo, para que los pocos fieles que quedan o que quedemos sepamos defendernos, porque ya no tenemos el enemigo fuera sino dentro de la casa; el ladrón está en el interior de la Iglesia, no en el exterior; ya penetró, así que no basta cerrar las ventanas y las puertas si no estamos preparados antes desde adentro, y la única manera de estarlo es reafirmando en la Iglesia la fe en la divinidad de nuestro Señor; en eso se debe basar la misión y la predicación de la Iglesia católica apostólica y romana, no en el ecumenismo, no en la libertad religiosa para que cada uno crea en el monigote que le dé la gana en el nombre de Dios. ¡Qué estupidez más grande! Y que eso lo hayan dicho en un concilio, ¿qué obispos eran esos?, ¿de la Iglesia católica?

Es una vergüenza públicamente instaurada dentro de la Iglesia que un concilio que debería ser infalible por su propio derecho y que no lo fuera es lo mismo que si alguien deseara que su matrimonio fuera disoluble, no indisoluble o que pidiera un círculo cuadrado o un hombre con cuatro patas; ¡todas estas son estupideces!

Pues bien, esa es la sandez del mismo papa Pablo VI, al declarar un concilio ecuménico no infalible; eso no ha existido jamás ni podrá haberlo dentro de la Iglesia católica. ¿Dónde le quedó la teología? A ninguno de los obispos que estaban allí, a nadie se le ocurrió, por la presión moral de lo que representaba una reunión con tanta pompa como esa, pero faltó la fe y el humo del infierno penetró en el Concilio como lo dijo Pablo VI mismo, cuando habló de la autodemolición de la Iglesia; él mismo lo señaló. ¿Qué podemos nosotros decir hoy cuando después de treinta y cuarenta años vemos los desastres y todavía nos sigamos comiendo el cuento? Eso es aberrante.

Pues bien, es lo que hay que evitar, mis estimados hermanos, para que permanezcamos firmes en la fe sobrenatural de la única religión, de la única Iglesia, de la única verdad y nada más; porque si nuestro lenguaje no es “Sí, sí; No, no”, no es el de Dios y el del Evangelio, porque como lo dice San Mateo: “Diréis (solamente): Sí, sí; No, no. Todo lo que excede viene del Maligno”. Esto es categórico, tajante, vertical, intransigente, porque lo contrario viene de Satanás, y si no, lean el capítulo 5, versículo 37 de San Mateo. Ese es lo que hoy el mundo no quiere, ya que prefiere la confusión, el sí y el no; la verdad, el error; el bien y el mal en contubernio; no quiere lo tajante y lo intransigente de la verdad, sino la mediocridad; este es el espíritu de apostasía que hoy pulula por doquier y que en el orden político se llama democracia, que en el fondo es una religión antropoteísta, como decía Gómez Dávila, ese gran pensador colombiano, casi desconocido.

Pues bien, pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, que no caigamos en esos errores; que nos mantengamos con una fe pura e íntegra que proclame la divinidad de nuestro Señor Jesucristo ante el mundo, y así, venceremos al mundo y a Satanás. +

PADRE BASILIO MERAMO
27 de abril de 2003

miércoles, 3 de abril de 2013

UNA EXEGESIS APOCALIPTICA PARA NUESTRO TIEMPOS


Beato de Liébana en sus Comentarios al Apocalipsis, hace una exégesis que encaja

muy bien en esta época de la historia de la Iglesia y del Mundo que nos ha tocado

vivir y que pareciera haberla escrito para hoy, sobre todo después del Concilio

Vaticano II, que más bien fue un Gran Conciliábulo al brillar por su ausencia la

presencia del Espíritu Santo que garantiza la infalibilidad de la Iglesia; comentario

que, dicho sea de paso, permaneció inaccesible durante diez siglos, habiéndose

escrito en el siglo VIII.

Beato de Liébana era monje de un monasterio de la comarca de Liébana, en los

Picos de Europa en la región de Cantabria, quien era Abad del convento que antes

se llamaba de San Martín de Turieno (Tours) y en el siglo XII cambió de nombre

por el de su fundador Santo Toribio de Liébana.

Puesto que son textos muy dicientes, en estos últimos tiempos verdaderamente

apocalípticos, para el Mundo y para la Iglesia, son de importancia para nuestra

época.

Respecto a muchos que parecen que son fieles y hombres de Iglesia, pero que no lo

son, que dicen ser Iglesia pero que están en realidad fuera: “El atrio es lo que está a

las puertas del templo y parece que pertenece al templo; pero no es el templo,

porque no pertenece al ‘sancta sanctorum’: estos son los que parece que están en

la Iglesia y están afuera”. (Obras Completas de Beato de Liébana, ed. BAC, Madrid

1995, p. 453).

Los enemigos están dentro de la Iglesia: “(…) se ve ahora que son enemigos dentro

de la Iglesia. La bestia es el nombre genérico del enemigo del Cordero”. (Ibídem,

p. 485). “Pues en otro lugar se pronuncia un nombre de blasfemia, cuando dicen

que ellos están dentro de la Iglesia y persiguen a la Iglesia”. (Ibídem, p. 485).

Están dentro de la Iglesia, pero no son de la Iglesia: “la serpiente dio su poder a la

bestia, porque tiene falsos hermanos dentro de la Iglesia, que parece que son la

Iglesia y no lo son”. (Ibídem, p. 487).

Y es esto lo que le pasa a la actual jerarquía apóstata de la Nueva Iglesia

postconciliar “y por medio de ellos el diablo realiza sus acciones contra aquellos

que quiere seducir dentro de la Iglesia; por eso dijo a la Iglesia: sé que habitas

donde Satanás tiene su trono (Ap. 2, 13). Engañan éstos a los sencillos, con

toda clase de poder, signos, prodigios y mentiras, y perecen, según se dice: y vi

una de sus cabezas que parecía de muerte, pero su llaga mortal se le

curó. Ya dijimos arriba que la bestia tenía siete cabezas: esta es la octava. Es lo

 

mismo que dijimos: el que parece que está en la Iglesia bajo nombre de santidad,

pero no está en la Iglesia: porque es el simulacro que se ha inventado el diablo

para engañar a los religiosos bajo el nombre de religión”. (Ibídem, p. 487). ¿Y

quién más puede ostentar el nombre de santidad y el título, y quién con más veras,

si no es el mismo Romano Pontífice, a quien se le da el tratamiento de Su Santidad?

Y para aquellos que todavía no quieren admitir la falsedad, la usurpación y la

impostura, aquí va este texto que debiera quitarles la lagaña o las escamas de los

ojos: “Tiene el diablo dentro de la Iglesia, a esos que disfrazados de oveja, por

fuera parecen que son justos, y por dentro son lobos rapaces. Por eso no son

descubiertos junto con los otros hombres que son claramente malos, sino que son

considerados santos, porque con ellos están unidos en la misma unidad y acción y

a éstos los tiene el diablo dentro de la Iglesia y en medio del pueblo bajo

apariencia de santidad”. (Ibídem, p. 487).

Esto le cae como anillo al dedo, de un modo especial, no de oro sino de hierro, con

la tal y tan cacareada humildad y sencillez, al que hoy se hace llamar Francisco.

Estos impostores son además solapados: “Pero dijo que se les dio la blasfemia,

porque no se levantan abiertamente contra la Iglesia, con la que dicen que están

unidos; y al decir que son hijos de Dios, tienden trampas a los hijos de Dios”.

(Ibídem, p. 489).

“Como siempre la Iglesia parecía ser de todos los malos, no blasfeman

abiertamente contra la Iglesia, sino bajo nombre de santidad, formando parte del

misterio de iniquidad. Sin embargo, cuando llegue este tiempo del Anticristo,

cuando se produzca la dispersión, es decir, cuando claramente se haya

disgregado la Iglesia, y se haya manifestado en todo el mundo el hombre de

pecado, entonces se pondrá al descubierto y se manifestará y se comprenderá y

conocerá aquello que antes, bajo apariencias de religión, con palabras ocultas,

hablaba blasfemias contra Dios; pero ahora habla como la Iglesia católica”.

(Ibídem, p. 489).

“¿Quién habla engaños a Dios, sino el que finge que sirve a Dios para engañar?

Pues hablan a Dios, porque dicen las santas palabras católicas; pero hablan con

el fin de poder engañar a los ignorantes e incautos, por medio de estas palabras,

no recordando las enseñanzas de Cristo, los que actúan como los Fariseos y por

medio de estas palabras, se arriman a la cátedra de Moisés, y ambicionan las

primeras cátedras y los primeros honores, con el fin de ser llamados maestros por

los hombres (Mt. 23,6)”. (Ibídem, p. 489).

“Este es el engaño del que hablamos arriba, que se realiza en la Iglesia por medio

de los perversos sacerdotes, que fingen que sirven a Dios, para seducir a los

 

ignorantes, con el fin de conseguir seguidores suyos, puesto que ellos y la bestia

son una misma cosa. Descrita en general la bestia en la hipocresía, es decir en la

simulación de santidad, va luego a describir a la otra bestia que profiere claras

blasfemias, en sólo los prelados, es decir, los obispos; la va a describir de la

misma manera, pero no con una hipocresía oculta, como hemos dicho que sucede

en la bestia que ya hemos descrito, sino manifestada con palabras claras”.

(Ibídem, p. 491).

Vemos aquí como se perpetra el vil engaño por hipócritas usurpadores, y para esto

sirve el nombre de los grandes santos como el de San Francisco de Asís.

“El Mar es el pueblo abiertamente malo; la tierra son los obispos, sacerdotes y la

falsa religión: quienes bajo apariencias de santidad [y aquí no me puedo impedir

el recalcar el Su Santidad] no se ve que se agiten en el mundo, sino que parece que

obran quedamente, y simulan que son Iglesia y no lo son: porque en esta bestia

blasfeman ya abiertamente de la que, en la bestia arriba descrita, blasfeman

ocultamente”. (Ibídem, p. 493).

“Esta bestia de la tierra son los malos prelados en la Iglesia, que entregados a sus

placeres profesan las falsedades de su corazón”. (Ibídem, p. 493).

Este es el gran engaño, la falacia y la gran parodia de la Nueva Iglesia postconciliar

con toda su jerarquía y clero corrompidos: “Y tenía dos cuernos parecidos a

los del cordero: es decir, los dos Testamentos, la Ley y el Evangelio, por medio

de los que finge que profetiza y entre los suyos se presentaba como cordero y

simulaba imagen de hombre justo. Y hablaba como una serpiente. Pues

habla lleno de la malicia del diablo: éste va a realizar signos entre los hombres,

hasta incluso que parezca que los muertos resucitan, es decir, por su predicación,

parecerá que muchos se convierten, pero sólo ante los ojos de los hombres. [tal

como está pasando hoy con la elección de Bergoglio que tiene a su disposición

todos los medios masivos de publicidad a sus pies] Este es aquel engaño al Señor:

aparenta ser cordero, para inocular ocultamente los venenos de la serpiente. No

parecería un cordero si hablara claramente como serpiente. Finge ahora ser

cordero para devorar con mayor seguridad al cordero. Habla a Dios, con el fin de

alejar del camino de la verdad a los que buscan a Dios. Por eso el Señor,

advirtiendo a su Iglesia, dice así: tened cuidado de los falsos profetas que

vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos

rapaces (Mt. 7, 15)”. (Ibídem, p. 493-495).

“Dijo en presencia de la bestia, porque los obispos o presbíteros, distribuyendo

los sacramentos, realizan delante del pueblo lo que es útil a la voluntad del diablo,

bajo el ropaje del carisma de la Iglesia”. (Ibídem, p. 499). Cosas estas que hoy se

ven ocurrir dentro de la Iglesia.

 

“Así que la bestia que dice tiene dos cuernos, que es el cuerpo con todos los malos

sacerdotes, no tienen a nadie entre el diablo y los suyos, sino que está en la sola

palabra que dicen que ellos adoran a Cristo, que murió y resucitó; y en esta

palabra adoran al diablo, que ideó para los suyos este simulacro, con el fin de,

bajo el nombre de los malos sacerdotes, excluir de la Iglesia muchos miles de

hombres y lanzarlos al tormento de los infiernos”. (Ibídem, p. 501).

“Dice un nombre mediador, que son los mismos sacerdotes que bajo nombre de

religión, fingen que sirven a Dios y por medio del nombre de Dios adoran al

diablo”. (Ibídem, p. 501).

La herejía que se ha instaurado oficialmente en la Iglesia a partir del Concilio

Vaticano II, que más que concilio, es lo propio de un conciliábulo, la tenemos

claramente anunciada: “Recordando esto el Señor, y advirtiendo a las Iglesias de

los peligros de los últimos tiempos, dice: cuando veáis la irritación

anunciada por el profeta Daniel, erigida en el lugar Santo, el que lea,

que lo entienda (Mt. 24, 15). Se dice irritación cuando Dios se enfurece, porque

son adorados los ídolos en el lugar de Él, o cuando se introduce en las Iglesias la

doctrina de los herejes. Hay desolación porque los hombres inseguros y carnales,

seducidos por falsos signos y portentos, se alejan de la verdadera salvación”.

(Ibídem, p. 507).

“Este es el anuncio de la última persecución; es decir, la que va a suceder en

tiempo del Anticristo por un corto espacio de tiempo. Adora a la bestia y a su

imagen: es decir, al diablo y a su pueblo, y a su cabeza que parece degollada, es

decir, los sacerdotes que bajo el nombre de Cristo sirven al diablo dentro de la

Iglesia”. (Ibídem, p. 523).

Creo que con estos textos de Beato de Liébana, queda una vez más en tela de juicio

esta pseudo-jerarquía, pero con mucho poder y prestigio, y encubierta de santidad,

de la Pseudo-Iglesia o Nueva Iglesia conciliar.

 

 

Padre Basilio Méramo

Bogotá, 3 de Abril de 2013