San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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miércoles, 28 de octubre de 2009

LA GRAN TRAGEDIA DESAPERCIBIDA

Muy pocos se dan cuenta de la nueva maniobra de disolución y reabsorción de la Tradición por el modernismo apóstata de la Nueva Iglesia postconciliar.

La gran tragedia que pasa prácticamente desapercibida, es la caída de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, cual último baluarte organizado de envergadura mundial, en manos de la Roma apóstata que lleva a la desactivación del combate y de la resistencia, contra el modernismo imperante, desarticulando la Tradición.

Después del Motu proprio y el levantamiento del decreto de las excomuniones, como pre requisitos para entrar en diálogo con los modernistas que ocupan Roma, principales responsables de la crisis de la Fe y los peores enemigos de la Tradición Católica, llegan al sofisma de los diálogos doctrinales (lentos y por etapas) con que se enmascara la claudicación.

Además, ¿de cuál diálogo se trata? Si el mismo Mons. Fellay declaró hace ya 8 años que aceptaba el 95 % del Concilio Vaticano II, concilio atípico e irregular que se declara ecuménico y no infalible, lo cual es una contradicción esencial y conceptual, como un círculo cuadrado o un triángulo bilátero.

Todo concilio ecuménico verdadero y legítimo, es por definición (y no por voluntad del Sumo Pontífice, ni de los obispos) infalible, pues la Iglesia por divina institución no puede permitirse el lujo de errar en materia de Fe, en su función magisterial extraordinaria y solemne cual es la de todo verdadero, auténtico y legítimo Concilio Ecuménico de la Iglesia divina, incapaz de errar por ser divina.

La Iglesia Católica es infalible por ser divina, si yerra en materia de fe no sería divina, sino puramente humana y esto es contrario a la Fe, al dogma de Fe que dice y proclama que la Iglesia Católica es infalible por ser divina.

Todo el esfuerzo del combate de la Tradición Católica ante el Modernismo innovador en flagrante ruptura con la Iglesia Católica, que es por definición Tradición divina, ha sido desvitalizado por la hábil maniobra de pseudo restauración conservadora de Benedicto XVI, característica de un pseudo profeta , pues en nombre de Dios contradice a Dios, en nombre de Cristo destruye a Cristo (disuelve o diluye a Cristo), en nombre de la Iglesia fomenta la contra Iglesia aggiornada (puesta al día) es decir, en connivencia con el Mundo y la Revolución Anticristiana; la inversión dialéctica es total, la religión está invertida, no religa al hombre con Dios sino con el mundo.
Todo el esfuerzo del combate y de la resistencia heroica está siendo abandonado, adulterado con la parsimonia y la nueva orientación de Mons. Fellay que dialoga con Roma modernista, buscando un rincón en el Panteón de las falsas religiones, donde cohabitan en pacifica armonía todas la creencias sin dogmas que dividan, en el más puro y acabado sincretismo ecumenista.
Cómo conciliar sin claudicar, sin traicionar lo que ya señalo Monseñor Lefebvre, con lo que hoy hace y dice Monseñor Fellay.

Mons. Lefebvre dijo:

«Lo que les interesa a todos ustedes es conocer mis impresiones después de la entrevista con el Cardenal Ratzinger el 14 de Julio último. Lamentablemente debo decir que ROMA HA PERDIDO LA FE, ROMA ESTA EN LA APOSTASIA. Estas no son palabras en el aire, es la verdad: ROMA ESTA EN LA APOSTASIA.
Uno no puede tener más confianza en esa gente, ya que ellos abandonan la Iglesia. Esto es seguro.
No es fácil trazar rápidamente el cuadro de toda la situación. Así se lo he dicho en pocas palabras al Cardenal: Vea Eminencia, aun si usted nos acuerda un obispo, aun si usted nos consiente una cierta autonomía en relación a los obispos, aun si usted nos acuerda el uso de la liturgia de 1962 y el continuar con nuestros seminarios y la Fraternidad como lo estamos haciendo ahora, nosotros no podremos colaborar. Es imposible.


Para nosotros, Nuestro Señor Jesucristo es toda nuestra vida. La iglesia es Nuestro Señor Jesucristo, es su esposa mística. El sacerdote es otro Cristo y su Misa es el sacrificio y el triunfo de Jesucristo por la Cruz.

En Ecône y en nuestros otros seminarios aprendemos a amar a Cristo, a tender todos nuestros esfuerzos hacia el reino de Nuestro Señor Jesucristo. El objetivo de nuestro apostolado es el reino de Nuestro Señor. Esto es lo que nosotros somos.

Ustedes hacen lo contrario. Usted acaba de decirme que la sociedad no debe ni puede ser cristiana, que esta contra su naturaleza. Usted ha querido demostrarme que Nuestro Señor no debe ni puede reinar en las sociedades. Ha querido probarme que la conciencia humana es libre en relación a Nuestro Señor Jesucristo. Hay que dejar en libertad a los hombres y, según su expresión, un espacio social autónomo. Esto es la descristianización. Nosotros no podemos comprendernos. No estamos con la descristianización. Es todo. Nosotros no podemos, entonces, entendernos. Esto es, en resumen, lo que le dije al Cardenal y nos vemos obligados a constatar que nosotros no podemos seguirlos.

Porque esto es la apostasía. Ellos no creen más en la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Quien debe reinar. ¿Por qué? Porque nuestra concepción del Reino de Nuestro Señor Jesucristo va contra la libertad religiosa y contra el ecumenismo.
La libertad religiosa y el ecumenismo se tocan, al punto que uno puede decir que es la misma cosa.

(…) Pienso que podemos hablar de descristianización y que estas personas que ocupan Roma hoy son anticristos. No he dicho ante Cristos, he dicho anticristos, como lo describe San Juan en su primera carta: “Ya el Anticristo hace estragos en nuestro tiempo”. El Anticristo, los anticristos; ellos lo son, es absolutamente cierto.
Entonces, ante esta situación tal como nosotros la conocemos, no debemos preocuparnos por sus reacciones. Ellos están necesariamente contra nosotros. Le dije al Cardenal Ratzinger: Nosotros estamos en todo por Cristo y ellos están contra Cristo. ¿Cómo quiere que podamos entendernos? Ellos nos condenan porque nosotros no queremos seguirlos.

Luego, podemos resumir así la situación: “Si usted hace Obispos, será excomulgado”.
Sí, seré excomulgado. ¿Excomulgado por quién y por qué? Excomulgado por aquellos que son anticristos, que no tienen más el espíritu católico. Y nosotros somos condenados ¿por qué?, porque queremos permanecer católicos. Esa es la verdadera razón por la cual somos perseguidos; y es porque queremos permanecer católicos, porque queremos guardar la Misa católica y el Sacerdocio católico. Es a causa de esto que somos perseguidos».

Si esto dijo Mons. Lefebvre en 1987, durante el retiro sacerdotal en Ecône el 14 de septiembre, cómo conciliarlo sin claudicar, sin traicionar, con lo que dice y hace hoy Mons. Fellay, para quien Benedicto XVI es un conservador favorable a la Tradición; casi un “tradicionalista” bien dispuesto, en quien tiene gran confianza y esperanzas. Es inconcebible, más aún cuando el mismo Benedicto XVI reafirma y reconfirma su pertinacia en el error y la herejía del Concilio Vaticano II como algo irreversible. Evidentemente, estamos siendo traicionados todos los fieles de la Tradición, aunque los efectos no se manifiesten inmediatamente; de aquí la necesidad de prolongar el tiempo, con los diálogos, cuyo paso termina por ablandar y aflojar toda posible reacción.-

Padre Basilio Méramo
28 de octubre de 2009


sábado, 24 de octubre de 2009

CRISTO REY 29 de octubre de 2000

Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

Su Santidad Pío XI, en los años de su pontificado -1925, hace ya más de 75 años-, viendo la situación en la que se hallaba el mundo, en decadencia espiritual y laicismo reinante por doquier, un mundo apóstata, quiso instaurar y proclamar al mundo entero la fiesta de Cristo Rey, los derechos de Dios.

Un hecho verificable y una realidad son los derechos de Dios conculcados por todas las naciones del universo. Nuestro Señor es Rey del universo y porque es Dios ejerce su realeza en todos los órdenes; esa es una verdad que debe ser proclamada por todo hombre, lo cual quiere decir que el universo debe ser católico, las naciones católicas. Judíos, musulmanes y paganos no tienen derecho a erigir Estado o nación sin antes reconocerse y proclamarse deudos de Cristo Rey. Este principio forjó toda la cristiandad, forjó todos los Estados católicos y hoy lo vemos claudicar, no ya a nombre de las naciones, sino de la misma jerarquía de la Iglesia que no proclama la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo. Lo que proclama es la libertad religiosa que contradice paladinamente a la realeza social de Nuestro Señor. Y se contradice, porque son dos principios que se excluyen mutuamente, por eso no se puede proclamar ni en una familia, ni en una nación, ni en un Estado la libertad religiosa (ese es el caso de los Estados Unidos) como principio de civilización, de cultura, de nación y de patria, porque este principio debe basarse y tener por ley fundamental la proclamación de los derechos de Dios; luego, si Nuestro Señor es Dios, se impone
la proclamación de Cristo Rey.

Por eso, al no proclamar a Cristo Rey y proclamar la libertad religiosa -que fue como se constituyó Estados Unidos-, no erigiendo los estados sobre la base de una religión unificada para que no hubiese división, ese mismo principio, que es aceptado e impuesto a las naciones católicas, no lo aceptan los musulmanes que a destajo profesan una falsa religión, como el mahometismo; a ellos no les convencen con el "argumento" de la libertad religiosa y sí a los estados católicos, para que sucumban sin el principio fundamental de reconocimiento a Nuestro Señor Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre; como Rey, porque es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad que se encarnó; no tiene una personalidad humana sino divina y por eso es Dios, es Rey y Señor del universo y por lo mismo garante de todas las naciones. Ese es el gran drama, no reconocerle como tal, no querer reconocerlo y claudicar; es la apostasía porque se reniega de
Nuestro Señor Jesucristo, se le proscribe de la vida pública, de la vida social de los pueblos y de los gobiernos de las naciones. Gobiernos apóstatas no podrán tener paz; la paz no se puede establecer sobre el error y la apostasía, sino sobre la verdad y la realeza de Cristo Rey; cualquier otra paz que se proclame no será más que el presagio de la gran falsa paz del Anticristo. Además de la vida pública de las naciones, también han destronado a Nuestro Señor de las iglesias, profanando todo aquello que garantizaba el verdadero culto a Nuestro Señor Jesucristo; la verdadera Misa de siempre transformada en una cena o sinapsis protestante; una reunión
donde el sacrificio se convierte en ágape y el sacerdote en presidente frente a los convidados, no frente a Dios y al Sagrario para pedir a Dios Padre y a la Santísima Trinidad que por la sangre de Nuestro Señor Jesucristo derramada sobre el altar incruentamente, perdonen los pecados de la humanidad.

Esa es otra concepción, otro concepto y otro culto muy aceptos a los protestantes y, sin embargo, ellos no aceptan la Santa Misa de siempre. Pero, para medir la dimensión de estas cosas hay que tener fe y una fe sólida, formada, no la fe del carbonero, no una fe inculta, sino la fe de un católico que por lo menos conoce bien su santo catecismo y no espera ser catequizado por la turba de "pastores", tarados que arrasan las calles con su protestantismo herético, como acontece en esta pobre Colombia, que la invaden las sectas protestantes, con la permisividad declinante de
sacerdotes, párrocos y obispos que no defienden la fe, ni la saben, ni la quieren defender, porque son unos mercenarios que buscan la prebenda, la merced, no buscan la verdad; porque no son hijos de la verdad. He ahí el gran mal. La Iglesia sin verdaderos pastores que apacienten a las ovejas del rebaño con la predicación de la verdad, con los dogmas de la fe Católica, Apostólica y Romana, que prediquen a Nuestro Señor y disipen las tinieblas del error.

No se puede predicar a Cristo Rey y aceptar falsas religiones, sus ídolos, sus cultos y sus creencias producto de las tinieblas y el error. Por eso el papa Pío XI al proclamar esta fiesta hacia fines del año litúrgico, quiso coronar con la fiesta de Cristo Rey todos los misterios de Nuestro Señor y de la religión católica, en contraposición a un mundo que rechaza a Nuestro Señor, que rechaza su Iglesia. De ahí la necesidad de proclamar, al menos en nuestros corazones, esas verdades, para no caer en el error ni en la apostasía y para que haya un verdadero espíritu
apostólico y misionero de convertir a todos los hombres, a todas las naciones al Imperio de Nuestro Señor Jesucristo; no dejarlos en el error con respecto a Dios, que es el peor de los errores. Por eso es misionera la Iglesia, para predicar a Nuestro Señor y a Nuestro Señor Crucificado, que murió en la cruz. Esa es la misión de la Iglesia, es la obra santificadora de la Iglesia; pero vemos cuan replegadas están todas estas cosas y qué Iglesia tan distinta se está presentando hoy, una adulteración, una falsificación propia de los últimos tiempos, que ya Nuestro Señor mismo profetizó.

Rogar a Nuestra Señora la Santísima Virgen María, que por lo menos nosotros podamos adorar a Nuestro Señor y entronizarlo en nuestra casa, en nuestras familias y si no podemos en la familia, porque allí está la división, por lo menos que reine en nuestras almas, para que algún día Él pueda reinar sobre todo el universo, que le sea sumiso como a su dueño y Señor. Pedir a Nuestra Señora la fidelidad a Nuestro Señor y a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana para perseverar en la verdad y proclamando la divinidad de Nuestro Señor y de su Iglesia, salvar nuestras
almas.

BASILIO MERAMO PBRO.

sábado, 17 de octubre de 2009

Respuesta ante las advertencias del Prior de Córdoba

El Padre Conte, Prior de Córdoba, y ciertamente bajo las directivas del Superior de Distrito, el Padre Bouchacourt, se ha atrevido creyéndose poseedor de la verdad, y en nombre de Dios, cual fariseo (que impugna la verdad conocida), advertir a los fieles (durante el sermón del Domingo) de no tener ni aceptar ningún contacto con el Padre Basilio Méramo, que ha abandonado la FSSPX; y recordando la actitud de Mons. Lefebvre de no tener ninguna relación ni contacto con quienes dejaban la FSSPX.
En primer lugar, no me fui sino que me fueron o mejor dicho me expulsaron, por no estar de acuerdo con los acuerdos con la Roma modernista y apóstata. Por denunciar la nueva orientación del Superior General Mons. Fellay, y tras de él la del Padre Schmidberger, quien desde hace mucho tiempo, y aún en vida de Mons. Lefebvre, comenzó a desviar insensiblemente la resistencia y el combate que encabezaba ante el mundo la FSSPX.
Este largo e insensible proceder da hoy sus resultados, lográndose desactivar y anular el glorioso y heroico combate de la Tradición contra el modernismo apóstata de los anticristos que ocupan Roma, como ya lo señaló en su momento el mismo Mons. Lefebvre. Si de alguien Mons. Lefebvre dijo que es un hereje con nombre y apellido fue del entonces Cardenal Ratzinger, con quien el Padre Schmidberger, siendo Superior General de la FSSPX, guardaba estrechos contactos manteniendo al margen al mismo Mons. Lefebvre (quien me lo confió de viva voz cuando era seminarista de Ecône), de las conversaciones entre ellos mantenidas en su lengua maternal, el alemán; y cuánto más ocupando hoy la Sede de Pedro.
Si esto pasaba en vida del fundador de la FSSPX, no es de extrañar que después de dieciocho años de muerto se llegue a la actual situación ante la cual los sacerdotes y los fieles quedan perplejos, sin capacidad de reacción ante la absorción enmascarada y la entrada el gran Panteón de las religiones que nos abre la Roma modernista con el ecumenismo sincretista y dialéctico, que el hoy Benedicto XVI con paternal sensibilidad nos prodiga.
No es el Padre Basilio Méramo el que traiciona y abdica, sino que es Mons. Fellay con toda su cúpula directiva quien hoy lo hace camufladamente. Y así acepta el Motu Proprio, que con el anzuelo de reconocerse que la Misa Tradicional nunca fue abolida (pues esto evidenciaría la ruptura y el cisma modernista), se admite que la nueva misa bastarda, como Mons. Lefebvre la calificaba, es un rito legítimo, y aún más la norma (es decir, el rito ordinario), mientras que la Misa Tridentina es algo inusual o esporádico (es decir, el rito extraordinario). Así el Motu Proprio legitima la nueva misa como culto y expresión del rito romano.
Además, el levantamiento del Decreto de las excomuniones pedido y aceptado por parte de los supuestamente “excomulgados” por la Nueva Iglesia posconciliar es reconocer y admitir que se estaba realmente excomulgado. Dejándose ver en estas falsas excomuniones el sello de garantía de no tener ninguna parte con el error y la herejía de la Nueva Iglesia posconciliar, como así Mons. Lefebvre lo decía y mantenía.
A los fieles se los ha llevado insensible y paulatinamente a un estado de anemia espiritual que no les permite la pronta y enérgica reacción ante el desvío de los superiores que dirigen y gobiernan la FSSPX, que era el último baluarte a nivel internacional que quedaba frente a la Roma anticristo, que hoy se manifiesta, como profética y apocalípticamente lo anunció Nuestra Señora de la Salette al decir “la Iglesia será eclipsada” y “Roma perderá la Fe y será la Sede del Anticristo”.
El golpe es mortal aunque los efectos no se evidencien inmediatamente pues al igual que un gran barco petrolero no se detiene inmediatamente sino que primero se desacelera, después se ponen marcha atrás las turbinas para seguir un largo recorrido de unos 40 kilómetros más hasta detenerse totalmente.
Hoy le llega el turno a la FSSPX después de una lenta y firme recuperación de los que resistían al modernismo, como pasó con Don Augustin (Flavigny), Don Gérard (Barroux), los Padres de Campos, por nombrar a los más conocidos en el mundo de la Tradición; y ahora como es lógico, le toca el turno a la misma FSSPX, pero como es un hueso más difícil de roer, hay que hacerlo por etapas mediante preámbulos sugeridos por la misma Roma y diálogos supuestamente doctrinales (aunque ya Mons. Fellay acepta el 95% del Concilio), que permiten el transcurso del tiempo mientras todo sigue su curso, favoreciendo el modernismo, perdiéndose la Fe, y reabsorbiendo dialécticamente a la Tradición.
Cuando todo sea claro ya será demasiado tarde.
Padre Basilio Méramo
Córdoba, 18 de Noviembre de 2009

sábado, 3 de octubre de 2009

DOMINGO DECIMOCTAVO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

En el Evangelio de esta Misa vemos la continua y permanente disputa, oposición y rechazo hacia Nuestro Señor Jesucristo por parte de los dirigentes del pueblo elegido, de los judíos que eran los fariseos, los escribas, los doctores de la Ley y quienes en primer lugar tenían que informar al pueblo para que reconociesen en Nuestro Señor al Mesías anunciado por los profetas a través de todo el Antiguo Testamento. Este permanente rechazo los lleva a cambiar el sentido de las
Escrituras claudicando su misión; es así como finalmente acaban condenando y crucificando a Nuestro Señor. Ese hecho perdura hasta el día de hoy, cada judío al llegar al estado de razón en que se adhiere al judaísmo, rechaza a Nuestro Señor Jesucristo y se convierte en su enemigo personal. Y no nos asombre esto sobre todo hoy, cuando se trata de disipar la oposición entre las falsas religiones y con los judíos en particular, siendo ellos los promotores de tantas herejías y los
destructores principales de la Iglesia y del reino de Dios, instrumentos de Satanás.

Es una falta de atención no reconocer al enemigo -y no al enemigo nuestro-, al enemigo de Dios, pues desconociendo al enemigo difícilmente se escapará de sus garras. La Iglesia está siendo judaizada, entregada en manos de los judíos a través de todas las ideologías que han promovido la revolución y la masonería. La famosa Revolución francesa fue producto de la masonería, del judaísmo, y todas las constituciones de los Estados modernos se basaron en esa revolución anticatólica, anticristiana. Es el judaísmo quien ha promovido el protestantismo de Calvino, con
toda esa teología protestante de la predestinación; es el judaísmo el que ha promovido en el Vaticano II la libertad religiosa y el ecumenismo para que la Iglesia pierda su identidad y caiga en manos del enemigo y eso con la anuencia de los pastores, de la jerarquía, con lo cual se llega a repetir la historia en el tiempo, la historia de cuando vino Nuestro Señor y encontró que los pastores y la misma jerarquía de la sinagoga, en vez de adoctrinar al pueblo, lo hicieron sucumbir en la apostasía que culminó con la crucifixión de Nuestro Señor. Por eso la Iglesia no se cansa de mostrar a través del Evangelio esa oposición y esa asechanza permanente.

Vemos cómo a Nuestro Señor lo tildan de blasfemo, porque, quién si no sólo Dios puede decir que perdona los pecados. Ellos sabían y conocían que sólo Dios puede perdonar los pecados, entonces, una de dos, o Nuestro Señor era un blasfemo o era Dios. Sin embargo, aun mostrándoles a través de un milagro que tenía el poder de Dios y que perdonaba al paralítico, en vez de concluir que era Dios, lo rechazan. Por eso Nuestro Señor les replica: ¿Qué es más fácil decir: Perdonados te son tus pecados, o bien: Levántate y anda? Lo difícil no es decirlo, es hacerlo, y Nuestro Señor hizo las dos cosas, lo hizo levantar y le perdonó los pecados, con lo cual afirmaba implícitamente que era Dios; porque solamente Dios puede perdonar los pecados, y solamente un blasfemo podía decir yo te perdono los pecados, si no era Dios, o si no lo hacía en el nombre de Dios, como los sacerdotes en el sacramento de la penitencia. Quedaba claro, patente, para los judíos, que Nuestro Señor sí se atrevió a decir que perdonaba y curó al paralítico; la conclusión era que El era Dios, era el Mesías.

Se puede preguntar ¿por qué Nuestro Señor no lo afirmaba abiertamente? ¿Por qué no decía abiertamente que era Dios? Hay que tener en cuenta que el mundo estaba imbuido de paganismo, y que los paganos eran idólatras y la prueba de ello es que quisieron idolatrar a San Bernabé y a San Pablo cuando vieron la majestad de sus personas hablando de Dios. Lo mismo hubiera ocurrido con Nuestro Señor, le hubieran tomado por uno de esos dioses de la mitología griega, pero no lo hubieran tomado por el verdadero Dios. Los judíos rechazaban ese paganismo y estaban opuestos a esa idolatría, entonces Nuestro Señor no podía decirlo, ni para que los judíos por un lado tuvieran piedra de escándalo, ni para que los paganos lo tomaran por uno de esos dioses de la mitología griega. Por eso la revelación tenía que hacerse paulatina, pausada, indirecta e implícitamente al principio, para decirlo después de modo explícito; para que lo reconocieran como al verdadero Dios.

Pero nada de todo lo anterior hizo que los judíos, excepto unos pocos, una minoría, lo aceptasen, mientras que el pueblo siguiendo a sus dirigentes condenó y crucificó a Nuestro Señor. Por lo mismo, no nos debe extrañar que si eso pasó en la sinagoga que era la Iglesia de Dios del Antiguo Testamento, pase ahora en la Iglesia que es la Iglesia de Dios, dirigidos al igual que los judíos, por dirigentes que tergiversan la palabra de Dios, que le cambian el sentido y que conducen al pueblo, desgraciadamente, al error y a la apostasía. Hay que recordarlo, mis estimados
hermanos, la Iglesia es infalible, es indefectible, no puede haber error en la Iglesia.

Y esa que hoy se presenta como Iglesia Católica jerárquicamente, oficialmente, públicamente, está llena de errores, no hace falta que sean herejías, sino simplemente errores y éstos no pueden tener cabida en la Iglesia, que es inmaculada. Como institución no puede predicar el error y los fieles no pueden tener una fe errónea porque habría claudicado Dios, habría claudicado la Iglesia. Es lamentable; ni aun puede permitirse teológicamente el error porque la Iglesia es infalible, los fieles no pueden creer en errores tales como ese de que todas las
religiones salvan; no pueden creer que lo que antes era pecado ya no lo es; eso es destruir el concepto de pecado por una subjetivación del bien y del mal, de la moral.

No se puede creer en la libertad religiosa, no se puede creer en el ecumenismo aunando a todos los hombres "sin dogmas que dividan"; no se puede pretender una paz que no esté fundamentada en Cristo Rey; y no hace falta decir que sean herejías, sino simplemente errores, porque el error no puede tener cabida y mucho menos la herejía.

Entonces, una Iglesia que se diga católica no puede albergar en su seno ni en la jerarquía ni en sus fieles una concepción errónea del dogma y de la fe católica, y si los presentan, mis estimados hermanos, desgraciadamente hay que decirlo, es porque hay una escisión dentro de la Iglesia; y aquellos que profesan el error, no digo una herejía, el simple error en lo concerniente a la fe, no pueden ser la Iglesia Católica que es una, es santa, y es verdadera. Es un problema muy grave, pero la infalibilidad de la Iglesia, la indefectibilidad de la Iglesia, la santidad de la Iglesia
así lo exige, o si no, ¿qué pasaría? Sencillamente, que no todo aquel que dice ¡Señor, Señor! pertenece a Dios. Hay que conservar la pureza de la fe, y la Iglesia existe allí donde está la fe pura e inmaculada. No se trata solamente de los pecados de los miembros de la Iglesia como hombres pecadores, sino que se trata de la doctrina, que es una cosa muy distinta. Por eso, lamentablemente, hay una reducción de la Iglesia que nos cuesta admitir; pero para nuestro propio beneficio, no puede haber error en la Iglesia, y si se profesa el error, es porque allí, esa parte, se ha desgajado de la verdad, se ha separado de Nuestro Señor.

Por eso dice San Pablo en la epístola de hoy, epístola eminentemente apocalíptica porque hace alusión a la segunda venida de Nuestro Señor: "De todo estáis ricos a causa de El, en toda palabra y en toda ciencia, por haber establecido firmemente en vosotros el testimonio de Cristo. De manera que nada os falta en ninguna gracia, ya que esperáis la manifestación de Nuestro Señor Jesucristo. Él os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día del advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo". Nos ha dado toda la verdad y toda la ciencia para que perseveremos en su testimonio y así El nos mantendrá hasta que venga para que tengamos viva
nuestra esperanza, ¿en qué? En la segunda venida de Nuestro Señor, y esa debe ser nuestra esperanza. Él es el único que puede ordenarlo todo, porque estamos ante una Iglesia llena de errores y eso es un contrasentido.

Quiero decir, entonces, que no todo aquello que hoy se dice Iglesia Católica lo es; no todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el reino del cielo. Iglesia Católica no es un nombre; yo no puedo ser católico si no profeso la fe de siempre y dejo de serlo si profeso la fe modernista que se profesa hoy. Esto que se nos presenta como la Iglesia, no puede serlo porque está llena de errores, porque la Iglesia es infalible, indefectible y de ahí que Nuestro Señor nos advirtiera acerca de la gran apostasía, de la pérdida de fe para estos tiempos apocalípticos, próximos a su segunda venida y del pequeño rebaño al que quedará reducida la Iglesia, la verdadera Iglesia. Pues, como dice San Agustín, que la Iglesia de Dios está allí donde están los verdaderos fieles de Cristo, los verdaderos fieles, esa es la Iglesia. La Iglesia no puede ser infiel y por eso debemos pedirle a Dios y a Nuestra Señora como la Madre de Dios, que nos asista en esta hora tan dura, tan cruel, en esta pasión de la Iglesia, para que no claudiquemos en la fe que nos viene de la Santa Madre Iglesia, y para que no nos dejemos llevar de una Iglesia falsificada, judaizada.

Y esta petición que hacemos a Dios es porque sabemos que en Roma impera el judaismo, y a eso se deben los crímenes por poder y por dinero aun dentro de la misma guardia suiza que es la guardia personal del Papa. La intriga, esa lucha entre la masonería y el Opus Dei, que es otra masonería dentro del Vaticano -basta leer para enterarse-. Desgraciadamente, algunos libros no muestran sino lo sucio, como quien mira un basurero, en eso se ha convertido el Vaticano, en un lugar donde no solamente se cometen asesinatos, sino donde también se ventilan entre cardenales vergonzosas intrigas de homosexualidad. ¿Y todo esto por qué y para qué? Para que
no tengan el valor de hablar como yo lo estoy haciendo, porque les enrostrarían sus delitos, "usted es así". Últimamente se han editado dos libros, uno intitulado "Los crímenes en el Vaticano", que comenta por qué se mató al capitán de la guardia suiza, a otro suizo y a su mujer; y otro libro anterior que también hablaba del Vaticano; nada de eso es bueno para la Iglesia.

Pero desgraciadamente pasa, ¿y por qué no darnos cuenta de la miseria que ha entrado en el Vaticano? Ya lo anunció la Santísima Virgen María. Ella lo dijo: "Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo".

Y ¿qué pasará entonces con la Iglesia?, ¿será destruida? No, señores, porque la Iglesia es indefectible hasta el fin de los tiempos. Serán dos, una legítima y otra falsa que aparentará ante el público y el mundo que es la verdadera Iglesia, pero la conoceréis por los frutos y los frutos son malos. La verdadera Iglesia, la perseguida, la Iglesia del silencio, es fiel a la Tradición Católica, Apostólica y Romana. Estos conceptos se deben manejar claramente para no sucumbir ante el error y sobre todo no claudicar en la fe. Tengamos en cuenta las profecías, seamos católicos despiertos, vigilantes, no seamos idiotas útiles ni dormidos, no seamos perezosos. A
Dios rogando y con el mazo dando, dispongámonos a dar la vida, la sangre, por amor a Dios y a la Iglesia Católica aunque hoy la veamos convertida en cueva de ladrones. Esa podredumbre inocultable en razón de crímenes donde están en juego millones de dólares dentro del mismo Vaticano, son los hechos. Que después pretexten pasiones meramente personales, es ocultar la verdad, es otra cosa. No debemos escandalizamos... "porque no puede menos de haber escándalos: pero ¡ay de aquel por quien viniere el escándalo!".

PBRO. BASILIO MERAMO
15 de octubre de 2000