San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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martes, 22 de mayo de 2012

SOBRE LA RESPUESTA DE MONSEÑOR FELLAY A LOS OTROS TRES OBISPOS.

La inaudita respuesta de Mons. Fellay a la carta de los otros tres hermanos en el episcopado manifestándoles su desacuerdo, asombra por la estulticia que se consubstancia en el cargo y que con su miopía intelectual no le permite ver más allá de su ilusión.

En la carta se arroga un poder aún en contra de la verdad, que a todo precio pretende imponer cual gurú infalible, como si tuviera una divina misión al pretender ingenua e ignaramente, revertir la Revolución Anticatólica, teledirigida hoy en día desde Roma adúltera y apóstata.

Mons. Fellay, osa imponer su nimio criterio adulado por Roma corrupta, con la prebenda de una Prelatura personal, que le dé estatus canónico y jurídico dentro de la religión de la Gran Ramera o Forneguera Escarlata, cuya visión sorprendió al apóstol San Juan evangelista cuando la vio vestida de oro y púrpura (atributos del poder y prestigio reales) aupada por la bestia del mar, el Anticristo político.

Mons. Fellay, da muestras de poca contextura intelectual y teológica, dado a un falso misticismo, propio de un mistongo, como lo prueba el hecho de dejarse embaucar y deslumbrar por una profetiza suiza, hace algunos años, queriendo reformar la espiritualidad de la Fraternidad legada por su fundador Monseñor Marcel Lefebvre. Esta iluminada de lo alto, caló en la sensibilidad endeble de Mons. Fellay, pero no lograron salirse con la suya en su momento, por la fuerte oposición de los demás miembros de la Fraternidad, lo cual muestra su inclinación ciega e
ingenua ante lo numinoso y aparicionista.

Hoy pretende ser el emisario único y privilegiado para solucionar la crisis actual, cuyas dimensiones esjatológicas o apocalípticas, desconoce y le superan.

Mons. Fellay reprocha a los otros tres Obispos, dos graves errores, según su visión miope de gurú iluminado (alumbrado) revestido de mando y poder que se enseñorea sobre toda la Tradición llevándola a la formal y pública claudicación.

Estos dos errores consisten según él, en que estos tres Obispos: Mons. Tissier de Malerais, Mons. Williamson y Mons. de Galarreta, adolecen, ante la grave crisis actual de la Iglesia, de lo sobrenatural y de realismo; carecen de visión sobrenatural, por no ver en la Iglesia Oficial (actual) la Iglesia visible que tiene a Benedicto XVI como legítimo Papa, ni que aún Jesucristo puede hablar por su boca; que su voluntad es legítima y además buena hacia la Tradición, sin ver tampoco que Nuestro Señor Jesucristo dará los medios y las gracias necesarias. Benedicto XVI quiere solucionar el problema, lo cual es una preocupación de su pontificado y esto es por tanto una voluntad irrevocable y justa que manifiesta.

Por esto tienen una visión de la Iglesia demasiado humana e incluso fatalista. No ven la asistencia de la gracia y del Espíritu Santo, solo ven los peligros y las conspiraciones, las dificultades. Por si esto fuera poco, carecen además, según el iluminado Mons. Fellay, del realismo; de una parte haciendo de los errores de Vaticano II superherejías, y esto es una caricatura de la realidad que los lleva a un endurecimiento absoluto y conduce a un verdadero cisma, de otra parte, no todos
son modernistas, ni están podridos todos, como piensa Monseñor Fellay.

La perspectiva de Mons. Fellay, no es solo ingenua e irreal, sino que es hipersobrenatural, cual sería la de un iluminado que no considera el elemental principio teológico, sobrenatural y realista que dice: la gracia (sobrenatural) supone la naturaleza; ya que la gracia actúa en una naturaleza humana o angélica (inteligente y libre). No actúa ni puede actuar en una piedra ni en un animal bruto o sin razón, ni voluntad.

Monseñor Lefebvre fue el primero en señalar clara y categóricamente que la Iglesia Oficial (post conciliar) no se identifica necesariamente con la Iglesia visible de Dios, así decía: “¿Dónde está la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica. Les pregunto ¿Dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial”. Y recalca: “Por supuesto, se podrá objetarnos: ¿Es necesario, obligatoriamente, salir dela Iglesia visible?, no somos nosotros si no los modernistas, quienes salen de la Iglesia. En cuanto a decir ‘salir dela Iglesia visible’, es equivocarse asimilando Iglesia oficial con la Iglesia visible”.

Esto es lo que Mons. Fellay, el P. Schmidberger y sus incondicionales, cegados y obcecados en su error, no distinguen ni ven, ni quieren entender.

Monseñor Fellay está en plena ilusión al juzgar por las palabras mismas de Mons. Lefebvre al decir en una entrevista -un año después de las consagraciones- : “Fideliter -Algunos dicen, si pero Monseñor tendría que haber aceptado un acuerdo con Roma, porque una vez que la Fraternidad hubiese sido reconocida y las sanciones levantadas, habría podido actuar de una manera más eficaz dentro dela Iglesia, mientras que ahora se colocó afuera.

Monseñor - Son cosas fáciles de decir. Ponerse dentro de la Iglesia, ¿qué es lo queeso quiere decir? Y en primer lugar, ¿de qué Iglesia se habla? Si es la Iglesia conciliar, sería necesario que nosotros que luchamos contra ella durante 20 años, porque queremos Iglesia Católica, volviésemos a entrar en esta Iglesia conciliar, para supuestamente volverla Católica. ¡Es una ilusión total!”. (Fideliter n° 70 Julio-Agosto de 1989).

Es evidente por estas palabras de Monseñor Lefebvre que Mons. Fellay y su camarilla, son unos ilusos totales, y que el continuar en su empeño ante una total ilusión, es un signo de debilidad mental o de un gurú mistificado, engreído en su divina misión, cual Supermán de la Iglesia y de la Tradición, que va a revertir la Revolución anti Católica. Únicamente un iluso iluminado o alumbrado, puede pretenderlo, acusando gravemente a los que se le oponen de carecer de lo
sobrenatural y de realismo. ¿Abrase visto mayor ilusión y orgullo? Ni que fuera una paranoia religiosa la que lo anima a Mons. Fellay.

Monseñor Fellay, basa su sobrenaturalismo, en la ferviente y dogmática idea de que Benedicto XVI es ciertamente, absolutamente Papa, que su voluntad es legítima y que Dios puede hablar por su boca. Aquí hay un error por carecer de teología, tomando como materia o sujeto de fe, algo que no lo es, esto es, el dogmatismo teológico del ignaro, que hace dogma de fe (o lo tiene por tal) cuando en realidad no lo es. También hay que recordar que Dios puede hablar por la boca de la burra de Baalam o hacer que las piedras hablen.

Sirva un ejemplo muy ilustrativo que trae Santo Tomás de Aquino, cuando habla de la fe como certeza divina que no yerra y trae a relucir el caso de la hostia que los fieles adorarían y que no ha sido consagrada, como podría ser el caso de tal o cual (ésta) hostia en particular. La respuesta es que lo que es de fe, es que toda hostia válidamente consagrada, contiene real y substancialmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo, pero que ésta hostia en particular (hic et nunc) contenga la divina presencia, no es de fe, pues puede caber un margen de error voluntario o involuntario que impida la consagración. Sin querer se vea expuesta al error, la fe de los fieles y de la Iglesia.

Lo mismo ocurriría con el Papa, todo Papa legítimo es verdadero y real Papa, pero que este Papa en particular, por ejemplo Benedicto XVI sea Papa, no es de fe, pues está en juego justamente su legitimidad, dados los actos que contradicen a cada paso la fe de la Iglesia, siendo posible que no sea real y verdadero Papa, sin que la fe de los fieles y de la Iglesia se equivoque. Tenemos el caso de San Vicente Ferrer, quien tuvo por verdadero y legítimo Papa a Benedicto XII (el Papa Pedro de Luna) que fue un antipapa, se equivocó y no pecó contra la fe, al considerar como falso al verdadero Papa que si lo era.

Monseñor Fellay ha caído en la dialéctica falsa y apriorística de creer que necesariamente tal Papa, como Juan Pablo II o Benedicto XVI, es por dogma de fe, verdadero y legítimo Papa. Y el que no piense así, o lo ponga en duda, peca contra la fe y esto es un grave error por no saber distinguir exactamente cual es el sujeto o materia de fe.

Si esto no fuera así, jamás Monseñor Lefebvre (ni los teólogos todos salvo el holandés Pighi) hubiesen considerado el caso teológico de la Sede Vacante por cisma, herejía o apostasía. La misma discusión que hay teológicamente con las discrepancias, prueban y confirman que teológicamente puede darse el hecho (ser posible), pero Roma modernista y apóstata ha muy hábil y sutilmente creado una dialéctica maquiavélica sobre el tema, para que no se ponga ni en duda la ilegitimidad de los Papas conciliares, y el que se atreva a hacerlo, ser descalificado como paria, desechable, convirtiéndose el tema en un tabú teológico que les permite seguir pontificando en el error y violando la fe pura y virginalmente inmaculada sin que nadie lo impugne.

Monseñor Lefebvre llegó a decir si ser ningún hereje: “Nos encontramos verdaderamente frente a un dilema gravísimo, que creo no se planteó jamás en la Iglesia; que quien está sentado en la Sede de Pedro participe en los cultos de los falsos dioses; creo que esto no sucedió jamás en toda la historia de la Iglesia. ¿Qué conclusión deberemos quizás sacar dentro de algunos meses ante estos actos repetidos de comunión con los falsos cultos? No lo sé. Me lo pregunto. Pero es posible que estemos en la obligación de creer que este Papa no es Papa. No quiero decirlo aún de una manera solemne y formal, pero parece, si, a primera vista, que es imposible que un Papa sea hereje, pública y formalmente? (Sermón del Domingo de Pascua del 30 de Marzo de 1988 en Ecône).

Monseñor Lefebvre en su conferencia en Ecône, del 15 de Abril de 1986, sacó a relucir lo que dijo en su Sermón de Pascua y señaló: “¿El Papa es aún Papa cuando es hereje? ¡Yo no sé, no zanjo! Pero pueden plantearse la cuestión ustedes mismos. Pienso que en todo hombre juicioso debe plantearse la cuestión. No sé. Entonces, ahora, ¿es urgente hablar de esto? … Se puede no hablar, obviamente… podemos hablar entre nosotros, privadamente, en nuestras oficinas, en nuestras conversaciones privadas entre seminaristas, entre sacerdotes…

¿Es necesario hablar a los fieles? Muchos dicen: no, no habléis a los fieles, van a escandalizarse. Eso va a ser terrible, eso va a ir lejos… bien. Les dije a los sacerdotes en París, cuando los reuní, y luego a vosotros mismos, ya os había hablado, les dije: pienso que, muy suavemente, es necesario, a pesar de todo, esclarecer un poco a los fieles. No digo que sea necesario hacerlo brutalmente y lanzar eso como condimento a los fieles para asustarlos… no, pero pienso que, a pesar de todo, es una cuestión precisamente de fe. Es necesario que los fieles no pierdan la fe”.

Esto se ha prohibido, perseguido de muchos modos en la Fraternidad; primero con el P.Schmidberger cuando era Superior General, ahora con Mons.Fellay manteniendo así a los fieles en la ignorancia. Tocar el tema era y es peor que contagiarse de lepra o sida, un verdadero tabú que descalifica al que se atreva hacerlo. Pues nada haría temblar más a roma apóstata que poner en duda pública y objetiva su legitimidad, o impugnar su autoridad al servicio de la contra Iglesia, Sinagoga de Satanás, cumpliéndose la profecía de La Salette “Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo” (religioso).

El irrealismo de Mons. Fellay es tal, que tilda a los otros tres Obispos de irreales, al ver en los errores del Concilio Vaticano II, superherejías, como si no bastara con las herejías, que son ya en sí mismas desastrosas. Claro, cómo no va a decir esto, si ya había afirmado que aceptaba el 95% del Vaticano II?, y que iría corriendo a Roma (Modernista) si lo llamaban.

Es sorprendente todo esto, pero como él mismo reconoce, el no ver el apoyo de los tres Obispos los alejó, sin embargo siguió con su propósito, hasta que ahora reventó el asunto haciéndose público, cosa que él quería seguir conservando en el secreto, es más, sacó un comunicado diciendo que habían pecado gravemente, cuando si de pecado grave y mortal se trata, es Mons. Fellay, el que está en pecado y empecinado en él, arrastrando a la división y destrucción de la obra de Mons. Lefebvre, pero su inconciencia de alumbrado gurú, le impide ver. Se escuda en su autoridad de Superior General y se lo restriega en la cara haciéndolos ver y creer que es el único que puede decidir los destinos de la Fraternidad, como si pudiera hacer o deshacer a su antojo. Tiene una concepción de la autoridad, que no es católica ni tomista, sino pagana y voluntarista. Cree que el poder lo puede ejercer en detrimento del bien y la verdad. Toda la autoridad se pervierte y desnaturaliza (se deslegitimiza) al ejercerse impugnando la justicia y la verdad, para lo cual fue instituida.

Es Mons. Fellay, el que genera una inadmisible y ruin dialéctica entre verdad y autoridad, entre fe y autoridad, lo menos que podría hacer, es renunciar por abusivo e inepto, incapaz de gobernar a sus subordinados al fin que Monseñor Lefebvre le dio a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, como baluarte de la Fe y Tradición Católica y el combate con los modernistas que ocupan Roma.

Cómo viene Monseñor Fellay a decir hoy, que con Benedicto XVI la cosa cambió, que hay un progreso favorable a la fe y a la tradición: “En sí, la solución de una Prelatura personal propuesta no es una trampa, resulta, por principio, que la situación presente en Abril del 2012 es muy diferente de la de 1988. Pretender que nada ha cambiado es un error histórico. Los mismos males hacen sufrir a la Iglesia, las consecuencias son todavía más graves y manifiestas que entonces, pero al mismo tiempo se puede constatar un cambio de actitud en la Iglesia, ayudado por los actos y los gestos de Benedicto XVI hacia la Tradición. Este nuevo movimiento nacido al menos hace unos diez años, se está fortaleciendo”.

Es absurdo, ilógico y propio de un ciego empecinado, que nos toma a todos por imbéciles obsecuentes y no se da cuenta que por lo mismo incurre en el error que Monseñor Lefebvre en su momento señalaba en una carta que le escribiera a Jean Madiran: “Sin faltar gravemente a la verdad y a la caridad, ya no podemos dar a entender a quienes nos escuchan, o a quienes nos leen, que el Papa es intocable, que está lleno de deseos de volver a la Tradición y que su entorno es el culpable…”(Carta del 29 de enero de 1986).

Monseñor Fellay no puede negar la autoridad teológica de los otros tres obispos, que en cuanto obispos son sucesores de los apóstoles como vigías y custodios de la doctrina de la fe. Y esto tiene más peso que su sola opinión lo cual debería tener en cuenta.

Que Dios lo ilumine con su divina gracia, para que tenga el valor y la humildad necesarios y reconozca hacia dónde va, destruyendo el único baluarte de resistencia, dada su envergadura como organismo internacional, ante la herejía y apostasía de Roma apóstata, de los modernistas y herejes que Monseñor Lefebvre tildó de anticristos, cuando dijo en su Carta del 29 de Agosto de 1987 a los futuros Obispos que el consagraría: “La Cátedra de Pedro y los cargos de autoridad en
Roma, están ocupados por anticristos”.



P. Basilio Méramo
Bogotá, 21 de Mayo de 2012

Respuesta de Fellay y cía.



A NN.SS. Tissier de Mallerais, Williamson y De Galarreta

Excelencias :

Vuestra carta colectiva enviada a los miembros del Consejo General ha mantenido toda nuestra atención. Les agradecemos su solicitud y su caridad.

Permítanos a cambio con la misma preocupación de caridad y de justicia, hacerles las siguientes observaciones.

Por principio, la carta menciona muy bien la gravedad de la crisis que trastorna a la Iglesia y analiza de manera precisa la naturaleza de los errores que proliferan en su ambiente.


Sin embargo, la descripción está salpicada de dos defectos en relación a la realidad de la Iglesia: carece de lo sobrenatural y al mismo tiempo carece de realismo.

Carece de lo sobrenatural: Al leerlos, uno se pregunta seriamente si ustedes creen todavía que esta Iglesia visible cuyo asiento está en Roma, es la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, una Iglesia que ciertamente está desfigurada horriblemente a planta pedís usque ad verticem capitis, pero una Iglesia que tiene cuando menos todavía por jefe a Nuestro Señor Jesucristo. Se tiene la impresión que ustedes están tan escandalizados que ya no aceptan que esto todavía pudiera ser verdad. Para ustedes Benedicto XVI ¿es Papa legítimo? Si lo es, ¿Jesucristo puede todavía hablar por su boca? Si el Papa expresa una voluntad legítima respecto a nosotros que es buena, que no da una orden en contra de los mandamientos de Dios ¿tenemos el derecho de desatenderlo, de devolver un revés a esta voluntad? Y si no ¿en qué principio se basan para actuar de este modo? ¿No creen ustedes que si Nuestro Señor lo ordena El nos dará los medios para continuar nuestra obra? Ahora bien, el Papa nos ha hecho saber que la preocupación de arreglar nuestro asunto por el bien de la Iglesia estaba en el corazón mismo de su pontificado, y también que él sabía bien que sería más fácil tanto para él como para nosotros de dejar las cosas como están. Por lo tanto, es una voluntad irrevocable y justa la que expresa.

Con la actitud que ustedes promueven no hay lugar ni para los Gedeón ni para los David ni para aquellos que cuentan con el socorro del Señor. Nos reprochan de ser ingenuos o de tener miedo, pero es su visión de la Iglesia la que es demasiado humana e incluso fatalista. Ustedes ven los peligros, los complots, las dificultades pero no ven la asistencia de la Gracia y del Espíritu Santo. Si se quiere aceptar que la Divina Providencia conduce los asuntos de los hombres, respetando su libertad, entonces hay que aceptar que los gestos de estos últimos años a nuestro favor están bajo Su gobierno. Por lo tanto indican una línea –no muy derecha- pero claramente a favor de la tradición. ¿Por qué simplemente ella se detendría si hacemos todo por conservar nuestra fidelidad y acompañamos nuestros esfuerzos de una oración poco común? ¿El Buen Dios nos dejaría caer en el momento más crucial? Eso no tiene mucho sentido. Sobre todo que no tratamos de imponer cualquier voluntad propia sino que tratamos de escrutar a través de los acontecimientos lo que Dios quiere, estando dispuestos a todo, como a El le plazca.

Al mismo tiempo carece de realismo en cuanto a la intensidad de los errores y en cuanto a su amplitud.

Intensidad: En la Fraternidad estamos haciendo de errores del Concilio súper-herejías, se vuelve el mal absoluto, peor que todo, de la misma manera en que los liberales han dogmatizado este concilio pastoral. Los males ya son suficientemente dramáticos para que no se les exagere más. (cf. Roberto de Mattei Una historia jamás escrita pág. 22, Monseñor Gherardini Un debate a abrir pag. 53, etc.). Monseñor Lefebvre hizo varias veces las distinciones necesarias con respecto al liberal. Esta falta de distinción a uno u otro de entre ustedes a un endurecimiento “absoluto” . Esto es grave porque esta caricatura no está en la realidad y desembocará lógicamente en el futuro a un verdadero cisma. Este hecho es uno de los argumentos que me empuja a no tardar en responder a las instancias romanas.

Amplitud: Por un lado, endosamos a las autoridades presentes todos los errores y todos los males que se encuentran en la Iglesia, olvidando que ellas intentan al menos en parte de liberarse de los más graves (la condenación de la “hermenéutica de la ruptura” denuncia errores muy reales). Por otra parte se pretende que todos estén arraigados en esta pertinacia (“todos modernistas “ “todos podridos” ) Esto es manifiestamente falso. Una gran mayoría se deja llevar por el movimiento, pero no todos.

Hasta el punto que, en la cuestión más crucial de todas, la de la posibilidad de sobrevivir en las condiciones de un reconocimiento de la Fraternidad por Roma, nosotros no llegamos a la misma conclusión que ustedes.

Que quede claro de paso que NOSOTROS NO HEMOS BUSCADO un acuerdo práctico. Eso es falso. No hemos rechazado a priori, como ustedes lo solicitan, de considerar una oferta del Papa. Por el bien común de la Fraternidad, preferiríamos lejos la solución actual de status quo intermedio, pero evidentemente Roma ya no lo tolera.

En sí, la solución de una Prelatura personal propuesta no es una trampa. Resulta, por principio, que la situación presente en abril del 2012 es muy diferente de la de 1988. Pretender que nada ha cambiado es un error histórico. Los mismos males hacen sufrir a la Iglesia, las consecuencias son todavía mas graves y manifiestas que entonces, pero al mismo tiempo se puede constatar un cambio de actitud en la Iglesia, ayudado por los actos y los gestos de Benedicto XVI hacia la Tradición. Este nuevo movimiento, nacido al menos hace unos diez años, se está fortaleciendo. Toca a un buen número (todavía una minoría) de jóvenes sacerdotes, de seminaristas e incluso hasta un pequeño número de jóvenes obispos que se distinguen notablemente de sus predecesores y que nos expresan su simpatía y su apoyo pero que todavía están sofocados por la línea dominante en la jerarquía que favorece el Concilio Vaticano II. Esta jerarquía está perdiendo vitalidad. Esto es objetivo y muestra que ya no es ilusorio considerar un combate “intra muros” del cual estamos muy consientes de su dureza y dificultad. He podido constatar en Roma como los discursos sobre las glorias del Vaticano II que nos van a machacar, si bien están todavía en la boca de muchos, no está sin embargo en todas las cabezas. Poco a poco van creyendo.

Esta situación concreta, con la situación canónica que se propone, es muy diferente a la de 1988. Y cuando comparamos los argumentos que Monseñor Lefebvre había dado en su época, concluimos que no hubiera dudado a aceptar lo que nos han propuesto. No perdamos el sentido de Iglesia que era tan fuerte en nuestro venerable fundador.

La historia de la Iglesia muestra que la curación de los males que la afligen, se hace de manera habitual lenta y gradualmente, y cuando un problema se termina, hay otro que comienza oportet haereses ese . Pretender esperar a que todo se arregle para llegar a lo que ustedes llaman un acuerdo práctico, no es realista. Es muy probable, viendo como se desarrollan las cosas, que el fin de esta crisis tomará todavía decenas de años. Pero rehusar trabajar en el campo porque todavía haya mala hierba, con el riesgo de asfixiar, de estorbar la buena hierba, encuentra una curiosa lección bíblica; es Nuestro Señor que nos hace comprender por su parábola de la cizaña que siempre habrá, en una forma u otra, mala hierba a arrancar y combatir en su Iglesia.

Ustedes no pueden saber cómo su actitud en estos últimos meses – muy diferente en cada uno de ustedes- ha sido dura para nosotros. Ella ha impedido al superior general de comunicarles y hacerles partícipes de sus grandes preocupaciones a las que los hubiera gustosamente asociado, si el no hubiera encontrado una incomprensión tan fuerte y apasionada. Cómo le hubiera gustado poder contar con ustedes, con sus consejos, para apoyarse en este paso tan delicado de nuestra historia. Ha sido una gran prueba, probablemente la mas grande de todo su superiorato. Nuestro venerable fundador ha dado a los obispos de la Fraternidad una carga y deberes precisos. Les ha mostrado que el principio de unidad en nuestra sociedad, es el superior general . Pero desde hace tiempo, ustedes están tratando de imponerle su punto de vista –cada uno de manera diferente- incluso bajo formas de amenaza y además públicamente. Esta dialéctica entre verdad/ fe y autoridad, es contraria al principio sacerdotal. Al menos hubiera esperado que ustedes trataran de comprender lo que le ha obligado a actuar como lo ha hecho en los últimos años, según la voluntad de la Divina Providencia.

Oramos por cada uno de ustedes para que en este combate que está lejos de terminar, nos reencontremos todos juntos, por la más grande gloria de Dios y por amor a nuestra querida Fraternidad.

Que Nuestro Señor resucitado y Nuestra Señora se dignen bendecirlos y protegerlos.






+Bernard Fellay
Nicklaus Pfluger+
Alain-Marc Nély +

CARTA AL CONSEJO GENERAL DE LA FRATERNIDAD SAN PIO X



7 de abril del 2012



Señor Superior General
Señor Primer Asistente
Señor Segundo Asistente

Después de algunos meses, como muchos lo dicen, el Consejo general de la FSSPX considera seriamente las proposiciones romanas en vista de un acuerdo práctico, siendo un hecho que las discusiones doctrinales del 2009 al 2011 han probado que un acuerdo doctrinal es imposible con la Roma actual. Por medio de esta carta los tres obispos de la FSSPX que no son parte del Consejo General desean hacerle saber, con todo el respeto que conviene, la unanimidad de su oposición formal a cualquier acuerdo semejante.


Por supuesto, de ambos lados de la división actual entre la Iglesia Conciliar y la FSSPX, muchos desean rehacer la unidad católica. Honor a esas personas tanto de una parte como de otra. Pero la realidad dominante y ante la cual todos estos sinceros deseos deben ceder, es que desde el Vaticano II las autoridades oficiales de la Iglesia se han separado de la verdad católica y hoy en día ellas se muestran tan determinadas como siempre a permanecer fieles a la doctrina y práctica
Conciliares. Las discusiones romanas, el preámbulo doctrinal y Asís III son ejemplos deslumbrantes.



El problema planteado a los católicos por el concilio Vaticano II es profundo. En una conferencia que pareciera haber sido como el último testamento doctrinal de Monseñor Lefebvre, impartida a los sacerdotes de su Fraternidad en Ecône medio año antes de su muerte, después de haber
resumido la historia del catolicismo liberal saliente de la Revolución francesa, recordó como los Papas combatieron siempre esta tentativa de reconciliación entre la Iglesia y el mundo moderno, y declaró que el combate de la Fraternidad contra el Vaticano II era exactamente el mismo combate. Concluyó:
« Entre mas se analizan los documentos del Vaticano II y su interpretación por las autoridades de la Iglesia, mas nos damos cuenta que no se trata de errores superficiales ni de algunos errores
particulares como el ecumenismo, la libertad religiosa, la colegialidad, sino más bien de una perversión total del espíritu, de toda una filosofía nueva fundada sobre el subjetivismo… Esto es muy grave! Una perversión total!… Esto es verdaderamente espantoso »


Ahora bien, ¿el pensamiento de Benedicto XVI es mejor comparado con el de Juan Pablo II? Basta leer el estudio de uno de nosotros sobre La Foi au Péril de la Raison para darse cuenta que el pensamiento del Papa actual está igualmente impregnado de subjetivismo. Es toda la fantasía
subjetiva del hombre en el lugar de la realidad objetiva de Dios. Es toda la religión católica sumisa al mundo moderno. ¿Cómo se puede creer que un acuerdo práctico pueda arreglar un problema semejante?


Pero, se nos dirá, Benedicto XVI es bondadoso hacia la Fraternidad y su doctrina. En tanto que subjetivista puede serlo, porque los liberales subjetivistas pueden tolerar la misma verdad pero no si ella se rehusa a tolerar el error. El nos aceptará en el marco de un pluralismo relativista y dialéctico, a condición de permanecer en la “plena comunión” hacia la autoridad y hacia las otras “realidades eclesiales”. He aquí el por qué las autoridades pueden tolerar que la Fraternidad continúe enseñando la doctrina católica, pero no soportarán absolutamente que ella condene a la doctrina conciliar. He aquí el por qué un acuerdo incluso puramente práctico haría necesaria y
progresivamente callar, por parte de la Fraternidad, toda crítica del concilio o de la nueva misa. Dejando de atacar estas victorias que son las más importantes de la Revolución, la pobre Fraternidad cesaría necesariamente de oponerse a la apostasía universal de nuestra lamentable época y se hundiría ella misma. En última instancia, ¿quién nos garantizará de permanecer tal cual somos protegiéndonos de la curia romana y de los obispos? ¿El Papa Benedicto XVI?




Por mas que se niegue, este deslizamiento es inevitable. ¿No se ven ya en la Fraternidad los síntomas de esta disminución en la confesión de la Fe? Hoy en día, desgraciadamente, es lo contrario que sería “anormal” Justo antes de las Consagraciones de 1988 cuando numerosas personas valientes insistían a Monseñor Lefebvre para que hiciera un acuerdo práctico con Roma que abriría un gran campo de apostolado, el dijo su pensamiento a los cuatro consagrandos: Un gran campo de apostolado puede ser, pero en la ambigüedad y siguiendo dos direcciones opuestas
a la vez, lo que habría terminado pudriéndonos”


¿Cómo obedecer y continuar predicando toda la verdad? ¿Cómo hacer un acuerdo sin que la Fraternidad se pudriera en la contradicción?


Y cuando un año mas tarde, Roma parecía hacer verdaderos gestos de benevolencia hacia la Tradición, Monseñor Lefebvre todavía desconfiaba. El temía que no se tratara mas que de
“maniobras para separar de nosotros el mas grande número de fieles posible. He aquí la perspectiva por la cual parecen ceder todavía un poco más e incluso ir más lejos. Debemos absolutamente convencer a nuestras gentes que no se trata mas que de una maniobra, que es
peligroso meterse entre las manos de los obispos conciliares y de la Roma modernista. Es el peligro más grande que amenaza a nuestra gente. Si nosotros luchamos desde hace 20 años para resistir a los errores conciliare, no fue para ponernos ahora entre las manos de aquellos que profesan errores”


Siguiendo a Monseñor Lefebvre, el propósito de la Fraternidad es, mas que denunciar los errores por su nombre, de oponerse eficaz y públicamente a las autoridades romanas que los difunden. ¿Cómo se podría conciliar un acuerdo y una resistencia pública a las autoridades, entre ellas, al Papa? Y después de haber luchado durante más de cuarenta años,¿ la Fraternidad deberá ahora ponerse entre las manos de modernistas y liberales de los cuales acabamos de constatar su pertinacia?


Monseñor, Padres, pongan atención, ustedes conducen a la Fraternidad a un punto sin retorno, a una profunda división sin marcha atrás y, si ustedes llegan a un tal acuerdo, a poderosas fuerzas destructivas que Ella no soportará. Si hasta el presente los obispos de la Fraternidad la han protegido, es precisamente porque Monseñor Lefebvre rechazó un acuerdo práctico. Puesto que la situación no ha cambiado substancialmente; puesto que la condición emitida por el Capítulo del 2006 no se ha realizado (cambio de rumbo por parte de Roma que permita un acuerdo práctico), escuchen de nuevo a su Fundador. El tuvo razón hace 25 años. Todavía tiene razón hoy. En su
nombre, los conjuramos: no comprometan a la Fraternidad en un acuerdo puramente práctico.


Con nuestros saludos mas cordiales y fraternales, en Cristo y María,



Mgr. Alfonso de Galarreta
Mgr. Bernard Tissier de Mallerais
Mgr. Richard Williamson