San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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jueves, 19 de marzo de 2009

LA SALETTE Y FATIMA PROFECIAS APOCALIPTICAS DE LOS ULTIMOS TIEMPOS


Introducción.
Contenido Profético de las Apariciones.
La Salette Profecía Apocalíptica.
Grandes Apostasías.
La Gran Tribulación.
Apóstoles de los Ultimos Tiempos.
Fátima Profecía Apocalíptica.
Declaraciones y actitudes de quienes leyeron el Tercer Secreto.
Testimonio de los Peritos.
Defección de la Jerarquía de la Iglesia.
Conclusión.



La Salette y Fátima
Profecías Apocalípticas de los Ultimos Tiempos


Introducción

Podrá sorprender a primera vista que relacionemos las apariciones de La Salette y de Fátima con profecías de carácter apocalíptico, con sucesos relativos a los últimos tiempos. Pues bien éste será nuestro cometido, mostrar como las apariciones de la Salette y de Fátima (reconocidas por la Iglesia) son eminentemente apocalípticas y cobran su pleno significado y valor dentro del contexto apocalíptico al cual se refieren. De otro modo quedan como relegadas, o mal enfocadas perdiendo la luz que nos vienen a dar para tiempos difíciles y decisivos como el nuestro, tiempos realmente apocalípticos, pero llenos de esperanza al saber que el retorno glorioso de Cristo Rey está próximo.

Hablar del apocalipsis no es fácil, sobre todo cuando este tema ha sido desgraciadamente mal llevado por exégesis que oscurecen el camino para llegar a luz de la verdad, a la luz de la Revelación, que el Apocalipsis encierra hasta en su misma terminología pues no otra cosa significa su nombre que el de revelación, o sea afloración de algo oculto, velado. En definitiva el término Apocalipsis encierra el sentido de una verdad velada que ha sido revelada a los hombres, revelación que consiste en la manifestación (aparición o parusía) de Cristo Jesús en gloria y majestad al fin de los tiempos cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos por su aparición y por su reino, tal como confiesa San Pablo en su segunda epístola a Timoteo 4,1 cuyo texto en latín (para mayor precisión) dice así: «Testificor coram Deo, et Iesu Christo, qui judicaturus est vivos et mortuos, per advéntum ipsíus, et regnum eius».

El tema central del Apocalipsis como Revelación gira sobre la Parusía de Jesucristo al fin de los tiempos, o sea la gloriosa venida de Jesús al mundo, tal como finaliza el Apocalipsis implorando: «Ven Señor Jesús».


Contenido Profético de las Apariciones

En primer lugar mostraremos que las dos apariciones; la de la Salette y la de la Fátima son proféticas, es decir que son una visión por revelación sobrenatural de Dios, a través de la Virgen Santísima, y encierran una predicción o anuncio futuro.
La profecía (procul = distante - phanos = aparición) es una visión de algo distante (oculto) a los sentidos relacionado por lo general con algo futuro (por venir). Es un conocimiento (visión) sobrenatural de cosas distantes o futuras.

En segundo lugar la profecía (porro = a lo lejos - fantur = decir) es una locución dando a conocer las cosas que se saben por revelación de Dios .

Santo Tomás dice: «La profecía consiste primero y principalmente, en el conocimiento, pues los profetas se llaman así porque conocen las cosas que están lejos del conocimiento natural de los hombres. Pudiera decirse que ‘profeta’ viene de ‘phanos’ que significa aparición, por cuanto se aparecen al profeta cosas que están lejos.(...) la profecía consiste, en segundo lugar, en la locución por cuanto los profetas dan a conocer las cosas que por revelación de Dios conocen, para edificación de otros» (S. Th. II-II, q.171, a1).

De tal modo que «los profetas son como proferidores, que hablan de lejos, es decir, de las cosas lejanas, y predican la verdad de los acontecimientos futuros» (S. Th. II-II, q. 171, a1). O como señala el P. Castellani «la profecía es un conocimiento del futuro contingente». (El Apokalipsis, Ed. Paulinas, Buenos Aires, 1963, p.78).

Como se puede observar la profecía encierra varios elementos que la caracterizan y ellos se encuentran en ambas apariciones. Basta que analicemos el contenido de cada una de ellas, para darnos cuenta de ello.

Además no debemos desechar ni despreciar las profecías, ello constituye una impiedad y orgullo inimaginable. El Apocalipsis advierte muy claramente: «Bienaventurado el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía y guardan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está cerca.» (Ap. 1,3).


La Salette Profecía Apocalíptica

Por revelación de la Virgen del cielo en el año 1846, se predijeron cosas relativas a la Iglesia y la Fe en un futuro, no muy lejano, que son una verdadera y real profecía, para nuestra edificación.

El contenido de lo que dice y anuncia la Santísima Virgen en La Salette es no sólo sorprendente en cuanto a la gravedad de lo que dice, sino también inimaginable desde el punto de vista doctrinal como imposible a primera vista; nos referimos a las palabras tremendas, que dicen «Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo». No se puede decir en verdad nada más grave y trágico para la Iglesia y el fiel católico, lo cual hace pensar en acontecimientos de orden apocalíptico y no solo en una simple profecía más, sino en una profecía sobre el fin de de los tiempos. Pero no nos adelantemos, vayamos poco a poco.

No vamos a citar todo el mensaje de La Salette, solo tomaremos los pasajes más relevantes y decisivos, para que resalte su contenido eminentemente profético y apocalíptico.

Recordemos que toda profecía contiene una visión (o conocimiento) de un suceso de algo oculto para los hombres que encierra una predicción o anuncio de cosas futuras, para su edificación.

«Acercaos hijos míos, no tengáis miedo. Yo estoy aquí para anunciaros una gran noticia(...) Si mi pueblo no quiere someterse, me veré obligada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más» (Abate Gouin, Profecías de Nuestra Señora de La Salette, Madrid, 1977, p. 70).

En cuanto al secreto tenemos: «Melania, esto que yo te voy a decir ahora no será siempre un secreto; puedes publicarlo en 1858.» (Ibid. p. 71).

La corrupción clerical es espantosa y abominable haciéndose eminente un gran castigo: «Los sacerdotes, ministros de mi Hijo, los sacerdotes, por su mala vida, por sus irreverencias y su impiedad al celebrar los santos misterios; por su amor al dinero, a los honores y a los placeres, se han convertido en cloacas de impurezas(...) Dios va a castigar al mundo de una manera sin precedentes» (Ibid p. 71).

El pez se pudre por la cabeza, el mal viene de la cúspide, de la jerarquía misma de la Iglesia: «los jefes, los guías del pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha ofuscado sus inteligencias; se han convertido en estrellas errantes que la antigua serpiente arrastrará con su cola para hacerlos perecer.(...) La sociedad está en vísperas de la más terrible calamidad y de los más grandes acontecimientos» (Ibid p. 71).

La fe se perderá. Es otro de los sucesos profetizados por La Salette: «En el año 1864 (que nosotros debemos desplazar unos 100 años más, por el plazo que se le concedió a Satanás, según la visión del Papa León XIII, como más adelante veremos; dandonos así la fecha de 1964, es decir en pleno Concilio Vaticano II), Lucifer con un gran número de demonios, serán desatados del infierno. Abolirán la fe poco a poco, aún entre personas consagradas a Dios; las cegarán de tal manera que, a menos de una gracia particular, esas personas tomarán el espíritu de esos malos ángeles. Muchas casas religiosas perderán completamente la fe y se perderán muchísimas almas.» (Ibid. p. 72).

Y lo más grave y difícil de creer, pero es la Santísima Virgen quien lo dice, para que estemos alertas y vigilantes: «Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo.» (Ibid. p.75). Jamás se oyó decir algo semejante, ni se pudo imaginar algo parecido. Que la fe se pierda al extremo inimaginable de afectar hasta la misma Roma, Cátedra de Pedro, Sede del Vicario de Cristo en la tierra, para convertirse en la sede del Anticristo, en Cátedra de Satanás; convertida de cátedra de la Verdad en cátedra del error y de las tinieblas, obscureciéndose la luz de la fe que debe irradiar para iluminar el mundo entero; es algo que humanamente no cabe en la cabeza de ningún fiel católico. Pero siendo la Virgen quien lo dice y profetiza, estamos obligados a creerlo y admitirlo, salvo que neguemos de plano la aparición de La Salette, cosa que solo puede hacerlo un ignorante o un impío.

Por dramático e imposible que parezca a nuestro frágil pensamiento, estamos obligados a admitir y a creer en que los anuncios de La Salette son proféticos y como tales superan el entendimiento humano, requiriéndose así la luz sobrenatural de la fe para aceptarlos.

La Salette exige, como todas las cosas de Dios, un acto de fe, so pena de nada comprender o peor aún de mal entender, con explicaciones mediocres que, en resumidas cuentas, nada dicen; y que no hacen más que obstaculizar la verdad.

Nuestra tierna y dulce Madre del Cielo, con infinita misericordia y compasión, por nosotros sus hijos más queridos, más que las pupilas de sus vírginales ojos, nos advierte para que no perezcamos envueltos en la mayor y más espantosa Apostasía, que jamás se haya y habrá visto.

Por esto, por amor a nosotros, todos sus hijos, nos anuncia lo impensable para un fiel católico, hijo de la Santa Madre Iglesia, única arca de Salvación; algo tremendo pero desgraciadamente muy cierto: «La Iglesia será oscurecida, el mundo quedará consternado». (Ibid p.76). Más aún: «Roma pagana desaparecerá» (Ibid. p.76). Sí, es tremendo, verdaderamente apocalíptico, una cosa así.

La antigua Roma pagana era la capital y centro universal del Imperio Romano de la cual San León Magno decía como leemos en el Breviario en la Fiesta de San Pedro y San Pablo (29 de Junio): «Pero esta ciudad (Roma) ignoraba la altura de su elevación; gobernando casi todas las naciones, era la esclava de todas las naciones, era la esclava de todos los errores de todas esas naciones; y le parecía poderse atribuir muchas religiones, porque no rechazaba ninguna, pero entre más la tenía fuertemente encadenada el demonio, más maravillosamente ha sido librada por Cristo» (Maitines Lect. VI).

Sí, la Roma Imperial y Pagana, que dominaba el mundo, cobijaba en su seno todas las falsas religiones de los pueblos que gobernaba. Se vanagloriaba de poseer en su fabuloso Panteón el culto y las divinidades de todos los pueblos paganos; lo cual la convirtió en una segunda y más abyecta Babilonia, como la llega a llamar el mismo San Pedro: «Os saluda la Iglesia que está en Babilonia» (1 Pet. 5,13).

Tanto Scio como Straubinger comentan al respecto diciendo el primero: «Los padres entienden aquí a Roma bajo el nombre de Babilonia a causa de la inmensa población de aquella ciudad; y así mismo por la multitud y confusión de sus ídolos. También S. Juan en el Apocalipsis XVII. 5, XVIII. 10, comprende a Roma gentil bajo la misma palabra.» Y el segundo: «Por Babilonia se entiende Roma, que constituía el centro del paganismo. La Roma pagana significaba para los cristianos el mismo peligro que antes Babilonia para los judíos. También S. Juan usa el mismo término para designar a Roma y predice su destrucción (Ap. 14,8; 17,5; 18,2 y 10).»

La Roma pagana (grande por su idolatría), convertida en Roma Cristiana por la fe, volverá al fin de los tiempos, según lo anunciado por La Salette, a ser el centro de la fornicación y de la idolatría. Esto es lo que las profecías de La Salette predicen, en plena concordancia con las Sagradas Escrituras como veremos más adelante.

La caída apocalíptica de Roma bajo el nombre de Babilonia está profetizada para los últimos tiempos por las Sagradas Escrituras, en plena concordancia con las profecías de La Salette: «Ha caído, ha caído Babilonia, la grande, la cual abrevó a todas las naciones con el vino de su enardecida fornicación»(Ap. 14,8). Y leemos en la nota 8 de Straubinger correspondiente a este versículo: «Babilonia, nombre simbólico de Roma, como se ve en los caps. 17 - 18 y en 1 Ped. 5,13. El nombre de Babilonia simboliza el reino anticristiano, así como el de Sión o Jerusalén el reino de Dios».

Scio comenta al respecto: «El segundo ángel anuncia, que está por el suelo aquella soberbia Babilonia que había hecho idolatrar a todas las naciones, moviendo contra sí la cólera de Dios por semejante prostitución y apostasía.» (Ap. 14,8 nota 1).

Roma cristiana paganizada, vuelta a su antigua prostitución e idolatría, cobijando en su seno todos los falsos cultos y religiones, cae como la antigua Babilonia por abrevar a todas las naciones que fueron católicas (la Cristiandad) con el vino de su enardecida fornicación, es decir la falsa caridad ecuménica, su ardor frenético en aunar a los hombres sin distinción de credos ni dogmas, consumando su adulterio.

Babilonia como dice San Jerónimo es la Roma adulterada: «La gran ramera Babilonia es representante del mundo anticristiano (S. Agustín), en particular la ciudad de Roma (S. Jerónimo) , levantada sobre siete montes (v.9) como la bestia sobre la cual se asienta la ramera grande (v.3). En tiempo de S. Juan ella era la capital del mundo y centro de la corrupción pagana» (Straubinger Ap. 17-1 nota 1).

Fornicación en lenguaje bíblico significa precisamente la unión adúltera de la verdadera religión y de su culto con las falsas religiones, con sus respectivos cultos idolátricos.

En este sentido señala Mons. Straubinger en varias ocasiones en sus notas y comentarios sobre la fornicación y el adulterio empleados en la Biblia: «En el lenguaje de la Biblia la apostasía se llama adulterio, porque la unión del alma con Dios es como un matrimonio, y el esposo que ama de veras es necesariamente celoso» (Nota 4, Stgo 4,4).
El culto idolátrico y sus vicios son según las Escrituras las abominaciones; pues «abominaciones -indica Staubinger- en la Sagrada Escritura, es el término para señalar la idolatría y los vicios que proceden del culto a los ídolos» (Nota 3, Apoc. 17,4).

Scio dice lo mismo al referirse a la fornicación: «del mismo modo debe entenderse figurativamente de la idolatría, lo que aquí se llama prostitución o fornicación. Esta es una expresión, que usan frecuentemente los profetas, para explicar la apostasía o abandono, que se hace del Dios verdadero, para convertirse a los dioses falsos o a los ídolos. Muchos intérpretes antiguos , con San Jerónimo, han entendido por esta mujer a Roma pagana e idólatra, perseguidora del verdadero Dios y de su Cristo» (Nota 2 Ap. 17,1).


Grandes Apostasías

La Salette nos previene de la Apostasía de Roma, pues no significa otra cosa el decir que: «Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo». Esta es la triste realidad pero es la verdad.

Toda la historia del hombre, desde la creación, con el pecado de Adán, es una continua y desgraciada Apostasía, que muestra la miseria humana y la infidelidad de amor a su Dios.

Podemos remontarnos a la Apostasía de los ángeles, que fué definitiva y sin posibilidad de redención, dada su naturaleza angélica (espíritus puros) donde no cabe ni la ignorancia, ni el error de parte de la inteligencia, y donde el querer de la voluntad es para siempre fijo en la elección que ha hecho con plena libertad. El ángel una vez que elige el objeto de su amor, no puede ya cambiar, su libertad queda fija en aquello que eligió con todas las consecuencias.

Este es el drama de la irredención angelical, dada la excelencia y superioridad de su naturaleza. El hombre en cambio, por ser más débil, sujeto a una luz inferior (grado de inteligencia) puede mientras vive cambiar su elección, no fijándose de una vez por siempre en aquello que hizo el objeto de su amor. El hombre es así susceptible de Redención y de Misericordia, por la misma condición de inferioridad de su naturaleza con relación a los ángeles. Gracias a esta miseria pudo decir con razón San Agustín «Oh feliz culpa», cosa que un ángel jamás podría decir.

Con la creación del primer hombre Dios hace su primera revelación al hombre (Revelación Primitiva). Adán peca y toda su descendencia cae en la mancha del pecado original. Con la infidelidad de los pueblos primitivos a la Revelación Primitiva, surge el Paganismo, primera y gran apostasía.

Dios escoge un pueblo para volverlo suyo como testimonio y testigo de Sí. Se produce la segunda revelación hecha a Moisés. Pero la infidelidad del pueblo judío en su tenacidad y dureza de corazón rechazó la Ley, y como consecuencia de su apostasía a esta segunda Revelación, hecha a los hombres, surge el judaísmo.

Dios hace su tercera y última Revelación, a través de su verbo Encarnado, Revelación de la Gracia, del Amor, su Evangelio, y comienzan una serie de contínuas apostasías dentro de la misma Iglesia fundada por Cristo Nuestro Señor.

Tenemos, así, la triste historia de las herejías y cismas dentro de los fieles. Vemos caer uno por uno los distintos Patriarcados que constituían la Iglesia por todo el mundo. Todos los Patriarcados de Oriente fueron cayendo uno tras otro en la herejía y el cisma.

Prueba de ello nos la da el Padre Nicolás Liesel en su estudio sobre «Las Liturgias de la Iglesia Oriental,» Ed. Espasa- Calpe, Madrid, 1959: «Cuando en el siglo V se declaró la herejía monofisista (=en Cristo una sola naturaleza), cayeron en ella los dos patriarcados de Antioquía y Alejandría, tanto que desde entonces quedaron sólo restos lamentables. El monofisismo había triunfado en estos países, con excepción del patriarcado de Jerusalén, fundándose así la Iglesia jacobita Siria y la copta en Egipto. Los cristianos, que permanecieron fieles a la fe tradicional, recibieron de los monofisistas el despectivo apodo de ‘melquitas’ o sea, ‘cesareos’, porque, en calidad de griegos y grecófilos, se mantuvieron junto al emperador (en sirio = malka). (...) En el Líbano se separaron los maronitas. Y para colmo de males, los melquitas, fieles a Bizancio, fueron arrastrados en el siglo XI al cisma de la Iglesia griega. Así subsisten hoy tres patriarcados cismáticos: Alejandría, Antioquía y Jerusalén, que se llaman no ‘Melquitas’ según el antiguo nombre, sino ‘ortodoxos’, esto es, los ‘auténticos creyentes’, como antiguamente se llamaban las Iglesias Católicas del Oriente desde el siglo XI para contradistinguirse de las Iglesias caídas en el monofisismo.(...) La actividad unionista de los católicos entre los melquitas empezó en el siglo XVII. Sobre todo en Alepo y Damasco tornaron muchos a la unidad católica. También en Egipto se formaron comunidades católicas entre melquitas emigrados de Siria. En el año 1701 se hicieron católicos dos obispos en secreto. Los católicos melquitas de Damasco eligieron en 1724 como patriarca, con el nombre de Cirilo VI, al obispo Serafín Tomas (...) El patriarca melquita católico tiene su sede en Damasco y ostenta el título de ‘patriarca de Antioquía, Alejandría, Jerusalén y todo Oriente’». (Cap. La Liturgia Melquita).

Se ve entonces como el oriente católico cayó en la herejía y el cisma con sus Patriarcados, si bien siempre hubo una minoría perseguida y oprimida que permaneció fiel a la Iglesia, y últimamente volvieron algunos del error como los melquitas católicos, quedando los ortodoxos aún en su error.

Solo quedó en pie Occidente, Roma, aunque flagelados por las herejías y el cisma, pero Roma, y todo el Patriarcado Occidental que del Papa depende, se mantuvo firme en la fe. Pero tenía que caer, por un misterio de verdadera iniquidad. Esto es lo que La Salette nos viene a señalar, junto con Fátima.

La Apostasía de Roma, que de pagana paso a cristiana por la fe, volverá a su antigua condición por la pérdida de la fe convirtiéndose en la Sede del Anticristo; ésta es la esencia de la profecía de La Salette. Por esto «Roma pagana desaparecerá» tal como dice Nuestra Señora de La Salette. San Roberto Belarmino viene a confirmar lo mismo: «Varios autores entre ellos San Roberto Belarmino, -dice Straubinger en su comentario- creen que en los últimos tiempos Roma volverá a desempeñar el mismo papel que en los tiempos de los emperadores» (Nota 1, Ap. 17,1).

Todo lo dicho sobre la Gran Ramera en el capítulo 17 del Apocalipsis concuerda con lo profetizado en La Salette sobre Roma: «Ven acá, te mostraré el juicio de la Ramera grande, la que está sentada sobre muchas aguas; con las que han fornicado los reyes de la tierra, embriagándose los moradores de la tierra con el vino de su prostitución. Y me llevó a un desierto en espíritu; y ví a una mujer sentada sobre una bestia purpúrea repleta de nombres de blasfemias, que tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y cubierta de oro y piedras preciosas y perlas, y llevaba en su mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación. Escrito sobre su frente tenía un nombre, un misterio: Babilonia la grande, la madre de los fornicarios y de las abominaciones de la tierra. Y ví a la mujer, ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los testigos de Jesús; y al verla me sorprendí con sumo estupor» (Ap. 17,1-6).

Roma prostituida, fornicaria y adúltera, al igual que la antigua Babilonia la grande, por ser madre de los fornicarios y de las abominaciones, ebria de la sangre de los santos con la cual cubre el cáliz (culto) de su abominación, es la que está señalada.

Todo esto indica la decadencia espiritual y religiosa, la entronización de un falso culto (cáliz lleno de abominaciones), la usurpación de «los méritos de los mártires y santos revistiéndose hipócritamente de ellos» (Straubinger Ap. 17.6 nota 6). Esto señala el fariseismo que con apariencias de piedad corrompe a la Iglesia, y a la fornicación espiritual con los reyes de la tierra, «es decir, a la que vive en infiel maridaje con el mundo (Sg. 4,4), olvidando su destino celestial y la fugacidad de su tránsito por la peregrinación de este siglo» (Straubinger Ap. 2-14 nota 14). «La apostasía de Babilonia (Ap. 17,2) consistirá precisamente en esa actitud mundana (Juan 14, 30 y nota 3) de poner a Dios principalmente como agente de bienes temporales, convirtiendo la ‘vida eterna’ traída por Jesús en programa de puros valores humanos, sea con carácter de cultura o de bienestar económico o de influencia política, etc.» (1 Tim. 6,3 nota). Aquí queda condenado y como radiografiado todo el afán del progresismo actual de los que ocupan la Iglesia.

«Las armas del Anticristo son las falsas ideologías y doctrinas que Satanás, ‘el príncipe de este mundo’ va introduciendo desde ahora bajo etiquetas de cultura, progreso y aun de virtudes humanas que matan la fe, y gracias a los medios que la técnica moderna le da para monopolizar la opinión pública». (Straubinger 2 Tes 2,6 nota 6), esto le cae al milímetro al modernismo que invade la Iglesia.

El tema de la apostasía es hoy más real que nunca y es además como el culmen del misterio de iniquidad: «Es decir que la apostasía ha de preceder al hombre de iniquidad, como culminación del ‘misterio de iniquidad’ (v.6) y clima favorable a la desembozada aparición del v.8 (S. Tomás, Estio, C. a Lapide, S. Belarmino, Suárez, etc.). Nadie niega que la apostasía (Luc. 18,8) ha comenzado ya (cf v.7), no sólo en los ambientes intelectuales, sino también en los populares, lo que Pío XI caracterizaba como el gran escándalo de nuestro tiempo. Lo peor es que los apóstatas en gran parte se quedan dentro de la Iglesia (2 Tim 3,15; 1 Juan 2,18s.) e infectan a otros»(Straubinger 2 Tes 2,3 Nota 3).

Verdaderos lobos con piel de oveja, es decir con apariencia de piedad: «Guardaos de los falsos profetas los cuales vienen a vosotros disfrazados de ovejas, más por dentro son lobos rapaces. Los conocerás por sus frutos» (Mt. 7,15). «Jesús como buen pastor -comenta Mons. Straubinger- nos previene aquí bondadosamente contra los lobos robadores, cuya peligrosidad, estriba principalmente en que no se presentan como antirreligiosos, sino al contrario ‘con piel de oveja’ es decir ‘la apariencia de piedad’ disfrazados de servidores de Cristo.

«El Evangelio no debe ser acomodado al siglo so pretexto de adaptación (aggiornamento). La verdad no es condescendiente sino intransigente. El mismo Señor nos previene contra los falsos Cristos (Mat. 24,24), los lobos con piel de oveja (Mat. 7,15) y también S. Pablo nos advierte contra los falsos apóstoles de Cristo (2 Cor. 11,13) y los falsos doctores con apariencia de piedad (2 Tim. 3,15).» Straubinger Gal. 1,8 nota 8). Es más, existe el permanente peligro de invertir la palabra de Dios, pues: «El orador sagrado, agrega S. Jerónimo , está expuesto cada día al grave peligro de convertir, por interpretación defectuosa, el Evangelio de Cristo, en el Evangelio del Hombre» (Ibid. nota 11). Esto es precisamente lo que hoy acontece, desgraciadamente.


La Gran Tribulación

La pérdida de la fe llevará a Roma a su antiguo paganismo convirtiéndose en Panteón de todas las falsas religiones, esto es lo que La Salette profetiza y así nos advierte que: «el sol oscurece; sólo la fe vivirá» (Ibid. p.76).

Esto es ni más ni menos que, La Gran tribulación (Tribulatio Magna), del Evangelio: «Porque habrá, entonces, grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá más.» (Mt. 24,21).

Santo Tomás comentando este pasaje dice: «Habrá, entonces, una gran tribulación, porque habrá una perversión de la doctrina católica, a causa de la propagación de una falsa doctrina. Y si no fuesen abreviados aquellos días, a saber, por el testimonio de la doctrina, a causa del refuerzo de la verdadera doctrina, nadie se salvaría, pues, todos abrazarán la falsa doctrina» (In. Mat. c.24 Ed. Marietti, Taurini 1925 p. 318). Además, señala Santo Tomás refiriéndose al sol oscurecido, que: «por el sol se designa la Iglesia; pues la Iglesia por causa de las tribulaciones no se la verá relucir» (Ibid. p. 312).

Es claro y evidente que para el Doctor Angélico la Gran Tribulación de que hablan las Escrituras, consistirá en una cuestión de doctrina, que sacudirá hasta los cimientos mismos de la Iglesia Católica Apostólica Romana, reducida prácticamente a unos pocos que permanecerán por gracia de Dios firmes en la fe y conservando la verdadera doctrina católica.

Y tal como expone Orígenes citado por Santo Tomás unos renglones más arriba con relación a los días acortados: «Así pueden referirse al advenimiento de Cristo a causa de su Iglesia, y así decía Orígenes que tal como la palabra del Evangelio se divulgó para su venida, así la falsa doctrina se divulgará para la venida del Anticristo».

En plena concordancía con las Escrituras y Santo Tomás, La Salette advierte: «Se predicará una falsa doctrina, un anti-Evangelio ...predicarán otro Evangelio contrario al del verdadero Cristo Jesús» (p.72).

La confusión y el error llegará a grados inimaginables y el culto de Dios quedará relajado tal como acontece hoy con la nueva Misa: «Los libros malos abundarán en la tierra, y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios, obtendrán un poder extraordinario sobre la naturaleza» (Ibid. p.72). Y esto por pérdida de la Fé: «Y se verán por doquier prodigios extraordinarios, porque la verdadera fé se ha extinguido y la falsa luz alumbra al mundo» (Ibid. p.72-73).

Ay de la jerarquía que farisaicamente se preocupa por su autoridad y prestigio y deja envenenar los manantiales puros de la doctrina y de la fe; a ella están dirigidas estas palabras: «¡Ay de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado únicamente a atesorar riquezas sobre riquezas, a poner a salvo su autoridad y a dominar con orgullo!» (Ibid. p. 73), mientras ofrecen un culto abominable (nueva misa), el cáliz lleno de abominaciones, sumergiendo la Iglesia en la abominación de la desolación, más grande e inimaginable, de un culto prostituido bajo las apariencias de piedad, mientras excomulgan al verdadero y único culto de Dios: la Santa Misa de siempre, cumpliéndose al pie de la letra las profecías de Daniel, para estos últimos tiempos.

Daniel anuncia profética y apocalípticamente la abolición del culto verdadero a Dios, es decir: del Sacrosanto Sacrificio de la Misa y la implantación de un falso culto en su lugar, es decir la Nueva Misa o abominación en lugar santo.

Veámoslo: «Y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación; y sobre el santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la consumación decretada se derrame sobre el devastador» (Dan. 9,27). «Sus tropas vendrán y profanarán el santuario de la Fortaleza; harán cesar el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación del devastador» (Dan. 11,31). «Desde el tiempo que será quitado el sacrificio perpetuo y entronizada la abominación desoladora, pasarán mil doscientos noventa días» (Dan. 12,11).

Scio reconoce al citar a San Jerónimo que será abolida la Santa Misa: «Por sacrificio, perpetuo entienden aquí los padres con San Jerónimo, el de la Eucaristía, y todo el culto solemne, que ninguno osará ofrecer públicamente» (Dan. 12, 11 nota 17). Lo cual ocurre hoy al pie de la letra, pues los únicos que osan decir la Misa tridentina son perseguidos, ultrajados y hasta excomulgados.

Mons. Straubinger comenta en sus notas estos tres pasajes: «Las palabras abominación desoladora (Vulgata: abominación de la desolación) se refieren según los intérpretes antiguos al ídolo de Júpiter que erigió Antíoco Epífanes (cf. I Mac. 1,57) o a la imagen del Cesar con que Pilato profanó el templo o a una profanación semejante. A este pasaje alude Jesús en su gran discurso escatológico (Mt. 24,15), enseñando que volverá a cumplirse en los tiempos que El anuncia. De ahí que no todos los Padres apliquen esta profecía a la destrucción de Jerusalén, sino más bien a los tiempos del fin. El mismo doctor máximo admite que puede tratarse del Anticristo, lo que entre otros, sostiene San Hipólito (en un fragmento cóptico, publicado en ‘Sefard’, 1946, p. 356), San Cirilo de Jerusalén y San Atanasio.» (Dan. 9,27 nota 27). «La abominación es el culto idolátrico, pues Antíoco erigió en el templo una estatua de Júpiter» (Dan. 11,31 nota 31). Y por último en concordancia con Scio expresa: «Por sacrificio perpetuo entiende aquí San Jerónimo con otros Padres el culto de la Eucaristía y todo el culto solemne de la Iglesia, que en los tiempos del Anticristo será obstaculizado. Abominación desoladora: se refiere al Anticristo» (Dan. 12, 11 nota 11).

Monseñor Lefebvre actualiza la profecía de La Salette cuando afirma que: «Roma ha perdido la fe, Roma está en la Apostasía. Estas no son palabras en el aire, es verdad: Roma está en la Apostasía» (Conferencia Retiro Sacerdotal 14 Sept. 1987, Ecône).

La concordancia entre esta afirmación de Mons. Lefebvre y la profecía de Nuestra Señora de La Salette sobre la Apostasía de Roma, no puede ser mayor. Mons. Lefebvre es sin duda junto con Mons. de Castro Mayer, uno de los más grandes Apóstoles de los últimos tiempos, tal como San Luis María Grignion de Montfort de algún modo señaló.

La Iglesia obscurecida (eclipsada) tal como lo indica la divisa, de San Malaquías, que corresponde al actual Pontificado, De labore solis (el eclipse del sol). El sol que según el mismo Santo Tomás designa a la Iglesia: «Por el sol se designa a la Iglesia; por lo cual, a causa de las tribulaciones la Iglesia no se la verá brillar» (In Mat. c.24, v29)

Si, «el sol se oscurece, solo la fe vivirá», la Iglesia quedará eclipsada oscurecida, según La Salette. Y es más, Dom Gaspar Lefebvre, en su comentario al tiempo de pentecostes, dice en su Misal, trayendo una frase del gran San Agustín que da una gran luz, para el tema que nos trae: «... y la Iglesia, lo mismo que su divina Cabeza, se verá entonces vencida y clavada en cruz aunque ella ganará la victoria decisiva. ‘El cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, lo mismo que el cuerpo humano, fue en un tiempo joven, aunque al fin del mundo tendrá una apariencia de caducidad’ (S. Agustín)» (Misal Diario, Ed. Desclée De Brouwer, Brujas - Bélgica, 1938, p.714).

«¿Quién podrá triunfar, si Dios no disminuye el tiempo de la prueba? (La Salette p.76).

La Iglesia será desolada; «La Iglesia tendrá una crisis espantosa (Ibid p.73). Y esto por causa de la pérdida de la fe y de la doctrina: «Dado el olvido de la Santa fe de Dios...» (Ibid. p.73).

«En el año 1865 (léase 1965 por el desface de 100 años del tiempo acordado a Satanás en la visión de León XIII), se verá la abominación en los lugares santos. En los conventos, las flores de la Iglesia estarán corrompidas y el demonio se convertirá en rey de los corazones» (Ibid. p.73)

El verdadero culto de Dios, la Santa Misa que es su centro, será fuertemente combatido: «Un precursor del Anticristo,... pretenderá aniquilar el culto del Creador para que se le considere a él como Dios» (Ibid p.74).

Habrá una falsa paz antes de que el mundo sea castigado por su crímenes y pecados: «La tierra será castigada... Antes de que esto suceda habrá una especie de falsa paz en el mundo.» (Ibid. p.74).

En verdad no puede haber un designio más profético y apocalíptico que todo esto que ha sido vaticinado por La Salette.


Apóstoles de los Ultimos Tiempos

La profecía de La Salette, habla de los Apóstoles de los últimos tiempos, que como un reducto preservado conservará la fidelidad a Jesucristo; al igual que un pequeño rebaño: «...finalmente, llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo,...» (Ibid. p.75).

San Luis María Grignion de Monfort, programa una congregación de sacerdotes Misioneros de la Compañía de María, pero que nunca pudo concretar por sí mismo, pero que un discípulo de su ideal y espíritu realizó. Tal es la obra de Monseñor Marcel Lefebvre.[1] quien fuera Superior de la Congregación del Espíritu Santo, cuyo fundador el P. Poullart des Places fue amigo de San Luis Grignion. Ellos llegaron a un acuerdo: «Un encuentro con Poullart des Places en la primavera de 1703 finalizó en un cordial acuerdo: ‘Si Dios, decía Poullart, me hace la gracia de lograrlo, podréis contar con misioneros. Yo los prepararé y vos los pondréis en ejercicios’. Poullart murió en 1709. Pero el acuerdo permaneció entre Montfort y el Seminario del Espíritu Santo. Por esto en junio 1713 se dirige a uno de los sucesores de Poullart de Places y le comunica su plan dando lectura del reglamento que había hecho para aquellos de sus alumnos y otros que querían reunírsele con el mismo propósito. Así pues, en esta fecha, las reglas fueron redactadas» (Oeuvres Complètes de Saint Louis-Marie Grignion da Montfort, Ed du Seuil, Paris, 1966, p. 674).

Es más, el tratado sobre el Amor de la Sabiduría Eterna fue el acopio de conferencias que San Luis Grignion dió a los seminaristas del Espíritu Santo: «...Montfort se interesó en la iniciativa de su amigo Poullart des Places que organizó el seminario del Espíritu Santo. El misionero fue invitado a dirigir la palabra a los seminaristas de esta comunidad pobre. (...) Parece, en consecuencia, que el Amor de la sabiduría fue el fruto de conferencias dadas por Montfort a los seminaristas de Poullart des Places durante su estadía en París, en 1703-1704. En estos ‘escolares’ veía eventuales colaboradores en la obra de las misiones, se comprende la preocupación que tenía para darles una formación espiritual sólida y adecuada» (Ibid. p. 86-87).

Pues bien, Monseñor Lefebvre es un discípulo de Poullart des Places fundador de la Congregación del Espíritu Santo y gran amigo de San Luis María Grignion de Montfort.

Es sorprendente la concordancia entre la Salette y San Luis Grignion. Ambos hablan de los Apóstoles de los últimos tiempos, por esto con intuición e inspiración profundamente profética y apocalíptica San Luis quiso dar las Reglas de una legión de Sacerdotes fieles en medio de la apostasía, bajo la protección y el ideal de María Santísima, llamándola Misioneros de la Compañía de María. Pero la divina providencia quizo que fuera un sucesor del fundador de los padres del Espíritu Santo (Poullard des places gran amigo de San Luis Grignion). Dicho sucesor es Mons. Lefebvre quien realizará tal empresa al fundar la Fraternidad de los Apóstoles de Jesús y María o según su título público Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

La coincidencia no puede se mayor y no es meramente casual, hay una continuidad y afinidad directa entre San Luis Grignion de Montfort y Poullart des Places fundador de los Misioneros del Espíritu Santo de donde procede Monseñor Lefebvre llegando a ser su Superior General durante los años 1962 a 1968.
El pensamiento de San Luis Grignion era además apocalíptico; en sus escritos se deja traslucir. Por ejemplo en la oración abrasada dice: «Es tiempo de hacer lo que habéis prometido. Vuestra divina Ley es quebrantada; vuestro Evangelio, abandonado; torrentes de iniquidad inundan toda la tierra y arrastran a vuestros mismos siervos; toda la tierra está desolada; la impiedad está sobre tu trono; hasta en lugar santo. (...) ¿No es menester que vuestra voluntad se haga en la tierra como en el cielo y que venga vuestro reino[2]? ¿No habéis mostrado de antemano a alguno de vuestros amigos una renovación futura de vuestra Iglesia? ¿No han de convertirse a la verdad los judíos? ¿No es esto lo que espera vuestra Iglesia? ¿No os piden a gritos todos los santos del cielo justicia: ¿Vindica? ¿No os dicen todos los justos de la tierra: Amen, veni, Domine? Las creaturas todas aún las más insensibles, gimen bajo el peso de los pecados innumerables de Babilonia y piden vuestra venida para restaurar todas las cosas». (Ibid. p. 676-677).

Nos recuerda la Parusia, la Segunda venida de Nuestro Señor en Gloria y Majestad, su reino en la tierra, una vez que todo haya sido restaurado (recapitulado) en Cristo, tal como dice la divisa de San Pío X: omnia instaurare in Christo, todo restaurarlo en Cristo; es asombroso, pero es así.

Los apóstoles de los últimos tiempos serán según San Luis Grignion verdaderos servidores de la Santa Virgen, libres con la libertad de Dios, desasidos de todo, esclavos del amor y de la voluntad de Jesús y María, de la raza de María en oposición a la raza de Satanás, conscientes que la persecución que los hijos y la raza de Belial librarán contra los hijos de la raza de la Virgen María. Tal como se afirma en la oración Abrasada, para terminar exclamando: «Señor, levantaos, ¿Por qué parecéis dormir? Levantaos en vuestra omnipotencia, vuestra misericordia y vuestra justicia, para formaros una compañía escogida de guardaespaldas, que guarden vuestra casa, defiendan vuestra gloria y salven vuestras almas, a fin de que no haya sino un solo rebaño y un pastor y que todos os rindan gloria en vuestro templo: Et in templo euis omnes dicent gloriam. Amen». (Ibid. p. 687-688).

El Tratado de la Verdadera Devoción, es eminentemente apocalíptico. Para San Luis Grignion, el carácter apocalíptico de la verdadera devoción se evidencia por la mayor necesidad en los últimos tiempos: «Necesidad de la devoción a María particularmente en los últimos tiempos» (Ibid. p. 514). Precisando el por qué de su importancia: «Por medio de María se comenzó la salvación del mundo, por medio de María se debe consumar» (Ibid. p. 514).

Es más, para San Luis Grignion, no falta mucho para el final del mundo: «He dicho que lo anteriormente expuesto sucederá particularmente al final del mundo y bien pronto...» (Ibid. p.512).

Los últimos tiempos no son para San Luis algo distante y tan remoto como muchos piensan, sino algo que está a la puerta.

Dada la proximidad de los últimos tiempos la Devoción Verdadera a la Santísima Virgen urge y se impone: «Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos» (Ibid. p.515).

La Santísima Virgen, «Habiendo sido el camino por donde Jesucristo ha venido a nosotros la primera vez, lo será también cuando Este venga la segunda, aunque de diferente manera» (Ibid. p. 515).

La insistencia de San Luis sobre los últimos tiempos es asombrosa y más que nunca actual: «En fin, María ha de ser terrible al demonio y a sus secuaces como un ejército colocado en orden de batalla, principalmente en estos últimos tiempos, porque el diablo, sabiendo que tiene poco tiempo y mucho menos que nunca para perder las almas, redobla todos los días sus esfuerzos y sus ataques;...» (Ibid. p.516).

San Luis Grignion no puede ser más apocalíptico y actual al ver que estamos y vivimos en esos crueles y últimos ataques de los últimos tiempos, que irán creciendo hasta la aparición del Anticristo: «De estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que irán aumentando de día en día hasta que venga el reinado del Anticristo, es de las que principalmente se ha de entender aquella primera y célebre predicción y maldición de Dios, fulminada en el paraíso terrenal contra la serpiente» (Ibid p. 517).

Pues en verdad y como hace ver el Santo sabemos que: «En fin, María ha de ser terrible al demonio y a sus secuaces como un ejército colocado en orden de batalla, principalmente en estos últimos tiempos, porque el diablo, sabiendo que tiene poco tiempo y mucho menos que nunca para perder las almas, redobla todos los días sus esfuerzos y ataques; suscitará en breve nuevas persecuciones y armará terribles emboscadas a los servidores fieles y a los hijos de María, a quienes les cuesta vencer mucho más que a los otros» (Ibid p. 516).

Dicho sea de paso, estas últimas palabras explican, las lamentables pérdidas dentro de la Fraternidad San Pío X, sin que abatan o escandalicen a los pocos fieles a la tradición de la Iglesia Católica.

Todo el Tratado de la Verdadera Devoción gira en torno a la Parusía, con la cual cobra vigor y se consolida esta idea apocalíptica: «Jesucristo vino al mundo por medio de la Santísima Virgen María, y por Ella debe también reinar en el mundo. María ha estado muy oculta en su vida; por esto el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman Alma Mater: Madre oculta y escondida». (Ibid p. 487). Y en la nota 1 al pie de la página dice: «Monfort había escrito primero: ‘por medio de la Santísima Virgen, Jesucristo vino al mundo la primera vez, y es también por medio de Ella que El debe venir la segunda. María fué muy poco conocida en el primer advenimiento de su hijo, pero debe serlo mucho más en el segundo. Si estuvo oculta en el primer advenimiento fue por una economía admirable, con el fin de que su Hijo Jesús fuese conocido; pero María será revelada en el segundo , a fin de que el reino de su Hijo, su conocimiento perfecto y su reinado total, venga a la tierra.’» (Ibid. p. 487-488).

Como se ve, no se puede ser más apocalíptico y milenarista (reinado de Cristo en la tierra) con estas consideraciones del Santo. Ni tampoco se puede estar más acorde con la invocación del Padre Nuestro: venga a nosotros tu reino (adveniat regnum tuum).

Para aquellos que por ignorancia o por la confusión espantosa acerca del difícil tema del Milenarismo puedan desconfiar sobre esta afirmación referente al milenarismo de San Luis Grignion, citaremos para su información, la importante nota aparecida al pie de la página de la Edición española de las obras de San Luis María Grignion de Montfort de la BAC, Madrid 1954 p. 466, en la cual se reconoce lo siguiente : «Sabiendo que los escritos de San Luis de Montfort están especialmente aprobados y recomendados por la Iglesia, nadie habrá que piense que se encuentre en ellos un error por ella condenado, como es el milenarismo carnal. Pudiera, sin embargo pensarse que participa el piadosísimo autor del milenarismo espiritual admitido por algunos Santos Padres y seguido aún por varios escritores modernos pero desechado generalmente por los teólogos». Esto es una desgracia, pues el milenarismo patrístico (o espiritual) fue doctrina común de la Iglesia durante los primeros 5 siglos del cristianismo, viniéndose a obscurecer por las desfiguraciones grotescas y hasta heréticas, lo cual hizo que se fuera relegando insensiblemente en el olvido, al igual que sucedió con las profecías sobre la primera venida de Nuestro Señor Jesucristo solo conservadas en su verdad y pureza por muy pocos entre el pueblo elegido que sumido prácticamente en la apostasía culmina en el Deicidio.

Respecto al milenarismo, Crampon en su comentario del Nuevo Testamento (Ap. XX nota 6), reconoce: «Según lo que precede, podemos figurarnos este reino de mil años, preludio de la gloria definitiva, como una realización más completa del adveniat regnum tuum de la Oración Dominical. La Iglesia ha obtenido una gran victoria sobre Satanás y sobre el mundo, no pudiendo el Príncipe de las Tinieblas hacer de él, el instrumento de sus seducciones. Sin duda, la lucha entre el espíritu y la carne no ha cesado, los hijos de Dios marchan todavía en la fe, no en la clara visión: son todavía, peregrinos aquí abajo; la muerte exige aún su tributo. Pero una efusión más abundante de los dones del Espíritu Santo es derramada en las almas; los combates de la virtud son menos rudos, con frecuencia más victoriosos. Durante esta era de paz, el cristianismo extiende por todas partes su acción, penetra su espíritu en las artes, las ciencias, todas las relaciones sociales. Muchos aplican a este período de bendición los halagüeños cuadros de Isaías (11, 6-9; 30,6; 65,20) y de Daniel (2, 35-44; 7,13s). Durante los primeros siglos de la Iglesia, el milenarismo fue concebido como el retorno glorioso de Jesucristo viniendo a reinar sobre la tierra con sus santos durante mil años antes del juicio general. Esta espera fué común, podríamos decir popular entre los primeros fieles (S. Papias, S. Justino, S. Irineo, Tertuliano, etc.); ella los sostiene y los consuela bajo el fuego de la persecución».

Menéndez Pelayo, ante quienes descalifican y condenan el milenarismo, puntualiza: «Pero todos sabemos que la cuestión del milenarismo (del espíritual se entiende) es opinable...» (Hist. de la Heterodoxia Ed. BAC, Madrid, 1987, t.II.p. 668).

Otra alma misionera como Santa Teresita, Patrona de las Misiones, también fue apocalíptica y milenarista; en uno de sus libros preferidos, «Fin de monde presente et Mysteres de la Vie Future» del Abbé Arminjon, se lee: «El reino de Dios se inaugura, crece y se completa en el tiempo; no será perfecto y consumado sino en los siglos venideros.» (p.7). «El sentir más acreditado y que parece el más conforme a las Santas Escrituras es que después de la caída del Anticristo, la Iglesia Católica entrará todavía una vez mas en una era de prosperidad y de triunfo» (p.60). Este sería el reino de los Corazones de Jesús y María, el triunfo de Cristo Rey, pues como manifiesta el P. Arminjon: «En lugar de dar entonces a nuestro libro el título: El Fin del Mundo Presente y los Misterios de la Vida Futura, hubieramos podido llamarlo con no menos justeza: El Triunfo de Jesucristo y de su Iglesia en la Vida Futura.» (p.7). Y esto en plena conformidad con los padres de la Iglesia ya que: «Hemos buscado, bebiendo en las fuentes puras de la Tradición y de los Padres, y esclareciéndonos bajo la luz de las Santas Escrituras, satisfacer las almas inquietas y turbadas de nuestro tiempo, y ofrecerles, tal como el cristianismo nos enseña, la verdadera solución de los misterios de la vida». ( p.8).

La regla que elabora San Luis Grignion es para los Apóstoles de María de estos últimos tiempos que él quizo fundar pero que la divina providencia dispuso que fuera Monseñor Marcel Lefebvre fruto de los misioneros del Espíritu Santo salidos de Poullard des Places quien tenía estrecha amistad con San Luis Grignion de Montfort, y quien decía: «Serán los apóstoles verdaderos de los últimos tiempos, a quienes el Señor de las virtudes dará la palabra y la fuerza para obrar maravillas y obtener gloriosos trofeos sobre sus enemigos, dormirán sin oro ni plata, y lo que es más, sin cuidados en medio de los otros sacerdotes, eclesiásticos y clérigos, inter medios cleros, y, sin embargo, tendrán las alas plateadas de la paloma para ir con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de las almas a donde los llame el Espíritu Santo, y nos dejarán detrás de ellos, en los lugares donde prediquen, más que el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda ley.» (Op. Cit p. 521).

Era una auténtica idea apocalíptica la necesidad de la verdadera devoción a María y la formación de una compañía de Sacerdotes Misioneros de María, como se deja ver en la Oración abrazada donde justamente pide San Luis Grignion a Dios sacerdotes para su compañía de María: «Señor Jesús, memento Congregationis tuae. Acordaos de dar a vuesta Madre una nueva compañía para renovar por ella todas las cosas y para acabar por María los años de la gracia, como los habéis comenzado por ella.» (Ibid p. 677).

Los Apóstoles de los últimos tiempos de La Salette y de San Luis Grignion de Montfort, convergen en la obra de Monseñor Lefebvre; son los sacerdotes fieles a la Tradición de la Iglesia que deberán enfrentar las tinieblas del error y la gran apostasía cumpliendo lo anunciado en La Salette: «...llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que ya se me han consagrado, a fin de que los conduzca a mi divino hijo, a los que llevo, por decirlo así, en mis brazos; a los que han vivido de mi espíritu, finalmente, llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo. (...) Ya es hora de que salgan y vengan a iluminar la tierra.(...) Pelead, hijos de la luz, vosotros, pequeño número que ahí veis; pues he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines. La Iglesia será oscurecida, el mundo quedará consternado» (La Salette p. 75-76).

Los Apóstoles de los últimos tiempos están en plena consonancia con las apariciones de la Santísima Virgen del Buen Suceso en Quito (Ecuador), a la cual hizo referencia Mons. Lefebvre en las consagraciones de Ecône en su sermón del 29 de Junio de 1988, y en la que se hace una clara referencia a su persona.

La profecía del 2 de febrero de 1634 manifiesta una clara alusión a Mons. Lefebvre por la correspondencia abismal con lo que este santo obispo hizo por la Iglesia. «La lámpara que arde delante del Amor Prisionero y que viste apagarse, tiene muchos significados:

«El primero, que en el siglo XIX, al concluirse, y seguirá gran parte del siglo XX, cundirán en estas tierras, entonces ya república libre, varias herejías; y reinando ellas, se apagará la luz preciosa de la Fe en las almas por la casi total corrupción de costumbres. En este tiempo habrá grandes calamidades físicas y morales, públicas y privadas.(...)»

«El cuarto significado es el reconocimiento del poder de las sectas y de su habilidad para introducirse en los hogares, apagando la luz de la inocencia en los corazones de los niños; y, por este medio, escaseando las vocaciones sacerdotales. Si bien en el clero regular, con el brillo de la observancia y la práctica de las virtudes no faltarán santos sacerdotes; no así en el clero secular que querrá afianzarse, más que en su vocación, en el apego al dinero; y como por desgracia para esta Iglesia está viviendo en la noche obscura de la falta de un Prelado y Padre que vele con amor paterno, con suavidad, fortaleza, tino y prudencia, muchos de ellos perderán su espíritu poniendo en gran peligro (la salvación de) su alma. Ora con instancia, clama sin cansarte y llora con lágrimas amargas en el secreto de tu corazón, pidiendo a nuestro Padre Celestial, que por amor al Corazón Eucarístico de mi Hijo Santísimo ponga cuanto antes fin a tan aciagos tiempos enviando a esta Iglesia al Prelado que deberá restaurar el espíritu de sus sacerdotes. A ese hijo mío muy querido lo dotaremos de una capacidad rara, de humildad de corazón, de docilidad a las divinas inspiraciones, de fortaleza para defender los derechos de la Iglesia y de un corazón tierno y compasivo, para que cual otro Cristo atienda al grande y al pequeño, sin despreciar al más infeliz...»

«En su mano será puesta la balanza del Santuario, para que todo se haga con peso y medida y Dios sea glorificado; para poseer pronto este Prelado y Padre, harán contrapeso la tibieza de todas las almas a Dios consagradas siendo esta misma la causa de apoderarse de estas tierras el maldito Satanás quien todo lo conseguirá por medio de tanta gente extranjera sin Fe que cual nube negra obscurece el límpido cielo de la ya entonces república consagrada al Corazón Santísimo de mi Hijo Divino, entrando con ella todos los vicios y viniendo por ellos toda clase de castigos, entre ellos la peste, el hambre, la pendencia entre propios y ajenos, la apostasía, perdiendo a un número considerable de almas.»

«Habrá una guerra formidable y espantosa en la que correrá sangre de propios y ajenos, de sacerdotes seculares y regulares y también de religiosas. Esta noche será la horrorísima, porque al parecer humano será triunfante la maldad. Entonces es llegada mi hora en la que Yo, de una manera asombrosa destronaré al soberbio y maldito Satanás, poniéndole bajo mi planta y encadenándole en el abismo infernal, dejando por fin libres la Iglesia y la Patria de su cruel tiranía. (Madera para Esculpir la Imagen de una Santa, Mons. Luis Cadena y Almeida, Ed. Foundation for a Christian Civilitation, Inc. Bedford, New York, 1987, p. 117-118-119).

Es asombrosa la coincidencia con las profecías de La Salette cuyo carácter apocaliptico es indudable. Recordemos simplemente algunas expresiones que se refieren a un precursor del Anticristo que pretenderá aniquilar el culto del Creador, al nacimiento del Anticristo, a Roma convertida en sede del Anticristo, a los apóstoles de los últimos tiempos, al pequeño número (rebaño) de fieles, al tiempo de los tiempos, al fin de los fines, el sol se oscurece, agua y fuego purificarán la tierra. ¿Más apocalíptico que esto qué se puede esperar en una profecía?

Claro está, que nuestra esperanza, se encuentra, al igual que para Santa Teresita del Niño Jesús, en lo expuesto en el libro de cabecera que tanto la reconfortaba: «El objetivo que nos proponemos en este primer discurso, es recordar los testimonios de las Santas Escrituras y especialmente aquel del Evangelio de este día, el cual nos afirma que después de un espacio más o menos extenso de siglos, el orden de las cosas visibles aquí abajo dará lugar a un orden nuevo y permanente y que a la era combatiente del tiempo sucederá la era de la estabilidad y del reposo» (Fin du Monde Presente et Mysteres de le Vie Future» p. 12). Y si la Iglesia pasara su pasión, saldrá mas robustecida y triunfante, aunque pase, por la noche más oscura, pues: «Cuando la tempestad será más violenta, cuando la Iglesia estará sin piloto[3], cuando el sacrificio no sangrante habrá cesado en todas partes, cuando todo parecerá humanamente perdido, se verá surgir, dice San Juan, dos testigos» (Ibid p.54); todo esto será el preludio del Reinado de Cristo en la tierra, cumpliéndose la gran profecía, aún no realizada sobre la tierra: «Y habrá un sólo rebaño y un sólo pastor» (Jn 10,16), realizándose así la gran unidad tan anhelada y desgraciadamente tergiversada por el falso Ecumenismo del Concilio Vaticano II: «ut unum sint» (Jn. 17, 21), a fin que todos sean uno.

Todas las fuerzas del mal y sus instrumentos, no harán más que acelerar la Parusía, y «sin quererlo habrán cooperado en fundar el reino de la unidad anunciado por el profeta: erit unum ovile et unus pastor» (Ibid p. 76).

«Mas si es permitido admitir que después del Anticristo, el fin del mundo será todavía prolongado por varios siglos, no se podría decir lo mismo de la crisis suprema que deberá llevar a la realización de la gran unidad.» (Ibid p.61).

Sobre este libro del P. Arminjon, Santa Teresita dijo que fue al igual que la Imitación, el alimento de su alma. (Cf. Ibid p. III).

Comenta Santa Teresita sobre el gran bien que obró en su alma la lectura del libro del P. Arminjon: «Cuando a los catorce años desarrolló en mi la aficción a los estudios científicos, juzgó Dios necesario añadir ‘a la harina más pura, miel y aceite en abundancia’, haciéndomelos gustar en las conferencias del Rdo. Sr. Arminjon sobre el fin del mundo presente y los misterios de la vida futura. Esta lectura sumergió mi alma en una felicidad que no es de la tierra;...» (Historia de un Alma. Ed. Paulinas, Bogotá, 1950, p. 65). Si esto dijo la Santa, nadie puede condenar el milenarismo contenido en el libro que tanta dicha proporcionó a un alma sedienta de verdad, y que se complace en los misterios divinos reservados para la Parusía de Cristo, volviendo al mundo en Gloria y Majestad.

Retengamos la sabia exhortación de San Pablo: «No apaguéis el Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (1 Tes, 19-20). De tal modo que «vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo actual, aguardando la dichosa esperanza y la aparición de la gloria del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo» (Tit. 2,12-13).

Que el tiempo se aproxima, mucho más de lo que nos imaginamos baste para convecernos de ello, lo que el último Papa Santo, San Pío X dijo en su primera encíclica E supremi apostolatus de 1903, al ver la deplorable situación de los tiempos en que le tocó regir la Iglesia: «Es indudable que quien considere todo esto tendrá que admitir de plano, que esta perversión de las almas es como muestra, como prólogo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que ya habita en este mundo el Hijo de la Perdición de quién habla el Apóstol.» Y que también proféticamente percibía que la hora de Cristo, de aquel gran día debía llegar: «Por una especie de moción oculta, nos parece apreciar que están a punto de cumplirse aquellas esperanzas que impulsaron prudentemente a Nuestro antecesor Pío y a todos los obispos del mundo a proclamar solemnemente la concepción inmaculada de la Madre de Dios.» ¿Y cuáles fueron esas esperanzas de Pío IX al promulgar el dogma de la Inmaculada Concepción? Veámos a continuación con lo que San Pío X dice al respecto y que es como el inicio de la manifestación de las Glorias y Misterios de María, quien según la doctrina Monfortiana debe ser más particularmente conocida en los últimos tiempos: «No son pocos -continua San Pío X- los que se aquejan de que hasta el día de hoy esas esperanzas no se han colmado y utilizan las palabras de Jeremías: Esperabamos la paz y no hubo bien alguno: el tiempo de consuelo y he aquí el temor(...) ¿Como no vamos a tener la esperanza de que nuestra salvación está más cercana que cuando creímos? quizá más, porque por experiencia sabemos que es propio de la divina providencia no distanciar demasiado los males peores de la liberación de los mismos. Esta a punto de llegar su hora y sus días no se harán esperar.» (Encíclica Ad Diem illum laetissimum 2,II,1904). Es decir cuando llegue el día y la hora de la realización de la gran profecía que anuncia San Juan 10,16 «un solo pastor y un solo rebaño.», la cual motivó a Pío IX a proclamar el dogma de la Inmaculada: «Mas sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma santísima Virgen, que toda hermosa e Inmaculada trituró la venenosa cabeza de la cruelísima serpiente... hará con su valiosísimo patrocinio que la Santa Madre Católica Iglesia, removidas las dificultades, y vencidos todos los errores, ...disfrute de toda paz, tranquilidad y libertad ...y se forme un solo redil y un solo pastor» (Bula Ineffabilis Deus 8, Dic, 1984).

Las palabras de San Pío X no pueden ser más proféticas y apocalípticas en espera de ese día, el día del Señor, de la Parusía, especialmente cuando afirma con profunda esperanza: «Está a punto de llegar su hora y sus días no se harán esperar», es decir su Parusía (su hora) y su Reino (sus días).

Esto también fue expresado por otro Papa, Pio XI, tal como hace ver el P. Alcañiz, en su libro La Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, Granada 1958, donde identifica el Reino de Cristo, con el Reino del Sagrado Corazón, y que viene a ser la misma cosa con el Reino de los Sagrados Corazones de Jesús y María, cumpliéndose así la profecía de Fátima: «Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará.»

Estas son las palabras proféticas de Pío XI en su encíclica Miserentissimus de 8,V,1928 sobre el Reino de Cristo que el P. Alcañiz comenta: «Después de afirmar el Papa que con la fiesta de Cristo Rey completaba la consagración del género humano, continúa: ‘‘Y al hacer esto-al instituir dicha solemnidad -no solamente pusimos en plena luz el supremo imperio de Cristo sobre todas las cosas: sobre la sociedad civil y doméstica y sobre cada uno de los hombres, sino que también ya entonces saboreamos el que todo el orbe, de voluntad y con gusto, se someterá obediente al imperio suavísimo de Cristo Rey[4] (...)’’. En el párrafo citado el Vicario de Jesucristo rotundamente asegura que ha de llegar un día: saboreamos de antemano las alegrías de aquel día en que todo el orbe, de voluntad y con gusto se someterá obediente al imperio suavísimo de Cristo Rey, un día, pues, en que se halle realizado el reinado universal de Jesucristo en la tierra. Si pues, el reino de que habla el Papa fuese el del Corazón de Jesús, tendríamos afirmado por el Romano Pontifice el reinado universal del Sagrado Corazón. Ahora añadimos que ese reino es, en efecto, el del Corazón Divino. En primer lugar, al final del párrafo, tornando otra vez el Pontífice a hablar del reino universal futuro, lo describe con estas palabras: aunar todos los pueblos en el Corazón del Rey de reyes y Señor de los señores; por donde se ve bien claro que ese reino universal no es otro que el del Corazón Divino. Además hemos visto en toda la Encíclica cómo para el R. Pontífice el reino de Cristo que pedimos, que deseamos, que esperamos, es idéntico al del Corazón de Jesús, o que Cristo ha de reinar por su Corazón; luego de este mismo se ha de entender igualmente lo que dice en el último pasaje.» (Ibid. p. 142).

Pío XII en su Mensaje Pascual de 1957 anuncia proféticamente la era de paz y de prosperidad en la tierra fruto del Reino de Cristo que se iniciará con la Parusia: «Los proyectiles surcan los ámbitos de los cielos y los satélites artificiales se preparan a asombrar al espacio con su presencia. La agricultura multiplica con la química nuclear las posibilidades de alimentar una humanidad bastante más grande que la actual, mientras la biología gana de día en día terreno en la batalla contra las más terribles enfermedades. Sin embargo, todo esto es todavía noche. Noche, llena, si se quiere, de ansias y esperanzas, pero noche. Noche que aún podría de repente hacerse tempestuosa si aparecieran acá y allá los fulgores de los relámpagos y se oyera el estruendo de los truenos. ¿Acaso no es verdad que la ciencia, la técnica y la organización se han convertido muchas veces en fuentes de terror para los hombres? Por eso no están ya seguros como en otro tiempo. Ven con suficiente claridad que ningún progreso por si solo, puede lograr que el mundo renazca. Muchos entreven ya -y lo confiesan- que se ha llegado a esta noche del mundo porque Jesús ha sido apresado, porque se le ha querido desterrar de la vida familiar, cultural y social; porque se ha sublevado el pueblo contra El, porque le han crucificado y le han dejado mudo e inerte. (...) Es necesario quitar la piedra sepulcral con la cual han querido encerrar en el sepulcro a la verdad y al bien; es preciso conseguir que Jesús resucite con una verdadera resurrección, que no admite ya ningún dominio de la muerte: Surrexit Dominus vere, mors illi ultra non dominabitur. Jesús debe destruir en los individuos la noche de la culpa mortal con el alba de la gracia recobrada. En las familias, a la noche de la indiferencia y de la frialdad debe suceder el sol del amor. En los campos de trabajo, en las ciudades, en las naciones, en las tierras de la incomprensión y del odio, la noche debe iluminarse como el día, nox sicut dies illuminabitur; y cesará la lucha, brillará la paz. ¡Ven, Señor Jesús! La humanidad no tiene fuerza para quitar la piedra que ella misma ha fabricado, intentando impedir tu vuelta. Envía tu ángel oh Señor , y has que nuestra noche se ilumine como el día. ¡Cuántos corazones oh Señor, te esperan! ¡Cuántas almas se consumen por apresurar el día en que Tú sólo vivirás y reinarás en los corazones¡ ¡Ven, oh Señor, Jesús! ¡Hay tantos indicios de que tu vuelta no está lejana¡.» (Colección de Encíclicas y Documentos Pontificios Pub. de la Junta Nacional Madrid, 1962, p.518)

Por esto San Pedro nos exhorta diciéndonos: «Poned toda vuestra esperanza en la gracia que os traerá cuando aparezca Jesucristo» (1 Ped 1,13).


Fátima Profecía Apocalíptica

Las apariciones de Fátima (en Portugal) son una indicación concreta de lo anunciado en La Salette, es decir que señalan con el dedo, la Apostasía de Roma. El tercer secreto, en realidad tercera parte de una misma profecía, indica la pérdida de la Fe de Roma (del Vaticano mismo) y la consiguiente apostasía que esto implica. De aquí que no se lo ha querido revelar, estando condenado prácticamente en el index, que sólo funciona para la verdad mientras el error y las herejías tienen libre difusión.

La jerarquía de la Iglesia no quiere publicar el 3er Secreto, es ella (esta jerarquía) la destinataria del mensaje, es ella quien debe publicarlo, no Sor Lucía (pues de lo contrario sería la primera responsable de no hacerlo) quien es sólo una mensajera, una intermediaria entre el cielo y la jerarquía de la Iglesia a quien va destinado el mensaje y su contenido, y sobre quien recae toda la responsabilidad.

El contenido del 3er Secreto apunta a la pérdida de la Fe (Apostasía) general por culpa y obra de la Jerarquía de la Iglesia, desde el mismo Vaticano. En primer lugar, Fátima es una profecía apocalíptica, como tal es un vaticinio sobre algo futuro, es una predicción, un anuncio que revela (da a conocer) cosas distantes (futuras). Profecía recordamos con Santo Tomás es una visión (conocimiento) de cosas distantes (ocultas) a los sentidos, de aquí que profecía viene de procul = distante y de phanos = aparición, es decir que la profecía es una visión o conocimiento de algo oculto a los sentidos. Trata de cosas futuras conocidas o sabidas por revelación de Dios. Así tenemos la segunda acepción del término profecía que viene de porro = a lo lejos y de fantur = decir, con lo cual la profecía es una locución dando a conocer las cosas que por revelación de Dios se saben, como ya vimos.

Profecía apocalíptica, decimos que es Fátima, pues al igual que el Apocalipsis (revelación) es una profecía del fin de los tiempos. Que el Apocalipsis sea lo que afirmamos bástenos citar lo que dice el Padre Joseph Maitre: «El apocalipsis es esencialmente una profecía o una revelación del futuro». «El futuro que predice el profeta (S. Juan) concierne al tiempo que debe transcurrir desde su época hasta el fin de los tiempos». «El profeta apunta antes que todo a los últimos tiempos» (La Prophétie des Papes. Paris - Beaune, 1904 p. 311, 313, 318 respectivamente).

También Scio en su Advertencia sobre el Apocalipsis dice: «En una palabra, comprende este libro una profecía de los sucesos considerables de la Iglesia, desde la primera hasta la segunda venida de Jesucristo, en que vencidos, postrados, y abatidos todos sus enemigos, entrará triunfante, y acompañado de sus escogidos en la eterna y quieta posesión de su reino,» y además tenemos que «el común sentir de los mismos padres, fundado en las Escrituras, es que muchos lugares del Apocalipsis solamente deben referirse a aquel tiempo, en que el mundo tendrá fin.» La Sagrada Biblia N. Testamento tomo II, p. 361-362).

Y para que no quede lugar a duda de la armonía y de la concordancia entre Fátima y el Apocalipsis nos remitimos a las siguientes palabras del P. Joseph Maitre: «Esta profecía es, en efecto, como lo demostraremos, la historia anticipada de la Iglesia. La cual parece destinada a prevenir a los fieles de todos los tiempos, especialmente a aquellos de los últimos años, contra las grandes pruebas del futuro, conteniendo las advertencias más saludables para ellos, al mismo tiempo que hace irradiar ante sus ojos las promesas de un próximo triunfo». (La Prophétie... p. 288)

Triunfo (apocalíptico) que concuerda con lo enunciado en Fátima: «Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará,» (Memorias de la Hna Lucía. 3ª Edición Oct. 1988 Vice-Postulaçao, Fátima p.165).

Fátima señala y vaticina sobre acontecimientos relativos a los últimos tiempos y a esto se ordena el 3er Secreto, el cual es una puntualización apocaliptica, que Roma y el Vaticano no quieren publicar, pues les señala y acusa con el dedo.


El Tercer Secreto: su contenido


Es sabido que en realidad hay un solo y mismo mensaje en tres partes tal como lo manifiesta Sor Lucía en su tercera Memoria, es decir que hay un solo secreto en tres partes, dos de las cuales fueron reveladas y otra no, llamada comúnmente 3er Secreto de Fátima. «¿Qué es el secreto? (se pregunta Sor Lucía) Me parece que lo puedo decir:, pues ya tengo licencia del cielo. Los representantes de Dios en la tierra me han autorizado a ello... Ahora bien, el secreto consta de tres cosas distintas, de las cuales voy a revelar dos. La primera fué, pues, la visión del infierno. (...) visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón» (Op. cit. p. 103). Las tres cosas que conforman el secreto son la visión del infierno, la devoción al Inmaculado Corazón (a quien se le debe consagrar Rusia) y la tercera: el famoso tercer Secreto. Tal como dice la nota 4 de dicha edición: «Adviértase que se trata de un único secreto, que consta de tres partes. Aquí revela las dos primeras. La tercera fue escrita a finales del año 1943 y encuéntrase hoy guardada en los Archivos Vaticanos.» (p.112).

En su Cuarta Memoria, Sor Lucía nos da la clave del contenido del 3er Secreto, pudiéndose hoy discernirlo por su contexto y por las declaraciones y actitudes de Sor Lucía a otras personas.

El 3er secreto comienza con las palabras reveladas por Sor Lucía en su famosa cuarta Memoria: «En Portugal se conservará siempre el dogma[5] de la Fe, etc.» (p. 165). El final del secreto lo constituyen las palabras: «Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará» tan conocidas por todos, desde la redacción de la tercera Memoria en 1941, si bien Sor Lucía al redactar en su cuarta Memoria de 1941 las primeras palabras con que se inicia el tercer Secreto, no las coloca en su lugar lógico.

A este respecto sírvanos de apoyo lo que dice el Hermano François de Marie des Anges que resume en un solo tomo, «Fátima, Joie Intime, Evénement Mondial», Ed. La Contre -Réforme Catholique 1993, la excelente obra del Hermano Michel de la Sainte Trinité en 3 tomos 1986: «En su cuarta Memoria, descubriendo discretamente la primera frase del tercer secreto, Sor Lucía no la sitúa en su lugar lógico. La añade al final de todo el secreto, mientras que su lugar real está entre la segunda parte y la conclusión general» (Nota 1 p. 399).

Todo el contexto del tercer Secreto es el siguiente: «Habéis visto el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche alumbrada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da, de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz, si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fín, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe, etc. Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco, si podéis decírselo» (Ibid. p.165).

Según el contexto del 3er Secreto (3ra parte de un mismo y único secreto que consta de 3 partes) tenemos el primer indicio que señala el dogma de la Fe, esto está claramente y es explícitamente expresado. Al decir Sor Lucía que: «En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe», quiere decir que la fe será el objeto de una pérdida casi total señalando a Portugal como una excepción singular (una gracia especial). Portugal en contraste con el resto del mundo, conservará la fe, mientras que por lógica consecuencia el resto de las naciones caerán en la pérdida de la misma. Esto significa que salvo Portugal, las demás naciones caerán en la más espantosa de las Apostasías. La pérdida de la Fe o su abandono es una Apostasía, ni más ni menos.

Con esto sólo se vislumbra el carácter trágico y verdaderamente apocalíptico del contenido del 3er Secreto, el cual gira en esencia sobre la crisis de Fe, sobre la pérdida de la Fe en el mundo, en las Naciones. Salvo Portugal nos encontramos ante la Apostasía de las Naciones Gentiles, tal como la profetizan para los últimos tiempos, próximos a la Parusía (segunda venida de Cristo Rey en Gloria y Majestad), las Sagradas Escrituras.
No puede ser mas Apocalíptico, entonces, el 3er Secreto de Fátima. De aquí, la visión del infierno, una multitud que se pierde y condena por la pérdida de la fe, del dogma de la fe, atacado en su raíz y fundamento por la Nueva Teología, por el Modernismo, por el Ecumenismo. Y como tabla de salvación la Devoción al Inmaculado Corazón, a través del rezo cotidiano del Santo Rosario y de la práctica de los primeros sábados de cada mes con intención reparadora al corazón desecho de Nuestra Madre del Cielo.

Si se medita bien, Sor Lucía sin querer ha revelado en substancia el 3er Secreto, si bien no es esta su misión como más adelante veremos. Por una pequeña frase deslizada y vista en el contexto actual del Mundo y de la Iglesia desmantelada, despojada de la Tradición, del culto, de la liturgia verdadera y de la doctrina católica, resulta evidente que el 3er secreto apunta en substancia a todo esto. Y sobre todo con la clara alusión que: «todo será más claro a partir de 1960» como Sor Lucía lo manifestó al Cardenal Ottaviani.

Si a alguien puede parecerle que exageramos forzando el texto sirva recordar que Sor Lucía manifestó al entonces Obispo de Leira-Fátima (el ordinario del lugar) su superior en la Jerarquía oficial, que no era necesario escribir el 3er Secreto, pues en cierta forma ya lo había dicho. Oigamos al Hermano François: «Así conocemos en lo sucesivo la primera frase del último secreto. Es seguro que Sor Lucía ha incluido este añadido con la intención expresa de dejar traslucir, de manera velada, el contenido esencial del tercer secreto. En 1943, ella declara un día a Mons. da Silva que no era absolutamente necesario que redactara el texto del tercer secreto ‘porque, en cierta manera, lo había dicho’. Esta pequeña frase nos suministra efectivamente la clave. De acuerdo al contexto general del secreto que tiene de un extremo al otro una envergadura mundial, Portugal no puede ser citado aquí, sino como el caso particular notable haciendo contraste con la situación general de la Iglesia que debe ser el objeto de la tercera parte del Secreto. Una promesa, que parece dirigirse de suyo a un país cristiano, implica forzosamente que otras naciones, otras partes de la Iglesia, perderán la fe. El último Secreto de Nuestra Señora no anunciaría, por tanto más castigos materiales, sino que profetizaría acontecimientos de otro orden: un castigo espiritual» (Fátima... p. 399).



Fátima y las Sagradas Escrituras

Las Sagradas Escrituras (La Palabra de Dios) viene a sostener el Mensaje de Fátima, con respecto al obscurecimiento y pérdida de la fe en los últimos tiempos de los pueblos gentiles, de la Gran Apostasía de las Naciones Gentiles, antes de que toque la hora del Señor y de su Reino.

Dice Nuestro Señor refiriéndose a su Parusia «Mas cuando viniere el Hijo del hombre, ¿pensáis que hallará fe en la tierra? (Lc. 18,8).

Comentando este versículo en la Nota 8 Mons. Straubinger señala: «Obliga a una detenida meditación este impresionante anuncio que hace Cristo, no obstante haber prometido su asistencia a la Iglesia hasta la consumación del siglo. Es el gran misterio que San Pablo llama de iniquidad y de apostasía (2 Test. 2) y que el mismo Señor describe muchas veces, principalmente en su gran discurso escatológico». Además en una nota anterior en la cual alude a la Segunda Venida, Mons. Straubinger hace ver la semejanza de los tiempos de Noé con la de la Parusía, dice: «Antes de este acontecimiento se presentarán muchos falsos profetas y será general el descreimiento y la burla como en los tiempos de Noé y de Lot (Gén. 7,7, 19, 25, 2 Pedr, 3,3 ss). No cabe duda que nuestros tiempos se parecen en muchos puntos a lo predicho por el Señor (Lc. 18,8)» (Nota 24 de Lc. 17).

La Gran Tribulación, tal como nunca se ha visto jamás, causa de la Universal Apostasía, viene a coincidir con Fátima. Nuestro Señor en su famoso discurso escatológico (esjatológico como bien señala el P. Castellani, pues escatos significa excremento o pornográfico, mientras que esjatos significa último), bien dice advirtiendo: «Guardaos que no os engañe alguno. Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán: Yo soy el Cristo y a muchos engañarán. Y también oiréis guerras, y rumores de guerra. Mirad que no os turbéis. Porque conviene que todo esto suceda, mas aún no es el fín porque se levantará gente contra gente, y reino contra reino, y habrá pestilencia, y hambre, y terremotos por los lugares. Y todas estas cosas principios son de los dolores. Entonces os entregarán a la tribulación, y os matarán y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Y muchos entonces serán escandalizados, y se entregarán unos a otros, y se aborrecerán entre sí. Y se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos. Y porque se multiplicará la iniquidad, se resfriará la caridad de muchos. Mas el que perseverare hasta el final, éste será salvo. Y será predicado este Evangelio del reino por todo el mundo, en testimonio a todas las gentes y entonces vendrá el fin. Por tanto. cuando viereis que la abominación de la desolación, que fué dicha por el profeta Daniel, está en lugar Santo, el que lee entienda, entonces los que estén en la Judea, huyan a los montes, y el que en el tejado, no descienda a tomar alguna cosa de su casa, y el que en el campo, no vuelva a tomar su túnica. Mas ay de las preñadas, y de las que crían en aquellos días! Rogad, pues, que vuestra huída no suceda en invierno, o en sábado. Porque habrá entonces grande tribulación, cual no fué desde el principio del mundo hasta ahora, ni será. Y si no fuesen abreviados aquellos días ninguna carne sería salva, mas por los escogidos aquellos días serán abreviados.» (Mt. 24, 4-22).

La Gran Tribulación anunciada por Cristo, después de las guerras rumores de guerras y terremotos, causada por los falsos profetas, invocando a Cristo (su autoridad) o hablando en su nombre (Jerarquía de la Iglesia , sus ministros y prelados) engañaran a muchos, sobre todo como acontece a partir del Concilio Vaticano II, cuyos albores datan alrededor de los años 1960; concuerda con Fátima que señala la crisis de Fe, la Apostasía Universal de las Naciones, sólo conservándose de algún modo el dogma y la doctrina de la fe en Portugal, en flagrante contraste con el resto de las Naciones Apóstatas. Todo lo cual será más claro a partir de 1960, según Sor Lucía. Pues, siendo interrogada por el Card. Ottaviani, cuando aún no sabía cual era su contenido, así se lo expresó: «El Card. Otavianni, pro-prefecto del Santo Oficio, se dirigía al Carmelo Santa Teresa, en Coimbra, el 17 de mayo de 1955 e interrogaba a Sor Lucía sobre el tercer Secreto. ‘EL mensaje no debía ser abierto antes de 1960, decía en su conferencia de 1967, pregunté a Sor Lucía: ¿Por qué esa fecha? Y ella me respondió: Por que, entonces, será más claro (mais claro)’.» (Fátima... p.290).

Ahora bien, téngase en cuenta como bien dice el Hermano Michel en su magnifica obra «Toute la Verite sur Fatima», resumida por el Hermano François de Marie des Anges, que «la única razón que puede hacer más clara una profecía a partir de una fecha determinada es el inicio de su realización» (Fátima... p. 396).

Fátima es una profecía eminentemente Apocalíptica, concuerda con las profecías públicas de la Iglesia contenidas en la Santa Biblia. Fátima habla de guerras, de la 1ra guerra Mundial que acabará pronto, pero que habrá otra peor (la 2da guerra mundial) como castigo por no escuchar la voz del cielo, por no hacer caso de lo pedido en Fátima por la Virgen; es más, habrá una señal: una luz desconocida (la famosa llamada aurora boreal de la noche del 25-26 de enero de 1938) como indicio infalible del castigo divino por la sordera de los hombres, en especial de la Jerarquía de la Iglesia que no consagró a Rusia al Inmaculado Corazón, tal como se lo manifestó Nuestra Señora en la aparición de Tuy (España) el 13 de junio de 1929: «Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio(...) más tarde por medio de una comunicación íntima, Nuestra Señora, me dijo, quejándose: No han querido atender mi petición... Rusia habrá ya esparcido sus errores por todo el mundo, provocando guerras, persecuciones a la Iglesia: el Santo Padre tendrá que sufrir mucho» (Memorias... p198).

La Segunda Guerra Mundial fué la consecuencia de esto, y la señal del castigo, la luz extraña de la noche del 25-26 de enero de 1938. Pero la cosa no para aquí, estos son castigos materiales que se continuarán con guerras que no han cesado durante casi todo el siglo XX, hay más, Fátima lo dice, la Iglesia será perseguida, el Papa tendrá mucho que sufrir (no se sabe si por las persecuciones o por no haber realizado a tiempo la consagración, o por ambas cosas), pues ni Pío XI, ni Pío XII, desde antes de la II Guerra Mundial cumplieron con la petición. La Virgen de Fátima dijo bien claro: «La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando véais una noche alumbrada por una luz desconocida[6], sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre» (Memorias... p. 165). Es un hecho que Rusia ha esparcido sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. El comunismo es una doctrina atea, antievangélica es en suma el viejo ideal judaíco del Paraiso en la tierra, es el humanismo ateo de la civilización tecnocrática, personalista y totalitaria, una verdadera Satanocracia, para lo cual se amalgamarán el comunismo (capitalismo totalitario) con el capitalismo liberal, al servicio de un nuevo Orden Mundial dirigido por el Poder Oculto.

Al respecto el venerable Padre Meinvielle nos da una gran luz: «Hemos de decirlo claramente. En el mundo de hoy, así como existe una Iglesia sobrenatural fundada por Jesucristo, que busca la salvación eterna del hombre, existe también un Poder Oculto de hombres que tratan de establecer una ciudad materialista, atea y satánica que procure la perdición eterna del hombre. (...) Este Poder Oculto, que opera desde hace siglos, trabaja hoy en forma acelerada para el dominio universal y total del mundo. Sus planes están muy adelantados. Y después del comunismo y del capitalismo quiere implantar la ciudad tecnocrática de la sinarquía» (La Iglesia y el Mundo Moderno, Ed. Theoria Buenos Aires, 1966, p. 208-209).

Es más, «para la sinarquía ya ha pasado la era del capitalismo y del comunismo. Viene la era de una civilización socialista tecnocrática.» (Ibid. p.211).

«En la creación de esta ciudad personalista y totalitaria aunan sus esfuerzos, liberales, socialistas y comunistas, y en su erección también se alínean los maritainistas» (Meinvielle, Crítica de la Concepción de Maritain sobre la Persona Humana, Ed. Nuestro Tiempo Buenos.Aires. 1948, p. 376).

Después de las dos partes reveladas del Secreto de Fátima que hablan del infierno eterno y de los castigos materiales, viene la tercera parte que habla del castigo espiritual: la pérdida de la fe, la Gran Apostasía Universal de las Naciones, quedando Portugal como contraste en medio de las demás Naciones sumergidas en las tinieblas del error y la confusión doctrinal más espantosa, lo cual está en plena consonancia con las Escrituras.

La frase con la cual comienza el 3er Secreto: «En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe», implica forzosamente que las demás Naciones perderán la fe, incluso Roma (Estado Vaticano) tal como lo afirma a su vez Nuestra Señora en La Salette. Esto no es otra cosa que la Gran Apostasía anunciada en las Escrituras para el fin de los tiempos, lo cual es una profecía eminentemente apocalíptica.

La Salette y Fátima están señalando con el dedo la Apostasía Universal de las Naciones Gentiles, gran castigo espiritual en primer orden. Se trata entonces de la Gran Tribulación por la pérdida de la fe y la Gran Confusión Doctrinal que hará caer en el error a los buenos (los que conservan la buena doctrina) si los tiempos no son acortados. Se trata de la Abominación de la desolación en lugar santo, la Iglesia despojada de su verdadero culto, ultrajada por su clero y jerarquía docente. Roma vuelta a su antiguo error cobijando todas las religiones, que convertida en Cátedra del error y la mentira abraza a todas las falsas religiones bajo un falso y herético Ecumenismo. San Jerónimo en su comentario a Mt. 24 dice que: «Por la abominación de la desolación se puede también entender el dogma corrompido. Cuando lo veamos establecido en lugar santo, esto es en la Iglesia, y presentarse como Dios, debemos huir de Judea hacia las montañas, es decir, dejar la letra que mata y la perfidia judaica para acercarnos a los montes eternos de donde Dios irradia su admirable luz». (Brev. Rom. Pars Autum. Dom. XXIV In III Noct. Lec IX).

Son muy elocuentes estas palabras de San Jerónimo, nos advierte contra la perversión judaica que vuelta cátedra (introducida) en la Iglesia lleva a la corrupción del dogma de la fe tal como Fátima lo anuncia teniendo que ir a las alturas de la verdad eterna (los principios inmutables) desde donde Dios nos ilumina con la verdad, de lo contrario quedaremos presos de la letra que mata, pues «debemos mas bien sembrar en el campo espiritual de las Escrituras para cosechar los frutos» de la luz y la verdad, como más adelante indica San Jerónimo.

En concordancia con esto, Orígenes expone que en las Escrituras «se halla con frecuencia el Anticristo, que es la predicación falsa, y los que esto entienden, huyen desde Judea de la letra a los elevados montes de la verdad». (Catena Aurea, In Mat. cap. 24.).

El pseudo profeta y los falsos apóstoles son según Santo Tomás, los que predican lo contrario a la fe: «diseminan una falsa doctrina, una doctrina herética, no proponen la palabra del Señor, sino que inventan una falsa doctrina». (Opus Omnia t.IV. Mandonet Parisiis 1927 p.178, Contra Imp. Dei Cult. et Relig.)

El poder sacerdotal corrompido es, según el P. Bertina S.J. tal como dice en su comentario al Apocalipsis, la bestia segunda que sale de la tierra: «La segunda bestia es el poder sacerdotal...» (La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento t. III BAC Madrid 1962 p. 714).

Lo peor es que la segunda bestia tiene apariencia de cordero significada por los dos cuernos que a su vez representan el poder episcopal. «La actividad específica de la segunda bestia está rodeada de un nimbo religioso. La finalidad de su obrar consisten en propagar el culto de la primera bestia... La actuación portentosa de la segunda bestia consigue... inducir a la falsa doctrina religiosa, con todas sus terribles consecuencias a las masas admiradas, en provecho de la primera bestia.» (Ibid. p. 720 - 721).

Cornelio a Lapide en su comentario al Apocalipsis dice respecto a los dos cuernos: «Estos dos cuernos serán especies de una mansedumbre y santidad simulada, para parecerse al Cordero... Los dos cuernos representan la dignidad Episcopal sea la mitra misma (porque es bicorne) o ya sea por las infulas. Parece pues, que este pseudo profeta será algún obispo apostata y simulador de la religión, traidor del honor Eclesiástico.» (Com. Apoc. cap XIII).

En suma, como se ve, se trata del Misterio de Iniquidad que se manifestará plenamente cuando se manifieste el Anticristo.

Según Mons. Straubinger: «La apostasía disfrazada es para el Apóstol de los Gentiles el misterio de la iniquidad, del cual habla en 2 Tes. 2,7, para abrirnos los ojos sobre los espíritus que nos engañan bajo forma de piedad y aparatosa religiosidad, incluso apariciones». (Espiritualidad Bíblica, Ed. Plantin Buenos.Aires. 1949 p.27).

«Pues todo falso profeta tiene dos cuernos como el cordero (Apoc. 13,11), es decir, la apariencia exterior de Cristo, y sólo pueden descubrirlo los que son capaces de apreciar espiritualmente lo que es o no es palabra de Cristo» (Ibid. p.29).

Como hace ver el P. Castellani: «La Religión será adulterada, sus dogmas vacíados... La Gran Apostasía será a la vez una grande, la más grande herejía. ¿Qué es lo que puede corromper a la Iglesia? Lo mismo que corrompió a la Sinagoga, el Fariseismo.» (El Apokalypsis Ed. Paulinas Buenos.Aires. 1963, p.153).

La religión será ultrajada y pisoteada reducida a su mínima expresión y como dice el P. Castellani, pisotear no es eliminar: «el cristianismo será adulterado» (Ibid. p. 152). El Anticristo se beneficiará del cristianismo adulterado y además: «Reducirá a la Iglesia a su extrema tribulación, al tiempo que fomentará una falsa Iglesia.» (Ibid. p. 199).

Las Sagradas Escrituras confirman lo dicho respecto a la apostasía de los últimos tiempos: «Has de saber que en los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles» (2 Tim. 3,1). «En posteriores tiempos habrá quienes apostatarán de la fe, prestando oídos a espíritus de engaño y a doctrinas de demonios» (1 Tim. 4,1).

«Primero debe venir la apostasía y hacerse manifiesto el hombre de iniquidad, el hijo de perdición; el adversario, el que se ensalza sobre todo lo que se llama Dios o sagrado, hasta sentarse el mismo en el templo de Dios (2 Tes. 2,3-4).

Mons. Straubinger expone en suma, con tino y sabiduría: «el misterio de iniquidad, que culminará en el Anticristo y su triunfo sobre todos los que creerán a la mentira por no haber aceptado el misterio de la sabiduría (1 Cor. 2,7), ya está operando desde el principio, en forma subrepticia de cizaña mezclada con el trigo y de peces malos entre la red (Mat. 13, 47 s), a causa del dominio adquirido por Satanás sobre Adán, y mantenido sobre todos sus descendientes que no aprovechan plenamente la redención de Cristo. Es, no solo el gran misterio de la existencia del pecado y del mal en el mundo, no obstante la omnipotente bondad de Dios, sino principalmente. y en singular, ese misterio de la apostasía, que llevará al triunfo del Anticristo sobre sus santos (Apoc. 13,7), a la falta de fe en la tierra (Mat. 24, 24; Luc. 18,8), y, en una palabra, a la aparente victoria del diablo y aparente derrota del Redentor hasta que El venga a triunfar gloriosamente en los misterios más adelante señalados para el fin» (Nota nº 6, 2 Tes. 2,6).

Por esto nosotros debemos a pesar de todas las tribulaciones presentes y futuras mantenernos en una santa esperanza, tal como nos exhorta San Pedro: «Tened, pues, paciencia hermanos, hasta la Parusia del Señor... tened paciencia: confirmad vuestros corazones, porque la Parusia del Señor está cerca» (Sant. 5,7,8). Y como dice Nuestra Señora de Fátima «Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará».

No nos dejemos engañar con los falsos profetas del progreso de la nueva civilización humanista, (gnóstico-personalista) que enarbola la dignidad y libertad bajo las apariencias de verdad. El falso ecumenismo post-conciliar tiene sus profetas con grandes carismas. Juan Pablo II con su encíclica «Ut Unum Sint» (sobre el empeño ecuménico) se convierte en la cabeza visible que presagia la parodia más espectacular de una Nueva Era (civilización del amor y la unidad) sin dogmas que dividan, convirtiéndose en el principal enemigo de Cristo Rey, y de su Reino, pues lo tergiversa e invierte.

La civilización del Amor de Juan Pablo II está condenada por San Pío X en Notre Charge Apostolique: «Y ahora, penetrados de la más viva tristeza- Nos preguntamos, venerables hermanos, en qué ha quedado convertido el catolicismo del Sillon. Desgraciadamente, el que daba en otro tiempo tan bellas esperanzas, este río límpido e impetuoso, ha sido captado en su marcha por los enemigos modernos de la Iglesia y no forma ya en adelante más que un miserable afluente del gran movimiento de apostasía, organizado, en todos los países, para el establecimiento de una Iglesia universal que no tendrá ni dogmas, ni jerarquía, ni regla para el espíritu, ni freno para las pasiones,[7] y que, so pretexto de libertad y de dignidad humana, consagrará en el mundo, si pudiera triunfar, el reino legal de la astucia y de la fuerza y la opresión de los débiles, de los que sufren y trabajan». (Doctrina Pontificia, II Documentos Políticos, BAC Madrid, 1958, p. 419).

El carácter profético de Juan Pablo II, y el carisma que tiene son innegables, su error está en que no cuenta con Cristo para realizar la Gran Promesa: «Ut unum sint», a fin de que también sean uno formando un sólo rebaño bajo un solo pastor. Juan Pablo II con todo su Ecumenismo instalado paladinamente por el Concilio Vaticano II, es el mayor y más grande de los tergiversadores de las profecías apocalípticas del Reinado de Cristo, del Reino de María, del Reino de los Sagrados Corazones de Jesús y María, donde Cristo reinará sobre todas las Naciones, sobre todos los pueblos, no sólo de derecho, sino también de hecho, no solo espiritualmente sino social y prácticamente. Verdadera Nueva Era, antagónica a la Nueva Era (New Age) donde se amalgaman todas las creencias bajo el concepto gnóstico-cabalístico de Dios, en una síntesis diabólica, en un sincretismo sacrílego y blasfemo, tal como se puede ver en la contratapa de una de sus múltiples publicaciones: «Un mensaje para toda la Humanidad. La energía del amor es el poder para crear un mundo nuevo y mejor. La virgen María explica cómo vivir más plenamente conscientes de nuestra existencia y objetivos terrenales y cómo prepararnos para reencontrar el mundo espiritual tras la muerte física. Mi ruego para todo el mundo es que inicie una transformación sea cual sea el concepto de Dios que tenga cada uno...»7 (Annie Kirkwood, El Mensaje de la Virgen al Mundo, Ed. Robin Book, Barcelona 1995).

Esto concuerda con la civilización del Amor pregonado por Juan Pablo II y su famoso Totus tuus.
No nos dejemos engañar, los lazos del Maligno se aunan, la gran síntesis se realiza, cultural y religiosamente el sincretismo sinárquico está muy avanzado y la Iglesia está dentro de sus garras de modo incondicional a partir del Vaticano II, que más que un Concilio, fue un conciliábulo donde el Humo de Satanás campeó por doquier.

Como bien dice el insigne P. Julio Meinvielle respecto al programa de la Sinarquía y la civilización satanocrática: «Este programa tiene por objeto crear una cultura global que se mueva en torno a una ‘Iglesia Universal’ la cual daría una unidad esotérica a los grandes grupos religiosos humanos, el cristianismo, el judaísmo, el hinduísmo. Se haría una especie de federalismo religioso una igualdad de todas las creencias bajo la forma de un pluralismo fraternal,...» (La Iglesia... p. 211).

Esta es la actividad frenética que Juan Pablo II con su Ecumenismo de Asis se encaminó a cumplir. No lo olvidemos, la civilización Satanocrática es ecumenico-gnostico-personalista. Es pluralista, democrática y tecnológico-socialista: «El orden cultural es la sal de la democracia sinárquica, es decir, del pueblo recibiendo las enseñanzas, sometido al dirigismo del espíritu en el marco del pluralismo canalizado, expresión social de la realidad profunda del hombre universal y del ‘devenir del ser’. En ese pluralismo, el hombre individual libera lo que él comporta de ‘misterio y de divinidad en devenir’. De aquí procede en el movimiento sinárquico la ‘primacía de lo espiritual’ pero de un espiritual que no tiene otro contenido que la universalidad del humanismo elevado a la altura de una religión común. (...) Fácil es advertir que en este programa cultural, que gira en torno al ‘Hombre Universal’, la Iglesia pierde su personalidad pública de ‘Luz de los Pueblos’ y queda reducida, cuando mucho, a una de las tantas creencias pluralistas colocadas al servicio de aquel ‘Hombre Universal’.(...) Esta adoración del hombre no puede consistir sino en una adoración a Satán. En una civilización satanocrática. Existe una perfecta coherencia entre los planes del poder oculto y el camino que llevan las relaciones de la Iglesia y el Mundo.» (Ibid. p. 212-213).

En esto converge toda la actividad de la Jerarquía oficial de la Iglesia y de su representante Máximo, Juan Pablo II.

No nos sorprenda que la Iglesia quede desplazada obscurecida, relegada. El famoso teólogo español Domingo Soto advirtió algo parecido cuando en un pasaje traído y comentado por el P. Castellani, se refiere al eclipse de la Iglesia y a la pérdida de la fe: «Porque cuando vuelva el Hijo del Hombre ¿Creéis que encontrará fe sobre la tierra? porque fe habrá, aunque sean pocos y perseguidos, en los últimos tiempos. Pero la fe en este sentido significa la fe organizada, es decir la Iglesia. La Iglesia -dice el teólogo Domingo Soto- ‘será quitada del medio’. Ese tiempo no se si está cerca o lejos.» (Catecismo para adultos, Ed. Grupo Patria Grande Buenos Aires, 1979, p.36).

Tengamos presente que la cultura humanista, con su ideal de libertad y dignidad de la persona humana, con sus derechos del hombre, o en términos de Maritain, la civilización cristiana pluralista, el humanismo integral, la Nueva Cristiandad, la Nueva Democracia, son las armas ideológicas del Anticristo tal como nos advierte Mons. Straubinger: «Las armas del Anticristo son falsas ideologías y doctrinas que Satanás, ‘el príncipe de este mundo’, va introduciendo desde ahora bajo etiquetas de cultura, progreso y aún de virtudes humanas que matan la fe, y gracias a los medios que la técnica moderna le da para monopolizar la opinión pública» (Nota nº 6, 2 Tes. 2,6).

Una de las declaraciones más importantes de Sor Lucía es la conversación mantenida con el Padre Agustín Fuentes el 26 de Diciembre 1957 quien se preparaba para ser postulador de la causa de beatificación de Jacinta y Francisco, y que hizo pública en una conferencia de regreso a Méjico el 22 de mayo de 1958 a las hermanas misioneras del Sagrado Corazón y de Nuestra Señora de Guadalupe: «Padre, la Santísima Virgen esta muy triste, porque nadie hace caso de su Mensaje, ni los buenos, ni los malos. Los buenos continúan su camino, pero sin hacer caso del Mensaje. Los malos, no viendo caer sobre ellos actualmente el castigo de Dios, continúan su vida de pecado sin preocuparse del Mensaje. Pero créame, Padre, Dios va a castigar el mundo y será de una manera terrible. El castigo de Dios es inminente. Qué falta, Padre, para 1960 y que sucederá entonces?... No puedo dar otros detalles porque es todavía un secreto. Unicamente el Santo Padre y Monseñor el obispo de Leira podrían saberlo, por voluntad de la Santísima Virgen, pero ellos no han querido para no ser influidos. Es esta la tercera parte del mensaje de Nuestra Señora que permanecerá secreta hasta la fecha de 1960. (...) el demonio está a punto de librar una batalla decisiva con la Virgen.(...) no esperemos que venga de Roma un llamado a la penitencia de parte del Santo Padre para el mundo entero, no esperemos tampoco que venga de nuestros obispos en sus diócesis, ni tampoco de la congregaciones religiosas. No, Nuestro Señor ha utilizado antes muchas veces estos medios y el mundo no ha hecho caso. Por esto, ahora, es preciso que cada uno de nosotros comience el mismo su propia reforma espiritual, cada uno debe salvar no solamente su alma, sino también todas las almas que Dios ha dispuesto sobre su camino. Padre, la Santísima Virgen no me ha dicho que estamos en los últimos tiempos del mundo, pero me lo ha hecho saber por tres motivos: el primero porque me ha dicho que el demonio está a punto de librar una batalla decisiva con la Virgen, y una batalla decisiva es una batalla final donde se sabrá de qué lado está la victoria, y de cual la derrota. (...) El segundo porque ha dicho, tanto a mis primos como a mí misma, que Dios daba los dos últimos remedios al mundo: el santo Rosario y la devoción al corazón Inmaculado de María y estos siendo los dos últimos remedios, significa que no hay otros. Y el tercero, porque siempre en los planes de la Divina Providencia, cuando Dios va a castigar el mundo, agota primero todos los otros recursos. Ahora bien, cuando ha visto que el mundo no hace caso ninguno, entonces como diríamos en nuestra forma imperfecta de hablar, El nos ofrece con cierto temor el último medio de salvación, su Santísima Madre. Pues si despreciamos y rechazamos este último medio, no tendríamos ya el perdón del Cielo, porque habremos cometido un pecado que el Evangelio llama pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en rechazar abiertamente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que se nos ofrece. Dos medios para salvar el mundo -me decía Sor Lucía- la oración y el sacrificio (...). Luego el Santo Rosario. Mire, Padre, la Santísima Virgen, en estos últimos tiempos que vivimos, ha dado una eficacia nueva al rezo del Santo Rosario. De tal suerte que no hay ningún problema, por difícil que sea, temporal o sobre todo espiritual, concerniente a la vida personal de cada uno de nosotros, de nuestras familias, de las familias del mundo o de las comunidades religiosas, o bien de la vida de los pueblos y de las naciones, no hay ningún problema, digo, por difícil que sea, que no podamos resolver por la oración del Santo Rosario. Con el Santo Rosario nosotros nos salvaremos , nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas, En resumidas cuentas, la devoción al Corazón Inmaculado de María, nuestra Santísima Madre, considerada como la sede de la clemencia de la bondad y del perdón, como la puerta segura para entrar en el Cielo(...).» (Fátima... p. 283-284-285).

Dada la importancia y trascendencia de este texto conviene dar la garantía de su autenticidad. En primer lugar tenemos que: «el P. Alonso, encargado por Mons. Venancio de la edición crítica de los documentos referentes a Fátima, comienza adoptando sobre este punto la versión oficial. ‘Hay que notar, -dice en Septiembre de 1971 durante la sesión de la Sociedad Francesa de estudios mariales-, que ciertas revelaciones hechas por la prensa sobre Sor Lucía no pueden atribuírsele, por ejemplo las que han difundido el P. Fuentes y el P. Lombardi’. Ahora bien, cinco años más tarde, el experto oficial sostenía una posición totalmente diferente puesto que declaró: ‘Eso que dice el Padre Fuentes en el texto auténtico de su conferencia a la comunidad religiosa mejicana corresponde ciertamente en lo esencial a lo que había oído de Sor Lucía durante su visita del 26 de diciembre de 1957. Pues, aunque mezcladas de consideraciones oratorias de partes del predicador aunque arregladas literalmente, estos textos no dicen nada que Sor Lucía no dice en sus numerosos escritos dados al público.’ Si el Padre Alonso ha cambiado así de parecer, es porque entre tanto, por sus trabajos, ha tenido la ocasión de entrevistarse con Sor Lucía.» (Fátima... p. 286-287).

Y en la nota al pie de página tenemos que «El P. Kondor que ha sucedido al P. Fuentes y que desde 1961, ha tenido a veces la ocasión de conversar con Sor Lucía, reconoce también ahora que las declaraciones de la vidente referidas por el P. Fuentes eran auténticas. El 7 de agosto de 1990, declaró, en efecto a nuestro amigo, M. David Boyce: `El P. Fuentes fué censurado por sus indiscreciones.’ No es significativo que el P. Kondor haya dicho ‘por sus indiscreciones’ y no ‘por sus fabulaciones’?» (Fátima... p.287). Como sería lo lógico de ser puras invenciones suyas.


Declaraciones y actitudes de quienes leyeron el Tercer Secreto

Las declaraciones y actitudes de quienes leyeron el tercer Secreto vienen a confirmar todo lo expuesto en cuanto a lo substancial del tercer Secreto.

Quienes leyeron el tercer Secreto? Desgraciadamente ni Mons. da Silva (primera instancia directa en la jerarquía a quien correspondía el tercer Secreto) ni Pío XII leyeron el secreto, no quisieron en resumidas cuentas enfrentarse con su contenido, dejando pasar el tiempo, quizás esperando a 1960, pero ambos fueron arrebatados antes, el primero en 1957 y el otro en 1958.

Sor Lucía cuya misión era transmitir el mensaje a la jerarquía de la Iglesia y no el publicarlo al mundo, hizo prometer ante la desidia de Mons. da Silva que fuese abierto en 1960, para que el mundo lo supiera, pues es la Jerarquía y no Sor Lucía, quien tiene el deber de publicar al mundo el tercer Secreto. Y esto en razón del contenido que concierne directamente a las autoridades de la Iglesia.

Como bien dice el Hermano Michel: «El 17 de junio de 1944, cuando Mons. da Silva toma posesión del sobre conteniendo la tercera parte del Secreto, habría podido leer enseguida el mensaje y luego darlo a conocer en la medida que lo hubiese juzgado bueno.(....) Desde 1945, se previó que si Mons. da Silva llegaba a morir el precioso documento pasaría al Cardenal Cerejeira[8] patriarca de Lisboa. El tercer Secreto, contrariamente a eso que se afirma después, no estaba pues, ni exclusivamente, ni tampoco explícitamente destinado al Santo Padre. Al igual que las dos primeras partes del Secreto, con las que forma un todo, fué confiado a la Iglesia, y en primer lugar a los representantes de la jerarquía portuguesa, a quienes correspondía informarse y darlo a conocer» (Fátima... p. 289). Y como es lógico pensar, Sor Lucía desearía que el Papa lo supiera lo más pronto posible, y por eso quería hablar personalmente con el Papa, para exponerle el tercer Secreto y «como finalmente Sor Lucía no pudo conversar con Pío XII, desde 1946 fue convenido entre Sor Lucía y Mons. da Silva que el último Secreto sería divulgado en 1960» (Fátima... p. 290). Sor Lucía que sabía que el mensaje del 3er Secreto debía ser publicado por la Jerarquía Oficial de la Iglesia, se asegura por una promesa, prácticamente exigida, a su Obispo, para tener la garantía de que realmente fuese así, ante el rechazo de leer el mensaje por parte de Mons. da Silva, «Mencionaremos primero el testimonio decisivo del canonigo Galamba: ‘Cuando el señor Obispo rechaza abrirlo, Lucía le hace prometer que será abierto definitivamente y leído al mundo cuando ella muera, o en 1960, según sea lo primero que acontezca’» (Fátima... p.290). Es evidente que Sor Lucía no quería morir sin que al menos se de a conocer el 3er Secreto, pero como no es ésta su misión, si no la misión, el deber y la responsabilidad de la Jerarquía de la Iglesia, ella está reducida al más doloroso de los silencios, ante el eclipse de la Iglesia, sobre el cual Fátima viene a advertirnos.
Sor Lucía ha dicho que su misión no es la de ser profeta, es decir, la de divulgar al mundo el 3er Secreto, pues en cuanto a esto es una humilde y pobre mensajera ante la Iglesia y sus representantes, ella es la pobre campesina carmelita que hizo de intermediaria entre el Mensaje del Cielo y la Jerarquía de la Iglesia. Su misión es advertir sobre el grave peligro de la condenación de las almas y de establecer la devoción al Inmaculado Corazón de María como último recurso de salvación en estos tiempos Apocalipticos para el mundo y la Iglesia; por esto, conviene decirlo de paso, no importa que ahora sor Lucía se contradiga, o le hagan creer o pensar algo distinto por presión contínua de la misma Jerarquía de la Iglesia y de modo especial por el mismo Vaticano sobre tal o cual cosa, etc, reduciendo incluso al máximo sus visitas y entrevistas, haciendo pensar que está casi prisionera en su propio convento por orden de Roma, pudiéndo sólo visitarla unos pocos familiares, viejos conocidos y los Cardenales; pues toda otra visita requiere el permiso expreso de Roma. Así como Roma silencia el 3er Secreto es lógico que trate de silenciar al máximo a Sor Lucía. Es lógico pensar que se la adoctrine sutilmente según los propósitos de la curia Vaticana y del mismo Juan Pablo II para que diga cosas no tan disconformes a la actuación del Sumo Pontifice, con respecto a la consagración de Rusia y a la revelación del 3er Secreto, por ejemplo. En realidad poco importa, pues lo dicho anteriormente dicho está y es suficiente para saber a que atenernos.

Por esto tampoco debe inquietarnos demasiado algunas respuestas de Sor Lucía en la entrevista con el Cardenal Padiyara el 11 de Octubre de 1992 acompañado de Mons. Michaelappa, del P. Pacheco y de Carlos Evaristo, quien asistió como intérprete, siendo además historiador y periodista, y que publicó la entrevista en «Duas Horas com a Irma Lucia» con todas las garantías de la autenticidad en 1994.

De otra parte conviene tener también en cuenta que Sor Lucía puede decir una cosa a instancias de sus superiores, que parece decir Nuestra Señora sin que en realidad lo haya dicho; lo cual es muy significativo para hacerse una idea del carácter de Sor Lucía el cual queda reflejado en una respuesta suya al P. Umberto Pascuale: «Respondiendo a su pregunta esclarezco: Nuestra Señora de Fátima en su pedido sólo se refiere a la consagración de Rusia. En la carta que escribí al Santo Padre Pío XII, por indicación del confesor, pedí la consagración del mundo con mención explícita de Rusia» (Fátima.... p.393).
Conviene precisar referente a la misión de Sor Lucía que ella dijo claramente ante el reproche de su silencio: «Puede ser, Exmo y Rev.mo Sr. Obispo, que a alguien le debía haber manifestado todas esas cosas hace mucho tiempo,(...) Así hubiese sido, si Dios me hubiese querido en el mundo como profeta. Pero creo que esa no fué la intención de Dios, al darme a conocer todas esas cosas. Si así hubiese sido, pienso que, en 1917, cuando me mandó guardar silencio —orden que fué confirmada por medio de los que lo representaban,— me hubiera mandado hablar.» (Mensaje... p. 110).

Y en la nota nº 22 de la tercera Memoria se lee: «La hermana Lucía ha tenido varias veces que defenderse de no haber comunicado antes muchas de sus cosas. Pero, la culpa no la tenía ella; sino sus superiores, quienes por prudencia, no las dieron a conocer antes» (Mensaje... p.113).

La misión de Sor Lucía queda bien demarcada cuando Nuestra Señora manifiesta que pronto irán al cielo Jacinta y Francisco mientras que Lucía se quedará algún tiempo más. «Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto, pero tú te quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de tí para hacerme conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmcaculado Corazón. A quien la abrace, prometo la salvación y serán queridas de Dios estas almas como flores puestas por mí para adornar su trono» (Mensaje... p. 195). Sor Lucía mensajera del Corazón Inmaculado, esa es su misión.

Por esto no teme Sor Lucía ninguna pena del purgatorio por haber guardado silencio respecto al 3er Secreto, cuando el canónigo Galamba decía: «Mándele, Sr. Obispo que escriba todo, sí todo. ¡Que ha de dar muchos vuelcos en el purgatorio por haber callado tanto!» Sor Lucía responde. «En cuanto a eso, no tengo el menor recelo del purgatorio» (Mensaje... p.148).

En 1941 cuando Sor Lucía escribe su cuarta Memoria, todavía no le era permitido revelar a la Jerarquía de la Iglesia el 3er Secreto: «Comienzo, pues, mi nuevo trabajo y cumpliré las órdenes de V.E. Reverendísima y los deseos del Sr. Dr. Galamba. Exceptuando la parte del secreto que, por ahora, no me es permitido revelar, diré todo. Advertidamente no dejaré nada» (Mensaje... p. 149).
Sólo cuando Sor Lucía tiene licencia del cielo para revelar el 3er Secreto, lo hace saber y espera recibir la orden formal del Obispo, pues es un mensaje que tiene formalmente por destinatario a la Jerarquía oficial de la Iglesia. Así se explica porque no accedió a decir o escribir nada sin la orden formal (oficial) en nombre de Dios, del representante oficial inmediato de la Iglesia (el Obispo del lugar). A este respecto es muy esclarecedor lo acontecido durante la entrevista de Mons. da Silva y el Canonigo Galamba, con Sor Lucía durante el verano de 1943, en el Asilo Fonseca en Valença do Minho: «De pronto el canónigo Galamba le pregunta: ‘Por qué no revela la tercera parte del Secreto de Nuestra Señora? Puede usted quizás decirlo ahora?’ Entonces- Lucía haciendo un gesto con la cabeza hacia Mons. da Silva: ‘Ahora, si Monseñor lo quiere, puedo decirlo’... ‘Monseñor, Sor Lucía dice que si Ud. quiere, ella puede revelar ahora la tercera parte del Secreto’ ... ‘No quiero hacer nada para eso, no quiero mezclarme en ello’ - ‘Ah, que lástima! contesta el Canónigo Galamba. Dígale al menos que lo escriba sobre un papel que le entregará en un sobre sellado’... El 15 de Septiembre, el Obispo se dirige solo a Tuy y conversando con la vidente en la enfermería, no le da la orden formal, en nombre de Dios, para redactar el tercer Secreto, sino que expresa únicamente un vago deseo. De suerte que Sor Lucía fué embargada por una angustia terrible, pues, a fin de cuentas, Mons da Silva le pedía obedecer a sus inspiraciones: ‘Me parece que escribir, explicaba, es de algún modo revelarlo, y no tengo aún la autorización de Nuestro Señor para hacerlo. De todos modos, como estoy acostumbrada a ver la voluntad de Dios en mis superiores, considero la obediencia y no sé qué hacer. Prefiero una orden formal sobre la cual me pueda apoyar delante de Dios y que me permita decirle con seguridad: me lo han ordenado Señor. Pero esas palabras: ‘Si la Sor lo quiere’ me turban y me dejan perpleja Sor Lucía esperaba pues, una orden expresa de su Obispo. He ahí lo importante.» (Fátima... p. 269-270).

Podría pensarse que hay una contradicción en lo que dice Sor Lucía al canónigo «si Mons. lo quiere, puedo decirlo» de una parte, y de otra al decirle a Mons. «no tengo aún autorización de Nuestro Señor». La contradicción es aparente, pues Sor Lucía sí podía decirlo, pero a condición de que el obispo (la Jerarquía) se lo pidiera expresa y formalmente en nombre de la Iglesia, lo cual hace Sor Lucía con sencillez y humildad exponiéndole la dificultad en revelarlo sin una orden formal de parte suya.

Finalmente a mediados de Octubre de 1943 Mons. da Silva le da la orden que Sor Lucía reclamaba. Despúes de algunas dificultades redacta el 3er Secreto fortalecida por la aparición de la Virgen el 2 de Enero de 1944 en Tuy. El 9 de Enero de 1944 avisa a Mons. da Silva que está escrito lo que le había mandado.

Por orden de Roma en 1957 el sobre es enviado al Vaticano, Mons. Venancio secretario de Mons. da Silva pide hacer una copia del original que se conserve en Portugal, pero no lo logra, sólo pudo observar a tras luz el sobre conteniendo el otro sobre con el mensaje que estaba escrito en una pequeña hoja de papel. (Cfr. Fátima... 291).

El tercer Secreto lo leyó Juan XXIII, su confesor Mons. Cavagna, su secretario privado, Mons. Capovilla, un traductor portugués de la Secretaría de Estado Mons. Tavares. Después el Papa lo hace leer al Cardenal Ottaviani, prefecto del Santo Oficio. (Cfr. Fátima... p.295).

Juan XXIII manifestó en agosto de 1959 después de haber leído el 3er Secreto: «Esto no concierne a los años de mi pontificado» (Fátima... p.298). Estas palabras son muy significativas y reveladoras para quien está en la pista. Sólo acontecimientos de carácter apocalíptico pudieron hacer pensar que lo profetizado no podía tener ahora lugar. Al igual que la hora de la muerte todo el mundo la deja para más adelante, no piensa que puede ser ya, ahora. Lo mismo con todo lo relativo al Apocalipsis: La Gran Apostasía, la abominación de la desolación en lugar santo, el pseudo profeta con apariencia de Cristo (Cordero) pero tan bestia como su homólogo la bestia del mar, etc. Es decir que sobre los últimos tiempos y la parusia nunca pensamos que pueda ser en estos tiempos sino más lejanos y cuanto más, mejor.

El tercer Secreto, no es una simple invitación a la oración y a la penitencia, ni trata de catástrofes materiales (guerras, destrucción, etc.) ésto ya está contenido en la segunda parte del secreto, el cual tiene tres. Sí, tres partes que forman un todo armónico pero que son 3 cosas distintas (Cfr. Fátima... p398).

Es por su contenido Apocalíptico que Roma no a querido revelar el 3er Secreto, en el cual esta involucrada también la Iglesia con esta crisis de Fe. La jerarquía oficial de la Iglesia esta comprometida en el 3er Secreto, esta es la razón por la cual en ultima instancia no se revela el 3er Secreto, sobre todo hoy, pues señala con el dedo la crisis de Fe de la cual es responsable Vaticano II y Juan Pablo II quien sigue la misma línea.

Las palabras de Juan XXIII por sí solas revelan el carácter profético del 3er Secreto, que están en armonía con todo el aspecto apocalíptico del tema.

El Cardenal Cerejeira hace una interesante reflexión al respecto muy bien comentada por el Hermano Michel: «No se trata tampoco de profecías de felicidad: el tercer Secreto de Fátima no se aviene ciertamente con las opiniones llenas de optimismo del Papa Juan XXIII anunciando que el Concilio será ‘un nuevo pentecostes’, ‘una nueva primavera de la Iglesia’, si hubiera sido esto, él mismo o sus sucesores nos lo habrían revelado. ‘Si hubiese sido alegre, decía el Cardenal Cerejeira al Padre Caillon, nos lo hubieran dicho. Puesto que no nos dicen nada, es porque es triste’». (Fátima... p. 397).

El Cardenal Ottaviani queriendo salvaguardar la imagen del Papa, en ese entonces Pablo VI, justificando la no divulgación del 3er Secreto, nos indica sin quererlo que el Papa está concernido y le atañe directamente. En su alocución del 11 de febrero de 1967 declara que el 3er Secreto «estaba destinado al Santo Padre». «Destinado explícita y exclusivamente al Papa? Ciertamente no,» dice el Hermano Michel, pues «si el último secreto hubiera estado destinado al Papa únicamente, Sor Lucia lo hubiera dicho desde 1944». (Fátima.. p. 402). Además no se lo hubiera entregado a Mons. da Silva como destinatario con poder de leerlo y divulgarlo, ni le hubiera hecho prometer que debía revelarlo en 1960 (fecha límite).

Lo importante es que el Card. Ottaviani «nos hace saber que es soberanamente importante para el Papa. Probablemente porque se trata de él. Seguramente es esta verdad que dió al Cardenal, o más bien al Papa Pablo VI, la idea de salir del apuro pretendiendo que el último secreto esta estrictamente reservado al Santo Padre». (Fátima... p. 402).

Sin embargo el 15 de diciembre de 1960 el Card. Ottaviani hace una alusión a la apostasía moderna en una alocución a los miembros de la Academia Marial Internacional, que pareciera tener mucho que ver con el 3er Secreto: «Basta dar un rápido golpe de vista sobre lo que pasa en este momento en el mundo, para reconocer que sin la intervención de la Madre de todas las misericordias junto al Todopoderoso, el mundo peligraría nuevamente de volverse pagano, con un paganismo más deplorable que el primero, porque está agravado por la apostasía.» (Fátima... p. 417).

No exageramos de ningún modo si involucramos al Papa en el 3er Secreto, es evidente que si «En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe» es porque en las otras partes el dogma de la Fe no se conservará, incluida Roma. Además ¿cómo se perderá el dogma de la Fe sin que la Jerarquía oficial de la Iglesia no haya de algún modo sido culpable, sin que el mismo Papa no desfallezca en su deber custodiando santamente y exponiendo fielmente el depósito de la Fe? ¿Cómo el dogma de la Fe se perderá sin que haya habido desfallecimiento de aquel cuyo cargo principal consiste precisamente en conservar intacto el deposito de la Fe en el seno de la Iglesia?». (Fátima... p. 403).

Al respecto el perito oficial de Fátima (el fatimólogo más versado), el P. Alonso dice: «Es, pues, enteramente probable que el texto del tercer Secreto haga alusión concreta a la crisis de la Fe en la Iglesia y a la negligencia de los pastores mismos. Habla también de luchas intestinas en el seno de la misma Iglesia y de graves negligencias pastorales de la alta jerarquía, de deficiencias de la alta jerarquía de la Iglesia». (Fátima... p. 403).

Sor Lucia nos advierte, recordémoslo, diciéndole al P. Fuentes: «No esperemos que venga de Roma un llamado a la penitencia de parte del Santo Padre para el mundo entero, ni esperemos tampoco que venga de nuestros obispos en sus diócesis, ni tampoco de las congregaciones religiosas. No...». (Fátima... p. 404)

La situación no puede ser más confusa y caótica como en los tiempos de la primera venida del Señor; el rebaño abandonado sin pastores. Lo cual será semejante en su Parusía (Segunda Venida).

Pablo VI leyó también el 3er Secreto: «Pablo VI, escribe Mons. Loris Capovilla, pide informaciones respecto a este documento, y no me acuerdo si fue en julio de 1963 o algunos meses después». (Fátima... p329). «En 1971, el obispo de Leira Mons. Venancio, atestigua que Pablo VI conocía el tercer Secreto». (Fátima... p. 329), pero sin decir públicamente nada, salvo evasivas.

Pablo VI menciona algunos temas mencionados en el 3er Secreto, pero con el fin de disipar cualquier sospecha sobre su contenido. Poniendo así el dedo en la llaga durante una conversación con un periodista milanés en el otoño de 1965: «El Concilio esta a punto de demostrar que al lado de una crisis de la Fe en el mundo, no hay una, afortunadamente, crisis en la Iglesia. Los temas más graves, tales como el de la libertad religiosa, han sido debatidos con amor por la Iglesia. La formación de dos corrientes, progresista y no progresista, como dicen, no pone jamás en cuestión la fidelidad a la Iglesia. Todos discuten por el bien de la Iglesia y no vemos producirse defección ni signos inquietantes de luchas intestinas». (Fátima... p. 417).

Sin embargo conviene recordar que dijo: «La Iglesia se encuentra en una hora de inquietud, de autocrítica, diríamos de auto destrucción» (Discurso 7/dic/1968). «Por cual fisura el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios» (Discurso 29/jun/1972).

Juan Pablo II lo lee pero sin hacer caso: «Antes de dirigirse a Fátima, Juan Pablo II leyó la tercera parte del secreto y consulta a un prelado portugués de Roma a fin de que le traduzca con todos los matices de ese dialecto portugués»: (Fátima... p. 355).

El peligro de la apostasía es mencionado por Juan Pablo II en su primera peregrinación a Fátima en 1982 cuando dice: «Las sociedades amenazadas por la apostasía, amenazadas por la degradación moral[9]» (Fátima... p. 419).

El Cardenal Ratzinger es otra de las personas que leyó el 3er Secreto y resulta interesante pues ha dicho algunas cosas muy importantes que vienen a corroborar lo que hemos dicho, sobre el 3er Secreto y la crisis de Fe. En agosto de 1984 el Card. Ratzinger en sus declaraciones a Vittorio Messori «afirmaba que en el tercer Secreto de Fátima, del que tuvo conocimiento, había trazos de los peligros que recaen sobre la Fe y la vida cristiana, por consiguiente sobre el mundo» (Fátima... p. 401)

Al periodista que le pregunta por qué no se ha revelado el 3er Secreto el Cardenal Ratzinger responde: «Porque según el criterio de los Papas, no añade nada distinto a todo eso que un cristiano debe saber de la Revelación: un llamado radical a la conversión, la gravedad absoluta de la historia, los peligros que recaen sobre la Fe y la vida cristiana y en consecuencia sobre el mundo. Después la importancia de los últimos tiempos [...]. Pero las cosas contenidas en este tercer secreto corresponden a eso que anuncia la Escritura...» (Fátima... p. 412).


Testimonio de los Peritos

Hay otras declaraciones de personas que si bien no han leído el 3er Secreto, no obstante por el estudio y la reflexión en contacto directo con Sor Lucía nos dan luz sobre su contenido.

El Obispo de Fátima en su carta pastoral del 25 de julio de 1966 habla del Misterio de Iniquidad: «Fátima, decía Mons. Venancio, no viene tampoco a dar razón a los profetas de catástrofes mundiales imaginarias. Fátima no puede reducirse a profecías sensacionales de guerras horrorosas... Nosotros afirmamos que Fátima es una cosa mucho más seria que todo eso. Fátima, realmente en esto también, actualiza todo el sentido evangélico de una Iglesia lanzada escatológicamente hacia un futuro que está ciertamente bien asegurado entre las manos de Dios, pero sin embargo está amenazado permanentemente por el Misterio de Iniquidad que está ya en marcha (2 Test. 2.7).» (Fátima... p. 414).

Mons. do Amaral obispo de Fátima, el 10 de septiembre de 1984 hace la siguiente declaración que fué proporcionada por el P. Messias Díaz Coelho en la revista Mensagem de Fátima: «‘El secreto no habla ni de bombas atómicas ni de cabezas nucleares, ni de misiles Pershing o ss-20’ declaró don Alberto Cosme do Amaral, obispo de la diócesis de Leira-Fátima, durante una sesión de preguntas y respuestas que tuvo lugar en el aula magna de la universidad técnica de Viena, el 10 de septiembre último. ‘Su contenido insistió, no concierne más que a la fe. Identificar el Secreto con anuncios catastróficos o con un holocausto nuclear, es deformar el sentido del mensaje. La pérdida de la fe de un continente es peor que la aniquilación de una nación; es verdad, la fe disminuye en Europa.’ El prelado hizo estas declaraciones acompañado de su secretario e intérprete, el P. Luis Kondor, segun decir de este último, el Papa tiene serias razones para no publicar el secreto. Cuando se interroga al P. Kondor para saber si Don Alberto había leído la famosa carta de Lucía, respondió que no, pero que podía apoyar lo que decía sobre el estudio que hizo del mensaje de Fátima» (F{atima... p. 400 - 401).

Y como muy bien hace ver el Hermano Michel: «Para pronunciar palabras tan firmes sobre el tercer Secreto, podemos estar seguros que Mons. do Amaral ha tenido todas las garantías de que las conclusiones de su estudio estaban en todos sus puntos conformes a la verdad. En 1981, había ya consultado con Sor Lucía para exponerle los textos de los falsos secretos difundidos por la prensa... Es moralmente cierto que en 1984 no se comprometería públicamente a indicar en resumidas cuentas el contenido esencial del tercer secreto, sin haber obtenido el asentimiento de la vidente» (Fátima... p.401).

Si el obispo de Leira-Fátima Mons. do Amaral, se atrevió hacer esta declaración importantísima, basada en su estudio y en los contactos con Sor Lucía, es porque estaba seguro de que lo que decía estaba en plena concordancia con el 3er Secreto, habiendo tenido en última instancia el aval de Sor Lucía; de lo contrario no se expondría al ridículo en materia tan comprometida, con cualquier desmentido incluso de Roma, que confina el tercer Secreto al silencio más absoluto.

El famoso historiador William Tomas Walsh con una pregunta que hizo el 15 de Julio de 1946 a Sor Lucía, viene también a corroborar nuestro pensamiento sobre el 3er Secreto de Fátima como profecía Apocalíptica, al interrogarle obteniendo una respuesta tal que de no ser así, lo más fácil, simple y lógico sería haber dicho no, pero al decir que no puede responder a tal pregunta, sin querer, manifiesta que si. La pregunta fué la siguiente: «Nuestra Señora le ha hecho algunas revelaciones referentes al fin del mundo?» y Sor Lucía contesta: «No puedo responder a esta cuestión» (Cfr. Fátima... p. 397). Un no rotundo, hubiera sido la respuesta, sin comprometer en nada, el Secreto, si en realidad no supiera nada de parte de Nuestra Señora sobre el fin del mundo. Luego es evidente que Sor Lucía tuvo alguna revelación sobre el fin del mundo, o más exactamente el fin de los últimos tiempos apocalípticos, como ella misma distinguía, lo cual está relacionado íntimamente con el contenido profético y apocalíptico del 3er Secreto.

La tesis del P. Alfonso (perito oficial de Fátima) muerto en 1981 cuya obra completa está inédita y permanece silenciada por Roma, sostiene que sí: «‘En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe’. Esta frase insinúa con toda claridad un estado crítico de la fe que sufrirán otras naciones, es decir, una crisis de la fe; mientras que Portugal salvará su fe... Pues, en el periodo que precede al gran triunfo del Corazón Inmaculado de María se producirán las cosas terribles que son el objeto de la tercera parte del Secreto. Las cuales si ‘en Portugal se conservará siempre el dogma de la fe’... se puede deducir con toda claridad, que en otras partes de la Iglesia estos dogmas se van a obscurecer o bien se van incluso a perder. El contenido del Secreto debe referirse a profecías terribles con respecto al estado interior de la Iglesia.» (Fátima... p. 399).

«Semejante crisis de la fe, a escala de muchas naciones o de continentes enteros, tiene un nombre en las Sagradas Escrituras: la Apostasía. La palabra misma puede quizás encontrarse en el texto del Secreto. El P. Alonso no ha sido el primero en sostener esta tesis. Desde 1967 el R.P. Martins dos Reis escribía en su libro ‘Síntesis Crítica’: ‘todo eso que ha sido dicho (sobre el contenido del tercer Secreto) no son más que fantasías de mal gusto, salvo lo que se refiere a una crisis en el dogma de la Fe en ciertas naciones, a excepción de Portugal’. En 1970, el P. Mesías Dias Coelho lo sostenía públicamente en su revista ‘Mensagem de Fátima’.» (Fátima... p. 399-400). El P. Coelho en la misma revista nº 162 de abril de 1985 llegó a decir: «El Secreto habla de la actual crisis de la fe». (Fátima... p.400).

El P. Joseph Schweigl, que fue comisionado por Pio XII para hablar con Sor Lucía en agosto de 1952 a su regreso al Russicum, le confía al P. Cyrille Karel Kozina, uno de sus allegados: No puedo revelar lo que he sabido en Fátima sobre el 3er secreto pero puedo decir que hay dos partes: Una concierne al Papa. La otra, lógicamente —bien que no debo decir nada— deberá ser la continuación de las palabras: En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe» (Fátima....p.407).

Sor Lucía interrogada sobre el 3er Secreto por un familiar dice: «Está en el Evangelio y en el Apocalipsis, leedlos.» En otra ocasión indica capítulos VIII a XIII del Apocalipsis (Cfr. Fátima... p.422). Y como bien dice el Hermano Michel: «el último secreto se sitúa en consecuencia dentro del cuadro apocalíptico de la lucha final entre la Virgen Inmaculada y el Dragón infernal, tal como nos lo describe el Apocalipsis... El combate apocalíptico entablado entre la Virgen María y el Dragón constituye la trama dramática de las tres partes del Secreto de Fátima» (Fátima... pp. 422 - 423).

Todos estos testimonios vienen a reforzar nuestro pensamiento acerca del 3er Secreto, el cual en substancia se refiere a la Gran Apostasía Universal profetizada en las Sagradas Escrituras para los últimos tiempos y la Gran Tribulación por la confusión doctrinal a causa de la pérdida de la fe, que reduce a la Iglesia a un pequeño rebaño a causa de la Abominación de la desolación en lugar santo. Todo lo cual conforma el misterio de iniquidad que tendrá lugar antes de la Parusía.


Defección de la Jerarquía de la Iglesia

Como hace ver el Hermano Michel, uno de los motivos de la no publicación del 3er Secreto de parte de Roma, se debe al anuncio de la pérdida de la fe por causa (culpa) de la defección de la alta jerarquía de la Iglesia.

La defección de un clero mediocre y de una jerarquía corrupta no nos debe sorprender. La fe es a pesar de los curas, la Fe es en Dios, en su Iglesia, no es en los hombres de Iglesia, ni tampoco se crea que por muy de Iglesia que sean ya están en las cumbres de la santidad. No, la corrupción de lo mejor es lo peor. Si el clero no está a la altura de su sublime e insigne misión, se pervierte, si la jerarquía de la Iglesia no ama la verdad estando a la altura de su deber, se corrompe.

Sobre la corrupción de los hombres de Iglesia, sobre todo en los últimos tiempos, es muy aleccionador lo que Beato de Liebana dice en su comentario del Apocalipsis en el siglo VIII y que es de una actualidad manifiesta.

Beato de Liebana sobre la falsa religión y las apariencias de santidad relacionadas con la Bestia del Apocalipsis que sale de la tierra (Ap. 13,11-17) dice: «La tierra son los obispos, sacerdotes y la falsa religión; quienes bajo apariencia de santidad no se ve que se agiten en el mundo, sino que parece que obran quédamente, y simulan que son Iglesia y no lo son... Esta bestia de la tierra son los malos prelados en la Iglesia» (Obras Completas, Ed. B.A.C. Madrid 1995, p. 493).

La forma solapada con que actúan es sorprendente: «porque no se levantan abiertamente contra la Iglesia, con la que dicen que están unidos, y al decir que son hijos de Dios (...) pero ahora en la paz so pretexto de religión, meditan contra la Iglesia, lo que entonces en la guerra dirán con palabras claras. (...) no blasfeman abiertamente contra la Iglesia, sino bajo nombre de santidad, formando parte del Misterio de la Iniquidad . Sin embargo cuando llegue este tiempo del Anticristo, cuando se produzca la dispersión, es decir, cuando claramente se haya disgregado la Iglesia, y se haya manifestado en todo el mundo el hombre de pecado, entonces se pondrá al descubierto y se manifestará y se comprenderá y conocerá aquello que antes, bajo apariencia de religión, con palabras ocultas, hablaba blasfemias contra Dios; pero ahora habla como la Iglesia Católica» (Ibid p.489). Tal como hoy acontece a partir del Concilio Vaticano II, ni más ni menos, la Iglesia verdadera está dispersa, reducida a un pequeño rebaño fiel a la Tradición, la Jerarquía oficial blasfema bajo la apariencia de religión, pero nadie puede enfrentarlos pues hablan como la Iglesia Católica, utilizan su máscara y excomulgan a los pocos obispos fieles que cometieron el ‘error’ de resistirlos, tal fue el caso de Mons. Lefebvre y de Mons. de Castro Mayer.

Muchos buenos fieles por esta excomunión inválida (nula de todo derecho, pues la Tradición no se puede excomulgar, so pena de ser cismático y herético) se alejaron quedando confundidos, atemorizados y vencidos: «Los que se creían todavía buenos, ya han sido vencidos de todo el grupo que puede ser vencido; y como viven en la ceguera de la ignorancia, dicen ya que la luz y las tinieblas son una misma cosa; es decir, piensan que la Iglesia y la Sinagoga gozan de la misma vida, porque ya claramente engañados, e ignorados, e incorporados a la bestia, caminan en las tinieblas» (Ibid p. 491). Exactamente como está pasando hoy con el ecumenismo que a todos engaña e incorpora, diciendo por ejemplo, que los judíos son nuestros hermanos mayores en la fe, cuando en realidad tienen por padre a Satanás (como Nuestro Señor Jesucristo se lo dijo) y esperan al Anticristo pues: «los judíos prisioneros en los lazos de su error, en lugar de a Cristo, esperan al Anticristo» (Ibid p. 107).

Los enemigos dentro de la Iglesia, tal cual como lo denunció San Pío X de los modernistas; parecen ser de la Iglesia pero no lo son: «La serpiente dió su poder a la bestia, porque tiene falsos hermanos dentro de la Iglesia, que parece que son la Iglesia y no lo son.(...) el que parece que está en la Iglesia bajo nombre de santidad, pero que no está en la Iglesia: porque es el simulacro que se ha inventado el diablo para engañar a los religiosos bajo el nombre de religión. (...) Tiene el diablo dentro de la Iglesia a esos que, disfrazados de oveja, por fuera parece que son justos, y por dentro son lobos rapaces. Por eso no son descubiertos junto con los otros hombres que son claramente malos, sino que son considerados santos, porque con ellos están unidos en la misma unidad y acción: y a estos los tiene el diablo dentro de la Iglesia y en medio del pueblo bajo apariencia de santidad» (Ibid. p.487). Esto es Fariseismo puro, y constituye el Misterio de Iniquidad: «Aparenta ser cordero, para inocular ocultámente los venenos de la serpiente. No parecería un cordero si hablara claramente como serpiente. Finge ahora ser cordero, para devorar con mayor seguridad al cordero. Habla de Dios, con el fin de alejar del camino de la verdad a los que buscan a Dios. Por eso el Señor, advirtiendo a su Iglesia, dice así: Tened cuidado de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces (Mt. 7,15).» (Ibid. p. 495).

Roma corrompida, vuelta una Babilonia, está representada en la Gran Ramera del Apocalipsis (Ap, 17,13) que tanto sorprendió a San Juan: «la mujer tenía, dice, escrito la gran Babilonia, es decir, la gran confusión» (Ibid. p. 567). «La mujer es la corrupción, que en aquel libro dijimos que era la ciudad de Roma» (Ibid. p. 573).

Beato de Liebana describe cómo la bestia de la tierra ejerce su poder en presencia de la otra bestia: «este poder lo ejerce la bestia en presencia de la bestia, esto es los obispos o malos sacerdotes (...) en presencia de la bestia, porque los obispos o presbíteros, distribuyendo los sacramentos, realizan delante del pueblo lo que es útil a la voluntad del Diablo bajo el ropaje del carisma de la Iglesia». (Ibid p.499).

«El mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Cor 11,14), para que sus sacerdotes obtengan las riquezas del mundo y consigan del pueblo el testimonio de alabanza, y ellos prometan al pueblo una tranquila seguridad. (...) son los mismos sacerdotes que, bajo nombre de religión fingen que sirven a Dios, y por medio del nombre de Dios adoran al Diablo.» (Ibid. p. 501).

Conviene notar que Beato de Liebana llega a hablar hasta de una disgregación de la Iglesia en los últimos tiempos, y de obispos y de sacerdotes que están (aparentemente) en la Iglesia pero no están en Ella, es decir que no pertenecen a la Iglesia, engañando en nombre de la religión. Esto es muy importante pues coincide con La Salette y con Fátima en resumidas cuentas. Incluso conviene observar que Melania llega a referirse, en una de sus cartas al P. Roubaud del 30/IX/1894, a dos Papas «dudosos», según el texto frances «vermoulus, plats, douteux.» (Cfr. José Luis de Urrutia, S.J. «Aparición y Mensaje de La Salette» Madrid, 1983, p. 38)

Se produce el vacío señalado proféticamente en la Iglesia por el Cardenal Pacelli, futuro Papa Pío XII, tal como podemos verlo en la introducción del libro de Daniel Le Roux: «El Cardenal Pacelli (entonces Secretario de Estado de Pío XI) hace una confidencia al conde Enrico Pietro Galeazzi, que llegará a ser uno de sus más íntimos colaboradores, cuando éste le visita para organizar los detalles de su estancia en América: ‘Suponga, querido amigo, que el comunismo no sea sino uno de los organismos de subversión más visible contra la Iglesia y contra la tradición de la revelación divina, entonces vamos a asistir a la invasión en todo lo que es espiritual, el teatro y la religión. Estoy obsesionado por las confidencias de la Virgen a Lucía, la niña de Fátima. La obstinación de Nuestra Sra. ante el peligro que amenaza a la Iglesia es una advertencia divina contra el suicidio que supondría la alteración de la fe en su liturgia, su teología y su alma.’ El futuro ‘Pío XII’ se detuvo un momento. ‘Escucho a mi alrededor a los innovadores que quieren desmantelar la Capilla Sagrada, destruir la llama universal de la Iglesia, rechazar sus ornamentos, hacer que se arrepienta de su pasado histórico. Pues bien, querido amigo, tengo la convicción de que la Iglesia de Pedro debe asumir su pasado o de lo contrario cavará su tumba.’ Para acondicionar el seminario de las Misiones, Mons. Pacelli solicitó un crédito que la ‘alta administración’ del Vaticano estuvo a punto de negarle. -Es demasiado grandioso para subdesarrollados... critica un cardenal de la Curia. Esos subdesarrollados salvarán a la Iglesia, Eminencia. Vendrá un día en que el mundo civilizado renegará de su Dios, en el que la Iglesia dudará como San Pedro dudó. Estará tentada a creer que el hombre se ha convertido en Dios, que su Hijo no es más que un símbolo, una filosofía como tantas otras y en las Iglesias los cristianos buscarán en vano la lamparilla donde Dios los espera y como la pecadora, gritarán ante la tumba vacía: ¿Dónde le han puesto?...» (Mons. Roche et P. Saint Germain; «Pie XII devant l’histoire» pág. 52-53). (Pierre M’Aimes - Tu? ed Fideliter 1988 p.1).

Es curioso sin embargo que una vez electo Papa, Pío XII no leyó el tercer Secreto, siendo que como Cardenal haya quedado impresionado por «las confidencias de la Virgen a Lucía, la niña de Fátima».

Sin embargo, debemos permanecer Católicos Apostólicos y Romanos, la Romanidad es vital sobre todo en esta espantosa crisis de la Iglesia. Por esto Mons. Lefebvre con gran amor a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana decía en las últimas páginas de su último libro: «La ‘‘Romanidad’’ no es una palabra vana. La lengua latina es un ejemplo importante de ello. Ella llevó la expresión de la fe y del culto católico hasta los confines del mundo. Y los pueblos convertidos estaban orgullosos de cantar su fe en esta lengua, símbolo real de la unidad de la fe católica. Los cismas y las herejías han comenzado muchas veces por una ruptura con la Romanidad, ruptura con la liturgia romana, con el latín, con la teología de los Padres y teólogos latinos y romanos».

«Es esta fuerza de la fe católica arraigada en la Romanidad que la Masonería quiso hacer desaparecer ocupando los Estados Pontificios y encerrando la Roma católica en la Ciudad del Vaticano. Esta ocupación de Roma por los masones ha permitido la infiltración en la Iglesia del modernismo y la destrucción de la Roma católica por los clérigos modernistas y los Papas modernistas que se apresuran por destruir todo vestigio de la ‘Romanidad’: la lengua latina, la liturgia romana. Y el Papa eslavo es el más encarnizado en cambiar lo poco que guardaba el Tratado de Letrán y el Concordato. Roma ya no es ciudad sagrada. El fomenta la implantación de las falsas religiones en Roma, y cumple allí escandalosas reuniones ecuménicas, favorece por todos lados la inculturación de la liturgia, destruyendo los últimos vestigios de la liturgia romana.»

«Modificó en la práctica el estatuto del Estado del Vaticano. Rechazó el coronamiento, rechazando así ser Jefe de Estado. Este encarnizamiento contra la Romanidad es un signo infalible de ruptura con la fe católica que ya no defiende más. Las Universidades pontificias romanas han venido a ser el asiento de la pestilencia modernista. El carácter mixto de la Gregoriana es un perpetuo escándalo. Todo debe ser restaurado ‘in Christo Domino’, en Roma como en otras partes.»

«Amemos profundizar las vías de la Providencia y de la sabiduría divina a través de Roma y concluiremos que no se puede ser católico sin ser romano. Es verdad que hay católicos que no tienen ni la lengua latina, ni la liturgia romana, pero si ellos continúan siendo católicos es porque continúan siendo romanos, como los maronitas por ejemplo, por los vínculos de la cultura francesa, católica romana que los formó.»

«Por lo demás es un error, hablando de cultura romana, hablar de cultura occidental. Los judíos católicos han traido consigo del oriente todo lo que era cristiano, todo lo que en el Antiguo Testamento era una preparación y ya un aporte al cristianismo, que Nuestro Señor asumió y que el Espíritu Santo inspiró utilizar a los Apóstoles. Cuántas veces las epístolas de San Pablo nos ilustran al respecto.»

«Dios quizo que el Cristianismo, vertido de alguna manera en el molde romano, recibiese allí un vigor y una expansión excepcionales. Todo es gracia en el plan divino y nuestro divino Salvador dispuso todo como se dijo de los Romanos: ‘cum consiliis et patientia’ o ‘suaviter et fortiter’.»

«A nosotros también corresponde guardar esta tradición Romana, querida por Nuestro Señor, lo mismo que El ha querido que tengamos a María como Madre.» (Itinéraire Spirituel, ed. Seminaire International Saint Pie X, Ecône - 1990 p. 90-91-92).


Conclusión

Los mensajes de La Salette (1846) y de Fátima (1917) son profecías de carácter apocalíptico (profecías apocalípticas) es decir concernientes a los últimos tiempos.

Su objetivo es señalar con el dedo el Misterio de la Iniquidad en su culmen, es decir la pérdida de la fe, por obra de la defección de la alta jerarquía de la Iglesia, en el cumplimiento de su sublime e insigne misión, convirtiéndose en instrumento bajo las garras de Satanás.

La corrupción de la religión a causa del fariseismo más sutil y atroz, es algo abominable que Nuestro Señor detesta.

La Salette y Fátima son profecías apocalípticas de suma esperanza, pues al fin el Corazón Inmaculado triunfará. Triunfo de Cristo Rey en la tierra sobre todas las Naciones y sus pueblos, triunfo de la Iglesia, bajo el reino de paz y prosperidad de los Sagrados Corazones de Jesús y María, donde habrá un solo pastor y un sólo rebaño, según las profecías Vetero y Neo testamentarias, que por desgracia han sido obscurecidas con el correr de los años dando ocasión a grandes herejías de parte de los malos y a falsas interpretaciones de parte de los buenos. No obstante es nuestro deber y obligación estar a la altura histórica en la que estamos inmersos, forjando con la gracia de Dios nuestra propia y beata eternidad.

No podemos andar por el mundo ciegos como si no tuviéramos luz. La luz siempre la tendremos, Dios, la da, la luz sobrenatural que es la fe, que ilumina nuestro camino hacia la eternidad. Luz que por muy eclipsada hoy en día por las tinieblas espesas del error, el engaño, la mentira, por el fariseismo y la Apostasía actual, será siempre como un faro celestial que nos guía en la tenebrosa obscuridad.

No debemos dejarnos agobiar por la contingencia de lo histórico, sino que debemos elevarnos a lo que en ella hay de universalidad. Debemos estar armados para no quedar sumergidos en el aluvión de hechos y acontecimientos sin saberlos discernir. Debemos como el águila sobrevolar el terreno, viendo desde las alturas el entrecruzar frenético de los eventos históricos que nos afectan y hasta condicionan.

De aquí la necesidad de la luz de la inteligencia filosófica y teológica para poder discernir los tiempos que vivimos y que cada uno percibe. Es necesaria la sabiduría y la ciencia de las Sagradas Escrituras para no quedar inmersos en la realidad sin saber a donde y como se va. Las profecías se hacen más discernibles en su hora, tal como Scio señala: «Leerán una y otra vez estas profecías, y les darán muchas interpretaciones, hasta que el cumplimiento de ellas dé un claro conocimiento de lo que muy de antemano fué anunciado con alguna obscuridad. Porque toda profecía antes de verificarse es un enigma; pero cuando se ve cumplida, su inteligencia es fácil y clara. Así S. Ireneo.» (Dan 12,4 nota 5).

No durmamos como los demás, vigilad, esta es la exhortación del Apóstol de los Gentiles(I Tes. 5,6), estemos alerta y bien despiertos a los signos de los tiempos.

Dejemos de lado la anemia espiritual, hay que ser sagaces, astutos como la serpiente y mansos como la paloma. No permitamos que los malos sean más solícitos en sus obras, que los buenos. La valentía y el tesón son necesarios, recurramos al sacramento de nuestra Confirmación, que nos acrisole en la fe de nuestro Bautismo, que vivamos según la gracia de nuestro renacimiento espiritual en las aguas del nuevo renacer.

Dispongamos nuestras almas y nuestros corazones para vivir del Amor y de la Verdad. Vivamos en estos últimos tiempos del mundo, con la esperanza de ver venir a Nuestro Señor Jesucristo en Gloria y Majestad, Ven Señor Jesús.

BASILIO MERAMO PBRO.
SANTA FE DE BOGOTA, SEPTIEMBRE 19 DE 1995
Aniversario de la Aparición de la
Santísima Virgen de la Salette
4ta Impresión, Diciembre de 2000 Santa Fe de Bogotá

[1] Fraternidad Sacerdotal San Pio X tal como dicen sus Estatutos, es su nombre o título público, sin olvidar que su nombre es Fraternidad de los Apóstoles de Jesús y María, con lo cual la semejanza no puede ser mayor con la congregación deseada por San Luis Grignion y anunciada en La Salette.
[2] Todos los subrayados de las citas de San Luis Grignion son nuestros.
[3] Sin Papa, pues de lo contrario tendría piloto.
[4] Sed etiam gaudia jam tum illius diei praecepimus auspicatissimi, quo die omnis orbis libens volensque Christi Regis suavissimae dominationi parebit.
[5] En la traducción española dice doctrina, pero el manuscrito emplea el término dogma
[6] Nota 15: Trátase de la aurora boreal que aconteció en la noche del 25 - 26 de enero de 1938 (Mem. p. 188)
[7] El subrayado es nuestro.
[8] El Cardenal Cerejeira era conciente que en 1960 se debía revelar al público el tercer Secreto: «El 7 de Septiembre de 1946, en Brasil durante la clausura del Congreso Marial de Campinas, el cardenal Cerejeira hizo la siguiente declaración: ‘Por las dos partes ya reveladas del secreto - la tercera no ha sido todavía comunicada, pero está redactada en una carta sellada con cera y será abierta en 1960-, sabemos suficientemente para concluir que la salvación del mundo, en esta hora extraordinaria de la historia, ha sido confiada al Corazón Inmaculado de María’.» (Fátima... p. 290).
[9] Doc. Cath.., 1982, p. 541.