San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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sábado, 30 de marzo de 2013

Domingo de Resurrección


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Este Domingo de Resurrección, Domingo de Pascua, es el día más solemne, la fiesta más importante de todo el año litúrgico; aunque quizás no sea la más popular como lo es la Navidad, pero en sí misma es la principal y por eso está rodeada de la octava, de las pocas octavas que han quedado, dado el recorte litúrgico que hacía de las éstas el esplendor de la fiesta, pero con la modernización se fueron recortando.

Por eso este día queda aún, a pesar de todo, con su octava, es decir, el festejo reiterado durante ocho días consecutivos. Es una lástima, dicho sea de paso, ver que aquí en Colombia y sobre todo en Santander la Pascua no tiene ninguna impronta familiar, no hay una reunión, un agasajo, una comida, nada que de modo un poco más ordinario y explícitamente así lo demuestre, como sí lo hay en Europa y me duele decirlo, a mí, que me ha tocado pasar muchos años la Pascua en el viejo continente. Allí, en Francia, en Italia, en España, existe la costumbre, muy arraigada, de festejar la Pascua. Claro está que aquí la gente vive la Semana Santa, pero ésta queda trunca sin el Domingo de Resurrección. Toda nuestra religión quedaría en el vacío sin la Resurrección de nuestro Señor. Toda su divinidad queda consignada, afirmada, proclamada, evidenciada y demostrada con la Resurrección.

Nadie es capaz de resucitar de la muerte; por eso el Único que podía decir que iba a morir y a resucitar por sus propios y exclusivos medios es Cristo nuestro Señor, porque es el Dios Encarnado, hecho carne, hecho hombre; por eso es verdadero Dios y verdadero hombre.

Toda su persona es divina, es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad la que se ha encarnado y, por eso, no obstante el estar muerto como hombre, separándose su alma de su cuerpo, Él es y sigue siendo el Dios vivo; porque ese cuerpo humanamente muerto, sin alma, era sustentado por la persona divina, por eso no era un cadáver como acontece con nosotros; no era un cuerpo en estado de putrefacción sino que en ese cuerpo estaba presente la divinidad aun en la tumba durante los tres días, y por eso su alma también estaba sustentada en su existir por el Verbo. Si bajó a los infiernos, es decir, al seno de Abraham, allí donde iban los justos del Antiguo Testamento para abrirle las puertas del cielo que estaban cerradas, su alma tenía la presencia de la divinidad de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad; misterio que no entendemos pero que conocemos por la revelación, por la fe.

Por eso en el Domingo de Resurrección de nuestro Señor, es el día más importante de la semana, justamente, y por eso se le llama al domingo día del Señor, porque fue el día en que se reúne su alma nuevamente con su cuerpo, con la manifestación y el esplendor del cuerpo glorioso. Sin embargo, nuestro Señor resucita y se queda durante un tiempo, cuarenta días, instruyendo a sus discípulos, adoctrinando a sus apóstoles, instituyendo las bases de su Iglesia católica, consolidándola, dándole toda su estructura sobrenatural hasta que venga a coronarla, a completarla, a perfeccionarla la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el día de Pentecostés a los cincuenta días de la Resurrección de nuestro Señor. Díez días después de su Ascensión a los cielos, porque para que bajara el Espíritu Santo, tenía que enviarlo nuestro Señor junto con el Padre Eterno y por eso tenía que elevarse a la gloria.

Es muy importante que lo tengamos, porque la Iglesia católica no está en el aire; está fundada sobre la piedra angular que es nuestro Señor y por eso no todo está en las Escrituras sino que la Revelación está también en esa transmisión oral y por tanto ésta no puede ser desechada, pues es la mitad de la verdad revelada, si así se puede decir. Esto lo hacen los protestantes, que tienen una revelación amputada por la mitad porque desprecian la Tradición, y sin ésta, la revelación escrita queda mal interpretada, distorsionada, por lo que ellos predican un Cristo mutilado, cercenado.

Debemos, pues, hoy más que nuca, meditar siempre en estos principios, en estas verdades, porque están siendo sacudidas al igual que Iglesia, como no lo ha sido nunca ni lo será jamás. Por tanto, para mantenernos firmes en la fe y en los fundamentos de la doctrina católica, apostólica y romana, tenemos que instruirnos y meditar en la oración, para que vivamos de estas verdades sobrenaturales como católicos y cristianos que somos.

Aunque también los protestantes han usurpado el nombre de cristianos, no lo son; protestan contra la enseñanza de la Iglesia; ese es su nombre, no lo olvidemos. La meditación de estos principios fundamentales, de estas verdades, nutre nuestras almas para que vivamos de la fe y la esperanza sobrenatural, bajo la coronación de la caridad sobrehumana; que no que sea filantrópica, masónica, terrena, como una cruz roja, un Gandhi, unas Naciones Unidas o Unesco, que no sirve para nada, porque esa es una parodia de altruismo, ya que la única caridad entre los hombres está fundamentada en el amor a Dios. No hay amor entre los hombres si no lo hay a Dios; ese es un principio categórico.

Por lo tanto, fuera de la religión católica no hay amor entre los hombres como no lo hay entre los judíos, entre los musulmanes, entre los protestantes, entre los budistas, ni entre ningún miembro de esas falsas creencias y religiones que ni lo son, porque religión es lo que religa, lo que une a Dios; el error de esas falsas creencias no puede jamás unir al hombre con Dios.

Pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen, que tengamos presente el significado de la Resurrección para que nosotros, con la mirada puesta en lo de arriba, en lo de Dios, podamos transitar a lo largo de esta corta o larga vida que nos toque a cada uno, sin perder la finalidad y el motivo de ella, que no está aquí en la tierra sino en Dios, que es Cristo nuestro Señor resucitado. +

P.BASILIO MÉRAMO
20 de abril de 2003


viernes, 29 de marzo de 2013

VIERNES SANTO


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Que esta Semana Santa nos sirva como medio para acercarnos más a nuestro Señor. Vemos el altar despojado, desolado, desnudo; no hay Santísimo, se le hace a la Cruz velada una reverencia profunda.

Después de la adoración, en que se devela la Cruz y todas las cruces, se le debe una genuflexión en honor a nuestro Señor. Hay una significación profunda de esta desolación del altar y no es únicamente lo que mira al pasado; ciertamente lo es la desolación por la muerte de nuestro Señor, los tres días que duró en la tumba, aunque no tres días de veinticuatro horas, pero sí tres en la manera de contar de los judíos; ese desamparo tiene un significado que no dudo en llamar apocalíptico, profético, porque no solamente mira hacia atrás sino hacia adelante, hacia el futuro, hacia el fin de los tiempos.

La Iglesia nos está predicando a través de esa aflicción de Semana Santa y de ese vaciamiento del altar, del sagrario, de esa velación de Cristo, de las imágenes, el eclipse de la Iglesia al fin de los tiempos. Y lo digo con todo el énfasis que le pueda dar y mucho más, para que se les grabe, porque esta verdad ha dejado de ser explícitamente enseñada por la Iglesia a través de la predicación, por falta de ese tesón profético, apocalíptico, y en vez de prepararnos, vamos a encontrarnos como sin saber qué hacer cuando llegue la hora, la de las tinieblas que están presagiadas en este altar vacío, sin Cristo; será la hora de Satanás, de la herejía, de la gran apostasía, de la abominación en el lugar santo.

Todo eso tiene una connotación y una realidad apocalípticas para los últimos tiempos, que hoy, nos gusten o no, nos toca vivir, sin saber cuándo sea exactamente ni el día ni la hora, pero cuando veamos los árboles reverdecer como la higuera sabremos que ya está a las puertas. Nadie sabe el día en que se va a morir, pero cuando vemos que alguien cae gravemente enfermo ya pensamos en la muerte; del mismo modo sin saber el día ni la hora, nuestro Señor, la Iglesia, nos prepara para la segunda venida de nuestro Señor. Pero antes de ésta, ese reino de nuestro Señor que pedimos en cada Padrenuestro, porque si fuese el reino del Sagrario no hay que pedirlo, ése lo tenemos todos los días; si es la Iglesia, esa la tenemos diariamente mal que bien, pero el reino de la plenitud de Cristo no solamente de derecho, sino de hecho, cuando todos los pueblos, todas las naciones adoren al verdadero Dios, ese es el reino que estamos pidiendo en el Padrenuestro.

Pero antes de que venga habrá una falsificación, reino ficticio, una falsa paz, un falso cristo que es el anticristo que propugna el judaísmo por no haber aceptado a nuestro Señor; por eso Él les dijo que a Él, que no venía en su nombre propio sino en el de su Padre no lo aceptaban, pero que a aquel, el otro, ese que vendrá en su propio nombre, sería aceptado como rey de los judíos. A esa instauración, duplicidad, falsificación de Cristo y de la Iglesia de nuestro Señor es a la que se encamina la obra mancomunada de hoy entre los poderes ocultos que detentan los resortes del mundo.

Debemos, pues, estar preparados para reconocer la verdadera faz de la Iglesia de Cristo y para que no claudiquemos dentro de una falsa Iglesia, dentro de un falso Cristo, cayendo así en la abominación de la desolación, adorando un dios impostor. Eso no se enseña desde hace mucho tiempo por ignorancia, por ceguera, por cobardía, por estupidez del clero comprometido con los reyes de este mundo, con los poderes de esta tierra. A eso se debe la decadencia dentro de la jerarquía de la Iglesia, que ha sido instaurada por nuestro Señor para defender la verdad y no para que ceda ante ella y por eso ese oscurecimiento de la Iglesia hacia el fin de los tiempos, presagiada, prefigurada en la liturgia de cada año en Semana Santa. Por ello no es simplemente un hecho del pasado que evocamos, sino que también apunta hacia la segunda venida de nuestro Señor, sin la cual la primera no tendría su coronamiento, su perfección, su plenitud.

Por haber sido castrado el aspecto profético apocalíptico en la mentalidad del clero dirigente de la Iglesia desde hace muchos años, vivimos en esta confusión, en esta anemia sobrenatural, viendo languidecer la fe y la verdad, para que se predique otra religión en nombre de Cristo pero sin Él, sin Cruz, sin su divinidad. Si hoy se confesara lo celestial de nuestro Señor no se aceptaría como doctrina común que las falsas religiones sean también caminos de salvación, porque la verdad excluye el error y éste está hoy siendo propagado a través de ese ecumenismo que pone en el mismo plano de igualdad a nuestro Señor y a su Iglesia con las doctrinas infieles, como nos lo dice el salmo 95,5: “Pues todos los dioses de los gentiles son demonios”16.

La religión de los gentiles (y estos en el Antiguo Testamento son los pueblos que no tienen la revelación que era el patrimonio del pueblo elegido, del pueblo judío) tiene por padre a Satanás. ¡Y que ahora se viene a decir y creer lo contrario! Esa es una prueba entonces de la gran falsificación que se agudizará. Por tanto, es mi deber en la medida en que pueda, recordárselo a los fieles para que estemos todos preparados, porque todavía tenemos un lugar sagrado, como esta capilla donde se puede libremente decir la Santa Misa; pero no sabemos si estaremos obligados a huir como en el tiempo de las catacumbas donde la situación era de “sálvese quien pueda”, guardando su fe en el corazón y teniendo que profesarla manifestándola con el derramamiento de la propia sangre, como han hecho muchos mártires.

Es de vital importancia no caer en una práctica abur-guesada de la religión, de acomodaticios, porque la religión requiere sacrificio; pero en el mundo de hoy, tanto el hombre como la mujer rehuyen todo lo difícil.

Sin sacrificio, sin Cruz, no hay religión católica, no hay virtud, no hay imitación de nuestro Señor Jesucristo, no hay martirio y no debemos olvidar que nuestro Señor fue una víctima en la Cruz, no lo olvidemos; la inmolación es el testimonio. ¿De qué? De que nuestro Señor dio su sangre. Y así entonces los mártires son los que dan su vida en prueba y fidelidad a imitación de nuestro Señor. Luego sería un error concebir una religión, una Iglesia católica sin Cruz, sin sacrificio.

No es de extrañar tampoco, mis estimados hermanos, que la Misa haya sido modificada, cambiada, trastocada, para hacer desaparecer en la medida de lo posible todo contenido de inmolación; por lo mismo hoy se habla mucho de misterio pascual. La Misa no es eso, no es la celebración de la Pascua de nuestro Señor, es de su muerte; son dos términos muy distintos. Distinto es que en el fallecimiento de nuestro Señor también prefiguramos su resurrección, porque de hecho resucitó al tercer día; con la Santa Misa no conmemoramos la resurrección sino la muerte de nuestro Señor y por eso lo tenemos ahí clavado en la Cruz, por si no nos damos cuenta.

Eso demuestra hasta dónde hay la adulteración de la verdad, muy sutilmente manipulada. Y si no hay sacerdotes y obispos lúcidos, ¿cómo va el pueblo a poder detectar eso?, ¡imposible!; hasta se diría que prácticamente la gente no tendría mayor culpa, salvo si adhiere conscientemente al error; pero, de hecho, nadie quiere ser engañado, y eso es lo que pasa hoy.

En consecuencia, la Pasión de nuestro Señor, acontecida hace dos mil años, debe recordarnos ese mensaje profético de la Pasión de la Iglesia hacia el fin de los tiempos. Ésta va a hacer su subida al calvario al fin de lo vida; ese es el mensaje de cada Semana Santa hacia el futuro, porque así como nuestro Señor sufrió y padeció en su cuerpo físico, al final de los tiempos la Iglesia, su Cuerpo Místico, sufrirá, pasará su Pasión.

Esa es la razón por la cual la Iglesia está padeciendo hoy esta Pasión que se irá acrecentando y a la cual nuestra Señora, en La Salette, se refirió al hablar del eclipse de la Iglesia. Y la divisa del actual pontificado de Juan Pablo II, “De labore solis”, en buen latín literario como el de Cicerón, traduce: el eclipse del sol, labore solis, labore lunae, de luna, eso se puede ver en cualquier diccionario de latín-español; que no cometan el error gramático de decir que los trabajos del sol, que no tiene ningún contenido, ningún significado, cuando diferente sí es y lo tiene al traducir el eclipse del sol. ¿Qué da luz? El sol, que es nuestro Señor, el sol que es la Iglesia. Ya se entiende entonces y, ¿quién osa decirlo? nadie y, sin embargo, es así. Para que nos demos cuenta una vez más de cuán engañados se nos tiene, adormilados, anestesiados, como cuando a alguien que va a ser intervenido en una operación quirúrgica, le aplican una inyección le pueden cortar la cabeza, y queda ahí campante sin enterarse; así sucede hoy.

No es de extrañar que se pierda la fe, el dogma, la moral, el sentido sagrado, sacramental y trascendental de la religión, todo eso se está olvidando y es un síntoma más de la decadencia anunciada para los últimos tiempos; no es de un día para otro, lleva un proceso lento, firme y seguro; y cuando comienza ese gran “caterpillar”, si podemos imaginarlo así, a andar lentamente, ¿quién se le pone por delante, quién lo para?, ¡nadie! Pues así mismo no lo va a detener nadie sino nuestro Señor cuando venga con el fulgor de su presencia majestuosa al fin de los tiempos.

Si esta devastación nos sorprende los sentidos al ver el tabernáculo vacío, desnudo el altar, desolada la Iglesia, humillada, eso tiene un significado para ella; estamos en la hora de las tinieblas, de su Pasión, como nos lo ha indicado más de una vez en sus verdaderas apariciones nuestra Señora, como en La Salette; y también con las lágrimas que ha derramado en esa gran manifestación de 1953 en Siracusa, donde hubo conversiones de miles de comunistas al ver a esa imagen llorar durante cuatro días consecutivos, reconocidas por Pío XII. Nuestra Señora no hizo más que llorar, y ¿cuándo lo hace una madre sin hablar? Cuando el mal ya es inevitable, inminente, ¿qué hace?, gime, y si esas lágrimas de una madre no hacen reflexionar a sus hijos cualquier palabra es vana, nula, porque todo hijo bien nacido reaccionaría ante el desconsuelo de su madre.

Ese es el significado de las lágrimas que nuestra Señora derrama sin parar y que a pesar de que ya han pasado cincuenta años sin que estos hechos se conozcan. Aquí en Colombia se saben gracias a monseñor Cadavid, quien reunió en un pequeño libro esa y otras apariciones ordenándolas y dándoles ese contexto profundamente teológico y apocalíptico de los verdaderos mensajes de nuestra Santísima Madre del cielo, para que estuviésemos preparados a la hora de la gran prueba de la Iglesia y de nosotros, que somos miembros de la Iglesia.

La Tradición de la Iglesia sufre, gime y es perseguida y nosotros debemos padecer pero sabiendo por qué. Porque el hombre no sufre como el animal, que no se da cuenta. Por eso, en realidad el animal no sufre si siente dolor, porque el sufrimiento es el daño comprendido por un alma racional, así que es tonto decir que el animal padece; a éste le duele, gime, llora, pero no sufre porque esta connotación tiene una relación del dolor sensible con el alma espiritual; es muy distinto.

Y cuando se sabe por qué se tolera, entonces así se asimila la Cruz y nos transfiguramos en imagen del Cristo inmolado y doliente y eso lo sabe todo aquel que soporte con un mínimo de fe y el que no lo sabe es porque no tiene fe y el que no la tiene, sufre como un condenado porque como lo dice el poeta: “Hay tres cruces en el Calvario; elige sabiamente puesto que es necesario o sufrir como santo o como penitente o si no como réprobo que pena eternamente”. Sufrir sin fe es hacerlo como los demonios, como los réprobos, como los condenados. De ahí la necesidad de la fe para padecer en compañía de nuestro señor Jesucristo y comprender el misterio de la Cruz.

En la medida en que podamos decir que entendemos, participamos de los dolores de la Pasión y la muerte de nuestro Señor. Captar también el significado real de la Semana Santa. Si no lo asimilamos no entenderemos absolutamente nada de ese gran ejemplo del cual dan testimonio todos los santos con sus vidas, ese arte de saber sufrir en armonía con la Pasión de nuestro Señor. Si comprendemos eso aunque sea un poquito, habremos sabido más que cualquier erudito el significado de ésta y de todas las Semanas Santas, de la Pasión y de la muerte de nuestro Señor Jesucristo.

P. BASILIO MÉRAMO
18 de abril de 2003

jueves, 28 de marzo de 2013

TRIDUO SACRO " In Cena Domini" Jueves Santo, La Institución del Sacerdocio y de la Sagrada Eucaristía.

Escuche usted en línea

Homilía  para esta magna festividad
 
R.P. BASILIO MERAMO
28 de Marzo 2013

     Por Verdadera caridad, ponga especial atención al Reverendo Padre Méramo, refutando entre otras,  las  teorías heréticas del Padre Calderón "Vedeteologo" de la Neo-Frater,  coincidentes con los postulados que  difunde JC Ceriani en Radio-Ceriandad,  sin que puedan ser comprendidas en la  "Otrora  Radio 100%  Católica".

Alberto González

miércoles, 27 de marzo de 2013

ACUERDISMO, CERIANDAD, THUCSONIANOS WILLY Y OTROS DEMONIOS


La  terrible confusión  predicha en uso del subjetivismo, aunado a la dialéctica bolchevique, en estas épocas,  comenzó  a causar los más  grandes estragos dentro del pequeño rebaño, los dimes y diretes, no se han hecho esperar,   que  si  un  cuasi sacerdote, cree,  y  que  si  el  otro le  contesta,  no  hacen  más  que  confundir  cada  vez mas,  incluso,  las mismas  contradicciones   personales,   como  en el caso concreto del  novedoso  Caselista  de  radio  Cristiandad,  J.C- Ceriani,  quien dice  que  para  ÉL,  Bergoglio  no  es  papa, en virtud  de  que  su  consagración,  "puede  verse  afectada" de  nulidad  por haber realizada posterior a las montinianas reformas,  cuando  él mismo,  citó con antelación, que  solo  bastaba  para  la  elección papal,  que  fuera  un  bautizado,  y  si  con  eso  no  le  alcanza,  AUN  TIENE  VIVO  A  SU  PAPA  EMÉRITO;  (lo  único  que  tiene  que  ver,  es  que  para  EL,  el  primer  medio  tiempo,  del  medio  tiempo  mas  de  San Daniel Profeta,  le  abarca mas  espacio  temporal).   Por  otro lado  el hiperliberanismo populista  de  topogigio primero,  hace  colegir  a los thucksianos,  que  este  es  mas  hereje  y  mas  antipapa, y  mil  etcéteras mas.

     No debemos  olvidar,  que  ningún ser humano, tiene  la  capacidad  de  sentenciar  válidamente  al  respecto, "NADIE PUEDE AGREGAR  UN CODO A SU ESTATURA A FUERZA DE DISCURRIR" 


     Empero  para  estas épocas  es  peor  aún,  porque  por  una parte los  llamados  sedevacantistas,  (en todas  sus  facciones,  Usurpaduristas, ocupadistas, semisedevacantistas,  sedevacantistas ligth,  y  20  etcéteras),  no hacen  más  que  creer  a  los  falsos  Profetas,  que  indican o indicaron  que  el  Cristo,  está  en  el  desierto,  y por  su parte,  los  progres,  semiprogres,  cuasi  progres, acuerdistas, semiacuerdistas, post acuerdistas,  Williamsonianos, y  demás,  no  hacen mas  que  creer  a los  falsos  profetas,  que  el  cristo  esta  en  el  fondo de la  casa,  los  primeros,  no  quieren  salir  de  jerusalem-Roma,  tratando  de demostrar,  que  lo  que  esta  en  el fondo  de la  casa,  debe  ser,  puede  ser  o  tal  vez  sea  un  falso papa,  el  hereje,  y en consecuencia  el Cristo,  está  en  el  desierto, por  su  sede  desierta,  y  por  otro  lado,  todo  aquel  que  quiere forzar   que  si  lo esta,  que  si  lo  es,  y  que  es  posible  convertirle,  incluso,  los  williamsonianos,  quienes  no  saben  si  si  o  si  no,  sino  todo  lo  contrario,  a  la postre  lo  único  que  estan  haciendo,  es  No  salir  de  jerusalem-Roma.

     Si  a  esto aunamos  el peligro  de  los  garabandalismos que  aun esperan la  luz  en  el cielo, que  anuncie  al  conciliábulo nuevamente,  cosa que  sucedió,  en  1925,  y  a  quienes  hacen creer  que  aun  falta  una  nueva  mujer  vestida  de  sol,  con todas  las  características  que menciona el apocalipsis,  desestimando, que eso fue cumplimentado  en  Fátima,  en realidad,  esperan  vanamente  en  mas  falsos GRANDES milagros,  triunfos  portentosos,  de  los  postergadores,  como williamson,  e  incluso el mismo  ceriani,  quien  además trata  de hacer creer  a los  menos  cultos  y débiles,    en  algúnas  herejías  comunes,  directa  o  indirectamente,  con el ulterior resultado,  de  que  la  grey  este  mal ubicada en  el  mapa.


     Para  quienes  pretendan obedecer  y observar las divinas  disposiciones,  debemos  tener  presente:

San Mateo (13,14-20)

"Por tanto, cuando viereis que la abominación de la desolación, que fue dicha por el profeta Daniel, está en el lugar santo, el que lee entienda. Entonces los que estén en la Judea, huyan a los montes. Y el que en el tejado, no descienda a tomar alguna cosa de su casa. Y el que en el campo, no vuelva a tomar su túnica. ¡Mas ay de las preñadas y de las que crían en aquellos días! Rogad, pues, que vuestra huida no suceda en invierno o en sábado. Porque habrá entonces grande tribulación, cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora ni será. Y si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva; mas por los escogidos aquellos días serían abreviados".


 ó  San Marcos  (13,  14-20)

"Cuando, empero, viereis la abominación de la desolación, establecida donde menos debiera (el que lea esto haga reflexión sobre ello), entonces los que moran en Judea huyan a los montes. Y el que se encuentre en el terrado no baje a casa, ni entre a sacar de ella alguna cosa. Y el que esté en el campo no torne atrás a tomar su vestido. Mas ¡ay de las que estarán encinta, y de las que criarán en aquellos días! Por eso rogad a Dios que no sucedan estas cosas durante el invierno. Porque serán tales las tribulaciones de aquellos días, cuales no se han visto desde que Dios crió el mundo hasta el presente, ni se verán. Y si el Señor no hubiese abreviado aquellos días, no se salvaría hombre alguno: mas en gracia de los escogidos, que El se eligió, los ha abreviado".


SI AUN ESTABAIS EN JERUSALEN,  SAL,  Y SI  FUERA, NO REGRESES  NI POR LA TÚNICA,  Mucho menos te pongas  a  ver lo que llevó a Felon a regresar a Jerusalén, o a volver a visitarlo en el próximo octubre;   O  como  Williamson,  pretende  semi regresar,  no  te pongas  a  dilucidar como si te pretendieras diosesito,  si  Franc-zinger está  o  no  ordenado,  huid  y no  regreses  NI POR LA TUNICA.

El mismo Evangelio  nos indica la Divina palabra:
San Mateo, (24, 23-28) 

"Entonces si alguno os dijere: Mirad, el Cristo está aquí o allí, no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y prodigios, de modo que (si puede ser) caigan en error aun los escogidos. Ved que os lo he dicho de antemano. Por lo cual si os dijeren: He aquí que está en el desierto, no salgáis; mirad que está en lo más retirado de la casa, no lo creáis. Porque como el relámpago sale del Oriente, y se deja ver hasta el Occidente, así será también la venida del Hijo del hombre. Donde quiera que estuviese el cuerpo, allí se juntarán también las águilas".

y  San Marcos (13, 21-27)


"Entonces si alguno os dijere: Ve aquí el Cristo, o vele allí, no le creáis; porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, los cuales harán alarde de milagros y prodigios para seducir, si ser pudiese, a los mismos escogidos. Por tanto, vosotros estad sobre aviso. Ya veis que yo os lo he predicho todo, a fin de que no seáis sorprendidos. Y pasados aquellos días de tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no alumbrará. Y las estrellas del cielo caerán, o amenazarán ruina, y las potestades que hay en los cielos, bambolearán. Entonces se verá venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria. El cual enviará luego sus ángeles, y congregará a sus escogidos de las cuatro partes del mundo, desde el último cabo de la tierra hasta la extremidad del cielo"

  Debemos estar al pié  del  cañón,  como  indican todos  los  canones para  estas  especificas  épocas,  con  el  último recurso  que el Cielo  dio  al  Hombre,  (devoción al inmaculado corazón de la  santísima Virgen María, y la práctica del rezo  del santo rosario,  (15 misterios diarios) cosas  que  SI DEBERÍAN SER DIFUNDIDAS.

     Y no  intentado  juzgar con  el  subjetivo  me  parece,  para  mi,  o  yo  creo.     Lo  que  se  está obligado  a  creer,  la  Iglesia  de siempre,  le  llama  dogma,  y tenemos las frases  claves,   en  Portugal  se  conserva  el  Dogma  de  la  Fe,  cumpliendo  con  esa  Mariana  disposición,  del  santo rosario,  con  amor  filial,  al Portus calos,  Puerto hermoso,  la  misma  Santísima Virgen María,  a  caso  no  nos  despeguemos  de  lo que  debemos  creer,  ya  nos  fue  predicho  de  manera  específica,  que  el periodo  del anticristo,  estaría  compuesto  por  un  tiempo,  dos  tiempos  y medio  tiempo  mas,  pór  eso  cuando  ceriani,  y  williamson,  pretenden  dilatar  el tiempo  de  la  Gloriosa  Parusía,  con  la  falsa  espera  de  un  nuevo  anticristo, no  solo  des previenen  a la  grey,  sino  que  ellos  solos  se  contradicen  y  caen  en errores  algunos  garrafales,  esperando  a  otro  anticristo,  cuando el periodo  del  medio  tiempo  mas  ratzingereano,  justo  esta en  jaque  mate,  con  el nuevo    bebe  franc-zinger.,  que  dicho sea de paso, termina por cumplimentar  la  misma  revelación mariana  y  a  San  francisco,  cuando  concuerdan en que habrá un Papa Falso y uno legítimo,  el  indicativo,  sin precedentes,  es  que  ambos  estén vivos  y en la misma  sede  del  AntiCristo, que  empero,  nos  acaba  de confirmar de manera categórica,  el punto exacto y francamente parusiaco en el que nos encontramos.

Demos  estar  tener  bien  presente,  que  el  desolador  YA  ESTA  JUZGADO  Y  SENTENCIADO,  y  eso  esta  hecho,  por quien  SI PUEDE  HACERLO,  Y POR QUIEN  SI  TIENE  DERECHO  PARA  HACERLO,  Él  mismo  que  nos previno,  que a los falsos profetas (específicamente anunciantes de los falsos cristos)  "NO LES CREAIS." 

    
Señores,  no  estamos  hablando  de  ver  si  son papas  o  si  son  herejes,  o  si son  antipapas,  o  si  están ordenados  o  si  válidamente  ocupan  o  no,    ES  LA  GRAN  ABOMINACION DE DESOLADORA,  con  el  vatidillo,  y la  Gran  abominación  de la  desolación,  consecuencia esta de la primera,  (  estaba muy  triste  felón por estar  alejados),   con  los  falsos  profetas  que  anuncian  falsos  cristos,  unos  en  el desierto  y otros  en  el  fondo,  cuando  el  verdadero  cristiano,  no regresa  a  Roma  Ni por la  Túnica,  y  espera  como vírgenes  prudentes,  (con  gracia,  y  obvio  sin  haber  fornicado,  con  los  reyezuelos del mundo),   y  no  habiendo  proclamado  herejías  y postergaciones  a la  Gloriosa  Parusía.


   Es  cierto  que  la  soberbia  en estas  épocas  también  será  un poderoso  coadyuvante,  pero  si  combina  la  soberbia  con  la  estupidez,  podremos  encontrar  por ejemplo,  las  herejías  de  CERIANI,  incoadas, sin  que  sean  percibidas,  como  entre  otras,  aquella  en  donde  haciendo  un  programa Radio teatro,  relativo a la  Semana Santa el  hereje  de maras Jorge Mario  Ceriani (obvia befa por la similitud en ascendencia italiana, trascendental para quienes saben de apocalipsis),  le  puso  las  palabras  a  su personaje: "dios suyo,  dios  suyo,  porque le haz  desamparado", Y  TODA,  la  estólida  radio  y  probablemente  muchos  o  todos de los  radiosecuchas  se  la  tragaron entera,  sin  darse  cuenta  que  la  figura  Amparo  o amparar,  es  constituida  por  una  relación  entre  un  Ente  mayor  y un  ente  Menor,  lo  que  necesariamente  implica,  que  el  hereje,  esta  haciendo  una  diferenciación  entre  la  Divinidad  del  Hijo,  y la  del Padre,  mientras  que a  Iglesia de siempre,  nos  ha  enseñado,  que  el  "Eli Eli"...   se  traduce,  en  un  ¿porque me has  abandonado?,  pequeñísima  diferencia,  y  pequeñísimo error,  que  indican  una  relación  entre  entes  iguales,  que  empero,  como  es  de  esperarse,  el  intelectualoide  de  Ricardo  malsano,  se  tragó  completa,  y  como  ese,  la  radio  difusión  de  la  Hoy  Radio  Ceriandad,  está  llena  de  pequeñísimos  errores  heréticos,  que  obviamente,  ni  ven,  ni  entienden  ni  comprenden,  empero,  eso  si,  se creen  que  continúan  difundiendo  la  Voz  de la  tradición  católica.      No son pocas las ocasiones en las que nos vemos arrojando perlas/flores a los  CERDIANIS.

     Debemos  recordar,  que  nadie  estará  asistiéndonos  el  día  del  juicio,  que  nadie  va  a  estar dirimiendo  ni  dilucidando  en  la  Gloriosa  Parusía,  que  nadie,  ni  tu vecino,  ni  tus  compromisos,  ni  nada  te va  a  valer,  lo  único  que  es  salvífico,  es  "HACER  LO  QUE  JESUS  OS  DICE"

     Él,  nos  indica  que  ni  por la  túnica,  Él nos indicó  que si  salía  tuch,  diciendo  que  el  cristo estaba  en el  desierto,  o  que  si  salia  Felón  a  decirnos  que  estaba  en  el  fondo,  no  LES DEBEMOS CREER,  empero  también  convalidó,  a la  abominación  predicha por el profeta  Daniel,  con  el tiempo  del  anticristo,  en  un  tiempo,  dos  tiempos  y  medio  tiempo,   HOY  ESTAMOS  EN  EL  PERIODO  DEL  MEDIO TIEMPO MAS ,  con el bebe  del vatidillo,  Frack-zinger,  alertas  cristianos, porque  habrá  también quien pretenda haceros creer  que  el tiempo, será  dilatado,  en espera  de  otro  anticristo,   como  williamson,  como  thuc,  y el mismo Ceriani, o  que puede  ser arreglado  humanamente,  como  felón,  y  todo  el progresismo.


   Esto es independiente  a las comunes tentaciones,  aquellas  que  atentan  en contra  del decálogo,  los capitales  etc, empero  también las  conocidas  herejías,  aunque  disfrazadas, como  las  que  incoa  Ceriani  en  la nueva  Radio  ceriandad,  y que muy dolorosamente  por esa  mancuerna soberbia-estulticia, se  enceguecen  solos, por la  resistencia inherente  que  DIOS  tiene  al soberbio,  quienes  acallan sus conciencias  pretendiendo, que  tienen  un  muy posible herético sacramento, (por  lo menos,  quien  realmente  se  arrepiente además de enmendar, debe restituir,  y  el  hereje  de  marras,  JCC,  aunque pueda ver que ocasionó  una larga lista de pequeños errores, ni los enmienda, ni se arrepiente ni los corrige,  muy  lejos  de  ello,  el miércoles anterior a la  semana  mayor,  ratificó  su teoría herética de los sacramentos parciales,   que  es  no  solo  difundida  por  los otrora católicos  de  radio cristiandad,  sino  que  con  su espectacular  audiencia actual, adoctrinada por ellos,  tienen  un  muy  obscuro porvenir, a  no  ser  claro, que  de  ellos,  (como sucede)  no  se  queden  con  una  y  otra versiones,  sino  que  ahonden estudien y cotejen  los  dichos  de  JCC que difunde la  radio,  contra  lo que  siempre  ha pronunciado la Una santa católica y apostólica  Iglesia.

Y esto es  de manera  independiente  a  que la  misma  gente  de la  radio,  lo  quiera ver  o  no,  lo  acepte  o  no,  tenga  la  capacidad  de  dilucidarlo  o  no,  le  guste  o  no,  debemos recordar que nos van  a pedir cuentas  precisamente  de los  talentos que nos fueron conferidos,  y no me puedo imaginar  diciendo, que no dieron frutos, porque ceriani, porque Willy,  porque  felón  o  que por  thuck.

ACORTA ESTOS DIAS SEÑOR

PORQUE DE NO SER. NADIE SERA SALVO

SEA PARA GLORIA DE DIOS
 


Alberto González

lunes, 25 de marzo de 2013

Ceriandad; Ceriani y Odo Casel vs La Iglesia de siempre

Coteje Usted como habla la Iglesia Católica Apostólica y Romana de siempre, con los postulados del liberalista Odo Casel que profesa Juan Carlos Ceriani en Radio Ceriandad.  (La toría herética del liberalista Odo Casel, padre del Vatidillo II, señala, al igual que Ceriani, la presencia "Aparente"  y su teoría de sacramentos parciales ver aquí  )

 

 

LA MISA SACRAMENTO DE LA PASION Y MUERTE DE CRISTO RENOVACION DE LA MUERTE EN LA CRUZ





La Santa Misa es el Santo Sacrificio de la Cruz renovado incruentamente sobre el altar, es larenovación incruenta del Sacrificio del Calvario.

La realidad del Sacrificio de la Misa no es sólo natural, ni únicamente sobrenatural, sino que es un tercer orden donde se conjugan lo natural y lo sobrenatural conjunta e inseparablemente, es la realidad sacramental que como todo sacramento es un signo sensible (natural) que produce exopere operato (por la acción misma realizada u operada) la gracia que significa.

La Santa Misa es una realidad sacramental, a tal punto que en español se llegó a decir o hablar de Jesús Sacramentado para referirse a la Sagrada Hostia consagrada.

La Santa Misa es una realidad sacramental que consiste en un verdadero y real sacrificio
sacramentalmente realizado por la acción sacramental del sacerdote que es alter Christus
sacramentaliter, otro Cristo sacramentalmente por efecto de la gracia sacerdotal, que es una participación específica de la gracia de Unión Hipostática de Cristo como también Monseñor Lefebvre lo menciona en su Itinerario Espiritual (y que Monseñor Tissier, dicho sea de paso, se da el lujo de refutar en el libro que hizo sobre su biografía), y no una participación general de la gracia de Cristo como algunos teólogos no muy lúcidamente creen.

La Santa Misa como sacrificio real y verdadero es un sacrificio sacramentalmente realizado, es decir no es un sacrificio natural, físico y cruento, sino sacramental e incruento, con realidad substancial.

El vocablo cruento indica derramamiento físico de sangre, de aquí que el término incruento significa que no se trata de un derramamiento de sangre físico o natural, lo cual no significa que no haya efusión de sangre sacramentalmente (no natural, sino sacramental) que es el punto que algunos teólogos no han suficientemente captado y considerado.

Así el padre Garrigou-Lagrange, entre otros, hablan de efusión sacramental en la Santa Misa en el Sacrificio de la Misa, lo cual es evidente para que se pueda hablar de verdadero y real sacrificio sacramental, ya que no hay sacrificio pleno sin efusión o derramamiento de sangre tanto en la Cruz como en la Misa, pero de modo distinto. Para que se pueda hablar de Sacrificio de la Misa es evidente que tiene que haber sangre, su efusión o derramamiento, pero con la diferencia de ser sacramental y no física o natural como lo fue en la Cruz.


Si hay, como es así, efusión de sangre sacramental en el Santo Sacrificio de la Misa, es claro que también tiene que haber muerte del mismo modo, pero muerte no física y natural (cruenta) sino muerte sacramental real y verdadera, operada por la doble consagración separada que significa y causa el estado de efusión sacramental de la sangre y el estado en consecuencia de muerte sacramental. Esta efusión y muerte sacramental es lo que se realiza (renueva) en el Santo Sacrificio de la Misa, lo cual significa que la Santa Misa es la renovación sacramental de la Muerte de Cristo en la Cruz representada (vuelve a hacerse presente, hace presente) sobre el altar. De aquí que algunos teólogos hablan de muerte mística, aunque por la expresión misma el término místico no es muy contundente y preciso dada su amplitud.


En la Santa Misa no hay muerte física (natural, sensible, visible), pero sí hay muerte
sacramental (o estado de muerte sacramental), hay inmolación sacramental, hay efusión de sangre sacramentalmente derramada (separada).En la Santa Misa hay inmolación sacramental por la destrucción de la víctima que está muerta (cuerpo sin sangre) con muerte sacramental, o estado de muerte que se ha renovado sacramentalmente. Hay muerte sacramental realizada por la separación sacramental del Cuerpo y la Sangre. Hay efusión de sangre derramada sacramentalmente por la separación sacramental del Cuerpo y la Sangre consagrados separadamente. Hay sacrificio sacramentalmente realizado por la representación sacramental que renueva el Sacrificio del Calvario bajo las especies separadas del pan y del vino. Hay representación sacramental (por la renovación sacramental) de la muerte (física, natural) de Cristo en la Cruz por la separación sacramental del Cuerpo y de la Sangre operada por la doble consagración.


Renovar es hacer algo de nuevo, realizarlo de nuevo; es hacer nuevamente lo mismo, hacer de nuevo algo del pasado, y en este caso, hacer de nuevo el hecho histórico de la muerte de Cristo en la Cruz, de modo incruento sacramental. Representación (representar) es hacer presente, se hace presente nuevamente lo acontecido en la Cruz, el estado de muerte que hubo en la Cruz por el derramamiento (efusión) de la Sangre que se separó del Cuerpo. La representación puede ser por sí mismo o por otro gramaticalmente hablando, pero hay que tomar el término representar en su sentido clásico y no moderno, y mucho menos modernista. Representación hay que tomarlo en sentido teológico según Santo Tomas y según el Concilio de Trento.


Cuando se habla de símbolo se refiere a las apariencias o las especies, accidentes del pan y del vino, pero bajo estas especies (apariencias o accidentes) hay una realidad presente
substancialmente: el Cuerpo y la Sangre separados sacramentalmente, que representa también sacramental y substancialmente la Pasión y Muerte de Cristo sobre la Cruz. Los símbolos (signos simbólicos) señalan o se refieren a las especies (accidentes) del pan y del vino, que son signos de las especies, es un símbolo de la realidad sacramental. La inmolación (sacramental) operada por la doble consagración que separa la Sangre y el Cuerpo (ex vi sacramenti), es la separación sacramental que constituye la esencia del sacrificio sacramental realizado en la Misa, y no hay que confundirla con el símbolo.


Sin inmolación no hay sacrificio de la Cruz, ni de la Misa, y esa inmolación se realiza con la
muerte. Sin muerte no hay sacrificio de la Cruz. Así, en la Misa para que sea un real y verdadero sacrificio, el mismo de la Cruz, tiene que haber muerte, no cruenta sino incruenta o sacramental;pues sin muerte sacramental no hay sacrificio de la Misa. No basta la presencia substancial, sino que debe haber, además, la separación del Cuerpo y de la Sangre, lo cual se realiza sacramentalmente por la doble consagración por separado. Esto es lo que la Misa representa y renueva sacramental y substancialmente como Sacrificio propiciatorio real y verdadero.


Pero el estado de muerte sacramental requiere no sólo la presencia real del Cuerpo o de la
Sangre de Cristo bajo las especies, sino además la efusión sacramental sin la cual no hay muerte, ni sacrificio, ni inmolación en la Misa, y esta efusión es la que se realiza por la doble consagración sacramental que separa el Cuerpo y la Sangre de Cristo. En la Cruz hubo efusión física, en la Misa hay, cada vez, efusión sacramental. Ambas efusiones son reales, la una con realidad física, natural, la otra con realidad sacramental, tan real la una como la otra, cada una en su orden.


De nada vale decir que en la Misa hay sacrificio real y verdadero, luego que hay inmolación, si no se tiene claro y se concibe que se trata de una efusión sacramental y de una muerte sacramental, y esto es lo que permite afirmar que la Misa es un verdadero y real sacrificio, una verdadera y real inmolación incruenta. Sólo así puede haber el mismo y único sacrificio de la Cruz representado y renovado sacramentalmente sobre el altar, con lo cual se representa y se renueva la misma muerte de la Cruz sobre el altar de modo sacramental o incruento.


La muerte de Cristo en la Cruz es hoy un hecho pretérito (el Jueves Santo día de la Cena antes de la Pasión, sería un hecho futuro). La Misa en tanto sacrificio real y verdadero renueva el mismo hecho pretérito sobre el altar por la representación sacramental no natural, ni física, ni violenta ni cruentamente, sino incruentamente por la separación sacramental del Cuerpo y de la Sangre que expresan substancialmente la muerte; realizan actualmente el estado de muerte que aconteció en la Cruz. El estado de muerte es producido por la doble transubstanciación produciendo la separación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo por la fuerza o virtud del sacramento, que están real y substancialmente presentes bajo las especies (apariencias accidentales) del pan y del vino. Las especies o accidentes son signos o símbolos de la Pasión y Muerte en la Cruz. Esta separación sacramental renueva, reproduce y representa real y verdaderamente la muerte, de modo sacramental e incruento. Hay entonces muerte sacramental, inmolación sacramental y efusión sacramental de la sangre, sin lo cual no habría ni podría haber real y verdadero sacrificio de la Santa Misa.


Al definir la Misa como la renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz, se vuelve lógico y
evidente señalar que la Misa es la renovación incruenta de la muerte de Cristo sobre la Cruz, pues el Sacrificio de la Cruz es justamente de la muerte en la Cruz donde derramó su Sangre por nosotros. Luego esta muerte y efusión de sangre que caracteriza la Muerte en el Calvario tienen que darse en la Misa pero de modo sacramental, incruento, por lo cual en la Misa se renueva la efusión de sangre incruentamente, sacramentalmente.


La muerte simbólica es lo visible, lo que se ve de las especies del pan y del vino separados, pero esta muerte no agota la realidad sacramental, pues la muerte sacramental por la separación del Cuerpo y de la Sangre es la que representa la Muerte en la Cruz, el estado de muerte sobre la Cruz, donde murió Cristo física y naturalmente derramando su Sangre. Esta misma Sangre separada del Cuerpo representa sacramentalmente la Muerte de Cristo en la Cruz, su Pasión y su Muerte. No es sólo el símbolo de las apariencias (accidentes) del pan y del vino (muerte aparente), si no la realidad substancial del Cuerpo y de la Sangre de Cristo separados por la doble consagración y causados por la doble transubstanciación, lo cual representa la muerte sacramental de Cristo. La muerte simbólica (visible) o muerte aparente (lo que aparece, es decir los accidentes) no es la muerte sacramental, la cual no se ve, pues la substancia del Cuerpo separado y de la Sangre derramada de Cristo no se ven.


No hay que confundir inmolación, sacrificio, efusión y muerte simbólica por las especies (visible por las apariencias o accidentes del pan y del vino), con la inmolación, sacrificio, efusión y muerte real sacramental, de la realidad substancialmente presente en estado de muerte sacramental. La Misa es un misterio sacramental y el misterio sacramental más grande que existe (mysterium fidei). Cristo no muere como persona (Divina) que es, si no como hombre cuya Alma se separó de su Cuerpo muriendo en la Cruz, muerte que aconteció por la efusión de su Sangre separada del Cuerpo; por eso algunos, fijándose más en la Persona Divina y en el estado actual de su Cuerpo glorioso hablan de muerte aparente pensando más en esto que en la humanidad de Cristo al referirse a la Misa. Pero hablar de muerte aparente implica que todo es también aparente: el sacramento, el sacrificio, la inmolación, y esto es puro protestantismo y modernismo. Lo sacramental es tan real como lo natural (material o espiritual) y lo sobrenatural.

Nuestro Señor no vuelve a morir, ni vuelve a sacrificarse de nuevo en cada Misa, como si
volviese a morir otra vez, y así para evitar este error algunos hablan de muerte aparente. En cada Misa vuelve a reproducirse, a realizarse nuevamente el mismo sacrificio, la misma inmolación y la misma muerte pretérita (de la Cruz), luego hay en cada Misa sacrificio, inmolación y muerte sacramental, y en este sentido se reproduce lo mismo, se realiza lo mismo una vez más. Por esto la Misa es la renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz. La Misa es la efusión sacramental de la Sangre de Cristo. La Misa es la representación sacramental de la muerte de Cristo. En la Santa Misa se renueva sacramentalmente el estado de muerte que Cristo tuvo sobre la Cruz hace 2000 años. Sin efusión de sangre no hay remisión de los pecados: “Sine sanguinis effusione non fit remissio, Hebr.” (S. Th. III, q.69, a.1, ad 2), como tampoco hay aplicación de esa remisión de los pecados sin efusión sacramental de la Santa Misa, es evidente.


Debe quedar claro que en el Santo Sacrificio de la Misa no hay muerte aparente sino muerte real sacramental, o estado de muerte real sacramental, no una nueva muerte, otra muerte, sino la misma de la Cruz reproducida, repetida o renovada sacramental y substancialmente. Citamos el siguiente texto de Santo Tomás de Aquino, que basta y es suficiente: “Eucharistia est sacramentum passionis Christi” (S. Th. III, q. 73, a.3, ad 3). La Misa es el sacramento de la Pasión de Cristo, luego de la muerte, es evidente. Por esto la Misa es la representación sacramental de la Muerte de Cristo, es la renovación sacramental de la Muerte de Cristo. La Misa es la representación sacramental real y verdadera del drama de la Cruz, de la inmolación de Cristo en la Cruz, de la efusión de la Sangre derramada en la Cruz, de la muerte de Cristo en la Cruz, de la Pasión y Muerte de Cristo en el Calvario.


Es más que un símbolo que se ve, es el misterio sacramental que no se ve cuya substancia si bien no se ve está presente bajo las especies, apariencias, accidentes del pan y del vino; la presencia substancial no se ve, pero está ahí en estado de inmolación, de sacrificio, de efusión de sangre y de muerte sacramentales. En la Misa hay Sacrificio y Muerte sacramental pero no hay deicidio. El sacerdote sacrifica pero no es deicida al renovar sacramentalmente en cada Misa el Sacrificio del Calvario. No hay deicidio al realizar el sacrificio sacramentalmente, es un sacrificio puramente sacramental. Por esto no hay que confundir Sacrificio natural cruento de Cristo y Sacrificio Eucarístico de Cristo.


La Misa es un sacrificio sacramental que renueva y representa la muerte en la Cruz; la Misa es el sacramento de la Muerte de Cristo, pero Nuestro Señor Jesucristo no está en la Misa
nuevamente muriendo aparentemente, ni realmente tampoco, pues no vuelve a morir otra vez. El cuerpo de Cristo está en estado de muerte sacramental lo cual representa la muerte física en la Cruz, de modo sacramental, incruento, renovándose así la muerte sacramental, por lo cual en cada Misa se realiza y se causa la muerte substancialmente. Hay muerte sacramental o estado de muerte sacramental sin que vuelva de nuevo a morir una segunda o enésima vez. Cristo no vuelve a morir de nuevo (nuevamente), lo que se realiza de nuevo es el estado de muerte que tuvo en la Cruz. Cristo no se sacrifica, ni se inmola, ni muere de nuevo; en la Misa se vuelve a reproducir el sacrificio, la inmolación, la efusión y la muerte de Cristo que hubo en la Cruz de modo sacramental. Tenemos, así, el mismo sacrificio, la misma inmolación, la misma efusión, la misma muerte substancialmente que hubo en la Cruz, renovándose la muerte y representándose de nuevo de modo sacramental, incruentamente.


Es gracias a la realidad substancial, sacramental (no puramente simbólica), que se puede
realizar la misma realidad de orden físico o natural, pero de modo sacramental.


La Misa es la representación de la muerte en la Cruz, la misma muerte pretérita del Calvario, renovada, representada, vuelta presente, presentada nuevamente sin sufrir ni morir. La muerte está producida substancialmente, es decir, se renueva sacramentalmente la efusión o derramamiento de la sangre, substancialmente presente por la transubstanciación.


¿Por qué se habla o debe hablar de muerte en la Misa? Porque en virtud de las palabras sacramentales o forma del sacramento se consagra (ex vi sacramenti) el Cuerpo y la Sangre separados, y esto constituye la muerte sacramental realmente y no aparentemente, pues tenemos sacramentalmente el Cuerpo sin Sangre y la Sangre separada del Cuerpo, por efecto directo de la transubstanciación. Aunque por concomitancia, allí donde está el Cuerpo está la Sangre y viceversa, junto con el Alma y Divinidad, pues está Cristo todo entero. No hay que confundir lo real natural con lo real sacramental. Hay que distinguir como hace Santo Tomas entre ex vi sacramenti y ex naturale concomitantia, lo uno pertenece a la realidad sacramental y lo otro a la realidad natural, física.


Lo real no excluye lo sacramental ni la muerte real a la muerte sacramental; lo real excluye el no ser; real es lo que es, y lo no real es lo que no es: la nada; todo lo sacramental tiene un ser sacramental, una realidad substancial, de lo contrario no se podría hablar de presencia real, verdadera y substancial de Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Hostia. Negarlo es una herejía.


Cuando San Pedro Eymard o algún otro dice que no hay muerte real esto quiere decir que no hay muerte física, natural; y cuando habla de muerte mística quiere decir más exactamente muerte sacramental; pero esta muerte es real según la realidad sacramental, representativa, significativa y causal.


Si la Sangre está separada del Cuerpo es porque por lo menos en algún momento o instante se separó del Cuerpo, y en esta separación consiste el derramamiento o efusión de sangre, sea física o sea sacramental, y esta separación producida sacramentalmente por las palabras de la consagración, constituyen la efusión sacramental.

La transubstanciación (la conversión de la substancia) del pan y del vino en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo termina directamente en el Cuerpo sin Sangre y sin Alma, ni Divinidad, y de la Sangre derramada, sin el Cuerpo ni Alma, ni Divinidad. Es la substancia únicamente del Cuerpo y de la Sangre sin más, lo causado por la transubstanciación. Todo lo demás viene a estar por natural concomitancia, es decir, lo que esta naturalmente unido, actualmente, ahora (la realidad física actual).


El Cuerpo y la Sangre están separados sacramental y realmente, y está mal decir que están
separados sacramentalmente pero no realmente; lo sacramental y lo real no se oponen, lo que se opone o distingue es lo natural y lo sacramental. Negar la realidad sacramental es
protestantismo puro y herejía modernista.


Hay tres realidades o tres órdenes distintos de la realidad: la natural, la sobrenatural y la
sacramental. El orden sacramental nace del matrimonio indisoluble entre el orden natural y el orden sobrenatural. La Encarnación es el matrimonio indisoluble de lo natural creado con la Divinidad increada unidos en Cristo por toda la eternidad.


Lo místico y lo simbólico pueden referirse y aplicarse a cualquiera de estos tres órdenes de lo real, que son el natural, el sobrenatural y el sacramental. Lo sacramental es tan real como lo es lo natural y lo sobrenatural.


La muerte sacramental de Cristo en la Eucaristía, en el Sacrificio Eucarístico, o Sacrificio de la Santa Misa, es una muerte real, no física ni natural, sino sacramental, incruenta, es un estado de muerte real sacramental, pues el Cuerpo de Cristo y su Sangre están realmente presentes y separados substancialmente por la doble consagración por fuerza y efecto causal de las palabras sacramentales de la forma sobre la materia, no están en la propia y natural especie (cuerpo vivo, sangre viva circulando por las venas) sino en estado de muerte, de separación sacramental. Por estado natural Cristo está vivo en el cielo, por estado sacramental está muerto, en estado de muerte sacramental. Su Cuerpo está separado de su Sangre sobre el altar, aunque por natural concomitancia el Cuerpo está vivo y glorioso y así tenemos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad bajo cada especie consagrada, pero esto no es por efecto causal de la transubstanciación, que termina directa y únicamente en la substancia del Cuerpo exangüe, muerto, y la substancia de la
Sangre derramada, por efecto causal sacramental: ex vi sacramenti.


Cristo, la Verdad Eterna nos dejó con su Pasión y su Muerte el testimonio del sacrificio de la Cruz y su prolongación sacramental en la Santa Misa. La verdad conocida y asumida en el amor nos lleva inexorablemente al don de sí hasta la inmolación y la muerte, que nos dejo Nuestro Señor como testamento sacramentalmente.


No hay que confundir símbolos, signos, accidentes sacramentales (apariencias de pan y vino): sacramentum tantum, con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, o sea la substancia del Cuerpo y la Sangre: res et sacramentum; ni confundir la gracia: res tantum, que es el efecto sobrenatural, con el Cuerpo y la Sangre substancialmente presentes en estado de victima muerta, Christum Passum.


Tenemos, así, la doble consagración que realiza la transubstanciación, esta conversión milagrosa y sobrenatural de todo el ente (toda la substancia entitativa) del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ex vi sacramenti únicamente, y por real o natural concomitancia (lo que está realmente unido) ex naturali concomitantia, tenemos el Alma y Divinidad. La efusión de la sangre derramada (separada) sacramentalmente representa (hace presente) la victima muerta, y por eso se la menciona en la forma de la consagración de la sangre.


La muerte de Cristo consiste en la separación de su Cuerpo y de su Sangre, la cual representa (hace presente) la muerte de Cristo sacramentalmente. Es el misterio de fe del Cuerpo y de la Sangre de Cristo substancialmente presentes y sacramentalmente separados; es el misterio de fe, de la muerte substancial (del estado de muerte substancialmente) representada, renovada sacramentalmente.


Hay que notar que por la virtud del sacramento lo que se convierte es el pan en el Cuerpo y nada más, y lo mismo con el vino que se convierte en la Sangre y nada más; todo el resto está presente por real o natural concomitancia. Esta separación sacramental le confiere el estado de víctima muerta sacramentalmente, aunque esté vivo y glorioso físicamente en el cielo, ahora, actualmente; pero no fue así los tres días que estuvo su cuerpo muerto en el sepulcro.


El término de la transubstanciación del pan, es el Cuerpo (la substancia del Cuerpo) de Cristo; el término de la transubstanciación del vino, es la Sangre (la substancia de la Sangre) de Cristo, y nada más; todo lo demás que hay es por concomitancia (ex reali concomitantia o ex naturali concomitantia), pero no por la virtud del sacramento (ex vi sacramenti), y se realiza sacramentalmente, esto es según la virtud significativa (S.Th. III, q.78, a.2, ad 2).


Cuando Santo Tomas habla de pasión habla de efusión de sangre, pues la efusión pertenece
directamente a la pasión de Cristo: “Effusio sanguinis directe pertinebat ad ipsam Christi
passionem” (S. Th. III, q. 74, a.7; ad 2). La Sangre fue separada del Cuerpo por la pasión. No hay pasión de Cristo sin efusión de sangre y sin muerte.


El sacrificio de la Misa es esencialmente la representación sacramental de la Pasión de Cristo, esto es de la muerte por la separación de la Sangre, es la renovación substancial de la muerte de Cristo, es la representación sacramental y substancial de la muerte de Cristo.
Para evitar en lo posible confusiones terminológicas que alteren erróneamente los conceptos conviene recordar las siguientes observaciones o aclaraciones.


El vocablo renovar puede entenderse de una u otra forma: hacer presente o hacerse presente de nuevo, nuevamente, sea por sí mismo en persona o la cosa misma (según el caso); sea por otro u otra cosa: figura, imagen, símbolo, etc. No confundir los símbolos de muerte (accidentes) con la muerte sacramental (o estado de muerte) substancial.


El término renovar puede entenderse, también, de dos formas o maneras distintas: hacer de nuevo o nuevamente lo mismo, la misma cosa pasada (pretérita), repetir lo mismo; o hacer de nuevo, nuevamente algo una segunda o tercera o enésima vez, repetir lo mismo pero otra vez, un segundo, tercer o enésimo hecho, no el mismo hecho sino otro.


El término místico puede aplicarse a lo natural y físico, así como a lo sobrenatural, además del sacramental. El término real puede referirse al orden natural (tanto material como espiritual), y puede aplicarse al orden sobrenatural, además del orden sacramental, que es tan real como los otros dos órdenes.


A pesar de que Nuestro Señor Jesucristo está tal cual como se encuentra en el cielo con su
cuerpo vivo y glorioso en la Sagrada Hostia, pues por fe católica se debe confesar que Cristo está todo entero en este sacramento, sin embargo Santo Tomás no duda en afirmar que Cristo esta muerto: “Quantum autem ad ipsum Christum passum, aquí continetur in hoc sacramentum” (S.Th. III.q.73, a.6); se trata de Cristo muerto en la Cruz, de la muerte pasada, no de una muerte presente (nueva), es el Cristo muerto, no el Cristo mortal en la tierra, ni el Cristo inmortal en el cielo, es el Cristo muerto en la Cruz, de esto se trata.


En la Misa Nuestro Señor está en estado de víctima o victimación sacramental, en la Cruz lo estuvo como víctima o victimación natural. La victimación sacramental es la que permite la realización de la Misa como verdadero y real sacrificio, el mismo (y no otro) de la Cruz. La victimación sacramental es la muerte sacramental, la efusión sacramental sin la cual no hay ni puede haber ni sacrificio ni inmolación. La Santa Misa es el sacramento de la Pasión y Muerte de Cristo, es la representación substancial de la Muerte de Cristo en la Cruz, sacramentalmente renovada sobre el altar.



El Sacrificio de la Misa es el misterio de la Muerte de Cristo en la Cruz, esto es el Mysterium Fidei (el misterio de fe). La Santa Misa es la representación de la Muerte de Cristo en la Cruz; representación, es decir, que hace presente la Muerte de Cristo en la Cruz. Es el sacramento del triunfo de Cristo muerto en la Cruz.


No es el Cristo mortal y pasible, no es el Cristo inmortal y glorioso, es el Cristo muerto en la Cruz que ha derramado su Sangre. Es la muerte de Cristo sobre la Cruz, su Cuerpo exangüe, sin vida, sin Alma, el Cuerpo muerto y su Sangre derramada en la Cruz. Es la representación de ese momento de la vida terrestre del Verbo Encarnado, en el que muere gloriosamente sobre la Cruz, ofreciendo su muerte al Padre. La Santa Misa es la perpetuación de la muerte de Cristo sobre la Cruz, inmolado, sacrificado sobre el Calvario, derramando su divina Sangre por el pecado, ofreciéndola al Padre y a toda la Santísima Trinidad, ofreciendo su muerte como hombre, como creatura, que se inmola, sacrifica y muere en la Cruz por amor a los hombres.


¿Qué más se puede pedir?, ¿qué más se puede hacer? Imposible, es el paroxismo del amor
crucificado y su triunfo eterno sobre el Mal y el Maligno, recapitulándolo todo en Él. Instaurare omnia in Christo, y dejándonos éste su Testamento Eterno, hasta su vuelta gloriosa el día de su majestuosa Parusía.


P. Basilio Méramo
Bogotá, Agosto 15 de 2011.
En la fiesta de la Asunción