San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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jueves, 2 de junio de 2011

ASCENSIÓN DEL SEÑOR


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Tenemos este jueves la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo después de los cuarenta días seguidos a su Resurrección. Habiendo pasado estos días junto a sus discípulos instruyéndolos en las cosas de Dios, en los misterios de la Iglesia, durante estos cuarenta días de la presencia de nuestro Señor antes de subir a los cielos. Esto significa también el cirio pascual y que hoy después del evangelio de la Misa cantada se apaga como signo de esa Ascensión de nuestro Señor a los cielos. No viéndolo ya más físicamente, pero sí dejándonos su promesa de que así como subió a los cielos volverá a esta tierra.

No se puede dejar en la oscuridad este doble aspecto de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo. Él sube a los cielos prometiendo la venida del Espíritu Santo, pero también nos promete que Él volverá del mismo modo que ascendió a los cielos y ese es el mensaje que queda verificado en la lectura de los Hechos de los Apóstoles que escribió San Lucas y al cual hace referencia en la introducción.

Vemos entonces que la Ascensión tiene un doble significado: que nuestro Señor después de su Encarnación, después de su anonadamiento, de hacerse nada, no por el hecho de la Encarnación en sí misma, sino por encarnarse en un cuerpo mortal y pasible de sufrimiento, para podernos redimir en la Cruz y así morir y resucitar, toma esa carne no gloriosa como le correspondía en la unión hipostática, que quedaba por ese contacto divino glorificado de suyo; Él obstaculiza esa gloria para poder morir en la Cruz y redimirnos del pecado y salvarnos. Así, con la Ascensión, Él va después de la Resurrección gloriosa de su cuerpo plenamente glorificado, asciende a los cielos, con su cuerpo glorioso tomado aquí en esta tierra de las entrañas de la Santísima Virgen María, para estar a la diestra de Dios Padre.

Diestra significa: con el mismo poder, con el mismo honor que el Padre por ser Él Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad que se encarnó y que asciende a los cielos para ocupar su trono con su cuerpo, con su humanidad gloriosa y que le rindan tributo los ángeles de los cuales Él es Rey, Rey de toda criatura y de todo el universo, Rey de todo lo creado, de todo el cosmos. Como le gusta a la gente hablar hoy de cosmos, todo le rinde y le debe rendir tributo de pleitesía a nuestro Señor, Rey del universo.

Y ese Rey es el que proclamó la civilización y la cultura católica, eso es lo que significa cristiandad, la civilización católica. Y esa civilización católica que tuvo lugar en España y de la cual nosotros somos herederos, tuvo un nombre que es la Hispanidad; ella es la civilización católica hispánica de la cual nosotros somos herederos. Ese es nuestro origen, que no está en la selva ni en el Congo ni en el Amazonas, sino en la transmisión de esa cultura católica a través de la hispanidad. En eso consistió la conquista de estas tierras y no en las estupideces que hoy se dicen queriendo renegar de la madre patria, queriendo abjurar, como producto de la revolución, de la cultura católica hispánica hoy negada totalmente.

Esa civilización católica hispana tenía como ley fundamental de ese orden la unidad religiosa, proclamada social y políticamente; en eso consiste el odio satánico de la revolución, de los masones y del judaísmo contra España y la cristiandad que ella nos legó. Quien no conozca esto desconoce la historia de estas tierras y desconoce la Historia, que la Providencia ha querido favorecer con tantas apariciones, como en ningún otro lugar, que ha querido nuestro Señor prodigarnos con su Santísima Madre; en ninguna otra parte del mundo hay tantos milagros y apariciones de nuestra Señora como en estas tierras descubiertas por España.

Hoy vemos todo un panorama distinto al de nuestra unidad religiosa y no libertad religiosa, principio de la revolución de Satanás que quiere destruir el orden católico logrando mucho más; porque no se detiene allí sino que quiere destruir la Iglesia, que es lo que obstaculiza la proclamación de su reino y que su lugarteniente, el Anticristo, se entronice en la misma Iglesia una vez que ha sido vaciada de su contenido sobrenatural, religioso y divino. Es esta la crisis que estamos sufriendo y que, por lo mismo, sufre la Iglesia su pasión. Lamentablemente esto lo ven muy pocos hombres; la mayoría prefiere seguir lo que tonta y alegremente se transmite por las noticias pero que no es la verdad, porque ella está oficialmente hostigada. La verdadera Iglesia católica hoy está acosada y deriva en la persecución contra Monseñor Lefebvre, contra la Santa Misa de siempre del rito romano, la Misa de los Papas, de San Pedro, esa que es la Misa y no otra.

Nuestro Señor se va a los cielos, promete el Espíritu Santo, pero también promete que Él volverá al fin de los tiempos. Por lo que los apóstoles le preguntan cuándo restaurará a Israel y Él contesta que no les corresponde a ellos en definitiva conocer los secretos de Dios. Porque los discípulos esperaban esa restauración de Israel. Queda entonces así asociada con la segunda venida de nuestro Señor. Ese Israel es quien configurará la Iglesia católica más la conversión de los judíos al final de los tiempos, como un nuevo Israel, pero no antes, no sin la intervención de Dios, no sin la Parusía de nuestro Señor. Esa Parusía es la que también producirá el triunfo del Inmaculado Corazón de María, promesa de Fátima, no antes de la gran apostasía, no antes del misterio de iniquidad, no antes de la gran tribulación.
Pero la gran esperanza está cifrada en la vuelta gloriosa de nuestro Señor, y esa es la esperanza de los que quieren y guardan en su memoria el segundo advenimiento de nuestro Señor, que está olvidado, que no se predica, que se predica mal, o que lo predican de un modo erróneo y tergiversado como lo hacen todas las sectas protestantes.

La Ascensión es, pues, un motivo de esperanza en esta crisis terminal, podríamos decir, del mundo, sabiendo que volveremos a ver nosotros, o quizás más adelante; pero tarde o temprano volveremos a ver a nuestro Señor bajar del cielo del mismo modo que lo vieron sus discípulos subir; eso es lo que dice San Lucas en los Hechos de los apóstoles y ese es el objeto de nuestra esperanza. Yo diría el único motivo que nos puede mantener firmes en medio de esta gran apostasía, de esta gran pérdida de la fe, de esta Pasión de la Iglesia, Cuerpo Místico de nuestro Señor, pasión que acrisola con fuego purificador que por terrible que sea, nos santifica si tenemos esa firme esperanza. Ese es el mensaje de la Ascensión y no hay que dejarlo de lado o ignorarlo, aunque desgraciadamente se deja muchas veces por el motivo que fuere en la penumbra, en la sombra o en el olvido.

Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a permanecer expectantes para no sucumbir, teniendo en alto nuestra esperanza y nuestra fe. +

PADRE BASILIO MERAMO
24 de mayo de 2001