San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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sábado, 28 de febrero de 2009

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS, 9 de julio de 2000

Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

Hoy, nueve de julio, celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Chiquinquirá, patrona de Colombia. Esta fiesta es de primera clase y, por tanto, prima sobre la liturgia de la Misa que corresponde a este domingo, que es de segunda clase.

Es de todos conocida la historia de la renovación milagrosa de la imagen de Nuestra Señora del Rosario, imagen que a mediados del siglo XVI había sido pintada por orden de un español radicado en Sutamarchán, Boyacá, y en cuya hacienda, tal como era la costumbre de las familias españolas, había una capilla.

Este español encomendó al pintor Alonso de Narváez, español también y radicado en Tunja, que le pintara una imagen en la que apareciera Nuestra Señora del Rosario en medio de San Andrés y de San Antonio de Padua o de Lisboa. La efigie fue colocada en la capilla, pero con el tiempo se fue deteriorando, por las goteras, a tal punto que parecía indecoroso tenerla allí donde se celebraba la Misa y por tal motivo fue enviada a su casa de Chiquinquirá, en donde posiblemente había un oratorio o capillita y de donde también pasó a quedar arrumbada en un rincón al que entraban toda clase de animales y alimañas.

Hasta que un buen día, después de doce años, la cuñada de este señor, don Antonio de Santana, vio el cuadro sin que se reconociera lo que en él había, pero la cuñada, por averiguaciones, supo que se trataba de una imagen de Nuestra Señora. Entonces lo limpió, lo adecuó, lo colocó en lo alto de un pequeño altar y le pedía con insistencia a Nuestra Señora que reflejara, que revelara su imagen porque en el cuadro, tal como estaba, no la podía descifrar. A instancias de esta
buena mujer española, María Ramos, el día el 26 de diciembre de 1586, la imagen del cuadro se renueva milagrosamente y la imagen renovada es la que se conserva hasta el día hoy en la basílica de Chiquinquirá, en el convento de los Dominicos.

Fue un monje dominico quien primeramente vino a América con los conquistadores; de allí la impronta dominica en estas tierras.

Ellos, pues, guardan y custodian la imagen, porque ellos fueron los primeros evangelizadores de lo que hoy conocemos como el altiplano cundiboyacense.

Celebramos entonces la renovación milagrosa de la imagen que con el santo rosario protege a Colombia. Nuestra Señora de Chiquinquirá está íntimamente relacionada con el santísimo rosario que Ella lleva en su mano.

En el año 1571 y por la intercesión de la Virgen, el santísimo rosario prodigó la victoria de Lepante, victoria que evitó al mundo quedar en manos de los musulmanes, por no decir "en manos de los árabes", porque árabes hay musulmanes, judíos y católicos; tampoco decir "en manos de Alá", porque Alá es sinónimo de Dios y tanto el católico como el musulmán dicen Alá.
Con la victoria en la batalla de Lepanto, debida al rezo del santísimo rosario, el papa San Pío V quiso reconocer la intercesión de Nuestra Señora al atajar la horda musulmana, ya que de otro modo todos nosotros, pertenecientes al mundo occidental, seríamos hoy musulmanes, porque ellos arrasaron con el cristianismo que había en Oriente, Medio Oriente y Turquía.

Los turcos, los tártaros, las hordas de las estepas de Asia convertidas al islamismo revirtieron y vinieron arrasando con todo. Gracias a la victoria de Lepanto esas hordas fueron detenidas. Debemos entonces al santo rosario la continuidad de la civilización católica. Así, con el santo rosario, nuestra Señora nos ofrece la garantía de permanecer en la fidelidad a la religión católica, no solamente en contra del Islam, sino de todas las falsas religiones que hoy más que nunca están tratando de destruir la única religión verdadera, la única Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo.

Y es un gran honor para Colombia tener esa imagen renovada, por ser éste el primer milagro más difundido, a través del cual Nuestra Señora se manifiesta en estas tierras colombianas. Con justa causa es, pues, Patrona de Colombia, orgullo de Colombia, de esta Colombia que hoy está destruida, corrompida y donde lo único que nos puede hacer levantar la cabeza es eso, guardar fidelidad a Nuestra Señora y conservar la devoción del santo rosario que, como dice Nuestra
Señora en Fátima, tiene un privilegio especial.

No hay problema material o espiritual que no tenga solución con el rezo del santo rosario, incluso para los fieles que a veces no pueden comulgar, o cuando no hay la Misa para no asistir a la nueva; porque ¿cómo vamos a ir a la nueva misa y seguir conservando la fe cuando es otra misa diferente, muy próxima a la de los protestantes, que no creen en la Santa Misa? Entonces, nos queda el recurso del santo rosario.

Incluso, en la hora de la suprema agonía, debemos rezar el santo rosario, aunque sea llevando las cuentas con los dedos; un Ave María que sea, ya es nuestra arca de salvación. No se debe perder la costumbre de rezar el santo rosario en familia. Hay que hacer mejor uso de tanto tiempo que malgastamos viendo el televisor.

Basta media hora de reunión alrededor del santo rosario, y si hay miembros de la familia que lo rechazan, pues rezarlo con los que lo aceptan, con la intención de que los otros miembros poco a poco se vayan acercando; debemos rezarlo sin prisa, sin amaneramientos, sin hacer letanías interminables que prácticamente permitirían decir las tres partes del rosario, que vendría siendo el rosario completo. En vez de estar diciendo: "Por esto y por lo otro y por aquello y por acá y por allá, etcétera, etcétera", digo porque es mucho más importante que si yo me pongo a rezar extensivamente, además de las letanías de la Santísima Virgen, que con eso ya es suficiente; otras peticiones parece que no se acaban, y hacen que eso se convierta en "rezo de viejas"; por eso los hombres no lo quieren rezar, porque lo encuentran supremamente aburridor y todo por no ceñirse a la concisión de la liturgia romana, porque si hacemos cuentas, durante el tiempo
que se gasta en aquellas prolongaciones que alejan a las personas más frías en la devoción, se puede decir el rosario completo, es decir, los quince misterios.

Es una observación para no volver pesada la devoción al santo rosario y así poderlo rezar en familia y que la familia se santifique alrededor de Nuestra Santísima Madre la Virgen María, sobre todo en estos tiempos tan difíciles, tan en contra de todo lo que es de Dios, para que podamos elevar espiritualmente nuestras almas y hacerle compañía a Nuestra Señora que está en los cielos.

BASILIO MERAMO PBRO.

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 25 de junio de 2000



Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

No quiero dejar pasar inadvertido el hecho de que el jueves pasado fue la fiesta de Corpus Christi, que pasó eclipsada por los avatares del mundo moderno, como era de esperarse en un mundo impío que no permite que se rinda la debida gloria a Dios. La prueba de ello está en que pasan estas fechas importantes y en aras de esa misma actividad no se les permite a los fieles, aun queriéndolo, glorificar a Dios, asistir a la Santa Misa celebrada con el esplendor y la gloria que ameritan ocasiones como la de Corpus Christi.

Hoy trae el Evangelio la parábola de los convidados que se excusan ante la invitación de unas bodas, y puede que nos asombre esa actitud, la ira de quien convida ante los invitados que se niegan a asistir con muy buenas excusas en apariencia, humanamente miradas, pero que en realidad no tienen validez, porque ante Dios, cuando Él llama, ninguna razón es suficiente para negarse. Si no entendemos esto aquí en la tierra, lo entenderemos de un solo golpe y hasta el
estremecimiento de nuestra alma, el día en que comparezcamos ante El. Bajo ningún aspecto, esas excusas que nos parecen válidas, humanamente hablando, lo son. Porque es Dios quien nos llama. Dios, que es la plenitud de ser, que es el bien sumo, la suma perfección, la suma bondad, la suma caridad, que es nuestro principio y nuestro fin último. Por tanto, ningún hombre puede justificar un rechazo ante el llamado de Dios, El llama a todos los hombres, sin distinción.

Dice Santo Tomás que Dios da siempre todo lo necesario para la salvación del alma y quien no se salva es por su propia culpa ya que libremente la rechaza; la libertad rechaza a Dios y por eso el alma se condena.

Esta parábola de los excusados la debemos conocer todos nosotros. Como siempre le sacamos el cuerpo a Dios, no ocupa para nosotros el primer lugar y lamentablemente, hay que decirlo, los cristianos, nosotros, los católicos, muchas veces -si no es la mayoría de las veces- tenemos a Dios como objeto de segunda categoría. Hay que reconocer esa miseria; no lo tenemos como si fuese lo único, lo más importante y a todo lo demás como añadidura; no, la prueba está en que si
nosotros examinamos cada uno nuestra vida, ¿en qué depositamos nuestros deseos? ¿Nuestras esperanzas? ¿Nuestros objetivos?

No digo ya que en el mundo, porque el mundo está condenado por su propia naturaleza, el mundo rechaza a Dios; pero los católicos, que no rechazamos a Dios, que decimos adorar a Dios, en realidad no amamos a Dios sobre todas las cosas, y eso es triste, muy triste, no ponemos a Dios en el lugar que debe tener en nuestra vida, en nuestra existencia y así lo dejamos relegado a objeto de segunda categoría. ¡Cuántos prefieren su familia, su mujer, sus hijos, su herencia, su trabajo, su profesión, su progreso, sus riquezas o aun en la pobreza desean otra cosa que no es
Dios, como ganarse la lotería, ser rico, viajar, gastar, gozar!

Y en eso nos pasamos toda la vida, y si nos hablan de Dios, no digo el ateo que no cree, sino el católico, éste responde: Sí, voy a Misa (pero muchas veces como una obligación y no de corazón), o rezo para no perder la costumbre (en el mejor de los casos), pero sin verdadera devoción interior; todo eso se convierte en una religión superflua, de boca hacia fuera, pero no hay verdadera oración interior, no es el alma la que ora. Así transcurre nuestra vida, distraídos, vil y miserablemente distraídos, ¿por qué? Por no tener la mirada puesta en Dios, la mirada puesta en el cielo, sino que miramos desgraciadamente demasiado hacia esta tierra y nos duele todo aquello que representa un trabajo o un sacrificio por Dios, mucho más en el mundo moderno. La maldita, miserable y diabólica televisión, que es el pan de cada día, pero decimos: "en eso no hay nada de malo".

Es que aunque no hubiera nada de malo y que todos los programas fuesen buenos, nos distrae estúpidamente, porque vivimos sin reflexionar, sin pensar para qué vivimos y por qué vivimos. Si no entendemos esto ahora, lo vamos a entender y de un solo golpe cuando nos llegue el momento de comparecer delante de Dios. ¡Ay del susto, del pánico que nos dará...!

De ahora en adelante debemos prepararnos y enfocar toda nuestra vida hacia Dios; no nos excusemos: he comprado bueyes o lo que sea, un carro, un vestido, unos zapatos y no puedo ir, que me he casado y no puedo asistir. Nos demuestra Dios que ni los objetos materiales, ni los objetos morales o espirituales como la familia y los bienes de la familia son válidos para anteponerlos a Dios y esa es la razón, la moraleja de esta parábola de los convidados que se excusan. Se justifica la indignación de quien invita. Reflexionemos y que esta parábola nos sirva de guía.

Nos recomienda además la liturgia de este día en la primera epístola de San Juan, que no debemos olvidar, no debemos extrañarnos si el mundo nos aborrece. Es normal que el mundo nos aborrezca. Si el mundo no aborrece al católico, es un grave síntoma, porque un mundo separado de Dios, opuesto a Dios, en consecuencia aborrece a los que son de Dios. No busquemos la amistad del mundo, la connivencia con el mundo, la fraternidad con el mundo. La amistad a la manera del mundo, como tantas veces la deseamos en nuestra vida social, nos forma espíritus que terminan por despreciar a Dios, alejándose de Dios. Es esto lo que corrompe las sociedades, porque las elites sociales no buscan a Dios, buscan congraciarse con el mundo, empezando por el presidente y hasta el último de los integrantes; todos buscamos congratularnos con el mundo y ¿de qué nos sirve eso? De nada; pura vanidad y puro orgullo que tienen su costo en los dineros y las riquezas que en todo ello se invierten.

Por el contrario, San Juan dice: "Que nuestra caridad no sea de boca; quien vea a su hermano en la pobreza, ayúdele". Y qué decir del espectáculo que se ve en ese sentido no sólo aquí en Colombia sino en el mundo, como prueba de que ya no se es católico, de que la sociedad ya no es católica. "Si no hay amor al hermano no puede haber amor a Dios" -dice San Juan-; y hoy, que se habla tanto de amor y de caridad, resultan falsos ese amor y esa caridad. ¡Cuan lejanos estamos de la ley de Dios, que es una ley de amor! Nuestro Señor murió por nosotros -como dice San Juan-; esa es la prueba de su amor, y nos exige que en retribución de ese amor nosotros también
seamos capaces no ya de morir por Dios, sino por el hermano, por el prójimo. Pero eso, ¿se ve en este mundo?, ¿se ve en esta sociedad?, ¿lo vemos realizado como un ideal en nosotros? Lamentablemente hay que decirlo, ¡no! Debemos meditar y reflexionar todas estas cosas para que nuestra religión no sea vana, no sea superflua.

A raíz de esa superficialidad y de esa vanidad Dios ha permitido todos los desastres físicos, morales y espirituales del siglo XX, siglo que ha sido atroz: primera guerra mundial, segunda guerra mundial, persecución en España en la guerra del 36, persecución de los Cristeros en México, conflictos y guerras por todas partes, terremotos, ciudades arrasadas, de Armero no quedó piedra sobre piedra y cuántas ciudades más; México, casi destruido en aquel gran terremoto, todo el sufrimiento debido a la violencia que produce la miseria.

Espiritualmente la Iglesia humillada, postrada, reducida prácticamente a su mínima expresión, abolido el verdadero culto a Dios, porque han querido abolir la Misa de San Pío V y solamente algunos valientes, fieles a la Tradición, la mantienen. Pero, ¿qué vienen a ser? Un grano de arena en la inmensidad del mar... De hecho, la Tradición está abolida oficialmente.

Este solo punto es muy grave porque no se trata únicamente de la Misa, ella es consecuencia de que la Iglesia ha sido profanada y vaciada, y no sabemos qué más irá a permitir Dios. Todo eso Dios lo ha permitido, pero no lo ha querido. Dios no quiere el mal, lo permite muchas veces, pues de todas formas El siempre saca un bien, una lección; todo colabora en provecho de aquellos a quienes Dios ama y de ahí la necesidad del amor a Dios. Si Dios ha permitido todo eso, podrá entonces permitir mucho más, justamente para que reflexionemos, para que recapacitemos y
para que nuestra Religión Católica, Apostólica y Romana no sea una religión de segunda categoría, sino que tengamos a Dios en el primer lugar y le amemos sobre todas las cosas. Pidamos a la Santísima Virgen María que nos ayude a tener ese amor del cual San Juan, el discípulo amado, nos enseña y nos pide en la epístola de hoy que amemos a Dios y a nuestros hermanos. +
BASILIO MERAMO PBRO.

PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS, SANTÍSIMA TRINIDAD 18 de junio de 2000

Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

En este domingo primero después de Pentecostés la Iglesia inicia el nuevo ciclo litúrgico con la fiesta de la Santísima Trinidad, que es el dogma fundamental específico, esencial, de la religión católica, de la fe católica. Sin el dogma de la Santísima Trinidad no hay fe católica, la necesidad de creer no sólo en Dios sino en Dios uno y trino: no basta una fe en Dios, se requiere creer en Dios que es uno y trino, esto lo sabemos únicamente por la divina revelación; no olvidemos cómo el
conocimiento de Dios, la existencia de Dios como ser absoluto, como plenitud de ser, es una verdad a la cual el hombre puede llegar por la recta razón, por la filosofía. Por tanto, es contradictorio y absurdo ser ateo. Aun los paganos creían en un dios, claro que creían en un dios que no era el verdadero, pero llegaron al conocimiento de Dios, llegaron a aceptar a Dios a pesar del grado de paganismo en que vivían. Por lo mismo es absurdo el ateísmo del mundo moderno, basado en el materialismo ateo que predica la sociedad moderna. Tanto el capitalismo como el
comunismo tienen por ideal el humanismo ateo, la sociedad sin Dios. Se hallan en peores condiciones que las de aquellos paganos.

No es suficiente tener una noción de Dios, se debe creer que Dios es además Padre, Hijo y Espíritu Santo, y eso constituye el fundamento de nuestra fe, que junto con el otro gran misterio, el de la Encarnación, son las dos bases dogmáticas de nuestra religión y de nuestra salvación y aunque la inteligencia no lo pueda escudriñar ni entender, no significa que el augusto misterio de la Santísima Trinidad sea un absurdo. ¡No! Está por encima de la inteligencia, de la razón, pero
no está contra la razón, no es un absurdo como muchos hombres de ciencia en su orgullo pretenden hacer creer.


¿Y en qué consiste este dogma de la Trinidad? Hemos visto que por la razón se puede llegar a Dios y se prueba su existencia y no la de un dios indeterminado, indefinido, en el cual lo absoluto y la nada convergen, como piensan todas las gnosis y las cábalas que han destruido la revelación primitiva. No es un dios indeterminado e indefinido, es un Dios determinado y absoluto, que no es indeterminación de ser sino plenitud de ser. Por eso Dios es nuestro fin último, nuestra felicidad, lo que nos completa aun en el orden natural, lo que nos plenifica, lo que nos hace ser perfectos. Pero todo lo anterior no basta para alcanzar la fe, no basta para tener la Fe Católica, Apostólica y Romana. El encuentro de esas reuniones interreligiosas, ecumenistas, donde se pretende que todos adoran a un mismo dios es un craso error, ese no es el Dios de la revelación, ni el Dios de la religión católica; ese es el panteón de todos los dioses paganos. En el orden
sobrenatural, el ecumenismo es un absurdo.

Y es más erróneo aún el ecumenismo en el orden sobrenatural, cuando ese Dios absoluto, cuando ese Dios, plenitud de ser, es además Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así entonces, en el dogma de la Santísima Trinidad, se conjugan dos categorías que para la razón y para el orden natural están separadas: lo absoluto de Dios y lo relativo de toda la creación, lo relativo de todo lo que es en el orden material y sensible de las cosas, todo es absolutamente relativo. Por lo mismo no se equivocó Einstein cuando dijo que el tiempo y el espacio eran relativos, nada es absoluto. Ni
el Universo es absoluto como lamentablemente creían los científicos antes de Einstein, quien a pesar de ser judío, logró demostrar que no hay nada absoluto ni en el orden físico, ni en el cosmos; que el universo tiene una finitud, tiene un límite y que aun el mismo tiempo es relativo al movimiento; de allí la definición de tiempo como la medida del movimiento. Estaba pues muy acertado Einstein al formular su teoría de la relatividad, que desafortunadamente muchos filósofos católicos no comprendieron, no entendieron y, sin embargo, era lo más acorde con lo que nos enseña la religión católica: que todo el universo ha sido creado, es finito y depende de Dios.

El dogma de la Santísima Trinidad conjuga la relatividad no ya del tiempo ni del espacio, sino la relatividad en lo absoluto de Dios, porque lo único que se distingue en Dios es la relación que puede haber entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; su substancia es una, única, absoluta e indivisible. ¿Cómo entonces se van a distinguir tres personas? Por su relación, por su relatividad de origen. Es eso lo que constituye a cada una de estas tres personas, una distinta de la otra, la relación de origen.

El Hijo se distingue del Padre porque se diferencian en su origen; el Hijo procede del Padre por generación de pensamiento y por eso es el Verbo del Padre, pero el Verbo es eterno, mientras que el Padre es ingénito y el Hijo es engendrado desde toda la eternidad. Solamente esto se barrunta por la fe, se conoce por la fe, por la revelación que Dios hace de Él mismo a través del Verbo Encarnado, Nuestro Señor Jesucristo. Y el Espíritu Santo, que procede por vía de expiración o de amor entre el Padre y el Hijo; esa relación lo distingue como Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Sin embargo, hay una sola naturaleza, una sola esencia, una sola
substancia divina, un solo Señor, un solo Dios, un solo Eterno, un solo Omnipotente, un solo Infinito. No hay tres dioses, ni tres infinitos, ni tres eternos, ni tres señores, ni tres omnipotentes, sino uno solo, porque una es su naturaleza divina, una su esencia divina, una su substancia divina. Vemos cuan necesaria se vuelve entonces la filosofía para poder inteligir lo que el dogma nos presenta. Al hablar de substancia, de naturaleza y de persona, necesitamos la ayuda y las nociones de una sana filosofía tomista, hoy desechada. Sin filosofía tomista
difícilmente puede haber teología, ¿qué teología puede haber? Se destruye la teología y ¿sin teología católica, cómo se va a exponer, a explicar de algún modo lo que los fieles y la Iglesia Católica creen?


Así, con todas las explicaciones no logramos entender qué es Dios, qué es la Santísima Trinidad; ni toda la eternidad será suficiente. Tal es la inmensidad de Dios frente a la criatura, nuestra nada frente a Dios y, sin embargo, eternamente contemplaremos a Dios en su divina esencia y en su trinidad, ese será el objeto de toda felicidad en el cielo.

Hoy en día, ante ese compromiso del falso ecumenismo que nos quiere igualar a Dios en la fe, urge reafirmar la fe en Dios uno y trino. No es lo mismo el dios de los budistas, mahometanos, judíos, ni aun el de los protestantes, que el Dios uno y trino de la Revelación; revelado a través de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Sin esa transmisión del magisterio de la Iglesia tampoco hay fe, porque ninguno de nosotros ha sido inspirado para recibir inmediatamente la Revelación.
Fueron los apóstoles quienes la recibieron y con la muerte del último de ellos quedó cerrado el depósito de la Revelación, el depósito de la fe. De ahí la importancia de hacer ese acto de fe en el Dios uno y trino sabiendo que Dios es Padre, tal como nos lo hizo saber Nuestro Señor Jesucristo cuando nos enseñó a rezar el Padre Nuestro. No debemos tener un concepto de Dios con visos de judaísmo, de un Dios cruel, de un Dios iracundo, de un Dios implacable; todo lo contrario, debemos tener en El a un Dios amoroso tal como es la expresión de su Sagrado Corazón, mostrando su misericordia y su amor por todos nosotros.

Porque Dios nos ama existimos, lo que hace del suicidio un crimen; el no reconocer la paternidad de Dios sobre nuestra existencia en un mundo que pierde la fe, vuelve extraña la relación con Dios, y se multiplican los suicidios. Se asfixia en la contemplación del propio yo, en vez de vivir extasiados en la contemplación de Dios y corresponder así sea con nuestro mezquino amor a ese amor infinito de Dios. Nuestra respuesta a Dios debe de ser filial, confiada y cariñosa, no de hijos
malcriados y rebeldes que no hacen caso a los consejos y las advertencias paternas, sino todo lo contrario. Pero el mundo moderno no enseña esto; por el contrario, nos enseña a ser independientes, libres, soberbios, insumisos y exigentes. En eso consiste la proclama de la libertad, de los derechos del hombre. ¿Cuáles derechos del hombre? Se proclama la independencia del hombre con respecto a Dios porque así lo quiere la actual civilización. No hay otro remedio que volver a Dios, y si el mundo no vuelve a Dios, peor, vendrá la hecatombe. Este es el miedo del mundo moderno y la gran expectativa del tercer secreto de Fátima.

Pidamos a la Santísima Trinidad en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que nos acompañen, seamos fieles a su gracia, que esa Trinidad, en su esencia, habite en nuestras almas por la gracia santificante y la participación de la naturaleza divina en la Trinidad de las personas y podamos responder así al llamado a la santificación y a la perseverancia en la gracia de Dios +

BASILIO MERAMO PBRO.