San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 15 de julio de 2012

SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
El Evangelio de este domingo tiene una aplicación sorprendente: la alerta en la cual nos pone nuestro Señor mismo, sobre todo en estos días, en esta época, en este tiempo en el que se presagian para aquellos que son fieles a Dios, las profecías anunciadas con todas sus advertencias; tenemos que tomar conciencia cada día de que vivimos en ellos de un modo cada vez más palpable y evidente, porque de ello dependerá la salvación de nuestra alma. No será difícil nuestra redención si perseveramos en la Iglesia católica, en la fidelidad a nuestro Señor Jesucristo.

Muchos de los errores que comete la gente de buena voluntad se debe a que no saben situar el mal de la crisis presente dentro de ese contexto apocalíptico y piensan que es pasajera; dificultad la ha habido siempre en la Iglesia, pero pasa. Y por eso entonces esperan que amaine la tormenta quedándose encerrados en casa. Pero eso no sucederá con la última gran crisis universal, que no será superada sino que será final, la última. Como en la vida nuestra, en la cual podemos tener muchas enfermedades y pasan, pero habrá una última que será la mortal, y qué mal haría un médico que le diga que esa es otra enfermedad sin importancia cuando es terminal y lo enviará al fondo del sepulcro. Así acontecerá al fin de los momentos finales, en esta crisis de los últimos tiempos apocalípticos. Y por eso nuestro Señor dice en el evangelio hoy, ¡cuidado con los falsos profetas!

¿Quiénes son los falsos profetas? En el Antiguo Testamento eran los hombres de Dios los encargados de dirigir al pueblo elegido y hablaban en el nombre de Él para manifestar las cosas de Dios, y bajo su inspiración divina les hacía ver y así presagiaban el futuro. Eran los dirigentes, los encargados de conducir, de dirigir al pueblo elegido, de enseñar la religión. Por eso dice Santo Tomás de Aquino en su comentario al evangelio de San Mateo, que los profetas son los prelados de la Iglesia, los doctores de la Iglesia. Eso dice el gran doctor Santo Tomás de Aquino acerca de los profetas, lo cual se ve muy bien porque son los conductores, los guías espirituales de la Iglesia, los que enseñan la religión y la doctrina, los que cuidan el rebaño; son entonces los prelados, es el clero, es todo predicador que hay en nombre de Dios. Si eso es el verdadero enviado, entonces, ¿cuál es el falso? Es todo lo contrario, es un hombre que hipócritamente ejerce ese ministerio, falsifica la doctrina, la la religión, la palabra de Dios. Eso han hecho muchos herejes, muchos cismáticos que toman una parte del dogma para negarlo o para exagerarlo, buscando que así se pierda el equilibrio de ese conjunto arquitectónico que es nuestra santa religión con su teología y sus principios.

Por eso los falsos profetas, como lo han sido todos los herejes, vacían, adulteran el contenido sobrenatural para meter uno humano y natural, para cambiar el significado. Esto lo hace ver el padre Castellani citando un proverbio francés: que sólo se destruye lo que se sustituye. Entonces el falso profeta cambia la verdadera religión por una falsa, y de ahí el grave peligro.

Por eso la advertencia de nuestro Señor para todos los tiempos de la Iglesia, y con mayor necesidad para los últimos que nos toca vivir; eso es lo que se ha significado con todas las señales religiosas del cielo desde hace dos siglos, comenzando con nuestra Señora en la Rue de Lubac en Francia, con la medalla Milagrosa, pasando por Lourdes, por Fátima, Siracusa y todo para mostrar la gravedad del momento. Nuestra Señora en La Salette llora, pero también habla; en Siracusa no habla sino que llora por uno, dos, tres y cuatro días consecutivos, sobre este mundo que ya no tiene solución y que ha caído bajo la égida del demonio, de Satanás y de sus supósitos.
Eso dentro de la Iglesia, con el mal que causa dentro de ella, para que así se conviertan en falsos profetas que tergiversan, que adulteran, que vacían la religión dándole un contenido natural y quitándole el sobrenatural. Así se adultera y lo vemos hoy, estimados hermanos. Esa adulteración, esa remedo de la religión católica. El que no lo vea está ciego, no tiene fe. Porque no hay más que pensar en la crisis universal, porque no está aquí en Bogotá o en Colombia o en un país determinado, sino que es en todo el orbe católico, es universal y viene desde arriba; el error viene de la cabeza, por vía de autoridad, con el peso y el sello de la jerarquía y nosotros sabemos que ésta puede traicionar su sagrado ministerio; siempre ha pasado en la historia política y social de los pueblos, que han sido traicionados por su gobierno.

Nosotros también podemos ser vendidos por la autoridad dentro de la Iglesia. El judaísmo es una claudicación por culpa de la autoridad que engañó al pueblo, cambió las Escrituras para no basarse en ellas, en la Ley de Moisés, en la Ley que está contenida en el Pentateuco y en todo el Antiguo Testamento, en los profetas, para crear una tradición humana contenida en el Talmud y en la Cábala; eso pasó con el pueblo elegido, esa fue su desgracia y también puede ser la nuestra.

Y ¿qué pasa con Iglesia católica? Duele decirlo, pero hay que hacerlo y si yo supiera que me fuera a morir hoy, diría muchas otras cosas que no las quiero mencionar, pero me las guardo porque a veces pienso que es como a un bebé a quien no se le puede dar la comida sólida de sopetón, pues hay que esperar para cambiar la leche por el puré; y ya después cuando salgan los dientes ya darle lo menos líquido. Pero ya es hora de que nos salgan los dientes, que dejemos de ser bebés, que no sea únicamente con leche y puré que se nos tengan que decir las cosas, y más teniendo el Evangelio que nos advierte de esos falsos profetas que son los prelados.

Dice Santo Tomás que el verdadero profeta es el prelado, el doctor, el hombre que habla por Dios en su lugar, y Él le ha hecho revelaciones para que las manifieste al pueblo en su nombre sin halagar, sin seducir, sin importarle lo que piense la gente sino que sea fiel a la palabra de Dios. Esa es la característica del del verdadero discípulo de Dios que no le interesa adular los corazones de los hombres para cautivarlos, porque sabe que los atrae, o los debe ganar con la palabra de la verdad pronunciada fielmente en el nombre de Dios; la verdad que es Dios es lo que seduce. No cautiva el ser diplomático, halagüeño, el acomodarse, el hablar de cosas bonitas pero que son una vil mentira, un engaño, como una novela romántica donde todo es color de rosa. Esa no es la historia de la humanidad y mucho menos de la Iglesia que nació en la Cruz, en el Calvario, de la sangre, de la muerte; esa es la vida de la Iglesia, sacrificio, oblación y muerte de cruz.

Entonces los falsos profetas predican algo diferente. Hoy vemos a la humanidad embobada con la libertad, con la paz, con el progreso, todo esto mentiras y engaño si no se es fiel a la palabra de Dios. Porque al que hay que agradar es a Dios y no a los hombres. Al enviado impostor le interesa lisonjear los corazones y por eso es astuto y diplomático, por eso tiene tacto, porque lo que le interesa es estar bien con los hombres, no siendo un profeta de desgracias, como lo dijo Juan XXIII: “Yo no quiero ser un profeta de desgracias”. Entonces, hablo bonito para que la gente sonría y así más rápido se los trague el lobo como a Caperucita; es decir, el diablo.

¿Es que acaso vamos a ser tan tontos, tan estúpidos para que nos engulla el lobo como a la niña del cuento? No creo, mis estimados hermanos, que debamos ser comparados con ella, pues si ven bien el mundo entero, al no ser fiel a nuestro Señor estamos a punto de ser devorados por el lobo, por Satanás. Todo ello por culpa de los falsos profetas que no predican la palabra tremenda y terrible de Dios, que lo hace como un buen Padre, para que reaccionemos y salgamos del error, del vicio, del pecado, del mal, y no nos condenemos eternamente, miserablemente en el infierno. Por eso hoy se niega que haya un lugar con fuego, para que la gente no se asuste; el temor es el último freno que nos puede parar para no caer en el abismo del vicio y del pecado; y si no es por amor de Dios, al menos que sea por el susto, por el miedo, como decía San Ignacio de Loyola.
Esos falsos profetas como los de todos los tiempos, tienen una misma característica: la de adular, la de congraciarse, pero ¿al precio de qué? Al de falsificar la verdad, por eso nuestro Señor nos incita a tener cuidado.

Y ¿cómo distinguiremos entonces el buen profeta del falso, del pseudoprofeta? Por sus frutos. En esto es categórico nuestro Señor cuando habla. Y ¿cuáles son los frutos?, hoy vemos qué hechos desastrosos hay dentro de la Iglesia, como la pérdida de fe, la desmoralización, la desintegración de la sociedad y familia católicas para que todos sean seducidos por la dignidad y la libertad del hombre, de la persona humana con sus derechos.

Y por si fuera poco, también como si los niños no fueran personas, ya que tienen que agregar el derecho de ellos; y así se endiosa al hombre. El hombre moderno, que exaltado con la técnica y ciencia actuales, cree que con todo el progreso científico y tecnológico ya llega al cielo, cuando no es capaz de ir más allá de la luna. Y ¿qué es un hombre que no vive en la realidad? Un loco, un lunático, o, por lo menos, un distraído. Pero se endiosa la ciencia, como un arma de poder, de dominio sobre la naturaleza, y sobre todo como un niño que con un revólver se cree ya el dueño del mundo. De lo que no se da cuenta es de que se puede dar un balazo porque no lo sabe usar.
Eso es lo que pasa con la ciencia y técnica de hoy, que no se sabe cómo usarla para que no acarree la destrucción y la hecatombe del universo, porque eso es la bomba atómica. El mismo Einstein, científico judío y el más metafísico de los físicos, confesó que hubiera preferido ser un plomero, cuando vio a lo que se llegó con su teoría, con su ciencia, con su física, con su aporte. ¿Qué quiere decir todo eso? Que este mundo peligra por donde se lo mire.

Pero el peor riesgo, mucho peor que mil guerras y mil bombas atómicas es la pérdida de la fe, la desintegración de la Iglesia, porque Iglesia quiere decir los reunidos bajo el llamado de Dios, los agrupados, no los dispersos. Por eso cuando nuestro Señor congregó alrededor de Él para fundar la Iglesia, dispersó a los judíos en la diáspora; cuando ellos vuelvan de ella a la tierra prometida, estará pronto el fin, y eso ya pasó hace más de cuarenta años.

Hoy, Jerusalén es la capital de los judíos después de dos mil años de historia, esos son signos evidentes del final de los tiempos. Y más claro es la gran apostasía que vivimos, que no se ha formalizado todavía pero que es una deserción práctica bajo la conducción de los falsos profetas, de la autoridad que no quiere ser enviada de desgracias sino que quiere congraciarse con el mundo; entonces habla de libertad, de igualdad, de fraternidad, de paz, de progreso.

Ese es el mensaje de los masones, de las Naciones Unidas, de la política internacional y de la misma Iglesia hoy, no de la verdadera, sino de esa parte humana que ha caído seducida en el error y que se convierte así de verdadero profeta en falso. El infiel enviado va a decir ¡Señor, Señor! ¡Dios, Dios! Pero nuestro Señor lo dice en el mismo pasaje de hoy, “Cuidado, no todo el que dice ¡Señor, Señor! es de Dios sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Entonces hay que hacer el mandato del Padre eterno y no encubrirse como lo hace todo falso profeta con la piel de oveja siendo un lobo rapaz, mostrando una piedad que es falsa, invocando a un dios que no es el verdadero.

Y eso está pasando hoy, mis estimados hermanos, ¡cuántos lobos rapaces vestidos de oveja hay! La oveja que simboliza a nuestro Señor porque es un animal tierno ante el sacrificio, ante la muerte y no se mueve, se deja inmolar; por eso el cordero representa a nuestro Señor, y el falso profeta es eso, aparece con piel de cordero pero no lo es. Es un lobo que se quiere comer a Caperucita Roja, es un seductor, un falsificador. Hoy vemos cómo se adultera la doctrina y cómo se dispersa la Iglesia, que debiera ser la congregación de los fieles a Cristo.

La prueba está en que tantos católicos, para poner un ejemplo, en Colombia hoy son protestantes, porque hay muchas sectas en nuestro país, eso debido a toda esta desorganización, a una verdadera dispersión. Por eso debemos tener cuidado para que haya verdaderos profetas, verdaderos prelados, verdaderos doctores en la Iglesia. ¿Y cuántos estudiosos vemos que invocan públicamente la verdadera doctrina? Cardenales no vemos ninguno, obispos había dos y ya murieron, monseñor Lefebvre y monseñor De Castro Mayer, aunque a veces mucha gente piensa que esos dos eran los malos. Y después de ellos dos, cuatro obispos que son los de la Fraternidad. Y ¿dónde más hay obispos, prelados que digan la verdad, dónde? todos disimulan, se escudan, en definitiva falsifican y corrompen y le hacen el juego al demonio; para justificarse hablan de Dios, pero “no todo el que dice ¡Señor, Señor!” es de Dios, lo dice nuestro Señor ahí mismo en el evangelio de hoy.

Espero no desconcertar a nadie por ignorancia. Porque el escándalo del fariseo me importa muy poco, ya que éste siempre se va a sorprender porque se le toca el punto en que es vulnerable. En el fondo de todo falso profeta hay una profunda dosis de fariseísmo que es la corrupción de la religión, ya que el hipóscrita es el que vive hablando de Dios, de la religión, pero ésta es en sus manos se corrompe, pierde su esencia, su especificación y lo que queda es una pantalla, una apariencia, justamente lo mismo que hace el falso profeta, adulterar y aparentar con piel de oveja lo que no es.

Pidamos a nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, que nos dé prelados, pero que sean inteligentes y virtuosos, porque uno bruto, por muy piadoso que sea no sirve; se necesita inteligencia, luz, porque el intelecto solo tampoco sirve. Se puede tener luz, pero si falta la virtud, la voluntad, la valentía para decir lo que se ve, de nada sirve.

Como le pasó al cardenal Siri, que vio todo esto y lo condensó magistralmente en su libro “Getsemaní”, para ponerse luego a llorar como una Magdalena más cuando tuvo que coger la espada y ser un Cid Campeador, un Pelayo, un Hernán Cortes y no una penitente llorando; porque está muy bien para ella sollozar, pero no para un prelado de la Iglesia. Por eso, entonces, se necesitan también sacerdotes inteligentes y virtuosos que hoy precisamente no abundan y si no, miremos los que tenemos a nuestro alrededor, de qué se ocupan, de qué hablan, de nada importante. Les interesa vivir bien, pasarla bien, ser uno más del montón, ser un hombre más y si tienen mujer, mejor, y como ahora hay libertad para todo, si no les gustan las mujeres pues que entonces con los hombres, no es relevante; ahí va y si lo podemos hacer obispo bien, y cardenal aún mejor y así es como se pudre la Iglesia en la parte humana. Eso es lo que produce tanto escándalo, tanta miseria. Pero Dios permite ese colmo, a ver si se dan cuenta, a ver si reaccionan aquellos pocos que buscan y aman la verdad; por eso me toca decirlo, mis estimados hermanos.

No sé cuánto tiempo voy a durar aquí, es posible que el Superior General me traslade a Portugal, pero lo importante es que ustedes sepan defenderse; monseñor Castrillón está haciendo hasta lo imposible por destruir la Fraternidad, y él como colombiano no va a permitir que ésta progrese aquí en Colombia. Si me voy, a ustedes les corresponderá ampararse, proteger esta capilla y su religión. Les tocará a ustedes como a los cristeros, quizás, ser unos mártires, porque él va a hacer todo lo posible por destruir, por eso viene tras él, como está ahora presente aquí en Colombia, la Fraternidad San Pedro, de quienes han sido los sacerdotes ordenados por monseñor Lefebvre, quienes por no tener esa virtud, esa firmeza para perseverar en la fidelidad en la verdad, claudicaron y Roma los cobija, los respalda, los abraza, los congrega para destruirnos.
Entonces les corresponde a ustedes preservar la integridad de la religión, de la verdad y que sean fieles y fuertes porque hoy estamos aquí y mañana no sabemos dónde estaremos; el justo vive por la fe, en la fe, de la fe y morirá en ella, y si no, no es justo, no es de Dios. No es un juego, es una realidad de vida o muerte; de ser o no ser; de cielo o infierno; no es un carnaval o un desfile. Esa es la gravedad del ser, del nacer, de existir en este mundo. Dios nos crea para Él pero que no le hacemos caso y nos dejamos seducir por el bullicio de este mundo; nos perdemos y nos traga el diablo como a Caperucita Roja que se la come el lobo. Por eso hay que estar vigilantes.

Si la posibilidad de irme se llega a concretar, siempre estaré presente con ustedes espiritualmente; en lo que de mí dependa trataré de ayudar y de colaborar para que estas dos capillas crezcan y sean un reducto de verdadera fe y sean como un faro, como el de Alejandría, una de las siete maravillas del mundo, que ya no existe. Que seamos como un faro sobrenatural, una verdadera llama luz y de verdad y que así podamos morir en la fidelidad de la santa Iglesia católica, aunque la autoridad, lo repito, nos traicione, porque, “Roma perderá la fe y será la sede del anticristo”, lo dice nuestra Señora en La Salette y lo he señalado más de una vez aquí.

Y también, por si fuera poco, es el mismo San Juan, en concomitancia con nuestro Señor en el Evangelio de hoy, quien nos habla del pseudoprofeta, de ese animal de la tierra con apariencia de oveja, que tiene dos cuernos como de cordero pero que está al servicio de la bestia, del anticristo. Dios no lo permita, pero es muy probable que haya, para engañarnos, en la cabeza de ese pseudoprofeta no solamente un obispo o un cardenal sino hasta un Papa. Por eso muchos comentadores venerables como Holzhauser de Alemania habla de ese falso enviado en la persona de un Papa adulterado, de un antipapa; sabemos que halaga, que es amado del mundo, que es querido por el mundo, que es humanista, que habla de paz, de progreso, de fraternidad y es aupado por la prensa y por la televisión.

Todo eso no lo vemos y ni siquiera lo sospechamos, pero si no es éste podrá ser otro peor todavía; en nombre del Papa podemos claudicar miserablemente, eso es lo que quieren decir La Salette, San Juan y nuestro Señor: que tengamos cuidado con los falsos profetas y principalmente con el último gran pseudoprofeta del Apocalipsis.

Es mi deber en conciencia delante de Dios, si es que me trasladan, advertir a mis fieles que estén al pendiente, vigilantes porque “no todo el que dice ¡Señor, Señor!” es de Dios; no todo lo que viene de Roma, proviene de la autoridad del Papa ni es de Dios. Debe estar claro, es de Dios el que hace la voluntad del Padre. Y por eso la Iglesia es reducida a su mínima expresión hacia el final de los tiempos, a un pequeño rebaño, como decía San Lucas,pusillus grex; por eso nuestro Señor decía: “Si acaso encontraré fe sobre la tierra cuando vuelva”.

Son todas realidades que hoy de algún modo palpamos y por eso no debemos ceder ni dejarnos engañar con firmas de concordatos, de contratos y de acuerdos, que son seducciones de los pseudoprofetas. Y ojalá que las autoridades de la Fraternidad así lo vean, porque si no, me corresponderá gritar como una voz que clama en el desierto, para que lo vean los otros que son seducidos o engañados. No puede ser que nos hagamos los desentendidos y por miedo de hablar y por falta de luz o por falta de fuerza no se diga la realidad y dejemos que el lobo se coma al rebaño, a las ovejas, porque el verdadero fiel conoce la voz de su Pastor. Es más, el verdadero fiel sabe que lo que yo estoy diciendo es verdad y si es mentira, yo les invito a que públicamente, o en privado, o como quieran, me lo hagan ver; y si me equivoco, estoy dispuesto a retractarme, pero entonces tendrían que cambiar todos estos acontecimientos históricos que vivimos, que son incontrovertibles porque los hechos hablan por sí mismos sin necesidad de argumento.

Pidamos a la Santísima Virgen María que tengamos ese sumo cuidado. Lo único que les pido es que se no alarmen ni se asusten pero sí que estén vigilantes, que sean precavidos, que sean prudentes como la serpiente, pero sencillos como la paloma; que no se dejen engañar, que no caigan en la seducción tan tremenda que se ejerce sobre nosotros. Desgraciadamente tenemos ejemplos de sacerdotes buenos pero que se han ido, como el padre Navas, como el padre Barrero, que los conocemos porque son colombianos, y tantos otros en otros lugares, que fueron buenos, como los de Campos que cayeron, que claudicaron. No se sabe qué va a pasar con el padre Aulagnier, pues está a punto de ser seducido por el error; le he escrito y todavía es de la Fraternidad. Cuántos hay en esta fundación que con buena intención se acercan al error por la presión; por ellos debemos rezar, al igual que por los superiores de la Fraternidad para que tengan inteligencia y virtud, para que los cuatro obispos permanezcan firmes, y para que los sacerdotes también así lo sean y que podamos así, unidos como verdadera Iglesia, permanecer fieles esperando la pronta venida de nuestro Señor en gloria y majestad. +

PADRE BASILIO MÉRAMO
27 de julio de 2003