San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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sábado, 17 de julio de 2010

Domingo Octavo después de Pentecostés



Amados hermanos en Nuestro señor Jesucristo:

En este Evangelio vemos la parábola del mayordomo infiel; parábola que tiene su dificultad sobre todo al alabar nuestro Señor la acción de ese mayordomo y al decirnos que ganemos amigos con las riquezas de iniquidad. ¿Cuáles son esas riquezas que alaba Nuestro Señor? Esto nos lleva a la necesidad de meditar en las Escrituras, en las parábolas, para descifrar su contenido.



Es evidente que el mal en sí no es objeto de alabanza, ni el pecado ni el error, y si Nuestro Señor alaba en cierto modo al mayordomo infiel, del cual tenía malas noticias, que era dilapidador en su economato, es porque de algún modo hay algo bueno. No es que el mayordomo sea ladrón, porque el robo y la rapiña no se pueden alabar, es evidente que él como mayordomo podía, tenía facultad de condonar de algún modo las deudas que los acreedores a través de él habían contraído con el señor, contra el dueño; si no sería inválido que borrara cien y colocara cincuenta barriles, que borrara cien y colocara ochenta cargas de trigo; sería impugnable esa escritura, o ese papel; luego se ve que tenía la facultad, de algún modo, de condonar o rebajar esa deuda.


Lo que Nuestro Señor alaba es la sagacidad, diríamos, la astucia o la malicia “indígena” con la cual este mayordomo actuó para no quedar en la calle ni tener que mendigar porque le daba vergüenza o tener que cavar la tierra porque no podía físicamente, y así de esta manera granjearse amigos después de ser despedido. Nuestro Señor alaba ese ingenio, esa astucia, en el buen sentido, para que la utilicemos y así ser más lúcidos que los hombres carnales que sólo piensan en este mundo; tener de qué vivir o subsistir y hacia lo cual dirigen toda su habilidad, toda su sagacidad y que la transportemos para ganarnos el cielo, la vida eterna. Que esa destreza que tienen los hijos de este mundo la tengamos los hijos de Dios, y que no seamos tontos, ni estúpidos ni imbéciles y dejemos perder el cielo sin aprovechar hábilmente las circunstancias, no para ganar el mundo, sino para ganar el cielo.


¡Hasta dónde llega Nuestro Señor para mostrarnos el camino eterno sin que lo perdamos!, abriendo las puertas a lo mal habido, al dinero, a las riquezas, a los bienes de iniquidad, no necesariamente por robo o rapiña, porque hay cosas mal habidas, mal obtenidas y que no obstante no son objeto de rapiña ni de hurto. Hay muchas cosas mal adquiridas por medios pecaminosos y el ejemplo más clásico es el de la prostitución y no es dinero robado, es justamente adquirido pero a través de un pecado; y cuántos otros ejemplos hay de dinero mal habido, como la pornografía, el modelaje, los medios de comunicación, los anticonceptivos, las discotecas, las tabernas, a través de los cuales hacen dinero, pero es a base de un pecado y que no es precisamente el robo, como la misma droga y cuántos ejemplos más se podrían citar, pero se escapan.


Entonces todo ese dinero mal habido, mal adquirido a través de un pecado, de la corrupción de sí mismo, o de otros, también puede ser bien utilizado para ganar el cielo. Esa es la moraleja que quiere dejar Nuestro Señor, que aun con esas riquezas mal conseguidas, sin ser robadas, se puede aun ganar el cielo si se utilizan, por ejemplo, haciendo limosna, ayudando al prójimo, haciendo obras de caridad y así borrar el pecado por el cual se ha obtenido, pecaminosamente. Que quede claro, entonces, que lo que alaba nuestro Señor en este mayordomo infiel es la sagacidad, para que los hijos de Dios sean iguales o más sagaces que los hijos de este mundo, para que no se peque de estupidez. A nuestro Señor no le gusta la estupidez.


La estulticia es un pecado que viene de la lujuria. La estupidez, la bobería, la idiotez. Y Dios sabe si en este mundo lleno de lujuria no hay también la estupidez por doquier conculcando la verdad y la sabiduría, la inteligencia, los dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, ciencia, necesarios para mantenerse en la luz de la verdad, en el amor a la verdad para salvarse. Esa verdad que es la Iglesia católica, la religión católica, nuestro Señor Jesucristo y no los falsos iluminados, los masones, los gnósticos, los brujos, sino la luz que da la Iglesia, la luz de la verdad sobrenatural, la luz de la fe que está hoy oscurecida en la Iglesia.


Gran tribulación, gran eclipse de sol, de la verdad, de la luz. “De labore solis” –el eclipse de sol–, lo testifica la divisa que corresponde al actual pontificado de hoy según las profecías de San Malaquías. No es ningún invento personal pues la interpretación correcta es: el eclipse de sol; basta con leer un poquito de latín, mirar en un diccionario de latín para ver cómo los romanos hacían o decían para significar el eclipse de la luna y allí está diciendo de labore lunae, solis –el eclipse del sol, el eclipse de la luna– y no los trabajos de sol, que no tiene ningún sentido, ningún contenido lógico que nos manifieste la realidad de algo, que ya circulan por doquier. Ese es un signo más de la falta de luz para la correcta interpretación.


No hay que pasar por ignorantes del abc latino. El latín es la lengua de la Iglesia. El oscurecimiento del sol anunciado en las Escrituras. Eclipse de la Iglesia que nos ha tocado vivir, porque la Iglesia no irradia hoy la fe, no irradia ni por su moral ni por su doctrina ni por su fe. Al contrario, brilla por su ausencia, una decadencia atroz, falta de fe, falta de moral, falta de verdadera predicación, de amor a la verdad, verdadero pecado contra el Espíritu Santo, contra el espíritu de verdad que es en Dios la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.


Ese espíritu de verdad no irradia hoy ni ilumina al mundo, ni brilla en la Iglesia, que está eclipsada, obnubilada, por sus malos pastores que se convierten así en los falsos profetas de los cuales nuestro Señor nos advirtió con instancia suma que tuviéramos cuidado, porque no se presentan como lo que son, como lobos rapaces sino con piel de oveja, con apariencia de religiosidad, de santidad y de virtud, pero que son por dentro todo lo contrario. Es un hecho hoy, cuando la imagen de los sacerdotes y del clero es desastrosa. Es un escándalo permanente que hace perder la fe a la gente poco culta en las cosas de Dios; por ignorancia religiosa se convierten en carnada del protestantismo que invade a Colombia y al mundo, ese espíritu protestante. Vemos esta ciudad llena de sectas y los culpables de todo esto son los malos pastores que no predican la verdad, que no cumplen con el deber de apacentar a las ovejas, dejándolas a merced del lobo.
Tengamos presentes todo esto y aprovechemos el ejemplo que nos da nuestro Señor en la parábola de hoy, del mayordomo infiel, para que utilicemos sagazmente aun lo mal habido en beneficio de nuestra propia salvación ¡Hasta dónde llega la bondad y la misericordia de Dios!


Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que interceda con su ayuda para ganar el cielo a través de su maternal mediación en estos tiempos tan difíciles; que las almas se salven y no se condenen eternamente. +


BASILIO MERAMO PBRO.
29 de julio de 2001