San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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domingo, 25 de marzo de 2012

PRIMER DOMINGO DE PASIÓN 1 de abril de 2001

Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:


En este primer domingo de Pasión entramos en la etapa más profunda de la Cuaresma: la etapa de la Pasión de Nuestro Señor; por eso se velan las imágenes como signo del luto, signo de que se oculta Nuestro Señor, tal como lo expresa el Evangelio de hoy: Nuestro Señor huye, se esconde de los judíos que querían apedrearlo por haber afirmado que El era Dios. Es el modo de ocultarse Nuestro Señor, quien ciertamente pasó entre ellos haciéndose invisible para evitar se anticipase la hora que El tenía prevista, en la cual moriría por nosotros.

Deducimos entonces cuan encarnizada es la lucha, la antítesis entre los judíos perversos, pérfidos y apóstatas, ante Nuestro Señor; es una lucha ineludible, una lucha que no se puede desmentir como se hace hoy, que el judaísmo se opone intrínseca y categóricamente a la religión católica, a la divinidad de Nuestro Señor y esa oposición los hace llevarlo a sufrir la Pasión hasta su muerte. Y esa oposición no dejará de existir hasta que ellos se conviertan. Y no será para que como hoy digan desde Roma o toda la jerarquía desde el Vaticano, falseando la religión católica, queriendo hacer ver que no hay tal oposición entre cristianismo y judaísmo, y quien lo niegue, no será católico. Esto lo creerá un católico imbécil que no conozca su religión, y los imbéciles se condenan en el infierno, porque la estupidez culpable tiene su castigo.

La oposición debida al odio a la verdad y a la Verdad Encarnada que es Nuestro Señor, es un pecado contra el Espíritu Santo, porque Nuestro Señor se les proclama como Dios que conoce al Padre, enviado del Padre, que Abraham deseó ver su día; el día de Aquél: "Yo soy el que soy", Jehová, Yahvé, que significa eso precisamente y que en esa palabra de cuatro letras sin las vocales (ya que los judíos no las escribían), esas cuatro consonantes que nosotros decimos Yahvé o Jehová, las cuales contienen el misterio de la Trinidad y de la Encarnación.

Ese es el misterio de la Trinidad que conocían los mayores, como explica Santo Tomás, pero que el pueblo creía solamente de un modo implícito; entre esos mayores estaba Abraham, por eso dijo Nuestro Señor que: "Abraham deseó ver su día", porque evidentemente conocía la Encamación y para conocer la Encarnación hay que conocer la Trinidad.

No es como erróneamente dicen muchos catequistas, teólogos y predicadores, que el misterio de la Santísima Trinidad es exclusivo del Nuevo Testamento; esa es una torpeza teológica; la fe es una y la misma y para que la fe sea la misma, tiene que estar basada en los mismos misterios fundamentales, y éstos, en la religión católica son: la Santísima Trinidad y la Encarnación; si es la misma fe la del Antiguo Testamento, tenían que conocer de algún modo esos dos misterios. Pero vemos cuánta es la ignorancia, pues Santo Tomás lo enseña; pero, claro, si la gran mayoría de los teólogos no conoce a Santo Tomás y se dedican a repetir como maestras de primaria, sin profundizar, predicando tonterías acerca de lo que no saben.

Sería imposible que Nuestro Señor dijera que Abraham deseo ver su día si éste no conociese el misterio de la Trinidad y de la Encarnación; sería negar las palabras explícitas del Evangelio, que es inspirado e infalible.

Verificamos una vez más cuan esparcida está la ignorancia en aquellos que debieran ser luz del mundo, porque el primer deber de la Iglesia es dar luz, el primer deber del sacerdote es dar la luz de la fe, de los misterios de Dios, de la Revelación de Dios y no llenar de errores a la gente, no dedicarse a un apostolado que más tiene de turismo, paseo y diversión que de estudio, para poder llevarles luz a los fieles y cultivarles esa fe y que crezcan en la esperanza y puedan vivir en caridad, conociendo la Santa religión y defendiéndola. Definitivamente hay una claudicación que viene de siglos atrás y que se manifiesta en la mala formación del clero como lo demuestra la ignorancia aberrante del pueblo que por no saber ni conocer su religión cae en el fetichismo o en una religión de charlatanes y estafadores, como las que hoy pululan; santerías donde se vende desde la cruz hasta perfumes con poderes "mágicos". ¡Qué vergüenza!

Más bajo no puede decaer la luz espiritual cuando debería brillar en el mundo a través de la Iglesia, de los sacerdotes; pero, ¿cómo va a enseñar alguien si no aprende primero?; y por eso
la jerarquía ha claudicado su misión pues, ¿qué se puede esperar de un obispo que ha tenido
una mala formación sacerdotal, si es un ignorante? Nada justifica el ser bruto, es contradictorio y aberrante un sacerdote en estas condiciones, ya que se exige un mínimo de inteligencia y capacidad para poder instruir al pueblo y para que instruyéndolo en las cosas de Dios se santifique; porque la santificación de los fieles no es beatería, consiste primero en el conocimiento de la verdad que lleva a amarla hasta convertirse en una devoción y no en beaterías sentimentales, que no nutren, ni llegan al alma y nos engañan.

La verdadera devoción, la verdadera piedad está basada en una sólida doctrina de la verdad, en Dios, y aumenta la fe y nos hace vivir de las tres excelentes virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; así se vive en el amor de Dios.

Eso es lo que quiere la Iglesia durante esta Cuaresma, que nos preparemos para la Pascua, viviendo sobrenaturalmente la Pasión de Nuestro Señor. De modo que si se habla de Pasión de Nuestro Señor, es porque alguien lo llevó a padecerla hasta matarlo; fue su mismo pueblo judío, deicida, que no quiso convertirse y en cambio conculcó la verdad; porque odiaban la luz pecaron contra el Espíritu Santo. A esto los llevó el odiar la verdad, impugnar la verdad, y no aceptar la verdad, la luz, a ser hijos de las tinieblas del infierno. Eso es el infierno hoy negado por Juan Pablo II, negación que sólo haría un hereje, ya que no se puede negar el infierno, diluirlo ni dudarlo, ya que es un dogma de fe y eso, que lo diga el Papa, es inadmisible.

Pues esa contradicción nos hace pensar que también esto forma parte, no solamente de la Pasión de Cristo sino también de la Iglesia, que a imitación de Nuestro Señor, su Cuerpo Místico sufrirá y está sufriendo su pasión y su agonía; por eso hoy, no debemos dudarlo, sufrimos la pasión de la Iglesia de la mano de la misma jerarquía así como fueron los jerarcas de la sinagoga, de la Iglesia del Antiguo Testamento los que crucificaron a Nuestro Señor; la Historia se repite en ese sentido, por mano de la misma jerarquía que vuelve a crucificar a Nuestro Señor en su Cuerpo Místico.

Con decir esto no invento nada nuevo, pues ya es tema ventilado en libros, incluso en idioma español hay uno titulado "La Pasión de la Iglesia", que narra lo que muy brevemente he dicho. Y es el mismo Nuestro Señor quien lo deja consignado en palabras de las Sagradas Escrituras... ¡misterio de iniquidad!

Imploremos, entonces, a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, poder permanecer de pie ante la crucifixión de Nuestro Señor y ante la crucifixión de la Iglesia hoy.

BASILIO MERAMO PBRO.